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1.

EL EXISTENCIALISMO: MARTIN HEIDEGGER

Antes de Sartre viene Martin Heidegger, quien sin duda es el más creador. Nacido en
1889, profesor en Friburgo, autor del libro “El ser y el tiempo”, 1927. Hay que decir
enseguida que Heidegger tenía que escribir una segunda parte, pero no supo organizar
hasta el final su pensamiento. Un pensamiento difícil y torturado.

El existencialismo consiste simplemente en describir la relación de nuestra conciencia


con nuestra existencia; en otras palabras, lo que para el hombre son los aspectos más
profundos, más definitivos de la existencia. Se procede por eliminación de los aspectos
laterales más superficiales y se llega a nociones más profundas y más auténticas
respecto a nuestra existencia. Es un método fenomenológico que no se preocupa de
Dios, etcétera, sino únicamente de lo que se encuentra en nuestra conciencia cuando
ésta se confronta con nuestro ser específico, nuestra existencia. Es una ontología
fenomenológica.

Ontología significa ciencia del Ser (existencia). Fenomenológica significa que no hay
otra cosa más que los fenómenos, y que no hay que buscar nada detrás de los
fenómenos. En este sentido, este método es completamente ateo.

Heidegger sostenía que, más que razonamientos complicados, lo que hace falta es una
ingenuidad heroica.

La ontología general es el principal problema: ¿qué es el Ser? Encontramos aquí una


gota de schopenhauerismo: por el análisis de nuestra existencia, de lo que significa para
nosotros «Ser», podemos llegar al problema general que debía resolverse en la segunda
parte de El ser el tiempo.

Primera cuestión:

 ¿Qué es el Ser?
 ¿Qué es la existencia?

Segunda cuestión:

 ¿cuál es el sentido de esta existencia?

Heidegger dice que todo el mundo lo sabe pero nadie puede responder. San Agustín
decía del tiempo: «Sé lo que es cuando nadie me lo pregunta, pero cuando se me
pregunta, no lo sé».
La filosofía clásica quería explicar el Ser de una manera racional, y no
experimentándolo. Nosotros comenzamos, afirma Heidegger, por el Ser del hombre y,
a continuación, pasamos al ser en general.

Ahora bien, en primer lugar, conviene constatar que sólo el hombre es capaz de
interrogarse respecto a su existencia. Pero ¿cómo?

No mediante una introspección, porque la introspección y el psicoanálisis se regeneran


en contacto con los fenómenos de la existencia, pero no con la existencia misma.

¿QUÉ ES LA EXISTENCIA, ES DECIR, EL SER ESPECÍFICO DEL HOMBRE?

Dice Heidegger:

Esta se define por lo que llama «Da-sein», «ser-ahí» (ahí abajo). Ser hombre. Existir
como un hombre. El «Seiendes» es una forma de existir de las cosas, una forma absurda
sin tiempo (una silla es, pero no lo sabe).

Ahora bien, el hombre es también un «Seiendes» y es consciente de esto: ser una cosa.
Pero es también trascendente a esto (trascendente: lo que en mí se dirige hacia el
exterior), pues el hombre es una cosa pero también es algo más. Desborda la cosa. Es
trascendente. La palabra «Sein», ser.

EXISTENCIALISMO DE MARTIN HEIDEGGER

La confrontación de nuestra conciencia con nuestra existencia. No se trata del hombre,


sino del ser humano, de la manera de ser, por así decirlo, humana. «Seiendes» es la
manera de ser de las cosas, sin sentido, absurda.

Se ve claramente que el existencialismo no habla de la falta de sentido de una


concepción o del sentido de Dios, sino de la manera de ser de las cosas. Las cosas son
absurdas porque, por así decirlo, están aquí sin hacer nada. Son como son. No tienen
historia. No están en el tiempo. Es cierto que una cosa puede deteriorarse con el tiempo,
pero sufre esto de forma pasiva, siempre está tal cual. El «Sein», ser con sentido,
significativo. Ahora bien, el «Da-sein» otorga el sentido al ser de las cosas.

