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Steven Pinker: "Mis alumnos se pasan a la

extrema derecha por culpa de la


izquierda"
Suma y sigue, el pensador y optimista racional vuelve al
ataque en su último libro para defender que el mundo
mejora aunque te fastidie

Steven Pinker. (Rose Lincoln - Harvard University)

Le están asustando un montón de listos que viven de inventarse dramas. Le asustan los
novelistas que imaginan un pasado dorado contra el marchito presente. Le asustan los
filósofos y analistas que describen el mundo como un basurero en llamas para seguir
despachando sus tristes libros. Le asustan los políticos populistas que buscan responsables
del caos actual al azar para apoderarse de su voto. Y le asustamos, sí, le acojonamos los
periodistas a cambio de un click. ¿Nos leería usted si le contáramos que todo va bien?
Puede dejar de leer aquí porque, sí, correcto, todo va bien, mejor que bien, ¡esto es Jauja!
Y 'Jauja', según Steven Pinker (Montreal, 1954), es un país de fronteras sólidas que abrazan
el planeta entero cuya realidad no invita a la pasividad; al contrario, podemos mejorar aún
más. Lo explica en su último libro 'En defensa de la Ilustración: por la razón, la ciencia, el
humanismo y el progreso' (Paidós).

'En defensa de la Ilustración'. (Paidós)

Nunca le habían llovido tantos palos a este psicólogo y lingüista de Stanford, el MIT y
ahora Harvard, cuyas ideas devoran los debates centrales de nuestro tiempo. Saber quién es
Pinker y lo que defiende es un requisito mínimo para cualquier persona alfabetizada e
inquieta. Atacarle también. Sus tres últimos libros parecen obra del demonio (no contamos
'The sense of style', de 2014, aún sin traducción al español). En 'La tabla rasa' (2003)
enfureció a un montón de progresistas al demostrar que la biología explica tan bien el
comportamiento humano como la cultura. En 'Los ángeles que llevamos dentro' (2011) le
voló la cabeza al sentido común habitual al demostrar con una sobredosis de gráficos y
datos que la violencia y la guerra están en retirada en un mundo cada vez más pacífico. Y
aún faltaba lo peor...

Intelectuales, académicos, poetas y militantes sin oficio pero con mucho beneficio se la
tenían jurada a Pinker y todos se lanzaron en tromba al mismo tiempo con la publicación
del tercero de estos libros, 'En defensa de la Ilustración', una apología entusiasta de la
potencia de la razón y la ciencia para el progreso del mundo, como arietes contra la
amenaza de la entropía y el ciego egoísmo evolutivo. Volaron las críticas devastadoras,
también los insultos. Pinker sería un "nazi de la ciencia", un Fukuyama extremocentrista
cipotudo defensor del status quo y el libre mercado, un mentiroso y un falaz que además no
sabe contar.

Cuando llamamos a Pinker a su despacho de Harvard desde un VIPS del Retiro en Madrid,
con una conexión telefónica mejorable, no parece que lo lleve muy mal. Se muestra
educado y tranquilo, sabe que vamos a por él...

Steven Pinker. (Rose Lincoln /Harvard)

PREGUNTA. Al principio del libro anuncia que quiere actualizar las ideas de la
Ilustración para que vuelvan a ser “atractivas” y “científicas”. Pero también confiesa
que la respuesta a ‘Los ángeles que llevamos dentro’ le demostró que las cifras y los
gráficos dejan fría a la gente. ¿Necesita urgentemente el optimismo mejorar su
propaganda?

RESPUESTA. Sin duda, necesitamos un mensaje más convincente sobre la realidad del
progreso y la posibilidad de mejora de parte de los políticos, los líderes y los periodistas.
Pero fíjese que la semana pasada se hizo pública una teoría del Darmouth College según la
cual, de hecho, es más probable que los gráficos convenzan a la gente para desechar las
teorías de la conspiración y las noticias falsas de lo que pensamos. No creo que el problema
sea que el libro tiene demasiados gráficos. Después de todo, la gran mayoría de la gente que
votó a los partidos populistas no ha leído mis libros. En el pasado han existido políticos de
mucho éxito que han conseguido el liderazgo en sus sociedades democráticas con un
mensaje de optimismo, como Obama que fue elegido dos veces y tenía un índice de
aprobación muy alto cuando dejó el cargo, y como -en la derecha estadounidense- Reagan,
que hizo campaña con un discurso optimista. Un político hábil puede triunfar con un
mensaje positivo.

