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¿QUÉ TEXTO?
PLURALIDAD TEXTUAL Y EDICIONES CRÍTICAS

JUAN CHAPA PRADO


Universidad de Navarra
Facultad de Teología

Como bien se sabe, la capacidad de introducir errores al realizar la copia de un texto es


prácticamente ilimitada. Un ejemplo extremo se encuentra en un manuscrito del siglo
XIV, el denominado códice 109, que contiene los cuatro evangelios y se conserva
actualmente en la British Library. El escriba que lo copió transcribió la genealogía
según san Lucas (3,23-38) a partir de un ejemplar que presentaba el texto dividido en
dos columnas de 28 líneas cada una. Pero, en lugar de transcribir el texto copiando
primero una columna y luego la otra, lo hizo pasando sin solución de continuidad de la
línea de la columna de la izquierda a su correspondiente en la columna de la derecha.
Como consecuencia, todos los personajes mencionados en la genealogía no solo son
hijos de un padre equivocado, sino que el origen de la raza humana es Fares y no Dios.
Más aún, el nombre de Dios, en lugar de estar al final –cuando Lucas escribe «hijo de
Adán, el hijo de Dios»–, aparece dentro de la genealogía y es, ni más ni menos, hijo de
Arán1.
Aunque estos casos clamorosos no son frecuentes, el ejemplo mencionado sirve
para llamar la atención sobre cómo los copistas no siempre han sido particularmente
hábiles o cuidadosos a la hora de reproducir los libros del NT. Entre otras cosas porque
a veces la tarea de copiar era realizada por escribas poco capacitados y porque, aunque
lo fueran, las circunstancias del trabajo no eran fáciles y la labor resultaba agotadora2.
De ahí que no fuera difícil que se introdujeran errores, especialmente cuando todavía no
existía la imprenta.


1
B. M. METZGER / B. D. EHRMAN, The Text of the New Testament. Its Transmission, Corruption and
Restoration. Nueva York - Oxford, 2005, p. 259.
2
Un colofón de un manuscrito dice lo siguiente: «Escribir le dobla a uno la espalda, le mete a uno las
costillas en el estómago y provoca una debilidad general del cuerpo». En otro colofón, esta vez de un
manuscrito armenio de los evangelios, el escriba se lamenta de la enorme tormenta de nieve que se abatía
fuera, hasta el punto de que la tinta se heló, su mano se quedó aterida y la pluma se le cayó de los dedos.
Cf. ibid., p. 29.
2

1. La preocupación crítica

Que los escribas estaban expuestos al error era bien conocido en los primeros siglos del
cristianismo y no pasó inadvertido a algunos Padres de la Iglesia. Orígenes se queja de
que «las diferencias entre los manuscritos [de Mateo] son ya enormes, bien por la
negligencia de algunos copistas, bien por la perversa audacia de otros; pues no se
preocupan de comprobar lo que han transcrito o, en el proceso de corrección, añaden u
omiten lo que consideran oportuno»3. San Jerónimo, por su parte, se lamenta de los
escribas que «copian no lo que tienen delante, sino lo que piensan que significa; y,
mientras intentan rectificar los errores de otros, manifiestan simplemente los suyos»4. Y
testimonia lo mismo en relación con las traducciones latinas cuando escribe al papa san
Dámaso: Tot enim sunt exemplaria paene quot códices, «hay tantas versiones como
manuscritos»5.
La preocupación por custodiar el texto original y transmitirlo con la mayor
fidelidad posible no es, por tanto, nueva. En esto también Orígenes fue un precursor.
Gracias a la información que él mismo nos proporciona, es posible reconstruir con
bastante seguridad el texto de los manuscritos que tenía a su disposición cuando
aprendía y enseñaba la Escritura6. Seguramente, la tradición académica de Alejandría en
la que se formó contribuyó a mantener viva esa preocupación, que no debió de ser
exclusiva de él, sino compartida por los eruditos de la región. Por eso se considera que
los manuscritos vinculados a la antigua capital de Egipto reflejan el interés de los
escribas cristianos de preservar el texto de la mejor manera posible, y por eso también
habitualmente se tiene como de mayor calidad7. En cualquier caso, con el inicio de los
scriptoria, probablemente a partir del siglo IV, la producción de copias de la Biblia fue

3
ORÍGENES, Comm. in Matt. 15.14 (GCS X 387.28-388.7).
4
JERÓNIMO, Ep. ad Lucinum (Ep. 71.5) (PL 22, 671): Scribunt non quod inveniunt, sed quod intellegunt;
et dum alienos errores emendare nituntur, ostendunt suos.
5
JERÓNIMO, Praefatio in quattuor evangelia (PL 29, 525). También san Agustín, refiriéndose a los
primeros traductores de la Biblia al latín, se queja de que «tan pronto como alguno se hacía con un
manuscrito griego, y se imaginaba tener facilidad en ambas lenguas, por pequeña que pudiera ser, se
lanzaba a traducirlo», en De doctrina christiana 2, 11 [16] (PL 34, 430).
6
B. D. EHRMAN, «Origin and the Text of the New Testament», en B. D. EHRMAN / G. D. FEE / M. W.
HOLMES, The Text of the Fourth Gospel in the Writings of Origen I. Atlanta, 1992, pp. 1-20.
7
G. ZUNTZ, The Text of the Epistles. A Disquisition Upon the Corpus Paulinum. Londres, 1953, pp. 271-
276.
3

cada vez más profesional, reduciéndose así el número de errores en relación con épocas
anteriores. Serán especialmente los monjes quienes –desde entonces y durante la Edad
Media hasta la invención de la imprenta– se ocuparán del trabajo de transmitir el texto
griego. Se explica así que, a partir del siglo VII, sean muchos los manuscritos que se
produzcan en la parte oriental del Imperio bizantino, y que las copias cada vez vayan
presentando menos diferencias entre sí (sin que por ello estos manuscritos se consideren
un mejor testimonio del texto). Mientras tanto, en Occidente, ante la multiplicidad de
traducciones se va imponiendo la Vulgata8, la versión latina que el papa Dámaso había
encargado a Jerónimo como traducción latina «oficial», a partir de versiones antiguas al
latín que existían desde el siglo II, y de la que se conserva un número de manuscritos
que casi duplica al de manuscritos griegos del NT.
Sin embargo, la invención de la imprenta, el amor a las letras y la pasión por la
antigüedad clásica que caracteriza al Renacimiento hicieron posible la recuperación e
impresión del texto griego del NT en Occidente, donde había quedado prácticamente
relegado al olvido por el casi exclusivo uso de la Vulgata. Desde que Robert Estienne,
conocido como Stephanus, publicara la tercera edición del texto del NT establecido por
Erasmo con algunas notas que señalaban las diferencias entre los catorce manuscritos
que consultó, las ediciones críticas del texto griego del NT se multiplicaron. La primera
edición con un aparato crítico notable fue la de John Mill, que se publicó en 1707. Para
su realización consultó más de un centenar de manuscritos griegos, numerosos escritos
de los Padres de la Iglesia y algunas versiones antiguas, llegando a producir un texto
con más de 30.000 variantes. Desde entonces, ediciones como la de Bengel (1734),
Wettstein (1751-1752), Griesbach (1796-1806), Lachmann (1831 y 1842-1850), y las
aportaciones que llevaron a perfilar mejor el método de la crítica textual por parte de
estos y otros estudiosos como R. Simon, R. Bentley o J. S. Semler en los siglos XVII-
XVIII, fueron preparando el terreno para una edición cada vez más sofisticada del texto
griego. A esta se llega con las ediciones de Tischendorf (1869-1872), Westcott-Hort
(1881) y von Soden (1902-1910 / 1913), auténticas obras maestras de erudición y
ciencia.
De todas maneras, será en el siglo XX cuando el acceso a un número cada vez
mayor de manuscritos abra nuevos cauces a la crítica textual y se editen ediciones
críticas del NT más accesibles. Después de las realizadas por Weiss (1894-1900) y

8
Para una historia detallada, cf. B. M. METZGER / B. D. EHRMAN, The Text of the New Testament, o. c.,
pp. 137-204.
4

Souter (1947) –y aquí no se deben olvidar las publicadas en el mundo católico por
Vogels (1955), Merk (1933), Bover (1943) y Bover-O’Callaghan (1977)– se producirán
algunas ediciones críticas que van a gozar de una gran popularidad. Estas ediciones no
solo contribuirán a la fijación y difusión de un texto que se va a considerar de manera
generalizada el texto estándar del NT, sino que plantearán nuevos retos y pondrán en
evidencia un problema más de fondo: hasta qué punto se puede hablar del texto original,
cómo se llega a él y cómo se puede recuperar.

