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Universidad de Valencia

Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación

LA REBELIÓN DE LAS MASAS

TRABAJO FINAL DE LA ASIGNATURA


HERMENÉUTICA CRÍTICA : DE NIETZSCHE A
ORTEGA Y GASSET DEL MÁSTER
INTERUNIVERSITARIO EN ÉTICA Y
DEMOCRACIA 2017/2018

YVETTE M. CARRILLO S.
ENERO 2018
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Introducción

El presente trabajo estudia los primeros siete capítulos de la obra de Ortega “La

rebelión de las masas” escrita en el año 1929. En esta primera parte de su obra, Ortega

realiza un análisis del fenómeno de su época al que él llama “el hombre-masa”. No esconde

su admiración y a la vez su miedo por lo que el siglo pasado le ha dejado como legado. Para

entender mejor esta obra, es bueno situarse en el contexto histórico en el que se encuentra

en esos momentos. Hacía poco, en 1919, se acababa de fundar el Partido Comunista de

España al que se unieron los sectores más radicales del PSOE (por aquel entonces de

ideología marxista). En 1923, hay un golpe de Estado además de una grave crisis del

sistema monárquico que no acaba de encajar en un siglo XX marcado por la revolución

industrial acelerada, un papel no reconocido a la burguesía, además de tensiones

nacionalistas y unos partidos políticos tradicionales incapaces de afrontar un régimen

democrático pleno. Tras la crisis económica de 1927 acentuada en 1929, la violenta

represión de obreros e intelectuales y la falta de sintonía entre la burguesía y la dictadura,

se realiza el llamado Pacto de San Sebastián, en el que la monarquía, será el objeto en

cuestión. Es una época de ascensión del fascismo, con Musolini en el poder y en el punto

de mira. En esta atmósfera de inestabilidad es que Ortega escribe estos capítulos de su libro

más conocido, los cuales se pasará a describir.

El capítulo primero, “Las aglomeraciones”, es una descripción de la realidad social de

su tiempo. Masas de gente irrumpiendo por todas partes. Gente con diferentes costumbres e

ideales que nunca antes había traspasado la línea que los separaba de las minorías

privilegiadas. Lo más grave es la suplantación, el hecho de quitar a las minorías para


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ocupar cargos para los cuales no estaban preparados, lo cual Ortega describe con cierta

preocupación. En el capítulo II, “La subida del nivel histórico”, nos ilustra sobre cómo es

que por razones internas hubo un aumento del nivel de vida medio, con el cual Europa salió

ganando. El nivel histórico hace referencia a un nivel de vida nunca antes logrado por la

humanidad. El capítulo III, “La altura de los tiempos” enseña la alegría que significa el

vivir en aquellos años, años de vida auténtica donde se vive la verdadera plenitud de la

vida. Nos describe las ventajas de vivir por eso años. Lo que es estar a la altura de su

tiempo. El capítulo IV, “El crecimiento de la vida”, habla sobre la vertiente favorable que

representa el triunfo de las masas. El cómo el mundo ha crecido ante los ojos de todos,

gracias sobre todo a la tecnología (la pantalla) y los periódicos que ilustran e informan

sobre lo que sucede en lugares remotos que ni se sabía de su existencia. El capítulo V, “Un

dato estadístico”, muestra la cifra alarmante de aumento de la población de los años

anteriores inmediatos y sus consecuencias. El capítulo siguiente, “Comienza la disección

del hombre-masa” es un análisis de las causas que han llevado al hombre-masa a ser como

es. Lo que ha ocurrido para que se de este fenómeno. Y por último, en el capítulo VII “Vida

noble y vida vulgar, o esfuerzo e inercia” es un análisis en el que se establece un paralelo

entre el hombre-masa, de vida vulgar e inerte, y el hombre noble, de vida esforzada y

exigente. Terminando el capítulo con la manifestación (miedo) de que sea el hombre-masa

quien esté en las esferas del gobierno pues lo ve incapaz de regir el proceso de civilización.