En primer lugar es una afirmación del hombre. Después, se trata de dar un sentido a las
cosas, es decir, a los hombres.

Ya hemos dicho que las cosas no tienen límites. No puede decirse dónde termina una
mesa y dónde comienza el suelo, porque a decir verdad se trata siempre de materia
compuesta de átomos. La energía, según Einstein, no es más que una «curvatura» del
espacio y la cosa es una cosa definida porque el hombre la define. El hombre lo hace
desde el punto de vista de sus necesidades y de sus proyectos. La silla es para sentarse,
la mesa es para escribir. Así pues, el «Da-sein», el ser superior, la existencia, forma un
ser superior que es justamente un ser significativo, un ser humano, una existencia.
Heidegger dice que la existencia absurda es «óntica», mientras que la existencia con
sentido, superior, conduce a la ontología.

Aún queda una cosa importante, y que inspiró a Sartre (quien tomó prestado mucho de
Heidegger).

Heidegger dice que la esencia del hombre es su existencia, que el hombre no es una
cosa definida. No hay modelos de hombre -como por ejemplo en la filosofía católica-,
sino que el hombre es una existencia que está haciéndose. Diferencia sutil, pero
profunda. No podemos decir de alguien que es un hombre; solamente podemos decir
que llega a ser hombre, que se realiza como existencia humana. A causa de esto, Sartre
atribuye al hombre una libertad plena para elegirse.

Heidegger diferencia la existencia que llama trivial de la existencia que llama auténtica.
De modo que el hombre existe en dos planos:

A. La existencia cotidiana, trivial


B. y la existencia auténtica.

Kierkegaard hizo la misma clasificación, pero añadió la vida religiosa. Ahora bien, para
Heidegger, al igual que para Sartre o Marx, la religión es una invención de los hombres
hecha para evitar la confrontación con la verdadera condición humana. Y la vida
cotidiana no es entera ni necesariamente trivial. El hombre puede existir en las dos
dimensiones de lo trivial y lo auténtico.

Cabe preguntarse entonces qué importancia tiene y cuál es el valor de esta existencia
auténtica.

El hombre, dice Heidegger, debe hacerse. Corno no es una cosa, ¡pues bien!, tiene que
hacerse «hombre». La vida trivial es simplemente una huida ante uno mismo. Para
olvidarse y para perderse. Llegar a ser hombre es tan sólo una posibilidad. No se emplea
la palabra «yo», sino que se emplea el «se». «Se» va al cine. «Se» tienen opiniones
políticas. Y el hombre se identifica con su función social. «Se» es ingeniero, etcétera.

Es posible imaginar en qué dirección va este sondeo de Heidegger. El hombre tiene que
llegar a ser verdaderamente hombre.
A la luz de esta concepción, ya veis que hay muy pocas personas que tengan una vida
humana. Nuestra relación con las cosas es sobre todo una relación utilitaria y dominada
por lo que Heidegger llama en alemán «Sorge».

Sein und Zeit (El ser y el tiempo) comienza por establecer la preocupación constante
del hombre por la conservación de la vida, la «Sorge».

En el sentido psicológico, la relación superficial del hombre es la curiosidad. ¡Qué se


cuenta! En un sentido más profundo, es una interpretación del hombre, del mundo, del
ser, de los problemas científicos, filosóficos o religiosos.

Es también una forma de trivializar la existencia, de huir ante la existencia; es una forma
de reemplazar el sentido profundo de la vida por una ciencia superficial y limitada. Lo
dramático en el hombre (y esto recuerda de nuevo a Sartre) es que otorga un sentido a
las cosas con su existencia. Ahora bien, al ocuparse por ejemplo de la ciencia, les otorga
un sentido no auténtico.

