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UNIVERSIDAD DE MEDELLÍN

FACULTAD DE DERECHO

MAESTRÍA EN DERECHO PROCESAL CONTEMPORANEO

SEPTIMA 7º COHORTE

LECTURA CRÍTICA SOBRE EL ACTO LEGISLATIVO 01 DEL 4 DE ABRIL DE 2017

Presentado Por:

VICTOR CAMILO ORTEGA BOTINA

Dirigido: DRA. MARÍA CRISTINA GÓMEZ ISAZA

UNIVERSIDAD DE MEDELLIN

SAN JUAN DE PASTO


La creación de la Jurisdicción Especial para la Paz (conocida como JEP) en el seno del
Congreso de la República, es uno de los eventos más importantes en la historia colombiana.
En efecto, lograr cumplir con los cometidos endilgados por el legislador extraordinario en el
acto legislativo 01 del 4 de abril de 2017 supondría terminar con la condición cíclica del
Estado Colombiano. Es decir, prolongar con los interminables discursos políticos divulgados
una y otra vez por nuestros mandatarios, prometiendo la paz, misma que está consagrada
en los fines del Estado en el entramado Constitucional.

Sin lugar a dudas, la pasada votación fue una de las más importante del pueblo colombiano
en su historia, porque de ella dependía el devenir de nuestra patria en muchas décadas.
No obstante, el trasfondo del asusto se torna nebuloso, teniendo en cuenta que, la
consolidación de la justicia para la paz, se enmarca en un inmenso cumulo injusticia e
inequidad. Al considerar que, fue la población urbana la que decidió sobre el acaecer de
una guerra que principalmente ocurrió en escenarios rurales.

El artículo 5 transitorio del acto legislativo 01 de 2017 menciona al respecto, uno de sus
objetivos es “satisfacer el derecho de las víctimas a la justicia” pero me pregunto ¿Qué se
entiende por justicia? Hace algunas décadas uno de los más importantes juristas de la
historia Hans Kelsen escribió un pequeño libro titulado ¿Qué es la justica? Desarrollo el eje
temático con gran destreza, sin embargo, llego a la conclusión la siguiente: es imposible
explicar a ciencia cierta que significa justicia, al considerar que, justicia es como dice
Michele Taruffo un sentimiento irascible. La justicia es más parecida a un sentimiento como
el amor, el miedo, en otras. Que, a un derecho de los coasociados. Entonces, ese postulado
de jurisdicción especial para la paz se queda corto. Al reflexionar por un segundo que,
justicia en materia de conflicto armado interno difiere según la paráfrasis que su interprete
quiera endilgarle. En otras palabras, el Estado Colombiano les entrega a las víctimas del
conflicto lo que él cree que es justicia y es deber de ellas acoger este significado,
acoplándolo a sus creencias.

Por otra parte, creo fervientemente en la idea que justicia en el contexto colombiano se
confunde con el concepto de orden, para nosotros estos términos son sinónimos, estamos
coaptados, es decir, odiamos el caos, el desconcierto, la anarquía, pretendemos reprimir
ese sentimiento de autodestrucción que invade cada parte de nuestro cuerpo, con una
especie de dictamen o más específicamente una ley que nos tome de la mano, como una
padre cuando lleva a un hijo por el bosque, nos muestre el camino que debemos seguir, y
somos tan optimistas que creemos que un grupo de burócratas tiene la morfina que cura
nuestras angustias. Lamento decir que esto no es verdad, los magistrados de hoy en día
se parecen más los Dioses del Olimpo, con un estatus que evoca verdadera reverencia,
con total desprecio a lo terrenal, que a los verdaderos detentores del poder jurisdiccional
impartiendo justicia para resolver los conflictos en sociedad.

