EL OBJETO Y EL TRABAJO SOCIAL Algunas aproximaciones a la problemática
del objeto en el Trabajo Social. Gustavo Parra INTRODUCCIÓN Las
siguientes reflexiones constituyen aproximaciones preliminares en torno a la temática del objeto en el Trabajo Social con la intencionalidad de contribuir al debate contemporáneo sobre esta temática, recurrente y sin dudas de permanente actualidad en el colectivo profesional. Los aportes, análisis y reflexiones realizados durante las últimas tres décadas sobre la problemática del objeto en la disciplina son numerosos y requerirían un análisis más detenido y minucioso para reconstruir los debates y tendencias que históricamente han surgido en relación a este tema. De todos modos, y teniendo en cuenta esta limitación, consideramos importante presentar algunas consideraciones muy generales, y como ya fue expresado, con un carácter introductorio o preliminar sobre el objeto en Trabajo Social. EL PROBLEMA DEL OBJETO EN TRABAJO SOCIAL En primer lugar queremos señalar que la temática del objeto en Trabajo Social, en cuanto una preocupación sistemática y fundamental de la profesión, es decir, en cuanto un núcleo de interrogantes y cuestionamientos sobre la misma profesión y en cuanto problemática teórica, y por lo tanto de análisis y reflexión, aparece en el ámbito Latinoamericano durante el proceso del Movimiento de Reconceptualización. Es durante la reconceptualización que se inician y desarrollan diferentes análisis sobre el estatuto científico de la profesión, es decir, los profesionales buscan dar respuesta a la pregunta: ¿Qué es el Trabajo Social?, y su desdoblamiento en identificar cuál es la situación del Trabajo Social: ¿es ciencia, técnica o arte?. Ander-Egg en los inicios de la década del 70 al analizar las tendencias presentes en la reconceptualización identifica a una de ellas como: "énfasis en lo científico" y sobre la cual expresa: "queremos destacar que una de las orientaciones de la reconceptualización otorga una importancia fundamental a la jerarquización científica del Servicio Social, ya sea mediante la constitución del Servicio Social como rama o disciplina científica, o bien –este es otro matiz- proporcionándole una sólida base científica" (1971:14). Las expresiones y producciones en torno al estatuto científico del Trabajo Social durante la reconceptualización son múltiples y la reconstrucción de las mismas demandaría un trabajo que excede las intenciones del presente artículo. De cualquier manera consideramos pertinente señalar que es durante la reconceptualización que se instala la discusión y el análisis sobre el carácter www.ts.ucr.ac.cr 2 científico de la profesión y que es en este proceso de búsqueda sobre el estatuto de la profesión, que se establece el debate en torno al método y su objeto. En síntesis, la referencia a la cientificidad del Trabajo Social, a la definición de su método y de su objeto nos remite a una discusión epistemológica sobre el Trabajo Social. Kruse nos plantea en los primeros años de la década del 70, que uno de los factores negativos que no permiten al Trabajo Social (al Trabajo Social reconceptualizado que es objeto de su análisis) alcanzar cientificidad es "la imprecisión respecto al objeto del servicio social" (1976:145). El autor señala que la reconceptualización ha permitido el cuestionamiento y la discusión sobre aspectos fundamentales de la profesión y ha alcanzado unanimidad en torno a la discusión del sujeto del Trabajo Social, "ya no se duda, ni se discute, que el sujeto son los propios clientes, nunca el profesional" (1976:145); pero al mismo tiempo indica que los diferentes autores que han realizado análisis teóricos sobre la profesión han eludido el problema del objeto, lo cual se convierte en una limitación para avanzar en la discusión de la metodología. Kruse identifica dos posiciones dicotómicas en relación al tema del objeto: por un lado, la repercusión en las personas de los problemas sociales y por otro los problemas sociales derivados de la sociopatología o de la situación de dependencia y subdesarrollo. A la primera denomina antropofílica y a la segunda sociofílica, y que cada una de estas posiciones derivan en distintos modos de encarar la práctica profesional. Expresando como cierre de sus reflexiones en torno al objeto: "La no clarificación de la naturaleza del objeto repercute, entonces, sobre una de las patas del trípode en que se apoya la teoría. ¿Cómo queremos extraer saber de la práctica para enriquecer la teoría si un tercio de la teoría no tiene claro cuál es la práctica que le corresponde hacer?" (1976:146). Sin lugar a dudas el análisis realizado por Boris Lima, escrito a mediados de la década del 70 y sumamente difundido en nuestro país, es el primer intento de generar una discusión en torno a la epistemología del Trabajo Social. Este autor identifica cuatro etapas en el desarrollo de la profesión (pre-técnica, técnica, precientífica y científica) y más allá del etapismo de Lima que ya ha sido objeto de diversas críticas, razón por la cual no entraremos en esta discusión, queremos rescatar la posición del autor en relación con la etapa científica y sus aproximaciones al problema del objeto. El autor considera que el Trabajo Social se hace científico cuando "decide tomar para sí la indagación de las relaciones causales de las necesidades con las cuales se enfrenta. Cuando se preocupa por conocer las cuestiones esenciales de los fenómenos o problemas que se le ofrecen como objeto de estudio y de intervención. Es decir, cuando inicia el camino al interior de los fenómenos, para encontrar en ellos la naturaleza contradictoria y sustancial que los explica" (1989:84). Para Lima la perspectiva teórica del Trabajo Social debe estar anclada en el materialismo dialéctico, por considerar que la profesión no sólo se dedica a estudiar la realidad sino a intervenir y actuar sobre ella, fundamentalmente transformándola desde el compromiso con los sectores oprimidos de la sociedad. "Sólo cuando el Trabajo Social alcance el conocimiento verdaderamente científico de los hechos de la vida www.ts.ucr.ac.cr 3 cotidiana que le son propios, será posible la elaboración de proyectos adecuados para transformar la realidad" (1989:84). En relación con el objeto nos plantea: "Hasta ahora el objeto señalado por el Trabajo Social es el hombre desvalido, el menesteroso, el que entra en desequilibrio, desajuste o inadaptación con el orden establecido. Cualquier hombre que precise ser controlado y dirigido. Queremos desde ya avanzar que la materia u objeto es aquello que una disciplina estudia y/o transforma por su acción y que según las particularidades del hacer del Trabajo Social, este objeto se va desdoblando en otros objetos. Porque el qué del Servicio Social está constituido por el ambiente humano del hombre explotado. Se conforma más bien un sistema de objetos al considerar al hombre oprimido en su cotidianeidad frustrante. De allí que siempre existirá un objeto a investigar, a conocer, o sobre el cual se incursionará con arreglo a métodos apropiados para que el propio objeto se convierta en sujeto de acción" (1989:109-110). Este breve recorrido por estos autores de la reconceptualización nos permiten avanzar en algunas consideraciones. Por un lado, un profundo y marcado interés en construir una perspectiva científica del Trabajo Social, lo cual constituía una ruptura epistemológica con el modelo norteamericano del Trabajo Social que lo presentaba como una técnica o una tecnología social. Un segundo aspecto, y de fundamental importancia, el camino a la cientificidad del Trabajo Social está basado en diferentes producciones teóricas marxistas (especialmente, aunque no exclusivamente, en Althusser y Mao Tse Tung) y presentando al materialismo dialéctico casi exclusivamente como la única manera que tenía el Trabajo Social para conocer la realidad e intervenir en ella. Pero al mismo tiempo, y creemos que el estructuralismo marxista de Althusser tiene mucho que ver con esto, al referirse al objeto del Trabajo Social se pretende definirlo dentro de los parámetros del positivismo lógico que hegemoniza la epistemología contemporánea, sin analizar la relación entre sujeto y objeto desde una perspectiva dialéctica y crítica. Podemos identificar una tensión permanente entre: esta perspectiva teórica adoptada, -y recordemos que los análisis marxistas no se limitan a la reproducción ideal de la realidad sino a su efectiva transformación, lo cual se relaciona de manera directa con la situación social, económica y política de las décadas del 60 y 70 en América Latina y con el protagonismo político de los profesionales del Trabajo Social-, y la limitación y/o esfuerzos en definir en términos positivos y, sobre todo lógicos, el objeto del Trabajo Social. Creemos que la perspectiva de Lima sobre el objeto, justamente, intenta quebrar esta visión hegemónica sobre los objetos de las ciencias, en la medida que plantea este tránsito entre sujeto y objeto. Ya en el análisis realizado por Escalda (1986) sobre los métodos de la reconceptualización, la autora realiza importantes críticas a las construcciones y propuestas metodológicas reconceptualizadas señalando que las mismas no permitieron la consolidación de un cuerpo teórico y científico al interior del Trabajo www.ts.ucr.ac.cr 4 Social por presentar dificultades de tipo epistemológico principalmente en el uso mecanicista del materialismo dialéctico e histórico, base de estas metodologías. En relación con el objeto en Trabajo Social, la autora nos plantea: "La falta de definición del objeto del Trabajo Social, la sobrevaloración de los objetivos en detrimento de éste y la consideración de un objeto demasiado genérico, fueron causas determinantes que obstaculizaron la teorización en el Trabajo Social" (1986:90). Escalada analiza las diferentes posturas y posiciones en relación con el objeto planteadas por diferentes autores, señalando la diversidad y la falta de coincidencia en los mismos, apuntando que objetos tales como: "la acción del hombre oprimido y dominado", "la alienación de las masas desposeídas", "el hombre oprimido" son objetos demasiado genéricos como para definir una disciplina. Nuevamente encontramos el tema de la "definición" del objeto como un problema central de la disciplina, acompañada de una crítica a estos objetos tan genéricos y buscando delimitar con precisión (y quizás podríamos decir con precisión matemática) el objeto del Trabajo Social. Para la autora: "el objeto de una disciplina es el equivalente teórico de una necesidad demandada por la realidad, para cuya satisfacción debe ejercerse una función específica; (...) entonces lo que hay que investigar teóricamente y en primer lugar, es esa necesidad, esos problemas, ya que el dominio gradual sobre ellos es lo que determinará las pautas para actuar" (1986:91). De este modo podemos identificar en el análisis de Escalada nuevos elementos de fundamental importancia para el desarrollo científico de la profesión, por un lado identificar al Trabajo Social como una disciplina de las Ciencias Sociales, postura sobre la cual creemos que actualmente existe un considerable consenso al interior del colectivo profesional; al mismo tiempo que aparece el tema de la necesidad como base del requerimiento de la profesión. Siguiendo el análisis de la autora, afirma: "El Trabajo Social puede y debe, a nuestro juicio, definir un objeto de intervención y de conocimiento que identifique su quehacer. Creemos que hay una necesidad que históricamente hizo surgir la función social que tomó cuerpo en el Trabajo Social. Esta necesidad y esta función social definen el objeto del Trabajo Social." (1986:91) Para Escalda, entonces, el objeto es definido a partir de esta necesidad histórica y de su función social, señalando también que el objeto puede ser definido como los problemas sociales o como las metas a alcanzar, es decir, el bienestar social, anclados en los polos de las contradicciones fundamentales del capitalismo, y desde esta perspectiva adquieren nuevas dimensiones los objetos genéricos que anteriormente habían sido mencionados; señalando también que la reconceptualización definió sus objetivos a partir de la contradicción principal y no su objeto que es manifestación de esta contradicción. Sin dudas, los aportes realizados por Escalada son sumamente significativos adquiriendo el problema del objeto un nuevo estatuto, considerando que este objeto es manifestación de las contradicciones del capitalismo, pero al mismo tiempo reproduciendo, y quizás en un afán epistemologista, esta necesidad de definir el objeto. Así la autora concluye expresando: "una de las dificultades principales que tiene aún el Trabajo Social www.ts.ucr.ac.cr 5 para elaborar teoría para su propio consumo, es que no se sabe QUE se va a estudiar, porque no hay precisión sobre el objeto. Esto, agregado a la subestimación a la teoría, lo que dificulta la articulación con la totalidad y con la historia, y agregado a la práctica de una metodología inductiva, determina que las investigaciones del Trabajo Social, queden encerradas en una descripción de lo particular, sin superar la crítica a las prácticas teóricas del Trabajo Social Tradicional" (1986:92). El problema de la indefinición del objeto, y en definitiva de qué es el Trabajo Social continúa siendo una preocupación y visto hasta como una limitación para alcanzar estatuto científico dentro de las Ciencias Sociales. Escalada plantea que el interrogantes es qué se va a estudiar, lo cual nos abre la posibilidad de discutir si el Trabajo Social puede ser definido en términos de objeto de conocimiento u objeto de intervención. Si consideramos que desde el siglo pasado las ciencias son organizadas de forma fragmentada y especializada, funcionales a los requerimientos del modo de producción capitalista, y que desde el positivismo lógico, la validación científica está dada fundamentalmente por su coherencia lógica, expresada a través de su método y verificada en la empiria, cómo definir el carácter científico del Trabajo Social, ante la imposibilidad de establecer un método de investigación y asimismo de un objeto de estudio. Desde esta perspectiva resulta totalmente válido señalar al Trabajo Social como una técnica o una tecnología, considerando además su carácter interventivo sobre la realidad social. Resulta innegable el carácter práctico o interventivo de nuestra profesión, es más, podemos definir nuestra particularidad en cuanto profesión a partir de este rasgo inherente al Trabajo Social, o en otros términos, la dimensión interventiva o práctica del Trabajo Social es constituyente y constitutiva del ethos profesional, de nuestra esencia en cuanto profesionales. Esta característica nos llevaría a discutir otro de los núcleos conflictivos del Trabajo Social que han aparecido históricamente, la relación entre teoría y práctica o la falsa dicotomía entre teoría y práctica, pero para concentrarnos en el tema que nos ocupa, podemos decir que el objeto en Trabajo Social no puede limitarse a un objeto de conocimiento, sino que es al mismo tiempo un objeto de conocimiento y de intervención, tal como veremos más adelante desde la postura del CELATS. En cuanto a la indefinición del Trabajo Social, Iamamoto nos plantea una perspectiva radicalmente diferente a la presentada por los autores analizados hasta el momento: "A esto se suma otro trazo peculiar al Servicio Social: la indefinición de ‘qué es’ o ‘qué hace’ el Servicio Social, abriéndole al Asistente Social la posibilidad de presentar propuestas de trabajo que sobrepasen meramente la demanda institucional. Tal característica, aprehendida a veces como un estigma profesional, puede ser reorientada en el sentido de una ampliación de su campo de autonomía, de acuerdo con la concepción social del agente sobre su práctica" (1997:95). www.ts.ucr.ac.cr 6 Para Iamamoto, y desde una perspectiva dialéctica, esta imprecisión sobre el Trabajo Social se presenta como la posibilidad de construcción, como un campo fértil de desempeño profesional generando nuevas y creativas formas de intervención profesional, así como podemos agregar también novedosos y desafiantes aspectos de la realidad social a investigar que nutran nuestra intervención. Desde la perspectiva planteada por el CELATS en la década del 80, y a nuestro entender como síntesis de diversos esfuerzos y análisis realizados durante la Reconceptualización, se hace referencia a que el Trabajo Social no tiene un objeto de estudio, sino un objeto de intervención (que es al mismo tiempo objeto de conocimiento). Y es definido de la siguiente manera: "definir el problema objeto de intervención es delimitar qué aspectos de una necesidad social son susceptibles de modificar con nuestra intervención profesional." (1983:100) Señalando además que los profesionales nos enfrentamos a problemáticas determinadas, pero no con problemas de intervención definidos, desde allí la importancia de definir y delimitar el problema objeto de intervención. Lo cual requiere del conocimiento de la institución, de los sujetos que reciben nuestra intervención profesional, de las necesidades sociales, de las características y formas de intervención profesional; además que el Trabajo Social define su intervención en el campo contradictorio de relaciones sociales. En síntesis el objeto de intervención no esta dado en la realidad sino que es una construcción. La delimitación del objeto de intervención permite establecer una metodología de intervención, señalada según el CELATS, en momentos de: diagnóstico e investigación, de selección de alternativas, de ejecución y evaluación. Podemos concluir que esta perspectiva de análisis constituyó un importante avance en relación con la problemática del objeto en Trabajo Social, si bien en términos teóricos y operativos creemos presenta serias limitaciones para la intervención del trabajador social. Si las Ciencias Sociales desde la perspectiva dominante del positivismo lógico, pueden definir con claridad su objeto (de estudio y no de intervención), los esfuerzos del CELATS se dirigieron a asimilar esta perspectiva, el Trabajo Social para constituirse en disciplina científica debía poder definir su objeto, claro que este, por las características de la profesión no se puede definir como un mero objeto de estudio sino como un objeto de intervención, pero no sólo ello además no puede ser delimitado o definido a priori, es una construcción, una delimitación conceptual pero al mismo tiempo una delimitación práctica o empírica del problema sobre el cual intervenir. Ahora bien, si esta perspectiva de aproximarnos al objeto en el Trabajo Social se presentó como novedosa y superadora de otros análisis y propuestas de la reconceptualización, consideramos que presenta limitaciones al operativizarla en la práctica cotidiana del profesional. Si bien no constituye un modelo prescriptivo (como los métodos clásicos y las tan ansiadas recetas que demandan los trabajadores sociales) presenta una organización rígida y hasta podríamos aventurar etapista (si bien en todo momento se resalta la intención de proceso), ante lo cual el profesional opta por el camino metodológico prescriptivo clásico www.ts.ucr.ac.cr 7 (quizás aderezado con nuevos elementos) y a limitar el objeto de intervención a un "problema social". Ya en el análisis realizado por Rozas encontramos una considerable superación de la perspectiva sobre el objeto de intervención planteado por el CELATS. Si bien la autora no deja de lado la perspectiva del objeto de intervención, introduce otro concepto llave para comprender la intervención profesional, el de "campo problemático" al cual define como: "la explicitación argumentada de los nexos más significativos de la ‘cuestión social hoy’ con relación a la peculiaridad que adquiere la relación problematizada entre sujeto y necesidad" (1998:59). Para la autora la comprensión del objeto de intervención adquiere nueva significatividad desde la perspectiva del campo problemático; entendiendo que "el objeto de intervención se construye desde la reproducción cotidiana de la vida social de los sujetos, explicitada a partir de múltiples necesidades que se expresan como demandas y carencias y que de esta forma llegan a las instituciones para ser canalizadas o no"(1998:60). Sin temor a equívocos existe un salto cualitativo entre la definición que nos proporciona Rozas sobre el objeto de intervención y los abordajes que han sido trabajados anteriormente. La autora problematiza la temática del objeto de intervención, no sólo desde el nuevo concepto de campo problemático, sino incorporando categorías como vida cotidiana, necesidades sociales y sujeto. Asimismo plantea las relaciones entre la configuración de la cuestión social y la intervención profesional. En síntesis, no limita el análisis del objeto de intervención a una mera cuestión de tipo epistemológico. Creemos que este análisis de Rozas nos da lugar a plantear una perspectiva en torno al objeto, diferencial a la tradicionalmente propuesta. Basados principalmente en las producciones teóricas del Trabajo Social brasileño, pretendemos aportar algunas reflexiones que modifican los ejes de la discusión. Iamamoto nos plantea que la cuestión social se encuentra en