Falsifica. El existencialismo se defiende de la ciencia. El paso de esta esfera no


auténtica a la auténtica no consiste en un proceso de cultura, de conocimientos, sino en
lo que él llama un salto, una decisión de aceptar la angustia y su revelación. La angustia
tiene un papel terrible en el existencialismo.

¿CÓMO SE DEFINE LA ANGUSTIA?

El miedo es miedo de alguna cosa. La angustia es el miedo ante la nada, ante el sin
sentido, miedo de no dar sentido al mundo y perderse. Es una experiencia de la nada,
y una de las fuentes principales de la manía de la nada que se ha apoderado de forma
estúpida de la cultura y la literatura europeas.

Para mí la estupidez proviene de un extremismo que no es en absoluto la verdadera


realidad del hombre. El hombre es un ser que tiene necesidad de temperatura media; ni
el macrocosmos ni el macrocosmos son del dominio humano. La física moderna prueba
que leyes perfectamente válidas para el mundo micro y macro no se realizan en nuestra
realidad humana.

Para el hombre, la línea recta será siempre el camino más corto entre dos puntos, y no
la curva, como se ha demostrado en el caso de las dimensiones astronómicas.
Pertenezco a la escuela de Montaigne y estoy a favor de una actitud más moderada: no
hay que sucumbir a las teorías; conviene saber que los sistemas tienen una vida muy
corta y no hay que dejarse imponer por ellos.
La existencia está hecha de nada (idea hegeliana), y no puede ser descubierta más que
por la existencia de la nada. (Ejemplo: Los demonios, escena del duelo en Dostoievski.)

El hombre no debe dejarse engañar así. Ir más lejos y decir que el hombre escapa a
toda definición, a toda teoría, a todo cuanto se quiera.

La relación del hombre con su pensamiento más profundo se caracteriza por su


inmadurez. Es como un escolar que se esfuerza por decir cosas importantes con el
frívolo objetivo de superar a los demás, de ser más sabio que los demás.

HAY QUE VIVIR Y DEJAR VIVIR.

Literatura no premeditada. La espiritualidad elevada es rara, el género humano se


caracteriza por sus diferencias. Cada hombre tiene su mundo.

En general, la nada ha sido considerada por toda la filosofía como una contradicción
dialéctica del ser; se piensa en primer lugar que algo es, y solamente después puede
llegarse a la noción de la nada diciendo que al retirar algo se produce el vacío.

Ahora bien, Heidegger pronunció una famosa conferencia titulada «Por qué existe el Ser
y no más bien la nada».

Para Heidegger el Ser aparece en segundo jugar, como una contradicción de la nada.

A. nada
B. Ser.

Esta definición puede parecer bastante gratuita, pero conduce precisamente a una
experiencia en extremo curiosa y verdadera: la existencia humana es una constante
oposición a la nada. El hombre, siempre amenazado por la muerte Y la aniquilación, se
mantiene como una llama que exige ser reavivada y alimentada.

CARACTERÍSTICA GENERAL DE LA EXISTENCIA SEGÚN HEIDEGGER.

1. Se trata de la «Sorge», la preocupación.


La vida humana no está asegurada en absoluto, sino que pide conquistas sin
cesar; la vida es conquistar lo que no se tiene.

2. El ser humano está limitado y tiene un final porque, justamente, posee en sí


mismo la nada. La existencia auténtica afirma la finitud del hombre. Tiene
constantes morales. No permite tener la conciencia tranquila. Nunca somos lo
que queremos ser, pero queremos ser. El hombre es esencialmente desgraciado
porque es limitado. Habría que añadir cosas muy importantes sobre el tiempo.

Fue Heidegger quien estableció el «futuro acabado». El tiempo del hombre es


siempre el futuro. Nunca está allí donde está. Es siempre trascendente. El tiempo
en Heidegger es complicado. Se enmaraña. Lo esencial de esta filosofía ha sido
explicado.

