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15.

La utopía y la acción

Cierto que cuando aprendí que la vida iba en serio


Quise marcarla de prisa jugando con fuego.
Y me abrasé defendiendo mi propio criterio
Porque vivir era más que unas reglas en juego

(Luis Eduardo Aute, Me va la vida en ello)

Si hubo un espacio de militancia en General Pico donde los vientos ideológicos de


liberación y reconstrucción nacional trataron de concretarse a pesar de todos los embates
reaccionarios, fue el de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN). Esta casa de estudios
estuvo confinada a ser ámbito de cambio en una población alineada en su mayoría con el
peronismo ortodoxo y quedó librada a su propia acción entre el sindicalismo burocrático y
la derecha que se debatían en cada rincón partidario e institucional. Fue una de las
experiencias educativas y de intercambio sociocultural con el entorno comunitario más
ricas de las que se tenga memoria.
Si podemos compararla con otras sede de la Tecnológica como las de Bahía Blanca,
Tucumán o hasta la cercana delegación de Trenque Lauquen, en el interior de la Facultad
no se vivieron grandes transformaciones. Pero fue el epicentro de una apertura ideológica
que se nutrió de diversos elementos para concretar la soñada revolución nacional y popular
a través de la acción bajo la consigna de la Universidad abierta al pueblo. En la práctica
confluyeron desde jóvenes peronistas simpatizantes de la Tendencia –vinculados al GBI-,
los menos de las izquierdas marxistas revolucionarias, y una conducción de profesores y no
docentes con una gran amplitud pedagógica y política. Como todo espacio progresista
dentro de las Universidades del país, el sueño de la UTN de Pico cayó a comienzos de
1975, bajo la intervención de la derecha peronista que desarticuló su proyecto educativo.

Obrera y nacional

La UTN, creada en 1951 como Universidad Obrera durante el gobierno del presidente Juan
Perón, tuvo como propósito organizar una casa de estudios terciarios, donde los hijos de los
trabajadores de la clase media baja, pudieran estudiar y perfeccionarse. En 1959, tras la
caída del peronismo por la llamada Revolución Libertadora, se transformó en la
Tecnológica cuando empezaron a derrumbarse los símbolos del régimen derrocado.
El anexo piquense de la Tecnológica fue puesto en marcha el 14 de junio de 1969, por
iniciativa de algunos integrantes de las clases acomodadas de la ciudad con el objetivo de
jerarquizar la ciudad norteña. El establecimiento dependía directamente de la sede de la
Facultad Regional de Bahía Blanca1. La UTN estaba especializada en el ciclo básico de las
carreras de ingeniería electromecánica y mecánica -la de construcciones se incorporó
después- y se cursaba de noche. En el ’73, la delegación se convirtió en Facultad Regional
durante la gestión de Jorge Taiana en el Ministerio de Educación.
Ese año con la apertura del cuarto año se ofreció la posibilidad de completar estudios de
ingeniero sin salir de la ciudad.

Al servicio de la liberación

La llegada del peronista Héctor Cámpora a la presidencia y el triunfo de los sectores de la


izquierda del movimiento en mayo del ’73, habían presagiado nuevos vientos para las
Universidades. Las puertas de las principales casas de altos estudios se abrieron al proyecto
de reconstrucción y liberación nacional impulsado por los funcionarios del área educativa
ligados a la Tendencia. Así fueron designados docentes vinculados a ese ala como Rodolfo
Puiggrós, delegado interventor de la UBA. En la UTN fue nombrado como rector nacional
Iván Chambouleyron, que fue acompañado en la secretaría académica por Carlos Abeledo,
de la cúpula de Montoneros.
En Pico, como delegado organizador de la UTN quedó durante ese año el ingeniero
Desiderio Coppo. El funcionario, que estaba desde la gestión anterior, era también
encargado del anexo de Trenque Lauquen. A mediados de junio del ‘73 los estudiantes de la
sede bonaerense tomaron las instalaciones e impidieron las clases para que Coppo -hombre
no vinculado a la Tendencia- fuera removido o renunciara. Los universitarios de Pico
comenzaron una movilización y se reunieron con el gobernador Regazzoli y
Chambouleyron para apoyar la continuidad de su rector2.
Para entonces, el fenómeno de la militancia setentista había estallado en las Facultades y
llegó a Pico. El proyecto que germinó en la ciudad pampeana estuvo precedido por algunas
luchas de los alumnos de esa sede; como fueron la movilización para mantener abierto el
comedor estudiantil y el apoyo a la nacionalización de la UNLPam.
Recién el 3 de enero del ‘74 se normalizó la conducción de la UTN piquense con el arribo
del nuevo interventor: Carlos Gregorio Agaya, un barbado docente, porteño de 38 años, hijo
de armenios, recibido en Ciencias Exactas y que daba clases en la Universidad de La Plata3.
Bajo su dirección se intensificó el proceso de renovación dentro de esa casa de estudios.
Con él llegaba la decisión del rectorado de elevar esa dependencia a Facultad y se creó el
sexto año de las carreras de Ingeniería Mecánica y Electromecánica.
La nueva gestión adhirió al proyecto de reconstrucción y liberación nacional, y esto se
observó en las nuevas relaciones dentro de las aulas y del contacto con el pueblo. El
modelo académico tenía como premisa la educación y la formación de una conciencia
nacional y de clase, con simpatías en los movimientos de liberación de América Latina y un
fuerte cuestionamiento al imperialismo de Estados Unidos.
Una política que tendía a revertir la exclusión “de las clases populares” en la Universidad
para hacerla “un resorte contra el sistema imperialista de dependencia y subdesarrollo”.
“Nos unía el pensar del modo que luego se calificaría de progresista, a favor de la justicia
social, por lo nacional, contra los imperialismos, en oposición a la teoría de la
Distribución Internacional del Trabajo, a favor de una Universidad al servicio del pueblo.
Y nos oponíamos naturalmente a la idea de una universidad orientada a favorecer al
liberalismo económico”, precisará Hugo Ferrari4, del equipo de conducción.
La nueva política académica estaba orientada a crear una conciencia nacional, eliminar la
diferencia entre trabajo intelectual y manual, y a la vez se alejaba de los anteriores
programas “regresivos” de la Tecnológica, una universidad vinculada a la Marina. Tenía
una proyección nacionalista y popular en su currícula, para lograr el cambio revolucionario
de las estructuras socioeconómicas. Uno de los mitos que guiaban ese proyecto político, y
que fue rescatado por ex alumnos y militantes universitarios de la época que fueron
entrevistados, fue la imagen de esa primigenia Universidad Obrera de Perón y su espíritu
fundacional.
Bajo esas consignas, amplias y difusas, diferentes concepciones de las corrientes de
liberación, desde la izquierda peronista a los independientes, convergieron para hacer de la
UTN un espacio abierto y de participación pluralista.
El proyecto fue más allá y se incorporaron nuevos métodos pedagógicos y didácticos.
Covella, ex estudiante de esa Facultad, comentó: “Agaya puso su grupo que traía formas
innovadoras de enseñanza. La Universidad tenía razón de ser si se insertaba en el pueblo y
servía a la gente como centro de investigación y desarrollo de la ciencia. No una academia
para formar profesores para profesiones liberales. Se armaron grupos de trabajos y el
profesor y sus ayudantes de cátedra eran los que sabían un poco más. Las horas dentro del
aula se aprovechaban para aprender y no sólo para tomar apuntes. Y la práctica tenía que
estar al servicio de la gente”. Las innovaciones académicas iban desde los apuntes
obligatorios, los grupos de trabajo que preparaban las materias, los exámenes colectivos y
las aulas con los alumnos sentados en círculo4; al ingreso no limitado, la actualización de
planes y programas de estudio, la vinculación con empresas estatales y provinciales para
proyectos de ingeniería y creación de laboratorios y trabajos para la comunidad efectuados
por docentes y estudiantes. “En su programa nacionalista -continuó Covella- querían que
los conocimientos y la formación profesional y académica sirviera de apoyo a la industria
y la producción regional. No querían una corporación academicista”.

