You are on page 1of 5

La consultoría filosófica como paideia posmoderna

Los griegos y nosotros


Una pregunta ineludible nos interpela desde una antigüedad, paradójicamente,
contemporánea: ¿puede enseñarse la virtud? Simple y contundente, este
cuestionamiento aparece en el célebre Menón de Platón.
Probablemente tenía razón Whitehead al señalar que la historia de la filosofía
occidental bien podría entenderse como una serie de notas al pie de los Diálogos
de Platón. Lo cierto es que, como buenos animales rumiantes, los filósofos
(académicos y prácticos) siguen acudiendo de manera reiterada a ese
resplandeciente siglo V a.C., que vio sistematizado y problematizado el saber de
Sócrates a manos de su más brillante alumno.
Y el regreso al siglo de Pericles no es casual, como lo explica Oscar Brenifier:
¿Por qué hemos realizado este pequeño recorrido por la filosofía griega? Porque
la dialéctica constituye el núcleo de la práctica filosófica, que se nutre de los
contrarios y las contradicciones, y cuyo objetivo consiste en cambiar nuestra
forma de pensar, eso que la religión denomina tradicionalmente como
<<conversión>>.1
Así como en la Grecia antigua se ponía de manifiesto, a través del arte de la
época, un quiebre en los modos de experimentar la existencia, otrora orientada
cabo por las leyes de los dioses, puede sentirse en nuestros días una inquietud
semejante.
En Antígona, clara expresión del sentir del siglo V, Sófocles muestra el conflicto
entre las leyes del hombre y las divinas. Y es la heroína trágica quien ha de tomar
una decisión vital, siguiendo a nadie más que a su propia capacidad de búsqueda,
que en un sentido amplio refiere a su interioridad 2. Aun cuando decida seguir el
camino de la ley divina, se ha iniciado ya un proceso deliberativo condicionado por
la situación de su época. Y es que parece que nunca como en los momentos de

1
Brenifier, O., Filosofar como Sócrates, Valencia, Diálogo, 2011, p. 30
2
Si bien la palabra mente resultaría demasiado corta por no tener la resonancia de la emotividad y el
cuerpo, la palabra alma tiene un regusto católico que no es el caso invocar aquí.
crisis de modelos de pensamiento y vida se hace evidente lo que denominamos y
experimentamos como nuestra interioridad y su dinamismo.
En nuestra época, probablemente no sean la ley de dios y la del hombre las que
se oponen. Y si bien el método dialéctico retomado por Brenifier apunta en el
sentido de la oposiciones, nuestro conflicto se parece más a una deriva que a una
confrontación.
De ella da cuenta avidez de “ofertas” de búsqueda existencial: coaching de todo
tipo, certificaciones para ser felices, prácticas orientales tropicalizadas y cultos a
medio camino entre la empresa piramidal y la secta religiosa. Buscamos o, mejor,
anhelamos, para decirlo con Ran Lahav, una expansión de la propia experiencia.
La alegoría de la caverna de Platón nos conmueve porque nos recuerda al
anhelo de nuestro corazón de expandir nuestras vidas y vivir de manera más
profunda y plena. Nuestra vida cotidiana suele estar limitada a una “caverna” – a
una rutina superficial y cómoda. Cumplimos con nuestras actividades diarias
como si estuviéramos en piloto automático. Es solo en ciertos momentos
especiales de autorreflexión que tomamos conciencia de lo restringidos que son
nuestros momentos cotidianos, y es entonces que sentimos el anhelo de romper
los muros de esta prisión y de vivir una vida más grande, más rica, más libre. 3

En efecto, nuestra época se caracteriza por la falta de espacios sagrados y de


espacios de ocio genuinos, mismos que en otros momentos de la historia han
constituido el espacio de búsqueda que seguimos anhelando. Dichos espacios
han sido llenados con productos, que hacen de nuestro deseo un motor de
consumo. Mientras tanto, los grandes relatos que dotaban a la existencia de una
orientación, han claudicado a favor de la vorágine 4. Si seguimos a Lyotard, la
posmodernidad trae consigo el fin de los relatos legitimadores, lo cual tiene
consecuencias interesantes para nuestro planteamiento.
Se puede sacar de este estallido una impresión pesimista: nadie habla todas
esas lenguas, carecen de metalenguaje universal, el proyecto del sistema-sujeto
es un fracaso, el de la emancipación no tiene nada que ver con la ciencia, se ha
hundido en el positivismo de tal o tal otro conocimiento particular, los savants se
han convertido en científicos, las tareas de investigación desmultiplicadas se
convierten en tareas divididas en parcelas que nadie domina; y por su parte, la
filosofía especulativa o humanista solo anula sus funciones de legitimación, lo
que explica la crisis que sufre allí donde pretende asumirlas todavía, o reducción
al estudio de lógicas o historias de las ideas allí donde ha desistido por realismo

3
Lahav, R., Saliendo de la caverna de Platón, Loyev Books, EUA, 2016, p. 4
4
Cf. Bergman, M., Todo lo sólido se desvanece en el aire, Siglo XXI, México, 2004, p. 4
Aunque consideramos ser el caso los efectos aquí planteados, no estamos por
una postura pesimista, que se mostraría nostálgica del pasado. De hecho,
consideramos que este “fin” de los metarrelatos produce una multiplicidad que si
bien es altamente estimulante, tiene riesgos, por ejemplo, el de perderse en la
vorágine posmoderna. Pero en esta misma cita se plantea el problema al que
quisiéramos referirnos: la filosofía ha sido neutralizada en su función de búsqueda
vital. Y al mismo tiempo, la vorágine nos compele a trazar una ruta existencial. No
obstante, descreídos de lo planteamientos trascendentales, necesitamos que
dicha ruta sea inmanente.

