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KANT
510. VIDA
los últimos años Kant cayó en una debilidad senil que le privó
gradualmente de todas sus facultades. Desde 1798 no pudo ya continuar sus
cursos universitarios. los últimos meses había perdido la memoria y la
y así este hombre, que había vivido para el pensamiento, murió
momificado, el 12 de febrero de 1804.
descubrir, no solamente lo que son, sino lo que deben ser. El alejamiento del
dogmatismo de la escuela wolffiana es en este punto decisivo; y coincide con
la adhesión al espíritu de investigación y al empirismo de los
filósofos ingleses.
El documento más significativo de esta separación es la obra de 1765,
Sueños de un visionario aclarados con los sueños de la metafísica. Ocasiones
de este escrito fueron las visiones místicas y espiritistas del sueco Manuel
Swedemborg (1688-1772); y es una sátira burlesca de estas visiones y de las
doctrinas que les sirven de fundamento. La metafísica de Wolff y de Crusius
comparada a las fantásticas visiones de Swedemborg porque también se
en su propio mundo, que excluye el con
hombres. "Frente a los arquitectos de los diversos mundos ideales, que se
mueven en el aire, cada uno de los cuales ocupa tranquilamente su sitio, con
exclusión de los demás, situándose uno en el orden de cosas que Wolff ha
construido con pocos materiales de pero con muchos conceptos
subrepticios, y el otro en el que Crusius ha producido
mágica de algunas palabras, como e "impensable", nosotros,
ante lo contradictorio de sus visiones, aguardaremos pacientemente hasta
que estos señores hayan salido de su sueño" (I, 3). Frente a la inutilidad de
soñar despierto, Kant, por su parte, sostiene que la metafísica debe, en
primer lugar, considerar sus propias fuerzas y por esto "conocer si su
objetivo está en proporción con lo que se puede saber y qué relación tiene
esta cuestión con los conceptos de la experiencia, sobre los cuales deben
apoyarse todos nuestros juicios". La metafísica es la ciencia de los de
la razón para ella, como para un país pequeño, es más importante
conocer bien y mantener sus propias posesiones, que ir a ciegas en busca de
conquistas (II, 2). Los problemas que la metafísica debe tratar son los que
preocupan al hombre y que, por tanto, se encierran en los confines de la
experiencia. Es vano creer que la sabiduría y la vida moral dependan de
ciertas soluciones metafísicas. No puede llamarse honrado al que se
abandonaría a los vicios si no se viera amenazado por una pena futura; es,
por tanto, más conforme a la naturaleza humana fundar la espera del mundo
futuro en el sentimiento de un alma bien nacida, que fundar, por el
contrario, su bien obrar sobre la esperanza en el otro mundo. La fe moral,
en su simplicidad, es la única que se conforma con el hombre de cualquier
condición (II, 3). En esta obra hay ya los fundamentos de la
orientación crítica.
En el breve ensayo Sobre el primer fundamento de la distinción de las
regiones del espacio Kant hace ver cómo las posiciones recíprocas de
las partes de la materia suponen ya las determinaciones del espacio y que,
por consiguiente, el concepto del espacio es algo primitivo, aunque no es
puramente ideal, sino que tiene en sí alguna realidad. son
consideraciones que mueven a Kant a formular la doctrina de la Disertación
de 1770. Del año 1769, que corre entre este escrito y la Disertación, Kant
mismo dijo: "El año me trajo la gran luz."
En efecto, la disertación De sensibilis atque intelligibilis forma et
que Kant presentó para su nombramiento de profesor titular de
lógica y metafísica en 1770, señala la solución crítica del problema del
espacio y del tiempo. Kant empieza estableciendo la distinción entre
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fruto de una meditación de doce años en cuatro o cinco meses, casi al vuelo,
sí la máxima atención en el contenido, pero con poco cuidado
forma y de cuanto es necesario para ser fácilmente entendido por el
Las cartas a Marco Herz dan alguna noticia sobre la génesis y los progresos de
la obra.
