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CECILIA: ¡Amorcito, son las 7! (¿Con quién dormí anoche?... ¿Quién es CECILIA: (¿Por qué lo llamo “gordito” si es flaco? A lo mejor tiene el
este hombre legañoso? Y, sobre todo, ¿por qué lo llamo “amorcito”?) trasero gordo, debe ser por eso.) ¿Te preparo huevos revueltos?
CECILIA: No lo tomes a mal, pero... ¿cómo te llamas? CECILIA: Te daré una sorpresa. Compré sales termales revitalizantes.
MIGUEL: Miguel, ¿y tú? MIGUEL: (Sea quién sea es una gata peligrosa, lo presiento, mi instinto
no me falla. Será mejor no volver a verla. ¿O seguiré soñando toda-
CECILIA: Cecilia. vía?)... ¡Pellízcame, Chelita!
MIGUEL: Encantado de conocerte. Me han hablado de ti. Podríamos CECILIA: ¿En dónde?... ¿Vamos a empezar con los jueguitos eróticos
tomarnos algo un día de éstos. Conozco un bar muy acogedor. tan temprano?
CECILIA: Claro, llámame por teléfono y quedamos en algún sitio. MIGUEL: No, sólo quiero saber si aún sigo durmiendo. Dame una
(Simpático, pero patudo. Debe ser uno de esos tipos que terminan cachetadita, eso bastará.
acostados con la primera que conocen)
CECILIA: (Preferiría hacerlo con un bate de béisbol o con un hacha,
MIGUEL: (Dice que se llama Cecilia... Jamás me habría casado con una pero, ¿qué haría luego para deshacerme del cadáver?).
Cecilia, pero a lo mejor estoy casado con ésta. ¿Qué me está pasan- Dentro de unos minutos estará el baño preparado como tú te lo
do?... ¡Necesito un abogado urgentemente!) mereces.
¿Conoces algún abogado?
MIGUEL: Mientras tanto me voy a hacer los masajes de la próstata que
CECILIA: ¿Para qué? me recomendó el médico.
MIGUEL: Es urgente. Te lo explico luego.
(Si le digo que lo necesito para divorciarme le dará un ataque de histeria)
II MIGUEL: (Aullando) ¿No puedo ni siquiera tener mi propia caca
CECILIA: (Todos los hombres son onanistas. Mi padre, por ejemplo, se privada sin que la espíes, la huelas, la evalúes y determines su color?
hacía masajes en la hernia inguinal.)
CECILIA: ¡Ábreme, por favor! Necesito entrar para buscar algodón. Me
MIGUEL: (¡Por fin se ha ido! ¿Seré yo el que dice ella que soy?... Si no corté un dedo.
soy su marido, debo ser su cafiche.)
MIGUEL: (¿Cómo voy a encontrar un algodón entre sus cepillos, sus
CECILIA: (Al público) (Le preparé el baño como a él le gusta: la peines, sus frascos, sus tampones, sus horquillas, sus pastillas, sus pinzas
temperatura y la espuma precisa. Cambié las toallas, le deje la bata y lo y sus cremas...?)
ayudé a desnudarse y meterse en la tina.)
CECILIA: ¿Encontraste el alcohol?
MIGUEL: (Suspirando) Ha sido maravilloso compartir estos años de es-
puma contigo. MIGUEL: (...la depiladora, el secador de pelo, las gotitas, treinta mil
barritas de “rouge”...)
CECILIA: Pero todo tiene su fin, amorcito.
(Entonces, quité el tapón de la tina y vi como el agua y él desaparecían CECILIA: Está junto a la tintura de pelo.
por el desagüe. Sólo quedó un poquito de espuma que se levantó por el
MIGUEL: (...estuches de maquillajes secos, aceites misteriosos,
aire.) ¡Adiós, seas quién seas! ¡Buen viaje por el alcantarillado!
desodorantes íntimos, lacas, gorros plásticos, rulos...)
Cecilia sale.
CECILIA: ¿Te pasa algo? ¿Por qué no contestas?
MIGUEL: (Aunque tenga estos peligros, todavía el baño sigue siendo el
Paraíso al que puedo echar llave y donde esta mujer extraña no puede MIGUEL: (...bálsamos, bolsas de diferentes tamaños...)
entrar. Lo he calculado: he pasado 5.460 horas en el baño desde que me
casé. 5.460 horas de felicidad. Pero este Paraíso puede transformarse en CECILIA: ¿Te has resbalado en la tina?
una trampa infernal cuando ella sospecha que soy feliz aquí.)
MIGUEL: (...y en un rincón, en un solo vaso sucio, mi cepillo y pasta de
Cecilia entra o se asoma por un costado.
dientes, mi peineta, mi máquina de afeita, es decir, mi patrimonio.)
