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Criptografía: métodos clásicos

La criptografía es "el arte de escribir con clave secreta", es decir, de modo que nadie, excepto el receptor del mensaje,
pueda entender. Para que esto sea posible emisor y receptor necesitan compartir una clave o cifra que permita
encriptar o cifrar primero y descifrar después el mensaje.

Veamos dos de los sistemas clásicos de encriptación:

Sistema César

Utilizado, de ahí su nombre, por Julio César para comunicarse con sus oficiales, consiste en sustituir cada letra del
mensaje por la que está n posiciones más adelante o atrás en el alfabeto. Si n = 3, la a se sustituiría por la d, la b por
e, la c por la f y así sucesivamente. Esto se puede expresar matemáticamente de un modo muy sencillo: si x es la
posición de la letra que queremos cifrar, la posición de la nueva letra vendrá dada por la fórmula f(x) = (x + n) mod p,
donde
 p = longitud del alfabeto (27 para el castellano por ejemplo),
 x = número asociado a la letra (1 para la a, 2 para la b, etc),
 n = clave, dependiendo de la cual cambiará el código una vez codificado.

Por ejemplo, si codificamos la palabra clave tomando a como la posición 1 y haciendo n = 5, se tiene:

 c → f(3) = (3 + 5) mod 27 = 8 → h
 l → f(12) = (12 + 5) mod 27 = 17 → p
 a → f(1) = (1 + 5) mod 27 = 6 → f
 v → f(23) = (23 + 5) mod 27 = 1 → a
 e → f(5) = (5 + 5) mod 27 = 10 → j

Así, la palabra clave se transforma en hpfaj. Hay que destacar que, como se puede observar al codificar la v (a la que
le corresponde la a) este código es circular, en el sentido de que a las ultimas letras del alfabeto le corresponden las
primeras.

Para descifrar algo tan sencillo, utilizamos la fórmula inversa de aquella que hemos utilizado para cifrar (estas
funciones siempre han de ser inyectivas): f(x) = (x -n) mod p.

Lo malo de este sistema es que, si se sabe que se está utilizando, solo permite 27 sustituciones distintas (tantas como
letras tiene el alfabeto), con lo que su descifrado es trivial. Para complicar un poco la cosa se puede utilizar, en vez de
una cifra, dos, o más. Así, si la clave es 31, se sustituirá la primera letra por la que esté tres posiciones por delante, la
segunda por la que esté una posición más avanzada, la tercera por la que esté tres posiciones por delante, y así
sucesivamente.

Sustitución carácter a carácter

En este sistema la clave es en realidad una tabla que asigna a cada carácter otro distinto sin ninguna clase de orden.
Por ejemplo, según la tabla siguiente, la palabra clave se transformaría en a?53h.

a 5
b z
c a
d 6
e h
...
l ?
...
v 3
...

Podría pensarse que tales sistemas son eficientes, pero resultan tremendamente fáciles de descifrar mediante una
técnica llamada análisis de frecuencias, como lo prueban los cuentos de Poe y Doyle El escarabajo de oro y La
aventura de los bailarines.

En el primero, el personaje de Poe (que fue un gran descifrador de códigos), descifrará un mensaje secreto mediante
los siguientes argumentos.

1. Deduce que el idioma del mensaje es el inglés (este es, en ocasiones, uno de los problemas más difíciles de
resolver: saber en qué lengua está escrito el mensaje original) porque el autor del manuscrito incluye el dibujo
de una cabra, lo cual es un juego de palabras con su nombre, Kidd (kid = cabra).
2. Localiza el signo correspondiente a la e por ser el que más se repite. La idea es que las letras no se usan todas
por igual, sino que algunas se usan más que en otras, de modo que en cada idioma podemos ordenar las letras
según su frecuencia de uso. Es lo que se llama análisis de frecuencias y funciona mejor en cuanto más grande
es el texto, de modo que si este es realmente grande se pueden obtener muchas letras de esta manera. En
inglés, la letra más usada es la e.
3. Corrobora su hipótesis acerca de la e buscando pares ee, tan frecuentes en inglés.
4. Busca un grupo de tres letras que termine en e y que aparezca varias veces, pues se tratará casi seguro del
artículo the.
5. Al fijar el artículo también fija los finales y principios de varias palabras, otro de los grandes problemas del
criptoanalista.
6. Completa el resto de la clave mediante conjeturas sobre las palabras de las que conoce alguna letra.

En el cuento de Conan Doyle, Sherlock Holmes realiza un estudio muy similar, pero con la característica de que las
letras no se traducen por letras o números sino por unos muñequitos danzantes:

La era de los ordenadores

Visto lo visto, lo métodos anteriores no son de mucha utilidad si uno quiere mantener realmente en secreto sus
comunicaciones. Aunque hay algunos métodos para evitar el desciframiento por análisis de frecuencias, como utilizar
varios signos para la misma letra o combinar distintos sistemas (como en el caso de la máquina Enigma), con la
aparición de los ordenadores, las pocas dificultades que entrañaban acabaron por desaparecer. Por otro lado, la misma
existencia de los ordenadores, al permitir las aparición de redes de comunicaciones como Internet, ha hecho más
necesario que nunca el desarrollo de sistemas de encriptación fiables y capaces de resolver el gran problema de las
comunicaciones seguras: cómo transmitir la clave sin que esta sea interceptada.
Para resolver todos estos problemas se han desarrollado métodos con nombres como criptografía de clave pública,
encriptación fractal y encriptacion cuántica. Pero esto ya es otra historia.

Fuentes:
 Comunicación de Juan Manuel Tirado.
 Fermat's Last Theorem, pp.168-174.
 Narraciones extraordinarias, pp.95, 97.
 La reaparición de Sherlock Holmes, pp.64, 68.

 web: Historia de la criptografía.

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El problema de la longitud
Estamos en el siglo XVIII y los barcos o bien se perdían (prolongándose así la duración de los viajes y el riesgo del
escorbuto), o bien se pegaban unas bofetadas horribles con costas, acantilados o entre ellos mismos, todo ello por no
poder calcular con precisión la longitud (distancia angular este-oeste medida sobre el Ecuador) en la que se
encontraban.

La inseguridad que esto provocaba obligaba a navegar con la única guía de la latitud (distancia angular al Ecuador),
lo cual apiñaba a comerciantes, buques de guerra, pescadores y piratas en las mismas rutas.

Latitud y longitud

Nombre de las coordenadas utilizadas para indicar la


posición de un punto sobre la superficie terrestre.

La latitud (en amarillo) es la distancia angular del


punto en cuestión al Ecuador, medida a lo largo de su
meridiano (en rojo).

La longitud (en verde) es la distancia angular entre el


meridiano del punto y el meridiano de Greenwich
medida a lo largo del Ecuador.

(Meridiano: semicírculo que va de polo a polo.


Ecuador: círculo máximo que equidista de los polos
de la Tierra.)

