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Pero en las formas degeneradas de estos gobiernos, como la justicia decrece por grados, la
afección y la amistad muestran igualmente las mismas fases; y donde menos se encuentra
aquella es en la peor de todas estas formas políticas. Así en la tiranía no hay, o por lo menos
apenas se encuentra la amistad; porque donde no hay algo de común entre el jefe y los
subordinados no hay afección posible, ni tampoco justicia. Entre ellos no hay otra relación
que la del artesano con los instrumentos de su trabajo, la del alma con el cuerpo, la del dueño
con el esclavo. Todas estas cosas son muy útiles sin duda para los que se sirven de ellas; pero
no hay amistad posible con las cosas inanimadas, como no hay justicia para ellas, como no la
hay de parte del hombre para el caballo o para el buey, ni de parte del dueño rara el esclavo,
en tanto que es esclavo. Esto nace de que no gay nada de común entre estos seres; el esclavo
no es más que un instrumento animado, lo mismo que el instrumento es un esclavo
inanimado. En tanto que esclavo no puede existir amistad con el; y sólo puede tener lugar en
tanto que hombre. En efecto, se establecen relaciones de justicia entre un hombre y otro con
tal que puedan ambos tomar parte en la formación de una ley o de una convención; pero las
relaciones de amistad son posibles sólo en tanto que son hombres los que la contraen. En las
tiranías, los sentimientos de amistad y de justicia tienen escasa expansión. Por el contrario,
en la democracia se desarrollan todo lo posible, porque son muchas las cosas comunes entre
ciudadanos que son todos iguales.
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