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El proceso de industrialización no fue un fenómeno aislado en la evolución del Uruguay de postguerra, sino
que se desenvolvió en medio de agudas controversias y enfrentamientos entre las distintas fuerzas
económico-sociales que conformaban la realidad nacional.
Desde el punto de vista social el desarrollo industrial se tradujo en el acrecentamiento y consolidación del
sector empresarial y de las clases obrera y media, las que a pesar de sus diferencias y antagonismos,
coincidieron en una política de defensa de la industria nacional.
Frente a ellas los sectores agrarios fueron acentuando su oposición al modelo de desarrollo, oposición que
cobrará intensidad a fines de la década de 1950.
En esa problemática interna incidieron las expectativas que a nivel mundial se vivieron como consecuencia
de la finalización de la guerra y la reestructuración del mundo, temas en torno a los cuales se desencade-
naron intensas polémicas ideológicas.
Cambios internos e internacionales de indiscutible trascendencia exigieron una interpretación y una
respuesta de los distintos sectores de la sociedad, tanto en la práctica como en las definiciones ideológicas.
[...] consideramos indispensable desarrollar algunos de los aspectos fundamentales de la ideología de la
fuerza política gobernante, a través del pensamiento de su líder, Luis Batlle Berres.
Dentro de la tipología de los movimientos políticos que se desarrollaron en América Latina como
consecuencia de la mencionada coyuntura internacional, a los que los sociólogos definen como populismos,
las referencias al Uruguay son escasas y laterales.
Sin embargo, en la literatura política y sociológica nacional, se ha manifestado una tendencia creciente en
cuanto a calificar al movimiento político orientado por Luis Batlle como un tipo de populismo, sin que se haya
realizado un análisis sistemático de los caracteres del mismo que sirva de fundamento a esa calificación. No
es nuestra intención entrar a un estudio que llene ese vacío y permita fundamentar la inclusión o no de ese
movimiento dentro de la citada tipología. Nos limitaremos a destacar sus rasgos esenciales, en algunos de los
cuales hay visibles similitudes con movimientos populistas contemporáneos, aunque en otros aparecen claras
diferencias que lo excluyen de toda posible ubicación dentro de esa calificación.
Movimiento de integración policlasista, expresó una alianza tácita entre la burguesía industrial, la pequeña
burguesía y la clase obrera, sin que existiera una integración orgánica de ésta en el movimiento. Es indu dable
que mientras la burguesía industrial y en buena medida la pequeña burguesía, participaron e influyeron en el
seno mismo del movimiento, la clase obrera gravitó desde afuera con el peso de sus organizaciones
gremiales y con la importancia numérica que su voto tenía en las soluciones electorales.
La ideología del movimiento se conformó con elementos heterogéneos, como resultado de las ideas e
intereses distintos y aun contrapuestos de las fuerzas sociales que procuró expresar. A partir del concepto de
la necesaria implantación de una sociedad industrial, en cuyo desarrollo el estatismo, el dirigismo, la
conciliación de clases adquieren una importancia fundamental, su ideología se proyectó en un amplio
concepto de las relaciones entre pueblo y gobierno, instrumentadas con la vigencia de la democracia y la
libertad.
[...]
En el análisis de la evolución política definiremos algunos de los caracteres de la personalidad de Luis Batlle
y de las orientaciones que imprimió a su obra de gobierno. [...]
Uno de los aspectos fundamentales del pensamiento de Luis Batlle lo constituye su ubicación frente a las
transformaciones que en ese momento sacudieron al mundo y que él calificó de revolucionarias.