la base del proceso de profesionalización del Trabajo Social: "Es en ese contexto, en que se afirma la hegemonía del capital industrial y financiero, que emerge sobre nuevas formas la llamada ‘cuestión social’, la cual se torna la base de justificación de ese tipo de profesional especializado" (1997:91). Netto hace referencia a las conexiones genéticas del Trabajo Social con la "cuestión social" (1992:14). Si entendemos a la cuestión social como: "manifestación de las desigualdades y antagonismos políticos, económicos y culturales anclada en las contradicciones propias del desarrollo capitalista y poniendo en jaque el poder hegemónico de la burguesía, atentando contra el orden social establecido" y que "generó múltiples estrategias del poder instituido para enfrentarla, callarla, naturalizarla, disminuirla o incorporarla" podemos afirmar "que el surgimiento del Trabajo Social, en cuanto profesión dentro del orden capitalista, se constituyó en una de esas diversas formas de enfrentar la cuestión social, tanto como una cuestión de policía como una cuestión política". (Parra, 1999:81-82) Estos elementos nos permiten avanzar en algunas consideraciones, en primer lugar que la cuestión social adquiere configuraciones históricas de acuerdo a las www.ts.ucr.ac.cr 8 diferentes coyunturas nacionales, regionales e internacionales, lo cual nos permite hablar hoy de una "nueva cuestión social" y analizar qué características adquieren estas desigualdades estructurales, propias e inherentes al desarrollo del capitalismo. Al mismo tiempo que el Trabajo Social encuentra en la cuestión social su justificación y base como una forma especializada de trabajo, tal como nos plantea Iamamoto: "Como ya fue dicho, el Trabajo Social tiene en la cuestión social la base de su fundación como especialización del trabajo. Cuestión social aprehendida como el conjunto de las expresiones de las desigualdades de la sociedad capitalista madura, que tiene una raíz común: la producción social es cada vez más colectiva, el trabajo se torna más ampliamente social, en cuanto la apropiación de sus frutos se mantiene privada, monopolizada por una parte de la sociedad". (1998:27) Por otra parte, y consideramos que recurrentemente se ha definido al objeto del Trabajo Social en cuanto "problemas sociales" creemos pertinente detenernos en el análisis que realiza Netto en torno a este tema. El autor nos plantea que la intervención frente a la cuestión social se realiza fragmentándola y parcializándola, y que esto no puede ser de otra manera en el capitalismo puesto que "tomar la ‘cuestión social’ como problemática configuradora de una totalidad procesual específica es remitirla concretamente a la relación capital/trabajo –lo que significa poner en jaque el orden burgués"(1992:28). De tal modo que la política social es fragmentada en políticas sociales, "las secuelas de la ‘cuestión social’ son recortadas como problemáticas particulares (el desempleo, el hambre, la carencia de vivienda, el accidente de trabajo, la falta de escuelas, la incapacidad física, etc.) y así enfrentadas. (...) Así, la ‘cuestión social’ es atacada en sus refracciones, en sus secuelas aprehendidas como problemáticas cuya naturaleza totalizante, si asumida consecuentemente, impediría la intervención. Donde la ‘categorización’ de los problemas sociales y de sus vulnerabilizados no sólo con su consecuente priorización de las acciones (con su apariencia casi siempre fundada como opción técnica), pero sobre todo con la atomización de las demandas y la competición entre las categorías demandantes" (Netto, 1992:28-29). Siguiendo el análisis de Netto, el Trabajo Social es institucionalizado para llevar adelante estas políticas sociales y los trabajadores sociales contratados por el Estado como ejecutores terminales de las mismas. Desde aquí limitar la intervención del profesional a los llamados "problemas sociales" es quitar sustancia, complejidad a la cuestión social, es limitar la intervención a la lógica necesidad/ayuda o riqueza/pobreza, perdiendo de vista el carácter de desigualdad asentado en la relación capital/trabajo, o la relación justicia/injusticia asentada en los derechos sociales. Sin negar la perspectiva epistemológica, pero teniendo en cuenta que muchos de los análisis epistemológicos sobre el Trabajo Social intentan encajar a la profesión en los parámetros del positivismo lógico, pese a que definen a la teoría marxista (en sus diversas tendencias internas) como la base teórica de los análisis, del www.ts.ucr.ac.cr 9 conocimiento de la realidad y de la metodología a emplear, cuando se hace referencia al objeto se intenta definirlo desde la estructura del positivismo lógico. Retomando el análisis marxiano, las categorías no sólo presentan dimensiones epistemológicas (en cuanto formas de conocimiento de la realidad), sino que también y fundamentalmente son categorías ontológicas (que hacen referencia al ser social). Marx nos plantea: "Como en general en toda ciencia histórica, social, al observar el desarrollo de las categorías económicas hay que tener siempre en cuenta que el sujeto –la moderna sociedad burguesa en este caso- es algo dado tanto en la realidad como en la mente, y que las categorías expresan por lo tanto formas de ser, determinaciones de existencia, a menudo simples aspectos, de esta sociedad determinada, de este sujeto, y por lo tanto, aun desde el punto de vista científico, su existencia de ningún modo comienza en el momento en que se empieza a hablar de ella como tal." (1991:56) De este modo, creemos que más que limitarnos a poder precisar, definir o delimitar el objeto del Trabajo Social en búsqueda de una supuesta "cientificidad" según las imposiciones del positivismo lógico, debemos comprender que nuestra profesión se genera, institucionaliza y desarrolla como una respuesta a la cuestión social, trabajando con las manifestaciones de la cuestión social, y que la cuestión social no sólo es una categoría de análisis lógica, sino fundamentalmente histórica, con lo cual las requisiciones profesionales están históricamente determinadas, remiten a sujetos sociales e históricos. Desde allí, nuestra intervención profesional, no será menos científica por no poder precisar nuestro objeto, sino que su carácter científico dependerá de la capacidad de los profesionales de superar visiones simplificadas de la realidad, en la búsqueda de insumos teóricos que permitan trascender el pragmatismo y el empirismo que caracterizaron la práctica profesional, en el recurso a la investigación científica como parte constitutiva de nuestro ejercicio profesional y no como actividad meramente académica o de unos pocos. Para concluir, Iamamoto nos plantea: "Uno de los mayores desafíos que el trabajador social vive en el presente es desarrollar su capacidad de descifrar la realidad y construir propuestas de trabajos creativas y capaces de preservar y efectivizar derechos, a partir de demandas emergentes en el cotidiano. En fin, un profesional propositivo y no sólo ejecutivo". (1998:20) REFLEXIONES FINALES. Al comienzo del artículo planteamos que éste tiene un mero carácter introductorio, quizás más orientado al debate del colectivo profesional que a proponer una respuesta, una alternativa o una propuesta teórico-metodológica. www.ts.ucr.ac.cr 10 En cuanto aporte a la discusión, consideramos que los esfuerzos por elaborar definir un objeto en el Trabajo Social, desde la perspectiva hegemónica en el campo de la epistemología positivista, nos conduce a un callejón sin salida como profesión, sea porque nos reduce a una mera técnica, sea porque limita las posibilidades de intervención profesional. Creemos que debemos superar los meros análisis epistemológicos, entendiendo que las categorías además de tener un componente lógico tienen un componente histórico, por lo cual son esencialmente ontológicas. Desde allí se abren posibilidades para el análisis, la reflexión, la profundización de nuestra intervención y desarrollo profesional. Desde allí la práctica profesional requiere, tal como plantea Iamamoto, este desafío de lectura de la realidad, un análisis que permita superar visiones rutinarias y estáticas, que permita poner en juego la creatividad, las competencias profesionales, las funciones profesionales. Consideramos que el desafío está puesto en la lectura y el análisis de la configuración contemporánea de la cuestión social, en la complejidad de las relaciones entre Estado y Sociedad Civil, en las relaciones entre las clases, en las características de las políticas sociales. Es en este análisis que podemos descubrir las posibilidades, y también las limitaciones, de nuestro ejercicio profesional y de su consolidación como una disciplina científica. BIBLIOGRAFÍA ANDER-EGG, Ezequiel. "La problemática de la reconceptualización del Servicio Social Latinoamericano, a comienzos de la década del 70." In: AA.VV. Reconceptualización del Servicio Social. Primera Aproximación. Buenos Aires, Humanitas, 1971. EQUIPO DE CAPACITACIÓN CELATS. La Práctica del Trabajador Social. Lima, CELATS, 1983. ESCALDA Mercedes. Crítica a los Métodos de la Reconceptualización del Trabajo Social. Tegucigalpa, Guaymuras, 1986. IAMAMOTO, Marilda. O Serviço Social na Contemporaneidade: trabalho e formação profissional. São Paulo, Cortez, 1998. Servicio Social y División del Trabajo. Biblioteca Latinoamericana de Servicio Social, San Pablo, Cortez, 1997. KRUSE, Herman. Introducción a la Teoría Científica del Servicio Social. Buenos Aires, ECRO,3ra. Edición, 1976. www.ts.ucr.ac.cr 11 LIMA, Boris. Contribución a la Epistemología del Trabajo Social. Buenos Aires, Humanitas, 3ra. Edición, 1989. MARX, Karl. Introducción General a la Crítica de la Economía Política/1857. México, Siglo XXI, 1991. NETTO, José Paulo. Capitalismo Monopolista e Serviço Social. São Paulo, Cortez Editora, 1992. PARRA, Gustavo. Antimodernidad y Trabajo Social. Orígenes y Expansión del Trabajo Social Argentino. 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La Reconceptualización del Servicio Social en América Latina Herman C.
Kruse1 . El proceso denominado “la reconceptualización” es una nueva corriente en servicio social, difundida ya por todo el continente latinoamericano. Fruto de condicionantes históricas muy precisas, al expandirse recibe por igual la aprobación de los sectores de vanguardia y la juventud y el más enconado rechazo de los conservadores, los comprometidos con el status quo y los haraganes mentales. Si aplicamos un esquema dialéctico para comprender la evolución histórica del servicio social latinoamericano – evolución que ha sido influída por igual por los grandes acontecimientos históricos del siglo XX y por la evolución del servicio social europeo, y en especial norteamericano – la reconceptualización es la tercera síntesis alcanzada en el continente. En términos gráficos esa evolución sería la siguiente: Servicio Social para médico / Servicio Social para jurídico Û Servicio Social Beneficial ß Servicio Social Tradicional Û Metodologismo ß Cientificismo Aséptico Û Desarrollismo ß Reconceptualización Û ? Nos interesa resaltar que ese proceso ni termina, ni culmina ahí. La reconceptualización lleva ya en sí los signos de la paradoja – como toda cosa creada por el hombre – y en su seno se gesta, tiene que gestarse, su antítesis. En la medida que el marco conceptual del servicio social es dinámico y el medio social sobre el cual actúa es cambiante, el anquilosamiento del servicio social significaría una incapacidad para cumplir su vocación. 1 Herman Kruse. Trabajador Social uruguayo. Pionero en su país en el proceso de reconceptualización del Trabajo Social. Pastor de la Iglesia Evangélica Metodista del Río de la Plata. Autor de numerosos artículos y libros, entre los que se encuentran: Introducción a la Teoría Científica del Servicio Social, (1972) Editorial ECRO; Filosofía del siglo XX y Servicio Social (1967); Aplicación de la investigación en Servicio Social, al método de organización y desarrollo de la comunidad, en: Un servicio social comprometido con el desarrollo (1968) Editorial ECRO; la Reconceptualización del Servicio Social en América Latina (1971) Hvmanitas; artículos como: La intervención del Servicio Social en la realidad, publicado en la Revista Universitaria de Servicio Social, Montevideo (1967) entre muchos otros. www.ts.ucr.ac.cr 2 Afortunadamente la reconceoptualización no es un bloque monolítico de ideas y posiciones, sino todo lo contrario, es una “olla hirviente”2 en la cual bullen tendencias y corrientes no siempre factibles de conciliar entre sí. Quien quiera que se proponga describir qué es hoy día la reconceptualización, se equivoca rotundamente – e incluso se autoengaña – si cree que es posible conceptuarla y describirla como una unidad homogénea. No creemos que nadie pueda hoy día decir: la reconceptualización del servicio social latinoamericano es tal cosa. La reconceptualización son los logros de no menos de 50 pequeños grupos que discuten críticamente el servicio social desde México hasta Montevideo, desde Lima hasta Río de Janeiro, llegando – a veces – a hallazgos muy distintos; sin olvidar que el énfasis de la discusión de esos grupos suele ser completamente diferente. Más aún, los grupos que iniciaron primero ese debate crítico han pasado por períodos en los cuales los temas examinados han ido variando con el decorrer del tiempo. Para dar una visión aproximada de la reconceptualización nos parece indispensable, entonces pasar revista a esos “temas generadores” (permítasenos usar una frase acuñada por Paulo Freire, un pedagogo brasileño que ha influído profundamente a alguno de los grupos que integran la reconceptualización) que han acaparado la atención durante ciertos períodos. El desafío del subdesarrollo. El arrogante triunfo de la Revolución Cubana fue un índice acusador a las vergonzosas condiciones de vida que se daban en el continente. Su bandera de denuncia del subdesarrollo pronto fue tomada también por el bando contrario, cuando el presidente Kennedy ofreció al C.I.E.S. la aprobación de la Alianza para el progreso. Aunque Cuba quedó radiada del sistema interamericano, la ALPRO permitió una libertad de expresión sobre los problemas sociales desconocida hasta ese momento y sus programas sociales, además, le depararon un lugar imprevisto al servicio social. Dos Congresos Panamericanos de Servicio Social (San José, 1961 y Lima, 1965) enrolaron al servicio social en la corriente desarrollista. Rápidamente se difundió una nueva visión de las posibilidades de la profesión y de las funciones del trabajador social. En general, todas las proclamas de que el asistente social es un agente de cambio; que el servicio social tiene un rol en el desarrollo, etc., etc., no pasaron del mero verbalismo. Y así, poco a poco se le empezaron a ver las goteras al desarrollismo. En 1955, al realizarse en Porto Alegre, Brasil, el I Seminario Regional Latinoamericano de Servicio Social, por primera vez se agarró el toro por las guampas y se insinuaron cosas que difícilmente se podían decir en las grandes reuniones oficiales. Se empezaron a analizar con una lupa las graves fallas del servicio social tradicional y el cientificismo aséptico y – sin salir todavía del desarrollismo – se comenzó a ver el rol revolucionario del servicio social. 2 Los conceptos adelantados en este trabajo, en su mayor parte, están siendo desarrollados en un libro que se denominará “En la olla hirviente – Un análisis de las nuevas corrientes en el servicio social latinoamericano”. www.ts.ucr.ac.cr 3 Paso a paso, el aporte marxista y la libertad de expresión que existían en Uruguay y en Chile, facilitaron ver las cosas desde otro ángulo. No hay una, sino dos concepciones del subdesarrollo: la que lo considera la etapa anterior al desarrollo, y la que lo considera el precio del desarrollo de unos pocos. Para la primera, la superación del problema del subdesarrollo es simplemente un asunto de inversiones racionales en infraestructura, en promoción humana, etc., etc., El pasaje del subdesarrollo al desarrollo, es un proceso continuo. Para la segunda, el pasaje del subdesarrollo al desarrollo implica la ruptura de las relaciones de dependencia y una real y auténtica revolución. Por supuesto que las funciones del servicio social en una y otra concepción, son notoriamente diferentes. El mismo tipo de programas exige una concepción, objetivos y una ejecución diferentes. Por ejemplo, en ambas concepciones se habla de la necesidad de educación, pero una cosa es educar con métodos tradicionales para integrar al hombre al sistema, y otra muy diferente educar, mediante técnicas de concientización, para ayudar al hombre a desalienarse y desmasificarse. Frente al baremo “subdesarrollo” hay en la reconceptualización una pluralidad de posturas que van desde el más cerrado desarrollismo – y en algunos países ya esto es vanguardia -, hasta un abierto revolucionarismo. No hay – y realmente consideramos que son dos cosas incompatibles – quien dentro de la reconceptualización defienda el status quo. La necesidad de una teoría viable. Tradicionalmente el servicio social cultivó un olímpico desprecio por la teoría. Todo el énfasis se centraba en la práctica. Y el contenido de esa práctica oscilaba al vaivén de las modas mundiales. Cuando esa acción comenzó a resultar insatisfactoria para una generación de profesionales jóvenes que aspiraban, no ya a una vana acción asistencial, sino a una verdadera praxis profesional en un continente subdesarrollado, quedó en claro que el servicio social latinoamericano carecía de una teoría propia. Lo que se denominaba teoría del servicio social – y reiteramos, se la consideraba con bastante desprecio – era un conjunto de ideas generadas por otras disciplinas o importadas de Europa y los EE.UU. Nadie se ocupaba de poner al día los aportes de las otras ciencias, a menudo más dinámicas que el trabajo social. A nadie se le había ocurrido que el marco filosófico del servicio social, podía estar totalmente caduco. Y por supuesto, nadie creía – ni tampoco tenía el instrumental – que de la práctica del servicio social se podían extraer conocimientos científicos para enriquecer la teoría del trabajo social. Todo esto fue sacudido hacia 1965 cuando un grupo de trabajadores sociales argentinos, hace el descubrimiento del ECRO. La sigla pertenece al psiquiatra Pichón Riviere y significa “esquema conceptual referencial y operativo”. En una serie de trabajos Juan Barreix ha explicado minuciosamente el tema. Lo central es que el trabajo social no puede ser ya más un mero repetir acciones sin sentido. Las operaciones del servicio social tienen que estar orientadas por un esquema conceptual referencial pertinente. De 1965 en adelante, no sólo en Buenos www.ts.ucr.ac.cr 4 Aires, sino en casi todos los centros universitarios de los países del sur, se inicia la búsqueda de una teoría del servicio social latinoamericano. Dos cosas se clarifican rápidamente: si el servicio social quiere ser científico debe ser una praxis; la acción del servicio social debe ser una respuesta apta ante el desafío que plantea la realidad. Sobre esas bases la búsqueda se continúa hasta hoy, a ratos con más ansias que logros. Pero en un lustro, se ha avanzado bastante por ese camino. Es lamentable, sin embargo, que habiendo partido de bases diferentes no todos los hallazgos se pueden enriquecer mutuamente, y a menudo hay una repetición de etapas ya superadas por otros. Sin dudas, el Documento de Araxá (1967) fue un aporte altamente valioso para replantearse y repensar todo el problema de la teoría del servicio social. Para muchos está superado también, el problema de los niveles de teoría en ciencias sociales. Sin embargo, falta todavía para que alguien, tomando aportes de aquí y de allá, pueda presentar en un todo homogéneo, una teoría del servicio social latinoamericano eficiente como marco conceptual de la acción. El desgarramiento ideológico. Durante el período metodologista el servicio social se mantuvo afiliado a la corriente que sostenía el fin de las ideologías. Lo cual era una forma muy sutil de mantenerlo enrolado en las filas de la ideología del sistema o en el existencialismo, con el marxismo o con cualquier corriente de pensamiento que no fuera insospechadamente “occidental y cristiana”. Dos trabajos presentados en el II Seminario Regional (Montevideo, 1966) demostraron lo contrario, y a partir de ahí comenzó a desgarrarse el velo ideológico que alienaba a los profesionales y a la profesión. Nos correspondió ser los pioneros en ese campo cuando ese mismo año publicamos un trabajo sobre “Ideologías y servicio social” en la revista “Cristianismo y Sociedad”. A partir de ahí se han esbozado una variedad de tendencias ideológicas diferenciables, cada una de las cuales tiene su centro de irradiación en distintos grupos y escuelas. Por lo menos, conocemos dentro de la reconceptualización colegas que representan la ideología de los siguientes partidos: Partido Democrata Cristiano, M:A:P:U., Partido Socialista, Partido Comunista, Movimientos de vanguardia (VR, MIR, Tupamaros, etc.), Partido Social Demócrata, Partido Radical, etc. Los nombres de los partidos varían de país en país, pero las ideologías no. No conocemos dentro de