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Moral a Nicómaco · libro tercero, capítulo V

El objeto verdadero de la voluntad es el bien


Se ha dicho que la deliberación y la voluntad se aplican al objeto que se busca.
Pero este objeto, según unos, es el bien mismo; y según otros, sólo es lo que
nos parece ser el bien. Cuando se sostiene que sólo el bien es el objeto de la
voluntad, se corre el riesgo de caer en esta contradicción: que lo que quiere el
hombre, cuya preferencia ha sido mala, no es realmente querido por él;
porque desde el momento en que la cosa es el objeto de la voluntad,
precisamente es buena según esta teoría; y sin embargo ella es mala, puesto
que fue debida a una preferencia extraviada. Por otra parte, si se pretende
que la voluntad busque, no el bien mismo, sino sólo el bien aparente,
resultaría que los objetos de nuestra voluntad no existen en la naturaleza, y
que son únicamente el resultado de la opinión que de ellos se forma cada uno
de nosotros. Pero esta opinión varía con los individuos; y por tanto resultaría
que las cosas más contrarias podrían causarnos indistintamente la ilusión del
bien.
Como estas dos soluciones no son muy satisfactorias, es preciso decir de una
manera absoluta y de conformidad con la verdad, que el bien es el objeto de la
voluntad{57}; pero que para cada uno en particular es el bien tal como le
aparece. Y así, para el hombre virtuoso y modesto, es el bien verdadero; para
el malo, es lo que el azar le presenta. En esto sucede lo que con los cuerpos:
cuando gozan de buena salud, las cosas realmente sanas son sanas para ellos;
pero no lo son para los cuerpos que padecen una enfermedad; y lo mismo
podría decirse de las cosas amargas, dulces, calientes, toscas, y de todas las
demás, considerada cada una en particular. En igual forma el hombre virtuoso
sabe siempre juzgar las cosas como es debido; y conoce la verdad respecto de
cada una de ellas; porque según son las disposiciones morales del hombre, así
las cosas varían, y las hay especialmente bellas y agradables para cada uno.
[68] Quizá la gran superioridad del hombre virtuoso consiste en que ve la
verdad en todas las cosas, porque el es como su regla y medida, mientras que
para el vulgo el error en general procede del placer, el cual parece ser el bien,
sin serlo realmente. El vulgo escoge el placer, que toma por el bien; y huye del
dolor, que toma por el mal.
———
{57} El bien es el objeto de voluntad. Admirable principio que Aristóteles
toma de Platón y que conserva a la naturaleza humana toda su dignidad y su
grandeza.

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