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En los últimos años hemos visto como la tensión religiosa ha generado un sinfín
de conflictos, cuestión que se ha hecho latente y presente con los hechos de
violencia acaecidos en el último tiempo, así como también la radicalización de
ciertos grupos, haciendo de la religión un tema de división más que de encuentro.
Fue el cardenal Bea, presidente del entonces Secretariado para la Unidad de los
Cristianos, el gran impulsor y artífice de la declaración del Concilio Vaticano II
"Nostra aetate". El cardenal Bea incidía, a la hora de explicar y comentar el texto,
en la imagen evangélica del grano de mostaza, que es la más pequeña de las
hortalizas, pero luego se convierte en un gran árbol, pues de un texto pensado
primero sólo para el Judaísmo, se había pasado a un texto que afecta a
miles de millones de personas que profesan otras religiones. "Nostra aetate"
es el más breve de los documentos del Concilio Vaticano II. Fue también uno de
los que originó un debate más vivo en el Aula y en su gestación y uno de los que
obtuvieron mayores repercusiones en la opinión pública, en la Iglesia y en las
mismas religiones.
"Nostra aetate" proclama que la Iglesia católica nada rechaza de lo que en estas
otras religiones hay de verdadero y de santo y que intentan dar respuesta a las
más recónditas preguntas del ser humano. Asimismo, expresa su rechazo más
absoluto a toda discriminación por causa de la Religión. "Nostra aetate" tienen
como principales destinatarios los seguidores del Judaísmo y del Islamismo.
Reza esta declaración "La Iglesia católica no rechaza nada de lo que estas
religiones es verdadero y santo. Considera con sincero respeto los modos de
obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, aunque discrepen mucho de los
que ella mantiene y propone, no pocas veces reflejan, sin embargo, un destello
de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres. Anuncia y tiene la obligación
de anunciar sin cesar a Cristo, que es camino, verdad y vida, en quien los
hombres encuentran la plenitud de la vida religiosa, en que Dios reconcilió
consigo todas las cosas.
Así, pues, exhorta a sus hijos a que, con prudencia y caridad, mediante el diálogo
y la colaboración con los seguidores de otras religiones, dando testimonio de fe
y vida cristiana, reconozcan, guarden y promuevan aquellos bienes espirituales
y morales, así como los valores socio-culturales que se encuentren en ellos".