PIETRO CITATI
LA LUZ
DE LA NOCHE
LOS GRANDES MITOS
EN LA HISTORIA DEL MUNDO.
“RADUCCION DRL ITALIANO
DE JUAN DIAZ DE ATAURT
BARCRLONA 2011 | ACANTILADOLoS RBYRS DE MICSNAS
clpalacio de Néstor, interrumpiendo para siempre aquella
vida tan confiada; mataron a los escribas que estaban reu-
niendo un registro inmobiliatio y «las doncellas que ace-
baban de llenar las énforas de vino y estaban pteparando
Jas jarras de agua para el batio della reina, Poco después las,
atroces llamas se extendieron a Micenas, Tirinto, Orcéme-
nes y Cnosos; Atenas se prepar6 para la defensa final, Elre-
cuerdo dela civilizacién de Agamenén y de Néstor qued6
Confido, durante treinta siglos, a las engafiosas y verdade-
1as palabras de los grandes poetas.
APOLO, HERMES, LA PORS{A
Antes de que Apolo naciera, Delos era una pequefia isla ro-
cosa que navegabe los mares como una hierba abandona-
da als ursicuts, ALuudaban en ella los pulpos y las focas.
Cuando Leto llegé all, surgieron de pronto delasrafces de
latiersa cuntro columnas de oro ylaijaron sobre las cavide-
des del mar Egeo. Los cisnes—«los mis armoniosos de los
péjaros»—, girandosiete veces en torno a Delos, cantaron
siete veces para la parturiente; finalmente, ras nueve dfas
y nueve noches de dolores, Leto rodeé con sus brazos una
pelmera c hineé sus rodillas en el prado. Bajo ell, la tierra
sonti6, En el esplendor del dia, Apolo salié ala luz, al tiem-
po que Rea, Dione, Temis y Anfitrite lanzaton un grito. En
quel momento la pequefia isla de as focas y de los pulpos
se cubtié de oro—esa luz solidificada que amaba Pinda-
to—., La tierra se convittié en oro; el pequefio lago redon-
do-contemplé sue méviles ondas de oro; la palmere se cu-
brié de palmas y de détiles de oro; as transparentes aguas
del rio Inopo brillaron de oro. El joven dios se levant6, Se
movis con agilidad, a grandes pasos, «en la tierra de os an-
32
APOLO, HERMES, LA POBSIA
chos caminos», tocando la lira, como una estrella en pleno
fa, De su calzado y de su tinica brotaban relémpagos, de
su ctierpo salian chispas y el fulgor legaba heste el cielo.
Grecia habia encontrado el dios dela luz, que, con un solo
‘esto, desbaratarfa los monstruos subterréneos y las tinie-
blas de la «Noche fecunda»,
Extrafia luz: luz que en su esplendor desmesurado, su-
perando dolorosamente el grado més alto de intensidad
de Ia uzy del sonido, contiene en ef toda la profundidad de
las tineblas. En los primeros versos de la Iiada, el poema a
Al dedicado, Apolo baja del Olimpo «como la noche», lan.
zando sus egudisimas flechas a os griegos y alos animales;
ynonos sorprende quela luz mate—no siempre es benigna
la lu2—, sino que se parezca a su rival, Sabemos que Apolo
compartia otéculo con las diosas dela Noche y que incluso
el agua putisima de las musas tenfa un origen infernal, por
Jo que era al mismo tempo digna de terror y de veneraci6n.
Apolo purificaba, aunque también él habla sido purificedo,
porque habia ensuciado'sus manos con un asesinato; curs.
ba, pero daba la muerte. ¥ en cuanto alos bienes de la lo-
cura profética, tan sélo concedidos a unos pocos elegidos,
éauién no se hotrotizaré viendo a Casandra, tal y como la
pinta Esquilo; profetisa trdgica y nunca ofda, poseiday des-
truide por su dios demasiado luminoso?
Apolo, Apolo,
dios de los caminos, ti que me pierdes!