Los impulsos tribales no son más fuertes que los cosmopolitas, hay partes del mundo que
ahora están en paz y guerrearon durante siglos

P. Es usted un científico, pero ¿su declarado humanismo es ciencia o fe? Porque otra
versión de la Ilustración, más oscura, nos cuenta que la paz de las últimas décadas es
un espejismo: nuestros instintos tribales y genes egoístas de cazadores recolectores son
más fuertes que el cosmopolitismo y nos abocan a un mundo violento y hobbesiano...

R. Ninguna de las dos cosas. No es fe en el sentido de creer algo sin evidencias. Pero
tampoco es ciencia realmente al ser una expresión de valores, conformados, eso sí, por una
ciencia que nos dice que hay maneras en que los seres humanos pueden prosperar y que hay
acciones que la gente puede elegir que mejoren la prosperidad y reduzcan el sufrimiento.
Los impulsos tribales no son necesariamente más fuertes que los cosmopolitas, hay partes
del mundo que ahora están en paz y guerrearon durante siglos. Quién sabe lo que pasará,
pero observamos enormes cambios en partes del mundo que han puesto fin a prácticas que
fueron habituales durante milenios y ahora casi han desaparecido, como los sacrificios
humanos, la esclavitud, la pena capital por delitos menores... La naturaleza humana muestra
impulsos violentos pero también de autocontrol y cooperación.

P. Cita frecuentemente el “sesgo de disponibilidad”: la gente se cree las noticias malas


porque abundan más que las buenas. ¿Está seguro el propio Pinker de no ser víctima
de un sesgo inverso como académico liberal rodeado de liberales que viven muy bien
en el país más próspero de la Tierra?

R. No. Yo fundamento los argumentos que sostengo con datos e historia para que la gente
que no esté de acuerdo pueda cuestionarlos. No lo hago a partir de dogmas, doy razones por
las cuales mis propuestas deben tomarse en serio. En realidad, la izquierda académica me
ataca habitualmente porque considera que soy de derechas. No soy políticamente ortodoxo,
es verdad. Me opongo a la política identitaria, la corrección política y la idea de la justicia
social como una guerra, especialmente en el contexto de la vida universitaria liberal
estadounidense.
Steven Pinker. (EFE)

P. Acusa a los medios de comunicación de mostrar el mundo como "un basurero en


llamas" que enardece a los populistas. Para vencer al populismo, los medios deberían
contar también lo positivo. Pero ¿cómo lo hacemos? Si mi periódico se vuelve
optimista, ¿no se apoderará la competencia pesimista de mis clicks y cerraremos al
día siguiente?

R. No lo creo. De hecho, lo que sabemos es que un número alarmante de personas se está


alejando del periodismo mayoritario y convencional. Y una de las razones que aducen es
que las noticias les parecen demasiado deprimentes. No está claro en absoluto que la
cobertura incesante de lo negativo esté maximizando el número de lectores. Hay un
movimiento cada vez mayor en el periodismo a favor de una cobertura positiva y
constructiva. No me sorprendería si una cobertura más equilibrada aumentase el número de
lectores si se hiciese bien.

P. Me gustaría citarle los argumentos de dos de sus principales críticos. El primero es


John Gray, al que usted llama “progresófobo”. El filósofo inglés asegura que su idea
de la Ilustración es un manga infantil, su cientifismo es dogmático y que su única
intención real es tranquilizar a sus amigos liberales cuyas ideas están en retirada. ¿Es
usted el tipo que grita “todo va bien” mientras cae desde el octavo piso?

R. Lo de John Gray no es una crítica, es una colección de insultos. Podría yo decir que él es
un... [La conversación se corta] ¿Me oye bien?

