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“AÑO DEL DIÁLOGO Y LA RECONCILIACIÓN

NACIONAL”

ESCUELA PROFESIONAL DE EDUCACIÓN INICIAL


TEMA

TRASTORNOS CEREBARLES Y
CRIMINALIDAD
DOCENTE :GERARDO QUISPE A.
CURSO :CRIMINOLOGIA
CICLO :V
ESTUDIANTE :
OSORIO ALVAREZ MARIA LUZ
LASANTA BEJAR SANDY PAOLA

ANDAHUAYLAS – APURÍMAC
2018
PRESENTACIÓN

Presentamos el siguiente trabajo monográfico


titulado: TRASTORNOS CEREBRALES Y
CRIMINALIDAD con el objetivo de contribuir al
conocimiento de todos nuestros compañeros y de la
importancia de tiene este tema el aborto así también
todos los datos referentes que hemos podido aprender
con la finalidad de aprender y sea útil para nuestra
formación profesional.

2
AGRADECIMIENTO

Agradezco a la Universidad Tecnológica de los andes y


al docente del curso por aportar a nuestra formación
profesional.

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DEDICATORIA

A ti mi Divino Dios pues que me diriges por el mejor


camino en mi vida, y me das la salud y la sabiduría
para alcanzar todas mis metas.

A mis padres quienes siempre creen en mí y me dan


todo su amor su comprensión, sus consejos, su
compañía y su apoyo a cada momento de mi vida

A mis maestros que día a día se esfuerzan por


compartir sus conocimientos y enseñanzas los cuales
forman parte de mi preparación como estudiante y
como profesional.

A mi grupo de compañeros y compañeras de clases


quienes me brindan su apoyo y su ayuda
incondicional

Gracias a todos y a ti Dios Gracias por hacer que


todos ellos formen parte de mi vida.

Los quiero inmensamente.

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INDICE
PRESENTACIÓN ....................................................................................................................... 2
AGRADECIMIENTO ................................................................................................................ 3
DEDICATORIA .......................................................................................................................... 4
INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................. 6
TRANSTORNOS CEREBRALES ......................................................................................................... 7
Factores psicológicos: ............................................................................................................... 8
Factores biológicos:................................................................................................................... 9
Factores familiares: ................................................................................................................... 9
Factores sociales: ...................................................................................................................... 9
CRIMINALIDAD Y ENFERMEDAD MENTAL ................................................................................... 10
RETRASO MENTAL ................................................................................................................... 12
Trastornos relacionados con sustancias ................................................................................. 13
Trastornos en el control de los impulsos. ............................................................................... 15
Trastornos de personalidad. Trastorno antisocial de la personalidad .................................... 16
PRINCIPALES TRASTORNOS CLÍNICOS ASOCIADOS AL COMPORTAMIENTO CRIMINAL ............. 17
Trastorno Negativista desafiante ............................................................................................ 17
Trastorno explosivo intermitente ........................................................................................... 18
Trastorno de la conducta ........................................................................................................ 18
Agresión a personas y animales: ............................................................................................. 18
Destrucción de la propiedad: .................................................................................................. 18
Engaño o robo: ........................................................................................................................ 18
Incumplimiento grave de las normas ...................................................................................... 19
Falta de remordimiento o culpabilidad, .................................................................................. 19
Insensibilidad, carencia de empatía. ....................................................................................... 19
Despreocupación por su rendimiento. ................................................................................... 19
Afectividad superficial o deficiente. ........................................................................................ 19
CONCLUSIONES ........................................................................................................................... 21
BIBLIOGRAFIA .............................................................................................................................. 22
ANEXOS ....................................................................................................................................... 23

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INTRODUCCIÓN
Es frecuente, para los legos en salud mental, creer que la frontera entre la
condura y la locura es muy nítida y que todo aquel que no sea un “enfermo mental
declarado” cuando delinque debería ser enviado directamente a la cárcel.

