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A IDEOLOGIA NEOBATLLISTA

El proceso de industrialización no fue un fenómeno aislado en la evolución del Uruguay de postguerra, sino
que se desenvolvió en medio de agudas controversias y enfrentamientos entre las distintas fuerzas
económico-sociales que conformaban la realidad nacional.
Desde el punto de vista social el desarrollo industrial se tradujo en el acrecentamiento y consolidación del
sector empresarial y de las clases obrera y media, las que a pesar de sus diferencias y antagonismos,
coincidieron en una política de defensa de la industria nacional.
Frente a ellas los sectores agrarios fueron acentuando su oposición al modelo de desarrollo, oposición que
cobrará intensidad a fines de la década de 1950.
En esa problemática interna incidieron las expectativas que a nivel mundial se vivieron como consecuencia
de la finalización de la guerra y la reestructuración del mundo, temas en torno a los cuales se desencade-
naron intensas polémicas ideológicas.
Cambios internos e internacionales de indiscutible trascendencia exigieron una interpretación y una
respuesta de los distintos sectores de la sociedad, tanto en la práctica como en las definiciones ideológicas.
[...] consideramos indispensable desarrollar algunos de los aspectos fundamentales de la ideología de la
fuerza política gobernante, a través del pensamiento de su líder, Luis Batlle Berres.
Dentro de la tipología de los movimientos políticos que se desarrollaron en América Latina como
consecuencia de la mencionada coyuntura internacional, a los que los sociólogos definen como populismos,
las referencias al Uruguay son escasas y laterales.
Sin embargo, en la literatura política y sociológica nacional, se ha manifestado una tendencia creciente en
cuanto a calificar al movimiento político orientado por Luis Batlle como un tipo de populismo, sin que se haya
realizado un análisis sistemático de los caracteres del mismo que sirva de fundamento a esa calificación. No
es nuestra intención entrar a un estudio que llene ese vacío y permita fundamentar la inclusión o no de ese
movimiento dentro de la citada tipología. Nos limitaremos a destacar sus rasgos esenciales, en algunos de los
cuales hay visibles similitudes con movimientos populistas contemporáneos, aunque en otros aparecen claras
diferencias que lo excluyen de toda posible ubicación dentro de esa calificación.
Movimiento de integración policlasista, expresó una alianza tácita entre la burguesía industrial, la pequeña
burguesía y la clase obrera, sin que existiera una integración orgánica de ésta en el movimiento. Es indu dable
que mientras la burguesía industrial y en buena medida la pequeña burguesía, participaron e influyeron en el
seno mismo del movimiento, la clase obrera gravitó desde afuera con el peso de sus organizaciones
gremiales y con la importancia numérica que su voto tenía en las soluciones electorales.
La ideología del movimiento se conformó con elementos heterogéneos, como resultado de las ideas e
intereses distintos y aun contrapuestos de las fuerzas sociales que procuró expresar. A partir del concepto de
la necesaria implantación de una sociedad industrial, en cuyo desarrollo el estatismo, el dirigismo, la
conciliación de clases adquieren una importancia fundamental, su ideología se proyectó en un amplio
concepto de las relaciones entre pueblo y gobierno, instrumentadas con la vigencia de la democracia y la
libertad.
[...]

En el análisis de la evolución política definiremos algunos de los caracteres de la personalidad de Luis Batlle
y de las orientaciones que imprimió a su obra de gobierno. [...]

a) La revolución de nuestro tiempo

Uno de los aspectos fundamentales del pensamiento de Luis Batlle lo constituye su ubicación frente a las
transformaciones que en ese momento sacudieron al mundo y que él calificó de revolucionarias.
Su discurso al asumir la presidencia, contiene una definición medular de esas transformaciones y sus
inevitables repercusiones en la realidad nacional, así como de la filosofía política que orientará su acción:
“...no es posible desatender el hecho de que la humanidad está viviendo una violenta revolución social y
política que convulsiona a todos los pueblos. Nadie puede pretender que nos pongamos al margen de ese
movimiento para abominarlo y apedrearlo; sino que, lo que la hora exige, es entrar y formar parte de esa
inmensa columna para orientar el movimiento, para dirigir las fuerzas aunque para ello sea necesario acelerar
la evolución. Nosotros los que fuimos formados en los últimos aleteos de la filosofía liberal del siglo pasado y
dimos los primeros pasos hacia la socialización de ciertas actividades del organismo social, comprendemos
que tenemos que continuar para encauzarlo por las vías normales. Apresurarse a ser justos, es asegurar la
tranquilidad; es brindarle al ciudadano los elementos principales y básicos para que tenga la felicidad de vivir
y hasta él lleguen los beneficies del progreso y de la riqueza. Apresurarse a ser justos, es luchar por el orden
y es asegurar el orden”.
La idea de la “revolución en el orden” constituye un aspecto importante de su pensamiento y marca la
distancia con los movimientos populistas que no desdeñaban el recurso de la violencia.
“... lo sabio es continuar por ese camino saliéndole al encuentro a los justos reclamos que haga el pueblo
para darles solución a través de la ley conscientemente estudiada, sin esperar reacciones violentas de
quienes se sientan desatendidos u olvidados”.
Como veremos más adelante, la justicia social será, por razones que van desde la existencia de un
pensamiento definido respecto al destino del país, a las motivaciones meramente electoralistas, uno de los
pilares de su ideología.
[...]
Las ideas del progreso y la justicia social, realizables en el marco de la democracia y la libertad, constituyen
una constante en el pensamiento de Luis Batlle. Son reiteradas sus referencias a la revolución que conmueve
al mundo, su disposición a aceptar el proceso incorporándose a él y la necesidad de una estrategia que
permita conducirlo evitando la violencia.
“Nuestro movimiento es de reforma de sentimiento revolucionario... el orden es fundamental para alcanzar
el progreso por el cual vamos luchando”.
No desconoce en ningún momento la importancia de los reclamos populares aunque es constante su
preocupación por controlar sus inquietudes:
“... los pueblos en la calle es una verdad; reclamando y con urgencia, también es una verdad; la revolución
en el mundo entero también es una verdad. Locura sería querer detenerla; prudente es no dejarla tomar
demasiada velocidad. Pero repito que dirigentes y gobernantes tienen que entrar en ella”.
Consecuente con esos conceptos es el slogan que toma para su movimiento: “Renovación y Reforma”, que
expresa el carácter moderado y ordenado de una actitud de permanente cambio. Innumerables editoriales del
diario “Acción”, de su propiedad y fiel vocero de sus ideas, lo expresarán en forma constante.
b) Democracia y libertad

Contrariamente a los movimientos populistas, el neobatllismo pone permanentemente el acento en la idea


de democracia y libertad y prácticamente en todos los discursos de Luis Batlle se hace referencia a estos
conceptos, que constituyen el aspecto medular de su pensamiento.
Esos principios esenciales de la democracia liberal los completará con una dimensión social:
“La democracia no es sólo libertad... los pueblos están reclamando algo más. La democracia no tiene por
qué suponer necesariamente una evolución lenta en su marcha y discusión prolongada para atreverse a dar
un paso por el progreso y la justicia social”.
“Los pueblos deben palpar los beneficios de la existencia de la Democracia; los poderosos gozando de la
libertad y de la justicia y los necesitados, de la libertad, igualmente, pero también de la justicia, que ha de
llegar hasta ellos sin demora, dando alimento al necesitado y trabajo al obrero y tierras al hombre de campo y
bienestar a todos. Con esto no proclamamos la guerra, luchamos por la paz y exigimos orden y respeto y
lealtad a la ley; no sometemos al hombre, lo ayudamos en su libertad; no somos clasistas ni formamos castas
y sólo queremos el bienestar de todos y aspiramos a que los «pobres sean menos pobres aunque los ricos
tengan que ser menos ricos»”.
Se conjugan en el planteamiento los grandes temas del mundo en la inmediata postguerra en torno a las
libertades democráticas reforzadas con soluciones de justicia social, junto a una invocación al Batllismo inicial
con la reproducción de la conocida frase de José Batlle y Ordóñez. Con ello afirmó la continuidad de un
pensamiento orientador de esa fuerza política que propugnaba la superación de las manifestaciones sociales
más negativas del capitalismo, sin llegar a una condena del sistema.
[...]
Los sucesivos planteamientos reflejan una coherente manifestación de su ideología, en la que los conceptos
de libertad, democracia, orden, paz social, pueblo —como una totalidad nacional— aparecen idealmente inte -
grados.
Son esos caracteres, concretados en una forma de vida colectiva, los que hacen del Uruguay un país de
excepción:
“Todos nosotros, sin distinción alguna, gobernados y gobernantes, formamos una férrea unidad en nuestro
deseo vivo de trabajar por engrandecer la Nación, por luchar en favor de su permanente progreso, salvando
dificultades, corrigiendo injusticias, deseosos de que sea una verdad poderosa el sentimiento de honra y
satisfacción de sentirnos ciudadanos de este pequeño y prestigioso país “.
Y esa idealización lo lleva a sostener que:
“Es el nuestro un pequeño gran país. Si alguna vez se le pudo llamar con verdad laboratorio de
experimentación del derecho laboral, hoy se le puede calificar, con igual razón de pequeño oasis de paz,
libertad y justicia en un mundo perturbado por trágicas realidades o comprometedoras perspectivas...”
“Tengamos clara conciencia de que el Uruguay es un país de excepción”.
Tan importante como la democracia e íntimamente ligada a ésta porque constituye un elemento integrante
de la misma, es la libertad:
“Tenemos que preocupamos en primer termino de asegurar la libertad de los ciudadanos y conquistar un
régimen social que les permita vivir con dignidad y sentir el goce, la satisfacción y la necesidad de defender el
régimen político en que actúan”.
Definiéndose en torno al principio de la libertad, acentúa sus diferencias con los movimientos populistas que
asumían formas autoritarias. Sostiene que “ nada hay más necesario al hombre que la libertad” ... “que lo
fundamental para toda organización social, es que se cimento sobre la libertad”, porque “la libertad es el
elemento principal para la vida colectiva y cualquier régimen que niegue el principio de libertad, es malo por
eso mismo”, y que “la libertad no se alcanza sino a través del régimen de la democracia”.
Frente a aquellos regímenes que ponen el acento en la seguridad económica, afirmará que “ la seguridad sin
libertad es opresión en lo social y dictadura en lo político” , que “no hay régimen para el hombre trabajador,
como la democracia. Porque el hombre trabajador lo que necesita es la libertad y en la libertad de hombres
trabajadores podrán conquistar todos sus derechos”, ... dado que “sin libertad los obreros no podrán alcanzar
ninguna conquista económica”.
[...]
Esa filosofía liberal lo ubica en abierta discrepancia con el comunismo, doctrina a la que considera negadora
de la libertad, a la que enfrenta en el plano de las ideas y entiende se le debe vencer con la realización de la
justicia social: “en este país, cuando se hace buen Batllismo el comunismo no tiene función ni tiene nada que
hacer”.
En tal forma democracia y libertad constituyen dos conceptos inseparables dentro de la ideología
neobatllista, conceptos vitales que hay que afirmados en una actitud militante: “ ... la democracia hay que
afirmarla con el voto. La democracia hay que afirmarla en la calle. Hay que asegurarla con el fusil si es
necesario”.
Es por ello que el destino del país aparece integrado en los valores que encierran ambos conceptos: “ sin
libertad política, sin libertad de prensa, sin leyes que aseguren la tranquilidad económica y el desarrollo de
nuestras familias será imposible que podamos andar el camino que nos hemos trazado para cumplir con
nuestras obligaciones, porque la garantía de los derechos humanos y la defensa de las libertades nos obliga
a que vivamos en regímenes de democracias ciertas y reales... es el único camino para alejar el peligro de
las infiltraciones totalitarias que encuentran su mejor caldo de cultivo allí donde se niegan las libertades y se
violan los principios democráticos”.