Un número alarmante de personas se está alejando del periodismo mayoritario porque las
noticias les parecen demasiado deprimentes
P. Regular. Estoy en un restaurante y hay mucho ruido.

R. Yo tampoco le escucho muy bien pero sigo. En fin, decir eso de Gray no arrojaría
ninguna luz sobre el asunto. Decir que mis argumentos son dogmáticos es simplemente
falso porque están basados en hechos y en datos. Si los datos fuesen al revés, si la pobreza
mundial mostrase un incremento masivo en vez de un descenso, entonces no podría
mantener mis argumentos. Si el número de muertos hubiese aumentado desde la década de
1950 en vez de descender no podría sostenerlos. Simplemente: es totalmente falso que mis
afirmaciones sean dogmáticas. Y lo de tranquilizar a los liberales... En fin, eso tampoco es
un argumento, es una atribución de motivos que muestra que, en realidad, Gray no tiene
nada que decir. Una vez más, puedo jugar a ese juego y dar una teoría de por qué él
sostiene lo que sostiene, pero a lo que hay que ceñirse es al contenido de las afirmaciones, y
no a por qué alguien dice lo que dice. Eso se llama 'ad hominem' y es una falacia

P. La segunda crítica es la de su ‘hater’ predilecto, Nassim Taleb. Según él, usted ha


hecho trampas en sus estadísticas, no tiene datos suficientes para defender el declive
de la violencia y el auge del progreso, no ha contado bien los muertos y la larga paz
actual es sólo una “brecha entre guerras”.

R. Bueno, Taleb confunde una serie de afirmaciones que hago en 'Los ángeles que llevamos
dentro'. Hablo del descenso de los delitos violentos, del descenso de la esclavitud, del
descenso de los castigos crueles, del descenso del racismo y de la violencia sexista, y, sin
duda, del declive de la guerra. Sus afirmaciones se refieren solo sobre lo último. En
realidad, no tiene argumentos. De hecho, su supuesto análisis no analiza la hipótesis real
que propongo. Ni siquiera debería decir la hipótesis, sino la pauta de datos a la que presto
atención. Ni siquiera sostengo que esa tendencia exista. Los datos que aporto muestran el
descenso del índice de muertes en la guerra después de 1945. Su análisis, por el contrario,
no analiza un cambio en el índice de muertes de la guerra en un momento concreto en el
tiempo, solo un ligero descenso a lo largo de los siglos. Pero nadie, especialmente yo, ha
afirmado eso. Y también confunde los diferentes descensos de la violencia de los que hablo
en el libro.

P. Acepta que el progreso enfrenta dos amenazas reales. La primera es el


estancamiento económico. El mundo progresa en general pero las clases medias
occidentales, amenazadas por la automatización, sin embargo empeoran. ¿Qué
podemos hacer para evitarlo? Defiende, por ejemplo, la renta básica universal…

R. No es verdad que haya habido un estancamiento económico desde hace medio siglo. Es
falso. Lo que existe es el temor de que el ritmo del crecimiento se haya frenado. Pero
también es falso. De hecho, desde que ese libro se publicó, el ritmo del crecimiento
económico ha aumentado con Obama y también con Trump. No solo ha habido un enorme
crecimiento económico desde 1970, sino que ha sido especialmente espectacular en el
mundo en vías de desarrollo donde la pobreza extrema ha caído más de la mitad en las tres
últimas décadas. Las clases medias occidentales no están en una situación peor. El ritmo de
crecimiento no ha sido tan rápido como en el resto del mundo, pero no ha empeorado.
¿Qué podemos hacer para evitar un teórico frenazo? No soy economista pero una renta
básica universal es una posibilidad. Aunque quizás sean más realistas unos acuerdos sobre
los ingresos, un tipo de impuesto negativo que aumente las rentas de los trabajadores de
bajos ingresos en vez de dar a todo el mundo la misma cantidad de lo que gana
independientemente de si trabaja o no. En EE UU se llama crédito fiscal sobre las rentas
percibidas, que aumenta las rentas de personas que ganan sueldos bajos. Se considera que
esta política tiene mucho éxito. Probablemente debería ampliarse y generalizarse.