La muerte no existe. Cuando la muerte llega, uno no sabe que se muere.

EL HOMBRE ES PARA LA MUERTE.

El problema de la muerte preocupa al pensamiento humano sin llegar a ningún


resultado.

¿Cómo explicar que yo soy? ¿Y que ya no soy? ¿No? Nada se sabe.

Cuando yo muero, el mundo ya no existe.

El mérito del estructuralismo consiste en ocuparse seriamente del lenguaje, pues somos
(pues la filosofía es) un verbalismo sin fin.

2. EL EXISTENCIALISMO: JEANPAUL SARTRE

La obra filosófica de Sartre se puede dividir en tres períodos. El primero, marcado por
la influencia de la fenomenología de Husserl. El segundo, marcado por la adopción de
una postura atea y la asimilación de los presupuestos del existencialismo, siguiendo en
este último aspecto las reflexiones de Heidegger respecto a la ontología de la filosofía
de la existencia. Y el tercero, marcado por el intento de sintetizar el existencialismo con
una visión crítica y alejada de las ortodoxias dominantes del marxismo. Por lo demás,
hay que tener en cuenta de forma general la actividad literaria de Sartre, continuada a
lo largo de toda su vida, así como la actividad periodística y su constante preocupación
por las cuestiones sociales y políticas, que hicieron de él un modelo de referencia para
los intelectuales comprometidos con la lucha contra la injusticia y las contradicciones
sociales de su tiempo.

A. EL PERIODO FENOMENOLÓGICO
Tras su estancia en Berlín como becario del Instituto Francés, habiendo
estudiado sobre todo la filosofía de Husserl, los primeros escritos de Sartre,
escritos entre los años 1936-1940, tienen una orientación claramente
fenomenológica. Así ocurre, por ejemplo, con su primera obra, "La trascendencia
del Ego", en la que se discute la naturaleza de la conciencia, distinguiéndose de
la posición adoptada por Husserl pero en clara dependencia con los
planteamientos fenomenológicos. Lo mismo ocurre con sus otras obras,
filosóficas o literarias, de la época, centradas las primeras en el interés por la
psicología, adoptando una postura crítica respecto a las escuelas psicológicas
de su tiempo, y que llevan los significativos títulos de "La imaginación" y "Lo
imaginario". Y respecto a las segundas, baste citar "La náusea".

B. EL PERÍODO EXISTENCIALISTA
En los años posteriores, hasta 1952, la actividad filosófica de Sartre se vuelve
hacia el existencialismo que, a partir de la publicación de "El ser y la nada", le
van a convertir en el principal, o al menos en el más popular y conocido,
representante del existencialismo. El conocimiento de los principales elementos
de su pensamiento existencialista, que se desarrollan posteriormente, constituye
el objeto de esta exposición, lo que se advierte explícitamente para dejar
constancia de las deliberadas limitaciones de este trabajo.

C. EL PERÍODO MARXISTA
Sin que se pueda decir que abandona las tesis más radicales del existencialismo,
Sartre, a partir de los años 60 y hasta el final de su vida, orientará su actividad
hacia el marxismo. No, ciertamente, hacia las formas más ortodoxas de
marxismo, pero mostrará públicamente su interés hacia los países en los que el
marxismo se constituyó en una forma de poder político, aunque sin escatimar las
críticas, especialmente en aquellos aspectos en que un regimen totalitario choca
con su concepción existencialista del ser humano como libertad. De esta época
datan obras tan importantes como la "Crítica de la razón dialéctica", considerada
por algunos como la declaración de su ruptura con el existencialismo,
apreciación probablemente exagerada.