Interesante el llamar “proceso” y no “progreso” (que es lo que había ocurrido hasta

entonces con la humanidad), ya que realmente piensa que este hombre inerte es

verdaderamente incompetente para esta dura tarea.


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El hecho de las aglomeraciones – el lleno de las ciudades

Ortega empieza evidenciando una crisis causada por la llegada de las masas al

poderío social. Esto es, la presencia de muchedumbre no solo por todos lados, sino, por lo

que él llama los lugares preferentes de la sociedad, reservados según él solo a la minoría.

Aquí hace referencia al lleno de las ciudades, narrando su desesperación de encontrar,

teatros, calles, plazas y restaurantes, llenos de gente. Quince años antes, anota, había la

misma cantidad de personas, pero estaban repartidas en pequeños grupos por todas partes.

Ahora ve la llegada del “hombre medio”, integrante de las masas (personas no

especialmente cualificadas), a su espacio, y se siente incómodo con esta intromisión.

El autor explica lo que diferencia a las minorías, individuos o grupos de individuos

especialmente cualificados, de las masas, conjunto de personas no especialmente

cualificadas, afirmando que las primeras, se separan de las segundas por razones

especiales. Pero contrariamente a lo que se pueda pensar leyendo estas primeras líneas,

remarca una diferencia importante: lo que diferencia a esas dos clases de criaturas es su

grado de exigencia ante la vida. “El hombre selecto no es el que se cree superior a los

demás, sino el que se exige más que los demás, aunque no logre cumplir esas exigencias”

(Ortega, 1929, p. 26).

Por lo tanto, la sociedad en masas y las minorías no es una división en clases

sociales, sino en clases/tipos de hombres. Por un lado, las clases/tipos que se exigen y

acumulan sobre sí dificultades y deberes, y por otro las clases que no se exigen nada y que

no se esfuerzan por perfeccionar.

El hombre selecto, dice Ortega, es el que se exige más que los demás,

independientemente de si logra cumplir esas exigencias. Este es un interesante punto de


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vista y muy importante ya que implica trazos de la personalidad. Lo cual nos hace

reflexionar en el presente: ¿Cómo es que hemos evolucionado en este aspecto? ¿cómo nos

vemos ahora nosotros, quienes llenamos las ciudades?

Con la democracia liberal1, Ortega dice que la masa suponía que las minorías de los

políticos entendían un poco más de los problemas públicos que lo que ella misma entendía,

y por lo tanto, daba su voto según el parecer de las minorías, una vez que éstas les exponían

sus criterios. Sin embargo, en los tiempos de Ortega, la masa cree que tiene derecho a

imponer y dar vigor de ley a su manera de pensar. Lo cual hace que sea la muchedumbre

quien gobierne. A esto el autor denomina hiperdemocracia. En ella, la masa elimina a todo

aquel que no piensa como ella, haciendo que lo que antes se interpretaba como “todo el

mundo” (una unidad compleja de masa y minorías discrepantes), se convierta solo en la

masa. Esta es una gran preocupación de Ortega, pues siendo la masa mayoría, es ella quien

toma las decisiones importantes que afectarán a todos. Dado que en esta época Europa vive

el apogeo de los movimientos de masas de izquierdas, José Luis Rodríguez Jiménez (2000)

afirma que la burguesía conservadora anhelaba la existencia de un partido fascista en

España. De allí quizás, la preocupación de Ortega, quien está en contra de éste abogando

que se trata de una revolución estéril.