c) Industrialización

Una de las ideas básicas del neobatllismo es la industrialización.


Hemos destacado cómo ese movimiento se definía por la elaboración de un “modelo” industrial para el
desarrollo del país, y cómo interpretaba y satisfacía las expectativas de las diversas clases que conformaban
la alianza en que se apoyaba.
En los discursos de Luis Batlle y en los editoriales del diario “Acción”, se puso el acento en la necesidad de
industrializar el país promoviendo la expansión de las industrias existentes y la creación de otras nuevas,
desarrollando un intenso proteccionismo basado fundamentalmente en la política cambiaria. En tal forma la
actividad privada se transformó en el centro de la expansión económica al amparo de la protección que le
dispensó el Estado.
En esa orientación fue visible la concordancia entre las ideas del gobierno y las que sostuvieron los
industriales respecto al destino del Uruguay y la política necesaria para realizar el modelo de desarrollo que
se proponían.
Ya al asumir el mando en 1947 Luis Batlle hizo referencia en su discurso al desarrollo de la industria: “ Esta
actividad de trabajo y estos salarios han creado un mejor standard de vida y han facilitado una evolución
económica y social que se hace de absoluta necesidad mantener y defender y el gobierno ha de organizar
todos los esfuerzos que están a su alcance para afirmar esa riqueza”.
En opinión del gobierno la industria es la principal actividad creadora de riqueza y por eso manifiesta
continuamente su intención de protegerla de sus enemigos, cualquiera sea su importancia: “ Vamos a
garantirlos a los pequeños industriales como igualmente a los grandes industriales, el capital necesario para
el desenvolvimiento de sus industrias” ... “Vamos a crear el Banco Industrial del Estado con cincuenta o
sesenta millones de pesos para que sea el Estado el que auxilie y fomente las industrias nacionales, para
defender a los industriales, chicos o grandes, del capital extranjero... yo me he defendido siempre de todas
las infiltraciones del capital extranjero...”
Con estilo llano y directo, fácilmente comprensible por todos, explica cuáles son las ventajas de una
industria nacional: “Al lado de la industria que crea la clase media, al lado de la industria viene el salario bien
remunerado del obrero, al lado de la industria viene el capital, al lado de la industria viene toda la
organización administrativa bien paga, al lado de la industria se realiza y se hace toda una riqueza que se
reparte entre los trabajadores porque la industria lo que necesita son brazos y entonces a los brazos es a
donde llega en reparto justo la ganancia que provoca esa industria, y en ese sentido tenemos que hablar can
claridad al pueblo: no están haciendo como lo pretenden algunos que falsean la verdad, capita lismo para los
capitalistas, no, están haciendo riqueza para que llegue al pueblo, para que se reparten entre los hombres de
trabajo...”
Junto a la idea de la mancomunidad de intereses en la empresa capitalista, que se traduce en la necesaria
conciliación de clases, se agrega la de un capitalismo benefactor cuyo objetivo no es la ganancia sino la
distribución de riqueza.
Tal vez sea un editorial de “Acción” del año 1951, el que expresa más claramente los fundamentos del
industrialismo neobatllista: “Estamos por nuevos impulsos a la industrialización en el país. En esta etapa
histórica hay un capitalismo privado, socialmente necesario, socialmente útil, que implica progreso nacional y
humano y que debemos impulsar. Así lo hizo desde el principio el Batllismo y fue muy justa tal actitud,
procurando fundamentalmente dos cosas: a) que tengamos una industria efectivamente nacional, es decir
rescatando para nuestro país, nuestra propia riqueza, muchas veces en manos del empresismo imperialista o
creándola nueva; b) favoreciendo y protegiendo el proceso industrializador, la Revolución Industrial del País
en condición de que en tal proceso no se olvide un sólo instante el elemento humano que es su principal
protagonista, dando buenos salarios, toda clase de compensaciones y ventajas y participación razonable en
los beneficios a los trabajadores”.
La necesidad de defender las industrias aparece como una idea madre, máxime cuando ellas fueron
combatidas desde el exterior y por algunos sectores nacionales, especialmente los vinculados a la ganadería:
...“Vamos a defender las industrias nacionales con firme resolución porque ese es el trabajo de nuestros
hombres. Cuando queremos defender las industrias nacionales no pensamos sólo en el industrial, y nuestro
pensamiento está en el país y después en el capital representado por los brazos que trabajen, que son el
capital más puro que hay que respetar y luchar por él... Sin duda alguna el capitalista industrial es también un
hombre que cree en el país y lucha por él y es de necesidad que ellos sientan que el país los apoya en su
trabajo”.
En otro momento idealiza la actividad del empresario industrial y destaca la proyección nacional de la
industria: “La industria nacional es la defensora del trabajo nacional. Cometeríamos un tremendo error si
pensáramos que la industria es la defensora del dinero. Si los capitalistas no tuvieran industrias para invertir
su dinero lo invertirían en el campo o lo dejarían en los bancos. Por lo tanto la industria del país es la mano
de obra del trabajador y también el progreso de la Nación”.
Es evidente el énfasis que en todo momento pone Luis Batlle en la dimensión social que debe tener el
desarrollo industrial. Su concepción no se agota con el logro de la expansión económica, sino que sostiene la
necesaria participación de los trabajadores en los beneficios que esa expansión aporta. En el planteamiento
está implícito el esfuerzo por lograr la conciliación entre el capital y el trabajo, así como la movilización de los
trabajadores en apoyo de la política de industrialización.
En términos coincidentes se decía en “Acción”, el 27 de abril de 1949: “ la política del actual gobierno
batllista hacia la ocupación plena y producción de bienes —de la que es una definición la campaña pro
industrialización del país— tiende a hacer económicamente más fuerte al Uruguay, pero lleva a la vez como
fin, una mejor forma de vida del trabajador uruguayo”.
Y con motivo del proyecto gubernamental que acordaba franquicias para las industrias a instalarse en el
país, el mismo periódico expresaba el 3 de abril: “ La preocupación que ha guiado la mente del Ejecutivo ha
sido la de promover la creación de fuentes de trabajo” ... “Con verdad puede afirmarse que la amplia
liberación de gabelas que se acuerda a quienes vengan a establecer en el país una industria nueva,
constituye algo equivalente a la creación de un verdadero «seguro de rendimiento» para los capitales que
pudieran invertirse en empresas de ese carácter”.
Los beneficios que se le asegura a los inversores se extienden a las otras clases: “ ...la libertad económica
del pueblo depende de la industria y nosotros vamos a defender a la industria que paga buenos salarios”.
“Creemos en la necesidad de desarrollar nuestras industrias y sentimos que nuestro deber es imponerlas y
para ello hemos de organizar la batalla económica... hemos de buscar los caminos para que esta materia
prima que es riqueza nuestra sirva para asegurarle trabajo a nuestros obreros y sea fuente de riqueza y
prosperidad para la nación”.
Pero esa responsabilidad no corresponde solamente al gobierno: “ fomentar esas industries es obligación de
todos, el Estado, las fuerzas capitalistas creadoras de ellas y el capital obrero que las hace marchar y
progresar”.
No es de extrañar que ese lenguaje obrerista en el que se destaca la importancia del trabajo creador de los
obreros y la necesidad de que compartan las beneficios de la industrialización le haya permitido lograr el
apoyo de amplios sectores del proletariado.
Si la industrialización del país fue su preocupación fundamental cuando ejerció la Presidencia de la
República entre 1947 y 1950, la defensa de la industria frente a los que llama enemigos de afuera y de
adentro se convirtió para Luis Batlle en tema central durante el período de Martínez Trueba y cuando ejerció
la Presidencia del Consejo de Gobierno en 1955. Ante las dificultades que se presentaron a la industria textil
—la industria de mayor significación— y considerando que la acción del gobierno no es lo suficientemente
firme en su defensa, insistirá en que ...“ defender nuestras industrias contra los peligros y acechanzas internas
y externas, es defender el trabajo de nuestro pueblo, la riqueza del país”.
Y específicamente en relación con la industria citada: “ ... sería más conveniente para los intereses del país
vender la lana trabajada, elaborada por nuestros obreros que es una forma de vender el trabajo de ellos, a
estar vendiendo sólo el trabajo de las ovejas... “