EL EXISTENCIALISMO DE SARTRE

El existencialismo es un movimiento filosófico que se desarrolla a partir de 1927, con la


publicación de "El ser y el tiempo", de Martín Heidegger, y que alcanzó su máximo
esplendor en los años 40 del presente siglo, para decaer hacia la década de los 60. Su
fundamental principio filosófico es el análisis de la existencia humana como punto de
partida para cualquier ulterior reflexión sobre lo real. Como precursores de este
movimiento hay que citar a Kierkegaard, quien influye poderosamente en el ambiente
intelectual pre-existencialista, aportando numerosos temas de reflexión, y a Husserl, no
tanto por el contenido de sus doctrinas como por el uso que hará algún existencialista
(como Heidegger) de su método fenomenológico. Como lugares comunes del
existencialismo podemos reseñar los siguientes puntos:

 Todas las filosofías de la existencia arrancan de una llamada "vivencia


existencial", que es entendida de diversos modos por los existencialistas: como
fragilidad del ser", como "marcha anticipada hacia la muerte", o como
"repugnancia o náusea general".

 Su tema principal de investigación es la existencia, entendida como '`un modo


de ser particularmente humano". El ser humano es, pues, el único animal que
tiene existencia, en ese preciso sentido.

 La existencia es concebida como una actualidad absoluta, no como algo estático,


de lo que se pueda decir que es, sino como algo que se crea a sí misma en
libertad, que deviene, que es un proyecto. La existencia, por lo tanto, es algo que
pertenece sólo a los seres que pueden vivir en libertad.

 En consecuencia, el ser humano es pura subjetividad, es decir, puro despliegue


de su capacidad creadora, de su capacidad de ser para sí mismo, de su propio
hacerse, de su "existir ". El ser humano se crea libremente a sí mismo, es su
libertad.

 Pero pese a su subjetividad el ser humano no queda cerrado en si mismo, sino


que se halla esencial e íntimamente vinculado al mundo y, en especial, a los
demás seres humanos. En su real y efectivo hacerse, la existencia deviene "co-
-existencia".

 La distinción entre sujeto y objeto, tal como es planteada por la metafísica


tradicional, es también rechazada por los existencialistas, entre quienes
prevalece la vivencia de la realidad sobre el conocimiento de la realidad. Y en
esa vivencia la oposición sujeto/obieto queda anulada.
La realidad es vivida fundamentalmente mediante la angustia, es decir, por medio
de aquello por lo que el ser humano se da cuenta de su finitud y de la fragilidad de
su posición en el mundo. La angustia se presenta como el modo en que el ser
humano accede al fondo último de la realidad. No olvidemos las condiciones
históricas que acompañan el surgimiento del existencialismo: entre la primera y la
segunda guerra mundial.

Entre los más destacados representantes del existencialismo podemos destacar a


los alemanes Heidegger (que es indiferente al tema de Dios) y Karl Jaspers (que
admite la trascendencia del ser humano después de la muerte) dentro de la corriente
que se ha dado en el llamado existencialismo negativo, y en la que también se suele
encuadrar al francés Sartre (existencialismo ateo declarado y consecuente); y el
también francés Gabriel Marcel, como representante del existencialismo teológico o
espiritualista.

La filosofía de la existencia se presenta como una filosofía pesimista, cuya


conclusión es la de que la existencia humana carece de sentido, es un absurdo (el
ser humano, como dice Sartre, es "una pasión inútil "),ya que no hay ninguna
esencia, ninguna dirección fija en la que deba desarrollarse. Pero es a partir del
reconocimiento de la existencia de donde, precisamente, al no haber ninguna
esencia prefijada, al no ser el ser humano esto o aquello, sino pura libertad, como
es posible re-construir el ser de esa existencia y, con ello, la realidad toda y el ser
humano, como un fruto de su libertad.

Jean Paul Sartre fue el filósofo existencialista más comentado y el que alcanzó
mayor notoriedad en los círculos culturales de la Europa de la primera mitad del siglo
XX, incluidos los no existencialistas y los no estrictamente filosóficos. Esto se debe
no sólo a su obra filosófica sino, y principalmente, a su amplia producción novelística
y a sus piezas de teatro. Entre sus novelas figuran titulos tan conocidos como "El
muro" o "La náusea"; y entre sus obras teatrales, "Las rnanos sucias", "La puta
respetuosa', etc.

