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El acompañamiento espiritual es una práctica muy antigua en la tradición judeo- cristiana como un
medio para encontrar a Dios.
Por tanto, no debe confundirse con otras realidades humanas, que utilizan nombres
similares: en el lenguaje de la Iglesia dirigir, acompañar espiritualmente tiene un sentido
propio y específico.
No es tampoco una simple búsqueda de consejo, como la que realizan tantas personas
que acuden a los consultorios de las revistas, a las consultas de los médicos, y a los
programas de radio y de televisión para “contar su caso” y buscar orientación.
Si se reciben esos consejos con sinceridad y humildad resulta más sencillo descubrir en la
conciencia, mediante la gracia y la oración, la luz y las llamadas de Dios para cada uno.
Una imagen clásica en la literatura espiritual: la luz del faro indica los escollos
y, sobre todo, la ruta y el puerto; pero, para alcanzarlo, los navegantes deben
hacer fuerza con los remos, o aprovechar los vientos favorables con las velas, y
sostener y rectificar el timón.
Estas conversaciones se dirigen, al mismo tiempo, a la inteligencia -para que esté iluminada por la
fe viva, y descubra con esa luz el camino personal y los medios adecuados para recorrerlo-, y a la
voluntad, para afirmarla de tal forma que pueda corresponder libre, personal, responsable y
generosamente a los impulsos de la gracia.
Hay que tener siempre presente -y los santos nos lo recuerdan eficazmente con su ejemplo- que el
verdadero y único modelo de la santidad cristiana es Jesucristo, y que toda labor de
acompañamiento espiritual consiste en procurar que cada cristiano tenga una amistad personal e
íntima, de verdadero amor, a su manera, con Cristo, hasta querer identificarse con El, "en la
gloriosa libertad de los hijos de Dios" (Rom. 8, 21).
“Trata a un varón piadoso, de quien conoces que sigue los caminos del Señor,
cuyo corazón es semejante al tuyo y te compadecerá si te ve caído. Y
permanece firme en lo que resuelvas, porque ninguno será para ti más fiel que
él. El alma de este hombre piadoso ve mejor las cosas que siete centinelas en
lo alto de una atalaya. Y en todas ellas ora por ti al Altísimo, para que te dirija
por la senda de la verdad”. Ecl. 37, 15-19.
“Mas valen dos que uno solo, porque mejor logran el fruto de su trabajo. Si uno
cae el otro le levanta; pero ¡ay del que está solo, que, si cae, no tiene quien le
levante!” Ecl 4, 9-10.
Dijeron los discípulos de Emaús: ¿No es verdad que nuestro corazón se enardecía, cuando nos
hablaba en el camino y nos explicaba la Escritura?” Lc 24, 32.
En la Iglesia primitiva ya existe la figura del hombre que acompaña en el camino hacia Dios.
“Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que has de hacer [...]. Fue Ananías y
entró enla casa, e imponiéndole las manos, le dijo: Hermano Pablo, el Señor Jesús
[...], me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Hech
9, 6 y 17.
- Me hago endeble con los endebles para ganar a los endebles; me hago todo para
todos para salvarlos a todos. I Cor 9, 22.
- ¡Hijos míos, por quienes sufro de nuevo dolores de parto hasta ver a Cristo formado
en vosotros! Cal 4, 19.
Los santosde todos los siglos han recomendado vivamente la dirección espiritual.
San Juan Crisóstomo (Catena Aurea, vol. III, p. 132) recuerda que somos malos jueces
de nosotros mismos.
"Uno comprende enseguida la culpa de otro, pero con dificultad se da cuenta de la suya; un
hombre es imparcial en causa ajena, pero se perturba en la propia".
"Una de las cosas más arduas y dificultosas que hay en esta vida es saber ir a Dios y tratar
familiarmente con Él. Por esto no se puede este camino andar sin alguna buena guía".
Santa Teresa (Camino de perfección, 18, 8) dice que con un buen director espiritual se
avanza más rápidamente en unión con Dios.
"Si quiere o pretende ser contemplativa ha menester para ir muy acertada dejar su voluntad
con toda determinación en un confesor que sea tal. Porque esto es ya cosa muy sabida, que
aprovechan mas de esta suerte en un año que sin esto en muchos".
San Juan de la Cruz (Llama de amor viva, 3, n. 30) recomienda buscar como
acompañante espiritual a una persona sabia, discreta y experimentada en el trato con
Dios.
"Y adviértase que para este camino, a lo menos para lo más subido de él y aún para lo
mediano, apenas se hallará a un guía cabal según todas las partes que ha menester, porque,
además de ser sabio y discreto, es menester que sea experimentado. Porque para
guiar el espíritu, aunque el fundamento es el saber y la discreción, si no hay experiencia de
lo que es puro y verdadero espíritu, no atinará a encaminar al alma en el [camino que lleva
hacia Dios], cuando Dios se lo da, ni aún lo entenderá".
San Josemaría (Camino, n. 59) recuerda que el espíritu propio es mal consejero.
"Conviene que conozcas esta doctrina segura: el espíritu propio es mal consejero, mal
piloto, para dirigir el alma en las borrascas y tempestades, entre los escollos de la vida
interior. Por eso es Voluntad de Dios que la dirección de la nave la lleve un Maestro, para
que, con su luz y conocimiento, nos conduzca a puerto seguro".