7 de 1771 Kant escribía: "Estoy trabajando en una obra, cual
con el título de Los límites de la sensibilidad y de la razón, no sólo debe tratar
de los conceptos y de las leyes fundamentales que conciernen al mundo
sensible, sino que debe ser también un esbozo de lo que constituye la
de la doctrina del gusto, de la metafísica y de la moral." El tema
fundamental las tres estaba ya claro en la mente de Kant; pero este
tema debía después dividirse y articularse en el curso de su trabajo. En una
carta del 21 de de 1772, Kant da el título definitivo de su obra. "Puedo
ahora presentar una Crítica de la razón pura que trata de la naturaleza del
conocimiento, tanto teorético como práctico, en cuanto puramente
De la primera parte, que trata primero de las fuentes de la
metafísica, su método y sus límites, luego de los principios puros de la
moralidad, publicaré lo que se refiere al primer tema dentro de tres meses." En
la mente de Kant la doctrina del gusto estaba ya separada de la y de
la que, embargo, permanecían todavía unidas. Kant, con todo, no
cumplió su promesa hasta después de nueve años. Cartas sucesivas a Herz
sus retrasos con la y novedad del tema y la necesidad de
alcanzar, antes de terminar una parte de su obra, una visión de conjunto de
todo el sistema del cual forma parte. Y así solamente el de mayo de
podía Kant anunciar a su amigo la próxima publicación de la Crítica de la
razón pura que, efecto, apareció aquel año.
La segunda edición apareció en 1787, y contiene importantes
y adiciones con respecto a la primera, sobre todo en lo que se
a la parte central y más difícil de la obra, la deducción trascendental.
Las diferencias entre las dos ediciones y la preferencia otorgada a la primera
por estudiosos e historiadores (empezando por Schopenhauer), es uno de los
motivos de la diversidad de las interpretaciones que se han dado al kantismo.
Por otra parte, el valor mismo de las diferencias está sujeto a discusión.
La Crítica de la razón pura abre la serie de las grandes obras de Kant. En
salían los Prolegómenos a cualquier metafísica futura que se presente
como ciencia, exposición más breve y en forma popular de la misma doctrina
la Crítica. Siguieron: Fundamentación de la metafísica de las costumbres
( 1 7 8 5 ) ; Crítica de la razón práctica (1787); Crítica del juicio (1790); La
religión dentro de los límites de la simple razón (1793); La metafísica de las
costumbres (1797), que en la primera parte contiene los Fundamentos
metafísicos de la doctrina del derecho y en la segunda parte los Fundamentos
metafísicos de la doctrina de la virtud; Antropología desde el punto de vista
pragmático En el prólogo esta obra, Kant distingue la antropología
pragmática de la esta última tiene por fin determinar cual sea la
del hombre, mientras que la antropología pragmática estudia
hombre tal como él mismo se hace en virtud de su libre voluntad.
los mismos años en que aparecían sus obras fundamentales, Kant
publicaba artículos, opúsculos, juicios críticos y aclaraciones de su
en puntos particulares.
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Sin embargo, sobre el modo en que la razón pueda señalar sus propios
límites y erigirse en juez de sí misma, Kant estuvo evidentemente largo
tiempo La Disertación da sobre este problema una respuesta
distinta de la que dio Kant en la Crítica de la razón pura. En la carta a
Lambert (2 de septiembre de 1770), a la que adjuntaba la Disertación,
Kant preveía la necesidad de una ciencia especial, puramente negativa,
llamada Fenomenología general, que habría de determinar el valor y los
límites de la sensibilidad para evitar cualquier confusión entre los objetos
de la sensibilidad misma y los del entendimiento. Y, en realidad, en la
Disertación, Kant se valió de la clara distinción entre mundo sensible y
mundo inteligible, con el objetivo explícito de señalar los límites de la
sensibilidad, pero con el resultado involuntario se convierte después
en voluntario y explícito en la de establecer también límites a la
razón. El resultado principal de la Disertación es, por una parte, la exacta
delimitación de la extensión del conocimiento sensible, que también
comprende en sí la geometría que, aun cuando se deriva del lógico
del entendimiento, se refiere siempre a fenómenos, o sea, a objetos de la
sensibilidad; y por otra, es la contraposición neta entre el conocimiento
intelectual propio del hombre y la intuición intelectual, cual sería la de
Dios, creadora de los objetos mismos. De hecho, dice Kant (§
"cualquier intuición nuestra está limitada en su origen a una cierta forma,
tras la cual puede tan sólo la mente ver algo inmediatamente, esto es,
singularmente, y no sólo discursivamente concebir por medio de