LA NOCIÓN DE EXISTENCIA EN EL PENSAMIENTO DE SARTRE

La afirmación de que "la existencia precede a la esencia" es considerada como la


característica fundamental del existencialismo. Ahora bien, la distinción entre
esencia y existencia llega a la filosofía occidental de la mano de Tomás de Aquino,
quien la había tomado de Avicena, y fue utilizada por él en el contexto de su teología
para fundamentar la distinción entre los seres contingentes y el ser necesario, a fin
de poder conciliar sus planteamientos aristotélicos con las exigencias de la
revelación y los fundamentales dogmas del cristianismo. Según tal posición, Dios, el
ser necesario, es el único ser en el que la esencia se identifica con la existencia, es
decir, el único ser cuya esencia consiste en existir.

Todos los demás seres, sin embargo, poseen la existencia de un modo secundario,
no forma parte de su esencia, por lo que son seres contingentes, que pueden existir
o no existir. Fueron muchos los filósofos occidentales que consideraron tal distinción
innecesaria, por cuanto la noción de existir no añade nada a la noción de la esencia
de algo real, como en el caso de la posición adoptada por Kant, o por otras razones
más o menos fundamentadas, rechazando así los planteamientos metafísicos del
tomismo.

Según tal distinción entre la esencia y la existencia, la posición de la metafísica


tradicional respecto a la relación Dios/seres humanos podría reducirse a una sencilla
explicación del tipo: Dios piensa el ser humano (su esencia) y posteriormente lo crea,
es decir, le da existencia a la esencia pensada, del mismo modo que un artesano
piensa primero el objeto y luego lo construye según lo pensado. Ahora bien, ¿qué
ocurre si suprimimos a Dios de esa relación? ¿cómo explicamos la existencia de los
seres humanos, de la realidad?

Sartre al partir de la negación de la existencia de Dios, y no desde una posición


agnóstica sino desde un ateísmo radical, (que no es ninguna novedad en la filosofía,
por lo demás, y menos en la de finales del siglo XIX y principios del XX), formulará
una explicación distinta de lo que debemos entender por existencia, y de lo que la
existencia significa en el caso de los seres humanos. Suprimido Dios, el esquema
tradicional carece de sentido. No hay una esencia eterna a la que un ser supremo
dota de existencia. La existencia de los seres humanos no se puede ya reducir a la
realización de una esencia pensada por Dios.

Los seres humanos "están ahí", existen como realidades que carecen de una
esencia predefinida; y en ese "estar ahí", lo que sean dependerá exclusivamente de
su modo de existir. Dado que ese existir no es algo "añadido" a una esencia
predefinida, el existir de los seres humanos es anterior a lo que son en cuanto tales,
su existir es anterior a su esencia. Y en la medida en que su ser esto o aquello
depende de su propia realización como seres humanos, su hacerse, su existir, es
un hacer libre. Los seres humanos no están sometidos a la necesidad de
corresponderse a una esencia, por lo que la existencia debe ser asimilada a la
contingencia, no a la necesidad. Los seres humanos son libres.
"Lo esencial es la contingencia", dice Sartre en La Náusea. "Quiero decir que, por
definición, la existencia no es la necesidad. Existir es estar ahí, simplemente; los
existentes aparecen, se dejan encontrar, pero jamás se les puede deducir. Hay
quienes, creo, han comprendido esto. Aunque han intentado superar esta
contingencia inventando un ser necesario y causa de sí. Ahora bien, ningún ser
necesario puede explicar la existencia: la contingencia no es una máscara, una
apariencia que se puede disipar; es lo absoluto y, en consecuencia, la perfecta
gratuidad. Todo es gratuito, este jardín, esta ciudad y yo mismo".