La conducción de Agaya

Esta apertura académica y la nueva posibilidad de concretar estudios superiores en Pico


llevó a elevar la matrícula de la Facultad de 86 alumnos, que tenía en 1972, a 360 en 1974.
En ese sentido, la política de extensión universitaria impulsó un ingreso masivo de
estudiantes provenientes no sólo de la localidad norteña y sus alrededores sino también de
Santa Rosa, oeste de la provincia de Buenos Aires, sur de Córdoba y hasta de la Patagonia.
La discusión ideológica de fondo de los estudiantes llevó a la militancia activa de la
mayoría de ellos. En las aulas se expresaba en forma concreta el proyecto universitario con
la ayuda de los cursos avanzados con clases de apoyo a los ingresantes y con una facultad
abierta durante todo el día para aquellos alumnos que trabajaban; a la vez que era una forma
también de contener y respaldar los ímpetus políticos de la juventud. Esa experiencia se
trasladaba a la relación entre docente y alumno con un mayor contacto personal, un
rectorado receptivo a cualquier inquietud estudiantil y el trabajo en equipo ajeno a toda
formalidad5. “Era un ambiente de camaradería donde profesores y ayudantes eran un
grupo de aventajados que ayudaban a los estudiantes”, dirá un ex alumno. Ferrari indicó:
“Había un Centro de Estudiantes activo en serio, buzón de sugerencias que se abría y
discutía, un Consejo Universitario que se reunía en serio. Era un cóctel explosivo. Había
una gran democracia estudiantil”.
El grupo de colaboradores del decano Agaya se componía con Agustín Lamas, un
arquitecto de 35 años que fue designado secretario académico; Jorge Ventura como
secretario de Bienestar Estudiantil; y Gerardo Pousadela, un profesor de Química
compañero de militancia de Agaya y Lamas, era jefe del Departamento de Matemática.
Luego se incorporó Enrique Martín, un contador público de 28, que tenía la función de
secretario administrativo. A ellos se les sumó parte del equipo de trabajo de la gestión
anterior: el locutor Hugo Ferrari, como encargado del área de Difusión y Extensión
Universitaria, y otros docentes y no docentes6.
El núcleo de los alumnos politizados era mayoritariamente peronista. Parte de ellos seguía
los lineamientos de la izquierda del movimiento; pero también había muchos
independientes y un grupo de trabajadores vinculados a algunos gremios.
Si bien no hubo una línea monolítica, sino que fue mixturada, muchos de los alumnos
simpatizaban con la Tendencia y algunos estuvieron vinculados con el denominado GBI,
del que algunos integrantes canalizaron sus aspiraciones políticas a través de la UTN. Eran
contados algunos radicales y militantes de la izquierda como el PST; mientras otros jóvenes
se encontraban en varios frentes al mismo tiempo ya que trabajaban durante el día y de
noche eran estudiantes de Ingeniería7.
Internamente entre el alumnado también hubo diferencias. Llegado Agaya y su equipo
muchos adhirieron al proyecto político de las nuevas autoridades, sobre todo los estudiantes
recién ingresados. Un pequeño grupo de estos estaba en contacto permanente y estrecho
con las autoridades y trasladaba la militancia a sus casas con reuniones permanentes y
discusiones con los directivos. Sin embargo, otro núcleo de los años superiores, que habían
pertenecido a la gestión de Coppo y eran señalados como “la contra”, resistieron el cambio
y hasta se pusieron de parte de la intervención cuando llegó desde Bahía Blanca.
Si bien la UTN fue un lugar politizado y de militancia estudiantil, esa postura no llegó a ser
tan radicalizada como en otros lugares. Raquel Barabaschi, ex estudiante, recordó: “El
discurso de Agaya no era de corte político partidario, en todas las charlas, asambleas y
los eventos compartidos que tuvimos, nunca hizo uso de un vocabulario combativo o que se
pudiera asociar a alguna tendencia. En privado, siempre nos decía que no correspondía
usar términos que dieran lugar a confusiones y quería que los chicos y la sociedad
sintieran que la Facultad era un lugar formador de profesionales y personas
comprometidos, solidarios, con espacio para todos, pero por sobre todo, sin banderías
políticas, que hubiera pluralismo y respeto”8.
Ferrari, por su parte, precisó “Durante esta etapa la acción era contagiosa y la casa
elaboró en lo pequeño un proyecto político que en lo local era reflejo del tipo de sociedad
a la que se aspiraba por entonces. Era la proyección de la doctrina preponderante de la
liberación nacional. Fue una gran experiencia para Pico, de muy buena salud en
principio, con algunas convulsiones más adelante y con un desenlace acorde al del país”.
¿Cómo se concretó ese trabajo dirigido al pueblo? Por ese entonces, General Pico estaba en
el límite entre pueblo y ciudad, de modo que necesitaba obras para expandir sus horizontes.
El proyecto de la Universidad se volcó en acciones concretas en las calles piquenses. Se
firmó un importante convenio con la Municipalidad en octubre del ’74, para levantar la
obra de construcción de un Centro Cívico y Cultural. Pero sólo se hicieron los trabajos de
relevamiento y el proyecto al quedar trunca la experiencia del equipo de conducción
semanas más tarde. Un grupo también brindó asesoramiento y control de la documentación
de algunas licitaciones comunales, como la de la ampliación de la red pavimentada, y
realizaron el estudio planimétrico para el asfaltado de 220 cuadras; las refacciones y obras
en el club Cultural Argentino; y la entrega de elementos para el jardín maternal que salieron
de los talleres de la facultad. Además, se ofreció a las industrias locales, la posibilidad de
aprovechar los laboratorios.
Uno de los trabajos que sus ex alumnos recordaron fue la altimetría de la ciudad, a cargo de
profesores y alumnos de la casa, prácticamente sin costo para la comuna, evitando así que
le fuera adjudicado a alguna consultora ajena al medio con altas erogaciones. Los vecinos
de Pico pudieron ver así a grupos de estudiantes cargando los equipos para trabajar en las
calles. Las tareas de extensión de los estudiantes, también se vieron en la ampliación y
refacción del edificio de la calle 3 en el que trabajaron mancomunadamente alumnos y
profesores.
Así como la JP piquense alteró el ritmo político de la ciudad con su militancia, que llegaba
en algunos casos a la agitación; el novedoso proyecto implementado por la Tecnológica
también comenzó a ser ámbito de cuestionamientos. Para algunos vecinos, la UTN era “una
fábrica de formar guerrilleros en potencia”. “Para muchos eran prácticas marxistas y la
barba ya los hacía sospechosos”, rememoró el ex alumno Francisco Tineo.
Poco a poco, jóvenes universitarios desenfadados y de pelo largo eran vistos trabajando en
las calles o hablando de política y de una sociedad en lucha contra la dependencia; y
comenzaron a despertar sospechas en algunos sectores reaccionarios de la sociedad.
Pruritos ideológicos y los enfrentamientos entre los sectores de la derecha peronista
piquense, alentaron los recelos y hasta la alarma sobre lo que ocurría puertas adentro en la
UTN. De ahí a fabular con armas en las aulas y la difusión de consignas pro-guerrilleras en
las clases, sólo había un paso.

