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La prevención en psicología de la salud

Chapter · July 2016

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Luz adriana orozco ramirez Jose Luis Ybarra Sagarduy


Autonomous University of Tamaulipas Autonomous University of Tamaulipas
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La complejidad de las relaciones psicosociales y los cambios presentados en
las últimas décadas en materia de salud, han motivado respuestas que presen-
tan distinto origen, alcance, metodologías de trabajo, eficacia y prospectiva de
desarrollo.
En este contexto, la psicología de la salud, emerge y llega a posicionarse como coordinador:
una de las propuestas más sólidas en el campo de la salud. Su génesis y estado
actual, obedecen a una serie de factores, entre los que se pueden destacar: las
Joel Zapata Salazar
modificaciones en los estilos de vida de la población y el aumento en las preva-

Fundamentos de psicología de la salud


lencias de las enfermedades crónicas; los altos costos de la atención a la salud
y la necesidad de los sistemas sanitarios de actuar de manera preventiva, más
que reactiva; el énfasis en las relaciones entre salud, bienestar, calidad de vida y
desarrollo social; la implementación de políticas públicas de salud que abarquen
extensiones amplias de la población en el marco de la equidad y la justicia social;
finalmente, una concepción de la salud que promueve el trabajo interdisciplina-

Fundamentos
rio en la atención integral de los pacientes.
La presente obra se sitúa en este marco de referencia. Hace un recorrido de las
principales tendencias y enfoques en la conceptualización de la salud, enfatiza
las relaciones entre salud y conducta, analiza el trabajo de la psicología de la
salud en las distintas etapas del ciclo vital, aborda intervenciones específicas
de
psicología
de problemas de salud con alta incidencia en la población, como la diabetes, el
estrés, el cáncer y el vih/sida; analiza con detenimiento la relación entre educa-
ción, trabajo interdisciplinario en materia de atención y prevención y, aspectos

salud
centrales vinculados al quehacer del psicólogo de la salud en el marco de la ética
profesional.
de la
Fundamentos de psicología de la salud presenta un carácter sintético; ayuda en
la formación profesional de los estudiantes de licenciatura y a la vez, sirve como
un referente para distintos profesionales de la salud: psicólogos, médicos, enfer-
meras y otras especialidades, brindando contenidos teóricos, aspectos epistemo-
lógicos, estrategias de intervención, así como tópicos clínicos y de investigación,
que servirán al lector para introducirse en este campo; retomando en una sola
obra, aspectos centrales y de actualidad que diversas obras suelen reunir en vo-
lúmenes grandes o bien, encontrarse de manera dispersa.

www.pearsonenespañol.com

ISBN 978-607-32-3819-9
Zapata
Fundamentos
de psicología de la salud
Fundamentos
de psicología de
la salud
Joel Zapata Salazar
(Coordinador)

Joel Zapata Salazar Ferrán Padrós Blázquez


Jana Petrželová Mazacová Luz Adriana Orozco Ramírez
Mayra Chávez Martínez Ariagor Manuel Almanza Avendaño
Gloria Margarita Gurrola Peña José Luis Ybarra Sagarduy
Patricia Balcázar Nava Rafael Armando Samaniego Garay
Alejandra Moysén Chimal Isauro García Alonzo
Julieta Concepción Garay López Gonzalo Villanueva Ibarra
María Dolores García Sánchez César Akim Erives Chaparro
Georgina Lozano Razo Esteban Jaime Camacho Ruiz
Oliva Erendira Luis Delgado Lilian Elizabeth Bosques Brugada
Javier Zavala Rayas María del Consuelo Escoto Ponce de León
Arturo Del Castillo Arreola Manuel Leonardo Ibarra Espinosa
Scarlett Iglesias Hoyos Rebeca Guzmán Saldaña
Angélica Romero Palencia Maricela Guevara Cabrera
Gloria Solano Solano Claudia Solano Pérez
Flor de María Erari Gil Bernal Jorge Castelán Meléndez
Ana Olivia Ruíz Martínez Patricia Lorena Martínez Martínez
Ma. de Loudes Vargas Santillán Rebeca Treviño Montemayor
Fabiola González Betanzos, Salvador Fernández Martínez
María Elena Rivera Heredia María del Rocío Guzmán Benavente
Nydia Obregón Velasco
Datos de catalogación

Autores: Z
 apata Salazar, Joel (coord.)
Fundamentos de psicología de la salud
Primera edición
Pearson Educación de México, S.A. de C.V., 2016
ISBN: 978-607-32-3819-9
Área: Ciencias sociales
Formato: 17 x 24 cm Páginas: 376

Fundamentos de psicología de la salud


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Primera edición, 2016

ISBN LIBRO IMPRESO: 978-607-32-3819-9 D.R. © 2016 por Pearson Educación de México, S.A. de C.V.
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Dr. Jesús Francisco Laborin Álvarez

Dr. Jorge Castelán Meléndez

Dr. Marco Antonio Vázquez Soto

Dra. Ma. Isabel Barrera Villalpando

Dra. Elba Abril Valdez

Dra. Laura Barragán Ledesma

Dra. María José Cubillas

Mtra. María Teresita Castillo León

Mtro. Juan Oswaldo Martínez Sulvarán

Dra. Ana María López


Contenido

Prólogoix

  CAPÍTULO 1 Hacia la conceptualización de la psicología de la salud 1


Introducción1
Entendiendo los modelos de salud 8
Referencias25

  CAPÍTULO 2 Conducta y salud 29


Introducción29
Conductas asociadas a las enfermedades cardiovasculares 32
Conductas asociadas al cáncer 37
Conductas asociadas a la diabetes mellitus42
Conductas asociadas al vih/sida48
Referencias52

  CAPÍTULO 3 Factores protectores y de riesgo relacionados


con el proceso de salud-enfermedad en adolescentes
y adultos 57
Introducción57
Factores de riesgo asociados al comportamiento sexual 59
Factores de riesgo asociados a las adicciones 72
Factores de riesgo asociados al suicidio 74
Referencias82

  CAPÍTULO 4 La psicología de la salud en el ciclo vital 91


Introducción91
Infancia92
Adolescencia97
Adultez100
Adultos mayores 106
Conclusiones112
Referencias112
Contenido
viii

  CAPÍTULO 5 Estrés, apego y salud 119


Introducción  119
Estrés y afrontamiento 120
Estilos de apego 124
Apego, estrés y afrontamiento 127
Afrontamiento desde la teoría del apego  130
Diferencias individuales en afrontamiento 134
Conclusiones136
Referencias137

  CAPÍTULO 6 El papel de la psicología en la salud mental


comunitaria141
Introducción  141
Salud mental 143
Servicios de salud mental 148
Salud mental comunitaria 150
Aportaciones de la psicología en promoción y prevención  158
Conclusiones162
Referencias163

  CAPÍTULO 7 La evaluación en psicología de la salud 167


Introducción167
Definiciones y conceptualizaciones de la evaluación 168
Delimitaciones y alcances de la evaluación 169
La evaluación en psicología de la salud y su relación con la epidemiología 171
Modelos en psicología de la salud 173
Técnicas e instrumentos de evaluación en psicología de la salud 177
Conclusiones188
Referencias189

  CAPÍTULO 8 La prevención en la psicología de la salud 197


Introducción197
Prevención primaria 198
Prevención secundaria 207
Prevención terciaria 215
Conclusiones217
Referencias  219

  CAPÍTULO 9 Intervención psicológica en la diabetes mellitus.


Una visión desde la intervención primaria 223
Limitantes y alcances de la psicología de la salud en la intervención 223
Estadios o fases del proceso de cambio 223
Impacto psicológico de la diabetes mellitus228
El esquema de trabajo de la atención primaria para la intervención
psicológica229
Modelos de intervención en diabetes mellitus231
Conclusión247
Referencias  247
Contenido
ix

  CAPÍTULO 10 Enfermedades crónicas desde la óptica


de la psicología de la salud: cáncer y vih/sida249
Introducción  249
Intervención psicológica en pacientes con cáncer  250
Enfermedades crónicas desde la óptica de la psicología de la salud
vih/sida  263
Conclusiones  274
Referencias  275

  CAPÍTULO 11 Educación para la salud y prevención


de la enfermedad 279
Introducción  279
La salud y sus determinantes  280
Promoción de la salud  281
Prevención  283
Protección de la salud  285
Educación para la salud  286
El papel del educador para la salud y la reducción de las desigualdades  290
El psicólogo de la salud y las políticas públicas en materia de salud  294
Conclusiones  297
Referencias  299

  CAPÍTULO 12 El psicólogo de la salud y otros profesionales


de la salud 303
Introducción  303
Conceptualización del equipo de salud  304
Conceptualización de disciplina, multidisciplina e interdisciplina  305
Multidisciplina  306
Psicología de la salud y la multi e interdisciplina  309
Nociones básicas de multi e interdisciplinariedad en la psicología
de la salud  314
Conclusiones  320
Referencias  322

  CAPÍTULO 13 Psicología de la salud: ética profesional 325


Introducción325
Preámbulo para una ética de la psicología de la salud 326
Ética y psicología de la salud  333
Los quehaceres éticos del psicólogo de la salud  343
Conclusiones  359
Referencias  360
Prólogo