conceptos generales. Pero este principio formal de nuestra intuición
(espacio y tiempo) es la condición por la cual algo puede ser objeto de
nuestros sentidos; irías como condición del conocimiento sensible, no
puede servir de intermediario para la intuición intelectual. Además, toda
la materia de nuestro conocimiento no se da más que por los sentidos,
pero el noumeno, como tal, no es concebible por medio de
representaciones obtenidas de los sentidos; de manera que el concepto
inteligible, en cuanto tal, carece de todos los datos de la intuición
humana. La intuición de nuestra mente es siempre pasiva; y por esto es
posible únicamente en cuanto algo puede excitar nuestros sentidos. La
intuición divina, en que es el principio de los objetos y no deriva
de ellos su principio, es independiente y y es, por tanto,
perfectamente intelectual". Estos pensamientos que se repiten en forma
casi idéntica a lo largo de toda la Crítica de la razón pura, constituyen la
directriz que ha inspirado el desarrollo ulterior de la obra de Kant. Con
todo, en la Disertación, el fin que Kant se propone explícitamente es el
de utilizar la certeza de los límites de sensibilidad, no sólo
garantizar el valor de la misma, sino también y sobre todo para garantizar
libertad del conocimiento intelectual frente a la sensibilidad. En esta
obra, Kant practicó por vez primera el análisis trascendental del mundo
sensible, pero no mundo intelectual, que por eso permanece anclado
en su pensamiento de la metafísica dogmática y a sus procedimientos.
Pero si se examinan los principios, que establece en la cuarta parte de la
sobre el método de la metafísica, se ve en seguida que estos
principios implican también una limitación esencial de las posibilidades de
esta ciencia. Kant, efecto, llega a admitir como regla que "todo lo que
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sensible que se ha dado; pero por otro lado, este serle dado del mùltiple
sensible no es que la posibilidad del mismo para organizarse en unidad.
De esta manera la doctrina de Kant excluye toda posibilidad de
interpretar el yo pienso o apercepción transcendental como una
autoconciencia creadora en el sentido que vendrá a ser propio del idealismo
post-kantiano desde Fichte en adelante. No en vano la misma segunda
edición de la Critica que consigue la exacta clarificación trascendental del
yo pienso, al margen de los pretextos psicológicos ("el yo y
permanente") que la en la primera edición, contiene también entre
sus apéndices expresivos, una del idealismo", que es un
corolario directo de la deducción trascendental. La refutación de Kant va
dirigida tanto contra el idealismo de Descartes que declara
indudable sólo el yo soy, como contra el idealismo dogmático de Berkeley
que reduce las cosas en el a simples ideas. La sustancia de esta
refutación, el principio a que la misma obedece lo esclarece el propio Kant
en una nota al prólogo de la segunda edición de la Critica (K. r. B 274 y
"Si a la conciencia intelectual de mi existencia en la representación yo
soy que acompaña a todos mis juicios y operaciones de mi entendimiento,
pudiese unir una determinación de existencia mediante una intuición
intelectual, no pertenecería a ella necesariamente la conciencia de una
relación con algo fuera de mí. Pero, aunque aquella conciencia intelectual
preceda realmente a la intuición interna, en la que únicamente puede
determinarse mi existencia, es sensible y ligada la condición del y
esta determinación, y con ella la misma experiencia interna, depende de algo
inmutable, que no está en mí y, en consecuencia, depende de algo fuera de
mí con lo cual yo debo considerarme en relación. De tal manera que la
realidad del sentido externo está necesariamente vinculada a la del sentido
interno por la posibilidad de una experiencia en lo cual quiere decir
que soy consciente de que existen cosas fuera de mí y de que estoy en
relación con mis sentidos, con la misma seguridad de que soy consciente de
que existe yo mismo determinado en el tiempo". En otras palabras, si el yo
pienso fuese el acto de una autoconciencia creadora, no tendría nada fuera
de sí ni habría cosas externas al mismo. No obstante, como es el acto de
existencia de un entendimiento finito, implica siempre una relación con algo
fuera de sí; y la realidad fenoménica de las cosas externas es igualmente
cierta la realidad de la conciencia y del mismo yo pienso. Así se traza el
rasgo esencial del pensante finito: su con el exterior. La
posibilidad originaria, que constituye este ser, la lleva más allá de sí, hacia la
exterioridad fenoménica, de la cual lo hace dependiente: esta dependencia
es la sensibilidad.