El aire comienza a enrarecerse

Bajo la presidencia de Juan Perón, a partir de octubre de 1973 comenzó la escalada de la


ortodoxia sobre los espacios ocupados por la izquierda del movimiento, y las Universidades
no quedaron al margen.
En abril de 1974 el rector Chambouleyron fue desplazado de la UTN y se nombró a
Rolando Weidenbach. La purga de docentes, no docentes y estudiantes fue inmediata.
Entonces la sede nacional de la Tecnológica fue tomada por los tres claustros que
resistieron la nueva designación por no presentar “el mínimo de garantías para la
continuidad de la política universitaria instaurada a partir del 25 de mayo último”. Sin
embargo, el ministro Taiana respaldó a Weidenbach durante una reunión con una
delegación de docentes y no docentes de esa casa de estudios que estaba acompañada por el
dirigente de la FULNBA, Miguel Talento, y el diputado nacional de la JP Leonardo
Bettanin.
Fue entonces que la sede piquense de la UTN se revolvió por primera vez. El 11 de abril
una declaración de los no docentes reclamó la continuidad de la política de reconstrucción
nacional hacia la liberación propuesta por Chambouleyron y denunciaron a Weidenbach
como “un reconocido colaborador del régimen militar”.
En Capital Federal continuó la movilización, y el 19 de abril se realizó una marcha
encabezada por Bettanin y Talento hasta la casa de Taiana, donde se le entregó un petitorio.
Mientras tanto, Weindebach desarticulaba los gobiernos de las principales sedes de la
Tecnológica y nombraba al frente a adeptos a su mando.
La movilización también se sentía en Pico. El 25 de abril se hizo una reunión de todos los
claustros donde se nombró una comisión coordinadora de defensa de la Universidad. Allí
aclamaron la continuidad de Agaya y el proyecto político instalado el 25 de mayo del ’73,
expresado en la democratización de las aulas y la participación activa de docentes, no
docentes y estudiantes. Poco después, una delegación se trasladó hasta Santa Rosa para
difundir su lucha y solicitar el apoyo a los tres centros de estudiantes de la UNLPam.
El 28 sucedió el momento más álgido de la resistencia al cambio de orientación en la
Tecnológica. Centenares de estudiantes ocuparon la sede central de la UTN porteña; la
policía asaltó por la noche las instalaciones y detuvo a unos 150 manifestantes.
Finalmente, el 6 de mayo Taiana dio marcha atrás y nombró como rector interventor a
Alberto Donato Montes. Los miembros de la conducción piquense consideraron que ese
nombramiento era apenas una tregua en la lucha. Tras la muerte de Perón en julio de 1974,
el avance de la derecha en el gobierno se profundizó y comenzó la depuración de todo
espacio institucional y el terror en las aulas. A mediados de agosto asumió como ministro
de Educación Ivanissevich y Taiana tuvo que exiliarse en México. El nuevo modelo de
Universidad que iba a imponer la derecha peronista por la fuerza borraría los tiempos
dorados de la revolucionaria UTN.
Para el equipo de conducción en Pico, la muerte de Perón fue un punto de inflexión que
marcó un antes y un después en esta historia. Ese día la Facultad se cerró en adhesión al
duelo y quedaron en las oficinas junto a Agaya unos pocos docentes y alumnos. Al decano,
mientras corría de mano en mano el mate, se lo notó muy triste y preocupado a pesar de su
optimismo permanente. El funcionario miró a la rueda y dijo:
-Ahora, después de esto, se vienen tiempos difíciles para todos. No se si va a resultar todo
esto que construimos.
Con la derechización del gobierno isabelista, los pasillos de la Tecnológica a nivel nacional
fueron escenario de la cruzada iniciada por el terrorismo de la Triple A para limpiar las
aulas de la “infiltración marxista”. El 3 de octubre, ocho hombres fuertemente armados
ingresaron a la fuerza en la sede en Capital Federal e incendiaron las instalaciones,
destruyendo toda la documentación del decanato y la secretaría académica, parte de la
biblioteca y el departamento de Ingeniería. Días antes había sido asesinado el director de
ese departamento, Luis Mendiburu, yerno del docente marxista Silvio Frondizi, también
víctima de los grupos paramilitares. Antes de retirarse, el comando pintó leyendas de la
Triple A y prendió fuego los carteles y estandartes de todas las agrupaciones estudiantiles.
Finalmente, el 22 de octubre del ‘74 fue intervenida la Tecnológica, a cuyo rectorado
ingresó una comisión policial y desalojó a alumnos y docentes que se habían congregado en
sus dependencias para resistir la medida. El nuevo rector fue el mayor retirado Tomás
Julián Persichini. Una de sus primeras resoluciones fue levantar el ingreso irrestricto,
clausuró las clases antes de finalizado el ciclo lectivo y ordenó detener a un decano y al
presidente del Centro de Estudiantes. Como símbolo del cambio de los tiempos, cinco días
después se informó que esa casa de estudios sería entregada a la CGT, una vez finalizada la
intervención.
Con Persichini como garante de la “misión Ivanissevich”, una a una se fueron sometiendo
las diferentes facultades distribuidas en el país, que hasta ese momento estaban lejos
ideológicamente de la derecha peronista. Ese contexto nacional fue la oportunidad esperada
por el sindicalismo ortodoxo piquense para avanzar sobre la sede local de la Tecnológica,
un espacio de poder que olía a “infiltración”. Y también como otro talón de Aquiles para el
gobierno de Regazzoli, jaqueado por los constantes reclamos de los cegetistas.
Al entender de los analistas políticos de la época, con la toma de la UTN se intentaba por
una lado dar el puntapié inicial para que el gobernador pampeano se enfrentara con el
gobierno de Isabel, si llegaba a defender a las autoridades académicas; y por otro, si se
lograba la expulsión de las autoridades levantiscas, la maniobra debilitaría a un importante
núcleo de la Tendencia. El CdeO, aliado del gobierno provincial en el norte pampeano y
enfrentado a muerte con el sindicalismo piquense, se acercó a la sede para apoyar la
conducción, a pesar de sus prejuicios ideológicos hacia todo lo que oliera a izquierda. La
guerra casi personal entre la ortodoxia piquense dividida entre sindicalistas y el Comando
de Organización llegaría, sin quererlo sus integrantes, a las aulas de la Tecnológica.
Pero no tomaría mucho tiempo que ese centro quedara en manos de la ortodoxia sindical.