La invitación para escribir las primeras letras de este libro —Fundamentos de psico-
logía de la salud— me ha permitido reconocer y disfrutar su contenido, el cual es
com­pleto y sencillo de comprender en el campo de la psicología de la salud. Los
autores de cada uno de los capítulos son colegas y compañeros de esta disciplina.
Como primera aproximación quiero mencionar que la salud es una prioridad del ser
humano ante cualquier circunstancia y en todo momento. Esta obra responde a las
necesi­dades actuales que como investigadores, estudiantes o lectores interesados en
la temática de salud tenemos al respecto.
La salud, en los últimos años, ha cobrado especial interés, pues la Organización
Mundial de la Salud (oms) menciona que esta “es un estado de bienestar físico, mental
y social”. Estos parámetros son tan amplios que tendríamos que definirlos con preci­
sión para lo cual es necesario revisar a profundidad su conceptualización, así como se
menciona en el primer capítulo del libro; en éste se hace una aclaración del término
pero, además, se clarifica la razón de ser de la psicología de la salud, de la cual quiero
hacer especial énfasis en el objeto de estudio, “la salud”. Ésta, como ya lo dije, es un
“estado”, “momento” en el que los seres humanos podemos sentir —lo cual hace que
sea un proceso cualitativo de forma integrada— un equilibrio entre lo físico y lo
psíquico teniendo una relación intrínseca entre ambos. Esta relación desde Descartes
se ha estudiado y se ha alimentado; si bien, en aquellos tiempos se hablaba de una
dualidad, ahora hemos avanzado a una relación “biopsicosocial” en la cual convergen
estos tres elementos.
Dichos principios están estrechamente vinculados a la definición que la oms de­
sarrolla, motivo por el cual este modelo teórico cobra especial interés en la investi­
gación, porque la mirada es biológica, psíquica y contextual o social. Cuando se logra
entender la salud a partir de esta mirada teórica se puede comprender y atender
con mayor certeza. Del mismo modo, cuando pretendemos realizar investigación en
esta área, es necesario comprender el fenómeno desde su origen para trabajar en su
conceptualización o bien en la prevención de la enfermedad; dado que en ocasiones
terminamos trabajando únicamente con la enfermedad y da la impresión de que no
podemos hacer a un lado el binomio salud-enfermedad, estamos atravesados por esta
idea milenaria de Descartes. Por ello, me parece necesario trasladarnos a los modelos
teóricos más actuales, en los cuales la comprensión de la salud traspase los esce­
narios visibles de la enfermedad. Las investigaciones que se presentan en este libro
pretenden evidenciar estos aspectos para llegar a una prevención real y pertinente de
las problemáticas actuales.
Prólogo
xii

Por último, será necesario pensar cuáles son los retos a los que nos enfrentamos
como individuos en esta sociedad que avanza a pasos agigantados en ámbitos tec­
nológicos, pero en los sociales o alimentarios existen muchas incongruencias que ha­
cen que los estilos de vida se transformen de manera acelerada, provocando nuevas
enfermedades en las que se tiene que intervenir directamente sin poder pasar por la
prevención. Los cambios tan repentinos y estructurales exigen que los seres humanos
estemos preparados para hacerles frente, en especial los profesionales de la salud.

Iris Rubí Monroy Velasco


La prevención en la psicología de la salud

Capítulo 8

La prevención en la psicología
de la salud

Luz Adriana Orozco Ramírez  •  Ariagor Manuel Almanza Avendaño


•  José Luis Ybarra Sagarduy

Introducción
La prevención de la enfermedad, según la propuesta de la Organización Mundial de
la Salud (oms, 1984), abarca las medidas destinadas no solamente a prevenir su apari-
ción (reducción de los factores de riesgo), sino también a detener su avance y atenuar
sus consecuencias una vez establecida.
En este capítulo se abordarán modelos teóricos en la prevención primaria, como
el modelo de creencias de salud, la teoría de la utilidad subjetiva esperada, la teoría
de la acción razonada y la teoría social de la autoeficacia; es decir, modelos psicoló-
gicos que se utilizan para prevenir la aparición de la enfermedad en personas sanas.
En este tipo de prevención se encuentran dos estrategias: la primera se centra en la
modificación de los hábitos insanos, por ejemplo, el tabaco, el alcohol y la dieta; y
la segunda se centra en la prevención de estos hábitos dañinos para la salud, por
ejemplo, el tabaquismo en adolescentes, prevención del alcoholismo o prevención de
embarazos o infecciones de transmisión sexual.
Otro tema abordado en este capítulo es el de la prevención secundaria que se
ocupa de identificar a las personas que tienen una enfermedad establecida pero que,
normalmente, está en una fase temprana para limitar la exacerbación de la enfermedad
y el desarrollo de complicaciones. Un ejemplo de esto es la atención de los pacientes
diabéticos para controlar el nivel de azúcar en la sangre y la hipertensión, con el fin
de minimizar y retrasar este tipo de complicaciones.
Y por último, la prevención terciaria que se centra en los pacientes con una enfer-
medad bien establecida y tiene como objetivo minimizar el sufrimiento y las compli-
caciones. La prevención terciaria es similar al tratamiento y la rehabilitación, quizá es
directamente más importante para pacientes con una enfermedad crónica compleja.
Un ejemplo de prevención terciaria sería un programa de gestión de una enfermedad,
en el que los gestores del caso hacen el seguimiento de los pacientes, puede ser por
teléfono, y les motivan para que sigan tratamientos preventivos y se presenten para
realizarse pruebas de reconocimiento preventivo.
Dividir la prevención en estas categorías no es más que una manera de reflexionar
acerca de la polipatología y los diferentes niveles que a menudo se entremezclan y se
traslapan. En este capítulo se revisarán las concepciones teóricas que corresponden a
Capítulo 8
198

cada nivel de prevención, ya que la prevención de enfermedades es, de entre todas las
novedades de acción psicológica, la menos desarrollada y conocida. Lo anterior, debi-
do a que históricamente la psicología ha nacido clínica y su carácter curativo desborda
el preventivo, y hoy en día la prevención debe avanzar hacia niveles óptimos que re-
flejen resultados en el contexto de salud pública (Fernandes, Carmo y Jiménez, 2009).

Prevención primaria
Una mirada al proceso salud-enfermedad
La prevención de la enfermedad se utiliza a veces como término complementario de la
promoción de la salud. Pese a que a menudo se produce una superposición del conte-
nido y de las estrategias, la prevención de la enfermedad se define como una actividad
distinta. En este contexto, su prevención es la acción que normalmente emana del sector
sanitario, y que considera a los individuos y las poblaciones como expuestos a factores
de riesgo identificables que suelen estar a menudo asociados con diferentes comporta-
mientos de riesgo (oms, 1998). En el campo de la psicología de la salud esta división
podría considerarse como estratégica, ya que la promoción de la salud tendría como
objetivo primordial la adquisición y mantenimiento de comportamientos saludables, y
la prevención de la enfermedad englobaría aquellas intervenciones, cuyo objetivo es la
reducción o eliminación de aquellos comportamientos que se pueden calificar como de
riesgo para el desarrollo de algún tipo de enfermedad (Amigo, Fernández y Pérez, 2009).
Hace 30 años, la atención primaria de salud se presentó como un conjunto de va-
lores, principios y enfoques destinados a mejorar el grado de salud de las poblaciones
desfavorecidas. En todos los países se ofrecía una manera de mejorar la equidad en el
acceso a la atención de salud y eficiencia en la manera en que se usaban los recursos.
La atención primaria de salud adoptó una visión holística que iba mucho más allá del
limitado modelo médico. Reconocía que muchas de las causas básicas de la mala sa-
lud y de la enfermedad escapaban al control del sector de la salud y, por lo tanto, de-
bían abordarse mediante un enfoque amplio que abarcara a toda la sociedad. De ese
modo cumpliría varios objetivos: mejorar la salud, disminuir la morbilidad, aumentar
la equidad y mejorar enormemente la eficacia de los sistemas de salud (oms, 2008).
Por tal motivo, el papel del psicólogo en la intervención primaria, aunque desem-
peñe un papel específico en el equipo de salud, deberá apuntar hacia unas prácticas
interdisciplinarias. En este caso, no se trata apenas de realizar unas consultas en equi-
pos interdisciplinarios, sino de incrementar cada vez más la mirada del proceso salud-
enfermedad-cuidado-vida-muerte, como un fenómeno comunitario que se revela en
las personas individualmente. Por ello, para trabajar en este nivel de atención de
salud, el psicólogo necesita un conocimiento más amplio de epidemiología, políticas
sociales, antropología de la salud, sociología de la salud, etcétera (Fernandes, Carmo
y Jiménez, 2009).

Modelos relacionados con el cuidado de la salud


Al hablar del cuidado de la salud, existen en el campo de la psicología de la salud mo-
delos teóricos que han imperado en la explicación de la ocurrencia de la conducta
protectora de la salud y preventiva de la enfermedad. Entre éstos se encuentran el
modelo de creencias de salud (Becker, 1974a, b, c, d; Janz y Becker, 1984; Maiman y
La prevención en la psicología de la salud
199

Becker, 1974; Rosenstock, 1974), la teoría de la utilidad subjetiva esperada (Edwards, 1954
y 1961), la teoría de la motivación para la protección (Rogers citado en Aiken, Gerend,
Jackson y Ranby, 2012), la teoría de la acción razonada (Ajzen y Fishbein, 1980; Fishbein
y Ajzen, 1975) y la teoría social de la autoeficacia (Bandura, 1977, 1978, 1982 y 1986).
A continuación se abordará cada uno de éstos.

Modelo de creencias de salud


Desde su origen en la década de los cincuenta, este modelo se ha convertido en uno
de los marcos teóricos más usados en psicología de la salud para explicar los compor-
tamientos de salud y preventivos de la enfermedad. Se trata de un modelo de inspi-
ración cognitiva que considera dichos comportamientos como resultado del conjunto
de creencias y valoraciones internas que el sujeto aporta a una situación determinada
(Moreno y Gil, 2003).

Figura 8.1 Modelo de creencias de salud aplicado a la predicción de la conducta de salud


o conducta preventiva

Beneficios percibidos
Variables demográficas (edad, género…)
de la acción preventiva
Variables sociopsicológicas (personalidad,
menos
clase social, presión del grupo y compañeros
Costos (o barreras) percibidos
de referencia, etcétera).
para la acción preventiva.

Susceptibilidad percibida
a la enfermedad “X” Amenaza percibida Probabilidad de realizar
Severidad percibida de la enfermedad “X”. la acción preventiva.
de la enfermedad “X”.

Señales para la acción:


• campañas en los medios de comunicación.
• consejo de otros.
• recordatorios postales del sistema de salud.
• enfermedad de un familiar o amigo.
• artículos de divulgación.

Fuente: Becker y Maiman (1975).

