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Jesús, el Líder

Reinhold R. Bietz

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Santa Fe de Bogotá, D.C.

Impreso en Colombia - Printed in Colombia


Indice
Introducción .............. .5
1. Jesús, nuestro líder .................. 7
2. Jesús, líder de la iglesia ........... 13
3. Jesús, un líder que supo d e le g a r............... 21
4. Jesús, un líder en la selección de
p erso n a l................................................... 29
5. Jesús, un líder de gran fo rta le z a ............... 39
6. Jesús, un líder justo e imparcial ............... 47
7. Jesús, un líder en el ministerio de la
re p ren sió n ............................. j ........ 55
8. Jesús, un líder de convicciones ..................63
9. Jesús, un líder con dominio propio . . . . . . 71
10. Jesús, un líder con un espíritu valeroso .. 79
11. Jesús, un líder perdonador .................. 85
12. Jesús, un líder altruista................................93
13. Jesús, un líder conocedor de sus
prioridades ..................................................101
14. Jesús, un líder planificador ...................... 111
15. Jesús, un líder con autoridad....................119
Introducción
A través de los siglos la mayoría de los movimientos religiosos que
comenzaron de manera simple se convirtieron en una fuerza
avasalladora gracias a un liderato dedicado y enérgico. Su crecimiento
fue un hecho mientras tuvieron al timón líderes de visión y dedicación.
¡Prosperaron porque ejercieron un liderato como el de Cristo! Una
vez que los líderes abrigaron orgullo y arrogancia, la iglesia se estancó,
perdió su poder e inñuencia. Esos movimientos perdieron su visión
cuando sus líderes perdieron la suya.
Las naciones han pasado por experiencias similares. Un liderato
fuerte, dedicado y humilde, generó naciones sólidas. Naciones débiles,
pero con un liderato poderoso desarrollaron gran fortaleza. En la
medida en que el orgullo invadió a los líderes, estos perdieron su
efectividad. El una vez todopoderoso Nabucodonosor es uno de los
muchos ejemplos que podríamos citar. El y su imperio ascendieron al
pináculo de la gloria y el éxito, pero se derrumbaron con la caída de su
liderato. Un líder reportará gloria o deshonra a su nación.
Cuán agradecida debe sentirse la iglesia de Cristo por encontrar en
61 al más grande líder que el mundo haya conocido. El es la cabeza de
la iglesia. Su liderato se funda en el amor, y por lo tanto, su reino
permanecerá para siempre. “Y en los días de estos reyes levantará el
Dios del cielo un reino que nunca jamás se corromperá” (Daniel 2:44).
Su iglesia, su movimiento, jamás fracasará, porque está edificado sobre
la roca, Cristo Jesús, y “las puertas del infierno no prevalecerán contra
ella” (Mateo 16:18).
El propósito de este libro es el de enfatizar las cualidades del
liderato que resultaron tan efectivas en Cristo, como para convertirlo
en un líder poderoso. Si seguimos sus principios, la iglesia prosperará.
Que el amor, la gentileza, la firmeza y la lealtad de Cristo tengan
cabida en el corazón de cada líder de la iglesia remanente, no importa
en qué posición se desempeñe.
ti pinTNFM o r l r uno c l o 'S i f i c r i C i o ^ •

Capítulo 1

Jesús, nuestro líder


El Nuevo Testamento y el libro El Deseado de todas las gentes
señalan a Cristo no sólo como Señor y Salvador, pero también como
líder y consejero divino. Muchos textos revelan valiosos y actuales
principios de liderato y administración ejemplificados en la vida de
Cristo.
Ningún otro ha influido tanto en la humanidad como Cristo Jesús.
El es nuestro m odelo. La Biblia lo p rese n ta a m enudo, y
categóricamente, como un líder. Escuchemos al salmista: “Oh Pastor
de Israel escucha: tú que pastoreas como a ovejas a José, que estás
entre querubines, resplandece” (Salmo 80:1). Y el apóstol Juan anota:
“A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz: y a sus ovejas llama
por nombre, y las saca” (Juan 10:3).
Cristo ha guiado muchas ovejas de vuelta al redil gracias a su
paciencia, simpatía y ternura. Ha influido en la vida de muchos líderes
impulsándolos a imitar su vida y buenas obras. En Marcos 9:2 leemos:
“Y seis días después tomó Jesús a Pedro, y a Jacobo, y a Juan, y los
sacó aparte solos a un monte alto; y fue transfigurado delante de ellos”.
Cristo anhela guiar a cada uno de nosotros hasta las más elevadas
cumbres de excelencia moral y espiritual.
A través de la Biblia se nos habla de Cristo como el líder que brinda
salvación al género humano, como el Cordero que fue inmolado desde
antes de la fundación del mundo. El principal objetivo de la Biblia es
ayudarnos a entender que la salvación se halla sólo en Cristo. “Y en
I

8 Jesús, el líder

ningún otro hay salud, porque no hay otro nombre debajo del cielo,
dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12).
El profeta Isaías habló de esto siglos antes del nacimiento de Cristo,
diciendo: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado; y el
principado sobre su hombro: y llamaráse su nombre Admirable,
Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz” (Isaías 9:6).
El plan de salvación fue diseñado antes del nacimiento de Cristo en
este mundo. Véase El Deseado de todas las gentes, página 121. Cristo
vino al tiempo señalado. El aguardó hasta el momento exacto para
entrar en acción. En cierta ocasión exclamó: “Mi hora aún no ha
llegado”. Cada acto de la vida de Cristo fue el cumplimiento del plan
trazado desde el principio. El blanco de la vida de Cristo quedó
claramente enunciado al decir: “Porque el Hijo del Hombre vino a
buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10). Todo cuanto
hizo estuvo dedicado al logro de ese noble objetivo. Su vida ejemplar,
su enseñanza, su predicación, su obra de sanidad, su muerte, su
resurrección, todo contribuyó a la salvación de lo que se había perdido.
Aunque Cristo es el Salvador del mundo, no hemos de mirar a él
sólo como nuestro Salvador, pero también como nuestro líder. Vino
no sólo a revelar el plan de salvación a través de la ofrenda de su vida.
Pero el plan de redención tema un propósito todavía más amplio y
profundo que el de salvar al hombre. “Cristo no vino a la tierra sólo
por este motivo; no vino meramente para que los habitantes de este
pequeño mundo acatasen la ley de Dios como debe ser acatada; sino
que vino para vindicar el carácter de Dios ante el universo” (Patriarcas
y profetas, página 55).
Como líderes de la iglesia tenemos el privilegio de vindicar el
carácter de Dios en nuestras relaciones mutuas y con la iglesia. Cristo
seleccionó doce hombres para que le ayudasen a iniciar el programa.
Para esos hombres fue un consejero sabio, un buen líder. Siempre
estuvo listo para ayudarles por precepto y ejemplo. Cuandoquiera que
solicitaron su consejo, estuvo dispuesto a darlo. Muchas veces les
ofreció su consejo aunque ellos no lo habían solicitado, y en ocasiones,
cuando tal consejo no era bienvenido, se frustraron sus sueños y
ambiciones.
Hoy hemos sido comisionados para asistir al mismo líder, Cristo, en
la tarea de alcanzar su blanco de ofrecer la salvación a todo el mundo.
Jesús, nuestro líder 9

Nos ha delegado responsabilidades. “Por tanto id, y doctrinad a todos


los gentiles, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
I spíritu Santo: enseñándoles que guarden todas las cosas que os he
mandado: y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin
del mundo” (Mateo 28:19,20).
¿Q ué podem os hacer p ara ayudar a n u estro líder en el
cumplimiento del plan celestial? Hay muchos medios que podemos
mencionar. Me referiré sólo a dos.
Primero, hemos de vivir como Cristo una vida santa. Decía San
Pablo: “Porque a lo que pienso, Dios nos ha mostrado a nosotros los
apóstoles por los postreros, como a sentenciados a muerte: porque
somos hechos espectáculo al mundo, y a los ángeles, y a los hombres”
(1 Corintios 4:9).
Vindicar el carácter de Dios delante de los hombres debe ser
nuestro objetivo. La vida del líder cristiano ha de ser santa. Nuestras
palabras y acciones revelan si somos líderes de Dios o no. Elena de
White lo señaló claramente en el libro Profetas y reyes, página 258: “Un
movimiento imprudente, un paso temerario, pueden levantar olas de
gran tentación que arrastrarán tal vez a un alma.... Por otro lado, si
nuestro ejemplo ayuda a otros a desarrollarse de acuerdo con los
buenos principios, les comunicamos poder para hacer el bien. A su vez,
ejercerán la misma influencia benéfica sobre otros. Así centenares y
millares recibirán ayuda de nuestra influencia inconsciente”. En algún
lugar leí que la vida de un hombre habla más elocuentemente que sus
palabras. La gente pesa los hechos de los hombres por libras y sus
palabras por onzas. Si nuestra vida no concuerda con nuestra doctrina,
la gente aceptará lo que hacemos y desechará nuestra predicación.
Una declaración que nos hace bien recordar y leer con frecuencia, se
encuentra en Medical ministry, página 164: “El hombre que figura a la
cabeza en cualquier ramo de la obra de Dios, debe ser un hombre de
inteligencia, capaz de manejar exitosamente asuntos importantes, un
hombre equilibrado, semejante a Cristo en paciencia, y perfecto
dominio propio. Sólo aquel cuyo corazón ha sido transformado por la
gracia de Cristo puede ser un buen dirigente”.
Las siguientes estrofas dejan mucho que pensar:
10 Jesús, el líder

Ud. se revela a sí mismo por los amigos que cultiva,


por su manera de hablar,
por la forma como emplea su tiempo libre,
y el uso que hace de sus pesos y centavos.

Ud. habla de sí mismo por las ropas que viste,


por el espíritu que exhibe al llevar sus cargas,
por todo lo que le causa risa,
y por la clase de música que escucha.

Ud. proclama lo que es por la forma como anda,


por todo aquello en lo cual se deleita en hablar,
por la manera como afronta sus fracasos,
y por la simple forma de comer.

Por los libros que escoge del repleto anaquel:


De todas estas maneras se revela a sí mismo;
Por lo tanto no tiene sentido
el esfuerzo que haga para dar una falsa impresión.
Citado en Tres mil ilustraciones, por
Walter B. Rnight.

En segundo lugar, contribuimos a alcanzar el objetivo de Cristo, no


sólo por ejemplo, pero a través de nuestra predicación, nuestra
enseñanza y de nuestros métodos administrativos. En muchos de
nuestros concilios anuales se han registrado votos con un llamado a
nuestra feligresía para terminar la obra del evangelio en todo el mundo.
Ese es el blanco de la Iglesia Adventista. Cada actividad, incluyendo
el proceso administrativo, debe tener como objetivo revelar el carácter
de Dios y ganar almas para Cristo. Cada función administrativa debe
estar impregnada con la idea de proclamar el evangelio en todo el
mundo.
Cristo siempre estuvo muy adelante de la muchedumbre, perc
nunca perdió el contacto con ella. Siempre se mantuvo por encima de
tumulto humano, no en arrogancia u orgullo, pero en visión
comprensión y resolución. El sabía hacia dónde dirigirse y su vida U
dedicó a alcanzar ese punto. Fue un amigo de cada persona, nc
Jesús, nuestro líder 11

rebajándose pero enriqueciendo a aquellos a quienes tocó con la


belleza y el valor de su carácter. Se tomó el tiempo para pensar sin
convertirse en un soñador ilusorio. Cristo fue un dirigente práctico sin
sumergirse en detalles rutinarios. Hallamos una declaración
sorprendente en Obreros evangélicos, página 51, que dice: “El mayor
maestro que el mundo haya conocido, fue el más explícito, claro y
piactico en su instrucción”. El estudió las revelaciones divinas sin
perderse en las nubes de la especulación religiosa. Nunca malgastó su
tiempo con las minucias de los intérpretes teológicos. Entendió la
i e.ilidad de Dios y disfrutó de una estrecha relación con él. Percibía
los valores en términos de dignidad personal antes que en términos
mundanos de fama, dinero y poder. Siempre estuvo listo a ayudar a
otros. Tal filosofía le convirtió en el más notable líder que haya
conocido el mundo, un líder digno de imitación.
En nuestra iglesia, el liderato puede ser una experiencia grata.
Puede también convertirse en una rutina monótona e insignificante. Su
significado gravita alrededor de nuestras convicciones íntimas, de
nuestra experiencia con Cristo y nuestra aceptación de sus objetivos.
Si por el contrario nos complace el mantener las cosas como están,
nuestro liderato se reduce a un ejercicio de frustración. Se convertirá
en una carga intolerable, un yugo pesado, en lugar de una experiencia
vibrante, creadora, y desafiante. Asegurémonos de no caer en la
trampa descrita en Malaquías 1:13, de un liderato escuálido que
degeneró en una rutina sin sentido que los llevó a exclamar: “¡Oh, qué
trabajo!”
Como líderes cristianos debemos seguir a Cristo, nuestro líder.
I fi mos de fijar nuestros ojos en él como “el autor y consumador de
nuestra fe” (Hebreos 12:2).
Jesús nunca dirigió un ejército. Tampoco gobernó un reino terrenal.
Jamás se postuló para puestos públicos, ni detentó posiciones en la
política. ¡Pero jamás hubo otro superior a él! Por mucho tiempo
muchos han disfrutado de ese homenaje rendido a Cristo a través del
trozo literario titulado “Una vida solitaria”.
“Nació en una ignorada aldea, hijo de una campesina. Su vida
transcurrió en otra oscura aldea. Trabajó en una rústica carpintería
hasta la edad de treinta años. Luego, por tres años fue un predicador
itinerante. Nunca escribió un libro. Nunca ocupó cargo alguno. Jamás
12 Jesús, el líder

poseyó una casa. Nunca tuvo una familia. Nunca asistió a un colegio.
Tampoco se estableció en una gran ciudad. Nunca viajó más allá de
320 kilómetros del lugar donde nació....
Nunca tuvo nada que ver con este mundo, excepto en lo que
concierne al poder natural de la masculinidad. Mientras era joven la
opinión pública se volvió contra él. Sus amigos desertaron y uno de
ellos le negó. Fue entregado en manos de sus enemigos.... Se le
crucificó entre dos ladrones, y mientras agonizaba, sus verdugos
echaron suertes sobre sus vestidos, la única posesión material que tuvo
en esta tierra. Cuando falleció, le bajaron de la cruz y le sepultaron en
una tumba cedida por un amigo compasivo. Diecinueve largos siglos
han pasado, y hoy, El es la figura central de la raza humana y el h'der
indiscutido del progreso.
“Creo estar en lo correcto al afirmar que todos los ejércitos que
alguna vez marcharon y todas las armadas que han sido construidas, al
igual que todos los cuerpos legislativos alguna vez reunidos, y todos los
monarcas que han reinado, puestos todos juntos, no han influido tan
poderosamente en la humanidad como esa vida solitaria”.
¡Qué homenaje tan sentido! Aunque Cristo nunca aspiró al liderato
político, su vida ha ejercido profunda influencia en el escenario político
a través de los siglos. Jamás fue escogido para dirigir una nación, pero
ha influido a los habitantes de toda nación en la tierra.
Cristo sabía muy bien lo que quería cumplir en esta tierra y sus
objetivos fueron establecidos en conformidad. Todo lo que hacía tenía
un propósito. Cada cosa que hizo era importante. Esa es una de las
razones por la cual su influencia permanece hasta hoy. Nos complace
saber que tenemos un líder en Cristo. Un líder cuyo estilo es seguro y
lo podemos imitar. Al mantener nuestros ojos puestos en el cielo,
disfrutaremos de la orientación del Espíritu Santo para modelar
nuestro liderato en la manera de Cristo. La obra del Espíritu Santo
consiste en glorificar los principios del liderato de Cristo en nuestra
vida. Al someternos al Espíritu tendremos la seguridad de que nuestro
liderato puede ser y será como el de Cristo.
Capítulo 2

Jesús, líder de la
iglesia
La iglesia, la comunidad, la institución y la nación entera, todos
necesitan de un liderato sólido. Tanto las naciones como las
instituciones se levantan o caen dependiendo de la clase de liderato
que tienen. A través de la historia contemplamos a las naciones
derrumbarse o prosperar dependiendo en gran medida de la clase de
liderato que han tenido al timón.
Al pensar en la iglesia, nos regocijamos de tener en Cristo un líder
11 ¡uníante. Fue él quien afirmó: “Edificaré mi iglesia” (Mateo 16:18).

I ’.l apóstol Pablo nos dice en Efesios 2:20 que la iglesia ha sido edificada
sobre el fundamento de los apóstoles y profetas. Cuán agradecidos
deberíamos estar que la roca sobre la cual descansa el fundamento de
los apóstoles y profetas es la Roca de los Siglos, Cristo mismo. El da a
la iglesia esa fuerza fundamental y eterna.
Fuera de Cristo la iglesia es una estructura inservible. Puede tener
una organización muy vistosa y cuidadosamente elaborada. Puede ser
maravillosa en el tipo de ritos que celebra. Puede estar enriquecida de
muchos bienes. Sin embargo, si no revela y engrandece a Cristo, de tal
manera que todos puedan verle, entonces se convierte en una
vergüenza, un fraude, una blasfemia. El mundo estaría mejor servido
14 Jesús, el líder

sin ella. Fuera de Cristo no hay luz. Sólo tendremos una lámpara sin
bombilla, sin vida y útil solamente como adorno.
Jesús le dijo a Pedro: “Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi
iglesia”. El nombre Pedro se deriva del griego Petros, una piedra,
generalmente un canto rodado. La palabra roca en el griego es petra,
que significa una gran roca o una masa de sólida roca. Los apóstoles
echaron el fundamento sobre la Roca de los Siglos, Jesucristo. Sobre
esa roca ellos colocaron las piedras que habían labrado de entre el
mundo gentil y judío.
“Para los que creen, Cristo es un fundamento seguro. Sobre esta
piedra viva, pueden edificar igualmente judíos y gentiles. Es bastante
ancho para todos, y bastante fuerte para sostener el peso y la carga de
todo el mundo” (Los hechos de los apóstoles, página 142).
Porque Cristo es la cabeza de la iglesia, ésta ha sobrevivido a través
de los siglos. Ha afrontado muchas dificultades en forma de
persecución interna y externa. En la era apostólica la persecución fue
cruel e inmisericorde. Muchos de los seguidores de Cristo fueron
“apedreados, aserrados, tentados, muertos a cuchillo, anduvieron de
acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres,
angustiados, maltratados” (Hebreos 11:37). Sin embargo siempre
hubo quienes estuvieron dispuestos a ocupar los lugares vacíos que
dejaron los que cayeron. Siguieron adelante edificando el templo del
Señor. Para ellos la iglesia era más cara que su propia vida. Elena de
White escribió: “Esteban fue apedreado; Santiago, muerto por la
espada; Pablo, decapitado; Pedro, crucificado; Juan, desterrado. A
pesar de ello la iglesia crecía. Nuevos obreros tomaban el lugar de los
que caían, y piedra tras piedra se colocaba en el edificio. Así,
lentamente levantaba el templo de la iglesia de Dios” (Los hechos de
los apóstoles, página 477).
La historia de la persecución del siglo primero conmueve el
corazón. Previendo la suerte que correrían los miles que darían su vida
por Cristo a través de los siglos, el revelador exclamó: “... vi debajo del
altar las almas de los que habían sido muertos por la Palabra de Dios
y por el testimonio que tenían. Y clamaban en alta voz diciendo: ¿Hasta
cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre
de los que moran en la tierra?” (Apocalipsis 6:9,10).
Jesús, líder de la iglesia 15

A causa de su fe, en aquellos días aciagos, los cristianos afrontaban


una vida llena de peligros y zozobra. En su época, Pablo repetidamente
mencionó que el hecho de aceptar a Cristo revestía serios peligros.
(Véase 1 Corintios 15:30,31.) La razón-básica de la persecución era el
t ambio que se había operado en la vida de la gente. Al revelar el
i ai ácter de Dios, el enemigo estaba listo para asesinarlos.
I .a guerra contra la iglesia siguió en siglos posteriores. Recordamos
i i.pecialmente a los valdenses que mantuvieron encendida la luz de la
verdad durante la Edad Media, a pesar de la persecución. Satanás se
(labia propuesto destruirlos y borrarlos de la faz de la tierra, pero no
lo logró.
Más adelante miles afrontaron la ira del enemigo y rindieron sus
vnías antes que renunciar a su fe en Dios. Otros padecieron hambre,
pi isión y exilio. Entre ellos hubo distinguidos dirigentes de la iglesia,
(¡lies como Wycliffe, Juan Huss, Jerónimo de Praga, Ulrico Zuinglio,
Tomás Crammer, Hugh Latimer, Juan Knox, Martín Lutero y un
i p rcito de hombres cuyo liderato produjo gloria para la iglesia. Todos
ellos añadieron al fundamento de la iglesia materiales que perdurarán
por la eternidad.
A pesar de la amarga persecución la obra de Dios continuó su
crecimiento. La lealtad a Cristo se mantuvo. ¿Por qué? Porque él,
<’risto, edificó su iglesia sobre el sólido fundamento del amor. No hay
poder suficientemente grande como para echar fuera el amor.
La iglesia sólo afronta persecución en ciertos lugares en estos días.
I ,as fuerzas del mal emplean una táctica diferente, muy sutil, la cual
reviste mayores peligros que la persecución. Es la falta de fe, de
confianza y santidad de parte de la iglesia. Todo médico le dirá que
cuando hay fiebre en un cuerpo, si el pulso es de 120 en lugar de setenta
u ochenta, el organismo se debilitará. Si, por ejemplo, hay en la iglesia
una alta fiebre de duda y escepticismo hacia la Palabra de Dios, si
existen luchas incesantes y disputas continuas, la iglesia se volverá débil
y vacilante y se hundirá. En vez de avanzar en su misión majestuosa,
decaerá visiblemente. Morirá por suicidio. ¿Por qué? Porque las armas
que debieron combinarse para luchar contra el enemigo se utilizan
para atacar su propio corazón.
Una de las muchas armas empleadas por el diablo dentro de la
iglesia, y contra la misma, es la de la crítica. Con frecuencia la crítica
16 Jesús, el líder

se enfila contra el liderato de la iglesia. Satanás sabe bien que si puede


destruir la confianza en el liderato, ya habrá ganado la mitad de la
batalla. Toca pues, a los dirigentes ser sin reprensión, de buena
conducta, firmes en la doctrina, pacientes, honestos, bondadosos,
corteses. A pesar de los mejores esfuerzos de los h'deres, siempre habrá
quienes hallarán cualquier cosa para criticar.
Si el ministro gasta tiempo en su estudio se le acusa de holgazán, de
indiferencia hacia el rebaño. Si emplea su tiempo visitando al rebaño,
se le acusa de no estudiar lo suficiente y de ser un dispensador alegre,
pero superficial. Si construye una nueva iglesia, viene la queja de que
no está usando los fondos para apoyar las misiones de ultramar.
Cuando enfatiza la causa de las misiones, se le deja saber que el dinero
asignado a las misiones es dinero perdido. Cuando hace llamados de
altar, se quejan de que hay mucho emocionalismo. Si se restringen las
emociones, se tilda a la iglesia de fría, inflexible, formal y congelada.
Los críticos de la iglesia nunca tienen problema para hallar
copartidarios dentro de la iglesia. Pájaros de la misma pluma se
buscan. Muchos de esos críticos no asisten a la iglesia con regularidad;
pero cuando asisten, se expresan abiertamente. Las fuerzas que buscan
destruir la iglesia no existen sólo dentro de ella.
El otro día estuve leyendo un recuento o historia de una iglesia
perturbada por disensiones, una iglesia que había perdido su fuerza
espiritual y andaba a la caza de una solución. He aquí un detalle de la
reunión de su junta directiva:
El presidente de la junta dijo:
—No podemos seguir como estamos. Tenemos un déficit de $ 5.000
y la cuenta por suministro de combustible vence a fin de mes. También
tenemos que reparar las cañerías tan pronto mejore el tiempo invernal.
Es indispensable afinar el órgano.
El tesorero añadió:
- L a s ofrendas han descendido un 33% de lo que fueron hace un
año.
El director del coro dijo:
- Las ofrendas han descendido porque la gente no asiste a la iglesia.
La asistencia no es ni la mitad de lo que fue hace algún tiempo.
El director de la escuela de iglesia manifestó su opinión de la
siguiente manera:
Jesús, líder de la iglesia 17

—Hemos perdido tres maestros en el lapso del último mes.


Uno de los fideicomisarios declaró:
—Va a ser una carga muy pesada para la feligresía. ¿Por qué no
exploramos con la congregación de la calle tercera para ver si están
interesados en unirse a nosotros? Podríamos vender uno de los dos
edificios y reunirnos luego en el que quede.
Pero la presidenta del servicio auxiliar de damas declaró que no veía
ninguna luz en la sugerencia. Ella no tenía ningún deseo de vender el
edificio de la iglesia, porque su abuelo había ayudado a edificarlo.
El presidente exclamó:
—Bien, ¿qué haremos, entonces?
El presidente del club de caballeros hizo la siguiente sugerencia:
—Lo que necesitamos es darle a la gente algo que la motive y
despierte su interés en la iglesia, de tal modo que sientan que están
recibiendo algo a cambio.
Un diácono mostró su acuerdo con lo dicho y agregó:
—Eso es, lo que necesitamos son más actividades sociales.
El tesorero, siempre preocupado por recaudar fondos, anotó:
—Podemos celebrar otra venta de pastelería. Tuvimos una ganancia
de $ 200 la última vez que lo hicimos.
Pero un diácono se levantó y dijo:
-No son recaudadores de fondos lo que necesitamos. La gente
(iebe venir para disfrutar de la fraternidad.
El presidente del grupo juvenil añadió:
¿Por qué no exhibimos algunas películas el sábado por la noche?
Sin embargo la presidenta del grupo auxiliar de damas insistió:
- Los adultos no vendrán para ver una película.
El presidente de la junta observó:
- T a l vez si enviamos una carta a los miembros de la iglesia
explicándoles nuestras preocupaciones, estarían dispuestos a
aumentar sus ofrendas.
El director del coro dijo:
—Si pudiéramos hacer venir a la iglesia a los miembros como lo
hacían en el pasado, eso contribuiría enormemente a la solución de
nuestros problemas. Me parece que el pastor se desanimará al tener
que predicar a tan poca gente.
El director de la escuela de iglesia añadió:
18 Jesús, el líder

-Podríam os dividir la congregación en equipos y dar un premio al


grupo que consiga traer el mayor número de personas a los servicios
de la iglesia.
Pero la presidenta del club de madres dijo:
—Ya hemos hecho todo eso anteriormente y ninguna de esas
tácticas funcionó. No necesitamos más eventos sociales, más
diversiones. Los miembros pueden encontrar todo eso en cualquier
otro lugar si así lo desean. Ellos vienen a la iglesia por causa de
principios religiosos, y si no los encuentran aquí, ¿qué más vienen a
buscar? Debemos preguntarnos si estamos proveyendo a la gente la
ayuda religiosa que necesitan.
Después de una pausa el presidente de la junta exclamó:
—¿Qué tal si nos proponemos que cada miembro de la junta asistirá
fielmente a los servicios y traerá consigo otro miembro de la familia?
Pero el presidente del club de caballeros opinó que eso no
funcionaría, por lo menos durante la época del verano, ya que muchos
estaban de vacaciones. Con esas y otras observaciones la reunión se
prolongó hasta muy tarde en la noche. (Tomado del libro de Dean
Kelly, Why conservatives churches aregrowing, página 11).
Satanás anhela ver a la iglesia ocupada con un sinnúmero de asuntos
que no tienen nada que ver con la experiencia religiosa. El sabe muy
bien que las iglesias morirán si empiezan a transitar por el camino de
las ventas de pastelillos y de exhibición de películas. Satanás entiende
que no se ganarán muchas almas para el reino cuando la iglesia se
ocupa meramente de actividades sociales para sus miembros.
A pesar de la persecución externa y la tibieza, la falta de fe y de
actividad de adentro, la victoria de la iglesia está asegurada.
Cristo, sin embargo, no tiene manera de mostrarse a sí mismo ante
el mundo excepto a través de su iglesia. Cristo dijo: “Yo soy la luz del
mundo (Juan 8:12). Jesucristo no puede ocultarse detrás de una serie
de actividades sin sentido y de papeleo burocrático. La luz que brilla
de los ojos de Cristo no puede apreciarse a menos que brille en los ojos
de sus hijos quienes son también la luz del mundo. La ternura de Cristo
no puede revelarse al mundo a menos que se la revele por medio de
gente tierna. Aun la palabra de Dios no tiene nada que revelar al
mundo a menos que pueda ser expresada a través de la voz de los
miembros de la iglesia. Imprimir Biblias, folletos, libros y distribuirlos
Jesús, líder de la iglesia 19

por millones tiene poco valor a menos que Cristo pueda verse en la
vida de quienes distribuyen las Biblias y folletos. “La letra mata, más
el Espíritu vivifica” (2 Corintios 3:6).
Jesús dijo: “Sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del
infierno no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18). Dios edificó su
iglesia porque anhela la salvación de la humanidad. El realizará su obra
¡i través de su iglesia. Ese objetivo será alcanzado.
“De siglo en siglo, a través de las generaciones sucesivas, las
doctrinas puras del cielo se han desarrollado dentro de ella. Por débil
c imperfecta que parezca, la iglesia es el objeto al cual Dios dedica en
un sentido especial su suprema consideración. Es el escenario de su
¡o acia, en el cual se deleita en revelar su poder para transformar los
corazones” (Los hechos de los apóstoles, página 11).
No cabe duda de la victoria. A pesar de toda oposición la promesa
r . que la iglesia finalmente “estará sobre el mar de vidrio, teniendo las
ar | >as de Dios. Y cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico
drl Cordero, diciendo: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor
I )ios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los
lautos” (Apocalipsis 15:2,3).
¿Por qué podemos confiar en la victoria? Porque el reino de los
i irlos se funda sobre el amor. “Porque de tal manera amó Dios al
mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en
I I cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).

Un amor tal asegura el triunfo de la iglesia. No existe un poder


mayor que el poder del amor. Puede haber muchas pruebas al frente.
Muchos abandonarán a Cristo y a su iglesia, pero el remanente saldrá
va torioso. La pregunta es: ¿Soy yo un líder que contribuye a la
i r vi-lación de Jesucristo? ¿Es mi liderato un rayo de luz para aquellos
ijur andan en tinieblas? Hay hambre en el mundo, no de pan, pero de
la Palabra de Dios. ¿Qué estoy haciendo para brindar el pan de vida a
la gente que perece de hambre? ¿Estoy haciendo mi parte para que la
vii loria sea una realidad en la vida de aquellos con quienes entro en
contacto? Esta es una pregunta muy solemne y debemos darle la
debida consideración.
* D o« a u ^ o v ic V ri n u ro
f oí i q r

Qc-loe ff) Dejo» r\e o -D o .