Se completa el cerco

Los veranos piquenses transcurrían en una pasividad pueblerina acompañada por el sol que
recalentaba las calles de tierra y empujaba a las piletas y tanques, oasis dispersos y
acogedores al insoportable calor estival. Sin embargo, en esa aparente “calma chicha” que
se manifestaba aún más en las burocracias locales tras las fiestas de fin de año y las
vacaciones de sus empleados, se desataría un vendaval político que iba a azotar dos
espacios políticos importantes de la ciudad: la UTN y la municipalidad9.
Sobre ambos avanzó la ortodoxia sindical para socavar el poder de la juventud peronista de
izquierda, por un lado; y los seguidores del diputado Rolando, por otro. La primera pinza se
cerró sobre la Tecnológica y la facultad quedó así como botín de ambos sectores. Se
reeditaba la disputa entre Aragonés y Rolando en otro frente donde la conducción
universitaria y sus seguidores serían las únicas víctimas.
Por entonces, el rector Persichini intervino la Facultad de Bahía Blanca con ayuda del
sindicalismo de esa ciudad. Allí fue como decano Carlos Abel López y desde ese centro
llegaría la intervención a la sede pampeana10.
En las últimas semanas del ‘74, el diputado Aragonés y un grupo de sindicalistas se
reunieron con autoridades del Ministerio de Educación de la Nación11. Durante el
encuentro, hubo un pedido concreto que ya se venía tramando desde un tiempo atrás: la
intervención de la UTN, donde se encontraban enquistados los “zurdos” y “montos”,
promotores de los “desvíos ideológicos” en los estudiantes locales. La “misión
Ivanissevich” llegaría así a La Pampa.
Aragonés, entonces líder sindical, explicó años después: “entendíamos que la UTN pasaba
por una situación muy particular donde realmente no condecía con lo que creíamos tenía
que ser una Universidad. Se comentaba, y había muchos comentarios, que la manejaba un
sector de la izquierda y todo lo que rondaba la calle nos hacía pensar eso. Además el
grupo de Rolando se había introducido ahí y era un factor de poder importante.
Complicidad tuvimos porque nosotros no queríamos que una estructura poderosa como era
la UTN fuera manejada por extraños. Todo esto llevó a que pusiéramos nuestra
preocupación en los oídos de los que realmente tenían el mando y eso fue lo que llevó a la
intervención de la UTN”12.
Las presiones sobre la conducción de la facultad de Pico fueron en un principio muy sutiles,
pero obvias. Cuando asumió Persichini, se dejaron de pagar los sueldos a las autoridades,
personal no docente y profesores y no se enviaron los fondos para los insumos. Algunos
contactos del decano Agaya advirtieron del cambio orquestado a nivel nacional y le
sugirieron una salida arreglada antes de una intervención segura. La demora en la
resolución sobre la continuidad de Agaya y su equipo hasta el receso estival dio la pauta de
que se iba a aprovechar ese momento para desalojar a la conducción. A fines del ’74,
enterados de los rumores y las maniobras que ocurrían en otras sedes, los estudiantes
universitarios trataron de resistir la segura intervención de las autoridades bahienses y el
cambio de rumbo ideológico y ocuparon la facultad durante un lapso que llegaría al mes y
medio13. Comenzaron a colgarse los carteles que rezaban “La Facultad es nuestra” o
“Defendamos nuestra Facultad”, sin siglas visibles, y a repartir panfletos en las calles.
En los primeros días de enero de 1975, tres Torinos partieron de Bahía Blanca con varios
matones a bordo; el destino: General Pico.

Lucha y resistencia

Embarcados en resistir a la intervención, un centenar de personas, entre estudiantes,


profesores y personal jerárquico y no docente de la Facultad, decidieron no acatar el asueto
académico y administrativo y mantener abierta la sede.
El 27 de diciembre del ‘74, Persichini ordenó la intervención. Y el 13 de enero del ‘75, el
decano López envió al secretario administrativo de la casa bahiense, Eddie Jáñez14, con
cinco colaboradores15 para hacerse cargo de la sede. Jáñez partió rumbo a La Pampa en tres
automóviles con un grupo armado de la “pesada” sindical que llevaba armas largas16.
El 15 a la mañana, los directivos de la UTN recibieron un llamado en el que les adelantaron
sobre el arribo de los hombres de Bahía Blanca, que habían pasado por Santa Rosa, y les
advirtieron que iban a tomar el edificio para “plantar” explosivos y armas en los armarios.
Esa tarde, los Torino pararon frente a la Tecnológica. Barabaschi, una de las alumnas que
participó activamente de la toma, recordará haberlos visto mientras se acercaban llevando
con ellos varias Itakas y corrió a cerrar con llave las puertas. A pesar de los golpes sobre la
abertura y las veces que trataron de entrar por la fuerza, la Facultad permaneció cerrada.
Había comenzado la resistencia.
Los estudiantes bloquearon las puertas y soldaron barretas para impedir el paso. También
integraron un comité de lucha para mantener la sede en funcionamiento y con gente
permanente en las instalaciones. Para entonces, los diputados Gil y Accátoli se habían
volcado abiertamente por la causa de la UTN y hasta compartieron la ocupación de la sede
garantizando con sus fueros que no se llegara a un copamiento17. La coincidencia del
mismo enemigo había puesto en el mismo bando a ambos sectores por encima de las
diferencias ideológicas. El CdeO puso la imprenta de la JP ferroviaria a disposición de los
ocupantes y allí se realizaron varios volantes. Sin embargo, para Agaya y su círculo más
cercano, cuyo “cuartel” estaba en la casa del decano ubicada sobre la calle 11 entre 28 y 30,
se planteaba, a cada momento, la necesidad de diferenciarse políticamente del CdeO y dejar
en claro que sólo eran aliados circunstanciales para sortear ese episodio.
Los ocupantes emitieron también un documento en el que afirmaron que no habían recibido
ni visto la resolución que indicara la caducidad de las autoridades de la Facultad y que
avalara al grupo interventor. Jáñez, hizo labrar un acta ante un escribano y denunció el caso
en el Juzgado Federal18. Luego, en la sede de la regional de la CGT convocó al periodismo
y les informó a los cronistas lo que estaba pasando19.
Mientras el intendente Guillermo Torres trataba de mediar con Agaya, los dirigentes
cegetistas y de las 62 censuraron esas gestiones y apoyaron al enviado bahiense
denunciando la ocupación ilegal de los alumnos. El mismo juez federal subrogante, Carlos
Walter Lema, viajó hasta Pico para entrevistarse con Jáñez y Agaya. Un ex estudiante
recordó que cuando el juez estuvo frente a Agaya, trató de medir hasta donde iba a llegar la
resistencia:
-¡Tampoco vamos a hacer un tiroteo!, fue la respuesta de uno de los ocupantes.
Mientras el juez intentaba controlar la situación, la Facultad seguía tomada. Los alumnos y
algunos profesores organizaron el régimen de ocupación con grupos en turnos rotativos
para mantener habitado el edificio, de modo que comían y pernoctaban en el lugar. Entre 30
y 40 personas convivían permanentemente a la espera de una resolución y las novedades se
transmitían en acaloradas asambleas.
En esas reuniones, varios de los participantes propusieron en una oportunidad que había
que “apretar” a quienes no querían acompañar la medida y se mencionó a un profesor que
apoyaba abiertamente la intervención. En ese encuentro estaban presentes Accátoli y Gil.
Uno de los docentes en la sala, que no participaba de la toma pero la respaldaba, dijo con
modos grandilocuentes:
-Acá por las buenas no se va a lograr nada, a estos tipos hay que apretarlos.
Uno de los diputados del CdeO lo miró, sacó el revólver que llevaba en la cintura, la colocó
encima de la mesa y le reclamó:
-Tomá, andá a apretarlo vos, si sos tan macho. El silencio recorrió el aula; ante la cara de
susto del docente, el legislador guardó el arma. Agaya, con el tono pausado y tranquilo que
lo caracterizaba medió:
-Muchachos, tranquilícense. La violencia no conduce a ninguna parte y hay que defenderse
con la verdad.
Mientras tanto, en el edificio se continuaba con el dictado de clases, aunque sin exámenes.
El resto de los alumnos, oriundos de otras localidades, estaban de vacaciones o habían
optado por irse a sus lugares de orígenes a la espera del desenlace del conflicto20.
La toma no fue apoyada por todos. Algunos se mostraron proclives a aceptar a las
autoridades interventoras porque llegaban “con la ley bajo el brazo”. En la oposición a
Agaya y sus seguidores había profesores que eran de Bahía Blanca y claramente se
volcaron por Jáñez. En tanto, los alumnos disidentes a la dirección de Agaya no
conformaron un grupo de respaldo a los interventores, si bien hubo muchos indiferentes que
se marcharon a sus casas y otros, ganados por el prejuicio y sin mayores fundamentos, se
posicionaron contra el decano.
El sector que participó de la toma realizaba además propaganda diaria con volantes y
afiches explicando y extendiendo la lucha al resto de la población. Los militantes, en su
mayoría estudiantes, entendían que el grupo debía mantenerse en actividad para sostener la
movilización, pues la acción aglutinaba y daba fuerza.
Por ese conflicto se interesaron el presidente de la FULNBA, Talento, y el dirigente
nacional de la JUP, Pablo Ventura. Hubo además visitas de unos dirigentes del ala política
de las organizaciones armadas que trataron de agitar y radicalizar la protesta. “Cuando se
difundió la toma de la UTN de los grandes centros llegaron varios cuadros de Montoneros
y otras organizaciones para solidarizarse con nuestra lucha. En ese momento quisieron
‘manijear’ la movilización tratando de llevarla a una mayor radicalización. Se abrió un
debate ideológico en el que quisieron que se profundizara la medida y se tomaran las
armas porque estaban dadas las condiciones para resistir. Para nosotros no tenía sentido
ya que era un movimiento pacífico. No queríamos destruir todo lo que habíamos hecho”,
indicó un ex estudiante21.
Además, el comité local del PC denunció la escalada derechista -de la que era parte Jáñez y
su grupo- que amenazaba con el golpe de Estado o el copamiento total del gobierno a través
de un “manotazo fascista”. El comunicado precisaba que el avance sobre la UTN “sería
un tiro por elevación al Poder Ejecutivo Provincial al cual se le está haciendo trabajo de
zapa desde hace un tiempo”. Los dirigentes del comunismo, junto a otros políticos,
iniciaron una campaña de recolección de dinero y alimentos para los alumnos que resistían
en la Tecnológica.

