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ISSN: 1012-1587
opcion@apolo.ciens.luz.ve
Universidad del Zulia
Venezuela
Resumen
own theories about the new historiography. They showed new proposals
about the principal themes of the debate between the Venezuelan histo -
rians. It concluded in that the Manifesto was a contribution to the recons -
truction of the historiographical paradigms; that the rupture of the euro -
centrism and the positivism, the compromise with the social majorities
and the changing process; and the public debate between the historians
are works of the historiography of the 21° century.
Key words: Crisis of the paradigms, historiographic manifesto, com-
mitted history, debate.
INTRODUCCIÓN
El 11 de septiembre del 2001 ocurrieron dos acontecimientos tras-
cendentales para la historia y los historiadores. Sobre los atentados terro-
ristas en los Estados Unidos mucho se ha escrito y comentado, y las con-
secuencias de los mismos aún están en pleno desarrollo. Simultánea-
mente con el choque de los aviones contra las torres de Nueva York, cir-
culaba por la red global el Manifiesto Historiográfico de Historia a De-
bate, y una nueva primavera se anunciaba para la ciencia de la historia.
La historia de la humanidad torció su rumbo el mismo día que un
movimiento internacional de historiadores proponía nuevos paradigmas
para la disciplina ante los retos del siglo XXI. El azar quiso que ambos
sucesos coincidieran en el tiempo. Y la nueva realidad mundial surgida
del 11 de septiembre ha servido para ratificar la pertinencia de las pro-
puestas contenidas en el Manifiesto. La recuperación del humanismo
como acompañante del oficio del historiador y de toda labor científica en
general, propuesta con la que se inicia el manifiesto, se nos presenta
como una necesidad urgente ante la irracional ola guerrerista y discrimi-
nadora que luego de los atentados se ha impuesto en los grandes centros
de poder mundial.
El Manifiesto constituye una respuesta, desde la historia, a la crisis
de paradigmas que ha colmado el debate científico mundial en las dos úl-
timas décadas (1). Entendemos por paradigma la misma acepción que
utiliza Kuhn en su obra sobre las revoluciones científicas (Kuhn, 1986:
26). Partimos, siguiendo a Barros, que ha existido en la historiografía
mundial un paradigma común que se generalizó luego de la segunda gue-
rra (Barros, 1995: 98) (2).
Nuevos paradigmas para el siglo XXI 109
estas tierras. Igualmente, zanjar de una vez por todas la disputa acerca
del carácter relativo del conocimiento histórico, reivindicando que la
ciencia histórica no es en modo alguno “neutral y objetiva”, como se nos
ha pretendido hacer ver desde las altas esferas de poder.
Uno de los aspectos centrales que es necesario replantear es lo refe -
rido al compromiso social de los intelectuales. La ola neoliberal, junto a
la caída del bloque “comunista”, causó estragos en las filas de los investi -
gadores latinoamericanos que podían considerarse comprometidos con
ideas nacionalistas y de cambio social popular, la mayoría de los cuales
se pasaron con armas y bagajes a las filas de los defensores del orden. En
el campo particular de la historia, la tendencia predominante ha sido la de
encerrarse en los círculos de investigadores, aislándose de la realidad y
produciendo conocimiento para consumo exclusivo de los mismos his -
toriadores. En cierta forma esta conducta le hace perder pertinencia so -
cial al mismo oficio de historiador.
Defendemos una perspectiva, compartida por muchos historiadores
en Latinoamérica, que establece que nuestra profesión debe orientarse
principalmente a dar respuestas y explicaciones a los procesos de con -
flicto y cambio que hoy estremecen a nuestras sociedades. La historio-
grafía debe cumplir la función de clarificar a la sociedad sobre los proce -
sos económicos, políticos y socioculturales que han conducido al actual
estado de cosas, a fin de facilitar tanto su comprensión como la determina -
ción de nuevos rumbos al desarrollo nacional y latinoamericano.
