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moderno
A raíz de los acontecimientos acaecidos en la localidad de Alerce, Puerto Montt, el día domingo 26
de febrero, se ha producido mucha efervescencia en los medios de comunicación pero sobre todo
en las redes sociales ante lo que ha sido catalogado como un “fenómeno paranormal”.
Más allá de que si este fenómeno es “real” o no, existen una serie de elementos que llaman
profundamente la atención a la hora de reflexionar sobre cómo interpretamos nuestro mundo social
y más aún, nuestra experiencia existencial.
La imagen del carabinero constatando una invocación al Diablo para que éste abandonara el hogar
es desconcertantemente fascinante, y es así porque en su relato coexisten dos formas de interpretar
la realidad que en los últimos siglos han sido puestas como antagonistas: El logos y el mythos, pero
¿Qué quiere decir esto? Lo explico a continuación:
No obstante, el discurso de la modernidad ilustrada llevó al logos a ocupar un sitial como único
camino para llegar a la verdad, en directo menosprecio del mythos con una carga social negativa,
así el mito es sinónimo de algo falso, una creencia primitiva y supersticiosa. En otras palabras, la
modernidad como proyecto de sociedad instauró progresivamente este divorcio y llevó el discurso
científico al extremo fundamentalista con el positivismo decimonónico, sólo la ciencia es capaz de
producir los saberes y verdades de forma legítima, una fe ciega en la razón. Nosotros como hijos de
esta modernidad racional occidental convivimos en estas dimensiones, de allí que resulte tan
chocante escuchar de una autoridad pública referirse a estos temas.