2. Ediciones críticas modernas (NA - UBS/GNT)

Eberhard Nestle (1851-1913) publicó en 1898 una edición manual del texto griego del
NT que reflejaba el consenso de la crítica textual de su tiempo y que tuvo numerosas
reediciones9. En 1952, Kurt Aland (1915-1994) introdujo para la 21ª edición numerosos
añadidos. Desde entonces, la edición del texto griego de Nestle-Aland (NA) se fue
consolidando como edición crítica de bolsillo. Por su parte, en 1955, la United Bible
Societies (UBS) se propuso llevar a cabo una edición crítica pensada especialmente para
traductores de la Biblia. Este Greek New Testament (GNT) se publicó por primera vez
en 1966, acompañado de un comentario textual preparado por Bruce Metzger10. Pero la
presencia de Aland en el proyecto de las Sociedades Bíblicas y en el de Nestle-Aland
contribuyó a aunar fuerzas para la consecución y difusión de un nuevo texto griego. El
resultado es la NA26, publicada en 1979, que adoptaba el mismo texto que el de la
tercera edición de las Sociedades Bíblicas, publicada en 1975. En 1993, utilizando el
texto de UBS/GNT4 y NA26, se publicaba la NA27, con un número modesto pero
significativo de mejoras11.

9
Era el consenso que venía representado por Tischendorf, Wescott-Hort (y Weymouth, al principio) y
Weiss. El hijo de Nestle, Erwin Nestle (1883-1972), publicó en 1927 la 13ª edición con un aparato crítico
realizado a partir de la edición de von Soden en el que había referencias a manuscritos, versiones y
Padres.
10
La asociación mundial de Sociedades Bíblicas fue fundada en 1946. El comité para la GNT estuvo
originalmente compuesto por K. Aland, M. Black, A. Wikgren y B. Metzger. La segunda edición –a cuyo
comité se había sumado Carlo M. Martini en sustitución de A. Vööbus– se publicó en 1968. Más tarde, en
1982, se incorporaron B. Aland y J. Karavidopoulos. Comentario: B. M. METZGER, A Textual
Commentary on the Greek New Testament. Londres - Nueva York, 1971, 21974.
11
Aunque el texto no cambia, la contribución principal consistió en una revisión del aparato crítico en lo
referente a los manuscritos citados y la inclusión de Variae lectiones minores (un apéndice que desglosa
el contenido de los manuscritos que aparecen entre paréntesis en el aparato crítico). La edición incluía
también nuevos papiros (que para la 8ª reimpresión, de 2001, tiene en cuenta los 116 papiros publicados
hasta la fecha) y emplea 239 unciales, 219 minúsculos y 9 leccionarios (frente a los 69 leccionarios en la
5

Con la publicación en 2012 de la 28ª edición de Nestle-Aland se produjo una


novedad. Por primera vez en la historia de las ediciones de NA no hay un texto
uniforme para todo el NT. Las cartas católicas presentan un nuevo texto –fruto de una
revisión del texto anterior publicado en la segunda edición de la Editio Critica Maior
(ECM2)– frente al texto de los demás libros, que continúa siendo el de las ediciones
anteriores, si bien todo él cotejado ex novo12. El nuevo método de revisión utilizado
para las cartas católicas se adoptará en el futuro para el conjunto de la edición del NT13.
Simultáneamente a la publicación de ediciones críticas de uso manual, en los
últimos años se han desarrollado diversos proyectos encaminados a obtener una mayor
clarificación del texto griego del NT.
Por orden cronológico destaca en primer lugar el Proyecto Internacional del
Nuevo Testamento en Griego (IGNTP), que comenzó en 1949 dentro de la Society of
Biblical Literature norteamericana, siguiendo el proyecto Critical Greek Testament, de
1926. Su objetivo es acompañar el texto del NT con un aparato crítico lo más
comprehensivo posible, como un corolario para la historia de su restauración y
transmisión. Está dirigido por un comité de expertos en crítica textual procedentes de
Europa y América. En 2005 el comité llegó a un acuerdo con el Instituto de
Investigación del Texto del NT (INTF) de Münster y, como consecuencia, el IGNTP ha
asumido la responsabilidad de la Editio Critica Maior de Juan14. Cuando la concluya
acometerá la edición de las cartas paulinas, que se prevé que estén acabadas para el


UBS4). Además se reescribieron algunas de las entradas de las variantes, dando mayor importancia a los
manuscritos minúsculos, algunos de los cuales son incluidos por primera vez entre los «testigos citados
consistentemente», sustituyendo a algunos de los unciales citados en la edición anterior.
12
El resultado son 33 pasajes diferentes con respecto a la edición de NA, además de 125 casos cuya
lectura original se desconoce y que en la ECM2 se presenta de manera abierta, dividiendo el texto en dos
líneas paralelas. En estos casos, el texto de la NA28 mantiene una sola línea, pero precediendo la lectura
con un signo en forma de diamante. El aparato crítico también se ha revisado completamente para que sea
más claro y más fácil de utilizar, pero mantiene la misma estructura básica que la 27ª edición. El trabajo
de revisión y corrección general incluye una actualización de la lista de los nuevos papiros descubiertos
hasta la fecha, abandona la distinción entre primer y segundo orden de testigos consistentemente citados,
no incluye conjeturas, deja de añadir pauci y alii, elimina imprecisiones, reduce y traduce los textos
latinos, etc. Se han definido también los testigos consistentemente citados, siguiendo el método con el que
se ha elaborado el texto de ECM (cf. más abajo) y se ha sustituido la letra gótica 𝔐, que indicaba la
lectura del texto mayoritario, por «Byz». Igualmente se han revisado las referencias marginales y se ha
adoptado un método estándar en la ortografía que afecta a un total de más de 200 lecturas.
13
Desde que apareció por primera vez en 2012 se han publicado ya tres reimpresiones, en las que se han
corregido algunas erratas. La última edición disponible es la 4ª reimpresión de 2015. Como novedad se
anuncia que también será publicada en formato digital. Por otra parte, en 2014 se publicó la 5ª edición de
la UBS/GNT, con el mismo texto de NA28.
14
Cf. en línea: http://www.igntp.org/ (consultado el 19 de diciembre de 2015).
6

203115. No presenta un texto restaurado, sino que adopta el textus receptus como base
para la colación de los diversos manuscritos. Hasta el momento se han publicado los
volúmenes de Lucas y Juan16.
Un segundo proyecto importante es el Evangelio de Juan en la Tradición
Bizantina (GJBT). Forma parte de un proyecto más ambicioso sobre el texto bizantino o
mayoritario17. Su origen se remonta a 1999, cuando las Sociedades Bíblicas celebraron
un encuentro en El Escorial. A ese encuentro acudieron delegados de las Iglesias
ortodoxas solicitando la preparación de un texto crítico del texto bizantino que sirviera
para las traducciones a lenguas vernáculas. De ahí nació el proyecto, que comenzó con


