educarnos Este tipo de aprendizaje basado en la observación nos permite aprender de lo que hacen otros.
Cuando nos proponemos aprender algo, no siempre lo hacemos
mediante nuestra experiencia directa; muchas veces nos fijamos en lo que hacen otros.
Esto se llama aprendizaje vicario, un fenómeno que, por sencillo
que parezca, cuando fue formulado por primera vez por el psicólogo Albert Bandura supuso una revolución en el ámbito de la ciencia de la conducta. Veamos por qué.
¿Qué es el aprendizaje vicario?
Técnicamente, el aprendizaje vicario es el tipo de aprendizaje que
ocurre cuando observar el comportamiento de otros individuos (y los resultados que tienen esos comportamientos) hace que se extraiga una conclusión sobre el funcionamiento de algo y sobre qué conductas son más útiles o más dañinas.
Es decir, es una forma de auto-educación que se produce cuando
nos fijamos en lo que hacen los demás, no para imitarlos por el simple hecho de que lo hagan tal y como ocurriría en las modas, sino para ver lo que funciona y lo que no.
El término "vicario" viene de una palabra en latín que significa
"transportar", lo cual sirve para expresar que en él el conocimiento es transportado del observado al observador.
La neurobiología la educación por observación
El aprendizaje vicario existe entre los miembros de nuestra especia
porque dentro del cerebro humano hay una clase de células nerviosas conocidas como neuronas espejo. A pesar de que todavía no se sabe muy bien cómo funcionan, se cree que estas neuronas son las encargadas de hacer que seamos capaces de ponernos en la piel de otros y de imaginar cómo sería experimentar en nuestro propio cuerpo lo que hacen. También se cree que las neuronas espejo son las responsables de fenómenos tan curiosos como los contagios de bostezos o como el efecto camaleón.
Albert Bandura y el aprendizaje social
El concepto de aprendizaje vicario empezó a tomar forma a partir de
la aparición de la Teoría del Aprendizaje Social a mediados del siglo XX. En esa época, la corriente psicológica que había sido dominante en los Estados Unidos, el conductismo de John Watson y B. F. Skinner, empezaba a entrar en crisis.
La idea de que toda conducta fuese el resultado de un proceso de
aprendizaje producido por los estímulos que uno experimentaba sobre su propio cuerpo y las respuestas que emitía como reacción (tal y como se plantea, por ejemplo, en el aprendizaje basado en castigos) empezaba a ser vista como algo demasiado simplista, porque tenía poco en cuenta procesos cognitivos como la imaginación, las creencias o las expectativas de cada uno.
Este hecho creó el caldo de cultivo para que Albert Bandura, un
psicólogo formado en conductismo, crease algo llamado Teoría Cognitiva Social. Según este nuevo paradigma, el aprendizaje también podía surgir observando a los demás y viendo las consecuencias que tienen sus acciones.
De este modo, un proceso cognitivo entraba en juego: la proyección
de uno mismo sobre las acciones del otro, algo que requiere utilizar un tipo de pensamiento abstracto. El constructo del aprendizaje vicario había nacido, pero, para demostrar que su teoría servía para describir la realidad, Bandura realizó una serie de curiosos experimentos.
El experimento del tentetieso y la observación
Para poner a prueba su afirmación de que el aprendizaje vicario
constituía una forma de aprendizaje fundamental y muy utilizada, Bandura utilizó un grupo de niños y niñas y los hizo participar en un curioso juego de observación.
En este experimento, los pequeños observaban un gran muñeco
tentetieso, esa clase de juguetes que a pesar de ser sacudidor o empujados siempre vuelven a ponerse en posición vertical. Algunos niños veían cómo un adulto jugaba tranquilamente con este muñeco, mientras que otro grupo separado de niños observaba cómo el adulto golpeaba y trataba con violencia al juguete.
En la segunda parte del experimento, se filmó a los pequeños
mientras jugaban con el mismo muñeco que habían visto antes, y se pudo comprobar cómo el grupo de pequeños que había presenciado los actos de violencia eran mucho más propensos a utilizar el mismo tipo de juego agresivo en comparación a los demás niños.
En caso de que el modelo conductista tradicional basado en el
condicionamiento operante explicase todas las formas de aprendizaje, esto no habría ocurrido, ya que todos los niños habrían tenido las mismas posibilidades de actuar pacífica o violentamente. El aprendizaje vicario espontáneo había quedado demostrado.
Las implicaciones sociales del aprendizaje vicario
Este experimento de Bandura no solo sirvió para dar fuerza a una
teoría psicológica en el ámbito académico; también daba motivos para preocuparse sobre lo que observan los niños y niñas.
Los padres y madres ya no tenían que preocuparse simplemente
por no actuar de forma injusta con ellos castigándolos cuando no tocaba o dándoles recompensas inmerecidas, sino que también debían comprometerse seriamente con dar ejemplo. En caso contrario no solo se podía resentir su imagen, sino que podían estar enseñando malos hábitos sin que ni ellos ni su descendencia se diesen cuenta.
Además, a partir de esta idea se propuso en los años 70 la Teoría
de Cultivo, según la cual interiorizamos creencias acerca del funcionamiento del mundo a partir de los mundos ficticios construidos por la televisión y el cine.
Se entendió que los contenidos vistos y leídos a través de medios
de comunicación podían tener un impacto social fuerte. No solo podemos aprender ciertas cosas acerca de las acciones que funcionan y las que no; también somos capaces de aprender e interiorizar una imagen global acerca de cómo es la sociedad en la que vivimos dependiendo del tipo de experiencias que observamos regularmente.