1
La democracia liberal es una forma de gobierno que consiste en una democracia representativa donde la
capacidad de los representantes electos para la toma de decisiones políticas se encuentra sujeta al Estado de
derecho y normalmente moderada por una Constitución que la regula en la protección de los derechos,
libertades individuales y colectivas. Puede estar organizada como monarquía parlamentaria. El soberano es
siempre el pueblo, lo que cambia es la jefatura del Estado.
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La subida del nivel histórico – un nivel de vida sin precedentes

“Una absoluta novedad” es como Ortega define al tiempo suyo, en el que ve casi, nos

atrevemos a decir, con espanto, esa intromisión de la masa en su mundo. Comparando este

tiempo con el mundo antiguo en el momento de su declinación.

El autor nos relata que, en el siglo XVIII, se descubren los llamados derechos del

hombre y del ciudadano por los cuales todo individuo humano, por el mero hecho de nacer,

y sin necesidad de calificación especial alguna, poseía ciertos derechos políticos

fundamentales. Nos explica que durante todo un periodo, la masa veía estos derechos como

un ideal que realmente no sentía, ni los ejercitaba ni hacía valer. Y que más bien, seguía

sintiéndose a sí misma como en el antiguo régimen. Pero, que con el devenir del tiempo,

ese ideal se convirtió en realidad en el corazón de todo individuo de la masa, y lo que es

grave, sean cualesquiera que sean sus ideas. Es decir, hasta aquellas que están en contra de

las instituciones que defienden esos mismos derechos. A lo que él denomina ideas

reaccionarias. Así, la soberanía del individuo no cualificado, de idea o ideal jurídico que

era, pasa a ser un estado psicológico constitutivo del hombre medio. Lo cual considera un

cambio bastante drástico en la historia del hombre.

Se considera interesante la remarca de Ortega sobre la transformación de “ideales” en

apetitos y supuestos inconscientes. Esto ocurre, nos dice, cuando algo que fue ideal se hace

ingrediente de la realidad. En estos casos, los atributos del ideal desgraciadamente se

volatilizan y desaparecen. Haciendo que lo que antes era considerado como ideal, se

desvanezca.
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El hombre medio, el de la masa, comienza a vivir como antes vivían solo las

minorías. Esto es a lo que el autor llama la subida del nivel histórico. El nivel medio de

vida para la masa pasa a ser el que era solo el de una minoría en un pasado no muy lejano.

Las razones las encuentra en la educación progresista de las muchedumbres al lado de un

enriquecimiento económico paralelo de la sociedad. Muchos pensadores de la época

creyeron que esta subida de nivel se trataba de una influencia americana. Se decía por

aquella época que América tenía mejor nivel que Europa. Pero en realidad, según lo

analizado por Ortega, esto no era así. De lo que se trataba era de una nivelación de

continentes. La subida del nivel histórico significó un fabuloso aumento de vitalidad y

posibilidades donde Europa salió ganando. América no tuvo nada que ver con este cambio.

Fue la coyuntura de la época lo que provocó esta alteración.

La altura de los tiempos – la verdadera plenitud de la vida

Existe una estrecha relación entre la vida y la altura del tiempo en que transcurre.

Ortega no coincide con la idea de Jorge Manrique de que “cualquier tiempo pasado fue

mejor”2, Ni de Horacio3 “Nuestros padres, peores que nuestros abuelos, nos engendraron a

nosotros aún más depravados, y nosotros daremos una progenie todavía más incapaz”

(Odas, libro III, 6.) Para él, esta actitud revela una vida más o menos falta de plenitud.

Aunque haya habido tiempos mejores y peores dependiendo de la época. Nos habla de “la

plenitud de los tiempos” épocas en que se ha creído haber llegado a la completa madurez.