No es verdad que haya un estancamiento,es falso. Sí hay un temor a que el ritmo del
crecimiento se haya frenado. Pero también es falso

P. Por cierto, no se toma usted muy en serio la pesadilla de un Elon Musk o un


Stephen Hawking de que la Inteligencia Artificial acabará con la Humanidad. ¿Puede
convencerme de que es de verdad Steven Pinker y no una IA que se hace pasar por él
para engañarme, tranquilizarme, y después esclavizarme?

R. No puedo probarle que no soy un robot, no puedo convencer a un paranoico de nada.


Pero si lo fuera, tendríamos una mejor conexión telefónica, créame...

P. No traga tampoco con las promesas de inmortalidad “científicas” de Kurzweil y


otros. ¿Son el transhumanismo y la singularidad una nueva religión y Silicon Valley,
su iglesia?

R. Hay algo sobre eso, así. En su nuevo libro, Michael Shermer muestra algunas de las
similitudes entre la búsqueda de la inmortalidad biológica y otras formas de creencia en la
fuente inmortal del pasado. Hay muchas razones para dudar de que la inmortalidad esté a
nuestro alcance. El ritmo actual del progreso biomédico es positivo, y soy optimista en
cuanto a que viviremos más tiempo, pero las noticias de la biotecnología y de la medicina
son desalentadoras. Hay innumerables promesas de mejoras drásticas de la salud que
proceden tanto de los antioxidantes, como de los stents o de la sustitución de hormonas.
Esas terapias son a menudo decepcionantes. El cuerpo humano es asombrosamente
complejo de una manera que estamos muy lejos de entender. Sobrelleva muchos bucles de
retroalimentación, entropía..., existen más maneras de que las cosas vayan mal que bien. La
evolución no opta por la longevidad, sino por el vigor. Aunque creo que habrá mejoras en
la esperanza de vida, soy muy escéptico respecto a que sean exponenciales.

La evolución no opta por la longevidad, sino por el vigor. Habrá mejoras en la esperanza de
vida, pero dudo que sean exponenciales

P. La otra gran amenaza sería el populismo neoconservador y políticamente


incorrecto. Pero tampoco mucho, aclara, porque se trata de un movimiento de
personas mayores que se irán muriendo. ¿Y la inmigración? ¿No es la que nos ha
traido a Trump, al Brexit, a los gobiernos populistas europeos...?

R. Me está haciendo muchas preguntas en una.


P. Ummm, es posible...

R. La inmigración es uno de los elementos que han contribuido al auge del populismo,
especialmente en el contexto de unos ataques terroristas muy mediatizados, que han creado
un enorme temor entre la gente ante el terrorismo, concretamente ante los inmigrantes
musulmanes. Pero esos temores son exagerados, el terrorismo mata a muchas menos
personas en comparación con la criminalidad callejera, su naturaleza tiene un efecto
exagerado sobre nuestros miedos y nuestras percepciones. También es verdad que ningún
país puede tener fronteras abiertas y mantener su contrato social mediante el que la gente se
siente parte de una sola comunidad. Tiene que haber un equilibrio.

P. Confiesa que al escribir los capítulos del progreso, resistió la tentación para
concluir cada uno de ellos con la advertencia: “Pero todo este progreso se verá
amenazado si Donald Trump se sale con la suya”. Y argumenta que su victoria no es
tan popular como fruto de la coincidencia de las ideas radicales de izquierda y de
derecha. ¿Trump es un golem que a los intelectuales se les ha escapado de las manos?
¿Una anomalía o el futuro que viene?

R. No sé cuál será el futuro, pero hay varias razones para pensar que el populismo
autoritario no será la dirección general. Una de ellas es que es más popular entre las
generaciones más viejas que entre las más jóvenes. Y, al contrario de lo que se piensa, la
gente tiende a mantener sus valores políticos a medida que envejece. Así, a medida que
cambie la población, el atractivo del populismo descenderá en lugar de aumentar. La
segunda razón es que el populismo se concentra más en zonas rurales que en zonas urbanas,
y hay una tendencia general hacia la urbanización que lo hará retroceder. La tercera es que
el populismo es menos popular entre la gente con más estudios, y otra tendencia a largo
plazo es que la gente va a tener más estudios. Y, por último, hay algunos procesos globales
que exigirán necesariamente una cooperación internacional, como el cambio climático, el
terrorismo, las pandemias y los beneficios económicos del comercio, que harán que la gente
y los países acudan a otros países para buscar soluciones mutuamente beneficiosas, aunque
hayan sido tentados por el nacionalismo y la insularidad.