" D j^ lc ^ C v C\ OOO ”5 0 p c r^ t .

Capítulo 3

Jesús, un líder que


supo delegar
i n los estudios de administración se enfatiza la importancia de la
¡Ir ligación de responsabilidades. Permítanme compartir unos
pensamientos relacionados con el programa seguido por Jesús en este
¡mnt ido. Alo largo de su ministerio Jesús delegó deberes tanto menores
§t uno mayores, algunos de ellos de largo alcance. Mientras, predicaba,
litnal>a y enseñaba, asignó ciertas tareas a sus discípulos. Por ejemplo,
■o Mateo 21:1-4 se nos dice que mientras iba rumbo a Jerusalén con
discípulos, envió a dos de ellos a la aldea más cercana con
ÍM1funciones detalladas: “Id a la aldea que está delante de vosotros y
Itiego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella: desatadla y
fi ¡ir dmelos. Y si alguno os dijere algo, decid: el Señor los ha menester.
V luego los dejará”.
I os discípulos aceptaron’ la responsabilidad y la cumplieron
Irayen do el animal a Jesús, quien cabalgó sobre él en su entrada triunfal
¡i Jerusalén. Buscar el asno para una ocasión tal constituía una
■¡ i minsabilidad muy importante. Sin embargo, se trataba de una tarea
que otros podían cumplir. No era indispensable que Jesús mismo
gustara su tiempo para asegurar una cabalgadura.
i n Marcos 14:12-16 Jesús delegó en dos de sus discípulos la tarea
de ir a Jerusalén y preparar la Pascua. Les aseguró que hallarían a un
22 Jesús, el líder

hombre llevando un cántaro de agua al cual debían seguir. Al entrar el


hombre en su casa, ellos debían entrar con él y proceder a reservar la
sala de huéspedes de esa casa para celebrar la Pascua con Jesús. Los
discípulos cumplieron con su asignación e hicieron los preparativos
para la cena pascual.
Para mí el más abarcante programa de delegación jamás lanzado
por cualquier líder, aparece registrado en Mateo 28:19: “Por tanto, id,
y doctrinad a todos los gentiles, bautizándolos en el nombre del Padre,
del Hijo, y del Espíritu Santo”.
Este programa de evangelización fue delegado a los discípulos del
primer siglo y a los que vinieran en los siglos posteriores. Se aplica a
todos los seguidores de Cristo en nuestros días. Este Evangelio debe
ser proclamado a toda nación debajo del cielo. ¿Puede usted pensar
en algo más abarcante y desafiante?
Resulta especialmente desafiante para los miembros de la iglesia
remanente. Los mensajes de los tres ángeles (Apocalipsis 14:6-12)
representan un mensaje mundial para “toda nación, tribu, lengua y
pueblo”. A los miembros de la iglesia se les ha confiado la obra más
importante jamás encomendada al hombre. Se nos dice que “Dios nos
ha dado una comisión que aún los ángeles desearían realizar” (Medical
ministry, página 131).
Los apóstoles y otros miembros de la primera iglesia cristiana
asumieron sus responsabilidades de una manera tan admirable que
todo el mundo conocido fue evangelizado en sus días. Colosenses 1:23
declara que el Evangelio “es predicado a toda criatura que está debajo
del cielo”. Leemos en Los hechos de los apóstoles, página 474 que “Los
discípulos cumplieron la comisión que Cristo les dio... Por medio de
la cooperación del Espíritu divino, los apóstoles realizaron una obra
que conmovió al mundo. El Evangelio fue llevado a toda nación en una
sola generación”.
La tarea de la proclamación del Evangelio está inconclusa. Millones
en nuestro mundo nunca han oído el nombre de Cristo y el Evangelio
tiene que ser anunciado a todos ellos. ¿Quién más podrá hacer la tarea
que la iglesia de Cristo?
En medio de una densa niebla un barco se acercó peligrosamente
a la costa de Inglaterra y el fuerte viento lo lanzó contra las rocas,
estrem eciéndolo inm isericordem ente. A fortunadam ente los
Jesús, un líder que supo delegar 23

y imiliacos tas llegaron y evaluaron la situación con rapidez. Los


nial meros a bordo servían a las órdenes de un veterano capitán, pero
laminen había en la tripulación algunos nuevos miembros. Lino de
•Uoi, con el rostro pálido, le dijo al líder: “Señor, el viento sopla
fuertemente desde la costa y la marea está bajando. Por supuesto
i i. Hiemos lanzarnos al agua, pero ¿qué bien hará eso contra el viento y
la marea? No nos será posible regresar”. El capitán les respondió:
"I aneen los botes. ¡Tenemos que ir al rescate! No es preciso que
volvamos”.
1>¡os nos ha dado la responsabilidad de ir a un mundo tormentoso
■ii busca de las ovejas perdidas. A pesar de la oposición del enemigo,
nuestra comisión es salir, aunque no sea posible regresar.
( uandoquiera que C risto delegó responsabilidades, sus
ím-.i i ucciones fueron muy específicas. Antes de enviar a sus discípulos
les dio instrucciones minuciosas: “Por el camino de los gentiles no iréis,
y rn ciudad de samaritanos no entréis; mas id antes a las ovejas
perdidas de la casa de Israel” (Mateo 10:5,6). “No aprestéis oro, ni
plata, ni cobre en vuestras bolsas; ni alforja para el camino, ni dos ropas
ile vestir, ni zapatos, ni bordón; porque el obrero digno es de su
alimento” (versículos 9 y 10). Les instruyó en cuanto al saludo que
drbían usar al llegar a una casa. Si la casa era digna, la paz vendría
sobre ella. Todas las instrucciones impartidas eran bien claras.
En la proclamación del Evangelio en nuestra época también
tenemos instrucciones muy claras. “Que prediques la Palabra, que
Instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con
11ulu paciencia y doctrina” (2 Timoteo 4:2). “Mostrándote en todo por

ejemplo de buenas obras; en doctrina haciendo ver integridad,


gravedad” (Tito 2:7).
El llamado básico de un ministro es para predicar. Siempre habrá
rn la iglesia un buen número de laicos capaces de administrar los
■I¡versos asuntos de la iglesia. El objetivo fundamental del ministro es
el de restaurar a la gente, no los presupuestos. Cuando los ministros
asumen las cargas de la administración de la iglesia, corren el riesgc
de descuidar la obra principal que les ha confiado el Maestro, la cual
es la de la predicación del Evangelio.
El Señor delegó no solamente la responsabilidad pero también h
autoridad. Al hablarles a sus discípulos les dijo: “Sanad enfermos
24 Jesús, el líder

limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia


recibisteis, dad de gracia”. La autoridad para sanar radica en los dones
que el Espíritu imparte a la iglesia.
Cristo ha delegado cierta autoridad a la iglesia, y esa autoridad debe
respetarse. Dios ha investido a su iglesia con especial autoridad y
poder, que nadie tiene derecho de desatender y despreciar; porque el
que lo hace desprecia la voz de Dios” (Los hechos de los apóstoles
página 133).
Cristo aprobó el uso de la autoridad delegada a su iglesia cuando él
le dijo a Ananías en visión que buscara a Saulo y le impusiera sus
manos. Cuando Ananías halló a Pablo en casa deludas, le dijo: “Saulo,
hermano, el Señor... me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno
del Espíritu Santo”. Entonces Ananías colocó sus manos sobre su
cabeza, y luego le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al punto
la vista, y levantándose, fue bautizado” (Hechos 9:17,18).
Así sancionó Jesús la autoridad de su iglesia organizada, y puso a
Saulo en relación con los agentes que había designado en la tierra.
Cristo tenía ahora una iglesia como su representante en la tierra, y a
ella incumbía la obra de dirigir al pecador arrepentido en el camino
; de la vida. Muchos tienen la idea de que son responsables ante Cristo
sólo por la luz y experiencia, y que no dependen de sus seguidores
reconocidos en la tierra... pero respeta los medios que ha dispuesto
para la iluminación y salvación de los hombres; dirige a los pecadores
a la iglesia que él ha puesto como un medio de comunicar la luz del
mundo” (Los hechos de los apóstoles, páginas 99 y 100).
Esto no quiere decir que la autoridad descansa sobre un hombre
que figura como la cabeza de la iglesia. Dios nunca dispuso que su obra
debería llevar la estampa del pensamiento o el juicio de un solo
hombre. La más alta autoridad se le concede a la iglesia y no a un
individuo. Si tal fuera el caso, Satanás seguramente concentraría su
saña en ese hombre y los resultados serían desastrosos.
Alguien se preguntará: “¿Seguiré el juicio de los hermanos
independientemente de mis propios sentimientos?” Respondemos
que la iglesia es la depositaría de la autoridad delegada de Dios en la
tierra, porque Cristo dijo: "... y todo lo que ligares en la tierra será
ligado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra, será desatado
en los cielos” (Mateo 16:19).
Jesús, un líder que supo delegar 25

i Jims ¡tocas personas pueden ser tan ciegas como aquel que está
, n ■m u, pero la mayoría de la iglesia es un poder que debe ejercer el
. ont mi sobre los miembros individualmente” (Testimonies, tomo 5,
¡idgiiiii 107).
¡i )ur quieren decir las palabras “lo que ligares en la tierra será
IjptJo e„ los cielos”? Evidentemente la interpretación es que la iglesia
, a i¡i tierra demandará solamente aquello que el cielo demanda y
pioliitni .i únicamente aquello que el cielo prohíbe. Esto resulta muy
, iai,, rn las Escrituras. Hombres y mujeres tienen acceso al reino de
Ion irlos a través del poder redentor del Evangelio. Los miembros de
¡a Igh sia tienen la autoridad para traer ala gente al reino y la autoridad
pai . ilcsl'raternizarlos de la comunión de la iglesia si no están en
ai monta con las enseñanzas del Evangelio.
A la iglesia se le ha dado autoridad legislativa, poder para declarar
ayé , . legal y qué es ilegal, qué es obligatorio, y qué es opcional, pero
n-ailíi (¡lie esté en contra de la Palabra escrita. Para cada acción, la
iuil fila debe contar con el apoyo de un “así dice Jehová . Cristo no sólo
ha >Llegado responsabilidad y autoridad. También pide cuentas. Este
(Mmi i pío aparece en forma destacada en la parábola de los talentos en
Milico 25:14 en adelante:
"Porque el reino de los cielos es como un hombre que partiéndose
(ajo* llamó a sus siervos, y les entregó sus bienes. Y a uno dio cinco
(lientos, al otro dos, y al otro uno; a cada uno conforme a su facultad;
y hirgo partió lejos”. Y el que había recibido cinco talentos fue, granjeó
i nn ritos, e hizo otros cinco talentos. Así mismo el que había recibido
.im., él también ganó otros dos. Mas el que había recibido uno, fue y
llevo en la tierra, y escondió el dinero de su señor.
y después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, e hizo
f r u t a s con ellos. Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo
ni ros cinco talentos... y su señor le dijo “Bien, buen siervo y fiel”. El
que había recibido dos talentos hizo otros dos y recibió la misma
fr Imitación. Sin embargo, el que había recibido un talento dijo: “Señor,
o conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste, y
ir coges donde no esparciste, y tuve miedo, y fui, y escondí tu talento
r ii la tierra, aquí tienes lo que es tuyo”.
“Todo es tuyo, decía el rey David, y lo recibido de tu mano te damos”
11 <Irónicas 29:14). Todas las cosas son de Dios, no sólo por la creación
26 Jesús, el líder

sino por la redención... Por lo tanto, la acusación de que Dios era un


amo duro, que cosecha donde no ha sembrado, es falsa” (Palabras de
vida del gran Maestro, página 396). Dios nos pedirá cuenta de acuerdo
con los talentos que nos ha dado. Quien es fiel con lo recibido,
escuchará las palabras, “bien, buen siervo, y fiel”.
Por eso, “Sea que los hombres trabajen en el campo, en el almacén
o en la oficina, serán hechos responsables por Dios del uso sabio y
honrado de sus talentos. Son tan responsables por su trabajo, como lo
es el ministro que trabaja con la Palabra y con la doctrina” (Consejos
sobre mayordomía cristiana, página 149).
Un líder no tiene que mirar por encima del hombro de aquellos
sobre quienes ha delegado ciertas responsabilidades; sin embargo, el
líder es responsable de asegurarse de la ejecución de las tareas que ha
delegado.
“Las grandes responsabilidades acarrean grandes obligaciones. El
que quiere ser un siervo fiel debe prestar un servicio total y voluntario
al mayor Maestro que el mundo conoció alguna vez. Sus ideas y
principios deben mantenerse puros por el poder de Dios. Cada día
debe aprender a hacerse digno de la confianza colocada en él”
(Testimonios para los ministros, página 286).
Nuestra primera lealtad es para Dios, pero también debemos
lealtad a la iglesia y a su liderato. A menos que exista esia clase de
lealtad el proceso de delegación no será efectivo.
Se cuenta la historia de un grupo de amigos, en Inglaterra, que
donaron una lancha a motor para usarla en la l egión de* la Península
El Labrador (Canadá),al enterarse que Si i Wilfi ed Grenfell
necesitaba de un medio de transporte rápido que Ir permitiera llegar
hasta los sitios más remotos donde había pcison.i.s enfermas que
necesitaban ayuda. Cuando se le entregó la lancha, el médico de El
Labrador la puso en uso inmediatamente al ireibir una solicitud de
una de las islas. La noche era oscura y la niebla lo cubría todo, pero
Grenfell no vaciló en salir. El sabía que la lancha estaba equipada con
una brújula la cual lo guiaría a través de la niebla y la tormenta. Después
de navegar por muchas horas en un mai tormentoso, Grenfell se
convenció que estaba perdido. Como resultado, la mujer enferma
falleció y el médico mismo casi perdió mi vida. I .a investigación
demostró que la tragedia era el resultado de la irresponsabilidad de
Jesús, un líder que supo delegar 27

un obrero en Liverpool. Cuando aseguró la brújula en su lugar


designado en la lancha, el hombre cometió el error de usar tornillos de
acero en lugar de unos de bronce. Los tornillos de acero desviaron la
aguja de la brújula conduciendo a Grenfell muy lejos de su destino.
E sta ilustración dem uestra que cada individuo tiene una
responsabilidad muy definida y que debe ser cuidadoso al asumirla y
también al cumplirla, sabiendo que deberá dar cuenta de la forma
como la cumple.
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S e le c c ió n H¡r peí 5 0 0 Q Í
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r Ir p r\0^_

Capítulo 4

Jesús, un líder en la
selección de personal
Una de las funciones más importantes de un líder es la selección de
un personal adecuado que le ayude a alcanzar los objetivos del
movimiento u organización que dirige. Que los objetivos se alcancen o
no, depende en gran medida de la clase de personas que el líder
seleccione.
Jesús, nuestro gran líder, fue cuidadoso en la escogencia de
hombres que habrían de trabajar con él mientras estuviese en la tierra.
Un líder de entre los fariseos o saduceos no habría escogido jamás la
clase de hombres que Jesús escogió. Sus normas de liderato eran bien
diferentes de las de Jesús. El Maestro poseía un conocimiento de la
naturaleza humana que no poseían los dirigentes religiosos de su
época.
Jesús no malgastó su tiempo sometiendo a los discípulos a pruebas
sicológicas, pruebas de aptitud, pruebas de comprensión mecánica, de
habilidades, de conducta o de ajuste emocional. Queda sin respuesta
la pregunta de si Jesús habría usado tales medios de haber existido en
sus días. Hoy gastamos mucho de nuestro tiempo en pruebas, y todavía
no tenemos la información que necesitamos. Antes de escoger a los
doce que formarían el núcleo de la iglesia, Jesús dedicó un buen tiempo
a la oración. “Y aconteció en aquellos días, que fue al monte a orar, y
30 Jesús, el líder

pasó la noche orando a Dios. Y como fue de día, llamó a sus discípulos,
y eligió doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles” (Lucas
6:12,13). Al descender de la montaña, tenía una comprensión clara de
lo que buscaba y de lo que la iglesia necesitaba en materia de personal.
Luego los seleccionó y los ordenó.
Empleamos mucho tiempo sometiendo a prueba a la gente y muy
poco en oración. Antes de seleccionar individuos para posiciones de
liderato en la iglesia, generalmente ocupamos unos pocos minutos,
bajo la presión de una larga agenda, y oramos por la dirección del
Espíritu. Quizás tendríamos mayor éxito si, como nuestro ejemplo,
empleáramos la noche anterior en oración en busca de orientación
divina para la selección del personal.
¿Cómo pudo él escoger a Judas después de emplear la noche en
oración? ¿No conocía acaso el carácter del hombre a quien había
llamado? ¿No estaba acaso consciente que Judas no soportaríamos
peligros del ministerio? Si lo sabía, ¿por qué lo escogió? ¿Cometió
errores Jesús? En El Deseado de todas las gentes, páginas 260-261 se
nos dice que Jesús nunca convocó a Judas para asistir al servicio de
ordenación. Judas vino entre los discípulos y manifestó su deseo de ser
uno de ellos. “Maestro te seguiré dondequiera que fueres”, le dijo.
¿Por qué Jesús no le respondió: “Judas, no creo que este es tu lugar.
Hay ciertas debilidades en tu carácter que te impedirán realizar la
tarea. Te aconsejo que esperes un año y regreses entonces, para
considerar nuevamente tu solicitud?”
Jesús no hablaba de una manera tan directa. Sin embargo, le
respondió: “Las zorras tienen cavernas y las aves del cielo nidos; mas
el Hijo del hombre no tiene donde recostar su cabeza” (Mateo 8:20).
Los discípulos quedaron favorablemente impresionados por el
porte distinguido de Judas, su discernimiento y sus habilidades
administrativas. Le dieron una recomendación incondicional y se
sorprendieron cuando Jesús recibió fríamente su sugerencia. Ellos
pensaban que la presencia de Judas traería prestigio al grupo. ¿Por
qué no rechazó Jesús la sugerencia de los discípulos? Evidentemente
él tenía sus dudas acerca de Judas. Si hubiese rechazado a Judas, los
otros discípulos que no poseían la comprensión que él poseía, habrían
puesto en tela de juicio su sabiduría como líder. Sin lugar a dudas, el
Salvador pensó que era mucho mejor permitirle aJudas unirse al grupo
Jesús, un líder en la selección de personal 31

y dejar que el tiempo revelara su carácter. Era importante que en ese


momento Jesús contara con la plena cooperación de sus discípulos.
Después de todo, cuando Judas se unió a los discípulos, “... no era
insensible a la belleza del carácter de Cristo... Si quería abrir su
corazón a Cristo, la gracia divina desterraría el demonio del egoísmo,
y aun Judas podría llegar a ser súbdito del reino de Dios” (El Deseado
de todas las gentes, página 261).
Se nos dice, igualmente, que “Judas creía que Jesús era el Mesías;
y uniéndose a los apóstoles esperaba conseguir un alto puesto en el
nuevo reino, así que Jesús se proponía desvanecer esta esperanza
declarando su pobreza” (El Deseado de todas las gentes, página 260).
Judas tuvo a su alcance los mismos consejos y asistencia que se
ofreció a los otros discípulos y que les llevó a la grandeza. Dios nunca
fuerza a nadie a seguirle. El hombre disfruta de libre albedrío. Aunque
Jesús conocía las debilidades de Judas, también sabía que Judas podría
llegar a ser uno de los más fuertes discípulos si estaba dispuesto a ser
enseñado. Este es el privilegio y el riesgo de cada hombre, que él mismo
puede determinar su destino.
Hay por lo menos siete pruebas o calificaciones que Jesús tuvo en
mente al escoger sus colaboradores.
Primeramente, los hombres que escogió para ser dirigentes de la
iglesia tendrían que llegar a ser humildes y abiertos a la enseñanza. Esta
es una de las cualidades primordiales, porque si una persona no está
dispuesta a aprender, nunca será un obrero productivo. Aun aquellos
que poseen títulos académicos elevados unidos a sus nombres, deben
estar dispuestos a aprender. Sólo aquellos que están dispuestos a
aprender pueden ser enseñados. Con esto no quiero decir que los
hombres bien educados no son humildes y dispuestos a ser enseñados.
Sin embargo, Jesús tuvo que pasar por alto la erudición y preparación
académica de los dirigentes judíos, no por causa de su elevada
educación, sino porque estaban orgullosos de su preparación y
conocimiento como para aprender a los pies de Jesús. Estaban
arraigados en las tradiciones humanas. Jesús, en su corta vida, no
habría dispuesto de suficiente tiempo para sacarlos de sus tradiciones.
El pudo haber escogido hombres del Sanedrín judío, pero prefirió irse
a las orillas del mar de Galilea y llamar a unos pescadores. Estos
hombres no poseían justificación propia al igual que muchos de los
32 Jesús, el líder

dirigentes judíos. Para proclamar las verdades tal como son en Cristo
Jesús se necesitaban hombres y mujeres que, ante todo, creyeran en él,
y estuvieran listos a comunicar su fe y experiencia a otros.
Pablo era un hombre bien educado. Había adquirido la más
refinada preparación académica. Pero al convertirse reconoció que
tenía mucho para aprender. El dijo: “Sé cómo vivir en humildad; y
también cómo vivir en prosperidad. He conocido el secreto de todas
las formas y condiciones de vida, tanto para abundancia como para
hambruna, para la prosperidad y para la necesidad; todo lo puedo en
Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:12,13; versión de Moffat).
A menos que exista la humildad, la labor espiritual se hace a la
ligera. No es más que un ritual que no produce una vida de justificación
ni atrae la respuesta divina.
En segundo lugar, el escogió sus discípulos por sus habilidades.
Aunque no tenían educación formal en las escuelas de su época, eran
hombres de talento. Su ministerio demostró que eran hombres de
considerables habilidades, fuertes, decididos, predicadores
elocuentes, m aestros convincentes y sabios adm inistradores
eclesiásticos.
En otras palabras, no eran simplemente hombres buenos. La causa
de Cristo tenía necesidad de hombres puros y concienzudos; pero al
mismo tiempo requería de hombres dotados de habilidades,
competencia, sabiduría, y capacidades natas. Jesús escogió hombres
de temple, inteligencia, ingenio y comprensión. Aunque eran hombres
de temple, tenían debilidades que era preciso vencer. No eran
perfectos, pero poseían el deseo de aprender y lo suficientemente
humildes para mostrar tal disposición. Peter Ducker, el decano de los
consultores en materias administrativas en los Estados Unidos, nos
dice en su obra Administration, página 307, que “la gente es débil y la
mayoría de nosotros somos desastrosamente débiles. La gente causa
problemas, demanda procedimientos, crea tareas, y envuelve un costo
y una amenaza en potencia. Pero estas no son las razones por las cuales
se la contrata. La razón fundamental es su temple y su capacidad para
ejecutar... El propósito de una organización consiste en hacer que el
potencial de la gente se vuelva productivo y sus debilidades pierdan
significado”. Como líderes debemos notar en forma especial la última
oración: “el propósito de una organización consiste en hacer que el
Jesús, un líder en la selección de personal 33

potencial de la gente se vuelva productivo y sus debilidades pierdan


significado”. ¿Por qué no copia esa declaración y la coloca debajo del
vidrio de su escritorio?
Jesús enfatizó los rasgos sobresalientes de sus discípulos. Por el otro
lado restó énfasis a sus defectos. Tan a menudo enfatizamos las
debilidades de otros que arruinamos su productividad.
Pedro era un hombre débil y chapucero. Negó a su maestro y le
maldijo. ¿Dónde se fue su temple en esa ocasión? Jesús minimizó esa
manifestación de debilidad y se concentró en sus cualidades, su
disposición al arrepentimiento y su voluntad firme de aprender.
Moisés fue un líder muy destacado. Sin embargo exclamó, “¡Ay
Señor! yo no soy hombre de palabras de ayer ni de anteayer, ni aun
desde que tu hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe
de lengua”. Moisés se concentró en sus debilidades. Pero el Señor
centró su atención en sus habilidades: “Y Jehová le respondió: ¿Quién
dio la boca al hombre? ¿O quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y
al ciego? ¿No soy yo Jehová? Ahora, pues, ve, que yo seré tu boca, y te
enseñaré lo que hayas de hablar” (Exodo 4:10-12).
En tercer lugar, Jesús escogió hombres qiie pudiesen llegar a ser
cultos y refinados. Elena de White escribió acerca de los discípulos.
“Tenían riquezas, pero consistían ellas en la cultura de la mente y del
alma; y ésta puede tenerla todo aquel que de a Dios el primero, último
y mejor lugar en todo” (Obreros evangélicos, página 25). Los discípulos
se distinguieron por su lenguaje limpio. Aunque eran de origen
humilde, sobresalieron como hombres cultos. Sabiendo esto, Pedro
trató de aparecer en una luz diferente al comenzar a maldecir y jurar
durante la negación de su Maestro. Pensó que si maldecía y juraba la
gente no lo reconocería. Sin embargo los observadores sabían que un
lenguaje tal no era usado por los seguidores de Cristo. No obstante, lo
reconocieron por su acento galileo.
En cuarto lugar, Jesús seleccionó hombres con sentido de lealtad. El
sabía que el enemigo de las almas no dejaría piedra sin remover a fin
de instigar el espíritu de deslealtad en el corazón de los discípulos. Era
indispensable tener a su lado hombres de lealtad incondicional. La
lealtad de estos hombres a sus principios era tan firme como el acero.
Eran hombres que no desmayaban ni se desalentaban” (Obreros
evangélicos, página 25).
34 Jesús, el líder

He participado en muchas comisiones y juntas y a menudo, cuando


se invita a una persona a ocupar una posición, se formula la pregunta:
“¿Es él o ella leal?” ¿Qué queremos decir con “es leal”? ¿Leal a quién?
¿A qué? ¿Queremos decir si es leal al líder, al administrador? ¿Es le£il
al líder y a la causa de Cristo? A través de los años he observado que
con frecuencia pensamos en términos de lealtad hacia nosotros
mismos, hacia quienes estamos en la dirección. Si una persona está de
acuerdo con todo lo que quiero, ¿es leal? Si no lo es, ¿es acaso desleal?
Si yo sé que estará en desacuerdo conmigo, todavía quiero tenerlo en
mi asociación o institución? ¿Significa que para ser leal un hombre
debe estar siempre en armonía con las ideas de su líder a pesar de sus
convicciones? ¿Podría ser esta “lealtad” una forma de deslealtad?
Cuando los reyes de Judá e Israel se unieron militarmente para
recapturar a Ramoth de Galaad, Josafat le dijo al rey de Israel: “Yo te
ruego que consultes hoy la palabra de Jehová”.
El rey de Israel juntó, entonces, a cuatrocientos profetas que le
dijeron: “Sube, porque el Señor la entregará en mano del rey”.
Entonces Josafat preguntó si no había otro profeta de Jehová por
el cual pudieran consultar. Acab respondió que aún había un varón
llamado Micaías, “pero yo le aborrezco porque nunca me profetiza
bien, sino solamente mal” (1 Reyes 22:6,8).
Algunas veces nos disgustan las personas que están en desacuerdo
con nosotros o que no siempre usan felicitaciones para referirse a
nosotros. Quizás no les odiemos como Acab, simplemente no
queremos tenerlos a nuestro alrededor.
Hay muchos cuya lealtad se basa en el favoritismo. Una clase de
lealtad que proclama, si no en palabras abiertas, por lo menos a través
de acciones definidas: “Te apoyaré si me apoyas”. “Votaré por ti si tú
votas por mi”. “Estoy listo a hacerte un favor, pero confío que tú harás
lo mismo conmigo”. Este tipo de lealtad no tiene cabida en el
crecimiento espiritual de la iglesia. Mi padre, de origen alemán,
llamaba esta tendencia unheiline Politik, que quiere decir “política
profana”.
Alguien anotó que la palabra política está formada de dos vocablos:
poli que significa “muchos” y tikos que significa “parásitos”. No
necesitamos parásitos en la iglesia. Lealtad es algo que usted ofrece
sin importarle la recompensa. Algunos hombres se asustan de la clase
Jesús, un líder en la selección de personal 35

de lealtad ofrecida por los grupos deliberantes o la mentalidad de


rebaño. En una junta muestran su asentimiento únicamente porque no
desean chasquear al líder. Esa clase de lealtad, aunque tenga buenas
intenciones, puede clasificarse como política indeseable. Los líderes
deben lealtad no solamente a sus superiores, pero también a sus
subordinados. Lealtad no significa que no podemos estar en
desacuerdo. El subordinado no debería recibir sanciones por disentir
de su superior. Uno puede disentir sin ser desagradable.
El apóstol Pablo no siempre concordó con los hermanos, pero en
todo momento fue leal a la iglesia y la fortaleció. Al hablar de ese gran
líder, Elena de White dice que, aunque los hermanos exhibieron falta
de simpatía hacia él, siempre animó a los creyentes a ser leales. (Véase
Los hechos de los apóstoles, página 322). Aunque era un hombre recio,
cuando se necesitaba consejo, acudía a los hermanos para presentarles
su punto de vista. Se unió a ellos en la búsqueda de la sabiduría divina
a fin de llegar a decisiones correctas. (Véase páginas 322-323.)
Se nos dice que llegará el tiempo cuando “hemos de obtener calor
de la frialdad de otros, valor de sus cobardías, y lealtad de su traición”
(Sons and daughters ofG od, página 201).
No podríamos encontrar un grupo más leal a la causa de Cristo que
el de los apóstoles. Lucharon por la causa de Dios, sufrieron por ella,
murieron por ella. Su lealtad es la clase de lealtad que necesitamos hoy
en la causa, especialmente en la vida de los líderes.
Quinto. Jesús buscó a aquellos que estaban dispuestos a trabajar. Los
discípulos no habían sido instruidos en la ciencia y cultura de los líderes
judíos de su época, pero ciertam ente aprendieron a laborar
arduamente y a soportar privaciones.
Jesús les dio una formación maravillosa. Cuando se despidió de
ellos, trabajaron diligentemente para adelantar la causa de Jesucristo.
¡Ninguno era perezoso! Ninguno tuvo que ser aguijoneado o
sobornado. No fue necesario concederles bienes materiales para que
ganaran almas o alcanzaran sus objetivos financieros. Sin promesas de
remuneración material trabajaron diligentemente para contrarrestar
las actividades del demonio. (Véase 1 Juan 3:8, versión de Phillips,
edición de 1958, en inglés.)
Sexto. Seleccionó hombres de oración. “Los discípulos eran
hombres que sabían hablar y orar sinceramente, hombres que podían
36 Jesús, el líder

apoderarse de la fuerza del Poderoso de Israel” (Los hechos de los


apóstoles, página 474).
Pedro le dijo al hombre, cojo desde el vientre de su madre, el cual
se sentaba a la puerta del templo: “Ni tengo plata ni oro, mas lo que
tengo te doy, en el nombre de Jesucristo de Nazareí levántate y anda”
(Hechos 3:6). Un acto tal demostró que tanto él como Juan estaban en
contacto con el poder del cielo. Eran hombre^ de oración.
Muy temprano en su ministerio, los discípulos pid:eron a Jesús que
les enseñase a orar. Estoy seguro que durante Su ministerio y en los
años que empleó enseñándoles, él gastó mucho tiempo en oración y no
sólo repitiendo la oración que llamamos “El Padrenuestro”. Sin lugar
a dudas hubo muchas ocasiones cuando Jesús no solamente les enseñó
cómo orar, pero también oró con ellos. Estas sesiones de oración
tuvieron una gran influencia sobre la vida de los apóstoles. Cuando
oraron en el día de Pentecostés, no fue esa la primera ocasión cuando
estuvieron en comunión con Dios ni tampoco fue la última. Tenían un
poder constante, porque estaban en contacto permanente con Dios.
Ningún líder de la Iglesia Adventista del Séptimo Día podrá chmplir
con sus obligaciones a menos que sepa cómo y cuándo orar, y dedique
tiempo a la comunión con Dios.
Séptimo. Jesús esperaba la cualidad del amor en sus discípulo«■. El
sabía muy bien que nadie puede ser un líder efectivo sin tener un gran
amor por la gente. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ña
dado a su Hijo unigénito” (Juan 3:16).
Para ser un líder eficiente, el cristiano debe amar a la gente, a tal
punto, que esté dispuesto a rendir su vida en servicio por ella. Los
líderes deben estar en contacto con ellos. La tarea que se les
encomienda no puede adelantarse en aislamiento. Deben estar donde
se encuentra la gente. He conocido ministros que han abandonado el
ministerio porque, dicen ellos, no les gusta estar entre la gente.
Quienquiera que no pueda sentirse a gusto entre la gente, no debe ser
un ministro. Puede poseer la mejor formación disponible, poseer la
sabiduría de Salomón, pero si no ama a la gente, sus esfuerzos serán
infructuosos.
Es maravilloso pensar cómo esos discípulos, con la excepción de
uno, pudieron desarrollarse en la clase de baluartes que fueron para
la iglesia de Cristo. A pesar de la diversidad de temperamentos,
Jesús, un líder en la selección de personal 37

realizaron una gran tarea. Santiago tenía un temperamento vivo e


impredecible. Pedro era impulsivo y engreído. Felipe y Tomás, tardos
para creer. Leví Mateo era un publicano. Jesús les llamó a pesar de sus
defectos, pero tuvo en cuenta sus virtudes. Porque fueron humildes y
estuvieron dispuestos a aprender, lograron convertirse en líderes
prominentes de la iglesia.
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Capítulo 5