CECILIA: ¡Bichito querido, necesito pasar a buscar el alcohol, porque
me corté un dedo! CECILIA: ¡Si estás vivo, dime algo; y si estás muerto, también!
MIGUEL: Estoy haciendo caca. MIGUEL: (Y cuando decido cortarme las venas en el lavamanos y
terminar con mi vida, descubro que está ocupado con una palangana
CECILIA: ¿Otra vez?... Ayer hiciste caquita verde. La vi. ¿De qué color donde la desconocida ha metido en remojo sus calzones y el sostén.
es la de hoy? ¡Este no es mi Paraíso! ¡Es mi pesadilla... o la de otro!
¡Alguien me está soñando!) (Gime)
y en el canasto de la ropa sucia. Este baño ahora es un desierto, un
CECILIA: ¿Por qué lloriqueas? ¡Dios mío, te has degollado al afeitarte! calabozo, donde estoy espantosamente solo.
¿Quieres que llame a la ambulancia? ¿Pero qué les digo?... Nadie se desangra detrás de la puerta, nadie me pide alcohol para
¡No sé lo que está pasando! curarse una yayita o para emborracharse.
Me desnudo, me miro en el espejo y mis lágrimas mojan mi sexo.
Miguel se pone a silbar.
CECILIA: (Entrando) ¿Estás bien?
¿Por qué silbas? ¿Qué estás haciendo?
MIGUEL: No, estoy llorando, estoy acordándome de ti.
MIGUEL: Ya te dije: caca.
CECILIA: (Nuestro problema es insolucionable, digan lo que digan el
CECILIA: Nadie silba y hace caca al mismo tiempo. asesor matrimonial, mi cuñada, el párroco, la perra y el ficus. Todos
ellos no saben que nuestro problema es que tenemos hormonas ene-
MIGUEL: Yo sí. migas. No somos más que seres humanos, y convivir con un ser
humano es imposible.)
CECILIA: Mientras tú silbas, yo me estoy desangrando. ¡Tengo que
detener la hemorragia! ¡Necesito alcohol! III
MIGUEL: Brujita, ¿dónde estás?
MIGUEL: Cuéntate una nueva.
CECILIA: En la cocina, preparando el desayuno. ¿Qué quieres?
CECILIA: Me entrará gangrena. Perderé el dedo. Me haré un torniquete
con una sábana. ¡Eres un sádico!
MIGUEL: Nada, sólo quiero saber que estás viva, que respiras, y que
estás cerca.
Cecilia sale. Miguel deja de silbar.
CECILIA: (Al público) Ya lo escucharon. No podía vivir sin mí.
MIGUEL: ¿Te abandoné yo o me abandonaste tú?... Debería acordarme
Me tenía en la palma de la mano. Era la reina de la casa. Me levantaba
de eso, por lo menos. ¿Y qué hago yo con las horas que tú me robaste?
temprano y me dedicaba todo el día a prepararme para recibir a mi
Sólo me tengo a mí mismo por compañía... ¡y me detesto!
hombre como se merecía. Iba a la peluquería, hacía aerobic, yoga, me
El baño ahora está limpio, vacío, solo para mí, sin charcos en el suelo,
depilaba, me hacían masajes... ¡Que vida! (Reaccionando) Pero,
sin tu ropa interior colgando de la ducha... ¡Es terrible este orden! ¡No
entonces, ¿quién era la que lavaba, cosía, planchaba, sacaba brillo a la
puedo soportarlo! ¡Qué alguien me ayude!
casa desde las 7 de la mañana hasta las 12 de la noche? ¿Quién es la que
(Gritando) ¡Necesito que lo llenes de frascos de nuevo, de pinceles, de
tenía que tratar con el gásfiter, las cuentas, el jardinero...? ¿Quién era la
cremas! ¡Entra mi amor, arranqué la puerta y la ventana para que puedas
miserable esclava que hacía todo eso?...
entrar sin llamar! ¡Invádeme, asalta mi intimidad, condéname a
¡Dios mío, era yo!
convivencia perpetua!
Me acuerdo cuando hacíamos el amor en la tina, en el bidet, en el wáter
MIGUEL: Cariño, ¿vamos a la cama un ratito? Solo para auscultarte con MIGUEL: ¡El sexo, m ́hijita, no se haga la tonta!
el estetoscopio. Tus bronquios emiten un silbido erótico que me ex-
cita. CECILIA: (Se ponía pesado con el tema. Cada noche me hacía un Full
Monty privado y yo tenía que aplaudir.) Ella aplaude.