Igualmente, el artículo 6 transitorio que explícita la competencia prevalente de los jueces


de la JEP sobre las decisiones de los togados en las restantes jurisdicciones. Genera una
serie de paradojas. Dado que, los jueces operan bajo el denominado principio de
independencia judicial muy importante para su quehacer. Estos funcionarios están
actuando en este momento conforme a los lineamientos endilgados por el Estado. Sin
embargo, cuando empiece a operar en pleno la JEP las decisiones de los jueces quedaran
coaptadas al arbitrio de sus pares con competencia dominante. Creo, sin lugar a dudas que
esta tesitura es un golpe bajo al principio de independencia judicial que acompaña el
compromiso de los funcionarios judiciales en el territorio nacional. La creación de estos
tribunales ad hoc es el presagio de un inminente apocalipsis judicial. La labor del juez tan
estigmatizado en los últimos tiempos, sin lugar dudas sufrirá un cambio de paradigma
importante, no quiero ser pesimista, pero creo que esta transformación será pervertida por
los detentores de ese poder, las facultadas que el acto legislativo les confiere son inmensas.
Ergo, el poder en exceso desafía la moralidad y la ética del ser humano.

El ex presidente Estadounidense Franklin D. Roosevelt el 11 de abril de 1945 se dirigió al


pueblo americano con un discurso para historia por tratarse de su último mensaje a la
ciudadanía antes de morir dos días después. Dicha alocución contenía la famosa frase “un
gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Esta frase es perfecta para describir el
compromiso que deberán asumir los jueces de la JEP frente a las personas a las cuales
encaminaran sus mandatos. En efecto, todo lo que hagan, digan y piensen, así como todo
lo que dejen de hacer, decir o pensar, generará un efecto directo sobre ellos. Entonces, la
necesidad de lograr finiquitar el conflicto armado que ha castigado a nuestro país por más
de siete décadas, es un compromiso para togados con un alto grado de moralidad, con una
formación ética incorruptible. Es verdad, ese deseo es una condición utópica conociendo
de antemano la corrupción que invade todas las esferas del poder Estatal.

En ese orden de ideas, el artículo 11° transitorio que trae a colación la sustitución de la
sanción penal, recalca la problemática antes señalada. En efecto, impetra un poder
subjuntivo sobre las decisiones de los jueces de las jurisdicciones restantes, y el único
consejo que encarga es evitar vulnerar el principio de “non reformatio in pejus” no obstante,
un principio muy importante como lo es la “seguridad jurídica” prima facie parece no
preocuparles mucho, en otras palabras, indiferencia total, este principio significa “certeza
del derecho” si no hay certeza en las decisiones de los togados no hay derecho y por ende
se extingue nuestra idea de justicia. Cabe recalcar, no estamos en presencia de un sistema
judicial típico de justicia retributiva, ese no es el objetivo, el proceso de paz tiene una
connotación netamente política, un conflicto que inicio por interés políticos debe terminar
de la misma forma, claro está, estos elementos jurisdiccionales que deben hacerse
necesariamente, han de estar acordes al objetivo del acuerdo, la reparación de las víctimas
y no solo imponer sanciones.

Cabe recalcar, la dignidad humana es el eje central de nuestro Estado Social de Derecho,
proporcionalmente, el punto clave de la justica especial para la paz son las víctimas. Es
decir, todo lo relacionado con este punto, debe ramificarse bajo la tesitura que las víctimas
son el principio coaxial de esta nueva aventura que intenta aplicar nuestro Gobierno, debo
decir Colombia se ha convertido en los últimos años en un laboratorio prodigioso para
cualquier tipo de temas jurídicos. Nuestro lema ¡amarren nomas que en el camino
se arreglan las cargas! al parecer es el tópico de este nuevo desafío que intentamos
efectuar. Verbi gracia, el artículo 21 transitorio cuando dice; el tratamiento será simétrico en
algunos aspectos, diferenciado en otros, pero siempre equitativo, equilibrado, no hay que
ser un genio para entender que, si es simétrico para unos y asimétrico para otros, esto
implica la vulneración de principios como la igualdad formal y por ende estos conceptos
endilgados en el mismo párrafo equitativo y equilibrado desaparecen totalmente.