De acuerdo con la representación gráfica de este modelo en la figura 8.1, se pue-


de predecir la ocurrencia de una conducta de salud, cuando el sujeto en cuestión se
percibe como susceptible a un problema de salud que le amenaza, que valora como
grave y respecto al cual considera que la acción que puede emprender será benefi-
ciosa y no demasiado excesiva o complicada (Weinstein, 1993). En otras palabras, lo
que se sugiere es que el conjunto de creencias del individuo produce algún grado de
preparación psicológica para actuar encarando el problema de salud.
Si las creencias sobrepasan cierto umbral, la acción se hace más probable, siem-
pre y cuando las condiciones ambientales lo permitan (Kirscht, 1988). A las creencias
generales, básicas, señaladas anteriormente, los teóricos que se han ocupado del tema
han ido añadiendo condiciones tales como la edad, el género, el nivel cultural o el
Capítulo 8
200

conocimiento de la enfermedad, que se perciben en la literatura especializada como


variables exógenas (Becker, Drachman y Kirscht, 1974; Kirscht, 1988), y teniendo en
cuenta que el campo de aplicabilidad del modelo es muy amplio, cada vez se han ido
añadiendo más y más variables exógenas y creencias específicas, lo que ha llevado a
algunos autores (Kegeles, 1980; Kirscht, 1988) a plantear si todos los estudios resul-
tantes pueden integrarse, en pluralidad, en el mismo marco (Moreno y Gil, 2003).

Teoría de la utilidad subjetiva esperada


El origen de la investigación de procesos de decisión, desde una perspectiva psicoló-
gica, se sitúa en la primera revisión crítica de esta cuestión realizada por Edwards
(1954). Según la teoría de la utilidad esperada, ante varias alternativas, la persona
evalúa la probabilidad de que ocurra cada una de éstas y le asigna una puntuación
en función de su utilidad en una situación concreta, lo que maximiza la utilidad es-
perada sería la elección. Para Savage (1972) la teoría de la utilidad subjetiva esperada
sustituye la probabilidad objetiva por la probabilidad basada en las creencias u opi-
niones, asumiendo que no siempre se dispone de información objetiva, dándole así
un valor importante a factores de corte cognitivo.
Aplicado al ámbito de la salud, según esta teoría la fuerza de la intención del cam-
bio conductual depende de: a) la “utilidad” percibida de la amenaza; es decir, el valor
subjetivo de las consecuencias positivas propuestas, b) la “diferencia de probabilidad”;
es decir, la probabilidad subjetiva de que la amenaza ocurra si no se sigue la recomen-
dación, comparada con la probabilidad si se sigue la recomendación, c) la “confianza”;
esto es, la probabilidad subjetiva o capacidad personal de llevar adelante la alternativa
propuesta (Sutton, 1982; Sutton y Eiser, 1984). Resumiendo, la intención de realizar una
conducta de salud dependería de la utilidad percibida de realizarla, la valoración de
la amenaza percibida y la capacidad personal de llevar a cabo conductas saludables.
Por tanto, gran parte de las intervenciones en promoción de salud y prevención
de la enfermedad incluyen mensajes, dirigidos a la población, que se basan en las
consecuencias negativas para la salud que acarrea una determinada conducta. De esta
forma, se pretende conseguir la adherencia del público a las recomendaciones que,
habitualmente, son transmitidas en el mismo mensaje. Estas comunicaciones que utili-
zan la amenaza como elemento persuasivo fundamental han sido llamadas “mensajes
de miedo” y, a pesar de la frecuencia con que se utilizan, su eficacia para promover las
conductas que recomiendan está sujeta a controversia (Ordoñana, Gómez y Galvañ,
2000). Para Sutton y Eiser (1984), el miedo no tendría ningún papel mediador en el
efecto de la comunicación persuasiva. La relación entre el miedo y la aceptación del
mensaje utilizado se explicaría porque el miedo sería un simple reflejo de las cogni-
ciones de las consecuencias desagradables expuestas en el mensaje.

Teoría de la motivación para la protección


Esta teoría fue desarrollada en 1983 por Rogers (citado en Marks, Murray, Evans y
Vida-Estacio, 2011) para explicar el afrontamiento de una amenaza de salud por me-
dio de dos procesos de evaluación: la evaluación de la amenaza y la evaluación
del afrontamiento. A partir de la realización de dichos procesos de evaluación, se
genera una intención, denominada “motivación para la protección” para realizar una
conducta adaptativa o desadaptativa en términos de salud.
La prevención en la psicología de la salud
201

La teoría propone cuatro conceptos que influyen en la intención de protegerse


ante una amenaza de salud:

 1. La severidad percibida de un evento amenazante como contraer una enfermedad.


 2. La probabilidad percibida de ocurrencia o vulnerabilidad (hacia adquirir una
enfermedad).
 3. La eficacia de la conducta preventiva recomendada.
 4. La autoeficacia percibida o la confianza para realizar dicha conducta preventiva.

Asimismo, la teoría toma en cuenta los costos y beneficios de la conducta pre-


ventiva al predecir la posibilidad de cambio. De esta manera, la motivación para la
protección se maximizaría cuando: a) la amenaza para la salud es severa, b) el indivi-
duo se siente vulnerable, la respuesta adaptativa se considera un medio efectivo para
evitar la amenaza, c) la persona confía en sus habilidades para realizar la conducta
adaptativa, d) las recompensas asociadas con la conducta desadaptativa son peque-
ñas, y e) los costos asociados con la conducta adaptativa son pequeños. A partir de
este modelo se considera que las percepciones de severidad y vulnerabilidad que
resultan de la comunicación basada en el miedo, se combinan con las percepciones
de la existencia de una conducta de prevención efectiva que promueva la motivación
para la protección, lo cual favorece la intención de adoptar las conductas de protec-
ción de la salud (Aiken, Gerend, Jackson y Ranby, 2012).

Figura 8.2  Teoría de motivación para la protección

Severidad
Vulnerabilidad
Evaluación
de la amenaza
Beneficios intrínsecos
(de la conducta de riesgo)
Motivación para
la protección
Eficacia de la respuesta
(conducta preventiva)
Evaluación
del afrontamiento
Costos de respuesta
(de la conducta preventiva)

Fuente: Marks et al. (2011).

Teoría de la acción razonada


Otro marco teórico muy utilizado que subraya el papel de los factores cognitivos y mo-
tivaciones como determinantes de la conducta de salud en general, es la teoría de la
acción razonada desarrollada por Fishbein y Ajzen (1975). El interés de esta teoría fue
el de establecer un modelo que tuviera un mejor poder predictivo de la conducta en
función del estudio de las actitudes que otros modelos no habían podido establecer.
Capítulo 8
202

Lo realmente relevante de Fishbein y Ajzen es defender la idea de que las cre­


encias determinan las actitudes y las normas subjetivas, por ello, aunque de forma
indirecta, determinan las intenciones y conductas. Al aplicar la teoría al estudio de
los comportamientos relacionados con la salud y la enfermedad, estos autores argu­
mentan que las personas recogen del medio la información que consideran suficiente
de los riesgos para la salud, así como los beneficios y consecuencias de llevar a cabo
o no determinadas conductas. El elemento principal como antecedente de la conduc-
ta es la intención conductual, de la cual depende tanto la ejecución de la conducta
motivada, como la intensidad con la que se lleve a cabo. La intención está determi-
nada, a su vez, por dos variables: una personal diferida a la actitud personal hacia la
conducta (evaluación favorable o desfavorable por parte del sujeto de esa conducta)
y una variable social referida a las expectativas que, respecto a esa conducta, el sujeto
percibe en su medio social (presión social que le induce a realizar o no cierta con-
ducta), denominada influencia social normativa o norma subjetiva. Como lo muestra
la figura 8.3, en las variables externas se encuentran las demográficas, actitudes hacia
los objetivos y los rasgos de personalidad, en donde las actitudes impactan en las
creencias, la motivación, la valoración, en la intención de realizar la conducta de salud
(Gil, 2004).

Figura 8.3  Variables sobre creencias y conductas en salud

Variables externas
Actitudes Rasgos de
Demográficas
hacia objetivos personalidad

Creencias sobre si Motivación para Creencias sobre


Valoración de
referentes significativos cumplir con resultados de la
tales resultados
piensan que debería tales referentes conducta “C”
o no debería ejecutar
la conducta
Importancia relativa de
ambos componentes

Norma subjetiva referida Actitud hacia la


a la conducta “C” conducta “C”

Intención

Conducta “C”

Fuente: Gil (2004).

Posteriormente, Ajzen (1991) agregó al modelo una nueva variable, el grado de con-
trol percibido de la conducta, con la pretensión de que el modelo pudiera predecir
conductas de las que los individuos tienen un control volitivo incompleto (no de-
pende únicamente de la voluntad del sujeto para realizarlas). El control percibido se
La prevención en la psicología de la salud
203

refiere a la percepción de dos tipos de obstáculos: los que se refieren a la falta de


habilidades o competencias del sujeto para llevar a cabo la conducta y los obstáculos
situacionales, tales como las oportunidades y los recursos disponibles para ejecutar
la conducta. La conducta motivada se ejecutará eficazmente si existe la intención y la
posibilidad de realizarla.

