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Lu 22:1-23 La obra que le diste que hiciera

22:1–6 El complot de los principales sacerdotes y escribas para matar a Jesús, y El acuerdo entre Judas y los
conspiradores 22:7–13 La preparación de la Pascua
22:14–23 La Pascua y la institución de la Cena del Señor 22:24–30 La disputa acerca de la grandeza
22:31–34 La predicción de la negación de Pedro 22:35–38 ―No os faltó nada, ¿verdad?‖
22:39–46 En el monte de los Olivos: La oración de Jesús 22:47–53 La traición de Jesús y su reacción
22:54–62 La triple negación de Pedro 22:63–65 Jesús burlado y azotado
22:66–71 El juicio ante el Sanedrín en la madrugada
LUCAS 22:1 El complot de los principales sacerdotes y escribas para matar a Jesús, y El acuerdo entre Judas y los
conspiradores Mt 26:1–5, 14–16; Mr 14:1, 2, 10, 11; Jn. 11:45–53
1. Ahora bien, la fiesta de los panes sin levadura, llamada la Pascua, se acercaba.
Acerca del paralelismo de los tres capítulos finales entre los tres Sinópticos, Mr 14:1.
Una suposición razonable es que Jesús fue crucificado el año 30 d.C., cuando el décimo cuarto día de Nisán cayó en
día jueves y el quince en viernes. En Israel la primera aparición de la luna nueva marcaba el principio del nuevo
mes. Se señalaba con toques de trompetas, sacrificios, celebraciones, suspensión de los trabajos ordinarios y la
presentación de ofrendas encendidas (Nm 10:10; 28:11–14; Sal 81:3–5; Am. 8:5, 6). Los días importantes del
mes— por ejemplo, el día 10 de Nisán, cuando se seleccionaba el cordero pascual, la muerte del cordero el día 14,
etc.,—se contaban a partir del primer día, o día de la luna nueva como base. Véanse las reglas detalladas en Ex.
12:1–14; Nm 9:2–14; Dt 16:1; Est 3:7.
No hay buenas razones para creer que Jesús y sus discípulos comieran la Pascua antes o después del día señalado.
El 14 de Nisán era el día en que el cordero debía ser sacrificado (Lu 22:7). También es claro que inmediatamente
después de comer el cordero y de la institución de lo que se ha llegado a conocer como ―la Cena del Señor‖, Jesús y
sus discípulos (salvo Judas, que había salido antes para seguir su propio destino, Jn 13:30) fueron a Getsemaní (Mr
14:32; Lu 22:39; Jn 18:1). Aquí, durante lo que podríamos llamar la noche del jueves al viernes, Jesús fue tomado
preso. Temprano en la mañana del viernes el Sanedrín ―celebró consejo contra Jesús para darle muerte‖ (Mt 27:1;
Lu 22:66–71). La misma mañana fue llevado a Pilato, y fue crucificado el mismo día (Mr 15:1, 25; Lu 23:1, 33). Es
claro entonces que Jesús fue crucificado el viernes, el día anterior al día de reposo (Mr 15:42, 43; Lu 23:46, 54; Jn.
19:14, 30, 42). Fue temprano en la mañana del día siguiente del día de reposo—por lo tanto, el domingo, el primer
día de la semana—que algunas mujeres fueron al sepulcro y oyeron la asombrosa noticia: ―Ha resucitado‖ (Mt 28:1,
6; Mr 16:2, 6; Lu 24:1, 6; Jn 20:1).
Por lo tanto, la teoría según la cual Jesús fue crucificado el día jueves es contraria a la evidencia de los Evangelios.
El día en que el cordero era sacrificado fue seguido por los siete días de la fiesta de los Panes sin levadura, que se
celebra desde el 15 al 21 de Nisán. Tan estrecha era la relación entre la propia cena pascual y la fiesta de los panes
sin levadura que la seguía, que la expresión la Pascua a veces se usaba para abarcar ambas fiestas, como se indica
claramente aquí en Lu 22:1.
Dado que la fiesta de la Pascua, etc., se estaba ―acercando‖ (Lu 22:1), ―faltaban dos días‖ (Mr 14:1), debe haber sido
el día martes cuando los enemigos de Jesús tuvieron su reunión para conspirar contra Jesús y decidir cómo arrestarlo
y llevarlo a la muerte.
Tal reunión, acerca de la cual véase Mt 26:3, no se menciona en Marcos ni en Lucas.
Entonces los principales sacerdotes y los escribas estaban buscando un modo de deshacerse de Jesús, porque temían
al pueblo.
Los conspiradores eran ―los principales sacerdotes y los escribas‖; según Mt 26:3, también ―los ancianos del
pueblo‖. En la explicación de Lu 20:1, 2 se ha dado una descripción de los tres grupos.
El plan de dar muerte a Jesús existía hacía largo tiempo, como lo muestran claramente pasajes tales como Mr 3:6;
11:18; 12:7, 12; Jn. 5:18; 7:1, 19, 25; 8:37, 40; 11:53. En Lucas véanse especialmente 19:47; 20:19. En realidad,
este pasaje (22:2) es virtualmente una repetición de 19:47, 48 y 20:19, porque en los tres pasajes se dice o se deja
implícito que los conspiradores ―temían al pueblo‖. Hay que tener presente que Jesús tenía muchos seguidores,
especialmente entre los galileos que habían venido a la fiesta. Súmese a esto el hecho de que especialmente durante
la Pascua, en las mentes de muchos estaba predominante el pensamiento de la liberación del yugo romano, y será
evidente que había una buena base para el temor en los corazones de los adversarios de Jesús. Según Mt 26:57, los
conspiradores se reunieron en el palacio de Caifás ¿Significa esto, entonces, que era Caifás quien era responsable en
primer lugar por el complot contra Jesús? Bueno, Juan (11:47–53) parece señalar en ese sentido, e indudablemente
tal conclusión podría ser correcta, por lo menos en cierta medida. Caifás debe haber tenido un papel muy
importante. Por otra parte, ¿no se justifica la teoría de que tras Caifás estaba Anas? Jn 18:13.