la reconceptualización gente que represente la ideología de los llamados Partido Conservador, Partido Liberal, Partido Repúblicano, etc. Frente a los viejos colegas que nunca discutieron el tema ideológico por desconocerlo o por considerarlo un tabú, se plantan hoy día los sostenedores de las ideologías de cambio, e incluso un sector juvenil altamente radicalizado para el cual el marco ideológico del servicio social sólo puede ser la ideología del proletariado. Los estudios sobre ideologías del equipo ISAL (Iglesia y Sociedad en América Latina) y los trabajos de Althuser, han hecho aportes fundamentales a este proceso. A la inversa, la situación de represión política en algunos países, donde los campos de www.ts.ucr.ac.cr 5 concentración y las torturas funcionan en todo su maléfico esplendor, le ha puesto poderosos frenos. Notoriamente, donde el servicio social ha tenido mayor libertad y mayores incentivos para analizar el tema ha sido en Chile. La presencia de Paulo Freire allí, durante muchos años, sirvió además como catalizador de inquietudes. También en Colombia la sombra de Camilo Torres y la presencia de los sacerdotes de Golconda han servido para que se postularan posiciones de vanguardia. En varios países el estudio de las ideologías ha interesado a los colegas jóvenes como tema de tesis de grado. Creemos que si se siguen difundiendo en el continente los frentes populares, al estilo de Unidad Popular de Chile o el Frente Amplio del Uruguay, los mismos van a resultar una arena valiosa donde los colegas de distintas tiendas políticas podrán dialogar en función, no del entendimiento teórico, sino de la ideología indispensable para la acción. El afán científico. La inquietud por convertir al servicio social en una ciencia ya estaba implícita en la corriente metodológista, pero la falta de capacitación de los colegas y el desconocimiento del instrumental indispensable, impidieron que esa vocación se desarrollara. Varios factores incidieron últimamente para que ese afán se convirtiera en algo concreto. Ya hemos mencionado las inquietudes y la búsqueda de los grupos ECRO. También fue factor importante la visita de Ernst Greenwood a América Latina. Tanto sus ideas, como las críticas que se le formularon dieron lugar a otro centro de búsquedas en Chile. En una línea diferente, también el grupo que dirige Enrique Di Carlo en Uruguay, está comprometido en investigaciones de lento proceso pero absoluta seriedad científica. El afán científico corre el peligro de alcanzarse, a veces, en términos demasiado descomprometidos. Indudablemente, un servicio social que aspire a ser significativo debe ser eficiente. Pero esa eficiencia no puede lograrse al precio de ayudar al “stablishment” a consolidarse cada vez más. El perfeccionamiento de la investigación, la administración, la coordinación, etc., sólo tienen sentido cuando el servicio social es una verdadera praxis. El mero afán científico que no comprenda esto, apenas sirve para teorizar en el vacío. ¿Cuáles podemos considerar que son los logros científicos de la reconceptualización? A nivel de la teoría, se ha comprendido que la teoría del servicio social no es, ni puede ser un “colage” de ideas y conceptos compilados aquí, allá y acullá. La teoría del servicio social es un todo armónico de conocimientos provenientes de las ciencias sociales, la filosofía y el propio hacer profesional, que permite comprender y orientar el por qué, el cómo y el cuando de la acción profesional. A nivel de la práctica, el afán científico ha ayudado a comprender que la acción profesional debe ser incisiva, eficiente, comprometida y tener como meta final un cambio social profundo. www.ts.ucr.ac.cr 6 Creemos que en el actual servicio social latinoamericano se esbozan por lo menos tres corrientes de búsqueda científica. Podemos denominar a una la corriente “praxeológica”, se sirve como herramienta fundamental del concepto de “prácticateoría” enunciado por Althuser, utiliza sistemáticamente el materialismo histórico y el materialismo dialéctico como métodos de comprensión de la realidad y cómo filosofía respectivamente, y tiene uno de sus focos de expresión más consistentes en el Centro de Estudiantes de la Escuela de Servicio Social de la Universidad de Concepción, en Chile. Podemos llamar a la segunda la corriente “logicista”. Explota el vasto campo abierto por el empirismo lógico o neo-positivismo – que aún dista mucho de ser una veta agotada – pero evita caer en su asepticismo. Este segundo aspecto varía de lugar en lugar, en función de la realidad política de cada país. En esta corriente podemos ubicar al ya mencionado grupo de Di Carlo, al Instituto de Servicio Social de la Universidad de Chile, al CBCISS (Brasil), etc. Finalmente, podemos llamar a la tercera corriente “lógico- matemática”. A través de un lenguaje inédito para el servicio social trata de convertir éste en una nueva ciencia cuyo objetivo es diseñar modelos planificados alternativos en el área de la vida cotidiana. Su epicentro son los trabajos del arquitecto chileno Antolín López. La creatividad metodológica. El servicio social norteamericano creó sus métodos como respuesta al desafío que le planteaba el medio a la profesión, para profundizar y perfeccionar su acción. Nosotros recibimos esos métodos y tratamos de transplantarlos acríticamente. El resultado fue realmente frustrante. América Latina no tenía “agencias” sino instituciones –a menudo calcadas del derecho europeo – en las cuales operaba una oficina, un departamento o una división de trabajo social. Cuando caso, grupo, comunidad, investigación y administración empezaron a difundirse entre nosotros, no se logró con ellos la eficiencia esperada. Con un complejo de inferioridad digno de mejor causa, los colegas se echaron las culpas del fracaso a sí mismos, y no se les ocurrió pensar que a lo mejor el trasplante no era viable. La reconceptualización se ha dado cuenta que en nuestro continente el servicio social, cuantitativamente, ha hecho mucho, pero cualitativamente ha logrado muy poco. A fines de 1968 era notoria y difundida la preocupación por hallar medios de acción más eficaces. Se abrieron así dos líneas de búsqueda, una interna y otra externa. La línea externa se orientó al conocimiento y la adaptación de los nuevos instrumentos creados por las otras ciencias sociales. Hubo un sano y fuerte interés en la concepción de la subcultura de la pobreza de Oscar Lewis, en el método de conscientización de Paulo Freire, en las técnicas conflictivas de Saul Alinsky, en los instrumentos para formular tipologías, en los aportes de la psicología del yo, etc., etc. La búsqueda interna se orientó a revisar la metodología tradicional del servicio social. Es así como se pone de moda la expresión “Metodología básica”. La búsqueda metodológica sigue hoy día tres vías diferentes. Una, que tiene su centro en Brasil y www.ts.ucr.ac.cr 7 hasta ahora ha logrado su expresión máxima en los trabajos preparatorios (José Lucena Dantas y Tecla Machado Soeiro) y en el Informe de Teresópolis. Luego de penetrar profundamente en lo que es el “método” para el trabajo social, se procura crear procedimientos similares para las distintas opciones operativas o procesos (caso, grupo, comunidad) haciendo adaptaciones de las pautas ponderativas del P. Lebret. La otra, tiene su centro en la Escuela de Servicio Social de la universidad Católica de Chile. Primero, procuró la “integración de métodos”, es decir, aplicar conjuntamente caso, grupo y comunidad, para ir viendo, poco a poco que esas opciones operativas no son métodos, sino que el trabajo social en sí es un método. Desde hace dos años esta Escuela ha abandonado la enseñanza y el ejercicio de los métodos tradicionales y se ha lanzado de lleno a formular una metodología autóctona válida para la realidad latinoamericana. Los pasos más importantes en que se descompone el método, son: La observación temática; El diagnóstico diferencial; La planificación; La ejecución; La evaluación. A primera vista los pasos no difieren sustancialmente de los del “método administrativo” pero su contenido es sensiblemente diferente, porque lo que se procura es una acción de promoción humana para que el hombre sea el sujeto de los cambios históricos indispensables, que reclama nuestra realidad dependiente y subdesarrollada. En esta corriente las acciones de tipo asistencial son reducidas al mínimo. La tercera, finalmente, se orienta a un estudio en profundidad de los métodos tradicionales evaluando sus posibilidades en la realidad continental y proponiendo las modificaciones indispensables. En esa línea se orientan los trabajos de Reneé Dupont, Natalio Kisnerman, Arlette Braga y otros con respecto a grupo. Los trabajos de Vera Holz y Angela Vigetti con respecto a investigación. Los trabajos de María Lucía Carvalho da Silva, Ezequiel Ander Egg, Helena Iracy Junqueira, César Rodriguez, Osvaldo Roggi y el autor de este trabajo, con respecto a comunidad. Los de Seno Cornely y Carlos Campos Jiménez con respecto a planificación, etc. Curiosamente no sabemos de nadie que este trabajando a ese nivel con el método de caso. La Renovación Institucional. Sería inexacto negar que la reconceptualización nació en los países del Atlántico Sur (Argentina, Brasil y Uruguay), como desconocer que en casi todo el resto del continente había colegas y grupos que vivían las mismas preocupaciones. Faltaba un medio de comunicación para que esas inquietudes se expresaran. La misma función que cumplieron localmente los Seminario Regionales vinieron a cumplirla en escala continental los encuentros patrocinados por el I.S.I. (Instituto para la Solidaridad Internacional, de la Fundación Konrad Adenauer). A partir de la reunión de Caracas (1969) podemos afirmar que la reconceptualización es ya un movimiento continental. www.ts.ucr.ac.cr 8 Esto tuvo como repercusión una nueva preocupación por el problema institucional. Por un lado, la joven generación, que había denostado y criticado los encuentros internacionales (de los cuales su voz y sus opiniones habían sido sistemáticamente eliminadas por las “papisas” y las “vírgenes iracundas”) comenzó a ver estos encuentros con una nueva óptica. Es evidente que en el futuro los encuentros internacionales de servicio social en América Latina ya no serán más un prado apacible donde las “vacas sagradas” pueden rumiar sus latosas indigestiones de textos norteamericanos. Sin lugar a dudas van a ser activas reuniones a las que se lleva debajo del brazo “Populorum Progressio” y los libros de Marcuse y que se celebran bajo la invisible sombra de algunos mártires del siglo XX como Martín Luther King, Camilo Torres y el Che Guevara. Por otro lado, la gente de la reconceptualización ha debido replantearse – a veces con cierta angustia – el problema de las instituciones de servicio social. Ya hemos mencionado cómo buena parte de ellas son el fruto de una copia textual de leyes europeas. Otras, son todavía un tardío remanente de la caridad católica y la filantropía masónica del siglo XIX. Ni unas ni otras tenían nada que ver con la metodología que el servicio social había creado en los EE.UU. ¿Cómo introducir en ellas la reconceptualización? Hay dos respuestas a la pregunta. Para una corriente, es indispensable permear las viejas instituciones con las ideas nuevas ¿Cómo? Aprovechando todas las fisuras del sistema. En ciertas realidades nacionales esta es la única respuesta viable, porque las dictaduras no permiten la apertura de instituciones nuevas que tengan como meta el cambio social. Para la otra corriente la respuesta es abandonar esas viejas instituciones anquilosadas y crear las nuevas, que requieren una nueva concepción del trabajo social. También comprendemos que esa es la única respuesta viable para algunos colegas que por sustentar ideas diferentes no encuentran trabajo en las viejas instituciones. Hay quienes, sin embargo, sostienen que ese abandono de las viejas instituciones debe ser una política sistemática de los trabajadores sociales, en el entendido que ya nada se puede esperar de las instituciones que han sido asimiladas por el sistema y que un cambio radical y profundo exige instituciones nuevas, no contaminadas con la vieja sociedad. El compromiso existencial. Para ser sinceros, debíamos haber puesto este subtítulo entre comillas porque la expresión no es nuestra, sino de Ezequiel Ander Egg, una de las personas que más ha aportado y más se ha preocupado por la renovación del servicio social. Está claro que el ejercicio del servicio social como profesión no es algo desconectado de la vida profesional cómo vocación vital. No podemos ser asistentes sociales de 9 a 16 horas y después “viva la pepa”. Al decir esto no le estamos pidiendo al trabajador social que sea un monje laico ni un apóstol, ni un guerrillero. Simplemente reclamamos una elemental coherencia entre la vida profesional y la vida personal. Para algunos jóvenes ese compromiso existencial debe ser llevado a sus últimas consecuencias en el entendido que un correcto ejercicio del servicio social exige una actitud de desclasamiento. Así en distintos lugares de Argentina, Chile y Colombia, www.ts.ucr.ac.cr 9 hemos conocido jóvenes profesionales que renegando de su origen burgués se van simplemente a vivir en una villa miseria, una callampa o un tugurio para compartir plenamente la vida con los pobres. Tenemos serias reservas ante estos intentos de desclasamiento y no somos nada optimistas con respecto a sus posibles logros. La otra forma de compromiso existencial es lo que podríamos llamar la corriente “globalista”. Tradicionalmente, el servicio social nunca se observó a sí mismo, ni en proyección, ni en perspectiva. Muchas veces hemos repetido la frase: el servicio social se auto-considera el ombligo del mundo. Hoy día, el servicio social latinoamericano vive una revolución copernicana. Ha comprendido que no es el centro del mundo y ha comenzado a visualizarse como un producto de la cultura global de la cual es parte. Esa comprensión aventa los sueños utópicos de quienes apenas pueden ver las cosas desde la microóptica de una disciplina particular. Y de esa comprensión globalista del servicio social parten muchas líneas. Una que lo engarza con el conjunto de las ciencias sociales. Otra, que lo relaciona con las corrientes filosóficas de peso en el mundo contemporáneo. Otra, que lo lleva a mirarse a sí mismo con realismo y con fé. Y otra, finalmente, que ayuda a concebirlo como lo que debe llegar a ser, es decir, un instrumento liberador del hombre, para que éste prosiga el proceso de su liberación y de su conversión en un autor responsable de su vida y de su historia. Al historiar dialécticamente la evolución del servicio social latinoamericano, colocamos como antítesis de la reconceptualización, un signo de interrogación. El día que ese signo de interrogación tenga un nombre y un contenido, la reconceptualización habrá dejado de ser la vanguardia y quienes se aferren a ella sólo serán – como son hoy los tradicionalistas y los cientificistas asépticos- un mero fósil que ya nada tiene que decir. Bienvenida sea la interrogante, ya que ella es parte – perdónesenos la redundancia – del proceso de humanización del ser humano, meta final del servicio social. Montevideo, 1971. Centro de Estudiantes de la Escuela Universitaria de Servicio Social. Universidad de la República. NNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNN NNNNNNNNNNNNNNNNNNN
La Reconceptualización Hoy: Trabajo Social Crítico. Primera Parte: La
Reconceptualización y el Trabajo Social Crítico en los 70s. Por: Alberto José Diéguez. Octubre de 2005 Es parte del libro “La otra mirada al proceso de reconceptualización del Trabajo Social Argentino (en elaboración). Agradezco la revisión y discusión del texto realizada por los profesores Juan B. Barreix y Ethel Cassineri. www.ts.ucr.ac.cr 2 La Reconceptualización Hoy: Trabajo Social Crítico. Primera Parte: La Reconceptualización y el Trabajo Social Crítico en los 70s. 1. Introducción. Algunos colegas, muy equivocadamente piensan que deseamos instalar la Reconceptualización de los años 60, en el actual momento histórico. Nada más equivocado, y en algunos casos, nada mas malicioso, que esto. Si bien hay ideas, principios de esa época que deben mantenerse, el actual momento histórico es diferente, en lo político, lo social, lo económico. El inicio de la Reconceptualización se opera en un mundo bi-polar que ya no existe; en el que todavía no se habían operado las grandes transformaciones en las tecnologías de la comunicación; ni se vivía el calentamiento del planeta y todavía existía la idea acerca de la posibilidad de un “Estado de Bienestar”, cuando hoy ese Estado se ha desmoronado día a día y se han esfumado las posibilidades de implementación de sus propuestas. También la “reconceptualización” adoleció de errores, ya señalados en esa época, de los que es necesario extraer enseñanzas y buscar nuevos caminos. Cómo ya lo he explicado en otra parte de este libro, la “reconceptualización” en nuestro país, no apareció por generación espontánea, surgió como producto de un proceso social y político, por factores estructurales, en el que no estuvo ausente, ni la llamada “guerra fría”, ni el accionar de partidos políticos europeos, ni las “usinas intelectuales” del primer mundo. Veamos cual es, la situación de nuestro país: “...al momento del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, la deuda argentina ascendía a 5800 millones de dólares, lo que hacía que cada habitante debiese 320 dólares per cápita. En 2005, antes de concretar la reestructuración, había crecido a 191.000 millones de dólares, y cada argentino debía 5700 dólares. (...) En 1976 los asalariados participaban del 48 por ciento de la riqueza nacional. (...) En ese período, la deuda creció un 323 por ciento, y en la década del 90, el incremento fue del 122 por ciento. “Estos períodos coincidieron con un formidable proceso de desindustrialización y destrucción del trabajo nacional”. Fuente: Exposición de Cristina Fernández de Kirchner, en el Seminario del Observatorio Argentino, de la New School University, trascripto en Página 12, del día 14 de septiembre de 2005, por Sergio Moreno, en el artículo “Peor sería no aprender la lección del FMI”. www.ts.ucr.ac.cr 3 En el período que va de 1989 a 2002, el gobierno aplicó la receta liberal a ultranza, “achicando el Estado” y privatizando empresas públicas rentables, en sectores estratégicos como el petróleo, gas, centrales eléctricas, comunicaciones, bancos, que fueron a caer en manos de banqueros, monopolios y multinacionales, dejando a 350.000 empleados estatales despedidos; ingresó en 1992 al Plan Brady y recibió el apoyo del capital financiero internacional. Tras estas políticas, el desempleo trepó desde el 7% hasta aproximadamente el 20% en 1995 (Fte.: INDEC), es decir que unos 3 millones de argentinos están desocupados o subocupados, para esa época. Por otra parte, la Nación transfirió los gastos educativos y en parte de salud a las provincias, sacándose de encima las inversiones y gastos en éstas áreas. Veamos lo que dice el Informe “Programa Derechos Económicos, Sociales y Culturales”, realizado por el CELS – Centro de Estudios Legales y Sociales, en 19991 : “Estas políticas tuvieron un claro impacto sobre la distribución de los ingresos. Según los datos oficiales2 en mayo de este año, una persona perteneciente al décimo más rico de la población ganó 25 veces más que una del décimo más pobre. Hace dos años atrás esa distancia era 23 veces, hace nueve años 15 veces y a principios de los años 80: 8 veces. En Argentina actualmente conviven dos sociedades: una con ingresos similares a los del Primer Mundo; y otra con salarios como los de Asia y África. En nuestro país, un quinto de la población se apropia hoy de más del 53% de los ingresos. La falta de trabajo afecta en Argentina al 13,8 % de la población económicamente activa. Es decir, 1.833.000 personas se encuentran desocupadas, según las mediciones del mes de octubre de 19992 conformando la tasa de desempleo más alta registrada en la década del ’90, con excepción de 1995 y 1996 (18,4%), años que reflejaron la crisis del Tequila. Sin embargo, son 3,8 millones las personas con problemas de empleo en el país, ya que existen además 1.959.000 que se encuentran subocupadas (personas que trabajan menos de 35 horas semanales, aunque quisieran trabajar)”. “Pero además de la diferencia en la distribución de la riqueza por clases sociales y segmentos laborales, existe un impacto diferenciado del ajuste por regiones del país. Mientras la Ciudad de Buenos Aires tiene un ingreso per cápita de 25.654 dólares al año, la provincia de Santiago del Estero tiene sólo 2.308 dólares al año, lo que marca una relación de 11 a uno entre distritos de un mismo país. Mientras en la Ciudad de Buenos Aires las cifras de mortalidad en la infancia están apenas por debajo de los niveles de los países medianamente desarrollados (13,1 por mil), las cifras del Chaco son similares al promedio 1 Este estudio fue realizado, por los abogados Eugenia Contarini, Carolina Fairstein, Juana Kweitel, Diego Morales, Julieta Rossi. Buenos Aires, diciembre de 1999. 