Satisfechas las necesidades del mercado interno con la expansión alcanzada por la industria, considera que
se abre una etapa exportadora que asegurará la continuidad del desarrollo. En tal sentido es consciente de
las dificultades que se presentarán en el plano internacional y de la imprescindible protección del Estado para
lograr esos objetivos:
“La segunda etapa de defensa de nuestras industrias es salir con ellas al mundo e imponerlas, que es una
forma de imponer el trabajo de nuestras gentes”.
“Nuestra industria nacional ya es exportadora pues con nuestra producción hemos rebasado el mercado
interno y tenemos necesidad de buscar mercados internacionales y aquí entramos en un campo de peligrosa
competencia con viejos pueblos que vienen trabajando hace muchísimos años”.
“Tendremos que fortificar nuestras industries; hacerlas respetar e imponerlas en la gente de adentro y en la
gente de afuera” y “la defensa de nuestra industria la tenemos que llevar adelante y en plena lucha porque
son muchos los intereses foráneos que quieren ahogarlas”.
En tal sentido, enfrentaba las criticas que se formulaban a la política proteccionista:
“Se ha querido encontrar como fuerza suficiente para esta resistencia el que tenemos que utilizar cambios
preferenciales para ayudar la exportación de este trabajo nuestro; pero la oposición y resistencia al uso de los
cambios múltiples ya es de la historia, es del pasado, porque todos los pueblos del mundo defienden con
subsidios sus productos exportables”.
“Se nos crítica también porque queremos defender la industria a través de medidas que van en su ayuda,
que se las ha llamado subsidios, con las que las tonificamos y les permitimos que se desarrollen en ¡a
plenitud de sus fuerzas obteniendo ganancias los industriales, pagando buenos jornales a los trabajadores y
provocando riquezas para el país”.
En definitiva, Luis Batlle expresó una ideología contradictoria, en la que se conjugaron la visión del político
con su perspectiva de un Uruguay industrializado sobre las bases de las estructuras del sistema capitalista y
que, por ende, vio en el sector empresarial la fuerza capaz de realizarlo.
La realización de ese proceso en el marco de una democracia liberal —único camino acorde con su
ideología— exigió la participación de los sectores populares como sustento del poder político. Su sensibilidad
social facilitó ese planteamiento, dando lugar e una ideología ambivalente expresada en un lenguaje ambiguo,
que procuraba una conciliación de las contradicciones de clases —burguesía, proletariado— que el sistema,
al desarrollarse, generaba.

d) Estatismo y dirigismo

La alianza de clases en la que se apoyaba la política del neobatllismo exigía la intervención del Estado en la
vida económica, en cuanto ve en él el instrumento para promover el desarrollo industrial y el árbitro capaz de
resolver las contradictorias demandas de las clases en que se apoyó.
La intervención se caracterizó por un cierto grado de control de la economía para promover e impulsar la
actividad privada. Si bien se ratificó como principio la importancia del Estado industrial, heredado del Batllis mo
inicial, fueron limitados los avances en tal sentido.
Al mismo tiempo, el intervencionismo y el dirigismo, proclamados como una política insoslayable, carecieron
de la planificación adecuada, lo que se manifestó en las carencias y errores señalados. En este aspecto,
parecería que en el político gravitó el temor a facilitar una influencia excesiva de la naciente tecnocracia.
Los alcances de la intervención del Estado aparecen caracterizados en un editorial de “Acción” del
13/12/948: “(la intervención del Estado) en ningún momento ha querido asumir el carácter de una
interferencia con actividades que también conceptuamos deben o merecen no ser desplazadas de la órbita
particular” a la vez que “el espíritu de empresa del hombre debe ser estimulado”.
Sin embargo, la intervención del Estado debe alcanzar otros niveles en determinadas circunstancias: “ En
primer término corresponde al Estado asumir la defensa del interés general. Cuando la empresa privada
desconoce ese interés y pretende aprovechar la libertad que se le acuerda con fines contrarios al mismo, el
intervencionismo estatal será impuesto como un deber primordial. Si un excesivo afán de lucro, configurando
incluso las formas del agio o de la especulación abusiva, atenta contra las conveniencias de la colectividad, la
intervención del Estado no debe extrañar a quienes la provocan. Corresponde igualmente a esta, suplantar a
los particulares allí donde el particular por desidia, indiferencia o falta de capacidad material para hacerlo no
puede notoriamente llegar. Es un caso de intervencionismo constructivo y de beneficio común”.
Igualmente destaca la gravitación de las condiciones internacionales sobre las economías como la nuestra y
ve en ellas la condicionante que obliga al dirigismo estatal: “ Hemos tenido que recurrir a la política del
dirigismo impulsados por la situación económica del mundo, en la necesidad de sostener nuestras economías
vacilantes, por causas que pueden buscarse en el campo de la economía y el comercio internacional y aquí,
los que gravitan, no son precisamente los países débiles” ... “pero mientras la estabilidad de trabajo en
nuestro país, la tranquilidad de nuestro pueblo nos exija esta vigilancia, tendremos que seguirla ejerciendo
para salvar los obstáculos que se presentan en nuestro camino de desenvolvimiento y progreso”.
Señala el error de “confundir la economía ordenada con el ánimo del gobierno de hacer estatismo”. En este
último aspecto proclama la importancia del Estado Industrial:
“...yo soy partidario de la acción industrial del Estado, y además, el magnifico triunfo de la gestión de
nuestros institutos oficiales, me dan razón y me prestan las energías necesarias para seguir luchando en
favor de la extensión del Estado Industrial”.
“Luchar y extender el Estado industrial con nuevas y justas soluciones, que den solidez a la organización
social, y fuerza a la economía del país, es también un deber, pero es también un inmenso gusto espiritual
para los que creemos que por ese camino podemos alcanzar una sociedad más justa, con menos privilegios
personales y con más beneficios generales”.
Enunciado ese principio general, pone el acento en la intervención del Estado para asegurar una “ economía
ordenada”, regulando la producción y la distribución: “ ... mi deber está en atender la producción, en vigilar los
precios, en provocar justa distribución y estar junto a los que reclaman con más razón y con más necesidad:
las grandes masas, que son las consumidoras y las que pueden sufrir”.
Fue en este plano en el que mayor énfasis puso para justificar el dirigismo estatal: “ Porque la economía
dirigida de gobierno tiene como función principal, en primer termino, la custodia y tutela de los grandes
intereses económicos de la República y después, la tutela en custodia de los intereses de los pequeños, que
no tiene otro ayudante, ni otra tutela, ni otra vigilancia a su lado, ni más honrada que la del gobierno, siempre
dispuesto a colaborar con ellos”.
Dado que: “El gobierno no puede olvidar a nadie y menos a los que necesitan de él: las clases pobres, que
son las que tienen su amparo en las leyes sociales y económicas, que son las que esperen la tutela justa del
Estado”.
En estos planteamientos se encuentran los dos aspectos esenciales que en la ideología del neobatllismo
justifican y exigen la intervención del Estado: el económico y el social.

e) Capital y trabajo. La “paz social”

La ideología del neobatllismo en estos temas es ambigua, pues si bien evidencia inquietud frente al
problema social y utiliza un lenguaje de tónica obrerista, en lo esencial sostiene el sistema imperante,
formulando solamente la distinción entre el buen y el mal uso del capital; rechaza el antagonismo entre el
capital y el trabajo sosteniendo la “ paz social” en una conciliación de clases, aunque reconoce el derecho de
los obreros a luchar por sus reivindicaciones.
En esa filosofía social la intervención del Estado como árbitro y como instrumento para redistribuir la riqueza
eliminando ¡as diferencias sociales más agudas, adquiere una importancia primordial.
En este aspecto se dieron notorias diferencias entre la ideología de los industriales y el neobatllismo. Si bien
ambos desenvolvieron en forma paralela el concepto de la “ paz social” y la mancomunidad de intereses en la
empresa, el neobatllismo, tanto por su filosofía social como por razones político-electorales, no podía ignorar
las reivindicaciones obreras y buscó procurarles adecuadas soluciones.
En relación con estos temas, en su ya mencionado discurso al asumir la Presidencia en 1947, Luis Batlle
señalaba: “La violencia del capital para imponer su quietismo a todo lo que ha conquistado no puede
tolerarse; la violencia por parte de quienes quieren andar rápidamente tampoco puede tolerarse”.
En tal sentido el Estado debe contribuir al mantenimiento de la paz social: “ Propiciando y fomentando leyes
de justicia y buscando las mejores soluciones que intensifiquen el trabajo gestando riqueza; la que ha de ser
equitativamente repartida, porque la riqueza producida por todos no es propiedad del capital sino que buena
parte de ella es del trabajador, y justo es que se reparta con equidad y llegue hasta todas las clases
brindando bienestar a todos los que la han producido”.