Pero la dependencia es recíproca en cierto modo: la originaria posibilidad
trascendental siempre al mismo tiempo la posibilidad de la espontaneidad
subjetiva (inteligencia) de la organización objetiva de los fenómenos
(naturaleza). La trascendental faculta a Kant para justificar el
orden necesario de los fenómenos naturales. Este orden está condicionado
por la síntesis original del entendimiento (yo pienso) y por las categorías en
las cuales se determina y articula esta síntesis. En efecto, como simples
representaciones, los fenómenos no pueden estar sometidos a otra ley que a
la que les prescribe la facultad unificadora. Por eso la naturaleza en general,
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522. EL NOÚMENO
SUBJETIVOS OBJETIVOS
La acción moral del hombre tiene como objetivo o término el sumo bien.
El sumo bien para el hombre, que es un ser finito, no sólo consiste en la
virtud, sino en la unión de virtud y felicidad. La virtud es, en efecto, el bien
esto es, la condición de todo lo que es deseable; pero no es el bien
íntegro y perfecto para seres racionales y finitos, que también tienen
necesidad de felicidad. "Tener necesidad de la felicidad y ser dignos de ella,
y con todo no participar de la misma, no es compatible con el querer
perfecto de un ser racional que tuviera a la vez omnipotencia: solamente
tratamos de representarnos semejante ser." Pero la virtud y la felicidad no
están por sí mismas unidas. Esforzarse en ser virtuoso y buscar la felicidad
son dos acciones una no implica la otra. La entre virtud
y felicidad fue admitida por los epicúreos y los estoicos, en cuanto los
primeros creyeron que la virtud estaba contenida implícitamente en la busca
de la felicidad, y los segundos juzgaron que la estaba implícita en la
conciencia de la Pero, en realidad, virtud y felicidad constituyen una
antinomia, y la condición que hace posible la primera (el respeto a la ley
moral) no influye en la segunda, ni la condición que hace posible ésta (el
conformarse con las leyes y el mecanismo causal del mundo sensible) hace
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modo con que los objetos son posibles, sobre la manera, por ejemplo, con
que se pueda representar positivamente la acción causal de la voluntad libre,
nos dice, sin embargo, sobre ios objetos nouménicos que existen y existen
absolutamente. Con esto, el límite de la experiencia queda superado y así el
hombre parece poseer una certeza positiva más allá de la experiencia y
parece encerrar el conocimiento dentro de estos El
primado de la razón práctica" parece estar en evidente con la
limitación del conocimiento humano dentro de las posibilidades empíricas,
que es la gran enseñanza de la Crítica de la razón pura. No nos debe
maravillar, desde este punto de vista, que los intérpretes y seguidores de
que han tomado al pie de la letra la doctrina del primado de la razón
práctica, no hayan tomado jamás al pie de la letra las limitaciones que Kant
le impuso, prohibiendo cualquier uso teórico de la misma y rehusando
considerarla, desde cualquier punto de vista, como una extensión del
Con todo, las afirmaciones de Kant son tan porfiadas y
repetidas a este propósito que hacen presumir que los motivos que las
sugerían debían ciertamente parecerle decisivos. Y decisivos son, en
respecto a los supuestos fundamentos de la filosofía de El
postulado es en su expresión una "proposición pero no es un acto
teórico de la razón, esto es, un acto que, desde el punto de vista teórico,
tenga una validez cualquiera. Kant advierte que, aun después de que la razón
ha conseguido incrementarse, al admitir la realidad de los objetos
nouménicos, no le queda con respecto a tales objetos más que una labor
negativa, esto es, la de impedir por una parte el antropomorfismo, que es el
origen de la o sea, de la extensión aparente de aquellos
conceptos mediante una pretendida experiencia y, por otra parte, el
fanatismo, que promete esta extensión mediante una intuición
suprasensible, o un sentimiento del mismo género A 244-45). La