15
La página web del proyecto ofrece las transcripciones de los manuscritos del NT realizadas hasta el
momento, ediciones electrónicas y otros recursos, junto con abundante bibliografía. Las ediciones de
IGNTP en Juan se pueden encontrar en línea: www.iohannes.com (consultado el 19 de diciembre de
2015). Cf. K. WACHTEL / D. C. PARKER, «The Joint IGNTP/INTF Editio Critica Maior of the Gospel of
John: Its Goals and Their Significance for New Testament Scholarship» (paper presented at the SNTS
meeting, Halle, August 15, 2005); en línea: https://www.uni-muenster.de/INTF/ECM%20Halle6.pdf
(consultado el 19 de diciembre de 2015). Los miembros del equipo editorial para el evangelio de Juan son
K. Wachtel, D. C. Parker, H. Strutwolf, U. Schmidt, G. Mink y B. Morrill.
16
The New Testament in Greek. The Gospel According to St. Luke, edited by the American and British
Committees of the International Greek New Testament Project, Part one, Chapters 1-12. Part two,
Chapters 13-24. Oxford, 1984 y 1987; The Gospel According to St John, edited by the American and
British Committees of the International Greek New Testament Project. I. The Papyri. Ed. W. J. ELLIOTT /
D. C. PARKER (New Testament Tools and Studies 20). Leiden, 1995; II. The Majuscules. Ed. U. B.
SCHMID, in association with W. J. ELLIOTT / D. C. PARKER (New Testament Tools, Studies and
Documents 37). Leiden, 2007. Todos ellos se proponen presentar un aparato crítico lo más amplio
posible, aunque el interés no se limita al texto, sino que tiene también en cuenta las dimensiones socio-
históricas del primitivo cristianismo que laten en la diversidad de variantes. De hecho, la restauración del
texto queda un tanto desdibujada por las preocupaciones codicológicas más inmediatas. Cf. M. SILVA,
«Modern Critical Editions and Apparatuses of the Greek New Testament», en B. D. EHRMAN / M. W.
HOLMES (eds.), The Text of the New Testament in Contemporary Research. A Volume in Honor of Bruce
M. Metzger (Studies and Documents 46). Grand Rapids, 1995, pp. 283-296 (293-294), y J. HERNÁNDEZ
Jr., «Modern Critical Editions and Apparatuses of the Greek New Testament», en B. D. EHRMAN / M. W.
HOLMES (eds.), The Text of the New Testament in Contemporary Research. Essays on the Status
Quaestionis. Second Edition (New Testament Tools, Studies and Documents 42). Leiden, 2013, pp. 689-
710 (700).
17
Como se sabe, el texto bizantino es un tipo textual representado por muchos manuscritos que, según
algunos estudiosos, sería el texto más cercano al de los autógrafos canónicos, siendo el arquetipo del que
se derivan los demás tipos textuales. J. HERNÁNDEZ, «Modern Critical Editions and Apparatuses of the
Greek New Testament», a. c., pp. 694-695, señala que el problema que encuentra la aceptación de esta
tesis es la falta de pruebas del dominio del texto bizantino primitivo. El manuscrito más antiguo es del
siglo V, y los testimonios patrísticos anteriores al siglo IV no parece que conozcan este tipo textual. Los
pocos papiros primitivos que tienen lecturas bizantinas no son suficientes para poder hablar de una
prioridad. Por ello, las ediciones realizadas por Hodges y Farstad (1985) o Robinson y Pierpont (22005),
más que otra cosa, se consideran sobre todo una reproducción útil de uno de los textos que más difusión
tuvo en la historia del cristianismo. Esto no obsta que una tradición eclesiástica particular desee elegir
este tipo de texto como normativo.
7

el evangelio de Juan y que constituye un ejemplo de un texto reconstruido para


satisfacer las necesidades de las Iglesias ortodoxas orientales18.
Especial relevancia tiene el ya mencionado Novum Testamentum Graecum:
Editio Critica Maior (ECM). Se trata de una obra diseñada por el INTF de Münster que
supone un hito en la historia de las ediciones críticas. Por primera vez en décadas se ha
reconstruido ex novo una parte del texto del NT a partir de una cantidad de información
manuscrita hasta ahora nunca utilizada. Para ello se ha contado también con las
aportaciones de los nuevos avances en teoría y método de la crítica textual.
En 1997 apareció el fascículo correspondiente a la carta de Santiago. Más tarde
se publicaron 1-2 Pedro (2000), 1 Juan (2003) y 2 Juan - Judas (2005), y en 2012 se
publicó la segunda edición19. Cada fascículo tiene dos partes: el texto con un aparato y
un volumen con material suplementario20. Lo que se pretende es establecer el texto y
trazar su transmisión durante el primer milenio, desde las formas más tempranas hasta
el texto bizantino. Para ello se utilizan 181 manuscritos griegos y 20 leccionarios.
Además se hace un uso selecto de los Padres griegos y de las versiones latina, copta y
siríaca. En el cuarto fascículo se anuncia la transcripción electrónica.
Aunque en el primer fascículo no se especifica el método empleado para
reconstruir el texto, el método crítico que emerge en los siguientes volúmenes es el
Coherence-Based Genealogical Method (CBGM)21. Se trata de un método diseñado
para examinar las relaciones que tienen los manuscritos entre sí y poder establecer el
texto. Este método no reemplaza a los criterios internos y externos, sino que aparece
como un instrumento adicional para ser utilizado con otros criterios externos. Busca
determinar el flujo textual plausible examinando la coherencia genealógica entre
testigos. Un concepto esencial es el del «antecesor potencial». Uno de dos testigos


18
The Gospel according to John in the Byzantine Tradition, ed. for the United Bible Societies by R. L.
MULLEN with S. CRISP / D. C. PARKER ET AL. Stuttgart, 2007. La edición presenta como texto base el ms.
35, un manuscrito bizantino del siglo XI. Cf. en línea: http://www.iohannes.com/byzantine/index.html
(consultado el 19 de diciembre de 2015).
19
B. ALAND / K. ALAND (†) / G. MINK / H. STRUTWOLF / K. WACHTEL, Novum Testamentum Graecum.
Editio Critica Maior IV. The Catholic Letters. Stuttgart, 2012, 2ª ed. rev.
20
J. HERNÁNDEZ, «Modern Critical Editions and Apparatuses of the Greek New Testament», a. c., p. 704,
señala que el diseño de la ECM anima a una interacción entre el texto y el aparato. Para evitar repetir el
lema concreto en el aparato, cada palabra del texto establecido lleva un número par y los espacios,
números impares. Hay lecturas alternativas válidas que se indican mediante un punto en negrita en la
primera línea del texto. Los lectores deben juzgar si el punto señala una lectura alternativa de «igual
valor» a la del texto establecido o una que simplemente no puede ser excluida.
21
Cf. en línea: http://www.uni-muenster.de/INTF/Genealogical_method.html (consultado el 19 de
diciembre de 2015).
8

textuales puede ser clasificado como antecesor potencial del otro si apoya más a
menudo una variante de la que puede derivarse la variante del otro testigo. Algunos
testigos tienen muchos antecesores potenciales, otros tienen pocos o solo uno. Los
porcentajes en los que hay acuerdo entre los testigos que se comparan son utilizados
para situar los antecesores potenciales de un testigo en un ranking según su grado de
relación22.
La reconstrucción del texto viene ayudada por la identificación del
Ausgangstext, el «texto inicial». El Ausgangstext no es el texto del autor ni el del
arquetipo de la tradición manuscrita (ni tampoco es idéntico al texto ecléctico de
UBS4/NA27). Es la forma del texto que está en el comienzo de una tradición textual o,
dicho con más precisión, «la forma de texto hipotéticamente reconstruida de la que
descienden todos los testimonios que sobreviven; una etapa intermedia entre la
formación literaria y el arquetipo de los manuscritos que se conservan»23. El
Ausgangstext podría corresponder con la línea primera del ECM, aunque se debe tener
en cuenta que la correspondencia completa no es posible, ya que no puede ser
establecido con seguridad en todas las variantes. Para la reconstrucción del texto se
identifican los manuscritos que tienen el «texto inicial» en cada carta y se sitúan en un
ranking –desde el primero hasta el quinto nivel– al examinar su coherencia genealógica.
La ECM entra también en diálogo con la tradición bizantina (desde que fue devaluada