[...]
De esas ideas se deduce cuál debe ser la función del Estado para asegurar la paz social: “ El gobierno no se
mueve para borrar injusticias provocando otras injusticias, sino que él actúa en el deseo de acercar a las
fuerzas sociales y económicas que distantes entre ellas y en opinión podrían provocar lucha de violentas
perturbaciones y los hechos dicen que las masas populares oprimidas reaccionan fuertemente y la
preocupación de los gobernantes debe estar en alejar con mano firme esa opresión para que no estalle esta
temida lucha...”
Si bien no acepta el concepto de la lucha de clases, reconoce su existencia y reitera la importancia de la
acción del Estado para impedir su desarrollo:
“Creemos que por encima de las clases sociales está el hombre sin distinción de razas, naciones, clases o
creencias, que por su sola condición humana tiene derecho a la Libertad Política y a la Seguridad Social”.
“Eso no quiere decir no reconocer los conflictos de clases”.
“La lucha de clases nace de la injusticia de clases. Se nutre con el desmedido afán de ganancias de
quienes buscan en los factores de desequilibrio de las condiciones económicas, puntal para el logro de
mayores beneficios”.
“Combatimos la lucha de clases porque entraña la siembra de odios. Pero lucharemos contra la diferencia
de clases, por una igualdad sin trampas monopolistas y una abundancia económica fundamentada en la
totalidad del precio del trabajo humano. La Seguridad Social se ha conciliado teóricamente con la Libertad
Política y ese privilegio de la extrema derecha o la mentira pública de la falsa izquierda, son los últimos
manotazos del ahogado en las olas de la Revolución de Nuestro Tiempo”.
La conciliación de los opuestos que se traduce en la paz social no puede ser el resultado de una imposición,
sino de la justicia social que evita andar por “ los caminos de la violencia y el desorden”:
“...Sobre un país pobre o violentado en su economía o en sus finanzas, no se puede afirmar el bienestar
colectivo... no se puede afirmar el bienestar colectivo con la presencia de núcleos de pobres de solemnidad
frente a la existencia de algunos poderosos y ese desnivel además de arbitrario es peligroso y la ley debe ir
con apresuramiento para corregir estas injusticias”.
[...]
En un lenguaje que excedía su tono habitual llegará a sostener que: “...el Gobierno no está para defender a
los ricos, sino para defender al pueblo, que es la verdadera fuerza del país... porque es una verdad que no la
puedo callar, que los hombres que tienen demasiado y están rodeados por necesitados, me incomodan. Me
incomodan y a esos los tengo como enemigos de la sociedad” .
Esos planteamientos en los que no dejan de gravitar las necesidades electorales del político, reflejan sus
inquietudes sociales que se manifiestan frente a otros aspectos agudos de la situación social del período,
como fueron las huelgas obreras. Si bien rechazó ese medio de lucha de los trabajadores, lo admitió como un
hecho social: “Creo que a los huelguistas hay que hacerles sentir que la huelga no es el camino adecuado
para encontrar soluciones; pero es necesario que ellos tengan la seguridad de que se les va a oír y se les va
a respetar y no se les va a engañar”.
Simultáneamente desarrolló toda una concepción con respecto al capitalismo —a la que hemos hecho
referencia— en la que sin referirse al sistema, que acepta, formula la distinción entre el “ capital justo”, digno
de ser defendido y el “ capital injusto”, que repudia, siendo evidente la imposibilidad de establecer los límites
que los separan.
“El capital cuando no es injusto, también es trabajador, cuando el capital se pone en actitud de injusticia es
arbitrario y quiere darla al capital el poder del capital, entonces ya deja de ser trabajador; pero cuando el
capital es invertido en promover trabajo y tiene ánimo de justicia y de respetar los derechos de los
trabajadores, el capital no es un enemigo, sino que es un colaborador más en la acción social y en la acción
económica del país. Lo que hay que buscar es que el capital no sea injusto, cuando es injusto hay que
abatirlo, porque el capital es la riqueza de todos. Lo puede tener una persona determinada, pero lo ha hecho
en el país con el trabajo y el esfuerzo de todos”.
“Cuando el capital se constituye en un enemigo, repito hay que abatirlo. Pero debemos tratar de buscar en
el capital la fuerza de colaboración que puede tener en beneficio de la sociedad y de la economía del país,
haciendo que el capital se transforme entonces en un trabajador más”.
La ideal aspiración de un equilibrio social que ignora la esencia de las contradicciones del sistema y
pretende resolverlas con la buena voluntad y comprensión de las partes, aparece nuevamente explicitada
cuando sostiene que: “El capitalista tiene derecho a los beneficios de su capital invertido; pero el obrero tiene
el derecho de su capital trabajo que es igualmente o más respetable que el capital dinero, porque al fin capital
trabajo es sudor, es desgaste, es esfuerzo personal y permanente y es lo único que tienen los hombres para
poder ir atendiendo y resolviendo sus problemas diarios. Pero se hace imprescindible luchar por la
comprensión de ambas partes. El capital dinero cuando es injusto, arbitrario, prepotente, es nocivo a la
sociedad; pero el capital trabajo de brazos caídos, a desgano, sin buen rendimiento es también igualmente
perjudicial a la sociedad. Ambas cosas son malas y contra ellas habrá que luchar”.
Destacamos nuevamente lo confuso y ambiguo del lenguaje. Capital justo y capital injusto; capital trabajador
y capital con poder de capital; capital trabajo del obrero... ¿Deliberada confusión por necesidades políticas
que le permiten eludir una definición categórica sobre el sistema capitalista y sus conflictos? ¿Errores
conceptuales en torno a categorías sociales y económicas? Muchas imprecisiones pueden ser atribuidas a las
circunstancias en que esos temas fueron considerados —actos de propaganda política en los que la
disertación improvisada limitó el ajuste conceptual o traicionó el pensamiento— pero nos inclinamos a pensar
que esas imprecisiones son el fruto de un esfuerzo dialéctico —dialéctica verbal— para evitar definiciones
sobre temas que, por su trascendencia económico-social, hubieran provocado también definiciones de un
heterogéneo electorado.

Germán D’ELÍA: “El Uruguay neobatllista. 1946—1958.” Montevideo, 1982, pp. 37-52

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NEOBATLLISMO
Neobatllismo 1946-1958.

El partido colorado resultó ganador de las elecciones (1946) y se


reafirmó el batllismo como principal fuerza y como su principal opositor,
al partido nacional con Herrera a la cabeza.
Hay que destacar que ambos partidos no eran un solo bloque compacto sino
que dentro de sus filas existía fuertes oposiciones.
Dentro del partido colorado iba surgiendo como fuerte figura de un gran
lider carismático capaz de interpretar los problemas del país, Luis
Batlle Berres. Sin embargo este fue resistido por otros figuras de la
facción batllista para que se presentara como candidato a intendente de
Montevideo por lo cual tuvo que conformarse con el cargo de vice
presidente de la república. Pera muerto Berreta el vice saltó a la
popularidad.
El gobierno de Luis Batlle va estar signado por la confrontación entre el
extremo conservadurismo de los Batlle Pacheco y la tendencia renovadora y
"populista" del Presidente.

Este periodo se abrió a partir del año 1946 y se va a caracterizar por


la consolidación del sistema democrático representativo, auge económico
originando un optimismo colectivo conocido a través del eslogan "como el
Uruguay no hay”.
Precisamente esta noción de "país de excepción", se afirmará a través de
la concreción de las libertades, la democracia, el orden, la paz social,
y el ejericio ciudadano de una vida colectiva. El imaginario colectivo
interpretará al Uruguay como "un pequeño gran país", "un oasis de
libertad, justicia y paz".
El Neobatllismo concibió como estrategia aceptar el proceso
revolucionario incorporándose a él, siempre desde el orden y el camino de
la no violencia. En este sentido, reconoce que la humanidad vive tiempos
de revolución social y política; una revolución que pretende continuar el
tránsito desde el liberalismo a la socialización, encauzada por la
llamada "vía normal", es decir, a través de la ley, la democracia y la
libertad.
Socialización, es entendida bajo el supuesto de justicia (ante los
beneficios del progreso y la riqueza) atendiendo a los reclamos
populares, pero siempre controlando las inquietudes de los mismos.
El neobatllismo pone el acento en la democracia y la libertad,
entendiendo que ésta última solo se logra a través de la primera, y es
completada a través de una serie preocupación de justicia social, en el
mismo sentido que Batlle y Ordóñez expresaba: "que los pobre sean menos
pobres, aunque los ricos tengan que ser ricos".

Es en este sentido que el neobatllismo busca el bienestar de todos los


integrantes de la nación, superando los aspectos negativos del
capitalismo, sin llegar a condenar el sistema.

POLÍTICA ECONÓMICA
Una de las características que diferencian marcadamente la política
económica de este período respecto al anterior, refiere a la modalidad
que asume el creciente intervencionismo estatal en la economía y en
particular a la relación entre el estatismo y la regulación económica. En
ese sentido, el sector público retomó su expansión, pero la innovación
más destacada está dada por el establecimiento progresivo de un nutrido
conjunto de instrumentos que establecieron una creciente regulación
económica por parte del Estado. He allí un signo distintivo de la
política económica del terrismo y, más aun, del neobatllismo, en
comparación con la del primer batllismo.

La industrialización como modelo de desarrollo


La industrialización se presentó como el modelo de desarrollo
alternativo al agro-exportador, sobre todo, como modelo que satisfacía
las expectativas de la base social del partido.
En este sentido, el Estado actuó estableciendo un marco de protección y
de política cambiaria para que la actividad privada fuera responsable de
expandir la economía.
De esta forma, la industria pasó a ser la principal actividad creadora de
riqueza, a modo de que conformar un "capitalismo /donde / (...) la
riqueza llegue al pueblo".
Las ventajas del nuevo modelo:
- crear una clase media
- salario bien pago
- atrae capitales
- crear clase administrativa bien paga
- reparte la riqueza (redistribución de ingresos)
De esta manera, la industria entendida como una mancomunidad de intereses
donde existe la conciliación de clase, sumada al capitalismo benefactor
(distribuidor de ingresos), sentaron las bases de la política económica
neobatllista.
Bajo este planteo, se presentó como indispensable la participación del
trabajador en los beneficios de expansión económica, intentado conciliar
trabajo-capital, así como también, movilizar los trabajadores en apoyo de
la política industrializadora.
En el marco de este plan industrializador, fue pertinente defender a la
industria ante la firme oposición del grupo ganadero. Para esta defensa
se identificó industria con trabajo y con el pleno empleo, así como
también, se les aseguró a los inversores beneficios y extensión de éstos
a otras clases. La industria se convertía así en la fuente de riqueza
para la nación.
Paralelamente, el discurso industrializador, logró comprometer al Estado,
a los Capitalistas y a los obreros, sobre todo, a éstos últimos, a través
de un lenguaje obrerista, que le valió a Batlle Berres el apoyo del
sector proletario.
En una primera instancia, las industrias desarrolladas serían para el
mercado interno, es decir, consumo nacional. Pero Batlle Berres planeaba,
una vez alcanzada la satisfacción de dicho mercado, pasar a una etapa
exportadora: "la segunda etapa de la defensa de nuestras industrias es
salir al mundo a imponerlas".