Su discurso al asumir la presidencia, contiene una definición medular de esas transformaciones y sus
inevitables repercusiones en la realidad nacional, así como de la filosofía política que orientará su acción:
“...no es posible desatender el hecho de que la humanidad está viviendo una violenta revolución social y
política que convulsiona a todos los pueblos. Nadie puede pretender que nos pongamos al margen de ese
movimiento para abominarlo y apedrearlo; sino que, lo que la hora exige, es entrar y formar parte de esa
inmensa columna para orientar el movimiento, para dirigir las fuerzas aunque para ello sea necesario acelerar
la evolución. Nosotros los que fuimos formados en los últimos aleteos de la filosofía liberal del siglo pasado y
dimos los primeros pasos hacia la socialización de ciertas actividades del organismo social, comprendemos
que tenemos que continuar para encauzarlo por las vías normales. Apresurarse a ser justos, es asegurar la
tranquilidad; es brindarle al ciudadano los elementos principales y básicos para que tenga la felicidad de vivir
y hasta él lleguen los beneficies del progreso y de la riqueza. Apresurarse a ser justos, es luchar por el orden
y es asegurar el orden”.
La idea de la “revolución en el orden” constituye un aspecto importante de su pensamiento y marca la
distancia con los movimientos populistas que no desdeñaban el recurso de la violencia.
“... lo sabio es continuar por ese camino saliéndole al encuentro a los justos reclamos que haga el pueblo
para darles solución a través de la ley conscientemente estudiada, sin esperar reacciones violentas de
quienes se sientan desatendidos u olvidados”.
Como veremos más adelante, la justicia social será, por razones que van desde la existencia de un
pensamiento definido respecto al destino del país, a las motivaciones meramente electoralistas, uno de los
pilares de su ideología.
[...]
Las ideas del progreso y la justicia social, realizables en el marco de la democracia y la libertad, constituyen
una constante en el pensamiento de Luis Batlle. Son reiteradas sus referencias a la revolución que conmueve
al mundo, su disposición a aceptar el proceso incorporándose a él y la necesidad de una estrategia que
permita conducirlo evitando la violencia.
“Nuestro movimiento es de reforma de sentimiento revolucionario... el orden es fundamental para alcanzar
el progreso por el cual vamos luchando”.
No desconoce en ningún momento la importancia de los reclamos populares aunque es constante su
preocupación por controlar sus inquietudes:
“... los pueblos en la calle es una verdad; reclamando y con urgencia, también es una verdad; la revolución
en el mundo entero también es una verdad. Locura sería querer detenerla; prudente es no dejarla tomar
demasiada velocidad. Pero repito que dirigentes y gobernantes tienen que entrar en ella”.
Consecuente con esos conceptos es el slogan que toma para su movimiento: “Renovación y Reforma”, que
expresa el carácter moderado y ordenado de una actitud de permanente cambio. Innumerables editoriales del
diario “Acción”, de su propiedad y fiel vocero de sus ideas, lo expresarán en forma constante.
b) Democracia y libertad
c) Industrialización
Satisfechas las necesidades del mercado interno con la expansión alcanzada por la industria, considera que
se abre una etapa exportadora que asegurará la continuidad del desarrollo. En tal sentido es consciente de
las dificultades que se presentarán en el plano internacional y de la imprescindible protección del Estado para
lograr esos objetivos:
“La segunda etapa de defensa de nuestras industrias es salir con ellas al mundo e imponerlas, que es una
forma de imponer el trabajo de nuestras gentes”.
“Nuestra industria nacional ya es exportadora pues con nuestra producción hemos rebasado el mercado
interno y tenemos necesidad de buscar mercados internacionales y aquí entramos en un campo de peligrosa
competencia con viejos pueblos que vienen trabajando hace muchísimos años”.
“Tendremos que fortificar nuestras industries; hacerlas respetar e imponerlas en la gente de adentro y en la
gente de afuera” y “la defensa de nuestra industria la tenemos que llevar adelante y en plena lucha porque
son muchos los intereses foráneos que quieren ahogarlas”.
En tal sentido, enfrentaba las criticas que se formulaban a la política proteccionista:
“Se ha querido encontrar como fuerza suficiente para esta resistencia el que tenemos que utilizar cambios
preferenciales para ayudar la exportación de este trabajo nuestro; pero la oposición y resistencia al uso de los
cambios múltiples ya es de la historia, es del pasado, porque todos los pueblos del mundo defienden con
subsidios sus productos exportables”.