Que la vida humana era lo que desde muchas generaciones se venía anhelando que fuese, lo

2
Jorge Manrique (1440-1479) Coplas por la muerte de su padre.
3
Quinto Horacio Flaco (65 a. C. – 8 a. C.), fue el principal poeta lírico y satírico en lengua latina
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que tendría ya que ser siempre. Estos vendrían a ser herederos de otros tiempos

preparatorios, sin plenitud, inferiores al propio. Esto fue lo que ocurrió con la Edad Media

del siglo XIX. Que todos los de esa generación se sintieron satisfechos, logrados, en “la

plenitud de los tiempos”, con lo cual sintieron la edad posterior, la de Ortega, como un caer

desde la plenitud, como una decadencia. Y he aquí que esto no fue bueno, pues es como

llegar al final del camino, sin más ideal que seguir, sin más esfuerzo para hacer. Lo

importante, remarca, no es la llegada, sino el camino que se recorre para llegar. Donde aún

quedan ideales por lograr y el incentivo de un camino por recorrer. Se hace aquí una crítica

a la llamada cultura moderna pues su propio nombre refiere a ella como algo definitivo

para lo cual todo el resto es pasado. La fe en la cultura moderna era triste: era saber que el

día siguiente iba a ser, en todo lo esencial, igual al día anterior. Muy contraria a la época en

que vive Ortega, que él describe alegre, con un horizonte siempre abierto a toda

posibilidad, donde no se reconocen épocas clásicas ni normativas, sino por el contrario se

desentiende de todo pasado. Es una época que no se puede considerar decadente, en la que

se siente estar sobre todos los tiempos pasados y por encima de todas las plenitudes

conocidas, sin embargo, no es considerada “plenitud de los tiempos”, pues es como si aún

estuviese viva, palpitanto, con todo por ver y hacer. Con esto Ortega nos muestra su gran

apego y aprecio por la época que le ha tocado vivir. Toda época tiene de su altitud vital, nos

dice, y es por eso que a la suya no se le puede llamar decadente. Pues está toda ella

burbujeando.
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El crecimiento de la vida – el mundo al alcance de la mano

Con todos los cambios experimentados en su época, Ortega siente que el mundo es

más cercano. A lo que, dice, los periódicos y la pantalla han ayudado mucho. Refiriéndose

seguramente como pantalla, a la gran pantalla (cine), ya que en España la primera emisión

de la TV fue en el año de 1956, posterior a este escrito de Ortega. El crecimiento de la vida

es una de las cosas favorables que trajo consigo el triunfo de las masas.

El crecimiento de la vida al que se refiere Ortega tiene dos connotaciones, la primera

es la idea de que el mundo ha crecido. Que el mundo ya no es tan pequeño como antes se

veía. El crecimiento del mundo no consiste en que sea más grande, sino en darse cuenta de

que está compuesto por muchas más cosas/lugares de los que creíamos. La segunda, se

refiere al poder adquisitivo de las personas de igual condición. Nos narra así que la vida ha

crecido porque, teniendo una fortuna equivalente, se puede adquirir más cosas que las que

se podían adquirir en el siglo anterior. Y este hecho de poder adquirir, lo relaciona con el

hecho de poder elegir, lo cual determina que se esté en un ambiente de posibilidades

determinadas, al que llama “las circunstancias»”. El mundo representa la potencialidad

vital y se llega a ser sólo una parte mínima de lo que se puede ser: El mundo (la vida

posible) es siempre más que el destino (la vida efectiva). Se cuenta con un ámbito de

posibilidades fabulosamente mayor que nunca. En el orden intelectual, hay más caminos

para descubrir, más problemas, más datos, más ciencias, más puntos de vista. La

potencialidad vital aumenta de manera exorbitante, tanto en el campo de las ciencias, los

deportes o de los placeres. El hombre se siente con mayor potencialidad que nunca y todo

lo pasado le parece afectado de enanismo. Pero hay un grave problema: el hombre se siente

fabulosamente capaz para realizar, pero no sabe qué realizar; domina todas las cosas, pero
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no es dueño de sí mismo; el hombre se pierde en su abundancia. Con lo cual el mundo,

con más medios, más saber y más técnicas que nunca, según Ortega, va a la deriva. Se

empieza entonces a tener conciencia que con tanto avance no se puede saber lo que va a

pasar al día siguiente. Pero el progresista no se preocupa del futuro, por eso no es extraño

que el mundo parezca vaciado de proyectos, anticipaciones e ideales. Se evidencia ahí la

ausencia de las minorías directoras, de gente pensante. En épocas anteriores, la minoría

presentaba sus programas de vida colectiva y en ellos se invitaba a la masa a aceptar un

proyecto de decisión. En cambio, en los tiempos que corrían, el poder público se halla en

manos de un representante de masas. Así, la masa tiene tal poder, que ha aniquilado toda

posible oposición.