3, 4. Entonces entró Satanás en Judas, llamado Iscariote, uno de los Doce. Este salió y fue a conversar con los
principales sacerdotes y con los jefes de la guardia del templo acerca de cómo les entregaría a Jesús.
La relación con el contexto inmediatamente precedente es muy estrecha. Los enemigos de Cristo estaban buscando
una oportunidad para arrestarle sin crear desórdenes o protestas de parte del pueblo. Véase también Jn. 11:57. Judas
les facilita las cosas ofreciéndose voluntariamente para entregarles su enemigo en forma secreta, esto es, sin causar
un disturbio público.
¿Por qué hizo Judas tal cosa? Respuesta: Porque Satanás había entrado en su corazón. Hay que hacer plena justicia
a este hecho mencionado también por Juan (13:27). La parte activa de Satanás en los hechos de la semana de la
Pasión no debe pasarse por alto. Véanse también Gn. 3:15; Lu 4:13; 22:31, 32.
Sin embargo, todo esto no exime de culpa a Judas. Lu 22:22. Judas era culpable por no haber resistido al diablo (1 P
5:8, 9). 6:16 bajo el encabezamiento Judas Iscariote, algo más sobre razones que pudieran haber movido a Judas a
rendirse a la influencia de Satanás para entregar a Jesús.
No existe excusa válida para esta acción repulsiva y espantosa. Judas era, después de todo, una persona altamente
privilegiada. Era ―uno de los Doce‖, como todos los cuatro evangelistas concuerdan en señalar (Mt 26:14; Mr
14:10; Lu 22:3; Jn. 6:70, 71). Por muchos meses Judas había estado viviendo en la presencia inmediata de Cristo,
había comido, bebido y viajado con él. Había visto el poder de la voz del Maestro cuando calmó la tempestad,
maldijo la higuera estéril y reprendió a los que devoraban las casas de las viudas. Pero Judas también se había dado
cuenta de la ternura de esa misma voz cuando suplicaba a los pecadores, incluido a Judas (¡!), que vinieran a él a
descansar. Había escuchado los maravillosos discursos del Salvador y las respuestas decisivas y con autoridad que
había dado a las muchas preguntas con que habían tratado de sorprenderlo, con la intención de hacerlo caer en una
trampa. Judas había visto al Gran Médico en el acto de restaurar con ternura al inválido o de inclinarse
misericordiosamente hacia el enfermo y sanarlo … y luego añadir (algunas veces): ―Tu fe te ha sanado‖. Sí, Judas
había visto todo esto y mucho más. Mt 13:17. Y después de todo esto, decidió entregar a este insuperablemente
poderoso, sabio y compasivo Benefactor en manos de hombres crueles … ―por treinta piezas de plata‖.
De ningún modo nos sorprende leer:
5, 6. Ellos se alegraron y acordaron darle dinero Por su parte, él consintió y comenzó a buscar una buena
oportunidad para entregárselo estando ausente una multitud.
Los principales sacerdotes y los capitanes de la guardia se sintieron complacidos. El problema estaba resuelto.
Entonces acordaron el precio y lo pagaron. En Mateo solamente se menciona la cantidad de dinero que el traidor
recibió (26:15). Esto también fue el cumplimiento de la profecía. Mt 26:1–5.
Fueron, pues, y encontraron (todo) tal como Jesús había dicho; y prepararon la Pascua.
22:7–13 La preparación de la Pascua Mt 26:17–19; Mr 14:12–16;Mt 26:17–25; Mr 14:12–21; Jn. 13:1–30
7, 8. Entonces llegó el día de los panes sin levadura en el cual debía ser sacrificado el cordero pascual. Así que
Jesús envió a Pedro y a Juan diciéndo (les): Id y preparadnos la Pascua.
Finalmente llegó el primer día de la fiesta, el jueves catorce de Nisán. Era el día en que debía ser sacrificado el
cordero pascual. Ex 12:6; Lv 23:5, 6.
Lucas nada dice de la adquisición del cordero Podemos suponer que se habían preocupado de esto algunos días
antes. Ex 12:3. Sin embargo, había que hacer más preparativos. Durante la tarde había que matar el cordero en el
patio anterior del templo (Ex 12:6). Había que conseguir una sala de un tamaño adecuado y ordenar todo lo
referente a esta sala y sus muebles. Además, había que hacer compras: pan sin levadura, hierbas amargas, vino, etc.
Había que preparar el cordero y las salsas. Puesto que ahora ya era el jueves por la mañana, probablemente, no
podía haber demoras.
Las palabras ―el día … en el cual debía ser sacrificado el cordero pascual‖ probablemente fueron agregadas por
Lucas para beneficio de sus lectores gentiles.