realidad se atribuye a las ideas nouménicas únicamente en "relación con el
de la ley moral" A 248). Ningún uso puede hacerse de ellas
para los fines de una teología natural o de la física. El postulado es tan sólo
una necesidad del ser moral finito; y la palabra necesidad revela su carácter
práctico. "Una necesidad de la razón pura práctica se funda en el deber de
nacer de cualquier cosa (del sumo objeto de mi voluntad, para
promoverlo con todas mis fuerzas; pero en este caso debo suponer la
posibilidad del mismo y, por tanto, también sus condiciones, esto es, Dios,
la libertad y la inmortalidad, porque no las puedo demostrar mediante mi
razón especulativa, aunque tampoco las pueda refutar" A 256). Y esta
necesidad no supone ninguna certeza, sino únicamente una fe problemática
ue es la única que se adapta a la condición del hombre. En el párrafo final
e la Dialéctica de la razón práctica, titulado "De la proporción sabiamente
conveniente de las facultades de conocer en el respecto a su
determinación práctica", párrafo demasiadas veces olvidado para la
aclaración de este punto de la doctrina kantiana, Kant hace ver que una
certeza cualquiera que el hombre pudiese tener acerca de la realidad
suprasensible, destruiría la vida moral del hombre. En tal caso, en efecto,
"Dios y la eternidad, en su terrible majestad, estarían continuamente
delante de nuestros ojos (ya que lo que podemos demostrar perfectamente
vale ciertamente lo que podemos descubrir mediante la vista). La
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mismo) debe aplicarse al reo no como un medio para alcanzar un bien, tanto
en provecho del criminal como en provecho de sociedad civil, sino
únicamente porque ha cometido un delito. En efecto, el hombre nunca es
un medio, sino un fin; no puede, por tanto, emplearse como
ejemplo para los demás; sino que debe considerársele merecedor de castigo
aun antes de que pueda pensarse en sacar de castigo alguna utilidad para
él mismo y para sus conciudadanos. Kant llega a decir que, aun cuando la
sociedad civil se disolviera por consentimientos de todos sus miembros (en el
caso, por ejemplo, de que el pueblo de una isla decidiera separarse y
dispersarse por el mundo), el último asesino que se encontrase en la cárcel
debería antes ser ajusticiado; y esto a fin de que la sangre derramada no
caiga sobre el pueblo que no ha aplicado el castigo, ya que podría entonces
ser considerado como cómplice de esta violación pública de la justicia.
En la última sección de la doctrina del derecho, Kant la
posibilidad de un derecho cosmopolita, fundado en la idea racional de una
perpetua asociación pacífica de todos los pueblos de la Tierra. Kant observa
que no se trata de ver si este fin puede ser alcanzado prácticamente alguna
vez, sino más bien de darse cuenta de su carácter moralmente obligatorio. La
razón moralmente práctica, dice, produce en nosotros su carácter
moralmente obligatorio. La razón moralmente práctica, dice, produce en
nosotros su veto irrevocable: no haber ninguna guerra entre los
individuos ni entre los estados. No se trata, por tanto, de ver si paz
perpetua es una cosa real o un sin sentido; en todo caso, debemos obrar
como si fuera posible (lo que quizá no sea) y establecer los que
parecen más aptos para Pues aunque esto quedara siempre en un
buen deseo, no nos habremos engañado imponiéndonos la máxima de tender
hacia sin descanso, porque es un deber. A este deber, Kant había
indudablemente obedecido algunos años antes (1795) al escribir su proyecto
Para la paz perpetua, en el cual reconocía las condiciones de esta paz en la
constitución republicana de los estados particulares, en la federación de los
estados entre y finalmente en el derecho cosmopolita, esto es, el derecho
de un extranjero a no ser tratado como enemigo en el territorio de otro
Estado. Pero, sobre todo veía la suprema garantía de paz en el respeto por
parte de los gobernantes a las máximas de los filósofos (según el ideal
platónico) y en el acuerdo entre política y moral, realizado con la máxima
y la mejor de todas las políticas".