‘Por segunda vez me has perdido sin se
«+ tAy de mf, ay de mf! ;Oh, qué desgract
de nuevo el terrible esfuerzo de le adivinacién
sme hace tornerme sobre mi y me turba con sus preludios...
ir pena...
Hermes, el hermano més joven de Apolo, no habia sido
engendrado al sire libre, sino en el interior de la tierra, en
3LOS RBYRS DE MICHNAS
una gruta solitaria, sombria y humosa, que se abria en los
montes boscosos de Arcadia. Naci6 de noche y su tiempo
era lanoche. En cuanto se alargaban las sombras por la tie-
sa, se quedaban los caminos vacfos y desiertos; cn cuanto
el sueio poseia alos hombres y ni siquiere los perros alze-
ban ya a voz, Hermes pasaba silencioso e invisible como la
nicbla y la brisa de otofio, Lleveba consigo el inmenso pue-
blo de los sucfios; adormecta a los hombres y les abria los
ojos, y acompafiabe a las almas de los muettos, que reve-
loteaban a su alrededor lanzando gritos breves, Estaba te-
fido de una noche serena y leve, que ignorabe las tinieblas
profundas de Apolo, También Hermes tenia su luz. El bimn-
no homérico a él dedicado asegura que fue él quien inven-
16 el fuego, frotando una rama de laurel con otra de grane-
do, Laverdadera luz de Hermes eta la de los ojos:la llama.
tada de sus miradas era tan mévil yvivaz, el relampago d=
sus pupilas tan semeiante a la luz de las centellas que tents
que bajar los ojos para no revelar sus pensamientos, Su luz
era la lux brillante ¢ insidiosa, astuta y sombrfa, huldiza 2
iénicn que se esconde en el corazén de las tranquilas no-
ches herméticas y que nada tiene que ver con la luz violen-
tay cegadora de Apolo,
Con su inagotable amor por las antitesis y las contradic.
ciones, los griegos contrapusicron a los dos dioses, Apolo
cetael gran dios, lafigura noble ytrégica que aparecia en lot
frontones de-los templos, al principio de los poemas épi-
cosy en el teatro de Esquilo, Con su arco-lita, se mantenia
alejado de los hombres en Ja cima de alguna montafiao er
Ja distancia inalcanzable de la mente profética, Probable-
mente no amaba a los hombres, o los amaba demasiado,
Su relacion con ellos se tifé muchas veces de la desgracie,
Sabja que eran pequefios; «semejantes a las hojass, ape
‘nas—decfa Pindaro—cel suefio de una sombra» y por ello
34
APOLO, HERMES, LA PORS{A
les imponta limites («Conécete a ti mismo», «Nada en ex-
ceso»)'y castigaha au hybris. Cuando descendia entre los
hombres, suscitaba espanto y estupor, terror y venéracion.
Hermes cuvo la astucia de hacerse pasar por pequefio;
i, que en el futuro reinarfa en un pais inmenso y misterio-
30, ¢ presenté alos dioses yalos hombres como un demo-
rio, como un espftitu del aire. Si Apolo eta trégico, 6 era
‘cémico; sia Apolo le gustabs la nobleza del gesto, él tenfa
‘una pesi6n incontenible por todo lo turbio, lo obscene, lo
vulgar, lo ambiguo; nos ensefié que el mas infimo gesto de
Ja vida puede tener también la gracia insinuante del ade
én superior. Los hombres nole inspiraban cl menor apu-
to; descendia hasta ellos; los acompafiaba de noche; les to-
aba la mano; los socozra: os consolabe; los tranquiliza-
bba con una dulzura suave, que nadie hubiera imaginado en
un espfritu tan burlén, Cuandola salvacién estabe al llegar,
desaparcefaporque probablemente con la expracién més
hermosa que nunca haya utilizado un dios griego—ase ha-
sla merecedor de vituperio que un dios inmortal amara tan
alas claras a los mortales», dejando tras de sf un aure de
temnura y fascinacién,
Puede decirse, acaso, que un dios griego sea simple?