“Se nos crítica también porque queremos defender la industria a través de medidas que van en su ayuda,
que se las ha llamado subsidios, con las que las tonificamos y les permitimos que se desarrollen en ¡a
plenitud de sus fuerzas obteniendo ganancias los industriales, pagando buenos jornales a los trabajadores y
provocando riquezas para el país”.
En definitiva, Luis Batlle expresó una ideología contradictoria, en la que se conjugaron la visión del político
con su perspectiva de un Uruguay industrializado sobre las bases de las estructuras del sistema capitalista y
que, por ende, vio en el sector empresarial la fuerza capaz de realizarlo.
La realización de ese proceso en el marco de una democracia liberal —único camino acorde con su
ideología— exigió la participación de los sectores populares como sustento del poder político. Su sensibilidad
social facilitó ese planteamiento, dando lugar e una ideología ambivalente expresada en un lenguaje ambiguo,
que procuraba una conciliación de las contradicciones de clases —burguesía, proletariado— que el sistema,
al desarrollarse, generaba.
d) Estatismo y dirigismo
La alianza de clases en la que se apoyaba la política del neobatllismo exigía la intervención del Estado en la
vida económica, en cuanto ve en él el instrumento para promover el desarrollo industrial y el árbitro capaz de
resolver las contradictorias demandas de las clases en que se apoyó.
La intervención se caracterizó por un cierto grado de control de la economía para promover e impulsar la
actividad privada. Si bien se ratificó como principio la importancia del Estado industrial, heredado del Batllis mo
inicial, fueron limitados los avances en tal sentido.
Al mismo tiempo, el intervencionismo y el dirigismo, proclamados como una política insoslayable, carecieron
de la planificación adecuada, lo que se manifestó en las carencias y errores señalados. En este aspecto,
parecería que en el político gravitó el temor a facilitar una influencia excesiva de la naciente tecnocracia.
Los alcances de la intervención del Estado aparecen caracterizados en un editorial de “Acción” del
13/12/948: “(la intervención del Estado) en ningún momento ha querido asumir el carácter de una
interferencia con actividades que también conceptuamos deben o merecen no ser desplazadas de la órbita
particular” a la vez que “el espíritu de empresa del hombre debe ser estimulado”.
Sin embargo, la intervención del Estado debe alcanzar otros niveles en determinadas circunstancias: “ En
primer término corresponde al Estado asumir la defensa del interés general. Cuando la empresa privada
desconoce ese interés y pretende aprovechar la libertad que se le acuerda con fines contrarios al mismo, el
intervencionismo estatal será impuesto como un deber primordial. Si un excesivo afán de lucro, configurando
incluso las formas del agio o de la especulación abusiva, atenta contra las conveniencias de la colectividad, la
intervención del Estado no debe extrañar a quienes la provocan. Corresponde igualmente a esta, suplantar a
los particulares allí donde el particular por desidia, indiferencia o falta de capacidad material para hacerlo no
puede notoriamente llegar. Es un caso de intervencionismo constructivo y de beneficio común”.
Igualmente destaca la gravitación de las condiciones internacionales sobre las economías como la nuestra y
ve en ellas la condicionante que obliga al dirigismo estatal: “ Hemos tenido que recurrir a la política del
dirigismo impulsados por la situación económica del mundo, en la necesidad de sostener nuestras economías
vacilantes, por causas que pueden buscarse en el campo de la economía y el comercio internacional y aquí,
los que gravitan, no son precisamente los países débiles” ... “pero mientras la estabilidad de trabajo en
nuestro país, la tranquilidad de nuestro pueblo nos exija esta vigilancia, tendremos que seguirla ejerciendo
para salvar los obstáculos que se presentan en nuestro camino de desenvolvimiento y progreso”.
