You are on page 1of 2

Lo normal, lo anormal y lo subnormal

Juan Gajardo Quintana


(Docente de Lenguaje)

Rajoy, el presidente del gobierno de España, es famoso por sus enrevesadas y

contradictorias frases que le han valido fama y burla simultáneamente a través del orbe.

Una de sus perlas fue: "Si peor, mejor", en el contexto de explicar lo inexplicable de sus

acciones u omisiones gubernamentales. Esa expresión tan simple, pero tan llena de

amenazadores misterios, nos sirve para introducir el tema de este artículo.

Para todos nosotros es sabido que los grandes hombres, y sobre todo los genios, no son

normales. Es necesario que no lo sean, para que puedan romper la monotonía de lo

cotidiano y de lo establecido, y de este modo aportar algo nuevo al mundo. Para que

evolucione la ciencia, el arte entregue percepciones inéditas y la sociedad se renueve, es

menester contar con hombres y mujeres que atornillen al revés y que rompan con los

moldes consagrados.

De más está decir que a través de la historia, este tipo de personajes ha desencadenado,

cada uno en su área, pasiones tanto de odio como de compromiso y apego. Al final del

cuento, eso sí, dejan usualmente una huella donde multitudes que han hollado el suelo

por siglos, solo han producido polvo en suspensión.

Sin embargo, como siempre, tenemos que hacer un parelé en esta digresión. Porque

hablar de la normalidad es una cuestión no muy simple. Políticamente también es

incorrecto, cuando hoy en día se comienza a considerar que la anormalidad, tomada

como desacato a la norma o aberración, no existe. Más aún, para que el sistema

político, económico y educativo funcione, es necesario contar con una inmensa mayoría

de entes disfuncionales. Parece raro afirmar que el statu quo necesite para su

funcionamiento de acuerdo a las normas (de ahí deriva normalidad), individuos y


entidades con serios conflictos en su percepción del mundo. Pero no la anormalidad de

los seres excepcionales. Si cada uno de los componentes del tejido social funcionara

perfectamente, al estilo de "Un mundo Feliz" (Aldous Huxley), la necesaria sinergia entre

las partes ya no requeriría de las acciones remediales, que constituye el verdadero

negocio de nuestra sociedad capitalista (desde ahora 'sociedad', pues no existe otra). En

la vida concreta esas acciones paliativas para las cuales existe una gran estructura

instalada, reciben el nombre de "educación", "política", "religión", "sistema

financiero", "salud", etc. Imaginemos por un momento un mundo sin ignorantes, sin

pecadores, sin endeudados, sin enfermos, en fin, gente realizada, cuya normalidad tuviera

el sentido idealizado de la plenitud, pues bien, todo el negocio se vendría abajo o,

simplemente, no existiría.

Entonces, volvemos a la frase del ponderado Rajoy, "Si peor, mejor". Retrucando al

personaje, se puede decir: "Si mejor, peor". Puesto que para nuestro hábitat humano,

los hombres y mujeres sanas, que rezuman tranquilidad y paz, son elementos

demasiados perturbadores como para aceptarlos en nuestras comunas, empresas,

iglesias o colegios, porque tarde o temprano nos distorsionarán el sistema ideal de

insatisfechos, necesitados, huérfanos de autoestima, chupamedias y aduladores. Nos

impedirá controlar, dividir, manipular y presumir. En una palabra, verán al rey desnudo y

podría ser incluso que liberen a la multitud que hasta ese momento solo veía lo que los

consejeros del soberano decían que existía.

Viva la anormalidad porque así, se mantendrá el normal orden de las cosas.

You might also like