Jesús, un líder de
gran fortaleza
Muchas virtudes conforman la gama de atributos de un buen líder.
Existe, por ejemplo, la fuerza de la habilidad, la virtud de una
personalidad atractiva, de las buenas relaciones públicas. La virtud del
buen juicio y un conocimiento sólido. Hay muchas virtudes, pero la más
sobresaliente es la fuerza del carácter.
Para enfatizar el valor y la importancia de un buen carácter, Jesús
llamó nuestra atención por medio de una parábola al final del sermón
del monte (Mateo 7:24-27). Jesús dijo: “Cualquiera, pues, que me oye
estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente
(podríamos decir un líder prudente), que edificó su casa sobre la peña;
y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y combatieron
aquella casa (el líder); y no cayó, porque estaba fundada sobre la peña.
Y cualquiera que me oye estas palabras, y no las hace, le compararé a
un hombre insensato (un líder insensato), que edificó su casa sobre la
arena. Y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, e hicieron
ímpetu en aquella casa (el líder); y cayó (el líder), y fue grande su ruina
(la del líder).
Aquí se nos presentan dos clases de líderes. Uno es prudente, sabio,
el otro insensato. Uno exhibe fortaleza, el otro debilidad. Uno resiste
las tormentas del mar de la vida, mientras que el otro se hunde entre
40 Jesús, el líder

las olas. El uno, sobre un sólido fundamento, Cristo Jesús, afronta los
desafíos de la vida, mientras que el otro, con un fundamento débil,
diferente a Cristo Jesús, se hunde y es destruido.
“El carácter del hombre es como una casa” ha dicho alguien. “Cada
pensamiento es como una viga en la casa de nuestra vida. Cada hábito
como una columna. Toda fantasía como una ventana, ya sea adecuada
o erróneamente colocada”.
Hablando acerca de la formación del carácter, Elena de White
anota: “La armazón debe ser sólida. No puede aceptarse trabajo
descuidado, que no sea digno de confianza, porque arruinaría el
edificio” (Consejos para los maestros, página 61).
Nos dice el apóstol Pablo: “Labranza de Dios sois, edificio de Dios
sois” (1 Corintios 3:9). “Esta figura representa el carácter del hombre,
sobre el cual hemos de trabajar, paso a paso. Cada día el Señor trabaja
en su edificio, cincelada tras cincelada, para perfeccionar la estructura
a fin de que llegue a ser un templo para su gloria... Cada piedra ha de
colocarse en forma perfecta, para que soporte las presiones ejercidas
sobre ella. Una piedra colocada equivocadamente, afectará todo el
edificio” (Testimonies, tomo 8, página 173).
Hace muchos años cuando construimos nuestra casa, consideré
necesario construir una pared de piedra alrededor del patio. Pronto
descubrí que si las piedras no se colocaban cuidadosamente la una
sobre la otra, la pared entera se vendría abajo. Pero colocándolas sobre
el concreto en la debida posición y en el ángulo correcto, permanecían
en su lugar y aún hoy están en su sitio. Creo que esa pared resistirá aún
los embates de un terremoto.
Se atribuye a Howard Beecher el siguiente pensamiento: El carácter
de un hombre es realmente él mismo. Su reputación es la opinión que
otros tienen de él. Aquello que existe dentro de nosotros es el carácter.
Esa es la esencia. Lo que otros piensan de nosotros es sólo una sombra.
Se afirma que si cuidamos nuestro carácter, nuestra reputación se
cuidará a sí misma.
Cuando se presionó a Abraham Lincoln para que hiciera ciertas
concesiones a fin de asegurar su elección como senador de los Estados
Unidos, respondió con una oración que merece un lugar destacado en
la memoria de cada líder: “Mi objetivo no es ser electo, pero
Jesús, un líder de gran fortaleza 41

permanecer honesto” (Citado en la obra de Halford Luccock, Studies


in parables o f Jesús, página 41).
“La verdadera educación no desconoce el valor del conocimiento
científico o literario, pero considera el poder como superior a la
información; la bondad, al poder; el carácter, al conocimiento
intelectual. El mundo no necesita tanto hombres de gran intelecto
como de carácter noble” (La educación, página 221).
Toda edificación es probada. La providencia ha señalado diferentes
estaciones. Existen la primavera, el verano, el otoño y el invierno. La
primavera se manifiesta con sus tormentas eléctricas, el verano con su
calor, el otoño con sus cosechas, algunas veces magníficas, otras muy
escasas, y el invierno con su frío agudo. A través del año, se prueba a
los líderes, ya sean sabios o insensatos. La providencia no mima a los
líderes cristianos. No tienen una protección especial contra las
tensiones y presiones de la vida. Dios nunca ha prometido eximir a los
líderes cristianos de los conflictos de la vida cotidiana. Por el contrario,
les ha aconsejado edificar sobre él, un fundamento que puede soportar
las tensiones y embates de la vida. Cristo no oró para que los líderes
c ristia n o s fueran q u itad o s de este m undo, sino p a ra que
permaneciesen firmes. Los líderes semejantes a Cristo se prepararán
a sí mismos para afrontar las tempestades y desafiarlas. Las tormentas
nos llegan a todos. Los líderes insensatos construyen sin tomar en
cuenta las tempestades de la vida.
Las tormentas llegan disfrazadas de diferentes maneras. Hay
tempestades de tentación hacia el mal, de desviarse del camino de la
moralidad cristiana. Algunas veces llega en la forma de inundaciones
violentas, con enorme poder destructor. A menos que los líderes estén
preparados, pueden tomarles por sorpresa y arrollarlos. Las
tempestades pueden llegarnos en ocasiones por la pérdida de un ser
querido o la pérdida de posesiones materiales.
Algunas veces esas tempestades sobrevienen en forma de crítica
severa e injusta. La fuerza del carácter se exhibe cuando los líderes
pueden resistir la crítica sin amargura, ni exhibiendo a su vez un
espíritu de crítica. Fue Jesús quien dijo: “Bienaventurados sois cuando
os vituperaren y os persiguieren, y dijeren de vosotros todo mal por mi
causa, mintiendo” (Mateo 5:11).
42 Jesús, el líder

Se necesita de un buen temperamento para regocijarse y estar


alegres cuando otros amontonan críticas sobre su cabeza. El Dr.
Samuel Palmer Brooks, presidente de la universidad Baylor en el
estado de Tejas, de 1902-1931, escribió un mensaje a la clase de
graduandos de 1931, desde su lecho de muerte, el cual ha llegado a ser
una pieza inmortal para los estudiantes de dicha universidad. En
algunos apartes decía: “Estoy en la frontera de esta vida mortal, pero
estoy también frente a la vida eterna. Contemplo los años que han
pasado y pienso en todo lo insignificante, y las trivialidades, las cuales
se encogen y desaparecen. La crítica destructiva no tiene ningún
significado ahora, sólo lo que es de valor, lo que edifica, todo aquello
que ha sido hecho para beneficio de la humanidad y la gloria de Dios,
eso es lo que realmente cuenta en este momento”. Algunos de nosotros
que hemos estado a las puertas de la muerte, comprendemos y
apreciamos las palabras del Dr. Brooks.
Tanto Jesús como Juan fueron criticados, pero ninguno de ellos
permitió que la crítica interfiriera en el logro de sus objetivos. No
pudieron estorbar su liderato. Juan vino vestido de ropas sencillas y su
dieta era muy austera y dijeron de él: “Demonio tiene” (Mateo 11:18).
Cristo vino y comió y bebió con los pecadores, y dijeron: “He aquí un
hombre comilón, y bebedor de vino, amigo de publícanos y pecadores”
(versículo 19). Cuando se proyectó tal crítica sobre Jesús, él desplegó
cierta dosis de buen humor diciendo: “Ah, la reputación de la sabiduría
está en manos de los hijos” (Lucas 7:35, según la versión de Phillips,
edición 1958, en inglés). En vez de enojarse, Jesús exhibió la madurez
de un gran líder. No le era necesario detenerse para defenderse. Sus
enemigos le lanzaban toda clase de inmundicia y en el proceso
ensuciaban sus manos. ¿Por qué habría él de rebajarse al nivel de ellos
y ensuciar sus manos de igual manera? El hombre cuyo fundamento es
Cristo Jesús no necesita preocuparse de los ataques personales. Jamás
debe atemorizarse por los ataques maliciosos de sus enemigos, -Jg*-
En cierta asociación un pastor fue relevado de su ministerio con
toda razón. Sus actividades fueron reveladas a través de un medio no
provisto por la asociación. Un íntimo amigo del pastor se molestó con
los dirigentes de la asociación por la determinación que habían
tomado, y le dijo al presidente de dicha asociación:
Jesús, un líder de gran fortaleza 43

—¿Cómo le parecería si usted tuviera un agente secreto siguiéndole


los pasos?
—Me gustaría tener a unos cuantos investigadores siguiéndome
—repuso el presidente —. En efecto, tantos como usted pueda
contratar. Permítales seguirme a lo largo y ancho del país. Si usted cree
que me preocupa que un grupo tal me vigile alrededor del mundo, está
equivocado. Mi mayor preocupación es el Dios que todo lo ve y
discierne.
Los líderes cristianos deben recordar que ningún hombre tiene que
defenderse públicam ente de cargos que su vida y conducta
contradicen. Se cuenta la historia de un hombre originario de Boston
que un día acudió a la casa del Dr. Everett, el famoso predicador. El
hombre estaba visiblemente enojado porque uno de los periódicos
había publicado un artículo criticándolo severamente. El hombre
quería saber qué camino seguir, si exigir disculpas públicas o entablar
una dem anda contra el periódico. El Dr. E verett escuchó
silenciosamente y luego replicó: “¿Que qué hará usted? Mi estimado
señor, no haga nada. La mitad de la gente que recibió el periódico
nunca vio el artículo. La mitad de los que lo leyeron no lo
comprendieron. La mitad de quienes lo entendieron no lo creyeron, y
la mitad de quienes lo creyeron no le traerán ninguna consecuencia
funesta”.
Un líder virtuoso confiará en Dios. Actúa así porque está seguro,
de acuerdo con lo mejor de su entendimiento, que él vive en armonía
con la voluntad de Dios. Cuando los opositores de Martín Lutero
trataron de intimidarlo, le dijeron que los príncipes alemanes no se
agruparían para apoyarlo. “¿A dónde irás a parar luego?” le
preguntaron, “estaré exactamente donde estoy ahora”, respondió
serenamente, “en las manos del Todopoderoso”.
Juan el Bautista, pacientemente, soportó sus pruebas en el calabozo
mientras Jesús obraba milagros, sanando los enfermos, levantando los
muertos. Juan, el gran evangelista, quien había predicado tan
elocuentemente y con tanto denuedo que miles le siguieron al desierto,
era en ese momento un prisionero de Herodes Antipas. Pero ese
hombre, tan popular, estaba sentado en la prisión mientras Jesús,
aparentemente, no hacía nada para liberarlo.
44 Jesús, el líder

Los discípulos de Juan le contaron de los grandes éxitos de Cristo


y le preguntaron si en realidad Jesús era el Mesías. Si lo era, razonaban,
¿por qué no acudía para liberar a Juan? ¿Permitiría que Juan fuese
ajusticiado? El temor sobrecogió a Juan, pero se nos dice que, Juan
“no renunció a su fe en Cristo” (El Deseado de todas las gentes, página
187). Juan pasó la prueba. Su vida y su muerte se convirtieron en
ejemplos de verdadero liderato.
Otra de las pruebas es la de trabajar sin sentir la necesidad de estar
en el centro del escenario. La primera vez que visité la ciudad de
Wáshington, quise visitar la Tumba del Soldado Desconocido. Fue un
momento muy solemne para mí, de pie y con el sombrero en la mano,
observar la guardia. En m em oria de los miles de soldados
desconocidos, la guardia marchaba con toda precisión hacia un lado y
hacia el otro, ya fuese en invierno o en verano, otoño o primavera; con
lluvia o sol brillante, con frío o calor. ¿Por qué? Para honrar a todos
aquellos héroes de guerra que permanecen anónimos. Aquellos que
sirvieron, y murieron, pero nunca en una forma visible. Sólo Dios sabe
quiénes son.
Hay muchos soldados de la cruz cuyos nombres nunca se conocerán
sobre la faz de la tierra, como los soldados que descansan en Arlington,
Francia, Manila, y otros lugares de la tierra y que son desconocidos.
Sin embargo fueron líderes eficientes para Cristo. Leemos acerca de
quienes “experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones
y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, tentados, muertos a
cuchillo, anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de
cabras, pobres, angustiados, maltratados; (de los cuales el mundo no
es digno); perdidos por los desiertos, por los montes, por las cuevas y
las cavernas de la tierra” (Hebreos 11:36-380).
La Biblia usa la palabra “otros” cuando se refiere a esos héroes de
la fe cristiana. ¿Quiénes fueron esos “otros” de quienes el mundo no
era digno? ¿Quienes fueron esos “otros” que anduvieron de acá para
allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras? ¿Quiénes fueron esos
“otros” que anduvieron pobres, angustiados, maltratados, que
estuvieron perdidos por los desiertos, por los montes, por las cuevas y
las cavernas de la tierra? ¿Quiénes fueron esos “otros” que fueron
aprobados por testimonio de la fe? Sus nombres no figuran en Hebreos
11, pero ¡Dios sabe bien quiénes son!
Jesús, un líder de gran fortaleza 45

Me crié en el frío estado de Dakota del Norte, y recuerdo bien en


mis días de adolescencia cuando el termómetro bajaba a 37 ó 40 grados
bajo cero. En una temperatura como esa Ud. debe moverse y flexionar
su cuerpo constantemente o se congelará. Al mismo tiempo caía mucha
nieve. Durante la primavera el sol derretía la nieve de los techos de las
casas y edificios y la nieve derretida formaba carámbanos que colgaban
del borde de los techos. Tales carámbanos crecían y crecían,
suspendidos del borde del techo. Durante la noche se endurecían y al
día siguiente, cuando empezaban a derretirse nuevamente, continuaba
el crecimiento alargado. Algunas veces esos carámbanos llegaban a
medir más de un metro. Era hermoso contemplarlos a la luz matutina
cuando los rayos del sol les hacía despedir un brillo especial; desde
luego, cuando los carámbanos eran de cristal transparente. Pero si la
nieve estaba sucia, los carámbanos tenían una tonalidad de color gris,
marrón o negro. Recuerdo muy bien que tomaba un pedazo de madera
y caminaba alrededor de la casa y derribaba uno tras otro todos los que
aparecían sucios. Los detestaba. De igual manera, el carácter de un
líder se forma gota a gota, pensamiento tras pensamiento, acto tras
acto, lentamente. Si los pensamientos son claros, el carácter del líder
será algo hermoso de contemplar, una luz colocada sobre un monte
que no se puede esconder. Si sus pensamientos son profanos, llenos de
crítica, descoloridos y dudosos, su carácter inevitablemente aparecerá
con tonalidades de gris, marrón y negro.
Elena de White nos dice que “el fundamento debe descansar, ancho
y profundo, sobre la roca, Cristo Jesús. Hay demasiados que profesan
actuar basados en el verdadero fundamento pero cuyo proceder
disoluto demuestra que están edificando sobre arena movediza. La
gran tempestad barrerá su fundamento, y no tendrán refugio”
(Comentario bíblico adventista, tomo 3, página 1176).
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Capítulo 6

Jesús, un líder justo e


imparcial
A los largo de su vida en la tierra Jesús fue siempre equitativo en su
relación con sus discípulos y otros seguidores, aún con sus enemigos.
No solamente enseñó por precepto, pero también por ejemplo. “Así
que, todas las cosas que quisiereis que los hombres hiciesen con
vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esa es la ley y
los profetas” (Mateo 7:12).
A causa de su justicia, su imparcialidad, la gente tenía plena
\ confianza en él como líder. Miles le siguieron. “Había muchos que
I estaban profundamente conmovidos por el carácter y la obra de Cristo,
\ y cuyo corazón se estaba abriendo a él con fe; y los discípulos, que no
f podían discernir los motivos, debían tener cuidado de no desalentar a
[_ esas almas” (El Deseado de todas las gentes, página 405).
Tenemos muchos ejemplos del tratamiento justo que Jesús brindó
a otros. Seis días antes de la Pascua, Jesús buscó refugio en la casa de
Lázaro. Mientras estaba en Betania, él, sus discípulos y sus amigos
recibieron una invitación a la casa de Simón. Simón había sido sanado
de la lepra y fue el poder sanador manifestado en su favor lo que le
acercó al Salvador.
Quería expresar su gratitud y por lo tanto preparó un agasajo en
honor de Cristo. Esto ocurrió una semana antes de la crucifixión. Para
48 Jesús, el líder

entonces Simón no estaba aun convencido que Jesús era el Mesías.


Sabía, en cambio, que Jesús era un magnífico y gran maestro. Mientras
avanzaba la fiesta, María, silenciosamente, se deslizó en el recinto. Esto
le resultó muy fácil porque las casas en el oriente eran abiertas. Los
extraños podían entrar y salir a su antojo para ver a los huéspedes y
unirse a la conversación. Tal vez María había escuchado la voz de Jesús
decir con anterioridad: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y
cargados que yo os haré descansar” (Mateo 11:28).
María entró con un frasco de alabastro con ungüento de nardo. Su
costo ha sido estimado desde cuarenta hasta quinientos dólares.
Colocándose detrás de Jesús, rompió el vaso y le ungió, mientras
derramaba lágrimas y secaba sus pies con los cabellos en tanto que los
besaba. Cuando el aroma del costoso perfume inundó el recinto,
alcanzó los nervios olfatorios de Judas.
Indignado, Judas sintió que se estaba derrochando el dinero y la
acción no debía tolerarse. Incapaz de contenerse exclamó: “¡Que
despilfarro!” “¿Por qué no se ha vendido este ungüento por trecientos
denarios, y se dio a los pobres?” (Juan 12:5).
Los otros discípulos estuvieron de acuerdo. Después de todo, Judas
era el experto en finanzas. Todos pensaron que tenía razón. Había
muchos pobres en la nación, algunos con sólo unos pocos centavos. La
tasa de desempleo era elevada y existía mucha capacidad ociosa. La
situación de vivienda era p recaria. Las ciudades estaban
superpobladas. ¿Por qué ese despilfarro?
¿Cómo reaccionó Jesús? El tenía que pensar en tres personas:
María, Judas y Simón, el anfitrión. Como un líder, ¿de qué manera
enfocaría el problema?
Primeramente, miremos a Judas y la clase de actitud que Jesús
asumió con él. Jesús sabía que Judas era ladrón. Bien podría haber
usado la ocasión para avergonzarlo desenmascarando sus recónditas
intenciones. Quizás nosotros habríamos hecho eso, poniendo al
hipócrita en su lugar. Podríamos haberlo desenmascarado delante de
la concurrencia y contemplar como su rostro se enrojecía, pero Jesús
no lo avergonzó. “El salvador no le censuró” (El Deseado de todas las
gentes, página 516). Haberlo hecho no habría ayudado en nada a Judas.
Simón también estaba sorprendido por el delicado aroma del
perfume. Veámosle. “Este”, se dijo pomposamente refiriéndose a
Jesús, un líder justo e imparcial 49

Jesús, “si fuera profeta, conocería quién es la mujer que le toca, que
es pecadora” (Lucas 7:39). Elena de White dice: “Simón había
arrastrado al pecado a la mujer a quien ahora despreciaba. Ella había
sido muy perjudicada por él” (El Deseado de todas las gentes, páginas
519 y 520). Jesús lo sabía y tenía ante sí la oportunidad de
desenmascarar a otro hipócrita. ¿Por qué? Jesús también sabía que,
según la opinión de Simón, él no sabía qué clase de mujer estaba
besando sus pies, y por lo tanto era un farsante y no un verdadero
profeta. Si Jesús lo supiera, razonaba Simón, no habría permitido que
una mujer tal se le acercase. ¡Simón sentía pena por Jesús! ¡Que
caritativo! Sentía compasión por un iluso y pobre hombre que
equivocadamente creía ser un profeta. Jesús, desde luego, conocía
mejor a Simón de lo que él mismo se conocía. Pero en lugar de
descubrirlo le dijo:
—Simón, una cosa tengo que decirte.
—Di, Maestro.
- U n acreedor tenía dos deudores; uno le debía quinientos
denarios, y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con qué pagar,
perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más?
Simón respondió:
—Pienso que aquel al cual perdonó más.
Jesús le dijo:
—Rectamente has juzgado (Lucas 7:40-43).
Entonces volviéndose a la mujer, pero hablando aún a Simón,
añadió:
—¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, no me diste agua para mis pies;
mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha limpiado con sus
cabellos. No me diste beso, mas ésta, desde que entré, no ha cesado de
besar mis pies. No ungiste mi cabeza con óleo; mas ésta ha ungido mis
pies. Por lo cual te digo que sus muchos pecados son perdonados,
porque amó mucho; mas al que se perdona poco, poco ama
^versículos 44-47).
En términos de una lección de liderato, el ejemplo de Cristo que
hemos citado es poco menos que un milagro. La asociación de Cristo
con la gente tenía como fin salvarles y revelar el carácter de Dios de
tal manera, que fuesen movidos a la emulación, incluyéndote a ti y a
mí.
50 Jesús, el líder

Jesús no sólo fue justo con sus discípulos, pero aún con otros que
no figuraban entre sus inmediatos seguidores. En una ocasión los
discípulos le dijeron: “Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre
echaba fuera los demonios; y se lo prohibimos, porque no nos sigue”.
Jesús les respondió: “No se lo prohibáis; porque ninguno hay que
haga milagro en mi nombre que luego pueda decir mal de mi. Porque
el que no es contra nosotros, por nosotros es” (Marcos 9:38-40). Los
discípulos creían que le hacían un favor a Jesús al detener a un
competidor. Se sentían celosos de su propio trabajo. Pero bajo la
bondadosa dirección de Jesús “Reconocieron su error y aceptaron la
reprensión de Jesús: ‘No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga
milagro en mi nombre, que luego pueda decir mal de mf ” {El Deseado
de todas las gentes, página 405).
La lección es clara. El hecho de que ciertas personas no pertenezcan
a nuestra iglesia no nos autoriza a detener una buena labor que realizan
en el nombre del Señor. Como lo expresó Jesús, quien no es contra
nosotros, por nosotros es.
En otra ocasión Jesús envió unos mensajeros delante de él a una
aldea samaritana para aparejar un recinto. Los aldeanos, sin embargo,
rehusaron atender el pedido de los apóstoles, porque los mismos iban
rumbo a Jerusalén. Cuando les llegó el informe, Santiago y Juan
querían pedir fuego del cielo para que destruyese la aldea. (Lucas
9:51-54). Esa era “su solución final” para el problema de la oposición.
Querían avanzar con rapidez. Jesús, sin embargo los detuvo en sus
intenciones. Les previno diciendo: “Vosotros no sabéis de qué espíritu
sois; porque el Hijo del hombre no ha venido a perder las almas de los
hombres sino a salvarlas” (versículos 55,56).
Una vez más el líder Maestro exhibió su justicia y trato equitativo.
Podía actuar de esa manera porque su preocupación era salvar, no
consumir, a la gente.
Jesús nos dice, no busquen etiquetas; mas bien busquen acciones,
actitudes y espíritu. Cuando alguien demuestre misericordia, fe, e
integridad no acudan a él con su propio prejuicio y antagonismo. “Si
un hermano (o cualquier otro) está en desacuerdo con usted en algún
punto de la verdad, no lo ridiculice, ni lo coloque en una falsa luz, ni
tergiverse sus palabras desviándolas de su interpretación correcta...
Ud. no sabe en realidad qué clase de evidencia él tiene para su fe, y
Jesús, un líder justo e imparcial i

Ud. no puede realmente definir su propia posición” (Counseis


writers and editors, página 50).
" En una experiencia interesante del Antiguo Testamento, el Señ<
tomó del espíritu que había en Moisés y lo colocó sobre los seten
ancianos quienes luego profetizaron. Dos de los setenta, Eldad
Medad, estaban en el campo y allí mismo profetizaron.
“Y corrió un mozo, y dio aviso a Moisés, y dijo, Eldad y Medí
profetizan en el campo. Y Josué, hijo de Nun, ministro de Moisés
dijo: Señor mío Moisés, impídelos. Y Moisés le respondió: ¿Tienes
celos por mí? Mas ojalá que todo el pueblo de Jehová fuesen profetz
que Jehová pusiera su espíritu sobre ellos” (Números 11:27-29).
Moisés era un líder imparcial y que poseía buen juicio. Elena (
White nos dice: “Debemos amar a los hombres por causa de Cristo. 1
fácil que el corazón natural ame a unos pocos y sea parcial para cc
estos pocos; pero Cristo nos pide que nos amemos mutuamente con
él nos ha amado” (Testimonios para los ministros, página 154).
Tenemos que ser justos con nuestros miembros y también c<
nuestros obreros. “Espera que sus mayordomos sean fieles en reprob
y corregir... No deben usarse medios ásperos ni hacerse una ob
injusta, precipitada e impulsiva. Los esfuerzos hechos para limpiar
iglesia de la contaminación moral, deben efectuarse de la manera <
que Dios quiere. No debe haber parcialidad ni hipocresía. No del
haber favoritos cuyos pecados se consideran menos pecaminosos qi
los de los demás. ¡Oh, cuánto necesitamos todos el bautismo d
Espíritu Santo!” (Evangelismo, páginas 270-271).
Hace algún tiempo observé a un presidente de asociación qi
dirigió el proceso de desfraternización de unas doce personas, p
medio de una maniobra rápida y alevosa. Es cierto que los tales er
promotores de disensión. Posiblemente merecían la censura y tal v
la desfraternización, pero no empleando medios dudosos y opuesto:
las normas cristianas. Esa noche hice una decisión, que si yo misil
llegase a estar envuelto en una situación similar, trataría de ser t;
equitativo yjusto como me fuese posible al tratar con otros. Los líder
cristianos nunca deberían estar en una posición de responsabilidac
menos que sean corteses y compasivos. No debe haber distinciones >
rango. Tanto el rico como el pobre son de igual valor delante de Di<
El no reconoce ni casta ni color. Las personas son personas. Algún
52 Jesús, el líder

son mejores, otros peores, pero todos pueden ser salvos por la gracia
de Cristo.
El gran líder, Moisés, al hablar a su pueblo dijo: “Y entonces mandé
a vuestros jueces diciendo: Oíd entre vuestros hermanos, y juzgad
justamente entre el hombre y su hermano, y el extranjero. No tengáis
respeto de personas en el juicio; así al pequeño como al grande oiréis.
No tendréis temor de ninguno, porque el juicio es de D ios”
(Deuteronomio 1:16,17). Y más adelante añadió: “No tuerzas el
derecho; no hagas acepción de personas, ni tomes soborno; porque el
soborno ciega los ojos de los sabios, y pervierte las palabras de los
justos” (Deuteronomio 16:19).
Un hombre grande a la vista de Dios, aún en medio de las
multitudes, preocupaciones, y presiones financieras, conserva su alma
pura, sin mancha, sin la inmundicia de la mundanalidad. Justicia
imparcial, atemperada con la misericordia, debe exhibirse en todos sus
tratos.
Miremos algunos de los resultados de un buen trato hacia otros.
Simón criticó a Jesús por permitirle a María llegar hasta su presencia
y ungir su cuerpo con un perfume muy costoso. A pesar de su actitud
crítica, Jesús le trató amablemente, y Simón llegó a ser un discípulo.
Leemos: “Una denuncia severa hubiera endurecido el corazón de
Simón contra el arrepentimiento, pero una paciente admonición le
convenció de su error... Su orgullo fue humillado, se arrepintió, y el
orgulloso fariseo llegó a ser un humilde y abnegado discípulo” {El
Deseado de todas las gentes, página 521). Simón se sintió
profundamente conmovido por la bondad de Jesús al no censurarlo
públicamente.
Pensemos acerca de María. Por medio del trato justo e imparcial
de Jesús, “ella llegó a ser participante de la naturaleza divina. Aquella
que había caído, y cuya mente había sido habitación de demonios, fue
puesta en estrecho compañerismo y ministerio con el salvador... María
estuvo junto a la cruz y le siguió hasta el sepulcro. María fue la primera
en ir a la tumba después de su resurrección. María fue la primera que
proclamó al salvador resucitado” (El Deseado de todas las gentes,
página 521). “Y hasta donde el evangelio se extendiese, el don de María
exhalaría su fragancia y los corazones serían bendecidos por su acción
espontánea. Se levantarían y caerían los reinos; los nombres de los
Jesús, un líder justo e imparcial 5

monarcas y los conquistadores serían olvidados; pero la acción de est


mujer sería inmortalizada en las páginas de la historia sagrada” (L
Deseado de todas las gentes, página 515).
En Apocalipsis 15:3,4 leemos del testimonio de todos aquellos qu
han sido tratados con equidad: “Y cantan el cántico de Moisés, sierv
de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: Grandes y maravillosa
son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tu
caminos, Rey de los santos. ¿Quién no te temerá, oh Señor,
engrandecerá tu nombre? Porque tú sólo eres santo; por lo cual toda
las naciones vendrán, y adorarán delante de ti, porque tus juicios so
manifestados”.
Aún Satanás, quien siempre ha sostenido que Dios es injusto
finalmente admitirá la justicia divina. “Sus acusaciones contra I
misericordia y justicia de Dios están ya acalladas. Los vituperios qu
procuró lanzar contra Jehová recaen enteramente sobre él. Y aKoi
Satanás se inclina y reconoce la justicia de su sentencia” (El conftict
de los siglos, página 728).
fY