El populismo no triunfará, es propio de la gente más mayor y, pese a lo que creemos,


mantenemos los valores políticos hasta la vejez

Con esto no estoy vaticinando el declive del populismo, pero es una razón para pensar que
las fuerzas a largo plazo van a hacer que retroceda. Trump es el resultado de un
movimiento radical de derechas. Ha conseguido apoyo de la extrema izquierda, entre
personas que están muy convencidas de que las instituciones modernas han fracasado y que
no hay ninguna esperanza de que se puedan reformar, y piensan que cuanto más rápido se
hundan y sean sustituidas por algo diferente, mejor estará la sociedad. Ese radicalismo es
común a la extrema derecha y a la extrema izquierda. Aunque el número de personas de
izquierdas que votaron a Donald Trump es probablemente pequeño, el número de personas
desanimadas por haber votado a Clinton es probablemente más grande. Por ello pienso que
la izquierda ha desempeñado un papel en la elección de Trump. Pero además la izquierda
está tan presa de la corrección política, por ejemplo en las universidades, que mucha gente
reaccionó entregándose a la extrema derecha. Hay verdades que no se pueden decir en
círculos liberales y de izquierdas. Gran parte de este apoyo de la vieja derecha en EE.UU
procede de personas decepcionadas por la ortodoxia de la izquierda universitaria. He visto
eso, ante mi espanto, en algunos de mis antiguos alumnos, cómo personas inteligentes
pueden reaccionar ante el dogma de la izquierda abrazando el dogma de la derecha.

P. Ha sido crítico con el #Metoo. Le propongo comparar el machismo con el cambio


climático. Hemos mejorado mucho y tal vez exageramos su amenaza pero, ¿no
contribuirá más al progreso equivocarse por exceso que por defecto?

R. Depende de lo lejos que llegue la nueva ola feminista. Por ejemplo, actualmente no
estamos en vías de evitar un cambio climático perjudicial, lo que sugiere que la táctica no
tiene tanto éxito como nos gustaría. En parte, la razón es que el cambio climático se ha
politizado demasiado y, por tanto, cualquier persona de derechas o de centro niega la
realidad del calentamiento porque se opone a cualquier postura que cree procede de la
izquierda. Si el cambio climático estuviese menos politizado habría razones para creer que
podríamos progresar más en la lucha contra él. No es lo que estamos viendo en Washington
hoy en día. No estoy de acuerdo con que la mejor manera de realizar una campaña es
llevarla a su extremo y politizarla para expresarla de una forma excesiva y radical.

P. Ha mostrado públicamente su agrado ante políticos 'ilustrados' como Macron o


Trudeau, pero, ¿son la excepción a la regla en un mundo cada vez más autoritario?

R. No. No hay excepciones. Si cuenta el número de países que se han vuelto más
democráticos a lo largo de las últimas décadas son más de los que se han vuelto menos
democráticos, aunque entre estos últimos ha habido países. El mundo no es cada vez más
autoritario. Si pensamos en la década de 1970, le parece extraño a un canadiense o a un
estadounidense que haya que recordarle esto a los lectores españoles, pero en esa década
España estaba controlada por un gobierno fascista, y no fascista en el sentido en que lo
usamos hoy en día para señalar a cualquiera que esté a mi derecha, sino literalmente
fascista, como Portugal, como la mayoría de Latinoamérica y del sureste asiático. La
tendencia general es ampliamente hacia la democracia, aunque hay presiones hacia el
fascismo en países como Hungría, Polonia y Turquía. Macron y Trudeau no son
excepciones de nada, quizás los gobiernos autoritarios de derechas sean las excepciones.

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