Así las cosas, el Parlamenteo inglés ofreció en 1714 una recompensa de 20000 libras para quien resolviese el
problema. Ante tal suma la gente se volvió loca e ideó todo tipo de soluciones, algunas auténticamente descabelladas
(una, la del 'perro herido', utilizaba unos polvos mágicos que curaban heridas a distancia pero producían dolor cuando
se aplicaban: llevando un perro herido a bordo, y utilizando los polvos en tierra siempre a mediodía, los del barco
obtendrían este dato por los aullidos del perro).
Entre los métodos razonables destacaron dos. El preferido por los astronomos y científicos en general consistía en
averiguar la longitud por la distancia entre la Luna y el Sol y entre la Luna y las estrellas, para lo cual había que
utilizar tremendas tablas de datos astronómicos y realizar tediosos cálculos.

El otro método consistía simplemente en conocer la diferencia entre la hora local (que se calcula por la posición del
Sol) y la hora de un lugar fijo conocido, pues esta diferencia horaria se convierte automáticamente en diferencia de
longitud. Por lo tanto, lo único que hacía falta era tener un instrumento que nos diese la hora de nuestro punto de
partida, es decir, un reloj.

Un ejemplo:

Si sabemos que en el puerto de Cádiz son las 12 del


mediodía y que en el barco son las 14:30, como a los
360º de la circunferencia completa les corresponden 24

horas, escribimos la porporción: , de donde

se obtiene que .

Es decir: nos encontramos a 37'5º hacia el este de Cádiz.

El problema es que esta diferencia se debía conocer con gran precisión, y los relojes de la época no soportaban los
vaivenes del mar y los cambios de temperatura. Se necesitaba un cronometro, y John Harrison, un artesano, decidió
construirlo.

Cuatro fueron los relojes desarrollados por Harrison en su lucha por apresar el tiempo, el primero de los cuales fue el
H-1 (ver en Viajes: Espacio y tiempo). El H-4, con un aspecto parecido ya al de los modernos cronógrafos, fue la
revolución: tras ochenta y un días en alta mar atrasó ¡cinco segundos!

Tuvo Harrison muchos problemas para que su invento fuese reconocido. Es una historia de soberbias y mezquindades:
la cosa es que el método de la distancia lunar unía a científicos de todo el mundo en una empresa internacional a gran
escala. Además, su utilización exigía unos conocimientos que en absoluto estaban al alcance de cualquiera. Entonces
llega Harrison y dice que él arregla todo el asunto con un aparatito que puede usar el más tonto. No se lo quisieron
consentir.

Pero ganó.

Más información:
 En Longitud se puede leer esta apasionante historia.

 Los prototipos de Harrison aparecen fotografiados en la web del Observatorio de Greenwich.

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Frege y la paradoja de Russell


El programa logicista

Gottlob Frege, matemático y lógico alemán, se había propuesto llevar a cabo el llamado programa logicista,
consistente en deducir toda la matemática de la lógica y darle así la más sólida de las bases. Dicho programa había de
realizarse en dos pasos, en el primero de los cuales se definirían los conceptos matemáticos en función de la lógica
para después, en el segundo, demostrar los teoremas matemáticos usando únicamente la lógica.

Tras veinte años de trabajo, en 1902 Frege había terminado el segundo volumen de su obra Las leyes fundamentales
de la Aritmética, con la que creía haber dado por fin, mediante la teoría de conjuntos, solución a la fundamentación
lógica de la matemática. De hecho el libro estaba terminándose prácticamente de imprimir cuando Frege recibió una
carta de Russell en la que el inglés le explicaba que había encontrado una paradoja en la teoría de conjuntos. A Frege
solo le dio tiempo para insertar una nota al final de su libro, sin duda una de las más patéticas confesiones de la
historia de la matemática:

"Difícilmente puede haber algo más indeseable para un científico que ver el derrumbe de sus cimientos justamente
cuando la obra está acabada. La carta del Sr. Bertrand Russell me ha puesto en esta situación...”.

La paradoja de Russell

Por aquellos años, Russell y Whitehead, defensores como Frege del programa logicista, estaban enfrascados en la
composición de su Principia Mathematica. Estaba el primero de ellos estudiando las paradojas que había hallado
Cantor respecto del cardinal de la clase universal, cuando descubrió una mucho más sencilla, que es la que hoy lleva
su nombre. Así lo contó el propio Russell:

"Me parece que una clase a veces es, y a veces no es, un miembro de sí misma. La clase de las cucharitas de té, por
ejemplo, no es otra cucharita de té, pero la clase de cosas que no son cucharitas de té es una de las cosas que no son
cucharitas... [esto] me condujo a considerar las clases que no son miembros de sí mismas; y éstas, parecía, debían
formar una clase. Me pregunté si esta clase es o no un miembro de sí misma. Si es un miembro de sí misma, debería
poseer las propiedades que definen a dicha clase, que consisten en no ser miembros de sí mismas. Si no es un
miembro de sí misma, no debe poseer la propiedad definitoria de la clase, y por tanto debe ser un miembro de sí
misma. Así cada alternativa lleva a su opuesta y existe una contradicción."

Resumiendo: había descubierto que considerar el conjunto de los conjuntos que no son miembros de sí mismos lleva a
una contradicción. Otra forma de exponer la misma idea es mediante la paradoja del barbero, también de Russell:
en un pueblo había un barbero que solo afeitaba a aquellos que nunca se afeitaban a sí mismos. ¿Se afeitaba el barbero
a sí mismo?

Como primera consecuencia, la paradoja de Russell se cargó el trabajo de Frege, pues este utilizaba el principio de
comprehensión, el cual autoriza a pasar del concepto a la clase (es decir, que todo predicado razonable describe un
conjunto), de modo que si la teoría de Frege fuese correcta el "conjunto de los conjuntos que no son miembros de sí
mismos" debería de tener sentido.

Lo que le dijo Whitehead a Russell cuando este le contó su descubrimiento es bastante gráfico: "nunca habrá otra vez
una alegre y confiada mañana". En cualquier caso, Russell creyó al principio que la paradoja no era más que una
curiosidad, hasta que sus infructuosos intentos por resolverla durante más de un año le hicieron ver que se encontraba
ante una cuestión fundamental.

La teoría de tipos
En 1902 Russell le manda la famosa carta al pobre Frege y se pone manos a la obra para encontrar una solución.
Parecía claro que las dificultades aparecían con los conjuntos que son miembros de sí mismos. Tras enormes
sufrimientos intelectuales y varios años de trabajo, Russell propone su teoría de tipos que, simplificando, consistente
en organizar los conjuntos en niveles. Por ejemplo, los gatos serían objetos de primer nivel, los conjuntos de gatos de
segundo (el conjunto de los siameses, el conjunto de los gatos negros), los conjuntos de conjuntos de gatos de tercero
(el conjunto de las razas de gatos), y así sucesivamente. En esta jerarquía solo se puede decir que un objeto de nivel n
es miembro de otro objeto solo si este es de nivel n+1. Un conjunto de gatos, por ejemplo los siameses, puede ser
miembro de un conjunto de conjuntos de gatos, por ejemplo el conjunto de las razas de gatos, pero no puede ser
miembro de otro conjunto de gatos, pues estos solo contienen gatos.

