You are on page 1of 15

DIOS, MARDUK Y EL MERCADO

Reino de Dios y economía política


Alfonso Ropero Berzosa

En este tema de la economía, tan poco tratado por la teología, vamos a proceder de la siguiente
manera. En primer lugar trataremos de situarnos en el carácter y naturaleza de la economía; después
abordaremos aquellos principios bíblicos que nos pueden ilustrar sobre la economía desde una
perspectiva cristiana.

Lo económico en la vida
La economía siempre ha sido protagonista de nuestras vidas pero, en los últimos tiempos, a raíz de
la crisis económica global, hasta los más indiferentes a estas cuestiones se han visto obligados a tomar
conciencia de ella. Los medios de comunicación nos bombardean a diario con términos y diagnósticos
que aunque superan nuestra capacidad de entendimiento y nuestro interés común, repetimos a fuerza
de que nos lo repiten como si se tratasen de verdades evidentes y necesarias.
En cierto sentido la economía es una cuestión que todo lo abarca, tanto a nivel privado como político.
Desde el momento del nacimiento, y previo a él, todo está condicionado por la economía. La manera
en que seremos atendidos, cuidados y educados, o maleducados, desatendidos y maleducados. La que
determina nuestro futuro y nuestras posibilidades o frustraciones.
La gente dice interesarse por el arte y la cultura, y hasta por la espiritualidad, pero lo que realmente
le interesa, le inquieta y preocupa, es de la manera de ganar de dinero; de estudiar una carrera que le
prometa buen sueldo o de realizar actividades que sean rentables. Ya se encargará el dinero de abrir las
puertas del buen gusto, de la sensibilidad por el arte, las buenas maneras, y, sobre todo, la posibilidad
de adquirir poder.
La economía es el arte de estudiar la vida humana en sus relaciones comerciales y laborales, siempre
reguladas por el principio del interés económico.
La economía es un asunto tan importante, que cuesta trabajo pensar lo poco que la teología se ha
ocupado de ella, como si fuera un área de la vida que apenas cuenta, o que está más allá de su campo
de estudio e investigación.
Ciertamente se han escrito varios libros de carácter práctico sobre la economía doméstica: cómo
manejar las finanzas privadas y familiares desde una perspectiva bíblica. A nivel popular, y
tendencioso, se ha hablado mucho de la teología de la prosperidad, pero todo esto no tiene que ver con
la economía política de aquí vamos a hablar. Es una cosa triste que la teología se desentienda de la
economía, como si esta perteneciese al campo de las doctrinas indiferentes a la teología. Hasta donde
yo conozco, solo un autor dedicó al tema un estudio riguroso y profundo desde una perspectiva bíblica.
Me refiero a Douglas Meeks, decano académico y profesor de Teología Sistemática en el Wesley
Theological Seminary de Washington. Su libro God the Economist (1989) abre una nueva dimensión
a la teología en su comprensión de la economía y sus complejidades mercantiles y laborales. Y todo
desde una sana teología trinitaria. Desgraciadamente no ha tenido continuadores, al menos que yo sepa.
Tampoco tenemos que sentirnos demasiado culpables por este abandono. Hasta la teología de la
liberación que hizo de los pobres su objetivo prioritario, no hizo de la economía objeto particular de
análisis, según se queja Jung Mo Sung. “Después de 1975, los teólogos más conocidos y divulgados

1
en las comunidades de base,como Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Jon Sobrino, Clodovis Boff, Joño
B. Libánio, y otros, poco o nada han trabajado la relación teología y economía”1.

El descuido teológico de la importancia de la economía en la vida de los individuos y de los pueblos,