2 Encuesta Permanente de Hogares, INDEC, 2do. Trimestre 1999. www.ts.ucr.ac.cr 4 nacional de 20 años atrás y se asemejan a los niveles de los países más pobres de África (32,8 por mil).” Según el INDEC, (segunda mitad de 2004) “el 40,2% de la población —15 millones de personas— es pobre, de los cuales el 15% —casi 6 millones— son indigentes. Estos altos niveles de indigencia y pobreza se deben a que mayoritariamente los ingresos de los hogares pobres proviene de trabajadores en negro, beneficiarios de planes sociales, jubilados y desocupados. Y esos sectores o siguen sin empleo, tienen ingresos congelados o ha recibido aumentos inferiores a la suba de los precios de los productos básicos, en especial los alimentos. Así, los datos del primer trimestre de este año marcan que el 70% de la gente que trabaja —en blanco y en negro— gana menos de 800 pesos mensuales, que es casi el umbral de pobreza de una familia tipo.” Fuente: Boletín Argentino Nº 239, 11 de septiembre 2005. En nuestro país, hay actualmente, “once millones de personas que viven con menos de dos pesos diarios; un 25% de desocupados y subocupados; un millón de chicos que trabajan o mendigan; cerca de un 50% de la población por debajo de la línea de pobreza.” “En total suman 718.000 los jóvenes y adolescentes desocupados, sobre 1,8 millón de personas sin trabajo. A su vez, la tasa de desempleo juvenil alcanza al 26,3%, más que duplicando el promedio general. Estas cifras fueron difundidas, en un Seminario sobre Trayectorias Laborales realizado en el Ministerio de Trabajo. El Informe sobre desempleo marca que la desocupación golpea con más fuerza a los jóvenes y que "la probabilidad de los jóvenes de estar desempleados es 3 veces mayor, mientras entre los adolescentes es 4 veces superior a la de los adultos". De los 718.000 jóvenes desocupados, 387.000 son varones y 331.000 mujeres. Pero en relación a la cantidad de gente en actividad, la tasa de desempleo entre los varones de 15 a 24 años es del 24,1% y entre las mujeres asciende al 29,5%. El desempleo juvenil se concentra en los grupos sociales más vulnerables. Y en especial en las mujeres y los menos educados.” Fuente Boletín Argentino, Nº 239, septiembre de 2005. Un estudio realizado por la Fundación Favaloro, en conjunto con la Universidad de Massachussets de los Estados Unidos, presentado en el XXXII Congreso Argentino de Cardiología, (Octubre 2005), demuestra que se han producido “20.000 muertes cardíacas más que lo habitual entre abril de 1999 y diciembre de 2002”, época en Argentina en que se produjo el llamado “corralito” en plena inoperancia, durante la presidencia del radical, Fernando de la Rúa. En declaraciones al diario La Nación, de Buenos Aires, el doctor Enrique Gurfinkel, jefe de la Unidad Coronaria de la Fundación Favaloro y autor principal del estudio, expresaba: “Esta es la primera información epidemiológica oficial mundial de una crisis financiera, social y económica que se asocia a mayor mortalidad e infarto. Hubo argentinos que sufrieron infarto por www.ts.ucr.ac.cr 5 torpeza en el manejo de la cosa pública. Una proyección nacional haría presumir que hubo 20.000 muertes coronarias más entre 1999 y 2002. Esto debería servirnos de advertencia, ya que, si vuelve a pasar, los responsables de tomar las decisiones estarían provocando un genocidio".3 Veamos ahora muy brevemente, algunos datos sobre América Latina: “Cerca del 50% de los 550 millones de latinoamericanos vive con menos de 2 dólares diarios (1,6 euros). Si América Latina no crece a un ritmo sostenido del 5% o el 6%, la reducción de la pobreza al 50% para el año 2015, prevista en los Objetivos se jerarquiza del Milenio, será imposible, según todos los cálculos. Un mayor ahorro interno, que en América Latina sólo representa el 18% del PIB contra el 30% en otras regiones, y la expansión económica son fundamentales para crecer sin retrocesos y fortalecer la democracia.”4 En los 70s tanto la Argentina como América Latina, contaban con empresas públicas en los sectores más estratégicos de su economía y el papel del Estado era importante, en la consecución de los proyectos nacionales. Hoy esas empresas se han privatizado, se jerarquiza más el interés económico, que el interés nacional y se ha entrado de lleno en una economía de mercado. La democracia liberal implementada, se encuentra con una débil ciudadanía, y con una tradición de fuerte intervencionismo corporativo. Es por demás evidente, que las respuestas que daba la Reconceptualización en los 60-70, no pueden ser las mismas, que debe dar hoy, dado que se necesita de mayor creatividad, de mucho mayor profesionalidad, de soluciones inteligentes y de capacidad de los diferentes actores, para una interacción estratégica para definir políticas institucionales a nivel jurídico, político, económico y social. 2. El Trabajo Social Crítico, en el 70. El concepto de Trabajo Social Crítico fue acuñado hacia 1973, en la Escuela de Servicio Social de Posadas, de la Universidad Nacional del Nordeste (posteriormente Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Misiones). El mismo figura en varios documentos de la época como la ponencia, titulada “Servicio Social y Realidad Nacional”, presentada por la Escuela de Servicio Social, de la Universidad Nacional del Nordeste, a la Convención Nacional de Trabajadores Sociales, realizada en la ciudad de Olavarría, Provincia de Buenos Aires, en octubre de 1973: en el trabajo Okada, C. (1973) “Las 3 Artículo “La crisis económica causó 20.000 muertes cardíacas”, firmado por Fabiola Czubaj. La Nación, Buenos Aires, 8 de octubre de 2005. 4 El País, Internacional, Reportaje de Juan Jesús Aznávez – 15ª Cumbre Iberoamericana. “América Latina, fábrica de emigrantes”, 12 de octubre de 2005. www.ts.ucr.ac.cr 6 Ciencias Sociales, el Servicio Social y la Realidad Nacional”. Curso para graduados 1974 – Licenciatura en Trabajo Social. Universidad Nacional de Misiones. Facultad de Ciencias Sociales y en mi respuesta, a la encuesta realizada por la Revista Selecciones de Servicio Social, Nº 26, 2º cuatrimestre de 1975, reproducida en el libro “Desafío al Servicio Social ¿Está en crisis la Reconceptualización?” Editorial Hvmanitas, Buenos Aires, 1976, Págs. 25-32. Más tarde la expresión Trabajo Social Critico vuelve a aparecer en nuestro país, en mi libro “Planificación y Trabajo Social”, editado por la Editorial Hvmanitas, en 1987, en su Tercera Parte, página 59, que reproduce la serie de conferencias que dictara en el VI Encuentro Regional de Escuelas de Servicio Social, realizado en Corrientes, en el año 1983. Hace precisamente treinta años atrás, se vislumbraba entre un núcleo de profesores de la Escuela de Posadas, la necesidad de acuñar un nombre diferente al de “reconceptualización”, para un proceso del que se habían apropiado las más contradictorias ideologías, que sufría graves distorsiones que pretendían ubicarlo en los caminos reformistas y de “actualización” y que no había podido todavía substraerse de la verborragia revolucionaria, disociada de una práctica crítica. Detengámonos en este aspecto. Un Trabajo Social que pretenda liberar y construir una sociedad liberada, precisa de nuevos instrumentos, nuevas metodologías y una nueva concepción acerca de determinados aspectos de su quehacer profesional. En aquel momento muchos adherían y adherimos a la pedagogía del oprimido y al método psicosocial de Paulo Freire; pero muy pocos sabían implementar en la práctica dicha metodología y cuando lo hacían aplicaban las metodologías tradicionales, con un lenguaje y ropaje “nuevo”, que poco tenía que ver con las enseñanzas de Paulo Freire. A más de eso, considerábamos que un Trabajo Social Crítico, de ninguna manera podía agotarse en una tarea concientizadora. Estas prácticas continúan hoy día, a tal punto de que hace poco tiempo atrás, presencié una conferencia supuestamente encuadrada dentro de la metodología de Paulo Freire y en el contexto de una institución que se ubica en su pensamiento, en la que se enseñaba el pensamiento lateral de Edward de Bono y se daban ejemplos de la aplicación del método de los seis sombreros, que representan las seis maneras de pensar, en su aplicación a la venta de automotores de una conocida marca, al público japonés. Nadie piense que el pensamiento de Paulo Freire, se re-conceptualizó a tal punto de enseñar a vender automóviles, pero en tiempos de neo-liberalismo, estas cosas también pueden pasar. Como yo era el siguiente orador, entre mi asombro y estupor y el de algunos de los muchos asistentes, traté de dar mi visión acerca del pensamiento de Paulo www.ts.ucr.ac.cr 7 Freire, pero que decir ante tamaño dislate. De estos ejemplos cuento varios en mi haber. Un segundo ejemplo. El método de estudio-acción y más tarde las metodologías de investigación-acción y de investigación-acción-participativa, como la propuesta por Orlando Fals Borda y la Rosca colombiana de investigación, eran en el mejor de los casos reconocidas a nivel intelectual, pero la implementación en la práctica de esas metodologías, brillaba por su ausencia. Metodologías tradicionales, además de estar mal implementadas, recibían el nombre de investigación-acción o similares, sin responder mismamente a los principios básicos de esas metodologías, ni a los presupuestos teóricos. Lo curioso del caso, es que actualmente se continúa con estas prácticas y con las “pseudo-denominaciones”. Pero además esas nuevas y necesarias metodologías, precisaban apoyarse en técnicas anteriores desarrolladas en el ámbito de las ciencias sociales americana o europea. No puede concebirse realizar investigación-acción, sin una buena base en materia de observación y registro, método que deviene de la antropología social y en la que encontramos una masa de literatura muy vasta. Pero tampoco la implementación de esta metodología termina ahí. Se necesita contar con un esquema conceptual de referencia, con conocimientos de las ciencias sociales, con habilidades sociales y actitudes de compromiso para la inserción, conocimientos y destrezas para la motivación y activación de grupos sociales, con vista a procesos de acción social. Quién quiera hacer investigación-acción no puede prescindir de ello y menos desdeñar los aportes provenientes de otros países, privilegiando el mero discurso político. Veamos otro ejemplo. Sabemos que toda acción debe apoyarse minimamente en un diseño de proyecto de intervención, caso contrario estaríamos actuando en una forma anárquica, improvisada, empirista, sin la planificación necesaria para resolver los problemas sociales. Esas metodologías, provenientes de diferentes disciplinas sociales, en general nunca fueron aplicadas en el análisis de objetivos, de alternativas, de recursos, de los sectores involucrados y mucho menos transferidos a los sectores populares y sus organizaciones, para ir generando un proceso participativo y democrático. Por el contrario fueron siendo suplantados hasta hoy día, en que se registran importantes avances, como el del marco lógico o la teoría de los juegos, por la improvisación y el discurso “revolucionario”. Y un ejemplo de ello, lo tenemos en los aportes del arquitecto chileno Antolín López5 cuyo pensamiento no prosperó en la profesión. Herman 5 Existe una publicación de este autor, realizada por la Editorial ECRO. www.ts.ucr.ac.cr 8 Kruse, en un artículo titulado “La Reconceptualización del Servicio Social en América Latina”6 , sitúa estos aportes en una tercera corriente del proceso de Reconceptualización, denominándola “corriente lógico-matemática”, diciendo que “trata de convertir a éste en una nueva ciencia cuyo objetivo es diseñar modelos planificados alternativos en el área de la vida cotidiana.” Y hablando de participación, en lo que hace al Trabajo Social en nuestro país, el tema no ha gozado de mucho beneplácito a nivel profesional, que se encapsuló en sus problemas, pero que no generó experiencias reales de participación popular, como sí lo venían haciendo sindicatos, organizaciones de base y sectores progresistas de iglesias cristianas. Y esto tiene una explicación. La universidad argentina y la latinoamericana en el 60 y en todas las épocas, ha sido una institución marginal, en el debate de las políticas sociales. Desde el Trabajo Social, no conozco yo, que en plena época de generarse profundas transformaciones en nuestro continente, en el que debían definirse nuevas políticas sociales, el Trabajo Social argentino, sea por medio de sus centros de enseñanza o de sus instituciones colegiadas o de acción social, tuviesen un papel protagónico y un papel decisivo. Esto tampoco es viejo, sino que hoy se reactualiza en nuestro país, esta posición y la verborragia vacua, de la que fuimos críticos en su momento, y sustituye a la necesidad de nuevos planteamientos y nuevas ideas. Ezequiel Ander Egg, en un difundido artículo “Manías y Achaques del Servicio Social Reconceptualizado”, escrito en colaboración con Juan B. Barreix, realiza un recuento de las mismas. Este artículo publicado originalmente en la revista Selecciones de Servicio Social, Nº 23, de 1974,7 es una parte del trabajo “De la dorada mediocridad, al despertar critico”, circuló con algunas modificaciones como “Algo más sobre Achaques y Manías del Servicio Social Reconceptualizado”. Han pasado 35 años del proceso de “reconceptualización” y vemos que esas manías y achaques, no fueron solamente del Servicio Social Reconceptualizado – he aquí el equívoco -, sino que continúan hasta el día de hoy. Por lo tanto concluimos que esas manías y achaques, más que ser propios del proceso de Reconceptualización, son intrínsicos de la profesión y responden, como ya lo hemos demostrado en el Capítulo “La Reconceptualización y el sistema de enseñanza”, a una estrategia de vaciamiento y degradación profesional, de la que no han estado ausentes los propios colegas. El evidente error de Ezequiel Ander Egg, proviene del hecho de que él, no era trabajador social, sino licenciado en Ciencias Políticas de la Universidad de Cuyo, por lo tanto desconocía el nivel de formación general de la carrera de 6 VV.AA (1971) Revista Selecciones de Servicio Social, Nº 13, abril de 1971. Editorial Hvmanitas, Buenos Aires. 7 Este trabajo fue publicado en el Apéndice del libro “Desafío al Servicio Social. ¿Está en crisis la Reconceptualización”. Editorial Hvmanitas, Buenos Aires, 1976, págs. 275/280. www.ts.ucr.ac.cr 9 Asistentes Sociales o Servicio Social en esa época; en segundo lugar se apoya en un documento originado en la Escuela de Servicio Social de Posadas, que atravesaba en ese momento por disputas internas profundas y que en cierta manera se encuentran reflejadas en el documento mencionado, y por último porqué el mismo no podía prever en ese momento, el desarrollo futuro de la profesión. Pero ya que estamos con este autor, preguntemos ¿Cuántos trabajadores sociales, han aplicado la “Metodología y la Práctica del Desarrollo de la Comunidad”, tal como se encuentra en su libro, cuya primera edición data de 1963? Es evidente de que las criticas de este autor, se encuentran mucho antes de la “reconceptualización” y ya existían con los enfoques desarrollistas y cientificistas. Se reactualiza así el “ideologismo”, que al igual que el “asistencialismo” y el “cientificismo”, no han contribuido a que el Trabajo Social tuviese un impacto significativo en nuestra sociedad, rechazando el análisis y estudio de los problemas sociales, con base en las ciencias sociales, y sumiéndose en un agitacionismo y una crítica inoperante. Los lectores ya habrán advertido, desde el inicio de este artículo, que los datos acerca de nuestra realidad, provienen de fuentes como el INDEC, el CELS y periodísticas, simplemente porqué la profesión no genera la necesaria información y la misma viene siendo sustituído por el pseudo-filosofar y un ideologismo, que enmascara la ausencia de formación técnica y el facilismo en que ha caído la profesión. Un último ejemplo de esto que estamos diciendo y de lo que no es Trabajo Social Crítico, lo tenemos a continuación, en lo que he denominado: El Síndrome de la alfombra roja. Transcribo aquí una nota recibida en mi correo electrónico, con motivo del Día del Trabajador Social Argentino, el 2 de Julio de 2005, remitida por Maria Cristina Carrera y firmada por la Agrupación Naranja, del Consejo Profesional de Graduados en Servicio Social o Trabajo Social, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. “2 de Julio – Día del Trabajador Social Argentino. Ante las situaciones a que se enfrentan cada día los trabajadores sociales: A. Organismos públicos desfinanciados, sin recursos, sin personal, con personal poco idóneo, con lugares de trabajo cubiertos con planes Trabajar o Jefes de Hogar. Reducción de insumos para atender necesidades básicas. B. Demanda por parte de los funcionarios de atender a la población en lugares inadecuados, sin privacidad y con tiempos breves dedicados a cada persona. C. Continuo atropello a la función del trabajador social por parte de funcionarios políticos que favorecen el ejercicio ilegal de la profesión por parte de punteros políticos, líderes comunitarios y voluntarios sin la preparación adecuada que demanda el trabajar con familias en conflicto y con necesidades básicas insatisfechas. www.ts.ucr.ac.cr 10 Es difícil decir Feliz Día en este marco de situación. Si bien no todos los trabajadores sociales están en esta situación hoy, con que solo uno de ellos lo éste redunda en prestaciones sociales que no respetan acabadamente los derechos de los ciudadanos de este país. En los difíciles momentos que nos toca vivir, queremos compartir con los colegas – amén de otros sentimientos – la esperanza y la vocación de lucha... Agrupación Apertura – Color Naranja. (Nota: La cita ha sido trascripta en forma textual, por lo que los errores ortográficos y de redacción, son los originales). Bienvenido sea que los punteros políticos, los líderes comunitarios y los voluntarios, así como las iglesias, las organizaciones de desocupados y piqueteras, las organizaciones de base, participen, resuelvan y realicen un “ejercicio ilegal de la profesión”. ¡Enhorabuena. El país los necesita! Y sino estamos de acuerdo, parece que lo más lógico sería que desde una agrupación de un colegio de profesionales, se den alternativas, se realicen propuestas viables, se diseñen proyectos técnicos, para un país que está haciendo esfuerzos, por salir de la crisis en que está sumido. ¿Cuántos proyectos se han presentado ante funcionarios públicos en ministerios, intendencias municipales; a partidos políticos, sindicatos, a Ongs y organizaciones sociales; en que radios, canales de televisión y medios periodísticos, se han difundido propuestas e informes técnicos ? Es hora de que, el poco análisis y la mucha retórica, sean sustituidos por planteos más maduros y más profesionales. Si bien los fondos que se destinan a estos planes, no son suficientes por la magnitud de la crisis, constituyen la inversión más importante que realiza un gobierno en toda Latinoamérica. Según fuentes del diario Clarín, el monto que el Estado pagaría por mes, por el plan Jefas y Jefes de Hogar, alcanzaría a los 234 millones de pesos, es decir unos 70 millones de dólares mensuales. (Diario Clarín, 11 de septiembre de 2005). Si el pensamiento de las colegas, fuese el de un grupo significativo de profesionales, bien podríamos decir que el Trabajo Social argentino, ha perdido la sindéresis política y social. Sigamos con esta cuestión. Para esta época la UCR, había realizado un estudio, determinando que el 51 % de los beneficiarios de estos planes, eran destinados a afiliados de partidos políticos. Un informe publicado por el diario Clarín titulado “Planes sociales: más de la mitad son para afiliados de los partidos” y “Un reparto en el que casi ninguno se queda afuera”. www.ts.ucr.ac.cr 11 Pero el tema no era nuevo, ya que el Centro de Estudios Legales y Sociales, ya en el año 2003, sostenía que los programas sociales y en particular el Jefas y Jefes de Hogar, se implementaban por canales partidarios.8 En un momento pre-electoral, la pregunta es ¿qué está en juego aquí? Pues llama la atención en el comunicado de esta agrupación naranja, la falta de análisis del problema, del que hacen gala las colegas. Se puede argumentar que se utilizan estos fondos para financiar la militancia; se puede hablar de clientelismo político; de subsidiar a los piqueteros; de irregularidades en el otorgamiento, pero también se ha comprobado el cobro de estos planes por parte de personal militar y policial y este tema ya está en manos de la justicia. Qué existen estas situaciones, no las vamos a negar, pero el problema no radica ahí. Por el contrario, nada dicen los colegas de lo insuficiente del monto de 150 pesos para poder vivir o de la necesidad de eliminar el clientelismo, universalizando ese derecho, o de la necesidad de incrementar los presupuestos, destinados a la población en estado de pobreza, desocupada, subocupada, precarizada o mejor definida, en situación de exclusión social y en que cantidades, en que formas operativas, las diferentes formas de gestionar esos recursos, las formas de institucionalizar este derecho, etc. Ese es el trabajo técnico que se le pide a un profesional del Trabajo Social y no la verborragia vacua. Nada hablan tampoco de la desigualdad existente en la sociedad argentina, del poder adquisitivo de los salarios, de recuperar el trabajo, ni de los campos en que se manifiesta esa exclusión social, que es un fenómeno estructural, en el que convergen factores económicos, sociales, culturales. El neo-liberalismo viene – con una posición interesada – cuestionando estos planes, y cualesquiera otros. Se llega, hasta el colmo de oir hoy, a algunos economistas, culpar de la situación existente en los países del Tercer Mundo pauperado, a las míseras ayudas que prestan los países centrales, las que serían un factor de desmotivación y de falta de iniciativa propia para salir adelante. Un argumento parecido, utiliza la derecha argentina y la jerarquía de la Iglesia Católica, cuestionando que estos “planes sociales fomentan la vagancia” y “que hay que eliminar el Plan Jefes y Jefas de Hogar” – manifestaciones realizadas por el obispo de San Isidro y presidente de Caritas Argentina, Monseñor Jorge Casaretto el 26/12/2003, al que se le han sumado sacerdotes “populares” como Luís Farinello -, porqué desalentaban el trabajo. La jerarquía eclesiástica, parece no saber que el coste social, se paga con sufrimientos, enfermedades y vidas humanas. 