22
Cf. en línea: http://www.nestle-aland.com/en/the-28-edition/revision-of-the-catholic-letters/
(consultado el 19 de diciembre de 2015). J. HERNÁNDEZ, «Modern Critical Editions and Apparatuses of
the Greek New Testament», a. c., p. 705, indica que de las 33 nuevas lecturas de las cartas católicas en la
ECM, siete suponen un regreso al texto de Wescott y Hort, y otras dos habían sido consideradas por
Wescott y Hort como lecturas que tenían una probabilidad razonable de autenticidad. De las 76 que
presentan una lectura alternativa, 19 suponen un retorno a Wescott y Hort, y seis eran consideradas por
los eruditos ingleses como candidatos serios al texto. La mayoría de los cambios se refieren al orden de
palabras o a la omisión de una palabra o parte de una palabra. Solo unas pocas llevan consigo una
diferencia semántica. De estas, por ejemplo, las más interesantes son la selección de οὐχ εὑρεθήσεται
sobre εὑρεθήσεται en 2 Pe 3,10, una conjetura sin apoyo de manuscritos griegos que se lee en el texto
sahídico y en algunos testigos de la Siriaca Philoxeniana. Otras lecturas con diferencia semántica son la
sustitución de µέρει por ὀνόµατι en 1 Pe 4,16 (una pura lectura bizantina) y de παρὰ κυρίῳ por παρὰ
κυρίου en 2 Pe 2,11. Por primera vez en un siglo, el texto ecléctico de las cartas católicas se aparta de
Wescott y Hort y, por extensión, del códice Vaticano. La distancia con estos es aún mayor si se adoptan
algunas de las lecturas alternativas.
23
M. W. HOLMES, «From “Original Text” to “Initial Text”: The Traditional Goal of New Testament
Textual Criticism in Contemporary Discussion», en B. D. EHRMAN / M. W. HOLMES (eds.), The Text of
the New Testament in Contemporary Research, o. c., pp. 637-688 (653). Cf. también K. WACHTEL / M.
W. HOLMES (eds.), The Textual History of the Greek New Testament: Changing Views in Contemporary
Research. Atlanta, 2011, pp. 2-8.
9

por Wescott y Hort), como se observa por la importancia que se le da a los testimonios
bizantinos a la hora de restaurar el texto24.
Con el fin de llevar a cabo la ECM, el INTF impulsó otros subproyectos. El
primero es la serie Text und Textwert der griechischen Handschriften des Neuen
Testaments («Texto y valor textual de los manuscritos del NT»), que se puso en marcha
con el fin de elaborar el aparato crítico de la ECM25. Otro lleva por título Das Neue
Testament auf Papyrus («El NT en papiro»), que presenta el texto de cada libro del NT
tal como viene atestiguado por los papiros que conservamos26.

3. Texto original y texto inicial

Del breve recorrido por las ediciones críticas se observa que, por un lado, se ha
progresado enormemente en el conocimiento del texto griego del NT y que, por otro,
ese conocimiento lleva consigo la conciencia de que el texto escapa a cualquier intento
de fijación definitiva. Ciertamente se han producido avances considerables que son
resultado de una grandísima erudición y de la capacidad de acceder a un número de
manuscritos cada vez mayor; además, las nuevas posibilidades que ofrecen los recursos
digitales son extraordinarias. Pero quizá lo que más sobresale en la historia reciente de
la edición del texto griego del NT es la comprensión que se tiene de este texto y su
actitud hacia él.
En la crítica textual nacida después del Renacimiento y hasta las últimas décadas
del siglo XX prevalecía la intención de fijar un texto completo y estable. Aunque se
sabía que este objetivo nunca llegaría a culminarse, en la práctica se pensaba que el
texto reconstruido a partir de los manuscritos disponibles era prácticamente el de los
documentos originales. A menudo se subrayaba que teníamos delante un texto casi


24
J. HERNÁNDEZ, «Modern Critical Editions and Apparatuses of the Greek New Testament», a. c., p. 706.
Los testigos bizantinos que tienen un apoyo superior al 70 % concuerdan con el texto establecido de las
cartas católicas en la mayoría de los casos en que hay variación textual. Con esta atención a la tradición
bizantina se recogen lecturas que nunca antes habían aparecido en un aparato crítico. A la vez se subrayan
las diferencias entre el texto bizantino y el texto mayoritario.
25
Lo que la serie pretende es mostrar los resultados de un conjunto de colaciones de manuscritos
realizadas por el Instituto. Estas colaciones se han llevado a cabo para diferenciar los manuscritos griegos
que contienen fundamentalmente la forma bizantina del texto de los que preservan otras formas más
primitivas. El primer volumen, dedicado a las cartas católicas, se publicó en 1987.
26
Existen publicados los volúmenes correspondientes a las cartas católicas (1986) y a las cartas paulinas
(Romanos - 1 y 2 Corintios, 1989, y Gálatas-Hebreos, 1994).
10

idéntico al que había salido de la mano de los autógrafos. La crítica textual no solo se
entendía mayoritariamente como la búsqueda de ese texto original, sino que además ese
objetivo no se cuestionaba. Era verdad que el texto se mostraba esquivo, pero su
fijación se consideraba realizable27.
Hoy en día no solo se tiene asumido que no es posible obtener el texto original,
sino que hasta la misma expresión «texto original» ha caído en desuso28. Así se percibe
en los distintos objetivos que se han ido marcando las sucesivas ediciones críticas.
Como se ha dicho, la 3ª edición de 1975 de las Sociedades Bíblicas y la 26ª edición, de
1979, de Nestle-Aland presentaban el mismo texto. Se trataba de un texto ecléctico
reconstruido principalmente sobre el tipo textual Alejandrino, a partir de los más
antiguos y, así considerados, «mejores» manuscritos, de manera particular el códice
Vaticano. En este sentido, la edición no era muy distinta de la de Wescott y Hort. Los
editores de las dos ediciones (UBS3/NA26), o por lo menos algunos de ellos, veían el
trabajo realizado como una recuperación de la literalidad del texto original o al menos
como una aproximación casi total a esa literalidad. No declaraban ser infalibles, pero el
texto de la NA26 presumía de ser prácticamente el mismo que el «texto original». En
cambio, catorce años después, en la 27ª edición de Nestle-Aland, de 1993, se observa un
cambio. Se indica expresamente que el texto que presenta tiene un carácter provisional y
se anima a los usuarios de la edición a utilizar el aparato crítico para verificar o corregir
ese texto. Ya no se afirma que el texto de la edición es un «texto estándar», sino que es
un texto reconstruido críticamente; se trata de un texto bien fundado, que es «útil para
trabajar»29. El cambio de actitud se observa también en el arriba mencionado proyecto
común del IGNTP y el INTF de Münster para la ECM, cuyo fin es establecer el «texto
inicial». Se ha llegado así a una situación en la que el texto y el aparato crítico están en


27
Cf. el análisis de M. W. HOLMES, «From “Original Text” to “Initial Text”», a. c., pp. 637-688. Cf.
también J. CHAPA, «Texto autoritativo y crítica textual: implicaciones teológicas del concepto “texto
original” del NT», en F. MILÁN (ed.), Revelación, Escritura, Interpretación. Estudios en honor del Prof.
D. Gonzalo Aranda Pérez. Pamplona, 2014, pp. 153-176 (155-161).
28
Quizá la razón de que ya no se utilice viene dada porque en buena medida se trata de una expresión que
admite varios sentidos, pues el texto original a veces se identifica con el «texto querido» por el autor;
otras, con el «texto autógrafo», o con el «texto primitivo», o con el «texto publicado». Cf. M. W.
HOLMES, «From “Original Text” to “Initial Text”», a. c., pp. 645-646, y J. HERNÁNDEZ, «Modern Critical
Editions and Apparatuses of the Greek New Testament», a. c., p. 703.
29
NA27.3, «Introduction», 2*: «This text is a working text […] it is not to be considered as definitive, but
as a stimulus to further efforts toward defining and verifying the text of the New Testament». Cf. también
M. W. HOLMES, «From “Original Text” to “Initial Text”», a. c., p. 653.
11

una relación simbiótica, cada uno ocupando su lugar en la reconstrucción e historia del
texto30.