Así que, en respuesta a la pregunta de los discípulos, ―¿Dónde quieres que preparemos la cena de la Pascua?‖ (Mr
14:12), Jesús da instrucciones a dos discípulos, a saber, a Pedro y a Juan, como solamente Lucas nos informa. Les
manda que vayan y hagan los preparativos para la fiesta.
9–12. Ellos le preguntaron: ¿Dónde quieres que la preparemos? El contestó: Al entrar en la ciudad, os saldrá al
encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Seguidlo hasta la casa donde entrare y decid al dueño de casa:
El Maestro pregunta: ¿Dónde está la sala en que he de comer la Pascua con mis discípulos?, y él os mostrará un
gran aposento alto ya dispuesto. Allí preparad.
Es claro que las instrucciones dadas en un sentido son muy definidas; en otro sentido son muy indefinidas. Son
definidas a tal grado que los dos hombres no tendrán dificultades para encontrar el lugar donde se va a celebrar la
cena. Sin embargo, son bastante indefinidas, pues por el momento quedan ignorantes del nombre del propietario de
la casa y la ubicación de su casa. El carácter indefinido de estas instrucciones podría estar motivado por el hecho de
que Judas no debía saber sino hasta la noche el lugar donde se celebraría la Pascua. Jesús debía estar en condiciones
de celebrar la fiesta con sus discípulos y tener tiempo para instituir lo que ha llegado a conocerse como la ―Cena del
Señor‖, para pronunciar sus hermosos y emotivos discursos del aposento de la Cena (Jn 14–16) y hacer su oración
sacerdotal (Jn 17) antes de ser arrestado. Si Judas hubiese sabido más temprano el lugar donde Jesús estaría en la
noche, podría informar a los principales sacerdotes, etc., los cuales podrían entonces haberlo arrestado sin que
hubiera una multitud presente, porque la población en general estaría comiendo la cena a esa hora, grupo por grupo
en muchos hogares particulares. Ex 12:3, 4.
Los dos discípulos no tendrán dificultades en hallar el lugar. Lo que verán en el momento de entrar en la ciudad
será algo más bien extraño: un hombre que lleva un cántaro de agua. Los hombres normalmente transportaban el
agua en odres; la mujeres en cántaros. La orden es que Pedro y Juan entren en la casa a la cual se dirige este
hombre.
El hombre que lleva el cántaro no debe ser confundido con el dueño de la casa a la que entra. No se sabe cuál es la
relación exacta entre el aguador y el propietario de la casa. Podría haber sido siervo, familiar o amigo.
Es razonable suponer que por lo menos el propietario—¿también el otro hombre?—era discípulo de Jesús, dispuesto
a servir al Maestro en toda forma posible. En respuesta a la pregunta, el dueño de casa mostrará a Pedro y a Juan un
amplio aposento ―dispuesto‖. El original usa una palabra que tiene el sentido básico de ―cubierto‖. Cuando esto se
toma literalmente, se interpreta a veces para señalar cosas tales como divanes o reclinatorios ―cubiertos con
colchas‖. Así Moffatt ofrece la traducción ―una gran sala en el piso superior, con los divanes cubiertos‖. Otros
aceptan la traducción ―embaldosado‖. Pero una sala solamente embaldosada, sin muebles, no servía para el fin que
Jesús la necesitaba. Y puesto que con el tiempo las palabras frecuentemente adquieren sentidos distintos del
original (aunque muchas veces relacionados con él), es enteramente posible que la traducción dada a esta palabra, a
saber, ―dispuesto‖ (quizás con alfombra, divanes y mesa) sea la correcta.
Era en ese aposento que Pedro y Juan debían preparar la Pascua.
13. Fueron, pues, y encontraron (todo) tal como Jesús les había dicho; y prepararon la Pascua.
En relación con esto se ha hecho la pregunta: ―¿Cómo sabía Jesús que los dos discípulos, al entrar en la ciudad,
tendrían exactamente tales experiencias?‖ Se ha sugerido que había un detallado acuerdo entre Jesús y el dueño de
casa. Sin embargo, otros mencionan un ―conocimiento sobrenatural por parte de Jesús. El hecho mismo que Lucas
incluya v. 13, como si estuviera relatando algo maravilloso, algo que no debe pasar inadvertido para el lector, ¿no
confirma la segunda teoría? Lo que tenemos aquí tal vez debe ser puesto en una misma categoría con pasajes tales
como Mt 17:27; Jn 1:47–50; 2:24, 25; 21:17; y quizás también Lu 19:29s todos ellos diciendo o por lo menos
dejando implícito que Jesús a veces hacía uso de la omnisciencia que él, como el Hijo de Dios, compartía con el
Padre y con el Espíritu Santo.
En relación con ―y prepararon la Pascua‖ probablemente sea necesario afirmar que Jesús participó de la Pascua e
instituyó la Cena del Señor en el tiempo normal, a saber, en el día que nosotros llamamos jueves. Era ese día, el
catorce de Nisán, la fecha en que el cordero debía ser sacrificado y cuando debían hacerse los preparativos para la
fiesta. Es verdad que por el modo judaico de contar el tiempo el nuevo día comenzaba a la puesta del sol, de modo
que cuando la fiesta propiamente tal se ponía en marcha ya era el quince de Nisán.
Los cuatro Evangelios apoyan la teoría: La Pascua y la institución de la Cena del Señor, el jueves; la crucifixión, el
viernes (todavía el quince de Nisán).