contrasta con la atención que se ha prestado a otros temas de carácter filosófico o sociológico. Se ha
dedicado especial atención a la postmodernidad y a su aparente “relativización” de la verdad, sin darnos
cuenta de que sus darnos iban dirigidos contra los grandes relatos con que la modernidad se ha
adormecido a sí misma. La postmodernidad es un acta notarial del ocaso de los grandes ideales guía y
motor de la modernidad: comunismo y sociedad sin clases; raza y nación; capitalismo y progreso;
democracia y bienestar. Hoy vivimos en días de desengaño ideológico. Pero en medio de esta crisis
generalizada, observamos que hay una empresa que permanece y desafía todas las tormentas: la
economía.
“En medio del naufragio generalizado de creencias e ideologías —escribe el filósofo francés Pascal
Bruckner—, al menos una resiste con una vitalidad incuestionable: la economía. Hace tiempo que
dejó de ser una ciencia árida, una fría actividad de la razón, para convertirse en la última forma de
espiritualidad del mundo desarrollado”2.
A raíz de la crisis económica mundial que comenzó en el año 2008, y fue originada en EE. UU.,
bautizada como Gran Recesión por The Wall Street Journal, el interés por los temas económicos se
filtró en todas las capas de la sociedad, según se desprende del aumento y seguimiento masivo de los
debates y libros que tratan del tema.
Como alguien ha dicho, la actividad económica, como preocupación, ha invadido el conjunto de la
vida cotidiana. Los ciudadanos se despiertan con noticias sobre la prima de riesgo, el aumento del
déficit, la enésima caída de las bolsas, la subida o bajada de los tipos de interés, el doloroso crecimiento
del desempleo, la situación de las hipotecas y las pensiones.
“Si durante siglos la metafísica pretendía explicar la estructura más profunda del universo, parece
que la economía le ha sustituido, al menos en lo que hace a las cosas humanas. Ser analfabeto en
economía es hoy en día vivir fuera del mundo”, dice Adela Cortina, catedrática de Ética y Filosofía
de la Universidad de Valencia3.

Reparemos en esta frase: “Ser analfabeto en economía es hoy en día vivir fuera del mundo”. Este es
un toque de atención a los estudiantes cristianos de hoy, sea que se vayan por las ciencias bíblicas o
teológicas. El cristianismo no puede permitirse el lujo de ignorar la cuestión económica. En cuanto
miembros del Reino de Dios estamos al servicio del mundo, y el mundo nos reclama que reparemos
con rigor e inteligencia en la economía como un servicio a nuestra comunidad. De otro modo, si no nos
ocupamos de la economía con inteligencia y discernimiento, corremos el riesgo de alienarnos de la
sociedad, o lo que es peor, alinearnos inconscientemente a ideologías económicas contrarias al espíritu
del Reino de Dios.

Yo creo que nos asusta el mismo concepto de economía.


Pensamos que la economía es una cuestión de cifras, sin embargo su ocupación fundamental son los
seres humanos en su relación comercial y negociadora. No cabe duda, como advierte Paul Krugman,
Premio Nobel de Economía 2008, que hay mucho de matemáticas en las revistas de economía, “ya que

1 Jung Mo Sung, Economía. Tema ausente en la Teología de la Liberación, p. 11. DEI, San José, Costa Rica 1994.
2 Pascal Bruckner, Miseria de la prosperidad, p. 15. Tusquets, Barcelona 2003.
3 A. Cortina, “Prólogo”, Por una economía del bien común, de Stefano Zamagni. Ciudad Nueva, 2012.

2
la elaboración matemática es una manera tradicional de disfrazar una idea banal”4. Los teoremas
matemáticos y el procedimiento estadístico, pese a su sofisticación, es de importancia secundaria, a
juicio de muchos economistas. La economía es el estudio de la vida en su complejidad comercial. Y
“nadie puede reducir totalmente la complejidad de las situaciones de la vida real a un modelo
matemático”5. Wassili Leontief, uno de los primeros economistas en ganar un Premio Nobel, dijo que
“el entusiasmo acrítico por la formulación matemática tiene a ocultar con frecuencia el efímero
contenido sustantivo del argumento que hay tras la formidable fachada de signos algebraicos”6.