8 Fuente: Auyero, Javier (2005) “Buscan cuestionar los planes”, Artículo en Página 12, Buenos Aires, 13 de Septiembre de 2005. www.ts.ucr.ac.cr 12 Para mí, este es el mejor ejemplo de lo que no es, Trabajo Social Crítico, aunque es de lamentar que provenga de un sector de un Colegio Profesional. 3. El Trabajo Social Crítico, sus notas distintivas. Del documento “Las Ciencias Sociales, el Servicio Social y la Realidad Nacional” (Posadas, 1974), se extraen las características principales del Trabajo Social Crítico. “La “orientación crítica”, aún en proceso de gestación, se ha originado abriéndose paso entre el “cientificismo” y el “ideologismo” en cuanto se trata, en algunos casos, de desprendimientos de tales orientaciones. Esta orientación no supone la negación del Servicio Social, sino su recuperación y renovación de su teoría y práctica que la vincula efectivamente a las necesidades de los sectores populares. Actualmente el Servicio Social no puede eliminar ni tampoco reducirse al asistencialismo. Nuevos horizontes se han brindado al Servicio Social que amplían su campo de acción: el trabajo grupal, la planificación social, el desarrollo de comunidades, etc. En este aspecto las posibilidades profesionales del Servicio Social dependen, antes que nada, de la formación técnico-profesional. El bloqueo profesional que suelen padecer los trabajadores sociales se asocia, por un lado, a una imagen tradicional que persiste en la mayor parte de la gente, y, por otro, a las debilidades de los cuadros académicos de la mayor parte de las escuelas del país. La participación del Servicio Social en esta etapa de Reconstrucción y Liberación Nacional requiere no sólo lucidez de la coyuntura política, sino capacitación técnica para cumplir efectivamente con las tareas de organización y movilización popular que le son inherentes. El conocimiento y vinculación con los problemas de la región y de la comunidad surge como uno de los objetivos básicos. Es decir, las tareas del Servicio Social no resultan uniformes para todo el país, ya que deben someterse a las particularidades regionales y locales. El relevamiento de los problemas regionales y comunitarios se presenta como una labor prioritaria y que permite, además, la canalización de proyectos sociales que apunten a dar respuesta a las demandas planteadas por dicha situación. Las notas que distinguen a la orientación crítica pueden esbozarse hipotéticamente de la manera siguiente: 1. Profundo compromiso y conocimiento de los problemas nacionales a partir de un objetivo central: erradicar nuestra estructura dependiente y construir una sociedad liberada de cualquier forma de explotación. 2. Asumir como uno de los objetivos la inserción del trabajador social en los problemas específicos de la región y en aquellas áreas www.ts.ucr.ac.cr 13 donde su intervención resulte más beneficiosa para los sectores populares. 3. Establecer soluciones efectivas a determinados problemas que afectan a las comunidades populares a través del desarrollo de programas conjuntos con las instituciones públicas. 4. Critica al “academicismo” y al “cientificismo” y al “ideologismo” en cuanto a su capacidad de resolver adecuadamente las cuestiones teórico-prácticas del Servicio Social. 5. Acopio critico y sistemático de los instrumentos técnicos y conceptuales que proporcionan las disciplinas sociales ligadas a la actividad del Servicio Social”. 6. Estímulo al desarrollo de estudios sobre las condiciones de existencia de las poblaciones marginales donde participen los interesados y se propongan soluciones. 7. Rechazo de toda forma de dogmatismo sea éste de orden ideológico o metodológico (consagrar una sola orientación o un autor con exclusión de otras manifestaciones), ya que esto resulta probadamente perjudicial para el desarrollo de cualquier disciplina científica. 8. Desarrollar técnicas y métodos que posibiliten una mejor integración de la práctica del Servicio Social a nivel de caso, grupo y comunidad, teniendo en cuenta los frecuentes desfasajes que se dan entre los niveles citados. 9. Desarrollar planes de capacitación y de transferencia tecnológica hacia los sectores marginales de la comunidad a fin de que puedan resolver autónomamente algunos de sus problemas inmediatos. 10.Permanente actualización profesional que implique un conocimiento crítico de los nuevos aportes al Servicio Social, tanto a nivel nacional como internacional y con especial énfasis en la especialidad que cada trabajador social posea. Y sobre este último punto hay que reconocer que el déficit es todavía importante.” El término Trabajo Social Crítico y las características enunciadas precedentemente, nos siguen pareciendo apropiadas hoy día, para señalar un Trabajo Social en los términos descriptos y que hemos ampliado en nuestra comunicación, al congreso nacional de AdEC del 2004. Por otra parte, este término viene siendo adoptado incipientemente por otros colegas argentinos y latinoamericanos, con sentido similar al utilizado por nosotros en los 70s., es decir poniendo el acento en el conocimiento profundo de las realidades sociales a nivel nacional, regional y local; el desarrollo de www.ts.ucr.ac.cr 14 propuestas basadas en el concepto de soberanía tecnológica, lo que es contrario a colonialismo tecnológico y a las “soluciones” convenientes a los países centrales y organismos financieros internacionales; orientación cultural de la intervención; rechazo del dogmatismo ideológico y metodológico. Alberto J. Diéguez Madrid, Octubre de 2005.
Trabajo social, intervención en lo social y nuevos contextos Social work,
intervention in social settings, and new contexts Víctor Mario Estrada Ospina Resumen El artículo tiene como propósito desarrollar una reflexión sobre la intervención profesional, a partir de realizar una lectura sobre los cambios que se vienen operando en los actuales contextos. En esa medida se realiza una diferenciación conceptual entre las nociones de intervención social e intervención en lo social, tratando de precisar los retos que tienen las disciplinas y profesiones de las Ciencias Sociales y Humanas; en particular se examina la situación del Trabajo Social en América Latina, analizando los aciertos y desaciertos del movimiento de Reconceptualización, en tanto movimiento que coloca en tela de juicio la formación y la intervención profesional. En ese sentido se analizan las principales potencialidades y limitaciones de la profesión, con el fin de visualizar los nuevos desafíos de la intervención profesional en la conceptualización y construcción de la intervención en lo social en los nuevos contextos y frente a la complejidad de los problemas y problemáticas sociales, en la llamada era de la crisis de la modernidad y de la globalización. Palabras clave: Trabajo Social, intervención social, intervención en lo social, campo profesional, método, metodología, contextos Abstract The purpose of this article is to develop a reflection on professional intervention, based on an interpretation of the changes currently taking place. Therefore, a conceptual differentiation between the notions of social intervention and intervention in social settings is made, trying to define the challenges being faced by the disciplines and professions of the social sciences and the humanities; in particular, the situation of social work in Latin America is examined, by analyzing the accuracies and inaccuracies of the movement of reconceptualization, as a movement that criticizes professional formation and intervention. Thus the main potentialities and limitations of the profession are analyzed, in order to visualize the new challenges of professional intervention in the conceptualization and construction of intervention in social settings and in new contexts, before the complexity of social problems during the so-called era of crisis of modernity and globalization. Keys words: social work, social intervention, intervention in social settings, professional field, method, methodology, contexts Este artículo se elaboró a partir de la ponencia presentada por primera vez bajo el título: Trabajo social e intervención en lo social, en el encuentro nacional de docentes en Metodologías de intervención profesional, realizado por el “CONETS” en la ciudad de Medellín, el 20 y 21 de Agosto de 2009; y de la segunda versión de ponencia presentada al II Seminario Internacional. Intervención en trabajo social: Fundamentación teórica y metodológica, realizado en la ciudad de Medellín el 19 y 20 de Noviembre de 2009. Profesor Titular Universidad del Valle, Cali, Colombia. Correo electrónico: viestrad.o@gmail.com. Fecha de recepción: 20 de Septiembre de 2011. Fecha de aprobación: 10 de Octubre de 2011 Sumario: 1. Introducción; 2. Intervención social y nuevos contextos; 3. El movimiento de Reconceptualización como crítica a la formación y a la intervención profesional; 4. La cuestión sobre el método y la metodología de intervención profesional; 4.1. Metodologías de transición y metodologías alternativas para la acción transformadora de la realidad; 4.2. Metodologías de transición; 4.3. Metodologías alternativas para la acción transformadora de la realidad; 5. Resignificar la intervención profesional en lo social. 6. A manera de conclusiones finales; 7. Referencias bibliográficas. 1. Introducción El lector encontrará, en la primera parte, una caracterización sobre el contexto actual y los nuevos escenarios de intervención en lo social, estableciendo la relación y la diferencia existente entre las nociones de intervención social y de intervención en lo social; en esa perspectiva se destacan los desafíos que en las actuales circunstancias tienen que asumir las distintas profesiones y disciplinas, en tanto la intervención social se devela hoy como un campo social de análisis desde el punto de vista epistemológico, teórico-conceptual, metodológico y ético- político. Luego, se examinan los principales cuestionamientos que formula el movimiento de reconceptualización a la denominada metodología tradicional o clásica. Este cuestionamiento se centra en analizar y criticar la formación y la intervención profesional. En ese sentido, se destaca cómo la ausencia de una formación que se funde en el conocimiento de la relación entre teoría y método para abordar el estudio de las realidades sociales, le impide a la profesión generar un conocimiento sobre las especificidades sociales en las que interviene, repensar y teorizar la intervención, criticarse a sí misma y cuestionar creativamente las teorías tomadas de las ciencias sociales y humanas. En ese momento histórico se plantea no solo desechar los métodos tradicionales, sino tratar de estructurar un método y una metodología que permitan abordar la intervención social bajo nuevos referentes teóricos y metodológicos. Surgen así, en ese contexto, la metodología de transición y la metodología para la acción transformadora de la realidad. Sin embargo, a partir de la post-reconceptualización, el interés por este tema pasa a segundo plano como tendencia dominante para el caso colombiano. Resignificada en parte la historia de la profesión a partir del movimiento de reconceptualización, se plantea que es necesario revalorar la intervención en lo social. Ello implica asumir el análisis de la intervención social como un campo social interdisciplinario y transdisciplinario. En esa perspectiva se destaca como la noción de intervención social es, en sí misma, un proceso contradictorio y profundamente conflictivo, que está mediado por las posiciones que los agentes sociales asumen cuando tratan de construir su horizonte y su sentido. Este trabajo tiene por objeto realizar una reflexión sobre el tema de la intervención profesional en trabajo social, esta profesión-disciplina hace parte de las llamadas Ciencias Sociales y Humanas y hoy se encuentran cuestionadas y al mismo tiempo confrontadas por la existencia de los nuevos contextos, los actores sociales, las instituciones y las agendas de las políticas públicas; en esa perspectiva se destaca los desafíos que en las actuales circunstancias tienen que asumir las distintas profesiones y disciplinas, en tanto la intervención social, se devela hoy como un campo social de análisis desde el punto de vista epistemológico, teórico- conceptual, metodológico y ético-político. La importancia de este trabajo consiste en que aporta elementos para pensar y construir tanto los procesos de formación académica, como de la intervención profesional en Trabajo Social; para que ello sea posible es necesario que se tenga en cuenta el desarrollo de la profesión en América Latina y particularmente en Colombia. A partir de identificar en los nuevos contextos los problemas y complejas problemáticas sociales, se realiza una mirada sobre el movimiento de Reconceptualización destacando algunos de sus principales aportes y dificultades que caracterizo este proceso, en ese sentido se relieva cómo la ausencia de una formación que se fundará en el conocimiento de la relación teoría-método, para abordar el estudio de las realidades sociales, le impide a la profesión generar un conocimiento sobre las especificidades sociales en las que interviene, repensar y teorizar la intervención, criticarse así misma y cuestionar creativamente las teorías tomadas de las Ciencias Sociales y Humanas. Realizada una lectura crítica en parte sobre la historia de la profesión a partir del movimiento de Reconceptualización, se plantea que es necesario hoy redefinir la intervención en lo social, ello implica asumir el análisis de la intervención social como un campo social interdisciplinario y transdisciplinario. Hay que tener en cuenta que la noción de intervención social, es en si misma un proceso contradictorio y profundamente conflictivo, que está mediado por las posiciones que los agentes sociales asumen cuando tratan de construir su horizonte y su sentido. Finalmente, se destaca cómo para poder avanzar en la fundamentación de la intervención en lo social, como saber y práctica especializada del trabajo social, es necesario que se formule la relación entre conocimiento y acción, que permita identificar, construir, y transformar en el campo profesional los diferentes objetos de intervención en objetos de conocimiento. En esa perspectiva la construcción de una propuesta o estrategia de intervención profesional, debe tener como referentes las siguientes dimensiones: identificación de problemas sociales y situaciones problemáticas complejas, lectura de los contextos particulares micro-estructurales y macro-estructurales, comprender y explicar los procesos sociales que se encuentran en curso y los sujetos sociales implicados con sus significaciones, representaciones sociales y sus imaginarios simbólicos. 2. Intervención social y nuevos contextos La crisis de paradigmas y los diversos replanteamientos que se han venido produciendo a nivel de las ciencias sociales y humanas, en las últimas décadas en el contexto mundial y en particular en el de América Latina, ha colocado como un elemento central de la reflexión el asunto de la intervención social y sus implicaciones epistemológicas, teórico- conceptuales y metodológicas. En esa dimensión, distintas disciplinas y profesiones y en particular el Trabajo Social, se vienen ocupando de la exploración de las más diversas perspectivas sobre el tema de la intervención social, tratando de dar respuestas a muchos de los desafíos1 , que tienen que ver, de un lado, con la formación académica y del otro, con la intervención profesional, en los nuevos contextos complejos en que se expresan la nuevas realidades sociales. 1 Pensar hoy la formación en trabajo social significa reflexionar sobre la necesidad de asumir como ejes transversales de un proyecto educativo curricular, algunos de los más importantes desafíos; por ejemplo, ¿cuáles deben ser los principales paradigmas teóricoconceptuales que deben guiar la formación profesional? ¿Cómo plantear en términos de la formación, la relación entre investigación e intervención y la dimensión ético-política? Es por lo tanto necesario tomar en cuenta que la intervención social y la intervención en lo social2 , aparecen hoy como un problema clave de discusión en las disciplinas y en las profesiones, pero también y ante todo, como un desafío de naturaleza interdisciplinaria y transdisciplinaria.3 La intervención social se devela hoy como un campo, es decir, como un espacio social de análisis y al mismo tiempo tomado como referente operativo de la acción social, como un campo social en construcción. En la era de la globalización y de la llamada crisis de la modernidad, la intervención en lo social se viene hoy reformulando por parte de las diferentes profesiones y disciplinas, sobre la base de la existencia de nuevos contextos, nuevos escenarios, nuevos problemas sociales, nuevos y complejas problemáticas sociales. Se encuentran en crisis no sólo las instituciones sociales, los servicios sociales que se ofrecen, sino también las prácticas sociales responsables de la intervención en lo social. A la pregunta sobre ¿Cuáles son los nuevos contextos y escenarios de intervención en lo social? Carballeda, 2002:36- 37, sostiene que: […] “los nuevos escenarios de intervención en lo social se encuentran atravesados por una serie de rasgos que es necesario analizar. Se caracterizan por ubicarse en una dimensión espacio-temporal relacionado con la denominada “crisis de la modernidad”, lo que implica una serie de fisuras y continuidades en conflicto. Por otra parte esta nueva situación, que estaría desarrollándose desde hace aproximadamente treinta años, requiere una nueva agenda para la intervención en lo social que abarca una serie de temas relevantes: La aparición de nuevos interrogantes, el surgimiento de nuevos aspectos institucionales, la emergencia de nuevas problemáticas sociales, y la consecuente aparición de nuevas formas de comprender y explicar lo social que se transforma en otras y diferentes perspectivas de las ciencias sociales. A su vez, todos estos cambios impactan en forma relevante en la intervención, ya que la demanda de nuevas modalidades, formas, instrumentos y métodos traen como consecuencia nuevos aspectos teóricos…La aparición de nuevas formas de análisis de la cuestión social abre panoramas hasta hace poco tiempo impensados e inexplorados… A su vez, algunos autores han presentado el contexto actual en términos de la aparición de la “nueva cuestión social”, donde sobresalen especialmente la ruptura de lazos sociales, la fragmentación social y, en definitiva, nuevas formas del malestar que se expresan, entre otros campos en la comunidad en tanto espacio de construcción de cotidianidad, certezas e identidades. Desde el origen y sentido que se le imprime a la institucionalización de la intervención en lo social, las diversas prácticas sociales trataron de darle un contenido y un sentido a la intervención profesional. Es claro que la intervención social no se puede tomar como un campo propio y exclusivo del trabajo social, no lo ha sido y tampoco lo será en el futuro; sin embargo, en la coyuntura actual el trabajo social como profesión-disciplina en construcción4 , tiene que tomar en 2 Es importante diferenciar y precisar las nociones de intervención social y de intervención en lo social. Entiéndase por intervención social un campo social de análisis ó de acción social del cual se ocupan diferentes disciplinas y profesiones. Al utilizar la noción de intervención en lo social se hace referencia a la intervención de un tipo de práctica social ó saber especializado. La forma particular de intervención en lo social como saber y práctica especializada por parte del trabajo social, da lugar a la necesidad de incorporar la noción de campo profesional. (García Salord, 1998), sostiene que:”todo campo profesional se estructura en relación con ciertos imperativos sociales que plantean como necesario un tipo de práctica determinada. La estructura del campo profesional de trabajo social es una compleja red de interacciones conformadas por aspectos intrínsecos al propio desarrollo de la profesión y por aspectos externos al campo”. 