Sin embargo, cabe preguntarse: ―¿No está esta teoría en conflicto con Jn. 18:28, según el cual temprano en la
mañana del viernes los implacables enemigos de Jesús—ellos lo odiaban—‗no entraron en la residencia del
gobernador, para no contaminarse y poder comer la Pascua‘?‖ Respuesta: no hay conflicto.
La oración que comienza con τὸ ὑπέρ (v. 19) y termina con ἐκχυννόμενον (v. 20) es rechazada por muchos por las
siguientes razones:
a. Falta en el Códice de Beza y en ciertos testimonios latinos y siriacos.
b. Si el texto más largo fuese el original, ¿cómo podría explicarse el texto más corto? ¿No es más fácil explicar
cómo un texto corto puede ser expandido injustificablemente que cómo pudo ser abreviado un texto largo?
c. El texto más corto, que no atribuye ninguna significación redentora al derramamiento de la sangre de Cristo,
hace que sea más fácil entender por qué Lucas no incluyó en su Evangelio el pasaje del rescate que se encuentra en
Mr 10:45 (Mt 20:28).
La respuesta podría ser la siguiente:
a. El tipo de texto que incluye las palabras en disputa (v. 19b y todo el v. 20) es considerado muchas veces como
superior al otro texto, o sea el occidental, con sus muchas adiciones y (a veces) sustracciones.
b. La explicación de cómo se produjo el texto más corto tal vez no sea tan difícil después de todo. Puede haber
surgido porque algún copista del segundo siglo no logró entender por qué, después de la mención de una copa en el
v. 17, podría mencionarse aún otra nueva copa en v. 20. Mt 26:27 ni Mr 14:23 menciona más de una copa. Así, es
posible que este escriba no conocía bien el complicado ritual de la Pascua de los judíos, con sus varias—por lo
menos cuatro—copas.
c. No es justo referirse a la omisión que Lucas hace de Mr 10:45 y su paralelo, sin tomar nota de Hch. 20:28 (―la
iglesia del Señor, que él compró con su sangre‖) y de Hch. 8:32 (con su énfasis en el cordero inmolado de Is. 53).
d. La adopción del texto abreviado nos introduce en el siguiente dilema: (a) si la copa (v. 17) es considerada parte
de la Cena del Señor, debemos aceptar la secuencia copa-pan que está en conflicto con Mt 26:26, 27; Mr 12:22,
23; (b) si se considera la copa como una parte de la Pascua (lo cual es probablemente correcto), debemos concluir
que en la Cena del Señor se usó solamente el pan. Ninguna de las dos posiciones puede ser sustentada.
22:14–23 La Pascua y la institución de la Cena del Señor 22:14–20, Mt 26:26–30; Mr 14:22–26; Jn. 13:31–18:1; 1
Co 11:23–25
Para 22:21–23, cf. Mt 26:21–25; Mr 14:18–21; Jn. 13:21–30
Hay algunos asuntos preliminares que requieren nuestra atención en primer lugar:
a. Se ha escrito mucho acerca de la cuestión de la genuinidad de vv. 19b a 20 (comenzando con ―dado por
vosotros‖, v. 19, y que termina con ―derramada por vosotros‖, v. 20). ¿Las escribió Lucas o no? Mi respuesta es que
los versículos en cuestión son auténticos, una parte de la Palabra inspirada por Dios. Las razones para tomar esta
posición se dan en la nota 485.
b. Es casi imposible entrar en el significado de la presente sección sin tener un poco de conocimiento acerca de la
naturaleza de la fiesta judía de la Pascua, especialmente del modo en que se sucedían los diversos elementos de la
cena pascual. Aquí tenemos una breve descripción basada en las mejores fuentes disponibles:
El orden de la fiesta de la Pascua. Los principales elementos son los siguientes:
1. Una oración de acción de gracias ofrecida por el jefe de familia; se bebe la primera copa de vino (diluido).
2. La comida de las hierbas amargas, como un recordatorio de la amarga esclavitud en Egipto.
3. La pregunta de un hijo: ―¿Por qué es esta noche diferente de todas las otras noches?‖ y la respuesta adecuada del
padre, ya sea narrada o leída.
4. El canto de la primera parte del Hallel (Sal 113, 114), y el lavamiento de las manos. La segunda copa.
5. Se trincha el cordero y se come junto con el pan sin levadura. El cordero se comía en conmemoración de lo que se
había ordenado a los antepasados hacer en la noche en que el Señor dio muerte a todos los primogénitos de Egipto y
dio libertad a su pueblo (Ex. 12, 13). Los panes sin levadura eran en conmemoración de ―los panes de la prisa‖ que
comieron los antepasados.
6. Continuación de la cena, en que cada uno come tanto como quiere, pero siempre hasta terminar el cordero La
tercera copa.
7. Se canta el Hallel (Sal 115–118). Cuarta copa.
c. El relato de Lucas, aunque no sigue un orden estrictamente cronológico, ciertamente sigue en manera ordenada.
Los vv. 14–38 se pueden dividir como sigue:
(1) Jesús habla a los Doce, informándoles que esta es su última Pascua ―hasta que sea cumplida en el reino de Dios‖
(vv. 14–16).
(2) Jesús participa de la Pascua con sus discípulos (vv. 17–18).
(3) En relación con la conclusión de la cena pascual, Jesús instituye la Cena del Señor (vv. 19, 20).