El fin del sueño logicista

Russell resolvió así la paradoja que él mismo había descubierto, pero los problemas para el programa logicista no
había hecho más que empezar. De hecho, pronto se constataría que lo conseguido por Russell y Whitehead no era
reducir la matemática a la lógica, sino a la lógica más la teoría de conjuntos.

En cualquier caso, el encargado de darle el golpe de gracia al sueño de Frege sería el lógico Kurt Gödel, quien
demostró con su teorema de incompletitud que los sistemas formales del tipo de los descritos en los Principia
Mathematica o son incompletos (no pueden demostrar todos los teorema ciertos) o son inconsistentes (contienen
contradicciones). Vamos, que la matemática o no dice toda la verdad, o miente. Pero bueno, esto ya es otra historia.

Bibliografía:
 El teorema de Gödel, p.40.
 ¿Qué son y para qué sirven los números?, p.66.
 Los logicos: pp.57 y ss, 152 y ss.
 Experiencia matemática, p.242.
 Boyer, p756.
 Imposibilidad, p.41.

 Orden y sorpresa, p.76.

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La invención de los sistemas de coordenadas


Hay en la historia de la ciencia en general y en la de la matemática en partícular momentos especialmente brillantes en
los que se produce la puesta en contacto de dos campos de investigación hasta ese momento separados. Este encuentro
permite aplicar las técnicas desarrolladas para resolver ciertos problemas a la resolución de otros en apariencia
completamente distintos pero que de pronto se revelan equivalentes a los originales. El resultado es una auténtica
revolución en la que el habitualmente pausado avance de la ciencia se hace vertiginoso.

Uno de estos momentos felices se produjo en el siglo XVII con la invención de la geometría análítica. Dejemos que
sea su inventor, René Descartes, quien describa el programa de esta especialidad matemática:

"Entonces, si queremos resolver cualquier problema, supondremos primero que la solución ya está efectuada y
daremos nombres a todas las líneas que parezcan necesarias para su construcción, tanto a aquellas que son
desconocidas como a las que ya lo son. Entonces, sin hacer distinción entre líneas conocidas o desconocidas, debemos
desentrañar la dificultad de manera que muestre lo más naturalmente las relaciones entre esas líneas, hasta que
encontremos posible expresar una cantidad simple de dos maneras. Esto constituirá una ecuación, dado que los
términos de una de esas dos expresiones son en conjunto iguales a los términos de la otra." (La Geometrie, p.6.)

La geometría analítica se basa pues en una correspondencia entre las curvas estudiadas por la geometría y las
ecuaciones estudiadas por el álgebra, lo que permite reformular los problemas geométricos en términos algebraicos.
Esta correspondencia se basa, a su vez, en la correspondencia que establecieron simultáneamente Descartes y Pierre
de Fermat entre los puntos del plano y los pares ordenados de números: las coordenadas.

Coordenadas cartesianas o rectangulares

Se cuenta que el origen de todo esto fue en verdad sosegado: un día, tirado en la cama de mañana, mientras veía el
movimiento de una mosca por el techo, Descartes ideó la forma de representar un punto mediante un par de números
que indicasen su distancia respecto de dos de las paredes del cuarto.

Coordenadas cartesianas

En la figura, el punto A se halla en


horizontal a dos unidades del eje
vertical, y en vertical a dos del
horizontal. Se dice entonces que
sus coordenadas son (2, 3). A la
primera de ellas se le llama abscisa,
y a la segunda, ordenada.

Independientemente de la veracidad de la historia, lo cierto es que el sistema de coordenadas que Descartes expuso en
su obra La Geometrie no era exactamente como el que usamos hoy (vamos, que las coordenadas que utilizaba
Descartes no eran cartesianas): solo el eje horizontal era dado, mientras que el otro se escogía, no necesariamente
perpendicular, según las circunstancias del problema. Además, solo consideraba las curvas dentro del primer
cuadrante.

Como se ha dicho, Fermat también dio los primeros pasos de la geomería analítica, y utilizó además preferentemente
ejes perpendiculares. Sin embargo, una publicación posterior y una notación farragosa impidieron que llegara a tener
la influencia que tuvo La Geometrie de su colega y compatriota.

Una vez establecida la correspondencia entre puntos y coordenadas, el siguiente concepto necesario para el desarrollo
de la geometría analítica es el de lugar geométrico, ya manejado por autores antiguos como Apolonio. Consiste en
considerar conjuntos formados por los puntos que cumplen unas determinadas condiciones. Si estas condiciones se
expresan como una relación entre las coordenadas de un punto genérico, tenemos la ecuación de la curva.
Lugar geométrico

La circunferencia de radio 1 centrada en el origen se puede


describir como el lugar geométrico de los puntos del plano que
distan una unidad del origen (el punto O). Si llamamos x e y a las
coordenadas de un punto cualquiera de la circunferencia y
aplicamos el teorema de Pitágoras al triángulo recto que se ve en
la figura, se tiene que . Pues bien: esta relación entre
las coordenadas de un punto genérico es a lo que se llama
ecuación de la curva. Su sentido es claro: cualquier par de
números que cumplan la ecuación son coordenadas de un punto
del lugar geométrico.

Coordenadas polares

Siendo el truco magnífico, en algunos casos las ecuaciones obtenidas mediante las coordenadas cartesianas son
bastante farragosas. Por eso se buscaron otras correspondencias entre geometría y álgebra, entre puntos y números.
Así, en su obra Método de Fluxiones (1671), Newton presentó hasta ocho tipos distintos de sistemas de coordenadas.
Su “séptima manera” es lo que hoy conocemos por coordenadas polares. (Se cree que las inventó Newton, aunque la
prioridad de la publicación se debe a Jacques Bernouilli).

En cierto sentido son más naturales que las cartesianas, pues de lo que se trata es de localizar un punto mediante su
distancia (el módulo) al lugar que se elija como origen de coordenadas y su orientación (el argumento) respecto de
una semirrecta que hemos elegido como ángulo cero.

Coordenadas polares

En la figura, el punto A tiene


un módulo de 4 unidades,
mientras que su argumento
es de π/4 radianes (o 45º).
Por lo tanto, las coordenadas
polares del punto A son (4,
π/4).

Son muchas las curvas que tienen una forma tremendamente elegante expresadas en polares: así, la espiral de
Arquímedes tiene por ecuación r = θ (es decir: sus puntos son tales que su módulo y su argumento coinciden),
mientras que la espiral logarítmica queda definida por . Basta comparar con sus ecuaciones cartesianas,
y respectivamente, para darse cuenta de las ventajas de
las coordenadas polares.