También el municipio

El enfrentamiento entre derechas piquenses recrudeció y el sindicalismo movió la segunda


pinza. En la ciudad se peleaba otra batalla de la misma guerra en paralelo a los sucesos de
la UTN: el sindicato de obreros y empleados municipales, alineado con la CGT local,
comenzó a jaquear al intendente Torres, hombre fiel a Rolando.
Todo comenzó ante la negativa del jefe comunal de aprobar el anteproyecto de estatuto y
escalafón para los trabajadores del municipio, que querían se promulgara tal cual lo habían
presentado. El 15 de enero, mientras era tomada la UTN, los empleados iniciaron un paro
de 24 horas dispuesto por el SOEM en repudio a la oposición de Torres al anteproyecto. La
medida de fuerza tuvo una adhesión casi total, y algunas oficinas comunales fueron
atendidas por personal jerárquico.
El municipio respondió con una solicitada en la que advertía a los huelguistas que había
una ley del gobierno nacional que prohibía terminantemente realizar huelgas o paros, ya
que se los iba a considera como ilegales. Las 62 y la CGT piquenses respondieron con otra
publicación que calificaba de justa a la medida de fuerza, “ante la tozudez del señor
intendente al que atribuyen negar la doctrina peronista”, según indicaba la prensa22.
La presión de los municipales, el brazo del sindicalismo ortodoxo para apretar a Torres,
continuó. Para esa semana, la ciudad se había convertido en un campo de batalla. El viernes
17 a la noche, una asamblea de los trabajadores comunales decidió ratificar y profundizar la
lucha con una huelga de dos horas por turno durante siete días. En la reunión estuvo
presente el diputado Aragonés que agitó a los huelguistas a seguir la disputa “hasta las
últimas consecuencias”.
Al día siguiente, la efervescencia que se vivía en las calles tomaría como víctima directa al
intendente Torres. El jefe comunal fue esa mañana a inspeccionar una obra y al pasar por
entre los empleados municipales se escuchó el grito de “traidor”. Las confusas escenas,
registradas por la prensa, derivaron en una agresión personal: uno de los obreros que estaba
en el lugar lo golpeó en la cara varias veces y Torres se tuvo que retirar.

La caída del bastión

La noche del 20 de enero en la sede de la UTN, cuando el desenlace era previsible y la


