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LA PRESENCIA DE LA MUJER EN LA MUSICA EN LA CRONICA DE HUAMAN

POMA DE AYALA
En la “Nueva crónica y buen gobierno” Huaman Poma nos narra de forma general las
celebraciones que se suscitaban en las cuatro regiones del Tahuantinsuyo; Chinchaysuyo,
Coyasuyo, Contisuyo y Antisuyo respectivamente, organizaban las celebraciones mediante
taquis (cantos) y danzas que realizados de manera primordialmente colectiva podían cumplir un
papel no solo catalizador- en cuanto al trabajo agrícola se refiere- sino también una función
socioreligiosa; y es que si bien la música ejecutada por indios en cada aillu que, valiéndose de
sus voces y/o flautas y tambores debía tener no sólo la capacidad de menguar el cansancio
propugnado por el arduo trabajo físico, sino también servía para rendir pleitesías a la máxima
autoridad, símbolo de mediador entre sus divinidades y los hombres, el Inca.
En los nombres de los diversos cantos que nos señala Huaman Poma (taqui cachihua, hailli,)
nos deja en claro que sin más que otro motivo del de jolgorio y regocijo --propias de una
festividad--que no se trata de una “cosa de hechicería ni adoracion de idolatrías o
encantamientos”; dejando dilucidar esta “nueva imagen” con la que presentaba a los naturales
del Tahuantinsuyo desde una óptica colonialista, teniendo en cuenta a su vez que el
destinatario de su relato seria el rey del España Huaman Poma deja avizorar su esfuerzo por
sistematizar de manera breve y conscisa-cito conforme a lo escrito- la “música, canciones y
música del Inca y demás señores de este reino y de los indios”.
Sin embargo, común a todos ellos –desde la pluma principalmente descriptiva con que se
narra- en las mencionadas fiestas de las regiones del Tahuantinsuyo, es la presencia de la mujer
en su rol de cantora o tañedora de tambor; almenos en lo que respecta a las bajas clases
sociales –el pueblo- el género femenino poseía mayor libertad sobre el ejercicio de estas
prácticas musicales-como ya dijimos de función esencialmente social-; no obstante, en-o para-
la nobleza, el relato de Huaman Poma nos deja acercarnos a una realidad en que la mujer, en
este caso las acllas, que eran las vírgenes seleccionadas a pasar el resto de sus días en su
condición de doncellas y siervas del inca , las que para desempeñar esta especifica labor –pues
eran divididas por grupos según determinadas actividades a realizar- debían pasar por una
selección entre las que eran calificadas como aptas si cumplían con los requisitos principales
los que señalaban que debieran tener doce años y contar con buena voz. Este grupo de
jovenzuelas eran instruidas como cantoras y como músicos flauteros y/o tamborileros quienes
en las fiestas del año, pascuas, y cualquier celebración que mandara el inca estaban consignadas
a cantar “al inca, a la señora coya, a los señores capac apucunas y sus mujeres”. Así también las
mismas coyas-mujeres con el mayor estatus social- podían participar de la praxis si así lo
disponían:
“La 6ª coya Cusi Chimbo Mama Mícay […]. Alegre de cara y regocijada, amiga de cantar y
música y tocar tambor, hacer fiestas y banquetes […]”
Aunque las menciones al genéro femenino en lo que respecta a la práctica musical en el
Tahuantinsuyo dentro de la obra de Huaman Poma no abunden, nos deja ver con claridad que
el “papel” de músico no era una cualidad exclusiva de los hombres- aunque si mayoritaria- en
el que la mujer podía no ser indiferente a ello teniendo la alternativa de ser una activa participe,
independientemente del nivel social al que perteneciera y la actividad o cargo que ejerciera.

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