La idea racional de una comunidad pacífica de todos los de la
tierra es, según Kant, el único hilo conductor que puede y orientar
los hombres a través de las vicisitudes de su historia. no cree que la
historia de los hombres se desarrolle según un plan preordenado e infalible,
como la vida de las abejas o de los castores. En una crítica (1785) de la obra
de Herder Ideas sobre la de la historia de la Kant niega
la posibilidad de descubrir en la historia un orden armónico y progresivo, un
desarrollo natural y continuo de todas las potencias del espíritu. El plan de
la historia humana no es una realidad, sino más bien un ideal orientador en
que los hombres deben inspirar sus acciones y que el filósofo puede
únicamente aclarar en su mostrándola conforme con el destino
natural de los hombres. Tal es precisamente el intento de Kant en las Ideas
para una historia universal desde un punto de vista cosmopolita
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528. EL J U I C I O ESTÉTICO
En primer lugar, ¿en qué sentido se puede hablar de una naturaleza del
hombre? Ciertamente no se puede entender con esta palabra lo contrario a
la libertad, esto es, un impulso necesario, como sería, por ejemplo, un
instinto natural; en este caso, la naturaleza humana no podría recibir la
calificación de buena o mala en sentido moral, porque tal calificación sólo
pertenece propiamente a un acto libre y Por naturaleza del
nombre es menester, pues, entender solamente "el principio subjetivo del
uso de la libertad", y este principio debe a su vez entenderse como un acto
libertad Si no lo fuera, el uso de la libertad estaría determinado y la
misma libertad sería imposible (Die Religión, B 7). En este principio debe,
por tanto, fundatse la posibilidad del mal y la inclinación del hombre hacia
el. Ahora bien, si tal principio es un acto de libertad, esta inclinación no es
una disposición física, que no podría imputarse al hombre, ni tampoco a
una tendencia necesaria cualquiera. Por tanto, no puede ser más que una
a la ley moral, máxima aceptada por la misma y,
por tanto, contingente por sí. La afirmación hombre es malo", significa
solamente que el hombre tiene conciencia de la ley moral y, con todo, ha
adoptado la máxima de alejarse, a veces, de ella. La afirmación "el hombre
es malo por naturaleza", significa que lo que se ha dicho vale para toda la
especie humana: lo cual no quiere decir que se trate de una cualidad que
pueda ser deducida del concepto de la especie humana (o del hombre en
general), ya que sería en este caso necesaria, sino únicamente que el hombre,
tal como se le conoce por experiencia, no puede ser juzgado de otro modo
y, por tanto, se puede suponer una tendencia al mal en todo hombre y hasta
en el mejor de los hombres. Puesto que esta tendencial al mal es moralmente
mala y, por tanto, libre y responsable, en cuanto consiste solamente en
máximas del libre albedrío, por esto puede ser llamada un mal radical e
innato en la naturaleza humana, mal que, sin embargo, el mismo hombre
es la causa B 27). El mal no puede ser destruido por las fuerzas
humanas, porque la destrucción debería obra de las buenas máximas, lo
cual es imposible si el principio subjetivo supremo de todas las máximas está
corrompido; pero debe ser vencido para que el hombre sea verdaderamente
libre en sus acciones p. El mal radical es debido a la fragilidad de
la naturaleza humana que no es bastante fuerte para practicar la ley moral; a
la impureza que impide separar unos de otros los motivos de las acciones e
impide obrar únicamente por respeto a la y, por último, a la corrupción,
por la cual el hombre se determina por máximas que subordinan el motivo
moral a otros motivos p. 168-169). El mal radical no se encuentra,
pues, como se cree comúnmente, en la sensibilidad del hombre y en las
inclinaciones naturales que se fundan en ella. El hombre no es responsable
del hecho de que haya una sensibilidad y de que existan unas inclinaciones
sensibles; pero es responsable de su inclinación al mal. Esta inclinación es
efectivamente un acto libre que se le debe imputar como un pecado del que
se ha hecho culpable, a pesar de tenga raíces profundas en la misma
por lo cual debe reconocérsela como naturaleza intrínseca en el
hombre. El mal radical no es, a pesar de todo, una de la razón
moralmente legisladora. Tal perversión supondría que la razón podía ella
destruir en sí la autoridad de la ley y renegar de la obligación que
nace de pero esto es imposible. Como principio del mal moral, la
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BIBLIOGRAFÍA