Sin embargo, existen muchos casos en los que los límites entre lo que es y no
es enfermedad mental son borrosos. En este tema nos ocuparemos de aquellos
delincuentes que presentan una intensa desconexión con la realidad y en los que
su actividad delictiva se ha producido como consecuencia de dicha alteración:

 Los esquizofrénicos (en sus distintas manifestaciones)


 Aquellos que sufren un trastorno bipolar
 Los que están afectados de trastornos depresivos graves

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TRANSTORNOS CEREBRALES
Los trastornos neurológicos son enfermedades del sistema nervioso central y
periférico, es decir, del cerebro, la médula espinal, los nervios craneales y
periféricos, las raíces nerviosas, el sistema nervioso autónomo, la placa
neuromuscular, y los músculos. Entre esos trastornos se cuentan la epilepsia,
la enfermedad de Alzheimer y otras demencias, enfermedades
cerebrovasculares tales como los accidentes cerebrovasculares, la migraña y
otras cefalalgias, la esclerosis múltiple, la enfermedad de Parkinson, las
infecciones neurológicas, los tumores cerebrales, las afecciones traumáticas
del sistema nervioso tales como los traumatismos craneoencefálicos, y los
trastornos neurológicos causado por la desnutrición.
El sistema nervioso puede verse afectado por numerosas infecciones:
bacterianas (por ejemplo, Mycobacterium tuberculosis y Neisseria
meningitides), víricas [por ejemplo, virus de inmunodeficiencia humana (VIH),
enterovirus, virus del Nilo Occidental y virus de Zika], fúngicas (por ejemplo,
Cryptococcus y Aspergillus) y parasitarias (por ejemplo, paludismo y
enfermedad de Chagas). Los síntomas neurológicos pueden deberse a la
infección en sí misma o a la respuesta inmunitaria.
Cientos de millones de personas en todo el mundo sufren trastornos
neurológicos. Más de 6 millones de personas mueren cada año por accidentes
cerebrovasculares, y más del 80% de estas muertes se producen en países
de ingresos bajos o medianos. Más de 50 millones de personas en todo el
mundo tienen epilepsia. Según los cálculos, 47,5 millones de personas en
todo el mundo padecen demencia, y se diagnostican 7,7 millones de casos
nuevos cada año – la enfermedad de Alzheimer es la causa más común de
demencia y puede contribuir al 60%-70% de los casos. La prevalencia de la
migraña es superior al 10% en todo el mundo.

En primer lugar, debe quedar claro que la enfermedad mental grave explica
tan solo un pequeño porcentaje de la criminalidad violenta y así lo afirma la
Asociación Americana de Psiquiatría (APA): “la mayor parte de las personas
violentas no sufren enfermedad mental; con tratamiento la persona con
enfermedad mental no es más peligrosa que la población general…”

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Sin embargo, múltiples estudios científicos han concluido que las personas
con desórdenes psiquiátricos severos que tienen prescrito tratamiento
inadecuado o no lo siguen, son más propensas a ser violentas que la
población general. Esto, en parte, puede explicarse por la estrecha relación
existente entre el trastorno mental y el riesgo de exclusión social. Estar
afectado por una enfermedad mental supone una alta vulnerabilidad
psicosocial, una de cuyas consecuencias pueden ser verse envuelto en
conductas transgresoras delictivas, con el consiguiente aumento de
probabilidad de entrar en los circuitos judicial-penal-penitenciarios.

Desorden mental y delito son fenómenos de distinta naturaleza, pero existen


ciertos aspectos de la realidad que los vincula: hay enfermos que cometen
delitos, y delincuentes que presentan problemas de salud mental. Así, una de
las cuestiones más inquietantes es la contribución de la enfermedad mental a
la producción de delitos. Es un tema controvertido, abierto a debate, sobre el
que se suele discutir más desde los prejuicios que desde el conocimiento de
la realidad. Con respecto a esto, hemos de afirmar que las causas de los
delitos son múltiples y hay que buscarlas en cada caso atendiendo a las
características del autor, del contexto y de la víctima. Los delitos son, en
ocasiones hechos insólitos en la vida de una persona, y otras veces son
elementos de una verdadera «carrera delictiva». Por lo general, operan
factores y circunstancias distintas en uno y otro caso. En cuanto a algunos
factores de riesgo comunes de la conducta delictiva:

Factores psicológicos: aspectos como la inestabilidad emocional, alta


impulsividad, baja empatía, déficit de adaptación al entorno y sentimientos de
inferioridad son algunas de las características comunes en sujetos que se ven
envueltos en conductas delictivas. Dichas características, pueden englobarse
en múltiples trastornos mentales. En relación con lo anterior, existen
abundantes estudios sobre la prevalencia de trastornos mentales en
delincuentes, por ejemplo, el estudio PRECA (2011) que encontró en una
muestra de 783 varones en cinco prisiones españolas la prevalencia de algún
trastorno mental en el 85% de ellos. Siendo los predominantes los Trastornos

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de personalidad (80%), el abuso de sustancias (76%) y la patología psicótica
(10%).

Factores biológicos: lesiones cerebrales, baja actividad del lóbulo frontal


(relacionado con la psicopatía) y baja inteligencia son también comunes en
algunos delincuentes.

Factores familiares: crianza en familias desestructuradas, negligencia o


ausencia de los padres, violencia doméstica, y abusos sexuales, físicos o
emocionales son comunes y, en muchas ocasiones, parecen tener un papel
causal de los actos delictivos.

Factores sociales: bajo nivel socioeconómico y cultural, crianza deficitaria,


círculo social marcado por la delincuencia, y rechazo social que genera
inadaptación suelen también encontrarse presentes en los sujetos que
cometen delitos.

Existe abundante evidencia sobre la función del trastorno mental como factor
de riesgo para la delincuencia, de hecho, la mayor parte de los delincuentes
y, especialmente los violentos y los que atentan contra la libertad sexual, tiene
diagnosticado algún trastorno mental a nivel histórico, es decir, antes, durante
o después de los hechos. Sin embargo, hemos de concluir afirmando que la
enfermedad mental no se comporta como variable independiente en la
producción de conductas delictivas, y que hay que valorar, por tanto, la
influencia de otras variables que caracterizan también a esas poblaciones de
sujetos: edad, sexo, consumo de alcohol y drogas, situación socioeconómica,
etc.

Por último, no podemos olvidar que el hecho de que un sujeto que ha cometido
un acto delictivo tenga un trastorno mental, no significa que estos trastornos
tengan siempre incidencia en la imputabilidad, ya que muchos de ellos son
previos o sobrevenidos por el proceso penal. Ahora bien, estos trastornos
serán determinantes de la responsabilidad penal cuando se pueda demostrar
que estaban presentes en el momento de la acción (los hechos) y que
incidieron en las capacidades cognitivas y/o volitivas del sujeto.

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El cómo determinar si estos trastornos afectan o no las capacidades
cognitivas y/o volitivas del sujeto será un asunto digno de tratar en otra
entrada.

CRIMINALIDAD Y ENFERMEDAD MENTAL


Tradicionalmente, el público teme a los locos por presumirlos peligrosos.
Eventos como el de Valparaíso se repiten en Chile o en el mundo: recordemos
al esquizofrénico que asesinó a un sacerdote en la catedral metropolitana de
Santiago, o casos de magnicidio, como el asesinato del archiduque Francisco
Fernando por Gabrilo Prinzip en Sarajevo, o los atentados al presidente Reagan
o a Juan Pablo II, o el piloto con alucinaciones auditivas que estrelló una
aeronave comercial en la bahía de Tokio. Por períodos largos, los enfermos
mentales en Occidente fueron recluidos en instituciones para ellos y separados
de la sociedad. Esto cambió en Europa y Norteamérica con la política de
desinstitucionalización de 1960, y desde entonces los estudios muestran un
progresivo aumento de los arrestos de ex pacientes hospitalizados (1).

El aumento del consumo de sustancias químicas que desinhiben los centros


cerebrales que controlan la agresividad, sería otro elemento que aumenta la
peligrosidad de las patologías duales (que combinan cuadros psiquiátricos con
consumo excesivo de alcohol o drogas). A partir de estudios transversales, como
los de los ECA en los Estados Unidos, donde Swanson encontró que los actos
violentos eran cinco veces más frecuentes entre personas de la comunidad con
un diagnóstico de enfermedad mental severa que entre la población general.
Excluyendo factores tales como sexo masculino, nivel socio-económico o
educacional, vecindarios vulnerables, la única variable significativa restante fue
la severidad de los síntomas psicóticos; entre los elementos ambientales que
tenían alguna relevancia estaba presente la polución ambiental (niveles de
plomo).