Establecido en 1941, el Contralor de Exportaciones e Importaciones,


afectará al sector ganadero particularmente. A través del mismo y en
complemento con el Control de Cambios y el sistema de cambios múltiples,
cuyo funcionamiento veremos, el Estado puso en marcha, particularmente
durante el neobatllismo, una importante transferencia de recursos desde
el sector agropecuario hacia otras actividades productivas (políticas
pro-agrícolas e industrialistas).
¿Cuál es la idea? La idea es que a través de la creación de
organismos y reglamentaciones, el Estado despliegue una cada vez más
afinada regulación del comercio exterior y, por medio de ella, una
creciente transferencia de recursos orientada al estímulo de la
diversificación productiva y de la distribución del ingreso. De esta
forma, entre 1931 y 1941 se fue montando un conjunto de instituciones
regulatorias. Entonces quedó configurado un núcleo básico que se fue
completando en los años posteriores. Con este instrumental, el Estado
uruguayo desplegó entre 1943 y 1959, en el arco que va de la transición
democrática a la crisis del neobatllismo, la política de promoción
industrial más impetuosa que se registra en la historia del país.
De esta forma quedó montado lo esencial del mecanismo de regulación
del comercio exterior que funcionaría en adelante, con particular ímpetu
en los años cuarenta y cincuenta (el mismo que comenzaría a ser
desmontado, o más bien a intentarse su desmontaje, con la Ley de Reforma
Monetaria y Cambiaria de 1959[1]). De cualquier manera, habiendo quedando
instalado lo fundamental con la “ley 10.000”[2], otras medidas se
agregaron en los años siguientes, completando e incrementando la
capacidad estatal de regulación. Entre ellas, es particularmente
relevante el decreto que en 1947 sistematizó los cambios múltiples al
establecer tres categorías de productos importados a efectos de la
fijación de los tipos de cambio aplicables a la liquidación de las
divisas destinadas a importaciones. Básicamente establecía la prioridad
de las materias primas necesarias, los bienes de consumo no competitivos
y ciertos bienes de capital especificados, al tiempo que hacía lo
contrario respecto a los artículos competitivos y productos de lujo.
Luego, un decreto de 1949 generalizó el sistema a todo el comercio
exterior, al extender los tipos de cambio diferenciales a las
exportaciones.

Estatismo y dirigismo

La alianza de clases que constituyeron la base social del Neobatllismo,


necesitaba de una ESTADO ÁRBITRO o Estado promotor del desarrollo
industrial. En este sentido el Estado interventor y dirigista estuvo
implícito en la concepción estatal neobatllista:

 control económico para impulsar la actividad privada (dirigismo).


En este aspecto, G. D´Elía critica la ausencia de una planificación
proyectada así como también, hace referencia a la existencia de un
constante temor político respecto a la excesiva influencia de la
naciente tecnocracia.
 Antes que nada, en primer lugar, el Estado debe defender el interés
general. Sí las empresas privadas desconocen este interés común,
entonces, en segundo lugar, es primordial que el Estado intervenga
controlando el exceso de afán de lucro, abuso de especulación o
incluso suplante al particular. De ahí que G. D´Elía defina al
neobatllismo, entre otras cosas, como un "intervencionismo
constructivo y de beneficio común"
 No obstante, el intervensionismo está condicionado por la coyuntura
internacional (desarrollo potencias centrales)
 Es "partidario de la acción industrial del Estado"
 Intervención del Estado asegura una "economía ordenada" regulando
la producción y l a distribución
 En la teoría se justifica el control del Estado porque la función
principal del mismo es:
 1° cuidar el interés general
 2° cuidar el interés de los más débiles. Las clases pobres
necesitan y esperan del Estado la tutela (legislación social y
económica)

 Dos aspectos esenciales justifican el intervensionismo del estado


a) social: PAZ SOCIAL
b) económico: CAPITAL-TRABAJO

Nacionalizaciones y estatizaciones
La nacionalización de la compañía inglesa de aguas corrientes
(1947) y la creación de OSE como empresa estatal encargada de la
potabilización y suministro de agua a la población, significaron una
mejora y expansión nacional del servicio.
También se hizo cargo del maltrecho servicio de trenes, al nacionalizarse
en 1947 la compañía inglesa y hacerse cargo AFE de sus bienes y
servicios. Lo mismo sucedió con la compañía inglesa de tranvías de
Montevideo y la creación de la empresa municipal AMDET. Para completar el
panorama de la política de expansión de la cobertura estatal de servicios
de transportes, señalemos que en 1951 se producía la estatización de
PLUNA, con lo cual el Estado pasó a disponer de su propia línea aérea. De
esta forma, con la excepción del nunca concretado proyecto batllista de
creación de una marina mercante nacional, el Estado uruguayo cubría parte
del espectro de servicios de transporte de la época.
A su vez, Fue nacionalista desde el punto de vista económico, defendió el
desarrollo de la industria nacional; ante el problema de los combustibles
defendió el monopolio del Estado que culminó con la creación de ANCAP.

Agricultura
Bajo el neobatllismo se impulsó una política de fuerte estímulo
estatal al desarrollo de la agricultura. Cuatro fueron los instrumentos
en los que pueden sintetizarse los medios movilizados para alcanzar este
fin: fijación de precios “sostén” (trigo, lino, girasol, maní, algodón,
etc.), tipos de cambio preferenciales, facilidades para la importación de
maquinaria agrícola y créditos a bajo interés.
Con relación a la colonización agrícola, el neobatllismo se hizo
cargo de los planes del primer batllismo: en 1948 fue creado el Instituto
Nacional de Colonización. En los hechos, éste desplegó entre 1948 y 1958
un tibio impulso a la desconcentración de la propiedad de la tierra y a
la colonización agrícola y ganadera de zonas poco explotadas. Desafiado
por el firme rechazo de las gremiales ganaderas, su acción se vio
seriamente limitada por la escasez de los recursos con los que se lo
dotó.
Reeditando la experiencia del primer batllismo, esta política de
tierras pro agrícola y antilatifundista naufragó en medio de la escasez
de recursos con que debió sobrevivir el INC y la resistencia gremial y
política presentada por el sector ganadero frente a tales planes.
Respecto a los arrendamientos, en base a la ley de 1942, sobre
crédito para mejoras en los predios rurales, se aprobó la ley de 1954,
que establecía diversas medidas de protección del uso del suelo, el
derecho de los arrendatarios a acceder a esos créditos y a la
indemnización por parte de los propietarios por las mejoras realizadas.
La preocupación por el estancamiento ganadero se manifestó en forma
permanente: En la elaboración del Plan Agropecuario Nacional de 1947,
realizado en la órbita del Ministerio de Ganadería, pasando a depender al
año siguiente del Instituto Nacional de Colonización; en la solicitud del
gobierno a la FAO y al Banco Mundial del envío de una misión de
especialistas (que entregaron su informe en 1951), o en el viaje de
expertos uruguayos a Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda. Este
proceso iba a culminar con la elaboración del Plan Agropecuario Nacional
que será financiado por el Banco Mundial.

La política fiscal
Bajo el neobatllismo, la política fiscal marcaría un giro y en cierta
forma una consonancia con los postulados tradicionales del batllismo. En
una época en que el país se benefició de acrecidos saldos comerciales
acumulados, y con un Estado crecientemente costoso, los impuestos fueron
una parte más del complejo entramado de mecanismos redistributivos (entre
sectores de la economía y entre niveles de ingreso) desplegados al
servicio de la diversificación productiva y del sostenimiento de una
ampliada cobertura estatal de servicios públicos que contribuyeron a la
elevación general del nivel de vida experimentado en los años cuarenta y
primeros cincuenta. El impuesto a las ganancias extraordinarias de guerra
establecido en el curso de la Segunda Guerra Mundial, es un ejemplo
paradigmático de cómo en estos años el Estado, por medio de su política
fiscal, recurrió a los beneficios del sector ganadero para transferir
recursos y a la vez financiarse.

Política financiera
En 1948 puede decirse que se inicia una nueva etapa en la organización
financiera, otorgándosele al BROU un papel más activo como autoridad
monetaria[3], lo cual se expresó en un mayor control sobre la actividad
de los bancos privados y el manejo discrecional de los redescuentos para
ensayar un control cualitativo del crédito.

Política social y laboral


El Estado, en el marco de una activa participación de los actores
sociales involucrados, contó con mecanismos institucionalizados y
socialmente legitimados al servicio de la regulación salarial. Los
sueldos mínimos de los empleados públicos y trabajadores rurales que
quedaban fuera del mecanismo de negociación tripartita del salario, se
fijaban por ley. En los años cuarenta la regulación del costo de la
fuerza de trabajo se completó con el antes mencionado control de precios
de artículos de primera necesidad y de los alquileres (los precios de los
alquileres fueron regulados por decisión parlamentaria en dos ocasiones
dentro del período que consideramos: leyes de octubre de 1931 y de
diciembre de 1948).
En contraste con lo ocurrido durante el terrismo, bajo el
neobatllismo se produce un fuerte impulso a la elevación del salario
real como mecanismo de ampliación de la demanda interna, a su vez
requisito imprescindible para el sostenimiento del modelo industrial que
llevó adelante. Para ello, también se apostó, de forma más decidida, al
control de precios de los artículos de primera necesidad, a la creación
de empleo público y a la expansión de la legislación laboral y social.
Estos avances se desarrollaban en el contexto de un clima de democracia
y mayor libertad para la acción sindical, aunque al respecto debemos
cuidarnos de caer en exageraciones al oponer la democracia recuperada en
1943 con el autoritarismo terrista desplegado entre 1933 y 1938. Por ello
vale traer a colación las acciones de represión y persecución contra los
trabajadores organizados que se produjeron en varias ocasiones durante el
período neobatllista. Así, por ejemplo: la ofensiva impulsada por el
gobierno encabezado por Tomás Berreta en 1947 ante la huelga ferroviaria
de ese año, encarcelando a sus dirigentes y enviando al Parlamento tres
proyectos de ley de claro contenido antisindical (entre ellos uno que
establecía la ilicitud de las huelgas en el sector público); las
sanciones y destituciones de funcionarios de ANCAP en 1951 por parte del
Directorio del ente, a raíz de medidas solidarias con otro gremio
llevadas adelante por la flamante Asociación de Obreros y Empleados, que
terminó con una huelga general; las Medidas Prontas de Seguridad
decretadas por primera vez en 1952 ante el anuncio de un paro general del
transporte, en medio de una ola de conflictos en el sector público y en
la actividad privada; entre otros[4].
En 1946 se estableció por ley el Estatuto del Peón Rural que fijó
pautas salariales, condiciones laborales y amparo familiar. En 1950 fue
creado el Consejo de Asignaciones Familiares, centralizándolas en un
único organismo con integración tripartita, y creando al mismo tiempo los
Centros Materno Infantiles para la atención médica.
En todo este recorrido, el establecimiento de los Consejos de
Salarios por ley de 1943 es, por diversas razones, la piedra angular por
medio de la cual el Estado contó con una institución a través de la cual
pudo concretarse una fuerte intervención en el mercado de trabajo por
medio de la regulación salarial. La ley asignó a estos consejos la
fijación de un salario mínimo que asegurase la satisfacción de las
necesidades físicas e intelectuales, a través de la negociación de las
partes con la mediación del Estado. Tenían un funcionamiento
descentralizado, habiendo tantos como ramas de actividad se reconociesen
(llegaron a funcionar más de cuarenta).
Se integraban con tres representantes del gobierno, dos de los
empresarios y dos de los trabajadores. Tanto los patrones como los
trabajadores debían elegir a sus delegados en elecciones realizadas a tal
efecto. Este mecanismo de elección de los delegados, así como el
seguimiento del trámite de la negociación con los empresarios, hicieron
de los Consejos de Salarios un fuerte estímulo a la sindicalización en
aquellos sectores en que ésta no existía o era débil.
El funcionamiento efectivo de los Consejos de Salarios desde 1944
(cuando se instaló y laudó el primero, el del sector transporte) tuvo
múltiples efectos económicos, sociales y hasta políticos. Con referencia
al itinerario de la política económica y de las capacidades reguladoras
del Estado que es lo que aquí nos interesa, se volvieron un poderoso
instrumento al servicio de la política de redistribución del ingreso, de
ampliación del mercado interno y de industrialización. Con los Consejos
de Salarios, que en este sentido venían a agregarse al Contralor del
comercio exterior, el Estado uruguayo tuvo a su disposición un mecanismo
ampliamente útil para el despliegue de una política económica de carácter
marcadamente reguladora.
Mientras que el Contralor fue el instrumento mediante el cual se canalizó
la transferencia de recursos desde el sector agro-exportador hacia el
sector industrial y el propio Estado, los Consejos habilitaron la
transferencia de ingreso desde el sector empresarial urbano hacia los
asalariados.

