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Maestría en Humanidades

Seminario de Línea II

Didier Alberto López Montoya

La verdad como pathos necesario en el último Guillermo de Baskerville

“…porque la única verdad consiste en aprender a liberarnos de la insana pasión por la verdad”

¿Cuál es el concepto de verdad en el Nombre de la Rosa de Humberto Eco? Es una


pregunta seguramente pretensiosa para un escrito tan corto como este, podríamos
partir del hecho de que es necesario delimitar nuestra pregunta basados en el simple
razonamiento de que la verdad de Adso de Melk y la verdad de su maestro Guillermo
(aunque puedan tener elementos parecidos) ya difieren mucho, ni que decir si
intentamos perseguir el concepto de verdad de Jorge de Burgos, por no decir nada
del mismísimo Bernardo de Gui.

Lo que si podemos estar seguros es que todos los personajes de la novela tienen su
propia verdad, su propia narración de los hechos, de lo que es el mundo o de lo que
sucede en la Abadía. Por supuesto que no todos los personajes tienen el mismo grado
de influencia y poder, el ambiente que consume al monasterio parece estar más
influenciado por el miedo al anticristo y por la ortodoxia religiosa cerrada, es decir, por
la visión casi maniquea de Jorge de Burgos, que por la fe en la razón y sus
instrumentos, la ciencia renaciente de los griegos y la filosofía antigua, es decir por la
personalidad de Guillermo de Baskerville.

Tendremos entonces que cerrar aún más la pregunta y por razones de interés
personal la delimitaremos hacia el lado del maestro de Adso: ¿Qué es la verdad para
Guillermo de Baskerville? Vamos a entender aquí por “verdad”, la “comprensión de
mundo” que tiene cada personaje, o en otras palabras la óptica, el ethos o el lugar
desde donde observa su realidad propia y circundante. Vamos a construir unos
ejemplos básicos, un simple intento de comprensión de la novela, por supuesto no se
pretende aquí agotar la profunda complejidad de este sinfónico relato de Umberto Eco.

Pero antes de hablar del maestro digamos una palabra sobre el narrador de la novela,
Adso de Melk, el mundo parece ser un lugar habitado por la majestuosidad de Dios, su
visión del mundo, juvenil y en cierta manera ingenua, está atravesada por el deseo de
aprender, especialmente de su maestro, el discípulo tiene una mente abierta al mundo,
aún no se ha “casado” con la ortodoxia, son conceptos sobre lo que es “verdad” no
están petrificados, como diría Nietzsche. Sin embargo, esta visión de Adso está
totalmente a medias, no sólo porque faltan muchos elementos por mencionar sino
porque fundamentalmente cabe preguntar ¿a cuál Adso nos estamos refiriendo?, ¿al
que narra? o ¿al que es narrado?, de hecho podemos decir que la personalidad de
este personaje experimenta varios cambios durante la novela, y aunque sus cambios
no son dramáticos, es decir, de alguna manera todos terminando reconociendo a ese
noble ser humano llamado Adso tanto al principio como al final del relato, podemos
decir que finalmente y definitivamente no es totalmente el mismo que inció al que
finaliza. El discípulo de Guillermo parece ser un personaje redondo, aunque siga
manteniendo su esencia.

Del mismo modo se quiere plantear la hipótesis de que Guillermo de Baskerville es un


personaje redondo, es decir, que va sufriendo cambios durante la novela, y el cambio
fundamental, el decisivo ocurre precisamente al final de la novela (el séptimo día en la
noche) cuando medita sobre “la verdad”. Esta cuestión de si Guillermo es un personaje
plano o redondo parece relevante para poder responder a la pregunta por la “verdad”,
sobre todo porque este “maestro de la sospecha”, ese hombre humanista y en cierto
sentido que “se permite el vicio de la vanidad” por la gran capacidad para leer la
realidad, este humanista que confía casi “ciegamente” (sin fanatismo) en su intuición,
sus razonamientos y toda su ciencia parece dar un giro en su discurso, cuando
después de haber descubierto el macabro “plan” de Jorge de Burgo y presenciar como
la biblioteca y la abadía entera sucumben a las llamas, llega a dudar de sus propios
métodos en los que tanto confío y aceptar que, finalmente, su razón, su ciencia, son
incipiente frente a la realidad misma. La parte del discurso de este último Guillermo de
Baskerville, que es quien nos interesa, dice así:

“Nunca he dudado de la verdad de los signos…lo que no comprendí fue la relación


entre los signos…He llegado hasta Jorge persiguiendo el plan de una mente
perversa y razonadora, y no existía plan alguno, o mejor dicho, al propio Jorge se le
fue de las manos su plan inicial y después empezó una cadena de causas
concomitantes, y de causas contradictorias entre sí, que procedieron por su cuenta,
creando relaciones que ya no dependían de ningún plan. ¿Dónde está mi ciencia?
He sido un testarudo, he perseguido un simulacro de orden, cuando debía saber
muy bien que no existe orden en el universo…las únicas verdades que sirven son
instrumentos que luego hay que tirar…la libertad de Dios es nuestra condena, o al
menos la condena de nuestra soberbia” (p.439-440).