Teoría social cognitiva de la autoeficacia


Otro modelo teórico que acoge la investigación de la influencia de las expectativas
en el proceso de adopción o de modificación de hábitos de conducta es la teoría
social cognitiva (Bandura, 1986), según la cual la motivación y acción humanas están
reguladas en gran medida por las creencias de control que implican tres tipos de
expectativas: a) expectativas de situación-resultado, en las que las consecuencias se
producen por sucesos ambientales independientemente de la acción personal; b) las
expectativas de acción-resultado, en las que el resultado sigue (o es consecuencia) de
la acción personal; y c) la autoeficacia percibida, referida a la confianza de la persona
en sus capacidades para realizar los cursos de acción que se requieren para alcanzar
un resultado deseado.
De estos tipos de expectativas, las que desempeñan un papel influyente en la
adopción de conductas saludables, la eliminación de conductas nocivas y en el man-
tenimiento de dichos cambios son las expectativas de acción-resultado y las creencias
de autoeficacia. Las expectativas de autoeficacia influyen en la intención de modificar
la conducta de riesgo, pero fundamentalmente en la cantidad de esfuerzo invertido
para lograr la meta propuesta y persistir en la conducta adoptada, a pesar de las ba-
rreras que podrían debilitar la motivación.
La expectativa de autoeficacia o eficacia percibida es un determinante significativo
de la conducta que fomenta la salud por la influencia de dos niveles (Bandura, 1999):
como mediador cognitivo de la respuesta de estrés (la confianza de las personas en
su capacidad para manejar los estresores a los que se enfrentan activan los sistemas
biológicos que median la salud y la enfermedad), y en cuanto variables cognitivo-moti-
vacionales que regulan el esfuerzo y la persistencia en los comportamientos elegidos
(ejerce un control directo en los aspectos de la conducta modificable de la salud).
El constructo de autoeficacia ha sido aplicado a conductas tan diversas en distintos
dominios de salud como el manejo de enfermedades crónicas, uso de drogas, actividad
sexual, fumar, realizar ejercicio, bajar de peso y también la habilidad para recuperarse
de los problemas de salud o para evitar potenciales riesgos para ésta. Las investigacio-
nes revelan que altos niveles de autoeficacia tienen consecuencias beneficiosas para
el funcionamiento del individuo y su bienestar general, ya que los individuos con
alta autoeficacia percibida tienen más probabilidad de iniciar cuidados preventivos,
buscar tratamientos tempranos y ser más optimistas en la eficacia de éstos. Los indi-
viduos con alta autoeficacia percibida, también tienen más probabilidad de evaluar
su salud como mejor, estar menos enfermos o depresivos, recuperarse mejor y más
rápidamente de las enfermedades, que las personas con baja autoeficacia.

Discusión de modelos de prevención primaria


Los modelos de promoción de la salud y prevención de enfermedades han sido obje-
to de varios cambios generacionales. Se ha pasado de tratar de asustar a la gente en
Capítulo 8
204

la salud, para premiar a la salud y dotarles de habilidades de autorregulación para la


gestión de sus hábitos al respecto. De esta manera se busca apuntalar sus cambios de
hábitos gracias a los apoyos sociales confiables. Estas transformaciones han desarro-
llado un enfoque multifacético que se refiere a la interacción recíproca entre los factores
determinantes de autorregulación y ambientales del comportamiento de la salud. Así, la
teoría social cognitiva aborda los factores determinantes estructurales sociales de sa­
lud, así como los determinantes personales. Un enfoque integral de promoción de
la salud requiere cambiar las prácticas de los sistemas sociales que tienen efectos ne­
gativos generalizados en la salud en lugar de cambiar únicamente los hábitos de las
personas. Nuevos avances en este campo requieren la construcción de nuevas estruc-
turas para la promoción de la salud, los nuevos sistemas de reducción de riesgos y un
mayor énfasis en las iniciativas de política sanitaria. Es decir, fomentar las creencias
de la gente en su eficacia colectiva para lograr el cambio social; por lo tanto, desem-
peñan un papel clave en la política y el enfoque de salud pública para la promoción
de salud y prevención de enfermedades (Bandura, 1998).
Hay una serie de conceptos que comparten las anteriores teorías. El primero de
éstos es que la anticipación de una consecuencia negativa para la salud y el deseo
de evitar ésta o de reducir su impacto, da lugar a una motivación hacia la auto-
protección. El segundo concepto compartido es que los beneficios esperados de la
reducción del riesgo deben ser contrapuestos a los costes esperados de actuar para
proteger la salud. Una característica común de los modelos teóricos revisados ante-
riormente es que ninguno predice en qué medida tendrá lugar el comportamiento de
protección de la salud, sino que lo que se predice es la probabilidad relativa de la
acción de protección en determinados individuos o en individuos pertenecientes a
determinados grupos de tratamiento. Estas teorías difieren en el grado de especificidad
que aportan en el estudio de los costes de la acción; otra diferencia se encuentra en
cómo explican el concepto de autoeficacia (Bandura, 1977). Ésta se mide con pregun-
tas de los problemas que los individuos esperan encontrar al adoptar precauciones
o de las dudas de su capacidad de cambiar patrones actuales de su comportamiento
(Salovey y Rothman, 2003).
Por lo tanto, en el contexto de la prevención primaria, las intervenciones del psi-
cólogo deberán priorizar la salud general y no la salud mental. A este nivel la salud
de un individuo en su colectivo social deberá considerarse como un todo y ser com-
prendida desde los distintos contextos: biológico, psicológico, social, antropológico, etc.
Para atender a estas acciones de salud el psicólogo deberá tener un perfil profesional
que contemple los conocimientos teóricos y técnicos de psicología (clínica, comuni-
taria y social), epidemiología, salud comunitaria, políticas sociales, políticas públicas
de salud, indicadores del desarrollo humano (idh), además de una amplia gama de
conocimientos (Fernandes, Carmo y Jiménez, 2009).

Ejemplo de intervenciones psicológicas eficaces en prevención primaria


Promoción de estilos de vida saludables
Se han identificado ciertos hábitos de vida relacionados con un mejor estado saludable
(Belloc y Breslow, 1972), siendo siete los más importantes al impactar directamente a
la salud, entre los que se encuentran: dormir siete u ocho horas diarias, desayunar
diariamente, no ingerir alimentos nunca o casi nunca entre las comidas, mantenerse
La prevención en la psicología de la salud
205

en el peso adecuado a la talla o bien próximo a éste; no fumar, tomar alcohol mode-
radamente o no hacerlo y practicar una actividad física de manera regular.
Una conducta de salud importante para llevar un estilo de vida saludable es la
práctica del ejercicio físico. En México, por ejemplo, ocho de cada 10 personas ma-
yores de 30 años no realiza ninguna actividad física; la clase de educación física en
escuelas primarias se realiza una vez a la semana y dura 39 minutos, en promedio, y
sólo 9 minutos se realiza actividad moderada o intensa. La falta de ejercicio es uno de
los principales factores del sobrepeso y la obesidad (Conade, 2008).
Al respecto, se ha investigado el papel del ejercicio y se ha encontrado que la
autoidentidad es un factor predictor de la intención de practicarlo; es decir, que
si las personas se identifican con esa conducta de salud será un predictor fuerte para
que lleguen a realizarla (Bruijn y Van den Putte, 2012). Desde esta perspectiva el
gobierno federal en México, desde 2008, ha lanzado el Programa Nacional “Actívate,
vive mejor”, buscando corregir poco a poco un problema cultural. Este programa
promueve la actividad física en distintos ámbitos: laboral, escolar, familiar, etcétera
(Conade, 2008).
Existe evidencia científica de que este enfoque basado en la comunidad ofrece un
marco correspondiente a la flexibilidad, necesaria para la eficacia de este tipo de inter-
vención de tipo cultural. Incluye la movilización y la participación de los ciudadanos
en el desarrollo de cada proyecto único, en la renovación del proyecto de acuerdo
con las necesidades, en la búsqueda de posibles soluciones y en la evaluación de
las acciones realizadas en el ámbito de la promoción de la salud (Shankand, Saias y
Friboulet, 2009). Además, las técnicas de comunicación participativa en la promoción
de la salud basadas en la comunidad, fortalecen sus lazos, proporcionan una platafor-
ma para la difusión de intervenciones de salud, dan poder a la comunidad a encarnar
la acción responsable y promover la participación en las conductas preventivas, ya
que la participación comunitaria está relacionada con la orientación de prevención,
creencias y conductas de salud (Basu y Duttaa, 2008).
Por ejemplo, Richards et al. (2009), indican que los hallazgos científicos actuales
sugieren que la familia y los compañeros son modelos posibles para adolescentes en
el ámbito de la promoción de conductas de salud. Por lo tanto, las intervenciones
para promover estas conductas entre adolescentes tienen que ser de la familia, la
escuela y la comunidad.
Las teorías acerca de las redes sociales señalan que la estructura de los vínculos
de la red influye en la salud al proveer apoyo social, definido como el confort físico y
emocional brindado por familiares, amigos, compañeros de trabajo y otros. El apoyo
social se divide comúnmente en cinco subtipos: emocional, instrumental, evaluación,
compartir puntos de vista e informativo (aunque también estos vínculos brindan una
base para la intimidad y el apego).
Otro concepto importante basado en estas teorías y que es útil especialmente para
entender los vínculos en niveles sistémicos más amplios, es el de capital social. Éste
se refiere al grado en que una comunidad o sociedad colabora mediante mecanismos
como redes, normas y valores compartidos para obtener beneficios mutuos. Cuando
las relaciones son sólidas comunitariamente, los individuos sienten fuertes lazos y
apego a lugares (una colonia) y organizaciones (voluntarias o religiosas). Dichos víncu-
los pueden favorecer el mejoramiento de la salud física y mental ( Jack, Grim, Gross,
Lynch y McLin, 2010).
Capítulo 8
206

Al igual que la comunidad, otro aspecto importante a considerar hoy en día es


el uso de la tecnología, ya que su creciente difusión abre muchas vías para ayudar a
las personas en diferentes grupos de edad en aumentar y mantener su salud. Esto es
especialmente cierto si la promoción de la salud se conceptualiza como la autorregu-
lación, con el fin de tener un estilo de vida saludable y activo. Las nuevas tecnologías
son especialmente adecuadas para apoyar a personas mayores, con necesidades es-
peciales, con limitaciones y comorbilidades cognitivas y fisiológicas relacionadas con
la edad; haciendo uso de la promoción de la salud por medio de internet, sms, apli-
caciones en teléfonos inteligentes, líneas telefónicas de apoyo, con especial énfasis
en las necesidades específicas de las personas mayores (Lippke y Kuhlmann, 2013),
que pueden también ser utilizados por otros grupos de edad o cuidadores primarios.
De acuerdo con las teorías de la comunicación aplicadas a la promoción de la
salud en una poblacion, es importante analizar la forma en que se producen y envían
los mensajes de prevención, ya que éstos deben ajustarse a la audiencia objetivo. El
ajuste de los mensajes cuenta con cuatro componentes ( Jack et al., 2010): contenido
(se requiere que el contenido del mensaje esté alineado con los deseos y necesidades
de los individuos); contexto (el mensaje se enmarca para que sea aplicable al con-
texto cotidiano del individuo); diseño y producción (el mensaje es interesante para
el individuo); y cantidad y tipo de canales (los canales apropiados de entrega son
utilizados, y el grado de exposición es aceptable para el individuo). Por lo tanto, las
tecnologías de la información pueden ser aprovechadas por el psicólogo de la salud
para la promoción de estilos de vida saludables, apoyándose en teorías comunicacio-
nales que favorecen la producción de mensajes efectivos.