Coordenadas paramétricas

La generalización en el uso de un nuevo sistema de representación más sofisticado se debe al genio de Euler y Gauss,
quienes lo usaron ampliamente en el estudio de curvas y superficies. Las coordenadas paramétricas tiene la ventaja de
ser intrínsecas, pues no dependen de unos ejes externos como en el caso de las coordenadas cartesianas, sino que se
basan en un sistema de referencia incluido en el propio objeto. Además, el número de parámetros necesarios para
describir el objeto geomético estudiado indica su dimensión (uno en el caso de las curvas).

Un ejemplo de coordenadas paramétricas son las utilizadas sobre la Tierra (la longitud y la latitud), dos parámetros
que no se refieren a un sistema de coordenadas cartesiano externo a nuestro planeta, que sería de tres dimensiones,
sino a unos círculos imaginarios situados sobre la propia superficie terrestre, que obviamente es bidimensional
(siempre que nos olvidemos, claro está, de pequeñas rugosidades como cordilleras y fosas marinas).

Para poder visualizar el objeto estudiado necesitamos poder transformar las coordenadas paramétricas en coordenadas
cartesianas. Para ello se expresan las relaciones entre ambos sistemas de representación mediante las llamadas
ecuaciones paramétricas, que tienen además la característica de generar la curva.

Ecuaciones paramétricas

Para obtener los puntos de la elipse de la


figura basta darle valores al parámetro t en

las ecuaciones . Al hacerlo, se


ve que dichos puntos están sobre la curva en
el mismo orden que los valores del
parámetro.

Para terminar

Si la geometría analítica nació con la idea de convertir las curvas en ecuaciones, el camino de vuelta, consistente en la
invención de nuevas curvas a partir de ecuaciones, resultó una sorpresa extraordinaria. Un nuevo mundo había sido
descubierto y las limitaciones de la geometría con regla y compás olvidadas para siempre.

Ver en Epsilones:
 Laboratorio: Curvas con ordenador
 Bestiario: Coordenadas

Bibliografía

 La Geometrie.
 Boyer, pp.514, 526, 580.
 e: The Story of a Number, p.62.
 Historia de las matemáticas (Ríbnikov), p.155 y ss.

 Men of Mathematics, p.265.

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Matemática y misticismo en Occidente.
El principio

Desde sus comienzos la matemática estuvo ligada a la astronomía y, a través de ella, a todo tipo de ritos mágicos y
religiosos. Hombres como Tales y Pitágoras recorrieron las tierras de las mas antiguas civilizaciones (Mesopotamia,
Egipto, incluso puede que la India) y trajeron a Occidente unas matemáticas que venían acompañadas, como los
minerales, de cierta cantidad de ganga sin valor en forma de simbolismos místico-mágicos que los griegos, lejos de
eliminar, potenciaron hasta el punto de situarlos en la base de sus explicaciones acerca del mundo.

El punto culminante de este proceso llegaría con Platón y su “Dios geómetra”, un dios intelectual, un demiurgo que
organizaría el mundo siguiendo criterios geométricos (un dios, por cierto, que luego se haría arquitecto con los
francmasones). Además, su teoría de las ideas, que concedía a los objetos matemáticos existencia independiente de la
mente humana, se ha mantenido como una de las corrientes interpretativas de la matemática más influyentes a lo largo
de la historia.

Esta visión mística daría lugar a lo largo de los siglos a una serie de tópicos en los que las matemáticas se verían
contaminadas por distintas interpretaciones digamos imaginativas. Veamos algunos de ellos.

Objetos mate-mágicos

Misticismo numérico.

Para los pitagóricos los números no eran simples abstracciones, sino que constituían de alguna manera la materia
prima del universo, y poseían, acompañando a sus propiedades estrictamente matemáticas, otras de índole cualitativo.
De esta manera, en la secta pitagórica se hablaba de números hembra, números macho, el número de la creación, el de
la justicia...

Los números eran representados mediante piedrecillas en disposiciones geométricas.


Una de ellas representaba el número diez en un diseño triangular mediante cuatro filas
de una, dos, tres y cuatro piedras. Es la llamada tetractis, a la que consideraban sagrada
porque representaba el número del universo, al ser diez la suma de elementos necesarios
para representar un punto, un segmento, un triángulo y un tetraedro o, lo que es lo
mismo, la suma de todas las dimensiones. Si en su veneración por el diez influyó el
hecho de que tengamos diez dedos en las manos es algo que seguramente no podremos
saber nunca.

Pentágono estrellado, o pentagrama, o pentalfa, o pie de bruja.

Formado por las diagonales del pentágono regular, fue seña de identidad de la secta
pitagórica y símbolo de la salud. Las diagonales se cortan en cinco puntos que a su
vez forman otro pentágono, pudiendo por tanto repetirse el proceso hasta el infinito.
Estos cinco puntos poseen además una importante propiedad: dividen a cada diagonal
en dos segmentos que se encuentran en razón áurea, lo que hace sospechar que fue
en este contexto donde los pitagóricos descubrieron la existencia de los números
irracionales.

Su carácter simbólico se mantuvo a través de los siglos. Así, durante la Edad Media se le consideró símbolo de la
Trinidad (porque puede formarse mediante tres triángulos isósceles superpuestos), lo que le convirtió en la defensa
perfecta contra el demonio, como se puede leer en el Fausto de Goethe (primera parte: Gabinete de estudio, p.145).

La armonía de las esferas.

Animados y algo excitados por el éxito que supuso la descripción numérica de los sonidos armónicos, los
pitagóricos se lanzaron a buscar armonías en todos los sitios. Uno de ellos fue el propio cosmos: pensaban que los
astros eran agujeros en unas esferas de cristal a través de los cuales se colaba la luz celestial. Conjeturaron que los
radios de dichas esferas y sus velocidades debían seguir las mismas proporciones que los intervalos musicales. Las
esferas, al moverse, emitirían sonidos, unos sonidos que, teniendo en cuenta lo dicho, darían lugar a auténtica música
cósmica.

Muchos siglos después, el gran Kepler heredó y


modificó el argumento: pensaba que las órbitas de
los planetas debían estar dentro de esferas inscritas
entre los cinco poliedros regulares. Como a su vez
pensaba que las razones armónicas debían
derivarse de dichos poliedros, la conclusión final
de nuevo fue la música de las esferas.
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Los cuatro elementos y la quinta esencia.

Para Empédocles todas las cosas del universo estaban compuestas de cuatro elementos: la tierra, el agua, el aire y el
fuego, cuyas cualidades esenciales seguían el esquema de la figura.

La tradición asoció cada uno de los elementos con cuatro de los


poliedros regulares de un modo que después Kepler justificaría harto
caprichosamente: al tetraedro, por ser el de menor volumen, le emparejó
con el fuego por aquello de la sequedad; al icosaedro, por ser el de
volumen más grande, con el agua por aquello de la humedad; al cubo,
por ser el que se asienta más fácilmente, con la tierra; mientras que al
Octaedro, por girar al sujetarlo por vértices opuestos, con el aire.