EL SER HUMANO Y LA LIBERTAD EN EL PENSAMIENTO DE SARTRE

Distingue Sartre en el mundo dos tipos de realidades o entes, los que son "en-sí", y
los que son "para-sí". Entre estos últimos se encuentran los seres humanos, en
cuanto son conscientes de su propio ser, en cuanto existen, en el sentido
anteriormente señalado. Los demás seres simplemente son. El ser humano, siendo
consciente de su propio ser, y precisamente por ello, existe, ¿Cuál es, pues, el ser
del ser humano, el ser del para-sí? El ser del ser humano es la nada, tomada en su
sentido más literal.

¿Cómo llega Sartre a alcanzar esta respuesta? El análisis de la conducta humana,


basado en cierto modo en la filosofía de Heidegger, le lleva a Sartre a descubrir en
el ser humano la posibilidad que éste tiene, frente a los demás seres, de contestar
con un no, es decir: le lleva a descubrir al ser humano como posibilidad de negar.
La interrogación nos descubre un nuevo componente de lo real, la negatividad. Pero
¿dónde está el origen de esta nada? No puede originarse en el ser en-sí, puesto que
la noción de ser en-sí no contiene en su estructura la nada: el ser en-.sí es pura
positividad. La idea de la nada tiene que venir, en consecuencia, del otro único tipo
de ser, del ser para-sí, única realidad que queda, excluido en ser en-sí. Dice Sartre:

Debe, por tanto, existir un ser - que no puede ser el para-sí - y que tenga como
propiedad el níhilizar (negar) la nada, soportarla en su ser y construirla
continuamente de su existencia, un ser por el cual la nada venga a las cosas.

Pero, para ser el creador de la nada, el ser humano debe albergar en si mismo la
nada: el ser del ser humano, en definitiva, es la nada. No hay que entender esta
nada como si el ser humano en si mismo fuera absolutamente nada: en el ser
humano hay un en-sí, es decir, su cuerpo, su "ego", sus costumbres... Pero lo
específicamente humano es su no determinación, su libertad, su nada. Sartre nos
dice, además, que el para-sí (el ser humano) se caracteriza por tres tendencias:
 tendencia a la nada
 tendencia al otro
 tendencia al ser

La tendencia del ser humano a la nada se descubre en la conciencia y en la libertad.


Esta no es una propiedad del ser humano sino que es su propia esencia. Con ello nos
quiere decir que no es cierto que exista primero el ser humano y luego se diga de él que
es libre, sino que no hay, estrictamente hablando, diferencia alguna entre el ser del ser
humano y el ser libre del ser humano: el ser humano es su propia libertad.

De la identificación del ser del ser humano y su propia libertad se deducen dos
consecuencias importantes para la concepción del ser humano en Sartre, En primer
lugar, el ser humano, como tal, no posee naturaleza alguna predeterminada, no se
identifica con una esencia determinada: su esencia es su libertad, es decir, la
indeterminación, la ausencia de toda determinación trascendente. En segundo lugar, la
existencia precede necesariamente a la esencia, hasta el punto de que la esencia del
ser humano (del para-sí) es su propia existencia.

¿CÓMO LLEGAMOS A LA CONCIENCIA DE LA LIBERTAD?


La libertad se revela en la angustia: En la angustia adquiere el ser humano conciencia
de su libertad o, si se prefiere, la angustia es el modo de ser de la libertad como
conciencia del ser. La angustia es la forma que tiene el ser humano de darse cuenta de
lo que es, es decir, la forma de darse cuenta de que no es nada. El ser humano huye
de la angustia y de este modo trata también de sustraerse de su libertad. Pero el ser
humano no puede liberarse de la angustia, puesto que es su angustia, y por eso tampoco
puede escapar de su libertad. El ser humano está, por ello, condenado a ser libre.

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