Un dato estadístico – el aumento de la población

Basándose en que la vida del hombre es la conjunción entre circunstancias

(posibilidades) y decisiones, Ortega nos dice que es lo mismo para la vida colectiva. Es

decir, que también dependerá de la conjunción entre circunstancias (posibilidades) y

decisiones, pero esta vez, las decisiones serán tomadas por el hombre dominante. Ya que el

hombre dominante en aquella su época era el hombre masa, el que tiene el poder, entonces

es la decisión de éste la que cuenta.

Ortega hace una diferencia con lo que ocurría en la época de la democracia del

sufragio universal: allí, no decidían las masas sino que ellas se adherían a la decisión de la

minoría. Pero en cambio, en su presente el poder público está ejercido por la masa, y nos

describe las características de este tipo de gobierno: solo esquiva los conflictos del

momento acumulando otros, sin resolverlos; vive sin proyecto a largo plazo, sin programa

de vida; no construye nada. El autor se queja de que el poder público cuando lo ejercen
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directamente las masas es omnipotente y efímero. Importante entonces era hacer un

análisis exhaustivo del carácter de este hombre masa.

Para comenzar, se ve ese dato estadístico: desde el siglo VI hasta 1800 (en 12 siglos),

Europa no llega a una población de 180 millones de habitantes. Pero, entre 1800 y 1914

(poco más de un siglo) la población ascendió de 180 a 460 millones (más del 250%) 4. Fue

proyectada tal cantidad de hombres en ritmo tan acelerado, que no fue fácil saturarlos de la

cultura tradicional. Esto tuvo consecuencias tanto negativas como positivas: el tipo medio

del hombre europeo de la época poseía un alma más sana y más fuerte que la del siglo

anterior, aunque mucho más simple; en las escuelas no pudo hacerse otra cosa que enseñar

a las masas las técnicas de la vida moderna, pero no se logró educarlas; se les inculcó el

orgullo y el poder de los medios modernos, pero no los del espíritu. Por eso los hombres-

masa no quieren nada con el espíritu. Las nuevas generaciones se disponen a tomar el

mando de un mundo sin huellas antiguas, sin problemas tradicionales y complejos. Sin

pasado.

A pesar de todo esto, el siglo anterior tiene la gloria y la responsabilidad de haber

erigido las grandes muchedumbres. ¿Cómo pudo darse esto? El autor piensa que fueron dos

los factores determinantes: la democracia liberal reinante en aquel tiempo y la técnica que

se desarrollaba a gran velocidad. Así, señala tres axiomas: i) La democracia liberal fundada

en la creación técnica es el tipo superior de vida pública hasta entonces conocido; ii) ese

tipo de vida no será el mejor imaginable, pero el que se pueda imaginar mejor tendrá que

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Dato dado por Ortega, designando a Werner Sombart como autor del dato. Werner Sombart (1863-1941) fue
un economista y sociólogo alemán, considerado el líder de la "joven escuela histórica" y es uno de los
investigadores y pensadores de ciencias sociales más connotados del primer cuarto del siglo XX europeo.
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conservar lo esencial de aquellos principios y iii) todo retorno a formas de vida inferiores

a la del siglo XIX es suicida.