CECILIA: (Claro, existían las compensaciones del amor. Pero, enton-
ces... ¿por qué cuando empezaba a sentir algo, lo que se dice “el prólogo MIGUEL: ¿Ha aplaudido a muchos hombres, m ́hijita? Usted me
del prólogo”, él ya había despachado el asunto y estaba llamando por entiende.
teléfono al psiquiatra para comunicarle que todo salió estupen- damente
esta vez? CECILIA: (Y si mi aplausómetro no funciona, por supuesto es culpa
Los hombres son erráticos como amantes. Malo es el que lo hace con mía.)
los ojos cerrados, porque no quiere verte, y malo es el que lo hace con
los ojos abiertos, porque lo distraen hasta las polillas.) MIGUEL: Hoy estás muy fría, no sé lo que te pasa.
CECILIA: ¡Tu madre! CECILIA: No tengo ese problema. Yo tomo sacarina. Cambio.
MIGUEL: ¿Cómo los de mi madre?... Eso es imposible. Ella prepara los MIGUEL: ¡Te prohíbo que cocines con ajo! El olor invade mi zona.
mejores capuchinos del mundo.
CECILIA: Cuando traigas una fulana, como ayer, que no se atreva a
CECILIA: ¡Digo que te lo prepare tu madre, tu tía sorda o la vecina
cruzar la línea.
desnuda a la que espías con los prismáticos!
MIGUEL: Eso ya está hablado. Cambio.
MIGUEL: ¿Ve?... Ya lo arruinó todo... Quería que compartiéramos un
cafecito íntimo para hablar de nosotros, de lo que está pasando, de lo
CECILIA: ¡Pero lo hizo! ¡Meó en mi baño!
que queda de nuestro amor, que, a veces, parece que es mucho y, a
veces, parece que no es nada. Pero, claro, se te subieron las hormonas a MIGUEL: Era mi psiquiatra. Quería comprobar la separación de
la cabeza y te salió la bruja por la boca. espacios vitales. Además, mea fragante.
CECILIA: ¡Ándate a la mierda! CECILIA: ¿Y para psicoanalizarte usan condones? Lo tuve que recoger y
tirar a la basura. MIGUEL: ¡Basta! ¡Sé que para ti soy un insecto, pero no conseguirás ex-
terminarme con ese insecticida!
MIGUEL: ¡No pienso darte cuenta del uso de mis condones! Además si
lo recogiste, fue porque invadiste mi espacio vital. CECILIA: ¡No pienso responderte! Ese es el acuerdo.
MIGUEL: (Hace 6 meses que vivimos así. Era inevitable que me buscara CECILIA: Es que yo uso mucho la lengua.
otro cuerpo más hospitalario. La traje al departamento cuando ella no
estaba. Le pedí que se pusiera una de las pelucas de Cecilia y su ropa MIGUEL: Estoy seguro, pero no has entendido nada.
interior. Todo el tiempo la llamé Cecilia. Le fui infiel sólo para
demostrarle que ella es la única mujer posible.) CECILIA: ¿Qué hay que entender?
Miguel se incorpora a la acción. MIGUEL: No, pero todos los maridos son iguales: hacen el amor con el
cerebro, no con el sexo.
CECILIA: Quiero leer el guión.
CECILIA: Ahora me explico por qué solo tengo desvirgado el cerebro.
Ahahahaha...
MIGUEL: El video que tú vas a hacer es todo lo contrario.
MIGUEL: (Muy perturbado) ¡Oh, son increíbles, qué sensualidad, qué
CECILIA: ¿Y qué significa “todo lo contrario”? erotismo!... ¡Palpitan! ¡Están húmedas! ¡Están inflamadas! ¡Succionan!
¡Ohohohoh... ahahaha...! ¡Ahaaah!
MIGUEL: Solo piel, pelos, membranas, lenguas, saliva, émbolos,
diafragmas, aullidos. Ni un ápice de neuronas, ni un segundo de ternura. CECILIA: ¿Qué le pasa?
¡Pura explosión orgásmica, el “Big Bang”! ¡Agujeros negros, reacción en
cadena de supernovas, en medio de desgarramientos, mordiscos, sangre, (Miguel eyacula)
flotando en el espacio!
CECILIA: ¡Oh, no! ¡Otro eyaculador precoz!
CECILIA: Oiga, usted habla igual que mi marido. Los dos tienen esa
propensión a las metáforas espaciales. Me da la impresión de que todo MIGUEL: ¡Y a mucha honra! Siempre fui precoz para todo.
este bla bla lo he escuchado antes.
CECILIA: Su precocidad será lo más porno del video.
MIGUEL: Claro... ¡Es el amor oral, las palabras excitan!