Capítulo 7

Jesús, un líder en el
ministerio de la
9 /
reprensión
Todo líder se encuentra, tarde o temprano, frente a circunstancias
en las cuales tiene que dispensar reprobación. El apóstol Pablo
escribió: “Que prediques la palabra, que instes a tiempo y fuera de
tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina”
(2 Timoteo 4:2).
Aquellos aspectos de nuestro liderato que traen consigo alegría y
satisfacción son siempre bienvenidos. Pero hay otras facetas de la
adm inistración que no son tan placenteras, especialm ente la
reprensión y la reprobación. La reprensión nunca es popular porque
la misma hace sentir incómodas a las personas. Generalmente hiere.
Después de un sermón a través del cual se ha dado una reprensión, la
gente no se apresura a felicitar al ministro por su mensaje de
reprensión. Por lo general salen del santuario por una puerta lateral.
Pero, no importa las consecuencias, el líder debe ser fiel a su deber.
“Las faltas deben llamarse por su nombre”, anota Elena de White,
“Pecados vergonzosos deben recibir el nombre que les corresponde...
Un testimonio claro y recto deberá existir en la iglesia o la maldición
56 Jesús, el líder

de Dios descansará sobre su pueblo, tan ciertamente como recayó sobre


el antiguo Israel, a causa de sus pecados” (Testimonios, tomo 5, página
676). (El énfasis es nuestro.)
El problema radica en saber producir los efectos favorables de la
reprobación y la reprensión, sin necesidad de levantar antagonismos
en las personas. Analizando el método empleado por Cristo al
administrar reprensión, nos ayudará a reprender y a obtener los
resultados que él obtuvo. Sin lugar a dudas, la reprensión más drástica
dirigida a un grupo de líderes se encuentra en Mateo 23. Allí aparecen
ocho ayes pronunciados contra los escribas y fariseos. Probablemente
no todos los escribas y fariseos eran tan malos y no todos necesitaban
una reprensión tan aguda.
Muchas personas, al leer esos ayes hoy dicen: “Como pueden ver,
Cristo la enfiló contra esos hipócritas. El nos dio un ejemplo que
debemos seguir”. Y a continuación pronuncian toda suerte de
improperios a manera de reprensión.
Si analizamos el trasfondo de las circunstancias que produjeron esa
drástica reprensión, nos ayudará a comprender por qué Jesús habló
tan abiertamente y con un lenguaje tan incisivo. El interés y admiración
del pueblo por Cristo había crecido notablemente. Su popularidad era
muy grande. El pueblo estaba encantado con sus enseñanzas, pero al
mismo tiempo estaba perplejo. Tenían un profundo respeto hacia los
sacerdotes y rabinos. En asuntos espirituales su confianza era absoluta
en la autoridad de tales hombres. El pueblo estaba listo a obedecer.
Naturalmente, el pueblo se preguntaba por qué los líderes religiosos
no creían en Jesús. Las enseñanzas de Jesús eran tan sencillas y claras.
El pueblo estaba simplemente confundido. ¿Cuáles serían las
enseñanzas que ellos debían aceptar? ¿Las de los fariseos o las de
Cristo? Jesús hizo todo lo que pudo para presentar ciertas verdades a
los líderes hablándoles en parábolas, pero eso no les movió al cambio.
Así que el tiempo había llegado cuando debía hablar con claridad y
desenmascarar a los falsos pastores.
Refiriéndose a los líderes religiosos, Jesús dijo: Se sientan en la
cátedra de Moisés. Dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y difíciles
de llevar. Restringen la libertad personal y secretamente ignoran
porciones de la ley las cuales sí imponen a otros. Constantemente
exhiben su piedad. Ensanchan sus filacterias y extienden los flecos de
Jesús, un líder en el ministerio de la reprensión 57

sus mantos, para llamar la atención hacia su devoción. Aman el ser


llamados rabí y maestro. Ofrecen largas oraciones para ganar la
confianza de las viudas. Diezman la menta, el eneldo y el comino, pero
descuidan el juicio, la misericordia, la fe. Limpian lo que está afuera
del vaso y del plato, pero dentro están llenos de robo y de injusticia
(Mateo 23).
Hablando del conocimiento que Jesús tenía de aquellos a quienes
reprendía, Elena de White dijo: “En algunas ocasiones Cristo
reprendió con severidad, y en ciertas circunstancias también lo hará
con nosotros; pero debemos recordar que Jesús conocía la condición
de aquellos a quienes dirigía la reprensión y sabía el grado de
reprobación que podían soportar para corregir su equivocado curso
de acción, pero igualmente sabía cómo compadecerse del extraviado,
consolar al desdichado, y darle ánimo al débil” (Testimonies, tomo 4,
página 66). Cristo poseía un discernimiento de la naturaleza humana
que nosotros no tenemos. Por lo Janto debemos ser cautelosos en
nuestras exhortaciones. Nuestra comprensión es limitada, pero aún
habrá ocasiones cuando tendremos que exhortar y reprender j En la
Biblia encontramos muchos ejemplos cuando los dirigentes tuvieron
que reprender. Mencionaremos algunos.
El apóstol Pablo encontró que era necesario reprender, pero en
toda ocasión quiso demostrar que era un amigo de aquellos que habían
errado. “Porque aunque os contristé por carta, no me arrepiento, bien
que me arrepentí; porque veo que aquella carta, aunque por algún
tiempo os contristó. Ahora me gozo, no porque halláis sido
contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento”
(2 Corintios 7:8,9). Pablo les escribió diciendo “con mucha angustia y
aflicción de mi corazón, con muchas lágrimas”.
En otra ocasión reprendió a su compañero Pedro. Cuando Pedro
llegó a Antioquía, Pablo lo enfrentó públicamente porque sentía que
Pedro andaba por el sendero equivocado y así se lo dijo de manera
franca. (Véase Gálatas 2:11.)
Natán, el profeta, fue otro hombre que no vaciló en reprender
cuando hubo la necesidad. Se presentó al rey David con la siguiente
historia: Había dos hombres; uno de ellos muy rico y el otro sumamente
pobre. El rico tenía muchos rebaños de ovejas y de cabras. El pobre
sólo tenía una corderita que a duras penas había podido comprar. Era
58 Jesús, el líder

como su hija, y la alimentaba de su propio plato. Le daba de beber de


su vaso. La arrullaba en sus brazos como a un niño. Un día llegó un
viajero a la casa del hombre rico. Este, en vez de matar uno de los
corderos de sus rebaños para agasajar al visitante, tomó la corderita
del hombre pobre, la aderezó y la sirvió a su huésped. Cuando David
acabó de oir la historia se enojó y dijo: “El tal hombre, que fue capaz
de cometer ese atropello, debe morir. Deberá pagar la cordera cuatro
veces por no tener compasión”. Y el profeta Natán respondió: “Tú eres
el hombre rico. El Señor Dios de Israel te ha puesto por rey sobre su
pueblo y te libró de la mano de Saúl. Te dio el palacio y tus mujeres y
los reinos de Judá e Israel, y por si fuera poco te añadiré tales y tales
cosas. ¿Por qué pues tuviste en poco la palabra de Jehová y has hecho
lo malo delante de sus ojos? Has asesinado a Uría y tomado su mujer”
(2 Samuel 12). Ciertamente fue un lenguaje fuerte, pero David lo
necesitaba.
Juan el Bautista tuvo que reprender muchas veces. En efecto, su
predicación era una reprensión. Como resultado de su reprensión
( muchos de sus oyentes se arrepintieron. Algunos sólo en apariencia.
A los tales, Juan les dijo: “Generación de víboras, ¿quién os ha
enseñado a huir de la ira que vendrá?” (Mateo 3:7).
Cuando Juan censuró públicamente a Herodes, el gobernador de
Galilea, por haber tomado la mujer de su hermano, y por otros
pecados, Herodes lo metió en la cárcel, añadiendo otro pecado a la
larga lista de transgresiones (Lucas 3:19). El sabio dijo: “No reprendas
al escarnecedor, porque no te aborrezca; enmienda al sabio, y te
amará” (Proverbios 9:8).
El profeta Samuel tuvo que reprender a Saúl en una ocasión.
Impacientado porque Samuel no llegaba a la cita, Saúl se inquietó. La
Providencia, tal como lo leemos en la inspiración, había demorado la
llegada de Samuel. Impaciente, Saúl empezó a ofrecer sacrificios.
Todo lo que tenía que hacer era preparar al pueblo para el servicio
que habría de dirigir Samuel. Cuando terminó la ofrenda, Samuel
apareció. Saúl salió a recibirle y Samuel le dijo: “Locamente has hecho;
no guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios, que él te había
intimado; porque ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre
Israel para siempre” (1 Samuel 13:13). “Si Saúl hubiera sido fiel, su
reino se habría afirmado para siempre; pero en vista de que había
Jesús, un líder en el ministerio de la reprensión 59

fracasado, el propósito de Dios debía ser alcanzado por medio de otro”


(Patriarcas y profetas, página 673). j ^
Notemos el espíritu con el cual se dio la reprensión y los resultados
m la vida de los reprendidos. Antes que todo, nótese el espíritu con el
cual Cristo reprendió. Lo hizo de manera franca porque quería salvar
a los pecadores. No usó palabras vengativas. Su ira santa estaba
dirigida contra el príncipe de las tinieblas. No manifestó enojo.
<'onservó la calma y el dominio propio. Profunda compasión
ensombrecía su rostro. ¡Esta era una lucha de separación! Su voz se
ahogaba por la angustia de su corazón y lágrimas amargas rodaban por
su rostro cuando exclamó: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los
profetas, y apedreas a los que son enviados a ti! ¡Cuántas veces quise
juntar tus hijos como la gallina junta sus pollos debajo de sus alas, y no
quisiste!” (Mateo 23:37). ¿Cuál fue la reacción de los escribas y
fariseos? “Los fariseos y saduceos quedaron todos callados” {El
Deseado de todas las gentes, página 572).
El hecho de que Jesús habló con tal angustia y sinceridad de corazón
tuvo su efecto en el pueblo: “Las gemas de verdad que cayeron de los
labios de Cristo en aquel día memorable, fueron atesoradas en muchos
corazones. Hicieron brotar a la vida nuevos pensamientos, despertaron
nuevas aspiraciones y crearon una nueva historia. Después de la
crucifixión y la resurrección de Cristo, estas personas se adelantaron
y cumplieron su comisión divina con una sabiduría y un celo
correspondientes a la grandeza de la obra... Grandes fueron los
resultados de las palabras del Salvador a esta muchedumbre llena de
asombro y pavor en el templo de Jerusalén” {El Deseado de todas las
gentes, página 573).
Aunque Israel se había separado de su Dios como nación, había
muchos aún entre los escribas y fariseos que llegaron a ser seguidores
de Jesús. Cientos le siguieron porque vieron en él el carácter de Dios.
Cristo sabía cómo reprender sin suscitar antagonismos. Lo hizo con
profunda preocupación y lleno de amor. Preocupación y amor estaban
presentes cuando reprendía.
Al reprender a David, Natán actuó con diplomacia y bondad. No
actuó duramente. Manifestó preocupación. Reveló a David el tierno
amor de Dios al confrontar a David con su pecado. ¿Cuál fue la
reacción de David cuando Natán le descubrió su pecado?: “Pequé
60 Jesús, el líder

contra Jehová”, respondió David. Natán le dijo luego: “El Señor te ha


perdonado. No morirás por tu pecado. Pero has dado ocasión a los
enemigos del Señor para despreciar y blasfemar su nombre, por lo
tanto, el niño m orirá” (2 Samuel 12:13,14; La Biblia viviente,
parafraseada, en inglés).
No hay indicación de si Pedro reaccionó positiva o negativamente
cuando Pablo le reprendió; pero más adelante, Pedro se refirió a Pablo
en términos muy amigables. Posiblemente Pablo reprendió a Pedro
con el espíritu adecuado. Pedro dice de Pablo: “... como también
nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada,
os ha escrito también; casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de
estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales
los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras,
para perdición de sí mismos” (2 Pedro 3:15,16).
Toda vez que fracasemos en mostrar bondad y simpatía en nuestro
trato con otros, damos una impresión equivocada del carácter de Dios.
Muchos conocerán a Dios sólo a través de nuestras palabras, por
medio del espíritu con el cual les hablamos y por medio de nuestra
conducta.
Veamos ahora la actitud de Judas cuando fue reprendido. ¿Cómo
reaccionó? Cuando Jesús señaló los defectos de Judas, su orgullo,
rebeldía y sus ambiciones egoístas, Judas se llenó de amargura. “...
malos deseos, pasiones vengativas y pensamientos lóbregos y
rencorosos, hasta que Satanás se posesionó plenamente de él” (El
Deseado de todas las gentes, página 262). Más tarde Judas cayó en
cuenta de la enormidad de sus faltas. “Cuando el juicio se acercaba al
final, Judas no pudo ya soportar la tortura de su conciencia culpable.
De repente una voz ronca cruzó la sala, haciendo estremecer de terror
todos los corazones: ¡Es inocente; perdónale, oh, Caifás!... Corriendo
hacia el sitial del juez, arrojó delante del sumo sacerdote las piezas de
plata que habían sido el precio de la entrega de su Señor. Asiéndose
vivamente del manto de Caifás, le imploró que soltase a Jesús y declaró
que no había hecho nada digno de muerte... “Yo he pecado, gritó otra
vez Judas, entregando la sangre inocente” (El Deseado de todas las
gentes, página 669). Se sentía apenado por lo que le ocurría al inocente
Jesús, pero no lo suficiente como para arrepentirse.
Jesús, un líder en el ministerio de la reprensión 61

¿Cóm o p odem os m o stra r el e s p íritu c o rre c to cuando


reprendemos? Debe haber un espíritu de preocupación y amor. Si
nuestro objetivo es salvar almas y ayudar a otros, nuestras reprensiones
serán efectivas. Pero si reprendemos sólo para satisfacer nuestro ego,
la reprensión levantará enojo. M
Los motivos de Jesús eran puros y desinteresados. Expresó su
tristeza sobre Jerusalén con lágrimas y gemidos de intensa agonía. Se
nos dice que el pueblo contempló “su cuerpo estremeciéndose de la
cabeza a los pies como un árbol ante la tempestad, mientras sus
temblorosos labios prorrumpen en gemidos de angustia como nacidos
de las profundidades de un corazón quebrantado” (El Deseado de
todas las gentes, página 528).
Cristo habló con tanta franqueza a los fariseos y escribas porque él
sabía de los pecados por los cuales “destruían su alma, engañaban a la
gente y deshonraban a Dios” (El Deseado de todas las gentes, página
572).
“Sólo se logra el verdadero objeto del reproche cuando se induce
al transgresor a ver su falta y se prepara su voluntad para su corrección.
Obtenido esto, indíquesele la fuente del perdón y poder” (La
educación,^página 238).
Elena de White tuvo que reprender a más de un obrero y miembro
de la iglesia. Se la criticó acerbamente en muchas ocasiones. Las
personas estaban interesadas en saber dónde había obtenido la
información acerca de sus pecados. Evidentemente el Señor le había
revelado los mismos. Una vez escribió: “Con un corazón cargado de
pesar, he descargado mi pesada responsabilidad ante mis queridos
amigos, no complaciéndome a mi misma en retraer la reprensión, aun
de mi propio esposo; y no seré menos fiel en prevenir a otros, ya sea
que me escuchen o no” (Testimonies, tomo 5, página 678).
¿Cuáles son nuestros motivos cuando amonestamos? ¿Lo hacemos
para satisfacer nuestro ego? ¿O lo hacemos para demostrar nuestra
autoridad? ¿Lo hacemos porque eso nos exalta a nosotros y rebaja a
la otra persona? Recordemos que quien se centra en la autoridad es
un subordinado, no importa qué título ostente. He oído a algunos decir:
“Le dije todo lo que debía decirle”. “Le dejé saber lo que opino de él”.
“Mi amigo, ¿que si le dije? ¡Jamás lo olvidará!” Quizás habría sido
mucho mejor no haberle dicho a una persona todo lo que se nos vino
62 Jesús, el líder

a la mente. En efecto no es mucho lo que podemos dar. Cuando


reprendemos, ¿tenemos el espíritu de “no yo, sino él?” A menos que
el espíritu con el cual reprendemos sea el espíritu de Cristo, el de
buscar la salvación de otros, sería mejor que no intentáramos
reprender a nadie.
No olvidemos que el éxito en reprender depende en un alto grado
del espíritu en el cual lo hacemos. No descuide la oración ferviente
para que la mente actúe con humildad, y los ángeles de Dios puedan
ir delante de Ud. para subyugar los corazones que Ud. trata de
alcanzar, y los enternezca con impresiones celestiales a fin de que sus
esfuerzos se vean coronados con el éxito” (Testimonios, tomo 2, página
53).
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Capítulo 8

Jesús, un líder de
convicciones
Es imprescindible para un líder cristiano tener convicciones
definidas acerca de la vida y sus objetivos. Este tipo de convicciones
son una rareza en nuestra época. Existe una actitud generalizada en la
mente de muchos de que “todo es relativo”. Decenas se han desviado
de las normas definidas e inamovibles. Existen muchas personas
desubicadas mental y espiritualmente.
Un líder cristiano, si ha de señalar el camino a otros, debe conocer
él mismo el camino. No puede llamar a otros a seguirle, a menos que
él mismo esté seguro que va en la dirección correcta. Walter
Lippmann, el periodista, presenta en uno de sus libros un diálogo
imaginario entre un fundamentalista y un modernista. En su trabajo él
hace que el modernista solicite al fundamentalista que los puntos
relacionados con la salvación se presenten sin em oción ni
acaloramiento. A esa sugerencia el fundamentalista replica:
—Se le ha ocurrido a Ud. pensar que esta solicitud resulta más fácil
para Ud. que para mí?
—¿Por qué razón? —pregunta el modernista.
—Porque para mí —señala el fundamentalista— el eterno plan de
salvación está enjuego. Para Ud. no hay nada en juego, excepto unas
pocas opiniones tentativas, ninguna de las cuales significa nada para
64 Jesús, el líder

su felicidad. Su solicitud de que yo sea tolerante, amigable, y


desprovisto de emoción suena muy atractiva, pero Ud. simplemente
sugiere que renuncie al fundamento de mi vida frente a los esfuerzos
destructivos de su escepticismo, su indiferencia y su buena disposición.
Ud. me pide que sonría y al mismo tiempo que cometa suicidio. No
estoy dispuesto a hacer tal cosa.
En muchas circunstancias, la religión no representa lo suficiente
como para emocionarse mucho. Es cierto que aquellos que tienen
creencias muy arraigadas y bien establecidas, las discutirán con mayor
vigor que aquellos que no creen en nada. Los fundamentalistas pueden
gozar de nuestro perdón por permitir que la discusión se acalore un
poco. Es una pena que no haya muchos que hablen con entusiasmo de
las creencias cristianas, simplemente porque no tienen creencias
definidas.
Al estudiar la vida de Cristo, uno se convence de que él fue un líder
con una firme convicción en cuanto al propósito, los objetivos y el
significado de la vida. La Biblia contiene variadas referencias que
demuestran que la Palabra de Dios era la fuente de sus convicciones.
Cuando fue tentado por las fuerzas del mal respondió: “Escrito está,
al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás” (Mateo 4:10). En su
oración intercesora exclamó: “Yo te he glorificado en la tierra, he
acabado la obra que me diste que hiciese... He manifestado tu nombre
a los hombres que del mundo me diste. Tuyos eran, y me los diste, y
guardaron tu palabra” (Juan 17:4,6). Cuando quiera percibió que
debía alcanzar ciertos objetivos, no dejó el asunto librado a las
circunstancias.
“Y aconteció que como se cumplió el tiempo en que debía ser
recibido arriba, él afirmó su rostro para ir a Jerusalén” (Lucas 9:51).
Aunque sus enemigos planeaban quitarle la vida en Jerusalén, Jesús se
dirigió hacia allá. A pesar de la perspectiva de condenación y muerte,
nada lo detuvo en el camino hacia su objetivo. Mientras transitó por la
tierra siempre dio evidencias de que era un líder divino.
Su liderato quedó manifiesto en cierta oportunidad cuando entró
en el atrio del templo y observó que el mismo había sido convertido en
un recinto de confusión y desorden. El egoísmo y astucias de los
sacerdotes eran manifiestos. El culto del templo había degenerado en
un mercado de cambio y un corral de ganado. Los bramidos del
Jesús, un líder de convicciones 65

ganado, los balidos de las ovejas, el arrullo de las tórtolas no


contribuían a la atmósfera del culto. Por el contrario todo ese ruido
del gentío y los animales, y el choque de las monedas sonaban de una
manera inquietante para Jesús.
Había disputas acaloradas entre los vendedores y compradores de
animales. El cinco por ciento de recargo con el que se gravaba el
cambio de moneda corriente por la moneda del templo era aumentado
enormemente por maniobras y triquiñuelas, abriendo las compuertas
para grandes fraudes y extorsiones. Cada vendedor proclamaba los
méritos desús animales. Se pedían precios exorbitantes, y las ganancias
eran compartidas con los sacerdotes y dirigentes. En verdad era una
fuente de ganancias muy lucrativas. Ese grupo se enriquecía a costa de
los pobres. Muchos de los que acudían a adorar eran tan pobres que
traían consigo sus propias camas rústicas. Algunos eran ciegos, otros
cojos y sordos; entre tanto que muchos de ellos eran tan pobres que
no tenían los medios para comprar la más sencilla ofrenda para el
Señor. Otros carecían de los medios para comprar el alimento
necesario para calmar el hambre. Sus súplicas de ayuda pasaban
desapercibidas por los egoístas y avaros dirigentes. Añadiendo
amenazas a la injuria, se le decía a los pobres que si no ofrecían los
sacrificios indicados, Dios retiraría las bendiciones de ellos.
Cristo contempló esa clase de transacciones injustas. Observó la
aflicción de los pobres y advirtió que el atrio exterior se había
convertido en un sitio de tráfico profano. El momento había llegado
para usar un lenguaje agudo y una acción definida. Cristo estaba
dispuesto a actuar. El poseía tanto la convicción como el valor
necesarios y ordenó a la compañía de mercaderes que abandonasen el
recinto del templo. Hay un momento cuando el líder cristiano tiene
que decir: “¡Hasta aquí! Ya hemos ido demasiado lejos! No vamos a
permitir que la casa de oración se convierta en una cueva de ladrones”.
Cuando Jesús tomó un simple látigo y empezó a agitarlo, parecía
como una espada flamígera a los ojos de los traficantes, los cuales
captaron su mensaje. Los oficiales del templo, los sacerdotes, los
compradores de ganado, los comerciantes, con sus ovejas y bueyes,
corrieron en tropel fuera del templo en franca confusión.
“Jesús mismo nunca compró la paz por la transigencia. Su corazón
rebosaba de amor por toda la familia humana, pero nunca fue
66 Jesús, el líder

indulgente con sus pecados. Amaba demasiado a los seres humanos


para guardar silencio mientras éstos seguían una conducta funesta
para sus almas... Los siervos de Cristo son llamados a hacer la misma
obra, y deben velar, no sea que al tratar de evitar la discordia,
traicionen la verdad... Y ningún hombre puede ser fiel a estos
principios sin excitar oposición” (El Deseado de todas las gentes, página
322).
Un líder debe ser tan firme como una roca cuando se trata de
principios. Para saber cuáles son los principios, es necesario estudiar
la Palabra de Dios. Como líder cristiano debe actuar siempre regido
por principios y no por sentimientos o impulsos. No obstante, hemos
de sentir nuestra necesidad y dedicarnos a nuestro deber con
resolución y determinación. Si confiamos en Dios, él nos ayudará a
cumplir nuestras responsabilidades con fidelidad. Hay tantos líderes
hoy que se parecen a Maleable en la historia del Progreso del Peregrino,
de Juan Bunyan. Como recordarán, Maleable avanzó con Cristianó por
cierto trecho. Estaba maravillado con las gloriosas posibilidades, pero
en el pantano del desánimo, Maleable se desanimó y se devolvió. Más
aún, empezó a ridiculizar sus esfuerzos previos.
Un verdadero líder no vuelve atrás fácilmente. Cuando encuentra
problemas difíciles los acepta como un desafío para la búsqueda de
soluciones. Seguirá adelante confiando en las promesas de Dios
expresadas a través del profeta Jeremías: “Así dijo Jehová: Paraos en
los caminos y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el
buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma”
(Jeremías 6:16). Y una vez más en Mateo 7:7: “Pedid, y se os dará;
buscad, y hallaréis; llamad y se os abrirá”. También en Deuteronomio
4:31: “Porque Dios misericordioso es Jehová tu Dios; no te dejará, ni
te destruirá, ni se olvidará del pacto de tus padres que les juró”.
¿P or qué fracasam os tantas veces en expresar nuestras
convicciones? ¿Es acaso porque tenemos miedo? ¿Miedo de qué, o de
quién? ¿Tememos perder nuestros amigos? ¿Tememos a nuestros
superiores o a nuestros iguales? ¿Tememos perder la buena acogida
de nuestros amigos? ¿Pueden los amigos verdaderos traicionarnos tan
fácilmente? ¡Por supuesto que no! Si lo hacen es porque no son amigos
verdaderos y podemos pasarlo bien sin esa clase de amistad tan
deleznable.
Jesús, un líder de convicciones 67

Al pensar acerca del temor al hombre o a nuestra propia reputación,


recuerdo de una reunión de junta hace algunos años. Otros miembros
y yo tratamos de convencer al presidente y a la junta para tomar cierta
decisión. Presentamos lo que considerábamos eran argumentos
sólidos, pero fracasamos en convencer a los hermanos. Después de la
reunión, uno de los miembros de la junta se expresó así: “Aprecio
mucho su posición. Me siento como Uds. y siento mucho que la junta
no votó su recomendación”. A semejante confesión respondimos: “Si
estabas convencido de lo razonable de nuestra posición, ¿Por qué no
apoyaste nuestra propuesta?”
“Bueno, Uds. saben lo que ocurriría si una persona expone su
cuello”, nos respondió. “Puede perder la cabeza”.
Cuando se discuten asuntos importantes y tenemos convicciones
definidas, hemos de hablar. Cualesquiera amigos que usted gane por
expresarse a sí mismo son más valiosos que todos los que pueda perder.
He escuchado a más de uno decir que no expresará sus convicciones
porque podrían estar en conflicto con el presidente. Los líderes en la
causa de Dios deberían preocuparse más por complacer a Dios que a
su presidente. < , —
En los días de Cristo también existían los que guardaban silencio
por causa del temor. “El pueblo... había quedado impresionado por la
autoridad divina de Jesús; pero consideraba suprema la influencia de
los sacerdotes y los gobernantes”. {El Deseado de todas las gentes,
página 135).
Un liderato indeciso no encaja en nuestra época. Asuntos de gran
11ascendencia requieren líderes cuyo carácter no se asemeje a la
llcxibilidad del espagueti cocido, pero a la resistencia del acero.
Todos deseamos obtener la aprobación de nuestros superiores e
iguales, pero lo importante no es si lo logramos o no. Es más importante
preguntarnos: “¿Somos honrados con nuestras más íntim as
convicciones y sentimientos?” Los líderes deben conservar intacto su
i espeto propio. Si lo pierden, es muy poco lo que queda.
No podemos pasar por alto, tampoco, que hay ocasiones cuando
creemos que estamos defendiendo principios cuando en realidad se
trata sólo de nuestras opiniones. Asegurémonos que estamos
defendiendo principios y no ideas preconcebidas, muchas de las cuales
no tienen bases bíblicas.
68 Jesús, el líder