Platón recogería esta tradición y la completaría asociando el quinto


poliedro regular, el admirado dodecaedro de los pitagóricos, con la
materia constituyente del universo, la famosa quinta esencia. Desde
entonces a los poliedros regulares se les conoce también como sólidos
platónicos.

El hechizo de la circularidad.

Parménides, tras elaborados y algo confusos razonamientos dedujo, entre otras cosas, que la multiplicidad es pura
ilusión, es decir, que todo lo existente es inmutable, homogéneo, único y ... esférico. Influido por la teoría pitagórica
de que la realidad de las cosas es dada por el límite y la forma, pensó que lo existente tendría por tanto una forma. Y si
lo existente es homogéneo, su forma debía ser la esfera, pues no hay razón ninguna para que se extendiese más en un
sentido que en otro.
Sin duda esta visión del mundo influyó en Platón, que abrazó la circularidad con auténtica veneración dada su
perfecta simetría, y la convirtió en uno de los dogmas de la geometría con regla y compás.

El hechizo de la circularidad tuvo gran influencia en la astronomía. En un típico argumento místico, se pensó que si
el movimiento de los astros había sido diseñado por la divinidad, debía seguir el más perfecto de los movimientos y
este, como todo el mundo creía saber, era el movimiento circular. Así quedó establecido y hubiese seguido por
siempre si la realidad no se hubiese empeñado en llevar la contraria. Como los datos observacionales no cuadraban
con tan perfecto movimiento, los astrónomos se dedicaron a añadir más y más círculos para intentar salvar las
apariencias, llegándose en época de Ptolomeo a un sistema con más de ochenta deferentes y epiciclos.

Curiosamente, sería Kepler, tan proclive a la herencia pitagórica y platónica, el que acabaría con el hechizo,
estableciendo a partir de datos empíricos que los planetas se mueven en órbitas en forma de elipse, curva que, por otra
parte, era ya conocida por los griegos al menos 1800 años antes.

El final

Kepler era un místico que creía que la geometría existía ya antes de ser creadas las cosas. Creía en un universo
ordenado y armónico. Pero también creía en los datos de la experiencia. Producto de ambas aproximaciones a la
realidad fue su descubrimiento de las tres leyes que llevan su nombre y que supusieron uno de los grandes triunfos de
la matemática como lenguaje descriptor del universo.

Sin embargo, no sería él el último mago. Tan dudoso honor sería para el más grande, Sir Isaac Newton, quien al
tiempo que descifraba los secretos del universo y explicaba mediante las mismas leyes fundamentales el movimiento
de los astros y la caída de las manzanas, llenaba un baúl de miles de manuscritos sobre teología y alquimia. Eso sí:
jamás mezcló una cosa con otra, como si inconscientemente supiese que los caminos de la ciencia y la superstición se
separarían definitivamente con él.

Bueno, una vez sí lo hizo: al ver que su sistema planetario no era estable, Newton dijo que quizá Dios tuviese que
intervenir de vez en cuando para mantenerlo en orden. Aunque recibió inmediatamente la réplica de su gran oponente,
Leibniz, para terminar esta historia prefiero sin embargo avanzar algo más en el tiempo y marchar hasta Francia en el
momento en el que Laplace publica su Mecánica celeste, una completa descripción del universo conocido. De tal
obra le entregó una copia a su amigo Napoleón, que tras leerla, le hizo llamar y le comentó: “Habéis escrito un grueso
volumen sobre el sistema del mundo sin una sola mención al autor del universo”, a lo que Laplace, sin pestañear,
contestó: “Sire, no tengo necesidad de esa hipótesis”.

Bibliografía
 Boyer
 Struik
 Historias de las ciencias
 Historia de la Filosofía
 Vida Pitagórica
 Encyclopaedia Britannica
 Men of Mathematics
 Mathematical Recreations and Essays

 Alquimia & Mística

inicio Historias matemáticas


Antes de Mandelbrot.
Se podría dar la fecha de 1975 como inicio de la historia de la geometría fractal, pues fue en tal año cuando
Mandelbrot acuñó este término. Sin embargo, nada sale de la nada, y en buena medida la genialidad del ma
francés consistió en unificar en una nueva rama de la matemática lo que hasta entonces habían sido trabajo
separados y por lo general periféricos. Algunos de ellos fueron de tipo más teórico, como los de Poincaré,
Julia o Fatou, pero otros consistieron en el descubrimiento de extraños conjuntos, calificados por algunos c
monstruosos, que vistos retrospectivamente resultan ser fractales. Veamos algunos de ellos.

Conjunto de Cantor
Quizá sea este el primer objeto fractal de la historia de la
matemática. Su construcción es sencilla: dado un segmento, le
quitamos su tercera parte central. A los dos segmentos resultantes
le aplicamos el mismo proceso, que volvemos a repetir en todos
los demás segmentos que se van produciendo hasta el límite.

El conjunto de Cantor se caracteriza por tener longitud cero,


pues no contiene ningún intervalo (por lo a veces se le llama
Polvo de Cantor). Lo asombroso es que contiene tantos puntos
como toda la recta real.

Curva de Hilbert
Aunque la primera de las curvas que llenan el plano se debe a Peano (1890), Hilbert construyó esta
otra más fácilmente visualizable. En la figura se pueden ver los cinco primeros pasos de un proceso qu
en el límite da lugar a la curva de Hilbert. Su característica principal es que recorre todos y cada uno d
los puntos del cuadrado que la contiene. Dicho de otra manera: su dimensión fractal es ¡dos!

Curva de Koch
En 1904 el suizo Helge von Koch produjo la siguiente curva, cuya regla
de construcción se muestra en la figura de la derecha: dado un segmento
se divide este en tres de igual longitud y se sustituye el del centro por
otros iguales que él colocados en forma de ángulo. La curva de Koch es el
resultado de llevar el proceso al límite.

Uniendo tres de tales curvas colocadas en forma de triángulo obtenemos


el famoso copo de nieve (abajo), de indudable belleza pero carente en sí
mismo de la propiedad de la autosimilitud que sí tienen cada una de sus
partes.

Sin embargo, el copo de nieve de


Koch nos guarda una sorpresa:
mientras que la superficie que
encierra tiene un área finita, su
longitud es, sin embargo, infinita.

Triángulo de Sierpinsky
Fue en el año 1915 cuando el matemático polaco W. Sierpinsky introdujo esta versión bidimensional de
Conjunto de Cantor. En la figura se pueden ver los seis primero pasos, pero el proceso sigue hasta el
infinito. En el triángulo de Sierpinsky se ve perfectamente la propiedad de la autosimilitud: si se coge un
subtriángulo cualquiera y se amplía se obtiene una triángulo igual que el original.

Además de tener aplicación práctica como forma ideal para las antenas de radiotelefonía, el triángulo d
Sierpinsky aparece en los lugares más insospechados: como imagen de los números pares del triángulo
Pascal; como representación del problema de las torres de Hanoi; como cuasi-fractal al representar
gráficamente el operador lógico NAND... Pero de todo esto hablaremos otro día.