Algunos economistas tienen a presentar su disciplina como una ciencia objetiva, pero esto es solo
una pretensión que está muy lejos de ser cierto. La economía no es en absoluto una ciencia. “A pesar
de su impresionante aparato científico, hay que admitir que, en lo más profundo, la economía consiste
en una colección de historias sobre el funcionamiento de la economía”7. Y nuestra labor, como
cristianos, es juzgar esas historias desde la historia de la salvación, en cuanto afecta al hombre como
individuo particular y miembro de una comunidad.
A lo largo del presente siglo hemos aprendido que no nos encontramos viviendo una crisis financiera
o económica aislada; que no es un hecho aislado, sino que las burbujas especulativas, el desempleo, la
precariedad laboral, el cambio climático, las crisis energéticas, las desigualdades, el hambre en el
mundo, el deterioro ecológico, indican que vivimos en un sistema en decadencia. El cristiano no puede
permanecer callado ante esta decadencia. Afortunadamente cada vez son más las voces que, desde la
fe y visión cristiana, se están dejando oír.
Es una alegría constatar que economistas de la talla de Stefano Zamagni, profesor de Economía
Política en la Universidad de Bolonia y en la John Hopkins University, cada vez son más conscientes
de lo que está en juego y a los pesimistas que dicen que no hay ninguna alternativa, responden que hay
que recuperar el concepto de “persona” como clave de la vida económica. Según Zamagni, la
economía de mercado en el mundo moderno ha asumido la forma de economía de mercado capitalista,
en que el individuo busca su beneficio en competencia con otros individuos, obviando su dimensión
relacional8.
El capitalismo es ante todo la promoción de la economía como ciencia autónoma, disociada de toda
idea religiosa y ética. Los líderes políticos y los grandes empresarios normalmente cantan las virtudes
de este ideal de capitalismo, y ven con muy malos ojos que personas ajenas a los intereses del capital
se permitan opinar sobre la economía. Consideran como una intromisión improcedente que en nombre
de la ética, o de la humanidad, algunos se permitan opinar sobre el cierre de algunas empresas, la
deslocalización de la fábricas y la precariedad de los empleos, que afecta tanto a los trabajadores como
a sus familias, su comunidad, su ciudad y, última instancia, su país.
Tristemente los países han perdido su autonomía económica, con todo lo que esto significa para sus
políticas sociales. El presidente del Bundesbank, Hans Tietmeyer, lo decía claramente en Davos, en
febreo de 1996: “Los mercados financieros jugarán cada vez más el papel de «gendarmes» […] Los
políticos deben comprender que ahora están bajo el control de los mercados financieros y no solamente
de los debates nacionales”9.

La dignidad de la persona como pieza clave de la economía

4 Paul Krugman, Vendiendo prosperidad, p. 9. Ariel, Barcelona 2000.


5 Michael Perelman, El fin de la economía, p. 11. Ariel, Barcelona 1997.
6 Wassili Leontief, “Theoretical Assumptions and Nonobserved Facts”, American Economic Review, 61, nº 1, pp. 1-2, marzo 1971.
7 Michael Perelman, ob. cit., p. 9. Cf. Donald N. McCloskey, La retórica de la economía. Alianza Editorial, Madrid 1990.
8 Stefano Zamagni, Por una economía del bien común. Ciudad Nueva, Madrid 2012.
9 Citado por André Gorz, Miserias del presente, riqueza de lo posible, p. 23. Paidós, Buenos Aires 1998.

3
La teoría económica, como cualquier otra disciplina académica, más pronto que tarde tiene que
tratar el concepto del hombre, su realidad y su significado. La realidad humana es una cuestión
ineludible que justifica y explica toda producción humana, sea intelectual o técnica. Precisamente aquí,
en Argentina, en 2015 más de un centenar de estudiantes de ciencias económicas de todo el país se
dieron cita en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Entre Ríos para
profundizar en la “economía con rostro humano”, defendida por Amartya Sen, Premio Nobel de
Economía en 1998, a quien se debe Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas, el cual es
un indicador para determinar el nivel de desarrollo que tienen los países del mundo. Fue ideado con el
objetivo de conocer, no sólo los ingresos económicos de las personas en un país, sino también para
evaluar si el país aporta a sus ciudadanos un ambiente donde puedan desarrollar mejor o peor su
proyecto y condiciones de vida. Para Amartya Sen, lo central de la economía es el ser humano10. En
este punto central para la economía encuentra la teología cristiana su punto de partida para una
reflexión compartida.
Para ser más concretos la teología bíblica tiene que comenzar con el concepto de hombre como
“persona”, el cual es propiamente un concepto teológico, que comenzó por aplicarse a la realidad
trinitaria de Dios, y de ahí pasó a la definir al ser humano como algo más que un individuo o miembro
de una especie o comunidad. Persona remite a lo que tiene valor por sí mismo, no por su relación a otra
realidad.
En el libro de Génesis se narra la creación del hombre, varón y mujer. En polémica con la ciencia y
la cuestión de la evolución humana en clave darwiniana, el relato de la creación ha perdido su
significado esencial, el cual hay que comprender desde su ámbito cultural y sus referencias a otros
relatos cosmogónicos contemporáneos.
Uno de los relatos más antiguos de la creación perteneciente al espacio bíblico de Mesopotamia es
el llamado Enuma Elish (Cuando arriba), poema babilónico, originalmente redactado en lengua acadia
y escrito en caracteres cuneiformes sobre tablillas de arcilla. Allí se narra la historia de Marduk, el gran
dios-patrón de Babilonia, en el contexto del olimpo mesopotámico. A él se atribuye la creación de los
hombres y la idea de los mismos. Lo crea, o mejor, lo forma a partir de la sangre de un dios menor
rebelde, al que se sacrifica para dar lugar a la formación de seres humanos. “Entretejeré sangre11 y
ensamblaré huesos. Suscitaré un ser humano, Hombre será su nombre. En verdad, construiré al ser
humano denominado Hombre”, narra el poema. Lo de menos es la materia con la que el hombre es
formado, lo que interesa a nuestro tema, es el objeto, el motivo, el propósito de la formación del
hombre, según la mentalidad de aquella primitiva sociedad humana.
Marduk declara que formará al hombre, con vistas realizar el trabajo que hasta ese momento venían
realizando los dioses. Trabajo considerado una maldición pesada. Marduk quiere acabar con esa
esclavitud y así es como se propone a suscitar al hombre al servicio de los dioses, para que estos puedan
estar ociosos y vivir del trabajo humano. Qué duda cabe que su propuesta fue celebrada por la asamblea
de los dioses. —Es curioso saber que también en la poesía náhuatl de los antiguos mexicas el hombre
aparece en los relatos de su creación como “vasallos de los dioses”.