3 Asumir la intervención social como un campo de análisis y/o de acción social interdisciplinaria y transdisciplinaria, significa pensar en la necesidad de construir un mapa de navegación compartido, es decir, implica formular una perspectiva teórico-conceptual y una estrategia metodológica, que permita abordar su conocimiento desde el punto de vista social. 4 Plantear que el trabajo social es una profesión hace referencia a que fundamentalmente es una práctica social, es decir, que ha priorizado la acción social ó la intervención en lo social, igual que lo hacen la Educación, la Medicina, las Ingenierías, la Arquitectura, cuenta las reales amenazas presentes en el contexto y los desafíos que se derivan de la necesidad de generar un conocimiento social, que permita fundamentar la intervención profesional en lo social, por las profundas implicaciones que tiene para el desarrollo de la profesión a mediano y largo plazo. Esta práctica social al priorizar la acción social –allí radica una de las mayores potencialidades del Trabajo Social– ha ido acumulando un saber, un saber-hacer y un deber ser, del que carecen fundamentalmente las disciplinas sociales que priorizan y continúan priorizando la construcción de un objeto de conocimiento. Sin embargo, hay que tener en cuenta que son múltiples las profesiones y las disciplinas, que tratan hoy de transitar articulando la construcción de un conocimiento de lo social, con la búsqueda y construcción de sentido de un horizonte de intervención en lo social. A mediano y largo plazo, si no se asumen estos desafíos muchas de las disciplinas y profesiones, estarán irremediablemente sometidas a perder vigencia o incluso a desaparecer, dadas las necesidades y las demandas sociales existentes, desde los sujetos, las poblaciones, las instituciones sociales, las agendas de políticas públicas y los nuevos contextos sociales, culturales, políticos, etc. En contraposición a los ideales de la razón planteados por la modernidad de universalizar, de homogenizar las sociedades, los nuevos contextos y escenarios sociales, se caracterizan por la existencia de una marcada pobreza, exclusión social, desigualdad, desintegración, heterogeneidad de lo social, fragmentación social, diferenciación, crisis de identidades y pérdida de los vínculos y de los lazos sociales; la vida en sociedad se ha complejizado y frente a la certezas y verdades absolutas, acabadas y construidas, incluso por las mismas ciencias sociales y humanas, nos encontramos hoy en el mundo de la incertidumbre y de alguna manera en la era de la heterodoxia; éste hecho se puede considerar como algo muy positivo, para avanzar en la construcción de un conocimiento de lo social, que permita abordar de manera distinta los problemas y problemáticas sociales, en los nuevos escenarios y contextos complejos de intervención profesional. De otro lado, como lo plantea Carballeda, 2002:53-54: […] “La relación entre la denominada globalización y la vida cotidiana trae como consecuencia una serie de nuevos problemas que se transforman en interrogantes para la intervención. Pero en definitiva la globalización vuelve homogéneo al sector del capital y cada vez más heterogénea y extraña a la sociedad, la que se expresa en más y nuevas fragmentaciones. Por último, el surgimiento de nuevas formas de disciplinamiento dentro de la sociedad, vinculadas especialmente a la lógica del mercado, hace que muchos dispositivos clásicos de la intervención dejen de ser funcionales a la sociedad actual. Muchos autores entre ellos Gilles Deleuze, plantean que se está operando un pasaje de la sociedad disciplinada a las sociedades de control, donde el Marketing se presenta como nuevo instrumento de control social, ya no sería necesaria la aplicación de la disciplina desde “afuera” sino que este nuevo modelo de sociedad implica esencialmente, “autodisciplina”. En estas circunstancias, resulta pertinente hacer un poco de historia que permita comprender las claves importantes sobre cómo se asumió la reflexión en términos de la formación y la intervención profesional, en relación con el tema del método y la metodología de intervención en trabajo social, durante la reconceptualización y la llamada postreconceptualización, que se inicia más o menos a partir de la década de los 80 en el siglo pasado. etc. (Foucault, 1984) afirma que: “las prácticas sociales conforman dominios del saber, generan objetos de conocimiento, conceptos, técnicas, filosofías y transforman los sujetos de conocimiento. Una disciplina se caracteriza básicamente por la construcción de un objeto de conocimiento”. Afirmar que el trabajo social es una profesión–disciplina en construcción, significa que se debe continuar priorizando la intervención en lo social, pero al mismo tiempo, debe esforzarse por abordar, construir y transformar el objeto de intervención en objeto de conocimiento. En estas circunstancias, resulta pertinente hacer un poco de historia, que permita comprender las claves importantes sobre cómo se asumió, en trabajo social, la reflexión en relación con el tema del método y la metodología de intervención, durante la reconceptualización y la llamada postreconceptualización, que se inicia más o menos a partir de la década de los ochenta en el siglo pasado. 3. El movimiento de reconceptualización como crítica de la formación y la intervención profesional La Reconceptualización5 que lideró la llamada “Generación 65” a nivel del trabajo social, se constituyó en el más importante movimiento académico de crítica y de autocrítica sistemática a las características de la formación y de la intervención profesional, al que se haya visto sometida una profesión; de ello no existe punto de semejanza ò de comparación alguna, con ninguna otra profesión ó disciplina de las ciencias sociales y humanas en el contexto de América Latina; aunque paradójicamente, compartiera con ellas en su ejercicio concreto, un contexto estructural común, que evidenciaba una profunda crisis: política, económica, social, cultural, institucional, ideológica, etc. La Reconceptualización como movimiento crítico tuvo importantes potencialidades, pero también hay que admitirlo, condujo a una serie de errores y desviaciones con consecuencias sociales y académicas, tanto en términos de la formación como de la intervención profesional. De una manera rápida y a groso modo, se podría plantear que éste movimiento cuestionó cuatro aspectos importantes: Una práctica profesional con un marcado acento empirista: se refleja en una limitada formación epistemológica, teórico-conceptual, metodológica e incluso técnica. Se identifica en la formación una práctica empirista de bajo o de ningún nivel teórico, que reduce la investigación a la mera acumulación de datos y, de los cuales se parte para formular generalizaciones empíricas, convirtiendo de ésta manera el dato en el reflejo inmediato de la realidad. El dato en si mismo no es conocimiento, si no se le piensa a la luz de conceptos y categorías de análisis, es decir, para poder trascender la inmediatez del dato es necesario pensarlo y abstraerlo a partir de referentes teóricos. 5 Ander-Egg, 1986:372–374 en el diccionario del trabajo social, define la reconceptualización como un: “movimiento de cuestionamiento y reformulación del [trabajo social] que se inicia en América Latina, a mediados de la década del 60, como consecuencia de la crisis de la profesión. El movimiento de reconceptualización pretendió cambiar los presupuestos políticos, ideológicos y científicos del [trabajo social], y reformular su metodología y su práctica profesional con el fin de que respondieran a la realidad social, económica, política y cultural de un continente subdesarrollado y dependiente como es América Latina. Si bien el movimiento de reconceptualización tuvo desde sus inicios un carácter heterogéneo, y a veces ambiguo y contradictorio, en sus diferentes tendencias se dio un propósito fundamental: producir un cambio en el dispositivo conceptual referente al marco teórico vigente hasta ese momento en la profesión. En un segundo momento apuntó también a producir un cambio en el contenido ideológico. Estrechamente ligado a ello, implicó, un cambio de perspectiva en cuanto a la intencionalidad del trabajo o de la acción social realizada desde la profesión... A fines de la década del 70, puede considerase como cerrado el proceso y el movimiento de reconceptualización; éste ya había perdido su impulso y algunas tendencias se habían diluido en la fantasía de una terminología pseudo científica y pseudo revolucionaria. Sin embargo, su saldo final ha sido positivo…” La investigación se asume desde una lógica neo-positivista, que no trasciende la inmediatez, lo fenoménico, lo sensible y, que presupone por parte del profesional una ignorancia absoluta sobre el objeto de acción que aborda, lo que le impide además trascender y transformar el objeto de intervención en objeto de construcción de conocimiento, El trabajo social entonces se caracteriza por carecer de una lógica de investigación, problema que se acentúa en la intervención profesional por el marcado énfasis que se da a la práctica en términos del sentido común, mediante el propósito de comprensión y ayuda. En éste sentido, Faleiros, 1972, señalaba para esa época que la práctica del (trabajo social) era totalmente empirista, ya que se repite siempre en función de un resultado inmediato y pragmático sin criticarse: Una formación ideológico-humanista: la cual plantea la “neutralidad”, la “apoliticidad” y la asepsia metodológica de la práctica profesional, basada en principios generales de libertad, dignidad y autodeterminación de la persona humana, presentando la profesión de trabajo social como algo “puro” e “indeterminado”, que tiene como objetivo abstracto el bienestar social de individuos, grupos, comunidades; suprimiendo así el carácter idelógico y político de la intervención profesional, negando y velando, las contradicciones y conflictos existentes en la estructura social. Una visión limitada sobre los métodos y las metodologías de intervención profesional: basados en supuestos lógicos del positivismo y del funcionalismo estructural y configurada en una teoría de la acción social, que concibe la sociedad como funcional y natural, cuya finalidad es adaptar y lograr la integración de los actores (individuos, grupos, comunidades), al medio social, mediante la aplicación de los llamados métodos tradicionales ó clásicos, tratando de alcanzar la satisfacción de ciertas necesidades que permita la homeostasis ó equilibrio del sistema social. La Reconceptualización crítica el “individualismo metodológico” dominante en el trabajo social, que asume al individuo como la fuente principal de trastorno y desadaptación totalmente desconectado y aislado de la estructura social; también cuestiona y critica la “asepsia metodológica” que revestida con el manto de la neutralidad, niega el carácter político implícito en toda acción social. Como lo plantea (Ander-Egg, 1986), la Reconceptualización tuvo el mérito de haber descubierto y develado la dimensión política e ideológica implícita en toda acción social realizada desde la profesión: Una formación profesional débil y heterogénea: se refleja en el bajo nivel de preparación epistemológica, teórico-conceptual y metodológica. Es notoria la ausencia de una formación que se fundará en el conocimiento sistemático de las principales teorías sociales y en la ausencia de una formación investigativa rigurosa, que permitiera el conocimiento de los métodos y de los diferentes tipos de investigación social. La ausencia de una formación que se fundara en el conocimiento de la relación teoría y método para abordar el estudio de las realidades sociales, pesaría mucho en la intervención del trabajo social, lo que naturalmente le impide generar un conocimiento sobre las especificidades sociales en las que interviene, repensar y teorizar la intervención, criticarse así misma y cuestionar creativamente las teorías tomadas de las ciencias sociales y humanas. (Estrada, y Mejía, 1979) La ausencia de una formación que se funde en el conocimiento de la relación entre teoría y método para abordar el estudio de las realidades sociales pesaría mucho en la intervención del trabajo social, lo que naturalmente le impide generar un conocimiento sobre las especificidades sociales en las que interviene, repensar y teorizar la intervención, criticarse a sí misma y cuestionar creativamente las teorías tomadas de las ciencias sociales y humanas (Estrada y Mejía, 1979). 4. La cuestión sobre el método y la metodología de intervención profesional Uno de los resultados importantes de la Reconceptualización a partir de la década de los ochenta –período en el que se inicia la denominada post-reconceptualización– fue el mejoramiento ostensible de la formación profesional, desde el punto vista ontológico, epistemológico, teóricoconceptual, metodológico e investigativo, lo cual se va a reflejar positivamente en una mayor eficacia social6 de la intervención profesional, éste es sin duda uno de los grandes aciertos. Sin embargo, éste movimiento también incurrió en una serie de desviaciones que han pesado en la historia del desarrollo de la profesión en América Latina, al sobredimensionar y sobre ideologizar la intervención del trabajo social, como una práctica política macrosocietal, cuya finalidad era la transformación radical de las estructuras sociales y el compromiso con un proyecto de emancipación humana de liberación de los oprimidos, del cual se apropia unilateralmente y se responsabiliza de llevarlo a feliz término. Esta tendencia al priorizar una práctica política a nivel macroestructural, niega tajantemente las posibilidades de intervención microestructural, en cuanto no comprende ésta dialéctica y conflictiva relación; por lo tanto, se puede afirmar que ésta tendencia como expresión del ala más radical de la reconceptualización, dejó en un segundo plano, el asunto de la reflexión sobre la intervención profesional, el método y la metodología de intervención, situación que se manifiesta de manera clara en todo el continente Latinoamericano. Algunos autores han denominado éste período como la politización de la intervención profesional, por ejemplo, Alwin citado por Ander-Egg, 1986:374, reconoce la existencia de una fuerte politización que tuvo repercusiones en la formación desde el punto de vista académico y teórico, concluyendo que el trabajo social en América Latina ha alcanzado con éste proyecto, pese a todas sus limitaciones, un nuevo nivel de desarrollo y ya no podrá volver a ser lo que era antes de la reconceptualización. En esa misma dimensión pero con un acento diferente al destacar la prelación por la perspectiva macroestructural Netto, (citado por Ander-Egg, 1986:374), señala que la incidencia del proceso de reconceptualización fue positiva: se comenzó a producir un cuadro profesional mínimamente alfabetizado, versado en el acervo de la ciencia social, capaz de recorrer las nuevas teorías sociopolíticas y económicas, apto para comprender los fenómenos de microescala a partir del encuadramiento sociohistórico macroscópico. 6 Entiéndase en éste caso la mayor y mejor capacidad de la profesión para entender y comprender los contextos de intervención en las sociedades Latinoamericanas. La Reconceptualización, como se anoto anteriormente, se centró en cuestionar y criticar la llamada metodología “tradicional” ó “clásica”. 7 Esto significa, que en un primer momento se cuestiona los llamados métodos tradicionales de trabajo social, sobre todo en cuanto se señala que estos métodos respondían a una visión fragmentada y parcializada de la realidad, en ese sentido se entra a colocar en tela de juicio su estructura lógica, las fases o momentos del método: estudio, diagnóstico y tratamiento. Se cuestiona la concepción que reduce lo social a la existencia de simples patologías sociales, la cual subyace como concepción y le sirve de fundamento a la intervención profesional; esta concepción es retomada por el trabajo social desde la medicina clínica, de la sociología funcionalista-estructural, de la psicología y del psicoanálisis. Lima, 1976:80- 81 sostiene que: “la observación del estudio del hombre en cada uno de estos niveles dio origen a los métodos tradicionales del trabajo social. La acción sistematizada generó el trabajo social de casos, el trabajo social de grupos y el trabajo social de organización de la comunidad, respectivamente; todos modelados según normas derivadas de la Medicina, Psicología, Sociología disciplinas preponderantes en el campo social de la época. Estas guías de acción con una visión positivista y funcionalista, unilateralizan el trabajo social, lo toman como un objeto metodológico fijo, dentro de una sociedad estática. Este enfoque divide la realidad en individuos, pequeños grupos y macrogrupos, sobre los cuales se van acumulando datos en forma aislada, proponiendo el análisis del desarrollo social por parcelas de entes sociales que jamás llegan a trascender el marco global de las relaciones de producción en el sofisticado objetivo de provocar el “desarrollo pleno de las potencialidades” de los individuos y comunidades, los métodos se han mostrado incapaces de arribar a conclusiones favorables, puesto que su estructura lógica y sus fines no podrán nunca sortear los grandes obstáculos que la estructura económico social impone”. La Reconceptualización dejó en claro que no se podía seguir hablando de la existencia de tres métodos distintos, ya que si se tiene en cuenta como referente en términos analíticos, su estructura lógica y las fases ó momentos implícitos en la aplicación del método, estas eran comunes a los tres métodos: estudio, diagnóstico y tratamiento; las diferencias estaban más bien dadas ó manifiestas en el ámbito de la aplicación del método en la realidad; mientras que el trabajo social de caso enfatiza la intervención individual, el trabajo social de grupo y comunitario enfatiza una intervención societal. En un principio y durante mucho tiempo producto del individualismo metodológico, el trabajo social priorizó el enfoque individualista, luego va transitando hacía la construcción de un enfoque más amplio que ve al ser humano actuando en pequeños grupos y en macrogrupos, se arriba así al enfoque que se podría denominar societario: se ocupa de grupos de cualquier tamaño incluidos dentro del concepto de sociedad, subrayando el funcionamiento y la estructura del grupo, además de las relaciones entre sus miembros (Lima, 1976). 7 Es preferible utilizar el término de metodología clásica por el de metodología tradicional, por las imprecisiones a que puede conducir éste término al considerarse como algo ya superado en la formación y en la práctica del trabajo social. La noción de metodología clásica se emplea en éste caso para referirnos a todos los autores que contribuyeron de una u otra manera a sentar las bases de una intervención profesional sistematizada y esto implica, contemplar los llamados métodos clásicos del trabajo social y la denominada metodología de intervención profesional. Este giro que lleva la profesión al binomio individuo - sociedad sobre todo en el contexto de Norteamérica, es consecuencia de la depresión ó gran crisis financiera que se produjo en 1929 y cuyos efectos se extendieron hasta 1936, en esa época se triplicó el número de desempleados, –para señalar el elemento estructural más importante–, vino a incrementar el número y las esferas del “mal funcionamiento social”. Por lo tanto se impone la necesidad de nuevos servicios, nuevas teorías y técnicas innovadoras. De allí que se aprecie el desarrollo de la higiene mental, de la psicología social, de la teoría estructural funcionalista de la sociología (Lima, 1976). Sin embargo, “el psicologismo impregnó y dominó el trabajo social en todas sus dimensiones así como a otras ciencias sociales. El psicologismo descansa sobre dos principios fundamentales: en primer lugar, la reducción del devenir social a la conducta del individuo, y en segundo lugar, el estudio del individuo por fuerzas psíquicas de carácter instintivo, profundamente enraizadas en la “naturaleza humana”, la cual es considerada estable y determinada biológicamente. La corriente psicologísta según (Baran, 1971), evolucionó al “sociopsicologismo”8 , mezcla de psicoanálisis freudiano y nociones sociológicas cuasi-marxixtas.” La concepción sociopsicolozante terminó imponiéndose en la aplicación no sólo del llamado método de grupo, sino también en el método de organización de la comunidad, bajo la idea ó premisa del cambio planeado (Lima, 1976). 