Para terminar, una pregunta: ¿cuál es la superficie triángulo de Sierpinsky?

Introduction to fractals and chaos, passim; La geometría fractal de la naturaleza, passim.

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La sección áurea y la Gran Pirámide de Gizeh.
La gran pirámide de Gizeh se construyó hace 4500 años aproximadamente y se incluyó entre las Siete
Maravillas del Mundo, siendo la más antigua y sin embargo la única que se conserva en la actualidad.

Leyendas de todo tipo han acompañado a cualquier manifestación de esta cultura fascinante y desconocid
dioses, sus faraones, sus jeroglíficos y, por supuesto, sus increíbles templos y construcciones funerarias no
hablan de grandeza y de misterio. Y de saberes ocultos celosamente guardados por poderosos sacerdotes.

Entre estos saberes secretos se hayan, cómo no, los conocimientos matemáticos. Mucho se ha escrito sobr
matemáticas de las pirámides, y se pueden leer todo tipo de fantásticas relaciones numéricas encarnadas e
formas y medidas de esas enormes moles de piedra.

La cuestión es que efectivamente hay matemáticas, y no hay más que fijarse en la forma elegida, pero qui
tantas como se cree. Veamos un ejemplo de estos supuestos conocimientos: imaginemos que alguien mos
muestra el siguiente dibujo, en el que la letra φ representa la sección áurea.

Lo que nos dice es que si consideramos la base de la pirámide como de longitud dos, entonces su apotema
y su altura la raíz cuadrada de φ. No está mal para una construcción de hace 4500 años, ¿verdad? Pues es
las dimensiones de la Gran Pirámide de Gizeh se ajustan al esquema representado. Sin embargo...

Según el historiador griego Herodoto, la Gran Pirámide de Giza se construyó de modo que la superficie d
cara fuese igual a la de un cuadrado que tuviese por lado la altura de la pirámide. Es decir: el apótema de
pirámide, la distancia que va desde la cúspide de la pirámide hasta el punto medio de una de las aristas
horizontales, se eligió de modo que la superficie de cada una de las caras triangulares fuese igual al cuadr
la altura. Es esto algo desde luego bastante sencillo de calcular (se pueden conseguir las medidas necesari
método de prueba y error, por ejemplo), y para nada implica conocer la sección áurea.

¿Entonces? ¿Por qué se verifica el esquema de arriba? La contestacion es sencilla: por pura casualidad. Ve
de nuevo el esquema, pero cambiando las letras: A para el apotema y H para la altura:
Si escribimos matemáticamente lo dicho por Herodoto, tenemos

Ahora, si aplicamos el teorema de Pitágoras al triángulo rectángulo de la figura, tenemos

que junto con la anterior forma un sencillo sistema de ecuaciones que si resolvemos nos dará para A exact
el valor de la sección áurea y para H su raíz.

Total, que si alguien decidió construir la pirámide cumpliendo la condición descrita por Herodoto estaba,
saberlo, expresando la sección áurea.

***

Imaginemos que uno se encuentra un círculo grabado en una piedra por un hombre del Paleolítico. Imagin
que mide su perímetro, su diámetro, los divide, obtiene el valor 3,16 y concluye que en el Paleolítico los h
conocían el valor de pi. Una tontería, ¿verdad? Pues esto pasa más veces de lo que podría suponerse.

Bibliografía
 The Joy of π, p.11
 The Power of Limits, p.41

Web

 Cairo and the Pyramids of Giza


 The Golden Ratio & Squaring the Circle in the Great Pyramid
 Golden section in Art & Architecture.

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El Ojo de Horus.
Horus, hijo póstumo de Osiris y educado en la sed de venganza por su madre
Isis, desafió a su tío Seth, el asesino de su padre, y entabló con él un terrible
combate. En la refriega, Seth le arrancó un ojo a Horus, lo cortó en seis
pedazos y lo esparció por todo Egipto.

La asamblea de los dioses decidió intervenir en favor de Horus y le encarga a


Toth, maestro supremo de la aritmética, la palabra, la escritura y los escribas,
reunir las partes del ojo mutilado y reconstruir con ellas, gracias a sus potentes
sortilegios, un ojo sano y completo. (En el himno XX del Libro de los muertos
se dice que "Esto, hizo Toth con sus mismo dedos", lo que algunos interpretan
como el uso de los dedos para calcular).

Por eso, el Oudja, a la vez ojo humano y de halcón, mutilado y restaurado,


era uno de los amuletos más importantes para los egipcios, símbolo de la
integridad física, el conocimiento, la visión total y la fertilidad. Y para que
este símbolo perviviese en todas sus tareas, los escribas utilizaban sus
distintas partes para representar las fracciones del héqat, unidad de
capacidad que correspondía aproximadamente a 4,784 l.

La cuestión

No es difícil darse cuenta de que si sumamos las seis fracciones del héqat obtenemos 63/64. ¿Qué pasa con
que falta?

La tradición nos da una respuesta: cuando un aprendiz de escriba le planteó la cuestión a su maestro este le
que el 1/64 que falta será siempre proporcionado por Toth al calculador que se coloque bajo su protección,
podemos interpretar como una prueba de fe o como el canon estipulado para los calculadores por sus servi

Teorías

Se ha intentado explicar esta discrepancia de muchas maneras. Una de ellas es la que nos cuenta José Man
(que fue, por cierto, quien llamó mi atención sobre el tema): "Recientemente se ha sugerido que se trata de
mecanismo de despiste deliberado; que hay que darle la vuelta a la tortilla, ya que la fracción verdaderame
significativa es 64/63, que proporciona una aproximación a la Coma [musical] pitagórica... Es decir, todo e
simbolismo del Ojo Udja está organizado no para revelar, sino para esconder (o para "revelar" a los iniciad
ocultándolo a los profanos) un "número sagrado".

Otra interesante teoría es la que relaciona la ausencia de ese 1/64 con la ausencia de la pupila: parece ser q
circulito era la forma de indicar la unidad, circulito que podía servir para completar el dibujo y que al tiem
representación de la totalidad que se estaba buscando. Con este juego de manos los escribas-maestros prete
sus alumnos experimentasen una profunda sensación de revelación al darse cuenta de que lo que faltaba er
totalidad, y que la iluminación venía del propio ojo de Horus. Desde luego, si la historia es cierta, eso era m
los alumnos y no lo que yo hago.

Una propuesta

De todas formas, yo voy a proponer otra: está claro que falta 1/64, pero únicamente porque hemos interrum
proceso en el sexto paso. ¿Por qué no seguir? ¿Por qué no continuar la compleción de la unidad obteniendo
lo que falta? Los escribas sin duda conocían la respuesta: porque nunca terminaríamos. Pero sus alumnos n
revelación buscada no fuese otra que la del infinito, y el golpe de efecto el profundo vértigo que produciría
aprendices asomarse al insondable abismo de la pupila de Horus.