Se aprecia aquí que, por un lado, Ortega acepta que gracias al siglo XIX se dio un

gran salto que dio como resultado un tipo superior de vida pública. Pero, por otro lado,

también admite que generó un tipo de hombre que está desligado de su pasado y es

irresponsable para con el futuro. El autor especula que posiblemente el siglo XIX haya

tenido ciertos vicios radicales, ciertas insuficiencias, ya que fue capaz de generar una casta

de hombres de este tipo. Sobre todo, se centra en el hecho de que estos hombres -hombres

masa rebeldes- ponen en peligro los principios mismos a que debieron la vida. Anota que si

ese tipo humano siguiese dueño de Europa y fuese, definitivamente, quien tomase las

decisiones, bastarían treinta años para que el continente retroceda a la barbarie. Las técnicas

jurídicas y materiales se volatilizarían y la vida se contraería. Advierte que se produciría

una caída a la verdadera decadencia. De aquí su inmenso interés por averiguar y conocer a

fondo alhombre-masa a quien considera “pura potencia del mayor bien y del mayor mal”.

Con esto deja reflexionando sobre este hombre-masa que irrumpe su mundo para cambiarlo

todo dejando a las minorías absortas con el temor de lo que les depará el futuro.

Comienza la disección del hombre-masa – como se genera este hombre

En este capítulo Ortega nos hace un análisis de cómo es que se ha producido lo que él

llama el hombre-masa.

En primer lugar, tenemos una situación dada por el progreso de la sociedad y el

Estado. En general, hubo más facilidad y seguridad económica además de confort y orden

público que cualquier otra época pasada. Un bienestar brindado por la sociedad y el Estado
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bien organizado. El hombre medio así tuvo una vida más cómoda y holgada, con

facilidades para resolver sus problemas económicos. La vida se presentó al hombre nuevo

exenta de impedimentos y sin barreras sociales de modo que aprende que todos los hombres

son legalmente iguales. Esto fue una gran revelación para aquel hombre, pues era la

primera vez en la historia que se daba esta situación. Para Ortega, los principios que hacen

posible este cambio radical son la democracia liberal y la técnica (la experimentación

científica y el industrialismo). Pero esto no fue una invención del siglo XIX, sino que fue

en este siglo que se llega a implantar. El siglo XIX es pues esencialmente revolucionario,

pero la revolución no es la sublevación contra el orden preexistente, no es ni una queja, ni

siquiera una pequeña rebelión, es más bien la implantación de un nuevo orden que

suplanta el tradicional, es el reemplazo pacífico de una sociedad estructurada de cierto

modo, en el que Ortega se siente cómodo, por otro que el autor teme.

Para el vulgo, en todas las épocas pasadas, la vida, era limitación, obligación,

dependencia (en una palabra, era opresión). Ahora, eso se acabó, no solo tiene más, sino

que tiene plena seguridad que mañana será más rico, más perfecto y más amplio, como si

gozase de un espontáneo e inagotable crecimiento. Esto hace que viva confiado, que se

sienta cómodo, que no piense en el valor de lo que la vida le está ofreciendo. Según Ortega,

este hombre vulgar cree que es natural tener todo lo que quiere y espera aún más, sin

plantearse en ningún momento que es gracias a esfuerzos de individuos especiales que todo

eso se hace posible. Se le considera entonces con la psicología de un niño mimado que

expresa libremente sus deseos (yo quiero, yo quiero, yo quiero) y demuestra una radical

ingratitud hacia todo lo que hace posible su cómoda existencia. Pero esto no extraña,

porque desde hacía algunos años, y cada vez más, años el vulgo estuvo siendo mimado por
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el mundo, permitiéndosele todo sin obligarle a nada. A fuerza de que se le había

protegido, evitándosele el choque con otros seres y la presión del entorno, el vulgo, el

hombre-masa, se cree que él es superior a todo y a todos. Como es bien sabido y estudiado

en nuestros tiempos, esa sensación se le hubiese podido quitar con tan solo obligándolo a

que renuncie a algún deseo, exigiéndole a que se contenga de alguna pretensión. Pero no

fue así. Para él no había límites. Mientras que, para todos los hombres de otros tiempos, en

sus mundos toscamente organizados, con carencias, catástrofes frecuentes, inestabilidad, y

austeridad, la vida diaria les enseñaba esta elemental sabiduría.