Vemos conductas malvadas a diario en la prensa visual o escrita, donde


rápidamente se atribuye la causalidad a complots de unos grupos en contra de
otros, sean políticos, bandas de drogadictos, o inmigrantes recientes. Simon

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Baron-Cohen, de la Universidad de Oxford, ha planteado (2) que más que la
psicopatología psiquiátrica clásica, como la esquizofrenia, o las
farmacodependencias, las de estos sujetos son personalidades antes llamadas
psicopáticas y ahora antisociales, limítrofes o narcisistas. Baron-Cohen focaliza
el tema en personalidades que no son capaces de relacionarse empáticamente
y tratan al otro como a un objeto. Las bases neurobiológicas de los “malvados”
se emplazarían en las fallas del desarrollo cerebral temprano, secundarias a la
falta de empatía, desapego, y a negligencias parentales. Baron-Cohen señala
cómo las alteraciones anteriores pueden ser reconceptualizadas en dos ejes, el
de la empatía (E) y el de la sistematización (S). Así, cruza la falta de empatía de
los psicópatas clásicos, de los limítrofes y de los narcisistas con la excesiva
sistematización de los obsesivos y de los trastornos del desarrollo tipo Asperger.

Como todo problema social complejo, la respuesta es multisectorial. El debate


debiera centrarse en qué medidas preventivas eficaces podemos aplicar hoy en
Chile: desde la crianza en familias estables y con tiempo de calidad para ofrecer
a sus hijos, pasando por la prevención del uso dañino de alcohol o drogas y las
políticas públicas inclusivas de minorías étnicas o con puntos de vista diversos,
hasta el control de la combinación ambiental.

Es este último punto el que quisiera debatir con usted, doctor Tchernitchin, pues
entre los factores que pueden ligarse al incremento de estos hechos violentos de
los enfermos mentales, sean psicóticos, psicópatas o drogadictos, está el
aumento de la contaminación ambiental. Investigadores como usted, han
estudiado el rol de la contaminación del aire y del agua en la Quinta Región, así
como en el norte de Chile. Sería interesante conocer su punto de vista acerca
del rol de los ecosistemas contaminados en estos actos violentos.

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RETRASO MENTAL

La posibilidad de que un individuo con retraso mental cometa actos delictivos


depende de la profundidad de su déficit intelectivo y de su modalidad clínica. La
profundidad del déficit intlectivo se refiere a que cuanto mayor sea el grado de
retraso mental, menor será la capacidad delictiva y, por tanto, menor la
peligrosidad. Por su parte, la modalidad clínica significa que origina más
problemas penales la forma intranquila, irritable o activa que la forma apática,
tranquila o pasiva (Rodes y Martí, 1997).

En los niveles profundos de retraso mental, la misma incapacidad psicofísica que


los pacientes tienen les priva de la posibilidad de delinquir. No obstante, en
algunos casos se constatan delitos contra la propiedad (en forma de hurtos
burdos), contra la libertad sexual (casi siempre simples intentos) e incluso en
ocasiones delito contra la seguridad (como incendios, de los cuales son típicos
los practicados por diversión). Es más frecuente, que estos pacientes sean
víctimas de delitos tales como abandono, malos tratos, que no los autores de los
mismos. En las formas moderadas y leves, el delito aumenta en frecuencia y
variedad. Desde un punto de vista psicológico-forense los casos más difíciles de
peritar son los sujetos que tienen una capacidad intelectual límite ya que como
síntomas asociados a su deficiencia intelectual se encuentran otros como una
gran sugestionabilidad, impulsividad, baja tolerancia a la frustración, agresividad
y escaso autocontrol. Frecuentemente entran en conflicto con la ley por delitos
contra las personas (lesiones y homicidios), contra la libertad sexual (agresiones
y abusos sexuales) y contra la seguridad (Cabrera y Fuertes, 1997).