Notas:

1. Me pregunto si tendría Zenon en mente el Ojo Oudja cuando elaboró su paradoja de la dicotomía.
2. He encontrado las siguientes grafías para el calificativo del Ojo de Horus: wedjat, oudjat, oudjat, ud
digo por si alguien decide investigar.

Bibliografía
 Ifrah, p.417 y ss
 Libro de los Muertos
 Comunicación de José Manuel Bueso sobre una conferencia en la Biblioteca del British Museum.

Web

 El sistema de fracciones del Ojo de Horus

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Descubrimiento de las relaciones numéricas entre los sonidos armó


Una de las aportaciones más importantes de Pitágoras fue su descubrimiento de que las longitudes de las c
emiten sonidos armónicos guardan entre sí relaciones numéricas simples: por ejemplo, dada la nota la, par
otro la pero más bajo usaremos una cuerda el doble de larga, es decir, en relación 2:1, y para las notas inter
orden ascendente (si, do, re...) usaremos cuerdas cuyas longitudes mantengan las relaciones 16:9, 8:5, 3:2,
16:15.

Posiblemente fue este el primer caso de descripción matemática de un


proceso físico, pero para Pitágoras fue mucho más: razonó que si la
música se podía explicar mediante cocientes de números enteros, el
universo entero también podría explicarse con ellos.

Dicho de otra manera, Pitágoras creía haber encontrado el secreto del


universo, la gran fórmula mágica, el lenguaje de los dioses. Este exceso de
optimismo tuvo dos consecuencias negativas. La primera fue que los F. Gaf
Theori
pitagóricos se convirtieron en una especie de secta, con ceremonias musica
secretas, y que confirieron a los números valores mágicos (lo cual, por otra Kb)
parte, ya hacían anteriormente los mesopotámicos).

La segunda fue incluso peor: estaban tan convencidos del poder explicativo de los cocientes de números en
cuando descubrieron la existencia de números que no se podían expresar así, por ejemplo la raíz cuadrada
los vieron como una auténtica aberración, hasta el punto de llamarlos irracionales.

Bibliografía
 Boyer, pp.85-86
 Fermat’s Last Theorem, pp.14-17
 e: The Story of a Number, p.188

 Alquimia & Mística, p.90.

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Geometría con regla y compás.


Entre los griegos se consideraba que la forma correcta de resolver los problemas geométricos (ellos no usa
ecuaciones como nosotros: aún no había nacido Descartes) era utilizando únicamente dos intrumentos: la r
graduar) y el compás.

La culpa es muy posible que sea de Platón, pues consideraba “por alguna mística razón solo conocida por é
geómetra” que resolver los problemas geométricos por medios mecánicos, es decir, cualquier otro que no f
regla y el compás, era vulgar y degradante. Así lo cuenta Plutarco en sus Vidas paralelas: “...Platón se indis
indignó contra ellos [Eudoxo y Arquitas], porque degradaban y echaban a perder lo más excelente de la ge
trasladarse de lo incorpóreo e intelectual a lo sensible y emplearla en los cuerpos que son objeto de oficios
manuales...”.

Uno puede pensar que esta obsesión de Platón por la regla y el compás era un puro capricho, y puede que a
posiblemente fue a causa del valor casi divino que daba a las ideas por lo que concedió especial importanc
objetos con una simetría tan perfecta como son rectas y circunferencias. Además, todo hay que decirlo, tam
influir cierto aristocrático desprecio por su parte hacia todo lo que sonase a oficio artesano.

Sin embargo, por aquel entonces el platonismo no era la única forma de pensar. La escuela de Demócrito h
introducido el atomismo en geometría de tal modo que consideraban los segmentos, las superficies y volúm
constituidos por una cantidad finita de átomos. Resulta que este método, aunque poco riguroso, permitía en
fácilmente nuevos resultados, y un futuro esplendoroso se abría para la geometría.

Pero no fueron por ahí los tiros. Los pensadores griegos se encontraron con dos métodos a su disposición:
riguroso, pero estéril, y otro, el atomista, informal pero fértil. ¿Quién ganó? Pues fue el idealismo platónico
venció al materialismo atomista, lo cual solo se explica si pensamos que las matemáticas griegas fueron el
una clase ociosa basada en la esclavitud y más interesada en la contemplación que en la invención: ¿para q
el mundo si a ellos les iba de miedo?

En fin, que armados con tan corto arsenal los griegos se lanzaron al estudio de la geometría. Y no les fue ta
aunque en su camino se encontraron con tres problemas que fueron incapaces de resolver: la cuadratura de
duplicación del cubo y la trisección del ángulo. La razón solo se supo dos mil años después: eran irresolub
esa, como dijo el poeta, es otra historia.

Men of mathematics, pp.31-32; Vidas paralelas, tomo 2, p.85.

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Los tres problemas clásicos de la geometría.


Como se cuenta en Geometría con regla y compás, en su afán de estudiar la geometría con la única ayuda d
instrumentos, los griegos se encontraron con tres problemas que fueron incapaces de resolver. Y lo cierto e
en su descripción hace sospechar grandes dificultades: la cuadratura del círculo trata de construir un cuad
misma superficie que un círculo dado, mientras que la trisección del ángulo busca dividir un ángulo dado
ángulos iguales. La duplicación del cubo tiene su propia leyenda: en tiempos de Pericles una epidemia de
estaba diezmando la población. Los atenienses mandaron una delegación al oráculo de Delfos para pregun
de qué podían hacer para aplacar a los dioses. El Oráculo les contestó que debían duplicar en tamaño el alt
dedicado a Apolo. Los griegos se pusieron a la faena y construyeron un altar cúbico con el doble de lado. P
no cesó. Y es que al doblar el lado habían multiplicado el volumen por ocho, y no es eso lo que se les pedía

Imposibles...

Caprichos divinos aparte, lo cierto es que los problemas descritos no parecen tan difíciles, ¿verdad? Sin em
griegos, que sabemos fueron excelentes geómetras, fracasaron en sus intentos de resolverlos. ¿Por qué? Pu
sencillo: porque no se puede. Literalmente, los tres problemas describen tareas que son imposibles de reali
únicamente regla y compás.

Veamos por qué: cualquier operación que realicemos con una regla es equivalente a la resolución de una ec
primer grado, mientras que las realizadas con un compás equivalen a resolver ecuaciones de segundo grado
lógico, pues con la regla dibujamos rectas, objetos que se expresan mediante ecuaciones de primer grado, y
compás circunferencias, las cuales se expresan mediante ecuaciones de segundo grado. Dicho de otro mod
regla y el compás podemos realizar sumas, restas, multiplicaciones, divisiones, y raíces de índice igual a un
de dos.