Elena de White tuvo que tomar posiciones firmes en torno a asuntos


muy im portantes y enfrentó mucha oposición. “Tened firmes
convicciones en cuanto a lo que creéis. Que las verdades de la Palabra
de Dios os induzcan a consagrar el corazón, la mente, el alma y las
fuerzas a hacer su voluntad. Aferraos resueltamente a un sencillo “Así
dice el Señor” (Ev'angelismo, página 265).
El apóstol Pablo es un buen ejemplo, en el Nuevo Testamento, de
una persona que estaba anclada firmemente en sus creencias.
“Osadamente decimos lo que creemos, tal como el salmista lo hizo
cuando dijo: “Yo creo, por lo tanto, no callaré” (2 Corintios 4:13; La
Biblia viviente, parafraseada, en inglés). “... nada podía inducir a
Pablo... a ocultar las convicciones de su alma. No quería conformarse
con las opiniones del mundo para adquirir riqueza, honor o placer”
(Los hechos de los apóstoles, página 267).
¿Existe hoy el peligro de la ausencia de convicciones en relación
con las verdades bíblicas en el seno de la Iglesia Adventista del Séptimo
Día? Al diablo no le preocupa cuántos ejemplares de la Biblia tenemos,
si las mismas son únicamente un símbolo. ¡El sabe muy bien que la
Biblia es el más grande fijador de convicciones que podamos
encontrar! Quien lee la Biblia fielmente no será como “nubes sin agua,
llevadayde acá para allá de los vientos; árboles marchitos como en
otoño, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados”. La versión de
Phillips, edición de 1958 (en inglés) rinde el texto así: “Dos veces
muertos, porque tampoco tienen raíces... Son como estrellas sin
órbita”. Porque no tienen raíces, se mueven de una posición a otra,
como una puerta rotatoria, en círculos continuos. Pablo se refiere a los
tales como niños “llevados por doquier de todo viento de doctrina”
(Efesios 4:14).
Hablando de Juan el Bautista a la muchedumbre, Jesús les
preguntó: “¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña que es meneada
del viento?” (Mateo 11:7). La respuesta era obvia. Todos sabían que
Juan no era una caña meneada por el viento. Nunca lo sacudieron los
vientos de la opinión pública. Un hombre que no tenía ningún temor
de referirse al pueblo como “generación de víboras”, nunca puede
tildarse de timorato. Tal admonición la dirigió a quienes venían para
ser bautizados, pero que no experimentaban contrición por el pecado.
Los tales eran aduladores, y Juan lo sabía. Cualquiera que tuviera el
Jesús, un líder de convicciones 69

coraje de enfrentarse al rey Herodes y reprenderlo por sus pecados,


no era ciertamente un individuo tímido, vacilante y pusilánime.
Refiriéndose a los problemas que afrontaba la denominación
Bautista del Sur, Harold Lindsell dijo: “Si la historia tiene alguna
lección que enseñarle a los bautistas del sur, es la lección de que una
vez que una denominación se aparta de su creencia en la infalibilidad
bíblica, la misma abre las puertas a una avalancha de incredulidad en
cuanto a sus doctrinas, y un poco de levadura leuda toda la masa. Las
cosas tenderán a empeorar antes que a mejorar; pero no mejorarán si
el virus que está carcomiendo la vitalidad de la convención no se ataca
para que sane el paciente” {The battlefor the Bible, página 104).
Jesús es nuestro ejemplo como líder de convicciones. “No sin
obstáculos iba el Generalísimo del cielo a ganar las almas de los
hombres para su reino. Desde su infancia en Belén, fue continuamente
asaltado por el maligno. La imagen de Dios se manifestaba en Cristo,
y en los concilios de Satanás se había resuelto vencerle. Ningún ser
humano había venido al mundo y escapado al poder del engañador.
Las fuerzas de la confederación del mal asediaban su senda para
entablar guerra con él, y, si era posible, prevalecer contra él” (El
Deseado de todas las gentes, página 90).
No obstante, Cristo se mantuvo firme. La Palabra de Dios era el
cimiento de sus convicciones. Cuando fue tentado a abandonar sus
objetivos, respondió: “Escrito está”. Fue la palabra de Dios la que lo
mantuvo en su rumbo y ella hará lo mismo por nosotros si la
estudiamos, si la creemos, si ponemos en ella nuestra confianza, y
hacemos de ella una parte integral de nuestra vida.
Capítulo 9

Jesús, un líder con


dominio propio
En los días cuando aún funcionaban las máquinas a vapor, era
necesario que el maquinista mantuviera su vista en la aguja que medía
la presión. Demasiada presión podía hacer volar la válvula de
seguridad.
Cierto día afrontamos con nuestra segadora una situación que puso
en peligro nuestra vida. Por alguna razón desconocida, el bloque se
rompió. Esto asustó al maquinista. En vez de liberar el acelerador, el
hombre salió corriendo a buscar refugio. Todos nosotros hicimos lo
mismo. M ientras el vapor seguía fluyendo, la máquina siguió
trabajando, mientras trozos de metal saltaban por los aires en todas
direcciones. Finalmente todo el bloque del motor fue arrancado de su
sitio y los pernos que lo sujetaban se retorcieron. Por cuanto la fuerza
del vapor no estaba bajo control, regulada a través del acelerador, el
motor quedó vuelto añicos y convertido en chatarra.
Más importante que mantener las máquinas de vapor bajo control
es mantener las emociones bajo control. Muchos desastres han
ocurrido porque los líderes no supieron ejercer el dominio propio. El
poeta Goethe escribió: “El mejor gobierno es el que enseña eí dominio
propio”. Jesús exhibió dominio propio cuando se le aproximó Judas,
en el Jardín de Getsemaní, dirigiendo una turba armada con palos y
72 Jesús, el líder

espadas. Entre el grupo había dirigentes religiosos, sumos sacerdotes


y ancianos. Antes de llegar, Judas le dijo a la turba: “A quien yo besare,
ese es el hombre; prendedle” (Mateo 26:48, Nueva Biblia inglesa).
Unos momentos después saludó al Señor y le besó con afecto. ¡Note
el dominio propio exhibido por Jesús! “Amigo”, le dijo, “haz lo que
has venido a hacer” (versículo 50, Nueva Biblia inglesa).
La reacción humana más natural, como lo hizo Pedro, era echar
mano de la espada y apuntarla al cuello. Pero con un perfecto dominio
propio Jesús respondió: “Amigo, haz lo que has venido a hacer”. Se
nos dice que la voz de Jesús temblaba de pesar mientras decía: “Judas,
¿con un beso entregas al Hijo del hombre?” (Lucas 22:48). (Véase El
Deseado de todas las gentes, página 645.)
Más tarde Jesús fue conducido a la casa de Caifás, donde se habían
juntado los escribas y ancianos. Jesús permaneció silencioso ante las
falsas acusaciones. Airado, el sumo sacerdote, Caifás, le conminó: “Te
conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú eres el Cristo, el
Hijo de Dios” (Mateo 26:63). Jesús respondió serenamente: “Tú lo has
dicho” (versículo 64).
Le escupieron, le golpearon, y abofetearon. “Profetízanos tú,
Cristo, quién es el que te ha herido” (versículo 68).
Si alguien escupiera su rostro, ¿cuál sería su reacción? ¿Devolvería
el escupitajo? Pero aunque no lo hagamos, ¿abrigaríamos el enojo
dentro de nosostros? Me pregunto cómo reaccionaría yo ante una
situación semejante. Especialmente si supiera que con una sola
palabra podría destruir a todos bajo una lluvia de fuego, ¿podría
mantener el dominio propio de Jesús?
Años atrás uno de nuestros presidentes de asociación, como lo he
escuchado de fuente fidedigna, visitó una iglesia mientras celebraba
una sesión de negocios. Uno de los miembros de la iglesia manifestaba
un espíritu antagónico contra el dirigente. En su frustración y enojo,
le escupió en el rostro. El administrador simplemente sonrió y se
limpió la saliva. Un hombre que es capaz de resistir tal clase de abuso
y mantener su dominio propio merece nuestra admiración.
Podemos ver el dominio propio de Jesús en acción durante su
experiencia en el desierto, como lo registra Mateo 4. Cristo fue tentado
severamente. El omnipresente Satanás le desafió: “Di que estas
piedras se hagan pan” (versículo 3). La tentación iba dirigida a la
Jesús, un líder con dominio propio 73

satisfacción del hambre. Sin embargo él respondió: “No sólo de pan


vivirá el hombre; mas de toda palabra que sale de la boca de Dios”
(versículo 4). No satisfecho aún, Satanás le llevó a las almenas del
templo y le dijo: “Si eres el Hijo de Dios, échate abajo; que escrito está:
a sus ángeles mandará por ti, y te alzarán en las manos, para que nunca
tropieces con tu pie en piedra” (versículo 6).
Era la intención de Satanás desafiar a Cristo en su confianza en
Dios. Serenamente Jesús le respondió: “Escrito está además: no
tentarás al Señor tu Dios” (versículo 7).
La multitud expectante ¿habría creído en él si hubiese saltado? No
necesariamente. “Si no oyen a Moisés y a los profetas”, exclamó Jesús
en una ocasión, “tampoco se persuadirán si alguno se levantare de los
muertos” (Lucas 16:31).
Jesús no creía que era necesario forzar a Dios para satisfacer los
caprichos del diablo. No probamos la verdad por artificio de manos o
aun por medio de milagros, pues los demonios pueden, igualmente,
realizar milagros.
Satanás, no satisfecho aún, le lleva a una elevada montaña y le
muestra todos los reinos de la tierra y su gloria diciéndole: “Todo esto
te daré si postrado me adorares” (Mateo 4:8,9). En esta oportunidad
Satanás apeló al poderío político, con el cual habían soñado los judíos
por muchos años. Su visión de gloria contemplaba a Israel recibiendo
el honor y homenaje de las naciones. En los días de Cristo había
alrededor de seis millones de judíos dispersos en la cuenca del
Mediterráneo. Si Cristo afirmaba su liderato, podrían estar “en la
cumbre del mundo”. En cada ciudad mayor había publícanos que,
respaldados por soldados romanos, cobraban impuestos gravosos sin
ninguna compasión. Esta pudo haber sido una tentación muy real para
Jesús de convertirse en el líder del mundo, más poderoso que los
Césares. Pero Jesús volvió a usar las palabras: “Vete, Satanás, que
escrito está: al Señor tu Dios adorarás y a él sólo servirás” (versículo
10).
A través de su vida, Jesús manifestó un excelente dominio propio.
¿Cuán efectivos somos en mantener nuestras emociones bajo control?
Tenemos un ejemplo maravilloso en Cristo. Debemos orar para que
nos sea dada la mente de Cristo. “Algunos que han predicado a otros,
ellos mismos serán reprobados porque no han perfeccionado el
74 Jesús, el líder

carácter cristiano... Los mismos no ven la im portancia del


escudriñamiento y el dominio propios” (Testimonies, tomo 2, página
511). _
Hace algún tiempo escuché la historia de un ministro que le dio una
filípica a un joven aspirante al ministerio. No recuerdo la razón por la
cual ocurrió el incidente. Posiblemente el joven falló en seguir las
instrucciones de su superior, por lo tanto el ministro le dijo: “¿Quién
te crees que eres? Debo informar de tu conducta. ¿Cómo te llamas?”
Resulta que el joven tenía el mismo apellido del presidente de la
asociación. De inmediato el ministro cambió su tono y su lenguaje.
¡Repentinamente adquirió el dominio propio! ¿Por qué? Tenía miedo
de su superior. Los motivos que nos mueven al dominio propio
deberían venir de otra fuente. Leemos que “Todo el que quiere ser un
obrero para Dios tiene que practicar la disciplina propia. Esto logrará
más que la elocuencia o los talentos más destacados. Una mente común,
bien disciplinada, efectuará una obra mayor y más elevada que la mente
mejor educada y los mayores talentos sin el dominio propio” (Palabras
de vida del gran Maestro, páginas 269-270). (El énfasis es nuestro.)
La Biblia nos dice (1 Samuel 25) que David y sus hombres, mientras
habitaban en el desierto, protegían los ganados de Nabal y a sus
pastores. Nabal tenía tres mil ovejas y mil cabras. Por brindarle esa
protección, David pensó que Nabal debía mostrar su gratitud
suministrándole algunas provisiones. Pero cuando se le presentó el
pedido al desvergonzado Nabal, preguntó: “¿Quién es David, y quién
es el hijo de Isaí?” Sintiéndose insultado, David se enojó. Ordenó a
cuatrocientos de sus hombres que aprestaran sus espadas y
descendieran para castigar a Nabal. Uno de los hombres de Nabal
escuchó los planes de David. Se apresuró a ir hasta donde Abigail, la
esposa de Nabal, y le informó que David estaba en camino para matar
a su esposo y que ella debería actuar con rapidez. Así lo hizo. Preparó
doscientos panes, dos barriles de vino, cinco corderos guisados,y cinco
medidas de grano tostado, y cien tortas de uvas pasas, y doscientos
panes de higos secos, y los cargó en asnos, y se fue en busca de David.
La carga era bastante grande como para aplacar la ira de un hombre.
Mientras David avanzaba hacia la casa de Nabal, posiblemente se decía
a sí mismo: “¿De qué nos ha servido ayudar a este desventurado Nabal?
Hemos protegido sus rebaños en el desierto y ni un corderito ha sido
Jesús, un líder con dominio propio 75

robado. Y todo lo que ganamos son insultos. Veremos si mañana por


la mañana ni un solo hombre le queda vivo”.
De pronto, delante de él apareció una hermosa dama, la esposa de
Nabal. Prestamente se apeó del asno, saludó a David y le ofreció sus
regalos, diciéndole: “No hagas caso de lo que ha hecho. El es tal como
su nombre, Nabal, que quiere decir brusco, y tal es su conducta”
(versículo 25, Nueva Biblia inglesa).
“Bendito sea Jehová”, respondió David, “el Dios de Israel que te
envió para que hoy me encontraras; bendito sea tu razonamiento, y
bendita tú, que me has estorbado hoy de ir a derramar sangre, y a
vengarme por mi propia mano... que si no te hubieras dado prisa en
venirme al encuentro, de aquí a mañana no le quedara ningún varón a
Nabal” (versículos 32-34). Porque fue capaz de controlar sus
emociones, más de una esposa ha salvado a su esposo, el líder, de airear
sus piecipitados pensamientos en un momento inoportuno.
Volvamos a considerar el ejemplo de nuestro Señor y observemos
los resultados de una vida de dominio propio. Judas se arrojó a los pies
de Cristo diciéndole: “Tú eres el Hijo de Dios. Líbrate a ti mismo”.
¿Cuál fue la reacción de Jesús? No reprendió al traidor, “no pronunció
una sola palabra de condenación. Miró compasivamente a Judas y dijo:
“Para esta hora he venido al mundo” (El Deseado de todas las gentes,
página 669). Judas vio que su súplica era en vano, y salió de la sala
gritando: “Demasiado tarde, demasiado tarde”.. No podía soportar ver
a Cristo crucificado, y saliendo, fue y se ahorcó. Jesús no usó la espada
con Judas, sino palabras bondadosas. La espada no puede cambiar el
espíritu de nadie. Si la historia nos enseña algo, debemos reconocer
que la venganza genera venganza. Cristo podría haber llamado una
legión de ángeles que habrían barrido a Judas y a su turba.
Si Jesús hubiese perdido el dominio propio y hubiese sancionado a
Judas, habríamos perdido la esperanza de salvación. La muchedumbre
miró con asombro la paciencia de Cristo hacia Judas. Una profunda
convicción se apoderó de la turba. Ese era, en verdad, el Hijo de Dios.
¡Qué lección para nosotros! El trato bondadoso dado a Judas tuvo una
influencia imperecedera sobre los discípulos. Cientos y miles de veces
este ejemplo de paciencia y dominio propio ha sido citado como un
ejemplo digno de emulación. El mundo todavía se maravilla del
espíritu de Cristo. ¿Qué de nuestro liderato? ¿Se admira la gente de
76 Jesús, el líder

nuestro dominio propio? Estoy seguro que todos lamentamos las


ocasiones en las cuales hemos fracasado en reflejar el espíritu de
Cristo. .
Moisés fue un gran conductor de hombres, un hombre muy humilde,
pero una vez perdió la paciencia. “Oid ahora, rebeldes”, exclamó, “¿os
hemos de hacer salir aguas de esta peña?” (Números 20:10). En vez de
hablar a la roca como Dios se lo había indicado, él la hirió dos veces
con su vara. El agua brotó. La acusación era correcta. Eran rebeldes,
“pero ni aún la verdad debe decirse apasionada o impacientemente...
Pero cuando se arrogó la responsabilidad de acusarlos, contristó al
Espíritu de Dios y sólo daño le hizo al pueblo. Evidenció su falta de
paciencia y de dominio propio” {Patriarcas y profetas, página 441).
Por haber perdido la paciencia, ahora el pueblo de Dios tenía una
excusa para su propia falta de fe. Empezaron a preguntarse si Moisés
estaba en realidad bajo la dirección divina. Comenzaron a excusar sus
propios pecados. ¡Qué tragedia! Y así ocurre siempre. Si no ejercemos
el dominio propio, damos a la gente la ocasión de usarnos como una
excusa para sus propios pecados y fracasos.
La pregunta es: “¿Cómo podemos desarrollar el espíritu de dominio
propio, el espíritu de Cristo?” Jesús tenía dominio propio por virtud
del Espíritu de Dios. “Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová;
espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de
fortaleza, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová” (Isaías 11:2).
La fuente de fortaleza de Jesús estaba en el Espíritu Santo. Cuando
fue bautizado, el Espíritu descendió sobre él y desde ese día, nunca
más le abandonó. Se nos dice que el fruto del Espíritu Santo es
templanza, o dominio propio. (Véase Gálatas 5:22, versión de Moffat.)
Así como el Espíritu Santo ayudó a Jesús, así puede asistirnos a
nosotros para mantener nuestras emociones bajo control. Por haberse
rendido al poder del Espíritu, poseía un sentido de seguridad. Jesús
poseía gran fortaleza porque siempre hizo la voluntad de su Padre
(Juan 17:4). Cuando Judas se acercó a Jesús en el huerto, Jesús se sintió
confiado y seguro en las manos de su Padre. Tres veces oró, “No como
yo quiero, sino como tú”. Vivía tan confiado en su Padre que estaba
listo para cualquier contingencia.
Cristo nos invita hoy para llevar el mismo fruto del dominio propio.
“Si alguno tiene sed, venga a míybeba” (Juan 7:37). ¿Tenemos sed del
Jesús, un líder con dominio propio 77

IEspíritu de Dios? Sin la bendición del Espíritu somos tan áridos y


desolados como un desierto. Sin el auxilio del Espíritu nuestros ojos
son ciegos y sordos nuestros oídos. Sin el espíritu, nuestras emociones
pueden desencadenarse fácilmente. Hay puentes aquí y allá que sólo
soportan cierto peso. Si les sobreviene una carga mayor, se
derrumbarán. Hay líderes cristianos como esos puentes. Sólo pueden
soportar cierta medida de cargas, luego se derrumban.
Henry Ward Beecher relata una experiencia que llama nuestra
atención al hecho de cómo la práctica del dominio propio puede
ejercer una gran influencia sobre otros para seguir a Cristo.
En una ocasión un hombre llegó a la casa de Beecher, visiblemente
enojado por lo que consideraba un tratamiento injusto. El padre del
señor Beecher escuchó al visitante con gran atención y tranquilidad.
Cuando se aseguró que el hombre había vertido todo su veneno, le dijo
en voz queda y solemne:
—Me imagino que todo lo que deseas es un tratamiento justo y
equitativo, ¿verdad?
—Exactamente —dijo el hombre—. Eso es exactamente lo que
quiero.
Y una vez más empezó a repasar sus quejas.
Después de escucharlo la segunda vez, el señor Beecher le dijo muy
gentilmente:
—Si Ud. ha sido mal informado, creo que está dispuesto a escuchar
la verdadera historia, ¿no es cierto?
—Ciertamente que sí —respondió el hombre visiblemente enojado.
Luego en tono suave y persuasivo el señor Beecher le presentó un
par de declaraciones que mostraban el otro lado de la moneda. Cuando
terminó, el hombre se levantó, pidió disculpas y solicitó ser perdonado.
“Yo mismo lo vi”, dice el señor Henry Ward Beecher; “y eso me
brindó la oportunidad de dar un vistazo al poder del dominio propio.
Qué ilustración del texto que dice: “Mejor es el que se enseñorea de
su espíritu... que el que toma una ciudad” (Proverbios 16:32) (Three
thousand illustrations, página 607).
Con una promesa como la que hallamos en 1 Corintios 10:12,13, de
la Nueva Biblia inglesa, no hay excusa para que alguno de nosotros no
esté en condición de vencer su temperamento y petulancia. “Si piensas
que estás firme, ¡ten cuidado! ¡Podrías caer! Hasta aquí no has
78 Jesús, el líder

afrontado más pruebas que las que puedes soportar. Dios mantendrá
tu fe, y no permitirá que seas probado más allá de tu capacidad, porque
cuando venga la prueba, él proveerá una salida, fortaleciéndote para
afrontarla”.
Capítulo 10

Jesús, un líder con un


espíritu valeroso
Se necesitan muchas cualidades para un liderato efectivo, pero el
valor es una de las esenciales.
Sin valor un líder no puede dirigir. Las circunstancias requieren que
un líder afronte el riesgo y las dificultades sin temor. En este capítulo
analizaremos a Cristo como un líder de gran valor.
Jesús dijo en una ocasión: “No se turbe vuestro corazón, creéis en
Dios, creed también en mi. En la casa de mi Padre muchas moradas
hay. De otra manera os lo hubiera dicho. Voy, pues, a preparar lugar
para vosotros. Y si me fuere y os aparejare lugar, vendré otra vez, y os
tomaré a mí mismo; para que donde yo estoy, vosotros también estéis”
(Juan 14:1-3). ¿Qué tiene que ver esto con el valor? Estudiemos el
trasfondo. “Sabiendo Jesús que su hora había venido para que pasase
de este mundo al Padre, como había amado a los suyos, amólos hasta
el fin. Y la cena acabada, como el diablo ya había puesto en el corazón
de Judas, hijo de Simón Iscariote, que le entregase” (Juan 13:1,2). La
cena estuvo rodeada de una atmósfera triste, Jesús sabía quién le
traicionaría y por eso había dicho a sus discípulos que no todos estaban
limpios. Luego anunció: “El que come pan conmigo, levantó contra mí
su calcañar” (versículo 18). “Como hubo dicho Jesús esto, fue
conmovido en el espíritu, y protestó y dijo: de cierto, de cierto, os digo
80 Jesús, el líder

que uno de vosotros me ha de entregar” (versículo 21). Este anuncio,


por supuesto, perturbó a los discípulos. Y se preguntaban quién sería
el traidor. “El entonces recostándose sobre el pecho de Jesús, dícele:
Señor, ¿quién es?” (versículo 25).
Finalmente Jesús fue específico y dijo: “Aquel es, a quien yo diere
el pan mojado” (versículo 26). Después de todo esto el espíritu
diabólico se apoderó de Judas y éste abandonó el aposento alto. Más
adelante Jesús dijo: “Hijitos, aún un poco estoy con vosotros. Me
buscaréis, mas como dije a los judíos: donde yo voy, vosotros no podéis
venir; así digo a vosotros ahora” (Juan 13:33).
Señor”, exclamó Pedro, “¿adonde vas?” Jesús le respondió:
“Donde yo voy no me puedes ahora seguir; mas me seguirás después”
(versículo 36).
Los discípulos estaban todos llenos de temor. Jesús les habló en
términos muy claros a fin de hacerles comprender que pronto estarían
solos. En todas las dificultades siempre habían mirado hacia él en
busca de ayuda. El había sido su consuelo en las penas y desilusiones.
Oscuros presentimientos llenaban sus corazones. Jesús les anunció que
pronto partiría, pero sus discípulos no le comprendieron. ¿Adonde
iría? ¿Por qué se iba? ¿Cuándo se iría? ¿Quería decir que iba a morir?
Si eso era lo que quería decir, en lo tocante a ellos, eso marcaría el fin
de todo. Tampoco habían olvidado la declaración de que uno de ellos
le entregaría. Igualmente recordaban que Jesús había dicho a Pedro
que le negaría. ¿Sería posible que Pedro le fallara a su Señor? ¿Partiría
él de una manera misteriosa la cual ellos no podían comprender? Todo
parecía sacudir su fe. Les asaltaron muchos temores. Presentían que
un desastre les dejaría solos y desamparados. Era necesario que
alguien levantara su valor. Como nunca antes, necesitaban la seguridad
de que el mundo no se despedazaría. Conociendo sus temores, Jesús
exclamó: “No se turbe vuestro corazón”. En otras palabras, “tengan
valor”. Un buen líder siempre hablará de valor.
Al hablar a sus discípulos, Jesús dijo: “Por causa vuestra vine al
mundo. Estoy trabajando en vuestro favor. Voy al Padre para cooperar
con él en vuestro favor... Iba a prepararles lugar a fin de volver aquí
mismo a buscarlos. Mientras les estuviese edificando mansiones, ellos
habían de edificar un carácter conforme a la semejanza divina. Cristo
estaba tratando de conducirlos de su poca fe a la experiencia que
Jesús, un líder con un espíritu valeroso 81

podían recibir si realmente comprendían lo que era: Dios en carne


humana. Deseaba que viesen que su fe debía llevarlos hacia arriba,
hacia Dios, y anclarse allf ’ (El Deseado de todas las gentes, páginas 618,
619).
El secreto de su éxito, les advirtió, estaría en pedir fortaleza y gracia
en su nombre. De ahí en adelante él estaría en la presencia del Padre.
¡Tengan valor! No se estimen tan demasiado bajo. Los he comprado
por un alto precio. ¡Tengan buen ánimo! Evalúense de acuerdo con el
alto precio que he pagado por ustedes en el Calvario. ¡Tengan buen
ánimo! Enviaré el Consolador, el Espíritu Santo. ¡Tengan buen ánimo!
Aunque me voy, volveré. ¡Tengan ánimo y valor! _
Martín Lutero fue un gran líder, y su valor fue una inspiración para
sus seguidores. Quizás él poseía esa cualidad en una medida mucho
mayor que cualquier otro hombre de sus días. Cuando se encaminó
hacia Worms dijo: “Pueden esperar de mí cualquier cosa, menos temor
o retractación. Ni huiré ni me retractaré”. Sus amigos trataron de
persuadirlo para que no fuese a Worms, pero él les dijo: “¿Que no vaya
a Worms? Iré a Worms aunque hubiese allí tantos demonios como tejas
en los techos”. Cuando se le pidió que se retractara delante del
emperador, respondió: “A menos que se me pruebe por las Escrituras,
o por un razonamiento claro de otras fuentes, no puedo retractarme.
No puedo confiar ni en papas ni en concilios porque a menudo han
errado. Mi conciencia es prisionera de la Palabra de Dios. Después de
dársele una segunda oportunidad para retractarse, entrelazando sus
manos exclamó: “Aquí estoy, no puedo hace^otra cosa. Que Dios me
ayude”.
Carlyle llamó este acontecimiento “la más grande escena en la
historia moderna de Europa”. La generación de Lutero la comparó
con la pasión de Cristo. Unos días antes de su muerte y recordando
este incidente, Lutero describió sus sentimientos de esta manera: “No
sentía temor de nada; Dios puede darnos una gran osadía. No sé si
podría sentirme tan animoso ahora”.
“El más alto grado de valor”, anotó alguien, “se percibe en la
persona que está sobrecogida de temor pero renuncia a rendirse a él”.
No hay duda que el valor de Lutero inspiró a miles y millones de
personas. Pensemos en las valerosas palabras Ein’feste Burg ist unser
Gott, “¡Castillo fuerte es nuestro Dios!” Ese himno expresa la fe y el
82 Jesús, el líder

valor de un gran líder. ¿Cuánto valor inspiramos a nuestro pueblo, a


nuestros compañeros de labor? Debemos leer de vez en cuando las
palabras de ánimo de Ezequías para su pueblo: “No temáis, ni hayáis
miedo del rey de Asiria, ni de toda su multitud que con él viene. Porque
más son con nosotros que con él. Con él es el brazo de carne, mas con
nosotros Jehová nuestro Dios para ayudarnos y pelear nuestras
batallas. Y afirmóse el pueblo sobre las palabras de Ezequías rey de
Judá” (2 Crónicas 32:7,8). Las palabras tienen gran significado. Ellas
levantan el ánimo o desaniman a los demás.
Vemos los resultados de las palabras de ánimo pronunciadas por
Jesús. Quizás los discípulos no entendieron el pleno significado de las
palabras de Juan 14:1-3 cuando Cristo las pronunció. Sin embargo, a
través de su ministerio en los años venideros, predicaron esa promesa.
Pedro predicó de ella: “Pero el día del Señor vendrá” (2 Pedro 3:10).
Juan también predicó de ella: “Ven, Señor Jesús” (Apocalipsis 22:20).
Pablo la proclamó: “Porque el mismo Señor con aclamación con voz
de arcángel y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos
en Cristo resucitarán primero” (1 Tesalonicenses 4:16).
La promesa del segundo advenimiento permea los escritos de todos
los apóstoles. El valor manifestado por Cristo, el líder, produjo ánimo
en el corazón de sus seguidores. Algunos nunca se arriesgan. Tienen
miedo. No tienen el valor de cometer errores. Para los tales Elena de
White tiene el siguiente mensaje: “ Para los desalentados hay un
remedio seguro en la fe, la oración y el trabajo. La fe y la actividad
impartirán una seguridad y una satisfacción que aumentarán de día en
día” {Profetasy reyes, página 121).
La gran pregunta es: “¿Cómo pueden los líderes desarrollar el
valor?” “¿De dónde recibió Cristo el espíritu de valor?” Parte de la
respuesta la hallamos en Juan 17:21: “Para que todos sean una cosa;
como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti; que también ellos sean en nosotros
una cosa; para que el mundo crea que tú me enviaste”. También en
Juan 5:30: “No puedo yo de mi mismo hacer nada... mas la voluntad
del que me envió, el Padre”. Cristo recibió el valor de su relación con
el Padre.
Cuando Lutero se prestaba a cruzar la puerta que le llevaría delante
de sus jueces en la Dieta de Worms, se encontró con un caballero
poderoso, el conocido Jorge de Freundsberg. Ese viejo general, viendo
Jesús, un líder con un espíritu valeroso 83

pasar a Lutero, le tocó en el hombro, y sacudiendo su cabeza,


blanqueada por muchas batallas, le dijo amablemente: “¡Frailecito,
frailecito, haces frente a una empresa tan ardua, que ni yo ni otros
capitanes hemos visto jamás tal en nuestros más sangrientos combates!
¡Pero si tu causa es justa, y si estás convencido de ello, avanza en
nombre de Dios, y nada temas! ¡Dios no te abandonará!”
Eso es. Si nuestra causa es justa. Si creemos en nuestra causa,
desplegaremos el valor necesario. Jesús sabía que estaba cumpliendo
la voluntad de su Padre. Al saber que estamos en armonía con la
voluntad de Dios eso nos dará valor.
Elena de White nos exhorta: “La esperanza y el valor son esenciales 1
para dar a Dios un servicio perfecto. Son el fruto de la fe. El i
abatimiento es pecaminoso e irracional. Dios puede y quiere dar ‘más \
abundantemente’ (Hebreos 6:17) a sus siervos la fuerza que necesitan i
para las pruebas” (Profetas y reyes, páginas 120-121).
Cuando Cristo fue bautizado, el Espíritu descendió sobre él
(Marcos 1:10). El Espíritu nunca le dejó. Ese mismo Espíritu obrará
en nosostros y por nosotros. “Porque Dios no nos ha dado el espíritu
de temor, pero el espíritu de poder, de amor y de un intelecto
equilibrado. Por lo tanto no os avergoncéis de testificar por el Señor,
ni de mí, prisionero suyo” (2 Timoteo 1:7, versión de Phillips, edición
de 1958, en inglés). O como alguien anotó: “El Espíritu Santo no quiere
que tengas miedo de la gente”.
Leemos que después de la muerte de Cristo los discípulos se
reunieron. “Y como fue tarde aquel día, el primero de la semana, y
estando las puertas cerradas donde los discípulos estaban juntos por
miedo de los judíos, vino Jesús, y púsose en medio, y díjoles: ¡Paz a
vosotros!” (Juan 20:19).
Después del pentecostés los discípulos perdieron el temor. En un
período tan corto, ¿cómo habían adquirido el valor? La respuesta es
obvia. Ahora estaban llenos del poder del Espíritu Santo. Ahora
exhibían el fruto del Espíritu, valor y fe.
Los líderes en la causa de Dios necesitan el valor de Daniel, la fe de
Pablo, el amor de Juan, la energía y entusiasmo de Pedro; pero sobre
todo, el valor, la determinación, y la lealtad de Jesucristo, nuestro gran
líder.
Capítulo 11