4. Cuándo situar el «texto inicial»

Sin embargo, la determinación del «texto inicial» como objetivo de la crítica textual no
resuelve todos los problemas. La cuestión de cuándo situar ese texto es compleja, y las
respuestas no son coincidentes, puesto que entre el texto inicial y el texto original hay
un espacio temporal y conceptual que es susceptible de diversas interpretaciones. En
efecto, la información que se puede extraer de los fragmentos de los papiros más
antiguos del NT es discutible; el modo de citar el NT que tienen los Padres de la Iglesia
presenta enormes dificultades; el papel que jugó la oralidad en la composición de los
evangelios no está claro; los argumentos de tipo literario en la formación de los textos
autógrafos admiten varias interpretaciones, etc. Estas y otras cuestiones explican que
exista una diversidad de posturas sobre la relación entre texto original y texto inicial.
Por otra parte, la crítica textual no es una ciencia exacta ni aséptica y, por tanto, no
escapa a los condicionamientos de otras disciplinas, de modo que muchos de los
resultados dependen de los presupuestos hermenéuticos de quienes la practican31.

a) Fluidez y distanciamiento inicial

Sabemos que el texto del NT es el texto de la antigüedad mejor atestiguado. Pero


también sabemos que el 85 % de los manuscritos fueron copiados en el siglo XI o más
tarde, siendo escasísimos los testimonios que se conservan de finales del siglo II. Y
aunque existen fragmentos o manuscritos del siglo III de algunos libros como Juan,
Lucas y Pablo (P66, 75 y 46), no se conservan manuscritos de Marcos o de las cartas
católicas hasta el siglo IV. A eso se añade la dificultad para determinar si algunos de los
libros del NT fueron editados más veces por sus autores, si en algunos casos existieron
verdaderamente unos originales, si en ocasiones se realizaron varias copias de estos
libros o si los primeros copistas de estas obras funcionaron como escribas y autores al

30
J. HERNÁNDEZ, «Modern Critical Editions and Apparatuses of the Greek New Testament», a. c., p. 703.
31
Cf. M. W. HOLMES, «From “Original Text” to “Initial Text”», a. c., pp. 667-669.
12

mismo tiempo (cambiando palabras, alterando el texto y realizando nuevas


composiciones, etc.). En definitiva, cabe pensar que la actividad del autógrafo se ha
diluido en los muchos manuscritos que multiplican el texto, hasta el punto de no poder
distinguir entre las formas de los textos que fueron escritas y concebidas como tales por
los autores y los textos que fueron copiados y alterados por los escribas32.
De aquí se sigue que, a partir de los datos de que disponemos, no haya un
acuerdo en relación con el tiempo en el que se puede situar el hipotético texto inicial.
Las posturas más escépticas sobre la posibilidad de que exista una cercanía entre el
texto original y el texto inicial asumen una gran fluidez de los textos no solo durante las
primeras décadas de su composición, sino también a lo largo del siguiente siglo. Como
mucho –dicen–, únicamente podemos llegar a conocer un texto que se sitúa a finales del
siglo II. Por ejemplo, Trobisch entiende que el arquetipo de prácticamente todos los
manuscritos del NT que conservamos es una edición del NT –que también incluía la
Septuaginta– realizada a mitad del siglo II33. Es decir, el texto que nos ha llegado solo
reflejaría el texto de esa edición canónica del que proceden las variantes que
conocemos, sin que sea posible el acceso a formas textuales anteriores. Para Trobisch, la
crítica textual tendría por objetivo reproducir un texto griego lo más cercano posible a
esa editio princeps del siglo II.
Otros, como Petersen y en cierta medida Köster o Parker, sostienen que el texto
de que disponemos en la actualidad no refleja en absoluto el de los autógrafos, ya que
durante las primeras décadas y a lo largo del siglo II la situación del texto era caótica34.
Afirman que no conocemos casi nada de los textos originales, y que el texto griego de
las ediciones críticas modernas se remonta a finales de ese siglo. Prueba de ello, en
opinión de Petersen, es que la mayor parte de los pasajes del NT aparentemente citados
por los Padres apostólicos y que encuentran paralelos reconocibles en el texto actual


32
Cf. ibid., pp. 671-672; J. CHAPA, «Texto autoritativo y crítica textual», a. c., pp. 159ss.
33
D. TROBISCH, The First Edition of the New Testament. Nueva York, 2000.
34
H. KOESTER, «The Text of the Synoptic Gospels in the Second Century», en W. L. PETERSEN (ed.),
Gospel Traditions in the Second Century: Origins, Recensions, Text, and Transmission. Notre Dame,
1989, pp. 19-37; ID., Ancient Christian Gospels: Their History and Development. Londres, 1990; W. L.
PETERSEN, «The Genesis of the Gospels», en A. DENAUX (ed.), New Testament Textual Criticism and
Exegesis: Festschrift J. Delobel. Lovaina, 2002, pp. 33-65; ID., «What Text Can New Testament Textual
Criticism Ultimately Reach?», en B. ALAND / J. DELOBEL (eds.), New Testament Textual Criticism,
Exegesis, and Early Church History (CBET 7). Kampen, 1994, pp. 136-51; D. C. PARKER, An
Introduction to the New Testament Manuscripts and their Texts. Cambridge, 2008, pp. 117-118.
13

presentan formas textuales diferentes. Considera que el texto que conocemos ahora es,
como muy pronto, posterior al 18035.
Aunque los argumentos tienen cierto peso, hay que decir que presentan también
puntos flacos. La tesis de Trobisch no explica bien cómo es que hay tanta variedad en el
orden y contenido de los manuscritos que conservamos, si todo procede de una presunta
edición canónica; ni cómo continuaron las discusiones sobre el canon en siglos
posteriores, si en el siglo II ya existía ese canon36. Por su parte, muchas de las
afirmaciones de Petersen necesitan ser demostradas37. Además, es conocido que el
modo de citar la Escritura por los Padres apostólicos presenta enormes dificultades38. Es
verdad que junto con tradiciones escritas se dieron otras orales que fueron utilizadas por
los autores cristianos, y también se sabe que algunas de ellas eran diversas de las que se
encuentran en los textos de los evangelios tal como aparecen cerca del 180; pero esto no
demuestra que el texto de los evangelios a finales del siglo I fuera diverso del texto de
esos evangelios alrededor del 180 o después de esa fecha39.
Por otra parte, sorprende que, en el caso de los evangelios, dentro de las
fluctuaciones que se observan en los fragmentos más antiguos que nos han llegado,
haya tanta uniformidad. Si los evangelios no se remontan a unos originales bien
definidos y fueron alterándose a medida que pasaba el tiempo, esperaríamos más
diversidad de texto entre los testimonios que conservamos. Es verdad que ninguno de
los antiguos fragmentos del NT presenta un texto igual a otro, pero las diferencias no
impiden deducir un mismo original que se ha transmitido con cierta fidelidad. Las
variaciones no son sustanciales y permiten fácilmente reconocer ese texto.

