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Aficionado a la filosofía.
Nosotros los que conocemos somos desconocidos para nosotros, nosotros mismos somos
desconocidos para nosotros mismos: esto tiene un buen fundamento. No nos hemos buscado
nunca,
La vida en sociedad, o más bien la civilización, ha sido una obra de fabulación perpetrada
por un complejo de fuerzas incidentes en el sentido cualitativo de los individuos. Cada
persona es el producto de las declinaciones de su voluntad creadora de sentido, regida por el
azar (Deleuze, 1994).
El hombre no puede transgredir las fuerzas que inciden sobre él a no ser que se vuelva en
contra de sí mismo. Éste no se entiende, ni a su lugar en el mundo, sino en términos del
carácter de su absurdo al no encontrar abarcable una realidad dionisiaca (en la que se
encuentra inmerso). Aceptarse y afirmar la vida, es interpretarse en estado dionisiaco
(embriaguez desenfrenada por vivir); es dejar fluir fuerzas propias y ajenas sin que medie
un principio de individuación. Ante una civilización que limita dichas fuerzas, la dionisiaca
interpreta en absurdo el lugar incierto de una subjetividad que se afirma como verdadera: El
superhombre nietzscheano. Lo dionisiaco, por otro lado, expresa su condición trágica y
hace de ella su manera de existir. Si bien, dista mucho del sujeto fabulado por el entorno
social que le atribuye una yoidad, en su naturaleza, proyecta una visión perspectivista como
una apertura hacia el mundo con todo lo terrible y problemático que éste pueda ser.
La tragedia ática, en la antigua Grecia en tiempos de Sofocles (496 a.c.) y Esquilo (525
a.c.) representaba la vida misma al provenir esta de rituales que se hacían para tributar a los
dioses. Regida por dos deidades que le conducían, Apolo (la mesura) y Dionisio (el
desenfreno); las mismas que guiaban a los seres humanos en el manejo de sus instintos,
impulsos y fuerzas ciegas. “Apolo como la magnífica imagen divina del principium
individuationis, por cuyos gestos y miradas nos hablan todo el placer y sabiduría de la
«apariencia», junto con su belleza” (Nietzsche, El nacimiento de la tragedia, 1973, p. 168)
mientras que lo dionisiaco es embriaguez y creatividad desbordada e impredecible.
Con sus dos divinidades artísticas, Apolo y Dioniso, se enlaza nuestro conocimiento de que en el
mundo griego subsiste una antítesis enorme, en cuanto a origen y metas, entre el arte del escultor,
arte apolíneo, y el arte no-escultórico de la música, que es el arte de Dioniso (NIETZSCHE, El
nacimiento de la tragedia, 1973. p. 65)
Cada una de las tendencias artísticas antes descritas, se expresan en la vida, pero Apolo es
la expresión clara en la belleza de los símbolos y el lenguaje, lo apolíneo es el carácter
perspectivista de lo dionisiaco, es lo expresado de lo inexpresable. Se da por un
perspectivismo definido por una pluralidad intrínseca a los propios individuos, “es decir, un
perspectivismo ligado a cada uno de los instintos, impulsos y fuerzas que integran esa realidad
internamente antagónica que es el cuerpo individual”. (ROMERO CUEVAS, 2015, p. 142).
Pluralidad en apertura hacia las subjetividades y complejidades intrinsecas del dionisismo y la
tragicidad.
Los instintos no son anulados, tan solo se hace expresable su consecuencia escrutada de
alguna manera en la existencia. “De esta forma, cada instinto, impulso y fuerza del
individuo definiría su propia perspectiva, en pugna con las demás, sobre el mundo”
(ROMERO CUEVAS, 2015 p. 142). La irrupción en algo ya hecho y establecido en la
subjetividad, ha devenido ya inmersa en los prejuicios y costumbres, sin embargo en
apertura perspectivista, como desgarrada por las ménades en rito dionisiaco, vive la
realidad. Ordenada por convencionalismos y prejuicios de una estructura social. De razones
que buscaron prevalecer ante el tiempo, la muerte y la decadencia. Su principio de
individuación se descompone sin dar paso a la objetividad. La realidad es entonces una
complejidad que no se puede depurar en categorías filosóficas estrictas ni tampoco en
yoidades provenientes de determinaciones idealistas.