‘Cada uno deellos constituia un cosmos; una contradictoria
plétora de pensamientos, imagenes, visiones, sentimientos,
ritos, que daban forme # una unidad compleia.|Y, sin em-
bargo, a fos griegos, sobre todo a los filésofos, les parecia
que el cosmos de Apolo era caimple», claro, puro. Simple
‘como parece ser la luz, Sélo tenia una forma y aparecia de
frente, como en el templo de Olimpia. Era vera, ignors-
bale mentira, revelabe la «inmuteble voluntad de Zeusm.
‘Aunque la verdad de los dioses pueda aparecer oscurtsime,
porque, como decfa Heréclito, el dios «ni dice, ni esconde,
sino que sugiere» yau palabrasequiebra en miltiplesrefle-
35LOS REYES DE MICENAS.
jos. Creaba las leyes, as Jeyes de los templos, de los sacrifi-
cos, del culto, dela inteligencia y dea poesfa, Todo cuanto
tiene forma yes arménico en la mente pertenécfa asu reino,
‘Hermes tenfa con Apolo la misma relacién que los colo-
res tlenen con la luz. Su mente adoptabs todas las formas,
emprendia todos los caminos, y se dirigia, siempte sinuo-
say envolvente, a todas partes. Nadie més versétil y milti-
ple que él Tenfa una mente allens de color, «abigarradan,
poikiloniéts (asombrosa expresién que no puede traducir-
se.con exactitud), La mente de Hermes tenia color como un
euadto 0 una alfombra ola cola de un pavo real, pero tam-
bign era artificiosa y construida como un poems o como un
dliscurso elegante; era intrincada y enigmética como los nu-
dos; los laberintos, las constelaciones celestesy la labor de
las abejés, No nos seré dificil entender que Hermes tuviera
en pocola verdad, ni siquiera aquella verdad velada y alusi-
vade Hetaclito. Le gustaban el engafo y la mentita; los Ia-
dronesylosmercaderes, lossalteadores de caminos, los mis-
tficatores. No profeseba laley y el orden de Apolo, cultive-
baclazar,loimprevisto, el golpe de suerte: todo aquello que
psa, se mueve, estén los umbrales, aparece y desaparece,
inatible e invisible como la niebla y la brisa de otoio. Lo
‘encontramos en todas partes y nos sonrie y se burla de no-
sotros y'nos lama. Cuando nos despedimos de este inmen-
s0 universo, nos preguntamos c6mo es posible que pueda
estar bajo el signo de un solo dios; y, sin embargo, pesca la
vvastedad de su mundo, Hermes no piesde jamés la rapidea
desu mirada y de su paso, su a6rea ligereza de ave marina,
“Muchas cosas separaban a Apolo y a Hermes, pero el me-
‘nos una los unfa, Segin los Hmnos boméricos, los dos ha-
ban inventado la lira y, por tanto, la poesia, Mejor dicho,
36
APOLO, HERMES, LA PoRsfA
‘Apolo no invents lara yla poesia: las tecibié como un don
‘cuando naci6, como algo que s6lo a él pertenecfa: «Sean
privilegios mfos la lira y el arco curvado», por lo que de él
descienden los acdos que confian en la segrada inspiracion
de la memoria, En cembio, Hermes invent literalmentela
lita de siete cuerdas, Nada mésnacer encontré une tortuga
ala puerta dela cueva, Le dio la vuelta, la maté, le arzancé
cruelmentela carne, perforé la concha y fj6en ella unos ta.
los de caiia y dos brazos para tensar en ellos siete cuerdas
hrechas con tripa de ovejay, luego, se puso a cantar los amo-
tes de Zeus y ou madre, Para i, la pocsfa fue una ingentosa
invencién técnica, cuyos azarosos ¢imprevistos regalos ex-
ploté sagazmente, como hicieron después todos los poetas.
‘Si queremos comprender la poesia de Apolo, seré mejor
que oigamos la voz de su héroe supremo, lavor de Aquiles.