Jesús, un líder
perdonador
Como joven ministro acabado de salir del colegio me asignaron una
iglesia de habla alemana, a fin de resolver un problema que existía entre
dos hermanas miembros de la iglesia. Se habían trabado en pugilatos
verbales por muchos meses. Ambas tenían una lengua aguda y eran
capaces de montar un drama de palabras duras y airadas en el idioma
alemán.
Después de establecerme llamé a la congregación para una reunión.
Mi sermón, pensé para mis adentros, tocaría los corazones; y por ello
me sentía feliz. C uando hice un llam ado de dedicación, la
congregación, incluyendo a las dos hermanas, respondió. Prometieron
perdonarse mutuamente. De hecho, se besaron. Inmediatamente
después del beso de perdón, la una le dijo a la otra: “Te perdono esta
vez, ¡pero que no vuelva a ocurrir!”
¡Qué chasco! Sentí que había perdido mi tiempo. Habían seguido
las formalidades del perdón, pero el resentimiento seguía presente.
Demos un vistazo al Señor Jesucristo, nuestro líder, y a su espíritu
perdonador. El es el ejemplo que debemos imitar. Cristo nunca abrigó
resentimientos. Su relación con los discípulos y con otros nunca se vio
estorbada por sentimientos de animosidad o falta de espíritu
perdonador. El apóstol Pablo, hablando acerca del perdón, se refirió
86 Jesús, el líder

a Jesús como nuestro ejemplo: “Vestios pues, como elegidos de Dios,


santos y amados, de entrañas de misericordia, de benignidad, de
humildad, de mansedumbre, de tolerancia, sufriéndoos los unos a los
otros, y perdonándoos los unos a los otros si alguno tuviere queja del
otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo
vosotros” (Colosenses 3:12,13).
Uno de los ejemplos clásicos de perdón ofrecido por Cristo ocurrió
durante la última cena. Jesús dijo a sus discípulos: “Todos vosotros
seréis escandalizados por mí esta noche; porque escrito está: heriré al
pastor, y las ovejas de la manada serán dispersas” (Mateo 26:31).
Pedro, siempre con una respuesta a flor de labios replicó: “Aunque
todos se escandalicen por ti, yo nunca me escandalizaré” (versículo
33). Indudablemente Pedro se conmovió cuando escuchó a Jesús decir:
“De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás
tres veces” (versículo 34). Con énfasis Pedro respondió: “Aunque me
sea menester morir contigo, no te negaré. Y todos los discípulos dijeron
lo mismo” (versículo 35). Pedro estaba tan seguro de sí mismo, pero
poco después de sus valientes y atrevidas palabras fracasó
miserablemente. Su flaqueza quedó manifiesta mientras estaba
sentado en el patio de la casa de Caifás, donde interrogaban a Jesús.
Una criada se le acercó y le dijo: “Y tú con Jesús el galileo estabas”. Y
Pedro delante de todos los presentes protestó: “No sé lo que dices”.
Más tarde, cerca de la puerta, otra criada le vio y le dijo: “También
éste estaba con Jesús nazareno”. Y Pedro, una vez más, negó el hecho,
esta vez prorrumpiendo en juramentos: “No conozco al hombre”. Los
que observaban exclamaron luego: “Verdaderamente también tú eres
de ellos, porque aun tu habla te hace manifiesto”. Pedro, tratando de
impresionar a sus interrogadores de que estaba diciéndoles la verdad,
empezó a maldecir y a lanzar juramentos, diciendo: “No conozco al
hombre”. Y entonces el gallo cantó.
Elena de White describe de una manera vivida la comunicación
silenciosa que se desarrolló entre Jesús y Pedro: “Mientras los
juramentos envilecedores estaban todavía en los labios de Pedro y el
agudo canto del gallo repercutía en sus oídos, el Salvador se desvió de
sus ceñudos jueces y miró de lleno a su pobre discípulo. Al mismo
tiempo, los ojos de Pedro fueron atraídos hacia su Maestro. En Aquel
Jesús, un líder perdonador 87

amable semblante, leyó profunda compasión y pesar, pero no había ira”


(/'.'/ Deseado de todas las gentes, página 659). (El énfasis es nuestro.)
Esa expresión “miró de lleno”, tiene un tremendo significado. ¡Fue
una mirada de comprensión, de discernimiento, de compasión! Pero
yo creo que Pedro vio algo más en el rostro de Jesús: el leyó el espíritu
del perdón.
Muchos días antes de oír el agudo canto del gallo, Pedro le había
preguntado al Señor: “Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano
que pecare contra mí? ¿Hasta siete?” (Mateo 18:21). Jesús le
respondió: “No te digo hasta siete, mas aún hasta setenta veces siete”
(versículo 22). Quizá ahora Pedro recordó esa declaración. Después
ile esa experiencia, Pedro podía sentirse contento que con Cristo el
perdón no era asunto de matemáticas. Era una actitud del corazón, un
asunto de la conducta antes que de la aritmética. Jesús estuvo a la altura
de sus enseñanzas al ni siquiera reprender a Pedro, o rechazarlo, por
causa de sus maldiciones y juramentos.
Viene a mi mente la experiencia de Ricardo y Dorotea. Su hermano
mayor les molestaba inmisericordemente. Un día escucharon la
historia de la pregunta de Pedro: “Señor, ¿cuántas veces perdonaré a
mi hermano que pecare contra mí? ¿Hasta siete?” Escucharon la
respuesta que dio el Maestro: “No... hasta siete, mas aún hasta setenta
veces siete”. Ricardo comenzó a hacer cálculos y finalmente exclamó:
—Mira es 490 veces.
Permanecieron en silencio por un rato y entonces Dorotea dijo:
—Consigamos una libreta y anotemos allí cada vez que perdonemos
a nuestro hermano.
—Sí —exclamó Ricardo emocionado —, y cuando lleguemos a 490,
arreglaremos cuentas con él.
Federico el Grande acuñó una declaración interesante cuando se
le dijo que debía perdonar a sus enemigos. Le dijo a la reina: “Escríbele
a tu hermano que lo perdono de todos los males que me ha hecho, pero
que aguarde hasta que yo muera”.
Con toda seguridad Jesús no habló palabras vacías cuando expresó:
“No resistáis al mal; mas a cualquiera que te hiriere en la mejilla
diestra, vuélvele también la otra” (Mateo 5:39). Y añadió: “Y al que
quisiere ponerte a pleito, y tomare tu ropa, déjale también la capa. Y
a cualquiera que te cargare por una milla, ve con él dos... Amad a
88 Jesús, el líder

vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los


que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y persiguen”
(versículos 40,41,44).
En la vida de David encontramos un ejemplo digno de un líder que
supo perdonar. Fue grande porque sabía perdonar. Leemos en 1
Samuel 26 que Saúl y sus hombres habían levantado el campamento en
el monte de Aquila. David estaba en el desierto, no muy lejos de allí, y
una noche decidió deslizarse hasta el campamento de Saúl para dar un
vistazo. Pidió algunos voluntarios y A bisai se ofreció para
acompañarle. Cuando David y Abisai llegaron al campamento en las
horas de la noche, contemplaron a Saúl y a Abner durmiendo en medio
de un círculo formado por soldados que dormían. La lanza de Saúl
estaba hincada en la tierra, junto a su cabeza. “Dios ha entregado a tu
enemigo en tus manos en este día”, le dijo Abisai. “Ahora, pues,
herirélo con la lanza, cosiéndole con la tierra de un golpe, y no
segundaré”. Estaba seguro que podría acabar con la vida de Saúl de
un solo golpe. David le respondió: “Guárdeme Jehová de extender mi
mano contra el ungido de Jehová: empero toma ahora la lanza que está
a su cabecera, y la botija del agua, y vámonos”.
Qué oportunidad dorada para David para cobrarse todo lo que le
había hecho Saúl. Podría haberlo matado, pues tenía sobradas razones,
humanamente hablando, para terminar con él. “Ruego pues, que el rey
mi señor oiga ahora las palabras de su siervo. Si Jehová te incita contra
mí, acepte un sacrificio. Mas si fueren hijos de hombres, malditos ellos
en presencia de Jehová, que me han echado hoy para que no me junte
en la heredad de Jehová, diciendo: Ve y sirve a dioses ajenos. No caiga
pues ahora mi sangre en tierra delante de Jehová; porque ha salido el
rey de Israel a buscar una pulga, así como quien persigue una perdiz
por los montes” (1 Samuel 26:19-20).
La historia registra muchas ocasiones cuando el espíritu de perdón
fue manifestado por hombres y mujeres de Dios. Cuando Lutero atacó
y vilipendió a Calvino, Calvino respondió: “Bueno, Lutero me odia y
me ha tildado de demonio más de mil veces, pero yo le amo y le
reconozco como un valioso siervo de Dios”.
“Errar es humano”, decía el papa Alejandro, “perdonar es divino”.
La venganza nunca es dulce. Siempre es un veneno. La contienda
Jesús, un líder perdonador 89

genera más contienda. Es un círculo vicioso. El líder cristiano debe


vivir siempre en una actitud de perdón.
En una carta dirigida a J. H. Kellogg, el 14 de junio de 1895, Elena
de White escribió: “Me apena ver que tantos en posiciones de
confianza esporádicamente cultivan la simpatía y la ternura de Cristo.
Ni siquiera cultivan ni manifiestan amor hacia sus hermanos y
hermanas en la fe. No exhiben el tacto que debe unir y sanar a quienes
se extravían, pero en su lugar manifiestan el espíritu de crueldad, el
cual empuja a los extraviados un poco más allá de las tinieblas, y hace
llorar a los ángeles. Algunos parecen hallar placer en maltratar y herir
a las almas que están al borde de la muerte. Cuando contemplo a
hombres que manejan las verdades sagradas, que tienen posiciones de
responsabilidad, pero que fracasan en cultivar el espíritu de amor y
ternura, siento que debo exclamar: “volveos, volveos de vuestros
caminos; ¿por qué moriréis?”
Demos otro vistazo a Pedro y veamos qué efecto tuvo en él el espíritu
perdonador de Cristo. La Biblia nos dice que después de oir el canto
del gallo, “salió y lloró amargamente” (Mateo 26:75). Mientras Jesús
comparecía en la sala del juicio, Pedro miró hacia él, y el rostro pálido
del maestro, los labios temblorosos, la mirada de compasión y perdón,
todo ello destrozó el corazón de Pedro como una flecha. Salió de la
sala del juicio con un corazón traspasado. Caminó, aún corrió, hacia
la oscuridad de la noche, solo. No le preocupaba hacia dónde iba.
Finalmente llegó al huerto de Getsemaní, al lugar donde sólo pocas
horas antes Jesús había orado tan fervientemente. Pedro recordó allí
que Jesús lloró y sudó gruesas gotas de sangre mientras él y los otros
discípulos dormían. En ese mismo lugar Pedro cayó sobre su rostro
deseando la muerte. Lloró amargamente. En realidad murió, murió al
yo. ¿Qué fue lo que quebrantó el corazón de Pedro? Fue una mirada,
una mirada de perdón que se traslucía en el rostro de Jesús. La mirada
de Jesús le convirtió y lo transformó en un baluarte de fortaleza.
¿Cuál fue la reacción de Saúl frente al espíritu de paciencia y
misericordia de David? Saúl respondió: “He pecado, vuélvete, hijo mío
David, que ningún mal te haré más, pues que mi vida ha sido estimada
hoy en tus ojos. He aquí, yo he hecho neciamente, y he errado en gran
manera” (1 Samuel 26:21). Saúl admitió su pecado, al menos por el
momento.
90 Jesús, el líder

Conocí a un hombre en nuestra denominación, quien en sus últimos


años de ministerio, abrigó grandes amarguras contra sus hermanos,
especialmente con uno de ellos. Su espíritu carente de perdón le
ocasionó muchas noches de insomnio. Muchas veces al despertar por
la mañana su almohada estaba húmeda por las lágrimas. A pesar de
todos mis esfuerzos no logré convencerle que debía perdonar lo que
él consideraba un trato injusto de parte de su hermano. Tanto su salud
física como espiritual se deterioraron como resultado del veneno que
había dentro de él. Cierto día le llevaron de emergencia al hospital con
una úlcera estomacal sangrante. Pocos días después falleció. Sin
embargo, me complace decir que, antes de su muerte, el hermano
contra quien sentía tanto rencor le visitó en el hospital. Estuve presente
y contemplé la maravillosa escena. La paz fue restablecida entre los
dos líderes. ¡Qué día tan feliz! Nunca olvidaré la experiencia. Creo que
ese buen líder pudo haber vivido unos años más si hubiera estado
dispuesto a perdonar. El espíritu de rencor causa estragos tanto a
nuestra vida espiritual como a nuestra salud física.
Elena de White nos dio un consejo notable cuando escribió: “No
perm itáis que el resentim iento m adure hasta convertirse en
malignidad. No dejéis que la herida se infecte, y reviente en palabras
envenenadas, que contaminarán las mentes de aquellos que las oigan.
No permitáis que pensamientos de amargura continúen llenando su
mente y la vuestra. Id a vuestro hermano y habladle del asunto con
humildad y sinceridad” (Obreros evangélicos, página 516).
Debemos preguntarnos: “¿Cómo puedo cultivar el espíritu
perdonador en mi vida?” Yo creo que la respuesta la encontramos en
E fesios 4:32: “A ntes sed los unos con los otros benignos,
misericordiosos, perdonándoos los unos a los otros, como también
Dios os perdonó en Cristo”. No podemos olvidar el hecho que hemos
sido perdonados mucho más de lo que podríamos nosotros perdonar
a otros. En la medida en que Dios nos ha perdonado, debemos
perdonar. ¿Qué mejor ejemplo necesitamos? Isaías 1:5,6 nos habla de
un pueblo lleno de iniquidad, simiente de malhechores. Un pueblo
cuya “cabeza está enferma... Desde la planta del pie hasta la cabeza no
hay en él cosa ilesa, sino herida, hinchazón y podrida llaga”. Este
cuadro pintado con palabras describe la condición pecaminosa del
hombre. Nos describe a Ud. y a mí. Sin embargo el Señor dice: “Venid
Jesús, un líder perdonador 91

luego, dirá Jehová, y estemos a cuenta. Si vuestros pecados fueren


como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos
t omo el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18).
La promesa es que si confesamos nuestros pecados él está dispuesto
•i perdonarnos y limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1:9). Atesorando
esta maravillosa promesa en nuestro corazón, ¿cómo es posible que no
Itodamos ej ercer el espíritu del perdón? Aunque Judas vendió a Cristo
por treinta piezas de plata, Jesús le perdonó. Y él anhela perdonar a
lodos los que tienen el deseo de recibir el perdón.
Hacemos bien en orar “perdona nuestras deudas como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores”; pero a menos que estemos
dispuestos a perdonar, nuestras palabras serán sólo un conjunto de
vibraciones sin sentido. Escuchemos nuevamente a Pablo: “... si alguno
tuviere queja de otro: de la manera que Cristo os perdonó, así también
hacedlo vosotros... Y la paz de Dios gobierne vuestro corazón, a la cual
así mismo sois llamados en un cuerpo. Y sed agradecidos” (Colosenses
3:13,15).

Si fui motivo de dolor, oh Cristo


si por mi culpa el débil tropezó,
si en tus pisadas caminar no quise,
perdón te pido, mi Señor y Dios.

Si vana y fútil mi palabra ha sido,


si al que sufría en su dolor dejé
no me condenes tú por mi pecado,
perdón, te ruego, mi Señor y Dios.

Escucha, oh Dios, mi confesión humilde,


y líbrame de tentación sutil,
preserva siempre mi alma en tu rebaño
perdón, te ruego, mi Señor y Dios.
Capítulo 12

Jesús, un líder
altruista
Cristo, nuestro líder, demostró a través de su vida en la tierra una
actitud desprovista de egoísmo. Decenas de textos podrían citarse para
probarlo. El desinterés era parte de la filosofía de su vida. Una vez dijo:
“Sabéis que los príncipes de los gentiles se enseñorean sobre ellos, y
los que son grandes ejercen sobre ellos potestad. Mas entre vosotros
no será así; sino, el que quisiere entre vosotros hacerse grande, será
vuestro servidor” (Mateo 20:25,26). Y en otra ocasión: “... Si alguno
quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz cada día,
y sígame” (Lucas 9:23). Pablo, hablando del espíritu de Cristo escribió:
“Sean tus actitudes hacia otros nacidas de una vida fundada en Cristo
Jesús. El cual teniendo la naturaleza divina desde el principio, no
usurpó la igualdad con Dios, pero asumió la forma de un siervo,
asemejándose a los hombres, y manifestado en forma humana,
obedientemente se humilló a sí mismo hasta la muerte y muerte de
cruz” (Filipenses 2:5-8, Nueva Biblia inglesa).
Cuando llamó a los discípulos para que le siguieran, ellos estuvieron
dispuestos a abandonar sus aperos de pesca: las redes, sus barcos, sus
cuerdas, el mantenimiento de sus barcos, y todo lo que tenían. Si
estaban asociados con otros pescadores, disolvieron tales sociedades.
Lo dejaron todo y siguieron al Maestro. Pensando en esto, Pedro dijo:
94 Jesús, el líder

He aquí, nosotros hemos dejado todo, y te hemos seguido, ¿qué


pues tendremos?” (Mateo 19:27). En otras palabras, ¿qué tienes para
nosotros? Jesús le respondió: “Y cualquiera que dejare casas, o
hermanos, o hermanas, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre,
recibirá cien veces tanto, y heredará la vida eterna” (Mateo 19:29). Y
luego añadió: “Mas muchos primeros serán postreros, y postreros
prim eros” (versículo 30). Las dos declaraciones sirvieron de
introducción a la parábola que se relata en el capítulo 20, donde Jesús
respondió en una forma más completa la pregunta de Pedro. En la
p a rá b o la h a b ló de la rec o m p en sa por el servicio hech o
desinteresadamente.
Miremos ahora al contenido de la parábola. Recordemos que
estaba destinada a los dirigentes de la iglesia, a sus primeros dirigentes.
Los discípulos todavía seguían pensando en un reino terrenal, con sus
honores y recompensas materiales. No entendían la naturaleza
espiritual de la obra a la cual Cristo les había llamado. Elena de White
nos dice por qué Jesús habló en parábolas: “Para que los discípulos
(los líderes) no perdieran de vista los principios del evangelio, Cristo
les relató una parábola que ilustraba la manera en la cual Dios trata
con sus siervos, y el espíritu con el cual él quiere que trabajen para él”
(Palabras de vida del gran Maestro, página 327).
Los principios del liderato revelados en esta parábola tienen validez
aún hoy. Jesús señaló que el reino de los cielos es como un propietario
que salió muy temprano por la mañana para contratar obreros para
trabajar en su viña. Convino en pagarles el salario normal de un día de
trabajo, un denario, que posiblemente equivaldría a unos veinte
dólares por día. Luego los envió a su tarea. Quizás había muchas uvas
para cosechar porque unas tres horas más tarde el propietario de la
viña estaba nuevamente en la plaza de mercado. Allí vio a unos
hombres que aguardaban ser contratados. Les invitó a ir a su campo y
les pagaría un salario justo. Nuevamente a medio día y a las tres de la
tard e halló a otros obreros, a los cuales tam bién con trató
asegurándoles que les pagaría un salario justo, de acuerdo con lo que
él pensaba era justo.
Recuerdo a mi padre quien, durante el tiempo de la cosecha, se iba
al pueblo cercano para contratar obreros. Algunas veces conseguía
Jesús, un líder altruista 95

obreros dispuestos a trabajar. Otras veces contrataba algunos que no


valían nada; eran perezosos y sólo les interesaba un salario.
El propietario, una hora antes de la puesta del sol, acudió a la plaza
de mercado y le preguntó a unos hombres que encontró ociosos: “¿Por
qué pasáis todo el día ociosos?” Ellos le respondieron: “Nadie nos ha
contratado”. Así que les dijo, vayan a mi viña y les pagaré lo que es
justo.
Al fin del día los obreros fueron llamados para recibir su pago. Se
pagó primeramente a quienes habían sido contratados en la última
hora, los cuales recibieron un día completo de salario. Cuando se
acercaron los que habían trabajado todo el día, se sorprendieron que
aquellos que trabajaron solamente una hora hubiesen recibido el
salario de un día completo. Murmuraron contra su patrón y le dijeron:
“Todos hemos trabajado a través del calor del día y tú has pagado a
aquellos que sólo trabajaron una hora, el mismo salario que nos diste
a nosotros. Tú eres injusto”. Si eso hubiese ocurrido en nuestros días,
habría ocasionado una huelga. El propietario les recordó que ellos
habían trabajado de acuerdo con el contrato y no tenían razones para
quejarse. Les exhortó: “Reciban su dinero y váyanse a su casa. Decidí
pagarle lo mismo a los últimos que a los primeros. Después de todo es
mi dinero, y puedo emplearlo como lo estime conveniente. No tengan
envidia por mi bondad”. En otras palabras, “no se quejen de mi
generosidad”. Me gusta la versión alemana de Schlachter que dice:
“Oder sielist du dantm scheel, dass ich so gatig bin?” (Mateo 20:15).
Literalmente significa: “Por la simple razón de que soy generoso, no
me miren con los ojos torcidos”.
Toda parábola tiene un pensamiento descollante que sobresale por
encima de todos los demás. En esta parábola, yo creo, Jesús quería
enseñar a sus líderes una lección muy importante, que todo líder debe
ser un ejemplo de renunciamiento propio. “El deber más humilde,
hecho con sinceridad y olvido de sí mismo, es más agradable a Dios
que el mayor trab ajo cuando está echado a perder por el
engrandecimiento propio” (Palabras de vida del gran Maestro, página
332). Esa era la lección que los discípulos debían aprender, pues ellos
estaban aún promoviendo sus propios intereses.
Un día, mientras se encontraba en una casa de Capernaún, Jesús
formuló a sus discípulos una pregunta embarazosa: “¿Qué disputabais
96 Jesús, el líder

entre vosotros en el camino? O como diríamos hoy: “¿Cuál era el


motivo de la discusión?” Cuando Jesús los interrogó de esa manera,
los discípulos no tenían respuesta. Se quedaron callados, porque su
debate se centraba en el tema de cuál de ellos era el mayor.
Evidentemente su discusión fue larga y acalorada como para que Jesús
la escuchara.
Jesús trató de fijar en la mente de los discípulos que no es la longitud
del tiem po que laboram os lo que cuenta, o cuán tem prano
comenzamos, pero más bien el espíritu con el cual adelantamos nuestra
labor lo que realmente cuenta. Nuestra fidelidad y dedicación son más
importantes que nuestra posición. El líder adventista trabajará sin
fijarse en la recompensa financiera o los honores. Estará feliz de ser
un colaborador de Dios. “No es la cantidad de trabajo que se realiza
o los resultados visibles, sino el espíritu con el cual la obra se efectúa
lo que le da valor ante Dios. Los que vinieron a la viña a la hora
undécima estaban agradecidos por la oportunidad de trabajar”
(.Palabras de vida del gran Maestro, página 328).
Esta parábola enfatiza que el reino de Cristo no es de este mundo.
No está bajo el control de las normas humanas. Los pensamientos de
Cristo, sus normas, son muy superiores a las del mundo. “Porque mis
pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis
caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así
son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos
más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:8,9).
Es muy probable que aquellos que trabajaron todo el día no se
habrían quejado si no hubiesen descubierto que los contratados a
última hora recibieron igual paga que ellos. Fue el tratamiento
generoso y cordial extendido a los últimos en llegar al trabajo lo que
levantó la indignación de los primeros contratados. Si les hubiesen
concedido un bono a los primeros, tal vez habría suavizado la situación.
Debieron sentirse satisfechos, pues al fin de cuentas recibían
exactamente el pago que les fue prometido. Nuestra naturaleza, sin
embargo, no puede tolerar que otros reciban mejor tratamiento que
nosotros.
Debe haber, también, alguna recompensa por nuestro servicio aquí
en la tierra. No tengo dudas acerca de ello. No deberíamos pensar, sin
embargo, que por cada pequeño servicio extra que realizamos
Jesús, un líder altruista 97

debemos recibir compensación. Es claro para todos que el trabajador


de tiempo parcial no debe recibir la misma paga que el trabajador de
tiempo completo. La escala salarial de la iglesia ha causado problemas
a muchos. Ser equitativo y justo con todos es una tarea formidable.
Debemos hacer esfuerzos en esa dirección. Sin embargo, a pesar de
nuestros mejores esfuerzos, no creo que llegará el día cuando todos
estén plenamente satisfechos y cada quien tratado de una manera
satisfactoria. Aunque entendamos poco de este complejo problema de
nuestra cultura, hemos de continuar buscando los medios a fin de tratar
a cada quien de manera justa. En el servicio para Dios nuestras vidas
no reciben sólo la influencia de los salarios, pero también la de los
valores espirituales.
Como norma, estamos agradecidos por los inmensos favores que
recibimos del cielo. La naturaleza humana tiende a agradecer por un
tratamiento justo. Pero si nuestro vecino es objeto de la generosidad
divina, comenzamos a murmurar. Nos sentimos tentados a murmurar
cuando vemos la prosperidad financiera de otros mientras nosotros
estamos luchando para hacer rendir nuestros escasos recursos. Si
nuestro vecino conduce un auto Mark IV y nosotros tenemos un
Volkswagen, eso nos puede molestar. Un hermano que posee sus
millones en casas y tierras, carros y botes, acciones y bonos, puede
presentarnos un problema. “La envidia no pide más para sí misma,
pero sí espera que otros tengan menos”.
Algunos estudiantes obtienen calificaciones muy buenas sin
estudiar mucho. Dios les ha dotado de un mejor cerebro. Otros,
mientras tanto, tienen que luchar para mantenerse. Tal situación
molesta a muchos. ¿Por qué no pueden quejarse? ¿Por qué se les niega
un bono? Debemos recordar que el éxito “no ha de ser hallado en
nuestro conocimiento, en nuestra posición, en el número que
constituimos o en los talentos que se nos han confiado, ni en la voluntad
del hombre. Sintiendo nuestra deficiencia, hemos de contemplar a
Cristo, y por medio de aquel que es la fuerza de toda fuerza, el
pensamiento de todo pensamiento, la persona voluntaria y obediente
obtendrá una victoria tras otra” {Palabras de vida del gran Maestro,
página 334).
Aquellos a quienes se llamó al servicio una hora antes del anochecer
no recibieron el pago de un día completo debido a que eran
98 Jesús, el líder

merecedores del mismo. No fue la cantidad de trabajo realizado, pero


la voluntad de trabajar que manifestaron en el poco tiempo que se les
concedió. No estaba en sus manos hacer más. Se les recompensó por
su buena voluntad y no por su realización. El poeta Browning dijo: “No
es lo que el hombre realiza, pero lo que podría realizar, lo que
realmente le exalta”.
En mi opinión, David es un buen ejemplo de un líder que estuvo
dispuesto a poner a un lado sus propios deseos y trabajar en armonía
con los más altos ideales de la causa de Dios. Recordemos que estaba
muy ansioso de construir un templo para el Señor. “... en mi corazón
tuve el edificar templo al nombre de Jehová mi Dios”, le confesó a su
hijo, “pero el Señor me lo prohibió diciendo: “Has derramado mucha
sangre en la tierra delante de mi, y peleado muchas batallas; por eso
tú no edificarás casa a mi nombre” (1 Crónicas 22:7,8; Nueva Biblia
inglesa).
Aunque David no edificó el templo, el Señor le bendijo. “Mas
Jehová dijo a David mi padre: cuanto a haber tú tenido en el corazón
edificar casa a mi nombre, bien has hecho en tener tal voluntad” (1
Reyes 8:18).
Lo que cuenta en el liderato es lo que hay en nuestro corazón. Hay
tantas cosas que desearíamos hacer, pero que las circunstancias no nos
permiten, pero Dios mira el corazón. Si los motivos están desprovistos
de egoísmo, nos aguardan bendiciones. Sabemos que el corazón de
David estaba en lo correcto, porque hizo planes para la construcción
del templo y allegó materiales a pesar de no habérsele permitido iniciar
la construcción. David estuvo dispuesto a poner el yo a un lado por la
causa de Dios. Pudo haber murmurado y lanzado quejas porque no se
le permitió coronar su obra con un magnífico templo.
Como los obreros de la parábola tendemos a quejarnos cuando
otros reciben mejor tratamiento que nosotros, según nuestro criterio.
Nos chasqueamos también cuando no podemos salir adelante con
nuestros planes. Nuestro ego se siente herido y empezamos a buscar
faltas por doquier. Llegamos a la conclusión que si no podemos
adelantar la edificación según nuestros planes, entonces no
ayudaremos en nada. Esto evidencia que necesitamos más del
renunciamiento propio de Cristo en nuestro liderato.
Jesús, un líder altruista 99