Paideia como conversión


El helenista Werner Jaeger, plantea la dialéctica socrática, de la cual la consultoría
filosófica es deudora, como un proceso peculiar:
Sócrates rechaza repetidas veces la palabra “enseñar” como expresión de este
proceso, porque parece reflejar la idea de un atiborramiento exterior de
conocimiento en el alma […] En el Protágoras y en el Gorgias Platón esclarece
la nueva paideia en su bosquejo ético al contraponerla a la educación de los
sofistas: en el Menón desarrolla el profundo concepto del saber que dormita en
la entraña de la socrática, al contrastarla con la concepción mecánica que los
sofistas tienen de lo que es aprender. Éste, cuando es verdadero, no consiste en
una asimilación pasiva, sino en una búsqueda esforzada, la cual sólo es posible
mediante la participación espontánea de quien quiere aprender.5

La revolución socrática consiste en abrir un proceso de producción del saber,


entendido éste como autognosis metódica. Es decir, un trabajo sobre sí mismo,
para dar, en el caso de Sócrates y sus dialogantes, con una Idea.
En este sentido, la consultoría puede también ser comprendida como la
producción mediante la autognosis, sin embargo, desde nuestro horizonte
histórico, ya no nos es posible apelar a la verdad a la manera en que lo haría el
realismo epistemológico platónico, para dar con una Idea.
Ocurre aquí una confluencia interesante: en ambos casos, el de los griegos y el
nuestro, las búsquedas son aporéticas. Y ello no es una carencia, sino el carácter
mismo del método, cuya finalidad no se plantea como la adquisición de un bien,
sino que reside en el proceso mismo que se ha llevado a cabo y el efecto de

5
Werner, J., Paideia, FCE, México, 2002, p. 555
conversión a él asociado. Cuando el saber como paideia es una búsqueda que
nos implica, los efectos se generan en nosotros mismos.
La paidea, entonces, no puede ya ser comprendida como la transmisión de un
contenido puntual y unívoco, sino que reside en la ejecución de un proceso
transformador.
Es necesario enfatizar, no obstante, que el proceso dialéctico no está encerrado
en sí mismo, sino que implica una relación con los otros: … el método dialéctico
se determina aquí como un recibo de cuentas, cosa esencial, pues esto excluye la
posibilidad de interpretar aquel acto de concepción interior como algo que se halle
sustraído en principio a toda fiscalización por parte de los otros.6 Ello permite
comprender la intersubjetividad que la consultoría filosófica implica y la necesidad
de cierta mordacidad para que el proceso de conversión de lleve a cabo
efectivamente.
La paidea de la que hablamos, entonces, no ha de entenderse como la adquisición
de contenidos, ni como la transmisión de un recetario para el buen vivir, sino como
la puesta en acto de un saber milenario, que en su forma posmoderna significa la
construcción de una ruta de navegación a través de las multiplicidades abiertas
por la deslegitimación de los metarrelatos.
¿Virtud posmoderna?
En nuestro horizonte histórico, descreído de los mundos trascendentes, parece no
tener sentido hablar de virtud como concepto absoluto, cerrado en sí mismo y
existente en un topos uranos, a la manera de Platón.
Sin embargo, no resulta descabellado pensar la virtud como una cierta capacidad
de navegar por la vorágine posmoderna y de dar respuesta a ese anhelo
anunciado por Lahav de expandir la experiencia humana, de vivir con profundidad
y riqueza.
Es aquí donde adquiere pleno sentido la práctica de la consultoría filosófica, como
un hacer intersubjetivo, aporético, siempre producción en acto, que se plantea
como una alternativa ante las reapropiaciones alienantes del anhelo arriba

6
Idem.
mencionado. En este sentido, adquiere relevancia considerar los dos polos de la
consultoría filosófica, el crítico y el creativo.
Vale la pena considerar la precisión que hace David Sumiacher en el sentido de
que creativo y crítico son dimensiones: el término dimensión permite considerar
las propiedades de estas tendencias en todos los ámbitos del vivir, incluyendo los
pensamientos, el discurso y las acciones […]7
Aunque Sumiacher reconoce una relación entre la dimensión crítica en sentido
marxista y como capacidad o destreza, considera que deben distinguirse. No
obstante, es relevante observar que, contextualizada, la destreza crítica conlleva
la posibilidad de traer a la conciencia las instancias alienantes, y a partir de ello,
experimentarlas de modo distinto e incluso transformarlas. Lo que queremos decir
es que la consultoría filosófica no es políticamente neutralizante: en tanto que
existe una conversión individual que pasa ya siempre por lo intersubjetivo, ésta
toca la dimensión de los modos de existencia, es decir, el ámbito político de lo
humano.
El autor señala también que lo creativo está profundamente vinculado a lo nuevo.
La novedad es una disrupción respecto de las configuraciones actuales. Lo nuevo
es algo diferente a lo presente.8 Esta dimensión es imprescindible, puesto que nos
conecta de nueva cuenta con la vitalidad de la filosofía, como posibilidad de
continuar produciendo alternativas de existencia.

Así pues, a manera de cierre siempre aporético, quisiéramos señalar que si la


consultoría filosófica nos parece una paidea posmoderna es porque hace posible
una producción de cariz inmanente, en la que el saber será un saber-hacer, que
posibilita la producción una hoja ruta que oriente la existencia, desplazándose
entre la dimensión crítica y la creativa. Probablemente aquí podamos encontrar la
virtud, como posibilidad de navegar de manera consciente y valiosa por el mundo.

7
Sumiacher, D., Prácticas filosóficas críticas y creativas, en Journal of Humanities Therapy (Vol. 7,
No 1, 2016), Kangwon National University, South Korea, p. 4

8
Ibid., p. 17

You might also like