policía se encaminaba hacia Pico, el gobernador Reggazoli, acuciado por las presiones
desde el gobierno nacional, tuvo que terminar con el problema que estaba fuera de sus
posibilidades. El mandatario en la capital pampeana les había dicho a los diputados del
CdeO:
-Muchachos, la cuestión no da para más. Necesito guardar el orden porque estoy muy
jaqueado tanto desde adentro como desde fuera de la provincia. No le veo otra solución a
un problema que se me escapa de las manos- ya el ministro Baladrón había ordenado a la
policía provincial el desalojo de la sede tras el pedido del juzgado federal. Accátoli,
mientras tanto, había intentado llegar a Capital Federal para detener la intervención de la
Tecnológica, pero no pudo.
El 21 a las 0.15 los uniformados de la Guardia de Infantería al mando del comisario
inspector Miskoff rodearon el edificio y el oficial pidió a los ocupantes que “depusieran su
actitud”. Los policías sobrepasaban a los ocupantes en al menos una decena. Adentro, junto
a la treintena de activistas se encontraba el diputado Gil. Afuera entre el despliegue de
uniformados, por un lado estaba Torres y por el otro Aragonés, que observaban el desalojo
con diferentes ánimos. Miskoff, por megáfono, les dio cinco minutos de gracia para que
entregaran el edificio.
En esos momentos de tensión, Gil entró al decanato donde había varios alumnos y le pidió
a una de las chicas que llamara a Regazzoli a Santa Rosa. Cuando del otro lado atendió el
gobernador, el diputado, a los gritos, le dijo:
-¡Don José, tiene que parar esta locura, son todos chicos, desarmados y en paz, y afuera hay
el doble de milicos armados!
Luego de conversar varios minutos para tratar de convencerlo, el legislador hizo entrar al
comisario Miskoff y lo puso al teléfono. En medio del silencio, del otro lado de la línea se
escuchó claramente:
-Proceda.
A la 1.35, cuatro uniformados derribaron la puerta que daba sobre la calle 3. El inmueble
fue desalojado sin resistencia, mientras los ocupantes iban siendo arrestados uno por uno.
Encabezados por el decano Agaya, autoridades, docentes, trabajadores y estudiantes
formaron una fila y fueron subiendo a las camionetas que los llevarían hasta la comisaría
local23. Adentro no se encontró ningún arma, si bien la prensa piquense fotografiaría los
bancos apilados, los carteles rotos en los pasillos y los colchones usados por los alumnos
como prueba del “bandidaje”. Los estudiantes que estuvieron allí recordaron al fotógrafo
del diario piquense, parado junto a Aragonés24.
Agaya, Lamas y Martín fueron los primeros en ser trasladados hasta la Seccional Primera
en la capital. Los otros 29 ocupantes fueron llevados a Santa Rosa luego de un
interrogatorio en Pico y allí quedaron hacinados.
En tanto, los padres y familiares de los alumnos se movilizaron. Esa misma tarde se hizo
una asamblea en el salón de la Cámara de Comercio. Luego de que se retiraron algunos
políticos, como el intendente Torres y dirigentes del comunismo que llegaron para dar su
solidaridad, comenzó el debate y se decidió que una delegación marcharía a Santa Rosa.
Una comisión de padres de los estudiantes fueron recibidos el 22 de enero por el
gobernador Regazzoli. Allí le reclamaron por la suerte de los militantes y su pronta
liberación. A las 21.00 de ese día llegó a la Seccional la resolución del juez federal que
ordenaba la libertad de las mujeres, el 24 salieron los hombres, y esa tarde Agaya, Lamas y
Martín. Todos fueron sobreseídos por la usurpación, menos los tres directivos. El ex decano
se hizo cargo de la decisión de haber desconocido a los interventores y de ordenar la toma
preventiva del edificio y aseguró que la policía provincial no tenía jurisdicción en una casa
de estudios nacional25.
Finalizada la ocupación, en rueda de prensa, Jáñez, acompañado por Aragonés y el equipo
de la intervención, dijo que “su misión y de toda la gente que lo acompaña es pacificar la
facultad, asegurando el normal desenvolvimiento académico y administrativo”.
-Vinimos para efectuar el saneamiento administrativo, académico y estudiantil de la
Facultad y por encima de todo ello a efectuar el saneamiento político, porque a pesar de lo
que se diga, las ex autoridades responde a la Cuarta Internacional -afirmó categórico el
músico interventor.
“No vamos a permitir a nadie que sea personero de trapos rojos”, comentó Jáñez y destacó
“para ello vamos a contar con la colaboración de la gente de General Pico y de los
estudiantes que tengan ideas nacionales”26.
Esa noche, en el canal de Pico, el diputado Aragonés defendió la intervención y el desalojo
y acusó a los detenidos nuevamente de ser “parte de la IV Internacional”.
Ya liberados, Agaya y Lamas acompañados por Accátoli dieron su conferencia de prensa.
El diputado del CdeO fustigó “el atropello de los foráneos con la complicidad de los locales
y la falacia de la prensa” y repudió la adhesión de “los colados al casamiento” y las
alusiones a la “IV Internacional” que habían salido por la televisión piquense y en las
páginas de La Reforma.

La huelga a Torres

Entretanto, el otro frente abierto por el sindicalismo ortodoxo piquense, no tenía vuelta
atrás y la confrontación llegó hasta el nivel gubernamental. El 23 de enero, Regazzoli
recibió a los dirigentes del sindicato municipal encabezados por su secretario general
Tomás Carrizo. El mandatario trató de acercar posiciones a sabiendas que las medidas de
fuerza se iban a incrementar a partir del día siguiente con una huelga por tiempo
indeterminado.
En un clima de nerviosismo, solicitadas, comunicados, asambleas y enfrentamientos, Torres
elevó la apuesta y dictó una resolución que declaró ilegales las medidas de fuerza y
prometió aplicar sanciones progresivas de suspensión a los obreros que se plegaran.
Finalmente, tras varias reuniones de los municipales y Torres con la mediación del
gobernador, los trabajadores levantaron el paro y el conflicto ingresó en una etapa de
conciliación de la que participó el titular de la delegación regional del Ministerio de
Trabajo, Angel Bayarsky.
El 30 de enero se reactualizó el problema al dejar el Concejo Deliberante en suspenso la
vigencia del estatuto y escalafón municipal. Finalmente, el 22 de febrero la intendencia
promulgó la ordenanza, pero excluyó tres artículos sometidos a arbitraje.

La desintegración

La lucha de los estudiantes, docentes y ex autoridades que se oponían a la intervención de


la Tecnológica continuó en los meses siguientes. Los universitarios crearon un movimiento
de resistencia para mantener la movilización en defensa de la anterior línea política.
Alrededor de medio centenar de alumnos dirigidos por Agaya y Lamas dieron una pelea
ideológica ya fuera de las aulas mientras seguían cursando. Pintadas y afiches se sucedieron
en las calles piquenses y en pueblos vecinos y se juntaron alrededor de 3.000 firmas
avalando al equipo de conducción anterior. A comienzos de febrero, los docentes y no
docentes informaron a la prensa sobre las gestiones por las que reclamaban los sueldos
atrasados desde octubre del año anterior. Allí afirmaron que continuaban en la lucha.
El 21 de marzo una nutrida delegación de docentes, no docentes y estudiantes de la UTN
fue a Santa Rosa para buscar solidaridad de otros actores y entregó al periodismo un
comunicado sobre la situación de la Facultad. “Los aventureros de Bahía Blanca están
destruyendo la Universidad”, declaraban, y precisaban que había pocos inscriptos y se
habían parado los trabajos sociales con las entidades piquenses y los proyectos con el
municipio. Dentro de la sede no se permitía el uso de la biblioteca, no se publicaban
apuntes y se habían anulado programas. Además se denunciaba la suspensión de personal
no docente y la cesantía de profesores, auxiliares y bedeles.
Fueron semanas de una tensa espera. En esas noches, los alumnos y ex autoridades que
todavía creían en la lucha para recuperar la Facultad se reunían en la casa de Agaya. A
cuadras de allí, la patota de Bahía Blanca se encontraba parando en un hotel céntrico.
Una noche se decidió tomar algún tipo de acción contra los interventores. La casa del ex
decano estaba fuertemente vigilada por la policía y cuando un grupo de estudiantes salió
fueron interceptados. Los uniformados revisaron el automóvil pero sin resultado. Dentro de
la vivienda quedaron Agaya y el resto de los militantes que estuvieron a punto de ser
allanados. Esa madrugada tuvo que intervenir el diputado Accátoli que tenía inmunidad
para impedir que los uniformados avanzaran.
Poco después, a fines de marzo, Agaya fue nuevamente detenido27. El grupo comenzó
entonces a desintegrarse28; si bien unos cuantos también continuaron la lucha hasta el 24 de
marzo del ‘7629.
Muchos estudiantes que participaron de la toma, siguieron la carrera cuando se les devolvió
su condición de alumnos regulares. Otros, al ver que se había cerrado un ciclo y la nueva
Universidad había cambiado de signo ideológico, se marcharon de General Pico para
continuar estudios o su militancia en otros ámbitos.
Un sector importante de quienes estuvieron en esa lucha, docentes y alumnos, se sumó en
agosto de 1975 al equipo del Ministerio de Obras Públicas cuando asumió Covella esa
función, y otros colaboraron con la cartera a la distancia30.
Sin embargo, Mario Martín reconoció:“La UTN no dejó sedimento. La gente que se quedó
se resguardó dado el ambiente político asfixiante que se empezó a vivir y muchos se fueron,
como fue mi caso. No quedó de ese proceso un grupo político organizado que siguiera
militando”.
Finalmente, la represión orquestada desde la cúpula de la UTN a la conducción de Agaya
censuró la experiencia académica anterior y desmembró en 1975 los resabios de resistencia
a la intervención a través de los aprietes y las cesantías. La dictadura militar terminaría con
el grupo de alumnos disidentes. En diciembre del ‘75, cuando se detuvo a algunos
compañeros, en las charlas entre ellos no se hablaba de otra que de la inminencia del golpe
de Estado. Para entonces, varios de sus integrantes eran vigilados y los operativos militares
y patrullajes policiales eran frecuentes; eso llevó a que las reuniones pasaran a ser
esporádicas. Cuando llegó el 24 de marzo del ‘76, supieron que era el final de la resistencia.