"la tarea de dirección espiritual hay que orientarla no dedicándose a fabricar criaturas que
carecen de juicio propio, y que se limitan a ejecutar materialmente lo que otro les dice; por
el contrario, la dirección espiritual debe tender a formar personas de criterio. Y el criterio
supone madurez, firmeza de convicciones, conocimiento suficiente de la doctrina, delicadeza
de espíritu, educación de la voluntad" (Conversaciones, 93).
"Convéncete de que no eres un buen consejero de ti mismo y, por eso, teme y desconfía de
tus opiniones, que tienen una raíz mala y corrompida. Con esta persuasión, busca el
consejo, en lo posible, de hombres sabios y de buena conciencia, y prefiere ser gobernado
por uno que sea mejor que tú,a seguir tu propio parecer".
"En el camino de la vida espiritual no os fiéis de vosotros mismos, sino que, con sencillez y
docilidad, pedid consejo y aceptad la ayuda de quien, con sabia moderacion, puede guiar
vuestra alma, indicaros los peligros, sugeriros los remedios oportunos, y en todas las
dificultades internas y externas os puede dirigir rectamente y encaminaros a ser cada dia
mas perfectos [...]. Sin esta prudente guía de la conciencia, de modo ordinario, es muy
dificil secundar convenientemente los impulsos del Espiritu Santo y de la gracia divina".
Por eso, el alma que quiere avanzar en la perfección, según el consejo de San Juan de la
Cruz, debe "considerar bien entre qué manos se pone porque tal sea el maestro, tal será el
discípulo; tal sea el padre, tal será el hijo". Y añade: "No sólo el director debe ser sabio y
prudente sino también experimentado... Si el guía espiritual no tiene experiencia de la vida
espiritual, es incapaz de conducir por ella a las almas que Dios en todo caso llama, e incluso
no las comprenderá" (Llama estrofa 3).
Se busca fundamentalmente un medio para identificarse con Cristo, una ayuda, un apoyo
sobrenatural y humano en el camino personal de santidad, de acuerdo con la propia
vocación divina.
Son indudables los grandes frutos que esa ayuda ha generado en muchas almas de todas las
épocas, como se constata en las vidas de los santos de la Iglesia: Santa Teresa, san Francisco de
Sales, san Alfonso María de Ligorio, San Juan Bosco... hasta los santos de nuestra época.
El acompañamiento espiritual debe ser siempre una llamada a enfrentarse personalmente con la
propia conciencia; y también y ante todo, un estímulo para la práctica efectiva del bien, junto con
una apertura de horizontes evangelizadores. Debe ser, además, aliento en los momentos difíciles,
luz en momentos de confusión y consuelo en el dolor.
— la profundización en la fe
En esas conversaciones se habla de lo que más preocupa a la persona en ese momento, pero
siempre con fines espirituales, atento a lo que el Espíritu Santo dice en el alma.
Se conversa de lo que ayude a una comprensión viva del Evangelio, que cada uno debe
aplicar en su propia vida. Se ayuda al otro a que vea los reveses y desgracias con mayor visión
sobrenatural, sabiéndose hijo de Dios.
Esa conversación espiritual debe abrir horizontes de evangelización, afanes de misión y deseos de
corredención con Jesús resucitado.
El consejo y la orientación que se recibe debe constituir una ayuda poderosa para conocer o
constatar lo que Dios pide a cada uno, a cada una, en el alma, en medio de una circunstancia
determinada; pero el consejo no elimina jamás la responsabilidad personal: cada persona
debe decidir siempre por cuenta propia, cara a Dios.
Actuar de otro modo –seguir un determinado consejo y luego, si sale mal, echarle las culpas al que
aconsejó- significa falta de madurez humana y cristiana.
Falta de madurez cristiana, porque tanto el que orienta como el que es orientado miran en una
misma dirección: Cristo.
Además, por encima de los consejos privados que pueda dar una determinada persona, el cristiano
sabe que está la ley de Dios, contenida en la Sagrada Escritura, y que el Magisterio de la
Iglesia -asistida por el Espíritu Santo- custodia y propone.
Por eso, cuando los consejos particulares de un director espiritual contradicen objetivamente la
Palabra de Dios tal como el Magisterio la enseña, hay que apartarse con decisión de ese parecer
erróneo.
La experiencia cristiana de siglos es que, al cristiano que obra con esta rectitud, Dios le ayuda
con su gracia, le inspira lo que ha de hacer y, cuando lo necesita, le ayuda a encontrar un
sacerdote o un laico para conducir su alma hacia Dios.
10. ¿En la dirección espiritual se habla de todo?
No: en esas conversaciones -que evocan las de Jesús con los apóstoles- no deben manifestarse
hechos que supongan faltar al secreto profesional o a la justicia en general o incluso a la
prudencia (situaciones o comportamientos de terceras personas, o en el caso de un profesional,
cuestiones de la empresa donde se trabaje, etc.).
Una actitud de humildad, de sinceridad plena, sin dejarse llevar por la vanidad de "quedar
bien". Se lee en Camino, 65: ¿Por qué ese reparo de verte tú mismo y de hacerte ver por tu
director tal y como en realidad eres?
Una actitud de responsabilidad: se acude libremente para adquirir criterio cristiano, y luego
cada uno debe esforzarse por actuar en conciencia, con coherencia entre lo que se cree y lo
que se vive.
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