4.1 Metodologías de transición y metodologías alternativas para la acción transformadora de la realidad Casi paralelamente con el movimiento de Reconceptualización en América Latina liderado por los países del Cono Sur, en Norteamérica, se había comenzado a plantear la propuesta sobre la necesidad de dotar al trabajo social de un “método integrado”, para romper la sub-especialización en la formación de pregrado en torno a uno de los métodos, como también para intentar reducir las limitaciones existentes en la intervención profesional, al reducir el ejercicio a un particular escenario de la realidad social. Desde 1962 en Puerto Rico (Estado asociado de Norteamérica) se comienza a plantear la propuesta sobre el “método polivalente”. Estas dos propuestas tienen en común que sostienen la necesidad de propiciar la integración de los métodos, planteando que los problemas sociales que se diagnostiquen pueden ser susceptibles a trabajos de casos, de grupos, de comunidad de manera simultánea ó a una combinación de estos. Como lo anota Lima, 1976:120-121, “el marco referencial de esta nueva postura teóricometodológica parte de tres enfoques diferenciados,9 los cuales se formulan en los Estados Unidos: el enfoque I, gira en torno al método comprensivo de la intervención. Es la búsqueda de un método común de intervención para solucionar los problemas sociales. Un enfoque II, que se manifiesta por la imposibilidad de la total integración entre los tres métodos tradicionales, debido a sus características diferenciadoras. Un enfoque III, que propugna por la elaboración de una metodología que diluya las rígidas líneas existentes entre los tres métodos básicos. 8 El sociopsicologismo se impuso como una “ideología”, que reconoce que el individuo no es un ser totalmente aislado, sino afectado por el marco social en que se desenvuelve. 9 Según Vásquez, (citado por Lima, 1976:120-121), el grupo I representado por: William Gordon (1965), Mark Hale (1967) y Catherine Papell (1966). El enfoque II defendido por: Catherine Kendall (1967), Eveline Burns (1965, Hielen Younghusband (1966) y Enmanuel Tropp (1966). El grupo III por: Kaduchins Alfred (1965) “[…] La integración de métodos puede satisfacer algunas intenciones como las que hemos venido señalando. Pero ésta orientación de suyo se encuentra con enormes escollos. Por ejemplo, no se pregunta si esos métodos que se pretenden integrar siguen teniendo vigencia, no cuestiona su utilidad, si son capaces de dar solución a los ingentes problemas que el trabajo social afronta, no sólo en las sociedades capitalistas desarrolladas, sino también en las sociedades dependientes. Los promotores del trabajo social polivalente como Ligia Vásquez de Rodríguez en Puerto Rico, dejando de lado en cierta forma el asunto de la integración metodológica, se declara partidaria de la eliminación de la nomenclatura en la enseñanza de los tres métodos tradicionales; subrayando que en la elaboración del “modelo polivalente” debe “pensarse sólo en términos de problemas, unidades de intervención y la posición del trabajador social” (Lima, 1976:120-122) Lima, 1976, criticando la propuesta del llamado método polivalente, sostiene que pronto vendrá la frustración al comprobar que el modelo no implica cambios importantes en la concepción metodológica, ni en el aparataje teórico, ni en el plano de la acción, ni mucho menos en la orientación de la disciplina; sin embrago, hay que reconocer que el planteamiento formulado por Vásquez, 1962 para el momento era una formulación innovadora, ya que de alguna manera resaltaba las limitaciones existentes en términos de la intervención profesional, pero al mismo tiempo habría nuevas perspectivas para pensar la intervención bajo nuevos enfoques y derroteros. En el contexto de la Reconceptualización en Latinoamérica surgen dos tendencias diferenciadas en torno al asunto del método y las metodologías de intervención, la primera, que se puede clasificar como las denominadas: “metodologías de transición”, la cual comprende las siguientes propuestas: método integrado, método polivalente, método básico y el método único; la segunda, que se enmarca dentro de la denominada: “metodologías alternativas para la acción transformadora”, en la cual se agrupan las siguientes propuestas: método de intervención en la realidad (Bolivia), metodología para la acción transformadora, Universidad de Caldas (Colombia) y el modelo de intervención en la realidad, Universidad Central (Venezuela). Todas estas propuestas tienen en común el esfuerzo por tratar de fundamentar el denominado: “método cognoscitivo” y el “método de intervención en la realidad”. Sería por ejemplo, interesante analizar cuál fue el aporte y las principales limitaciones de las denominadas metodologías alternativas para la acción transformadora de la realidad; ese balance crítico de alguna manera está por hacerse10 . 4. 2. Metodologías de transición A diferencia de la llamada propuesta de integración de métodos, los promotores del método básico y del método único, parten de plantear una reflexión sobre el método y las metodologías de intervención, que permita aproximarse a una nueva lectura y comprensión de la cuestión social en el ámbito Latinoamericano. Se establece así una especie de ruptura con los métodos tradicionales ó clásicos de trabajo social y con la concepción sociopsicoligizante que reduce la comprensión de la realidad social a la identificación y modificación de las patologías sociales, que afectaban a individuos, grupos, comunidades y que hacían pensar en la perspectiva de un cambio ordenado y planeado 11 . 10 Una de las pocas evaluaciones críticas sobre esta propuesta ha sido realizada por Barreix y Castillejos, en el texto Metodología y método en trabajo social, denominándola como la “línea “populista” del proceso de la reconceptualización. 11 En términos de las denominada metodología de transición, “el método integrado, es una especificación que no tendría sentido sino hubiera estado precedida, por los llamados métodos tradicionales de trabajo social individual, de grupo y comunidad, que respondían a un ordenamiento (según objeto de estudio y sujeto de operación) ligado pragmáticamente al ámbito en el que los trabajadores sociales se desempeñaban. Durante la reconceptualización se formulan propuestas metodológicas superadoras, aunque de transición. En ellas se El método básico: La propuesta del método básico fue elaborada por la Escuela de trabajo social de la Universidad Católica de Santiago de Chile en 1969. Lima, 1976:126–127 plantea que: “La inquietud por la formulación de un método profesional tiene su origen, por un lado, en la preocupación de los profesionales –básicamente del Cono Sur de América Latina– por imprimir a sus acciones mayor efectividad en relación directa con el contexto social donde ejercían la profesión y por otro lado, en el hecho que el análisis realizado sobre la metodología tradicional ha demostrado que a pesar de la segmentación funcional del método sobre el objeto de la acción –individuo, grupo comunidad– manifiesta cierta unicidad en la estructura del proceso metodológico. Así mismo, es posible identificar la repetición y afinidad de muchas técnicas y procedimientos incluidos en cada uno de los métodos antes citados”. Este esfuerzo por tratar de abordar el conocimiento de la realidad social, desde una perspectiva diferente, permitió formular el método básico, en el cual se distinguen cinco etapas ó momentos del proceso: Investigación, diagnóstico, planificación, ejecución y evaluación; recientemente se ha incorporado otro momento denominado sistematización. El método único Esta propuesta fue elaborada por la Escuela de trabajo social de la Universidad de Concepción de Chile en 1971. En su estructura metododológica se diferencia del llamado método básico; se plantea como objetivos profesionales lograr una transformación social de las condiciones existentes a través de la acción racional, realizada por un sujeto que ha tomado conciencia de su valor y de su dignidad humana. Para lograr dichos objetivos el método único propone cuatro grandes funciones para el trabajo social. A cada una de ellas corresponde un enfoque metodológico diferente: Función de Educación Social: la cual tiene como objetivos los siguientes: capacitación social básica, capacitación técnica básica y cambio de las estructuras mentales. Se realiza a través de un enfoque pedagógico moderno, tomando como base el método psicosocial de Freire Función de Investigación Social: cuyos objetivos son: investigar la realidad social, las instituciones de bienestar social y el campo del trabajo social Función de Planificación social: sus objetivos son contribuir a diseñar políticas sociales nacionales y promover el cambio de estructuras Función Asistencial: es entendida como la prestación de servicios directos tendientes a solucionar los problemas inmediatos (Lima, 1976:127-129). ubican los denominados métodos básico, único e integrado, cuyo rasgo fundamental era la agrupación de los diversos procedimientos utilizados por la profesión hasta ese momento en un solo planteamiento, tratando de superar las visiones asistenciales y terapéuticas que habían caracterizado a la profesión, sustituyéndolas por una visión más acorde con la época que en ese momento vivía América Latina”(Eroles, 2005). Esta intencionalidad se orienta fundamentalmente a tratar de estructurar una propuesta de método y unas metodologías de intervención, tomando como referente común a las dos propuestas el llamado “método científico12; situación explicable en parte porque antes de la Reconceptualización, se carecía de una rigurosa formación en investigación social y por otro lado, por la falta de trayectoria y experiencia del trabajo social en una práctica investigativa. En el contexto actual, estamos obligados ha reflexionar sobre sus alcances y limitaciones, con el fin de avanzar en nuevas lecturas y construcciones epistemológicas, teórico-conceptuales y metodológicas de la intervención en lo social. Recientemente Mastrengelo, refiriéndose a todas las propuestas surgidas durante y después de la Reconceptualización señala que: […] “en todos los casos, las propuestas metodológicas se inspiraron en el método científico o en los “métodos utilizados en las Ciencias Sociales”. El método de caso, el método de grupo y el método de comunidad pasaron a denominarse “niveles de abordaje” (o niveles de intervención): individual, grupal y comunitario. A pesar de lo dicho, en la literatura sobre el tema, se advierten pocos avances en la delimitación referida a la naturaleza de los métodos y sus diferencias con los niveles de abordaje. En ese sentido se tiene la impresión de que sólo hubo variaciones en la denominación; en la práctica caso, grupo y comunidad continúan enseñándose y practicándose de manera tradicional y sospecho que, a pesar de adquirir –los trabajadores sociales– capacitación en los tres niveles, existe una fuerte tendencia a trabajar con casos en la mayoría de los servicios sociales” Cabe agregar a lo anterior que la formación de los trabajadores sociales contempla la enseñanza de la metodología de investigación social, pero sin ninguna relación con la metodología del trabajo social. Entonces por un lado se enseña el proceso, los modelos de investigación en las ciencias sociales (qué son las hipótesis, qué son las variables, los indicadores, los marcos teóricos); y, por el otro lado, se enseña la metodología del trabajo social en relación con los niveles de abordaje” (Mastrangelo 2002:50-51). Más allá de la crítica que se le pueda formular a estas dos propuestas metodológicas, algunas de ellas planteadas por (Lima, 1976), en el sentido que no están exentas de una carga positivista, de su discutible funcionalidad en su aplicación práctica, de la desaparición formal ó nominal de lo que venían siendo los objetos de acción de los métodos clásicos –individuo, grupo, comunidad– creyéndose así simplificar y hacer más científico el hacer profesional; hay que reconocer que se constituyeron en el primer esfuerzo genuinamente Latinoaméricano, que intentó dotar al trabajo social de la formulación de un método general que le diera un nuevo sentido y contenido a la intervención profesional, en un contexto estructural completamente diferente del existente en los países desarrollados13 . 12 Durante la Reconceptualización se manifestaron dos tendencias : una, que identifica el método científico con el enfoque cuantitativo de investigación, el cual está asociado con el paradigma positivista de la ciencia, es fundamentalmente hipotético-deductivo; otra, que identifica el método científico con el método dialéctico e histórico, el cual parte de la experiencia directa y después formula hipótesis, estudia la sociedad en su unicidad, descubre las contradicciones internas de la realidad y es fundamentalmente un enfoque explicativo. En ese sentido es importante referenciar algunos de los trabajos publicados: Casalet, Mónica. Alternativas metodológicas en trabajo social; Porzecanski, Teresa. Lógica y relato en trabajo social; Gallardo, Maria Angélica. La praxis del trabajo social en una dirección cientifica. 13 Eroles, 2005:126-128 define el método “como el conjunto de procedimientos ordenados que guían la acción profesional para conocer y transformar una realidad. Supone operaciones que permiten concretar estas funciones a través de una práctica social intencionada. En síntesis el método actúa como un facilitador del conocer para la acción, donde a través de aproximaciones sucesivas, logramos un conocimiento cada vez mayor del objeto y una acción transformadora más eficaz. Si bien hoy podemos hablar casi sin conflictos de una metodología única o integrada, no se llegó a este resultado en forma pacífica, sino a través de un largo proceso histórico. Ya no es sencillo hablar de método en trabajo social. Como disciplina inserta en las ciencias sociales, se trata de de intervenir con una mirada crítica sobre una realidad compleja. Conocerla no es una tarea sencilla sino cargada de contextos variantes, criterios hermenéuticos, contradicciones múltiples y aproximaciones éticas. Lo humano, lo social, el tiempo y el espacio, la mediación y la incertidumbre que genera el cambio epocal, son parte de los nuevos desafíos…En algunos trabajos de colegas De esta manera las distintas iniciativas que hicieron parte de la denominada “metodología de transición”, intentaron dejar de lado los métodos tradicionales o clásicos y retomaron los llamados métodos propiciatorios o auxiliares: planeación social, administración social, investigación y supervisión, convirtiéndolos en los referentes centrales del intento de fundamentación teórica y metodológica de estas nuevas propuestas. Hay que reconocer la intencionalidad de un esfuerzo sistemático por tratar de abordar el estudio de la cuestión social bajo nuevas perspectivas teóricas, rompiendo así con las concepciones anteriores que venían condicionando la práctica del trabajo social en América Latina, la cual reducía la intervención profesional a la simple ajuste, adaptación y corrección de las disfuncionalidades sociales. 4.3 Metodologías alternativas para la acción transformadora de la realidad. Este esfuerzo que fue meritorio y que habría nuevas posibilidades y perspectivas teóricas y metodológicas, para repensar la formación y la intervención profesional bajo nuevos horizontes, de alguna manera se truncó y se vió eclipsado por el impacto de la fuerza hegemónica de la tendencia más radical de la Reconceptualización, que tuvo como escenario la Región Andina: Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. Mientras en el Cono Sur se avanzaba en la búsqueda de repensar la intervención profesional asumiendo la reflexión sobre el asunto del método y la metodología de intervención profesional, partiendo de reconocer el contexto; en la Región Andina florecían las propuestas alternativas metodológicas, que sobredimensionaban la acción política para la acción transformadora de la realidad, empeñadas fundamentalmente en el cambio radical de las macro estructuras sociales y en el proyecto de emancipación humana y de liberación de los oprimidos. En el caso de Colombia, éste hecho tuvo repercusiones negativas por lo menos en términos de la formación profesional, porque el radicalismo vivido durante este proceso, generó una especie de rechazo inconsciente, donde el interés por la discusión metodológica pasa definitivamente a un segundo plano durante la década de los ochenta, sin lograr darle salida a muchos de los problemas relacionados con la formación profesional.14 Las Escuelas de trabajo social se dedican unas a la enseñanza de los llamados métodos clásicos o tradicionales, otras plantean la necesidad de orientar la formación por la integración de métodos, un último grupo de Escuelas, introducen cambios derivados de las propuestas del método básico y del método único, orientando la enseñanza de la metodología de intervención por procesos. En los últimos años se ha vuelto a expresar un gran interés por el tema de la intervención social y de la intervención en lo social, ello en parte puede explicar por qué se convocó recientemente al Encuentro Nacional de Docentes en Metodologías de Intervención, promovido por el Consejo Nacional para la Educación en Trabajo Social. del trabajo social Latinoaméricano se mencionan como métodos los clásicos y el método integrado, como si fueran opciones alternativas vigentes. A nuestro juicio, el método único o integrado implica la negación epistemológica de los llamados métodos clásicos. Estos últimos sólo podrían ser analizados como una etapa de un proceso histórico en la conformación de nuestra disciplina”. 14 En ese período el último seminario sobre metodología se realizó en Colombia en 1979. El Consejo Nacional para la Educación en Trabajo Social, emprendió una investigación sobre la formación metodológica del trabajador social a través de un proyecto de capacitación- investigación apoyado por el Celats y coordinado por Victoria Eugenia Muñoz y José Adán Guzmán. Los resultados del encuentro nacional realizado en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, fueron publicados en cuadernos Celats Nº 22, Lima, Perú, 1979. Sería interesante preguntarnos y analizar por ejemplo, ¿Cuáles deberían ser los paradigmas teóricos que deben orientar en el contexto actual la formación profesional? ¿Cuál es el sentido y contenido de los proyectos educativos curriculares del trabajo social en Colombia? ¿Cuál es la real situación de la enseñanza de la denominada área profesional en la estructura curricular de los programas de trabajo social en Colombia? ¿Cómo se asume el tema del método y las metodologías, en la enseñanza de cada una de las asignaturas correspondientes a las metodologías de intervención? ¿Cuáles son los referentes epistemológicos, teórico-conceptuales, metodológicos y ético- políticos que fundamentan la intervención en lo social? 5. Resignificar la intervención profesional en lo social La resignificación de la intervención profesional debe comenzar por una revisión de los presupuestos epistemológicos, teórico-conceptuales y metodológicos implícitos no sólo en la intervención social, como campo social de análisis y de acción interdisciplinaria y transdisciplinaria, sino también, de de manera específica en la denominada intervención en lo social; en esa perspectiva se debe retomar la discusión y la reflexión sobre la cuestión del método y la noción de metodología (Velez, 2003), plantea que parar avanzar en la discusión sobre la metodología del trabajo social y contribuir por esa vía al reto de repensar la profesión, es necesario esclarecer la confusión que muchas veces se establece entre metodología y método15 . La indagación y la reflexión teórico-conceptual, debe iniciarse con la revisión misma de la noción o categoría de intervención social. En la historia y en el desarrollo de la profesión la noción de intervención ha sido problematizado y cuestionado. Velez, 2003:54-55, plantea que “el término “intervención” ampliamente utilizado en el lenguaje profesional para designar determinado tipo de acción desarrollada en la práctica del trabajo social (Metodología de Intervención), es a mi modo de ver problemático y restrictivo desde el punto de vista epistemológico y operativo, haciéndose necesario, desde la perspectiva contemporánea su cuestionamiento y remoción. El contenido, usanza y tradición de dicho concepto se tornan hoy en día obsoletos e insuficientes, debido a que las nuevas tendencias metodológicas del trabajo social abogan por el establecimiento de sintonías, tránsitos y filiaciones con tendencias y posturas que conecten la esencia del quehacer profesional con una acción social dialogante e interactiva, y eso tiene que operarse también en el terreno de lo conceptual. 