(4) Habiendo indicado brevemente lo que Jesús hizo por sus discípulos y (por medio de la institución de la Cena del
Señor) por la iglesia en general durante aquella noche, Lucas ahora muestra como ellos por su parte reaccionan a
Jesús y sus enseñanzas. Muestra esto en relación con Judas (vv. 21–23), los Doce (vv. 24–30, Simón (vv. 31–34), y
nuevamente del pequeño grupo como un todo (vv. 35–38). Y en cada caso, no son ellos—Judas, etc.—que tienen el
control de la situación. El, el Señor, es quien tiene el control. ¡Su palabra es final!
14–16. Cuando llegó la hora, Jesús se reclinó a la mesa y los apóstoles con él. El les dijo: He deseado con ansias
comer esta pascua con vosotros antes de padecer. Porque os digo que no volveré a comerla hasta que se cumpla en
el reino de Dios.
Mientras se reclina a la mesa con los Doce, el alma de Jesús está sobrecargada con una profunda emoción, a la cual
da expresión en palabras preservadas por Lucas solamente. Nótese lo siguiente:
a. ―He deseado con ansias‖. Cf. ―¡Cómo me angustio!‖ (12:50).
b. No solamente ―comer esta Pascua‖, sino hacerlo ―con vosotros‖. ¿No hace esto que recordemos Jn. 13:1: ―como
había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin‖? Jesús sabía lo que su muerte, que ocurriría
en cuestión de horas, haría por ellos (tomados como grupo) y, por de contado, por millones de otros. Los amaba con
un amor imposible de expresar en palabras.
c. ―… antes de padecer‖. Pero el Señor comprendía que este sufrimiento no sería el fin. Sería el medio de alcanzar
la gloria para sus discípulos y para sí mismo. Es por esta razón que inmediatamente agrega:
d. ―… no volveré a comerla hasta que se cumpla en el reino de Dios‖, esto es, ―no volveré a comerla de nuevo hasta
que su sentido típico y simbólico se cumpla plenamente en el cielo nuevo y en la nueva tierra‖. Es allí donde la
liberación de su pueblo, no de Egipto sino de todo pecado y maldad se habrá cumplido en toda su plenitud. Es allí
donde ellos finalmente habrán sido completamente redimidos. Es allí también que la comunión entre él y los
redimidos habrá sido perfeccionada (Ap 3:21).
17, 18. Entonces él tomó una copa, dio gracias y dijo: tomad esto y repartidlo entre vosotros, porque os aseguro que
desde ahora no beberé del fruto de la vid hasta que el reino de Dios venga.
Es natural suponer que la copa aquí mencionada es la primera, la que seguía a la oración de invocación. Véase
punto 1 del Orden de la fiesta de la Pascua. Tomar esta copa era ciertamente parte de la cena pascual. Nótese la
acción de gracias que precede al acto de beber el vino. Al dar la orden de distribuir el contenido de la copa entre
todos los presentes, Jesús, actuando como anfitrión, enfatiza la unidad que, al darse las condiciones adecuadas,
existe entre todos los participantes y es experimentada por ellos. Sal 133. A medida que la copa va pasando de
mano en mano, Jesús reitera la predicción del v. 16b.
Sin embargo, debemos asegurarnos de dar a estas palabras una interpretación correcta, esto es, darles un sentido
optimista. Jesús no está diciendo: ―Ha llegado el fin. Después de esta noche no volveremos a vernos jamás‖. Lo que
está diciendo es más bien: ―Aunque está por terminar nuestra continua comunión aquí, será renovada gloriosamente
en el reino venidero, reino de luz y amor, de triunfo y alabanza, y esto a través de toda la eternidad‖.
¡Qué cumplimiento, qué reunión será aquella, cuando el significado de esta Pascua sea experimentado en toda su
plenitud, cuando los malos dejen de molestar y los cansados estén reposando y cuando la tierra esté llena del
conocimiento de Jehová como las aguas cubren el mar (Job 3:17; Is 11:9)!
Fue probablemente en relación con el punto 6 del Orden de la Pascua que fue instituida la Cena del Señor. Aquí la
Pascua pasa a ser la Cena del Señor. Fue hacia el final de la cena pascual, mientras todos los hombres estaban
comiendo libremente que Jesús instituyó el nuevo sacramento que iba a sustituir al antiguo. Esto también explica
por qué tanto Lucas (v. 20) como Pablo (1 Co. 11:25) hablan de la ―copa después de haber cenado‖.
19, 20. Entonces tomó pan, dio gracias, lo partió, y se les dio diciendo: Esto es mi cuerpo dado por vosotros. Haced
esto en memoria de mí. Y del mismo modo, después de la cena (tomó) la copa diciendo: Esta copa (es) el nuevo
pacto emi sangre, derramada por vosotros.
Unas pocas horas más y el antiguo símbolo, sangriento—porque exigía la inmolación de un cordero—habrá servido
para siempre su propósito, habiendo alcanzado su cumplimiento en la sangre derramada en el Calvario. Así, pues,
era tiempo que un símbolo nuevo e incruento reemplazase al antiguo. Sin embargo, al vincular históricamente en
forma tan íntima la Pascua y la Cena del Señor, Jesús también dejó claro que lo que era esencial en la primera no se
perdió en la segunda. Ambas indican hacia él, el único y todo suficiente sacrificio para los pecados de su pueblo. La
Pascua señalaba hacia adelante al mismo, la Cena hacia atrás.
Habiendo tomado de la mesa la delgada rebanada, o mejor, ―hoja‖ de pan sin levadura, Jesús ―dio gracias‖ y
comenzó a quebrar la rebanada. Las palabras que el Señor utilizó en esta acción de gracias no han sido reveladas.