Políticas en salud pública enfocadas en la promoción de la salud


En la Carta de Ottawa (1986) quedaron establecidas las cinco funciones básicas nece-
sarias para producir salud: a) desarrollar aptitudes personales para la salud; es decir,
proporcionar la información y las herramientas necesarias para mejorar los conoci-
mientos, habilidades y competencias necesarias para la vida, b) desarrollar entornos
favorables, como impulsar que las personas se protejan entre sí y cuiden su ambiente
(estimular la creación de condiciones de trabajo y de vida gratificante, higiénica, se-
gura y estimulante), c) reforzar la acción comunitaria fomentando la participación de
la comunidad en el establecimiento de prioridades, toma de decisiones, elaboración
y ejecución de acciones para alcanzar un mejor nivel de salud, d) reorientar los ser-
vicios de salud para que trasciendan su función curativa y ejecuten acciones de pro-
moción, incluyendo las de prevención específica; por último, e) aspirar a lograr que
la promoción de la salud sea una responsabilidad compartida entre los individuos, los
grupos comunitarios y los servicios de salud, al impulsar políticas públicas saludables
colocando a la salud en la agenda de los tomadores de decisiones de todos los órde-
nes de gobierno y de todos los sectores públicos y privados. Al hacerlo busca sensi-
bilizarlos hacia las consecuencias que en la salud tienen sus decisiones (oms, 1986).
En la Conferencia Mundial de Promoción de la Salud, efectuada en Helsinki, Fin­
landia, en 2013, se resalta que las políticas realizadas en todos los sectores pueden
tener un profundo efecto en la salud de la población y la equidad sanitaria. En el
mundo interconectado, la salud está conformada por muchas fuerzas poderosas, es-
pecialmente el cambio demográfico, la rápida urbanización, el cambio climático y la
globalización. Mientras que algunas enfermedades están desapareciendo a medida
La prevención en la psicología de la salud
207

que mejoran las condiciones de vida, muchas enfermedades de la pobreza persisten


en los países en desarrollo. En muchos países los estilos de vida así como entornos de
vida y de trabajo se ven influidos por la comercialización desenfrenada y con sujeción
a las modalidades de producción y consumo insostenibles. La salud del pueblo no
sólo es un problema de salud de responsabilidad del sector, sino que también abar-
ca cuestiones políticas más amplias tales como el comercio y la política exterior. La
lucha contra ésta requiere voluntad política para involucrar al conjunto del gobierno
en materia de salud.
En lo que respecta a México en el Plan Nacional de Desarrollo (2013-2018) se
propone “la política nacional de salud” que es una estrategia enfocada a prevenir las
enfermedades, promover la salud y procurar el bienestar de las familias mexicanas.
Está diseñada en torno a tres prioridades: a) acceso efectivo, el Estado debe asegurar
los servicios de salud a toda la población, la visión a largo plazo es igualar la calidad
de los servicios y hacer posible que los mexicanos puedan ser atendidos en cualquier
clínica u hospital del Sistema Nacional de Salud Pública; b) calidad en el servicio, que
todos los mexicanos, por igual, cuenten con médicos profesionales, calificados, e ins-
talaciones para recibir un servicio de salud de calidad; c) prevención, la mejor forma
de cuidar la salud es anticiparnos a la enfermedad y evitar las condiciones que la ge-
neran, siendo una de las acciones más importantes de prevención, la cual estará diri-
gida a reducir la obesidad y sobrepeso.
En este nivel, el psicólogo de la salud tiene que participar activamente en la
investigación de los factores biopsicosociales que intervienen en la etiología de los
problemas de salud, analizando cómo el entorno sociocultural afecta a la salud-en-
fermedad-vida-muerte, en consecuencia de los estilos de vida, para que del resultado
de sus investigaciones sirvan de base a la creación de políticas públicas en materia de
promoción de la salud eficaces (Fernandes, Carmo y Jiménez, 2009).

Prevención secundaria
La pérdida de la salud y el trabajo con pacientes
La aparición de la enfermedad puede convertirse en una experiencia disruptiva para
los pacientes. Si bien existe una gran diversidad de padecimientos, se pueden clasifi-
car de acuerdo con ciertas categorías que permiten distinguir en qué medida una
enfermedad específica representa una ruptura para la vida cotidiana del paciente
(Rolland, 2000):

 1. El inicio de los síntomas puede emerger de forma súbita (comienzo agudo),
así como de manera gradual.
 2. El tipo de síntomas puede variar en términos de su visibilidad, el impacto en
la autoimagen, así como el dolor, la incapacidad y el malestar que generan.
 3. El grado en que interrumpe la vida cotidiana o implica un cambio en el estilo
de vida.
 4. El grado de incapacidad (puede variar entre ninguna incapacidad, leve, mo-
derada o grave).
 5. La duración de la enfermedad (puede ser aguda o crónica).
Capítulo 8
208

 6. El curso de la enfermedad. Puede ser progresivo (es continuo y se agrava con
el tiempo), recurrente o episódico (existe una alternancia de la enfermedad
con periodos de estabilidad de duración variable), y constante (enfermedades
donde hay un acontecimiento inicial que puede dejar algún déficit o limi-
tación funcional, y posteriormente existe una estabilización de la condición
biológica).
 7. El acceso al tratamiento y las características del régimen.
 8. El desenlace. La enfermedad puede ser mortal o no, e incluso puede implicar
una reducción de la expectativa de vida o la posibilidad de una muerte súbita.

El modelo autorregulatorio de la conducta ante la enfermedad, también conoci-


do como modelo de sentido común (Leventhal citado en Marks et al., 2011), sugiere
que cuando un paciente se enfrenta a una amenaza como una enfermedad, forma
una representación cognitiva y emocional de dicha amenaza. El paciente afrontará la
enfermedad dependiendo de la representación que ha construido acerca de ésta, y
las consecuencias de las estrategias de afrontamiento adoptadas serán sometidas a
un proceso de evaluación, que hará posible la revisión tanto de las representaciones
como de las estrategias adoptadas (figura 8.4).

Figura 8.4  Modelo autorregulatorio de la conducta ante la enfermedad

Representación de la
Afrontamiento Evaluación
amenaza de salud

Estímulo
(Enfermedad)

Representación
Afrontamiento Evaluación
de la emoción

Fuente: Leventhal citado en Marks et al. (2011).

De acuerdo con este modelo, las representaciones de la enfermedad o conoci-


miento de sentido común acerca de ésta pueden organizarse por medio de cinco
dimensiones:

 1. Identidad. Los signos, síntomas y etiquetas de la enfermedad.


 2. Las consecuencias percibidas de la enfermedad. Incluye los niveles físico,
emocional, social y económico.
 3. Las causas percibidas de la enfermedad.
 4. La línea de tiempo o marco temporal percibido para el desarrollo y duración
de la amenaza de salud.
 5. Cura o control. Se refiere al grado en que la enfermedad puede responder al
tratamiento.

Estas representaciones de la enfermedad suelen estar formadas principalmente


por la información que se tiene antes de enfermarse y ser consistentes en el tiempo,
La prevención en la psicología de la salud
209

aunque también se considera que las relaciones interpersonales (especialmente en


las familias se puede compartir representaciones de la enfermedad) y la experiencia
cultural juegan un papel importante en su formación.
Como se ha mencionado, con base en las categorías revisadas previamente, se pue-
de anticipar el posible impacto psicosocial de la enfermedad en la vida de un paciente.
Se recuerda que la enfermedad se inserta en la biografía de una persona con ciertas ca-
racterísticas de personalidad, que habita un contexto sociocultural específico y que
dicha persona se ve involucrada en la tarea de afrontar con los recursos disponibles,
una situación amenazante.
Precisamente la enfermedad tiene este carácter amenazante porque suele repre-
sentar un cambio vital, una crisis, una alteración. En términos de la relación con el
propio cuerpo, tras la pérdida de la salud se empieza a tener mayor conciencia de los
procesos fisiológicos, del dolor y el cansancio; es decir, de las limitaciones que impo-
ne la enfermedad. También se presenta una ruptura con la realidad cotidiana, en la
medida en que el paciente ingresa a un mundo de sufrimiento que los demás pueden
tratar de comprender pero no experimentar en su propio cuerpo y, por otro lado, la
amenaza de la enfermedad puede implicar cambios en términos de la perspectiva del
tiempo y la relación con la propia mortalidad. Finalmente, además de la forma en que la
enfermedad y su tratamiento afectan las actividades cotidianas y las relaciones socia-
les, el paciente puede vivir una alteración de su identidad al percibir las dificultades
para seguir haciendo lo que solía realizar en diversos contextos como la familia o el
trabajo, pero también al percibir el cambio físico, emocional y social que ha generado
la presencia de la enfermedad en su persona (Good, 2003).
Recapitulando, la enfermedad puede convertirse en una amenaza para el paciente
al depender de las características de ésta, la personalidad del paciente y el contexto
sociocultural donde emerge. Sin embargo, de manera simultánea, el paciente tiene la
capacidad de otorgar sentido a dicho sufrimiento, de mantener cierto nivel de agencia
para resistir la amenaza que representa la enfermedad. Precisamente la cuestión del
sentido es un elemento que permite conocer la forma singular en que el paciente
maneja el diagnóstico y el tratamiento. De acuerdo con Castro (2000), el término “en-
fermedad” puede utilizarse para referirse a una conceptualización especializada o
biomédica de las patologías del cuerpo, mientras que el término “padecimiento” hace
alusión a la experiencia subjetiva que las personas tienen de dichas patologías. Desde
esta perspectiva, el psicólogo de la salud tendría que buscar la comprensión de la
influencia del padecimiento en la vida del paciente; es decir, cómo otorga sentido a
la vivencia de los síntomas y del tratamiento en sus propios términos.
Habrá que aclarar que el sentido otorgado no es fijo, sino que se va modificando
de acuerdo con la sucesión de acontecimientos que ocurren durante la trayectoria de
la enfermedad. No obstante, dicho sentido representa la interpretación que realiza el
paciente de la presencia de la enfermedad en su vida cotidiana y de las posibilidades
que tiene de afrontarla, en un momento específico de su curso (Good, 2003).
Kleinman (citado en Martínez, 2008) señala la importancia de conocer los modelos
explicativos, que define como las nociones acerca de un episodio de enfermedad y
su tratamiento, empleadas por todos aquellos involucrados en el proceso de atención
clínica. Lo anterior incluye a pacientes, profesionales de la salud, miembros de la red
social del paciente, etcétera. Estos modelos contienen creencias acerca de la etiología,
sintomatología, fisiopatología, curso de la enfermedad y tratamiento. La atención de la
Capítulo 8
210