Cuando Fénix, Ayax y Ulises dejaron la tienda de Agame-
‘én, se ditigieron por ala orilla del rumoroso mar» hasta
las tiendas de los mirmi:
las glorias deloshéroes».
Homeronos cuenta que Aquiles «se deleitaba (éterpen) con
lalita sonora». ¢En esto consistfa, entonces, el placer de la
poesia homérica? ¢En un simple deleite, como el que sentia
el poeta rococé con sus blandas extrofillas musicales? Pero
4térpein es una palabra extraordinatiamente cargada, Nos
Jaexplica Ulises (uno de los oyentes de Aquiles) al descti-
bisle a Alcinoo la alegria que colma a los invitados cuan-
dooyen alos cantores, estando las salas llenas de pan y de
ames, y el copero toma vino de la cratera y lo sirve en las
copas, «Esto me parece una cosa bellisima en cl alma. La
alegtia que suscitaba la poesta homérica nacia de la pleni-
tud del ser. Era un placer fisico, como el del alimento, el
del amor, el del bafo, el dela danza; un placer que impreg-
naba el alma y cl corazén, Como en ninguna otra tradicién
7LOS REYES DE MICBNAS
occidental, a poesia era alegra, ya alegtia estaba conteni-
da.en el nombre de dos musas, Terpsfeore y Euterpe, yen
elde Terpandro, que invents la lira de sicte cuerdas.
Los griegos eran mucho menos ingenuos que nosotros
y sabfan bien lo tragica que era la «alegria» del luminoso
‘mundo de Apolo, Porquela lire, que da alegria, sel mismo
instrumento qucel arco, que dala muerte. ¥ de igual modo
que Apolo atrojaba desde lejos las flechas de su arco, las
smusas «asactesban desde lejom con los dardos desu lira. El
poeta era un arquero; su cancién, una lecha que no fallaba
nunca el blanco, yle cuerda del atco vibraba como las cuer.
das de ia lira, Bsta metéfora enciersa le informacidn esen-
cial sobre a posta apolinca. El poeta era duefio de aquella
‘misma distancia contemplativa del dios, que, con un ges-
to, habia detenido la lucha de los centautos y los apitas en
el front6n de Olimpia; pose‘a la precisién y a exactitud, el
artede dar en el blanco de conocer el arden verdadern de
las cosas, que posecn los grandes matematicos, Pero lleva-
ba consigo un don més terrible; la muerte, En cade verso de
Homero, de Pindaro y de Eequilo, tras la uz y la alegtia,
debemos percibir el tenebroso silbido de las fechas, con
4que, en los umbrales de la IHade, Apolo sembré la muette
entre los gricgos.
Cuando Hermes empuié le lira, para cantar el origen
y la historia de los dioses, Apolo lo escuchaba fascinado,
Un deseo se apoderé de su corazén y le dijo a su hermano:
Maravillosa es la nueva voz que oigo,
frmo que nunca ninguno de fos hombres la he conocido,
‘inguno de los dioses que hebitan las moradas del Olimpo,
salvo t,bribén, hijo de Zeus y de Maye.
Qué arte es fee? ¢Qué es ese canto que calm las iresistibles
pasiones?
38
—
APOLO, HERMES, LA POBSIA
Enla poesia de Apolo, Hermes s6lo habia insinuado una
palabra: shelgein, 'encantar’, que transformé la tradicién
poétice, Sefior dela magia y de las pécimas, Hermes erase-
‘ior de todo encantamiento. Pero encantarsiento, para no-
sottos, es una palabra gesteda, una palabra que ha perdido
el poder que tenia en los poemas y en los himnos homéri-
os. Cuando Hermes cantaba con a lira, suscitaba en quien
Jeofa une sugestiOn infinite: la seduccién dela magia; el de-
seo erético; el poder de curar y de consolar las almas y los
cuerpos; la fuerza de olviday; la ealms; el sosiego; el placer
insinuante de los sonidos melodiosos; el profundfsimo sor.
tilegio del suefio y, mezelado con todasestas