Señala el error de “confundir la economía ordenada con el ánimo del gobierno de hacer estatismo”. En este
último aspecto proclama la importancia del Estado Industrial:
“...yo soy partidario de la acción industrial del Estado, y además, el magnifico triunfo de la gestión de
nuestros institutos oficiales, me dan razón y me prestan las energías necesarias para seguir luchando en
favor de la extensión del Estado Industrial”.
“Luchar y extender el Estado industrial con nuevas y justas soluciones, que den solidez a la organización
social, y fuerza a la economía del país, es también un deber, pero es también un inmenso gusto espiritual
para los que creemos que por ese camino podemos alcanzar una sociedad más justa, con menos privilegios
personales y con más beneficios generales”.
Enunciado ese principio general, pone el acento en la intervención del Estado para asegurar una “ economía
ordenada”, regulando la producción y la distribución: “ ... mi deber está en atender la producción, en vigilar los
precios, en provocar justa distribución y estar junto a los que reclaman con más razón y con más necesidad:
las grandes masas, que son las consumidoras y las que pueden sufrir”.
Fue en este plano en el que mayor énfasis puso para justificar el dirigismo estatal: “ Porque la economía
dirigida de gobierno tiene como función principal, en primer termino, la custodia y tutela de los grandes
intereses económicos de la República y después, la tutela en custodia de los intereses de los pequeños, que
no tiene otro ayudante, ni otra tutela, ni otra vigilancia a su lado, ni más honrada que la del gobierno, siempre
dispuesto a colaborar con ellos”.
Dado que: “El gobierno no puede olvidar a nadie y menos a los que necesitan de él: las clases pobres, que
son las que tienen su amparo en las leyes sociales y económicas, que son las que esperen la tutela justa del
Estado”.
En estos planteamientos se encuentran los dos aspectos esenciales que en la ideología del neobatllismo
justifican y exigen la intervención del Estado: el económico y el social.
La ideología del neobatllismo en estos temas es ambigua, pues si bien evidencia inquietud frente al
problema social y utiliza un lenguaje de tónica obrerista, en lo esencial sostiene el sistema imperante,
formulando solamente la distinción entre el buen y el mal uso del capital; rechaza el antagonismo entre el
capital y el trabajo sosteniendo la “ paz social” en una conciliación de clases, aunque reconoce el derecho de
los obreros a luchar por sus reivindicaciones.
En esa filosofía social la intervención del Estado como árbitro y como instrumento para redistribuir la riqueza
eliminando ¡as diferencias sociales más agudas, adquiere una importancia primordial.
En este aspecto se dieron notorias diferencias entre la ideología de los industriales y el neobatllismo. Si bien
ambos desenvolvieron en forma paralela el concepto de la “ paz social” y la mancomunidad de intereses en la
empresa, el neobatllismo, tanto por su filosofía social como por razones político-electorales, no podía ignorar
las reivindicaciones obreras y buscó procurarles adecuadas soluciones.
En relación con estos temas, en su ya mencionado discurso al asumir la Presidencia en 1947, Luis Batlle
señalaba: “La violencia del capital para imponer su quietismo a todo lo que ha conquistado no puede
tolerarse; la violencia por parte de quienes quieren andar rápidamente tampoco puede tolerarse”.
En tal sentido el Estado debe contribuir al mantenimiento de la paz social: “ Propiciando y fomentando leyes
de justicia y buscando las mejores soluciones que intensifiquen el trabajo gestando riqueza; la que ha de ser
equitativamente repartida, porque la riqueza producida por todos no es propiedad del capital sino que buena
parte de ella es del trabajador, y justo es que se reparta con equidad y llegue hasta todas las clases
brindando bienestar a todos los que la han producido”.
[...]
