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Existen muy pocos textos literarios y críticos del pensamiento humano tan conscientes de las
virtudes y fracasos de la ciencia con respecto a la preponderancia de esta para alcanzar el
pleno conocimiento de nuestra existencia; como los de Ernesto Sábato.
Esto no es gratuito por supuesto, Sábato fue científico. Y fueron esos años de laboratorio, un
tanto renegados, los que marcaron su posterior dedicación al análisis de la crisis humana y en
parte a la divulgación de ciencia inadvertidamente. Es tal vez, esa confrontación distribuida a lo
largo de su obra y su lucidez para enmarcar ejemplos en lo que llamamos cotidianidad; su
legado principal y mayor característica.
Una frase inherente al análisis de la crisis del mundo moderno de “Hombres y engranajes” es la
siguiente:
“Los medios se transforman en fines. El reloj, que surgió para ayudar al hombre, se ha
convertido hoy en un instrumento para torturarlo. Antes cuando se sentía hambre, se echaba
una mirada al reloj para ver qué hora era; ahora se lo consulta para saber si tenemos hambre.”
(1951, pág. 28)
Una perspectiva de crítica al sistema capitalista y al uso de la ciencia con fines abstractos de
los que casi nadie tiene entendimiento. Según Sábato, el hombre individualizado ha perdido
todo el control sobre las herramientas que fueron creadas, en principio, para su beneficio.
“Una ley científica aumenta su dominio al abarcar los hechos, al generalizarse. Pero al
generalizarse se hace más abstracta, porque lo concreto se pierde con lo particular” (Hombres
y engranajes, 1951, pág.22)
“¿Por qué buscar lo absoluto fuera del tiempo y no en esos instantes fugaces pero poderosos
en que, al escuchar algunas notas musicales o al oír la voz de un semejante, sentimos que la
vida tiene un sentido absoluto? Ese es el sentido de la esperanza para mí y lo que, a pesar de
mi sombría visión de la realidad, me levanta una y otra vez para luchar.” (Hombres y
engranajes, 1951, pág. 57)