MIGUEL: (Modesto) Bueno, uno se debe a su público. Para estos videos
CECILIA: Qué curioso. A mí las palabras me enfrían. Creo que no me porno hay que estar muy bien dotado. Y son preferibles los
voy a desnudar. cortometrajes.
MIGUEL: No importa. Todo este diálogo ha sido filmado con cámara CECILIA: Salta a la vista. Ah, en los créditos, quiero figurar como
oculta. Resultará fabuloso. Cuando te vean en los moteles, se van a “Virgo Fidelis”.
excitar hasta la locura.
MIGUEL: De acuerdo. Oye, dime, ¿tú haces esto por amor al dinero o
CECILIA: ¿Usted cree? por amor al video?
MIGUEL: Estoy seguro. CECILIA: Por amor al odio, por amor a la contradicción, por amor
a mi enemigo, un ser agónico que se rasca la entrepierna y huye de mí
CECILIA: ¿No necesito desnudarme? solo para encontrarme. Ah, antes de irme, estoy deseando hacer algo
que le debo por el video.
MIGUEL: No.
MIGUEL: ¿Desnudarse?
CECILIA: ¿No quiere que le muestre ni siquiera las amígdalas? Se podría
hacer un bonito primer plano. CECILIA: No, darle una cachetada. ¡Y espero que no seas masoquista y
eyacules otra vez!
Cecilia abre la boca.
Cecilia le da una bofetada y sale.
MIGUEL: Aló... ¿Contactos “Hot Line”?...
VIII
MIGUEL: (Al público) (Y si no fue así, fue algo muy parecido. Conozco Contesta Cecilia que ha entrado al escenario y se sienta en una tarima. Él habla por
a mi mujer más que si la hubiera parido, bueno, no, porque jamás la el celular, pero ella no.
habría parido: la habría abortado. Siempre lo que imagino es solo la
CECILIA: (Insinuante) ¡Bingo! ¡Has acertado llamando a ¡”Hot line”!
pálida sombra de la realidad. No sé de qué me quejo. La vida de un
¡Serás Cliente Premium! ¡Acumularás puntos! Puedes escoger entre una
separado es muy entretenida. Gozo de una libertad que no había
rubia incandescente, una morena tutora se- vera, una niñita que quiere
conocido ¡Por fin puedo organizar mis numerosas citas, hablando por
aprender todo lo que le enseñen o uno de nuestros chicos dispuestos a
teléfono desde mi casa, a gritos, sin el temor de que Cecilia se entere! Se
lamer tu celular y lo que le pidas.
terminó eso de tener una agenda clandestina escondida. Ahora pego la
lista de mis amiguitas en la cocina y en el espejo del baño.)
MIGUEL: Bueno, yo... yo quiero...
Toma un celular y habla con tono forzadamente eufórico. CECILIA: Pide, pide...
¿Catita?... Soy Miguel. MIGUEL: Pido una mujer tímida y perversa al mismo tiempo;
dominante y pasiva; alegre y depresiva, virtuosa y canalla; que calle y
CECILIA: (Desde fuera) Me casé ayer. perdone.
MIGUEL: ¿Eva?... Soy Miguel. CECILIA: Está perfectamente claro: quieres una mujer casada, domina-
da y frustrada.
CECILIA: ¿Llamas para reconocer a tu hijo?...
MIGUEL: ¡Eso, eso!
MIGUEL: ¿Rebeca?... Soy Miguel.
CECILIA: Te pondré con Cecilia, que se acaba de separar.
CECILIA: Me cambié de sexo el año pasado. Ahora me llamo Rebeco.
MIGUEL: ¿Es castaña, bonita y de estatura mediana?
MIGUEL: ¿Carola?... Soy Miguel.
CECILIA: Sí.
CECILIA: Búscate a otra para someter bajo tu lógica machista patriarcal
misógena heteronormativa falocéntrica, ahora soy feminista. MIGUEL: ¿Estás segura que se llama Cecilia?
CECILIA: Soy la abuela de Claudia y estoy libre esta noche. Puedo pagar MIGUEL: ¿Y se dedica al teléfono erótico desde hace mucho?
sus servicios.
CECILIA: Es primeriza. Yo creo que le desvirgaron la oreja solo hace un CECILIA: Si eres impotente, no te preocupes. He conseguido resultados
mes, cuando dejó al marido. magníficos hasta en castrados irreversibles.
CECILIA: Recuerda que a partir de la señal empieza a correr el tiempo. CECILIA: Eso es más difícil. Tendrás que darme el número de tu tarjeta
de crédito. $5.000 el minuto.
MIGUEL: Lo sé.
MIGUEL: Está bien.
