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Stranger things en Puerto Montt y la persistencia de lo sobrenatural en el mundo (hiper)

moderno

Fabián Bravo Vega

A raíz de los acontecimientos acaecidos en la localidad de Alerce, Puerto Montt, el día domingo 26
de febrero, se ha producido mucha efervescencia en los medios de comunicación pero sobre todo
en las redes sociales ante lo que ha sido catalogado como un “fenómeno paranormal”.

Más allá de que si este fenómeno es “real” o no, existen una serie de elementos que llaman
profundamente la atención a la hora de reflexionar sobre cómo interpretamos nuestro mundo social
y más aún, nuestra experiencia existencial.

La imagen del carabinero constatando una invocación al Diablo para que éste abandonara el hogar
es desconcertantemente fascinante, y es así porque en su relato coexisten dos formas de interpretar
la realidad que en los últimos siglos han sido puestas como antagonistas: El logos y el mythos, pero
¿Qué quiere decir esto? Lo explico a continuación:

Para Karen Amstrong, en el análisis de las distintas cosmovisiones que configuraron la


premodernidad –es decir, principalmente las sociedades que configuraron el Mundo Antiguo y parte
del Medieval-, ocupa un lugar central la comprensión de los conceptos mythos y logos. Al ámbito
del mythos le concierne todas aquellas cosas vinculadas con lo sagrado, el significado más profundo
de la mente humana, el subconsciente, el origen de la vida, generadora de sentido individual y
social, algo no demostrable mediante la lógica racional y que se hace latente mediante el culto y
ritual colectivo. Relacionado además con el misticismo como forma de discernimiento intuitivo. Es
decir, apela a lo eterno, a una realidad perpetua y constante, de allí la importancia del rito, el cual
se encarga de revivir el mito.

Al logos en cambio, le corresponde el pensamiento racional, el razonamiento lógico, pragmático y


científico, buscando una interacción eficaz del ser humano con la naturaleza. Ambos conceptos
coexistían en la premodernidad de tal manera que cada uno de ellos se ocupada de campos
específicos inconfundibles. Ninguno era más importante que el otro a la hora de interpretar el
mundo.

No obstante, el discurso de la modernidad ilustrada llevó al logos a ocupar un sitial como único
camino para llegar a la verdad, en directo menosprecio del mythos con una carga social negativa,
así el mito es sinónimo de algo falso, una creencia primitiva y supersticiosa. En otras palabras, la
modernidad como proyecto de sociedad instauró progresivamente este divorcio y llevó el discurso
científico al extremo fundamentalista con el positivismo decimonónico, sólo la ciencia es capaz de
producir los saberes y verdades de forma legítima, una fe ciega en la razón. Nosotros como hijos de
esta modernidad racional occidental convivimos en estas dimensiones, de allí que resulte tan
chocante escuchar de una autoridad pública referirse a estos temas.

En este sentido, lo verdaderamente interesante de lo ocurrido se encuentra precisamente en


observar cómo el discurso de lo sobrenatural, de lo numinoso, lo mágico, en definitiva, del mythos,
persiste no sólo desde el “conocimiento popular”, sino que puede manifestarse en las mismas
esferas que organizan la sociedad. De esta manera, el carabinero constituye la encarnación misma
del Estado como institución fundamentada en la razón y poseedora del monopolio de la violencia
física legítima en una sociedad según la noción weberiana. Ante esto cabe preguntarnos ¿Tiene
cabida un discurso sobre lo sobrenatural desde una institución propia de la modernidad racional
occidental? ¿Por qué lo irracional se niega a desaparecer de nuestros sistemas de pensamiento?

Este es el complejo panorama que enfrentamos, deambulamos en estas dimensiones de forma


problemática, no somos capaces de asumir una sin renunciar, consecuentemente, a la otra. Ahí está
el error, ya que no debemos consignarlas como estructuras de pensamiento conflictivas.
Parafraseando a Mario Bunge, nos queda mucho trabajo todavía para que podamos experienciar lo
espiritual científicamente y para comprender la ciencia espiritualmente.

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