Relaciones Exteriores
Con respecto a las relaciones internacionales enfrentó a los EEUU en
términos económicos por vender su producción los países socialistas, pero
mantuvo una relación solidaria y activa con aquel país en otros
aspectos, como por ejemplo: no criticando la agresión de éste para con
algunos territorios americanos, aunque el mismo Batlle Berres era
partidario de una comunidad de los pueblos de Latinoamérica

Reforma Constitucional.

En 1950 comienza un periodo donde el tema de debate se asienta en la


reforma de la Constitución. Finalmente, la misma se estableció como un
acuerdo político entre el partido del presidente Martinez Trueba y la
oposición. El objetivo de dicha reforma era la implantación del un
ejecutivo colegiado
Las razones de ese acuerdo fueron diversas. Por un lado el partido
nacional trataba de asegurarse por lo menos una mínima integración en el
Ejecutivo y la dirección de algunos Entes comerciales. Los sectores
Batllistas opuestos a Luis Batlle proclamaron el acuerdo para evitar que
la política personalista de Luis Batlle sobre todo en los duros años de
la guerra fría pudiera perjudicar al país. Con el colegiado se evitaba
todo riesgo de su retorno a la presidencia con las antiguas
características.
Pero existía una razón para la reforma: el temor de un avance de los
sectores gremiales. Constituyó un acuerdo político para enfrentar una
crisis cuyos primeros indicios ya se manifestaban y se exigía un gobierno
dispuesto a reprimir los excesos sindicales.

Síntesis del Neobatllismo:


· Intento una conciliación entre la burguesía que no se
excediera en su afan de lucro y el proletariado que sus
revidicaciones no agredieran al capital.
· En el aspecto económico y social la interveción del
Estado adquiere una importante relevancia, con una política
proteccionista de fomento de la industria realizando una
redistribución de la renta, promoviendo el desarrollo social. Se
implanto un capitalismo socialmente progresista, para un país
dependiente dentro de una coyuntura particular.
· Su apoyo político fundamental lo va a recibir del
empresariado industrial, la clase media y la clase obrera.
· El el resultado de su política fue un marcado desarrollo
industrial y la expansión de determinados cultivos agrícola, se
consolidó el sector industrial, el crecimiento de la clase
obrera y de la clase media, dependiente avanzando en su
sindicalización. El auge económico, la lucha sindical y la
política sindical y la política redistributiva del gobierno
posibilitaron el progreso y el incremento del nivel de vida.
· Desde el punto de vista político se puede decir que
organiza un estado para la integración poli clasista. Mientras
la burguesía industrial y la pequeña burguesía influyeron desde
el seno del movimiento mientras que la clase obrera gravitó con
su voto desde fuera. A partir de la implantación de la sociedad
industrial el estatismo el dirigismo, la conciliación adquieren
gran importancia en el concepto de que las relaciones de pueblo
y gobierno instrumentado con la vigencia de la democracia
liberal.
· Su idea fudamental para los cambios sociales es la
revolución en el orden para lograr los mismos cambios
manteniendo las democracias.
· Aunque algunos de los autores lo trata de populista un
elemento fundamental lo separa de esa característica el respeto
por la democracia y la libertad pero fundamentalmente aliada al
tema de la justicia social por lo cual según su propio concepto
si eso no se logra la democracia corría un gran peligro por lo
que los estallidos sociales pudieran provocar.
· Representa el ideal del mundo de aquella época, por que
el las libertades democráticas son reforzadas con soluciones de
justicia social, logrando superar la políticas que propugnaba la
supresión de las manifestaciones sociales mas negativas del
capitalismo. Junto con ello aparecen también los conceptos de
libertad , democracia, orden, paz social, pueblo que aparecen
idealmente integrados.
· Estas características permiten diferenciar su gobierno
de los populistas que asumían formas de autoritarismo.
· En lo económico se puso acento en la necesidad de
industrializar el país promoviendo la expansión de las
industrias ya existentes y la creación de otras nuevas,
desarrollando un proteccionismo fundamentalmente por la política
cambiaria. Para en neobatllismo la industria era la principal
actividad creadora de riqueza y por eso se manifiesta
continuamente la intención de protegerla de sus enemigos de
importancia. La intención de defender la industria también esta
ligada por que su oposición el partido nacional era partidario
de la ganadería y contrario a la industria.
· Pone un gran énfasis en la dimensión social que debe
tener la industrialización, ante la concepción de que los
trabajadores debían participar en los beneficios que la
expansióres
*D’Elía, Germán:“El Uruguay neo-batllista, 1946-1958”,EBO,
1982, págs. 37-52
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a) La revolución de nuestro tiempo
Uno de los aspectos fundamentales del pensamiento de Luis Batlle lo constituye su ubicación
frente a las transformaciones que en ese momento sacudieron al mundo y que él calificó de
revolucionarias.
Su discurso al asumir la Presidencia, contiene una definición medular de esas transformaciones y
sus inevitables repercusiones en la realidad nacional, así como de la filosofía política que
orientará su acción: “[...] no es posible desatender el hecho de que la humanidad está viviendo
una violenta revolución social y política que convulsiona a todos los pueblos. Nadie puede
pretender que nos pongamos al margen de ese movimiento para abominarlo y apedrearlo; sino
que, lo que la hora exige, es entrar y formar parte de esa inmensa columna para orientar el
movimiento, para dirigir las fuerzas aunque para ello sea necesario acelerar la evolución.
Nosotros los que fuimos formados en los últimos aleteos de la filosofía liberal del siglo pasado y
dimos los primeros pasos hacia la socialización de ciertas actividades del organismo social,
comprendemos que tenemos que continuar ese ritmo para encauzarlo por las vías normales.
Apresurarse a ser justos, es asegurar la tranquilidad; es brindarle al ciudadano los elementos
principales y básicos para que tenga la felicidad de vivir y hasta él lleguen los beneficios del
progreso y de la riqueza. Apresurarse a ser justos, es luchar por el orden y es asegurar el orden”.
(1)
La idea de la “revolución en el orden” constituye un aspecto importante de su pensamiento y
marca la distancia con los movimientos populistas que no desdeñaban el recurso de la violencia.
“[...] lo sabio es continuar por ese camino saliéndole al encuentro a los justos reclamos que haga
el pueblo para darles solución a través de la ley conscientemente estudiada, sin esperar
reacciones violentas de quienes se sientan desatendidos u olvidados”. (2)
Como veremos más adelante, la justicia social será, por razones que van desde la existencia de
un pensamiento definido respecto al destino del país, a las motivaciones meramente
electoralistas, uno de los pilares de su ideología.
Ese conjunto de ideas sobre la revolución mundial aparece reiterado en el Mensaje a la
Asamblea General en marzo de 1948:
“No se puede apedrear desde afuera la revolución que sacude al mundo. Lo atinado es entrar en
ella para dirigir los acontecimientos, para refrenar las actitudes liberticidas y para reconocer y
vocear la justicia de ciertos reclamos. Desconocer la convulsión que sacude a los pueblos sería
necedad y en cambio pulsar sus movimientos es armarse para mantener el orden y continuar por
el camino del progreso. En este aspecto el Poder Ejecutivo se siente fuerte porque se siente
justo. La fuerza del poder, puesta al servicio del trabajo, fortificando la democracia en sus
formas de libertad y orden constituye un estímulo para los ciudadanos gobernantes”. (3)
Las ideas del progreso y la justicia social, realizables en el marco de la democracia y la libertad,
constituyen una constante en el pensamiento de Luis Batlle. Son reiteradas sus referencias a la
revolución que conmueve al mundo, su disposición a aceptar el proceso incorporándose a él y la
necesidad de una estrategia que permita conducirlo evitando la violencia. “Nuestro movimiento
es de reforma de sentimiento revolucionario [...] el orden es fundamental para alcanzar el
progreso por el cual vamos luchando”. (4)
No desconoce en ningún momento la importancia de los reclamos populares aunque es constante
su preocupación por controlar sus inquietudes: “[...] los pueblos en la calle es una verdad;
reclamando y con urgencia, también es una verdad; la revolución en el mundo entero también es
una verdad. Locura sería querer detenerla; prudente es no dejarla tomar demasiada velocidad.
Pero repito que dirigentes y gobernantes tienen que entrar en ella”. (5)
Consecuente con esos conceptos es el slogan que toma para su movimiento: “Renovación y
Reforma”, que expresa el carácter moderado y ordenado de una actitud de permanente cambio.
Innumerables editoriales del diario “Acción”, de su propiedad y fiel vocero de sus ideas, lo
expresarán en forma constante.
b) Democracia y libertad
Contrariamente a los movimientos populistas, el neobatllismo pone permanentemente el acento
en la idea de democracia y libertad y prácticamente en todos los discursos de Luis Batlle se hace
referencia a estos conceptos, que constituyen el aspecto medular de su pensamiento.
Esos principios esenciales de la democracia liberal los completará con una dimensión
social: “La democracia no es sólo libertad [...] los pueblos están reclamando algo más. La
democracia no tiene por qué suponer necesariamente una evolución lenta en su marcha y
discusión prolongada para atreverse a dar un paso por el progreso y la justicia social”.
“Los pueblos deben palpar los beneficios de la existencia de la Democracia; los poderosos
gozando de la libertad y de la justicia y los necesitados, de la libertad, igualmente, pero
también de la justicia, que ha de llegar hasta ellos sin demora, dando alimento al necesitado y
trabajo al obrero y tierras al hombre de campo y bienestar a todos. Con esto no proclamamos la
guerra, luchamos por la paz y exigimos orden y respeto y lealtad a la ley; no sometemos al
hombre, lo ayudamos en su libertad; no somos clasistas ni formamos castas y sólo queremos el
bienestar de todos y aspiramos a que los «pobres sean menos pobres aunque los ricos tengan que
ser menos ricos»“. (6)
Se conjugan en el planteamiento los grandes temas del mundo en la inmediata postguerra en
torno a las libertades democráticas reforzadas con soluciones de justicia social, junto a una
invocación al Batllismo inicial con la reproducción de la conocida frase de José Batlle y Ordóñez.
Con ello afirmó la continuidad de un pensamiento orientador de esa fuerza política que
propugnaba la superación de las manifestaciones sociales más negativas del capitalismo, sin
llegar a una condena del sistema.
En su mensaje a la Asamblea General de marzo de 1948, formulaba conceptos similares: “Se nos
hace sentir la necesidad de redoblar nuestros esfuerzos ciudadanos para afirmar y hacer cada
vez más justas nuestras leyes y más sólidas nuestras instituciones democráticas... la lucha es una
expresión de la energía, una necesidad de la vida, es el único medio de andar y de alcanzar
nuevos progresos en la incesante búsqueda de mejorar y perfeccionarse. La lucha en la paz
permite alcanzar las conquistas más firmes. La República vive un ambiente de amplio respeto
institucional. Los ciudadanos aisladamente o en organizaciones gremiales o políticas, se mueven
en el goce de sus libertades”. (7)
Los sucesivos planteamientos reflejan una coherente manifestación de su ideología, en la que los
conceptos de libertad, democracia, orden, paz social, pueblo –como una totalidad nacional–
aparecen idealmente integrados.
Son esos caracteres, concretados en una forma de vida colectiva, los que hacen del
Uruguay un país de excepción: “Todos nosotros, sin distinción alguna, gobernados y gobernantes,
formamos una férrea unidad en nuestro deseo vivo de trabajar por engrandecer la Nación, por
luchar en favor de su permanente progreso, salvando dificultades, corrigiendo injusticias,
deseosos de que sea una verdad poderosa el sentimiento de honra y satisfacción de sentirnos
ciudadanos de este pequeño y prestigioso país”. (8)
Y esa idealización lo lleva a sostener que: “Es el nuestro un pequeño gran país. Si alguna vez se
le pudo llamar con verdad laboratorio de experimentación del derecho laboral, hoy se le puede
calificar, con igual razón de pequeño oasis de paz, libertad y justicia en un mundo perturbado
por trágicas realidades o comprometedoras perspectivas...” “Tengamos clara conciencia de que
el Uruguay es un país de excepción”. (9)
Tan importante como la democracia e íntimamente ligada a ésta porque constituye un elemento
integrante de la misma, es la libertad: “Tenemos que preocuparnos en primer termino de
asegurar la libertad de los ciudadanos y conquistar un régimen social que les permita vivir con
dignidad y sentir el goce, la satisfacción y la necesidad de defender el régimen político en que
actúan”.
Definiéndose en torno al principio de la libertad, acentúa sus diferencias con los movimientos
populistas que asumían formas «autoritarias». Sostiene que “nada hay más necesario al hombre
que la libertad”... “que lo fundamental para toda organización social, es que se cimente sobre
la libertad”, porque “la libertad es el elemento principal para la vida colectiva y cualquier
régimen que niegue el principio de libertad, es malo por eso mismo”, y que “la libertad no se
alcanza sino a través del régimen de la democracia”. (10)
Frente a aquellos regímenes que ponen el acento en la seguridad económica, firmará que “la
seguridad sin libertad es opresión en lo social y dictadura en lo político” (11), que “no hay
régimen para el hombre trabajador, como la democracia. Porque el hombre trabajador lo que
necesita es la libertad y en la libertad los hombres trabajadores podrán conquistar todos sus
derechos”, ... dado que “sin libertad los obreros no podrán alcanzar ninguna conquista
económica”. (12)
Insiste en esos conceptos rechazando la posibilidad de alcanzar avances positivos fuera del
marco de la democracia: “No creemos en las mejoras sociales ni en los progresos técnicos que
para alcanzarlos sea necesario renunciar a la libertad de los hombres y de los pueblos y
entendemos por el contrario que esos son caminos de nueva esclavitud [...] El progreso social de
la humanidad y hasta la evolución con urgencia de las mismas fuerzas sociales que aseguren una
mejor justicia, pueden alcanzarse sin debilitar ni rozar la libertad”. (13)
Esa filosofía liberal lo ubica en abierta discrepancia con el comunismo, doctrina a la que
considera negadora de la libertad, a la que enfrenta en el plano de las ideas y entiende se le
debe vencer con la realización de la justicia social: “en este país, cuando se hace buen Batllismo
el comunismo no tiene función ni tiene nada que hacer”. (14)
En tal forma democracia y libertad constituyen dos conceptos inseparables dentro de la
ideología neobatllista, conceptos vitales que hay que afirmarlos en una actitud militante: “...la
democracia hay que afirmarla con el voto. La democracia hay que afirmarla en la calle. Hay que
asegurarla con el fusil si es necesario”. (15)
Es por ello que el destino del país aparece integrado en los valores que encierran ambos
conceptos: “sin libertad política, sin libertad de prensa, sin leyes que aseguren la tranquilidad
económica y el desarrollo de nuestras familias será imposible que podamos andar el camino que