salud implica la interacción entre los modelos explicativos de los pacientes (enfocados
a dotar de sentido a un episodio de aflicción y valorar los diversos tratamientos) y
de los profesionales de la salud (enfocados a entender y tratar la enfermedad). Un
aspecto clave en la psicología de la salud implica conocer los modelos explicativos
de los diversos actores involucrados, a fin de prevenir la presencia de conflictos en
la interacción entre los servicios de salud y los pacientes, que afecten la adopción
del tratamiento y de un estilo de vida saludable.
El interés de una atención integral, el cuidado de los pacientes (tanto con enfer-
medades agudas como crónicas) implica que el personal de los servicios de salud
intente comprender el sentido que otorgan al padecimiento, a fin de conocer el
impacto psicosocial de la enfermedad en su vida cotidiana y la forma en que la es-
tán afrontando. Dicho conocimiento permitirá valorar cuáles son las intervenciones
psicosociales pertinentes para cada caso, con la premisa de ajustar el tratamiento a la
singularidad del paciente.
Entre los servicios de salud, el personal de psicología puede jugar un rol impor-
tante en el proceso de evaluación del impacto psicosocial de la enfermedad en la vida
del paciente, sobre todo por algunas dificultades presentes en los servicios de salud
en el contexto sociocultural, relacionadas con la sobrecarga de trabajo de los médi-
cos, el tiempo destinado a la relación con el paciente y el grado en que se excluye
de la atención médica el papel que juegan las dimensiones afectivas, conductuales y
sociales en el proceso de atención.
Idealmente, la atención integral implica la colaboración entre diversos miembros
del personal de salud junto con el paciente; sin embargo, en el siguiente esquema se
muestran, principalmente, las relaciones entre médico, paciente y psicólogo. En los
servicios de salud tanto el médico como el psicólogo tienden a utilizar el lenguaje
requerido por su profesión para el desarrollo de los procesos de evaluación, diag-
nóstico y tratamiento. Para facilitar el diálogo entre ambos, es deseable que tengan
nociones básicas del lenguaje del otro.
Si bien el acceso a las tecnologías de la información y la necesidad de involucrarse
activamente en el cuidado de su propia salud pueden promover que los pacientes
busquen conocer el lenguaje de los diversos profesionales, en contexto de los ser-
vicios de salud el paciente participa principalmente mediante el lenguaje de sentido
común, esa forma de articular su experien-
Figura 8.5  Actores en el proceso de cia a partir de su presencia en un contexto
atención y lenguajes presentes en dicho sociocultural por medio del tiempo. Este
proceso lenguaje es el que el personal de salud re-
quiere escuchar a fin de comprender cómo
el paciente está comprendiendo su enfer-
Médico Paciente medad, qué dificultades está generando en
su vida cotidiana, cómo está percibiendo el
tratamiento y de qué manera lo está afron-
tando. Precisamente es en este lenguaje
Psicólogo
donde el paciente se muestra como un ex-
perto en la vivencia de su padecimiento y,
Lenguaje psicológico y psiquiátrico por ello, su comprensión permitirá ajustar
el proceso de atención a la singularidad del
Fuente: elaboración propia. paciente (figura 8.5).
La prevención en la psicología de la salud
211

Hasta el momento se ha enfatizado la importancia de realizar una evaluación


psicosocial del impacto de la enfermedad en el paciente, así como de comprender
el sentido que le otorga a ésta, pues dichos aspectos influirán en su proceso de
afrontamiento. Asimismo, se ha subrayado la necesidad de considerar el lenguaje del
paciente como una guía para valorar la respuesta al tratamiento y elegir las interven-
ciones psicosociales requeridas durante el proceso de atención. A continuación se
abordará la importancia de ajustar las intervenciones a las distintas etapas del curso
de la enfermedad.

Ajustar las intervenciones a la etapa de la enfermedad


Las enfermedades, tanto agudas como crónicas, suelen caracterizarse por un periodo
previo al diagnóstico donde aparecen los primeros síntomas, de forma súbita o gra-
dual, favoreciendo un proceso de búsqueda del diagnóstico. Dicho proceso puede
alargarse debido a las dificultades que encuentra el personal de salud para elaborar
el diagnóstico adecuado (lo cual puede llevar a los pacientes a peregrinar o deambu-
lar por los servicios de salud en busca de un diagnóstico), pero también debido a
diversos aspectos que pueden retrasar la búsqueda del diagnóstico, como las diferen-
cias de género respecto al cuidado de la salud o la falta de acceso a servicios de salud
adecuados, por mencionar algunos factores relevantes.
Durante esta primera fase, la incertidumbre generada por estos síntomas iniciales
puede reducirse tras encontrar el diagnóstico. No obstante, esta noticia puede provo-
car angustia, miedo, dolor, ira, tristeza, entre otros afectos, por lo que suele represen-
tar una crisis para el paciente que tendrá distinta magnitud de acuerdo con las carac-
terísticas de la enfermedad y su tratamiento, el pronóstico y el grado en que afecta la
continuidad de su proyecto de vida o su funcionamiento cotidiano. Por ello, esta fase
es un periodo de gran vulnerabilidad para el paciente, donde requiere recibir con-
tención emocional por parte del personal de salud y de su red social, pero también
necesita obtener información precisa de la enfermedad y el proceso de tratamiento a
fin de adquirir un mayor sentido de control de la situación. En este momento se vuel-
ve vital acompañar al paciente y promover que continúe acudiendo a los servicios de
salud para iniciar el tratamiento requerido (Rolland, 2000).
Este momento inicial es un periodo crítico para intervenir. El personal de salud
necesita establecer el encuadre de lo que será la relación terapéutica, por lo que
requiere brindar seguridad al paciente, dar información clara y precisa acerca de la
enfermedad y su tratamiento, así como del pronóstico. Si bien la forma en que se co-
munica el diagnóstico y la información relacionada con la enfermedad es importante,
el paciente puede beneficiarse de la biblioterapia, la psicoeducación o las sesiones
informativas acerca de la enfermedad.
Un aspecto necesario a evaluar es la reacción del paciente hacia el diagnóstico
y el grado de malestar emocional que ha generado, tanto por el cuidado de su salud
mental como por la posibilidad de que esta situación afecte el inicio oportuno del trata-
miento e incluso ponga en riesgo la relación con los servicios de salud. Debido a ello,
especialmente tras el diagnóstico de enfermedades donde existe riesgo de muerte o
enfermedades altamente estigmatizadas, se recomienda recurrir a servicios de conse-
jería posteriores al diagnóstico, o la canalización a servicios de terapia individual o
grupos de apoyo. Incluso en casos donde el paciente decida comunicar el diagnóstico
Capítulo 8
212

a sus familiares, amigos o pareja, pueden incluirse a los miembros de la red social
como parte del equipo de cuidado a fin de brindarle apoyo al paciente durante este
periodo de crisis y colaborar con el personal de salud para promover la continuidad
del tratamiento (Almanza, 2012).
En esta fase inicial también se requiere evaluar las creencias o modelos explicati-
vos acerca de la enfermedad que ha construido el paciente, acerca del origen de su
padecimiento, del pronóstico, de la eficacia del tratamiento, principalmente. Dichas
creencias en ocasiones pueden entrar en conflicto con la información proporciona-
da por el personal de salud, y si no son tomadas en cuenta pueden no sólo afectar
la relación con el paciente, sino los procesos de autocuidado y de adherencia al tra-
tamiento (Kleinman, 1988). En este sentido, las faltas a las citas, las dificultades para
adherirse al tratamiento o realizar cambios en el estilo de vida (e incluso continuar
con ciertas conductas de riesgo para la salud), los conflictos abiertos con el personal
de salud, o las quejas de los familiares acerca de la falta de cuidado del paciente,
son posibles indicadores de posiciones encontradas acerca del padecimiento entre el
paciente y el personal de salud. En tales circunstancias, así como cuando un proble-
ma de salud mental esté afectando el proceso de atención, se puede recurrir a una
intervención breve, como la terapia cognitivo-conductual e incluso la terapia médica
familiar.
En las enfermedades agudas, tras la fase inicial puede llevarse a cabo el trata-
miento y ocurrir una recuperación del paciente, o bien, tras cierto acontecimiento
puede generarse un déficit funcional o una incapacidad en el paciente, pero poste-
riormente logra estabilizarse. Sin embargo, también es posible que tras la fase inicial
puedan transitar inmediatamente a la fase terminal sin que exista una fase intermedia.
Las enfermedades crónicas se caracterizan por una extensa fase posterior al diag-
nóstico donde si bien el padecimiento puede ser incurable, existe la posibilidad de
ampliar el tiempo de sobrevida siempre y cuando se mantengan los cuidados a largo
plazo (Rolland, 2000).
Por medio de esta fase, los pacientes intentan normalizar la vida con la enfer­
medad y continuar cumpliendo sus actividades en diversos ámbitos como la fami-
lia, el trabajo o la comunidad. Este proceso de normalización es posible en la medida
en que el paciente desarrolla un sentido de control del padecimiento y recurre a
estrategias positivas de afrontamiento, lo cual implica la adopción de un estilo de
vida saludable y de la adherencia al tratamiento. Este proceso puede ser difícil
de cumplir no sólo porque requiere mantenerse por un amplio periodo, sino por-
que a lo largo del curso de la enfermedad pueden ocurrir eventos como el agra-
vamiento de los síntomas, la pérdida de funcionalidad o la falta de eficacia del
tratamiento, los cuales pueden tener un impacto perjudicial en el cuidado de la
salud (figura 8.6).
Durante esta fase, las intervenciones giran en torno a promover una mejor cali-
dad de vida en el paciente y, para ello, existe una amplia gama de estrategias, que
incluyen intervenciones para el manejo del estrés, desarrollo de habilidades de afron-
tamiento, así como técnicas de relajación y de control del dolor. Sin embargo, uno
de los problemas centrales en el caso de los padecimientos crónicos es la promoción de
la adherencia al tratamiento, no sólo farmacológico, sino a los cambios en el estilo
de vida que se requieren en términos de alimentación, descanso, ejercicio, reducción de
conductas de riesgo como el consumo de alcohol o drogas (Marks et al., 2011).
La prevención en la psicología de la salud
213

