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Alquimia-2

ALQUIMIA ORIENTAL
Se puede hablar propiamente de una alquimia oriental,
discerniéndola de una ciencia química antigua, practicada tanto en la
India como en China con aspectos y finalidades muy similares y
bastante asociadas a religiones tradicionales como el taoísmo o el
tantrismo. Se caracteriza y distingue por un marcado componente
espiritual, cosmológico e iniciático que la aleja de la perspectiva
químico-empírica racional, pero que incluye prácticas y
experimentación físico-química en el terreno de la medicina o la
metalurgia importantes (operando con elementos vegetales y
minerales), aunque todo ello con la finalidad ulterior de actuar sobre
la naturaleza para transformarla y a su vez transmutarse, a fin de
completar la creación divina y al mismo tiempo perfeccionarse
desde el punto de vista del hombre como microcosmos.
Centrándonos sólo en el aspecto alquímico propiamente dicho,
podemos constatar la existencia de una disciplina orientada a la
elaboración de elixires para prolongar la vida o buscar la
inmortalidad y también para la transmutación de metales, y no
faltan las referencias a estos hechos tanto en la literatura antigua
china como la hindú, anteriores a las influencias alejandrinas o
islámicas que pudieron haberse producido con las sucesivas
invasiones.
En la India se asocia tradicionalmente el conocimiento alquímico al
bagaje cultural de los yoguis, a los cuales se atribuyen poderes
extraodinarios alcanzados por medio de la transmutación espiritual
del individuo; el erudito persa (islámico) Al- Biruni (siglos X-XI)
certifica asimismo la existencia de una ciencia espiritual llamada
“rasayana” descrita como un arte basado en elementos prácticos,
medicamentos y preparados sobre todo vegetales, cuyos principios
activos restituyen la salud a los enfermos, la juventud y la
longevidad a los ancianos además de producir la inmortalidad. En
general, en el ámbito de la India no tenía relevancia la
transmutación metálica en sí (aunque era conocida), sino que eran
los aspectos más espirituales de la alquimia los más practicados. Los
mismos Vedas ya aluden documentalmente en época precristiana a
elementos alquímicos.
La alquimia china, en rápida simbiosis con la religión y la
metafísica, adquirió una marcada cosmología y tuvo una dimensión
extraordinariamente desarrollada y compleja. Aunque en la práctica
abarcó desde muy antiguo un amplio trabajo de laboratorio que
derivó en unos admirables conocimientos químicos, experimentó un
proceso de espiritualización y los elementos y metales
«transcendentales» o más puros, como el oro, empezaron a ser
identificados con determinadas partes del cuerpo, alentando la
proyección de los experimentos alquímicos directamente sobre el
cuerpo del adepto. La alquimia china se transformó, por lo tanto, en
un arte espiritual asimilable a las técnicas de meditación y de
purificación interior. El alquimista taoísta chino acaba renunciando a
la transmutación de los metales en oro, para concentrarse en el
cuerpo que considera una especie de metal impuro. Busca
purificarse y se esfuerza en transmutar el propio cuerpo en oro, es
decir, perfeccionarse y lograr con ello la inmortalidad. La alquimia
china tenía un carácter sagrado y ritual e implicaba ciertos actos
religiosos, como sacrificios, ayunos y oraciones. Este arte tuvo un
reconocido prestigio, siendo apreciado incluso en la corte imperial.

Uno de los primeros y más importantes alquimistas chinos


reconocidos fue Ge Hong (también conocido como Ko-Hung, siglos
III-IV); maestro taoísta, ya mencionó en sus textos el cinabrio, el
arsénico y el mercurio, y habló abiertamente sobre la preparación de
elixires para la regeneración y la inmortalidad. El libro alquímico
chino más famoso es el Tan chin yao chuen (Grandes secretos de la
alquimia), data aproximadamente del siglo VII y es un tratado
práctico en la creación de elixires para lograr la inmortalidad donde
el mercurio, el azufre y las sales de mercurio y arsénico son
prominentes; además describe otras sustancias para la cura de
enfermedades y la fabricación de piedras preciosas.

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