En muchas ocasiones, los actos de transgresión social obedecen a uno de los


siguientes perfiles (Pedreira, 1994):

Intento de ser aceptado en un grupo. En esta situación los líderes del grupo van
a utilizar al individuo con retraso mental para la comisión de los actos dada la
facilidad para ser convencido.

En muchas ocasiones es la consecuencia de factores familiares, privaciones


afectivas, etc.

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Delincuencia por contaminación dada la dificultad de realizar una crítica
adecuada de los actos de los demás y de los suyos propios.

La impulsividad y dificultad de control de los impulsos, unido a una baja tolerancia


a la frustración y a la influencia del entorno.

Es excepcional que cometa actos delictivos de forma individual, casi siempre los
comete en grupo y con datos objetivos de inducción.

Trastornos relacionados con sustancias

El índice de delincuencia, que de manera elevada existe en torno a la


drogadicción, depende de varios factores que pasamos a exponer a continuación
(Cabrera y Fuertes, 1997):

De la obtención de la droga que, dado su elevado valor en el mercado


clandestino, obliga al sujeto a robar, prostituirse, estafar, etc., para obtener la
sustancia a la que es adicto.

De los efectos directos de la droga en el sujeto, esto es, la posible aparición de


trastornos psicóticos inducidos por sustancias, reacciones de ansiedad, delirium,
estado de agresividad y confusionales. Durante estas situaciones el
drogodependiente puede cometer con frecuencia delitos tales como lesiones,
atentados sexuales, e incluso homicidios.

De la personalidad previa del toxicómano. En este sentido, existen grandes


polémicas sobre si el drogadicto presenta alteraciones previas de la
personalidad, o lo que es lo mismo, si existe un "perfil de personalidad del
drogodependiente". Aunque no hay datos concluyentes parecen que existen
rasgos de personalidad relativamente estables y homogéneos en los
drogodependientes. Lo que no está claro es si son dichos rasgos los que
precipitan al consumo de tóxicos o si por el contrario es el consumo de
sustancias el que altera, modifica la personalidad de los drogodependientes.

Hay que tener presente que muchos trastornos de la personalidad tratan de


compensar sus insuficiencias con el consumo de tóxicos. En otras ocasiones,

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estados psicopatológicos latentes (ej. esquizofrenias) afloran al ser precipitados
por el consumo de tóxicos, y finalmente, personalidades con rasgos específicos
de inestabilidad, impulsividad y escasa tolerancia a la frustración se
descompensan con la ingesta de determinadas drogas, realizando conductas
violentas que son seguidas de estados amnésicos completos (Cabrera y Fuertes,
1997).

Mención especial merece el llamado "síndrome de abstinencia". La reforma del


Código Penal español considera como eximentes de responsabilidad tanto la
intoxicación plena como el síndrome de abstinencia siempre y cuando la
afectación sea tan intensa que le impida comprender la ilicitud del hecho o actuar
conforme a esa comprensión y no hayan sido buscadas de propósito para
delinquir (Cabrera y Fuertes, 1997).

Siendo los legisladores conscientes de que las drogodependencias son un


problema de primera magnitud han previsto la adopción de una serie de medidas
de seguridad que sustituyen a la prisión (Art. 96 y 102 del C.P.) quedando a
criterio del Tribunal sustituir las penas privativas de libertad por internamientos
en centros de deshabituación cuya estancia no podrá exceder en ningún caso al
tiempo de condena que le hubiera correspondido de habérsele aplicado una
pena privativa de libertad (Cabrera y Fuertes, 1997).

Son una minoría los sujetos esquizofrénicos que cometen algún tipo de conducta
antisocial punible (Howells, 1982). Estas personas son probablemente más
arrestadas por sus delitos que el resto de los delincuentes. Esto puede causar
una impresión aparente de gran criminalidad asociada a este diagnóstico.

Al hablar de la conducta antisocial y violenta en esquizofrénicos debiera


distinguirse entre la conducta antisocial que estos pacientes presentan fuera de
las fases activas del trastorno y la que pueden presentar durante ellas. La fase
activa favorece la aparición de agresión verbal o física en algunos pacientes, no
en todos, y que esta agresión puede estar relacionada con la naturaleza del
síndrome psicopatológico del sujeto (Llorente, 1987). De los delitos cometidos
por los esquizofrénicos, los más frecuentes son los delitos de lesiones y
amenazas. Le siguen en orden de frecuencia los cometidos contra el patrimonio

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y el orden socioeconómico (robos y hurtos) y mucho más alejados los delitos
contra el orden público (Cabrera y Fuertes, 1997).