Los obreros que trabajaron por una hora, en la parábola, habrían


¡\stado dispuestos a trabajar todo el día. Estaba en su corazón el anhelo
de trabajar, pero empezaron tarde y después de una hora las sombras
habían descendido. Recibieron el pago en conformidad con el anhelo
de su corazón. “Esta parábola es una amonestación a todos los obreros,
por largo que sea su servicio, por abundantes que sean sus labores,
acerca de que sin el amor hacia los hermanos, sin humildad ante Dios,
ellos no son nada” {Palabras de vida del gran Maestro, página 332).
En uno de sus sermones, Clodoveo Chappell relata la experiencia
de un jovencito en las montañas Ozark, quien sintió el llamado al
ministerio. Trabajaba diligentemente en una granja para ganar el
dinero necesario para financiar su educación. Finalmente estuvo en
condiciones de viajar. Iba rumbo a la estación ferroviaria cuando tuvo
un accidente y se fracturó la columna. Estuvo confinado al lecho por
años. Cuando estuvo en condiciones de salir del hospital, sus
esperanzas de ser un ministro se habían vuelto añicos. Se empleó en el
único trabajo que encontró, en un ferry que cruzaba el río Osage. Hizo
ese trabajo con un gran espíritu. Se le había negado el privilegio de
predicar desde el púlpito, así que predicó en su tarea día tras día.
Testificó ante todos los que cruzaban el río en el ferry. Cuenta la
historia que no menos de setenta individuos que vivían en las montañas
aledañas habían sido ganados para Cristo a través del trabajo personal
de este joven. Dios le recompensó. Su éxito fue mayor que el que
hubiese alcanzado en el ministerio si hubiese tenido la ocasión. La
prueba de lo que hay en nuestro corazón radica en cumplir bien aquello
que tenemos a la mano. Dios nunca nos pregunta cuánto hemos hecho,
pero cuán fielmente lo hemos hecho.
¿Has tenido celos de tu hermano líder? Quizás él posee más
talentos, una mejor personalidad, es más amigable, más extrovertido.
Tal vez su asociación o institución, o su departamento progresan sin
mucho esfuerzo de su parte. Usted tiene que trabajar 16 horas diarias
y a pesar de eso no ve el éxito que desearía. ¿Se siente molesto porque
el salario es muy bajo? ¿Le parece que otros reciben lluvias de
bendiciones las cuales se le niegan a usted? ¿O que otros son los
favoritos de Dios? Quizás se siente envidioso porque otro maneja un
mejor carro que el suyo. Le gustaría tener un carro como ese. Su colega
pastor o adm inistrador tiene mayores responsabilidades, una
100 Jesús, el líder

congregación mayor, o institución, o asociación. Todo parece indicar


que su colega tiene lo mejor de cada situación o bendición: una mejor
casa, la mejor posición. Se ha sentido tentado a decir: “¿Por qué no
puedo yo recibir favores semejantes?”
¿Le gustaría probar un experimento? ¿Le gustaría cambiar de lugar
en todo sentido? No olvide que su colega puede tener un problema que
le causa úlceras y del cual usted no tiene ni idea, porque lo guarda en
lo profundo de su corazón. Usted sólo ve la fachada. Su hogar es feliz,
mientras que él, puede tener sus problemas. Usted goza de buena
salud, tal vez él no. Tarde o temprano la copa del dolor nos llega a
todos de una manera o de otra. No creo que usted esté dispuesto a
hacer un cambio con todas las consecuencias. No murmure, pero
agradezca a Dios por el lugar que tiene en su obra, sin importarle las
circunstancias. El hermano mayor en Lucas 15 parecía no tener ningún
motivo de queja, hasta cuando su hermano menor regresó a la casa y
recibió las atenciones de su padre, cosa que él, el hermano mayor,
nunca había recibido. Se quejó de la discriminación y lo mismo nos
ocurre a nosotros con frecuencia. Es conveniente para nosotros, por
supuesto, pensar en términos de recompensa, pero no necesariamente
recompensa financiera. Como se le prometió a Pedro, si somos fieles,
también recibiremos cien veces tanto y la vida eterna. Esto, después
de todo, es la mayor recompensa. Moisés escogió antes “ser afligido
con el pueblo de Dios, que gozar de comodidades temporales de
pecado”, porque él consideró como “mayores riquezas el vituperio de
C risto que los tesoros de los egipcios; porque m iraba a la
remuneración” (Hebreos 11:25,26).
El apóstol Pablo, igualmente, miró hacia la corona de justicia que
le sería colocada. De este modo, no importa cuál sea su parte en la
vida, no importa la cuantía de nuestro salario, estemos satisfechos
sabiendo que somos colaboradores con Cristo y hagámoslo todo con
el espíritu de negación propia.
Capítulo 13

Jesús, un líder
conocedor de sus
prioridades
Hay líderes que tienen problemas por ocuparse en mayor medida
de las cosas sin importancia. No han aprendido a definir sus
prioridades. Uno de los mejores medios para economizar el tiempo
del presidente de una junta radica en conocer las prioridades. Muchas
juntas, y he servido en muchas, gastan horas debatiendo asuntos sin
importancia y sólo unos minutos en temas de gran significado. ¿Por
qué? ¡El líder no ha analizado las prioridades! Malgastando el tiempo
en asuntos insignificantes puede cansar tanto a los miembros de una
junta que pueden sentirse como que han dedicado mucho más tiempo
que el que se esperaba de ellos, cuando en realidad han malgastado el
tiempo en material insignificante y sin trascendencia.
Quiero llamar su atención a unas cuantas ocasiones cuando Jesús
llamó la atención a las prioridades. Jesús nunca empleó mucho tiempo
en asuntos intrascendentes. Prestó poca atención a lo insignificante,
p e ro se tom ó su tiem po p a ra aquellas cosas im p o rtan tes,
especialmente cuando se trataba de personas. Para él las personas eran
siempre importantes. Vino para salvar personas.
102 Jesús, el líder

Hay muchas citas en la Palabra de Dios que llaman nuestra atención


a las prioridades de Cristo. Repasemos algunas de ellas. A lo largo del
Nuevo Testamento hallamos claras indicaciones que Cristo vino para
enseñar al hombre a vivir una vida abundante. “Toda religión falsa
enseña a sus adeptos a descuidar los menesteres, sufrimientos y
derechos de los hombres. El evangelio concede alto valor a la
humanidad como adquisición hecha por la sangre de Cristo, y enseña
a considerar con ternura las necesidades y desgracias del hombre. El
Señor dice: ‘Haré más precioso que el oro fino al varón, y más que el
oro de Ofir al hombre’ (Isaías 13:12)” (El Deseado de todas las gentes,
página 253).
En Lucas 13:10-15 leemos acerca de una mujer lisiada. Era un día
de sábado y Jesús estaba enseñando en la sinagoga cuando se dio
cuenta de la triste condición de aquella mujer, que había padecido por
18 años. El mal la había encorvado de tal manera que no podía erguirse.
Jesús le llamó diciéndole: “Mujer, libre eres de tu enfermedad”. Esta
declaración encendió la ira del dirigente judío encargado de la
sinagoga. En su enojo exclamó delante de la multitud: “seis días hay en
que es necesario obrar”. Pensaba que el acto de sanidad realizado por
Cristo era una violación flagrante del sábado. Jesús le respondió con
palabras más o menos como estas: “Hipócrita, ¿no trabajas tú en
sábado? ¿No desatas acaso tu buey en el día de sábado para llevarle a
beber? ¿Quieres decirme que es incorrecto librar a esta mujer de su
mal, en el cual Satanás la ha mantenido por 18 años?” El líder judío
tenía sus prioridades al revés.
Jesús no intentó minimizar la observancia del sábado, pero él
conocía sus prioridades. Puso el énfasis en el lugar debido. El
observaba el sábado, porque la Escritura nos dice que en ese día iba a
la sinagoga, “conforme a su costumbre”, y no hay ningún registro que
indique que ese día él se dedicaba al trabajo de carpintería, o a otro
trabajo común. Los líderes judíos se ocupaban de asuntos triviales
como las tradiciones humanas, reglamentos, regulaciones, leyes. Para
ellos era más importante adherirse a un reglamento que aliviar el dolor
del sufriente. Para Cristo la vida y la salud de un ser humano tenían
mayor valor que cualquier regla humana. Los judíos eran muy
meticulosos en la observancia de las reglas y tradiciones humanas.
S o b re ca rg a ro n los d iez m andam ientos, esp ecialm en te las
Jesús, un líder conocedor de sus prioridades 103

prohibiciones tocantes al sábado con incontables harás y no harás. El


simple acto de atar o desatar un nudo en sábado era considerado como
trabajo y por lo tanto prohibido. Escribir sólo dos letras del alfabeto o
borrarlas era trabajo y debía evitarse. Un huevo puesto por la gallina
en el día sábado debía venderse a los gentiles, pero no lo podía comer
un judío. Era aún ilegal escupir en el suelo en el día sábado porque eso
regaba la hierba, y de acuerdo con las reglas, eso era trabajo y
prohibido en sábado. Tampoco se permitía a nadie cargar un pañuelo,
a menos que una de sus puntas estuviese cosida a la ropa. En tal caso,
el pañuelo dejaba de ser pañuelo y se convertía en parte de la ropa, y
por lo tanto no era una carga. No nos maravillemos que Jesús tildó de
hipócrita al dirigente de la sinagoga.
Cuando hablamos de ocuparnos mayormente en trivialidades, ¡los
dirigentes judíos realizaron un magnífico trabajo! (Véase el S. D. A.
Bible dictionary, página 937.) Los escribas y fariseos habían
“desarrollado el astigmatismo y la miopía espirituales. Indagaban tan
celosamente en los manuscritos antiguos, que nunca se ocupaban de
m ira r po r las v e n ta n a s p a ra c o n te m p la r los fasc in an te s
acontecimientos que estaban ocurriendo” (The interpreter’s Bible,
tomo 8, página 112). Jesús trajo una nueva luz que embellecía la antigua
luz, pero los fariseos y escribas no estaban listos a recibirla. Eran como
topos que se hundían en sus madrigueras y no eran capaces de
encontrar la salida hacia la superficie.
En otra ocasión Jesús se encontró con un hombre que tenía una
mano seca. “Entonces dijo a aquel hombre: extiende tu mano... y fue
restituida sana como la otra” (Mateo 12:13). Y dirigiéndose a los que
observaban les dijo: “¿Es lícito hacer bien en sábado, o hacer mal?
¿Salvar la vida o quitarla? Mas ellos callaban” (Marcos 3:4).
Quienes escuchaban entendieron lo que quería decir y no pudieron
responderle. Entonces les preguntó: “¿Es lícito en el sábado hacer bien
o hacer mal?” Elevó el argumento a un nivel superior, reveló las
prioridades divinas de misericordia, de bendición para la vida humana.
En cada situación la suprema consideración está al servicio de las
necesidades humanas. El punto no es si tal proceder encaja o no en
nuestra tradición eclesiástica, pero si el mismo reportará beneficios
para el bienestar del hombre. El punto no es “¡siempre lo hemos hecho
así!” ¡Sino más bien qué podemos hacer para ayudar a revelar el amor
104 Jesús, el líder

de Dios entre los hombres! (Véase The interpreter’s Bible, tomo 7,


página 681.) Repetidas veces, las leyes rabínicas estaban en conflicto
con las necesidades de la humanidad.
En la mente judía el sanamiento era algo que podía esperar hasta
después de las horas del sábado. Sin embargo, Jesús no prestaba
atención al horario de la puesta del sol los sábados para empezar luego
su alivio del dolor. En realidad Jesús fundaba su labor en la premisa
de que al no exaltar la vida estaba en efecto demeritándola. Cuando
una oveja caía en un pozo durante el día sábado (Mateo 12:11,12), los
judíos la sacaban para proteger su propiedad. Jesús no les censuró por
eso, pero usó esa costumbre tan en boga para llamar la atención al
hecho de que exhibían más respeto por un animal que por un hombre,
hecho a la imagen de Dios. Los escribas y fariseos eran un ejemplo
clásico de quienes se esforzaban mayormente por las trivialidades.
Jesús le pidió a la mujer samaritana:
—Dame de beber.
—¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mi de beber, que soy mujer
samaritana? —fue la respuesta de la mujer.
—Si conocieses el don de Dios —le respondió Jesús — y quién es el
que dice: dame de beber, tú pedirías de él, y él te daría agua viva (Juan
4:7-10).
El objetivo de Jesús consistía en señalar que hay muchas cosas que
son más importantes que las llamadas necesidades esenciales de la
vida. Las satisfacciones reales de la vida ocurren cuando se ayuda a
otros antes que a sí mismo. Por esa razón le ofreció a la mujer el agua
de la vida. Cuando ella hubo salido para el pueblo, los discípulos
regresaron y le urgieron que comiese; pero él les dijo: “Yo tengo una
comida que comer, que vosotros no sabéis”. Por esa razón los
discípulos se miraban perplejos y preguntándose quién le habría traído
comida.
Entonces Jesús les explicó: “Mi comida es que haga la voluntad del
que me envió, y que acabe su obra” (versículos 32-34).
Con eso Jesús no quiso decir que no debemos comer. Después de
la resurrección él se encontró con sus discípulos una mañana, a la orilla
del mar de Galilea, y les preguntó: “Mozos, ¿tenéis algo de comer?”
(Juan 21:5). Evidentemente Jesús tenía hambre. Luego les invitó para
desayunar. Tomó pan y pescado y lo dio a los discípulos. Por supuesto
Jesús, un líder conocedor de sus prioridades 105

que Jesús siempre comió cuando tuvo hambre. Sin embargo, el


alimento espiritual era su prioridad. Más importante que lo material
es lo eterno. Nuestro énfasis debe colocarse en los valores duraderos.
Los mismos deben tener prioridad.
Es cierto que una gran tarea, o una pesada carga, o una obsesión,
pueden hacer que una persona se levante por encima de sus
necesidades materiales algunas veces. Se nos cuenta que William
Wilberforce, que jugó un papel decisivo en la eliminación del tráfico
de esclavos en el Imperio Británico, era un hombre de baja estatura.
Era pequeño, insignificante y enfermizo. Cuando se levantó por
primera vez en la Cámara de los Comunes los miembros de la misma
sonrieron al ver a esa pequeña criatura. Pero, tan pronto empezó a
hablar se convirtió en una llamarada. La gente se apretujaba para
escucharlo. Su mensaje era tan dinámico que sobrepujó a sus flaquezas
físicas. Después de escucharle la gente decía: “La sardina se ha
convertido en una ballena”.
Cuando Knox envejeció, para muchos era motivo de pesar pues
creían que su utilidad había terminado. Sin embargo, Knox no estaba
acabado. Se mantuvo predicando. Algunas veces estaba tan débil que
necesitaba ayuda para llegar al púlpito, pero una vez entraba en su
mensaje, su voz reconquistaba el sonido de trompeta de otros tiempos.
Se entusiasmaba de tal manera que muchos temían que rompiese el
púlpito en pedazos.
Jesús presentó una parábola en cierta ocasión, acerca de un hombre
que preparó una fiesta. Cuando todo estuvo listo envió a sus siervos
para traer a los invitados. Pero esos invitados presentaron excusas muy
elaboradas. Uno dijo que acababa de comprar un terreno y tema que
inspeccionarlo. Otro había comprado cinco yuntas de bueyes y deseaba
probarlas. El otro acababa de casarse y por lo tanto no podía ir, su luna
de miel tenía la prelación. El señor de la fiesta se enojó y ordenó a sus
siervos que fuesen rápidamente por las calles y recovecos de la ciudad
e invitasen a todos los pordioseros, los lisiados, los ciegos (Lucas
14:16-27).
La parábola de Cristo señala que los negocios del Rey demandan
atención. El hombre que había comprado el terreno ilustra el hecho
de que podemos sumergirnos de tal manera en nuestros propios
asuntos que no tenemos tiempo para adorar, o aun para orar. El
106 Jesús, el líder

hombre con las cinco yuntas de bueyes estaba tan ansioso de probarlas
que descuidó el servicio para Dios. Esto nos enseña que cuando
tenemos algo nuevo es muy fácil emocionarse tanto que la necesidad
de la adoración a través del culto queda a un lado. Nos gusta el nuevo
automóvil que hemos adquirido y tenemos que probarlo. Compramos
un bote y tenemos que ir al lago el fin de semana, pasando el sábado
junto al lago antes que en la iglesia. ¿Cuáles son nuestras prioridades?
El hombre que se había casado y no podía asistir, nos demuestra que
siempre podemos crear una excusa cuando necesitamos una. “Favor
presentar mis disculpas”, acostumbramos decir cuando no deseamos
ir. Tal vez pensamos que el banquete será aburrido, o que quizás
nuestros propios planes son más alegres y nos darán mayor felicidad.
Sin duda los tres individuos que presentaron sus excusas las
repitieron tan a menudo que a la larga creyeron en ellas.
“Las tres excusas nos describen a una sociedad secularizada que ha
alcanzado el éxito. La granja o terreno puede simbolizar posesiones e
inversiones; los bueyes y el arado, los medios tecnológicos que
poseemos para ganar el sustento; la novia, nuestra comodidad
centrada en lo humano en el mejor de los casos, o nuestro culto al sexo
y al éxito, en el peor de los casos. Añadamos las escuelas, nuestro
sistema educativo desprovisto de reverencia que lo convierte en un
orgullo de la mente, y la lista nos queda completa. Todas estas cosas
son necesarias para una vida plena, pero por sí mismas son
simplemente medios sin un fin, en esencia, idolatría.
“Un hombre no puede vivir sin su finca o granja. Pero la granja no
puede vivir sin Dios. Su voluntad está escrita aun en la tierra. Por esa
razón el hombre debe respetar el contorno de las lomas cuando ara, o
su tierra se deslizará y le dejará hambriento; y es por eso que no debe
talar los bosques sin una reforestación adecuada, o las tormentas de
polvo le aniquilarán. Además si un hombre se encierra dentro de su
granja (o cualquier otra posesión en la cual él se goza), él no es su
dueño, pero esa posesión es su real dueño.
“Sin duda un hombre no puede vivir sin sus bueyes. Necesita su
fuerza para la producción, tal como necesita la electricidad y el
teléfono (o los automóviles y los tractores). Pero tan pronto como él
dice: ‘Esto es mío’ se desata la envidia en otros y surge la contienda, y
él mismo queda entrampado. Adora la vitrina que ha creado y se olvida
Jesús, nn líder conocedor de sus prioridades 107

de su dependencia del sol, el cual no está bajo su control. Los medios


de vida le usurpan su lugar a la vida misma. Así, inevitablemente, el
hombre deja de vivir” (The interpreter’s Bible, tomo 8, página 257).
En cierta ocasión los padres trajeron sus hijos al Maestro para que
los bendijera. Al verlos, los discípulos reprendieron a los padres, con
la seguridad de que eso agradaría a Cristo. Pero Jesús no quedó
satisfecho. “Dejad a los niños venir”, respondió a los discípulos, “y no
se lo estorbéis, porque de los tales es el reino de Dios. Y tomándolos
en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía” (Marcos
10:14,16).
En ese entonces había enormes tensiones alrededor de Cristo. La
sombra de la cruz estaba delante de él. Los discípulos tenían buenas
intenciones, quería protegerle. Ellos no eran hombres desprovistos de
bondad o dulzura. Pero en ese momento pensaron que la atención que
Cristo tendría que dar a los niños era de menor importancia. Eso no
contribuía en nada a las ideas que ellos tenían de la misión de Cristo.
Por supuesto habría otras cosas más importantes en las cuales Cristo
debería ocuparse. Pero Cristo tenía una idea muy diferente de su
misión. Sentía que prestarle atención a los niños, sonreirles y
permitirles saber que les amaba, ocupaba un lugar prioritario en su
agenda.
En otra ocasión Cristo habló acerca de dos hombres que fueron al
templo a orar. Uno de ellos era un orgulloso y creído fariseo, mientras
que el otro, un publicano, un cobrador de impuestos, uno especializado
en los trucos de su oficio. El orgulloso empezó su oración diciendo:
“Dios, te doy gracias, que no soy como los otros hombres, ladrones,
injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la
semana, doy diezmos de todo lo que poseo. Mas el publicano estaba
lejos, y no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que hería su pecho,
diciendo: ‘Dios sé propicio a mí pecador’. Os digo que este descendió
a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se
ensalza, será humillado; y el que se humilla, será ensalzado” (Lucas
18:9-15). Aquí Cristo enfatizó el hecho de que no son nuestras buenas
obras las que deben tener la primacía, pero la misericordia de Dios. El
fariseo estaba dando prelación a las trivialidades. Examinaba su buena
conducta a través de la evidencia estadística. El publicano, sin
108 Jesús, el líder

embargo, conocía las prioridades de la vida cuando exclamó: “Dios, sé


propicio a mí, pecador”.
Las estadísticas son importantes. No hay nada malo en conservar el
registro de los diezmos y las ofrendas misioneras. Pero colocar el
énfasis en tales estadísticas, en la religión computerizada, distorsiona
completamente el significado de la verdadera religión. La experiencia
íntima que disfrutamos con el Señor, nuestro amor hacia él, debe
movernos para dar en favor de las misiones, devolver el diezmo y hacer
buenas obras. El énfasis no debe estar en las estadísticas, pero en el
servicio. Nuestro mayor gozo debe venir de lo que Dios puede cumplir
en nosotros a través de la obra del Espíritu Santo, antes que de nuestros
propios logros. Con frecuencia nos gloriamos del número de bautismos
que hemos alcanzado, los templos construidos, los hospitales
organizados. Todo esto es de menor consecuencia comparado con el
hecho de tener nuestros nombres en el libro de la vida del Cordero
(Lucas 10:17-20).
Una vez, mientras Jesús visitaba el hogar de Marta y María, María
se sentó a sus pies para escuchar sus bellas palabras de vida. Marta,
mientras tanto, estaba en la cocina preparando el alimento para el
Señor y los otros que estaban presentes. Marta se quejó al Señor
pidiéndole que aconsejara a María que le ayudara. Jesús respondió a
Marta diciéndole que ella se molestaba demasiado en pequeños
detalles.. Que había algo realmente superior, y que él no privaría a
María de ese privilegio (Lucas 10:38,42).
“La ‘una cosa’ que Marta necesitaba era un espíritu de calma y
devoción, una ansiedad más profunda por el conocimiento referente a
la vida futura e inmortal, y las gracias necesarias para el progreso
espiritual. Necesitaba menos preocupación por las cosas pasajeras y
más por las cosas que perduran para siempre. Jesús quería enseñar a
sus hijos a aprovechar toda oportunidad de obtener el conocimiento
que los hará sabios para la salvación. La causa de Cristo necesita
personas que trabajen con cuidado y energía. Hay un amplio campo
para las Martas con su celo por la obra religiosa activa. Pero deben
sentarse primero con María a los pies de Jesús. Sean la diligencia, la
presteza y la energía, santificadas por la gracia de Cristo; y entonces la
vida será un irresistible poder para el bien” {El Deseado de todas las
gentes, página 483). E ste es tam bién un buen consejo para
Jesús, un líder conocedor de sus prioridades 109

administradores asediados por muchas ocupaciones. María no daba


mayor importancia a los asuntos insignificantes, mientras Marta sí lo
hacía.
No hay líder, ya sea en el mundo religioso o en el mundo secular,
que sea un mejor ejemplo que Cristo en el área de las prioridades. El
dijo: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas
estas cosas os serán añadidas. Así que no os acongojéis por el día de
mañana; que el día de mañana traerá su fatiga. Baste al día su afán”
(Mateo 6:33,34).
Cada día trae su propia cosecha de pruebas y dificultades. ¿Cuáles
deben ser las prioridades en la vida de los líderes? ¿Omitir el estudio
de la Biblia o perder un programa de televisión? ¿Entrar en contacto
con aquellos que no conocen al Señor Jesucristo, o estar a la par con
los vecinos que tienen carros lujosos y muebles costosos?
¿Deben los líderes ayudar a quienes padecen hambre o más bien
comprar otra torta de chocolate? ¿Deben asistir a los servicios de la
iglesia, o caminar a lo largo de una playa? ¿Leer la Biblia o el
periódico? ¿Devolver un diezmo honesto o comprar un nuevo traje?
En la tem prana historia de los Estados Unidos, el servicio
denominado “Pony Express” transportaba el correo desde San José,
estado de Missouri, hasta Sacramento, California, una distancia de más
de tres mil kilómetros. El viaje se hacía en diez días, realizado por
cuarenta hombres, los cuales cabalgaban cada uno ochenta kilómetros
por día, recorriendo el camino con el concurso de quinientos de los
mejores caballos que podían encontrarse en el Oeste. Para ser lo más
livianos posibles, la vestimenta de los jinetes era muy ligera,las sillas de
montar pequeñas y delgadas, y no llevaban armas. Los mismos caballos
tenían herraduras pequeñísimas o ninguna herradura. Los sacos del
correo eran planos y pequeños. Las cartas debían escribirse en papel
muy delgado y el porte era de cinco dólares la onza (una suma
exorbitante en aquellos días). Sin embargo, cada jinete llevaba consigo
una Biblia de regular tamaño. La misma le había sido obsequiada
cuando había sido contratado al servicio del “Pony Express” y el jinete
la mantenía consigo a pesar de todas las otras medidas relacionadas
con el peso que portaban. (Encyclopedia of illustrations, página 189.)
110 Jesús, el líder

Como líderes en la iglesia de Dios, necesitamos alinear nuestras


prioridades. Estudiemos nuevamente la vida de Cristo. Al seguir su
ejemplo no perderemos el rumbo.
Capitulo 14

Jesús, un líder
planificador
En el liderato y en la administración nada reemplaza a una
cuidadosa y sabia planificación. Una buena planificación incluye
objetivos y blancos definidos. Sin ellos, el líder actúa en una especie de
tanteo, y los tanteos terminan en fracasos. Actuar de ese modo, es
actuar como un piloto que vuela sin mapa y sin brújula. Podría sentirse
cómodo por un rato, pero tener que aterrizar en un campo sembrado
cuando debería hacerlo en la pista de un aeropuerto, podría tener
consecuencias desastrosas.
Dwight Morrow, un banquero y diplomático americano, viajaba en
un tren en cierta ocasión, cuando el conductor se acercó para pedirle
su tiquete. El señor Morrow registró en todos sus bolsillos pero no
pudo hallar el tiquete. Se sintió apenado, pero el conductor le dijo: “No
se preocupe, envíelo a la compañía cuando lo encuentre”. El señor
Morrow le respondió: “Muchas gracias, señor. Aprecio su gesto, pero
hay algo que me preocupa y es que no sé hacia dónde voy”. Muchos
han perd id o su tiquete en nuestro m undo contem poráneo.
Desconocen su destino.
Quienes no tienen objetivos espirituales son como “nubes sin lluvia
arrastradas por el viento. Como árboles de follaje pero sin fruto; están
112 Jesús, el líder

doblemente muertos porque tampoco tienen raíces” (Judas 12, versión


de Phillips, edición 1958, en inglés). ¡Qué tragedia!
La humanidad ha elaborado planes muy grandiosos e importantes,
pero ninguno de ellos puede compararse en importancia y significado
con los planes de Cristo. Para edificar su reino Jesús estableció el
mayor, más abarcante y más significativo plan en el universo. El plan
de la redención fue elaborado con gran cuidado antes de la aparición
del pecado. La divinidad tomó en consideración los costos y riesgos
que eso representaba. Esto no vino como una idea perdida al final. El
plan incluía todo lo necesario para la felicidad y el bienestar de la
humanidad. “El plan de la salvación ocupó su lugar en los consejos del
Infinito desde toda la eternidad” (La educación cristiana, página 47).
Cuando Dios dijo: “Y enemistad pondré entre ti y la mujer, entre
tu simiente y la simiente suya, ésta te herirá en la cabeza y tú le herirás
en el calcañar” (Génesis 3:15), le informó al hombre de su objetivo.
Cuando Cristo vino a la tierra, no sólo reveló su plan, pero también dio
la seguridad de que esos objetivos serían alcanzados.
En el desarrollo de los planes, Cristo estuvo en armonía con su
Padre. Tres veces fue envuelto por la gloria del Padre. La tercera vez
que vino del encuentro con su Padre, Elena de White señala que podía
advertirse el hecho en su persona. “Su semblante era tranquilo, exento
de perplejidad y turbación, y resplandecía de amor y benevolencia
inefable” (Primeros escritos, página 126).
En otro lugar Elena de White dice: “El plan de redención supera
en m ucho la com prensión de la m ente hum ana. La g ran
condescendencia de Dios es un insondable misterio para nosotros. No
puede comprenderse completamente la grandeza del plan (de
redención), ni la sabiduría infinita podía idear un plan que lo superara”
(Comentario bíblico adventista, tomo 5, página 1107). “Antes de venir
a la tierra, el plan estuvo delante de él, perfecto en todos sus detalles.
Pero mientras andaba entre los hombres, era guiado, paso a paso, por
la voluntad del Padre. En el momento señalado, no vacilaba en obrar.
Con la misma sumisión, esperaba hasta que llegase la ocasión” (El
deseado de todas las gentes, página 121).
Cuando el pecado entró en el mundo, hubo una separación entre el
hombre y Dios. El objetivo del plan de redención es llevar al hombre
de vuelta a Dios por medio de Cristo. Satanás ha hecho todo esfuerzo
Jesús, un líder planificador 113

para desacreditar el carácter de Dios. Su blanco consiste en


distorsionar y estropear el carácter de Dios. Está dispuesto a probar
que Dios es un tirano, un injusto, y desprovisto de amor. Pero Cristo y
su vida prueban, más allá de cualquier duda, que Dios es amor.
“Pero el plan de redención tenía un propósito todavía más amplio
y profundo que el de salvar al hombre. Cristo no vino a la tierra sólo
por este motivo; no vino meramente para que los habitantes de este
pequeño mundo acatasen la ley de Dios como debe ser acatada; sino
que vino para vindicar el carácter de Dios ante el universo” (Patriarcas
y profetas, página 55).
“Dícele Felipe, Señor, muéstranos al Padre, y nos basta. Jesús le
dice: ¿Tanto tiempo ha que estoy con vosotros, y no me has conocido,
Felipe? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo pues, dices tú:
muéstranos al Padre?” (Juan 14:8-10). El amor del Padre, su paciencia,
su sabiduría, su integridad, su gracia y tantas otras virtudes nos fueron
reveladas por Cristo, su Hijo. Por medio de nuestra vida, por la forma
como hablamos, por nuestras reacciones y acciones, también podemos
revelar el carácter de Dios.
Cierto día un joven entró al estudio del pastor de una manera
abrupta y le dijo:
—Señor, ¿puede decirme dónde hallar una vida plena y hermosa?
—¿Quieres hablar conmigo de religión? —le preguntó el ministro.
—No, señor —repuso el joven —; simplemente quiero encontrar
una vida plena y hermosa.
—¿Has leído la Biblia alguna vez?
—Sí, lo he hecho, pero no me gusta.
—¿Asistes a los servicios de la iglesia?
—Sí, señor, he asistido, y no tengo ningún interés en su religión. Pero
hay algo que sí quiero. No puedo encontrar la forma de decirlo y por
eso lo llamo una vida plena y hermosa. La gente me ha dicho que tal
vez usted pueda ayudarme a encontrarla.
—¿Dónde escuchaste acerca de eso? —le preguntó el pastor.
—Nunca he oído de eso. Lo vi en la casa donde me hospedaba en
San Francisco cuando recién había llegado a este país.
—¿Qué fue lo que viste realmente en San Francisco?
El joven empezó a contarle al ministro:
114 Jesús, el líder

