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TEORIA DE LAS DOS ESPADAS

La separación entre Iglesia y Estado o quién empuña la espada

El debate político de los siglos XI y XII estuvo centrado en la disputa entre los Papas y
los Emperadores del Sacro Imperio sobre los límites de sus respectivas autoridades.

Teoría de las dos espadas

Desde el punto de vista teórico, el punto de partida residía en la “Teoría de las


espadas” del Papa Gelasio I: el deseo de Dios es que el mundo sea gobernado por
dos autoridades, la espiritual y la temporal. La primera está en las manos de los
sacerdotes y, sobre todo, del Papa, y la segunda reside en manos de los reyes y,
eminentemente, del Emperador.

Aunque, en última instancia, la “espada secular” esté subordinada a la “espada


espiritual”, ningún hombre podía ostentar las dos en su mano. No se trataba de una
división de Iglesia y Estado, pues, como ya enseñara San Agustín, en La Ciudad de Dios
todo hombre está incluido en la Iglesia y todo hombre está incluido en el Estado.

La Iglesia y el Estado

Desde esta perspectiva, no era concebible un conflicto entre las dos formas de
autoridad que el orden divino había impuesto a los hombres. Solo se podía plantear un
conflicto de competencias sobre quién tenía que llevar a cabo qué tarea, dentro de
la misión única de gobierno que Dios había encomendado a sacerdotes y
gobernantes.

Aunque, en el curso del conflicto, la gravedad de las cuestiones se extendió fuera de


estos límites, la Querella de las Investiduras se planteó, en principio, como un conflicto
entre dos cuerpos de funcionarios que pretendían actuar dentro de los límites de su
autoridad.
Separación Iglesia Estado

Esta separación de poderes entre la Iglesia y el Estado, que está en la base del
Cristianismo (“dad a Dios lo que es de Dios y Al César lo que es del César”), nunca,
desde Constantino I el Grande, había sido efectiva en la realidad. Y todos los
emperadores, pasando por Teodosio y por Calomagno, habían mantenido el control
sobre el nombramiento de los eclesiásticos.

La Iglesia demanda independencia

El renacimiento del saber, a partir del reinado de Carlomagno, la centralización de la


autoridad y de la organización eclesiástica en el Papa y la mayor formación general
de los obispos y cardenales, contribuyeron a crear esta demanda de independencia
por parte de la Iglesia.

El primer paso de la Iglesia Católica consistió en la puesta en circulación, en el siglo IX,


de las “falsas decretales”, un conjunto de edictos falsos atribuidos a los Papas de los
tres primeros siglos del Cristianismo, que marcaban la línea de separación del poder
espiritual con respecto al secular.

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