nos hemos trazado para cumplir con nuestras obligaciones, porque la garantía de los derechos
humanos y la defensa de las libertades nos obliga a que vivamos en regimenes de democracias
ciertas y reales... es el único camino para alejar el peligro de las infiltraciones totalitarias que
encuentran su mejor caldo de cultivo allí donde se niegan las libertades y se violan los principios
democráticos”. (16)
c) Industrialización
Una de las ideas básicas del neo-batllismo es la industrialización. Hemos destacado cómo ese
movimiento se definía por la elaboración de un “modelo” industrial para el desarrollo del país, y
cómo interpretaba y satisfacía las expectativas de las diversas clases que conformaban la alianza
en que se apoyaba.
En los discursos de Luis Batlle y en los editoriales del diario “Acción”, se puso el acento en la
necesidad de industrializar el país promoviendo la expansión de las industrias existentes y la
creación de otras nuevas, desarrollando un intenso proteccionismo basado fundamentalmente en
la política cambiarla. En tal forma la actividad privada se transformó en el centro de la
expansión económica al amparo de la protección que le dispensó el Estado.
En esa orientación fue visible la concordancia entre las ideas del gobierno y las que sostuvieron
los industriales respecto al destino del Uruguay y la política necesaria para realizar el modelo de
desarrollo que se proponían.
Ya al asumir el mando en 1947 Luis Batlle hizo referencia en su discurso al desarrollo de la
industria: “Esta actividad de trabajo y estos salarios han creado un mejor standard de vida y han
facilitado una evolución económica y social que se hace de absoluta necesidad mantener y
defender y el gobierno ha de organizar todos los esfuerzos que están a su alcance para afirmar
esa riqueza”. (17)
En opinión del gobierno la industria es la principal actividad creadora de riqueza y por eso
manifiesta continuamente su intención de protegerla de sus enemigos, cualquiera sea su
importancia: “Vamos a garantirlos a los pequeños industriales como igualmente a los grandes
industriales, el capital necesario para el desenvolvimiento de sus industrias” ... “vamos a crear
el Banco Industrial del Estado con cincuenta o sesenta millones de pesos para que sea el Estado
el que auxilie y fomente las industrias nacionales, para defender a los industriales, chicos o
grandes, del capital extranjero... yo me he defendido siempre de todas las infiltraciones del
capital extranjero [...] ” (18)
Con estilo llano y directo, fácilmente comprensible por todos, explica cuáles son las
ventajas de una industria nacional: “Al lado de la industria que crea la clase media, al lado de la
industria viene el salario bien remunerado del obrero, al lado de la industria viene el capital, al
lado de la industria viene toda la organización administrativa bien paga. Al lado de la industria
se realiza y se hace toda una riqueza que se reparte entre los trabajadores porque la industria lo
que necesita son brazos y entonces a los brazos es a donde llega en reparto justo la ganancia
que provoca esa industria, y en ese sentido tenemos que hablar con claridad al pueblo: no están
haciendo como lo pretenden algunos que falsean la verdad, capitalismo para los capitalistas, no,
están haciendo riqueza para que llegue al pueblo, para que se repartan entre los hombres de
trabajo [...] ” (19)
Y con motivo del proyecto gubernamental que acordaba franquicias para las industrias a
instalarse en el país, el mismo periódico expresaba el 3 de abril: “La preocupación que ha guiado
la mente del Ejecutivo ha sido la de promover la creación de fuentes de trabajo”[...]
“Con verdad puede afirmarse que la amplia liberación de gabelas que se acuerda a quienes
vengan a establecer en el país una industria nueva, constituye algo equivalente a la creación de
un verdadero «seguro de rendimiento» para los capitales que pudieran invertirse en empresas de
ese carácter”.
Los beneficios que se le asegura a los inversores se extienden a las otras clases: “...la libertad
económica del pueblo depende de la industria y nosotros vamos a defender a la industria que
paga buenos salarios”.
“Creemos en la necesidad de desarrollar nuestras industrias y sentimos que nuestro deber es
imponerlas y para ello hemos de organizar la batalla económica [...] hemos de buscar los
caminos para que esta materia prima que es riqueza nuestra sirva para asegurarle trabajo a
nuestros obreros y sea fuente de riqueza y prosperidad para la nación”. (23)
Pero esa responsabilidad no corresponde solamente al gobierno: “fomentar esas industrias es
obligación de todos, el Estado, las fuerzas capitalistas creadoras de ellas y el capital obrero que
las hace marchar y progresar”. (24)
No es de extrañar que ese lenguaje obrerista en el que se destaca la importancia del trabajo
creador de los obreros y la necesidad de que compartan los beneficios de la industrialización le
haya permitido lograr el apoyo de amplios sectores del proletariado.
e) Capital y trabajo. La “paz social”
La ideología del neobatllismo en estos temas es ambigua, pues si bien evidencia inquietud frente
al problema social y utiliza un lenguaje de tónica obrerista, en lo esencial sostiene el sistema
imperante, formulando solamente la distinción entre el buen y el mal uso del capital; rechaza el
antagonismo entre el capital y el trabajo sosteniendo la “paz social” en una conciliación de
clases, aunque reconoce el derecho de los obreros a luchar por sus reivindicaciones.
En esa filosofía social la intervención del Estado como árbitro y como instrumento para
redistribuir la riqueza eliminando las diferencias sociales más agudas, adquiere una importancia
primordial.
En este aspecto se dieron notorias diferencias entre la ideología de los industriales y el
neobatllismo. Si bien ambos desenvolvieron en forma paralela el concepto de la “paz social” y la
mancomunidad de intereses en la empresa, el neobatllismo, tanto por su filosofía social como
por razones político-electorales, no podía ignorar las reivindicaciones obreras y buscó
procurarles adecuadas soluciones.
En relación con estos temas, en su ya mencionado discurso al asumir la Presidencia en 1947, Luis
Batlle señalaba: “La violencia del capital para imponer su quietismo a todo lo que ha
conquistado no puede tolerarse; la violencia por parte de quienes quieren andar rápidamente
tampoco puede tolerarse”.
En tal sentido el Estado debe contribuir al mantenimiento de la paz social: “Propiciando y
fomentando leyes de justicia y buscando las mejores soluciones que intensifiquen el trabajo
gestando riqueza; la que ha de ser equitativamente repartida, porque la riqueza producida por
todos no es propiedad del capital sino que buena parte de ella es del trabajador, y justo es que
se reparta con equidad y llegue hasta todas las clases brindando bienestar a todos tos que la han
producido”.
Esos conceptos se reiteran constantemente en sus discursos y mensajes: “Sé además que la clase
trabajadora es la que forma el pueblo y sé también que la riqueza la forman los trabajadores y
por lo tanto debe ser compartida también por ellos”. (37)
“Cuando se amasa la riqueza entre el capitalista y el trabajador, lo que se produce es de todos y
tiene que repartirse con equidad para que no exista el que lo tiene todo y el que no tiene nada,
porque eso no es ni la tranquilidad ni la paz, ni la justicia; eso es la arbitrariedad y con
arbitrariedad no podemos asegurar la paz social”. (38)
De esas ideas se deduce cuál debe ser la función del Estado para asegurar la paz social: “El
gobierno no se mueve para borrar injusticias provocando otras injusticias, sino que el actúa en el
deseo de acercar a las fuerzas sociales y económicas que distantes entre ellas y en opinión
podrían provocar lucha de violentas perturbaciones y los hechos dicen que las masas populares
oprimidas reaccionan fuertemente y la preocupación de los gobernantes debe estar en alejar con
mano firme esa opresión para que no estalle esta temida lucha...”
(39) Si bien no acepta el concepto de la lucha de clases, reconoce su existencia y reitera la
importancia de la acción del Estado para impedir su desarrollo: “Creemos que por encima de las
clases sociales está el hombre sin distinción de razas, naciones, clases o creencias, que por su
sola condición humana tiene derecho a la Libertad Política y a la Seguridad Social”. “Eso no
quiere decir no reconocer los conflictos de clases”. (40)
“La lucha de clases nace de la injusticia de clases. Se nutre con el desmedido afán de ganancias
de quienes buscan en los factores de desequilibrio de las condiciones económicas, puntal para el
logro de mayores beneficios”. (41)
“Combatimos la lucha de clases porque entraña la siembra de odios. Pero lucharemos contra la
diferencia de clases, por una igualdad sin trampas monopolistas y una abundancia económica
fundamentada en la totalidad del precio del trabajo humano. La Seguridad Social se ha
conciliado teóricamente con la Libertad Política y ese privilegio de la extrema derecha o la
mentira pública de la falsa izquierda, son los últimos manotazos del ahogado en las olas de la
Revolución de Nuestro Tiempo”. (42)
La conciliación de los opuestos que se traduce en la paz social no puede ser el resultado de una
imposición, sino de la justicia social que evita andar por “los caminos de la violencia y el
desorden”: “[...] Sobre un país pobre o violentado en su economía o en sus finanzas, no se
puede afirmar el bienestar colectivo... no se puede afirmar el bienestar colectivo con la
presencia de núcleos de pobres de solemnidad frente a la existencia de algunos poderosos y ese
desnivel además de arbitrario es peligroso y la ley debe ir con apresuramiento para corregir
estas injusticias”. (43)
“La paz social se ha de encontrar cuando se haga participar a los empleados y obreros de la
riqueza que producen con su trabajo y estas conquistas serán orden en lo social y paz en lo
político y progreso en lo económico”. (44)
En un lenguaje que excedía su tono habitual llegará a sostener que: “...el Gobierno no está para
defender a los ricos, sino para defender al pueblo, que es la verdadera fuerza del país [...]
porque es una verdad que no la puedo callar, que los hombres que tienen demasiado y están
rodeados por necesitados, me incomodan. Me incomodan y a esos los tengo como enemigos de la
sociedad”. (42)
Esos planteamientos en los que no dejan de gravitar las necesidades electorales del político,
reflejan sus inquietudes sociales que se manifiestan frente a otros aspectos agudos de la
situación social del período, como fueron las huelgas obreras. Si bien rechazó ese medio de
lucha de los trabajadores, lo admitió como un hecho social: “Creo que a los huelguistas hay que
hacerles sentir que la huelga no es el camino adecuado para encontrar soluciones; pero es
necesario que ellos tengan la seguridad de que se les va a oír y se les va a respetar y no se les va
a engañar”. (46)
Simultáneamente desarrolló toda una concepción con respecto al capitalismo –a la que hemos
hecho referencia– en la que sin referirse al sistema, que acepta, formula la distinción entre el
“capital justo”, digno de ser, defendido y el “capital injusto”, que repudia, siendo evidente la
imposibilidad de establecer los límites que los separan.
“El capital cuando no es injusto, también es trabajador; cuando el capital se pone en
actitud de injusticia es arbitrario y quiere darle al capital el poder del capital, entonces ya deja
de ser trabajador; pero cuando el capital es invertido en promover trabajo y tiene ánimo de
justicia y de respetar los derechos de los trabajadores, el capital no es un enemigo, sino que es
un colaborador más en la acción social y en la acción económica del país. Lo que hay que buscar
es que el capital no sea injusto, cuando es injusto hay que abatirlo, porque el capital es la
riqueza de todos. Lo puede tener una persona determinada, pero lo ha hecho en el país con el
trabajo y el esfuerzo de todos”.
“Cuando el capital se constituye en un enemigo, repito hay que abatirlo. Pero debemos tratar de
buscar en el capital la fuerza de colaboración que puede tener en beneficio de la sociedad y de
la economía del país, haciendo que el capital se transforme entonces en un trabajador más”.
(47)
La ideal aspiración de un equilibrio social que ignora la esencia de las contradicciones del
sistema y pretende resolverlas con la buena voluntad y comprensión de las partes, aparece
nuevamente explicitada cuando sostiene que: “El capitalista tiene derecho a los beneficios de su
capital invertido; pero el obrero tiene el derecho de su capital trabajo que es igualmente o más
respetable que el capital dinero, porque al fin capital trabajo es sudor, es desgaste, es esfuerzo
personal y permanente y es lo único que tienen los hombres para poder ir atendiendo y
resolviendo sus problemas diarios. Pero se hace imprescindible luchar por la comprensión de
ambas partes. El capital dinero cuando es injusto, arbitrario, prepotente, es nocivo a la
sociedad; pero el capital trabajo de brazos caídos, a desgano, sin buen rendimiento es también
igualmente perjudicial a la sociedad. Ambas cosas son malas y contra ellas habrá que luchar”.
(48)
Destacamos nuevamente lo confuso y ambiguo del lenguaje. Capital justo y capital injusto;
capital trabajador y capital con poder de capital; capital trabajo del obrero...
¿Deliberada confusión por necesidades políticas que le permite eludir una definición categórica
sobre el sistema capitalista y sus conflictos? ¿Errores conceptuales en torno a categorías sociales
y económicas? Muchas imprecisiones pueden ser atribuidas a las circunstancias en que esos
temas fueron considerados –actos de propaganda política en los que la disertación improvisada
limitó el ajuste conceptual o traicionó el pensamiento – pero nos inclinamos a pensar que estas
imprecisiones son el fruto de un esfuerzo dialéctico –dialéctica verbal – para evitar definiciones
sobre temas que, por su trascendencia económico-social, hubieran provocado también
definiciones en un heterogéneo electorado.
NOTAS

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