De esas ideas se deduce cuál debe ser la función del Estado para asegurar la paz social: “ El gobierno no se
mueve para borrar injusticias provocando otras injusticias, sino que él actúa en el deseo de acercar a las
fuerzas sociales y económicas que distantes entre ellas y en opinión podrían provocar lucha de violentas
perturbaciones y los hechos dicen que las masas populares oprimidas reaccionan fuertemente y la
preocupación de los gobernantes debe estar en alejar con mano firme esa opresión para que no estalle esta
temida lucha...”
Si bien no acepta el concepto de la lucha de clases, reconoce su existencia y reitera la importancia de la
acción del Estado para impedir su desarrollo:
“Creemos que por encima de las clases sociales está el hombre sin distinción de razas, naciones, clases o
creencias, que por su sola condición humana tiene derecho a la Libertad Política y a la Seguridad Social”.
“Eso no quiere decir no reconocer los conflictos de clases”.
“La lucha de clases nace de la injusticia de clases. Se nutre con el desmedido afán de ganancias de
quienes buscan en los factores de desequilibrio de las condiciones económicas, puntal para el logro de
mayores beneficios”.
“Combatimos la lucha de clases porque entraña la siembra de odios. Pero lucharemos contra la diferencia
de clases, por una igualdad sin trampas monopolistas y una abundancia económica fundamentada en la
totalidad del precio del trabajo humano. La Seguridad Social se ha conciliado teóricamente con la Libertad
Política y ese privilegio de la extrema derecha o la mentira pública de la falsa izquierda, son los últimos
manotazos del ahogado en las olas de la Revolución de Nuestro Tiempo”.
La conciliación de los opuestos que se traduce en la paz social no puede ser el resultado de una imposición,
sino de la justicia social que evita andar por “ los caminos de la violencia y el desorden”:
“...Sobre un país pobre o violentado en su economía o en sus finanzas, no se puede afirmar el bienestar
colectivo... no se puede afirmar el bienestar colectivo con la presencia de núcleos de pobres de solemnidad
frente a la existencia de algunos poderosos y ese desnivel además de arbitrario es peligroso y la ley debe ir
con apresuramiento para corregir estas injusticias”.
[...]
En un lenguaje que excedía su tono habitual llegará a sostener que: “...el Gobierno no está para defender a
los ricos, sino para defender al pueblo, que es la verdadera fuerza del país... porque es una verdad que no la
puedo callar, que los hombres que tienen demasiado y están rodeados por necesitados, me incomodan. Me
incomodan y a esos los tengo como enemigos de la sociedad” .
Esos planteamientos en los que no dejan de gravitar las necesidades electorales del político, reflejan sus
inquietudes sociales que se manifiestan frente a otros aspectos agudos de la situación social del período,
como fueron las huelgas obreras. Si bien rechazó ese medio de lucha de los trabajadores, lo admitió como un
hecho social: “Creo que a los huelguistas hay que hacerles sentir que la huelga no es el camino adecuado
para encontrar soluciones; pero es necesario que ellos tengan la seguridad de que se les va a oír y se les va
a respetar y no se les va a engañar”.
Simultáneamente desarrolló toda una concepción con respecto al capitalismo —a la que hemos hecho
referencia— en la que sin referirse al sistema, que acepta, formula la distinción entre el “ capital justo”, digno
de ser defendido y el “ capital injusto”, que repudia, siendo evidente la imposibilidad de establecer los límites
que los separan.
“El capital cuando no es injusto, también es trabajador, cuando el capital se pone en actitud de injusticia es
arbitrario y quiere darla al capital el poder del capital, entonces ya deja de ser trabajador; pero cuando el
capital es invertido en promover trabajo y tiene ánimo de justicia y de respetar los derechos de los
trabajadores, el capital no es un enemigo, sino que es un colaborador más en la acción social y en la acción
económica del país. Lo que hay que buscar es que el capital no sea injusto, cuando es injusto hay que
abatirlo, porque el capital es la riqueza de todos. Lo puede tener una persona determinada, pero lo ha hecho
en el país con el trabajo y el esfuerzo de todos”.