La conducta delictiva del esquizofrénico se caracteriza por su falta de historicidad


biográfica, es decir, no hay justificación lógica para la misma. La falta de
motivación de los delitos del esquizofrénico es notoria y, en general, no hay
intereses encontrados con la víctima ni otros motivos, simplemente ocurrió. Esta
ausencia de motivación e incomprensibilidad son quizá el aspecto que más
angustia a la sociedad y que contribuye a mantener un temor hacia la
esquizofrenia. Además, es muy típico que las conductas delictivas sean
conductas frías, crueles, brutales, rudas, desproporcionadas y sin
arrepentimiento. Casi nunca se llevan a cabo con cómplices y nacen
súbitamente, fruto de una inspiración delirante (Cabrera y Fuertes, 1997).

Podemos decir que de forma general estos enfermos no contravienen


significativamente el Código Penal, excepción hecha del enfermo agudo, no
tratado y sin ninguna medida de control, en el cual la peligrosidad obviamente es
alta no sólo por la enfermedad en sí sino también por la actitud que muchas
veces la sociedad toma ante ellos.

Consideraciones y matices muy diferentes merecen la criminalidad y


peligrosidad del Trastorno Delirante (Paranoia) que radica en dos vertientes
(Cabrera y Fuertes, 1997):

Por un lado, su aparente normalidad psíquica, ya que sólo está afectada una
parcela del psiquismo (aquella a la que se refiere su delirio), y el resto de su
personalidad está bastante bien homogeneizada con su medio social.

Por otro lado, la potencial agresividad que producen el fuerte convencimiento de


sus ideas delirantes.

Trastornos en el control de los impulsos.

Los trastornos en el control de los impulsos son entidades todas ellas muy
vinculadas a conductas ilegales, aunque, salvo excepciones, su importancia es
irrelevante. En el peor de los casos, sobre todo en el llamado trastorno explosivo

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intermitente, nos vamos a encontrar con delitos de lesiones e incluso con el
homicidio (Cabrera y Fuertes, 1997).

Son delitos que se originan por la confluencia de dos factores. Por un lado, de la
intensa ansiedad-impulsividad-agresividad existente y, por otro, debido al
precario control racional lo que da lugar a la existencia de actos en los que no
existe la necesaria regulación volitiva (Cabrera y Fuertes, 1997).

También nos encontramos con otro tipo de conductas delictivas que forman parte
de la esencia misma de los trastornos. Así tenemos el hurto del cleptómano,
hurto que se caracteriza por ser inmotivado, carente de valor, no premeditado y
claramente unido a la patología psicológica. Por último, podemos observar la
existencia de otro tipo de actividades delictivas tales como la provocación de
incendios en los pirómanos y el robo, la estafa, las falsificaciones y, en general,
delitos contra la propiedad en los jugadores patológicos (Cabrera y Fuertes,
1997).

Trastornos de personalidad. Trastorno antisocial de la personalidad

La peligrosidad de las personalidades antisociales es obviamente muy elevada


ya que es su conducta antisocial la que caracteriza al cuadro clínico. No
obstante, no podemos identificar psicopatía con delincuencia, ya que si bien es
verdad que existen psicópatas delincuentes, no todos los delincuentes son
psicópatas (Cabrera y Fuertes, 1997).

Las personalidades antisociales se ven con frecuencia envueltas en multitud de


actitudes delictivas como autores, encubridores o cómplices. Su desprecio por
las normas de convivencia, su frialdad de ánimo y su incapacidad para aprender
por la experiencia los hace eminentemente peligrosos (Cabrera y Fuertes, 1997).

Sus delitos más frecuentes son delitos contra las personas, en forma de lesiones,
homicidios, riñas, delitos de violación, abusos deshonestos, violación de
domicilio, delitos contra la propiedad en forma de hurtos y daños, delitos contra
la seguridad como pueden ser incendios y delitos de atentado y resistencia a la
autoridad y desacato.

