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DIÁLOGO INTERRELIGIOSO:

NOSTRA AETATE COMO PILAR DEL


CRISTIANISMO.

TEOLOGÍA DEL CUERPO HUMANO


PROFESOR: PATRICIO LOMBARDO
ALUMNO: PABLO HERNÁNDEZ
INTRODUCCIÓN

En los últimos años hemos visto como la tensión religiosa ha generado un sinfín
de conflictos, cuestión que se ha hecho latente y presente con los hechos de
violencia acaecidos en el último tiempo, así como también la radicalización de
ciertos grupos, haciendo de la religión un tema de división más que de encuentro.

He ahí el centro de este ensayo en cuestión, la necesidad de un diálogo


interreligioso se hace imperante en los tiempos actuales, tiempos globalizados,
donde las fronteras por momentos quedan obsoletas y existe pleno acceso a la
información, facilitando así el acceso a la religión en todas su formas y vertientes.
El diálogo interreligioso es una necesidad nada banal en la actualidad y en la
cual ya presentamos ciertos acercamientos. No tenemos más que referirnos,
por ejemplo y para el judaísmo, a la reciente visita del Papa Francisco a la
sinagoga de Roma o al también reciente documento de la Comisión para las
Relaciones Religiosas con el Judaísmo en el 50º aniversario de la Nostra aetate.
Y qué decir de las relaciones con el islam, un lugar teológico y pastoral frecuente
de las intervenciones pontificas.

La fenomenología religiosa se centra en el estudio del hecho religioso mismo, de


lo cual se desprende que un diálogo no sólo es posible, sino que es esencial
para comprender a cabalidad el credo del que uno participa. No es posible un
enfoque teológico valorativo de las diversas religiones vivas de la humanidad sin
conocer los datos fundamentales de las mismas.
A través del estudio de diversas religiones, es posible constatar la existencia de
elementos comunes en cuanto a lo sagrado, a lo luminoso, lo profano y lo oscuro.
En este sentido, la reflexión interreligiosa y la contraposición de ideales ayuda al
entendimiento y comprensión de estos elementos comunes, como por ejemplo
la comprensión del Antiguo testamento a través de un diálogo cooperativo entre
el Judaísmo y el Cristianismo. Uno de los hitos más grandes en esta materia se
produjo el año 1965, durante el Concilio Vaticano, con la aprobación de la
declaración conciliar “Nostra aetate”, sobre las relaciones de la Iglesia con las
religiones no cristianas.

Fue el cardenal Bea, presidente del entonces Secretariado para la Unidad de los
Cristianos, el gran impulsor y artífice de la declaración del Concilio Vaticano II
"Nostra aetate". El cardenal Bea incidía, a la hora de explicar y comentar el texto,
en la imagen evangélica del grano de mostaza, que es la más pequeña de las
hortalizas, pero luego se convierte en un gran árbol, pues de un texto pensado
primero sólo para el Judaísmo, se había pasado a un texto que afecta a
miles de millones de personas que profesan otras religiones. "Nostra aetate"
es el más breve de los documentos del Concilio Vaticano II. Fue también uno de
los que originó un debate más vivo en el Aula y en su gestación y uno de los que
obtuvieron mayores repercusiones en la opinión pública, en la Iglesia y en las
mismas religiones.

El fin de “Nostra aetate” no es tanto fenomenológico o teológico sino más bien


tiene un sentido práctico y pastoral. El Concilio intenta mostrar lo que los
hombres de las distintas religiones tienen en común para promover el diálogo y
la colaboración entre todos. En este sentido marca un cambio de actitud,
potenciando el diálogo y colaboración necesaria entre los distintos creyentes en
Dios desde los principios fundamentales, como el amor y el perdón.

"Nostra aetate" proclama que la Iglesia católica nada rechaza de lo que en estas
otras religiones hay de verdadero y de santo y que intentan dar respuesta a las
más recónditas preguntas del ser humano. Asimismo, expresa su rechazo más
absoluto a toda discriminación por causa de la Religión. "Nostra aetate" tienen
como principales destinatarios los seguidores del Judaísmo y del Islamismo.

Reza esta declaración "La Iglesia católica no rechaza nada de lo que estas
religiones es verdadero y santo. Considera con sincero respeto los modos de
obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, aunque discrepen mucho de los
que ella mantiene y propone, no pocas veces reflejan, sin embargo, un destello
de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres. Anuncia y tiene la obligación
de anunciar sin cesar a Cristo, que es camino, verdad y vida, en quien los
hombres encuentran la plenitud de la vida religiosa, en que Dios reconcilió
consigo todas las cosas.

Así, pues, exhorta a sus hijos a que, con prudencia y caridad, mediante el diálogo
y la colaboración con los seguidores de otras religiones, dando testimonio de fe
y vida cristiana, reconozcan, guarden y promuevan aquellos bienes espirituales
y morales, así como los valores socio-culturales que se encuentren en ellos".

De esto debemos concluir que el diálogo interreligioso no es un simple menester,


sino más bien un llamado a entablar estas relaciones en cuanto existen
similitudes a todas luces evidentes, así como también fines similares,
resguardando valores y visiones de vida que buscan un sentido de
trascendencia, que en muchos casos no se contraponen, sino que más bien se
complementan. Además, es necesario este complemento para comprender a
cabalidad la doctrina a la que adherimos, de lo contrario solo nos encontramos
siguiendo dogmas sin comprender realmente lo que creemos correcto,
generando vacíos en nuestro plano interno, y como se enuncia en la introducción
de este ensayo, la radicalización de posturas al entender de forma singular y no
como partes complementarias de un sistema moral y ético que nos compete a
todos como partícipes de la humanidad.
ANÁLISIS DEL CURSO

En lo personal, el curso me fue entregado a mediados de semestre, sin embargo,


agradezco la posibilidad de haberme podido integrar a este. En principio el
análisis de la fenomenología fue difícil, sin embargo, el abrirse a pensar a través
de la experiencia marca de manera significativa la manera de entender las cosas,
en especial en temas tan relevantes como las creencias religiosas.

El curso en sí nos prepara a recibir un mensaje universal independiente de


nuestras creencias. La contraposición de ideas y la muestra de las diversas
religiones es esencial a la hora de indagar en profundidad nuestros propios
ideales y dilemas morales, ya que para comprender plenamente lo que creemos,
necesitamos estar ubicados en un plano mayor.

Siguiendo con esta idea, el curso plantea de manera implícita la necesidad de


un diálogo interreligioso y verlo más allá de una utopía o de algo inalcanzable,
sino más bien como un ideal lograble y en el cual se están realizando avances
significativos.

Además este diálogo nos llama a nosotros mismo a reconocer en el otro


similitudes más que diferencias, pilar necesario para sostener una sociedad
abierta al diálogo, tolerante y en la cual nos sintamos todos incluidos.

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