“Cuando el capital se constituye en un enemigo, repito hay que abatirlo. Pero debemos tratar de buscar en
el capital la fuerza de colaboración que puede tener en beneficio de la sociedad y de la economía del país,
haciendo que el capital se transforme entonces en un trabajador más”.
La ideal aspiración de un equilibrio social que ignora la esencia de las contradicciones del sistema y
pretende resolverlas con la buena voluntad y comprensión de las partes, aparece nuevamente explicitada
cuando sostiene que: “El capitalista tiene derecho a los beneficios de su capital invertido; pero el obrero tiene
el derecho de su capital trabajo que es igualmente o más respetable que el capital dinero, porque al fin capital
trabajo es sudor, es desgaste, es esfuerzo personal y permanente y es lo único que tienen los hombres para
poder ir atendiendo y resolviendo sus problemas diarios. Pero se hace imprescindible luchar por la
comprensión de ambas partes. El capital dinero cuando es injusto, arbitrario, prepotente, es nocivo a la
sociedad; pero el capital trabajo de brazos caídos, a desgano, sin buen rendimiento es también igualmente
perjudicial a la sociedad. Ambas cosas son malas y contra ellas habrá que luchar”.
Destacamos nuevamente lo confuso y ambiguo del lenguaje. Capital justo y capital injusto; capital trabajador
y capital con poder de capital; capital trabajo del obrero... ¿Deliberada confusión por necesidades políticas
que le permiten eludir una definición categórica sobre el sistema capitalista y sus conflictos? ¿Errores
conceptuales en torno a categorías sociales y económicas? Muchas imprecisiones pueden ser atribuidas a las
circunstancias en que esos temas fueron considerados —actos de propaganda política en los que la
disertación improvisada limitó el ajuste conceptual o traicionó el pensamiento— pero nos inclinamos a pensar
que esas imprecisiones son el fruto de un esfuerzo dialéctico —dialéctica verbal— para evitar definiciones
sobre temas que, por su trascendencia económico-social, hubieran provocado también definiciones de un
heterogéneo electorado.
Germán D’ELÍA: “El Uruguay neobatllista. 1946—1958.” Montevideo, 1982, pp. 37-52
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NEOBATLLISMO
Neobatllismo 1946-1958.
POLÍTICA ECONÓMICA
Una de las características que diferencian marcadamente la política
económica de este período respecto al anterior, refiere a la modalidad
que asume el creciente intervencionismo estatal en la economía y en
particular a la relación entre el estatismo y la regulación económica. En
ese sentido, el sector público retomó su expansión, pero la innovación
más destacada está dada por el establecimiento progresivo de un nutrido
conjunto de instrumentos que establecieron una creciente regulación
económica por parte del Estado. He allí un signo distintivo de la
política económica del terrismo y, más aun, del neobatllismo, en
comparación con la del primer batllismo.
Estatismo y dirigismo
Nacionalizaciones y estatizaciones
La nacionalización de la compañía inglesa de aguas corrientes
(1947) y la creación de OSE como empresa estatal encargada de la
potabilización y suministro de agua a la población, significaron una
mejora y expansión nacional del servicio.
También se hizo cargo del maltrecho servicio de trenes, al nacionalizarse
en 1947 la compañía inglesa y hacerse cargo AFE de sus bienes y
servicios. Lo mismo sucedió con la compañía inglesa de tranvías de
Montevideo y la creación de la empresa municipal AMDET. Para completar el
panorama de la política de expansión de la cobertura estatal de servicios
de transportes, señalemos que en 1951 se producía la estatización de
PLUNA, con lo cual el Estado pasó a disponer de su propia línea aérea. De
esta forma, con la excepción del nunca concretado proyecto batllista de
creación de una marina mercante nacional, el Estado uruguayo cubría parte
del espectro de servicios de transporte de la época.
