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PONTIFICIO INSTITUTO TEOLÓGICO JUAN PABLO II

PARA LAS CIENCIAS DEL MATRIMONIO Y FAMILIA


SECCIÓN ESPAÑOLA

ELEMENTOS PARA UNA PSICOLOGÍA DEL MATRIMONIO Y LA


FAMILIA
(JOSE IGNACIO PRATS MORA)

ALUMNO: DENNY TERAN


PROFESOR: JOSE IGNACIO PRATS MORA

25 de Junio de 2018
En este análisis se centra en los tres primeros capítulos que componen la
primera parte del libro ELEMENTOS PARA UNA PSICOLOGÍA DEL
MATRIMONIO Y LA FAMILIA CUYO AUTOR ES JOSÉ IGNACIO PRATS
MORA.

Dentro del primer capítulo referido a la psicología del matrimonio en el


marco de una antropología adecuada, queremos resaltar los siguientes
aspectos fundamentales.

El varón y la mujer son dos formas de persona humana y por ende en el


matrimonio muchas veces fracasan porque se trata de un vínculo de personas
y no simplemente de una yuxtaposición de las mismas.

Creemos que debe existir el verdadero amor entre dos personas que
deciden estar juntas porque si falta ese amor que en el texto se menciona
como amor electivo y que nos hace elegir cada día a la misma persona, el
amor sensual acaba haciendo daño.

Hemos de entender a la persona humana, con la capacidad de


desdoblamiento. Esta capacidad supone entender que la persona humana se
expresa en todo su ser. Hombre y mujer se pronuncian con todas sus
cualidades, siendo esta una mezcla de todas ellas: corporales, perceptivas,
psicológicas emocionales y espirituales.

Por este motivo debemos tomar a las personas por el lado de la


semejanza hacia lo Divino y no hacia lo animal, pues en palabras del propio
Karol Wojtyla: “Lo natural en el animal es infranatural en el hombre”. Toda
relación entre hombre y mujer debe pues, centrarse en una profunda comunión
entre ambos, porque de lo contrario, esta relación acaba degradando a la
pareja.

Recabando toda la información obtenida hasta el momento podemos


resumir que los seres humanos poseemos tres dimensiones ontológicas
fundamentales: Corporal, psíquica y espiritual, estas dimensiones se expresan
de forma desdoblada en hombre o mujer. Sera por tanto la vinculación personal
entre ambos su principal fundamento de ser.

En cuanto hombre y mujer se sienten desde su centro más íntimo


aparece lo que denominamos pudor o sentimiento mezcla de: preservación –
mostración, que viene a decir quien se acerca a mí. Paradójicamente el pudor
es un sentimiento de aquellos que verdaderamente se aman.

La forma cristiana en la que se entiende la relación sexual vendría a ser


como un proceso evolutivo, responsable, maduro que supone un crecimiento
en el que se aviva la llama de la esponsalidad.

En relación al desarrollo de la complementariedad hombre y mujer


observamos como la contribución del hombre está ligada al impulso vital del
comienzo, mientras que la de la mujer representa la fuerza de la permanencia y
del cuidado de lo que llegará a ser. Tanto el varón por ser el impulso hacia Dios
como la mujer por permitir esa reencarnación son imagen de amor de Dios
conteniendo la realidad que representan.

En el capítulo dos el texto, reflexiona acerca de los sentimientos


destructivos tales como: la ira y la soberbia par finalizar con un enfoque
terapéutico.

Entendemos que la ira es un sentimiento claramente defensivo que se


activa ante la percepción de una amenaza. Relacionado a la ira figura el
pensamiento que produce una repercusión cognitiva así como la habilidad del
sujeto e su manejo. Parece ser que la ira es uno de los sentimientos que más
capacidad de permanencia posee en el tiempo.

La soberbia la podríamos definir como aquello que mantiene a la ira en


camino errado. Como el alimento envenenado. Así como la ira guarda una
estrecha relación con la justicia, (me atacan, me defiendo) también mantiene
una estrecha relación con otras dos virtudes: la templanza y la fortaleza. La
primera, la templanza, evita la precipitación dando lugar también a la escucha
mutua y al perdón. La fortaleza por su parte se opone a los temores excesivos
y nos da capacidad de permanencia en lo que es debido.