b) Proximidad entre texto original y texto inicial


35
Los evangelios, en consecuencia, serían obras parecidas entre sí, en cuanto que todas ellas pertenecen a
una tradición que se puede individuar respecto a otras tradiciones, pero con diferencias de estructura y
contenido tan sorprendentes que no sería posible distinguir entre formas de textos que fueron escritas por
los autores y concebidas como tal por ellos y los textos que fueron copiados y alterados por los escribas.
Cf. M. W. HOLMES, «Text and Transmission in the Second Century», en R. B. STEWART (ed.), The
Reliability of the New Testament: Bart D. Ehrman and Daniel B. Wallace in Dialogue. Minneapolis,
2011, pp. 61-79 (68-75); J. CHAPA, «Texto autoritativo y crítica textual», a. c., pp. 160-161.
36
M. W. HOLMES, «Text and Transmission in the Second Century», a. c., pp. 62-65.
37
Ibid., p. 72.
38
Cf. C. E. HILL, «“In These Very Words”: Methods and Standards of Literary Borrowing in the Second
Century», en C. E. HILL / M. J. KRUGER, The Early Text of the New Testament. Oxford, 2012, pp. 261-
281.
39
M. W. HOLMES, «Text and Transmission in the Second Century», a. c., p. 73.
14

Por ello hay también quien adopta una actitud más positiva sobre la posibilidad de
llegar a un texto inicial cercano o muy cercano al de los autógrafos. Quizá los
exponentes más conocidos de esta posición, que por otra parte es la que se encuentra
latente en la mayoría de las personas que trabajan con el texto del NT, aunque no la
expresen, son Kurt y Barbara Aland. En su manual sostienen que la transmisión de la
tradición textual del NT se caracteriza por una impresionante «tenacidad»40. Una vez
que una lectura aparece, persiste obstinadamente. Por ello, la lectura original tiene que
encontrarse en algún sitio de la tradición textual. Lo que hay que hacer es intentar
identificarla. Más aún, afirman que allí donde no existe una gran profusión de variantes,
el texto no ha sido alterado. Así pues, una vez que se ha determinado el texto más
antiguo que se haya podido recuperar, en la práctica ese texto se identifica con el «texto
original». Para los Aland, el texto que aparece en los manuscritos del siglo III es
esencialmente el mismo que el que publicó el autor.
Esto tiene probablemente mucho de verdad, es decir, la gran mayoría del texto
original se ha conservado en la tradición textual. Pero también se debe reconocer que no
puede llevarse hasta las últimas consecuencias. Hay casos en que no podemos estar
seguros de que haya un grupo de testigos que preserven el texto original. De hecho, a
falta de una solución mejor, en ocasiones la reconstrucción del texto actual es una mera
conjetura; en otras, el texto de todos los manuscritos deriva de un homoteleuton o de
otro tipo de error, ya que el texto griego carece de sentido; en otras, la lectura original
no se conocía hasta que la fortuna quiso que apareciera un manuscrito que la
transmitiese, etc. Es decir, no se puede afirmar con seguridad que la lectura original se
haya conservado en alguno de los manuscritos que tenemos41.
En cualquier caso, la postura de los Aland, o la de otros autores que se alinean
con ella, admite la posibilidad de llegar a establecer un «texto inicial» (Ausgangtext)
cercano al original, bien mediante la búsqueda de una aproximación al texto arquetipo,
es decir, al estado textual más antiguo al que se puede llegar42, o bien intentando
«identificar las etapas recuperables más antiguas de la transmisión del texto» para


40
K. ALAND / B. ALAND, The Text of the New Testament: An Introduction to the Critical Editions and to
the Theory and Practice of Modern Textual Criticisms. Grand Rapids, 1995, p. 56.
41
M. W. HOLMES, «Text and Transmission in the Second Century», a. c., pp. 65-68.
42
Cf. M. W. HOLMES, «From “Original Text” to “Initial Text”», a. c., pp. 651-653 y 663, quien remite
para esta comprensión a la ECM y a R. HENDEL, «The Oxford Hebrew Bible: Prologue to a New Critical
Edition», en Vetus Testamentum 58 (2008), pp. 324-351.
15

reconstruir algunas de las características del texto original43. Son finalidades que dejan
abierta la posibilidad de investigar una etapa inicial en la historia de la transmisión del
texto.

5. Un texto viviente

Un dato innegable es, sin embargo, que el texto que conocemos, sea más o menos
cercano a los originales, nunca se reprodujo de modo idéntico. No hay ningún
manuscrito que sea exactamente igual a otro. En todos se introdujeron variantes; unas
veces, las más, por errores involuntarios de los copistas; otras, por voluntad del escriba,
que por algún motivo juzgaba que el texto debía ser corregido o alterado.

a) Variantes y «corrupción» del texto

Hasta hace relativamente poco, la crítica textual llamaba a estos cambios


«corrupciones» del texto (y en cierto sentido lo son). Se partía de la existencia de un
original que se corrompía en el proceso de copia. Por el contrario, hoy en día, en buena
parte por la constatación de que es imposible llegar al texto original y en parte también
por la sensibilidad del mundo posmoderno en que vivimos, las variantes ya no se juzgan
como corrupciones del texto, sino como lecturas válidas en sí mismas para conocer el
mundo social y religioso que está detrás de ellas. Se ha producido un cambio de
perspectiva que encuentra considerable eco en la crítica textual contemporánea.
Comparemos la definición clásica de Paul Maas con la más reciente de Eldon
Epp. La del profesor alemán dice así: «La crítica textual se esfuerza en producir un texto
lo más cercano posible al original»44. La de Epp, de 2015, es mucho más sofisticada y
reza así: «La crítica textual del NT, empleando aspectos que son propios tanto de la
ciencia como del arte, estudia la transmisión del texto del NT y los manuscritos que
facilitan esa transmisión, con el objetivo unitario de establecer el texto más antiguo que
se puede obtener (que sirve como texto base) y, al mismo tiempo, de evaluar las

43
Cf. M. W. HOLMES, «From “Original Text” to “Initial Text”», a. c., pp. 656-662.
44
P. MAAS, Textual Criticism. Oxford, 1958 (trad. de Textkritik. Leipzig, 31957), p. 1: «The business of
textual criticism is to produce a text as close as possible to the original».
16

variantes textuales que emergen de ese texto base, de manera que se puedan escuchar
las narrativas del pensamiento y de la vida cristiana que son inherentes a la amplia
diversidad de variantes significativas»45.
Como se puede observar, la definición no solo es más extensa y está muy
matizada, sino que además se refiere a los criterios que se utilizan para dar prioridad a
ciertas lecturas y alude también a cómo se practica esta disciplina en la actualidad. En
concreto, muestra el interés por las variantes no solo en cuanto medio para obtener el
texto inicial, sino como transmisoras de información para conocer mejor la vida de las
Iglesias primitivas. Si con anterioridad casi todas las variantes eran descartadas, ahora
muchas de ellas, sobre todo aquellas que son significativas, merecen ser estudiadas por
derecho propio en cuanto que tienen algo que contar. Por esta razón se ha denominado a
esta modalidad de crítica textual «crítica textual narrativa»46.

b) Variantes que cuentan historias

Es verdad que la crítica textual narrativa no es una novedad absoluta, ya que pueden
encontrarse precedentes en trabajos de Kirsopp Lake y Rendel Harris a comienzos del
siglo XX. Pero, sin duda, los estudios de Epp, Ehrman y Parker, cada uno desde su
propia perspectiva, han suscitado un renovado interés en el estudio del manuscrito en
cuanto tal como testigo de un modo de leer e interpretar el texto que tiene interés por sí
mismo47.
Los inicios recientes de este nuevo modo de hacer se remontan a un trabajo de
Epp sobre las tendencias antijudías del códice Beza. En él mostraba que casi el 40 % de
las variantes presentes en los Hechos de los Apóstoles pueden tener su origen en un