Ortega se queja, pues, de este hombre medio, de este hombre-masa, que sin previo

esfuerzo lo tiene todo. Que como lo recibe todo tan naturalmente, se cree que toda esa

organización material y social de la que disfruta es tan natural como el aire que respira. A

este hombre-masa le preocupa solo su bienestar, pero es insolidario con las causas de este

mismo; al no valorar las ventajas de la civilización, se creen siempre con el derecho de

exigirlas sin dar nada a cambio, sin esfuerzo alguno. Como metáfora se tiene que para

reclamar el pan que les alimenta, suelen destruir las panaderías. Esa es la idea principal que

Ortega nos transmite: el hombre-masa destruye sin contemplaciones aquello que le ha dado

todo lo que tiene.

Vida noble y vida vulgar, o esfuerzo e inercia – hombre-masa / hombre noble

Se pone en paralelo la mentalidad del hombre noble y la del hombre-masa. El autor

observa que es la primera vez en la historia que se da esta fisionomía: antes el hombre

medio encontraba dificultades, peligros, escaseces, limitaciones y dependencia en su día a

día, en cambio en el mundo nuevo de Ortega el ámbito de sus posibilidades es


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prácticamente ilimitado, él se siente seguro, y no depende de nadie ni de nada. Antes

vivir era sentirse limitado y, por lo mismo, tenía que tomar lo que le limitaba como parte

de su vida. En cambio, en el nuevo mundo, vivir es no encontrar limitación alguna, por

lo tanto, puede abandonarse tranquilamente a sí mismo pues nada es imposible, nada es

peligroso y, en principio, nadie es superior a nadie. Ninguna circunstancia le obliga a nada.

Se siente soberano de su vida. La masa encuentra su situación como un estado nativo y

establecido, sin causa especial, y sin lucha alguna. Por ello, el hombre-masa está satisfecho

tal y como es y da por bueno cuanto halla en sí: opiniones, apetitos, preferencias o gustos.

Todo vale. Contrariamente, Ortega describe a lo que él llama el hombre selecto o

excelente, (diametralmente opuesto al hombre-masa), que está constituido por una íntima

necesidad de apelar de sí mismo y quien se exige constantemente a sí mismo teniendo una

vida noble. La nobleza entendiéndola como exigencia, por las obligaciones y no por los

derechos. El noble vive en esencial servidumbre, pero no toma esta necesidad de servir

como una opresión. Debe de conquistar y reconquistar sus privilegios continuamente,

mientras que los derechos del hombre ordinario no responden a ningún esfuerzo y es por

esto que este último no los valora. Respecto a la nobleza, Ortega hace una diferencia entre

un noble originario, es decir, aquel que con su propio esfuerzo se hace noble, y el noble

hereditario, aquel que es noble por herencia. Dice del primero que este noble se obliga a sí

mismo, es exigente porque él es así, es esa su naturaleza y eso es lo que él siente que debe

hacer, en cambio el noble hereditario se siente obligado a hacerlo por herencia, y no

necesariamente porque lo sienta de esa manera, lo cual en alguna parte de la historia hizo

caer a la nobleza en decadencia.


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Ortega es bastante crítico con el hombre-masa llamándole de hombre inerte y

limitado, incapaz de crear ni conservar la organización misma que da a su vida esa amplitud

y contentamiento que él vive. Incapaz de poder mantener la civilización en el orden que le

ha sido dada. Hace pensar que quizás haya sido esa incapacidad la que llevó nuevamente al

hombre a una segunda guerra mundial unos años más tarde.