Según el perspectivismo, el sujeto de conocimiento es impuro y el intento de
depurarlo de todo interés y facticidad sólo conduce a una ficción teórica que abre
la puerta a la irrupción incontrolada de intereses espurios y encubiertos (ROMERO
CUEVAS, 2015 p. 143).
Para (GADAMER H. G., 1991 p. 89) se aprecia entonces una facticidad a la que el sujeto
tendría que adaptar sus lógicas y principios. La irrupción abrumada y avasallada por
devenires nihilismos y racionalismos, juega una apertura en que coadyuva la voluntad de
las fuerzas y ellas se dejan llevar; pero en si misma altera y propicia mas aperturas.
Caracteriza fenómenos hermenéuticos en la comprensión de la realidad. Dada la
imposibilidad de la razón para expresar una irrupción en plena apertura; de tendencia
apolínea, aparece manifestando las condiciones de interpretación: el carácter hermenéutico
(Heidegger , 1927 p. 225) que se ha de ir formando en su actualidad discursiva. La
formación gadameriana en el proceso de su entendimiento dista de la fabulación y la
veneración decadente de los convencionalismos idealistas del siglo XVIII por que el sujeto
es entendido como fenómeno hermenéutico y en su apertura el proceso de formación que
implica una irrupción encargada de trastocar una actualidad discursiva. La fabulación es
todo aquello de lo que se apropia y excluye; proceso llevado a cabo en el campo de la
objetividad, de aquello de lo apropiado por el hombre en el transcurso de la historia. (RIOS
ACEVEDO, 1995, p. 18).
La cultura es un concepto que genera concordancia con una actualidad discursiva y por ello
“La formación pasa a ser algo muy estrechamente vinculado al concepto de la cultura, y
designa en primer lugar el modo específicamente humano de dar forma a las
disposiciones y capacidades naturales del hombre” (GADAMER H. G., 1991 p. 38)
Como aparece explicado en un pie de pagina en Verdad y método (Tomo 1): "El término
alemán Bildung, se traduce como "formación", significa también la cultura que posee el
individuo como resultado de su formación en los contenidos de la tradición de su entorno
(GADAMER H. G., 1991).
Para Gadamer, el concepto formación es el pensamiento más grande del siglo XVIII. "La
formación pasa a ser algo muy estrechamente vinculado al concepto de la cultura, y designa
en primer lugar el modo específicamente humano de dar forma a las disposiciones y
capacidades naturales del hombre." (RIOS ACEVEDO, 1995, p. 17).
Cada individuo que asciende desde su ser natural, en términos de Hegel, hacia
una generalidad, se abstrae en costumbres e instituciones de su entorno. En la
generalidad realizada en el individuo. Es apropiada por éste y asumido el proceso
constante de formación como superación de la naturalidad. Lo que dicho en
términos hegelianos seria "la formación como ascenso a la generalidad; una tarea humana que
requiere sacrificio de la particularidad. (RIOS ACEVEDO, 1995, p. 18).
El hombre en su fabulación vive en la memoria, ésta tiene que ser formada; pues memoria
no es memoria en general y para todo. Se tiene memoria para unas cosas, para otras no, y
se quiere guardar en la memoria unas cosas, mientras se prefiere excluir otras. A la
relación de retener y acordarse pertenece también de una manera largo tiempo
desatendida el olvido, que no es sólo omisión y defecto sino, como ha destacado sobre
todo Fr. Nietzsche, una condición de la vida del espíritu (GADAMER H. G., 1991) p. 65.