Notas
1
Creada en 1954, la UTN bahiense estaba bajo la tutoría de la Marina y muchos docentes llegaban desde el reducto más
importante de la Armada, el Puerto General Belgrano, a dar clases a las aulas piquenses.
2
Entre los integrantes de este grupo estaba Alberto Zanardi, Santiago Covella, Oscar Moreno y Juan Pablo Morisoli.
3
De acuerdo a algunos testimonios, fue el ministro de Obras Públicas, Edén Cavallero, que lo contactó a través de Lamas al
que conocía porque trabajaban en el mismo banco.
4
Hugo Avelino Ferrari había nacido en Pico en 1944 y su padre era ferroviario. Era locutor radial y profesor secundario.
Cuando se abrió la UTN fue nombrado por la cooperadora de la sede como coordinador en la tarea de difusión y promoción.
Cuando se elevó a Facultad fue nombrado a jefe de Extensión Universitaria y promocionaba las carreras en diferentes
pueblos de la provincia o el oeste bonaerense con grupos de estudiantes que trasladaba en su propio automóvil.
5
Mario Martín, un ex alumno, indicó: “Se vivía una especie de asamblea constante. El profesor no tenía la puerta cerrada y
recuerdo que Agaya venía a comer a casa”.
6
Los no docentes que eran colaboradores de la gestión eran César Moreno, Marta Villegas de Moreno, Edith Coux, Rubén
Becaría, Zelma Rivoira y Hugo Ferrari. Todos quedarían cesantes con la caída de Agaya.
7
Otros en cambio, desaniman una visión tan politizada, como Hugo Ferrari: “Los alumnos no se organizaron en un Centro
de Estudiantes si bien el estado de asamblea era permanente y había una especie de democracia directa y participativa. La
relación personal con las autoridades y las oficinas abiertas a los alumnos cerraban el círculo. Los rótulos políticos,
partidarios o la organización de tendencias fue algo superfluo”. Lo cierto es que si bien el centro de estudiantes no fue
medular, si tuvo una proyección importante en lo académico brindando orientación y colaborando con la dirección de la
Universidad.
8
“Yo nunca escuché hablar por ese entonces a profesores o alumnos de marxismo, leninismo, trotskismo, comunismo y
cosas parecidas. Sí nos sentíamos atrapados por la figura del Che Guevara y Perón, porque representaban lo popular,
siempre que Perón no fuera definitivamente doblado por los sectores fascistas que lo venían asfixiando”, refirió Ferrari.
9
La Arena, 16 de enero de 1975. La lectura de este diario es el que permite unir ambos conflictos en uno solo, cuestión
soslayada por otros medios.
10
En esos momentos, el líder sindical bahiense era el diputado nacional Rodolfo Ponce, secretario general de la UOCRA
local; estrechamente ligado a la conducción central cegetista y las 62 Organizaciones; en diciembre de 1974 fue designado
vicepresidente primero de la Cámara de Diputados. Meses antes, en septiembre, el diputado Héctor Sandler (Udelpa) había
denunciado a la prensa nacional que la sede de la UTN bahiense “está ocupada por matones a sueldo”. Horas después,
Rodolfo Ponce lo desmintió y aseguró que en la casa de estudios habían tomado intervención “por militantes del
movimiento obrero para defenderla de la infiltración marxista y no por matones a sueldo”. A los pocos días, Sandler fue
amenazado de muerte por la Triple A.
11
El sindicalismo pampeano ya sabía el seguro destino de la UTN piquense. El 31 de octubre el presidente del bloque de
diputados provinciales del Frejuli pampeano, Ricardo del Blanco, envió un telegrama al Ministerio de Educación sobre la
situación de la UTN de Pico. “Rogamos mantener actuales autoridades delegación Universidad Tecnológica Nacional
delegación General Pico hasta tanto gobierno nacional disponga el anexo de esa universidad a la Confederación General
del Trabajo”, pedía en la nota.
12
Entrevista a Juan Carlos Aragonés con el autor.
13
La fuente principal, además de las periodísticas, es Juzgado Federal, expediente 1/75 “Agaya, Carlos y otros por
infracción artículo 246 y 181 del Código Penal”.
14
Cuando llegó el interventor, los estudiantes fueron informados que el interventor era amigo del diputado Aragones. Eddie
Jáñez había nacido en Eduardo Castex, era cantor de tangos y sería dirigente del gremio de los músicos de Bahía Blanca.
15
En la causa 1/75 del Juzgado Federal surge que lo acompañaron Raúl Conti, Arturo Odriosola, Horacio Velásquez, Oscar
Badiola y Elvio Dominici. Algunos los vinculan como militantes en los gremios de la carne y la construcción. Conti habría
participado de choques con estudiantes bahienses en abril de 1974. Según el diario La Reforma, Dominicci traía el cargo de
subsecretario de política universitaria; Conti el de director de administración; Badiola el de jefe del departamento alumnos;
Odriosola el de jefe del departamento administrativo; y Velázquez el de auxiliar.
16
El grupo de media docena de hombres eran matones de Ponce, si bien algunos testigos los vincularon con personal civil
de la Armada. Un par de ellos compartió con el ex ministro Covella la cárcel de máxima seguridad en Rawson tras el golpe
militar. Según su testimonio, habían sido detenidos en Río Negro cuando a bordo de un Ford Falcon intentaban llegar hasta
Neuquén para entregar varias ametralladoras que les habían facilitado desde los cuarteles de esa provincia. Sin papeles
oficiales para trasladar los equipos, una patrulla de la policía los detuvo durante un operativo en un puente con las armas
consideradas de guerra y quedaron abandonados a su suerte.
17
Accátoli precisó: “Hubo diferencias con Brito Lima en el ’75 por algunas peleas ideológicas. No le pareció correcto que
se tomara la UTN porque en ese momento estaba (de ministro de Educación) Ivanissevich”.
18
Luego de la denuncia, el juez federal realizó una audiencia en la capital entre la intervención y los ocupantes. Agaya
manifestó que no quería entregar los bienes de la Facultad luego de los antecedentes de violencia que habían ocurrido tras la
toma de la sede de Bahía Blanca ya que no había garantías de que no se iban a producir destrozos y desmanes. El abogado