Unos pititos de señal.
CECILIA: ¿Qué te gusta?
CECILIA: (Un poco más ronca) ¡Bienvenido, navegante solitario! Estás en
el nido oral de Cecilia. ¿Es la primera vez? MIGUEL: Chuparle los dedos de los pies a las adúlteras. ¿Tú lo eras
antes de separarte?
MIGUEL: No, m ́hijita, tengo muchas horas de vuelo telefónico. La
inexperta eres tú. CECILIA: Por supuesto. Lo normal.
MIGUEL: No es necesario dar nombres. CECILIA: Tengo los pies desnudos. Son absolutamente obscenos.
CECILIA: Tienes voz de llamarte Miguel. MIGUEL: ¿Tienes las uñas pintadas?
CECILIA: Insegura, mentirosa, pero tierna. MIGUEL: Voy a chuparte el dedo gordo. Voy a tratar de que llegue
hasta mi garganta.
MIGUEL: Me llamo Horacio.
CECILIA: ¿Y si te lo tragas?
CECILIA: Te llamaré Miguel. Te demostraré que no conoces ni tu
propio cuerpo, ni tu nombre, ni tu sexo. MIGUEL: Pasa alguna veces, pero son deliciosos.
MIGUEL: Bueno, me lo miro de vez en cuando en el espejo. No es nada CECILIA: ¡Estoy muy excitada!
del otro mundo. En todo caso, te equivocaste de cliente. Hace tiempo
que superé el sexo genital. MIGUEL: Yo también.
CECILIA: ¿Hacías esto con tu mujer? MIGUEL: La enrollo en tu cuello.
CECILIA: ¿Y qué más vas a hacer? MIGUEL: Lo sabías desde que empezamos a hablar.
CECILIA: Me gusta que me castiguen. Me lo merezco. MIGUEL: ¿Quieres una agonía lenta?
MIGUEL: No te confundas, yo no soy sádico. CECILIA: ¡Sí, sí, sigue, sigue, que no termine nunca! ¡Más... más...!
(Jadea).
CECILIA: ¿Y qué eres? Se escucha la señal de los pititos.
MIGUEL: ¡Un justiciero moral! CECILIA: (Con voz normal) Se acabó el tiempo.
CECILIA: Haz justicia, si esto te hace llegar al orgasmo. MIGUEL: ¡No puede ser!
MIGUEL: No me hace llegar al orgasmo, pero me trae la paz. Es un CECILIA: Tengo un cronómetro.
problema espiritual.
MIGUEL: ¡Eres como todas las mujeres! ¡Tienes un cronómetro en la
CECILIA: Ya me parecía a mí que eras un místico. Seguro que levitas. vagina!
MIGUEL: ¿Tu marido levitaba? CECILIA: (Fría) Comunicación terminada. El monto de tu tarjeta ha
sido aceptado.
CECILIA: Justo cuando no debía hacerlo, por ejemplo, cuando estaba Corta la comunicación.
encima de mí.
IX
MIGUEL: Dame una de tus medias. MIGUEL: ¡Puta! (Me dijo que había conseguido un trabajo nuevo, de
telefonista, creo; que no necesitaba la miseria de plata que le daba; que
CECILIA: Toma. ya no aguantaba tener solo la mitad del refrigerador. Nunca compren-
dio mi generosidad. Cruzó la línea divisoria del departamento, cargada
MIGUEL: Primero la huelo profundamente. Luego me acerco a ti por con sus maletas y llamó a un taxi. Lo siento por el taxista. Le habrá
detrás. contado toda su vida llorando a gritos. El taxista ni la habrá mirado.
Están acostumbrados a llevar mujeres histéricas.
CECILIA: Por detrás es más emocionante.
La miré por la ventaba mientras se iba. En realidad no lloraba a gritos,
más bien, se reía a gritos con el taxista. Llevaba una minifalda y una MIGUEL: No. Conocer a otro tipo.
blusa transparente. Juraría que ese taxista fue demasiado amable con
ella. ¿Cómo se puede reír una mujer con un desconocido cuando acaba CECILIA: Por supuesto. Un imbécil hace olvidar a otro. (Ahora sé que
de abandonar a su marido?...) voy a cerrar las piernas. Aunque, a lo mejor, cruzando las piernas lo
excito más.)
Miguel se desplaza y se sienta en una tarima.
MIGUEL: Shakespeare escribió que la lujuria, hasta que se satisface, es
(Frío, como el taxista) ¿A dónde la llevo? perjura, asesina, sanguinaria, salvaje, excesiva, cruel; aunque
probablemente, Shakespeare no le miraría los calzones a la pasajera de
CECILIA: A cualquier hotel. un taxi.