No habría un propósito útil en tratar de rehacerlas a partir de los formularios judaicos de oraciones. ¿Cómo saber
siquiera si nuestro Señor se valía de tales oraciones?
El partimiento del pan, al que se hace referencia en todos los cuatro relatos, debe ser considerado como
perteneciente a la esencia misma del sacramento. Esto queda claro a la luz de lo que inmediatamente sigue, a saber,
―esto es mi cuerpo dado por vosotros‖.
Interpretar esto como que significa que Jesús realmente estaba diciendo que los pedazos de pan que estaba
entregando a sus discípulos eran idénticos con su cuerpo físico, o que en ese momento mismo se estaban
convirtiendo en su cuerpo, es pasar por alto (a) el hecho de que Jesús en cuerpo mismo estaba de pie allí en frente
de sus discípulos para que todos lo vieran. Tenía el pan en la mano e iba entregando los pedazos a medida que los
iba partiendo. Cuerpo y pan eran claramente distintos y siguieron siendo así. Ninguno se transformó en el otro ni
tomó las propiedades o características físicas del otro Además, tal interpretación pasa por alto también (b) el hecho
de que durante su ministerio terrenal el maestro usaba frecuentemente un lenguaje simbólico (Mr 8:15; Jn. 2:19;
3:3; 4:14, 32; 6:51, 53–56; 11:11).
¡Es sorprendente que en todos los casos indicados por estas referencias, el lenguaje simbólico o figurado utilizado
por nuestro Señor fue desatendido por quienes los estaban escuchando!
¡También, en cada caso, el contexto hace claro que estaban equivocados los que interpretaron literalmente las
palabras de Cristo! ¿No es tiempo ya de tomar muy a pecho la lección implícita? Finalmente, (c) cuando Jesús
habló de sí mismo como la ―vid‖ (Jn 15:1, 5), ¿no es claro que quería decir que la relación de una vid natural con
sus sarmientos, los cuales encuentran su unidad, vida y capacidad de fructificar en la planta, es semejante a la
relación más excelsa entre Cristo y los suyos? ¿No es claro, entonces, que la vid representa o simboliza a Jesús, la
Vid verdadera? Así también se llama a sí mismo la puerta, la estrella de la mañana, la piedra del ángulo, el cordero,
la fuente, la roca, etc. También se refiere a sí mismo como ―el pan de vida‖ (Jn 6:35, 48,) ―el pan de vida que
descendió del cielo‖ (Jn 6:58). Entonces, ¿por qué no podría ser y ser representado y simbolizado por el ―pan
partido‖? En consecuencia, el significado del ―pan partido‖ y el vino derramado se indica correctamente en el
formulario de la Santa Cena que representa a Cristo diciendo: ―Como de otro modo deberíais haber sufrido la
muerte eterna, yo entrego mi cuerpo a la muerte en el madero de la cruz y derramo mi sangre por vosotros, y soy
comida y bebida para vuestra alma hambrienta y sedienta con mi cuerpo crucificado y mi sangre derramada para
vida eterna, tan ciertamente como este pan es partido delante de vuestros ojos y esta copa os es dada, y vosotros los
coméis y bebéis con vuestras bocas en memoria de mí‖.
Jesús añade: ―Haced esto en memoria de mí‖. Era el deseo de nuestro Señor que por medio de la cena aquí
instituida la iglesia conmemorara su sacrificio y le amara, reflexionara sobre su sacrificio y le abrazara con fe,
mirando hacia adelante en viva esperanza de su gloriosa segunda venida. Por cierto, la celebración adecuada de la
Santa Cena es un recordatorio de amor. Sin embargo, es mucho más que eso. ¡Con absoluta seguridad, Cristo está
presente y muy activo por su Espíritu en esta verdadera fiesta! Mt 18:20. Sus seguidores ―toman‖ y ―comen‖. Se
apropian de Cristo por medio de una fe viva y son fortalecidos en esta fe.
Con respecto a ―y del mismo modo, después de la cena (tomó) la copa‖, etc., nótese lo siguiente: Jesús dice: ―Esta
copa (es) el nuevo pacto en mi sangre‖. ¿Pero por qué habla de un nuevo pacto? ¿No nos enseñan claramente
pasajes tales como Ro 4:16; Gá. 3:8, 9, 29 que el antiguo pacto, el que fue hecho con Abraham, ―el padre de todos
nosotros‖, aún está vigente? Por cierto que sí. No obstante, ha habido un cambio trascendental, un cambio tan
significativo que ya Jeremías (31:31), mirando hacia el futuro, podía hablar de un nuevo pacto. Lo nuevo consiste
en esto: (a) que para el creyente en la nueva dispensación, la ley ya no está escrita en tablas de piedra, sino en sus
corazones, habiendo sido derramado el Espíritu Santo en aquellos corazones; y (b) que el pacto ya no es casi
exclusivamente entre Dios y el pueblo de Israel, sino entre Dios y todos los creyentes, sin consideración de raza ni
nacionalidad (Ro 10:12, 13).
Nótese también ―el nuevo pacto en mi sangre, derramada por vosotros‖.
