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Cuentan que María Loreto Sánchez de Peón de Frías murió centenaria, peinando hasta el

fin de sus días sus canos y débiles cabellos con una cinta celeste. Esta valiente e
ingeniosa salteña fue espía. Durante una ocupación realista, ideó una estafeta en el
tronco de un árbol que crecía en la ribera de un río cercano a la Ciudad en el que las
criadas lavaban ropa y recogían agua. Ellas llevaban y traían los mensajes que la corteza
del árbol ocultaba.

María Loreto arriesgó su vida trasladando información confidencial en el ruedo de sus


vestidos y temerariamente burló a los realistas. En una oportunidad, simulando ser una
humilde panadera, ingresó al cuartel enemigo durante varios días logrando relevar el
número de soldados que ocupaba Jujuy, colocando granos de maíz en sus bolsillos,
mientras era centro de atrevidos comentarios por parte de la tropa.

Su inalterable temple le permitió organizar un plan continental de Bomberas que


eficazmente ejecutó junto a Juana Azurduy, Juana Moro, Petrona Arias y Juana Torino,
sus hijos y criados. Loreto fue la sombra de los realistas y ellos la castigaron con cárcel y
humillación.

En 1817 el general español La Serna, que había ocupado Salta, invitó a un baile a las
sospechosas mientras parte de su ejército avanzaba hacia el sur. Loreto lo supo por
confidencia del oficial con el que bailaba y dio aviso a los patriotas impidiendo la
expedición.

Por tanto heroísmo se le otorgó una mísera pensión, que ni cerca estuvo de los servicios
que prestó. Murió en la pobreza. Con relación a la acción de la hermana del General
Güemes (Macacha) –María Magdalena Dámasa Güemes de Tejada- le cabe la gloria de
haber acompañado ideológica y logísticamente a su hermano, el Gral. Martín Miguel Juan
de Mata Güemes.

Solía coser el uniformes para la tropa patriota; realizaba arriesgadas tareas de espionaje y
fue admirada y respetada por sus opositores; querida por el pueblo. Debido a la
generosidad con que ayudaba a los necesitados la llamaban «Mamita de los pobres». Su
red de informantes actuaba en Salta, Jujuy y Tarija, aportando datos fundamentales para
controlar al enemigo.
Integraban la red mujeres de la alta sociedad, campesinas y hasta minusválidas que todo
lo arriesgaron por la Patria. Andrea Zenarruza de Uriondo, esposa de un lugarteniente de
Güemes, recibía información y la trasmitía desafiando los peligros que esta actividad
implicaba, contribuyendo más de una vez al triunfo de las armas criollas.

Las patriotas norteñas

Contó entre sus filas con mujeres combatientes de la talla de Juana Azurduy, quien se
puso a sus órdenes luego del fallecimiento de su esposo, el caudillo Manuel Padilla.
Trabajó en equipo con Magdalena, la “Macacha”, quien fue mucho más que su
hermana. Si bien ella no tuvo una participación directamente militar, fue una
habilidosa espía que aprovechó su lugar social destacado y una gran operadora
política.

Toda la información que recababa se la transmitía a su hermano; era sus ojos, sus oídos y
sus brazos en la ciudad; lo protegía y lo ponía sobre aviso de cualquier cuestión urgente.
Además de un puntal en la organización de las tropas, fue el verdadero ministro de
Güemes; él no tenía secretos ni militares ni gubernamentales para con ella y tampoco
realizaba acto alguno sin escuchar sus consejos. En 1815, cuando la delicada situación
entre Güemes y las fuerzas de Buenos Aires al mando del general Rondeau parecía
terminar en ruptura, fue la “Macacha” en persona quien destrabó la situación y consiguió
que se llegara a un acuerdo, conocido como el Pacto de los Cerrillos.

Pero ni siquiera en estas dos grandes mujeres puede sintetizarse el papel de las
mujeres norteñas.

La guerra de guerrillas estaba complementada con una amplia red de mujeres


espías, audaces e ingeniosas. Grandes mujeres protagonistas de la lucha
independentista también borradas de la historia oficial. Damas criollas, niñas,
mujeres de la servidumbre y esclavas, todas juntas. Se disfrazaban, seducían a los
realistas, ocultaban papeles entre sus faldas, montaban a caballo y recorrían largas
distancias para obtener información y transmitirla al ejército patriota. El enemigo no
podía respirar sin que ellas se enteraran y activaran la red de de comunicación.
Güemes, la Macacha, el pueblo, la guerrilla, la red de espías. Toda esa síntesis
garantizó la derrota del enemigo.
María Loreto Sánchez Peón de Frías se destacó especialmente. Fue jefa de Inteligencia
de la Vanguardia del Ejército del Norte y autora del plan continental de Bomberas,
aprobado y autorizado por Güemes. Lideró un grupo conformado por amigas y conocidas,
ayudadas por sus hijos pequeños y sus criadas.

Para tener una comunicación rápida esta desarrolló un simple e ingenioso sistema: un
buzón natural en medio de la nada. Un árbol al que se le había hecho un hueco y
luego vuelto a tapar con la misma corteza, cerca de donde las criadas iban todos
los días a lavar la ropa y a buscar agua. Ellas transportaban el papel con la ropa
sucia y lo dejaban en el hueco sin ser vistas. Luego, algún soldado patriota lo
retiraba a la noche y dejaba a su vez instrucciones y pedidos de información.

No se les escapaba nada. Ni siquiera la cantidad de soldados realistas que había en cada
momento. María se disfrazaba de viandera e iba con su canasta de comida en la cabeza y
granos de maíz en los bolsillos a sentarse a la plaza donde estos acampaban. Cuando
aparecía el oficial y empezaba a cantar uno por uno los nombres, ella pasaba un grano de
maíz de un bolsillo a otro por cada presente y luego enviaba esa información a través del
buzón del árbol. Hasta de india se disfrazó, para sentarse en los portales a vender
pasteles y espiar.

Otra integrante de esta red que desvelaba a los jefes enemigos era Juana Moro.
Humildemente vestida se trasladaba a caballo espiando recursos y movimientos del
enemigo por un territorio que sólo ella conocida. La primera vez que la apresaron la
obligaron a cargar pesadas cadenas, pero no delató a nadie. La segunda vez el castigo
fue peor: fue detenida y condenada por espionaje a morir tapiada en su propio hogar. Por
suerte, unos días más tarde una familia vecina horadó la pared y le proveyó agua y
alimentos hasta que los realistas fueron expulsados. A consecuencia de la difícil situación
que atravesó recibió el apodo de “La Emparedada”.

En palabras del historiador Bernardo Frías, “todas las revoluciones, conjuraciones y


sediciones ocurridas en Salta, desde el comienzo de la guerra de independencia
hasta la caída del gobernador Latorre, en 1835, fueron hechas por las mujeres, que
habían tomado la política como oficio propio”.

La Salta de Güemes, Salta la linda, fue desde siempre la Salta de las mujeres que luchan.
Ellas también merecen ser homenajeadas junto con Güemes y el escuadrón de Infernales
en este día.

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