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PRINCIPALES TRASTORNOS CLÍNICOS ASOCIADOS AL
COMPORTAMIENTO CRIMINAL

Desde la perspectiva de la psicología clínica, los trastornos psicopatológicos


capaces de originar un acto criminal, son aquellos que están relacionados con
una alta impulsividad. En este apartado hacemos mención a los trastornos que
recoge el actual DSM-V bajo el epígrafe de “trastornos destructivos, del control
de los impulsos y de la conducta” (la descripción que aquí se presenta es
íntegramente basada en este manual). Además, también se recogen, dentro
de los Trastornos Parafílicos, aquellos que guardan relación con delitos
recogidos en el Código Penal.

Trastorno Negativista desafiante

La característica esencial del trastorno negativista desafiante es un patrón


recurrente de comportamiento negativista, desafiante, desobediente y hostil,
dirigido a las figuras de autoridad. El comportamiento más característico es su
resistencia a las normas y demandas de los adultos. Expresan terquedad
persistente, no ceden y se niegan a negociar con adultos o compañeros. Sus
actos son deliberados y están pensados para molestar o comprobar los límites
establecidos. Puede existir un patrón emocional caracterizado por una baja
autoestima, baja tolerancia a la frustración, labilidad emocional y un consumo
precoz de drogas. Suele molestarse fácilmente por otros, es colérico, iracundo,
resentido y vengativo.

El trastorno suele aparecer en el ámbito familiar, en ocasiones no se amplía a la


institución académica o a la comunidad. Los síntomas suelen aparecer con
personas con las que hay relación y confianza y suelen justificar su
comportamiento como respuestas a exigencias, incomprensión u otras
circunstancias de difícil razonamiento. Por tanto, estos sujetos no consideran
que su comportamiento sea desproporcionado o antisocial.

El curso del trastorno suele ponerse de manifiesto antes de los ocho años y sus
síntomas tienden a incrementarse con la edad. Además, suele diagnosticarse de
forma conjunta con el Trastorno por Déficit de Atención y suele ser un antecesor

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del Trastorno Disocial. La prevalencia se sitúa entre el dos y el dieciséis por
ciento.

Trastorno explosivo intermitente

La característica principal del trastorno explosivo intermitente es el arrebato


recurrente de una falta de control de los impulsos de agresividad, ya sea de
forma verbal (berrinches, disputas verbales, palabras malsonantes, etc.) o física
contra la propiedad, los animales u otros individuos. Los arrebatos agresivos no
son premeditados, ni persiguen ningún objetivo, son impulsivos. La persona
puede describir los episodios agresivos como “ataques”, en los cuales su
precursor ha sido una sensación de tensión o agitación interna y con dicho
“ataque” tiene una sensación de liberación. Posteriormente, el individuo puede
sentir remordimientos por su comportamiento. El grado de agresividad es
desproporcional al episodio causante del estresante precipitante.

Trastorno de la conducta

El trastorno de la conducta se caracteriza por un patrón repetitivo y persistente


de comportamientos en los que no se respetan los derechos de los demás, las
normas o reglas sociales propias de la edad. Estos comportamientos se dividen
en cuatro grupos:

Agresión a personas y animales: acosa, amenaza, inicia peleas, ha ejercido


crueldad física hacia personas y/o animales, puede utilizar armas para hacer
daño, ha robado agrediendo a la víctima y/o ha cometido una violación sexual.

Destrucción de la propiedad: ha destruido deliberadamente la propiedad de


alguien o ha prendido fuego deliberado para provocar graves daños.

Engaño o robo: miente con frecuencia para obtener cosas de otros ya sean
materiales o favores, ha robado objetos de valor y/o ha irrumpido en el hogar o
vehículo de alguien.

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Incumplimiento grave de las normas: falta con frecuencia a la escuela o
instituto y se suele saltar a menudo la prohibición de los padres de no salir por la
noche, llegando incluso a no regresar a casa en alguna ocasión.

El patrón de comportamiento suele darse en distintos contextos como el hogar,


la institución académica o la comunidad.