De igual forma, tenemos la falsa creencia que todos nuestros problemas políticos, sociales
y culturales se terminan constitucionalizándolos, craso error, una falacia que sin lugar a
dudas ha generado más conflictos que los que ha podido solventar. En el marco de una
Constitución que tiene 26 años de vigencia, con un número importante de reformas al texto
original, a punto de ser derogada y sustituida por una nueva, aún pretendemos que todos
nuestros problemas se solucionan agregando parágrafos, no cabe dudas, esta visión
carece totalmente de impacto. No obstante, los grandes teóricos en el ámbito jurídico
colombiano apuestan su alma y dicen irreverentemente, que esa es la solución más
plausible, ¡en un país de locura debe ser la decisión más sensata!

A simple vista, encuentro dos problemas muy notorios: en primer lugar, el acto legislativo
01 de 2017 sostiene que las medidas para la reparación a las víctimas del conflicto armado
dependen de los recursos disponibles, es decir, la reparación estaría supeditada a la
sostenibilidad fiscal. Seria magnifico, que el Estado fortaleciera sus capacidades para
garantizar la persecución de los bienes lícitos e ilícitos de los perpetradores de las
violaciones, pero también de las personas que se beneficiaron de esas violaciones, esto
ayudaría en gran medida a disminuir los costos logísticos, que devienen del erario público.

En segundo lugar, el acto legislativo conlleva una regla probatoria para la determinación de
la responsabilidad de altos mandos militares pertenecientes a la fuerza pública, desde la
perspectiva de la cadena de mando, considero que, la regla tal cual está consagrada en
norma, genera una carga probatoria demasiado onerosa a las víctimas, porque obliga a que
se demuestren una serie de circunstancias, que no necesariamente en todos los casos de
violaciones a derechos humanos por acción u omisión de agentes del Estado tengan que
concurrir, especialmente en figuras como extralimitación de funciones, los grados de
culpabilidad que se generan alrededor del conocimiento que el mando tiene sobre el
comportamiento de sus subordinados entre otros. Implica la necesidad de fortalecer la
posibilidad que tengan las victimas de exigir el derecho a la verdad, desde la perspectiva
probatoria en la responsabilidad de la cadena de mando en situación de macro
victimización, que muchas veces en un orden sistemático y masivo de violaciones se
complejiza, frente a la concurrencia de una serie de elementos que necesariamente el acto
legislativo debe dejar de contemplar con el objeto de garantizar la elucidación de los hechos
desde la verdad material.

Finalmente, creo que estamos en presencia de la edificación de los nuevos tribunales de


Núremberg. Es claro, los criminales de guerra como: Luciano Marín Arango, alias “Iván
Márquez”, Seuis Pausivas Hernández, alias “Jesús Santrich”, Luis Alberto Albán Burbano
alias “Marcos Calarcá”, Rodrigo Granda entre otros. No van a ser ahorcados hasta muerte
por las atrocidades que cometieron al pueblo colombiano, como si le ocurrió los militares
alemanes encabezados por Hermann Göring. Simplemente por una razón, tan pintoresca
que haría sonrojar el mismo Adolf Hitler, se declaró un empate en la guerra, nadie gano ni
tampoco perdió. Claro está, esta interpretación es válida para los altos dignatarios de
nuestro país y los jefes subversivos que ahora son importantes celebridades mediáticas.
En contraste, las personas que fueron obligadas abandonar sus hogares para salvar sus
vidas, que observaron impotentes mientras militares y subversivos asesinaban a sus seres
queridos, temerosos, luchando por respirar para ver a su familia un día más, esas personas
son las que perdieron en esta guerra y me avergüenza decirlo los acuerdos de paz que
intenta implementar el Gobierno mediante el Acto legislativo 01 de 2017 se quedan cortos
frente a la realidad social que vivimos en este país en el cual la burocracia controla a las
masas mediante los medios de comunicación.

Como segundo colofón, debo decir que, mientras no cambiemos de actitud y entendamos
que justicia no es sinónimo de orden, estamos condenados a seguir como corderos a un
grupo elitista de personas que abusan del poder que les confirió el pueblo, introduciendo
en nuestras cabezas las ideas más extravagantes. Respaldados por las normas vigentes,
se creen dueños de nuestros destinos, debemos despertar y cambiar ese estado de
interpretado en el que vivimos.

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