En todos los cuatro relatos (Mateo, Marcos, Lucas, 1 Co. 11), se establece una relación entre la sangre de Cristo y
su pacto. Según Mateo y Marcos, Jesús dijo: ―mi sangre del pacto‖; aquí en Lucas—con poca o ninguna diferencia
en significado—―el nuevo pacto en mi sangre‖. La expresión se remonta a pasajes tales como Ex. 24:8; Jer. 31:31–
34. Véase también el significativo pasaje de Lv. 17:11. Y nótese: ―Sin derramamiento de sangre no se hace
remisión‖ (He 9:22; cf. Ef. 1:7); por lo tanto, tampoco hay pacto, ninguna relación especial de amistad entre Dios y
su pueblo. La reconciliación con Dios siempre exige sangre, un sacrificio expiatorio. Y puesto que el hombre
mismo es incapaz de hacer tal sacrificio, se requiere una ofrenda vicaria, de sustitución, que sea aceptada por fe (Is.
53:6, 8, 10, 12; Mt 20:28; Mr 10:45; Jn. 3:16; 6:51; Ro 5:19, 8:32; 2 Co. 5:20, 21; Gá. 2:20; 3:13; 1 P. 2:24).
Según la narración de Lucas, Jesús dijo: ―… mi sangre, derramada por vosotros‖. Mateo (26:28) y Marcos (14:24)
dicen: ―derramada por muchos‖. No hay conflicto. Los verdaderos discípulos de Cristo (los Once) estaban incluidos
en ―los muchos‖.
Como se mostró en nuestro pequeño resumen, indicando brevemente lo que Jesús hizo por sus discípulos durante
esta tarde y esta noche (mientras todavía estaban en el aposento alto), Lucas describe ahora como ellos a su vez
reaccionaron ante Jesús y su enseñanza. En relación con esto el evangelista vuelve a lo que ocurrió antes de la
institución de la Cena del Señor, esto es, a lo que ocurrió mientras aún se desarrollaba la cena pascual.
21. Pero, ¡mirad! la mano del que me traiciona está conmigo en la mesa.
Los siguientes hechos confirman que lo que se relata aquí muy probablemente ocurrió antes de la institución de la
Cena del Señor:
a. En los Sinópticos que siguen más de cerca el orden cronológico, Mateo y Marcos, la institución de la Cena del
Señor sigue después del anuncio acerca del traidor. Mt 26:26–29 y 26:20–25; y Mr 14:22–25 con 14:17–21.
b. En el relato paralelo de Juan acerca de la denuncia del traidor, Judas deja el aposento alto inmediatamente
después que Jesús le dijo: ―Lo que haces, hazlo más pronto‖ (Jn. 13:21–30).
Piénsese en esto: ―La mano del hombre que me traiciona está conmigo en la mesa‖ o, como lo dice Marcos:
―Solemnemente os declaro, uno de vosotros me traicionará—uno que está comiendo conmigo‖ (14:18), y aun más
aguda y dramáticamente: ―Es uno de los doce, el que mete (la mano) en el plato conmigo‖ (v. 20).
Jesús continúa: 22. Porque el Hijo del hombre está yendo como ha sido decretado, pero ay de aquel hombre por
quien está siendo traicionado.
Acerca de ―el Hijo del hombre‖ v 5:24 y sobre Mt 8:20. Jesús, Aquel que a través del camino de la humillación
alcanza la glorificación y que de hecho ha sido glorioso desde el principio, va, está yendo, es decir, vive en la tierra,
sufre y muere, no como una víctima de las circunstancias, sino ―como ha sido decretado‖, o sea, como ha sido
anunciado por los profetas (Is 53) y establecido en el decreto eterno de Dios. Era necesario que el Maestro pusiera
énfasis en esta verdad una vez más, porque le costaba tanto a los discípulos reconciliarse con la idea de un Mesías
que iba a morir. Además, cuando mañana—―hoy‖ según el método judaico de contar el tiempo—él muera en la
cruz, que los discípulos reflexionen en esta solemne declaración, para que puedan saber que esta muerte no significa
el triunfo de sus enemigos sino más bien la realización del plan soberano y siempre victorioso de la gracia de Dios.
Sin embargo, en ningún lugar de las Escrituras la predestinación y la profecía anulan la responsabilidad humana.
Así también aquí: el grito de pesar y de lástima: ―Ay de aquel hombre por quien él está siendo traicionado‖,
mantiene plenamente la vigencia de la culpa y establece la condenación del traidor. Sabemos que no se arrepintió
de verdad. Por eso se enfrenta con la condenación eterna (Mt 25:46). Lo que hace más pesada su culpa es el hecho
de que no solamente tramó la perfidia y dio el paso siguiente—ofrecerse voluntariamente para entregar a Jesús al
enemigo—y también el siguente—aceptar las treinta piezas de plata—sino que aun ahora, a pesar de las
impresionantes advertencias de Cristo, sigue adelante con su plan.
Continuación: 23. Entonces ellos comenzaron a discutir entre sí quien de ellos podría ser el que iba a hacer esto.
Es claro que aquí, como ocurre con frecuencia, Lucas hace un resumen. Para un relato más detallado hay que
consultar los paralelos en los otros Evangelios. Muy brevemente: el sorprendente anuncio de Jesús suscitó tres
respuestas en forma de preguntas, como sigue:
(a) una pregunta que expresa una saludable desconfianza en sí mismos: ―No soy yo, ¿verdad?‖ Esa fue la reacción
de todos los discípulos, salvo Judas Iscariote. En el Evangelio de Marcos la pregunta se encuentra en esta forma en
14:19; la respuesta de Cristo en vv. 20, 21. Hubo también (b) una pregunta de abominable hipocresía: ―¿Verdad
que no soy yo, Maestro?‖ Esa fue, probablemente después de mucha vacilación, la reacción de Judas. Véase la
respuesta y la pregunta en Mt 26:25. Finalmente, hubo (c) una pregunta de confianza filial: ―Señor, ¿quién es?‖ Esta
es la forma en que se expresó Juan, apremiado por PedRo La pregunta expresada en esta forma, los hechos
relacionados con ella, la respuesta de Cristo y la reacción de los discípulos a esa respuesta están registrados
solamente en Jn. 13:23–30, que también menciona (en v. 30) la salida del traidor.