—Vi la vida plena y hermosa a través de un hombre pobre, un


carpintero. No tenía mucha educación formal, pero poseía todo lo que
yo siempre había deseado tener toda mi vida. No lo había visto antes.
El tal hombre le hacía el bien a todo el que encontraba. Siempre estaba
feliz. Parecía que nunca se preocupaba por sí mismo. ¡Yo quiero esa
hermosa vida! ¿Dónde podré encontrarla?
El pastor tomó su Biblia y la abrió en 1 Corintios 13 y le leyó el
capítulo, haciendo énfasis en los versículos 4 y 5. “El amor es benigno;
el amor no tiene envidia, el amor no obra sin razón, no se ensancha.
No es injurioso, no busca lo suyo”. El pastor le preguntó al joven:
—¿No te parece que esto suena como el tipo de vida plena y
hermosa que estás buscando?
—Sí —repuso el joven— se parece mucho. ¿Dónde puedo
encontrarla?
Entonces el pastor le habló de Jesús, su nacimiento, su vida, su
muerte y resurrección. Le contó la historia en toda su belleza y
sencillez, y le animó a seguir a Cristo. Le obsequió una Biblia y le instó
a estudiarla. Dos años más tarde el joven regresó, con un rostro
radiante.
—He hallado la vida plena y hermosa. He aceptado a Jesús como
mi Salvador y ahora me propongo contarlo a otros.
La mejor revelación del carácter de Dios es la hermosura de la vida
que disfrutan sus seguidores.
Jesús no vino únicamente para revelarnos el carácter de su Padre,
pero vino también para redimir al hombre de sus pecados. Jesús
enseñó: “...el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había
perdido” (Lucas 19:10). Esa búsqueda del perdido se ilustra
magistralmente en la vida del hijo pródigo. Fue el amor del padre el
que aceleró el retorno del hijo al hogar. Es el amor de nuestro Padre
celestial el que nos constriñe a volver a él. ¡Qué Padre maravilloso
tenemos! Aún cuando estábamos perdidos en el pecado él tema un
plan para rescatarnos. Todos nos descarriamos como ovejas, pero él
no nos abandonó. Nos ha dicho: “Yo soy el buen pastor: el buen pastor
su vida da por las ovejas” (Juan 10:11). “Venid ahora y estemos a
cuentas... si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve
serán emblanquecidos; y si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser
como blanca lana” (Isaías 1:18).
Jesús, un líder planificador 115

El profeta Miqueas habló de ese maravilloso Padre celestial cuando


exclamó: “¿Qué Dios como tú, que perdonas la maldad, y olvidas el
pecado del resto de su heredad? No retuvo para siempre su enojo,
porque es amador de misericordia. El tornará, él tendrá misericordia
de nosotros, él sujetará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo
de la mar todos nuestros pecados” (Miqueas 7:18,19).
Con toda certeza, él es maravilloso, un maravilloso Salvador. ¿A
quién podemos compararle? El es un Salvador que ha preparado un
plan glorioso nacido de un corazón dotado de un amor extraordinario.
Todo plan para que logre sus objetivos debe tener un programa de
seguimiento. A menos que la planificación lo incluya traerá
frustración. Cuando el Padre y el Hijo diseñaron el plan de salvación,
no pasaron por alto esta etapa de una buena planificación. Todo el
cielo y la tierra están envueltos en el seguimiento del plan de Dios.
Cristo, nuestro líder, vino a la tierra para ejecutar el plan que en
unión del Padre habían forjado desde antes de la creación del mundo.
Muy temprano en la historia de la humanidad se le dio la promesa “No
será quitado el cetro de Judá, y el legislador de entre sus pies, hasta
que venga Siloh; y a él se congregarán los pueblos” (Génesis 49:10).
Vivió en la tierra una vida sin pecado. Fue clavado en la cruz por
nuestras transgresiones. Resucitó y ascendió a los cielos para ser
nuestro intercesor y abogado (Hebreos 7:25).
Jesús está próximo a venir. “Este mismo Jesús”, le dijeron los
ángeles a los entristecidos discípulos, “que ha sido tomado desde
vosotros arriba en el cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo”
(Hechos 1:11). Y cuando él venga,"... esto corruptible será vestido de
incorrupción, y esto mortal... vestido de inmortalidad, entonces se
efectuará la palabra que está escrita: sorbida es la muerte con victoria”
(1 Corintios 15:54).
Es animador saber que los ángeles se ocupan en el programa de
seguimiento. “¿No son todos espíritus ministradores, enviados para
servicio a favor de los que serán herederos de salud?” (Hebreos 1:14).
La sierva del señor nos dice que cuando se dio a conocer el plan de
redención al coro angélico, “se llenó el cielo de inefable júbilo. El coro
celestial entonó un cántico de alabanza y adoración. Tocaron las arpas
y cantaron con una nota más alta que antes...” (Primeros escritos, página
126).
116 Jesús, el líder

Hay muchos pasajes en la Palabra de Dios que nos muestran la


actividad de los ángeles ocupados en su apoyo al plan de Dios.
“Empero el ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: levántate y ve
hacia el mediodía, al camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el
cual es desierto” (Hechos 8:26). De ese modo el ángel participó en la
obra de llevar la salvación a un etíope, hombre de gran autoridad
financiera. El centurión Cornelio, “vio en visión manifiestamente,
como a la hora nona del día, que un ángel de Dios entraba y le decía:
“Cornelio... tus oraciones y tus limosnas han subido en memoria a la
presencia de Dios” (Hechos 10:3,4). Cuán animador es saber que los
ángeles participan en la búsqueda de los perdidos.
A un anciano predicador, dedicado a la preparación de un sermón
para su pequeña congregación, a altas horas de la noche, se le acercó
su esposa preguntándole por qué gastaba tanto tiempo en un mensaje
que presentaría a una congregación tan pequeña. “Debes recordar,
querida, que tengo una audiencia muy grande. No hay audiencia
pequeña cuando los ángeles de Dios están presentes”.
Los ángeles siempre asisten. Sin lugar a dudas prepararíamos
mejores sermones si recordáramos siempre que estamos rodeados de
un ejército de ángeles. Los ángeles están envueltos en el seguimiento
del programa de Dios, ya sea que estemos en el estudio preparando un
sermón, en la oficina realizando nuestra tarea, o en el campo visitando
a la gente para llevarles a Cristo.
El Espíritu Santo se propone juntar al hombre con Dios. “Y cuando
él viniere redargüirá al mundo de pecado, y de justicia, y de juicio”
(Juan 16:8). “Mas recibiréis la virtud del Espíritu Santo que vendrá
sobre vosotros” (Hechos 1:8). Pedro habló con gran poder cuando
dijo: “A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos
testigos. Así que, levantado por la diestra de Dios, y recibiendo del
Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros
veis y oís” (Hechos 2:32,33). El mismo poder se promete para los
últimos días. “Y será que después de esto, derramaré mi espíritu sobre
toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros viejos
soñarán sueños, y vuestros mancebos verán visiones” (Joel 2:28).
Finalm ente, aunque no por ello es lo menos im portante,
consideramos la participación del hombre en el plan de salvación. El
plan fue establecido para que el hombre coopere en la salvación del
Jesús, un líder planificador 117

hombre. “Venid en pos de mi, y os haré pescadores de hombres”


(Mateo 4:19). Dios podría haber alcanzado su objetivo de salvar a los
pecadores sin la ayuda humana; pero vio que el hombre no sería feliz
sin desempeñar su parte en la gran obra por medio de la cual cultivaría
el renunciamiento y la benevolencia” (Testimonies, tomo 3, página
382). Dios no omite a nadie en sus planes. Dios el Padre, Dios el Hijo,
Dios el Espíritu Santo, los ángeles y el hombre, todos participan.
La iglesia debe tener un plan de acción por medio del cual lleve el
mensaje de salvación al mundo que perece. No podemos esperar que
el mensaje adventista llegue a toda nación, tribu, lengua y pueblo, a
menos que planifiquemos sabiamente cómo alcanzar a los pueblos de
la tierra.
Es el deber de cada iglesia local y de cada asociación trabajar juntos
en el desarrollo de planes para ganar a otros para Cristo. El líder
cristiano no sólo hablará de planes, pero seguirá las enseñanza^ de
Cristo y dará profunda consideración a la manera como pódrá
presentar el mensaje Cristocéntrico de los tres ángeles a su prójimo.
Qué gran día será ese cuando el plan divino llegue a su feliz
culminación. ¡Qué gran celebración! Del norte y del sur, del este y del
oeste vendrán los redimidos. “Y cantan el cántico de Moisés siervo de
Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: grandes y maravillosas son
tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus
caminos, Rey de los santos” (Apocalipsis 15‘3). Sus objetivos han sido
alcanzados y Cristo se gozará con la salvación de la raza perdida,
“...gozaráse sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti
con cantar” (Sofonías 3:17).
Se ha cumplido el plan de la redención. El carácter de Dios ha sido
revelado ante toda la creación. El fin del pecado ha vindicado el amor
de Dios. ¡Su honor ha sido establecido delante de todo un universo de
seres que se gozan en hacer su voluntad!
En su libro Daniel y Apocalipsis, Urías Smith describió así ese
maravilloso día: “El lugar de reunión está lleno de atractivos. Jesús, el
más hermoso entre diez mil está presente. Allí se encuentra el trono
de Dios y del Cordero, ante cuya gloria el sol palidece como las
estrellas ante la luz del día. También se ve la ciudad de jaspe y oro,
cuyo artífice y hacedor es Dios. Más allá está el río de vida,
resplandeciente con la gloria de Dios y fluyendo de su trono en pureza
118 Jesús, el líder

y paz infinitas. El árbol de la vida, con sus hojas que imparten sanidad,
y su fruto que da vida, se encuentra un poco más allá. Abraham, Isaac
y Jacob, Noé, Job, y Daniel, los profetas, los apóstoles y los mártires,
la perfección de la sociedad celestial, lo llenan todo. Se ven por doquier
los destellos de belleza de los verdes campos, de las flores que nunca
se marchitan, frutos que nunca caen, coronas que no perecen, arpas
que no desentonan, y todo lo demás que pueda imaginarse o desear el
refinamiento producido por la purificación del pecado, y el estado de
inmortalidad, se ven allí”. (Edición revisada, página 782, en inglés.)
Sea tal nuestro liderato que contribuyamos a la terminación del
programa de Dios, tanto en nuestra propia vida como en el corazón de
aquellos a quienes influimos con nuestro liderato. La nuestra es una
gran responsabilidad.
Capítulo 15

Jesús, un líder con


autoridad
El mundo de los días de Cristo vivía sorprendido al escuchar la
manera tan autorizada como les enseñaba. Su enseñanza era muy
diferente a la de los escribas (Mateo 7:29). Siempre enseñaba como
quien tiene autoridad (Marcos 1:22).
Hay varias clases de autoridad. Hay una autoridad que emana de la
posición o cargo de un individuo. Con frecuencia se abusa de ella.
También existe la autoridad para controlar y comandar. Esto ocurre
en el ejército, la marina y otros servicios armados de un país. Un oficial
tiene la autoridad para sancionar. El juez vestido de su túnica negra y
sentado en un estrado alto tiene la autoridad para juzgar y el rey en su
trono tiene la autoridad para gobernar.
¿Qué clase de autoridad manifestó Jesús en su relación con el
pueblo? Me encanta pensar que su autoridad emanaba de la confianza
que la gente tenía en él. Leí hace algún tiempo acerca de este asunto
de la confianza y cómo se manifiesta la misma en el liderato. Un
estudiante en su primer año en la universidad tenía una profesora de
inglés, quien, de acuerdo con la descripción del autor, no pesaba más
de 42 kilogramos, y eso si se le empapaban las ropas. Se afirmaba que
un perrito pomerania sería capaz, de quitarle la vida de un zarpazo.
Nunca alzaba la voz más allá de una especie de suspiro y jamás
120 Jesús, el líder

ordenaba. Tampoco había ni un amago de desorden en su salón. Tanto


los más lerdos como los más bulliciosos estudiantes tenían profundo
respeto por el proceso de aprendizaje, aunque no comprendían lo que
estaba ocurriendo.
En el salón contiguo funcionaba una clase de geología, en la cual el
desorden era ostensible. El maestro gritaba, despotricaba, se enfurecía
y amenazaba, pero los alumnos no prestaban atención. ¿Cómo era
posible que uno de los maestros tuviera tal autoridad y el otro no? El
autor de la historia señala que la autoridad genuina tiene una base
moral. No era temor lo que sentían, tanto como reverencia. El temor
es una emoción real y se puede vencer; la reverencia es sobrenatural y
no es posible dominarla.
Esa explicación es aceptable para mi. Los profetas del Antiguo
Testamento no tenían la autoridad conferida por un cargo, pero su
autoridad era tal que hacían sentir su influencia, no sólo entre el pueblo
de Dios, pero aun entre las naciones circunvecinas.
Esto es lo que yo llamo “la autoridad de la confianza”. Una
autoridad como ésta tiene su fundamento moral. Se funda en lo
sobrenatural. Es una autoridad que poseemos por la confianza y la fe
que la gente deposita en nosotros... esa confianza nos imparte
autoridad, o si prefiere, influencia. Esa es la clase de influencia que
sobrecogió a la turba que vino a arrestar a Jesús. Una vez le dijeron a
los fariseos: “Nunca ha hablado hombre así como este hombre” (Juan
7:46). Nadie pudo poner sus manos sobre él porque él poseía una
influencia (autoridad) que otros no poseían. Jamás habló otro hombre
como él, porque nadie vivió como él.
Esta clase de autoridad no puede comprarse. Es una influencia que
se gana a través de una vida que exalta los altos valores éticos. Lleva
tiempo y no se trata de una experiencia pasajera. Los seres humanos
quieren vernos en acción antes de brindarnos su confianza. Desean
vernos afrontar las batallas de la vida y sus problemas, cuando el calor
es intenso. Quieren conocernos antes de confiar en nosotros. Mientras
no gocemos de su confianza tenemos muy poca autoridad, o ninguna.
Un pastor vino a mi oficina poco tiempo después de su ordenación,
visiblemente desanimado porque su junta de iglesia no había aceptado
sus planes para el desarrollo de la iglesia. Le respondí que no era nada
fuera de lo común el hecho de que una junta no aceptase los planes de
Jesús, un líder con autoridad 121

su pastor. Sin embargo, el pastor pensaba que habiendo sido ordenado,


debería poseer un poco más de autoridad. Le señalé a continuación
que la ordenación no le confería una autoridad mayor que la que ya
tenía antes de su ordenación, ni más ni menos. La ordenación no
confiere autoridad. La misma viene de una vida cristiana consecuente
vivida con anterioridad a la ordenación. Es nuestra vida la que cuenta.
Nuestra vida fortalece o destruye la confianza en nuestro liderato. Esta
falla parece más visible en algunas áreas que en otras. ¿Por qué
observamos gran confianza en el liderato de una iglesia, y poco o
ninguno en otra iglesia a 160 kilómetros de distancia? La respuesta es
simple: Hay falta de liderato, de confianza. No es fácil señalar las
razones por las cuales hay una reducción drástica de la confianza. No
hay duda que existen muchas razones. Algunas tienen razón de ser,
otras no. En algún punto la confianza no se ha fortalecido o se la ha
destruido por una vida inconsecuente. No debemos olvidar que vivimos
en una sociedad saturada de dudas, aprensión y escepticismo. Es muy
fácil caer bajo la influencia de una sociedad que se especializa en
buscar faltas y en criticar.
Aunque vivimos en un mundo altamente crítico se nos dice que no
debemos ser parte de este mundo (Juan 17:15). Aún dentro de la iglesia
algunos miembros se dejan arrastrar por el espíritu de queja.
Los errores de los líderes se señalan hoy con más prontitud de lo
que ocurría tiempo atrás. Una de las razones radica en el hecho de
tener un laicado mejor informado. Los miembros hacen sus preguntas
en cuanto a la manera como dirigimos los negocios de la iglesia.
Formulan preguntas en el ámbito material tanto como en el espiritual.
Nuestra feligresía está interesada en la iglesia, y eso es bueno. Como
líderes debemos estar en condiciones de poder dar una respuesta
adecuada acerca de nuestro liderato.
Hay, por supuesto, miembros que buscan los errores a fin de
publicarlos hasta los confines de la tierra. No tienen ningún interés en
edificar la confianza, pero su objetivo es destruir la confianza en el
liderato. Por una u otra razón, derivan placer en concentrarse en las
faltas y equivocaciones de otros. Una feligresía bien informada
contribuye al bienestar de la iglesia, siempre y cuando que la
información se busque con el anhelo de servir a la iglesia y contribuir
122 Jesús, el líder

al logro de sus objetivos, ayudando a los líderes a ser más efectivos y


eficientes en la administración de los programas de la iglesia.
El liderato es un don. En 1 Corintios 12:28 leemos: “Y a unos puso
Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero
doctores, luego facultades, luego dones de sanidades, ayudas,
gobernaciones, ...” y Pablo pregunta: ‘ ¿Son todos apóstoles? ¿Son
todos profetas? ¿Todos doctores?”, etcétera. Nosotros podemos
preguntarnos: ¿Son todos administradores? La respuesta es no. El don
de administración no se ha dado a todos. Algunos que tienen títulos
universitarios son débiles administradores y otros con menos
educación formal son administradores eficientes. Para ser un buen
dirigente una persona debe poseer la habilidad de tomar buenas
decisiones y para eso es necesario tener buen juicio. Todos los dones
que Dios ha provisto se necesitan en la iglesia. Cualquier don que
poseamos debe mejorarse para apresurar la venida del Señor a esta
tierra.
Un laico le escribió a Juan Wesley diciéndole: “El Señor me ha
mostrado que le diga a usted que Dios puede prescindir de los
“eruditos” y de su conocimiento de hebreo y griego”. Wesley
respondió: “Recibí su carta. Es superficial. Estoy convencido hace
tiempo que el Señor no necesita de los eruditos. El Señor no me ha
dirigido para responderle, sin embargo debo indicarle, bajo mi propia
responsabilidad, que el Señor no necesita tampoco de su ignorancia”.
Dios no anhela que seamos ignorantes. El quiere que usemos los dones
que nos ha dado para apoyar la causa y unos a otros. Un proceder tal
generará confianza y con ella vendrá la autoridad.
Algunas veces los líderes abusan de la autoridad de su cargo. Tal
proceder mina la confianza en el liderato. Nehemías es un ejemplo de
un líder que tuvo el buen juicio de no depender en la autoridad que el
cargo le confería a fin de obtener el apoyo de su pueblo. El rey
Artajerjes le dio autoridad a Nehemías para reconstruir los muros de
Jerusalén. Le proveyó de documentos de autorización que le conferían
todo el poder para dirigir la reconstrucción de los muros de Jerusalén.
Cuando llegó a la ciudad descubrió que necesitaría mucho más que la
autoridad investida en su cargo. Necesitaba el apoyo incondicional de
su pueblo que vivía en Jerusalén, junto a los muros derribados.
Jesús, un líder con autoridad 123

¿Cómo enlistó su colaboración? Ganando su confianza. ¿Cómo


obtuvo esa confianza? No por medio de la exhibición de los
documentos reales y diciendo: “He sido elegido, yo mando aquí. Más
vale que obedezcan. En otras palabras acéptenlo o váyanse”. Nehemías
era lo suficientemente sabio para no emplear la autoridad de su
investidura. Podría haberlo hecho, pero prefirió no utilizarla. El sabía
demasiado bien que la confianza del pueblo no se ganaba usando la
autoridad de su cargo. Al mismo tiempo comprendía que si obtenía la
confianza del pueblo eso era más importante y decisivo que la
autoridad del cargo. Jesús no legisló sobre simple autoridad. Su
autoridad estaba en el registro limpio de su vida.
Los líderes más destacados, en cualquier área, son aquellos que
gozan de la confianza del pueblo que dirigen. Nehemías sabía que con
el apoyo de su pueblo los muros serían edificados a pesar de la
oposición que existía desde adentro y desde afuera. La seguridad de
la confianza del pueblo en su integridad de carácter le era más
importante que el voto de una junta del palacio de Susán.
La sierva del Señor nos dice: “Nehemías les explicó que, por el
hecho de que el rey de Persia le había investido de autoridad, él mismo
podría haber exigido grandes contribuciones para su beneficio
personal. Pero en vez de obrar así, no había recibido siquiera lo que le
pertenecía con justicia,...” (Profetasy reyes, página 480).
Elena de White señala además: “Les que están en autoridad deben
manifestar el espíritu de Cristo. Deben tratar como él trataría con cada
caso que requiera atención. Deben andar cargados del Espíritu Santo.
La posición de un hombre no lo hace una jota o un tilde mayor a la
vista de Dios; es el carácter solo lo que Dios avalúa” (Testimonios para
los ministros, página 368).
Cuando se ha perdido la confianza ¿qué podemos hacer para
restaurarla? Hay una manera de restaurar la fe, la confianza, y la
credibilidad. Todos somos humanos y cometemos errores. Una forma
de restablecer la confianza en nuestro liderato es admitir que no somos
perfectos, que erramos aquí, y allá, aún los mejores entre nosotros.
Siempre hemos de estar dispuestos a admitir que no somos infalibles.
No nos demerita en lo más mínimo reconocer: “Me equivoqué, lo
siento mucho”. En efecto, una actitud tal puede engrandecer nuestra
124 Jesús, el líder

relación con otros. Un viejo proverbio dice: “Cuando niegas un error


lo cometes doblemente”. Qué bueno recordar siempre:

Hay tanto de bueno


aún en lo peor de nosotros,
y tanto mal en lo mejor de nosotros,
que apenas si vale la pena
hablar de los demás.

Hacer correcciones, y de veras buscar la manera de hacerlo,


resolverá muchas, si no todas, las incomprensiones. Al decimosexto
presidente de los Estados Unidos, Abraham Lincoln, se le atribuye la
siguiente declaración: “El hombre que es incapaz de cometer un error,
no es capaz de nada”. Para tener confianza mutua debemos aceptar
nuestra fragilidad. Cometer errores de juicio no es lo peor que puede
ocurrimos. No reconocerlos, eso sí es una tragedia.
La confianza tiene su cimiento: La integridad. La falta de confianza
surge cuando hay ausencia de rectitud. No hay nada que destruya tanto
la fe en el liderato como la falta de honestidad. Elena de White nos
dice: “La integridad en las cosas pequeñas, la ejecución de actos
pequeños de fidelidad y bondad alegrarán la senda de la vida; y cuando
hayamos acabado nuestra obra en la tierra, se descubrirá que cada uno
de los deberes pequeños ejecutados fielmente ejerció una influencia
benéfica e imperecedera” (Patriarcas y profetas, página 620).
El señor M. J. D. Batten, un respetado y reconocido consultor en
asuntos administrativos, hizo la siguiente observación: “La integridad
no se plega a las componendas. No es de color gris, pero totalmente
blanca o totalmente negra. No es para llevarla atada a la manga del
saco, pero es una forma de vida... La integridad es la cualidad humana
cuyo único objetivo, por palabra y acción, consiste en edificar a las
personas, a fin de alcanzar resultados éticos y positivos. El empleado
promedio obtiene una comprensión más clara de la integridad cuando
la ve practicada por su jefe y por el jefe de su jefe... cuando puede
enorgullecerse de lo que lee en los periódicos acerca de su compañía”
(La administración tenaz, páginas 175-176, versión inglesa).
Aunque el señor Batten enfatiza la idea de ser tenaz en la
administración, él busca que sus lectores entiendan que lo más
Jesús, un líder con autoridad 125

importante en el liderato es la integridad. Por esa razón, quizás, tituló


el último capítulo de su libro: “Por encima de toda integridad”. En
otras palabras, toda la instrucción que ha transmitido a través de su
libro sobre el tema de la administración es buena, pero si al líder le
falta integridad fracasa en su liderato. La integridad edifica la
confianza, y la confianza trae consigo autoridad, autoridad en el
escenario de la moralidad.
En el número de Noviembre-Diciembre de 1980, de la revista
Selecciones del Púlpito, leí: “En el año 1962 los Estados Unidos
hicieron un esfuerzo desesperado para alcanzar a los rusos en la
conquista del espacio. Pusieron a trabajar juntos a los mejores
científicos del país en el proyecto Venus, el más ambicioso proyecto
jamás concebido por el hombre.
La nación gastó muchísimos millones para asegurar el éxito de la
aventura espacial. D espués de un exitoso lanzam iento, se
transmitieron instrucciones rutinarias al cohete para corregir su
rumbo. Desafortunadamente alguien omitió colocar un guión en las
instrucciones y cálculos dados a la computadora, los cuales eran
correctos en todo lo demás. El resultado fue que la computadora
rechazó las instrucciones. Antes de poder enviar información
corregida, el cohete viró fuera de su curso y fue destruido. Qué
desperdicio de tiempo y dinero, todo ocasionado por un guión.
Este incidente sirve para demostrar el valor de las cosas pequeñas,
las que no parecen tener mayores consecuencias, especialmente en la
vida de un líder. Se nos dice en Testimonios, tomo 4, página 310, que
las pequeñas prácticas deshonestas son la causa de la tibieza entre
aquellos que profesan la verdad. Afirma que la falsedad puede leerse
en el parpadeo de los ojos, los movimientos de las manos y la expresión
de una persona... cuando hay la intención de engañar. Y la misma
autora añade: “Toda exageración intencionada, toda insinuación o
palabras indirectas dichas con el fin de producir un concepto erróneo
o exagerado... Todo intento de dañar la reputación de nuestros
semejantes por medio de tergiversaciones...” (Patriarcas y profetas,
página 317).
¡Cómo destruyen la confianza las así llamadas cosas pequeñas de
nuestra conducta y que resultan dudosas ante otros! El pequeño guión
ocasionó la pérdida del cohete. Nuestras pequeñas faltas de
126 Jesús, el líder

sin cerid ad , falsedades, prácticas habilidosas, las prom esas


incum plidas, nuestros pequeños ocultamientos, las pequeñas
inexactitudes, llevan a jóvenes y adultos a perder su rumbo. No debiera
sorprenderos que el sabio exclamara: “Cazadnos las zorras, las zorras
pequeñas, que echan a perder las viñas” (Cantares 2:15).
En los escritos de Elena de White, el tópico de la integridad
sobresale notablemente. En Testimonies, tomo 3, página 23, nos dice:
“La energía, la integridad moral, y un propósito firme en favor de lo
recto son cualidades que no pueden compararse con ninguna suma de
oro. Los hombres que las poseen ejercerán influencia (yo diría:
autoridad). Su vida será más poderosa que una gran elocuencia”.
A menos que tengamos estas virtudes en nuestro carácter,
tendremos muy poca o ninguna autoridad. Alguien escribió una estrofa
que me gusta mucho:

El más leve céfiro que sopla


hace ondular la frágil hierba.
La vida más insignificante
alguna otra vida ha sazonado.

No podemos vivir a solas nuestra vida


porque otras vidas que aquí tocamos,
ya se enriquecen con la nuestra,
o ya decaen por su influencia.
William B. Errdmans Pubn. Co.,
New ilustrations, página 317.

Un ejemplo excelente de una vida moral intachable lo encontramos


en el profeta Samuel. Cuando llegó al momento de retirarse de su
ministerio activo lanzó un desafío a la audiencia que estaba presente
en la convocación. “Aquí estoy”, dijo; “atestiguad contra mí delante
de Jehová, y delante de su ungido, si he tomado el buey de alguno, o si
he tomado el asno de alguno, o si he calumniado a alguien, o si he
agraviado a alguno, o si de alguien he tomado cohecho por el cual haya
cubierto mis ojos: y os satisfaré”. “Nunca”, le respondieron, “nos has
calumniado, ni agraviado, ni has tomado algo de mano de ningún
hombre” (1 Samuel 12:1-5).
Jesús, un líder con autoridad 127

Ese reto sincero presentado por Samuel vale la pena recordarlo aun
antes de llegar al día de la jubilación. Aunque él lo hizo en esa ocasión,
bien podría haberlo formulado desde los días de su áspirantazgo. Estoy
convencido que el pueblo habría respondido de la misma manera. Su
magnífica reputación... sus altas normas morales... su manera
equitativa de tratar al pueblo... por todas estas virtudes él tenía
autoridad que emanaba de la confianza.
El rey Saúl tenía la autoridad de su cargo, autoridad legislativa.
Samuel poseía la autoridad de la confianza por su vida fiel, obediente,
leal y devota. Saúl perdió su autoridad a causa de su envidia, celos,
deslealtad y desobediencia. Samuel mantuvo la autoridad de la
confianza hasta la muerte porque “introducía su religión en todos los
deberes de la vida” {Patriarcasy profetas, página 619); y porque “la vida
de Samuel fue toda de pureza y devoción desinteresada” {Patriarcasy
profetas, página 658).
La prueba del liderato cristiano la encontramos en Testimonios para
los ministros, página 228: “Debemos albergar amor y gratitud, debemos
mirar a Jesús y ser transformados a su imagen. El resultado de esto
será un aumento de la confianza, de la esperanza, de la paciencia y del
valor”. ¿Cuenta usted con la confianza de su familia? ¿De sus hijos?
¿De su esposa? ¿Goza usted de la confianza de sus vecinos? ¿La de
sus hermanos en la fe? El autor de la carta a los Hebreos nos amonesta
así: “No p erd áis pues vuestra confianza, que tiene grande
remuneración de galardón... Porque aún un poquito, y el que ha de
venir vendrá y no tardará” (Hebreos 10:35,37).
Cuando usted haya conquistado la confianza de otros, nadie podrá
arrebatársela. La ha ganado por medio de una vida limpia y recta. No
la dilapide por una conducta desordenada. No la destruya a través de
acciones antiéticas. No la pisotee por falta de integridad.
Recuerde que Dios ha puesto su confianza en nosotros, y la
confianza que la gente deposite en nosotros tendrá una gran
recompensa. Mantenga su mirada en Jesús, “autor y consumador de
nuestra fe” (Hebreos 12:2).

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