La expresión de la generalidad no es del todo abstracta sino más bien figurativa puesto
que la apertura hermenéutica y tras enfocarse en un contexto discursivo de discusión
caos y conflicto, como es el mundo dionisiaco; manifiesto un enfoque sobre sus
verdaderos valores y virtudes. El aprendizaje y la discusión generan el devenir de las
facultades relacionadas con la virtud teniendo distintos enfoques, epistemológico,
axiológico, estético, pragmático; los cuales han sido motivados por las diferentes formas
de una irrupción. La generalidad al ser la búsqueda independiente en una facticidad se
desdobla y realiza su apertura en una actualidad discursiva. Dicha actualidad es la voz de
la fuerza figurativa de Apolo. Para (NIETZSCHE, El nacimiento de la tragedia, 1973, p.
95) apolo de entre todas las fuerzas figurativas, es «el Resplandeciente», la divinidad de la luz, domina
también la bella apariencia. Mientras que lo dionisiaco es, como Nietzshe (Nietzsche, El nacimiento de la
tragedia, 1973, P. 95) lo reconoce, un arte que en su embriaguez extática ahuyentando a las musas de las
artes de la apariencia; en el olvido de sí, sin límites ni mesuras ha vuelto inminente el crepúsculo de los
dioses, del concepto de individuo, crepúsculo del concepto, el crepúsculo “del hombre”
siendo este último aquel que debe ser superado.
“El hombre es una cuerda tendida entre la bestia y el súper hombre” (Nietzsche, Asi Hablo
Zarathustra, 1999, p.45); queriendo dejar como tentativa a aquel que para evolucionar quiera
desaparecer influir en las fuerzas activas así eso implique volverse en contra de sí mismo.
Tildaba también, la sociedad de sus tiempos como decadente porque su entorno social estaba
demasiado imbuido por el espíritu hegeliano pero aquel ente desconocido y por fuera de estos
establece una noción natural conocida como el “querer ser”; un querer universal: expectativa
generalizada. Pensar por sí mismo, dicho en estos términos, es pensar igual que la mayoría;
pensar realmente por sí mismo es descubrir el abismo que cada quien es, que su ser posee,
Por eso Nietzsche, trata de transmutar los valores impuestos, afirmando la vida con la
carácter hermenéutico.
El hombre verdadero aparecerá entre los intersticios de lo edificado o bien de entre los
es y sabe a partir del universo de perspectivas que dispone para comprender la realidad. (Vergara
Cada quien puede tener su propia concepción de razón, un objetivo en la existencia. Esa
afluencia instantánea de todos los acontecimientos del mundo, que se están sintetizando
cuando estoy diciendo “yo soy yo” existe la creencia de que hay algo por encima de esta
existencia. Creer en la existencia de algo superior es creer que “yo soy yo” sin ser otra
persona u otro ente.
La razón hegeliana ni la virtud de la razón práctica en Kant pueden ser un fin en sí mismo para
Nietzsche, son nihilismos negadores de la vida. La veracidad de la razón fue mirada
sospechosamente por Friedrich Nietzsche dado que esta, tuvo en el siglo XVIII,
preponderancia en el pensamiento histórico de la civilización. “El hombre es un animal que
busca conocer al mundo” (Nietzsche, 1998p.43), no un animal racional como Aristóteles lo
habría considerado unos cuantos siglos antes (Aristoteles, 2000 p. 107).¿Cuál es el temor
esencial que entraña esta vieja necesidad? El mundo es el hombre mismo que propicia una
apertura perspectivista en una complejidad de sentidos. La actitud perspectivista plantea
una visión del mundo mas no un ideal del mundo real o cosa en sí del idealismo, una
fábula. La apertura conserva para sí misma una noción de actualidad. Alejarse del mundo
de la cobardía idealista, y asumir una hermenéutica dionisiaca en apertura hacia una
complejidad comprensiva donde “todo lo existente es susceptible de comprensión
(Heidegger, 1927, P. 401)”. Nociones como mundo verdadero y el mundo aparente están
muy lejos de la veracidad.