El otrora vanidoso Guillermo, orgulloso de su intuición y su ciencia, queda estupefacto


frente al descubrimiento que acababa de realizar, cuando creía que su lógica tenía
todo bajo control se da cuenta que sus esquemas mentales, paradójicamente los
mismos esquemas que lo llevaron a descubrir la cadena de asesinatos, no eran más
que borradores mal hechos de la verdad. Parece que de su orgullo y vanidad quedaba
poco, el plan macabro que creían estar persiguiendo, y que sería la causa de todo mal
en la abadía, no existía, era irreal, la realidad a la que estaba enfrentado era más
grande que él, no la podía controlar entre sus manos, sus instrumentos científicos le
permitieron vislumbrar solo atisbos de la verdad, pero no la Verdad total, así lo
reconoce el gran Guillermo, ese tal vez fue su mayor descubrimiento, es quizás por
eso que se siente desolado y pregunta “¿Dónde está mi ciencia?”, parece que ella
queda reducida a un utensilio, desechable por lo demás, lo que creía que era la verdad
sólo era un instrumento provisional, el supuesto orden que preveía no existía, acepta
de pronto con nostalgia, como si hace tiempo lo supiera, que el universo no tiene
orden, la vida es en última instancia incomprensible, o mas bien, inaccesible en su
esencia, así el maestro termina sucumbiendo ante lo que él cree que es la
omnipotencia de Dios, un Dios libre que hace todo para para “burlarse” de la soberbia
humana, por eso dice: la libertad de Dios es nuestra condena, o al menos la condena
de nuestra soberbia” (439-440).

Sin embargo y a pesar de sentirse derrotado al no hallar la Verdad en mayúscula, la


conversación subsiguiente de Adso y Guillermo nos lleva a un nueva hipótesis: la
verdad es impenetrable, sólo tenemos atisbos de verdad, esquemas o borradores de
ella y sin embargo es imposible que el Hombre quiera y pretenda sobrevivir sin ella,
como quien, dice la verdad, su anhelo o su búsqueda es un sufrimiento, o mejor un
pathos necesario, no la encontramos del todo, pero necesitamos que creer que la
tenemos, por lo menos en parte. Es por eso que Adso pregunta a su maestro “Quieres
decir…que ya no habría saber posible comunicable si faltase el criterio mismo de
verdad, o bien que ya no podríamos comunicar lo que sabéis porque los otros no os lo
permitirían? (440). Así la verdad sería como un sufrimiento al que está condenado el
ser humano, una paradoja, no puede tenerla o poseerla y sin embargo la necesitada
desesperadamente, no puede vivir sin ella.

Ahora bien el ser humano siempre ha pretendido buscar la verdad y en muchas


ocasiones cree poseerla, pero precisamente ese “creer” poseerla puede llevarlo a
cometer las aberraciones más terribles La verdad parece ser aquí una serie de ideas
que aceptamos para comprender nuestro mundo, pero para Guillermo de Baskerville,
esos esquemas mentales sólo deben ser provisionales, llegar a radicalizarlas podría
ser peligroso. Es quizás por eso que el gran maestro dice:

“…El anticristo puede nacer de la misma piedad, del excesivo amor por Dios o
por la verdad…Huye, Adso, de los profetas y de los que están dispuestos a
morir por la verdad, porque suelen provocar también la muerte de muchos
otros...Jorge ha realizado una obra diabólica, porque era la lujuria con que
amaba su verdad…tenía miedo del segundo libro de Aristóteles, porque tal vez
ese enseñase realmente a deformar el rostro de toda verdad…Quizá la tarea del
que ama a los hombres consista en lograr que éstos se rían de la
verdad…porque la única verdad consiste en aprender a liberarnos de la insana
pasión por la verdad” (439).

No es que Guillermo nos diga que la verdad no existe, no es un ateísmo disfrazado, la


verdad es real, pero está más allá de nuestras posibilidades, no podemos acceder a
ella totalmente, es como si estuviésemos forzados a hacer esquemas para poder
comprender el mundo, pero una vez estos esquemas nos sirvan tendremos que
desecharlos, para que ellos mismos no se apoderen de nosotros. La verdad es pathos,
es decir, sufrimiento, no solamente porque como dice el refrán popular “la verdad
duele”, sino por otras tres realidades que descubrimos en el Nombre de la Rosa:
primera, por defender nuestras verdades a ultranza somos capaces de lastimar, dañar
y herir, incluso a nosotros mismos; segunda, por estar “arrojados” a buscar la verdad
en nuestra existencia, eso nos causa angustia y desazón, o sea, sufrimiento; y tercero
porque la conciencia de no saberse poseedor de la verdad duele y más aún la
conciencia de saber que es necesario no parar de buscar, de proponer y de crear
verdades que nos sostengan. Es preciso ir búsqueda de la verdad, pero a sabiendas
que es necesario liberarse de la dolorosa obsesión por encontrarla.
También Jorge Luis Borges en su cuento El idioma analítico de Jhon Wilkins, nos
plantea esta hermosa propuesta de vida, que en el fondo es toda una filosofía para ser
lectores de la vida, pero lectores sin dogmatismos, que aunque no sabemos si es
posible, vale la pena intentarlo:

“…no hay clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural. La razón
es muy simple: no sabemos qué cosa es el universo…cabe ir más lejos; cabe
sospechar que no hay universo en el sentido orgánico, unificador, que tiene esa
ambiciosa palabra. Si lo hay, falta conjeturar su propósito; falta conjeturar las
palabras, las definiciones, las etimologías, las sinonimias, del secreto
diccionario de Dios…La imposibilidad de penetrar el esquema divino del
universo, no puede, sin embargo, disuadirnos de planear esquemas humanos,
aunque nos conste que estos son provisorios…”.

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