Junto con las manifestaciones clínicas definitorias, suelen presentarse otros


síntomas asociados como:

Falta de remordimiento o culpabilidad, es decir, una falta de preocupación


sobre las consecuencias de sus acciones.

Insensibilidad, carencia de empatía. Suelen describirlo como una persona


fría e indiferente, que sólo se preocupa por los efectos que sus actos tengan
sobre él mismo, incluso cuando provoca daños importantes a los demás.

Despreocupación por su rendimiento. No se esfuerza por alcanzar un


rendimiento adecuado, ni muestra preocupación por ello. Suele culpar a los
demás de su bajo rendimiento.

Afectividad superficial o deficiente. No expresa sentimiento con los demás


salvo de una forma superficial o cuando para obtener algún beneficio.

La prevalencia del trastorno suele ser más frecuente en los hombres que en las
mujeres, llegando a alcanzar en los primeros un dieciséis por ciento y en las
segundas un nueve por ciento.

El inicio del trastorno suele producirse entre los cinco o seis años, aunque
usualmente se observa al final de la infancia. Es raro que comience después de
los dieciséis años. No obstante, para su clasificación en el DSM-V se ha de
especificar si es de inicio en la infancia antes de los 10 años, o de inicio en la
adolescencia cuando no muestran ningún síntoma característico antes de los 10
años.

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Todos los trastornos hasta ahora expuestos tienen su inicio en la infancia o en la
adolescencia temprana. Estos trastornos tienen como nexo común una falta de
control de impulsos y comportamientos disruptivos, lo que, sumado a las
características propias de cada trastorno, limitan la adaptación del menor, tanto
en el ámbito de la institución educativa y con los iguales, como en el ámbito de
la comunidad y posteriormente en el laboral.

El trastorno negativista desafiante suele aparecer entre los cinco y los ocho años
y si bien suele tener un buen pronóstico si su inicio es tardío, este suele ser el
antecesor del trastorno de la conducta en hasta un cuarenta por ciento. A su vez,
alrededor de un cuarenta por ciento de los diagnosticados con trastorno de la
conducta presenta en la edad adulta un Trastorno de la Personalidad Antisocial.

Los tres Trastornos hasta ahora presentados son los que a priori pueden
desencadenar conductas de gran violencia, encontrando en ellos incluso una
secuencia evolutiva que iría desde el Trastorno Negativista Desafiante, al
Trastorno de la Conducta y terminaría en un Trastorno de la Personalidad
Antisocial. Además, siguiendo a Garrido (2009) y a la comorbilidad presentada
por estos trastornos con un Déficit de Atención con Hiperactividad,
pasaremos a describir también este último. El Déficit de Atención con
Hiperactividad no conlleva consigo una intención de desobediencia o de dañar a
los demás, pero sí que junto con ciertos factores de riesgo puede llegar a
provocar conductas de gran violencia (Garrido, 2008).

20
CONCLUSIONES

Desde los inicios de la historia de la psicología y de la criminología se ha


relacionado la psicopatología con crimen, aunque las características definitorias
de la primera para acometer tal acto de crueldad han ido variando. En la
actualidad parece estar claro, al menos dentro de la criminología, la diferencia
entre psicópata y otros trastornos psicológicos, atribuyéndosele al psicópata los
crímenes más graves, aunque si bien no todos los psicópatas son criminales. No
obstante, en la psicología se sigue utilizando indistintamente el término psicópata
en el Trastorno de la Personalidad Antisocial, tal y como queda recogido en el
DSM-V. Toda persona puede cometer, atendiendo al modelo de Redondo
(2008), un delito, pero será aquella con mayor cantidad de factores de riesgo la
que mayor probabilidad tenga, y dentro de esos factores de riesgo incluiríamos
los trastornos psicológicos.

21
BIBLIOGRAFIA
 http://www.who.int/features/qa/55/es/
 https://www.estudiopsicoforense.com/trastorno-mental-y-delincuencia
 http://e-pistolas.org/debate/criminalidad-y-enfermedad-mental/
 http://psicologiajuridica.org/psj148.html
 https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/3683/6/Tema3.pdf
 http://crimina.es/crimipedia/topics/psicopatologia-criminal/

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ANEXOS

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