de Agaya denunció ante el juez federal que “tenía información del comisario Campagno, de General Pico, que en el recreo
del Centro de Empleados de comercio, se encontraban alojados diez “matones” armados, pertenecientes a la custodia
personal del diputado nacional Rodolfo Ponce” (La Reforma, 22 de enero de 1975). Eddie Jañez llegó a la audiencia
realizada en Santa Rosa ante el juez federal acompañado por el abogado Alejandro Guinder y se presentó a deponer al
interrogatorio preparado por el abogado del profesor Agaya, Rito Luna.
19
La Arena, 16 de enero de 1975, página 9.
20
Por entonces, entre otros profesores de la casa de estudios, había un profesor que con el tiempo llegaría a gobernador de
la provincia. Era el ingeniero Carlos Verna que había ingresado en el ‘74. Varios de los ex estudiantes consultados lo
recuerdan viajando desde la localidad bonaerense de González Moreno en tren a dar clases. Alguno de los ex alumnos lo
recordaron antes de la toma como “muy compañero de sus alumnos a los que cebaba mate en los ratos libres en el centro de
estudiantes y les hacía bromas al pasar”. Para entonces ingresaba a la Facultad con un paquete de tarros de leche en polvo
bajo el brazo que buscaba en el hospital Centeno para llevarles a sus hijos porque decía que el sueldo no le alcanzaba.
Cuando comenzó la crisis institucional y se presentía la intervención y el recambio de autoridades comenzaron las reuniones
entre docentes y alumnos para decidir cuál iba a ser la postura del grupo. De antemano, los más militantes definieron que se
iba a pelear y resistir para conservar la facultad con las misma autoridades y su línea académica. Ahí comenzó a evaluarse
quienes apoyarían la lucha y quienes no. Verna fue uno de los que se manifestó a favor de la lucha, si bien comenzó pronto a
esquivar a las asambleas y las reuniones hasta que no se acercó más. La noche de la toma lo encontró muy lejos de allí.
“Muchos de nosotros teníamos la duda si estaba comprometido realmente o tenía miedo. En muchas oportunidades se
borraba, era como que hacía la plancha. De hecho, no estuvo la noche que ocurrió el desalojo y tampoco fue detenido”,
afirmó un ex estudiante entrevistado.
21
Entrevista con un ex alumno de la UTN. La versión fue confirmada por otro ex estudiante, si bien el contacto no se habría
realizado con las autoridades de la toma sino con algunos alumnos que tenían relación personal con los militantes de la
organización armada.
22
La Arena, 15 de enero de 1975.
23
Los detenidos esa madrugada fueron el decano normalizador Carlos Agaya, secretario académico Agustín Daniel Lamas;
secretario administrativo Enrique Eduardo Martín; profesor César Mario Moreno (28 años); los estudiantes Ricardo Calvo
(21); Walter Neher (20); Mario Osvaldo Llinás (20); Hugo Clavería (20); Raúl Sánchez (20); Néstor Alvarez (20); Miguel
Angel Paisana (19); Héctor Horacio Herrera (20); Jorge Jofrés (20); Luis Alberto Novaretti (19); Luis Alberto Barotto (21);
Francisco Tineo (22); Mario Martín; Héctor Marinelli (20); Pedro Bellardo (21); José Luis Leguizamón (19); Juan Alberto
Reussi (20); Andrés Alberto Caldentey (21); Patricia Roma de Martín (18); Graciela Espósito (19); Raquel Barabaschi (20);
Rosalind Gancedo (19), Stella Maris Barrios (19); Irma Guerra (21); y las no docentes Edith del Cármen Coux (31), Marta
Elena Villegas de Romero (27) y Zelma Rivoira (25).
24
Una de las estudiantes señaló que luego el fotógrafo sacaba fotos a determinados alumnos cuando los veía en la calle o
reunidos, sobre todo cuando estaban en un lugar público tomando un café.
25
El 24 de enero de 1975 recuperan su libertad Lamas, Agaya y Martín (3/75 Ferrari, Hugo A. y otros por eximición de
prisión de Carlos Agaya y otros).
26
La Reforma, 22 de enero de 1975.
27
El ex decano fue enviado el 26 de ese mes a la cárcel de Devoto y días después fue trasladado al penal de Resistencia, en
Chaco. Su esposa y algunos alumnos intentaron contactar a un abogado socialista santarroseño pero no quiso el caso y sólo
el abogado Ongaro ayudó presentando un recurso de habeas corpus. En julio sería llevado hasta la U6 de Rawson. Agaya
pedirá la opción de la salida del país pero le será negada. Finalmente, el juez federal absolverá a Agaya, Lamas y Martín
-estos dos últimos estaban prófugos- el 1 de octubre del ’75 y a mediados de febrero de 1976, días antes del golpe del 24 de
marzo, el ex decano fue dejado en libertad. Según un ex docente, habría continuado con un programa televisivo educativo a
distancia.
28
Después de la toma, no sólo los directivos quedaron procesados. En el juzgado federal de Santa Rosa se instruyo una
causa contra Luis Barotto, Francisco Tineo y Jorge Gómez por hurto -expediente 156/76-. Se los acusó de haber robado un
mimeógrafo de la Facultad, cuando en realidad era propiedad del Centro de Estudiantes, y los alumnos de la toma lo habían
trasladado a la casa de uno de ellos. Además, uno de los profesores que apoyó la intervención acusó a otro estudiante de
haberle rayado su automóvil estacionado en la calle por lo que se instruyó una causa penal.
29
Barabaschi resaltó durante la entrevista: “De hecho resistimos hasta el final, trasladamos las reuniones a nuestras casas
particulares, preparábamos grupos de apoyo para los ingresantes y les transmitíamos nuestros proyectos, nuestra lucha,
hacíamos todo lo que podíamos para seguir adelante, volanteando la ciudad, haciendo carteles, yendo a charlas, pintando
paredes en las noches, pidiendo el apoyo de la comunidad. Como habían echado a los profesores que apoyaban a la
conducción, a los nuevos que iban llegando, los enfrentábamos y le pedíamos que no tomaran las cátedras, que nos
ayudaran, les explicábamos de que se trataba, que si ellos aceptaban se transformaban en cómplices, el resultado era dispar”.
30
Fueron varios del grupo de la UTN los que apoyaron la decisión para que Covella asumiera el cargo, y esperaban que el
contacto con el gobierno provincial pudiera lograr la recuperación de la Facultad para el grupo de Agaya.

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