A su vez, Fue nacionalista desde el punto de vista económico, defendió el
desarrollo de la industria nacional; ante el problema de los combustibles
defendió el monopolio del Estado que culminó con la creación de ANCAP.
Agricultura
Bajo el neobatllismo se impulsó una política de fuerte estímulo
estatal al desarrollo de la agricultura. Cuatro fueron los instrumentos
en los que pueden sintetizarse los medios movilizados para alcanzar este
fin: fijación de precios “sostén” (trigo, lino, girasol, maní, algodón,
etc.), tipos de cambio preferenciales, facilidades para la importación de
maquinaria agrícola y créditos a bajo interés.
Con relación a la colonización agrícola, el neobatllismo se hizo
cargo de los planes del primer batllismo: en 1948 fue creado el Instituto
Nacional de Colonización. En los hechos, éste desplegó entre 1948 y 1958
un tibio impulso a la desconcentración de la propiedad de la tierra y a
la colonización agrícola y ganadera de zonas poco explotadas. Desafiado
por el firme rechazo de las gremiales ganaderas, su acción se vio
seriamente limitada por la escasez de los recursos con los que se lo
dotó.
Reeditando la experiencia del primer batllismo, esta política de
tierras pro agrícola y antilatifundista naufragó en medio de la escasez
de recursos con que debió sobrevivir el INC y la resistencia gremial y
política presentada por el sector ganadero frente a tales planes.
Respecto a los arrendamientos, en base a la ley de 1942, sobre
crédito para mejoras en los predios rurales, se aprobó la ley de 1954,
que establecía diversas medidas de protección del uso del suelo, el
derecho de los arrendatarios a acceder a esos créditos y a la
indemnización por parte de los propietarios por las mejoras realizadas.
La preocupación por el estancamiento ganadero se manifestó en forma
permanente: En la elaboración del Plan Agropecuario Nacional de 1947,
realizado en la órbita del Ministerio de Ganadería, pasando a depender al
año siguiente del Instituto Nacional de Colonización; en la solicitud del
gobierno a la FAO y al Banco Mundial del envío de una misión de
especialistas (que entregaron su informe en 1951), o en el viaje de
expertos uruguayos a Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda. Este
proceso iba a culminar con la elaboración del Plan Agropecuario Nacional
que será financiado por el Banco Mundial.
La política fiscal
Bajo el neobatllismo, la política fiscal marcaría un giro y en cierta
forma una consonancia con los postulados tradicionales del batllismo. En
una época en que el país se benefició de acrecidos saldos comerciales
acumulados, y con un Estado crecientemente costoso, los impuestos fueron
una parte más del complejo entramado de mecanismos redistributivos (entre
sectores de la economía y entre niveles de ingreso) desplegados al
servicio de la diversificación productiva y del sostenimiento de una
ampliada cobertura estatal de servicios públicos que contribuyeron a la
elevación general del nivel de vida experimentado en los años cuarenta y
primeros cincuenta. El impuesto a las ganancias extraordinarias de guerra
establecido en el curso de la Segunda Guerra Mundial, es un ejemplo
paradigmático de cómo en estos años el Estado, por medio de su política
fiscal, recurrió a los beneficios del sector ganadero para transferir
recursos y a la vez financiarse.
Política financiera
En 1948 puede decirse que se inicia una nueva etapa en la organización
financiera, otorgándosele al BROU un papel más activo como autoridad
monetaria[3], lo cual se expresó en un mayor control sobre la actividad
de los bancos privados y el manejo discrecional de los redescuentos para
ensayar un control cualitativo del crédito.
Relaciones Exteriores
Con respecto a las relaciones internacionales enfrentó a los EEUU en
términos económicos por vender su producción los países socialistas, pero
mantuvo una relación solidaria y activa con aquel país en otros
aspectos, como por ejemplo: no criticando la agresión de éste para con
algunos territorios americanos, aunque el mismo Batlle Berres era
partidario de una comunidad de los pueblos de Latinoamérica
Reforma Constitucional.