El mundo, necesariamente está afuera, porque dentro de nosotros mismos habita un laberinto
del que hay que escapar. Teseo emprende la búsqueda de la bestia minotauro que mora entre
los muros inextricables de piedra (Graves, 1985, p. 105). Entre tinieblas superiores e
inferiores le busca, cómo podría buscar su propia animalidad; Su sí mismo quizá inexistente.
Teseo había prometido a Egeo su padre, que a su regreso traería en su embarcación una vela
blanca anunciando que volvió con vida; pero Teseo, regresa con una vela de color negro.
embarcación. Aunque parece haber regresado a salvo, está ausente de aquel navío que le
lleva; encontró aquello imposible de enfrentar, matando algo de sí, con el minotauro.
Se tiene la perspectiva de que todo proviene del pensamiento que al ser la génesis de la
realidad donde habitan los seres humanos, queda la suma de interrogantes por el
autoconocimiento; una vieja necesidad del hombre. Así es como vio éste convertirse su
expresable.
en la historia en una situación hermenéutica que tiende a confluir con la tragedia de una
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Dédalo (constructor del laberinto del mino tauro) seguirá urdiendo hechos figurados del
existencia leve sin propósitos muy claros. Más bien, interpretación de las interpretaciones.
Nietzsche (1998) dirá (refiriéndose a los idealistas de su época) que encuentran a un hombre
pintado en la pared diciendo, ¡ecce homo! (¡he ahí a un hombre!) (p.64). Estos son los
conocedores del mundo que se encuentran sin buscarse ahondando en laberintos que
epistemológicas transfiguradas en dinámicas que retornan una y otra vez sobre sí mismas.
humana ha sido expresado en el marco de una sociedad, la función teleológica que le conduce
proyección de acuerdo con el modelo social de la ilustración (Marcuse, 1994). Se habia Commented [P1]: ¿Página?
elevado entonces, una importante estructura social simentada con la logica dialectica de un
espiritu subjetivo al cual se le oponia uno objetivo para devenir en espiritu absoluto. Este
ultimo es la via para tener un lugar en el reino de Dios, la providencia, asi como entrar en la
Para algo tan ontológicamente efímero, se ha dado la moral como tabla de salvación; el
lenguaje que expresa al sujeto y que ha sido producido por la historia, deja testimonio de su
El carácter hermenéutico se establece a sí mismo por fuerzas activas de razón lineal, por lo
tanto, la animalidad es negada por un ser social porque él mismo se ha estructurado mediante
sabe; pero no se conoce por temor a encontrarse. Las yoidades que interactúan en la sociedad
son tan solo interpretaciones de un sí mismo; el hombre introducido en un hábitat social es
un objeto extraño, una pieza que no encaja, una pieza única, es decir, una obra de arte. La
vida del hombre, no existe como tal, sino tan solo su narrativa.
y figuras de la narrativa histórica. Del mundo convertido en fabula. Se interpreta las relaciones
discursivas entre los personajes o figuras en un parentesco estructural. (Vergara Enrriquez, 2012,
p123)
Cada falsación deleuziana es una fuerza activa, es un complejo de sentidos para los cuales
La formalidad establecida que hace lógico cada uno de los pasos y acontecimientos en una
sociedad en sucesión, establece a la existencia en un complejo de sentidos y una aparente
sucesión; un carácter hermenéutico. La razón lleva consigo un sentido de tradición, historia
y epistemología porque el acto mismo de pensamiento recorre los caminos de la tradición
de la cual él mismo es una consecuencia, lo que en términos heideggerianos se expresaría
en “comprensión” (Heidegger , 1927). El autoconocimiento conlleva a descubrir y afrontar
la dificultad de su devenir.