Pero ¿Por qué nos encolerizamos? A veces esta pregunta se responde


con una única respuesta: el deseo de poder. Pero ese deseo de poder a veces
depende de la imagen que nos damos de nosotros mismos, de las ofensas
recibidas o del propio sentimiento de justicia. Gregorio Magno dice que la ira
hace que el alma pierda la armonía consigo misma y analiza los siguientes
efectos de la ira:

1- Nos insta a perder la sabiduría.


2- Nos echa a perder la vida.
3- Se abandona la justicia.
4- Se pierde la gracia de la vida sociable.
5- Se excluye uno del resplandor.

Pero también al hablar de ira es necesario hacer mención a aquella ira


que impulsa la esperanza. La ira contra la propia ira es lo que hace que surja la
esperanza.

Para dominar la ira podemos realizar una terapia que consta de dos partes:

Una primera parte con carácter preventivo, y una segunda parte en la


que debemos ser conscientes y tener presente nuestra propia culpa.

En lo referente al tema que postula el capítulo tres acerca de la familia


del trabajo y del ocio, solamente nos cabe señalar que la familia no solo es el
contrapeso que consigue equilibrar la balanza entre los conceptos de ocio y
trabajo sino que además, da al trabajo tanto como al ocio su pleno sentido. El
trabajo pasaría a formar parte de lo que entendemos por un servicio a la
comunidad y el ocio seria su porqué.

Hoy en día entre los jóvenes, damos sentido a la palabra ocio, con la
connotación de escape libre para la diversión más que como lo entendió la
cultura grecolatina que lo emparejaba a un encuentro consigo mismo. Pero
somos conscientes que la clave para vivenciar el ocio reside en nuestra
experiencia del tiempo. El tiempo de ocio, lo podemos asemejar con Dios y al
relato del génesis, pues fue cuando Dios descansó cuando se dio cuenta de la
bondad inconmensurable de su obra.

Por otra parte hemos de considerar a la familia fundamental en el tiempo


de ocio. En este tiempo la familia encuentras su lugar adecuado para la danza,
el deporte o la música. La familia también es un lugar donde expandirse donde
crecer y donde ser creativos. Por ultimo solamente nos cabe destacar que le
tiempo de ocio puede ser un momento adecuado para acercarnos a la fe.

En cuanto al trabajo físico solamente lo podemos entender si cobra


sentido porque es relacional con el trabajo espiritual. El trabajo posee un
carácter humanizador a pesar de ser símbolo de fatiga y cansancio.

El trabajo en armonía entre hombre y mujer correspondería a ser un


trabajo fecundo. Un trabajo que de origen a algo nuevo, pues la mujer está
configurada para ser compañera del hombre y madre de seres humanos.

Vamos a ir concluyendo esta reflexión con la última parte de la lectura


que hace especial mención a los momentos críticos que puede atravesar una
pareja.

No debemos temer a las crisis manifiesta afirma el autor y ciertamente


estamos en total acuerdo con el mismo, pues las crisis significan crecimiento,
resurgimiento de nuevos patrones para abandonar a otros más arcaicos.

Puntualizando un poco más acerca de las crisis y de los momentos


críticos podemos destacar como los más fundamentales tres de ellos:

El primer momento surge al inicio del matrimonio pues es el momento en


el que los nuevos cónyuges deben adaptarse el uno al otro. El segundo
momento crítico viene establecido por la consolidación del hogar, el
establecimiento de la familia para concluir con el tercer momento crítico que
viene en la última parte del ciclo del matrimonio y que se produce entre la etapa
de madurez y la de ancianidad. En esta etapa dejamos de ejercer de hijos para
ejercer de padres o dejamos de ejercer de padres para ejercer de abuelos.
Quisiéramos ultimar el presente análisis mediante una de las frases que más
nos ha llamado la atención: “El hombre desea el amor más que la libertad.
La libertad es un medio, el amor es un fin”.

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