45
E. J. EPP, «Critical Editions and the Development of Text-Critical Methods, Part 2: From Lachmann
(1831) to the Present», en J. RICHES (ed.), The New Cambridge History of the Bible. IV. From 1750 to the
Present. Cambridge, 2015, pp. 13-48 (47-48).
46
Cf. C. CLIVAZ, «The New Testament at the Time of the Egyptian Papyri. Reflections based on P12, P75
and P126 (P. Amh. 3B, P. Bod. XIV-XV and PSI 1497)», en C. CLIVAZ / J. ZUMSTEIN, con J. READ-
HEIMERDINGER / J. PAIK (eds.), Reading New Testament Papyri in Context – Lire les papyrus du Nouveau
Testament dans leur contexte (BETL 242). Lovaina, 2011, p. 17, donde la autora remite a los que han
utilizado este término: Parker, Epp y Shepherd.
47
Para más detalles, cf. J. CHAPA, «The Contribution of Papyrology in the Interpretation of the Gospels»,
en B. ESTRADA / E. MANICARDI / A. PUIG I TÀRRECH (eds.), The Gospels: History and Christology. The
Search of Joseph Ratzinger – Benedict XVI. Roma, 2013, pp. 81-149 (128-140), y «Texto autoritativo y
crítica textual», a. c., pp. 161-163.
17

prejuicio antijudío48. Epp pone de manifiesto que esta tendencia se descubre sobre todo
al subrayar la hostilidad de los judíos hacia Jesús y su responsabilidad en su muerte, en
el mayor interés en el papel del Espíritu Santo para distinguir al cristianismo del
judaísmo o en textos que se refieren a la persecución sufrida por los apóstoles a manos
de los judíos. Posteriormente, el profesor americano ha seguido profundizado en esta
línea y ha analizado la «multivalencia» del término «texto original», señalando la
importancia que tiene para la crítica textual el que se dé a las variantes significativas
que a menudo se rechazan el mismo reconocimiento que a las situadas en el texto49.
Para él, estas variantes pueden desvelar aspectos de la vida y el pensamiento de las
comunidades cristianas en diversos períodos de la historia de la Iglesia.
Bart Ehrman, por su parte, en su muy citada obra La corrupción ortodoxa de la
Escritura, ha defendido que los escribas de los siglos II y III realizaron cambios en los
textos del NT por razones teológicas50. Los copistas hicieron decir a los textos lo que
ellos pensaban que debían decir. Empujados por un deseo de defender la ortodoxia de la
fe que confesaban, corrompían la Escritura. Así, Ehrman considera que muchas
variantes del NT han surgido en el contexto de debates cristológicos para evitar
interpretaciones que los escribas juzgaban heréticas (sobre todo interpretaciones
adopcionistas, separacionistas, docetas y patripasianas). Modificaban las palabras de los
manuscritos para defender el cristianismo «ortodoxo» y oponerse con más fuerza a
judíos, paganos, herejes y mujeres51.
Por otra parte, David Parker se centra en el estudio de los textos tal como nos
han llegado. Le interesa el texto de un manuscrito concreto y la interpretación del texto
que ese manuscrito transmite. Su obra programática es The Living Text of the Gospels52,


48
E. J. EPP, The Theological Tendency of Codex Bezae Cantabrigiensis in Acts. Cambridge, 1966.
49
E. J. EPP, «The Multivalence of the Term “Original Text” in New Testament Textual Criticism», en
HTR 92 (1999), pp. 245-281 (= Perspectives on New Testament Textual Criticism. Collected Essays
1962-2004 (NovTSup 116). Leiden-Boston, 2005, pp. 551-593).
50
B. D. EHRMAN, The Orthodox Corruption of Scripture. The Effect of Early Christological
Controversies on the Text of the New Testament. Oxford - Nueva York, 1993.
51
Una síntesis de sus posturas se puede encontrar en B. D. EHRMAN, Studies in the Textual Criticism of
the New Testament (NTTS 33). Leiden - Boston, 2006, pp. 307-324 y 325-342. Un alumno de Ehrman,
W. C. KANNADAY, Apologetic Discourse and the Scribal Tradition: Evidence of the Influence of
Apologetic Interests on the Text of the Canonical Gospels. Atlanta, 2004, se sitúa en la misma línea y
pone de relieve las variantes que, a su juicio, introdujeron los escribas llevados por intereses apologéticos
en las controversias con los paganos. Cf. J. CHAPA, «Texto autoritativo y crítica textual», a. c., pp. 161-
162.
52
D. C. PARKER, The Living Text of the Gospels. Cambridge, 1997. Cf. también las implicaciones de su
tesis en relación con el «texto original» señaladas por E. J. EPP, «The Multivalence of the Term “Original
18

aunque sus posturas se descubren en otras importantes contribuciones53. También para


él las diversas lecturas permiten echar una mirada a la vida de la primitiva Iglesia,
cuando los escribas y lectores cristianos utilizaron e interpretaron los textos de la
Escritura. Las múltiples variantes textuales ofrecen significados alternativos que se
encontraban latentes en los textos, revelando preocupaciones éticas y teológicas de la
época en que se copiaron. Parker prefiere encontrar la historia que cuenta cada variante,
especialmente aquellas que han sido rechazadas54. Las variantes que, por ejemplo, se
encuentran en el texto del Padrenuestro o en los dichos de Jesús sobre el divorcio o en
los diversos finales de Marcos revelan una colección de reescrituras interpretativas de
una tradición. En definitiva, el texto es en ocasiones muy libre, pero más que nada es un
texto vivo. Solo más tarde, en el Renacimiento, ese texto se momifica, cuando se
empieza a transmitir de forma impresa55.
Su tesis ha suscitado interés y polémica, sobre todo por la comprensión que tiene
del período inicial de formación del NT, cuando a su juicio existía un remarkably free
text, y por el modo de entender los evangelios, que, según él, son el tipo de texto que no
tiene originales56. En cualquier caso, en cierto sentido resulta positivo, en mi opinión, el
énfasis que pone en la multiplicidad del texto. En los comienzos, y de alguna manera
hasta nuestros días (dada la multiplicidad de versiones), ninguna comunidad cristiana ha
tenido exactamente el mismo texto que el de las demás comunidades. No solo los
manuscritos presentaban a veces cambios en el orden de las palabras, omisiones o
pequeños añadidos, etc., sino que en algunos casos las diferencias eran más notables.
Podían tener o no tener la perícopa de la adúltera, un diverso final de Marcos, un dicho
no canónico, etc. De ahí que Parker insista en que esta diversidad hace patente la falta
de fundamento de una religión cristiana basada en la identificación de la Palabra de
Dios con la literalidad exacta de un supuesto texto impreso57.