Pero resulta que la resolución de la cuadratura del círculo requiere conocer el valor del número π, que es un
trascendente (es decir, que no se puede obtener como solución de ninguna ecuación algebraica); resulta tam
para trisecar el ángulo es necesario realizar raíces cúbicas, y que para duplicar el cubo necesitamos la raíz
dos. Y como el cálculo de π y de raíces cúbicas no es posible, por lo dicho anteriormente, utilizando únicam
y compás, nuestros tres problemas se quedan sin solución.

Y lo más tremendo es que alguno de los resultados que justifican la imposibilidad de estos problemas, com
ejemplo la trascendencia de π, solo se obtuvieron veintitantos siglos después de que se planteasen.

...aunque no tanto

¿Quiere decirse entonces que no podemos resolver unos problemas en apariencia tan sencillos? No: los tre
problemas de la geometría griega solo son irresolubles si nos limitamos a la regla sin graduar y al compás.
dificultades se desvanecen cuando podemos utilizar otro tipo de curvas o hacer marcas sobre nuestra regla.
no todos los griegos se plegaron a dicha limitación, y fueron capaces de resolver los problemas de marras u
nuevas y sorprendentes curvas, de las que a continuación doy algunos ejemplos:

 La espiral de Arquímedes: es el lugar geométrico descrito por un punto que se desplaza a lo largo
semirrecta con velocidad uniforme al tiempo que esta gira, también uniformemente. El mismo Arqu
atribuye a su amigo Conon de Alejandría. Con ella se resuelve la trisección del ángulo y la cuadrat
círculo.
 La trisectriz de Hipias: curva inventada por Hipias de Ellis. Permite la duplicación del cubo y la t
del ángulo.
 Las cónicas: quizá el descubrimiento más importante relacionado con los tres problemas sea el que
Menecmo intentando conseguir la duplicación del cubo: las cónicas, curvas que resultan de cortar u
mediante un plano y que por su importancia merecen su propia historia.

¿Entonces?

Si ya los griegos los resolvieron, ¿dónde reside la importancia de estos tres problemas? Pues reside precisa
que, gracias a la limitación de la regla y el compás, los matemáticos se han visto obligados a investigar nue
campos en busca de nuevas herramientas que los resolviesen o de más profundas teorías que explicasen su
imposibilidad. Y es que no hay nada como las dificultades para aguzar el ingenio.

De todas formas, no todo han sido aciertos: la aparente sencillez de la cuadratura del círculo ha obsesionad
siglos a grandes y pequeñas mentes y dado lugar a todo tipo de extravagancias (ver como ejemplo el caso H
Por eso dijo Underwood Dudley que "Uno de los inesperados efectos beneficiosos de la televisión es que l
ahora la ve en vez de producir panfletos cuadrando el círculo."

Aunque, la verdad, yo preferiría que el personal siguiese con los panfletos.

Para terminar, una curiosidad: la duplicación del hipercubo tetradimensional podría hacerse con regla y com
en cuatro dimensiones lo que hace falta no es la raíz cúbica de dos, sino la raíz cuarta.

Bibliografía
 Matemáticas e imaginación, pp.74 y ss
 Boyer, p.96 y ss,102,124,132,135,172
 Imposibilidad, p.309
 Carnaval Matemático, p.282 y ss
 Men of mathematics, pp.31-33
 Struik, 40
 Imposibility Theorems, Scientific American, January 2000, p.80

 Britannica (The three classical problems).

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El lanzamiento parabólico: primero, los artistas


Una de las tesis del estudioso de historia de la ciencia Pierre Thuillier es que muchos conceptos geométrico
antes intuidos por los artistas que descubiertos por los matemáticos.

Un ejemplo llamativo es el que nos proporciona la Nuova scienza de Niccolo Tartaglia: en el libro el autor
aunque solo como aproximación, la teoría escolástica de que un lanzamiento en caída libre se compone de
rectilíneo en la dirección del lanzamiento, un arco de circunferencia, y otro tramo rectilíneo, este vertical, c
puede ver en el esquema de la izquierda.

Sin embargo, en un grabado que aparece en la


misma obra (abajo, detalle), el artista describe
con bastante exactitud la trayectoria que hoy
sabemos correcta: una parábola.
Lo que a mí más me sorprende es que Tartaglia no reparase en la curva representada por el dibujante en el
Quizá ni siquiera lo miró.

De Arquímedes a Einstein, p.278-279.

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La cuarta dimensión.
Con un número podemos situar un punto sobre una recta previamente graduada. Para situar un punto sobre
necesitaremos dos números, la coordenadas x e y; y tres serán los números que especifiquen la posición de
en el espacio. Pero, ¿y si tomamos cuatro números? En tal caso estaríamos hablando de un punto situado e
de ¡cuatro dimensiones! Pero, ¿existe eso?

La invención de la geometría analítica por Descartes permitió expresar los objetos geométricos mediante e
que relacionan sus coordenadas: así, x = 7 describe un punto en una recta; x + y = 7 una recta en el plano;
= 7 un plano en el espacio. ¿Y si hacemos lo mismo con cuatro coordenadas? Siguiendo este proceso parec
preguntarse si la ecuación x + y + z + t = 7 tiene algún sentido geométrico.

Lo cierto es que, con independencia de su existencia real, la geometría analítica permite estudiar la estructu
propiedades de espacios n-dimensionales, trabajo que emprendieron a mediados del siglo XIX Cayley en I
Grassman en Alemania y con el que aumentaron el repertorio de nuevas geometrías que se había abierto c
geometrías no euclídeas. Algo más tarde, el francés Henri Poincaré llegaría a describir un método para vis
cuarta dimensión a base de entrenar la intuición mediante proyecciones sucesivas de objetos tridimensiona
tres o dos dimensiones.

A principios del siglo XX un actuario de seguros y aficionado a la pintura, Maurice Princet, introduciría e
cuarta dimensión en los cenáculos artísticos parisinos. Fue esta una de las influencias reconocidas por los p
intelectuales cubistas, aunque estos otorgaron a la cuarta dimensión cualidades distintas de las otras tres y l
consideraron como un lugar casi espiritual desde el que observar la realidad desde varias perspectivas
simultáneamente. Dalí, en su Corpus hipercubus, volvería al tema de las cuatro dimensiones, aunque de un
matemáticamente más riguroso.
La teoría de la Relatividad acabaría provisionalmente con todo esto al considerar el tiempo como la cuarta
aunque la física de supercuerdas, al plantear un universo de once dimensiones (una temporal y diez espacia
introducido nuevas e interesantes variantes al asunto. De todas formas, hay que señalar que ya en 1919 Th
Kaluza propuso la posibilidad de que hubiese físicamente más de tres dimensiones espaciales. El hecho de
nosotros solo percibamos tres se debe a que las dimensiones adicionales está curvadas sobre sí mismas, co
explicitó Klein al refinar las ideas de Kaluza. Su tamaño: aproximadamente la longitud de Plank.

Bibliografía
 Boyer, pp.670-671
 Filosofía de la ciencia, p.123 y ss
 Escritos de arte de vanguardia, p.72

 The Elegant Universe, pp.185-192.

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