La misión del historiador debe ser la de recuperar el compromi -
so con los intereses fundamentales de la nación y de las grandes mayo -
rías sociales. Reconstruir nuestra identidad como nación es un paso fun-
damental si se quiere realmente transformar nuestra realidad. Un pueblo
sin identidad es fácil presa de los sofisticados mecanismos de dominación
que han logrado desarrollar los centros de poder mundial (5).
En el medio intelectual venezolano es necesario someter a la crítica
las nuevas tendencias historiográficas, y abordar el debate sobre los te -
mas álgidos en los cuales no existe consenso. La diversidad de tenden -
cias historiográficas siempre existirá, como resultado de la diversidad de
intereses sociales en juego. Una de las características de nuestra historio -
grafía es la ausencia de debate en términos académicos. El debate gene -
ralmente se realiza a través de los medios de comunicación, saliendo fa -
vorecidos los historiadores que defienden ideas afines a los propietarios
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europeas que se adelantó como política imperial hacia los pueblos indí -
genas y africanos, es sencillamente avalar esa brutal realidad que carac -
terizó al período colonial e inicios de la etapa republicana.
La Asamblea Constituyente de 1999 reivindicó a nuestros indíge -
nas, y con ello reivindicó nuestra herencia indígena, al plasmar en la nue -
va constitución sus derechos fundamentales, no reconocidos en la gran
mayoría de países de América. El traslado de los restos del cacique Guai -
caipuro al Panteón Nacional revivió nuevamente la disputa sobre la va -
loración de nuestro pasado indígena, y el lugar que debe ocupar en la so -
ciedad actual. Guillermo Morón, único sobreviviente de los autores
mencionados, propuso que se creara un panteón especial para los indíge -
nas, pues para él era inconcebible que los indios se juntaran con los hé -
roes de la independencia (20). Pero los indígenas son parte inseparable
de nuestra esencia como venezolanos. No existe una Venezuela mantua -
na, como desearía Morón, separada de la Venezuela indígena, afroameri -
cana y mestiza. Sí ha existido una historia mantuana, que ha relegado
conscientemente a las grandes mayorías populares del papel protagónico
que ejercieron en el proceso histórico-social venezolano. Hay que reco -
nocer que el gobierno de Hugo Chávez ha servido para replantear nueva -
mente el debate expresado en las líneas anteriores. La misma presencia
de Chávez en la silla de Miraflores, fiel exponente del mestizaje criollo,
reivindica a una Venezuela popular y diversa, que siempre ha sido mayo -
ritaria y que ha pugnado por expresarse autónomamente, enfrentada des -
de siglos a la intelectualidad oligarca que piensa en Venezuela con cere -
bro europeo y norteamericano (21).
CONCLUSIONES
1. La crisis de paradigmas que afecta al conocimiento científico en ge-
neral afecta también a la historiografía.
2. El Manifiesto Historiográfico de la red mundial Historia a Debate
proporciona los fundamentos básicos para la reconstrucción de los
paradigmas que deben guiar el oficio de historiador en el presente si -
glo.
3. La historiografía latinoamericana debe ajustar cuentas con la visión
eurocéntrica que hasta ahora la ha caracterizado. La historia debe
servir para que nuestros pueblos recuperen su identidad y puedan ac -
tuar salvaguardando sus intereses en el actual mundo globalizado.
4. La ruptura con el paradigma positivista de la historia “neutral y obje-
tiva” también es una tarea del momento. El compromiso del historia -
dor debe ser con las grandes mayorías sociales, hoy olvidadas por el
modelo neoliberal que se ha impuesto a nivel global.
5. Las comunidades científicas, si bien son necesarias, no deben cons-
tituirse en mecanismos de dominación de una élite privilegiada so -
Roberto López Sánchez
130 Opción, Año 19, No. 41 (2003): 107-139
Notas
Bibliografía