MIGUEL: ¿Si tiene una cita con alguien, cómo no sabe a qué hotel? CECILIA: ¿Qué me decía?
CECILIA: ¡Oiga!, ¿usted cree que uno va a una cita a un hotel con MIGUEL: Que conozco un hotelito muy familiar.
cuatro maletas?
CECILIA: ¡Odio las familias! Acabo de destrozar una.
MIGUEL: Hay parejas que les gusta llevar juguetes eróticos (Se ríe).
MIGUEL: Entonces la llevaré a un hotelito discreto, pero muy cómodo.
CECILIA: Mi juguete erótico lo dejé en casa, es mi marido y acabo de
abandonarlo porque se le acabaron las pilas. CECILIA: (¿Por qué este tipo me habla como si yo fuera una prostituta?
Tendré aspecto de eso?... Sigue mirándome por el retrovisor. Me siento
MIGUEL: No se aflija. Seguramente, era un imbécil. observada, aunque, después de todo, no es tan desagradable. A lo mejor
Miguel tenía razón lo que yo estaba deseando era soltarme el pelo.)
CECILIA: No era un imbécil, o quizás lo era. Pero, en todo caso, era un
imbécil único, irremplazable. MIGUEL: (¡Voy a encontrar a ese taxista! ¡Lo voy a mutilar, le voy a
sacar los ojos y los voy a freír al ajillo! Quiero descuartizarlo, con un
MIGUEL: (Ahora el taxista le está mirando las piernas por el espejo machete, con una sierra eléctrica. (Grita) ¡Hijo de puta! ¡Psicópata!)
retrovisor)
CECILIA: ¡Oiga, volvamos y déjeme donde me recogió!
CECILIA: (Sé que me está mirando. Lo siento en la piel. No sé si abrir o
cerrar las piernas. ¿Por qué nunca sé lo que tengo que hacer?) MIGUEL: ¿A su casa?
MIGUEL: Usted debería olvidar a ese tipo. ¿Y sabe qué es lo mejor para CECILIA: Sí.
olvidar?
MIGUEL: ¡Pero si acaba de abandonar a su marido!
CECILIA: Emborracharse.
CECILIA: ¡Me importa un rábano mi marido! MIGUEL: Así es.
CECILIA: Es que no estoy segura si cerré la llave del gas y la luz. MIGUEL: Quedo detenido.
MIGUEL: ¿Y qué importa eso? CECILIA: Gracias. Ahora me siento segura. ¡Lléveme a mi casa! Mi
marido me defenderá.
CECILIA: Si corté la luz se va a echar a perder todo lo que hay en el
refrigerador. MIGUEL: Creía que ya no tenía marido.
(Pausa) MIGUEL: (Voy a librarte de todos los pellizcos y de todas las miradas
CECILIA: ¡Lléveme a mi casa ahora mismo o llamaré a carabineros! sucias, de todas las manos muertas que tocaron tus nalgas de cristal.
Voy a vaciar mi revólver en las bocas de todos los cerdos; voy a pasar el
MIGUEL: Yo soy carabinero. Trabajo de taxista en las horas libres. lanzallamas por la boca de todos los desconocidos que te hicieron
gestos obscenos con la lengua. Y no lo voy a hacer por ti. Lo haré por
CECILIA: Entonces lo llamaré a usted. ¡Oiga, carabinero, el taxista me mí. Por el asco que me doy cuando yo mismo me desdoblo y veo salir
está acosando sexualmente! de mi cuerpo esa alimaña que acecha a las mujeres en el Metro para
rozarlas con los nudillos.)
MIGUEL: ¿La ha tocado el muy asqueroso?
CECILIA: ¡Espere, espere! ¡Pare el taxi!
CECILIA: A través del espejo retrovisor, sí.
MIGUEL: ¿Quiere bajarse?
MIGUEL: No sé si lo del espejo retrovisor está en el Código Penal.
CECILIA: No, quiero volver atrás. He cambiado de idea.
CECILIA: ¿Cómo va a estar? ¡Si el Código Penal lo redactaron los
hombres! ¡Es un código machista! MIGUEL: ¡Qué raro!
CECILIA: ¡Detenga al taxista! MIGUEL: Yo soy el taxista. MIGUEL: ¿Y las llaves del gas y de la luz?
CECILIA: Pero también es carabinero. CECILIA: De todas maneras la casa ya estará en llamas. ¿No escuchó
hace un rato una explosión?... Esa era mi casa.
MIGUEL: La carrera le está saliendo carísima, se lo advierto. ¿Tiene CECILIA: Puedes quedarte con ella.
plata o se la va a pedir a su amiga? MIGUEL: Yo no me depilo.