razón, la razón (cual embarcación de velaje blanco) es un saber incondicionado que proyecta
primigenia, en aras de una ilusión: su yoidad. “La razón y la verdad fueron saberes
finalidad teleológica de la misma (Hegel, 1994 p. 203). El hombre está a salvo bajo su razón
histórica pero ¿Qué hay detrás de esa ilusión que nos proyecta? Frase Nitzscheana: “Donde
otros ven ideales yo solamente veo “humano demasiado humano” (Nietzsche, Humano
demasiado humano, 1995 p. 9). La razón intrínseca de la historia no abarca en manera alguna
la interioridad humana, más bien la disfraza de sí misma. En el retorno hacia sí, eleva un
El objetivo del conocimiento no es saber por saber sino saber para controlar una realidad que debe
esquemas, orden, forma, etc. (…) Nietzsche desarrolla la hipótesis antikantiana de que el
conocimiento no es una consecuencia de la evolución de la raza humana, sino más bien una
invención para alcanzar ingeniosamente un grado de dominio a través del control de los medios
El velaje negro es el fracaso social que se perpetra en este presente, una metáfora que de ser
perdido en sus variantes y tergiversaciones. Aquellos “Nosotros los que conocemos” citados
por Nietzsche, son animales que se han propuesto esa tarea infinita; animales buscando la
salida del laberinto del minotauro y quizá al mismo minotauro. Será el hilo de Ariadna el
que conduzca hacia el mundo de afuera; hacia la objetividad; hacia la verdad. Está a salvo
quien tenga una razón universal o un Dios encubridor de su complejidad, pero esta mascarada
Teseo lograra salir del laberinto abrumado por verdades inútiles a las que se pueda habituar
verdad es muerte (Jaspers, 1963. p. 20 ). La conciencia establecida por los filósofos del siglo
XVIII es desaparición del ser humano, es la naturaleza abandonando sus secretos (Nietzsche,
el crepúsculo de los ídolos, 1998. p.65). Hegel, (enciclopedia de las ciencias filosoficas ,
ídolos, 1998), fulge oculta una humanidad que se podría entender como experiencia vital de
de la conciencia que interpreta la tradición. Nietzsche rompe con los paradigmas de esta
tradición, por ello se conoce que Nietzsche solía filosofar con el martillo (Nietzsche, el
crepúsculo de los ídolos, 1998). Pero la pregunta que se plantea para dicha filosofía es: ¿Qué
(nihilismo aclarar)
que nos puede llevar (sin conducirnos) a través de su obra. Existe una marca dejada por el
martillo o una nueva construcción que va quedando al mirar en los escombros resultantes.
Un nuevo laberinto entretejido entre las necesidades de nuevos valores morales y un nuevo
hombre para esta humanidad (¿Acaso un súper hombre?) (Nietzsche, el crepúsculo de los
ídolos, 1998)
que no busca la verdad, sino solo a su Ariadna’. El martillo entonces sobrepasara la muerte
y la vida. Ariadna se hace laberinto para el hombre abismal que busca su ocaso. Es sofistica
desmantelará como hombre para quien nada es verdadero. Su libertad será también
sofistica ni supeditada a la razón. Martillar la sofistica racional puede traerle hacia una
Siempre en camino hacia ellas cual animales alados de nacimiento y recolectores de miel
del espíritu, se encuentran preocupados de corazón, propiamente de una sola cosa: llevar a
casa algo. Por lo demás, la vida exteriorizada en las denominadas «vivencias» se abren los
interrogantes ¿quién de nosotros tiene siquiera suficiente seriedad para ellas? ¿O suficiente
tiempo? En tales asuntos jamás se ha prestado atención al asunto: “ocurre precisamente
que no tenemos allí nuestro corazón ––¡y ni siquiera nuestro oído!” (Nietzsche, La
genealogia de la moral, 1998, p.67)