Figura 8.6  Etapas de la enfermedad e intervenciones requeridas

Recuperación/estabilización
tras crisis inicial

Inicial Crónica Terminal


Fases

Aparición de Esta fase puede tener duración variable, Cuidados paliativos


síntomas así como distintos cursos (progresivo, Duelo anticipatorio
Diagnóstico-crisis continuo, recurrente).
Adaptación inicial Implica la normalización del padecimiento
al diagnóstico en la vida cotidiana y la continuación del
tratamiento. Para ello se requiere adoptar
un estilo de vida saludable, adherirse al
tratamiento y desarrollar estrategias para
Línea el manejo de la enfermedad.
de
tiempo

Establecer una relación Seguir evaluando el impacto psicosocial


de colaboración con el del padecimiento en la vida del paciente,
paciente. especialmente ante los cambios durante
O Brindar información el curso de la enfermedad.
b clara y precisa acerca Promover la continuidad del tratamiento
j
de la enfermedad y el y la adherencia al mismo.
e
t tratamiento. Favorecer una adecuada calidad de vida
i Brindar contención para el paciente.
v emocional y apoyo Brindar herramientas para que desarrolle
o al paciente. un sentido de mayor control sobre la
s Promover que el enfermedad.
paciente inicie Detectar dificultades en términos
el tratamiento. afectivos, conductuales y de creencias,
Evaluar el impacto que afecten el proceso de atención.
psicosocial del diagnóstico
y las creencias sobre
la enfermedad.
Psicoeducación
I
n Técnicas de manejo del estrés
t Habilidades de afrontamiento
e Psicoeducación Control del dolor
r Consejería posterior Talleres de promoción
v al diagnóstico de la adherencia/
e Grupos de apoyo Entrevista motivacional
n Terapia breve Terapia individual/
c Grupos de apoyo/
(algunas alternativas:
i
o terapia cognitivo-conductual, Terapia Médica Familiar
n terapia médica familiar) (especialmente en
e momentos críticos)
s Atención a los cuidadores

Fuente: Rolland (2000).


Capítulo 8
214

Bishop, Yardley y Lewith (citados en Marks et al., 2011) han ampliado el modelo
autorregulatorio de la conducta ante la enfermedad revisado previamente, el cual
se denominó como modelo dinámico extendido de las representaciones del trata-
miento y de la enfermedad. De acuerdo con el modelo, adoptar una estrategia de
afrontamiento como la adherencia al medicamento, depende de la percepción de la
amenaza generada por la enfermedad y de la eficacia percibida de dicha estrategia
de afrontamiento. Sin embargo, en esta versión la experiencia de síntomas concretos
es importante para formular tanto las representaciones de la enfermedad como el
monitoreo de la eficacia del medicamento. Por lo tanto, una falta de evidencia perci-
bida de la enfermedad o de la eficacia del tratamiento, favorecerían la no adherencia.
Además de la experiencia concreta de los síntomas, la percepción de la relación
con el médico y los aspectos prácticos del tratamiento (por ejemplo, la facilidad para
atender a las citas) juegan un papel importante en el proceso continuo que em-
prende el paciente para evaluar la eficacia del tratamiento y el valor de mantener
su adherencia.

Figura 8.7  Modelo dinámico extendido de las representaciones de la enfermedad


y el tratamiento

Representaciones Procedimientos Percepciones


de la enfermedad de afrontamiento del médico
y del tratamiento para la enfermedad
Cambios percibidos
Estímulo en síntomas
Evaluación
(enfermedad) Percepciones
del tratamiento
Representaciones Procedimientos
emocionales de la de afrontamiento Aspectos prácticos
enfermedad y tratamiento para la emoción de la terapia

Fuente: Bishop, Yardley y Lewith citados en Marks et al. (2011).

Por ello, es esencial que el personal de salud evalúe continuamente la adheren-


cia del paciente no sólo en términos farmacológicos. Aunque se han desarrollado
estrategias como reducir el número de tomas, utilizar instrumentos electrónicos para
recordar el momento de la toma y la terapia directamente observada (la administración
directa del medicamento), es importante recordar que para promover la adherencia
es necesario considerar el contexto social donde se va a llevar a cabo la conducta de
adherencia y las limitaciones que impone, así como las creencias del paciente acerca
del tratamiento (Marks et al., 2011). Entre algunas intervenciones que pueden rea-
lizarse en este sentido son los talleres de adherencia, la entrevista motivacional e
incluso la terapia médica familiar, ya que los familiares son quienes tienen un mayor
contacto con el paciente y están al pendiente de en qué medida cumple con el trata-
miento y adopta un estilo de vida saludable.
La prevención en la psicología de la salud
215

Cabe mencionar que los eventos relacionados con la enfermedad o la progresión


del padecimiento y su impacto psicosocial en la vida cotidiana del paciente pueden
influir tanto en su salud mental como en el de las cuidadoras principales (se habla de
cuidadoras porque la atención del paciente en el hogar se encuentra vinculada con
patrones ligados al género, sin que ello implique negar la existencia de cuidadores
varones). En este sentido, se requiere que a lo largo del curso del padecimiento los
pacientes y las cuidadoras tengan acceso a procesos de terapia individual o incluso a
grupos de apoyo, en momentos críticos del curso del padecimiento, que suelen estar
relacionados con el agravamiento del estado de salud y la cercanía con la etapa ter-
minal. En la siguiente sección se abordará con mayor profundidad la etapa terminal,
así como las intervenciones requeridas en dicha fase.
Para concluir puede decirse que en la atención a padecimientos agudos y crónicos
es importante valorar el impacto psicosocial de la enfermedad en la vida cotidiana del
paciente y el significado que otorga a la presencia del padecimiento a lo largo de su
curso. Escuchar la perspectiva del paciente permite identificar en qué medida logra
afrontar el padecimiento con sus propios recursos (incluyendo a sus redes sociales) y
en qué momentos críticos se requeriría que el personal de salud desarrolle interven-
ciones psicosociales para favorecer el inicio y el mantenimiento del tratamiento, así
como para mejorar su calidad de vida, con la premisa de que la atención psicológica
en el área de la salud tiene que adaptarse a las circunstancias y singularidad de cada
paciente, así como a la etapa del padecimiento en la que se encuentre. Como prin-
cipio general, se puede decir que la fase inicial es crucial para establecer la relación
con el paciente y promover tanto la aceptación del diagnóstico como el inicio del
tratamiento, y que en la fase crónica se puede ofrecer una amplia gama de interven­
ciones para mejorar la calidad de vida del paciente, sin embargo, se intervendrá es-
pecialmente en momentos críticos.
La actividad psicológica en el ámbito de la prevención es para estos especialistas
un desafío, porque aunque se realice en algunas situaciones en las que el equipo de
salud satura sus posibilidades de convencimiento del paciente para que le ayude en
su tratamiento, la intervención del psicólogo es todavía un último recurso. De hecho,
eso puede recibir críticas negativas, ya que indica que el psicólogo no ha participado
en la elaboración del programa propuesto al paciente desde el inicio de su tratamien-
to (Fernandes, Carmo y Jiménez, 2009).