CECILIA: Salí sin cheques ni tarjeta ni nada. Le dejaré las cuatro maletas CECILIA: Deberías hacerlo.
como forma de pago.
MIGUEL: Si no es la cera, ¿qué otra estupidez se te quedó?
MIGUEL: ¿Y qué hago yo con cuatro maletas llenas de sostenes?
CECILIA: Tú. He vuelto por ti.
CECILIA: No uso sostenes. Cortan la circulación de la sangre.
MIGUEL: Ah, ya.
MIGUEL: Esta revelación me ha cortado a mí la circulación de la
sangre. CECILIA: Te necesito a ti, te echaba de menos.
CECILIA: ¡Aquí, aquí es! MIGUEL: ¿Quieres decir que vuelves... de verdad?
CECILIA: Te compraré varios frascos nuevos. CECILIA: Esto no es empezar de cero, ¡es empezar de 5.000! ¡Lástima
que haya sido tan corto!
MIGUEL: Gracias. Cecilia...
MIGUEL: (Alarmado) ¿Corto?... ¿Te refieres a mí...?
CECILIA: Sí.
CECILIA: No, tontito, al rato que duró.
MIGUEL: Estas preciosa.
MIGUEL: ¡Pero si a mí me parecieron horas! Está anocheciendo.
CECILIA: Igual que cuando salí esta mañana de casa con las maletas.
CECILIA: Es que te quedaste dormido. A mí me parece natural, cariño.
MIGUEL: No, entonces eras una araña peluda, un bicho con garras Tenías muchas ganas y ¡Bang! ¡Explosión total!
afiladas. Ahora eres una mujer maravillosa. A propósito, ¿dónde están
las maletas? MIGUEL: Tenemos dos relojes biológicos distintos. La próxima vez lo
haremos con reloj neutral.
CECILIA: Las tiré al río. Quería empezar de cero.
CECILIA: ¿Para qué, mi amor? ¡Si estuvo muy bien, de verdad!
MIGUEL: ¡Empecemos de cero, entonces!
MIGUEL: (Pero yo no le creí.)
CECILIA: Claro.
CECILIA: Como hoy es el primer día del resto de nuestra vida, ¿qué te
MIGUEL: ¿Qué te parece ahora mismo? parece si vamos al Supermercado? Desde que dividimos la casa en dos
que tenemos el refrigerador vacío.
CECILIA: ¡Ahora mismo!
MIGUEL: (En realidad donde más hablamos es en el Supermercado.)
MIGUEL: ¿Aquí?
CECILIA: ¿Tomaste el número de la carnicería?
CECILIA: Y también en el lavadero, en el closet, en el ascensor, en la
terraza, en cualquier lugar, menos en la cama. MIGUEL: No.
MIGUEL: ¿Más yogures?... Ni tú ni yo los comemos. CECILIA: ¿Quieres decir, agarrados? ¡Qué antiguo!
CECILIA: ¿Y el gato?... ¿Qué crees que come el gato? MIGUEL: No, quiero decir, si puedo bailar al lado tuyo.
MIGUEL: No compres más tarros de conserva. Nos va a dar escorbuto. CECILIA: Da lo mismo. No te veo.
MIGUEL: (En ese momento, en medio del Super con dos carritos llenos CECILIA: Oye, me has estado besuqueando el lóbulo de la oreja, la
de cosas inútiles, me di cuenta que tenías razón: hace años que ha- nariz, el mentón, el cuello, y todavía no llegas a la boca. Me imagino que
cemos esto y otras muchas cosas. ¡Muchos años, Cecilia! ¡Muchos años para llegar al clítoris tardarás dos años por lo menos.
que vívimos juntos! ¡Muchos años que tratamos de encajar las piezas del Se corta la comunicación bruscamente.
puzzle! ¡Muchos años que nos queremos, supongo! Qué lejos parece ese
día de la fiesta en que nos conocimos. En realidad, no nos conocimos. MIGUEL: (Tardé menos, algo menos: un año y medio. En llegar a la
En la penumbra, yo solo veía un poto pequeño y tan perfecto como la boca, quiero decir. Al clítoris espero llegar en los próximos años.)
bola de cristales que giraba sobre nuestras cabezas.)
CECILIA: Escúchame, Miguel. Tu acoso me tiene nerviosa. Me sigues
después del trabajo, me mandas mensajes cifrados al celular que no CECILIA: No, Miguel, odiarnos.
entiendo. Me haces favores que no necesito, como limpiarme las MIGUEL: Entonces, dejemos todo como está.
alfombras, tapizar una silla o cambiar un enchufe. Me regalas
muñequitos que boto a la basura. Y ahora te has empeñado en CECILIA: Va a ser lo mejor. Total, solo nos faltan unos 30 años de con-
desratizar el departamento porque encontré una caquita que tú dices vivencia, de compartir el baño y la cama. 30 años se pasan volando.
que es de ratones de cola larga y, en realidad, es del canario.