Reflexiones

Lo primero que sorprende de esta obra de Ortega, de hace casi 90 años es su

actualidad. Pues a pesar del tiempo transcurrido nadie puede negar que se vive una crisis de

“muchedumbre”, de donde encontrar sitio – un lleno de la ciudad que nos asfixia, que nos

hace perder nuestra particularidad para perdernos con la masa. Aunque realmente la obra no

se trata de este lleno físico en sí, sino de la usurpación de lugares considerados por el autor

permitidos solo para minorías, lugares de encuentro social reservados a las élites, pero lo

que es más grave para él, la posibilidad de que esta “masa” ocupe un lugar importante en la

vida política, y sin estar preparado, tenga la posibilidad de tomar decisiones importantes.

Ortega transmite aquí un cierto elitismo, pero que salva justamente con la reflexión

de lo que considera hombre-masa: aquel que no se exige a sí mismo, alma indisciplinada y

conformista, que no tiene capacidad de visión de futuro, sino que se conforma con

solucionar torpemente los problemas del presente. A diferencia de los que considera

individuos de calidad, los hombres nobles, de quienes no tiene en cuenta su posición social

sino más bien sus cualidades como personas: almas disciplinadas, exigentes y

continuamente despiertas para actuar inmediatamente ante las dificultados. Esto hace

pensar que, desde aquellos días, en que Ortega descubre esta realidad, han pasado muchos
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años, pero siguen habiendo hombres-masa y hombres nobles en el ámbito de nuestra

sociedad y de nuestra realidad política.

Ortega en reiteradas ocasiones menciona a América (haciendo más que nada

referencia a América del Norte) afirmando que existen ideas que consideran que ella tiene

una influencia sobre Europa, pero que él no comparte. Primero desmiente que Europa haya

subido de nivel de vida gracias a la influencia americana, lo cual, como hemos visto en el

capítulo de la subida del nivel histórico, el autor argumenta y defiende con hechos reales.

Luego, nos dice que es infundada la admiración por el crecimiento de América, ya que,

Europa también tiene un boom de nacimientos que nada tiene que ver con ese continente,

sino más bien por factores internos de la misma Europa. Así Ortega muestra un cierto

orgullo europeo al no aceptar que se siguen tendencias americanas ni admirar resultados

que obviamente también han sido dados en Europa. Se detecta aquí un rasgo de rivalidad

entre Europa y América, que quizás en aquella época no era todavía muy claro pero que

con el tiempo se ha ido marcando más y más.

Para cerrar esta reflexión, importante señalar el análisis hecho por Ortega de la

realidad social (y de paso política) de la época en la que se siente inmerso,

desgraciadamente inmerso, pero de la cual rescata también las cosas positivas que traen los

cambios. A través de la lectura, nos transmite su miedo a la incursión del hombre-masa en

las decisiones más importantes de la vida política sin tener esperanza de que esto pueda

variar. Quizás el tiempo le ha dado la razón en cierta medida y nosotros ahora solo

podemos esperar ser menos hombres-masa y más hombres nobles, sobre todo por los que

vendrán después. Y que sean una mayoría, una gran mayoría de hombres nobles, los que

decidan el futuro de la humanidad.


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Referencias

Democracia liberal (s,f). En Wikipedia. Recuperado el 15 de noviembre de 2017 de

https://es.wikipedia.org/wiki/Democracia_liberal

Gobierno de España. El nacimiento y la llegada de la televisión. Madrid, España:

Ministerio de Educación. Recuperado de:

http://recursos.cnice.mec.es/media/television/bloque2/pag2.html

Ortega y Gasset, José (1929). La rebelión de las masas. Barcelona, España: Espasa Libros

S. L. U. colección Austral (nº: 336).

Rodríguez, J. (2000). Historia de Falange Española de las JONS. Cap 1. Mirando al Duce.

Madrid, España: Alianza Editorial.

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