Prevención terciaria
La prevención en el tratamiento y rehabilitación
En la prevención terciaria se incluyen los procedimientos de tratamientos y rehabili-
tación de aquellas enfermedades que ya han mostrado sintomatología clínica; en este
aspecto, el papel del psicólogo de la salud incluye el seguimiento de pacientes con
tratamiento clínico, quirúrgico, quimioterápico y radioterápico (Fernandes, Carmo
y Jiménez, 2009).
Por ejemplo, en las intervenciones quirúrgicas, como mencionan Antón y Méndez
(1999, p. 227) “son situaciones estresantes que suelen tener efectos negativos en el
funcionamiento psicológico del enfermo, originando respuestas de ansiedad, depre-
sivas, trastornos del sueño, de la alimentación, etc”. Así que la preparación para las
Capítulo 8
216

cirugías es una actividad muy necesaria de abordar ya sea en niños, adolescentes o


adultos, ya que mencionan estos mismos autores “la información proporcionada an-
tes de la operación que, además de modificar respuestas cognitivas, puede producir
cambios en las respuestas psicofisiológicas” (Antón y Méndez, 1999, p. 228). Por tal
motivo, el psicó­logo de la salud al intervenir con el paciente antes de la operación
utilizando técnicas de reducción o afrontamiento de la ansiedad preoperatoria pre-
viene una respuesta de conducta desfavorable ante la cirugía y apoya a una mejor
recuperación pos­operatoria.
Otras intervenciones en las que el psicólogo de la salud participa en este nivel de
atención es la preparación de los pacientes para readaptarlos a la nueva situación des­­
pués de un diagnóstico de cáncer, vih/sida u otros. El objetivo de estas actuacio­­
nes es ayudar a que estos pacientes desarrollen una nueva expectativa de vida con
otros valores que les proporcione soporte para afrontar la nueva realidad en conse-
cuencia de la dolencia (Yamamoto y Cunha, 1998).
Lo anterior se debe a que la enfermedad física crónica —término que resume va-
rias enfermedades caracterizadas por una génesis multifactorial, a largo plazo y a me-
nudo con un curso progresivo— trae como consecuencia secuelas físicas y psicosociales.
En las últimas dos décadas, la investigación en psicología de la salud ha demostrado
altas tasas de prevalencia de comorbilidad psicológica en pacientes con enferme-
dades cró­nicas, lo que indica una necesidad urgente de tratamiento psicosocial. El
objetivo de las intervenciones psicosociales es reducir las consecuencias adversas de
enfermedades y mejorar la calidad de vida. Los programas de intervención se pueden
diferenciar en función de las poblaciones objetivo, los modelos de atención sanitaria,
las indicaciones, los modelos de tratamiento y sus ajustes. En cuanto a los enfoques
teóricos de este tema, las intervenciones cognitivo-conductuales dominan actualmente;
sin em­­bargo, los enfoques integrativos y mixtos se están aplicando cada vez más. Los
meta-análisis de los estudios de este tipo de intervenciones psicosociales demuestran
su eficacia. Sin embargo, todavía existe una discrepancia entre las opciones psicotera-
péuticas para los pacientes con enfermedades físicas crónicas y su aplicación práctica
(Koch, Mehnert y Strauss, 2011).

Intervenciones en el bienestar subjetivo


Otro ejemplo de intervenciones del psicólogo de la salud en este ámbito es interesar-
se en el bienestar subjetivo de los individuos. La investigación ahora demuestra que,
aunque el bienestar subjetivo es heredable y estable, puede cambiar sustancialmente
con el tiempo. Los cambios a largo plazo pueden verse afectados por acontecimientos
vitales positivos o negativos; intervenciones en bienestar subjetivo han demostrado
ser eficaces para aumentar el bienestar hasta seis meses (Tay y Kuykendall, 2013).
Para ello, se ha utilizado como estrategia complementaria las intervenciones en el mo-
delo de la psicología positiva, un estudio meta-analítico hecho por Bolier et al. (2013),
que describen 39 estudios, con un total de 6 139 participantes; aunque se observan
pequeños efectos de las intervenciones con psicología positiva en bienestar subjetivo,
bienestar psicológico y depresión después del tratamiento a pacientes con alguna en-
fermedad, se puede observar en el seguimiento a partir de tres a seis meses después,
que aunque los tamaños del efecto siguen siendo pequeños, resultan estadísticamente
significativos para el bienestar subjetivo y el psicológico, lo que indica que los efectos
La prevención en la psicología de la salud
217

son bastante sostenibles. La conclusión de este estudio enfatiza que las intervenciones
con psicología positiva pueden ser eficaces en la mejora del bienestar subjetivo y el
psicológico, así como para ayudar a reducir los síntomas de depresión. Muchos de
estos estudios analizados demostraron la eficacia de las intervenciones de la psicolo-
gía positiva empleando técnicas como contar las cosas que tienes que agradecer de
tu vida, la práctica de la bondad y el altruismo, ajustar objetivos personales, expre-
sando gratitud y el uso de las fortalezas personales para mejorar el bienestar, y en
algunos casos, para aliviar los síntomas depresivos, en pacientes terminales, con en-
fermedades crónicas o con discapacidad funcional.

Conclusiones
Aun cuando en la actualidad se dispone de una gran cantidad de información de lo
que uno puede hacer para mantenerse saludable y muchas personas de hecho se
adhieren a conductas de prevención, existen obstáculos que limitan notablemente su
generalización. Amigo, Fernández y Pérez (2009) las concentran en cuatro categorías:
a) las actitudes y pautas culturales, b) la naturaleza de los hábitos saludables, debido
a que los hábitos de salud perjudiciales casi siempre llevan a una gratificación inme-
diata que los refuerza positivamente; sin embargo los hábitos de salud, por el contra-
rio, suponen casi siempre una demora de la gratificación. Por lo tanto, cuando ambos
tipos de conducta entran en competencia existe una menor probabilidad de ocurren-
cia de las conductas saludables, c) el sistema sanitario y los cambios en las reco­
mendaciones de salud, y d) el papel del psicólogo de la salud, ya que la psicología se
ha entendido clínicamente como una interacción privada, esta actitud ha limitado las
intervenciones en escuelas, lugares de trabajo, etcétera. En este contexto comunitario
es donde podrá verse más claramente el papel de la psicología en la promoción de
la salud y la prevención de la enfermedad.
Por una parte, en la prevención es importante trabajar desde una perspectiva
individual, ya que al trabajar en prevención en la promoción de los recursos y las
competencias individuales apoyándose desde la perspectiva teórica de la psicología
positiva, se hace hincapié en la importancia de las emociones positivas (Frederickson,
2001), la capacidad de resiliencia (Masten, 2001), las posibilidades de crecimiento
en las etapas avanzadas del ciclo de vida (Baltes, Linderberger y Staudinger, 1998),
la autoeficacia percibida (Bandura, 2001). Todo ello para la mejora de la calidad de
vida individual y el bienestar. Estas construcciones se convierten en herramientas que
permiten poner una visión positiva hacia el futuro; la promoción del potencial hu-
mano y la búsqueda activa de bienestar, felicidad y salud, en lugar de incomodidad,
desviación, tratamiento de los síntomas y la enfermedad (Peterson, 2006; Seligman y
Csikszentmihalyi, 2000).
Recuperar al individuo también es fundamental para la atención de los pacientes
con enfermedades agudas y crónicas. Comprender el sentido de un padecimiento
en la trayectoria de vida de un individuo y en el contexto socioeconómico que lo
rodea, permiten no sólo desarrollar intervenciones que se ajusten a las necesidades
de cada paciente, sino adquirir la compleja habilidad de adaptarse a los tiempos de
la enfermedad al diseñar las intervenciones de promoción de la salud. El psicólogo
de la salud, en tales condiciones, se convierte en un intérprete de la aflicción pro-
Capítulo 8
218

vocada por la enfermedad en el paciente, y desde esta posición, puede favorecer el


establecimiento de mejores relaciones de cuidado en los servicios de salud. Dichas
relaciones también exigen de las instituciones una forma distinta de mirar a los pa-
cientes, ya que hasta el momento han ayudado principalmente a ese paciente ideal
considerado como racional, que tiene las condiciones objetivas de vida para man-
tenerse en tratamiento y que voluntariamente cuida de su propia salud. Esta mirada
requiere considerar la necesidad de aproximarse de una nueva manera a los pacien-
tes que no cumplen con tales condiciones óptimas, más allá de las antiguas prácti-
cas basadas en la coerción o el miedo. Esta nueva manera plantea el establecimiento
de relaciones horizontales, donde los pacientes pueden convertirse en sujetos acti-
vos de su tratamiento, lo cual implica que puedan ser escuchados y reconocidos en
los servicios de salud.
Desde una perspectiva global, los principales ejes rectores en relación con la
promoción de la salud en el ámbito internacional se puede resumir de la siguiente
manera: refieren que dicha promoción debe ser un elemento central de las políticas
públicas de los gobiernos, se destaca la necesidad de permitir a las personas el acce-
so fácil a servicios de salud, a fin de garantizarles este derecho, una de las acciones
prioritarias es fomentar la participación comunitaria en la promoción de la salud, ya
que la comunidad puede apoyar a las personas mediante la creación de redes y ser-
vicios sociales que promuevan acciones de fomento a la salud de manera colectiva,
porque al reconocer los determinantes estructurales y sociales de la salud, ésta y el
bienestar se posicionan en el mismo nivel no sólo como el deber de los individuos,
sino también como un deber de la comunidad y la sociedad (Capone y Petrillo, 2013).
Por lo tanto, un enfoque basado en la comunidad ofrece un marco que corresponde
a la flexibilidad, necesaria para la eficacia en la intervención de acciones de preven-
ción de la enfermedad y promoción de la salud, ya que como mencionan Shankand,
Saïas y Friboulet (2009) la participación de los ciudadanos en el desarrollo de cada
proyecto de promoción de la salud debe ser permanente, colaborando en la reno-
vación del proyecto de acuerdo con las necesidades del entorno, en la búsqueda de
posibles soluciones, y en la evaluación de las acciones llevadas a cabo, puesto que un
enfoque de intervención basado en la comunidad en el campo de la promoción de
la salud se beneficiará al desarrollar programas de intervención adaptados para cada
población en particular acorde a sus necesidades.
En este sentido, el psicólogo de la salud requiere aprovechar los procesos natu-
rales de prevención que se gestan en el seno de las relaciones sociales en la familia
y la comunidad, a fin de evitar el desarrollo de conductas de riesgo para la salud y
promover la adquisición de conductas preventivas. No obstante, al igual que las co-
munidades pueden ser recursos importantes; para ello, existen discursos culturales
que pueden contrarrestar la puesta en marcha de los procesos preventivos, sobre
todo cuando están vinculados con estructuras sociales y económicas que se mantie-
nen gracias al consumo de sustancias nocivas para la salud; o bien, que requieren
que amplios sectores de la población conserven un estilo de vida que puede afectar
su estado de salud. En este sentido, la labor del psicólogo de la salud no termina
en los centros de atención, las escuelas o las comunidades, y se extiende a otros niveles
como la construcción de políticas públicas y el desarrollo de campañas en medios ma-
sivos para la modificación gradual de las representaciones asociadas a las prácticas
relacionadas con el ámbito de la salud de diversos sectores de la población.
La prevención en la psicología de la salud
219

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