Hablemos claro, Miguel, ¿toda esta estrategia es porque quieres MIGUEL: (Si quieres hacer infeliz a alguien, toma el soplete de soldar y
acostarte conmigo? únelo a la persona que ama, de por vida. Y pídele cosas imposibles.)
MIGUEL: No... Sí... Ni... So... CECILIA: (Como que le haga el amor en mí a todas las mujeres que él
imagina. Que me acepte como mujer virtual y sea feliz.)
CECILIA: Bueno, entonces, vamos a la cama y terminemos con este
asunto, porque estoy a punto de cambiarme de departamento, de barrio, MIGUEL: (Hacer el amor es una cosa intelectual. Del cuerpo todo vale
de trabajo... para terminar con tu acoso neurótico. En realidad, estoy a y, al mismo tiempo, todo es prescindible.)
punto de volverme loca yo también.
CECILIA: (¿Cuántas excusas nos habremos inventado para no ha-
XII cer el amor? ¿Cuántos cigarros inútiles, cuántas mentiras, cuántas
MIGUEL: (Y así empezó nuestra convivencia) ¿Tú crees que nos torpezas, cuántos prejuicios, cuánta cobardía?)
queremos, Cecilia?
MIGUEL: (¿Por qué te tengo solo a ratos? ¿Por qué no te conocí
CECILIA: ¡Qué importa la respuesta! Lo bonito es hacernos la misma cuando teníamos un año?... Habríamos aprendido a andar juntos.
pregunta. ¿Tú crees que nos queremos, Miguel? ¿Por qué no estamos siempre juntos, como siameses? ¿Por qué solo
tengo dos piernas en vez de tener cuatro?
MIGUEL: Si fueras más parecida a mí, serías perfecta. ¿Por qué mi sexo es tan huérfano, tan solitario y angustiado, tan abso-
lutamente incompleto?
CECILIA: Me puedo operar. Ahora colocan unos falos hidráulicos muy ¡Necesito urgentemente una caja de herramientas de gasfitería, una
bonitos. soldadora de oxígeno! Entonces te penetraría y aplicaría cuidadosa-
mente la soldadura sobre los sexos que, por fin serían uno solo, para
MIGUEL: No, no quiero sacrificarte. En ese caso, me opero yo. En mi siempre.)
caso, solo sería un tajo y luego tirar la piltrafa al tarro de la basura.
Luego, la silicona hace milagros. CECILIA: (Me gusta que me hables, que vomites todas tus locuras
neuró- ticas, que vayas más allá de los límites. ¡Este es el verdadero
CECILIA: ¿Y qué haríamos si fuéramos iguales? amor oral! ¡Hablar, hablar, hablar! Me gusta que hables sobre mi cuerpo
desnudo sin tocarme. Que me inventes. El que debe usar la lengua eres
MIGUEL: Querernos más, por supuesto. tú, el que hace el amor con el cerebro eres tú, yo lo hago con la piel,
muda, autista. Ahora tienes el cerebro completamente erecto.)
Ven cariño, tu imaginación hará el trabajo. A mí me basta escucharte CECILIA: ¡Miguel, son las 7! ¡Las sieeeeeeteeee!
hablar.
MIGUEL: Me levanto a tientas, choco con los muebles, me rompo la
MIGUEL: Todo es contradicción, un malentendido. Estoy solo y tú lo uña
sabes. Estas sola y tú lo sabes. del dedo gordo, aúllo, amordazo a Cecilia, la tomo por los pies y la
arrojo por la ventana.
CECILIA: No es así. Yo estoy segura que nos conocimos cuando tenía-
mos un año. A los 3 años me enseñaste la tripita y yo mi alcancía. A los CECILIA: ¡Amorcito, son las 7! ¿Con quién dormí anoche?... ¿Quién
cinco años nos besamos. A los nueve años te regalé mis calzones. A los es este hombre legañoso? Y, sobre todo, ¿por qué lo estoy llamando
12 años nos acostamos juntos y no sé por qué nos dio tanta risa que no “amorcito”?... ¿Por qué estamos condenados al amoricidio?
hicimos nada. A los 15 años descubrimos la agonía del placer. Y ahora La luz decrece lentamente hasta el oscuro. Fin de la obra.
seguimos juntos. ¿Qué descubriremos juntos todavía?
MIGUEL: Es el misterio.