15 “La obligada diferenciación conceptual –que desde el punto de vista epistemológico se impone– entre metodología y método es importante también para evitar confusiones o semejanzas que limitan su alcance, reduciéndola al ámbito puramente operacional… La metodología regula y ordena la actividad científica proponiendo orientaciones y procedimientos que aseguren la realización de las acciones, en correspondencia con los supuestos establecidos en las matrices teóricas que las rigen. La estrecha conexión existente entre metodología y teoría obliga a abandonar la concepción reduccionista de la primera como la fórmula o receta mágica a través de la cual es posible abordar cualquier realidad… Además, de las precisiones teóricas e instrumentales, la metodología tiene que incorporar el conocimiento del contexto en el cual se va actuar, los objetivos de la profesión y las funciones que –como profesional– se pretenden desempeñar. Estos ámbitos y la forma de aproximación a ellos son los garantes de una acción pertinente y los que aportan elementos para una reflexión crítica que contribuya a modificar o ampliar los supuestos iniciales (o prenociones), imprimiéndole al ejercicio profesional un sentido más creativo y científico. El método como concreción de la metodología, es una forma particular de actuación profesional que no puede reducirse a la sucesión lineal de acciones que operen apriorísticamente como recetas o esquemas, costriñendo la riqueza que las expresiones particulares de la realidad revisten. El método es un recurso analítico y operativo con que cuenta el trabajo social para enfrentar de manera racional los problemas propios del ejercicio profesional. Dicho de otra manera es un conjunto de razonamientos analíticos que respaldan acciones específicas y a través del cual se le asigna un fundamento racional a los distintos cursos de acción, constituyéndose en el sustento de la práctica profesional”(Vélez, 2003:53-64). En síntesis, el método es una carta de navegación, es decir, es una lógica con la cual se aborda la construcción del conocimiento o se construye y se sustenta la intervención profesional; la metodología en sentido estricto se refiere al estudio de los diversos métodos que se utilizan para construir la intervención profesional en Trabajo Social. La marcada connotación positivista presente en el término “intervención” con que se define todo lo referente a la metodología del trabajo social (métodos de intervención, modelos de intervención, niveles de intervención, etc.) está fundamentada en un imaginario ideológico que subordina la práctica profesional a visiones externalistas de manipulación, control o cosificación de las personas y situaciones. En sintonía con lo anterior y buscando contribuir con la apertura conceptual que tiene que operarse en el lenguaje profesional contemporáneo (teórico y metodológico), propongo la eliminación del término “intervención”, reemplazándolo por el de “actuación” 16. La autora cuestiona el término de “intervención” y más precisamente el término “metodología de intervención”, calificándolos como problemáticos desde el punto de vista epistemológico y operativo, luego, propone simplemente reemplazarlo por el término de actuación. En primer lugar, comenzaría señalando que la autora no rastrea ni define que entiende por intervención, el cual queda formulado en términos generales de manera implícita no explícita, da por supuesto que todo el mundo está de acuerdo en algo que no está claramente definido; en segundo lugar, no hace la distinción entre intervención social e intervención en lo social, las dos nociones o categorías aunque relacionables, tienen que ser diferenciadas y definidas rigurosamente desde el punto de vista conceptual; en tercer lugar, el problema no es de forma, ni simplemente nominal, sino de contenido, no basta con proponer la sustitución del término intervención por actuación, sino hay una revisión a fondo de los presupuestos, epistemológicos, teórico-conceptuales y metodológicos, que caracterizan hoy la formación y la intervención profesional. No basta y no es suficiente con cambiar nombres o el lenguaje, para resolver las limitaciones o dificultades evidentes en la formación y en la práctica de los trabajadores sociales; de hecho, podemos seguir enseñando viejas doctrinas bajo nuevos mensajes, por lo tanto, la apertura conceptual que tiene que darse en el lenguaje profesional contemporáneo –en eso estamos de acuerdo– tiene que ser resultado de una profunda y sistemática reflexión, sobre la naturaleza y el sentido de la intervención en lo social. Si lo miramos en términos de la formación profesional, tendríamos que determinar cuáles deben ser los paradigmas teóricos, que deben orientar el proceso de formación y particularmente la enseñanza de las metodologías de intervención en trabajo social, como proyecto educativo curricular; elegido él o los paradigmas teóricos, debemos ser concientes de cuáles son sus implicaciones epistemológicas, teórico-conceptúales y metodológicas. La noción de intervención en si misma, por su significación y contenido, es problemática y conflictiva. Carballeda, sostiene que: 16 Entiende la actuación “como el conjunto de actos, prácticas y procesos condicionados por interacciones y mediaciones sociales (internas y externas) que estructuran la especificidad del trabajo social, y cuya elección no es ajena a las nociones, visiones o posturas que sobre la realidad, la profesión y la acción social se tengan. La actuación profesional tiene un marco estructural y contextual que la hacen posible. El carácter simbólico –o la capacidad de representación– y la finalidad , orientación o intencionalidad definen el sentido de la acción. La actuación profesional remite a todas esas acciones materiales y/o discursivas que realizan los agentes profesionales y al conjunto balanceado de lógicas y competencias administrativas, experienciales, cognitivas y creativas que le infunden vida al ejercicio profesional, proyectándolo”. […] “la palabra intervención proviene del término latino intervenio, que puede ser traducido como “venir entre”, o “interponerse”. De ahí que “intervención”, pueda ser sinónimo de mediación, intersección, ayuda o cooperación y, por otra parte, de intromisión, injerencia, intrusión, coerción o represión. En definitiva en todo proceso de intervención en lo social podemos, en la mayoría de los casos, encontrarnos con ambas caras de una “misma moneda”… Reconocer lo artificial de la intervención significa tender a su desnaturalización, entenderla como dispositivo que se entromete en un espacio, en tanto existe una demanda hacia ella. De ahí que la demanda sea el acto fundador de la intervención. En este aspecto, la demanda proviene de los sujetos que acuden a las instituciones, los organismos, etc, pero, también la demanda es generada desde las instituciones, las agendas de políticas públicas, los medios de comunicación, etc. En definitiva, de la visión de “problema social” que una sociedad tiene” (Carballeda, 2002). En esta misma línea Eroles, reconociendo la dualidad conceptual coincide con Carballeda destacando también el carácter contradictorio de dicha noción. En ese sentido sostiene que: […] “dado que se trata de un acto o de un proceso constituido por un conjunto de actos, la intervención implica siempre acción, es decir, conciencia y transformación de la realidad. Esa realidad muchas veces se nos impone, sufrimos y experimentamos lo impuesto, y otras veces, por el contrario podemos actuar sobre lo disponible. Parte de la realidad permanece tal como se presenta, parte se transforma por si sola, y parte permanece o se transforma sólo cuando hacemos o sufrimos algo. En toda acción hay una relación entre lo irremisiblemente impuesto y aquello disponible, y cada uno de nosotros se desenvuelve en un círculo de posibilidades reales en el que no sólo se padece lo impuesto. Los límites de lo posible se modifican no sólo históricamente por las distintas generaciones, sino a lo largo de la vida de cada individuo. Toda acción supone la existencia de un diálogo, el entrecruzamiento de lenguajes, de horizontes de comprensión socio-culturales, y de esquemas de comportamiento y pensamiento. Su producto es real cuando hay una transformación en acto, pero su resultado es también ideal, en la medida en que toda acción es pensada, es anticipada mediante el proyecto. Lo que media entre la idea, el proyecto y el acto es la voluntad manifestada en la “decisión”. La decisión es más bien el último obstáculo de la voluntad con el cual se supera el umbral existente entre el agente del proyecto (en tanto acto mental con anterioridad a la misma acción) y el acto propiamente dicho. Para llegar a ella muchas veces hay interrupciones, rodeos y suspensiones; de todas maneras, y aún no convertida en acto, es intervención por que es experiencia intencionada de cambio; por ello se dice que hay participación, sea por acción, por omisión o inacción” (Carballeda 2007:105-109). La intervención en lo social si lo conceptualizamos como un proceso social, no puede ser pensada como un asunto puramente operativo y lineal, ésta es sin duda alguna una construcción social, cuya legitimidad está determinada por las demandas que establecen las poblaciones o las instituciones sociales. En éste sentido las y los trabajadores sociales que intervienen en lo social, al promover y construir procesos de intervención, en tanto humanos mediados por valores y posturas político-ideológicas, no están exentos de asumir en la práctica posiciones que oscilen entre ser mediador, promotor u orientador; o asumir el papel opuesto de instrumentalizar, controlar, reprimir o ejercer la coerción contra las personas con que las que se trabaja. En esas circunstancias por su significación la intervención en lo social, tiene que ser analizado como un proceso conflictivo y hasta contradictorio y aunque podemos y debemos esforzarnos por construir el sentido, la finalidad y el horizonte de la intervención profesional, no estamos exentos consciente o inconcientemente de incurrir en posturas y prácticas que nieguen el reconocimiento del otro como sujeto social. En síntesis, la intervención en lo social desde la perspectiva profesional, tiene que ser pensada y abordada como un proceso social complejo, por esa razón es necesario plantear la resignificación de la relación entre método y metodología. La categoría de proceso17, es fundamental para conceptualizar no solo el papel del método sino también de la metodología, en tanto que la intervención en lo social es ante todo una construcción social, que debe abordar y comprender la dinámica de los procesos sociales en curso, con el fin de formular las respectivas estrategias de acción social. De la misma manera que se plantea un pluralismo metodológico en la construcción del conocimiento de lo social, se debe reivindicar un pluralismo metodológico en términos de la intervención profesional, que parta de admitir que para poder fundamentar la intervención en lo social, es necesario contar con un método o métodos que permitan, darle sentido y finalidad a la intervención profesional – heredamos de la reconceptualización el método básico y el método único– , ello implica hoy, repensar el asunto en términos epistemológicos, teórico- conceptuales, metodológico y ético-político. Hay que admitir que como toda intervención en lo social, se construye en contextos particulares contingentes, no se puede seguir formulando la idea limitada que hace alusión a la existencia de una metodología de intervención genérica, válida de ser aplicada en los múltiples contextos en los que se interviene. Antes que utilizar en singular la noción de metodología de intervención, debemos utilizar en plural la noción de metodologías de intervención en lo social, para referirse a la construcción de estrategias metodológicas, que respondan y se articulen a esos contextos contingentes, únicos e irrepetibles. En el contexto actual es necesario repensar los denominados “niveles de intervención”, ya que si se conceptualiza la intervención como un proceso social, esta debe dar cuenta de la tensión que se expresa en la relación social existente entre lo individual y lo social (colectivo), lo cual está presente como interacción social, en los distintos campos de intervención profesional. En esas condiciones la intervención en lo social, debe ser asumida en la perspectiva de la construcción del campo profesional, que permita abordar y construir los diferentes objetos de intervención implícitos en cada uno de ellos. Ello significa darle prelación al conocimiento de los paradigmas que corresponden a la teoría crítica, al paradigma del conflicto social, al constructivismo o construccionismo social y al enfoque histórico-hermenéutico. Para que sea posible repensar y conceptualizar adecuadamente el campo profesional y la construcción de los diversos objetos de intervención, es necesario apoyarnos en la teoría del campo social propuesta por Pierre Bourdieu y la teoría de la acción social, propuesta por Max Weber y todos sus continuadores hasta los más contemporáneos como Thomas Luckmann y Peter Berger. 17 El proceso es un cambio continuo o discontinuo que tiene lugar gracias a la operación de fuerzas presentes en una situación. El despliegue de tales fuerzas produce el proceso, sin que éste para serlo haya de marchar necesariamente hacia adelante, es decir, hacia el progreso de manera lineal. Hay procesos sociales de integración y desintegración, de organización y desorganización. No hay un juicio previo cualitativo sobre el curso y desenlace de un proceso social: puede ser hacia arriba o hacia abajo, hacia adelante o hacia atrás, en todo proceso hay avances y retrocesos, lo importante es poder captar y comprender las tendencias de continuidad o discontinuidad. Con el fin de fundamentar la intervención en lo social, es necesario que se plantee la relación entre conocimiento y acción, que permita identificar, construir y transformar en un campo o espacio social18, los diferentes objetos de intervención, en objetos de conocimiento. En esa perspectiva la construcción de una propuesta o estrategia de intervención profesional, debe tener como referentes las siguientes dimensiones: en primer lugar, la identificación de problemas sociales y la construcción de situaciones problemáticas complejas, ya que en sentido estricto ningún problema social existe aisladamente de otros problemas; en segundo lugar, la lectura de los contextos particulares contingentes de intervención; el contexto estructural que media o sobredetermina los contextos particulares. Si algo se debe aprender es a comprender y a leer adecuadamente las sobredeterminaciones históricas, sociales, económicas, políticas, culturales, etc. de los contextos, no sólo se debe prestar atención al reconocimiento, sino también, se debe tener un sumo cuidado por la instrumentación de los determinantes del contexto. En síntesis es necesario hacer las lecturas del contexto y en contexto, en tanto esta última noción ayuda a identificar y construir los múltiples objetos existentes en los diferentes campos de intervención profesional. Finalmente, si algo deben aprender hoy las y los trabajadores sociales es a contextualizar, ya que una adecuada lectura del contexto es fundamental para fundar y sustentar la intervención profesional; esta se debe orientar, como es lógico en una actitud ético-cognitiva que permita la construcción de una postura ético- política; en tercer lugar, comprender y explicar los procesos sociales que se encuentran en curso; en cuarto lugar, tomar en cuenta los sujetos sociales implicados, con sus significaciones, representaciones sociales y sus imaginarios simbólicos. Sólo así se podrá saber si la intervención en lo social desde la perspectiva profesional deberá orientarse a transformar o incidir en los problemas o situaciones problemáticas complejas, los procesos sociales, los contextos micro y macro estructurales o intervenir con los sujetos y las poblaciones. En esa línea se debe destacar que toda interpretación como toda experiencia que se realiza es una acción social y política situada, en sentido estricto toda acción social es una acción política, por lo tanto hay que destacar que todo dialogo tiene siempre un significado social. Alonso, 1998:232, plantea que: […] “sólo de la comunicación libre surge el conocimiento social constructivo, y sólo entablando conversaciones –en el más amplio sentido de la palabra– y, construyendo espacios comunicativos abiertos es posible conducir libremente cualquier proceso de constitución democrática real.” Es justamente en éste tipo de contextos donde se debe comenzar a rescatar el sentido de la política y de lo político en toda su significación, ya que el escenario de la comunidad constituye el contexto natural por excelencia en el cual se debe recuperar el sentido de la política. Ello supone que la acción del conocer –y esto deberían tenerlo en cuenta las y los trabajadores sociales– se debe orientar siempre por la puesta en práctica de un principio dialógico, que parta de reconocer a ese otro en todas sus potencialidades como sujeto social y político”. 18 Se puede “definir el concepto de campo en dos momentos. En principio, como un espacio específico en donde suceden una serie de interacciones; por otra parte –lo define Bourdieu– como un sistema particular de relaciones objetivas que pueden ser de alianza o conflicto, de concurrencia o de cooperación entre posiciones diferentes, socialmente definidas e instituidas, independiente de la existencia física y de los agentes que la ocupan. Por ejemplo, aunque desaparecieran los agentes que ocupan las diferentes posiciones sociales de empleador o de patrón, dirigente deportivo o rector, etc; esta posición podría ser ocupada por otro agente. Siempre existirá la posición, ya que “a rey muerto rey puesto”” (Moreno y Ramírez 2003:16-17). 6. A manera de conclusiones finales Es necesario continuar la reflexión epistemológica, teórico-conceptual y metodológica, que permita profundizar en las relaciones de complementariedad y al mismo tiempo de diferenciación entre las categorías de intervención social e intervención en lo social. La intervención social es hoy un campo social en debate pero también un campo social en construcción, ya que son múltiples las disciplinas y profesiones, que tratan hoy de transitar articulando la construcción de un conocimiento de lo social, con la búsqueda de sentido de un horizonte de intervención en lo social. A mediano y largo plazo si no se asumen estos desafíos, muchas de las disciplinas y profesiones, estarán irremediablemente sometidas a perder vigencia o incluso a desaparecer, dadas las demandas sociales existentes desde la sociedad, los sujetos sociales, las poblaciones, las instituciones sociales, las agendas de políticas públicas y desde los nuevos contextos y escenarios sociales y políticos. La Reconceptualización crítica el “individualismo metodológico” dominante en el trabajo social, que asume el individuo como la fuente principal de trastorno y desadaptación, totalmente desconectado y aislado de la estructura social; también cuestiona y critica la “asepsia metodológica”, que revestida con el manto de la neutralidad, niega el carácter político implícito en toda acción social. La reconceptualización tuvo el mérito de haber descubierto y develado a nivel del trabajo social la dimensión política e ideológica consustancial a esta práctica social. En el contexto de la Reconceptualización surgen dos tendencias claramente diferenciadas en torno al asunto del método y la metodología de intervención; la primera que se puede clasificar como la denominada metodología de transición, la cual comprende las siguientes propuestas: método integrado, método polivalente, método básico y el método único; la segunda, que se enmarca dentro de la denominada metodología alternativas para la acción transformadora de la realidad, en la cual se agrupan las siguientes propuestas: método de intervención en la realidad (Bolivia), metodología para la acción transformadora, Universidad de Caldas, (Colombia) y el modelo de intervención en la realidad, Universidad Central, (Venezuela). Todas estas propuestas tienen en común el esfuerzo por tratar de fundamentar el denominado “método cognoscitivo” y el “método de intervención en la realidad”. Sería interesante analizar cuál fue el aporte y las principales limitaciones de las metodologías alternativas para la acción transformadora de la realidad. Este balance crítico en Colombia de alguna manera está por hacerse dada las limitadas alusiones al tema. La resignificación de la intervención profesional en lo social debe comenzar por una revisión de los presupuestos epistemológicos, teórico-conceptuales, metodológicos y ético-políticos implícitos no sólo en la intervención social, como campo y espacio social de análisis y de acción interdisciplinaria y transdisciplinaria, sino también, de manera específica en la denominada intervención en lo social. Es por lo tanto indispensable retomar la discusión y la reflexión sobre la cuestión del método y la noción de metodologías de intervención en trabajo social. Si conceptualizamos la intervención en lo social como un proceso social, este no puede ser pensado y formulado como un asunto puramente operativo y lineal, es por lo tanto una construcción social, cuya legitimidad está determinada por las demandas que establecen las poblaciones o las instituciones sociales. En ese sentido las y los trabajadores sociales que intervienen en lo social, al promover y construir procesos de intervención, en tanto humanos o agentes sociales mediados por valores y posturas político-ideológicas, no están exentos de asumir en la práctica posiciones que oscilen entre ser mediador, promotor u orientador; o adoptar el papel opuesto de instrumentalizar, controlar, reprimir o ejercer la coerción contra las personas con las que se trabaja. 7. Referencias bibliográficas Ander-Egg, Ezequiel (1986) Diccionario del trabajo social. Editorial Plaza y Janes. Buenos Aires. Bogotá. Barreix, Juan y Castillejos, Simón (1997) Metodología y método en trabajo social. 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