Cabe destacar un hecho más. Como se ha señalado, Jesús mismo era el anfitrión. Todos los demás estaban
comiendo de su comida Ese solo hecho, especialmente en el cercano oriente, región en donde aceptar la
hospitalidad de alguien y luego hacerle daño se consideraba como algo altamente reprensible, habría atado las
manos de todos. Ello hubiera hecho imposible que cualquiera de los Doce emprendiera alguna acción contra su
anfitrión. Piénsese en Sal. 41:9. Y además de lo que Jesús hizo por los Doce esta noche, ¿cuántos otros favores no
había otorgado el Señor a todos ellos, incluido Judas, durante los meses de su asociación con él?
No obstante, no debemos fijar nuestra atención solamente en Judas. ¡Debemos fijarla en Jesús! De un modo
traicionero y humillante él, el Señor de gloria, está siendo entregado a sus enemigos. Es muy importante que
veamos esto. Nuestra reflexión en la historia de la pasión de Cristo no debe perderse en toda suerte de detalles
acerca de Judas, Pedro, Anás y Pilato.
Después de todo es la historia de Sus sufrimientos. Está centrada en él y nosotros no debemos olvidar jamás verle a
él en el centro mismo del desarrollo de los acontecimientos.
El parrafito que estamos considerando (vv. 21–23) muestra nuevamente que Jesús es el que lleva el control de la
situación. No fue tomado por sorpresa. Sabía exactamente lo que estaba ocurriendo y lo que iba a ocurrir hasta en
sus más mínimos detalles. ¡El hecho de que él revela esto a sus discípulos servirá de apoyo a los discípulos cuando
descubran más adelante esa misma noche que todo se desarrolla exactamente en la forma prevista por él! ¡Qué
maravilloso Salvador!
Lecciones prácticas derivadas de Lu 22:1–23
V. 3 ―Entonces Satanás entró en Judas‖. La Escritura enfatiza el papel de Satanás en los asuntos de los hombres. Gn
3:15; Job 1:6; 2:1; Zac 3:1s; Mt 16:23; Lu 4:1s; 10:18; 13:16; 22:31, 32; Jn 13:27; Hch 5:3; 26:18; Ro 16:20; 1 Co.
5:5; 7:5; Ef 6:12, 13; 1 P. 5:8, 9; Ap 20:2, 7. ¿No sería aconsejable, para hacer que nuestros niños estén más
conscientes de la actividad de Satanás y de su deber de resistirle a él y a sus tentaciones, que al enseñarles el
Padrenuestro digamos ―Y líbranos del malo (en vez del mal)? Especialmente si tenemos en cuenta que eso es
probablemente lo que quiso decir Jesús cuando enseñó a sus discípulos esta oración. Mt 6:13.
V. 5 ―Ellos se alegraron‖. Esta no fue la única vez en la historia del mundo en que los dirigentes religiosos, tales
como escribas y sacerdotes, han respaldado con todo gusto planes perversos. El hecho de que se inicie y termine
una reunión con oración, que se lean en ella las Escrituras y se canten himnos, no significa necesariamente que Dios
pone su sello de aprobación a tal reunión. Es el corazón lo que cuenta.
V. 13 ―Fueron, pues, y encontraron (todo) tal como Jesús les había dicho‖. ¡Qué completa y consoladora es la divina
omnisciencia! (Sal. 139; Jn. 21:17).
Vv. 19, 20 ―Mi cuerpo dado por vosotros … mi sangre, derramada por vosotros‖. ―Haced esto en memoria de mí‖.
Por lo tanto: Según tu palabra de amor, con mansedumbre y humildad, oh moribundo Señor, me acordaré de ti.
Véase lo que se dijo respecto de esto en relación con 14:7s. O también: ―¿Cuál discípulo debe lavar los pies de los
demás discípulos y los del Maestro?‖ Jn 13:1s. Observamos, en consecuencia, que aunque los demás Evangelios no
presentan un paralelo para este relato de Lucas, ciertamente sugieren un trasfondo para él.
Imaginemos la escena. Allí estaba Jesús, a punto de poner su vida por estos hombres, centrando su atención en las
necesidades de ellos, amándo-los tierna e intensamente. Como demostración de que esta era por cierto la situación
aquella misma noche, léase pasajes tales como Jn. 13:1; 17:6–19. ¿Y no dejan tácito otro tanto los siguientes
pasajes: Ro 5:6–11; 8:31–39; Gá. 2:20? Sin embargo, mientras él derrama por ellos su corazón, ellos están
discutiendo la pregunta: ―¿Quién de nosotros es el mayor?‖ Lo que hacía aun más reprensible su actitud era que ya
habían sido reprendidos antes acerca de esta actitud egoísta. Mt 18:1–5; Mr 9:34–37; Lu 9:46–48. ¿Lo habían
olvidado tan pronto?

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