Text” in New Testament Textual Criticism», a. c., pp. 264-266 (= Perspectives on New Testament Textual
Criticism, o. c., pp. 572-575).
53
D. C. PARKER, An Introduction to the New Testament Manuscripts and their Texts, o. c., y Manuscripts,
Texts, Theology. Collected papers 1997-2007. Berlín, 2009.
54
Ver E. J. EPP, «Critical Editions and the Development of Text-Critical Methods», a. c., p. 47.
55
D. C. PARKER, The Living Text of the Gospels, o. c., p. 189. Cf. J. CHAPA, «The Contribution of
Papyrology in the Interpretation of the Gospels», a. c., p. 136.
56
D. C. PARKER, The Living Text of the Gospels, o. c., p. 7, afirma que el libro trata de responder a esta
cuestión.
57
No han faltado algunas consideraciones sobre cómo la imposibilidad de llegar al texto original afecta a
la comprensión del principio de la sola Scriptura. Cf. J. CHAPA, «Texto autoritativo y crítica textual», a.
c., pp. 166-169.
19

c) Multiplicidad de textos y autoridad textual

Por otra parte, resulta interesante la concepción que Parker defiende contundentemente
de que los manuscritos reflejan una tradición y son también tradición58. En esto parece
como si volviéramos a épocas pasadas, pues algunas de las críticas que ha recibido son
análogas a las que sufrió Richard Simon cuando en el siglo XVII afirmaba:

Il n’y aurait même aujourd’hui aucun exemplaire du Nouveau Testament, ni


Grec, ni Latin, ni Syriaque, ni Arabe, qu’on pût appeler véritablement authentique,
parce qu’il n’y en a pas un en quelque langue qu’il soit écrit, qui soit entièrement
exempt d’additions. Je puis même assurer que les copistes grecs ont pris une très-grande
liberté en décrivant leurs exemplaires59.

Simon, al subrayar que no podemos saber cuáles son las palabras exactas de la
Escritura, por la gran variedad de manuscritos, defendía la necesidad de la Tradición y
mostraba que el principio de la sola Scriptura no se sostenía. Por eso no le faltaron
respuestas y críticas procedentes del mundo protestante, principalmente en Inglaterra y
Alemania, que fueron acompañadas de una crítica textual centrada en el logro de las
palabras originales del NT60.
Parece que, a la vuelta de los siglos, hay que darle la razón a Simon, al menos en
cierto sentido. El énfasis en el texto bíblico por parte de los biblistas herederos de la
Reforma ha dominado el modo de hacer exégesis. Quizá los avances recientes en crítica
textual puedan servir para equilibrar la balanza y evitar peligros de «bibliolatría» o
biblicismo. En los orígenes cristianos no existía un solo texto normativo. En cambio,
existía una Palabra autoritativa que se manifestaba parcialmente en un texto que
adquiría diversas formas en distintos testigos. En este sentido es verdad que, por
ejemplo, la variedad de textos que contienen los dichos de Jesús sobre el matrimonio y
el divorcio no permite establecer un precepto literal del Señor al respecto. Los textos

58
D. C. PARKER, The Living Text of the Gospels, o. c., p. 209; ID., «Scripture is Tradition», en Theology
94 (1991), pp. 11-16 (= Manuscripts, Texts, Theology, o. c., pp. 265-272). Cf. J. CHAPA, «The
Contribution of Papyrology in the Interpretation of the Gospels», a. c., p. 136.
59
R. SIMON, Histoire critique du texte du Nouveau Testament. Róterdam, 1689, p. 79.
60
Cf. B. D. EHRMAN, Misquoting Jesus. The Story Behind Who Changed the Bible and Why. Nueva York,
2005, pp. 102-105.
20

solos y las tradiciones solas, aisladamente, no pueden constituir la última palabra sobre
lo que los cristianos deben creer.
La multiplicidad de textos testimonia una Palabra autoritativa que no se
circunscribe a esos textos. Testimonia una Palabra que está en relación directa con la
regla de fe. Si se hace recaer la autoridad del texto en su condición de texto original
autográfico, entonces es razonable que se cuestione esa autoridad, dado que no sabemos
cuál es el texto que escribió el autor. Si, en cambio, se entiende que esos libros han sido
compuestos en una comunidad de fe que existía antes que los libros –Israel y la Iglesia–,
la autoridad viene garantizada por la fe de esa comunidad creyente. A los cristianos que
se bautizaban no les entregaban una Biblia, sino que con el bautismo hacían una
profesión de fe y se alimentaban de la Palabra y de la eucaristía. Es significativo que la
Iglesia no canoniza textos, sino libros, algo que todavía resulta más evidente en el caso
del AT. Los Padres de la Iglesia eran conscientes de la multiplicidad de textos y no por
ello se inquietaban. Lo que les importaba era que esos libros fueran interpretados según
la fe de la comunidad que los transmitía. La fe de la Iglesia permite no empequeñecer la
Escritura (circunscribiéndola a un hipotético texto), sino dejar que esta –la Escritura–
sea lo que es y tenga la autoridad que tiene61.

Conclusión

El recorrido por las ediciones críticas del NT nos hace ver que toda edición es hija de su
tiempo. A la vez, el estudio cada vez más exhaustivo de los manuscritos y de los hábitos
de los copistas ha puesto de manifiesto la imposibilidad de recuperar el «texto original»
y ha centrado la finalidad de la crítica textual en el «texto inicial», en cuanto que es un
«texto adecuado para trabajar». El fin penúltimo ha reemplazado al fin último y, aunque
los cambios en el texto son mínimos, el giro conceptual es notable62. Los usuarios de las
nuevas ediciones críticas no tienen delante una edición con un texto definitivo o cuasi-
definitivo, sino que ahora son invitados a utilizar ellos mismos el aparato crítico para
revisar el texto.


61
Para más detalle, cf. J. CHAPA, «Texto autoritativo y crítica textual», a. c., pp. 172-175.
62
J. HERNÁNDEZ, «Modern Critical Editions and Apparatuses of the Greek New Testament», a. c., p. 707.
21

Además, las posibilidades que ofrecen las ediciones electrónicas suponen una
revolución para la crítica textual63. El aparato crítico tendrá carácter interactivo. Se
podrán crear ediciones del texto griego del NT que ofrezcan una variedad de
transcripciones. De ellas, cualquier manuscrito podrá servir como texto base y los
aparatos podrán aparecer en varios formatos, mientras que estarán disponibles
transcripciones e imágenes de algunos testigos selectos64. El usuario será capaz de
comprobar y evaluar por sí mismo las decisiones editoriales. Lo que antes estaba
reservado a unos pocos ahora estará al alcance de todos. Las principales variantes
podrán remitirse con un clic a un foro de discusión con las imágenes de los principales
manuscritos, tal como puede verse en el prototipo de lo que será la página web de la
NA28 o en la web del IGNTP65, y servirán para poner a disposición un aparato que
permita tomar las propias decisiones textuales, como sucede con el proyecto Textual
Criticism Chart Timesaver, creado por Dan Wallace66. En palabras de Parker, el texto
críticamente reconstruido será «una percha en la que colgar otras clases de
información»67. La atención ahora ha pasado del texto a los aparatos y a las
transcripciones. Se nos invita a todos a reconstruir nuestro propio texto68.
La invitación es sugerente, pero también hay que reconocer que antes de
reconstruirlo habrá que sopesar lo que otros han hecho y por qué lo han hecho. En este
sentido, la crítica textual seguirá dependiendo en buena medida de los expertos. Pero no
cabe duda de que contamos ahora con muchos más medios para juzgar lo que estos
expertos hacen.


63
C. CLIVAZ, «The New Testament at the Time of the Egyptian Papyri», a. c., pp. 15-55 (18-38).
64
D. C. PARKER, «Through a Screen Darkly: Digital Texts and the New Testament», en Journal for the
Study of the New Testament 25 (2003), pp. 395-411 (= Manuscripts, Texts, Theology, o. c., pp. 287-303).
65
Cf. en línea: http://nttranscripts.uni-muenster.de/AnaServer?NTtranscripts+0+start.anv y
http://www.iohannes.com/XML/start.xml (consultado el 19 de diciembre de 2015).
66
En línea: http://www.nttextualcriticism.com/About.aspx (consultado el 19 de diciembre de 2015). Cf.
C. CLIVAZ, «The New Testament at the Time of the Egyptian Papyri», a. c., p. 30.
67
D. C. PARKER, «Through a Screen Darkly», a. c., p. 404 (= Manuscripts, Texts, Theology, o. c., p. 295).
68
J. HERNÁNDEZ, «Modern Critical Editions and Apparatuses of the Greek New Testament», a. c., p. 707.

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