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Votar varias veces y en forma constante no implica tener una democracia

robusta y consolidada. El voto es el acto fundamental del sistema, pero


por sí solo no garantiza el respeto a las libertades y a los derechos
ciudadanos, ni la independencia de poderes. Que Bolivia sea uno de los
países en los que más se sufraga no significa que tengamos una
democracia ejemplar en el mundo. Hay condiciones que faltan para que
lo sea, aunque desde hace 35 años no hubo más golpes militares.

Esta semana, concretamente el martes 10 de octubre, recordamos el


retorno a la democracia, después de constantes interrupciones violentas
de mandatos presidenciales, que convirtieron a Bolivia, en el siglo
pasado, en una de las naciones más inestables. Muchos años de
sacrificio de vidas humanas precedieron a la finalización de un periodo
nefasto de la historia al que nunca más debemos volver. El voto universal
es relativamente nuevo y nació con la revolución de 1952. Desde
entonces, todos tenemos el derecho de sufragar y no solo algunos
privilegiados. Sin embargo, hasta 1982 los bolivianos afrontamos
sucesivas dictaduras militares que se instalaron para gobernarnos. A
partir de ese momento han transcurrido 35 años con nueve presidentes
constitucionales, algunos de los que tuvieron que acortar sus mandatos
en un ciclo crítico que abarcó sobre todo el quinquenio de 2000 a 2005.

La inestabilidad política y económica puso en riesgo la democracia, pero


en este nuevo periodo la defensa de la Constitución y los acuerdos
nacionales impidieron el retorno a los gobiernos despóticos. Con la
elección de Evo Morales se abrió otra etapa, que tiene como resultado la
presidencia de más duración en la historia de Bolivia. Sus defensores
consideran que con él nació una democracia participativa y
verdaderamente incluyente. Por el contrario, sus detractores opinan que
el gobierno de Morales pretende quedarse para siempre, sin respetar la
alternancia y apoyándose en un control total de los tres poderes del
Estado.

Hay señales muy preocupantes de la pérdida de calidad de la


democracia. El hecho que el Gobierno desconozca los resultados del 21-
F es un golpe duro al acto básico y fundamental del sistema que es el de
sufragar. Si antes Morales asentaba su poder en el voto, resulta
incongruente que ahora se desentienda del último resultado de las urnas
porque le cierra el camino a otra reelección. Más contradictorio aún es
que su partido demande la inaplicabilidad de algunos artículos de la
Constitución que el mismo MAS aprobó. La Iglesia, la COB y otros
sectores han alertado del riesgo para la democracia, justo en el mes que
cumple 35 años. Un riesgo del que todos los bolivianos debemos estar
conscientes.

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