10La bibliografía de Amartya Sen en castellano es muy abundante. De sus obras podemos destacar: Sobre ética y economía (Alianza Editorial,
Madrid 1989); Nuevo examen de la desigualdad (Alianza Editorial, Madrid 1995); Nueva economía del bienestar (Universidad de Valencia,
1995); Bienestar, justicia y mercado (Paidós Ibérica, Barcelona 1997); El nivel de vida (Editorial Complutense, Madrid 2001); La idea de la
justicia (Taurus, Madrid 2010). A toda bibliografía habría que añadir la obra del economista español José Luis Sampedro, Economía Humanista.
Algo má s que cifras (Editorial Debate, Madrid, 2009).

11 La sangre del rebelde Kingu, sangre divina, pero malvada. Así están hechos los hombres y, por tanto, participan de esas características.

4
En el poema paralelo acadio de Atrahasis (1600 a.C.) narra con más detalle esta formación del
hombre, que nos remite a una economía y sociedad muy concreta en Mesopotamia. Se dice que después
de miles de años de duro trabajo drenando canales y cavando zanjas, dioses de menor rango, los igigi,
se amotinaron y reclamaron a Enlil, dios supremo, que resolviera su situación. Enki, el dios equivalente
a Marduk, propone la solución a este conflicto mediante la formación del hombre como “bestia de
carga”. El poema narra con candidez:

Cuando los dioses (hacían) de hombres,


Tenían que trabajar y estaban atareados:
Su tarea era considerable,
Su trabajo pesado, su labor infinita.

Se habla del remedio para esta situación, que no es otro que la fabricación de un prototipo de
hombre.

¡Será él quien cargue con el yugo de los dioses


Quien cargue con el yugo de los igigu:
Será el Hombre quien cargue con su trabajo!

Enki, entonces, abrió la boca, y dirigiéndose a los grandes dioses dijo:

¡A partir de este momento, nosotros estaremos ociosos!


¡Que él cargue con nuestro yugo!


 ¡Que el hombre asuma el trabajo asignado a los dioses!”
Yo os he librado de vuestra pesada tarea,

 Imponiendo vuestra labor al Hombre.


 ¡Yo soltaré vuestra cadena y seréis libres!

La asamblea de los dioses allí reunidos saltaron con gozo indescriptible. No era para menos.
Retengamos la lección. El hombre no es un fin en sí mismo, sino un medio para un fin, que no es otro
que la liberación de una clase, los dioses, que a partir de ese momento vivirán ociosos y felices.
Adelanto que para mí ese genio de Marduk es una imagen perfecta del Mercado al servicio del capital,
que considera a los individuos humanos medios de su cadena de producción, para los que no existe otra
meta existencial que la productividad y el rendimiento económico, al servicio de una casta de ejecutivos
y de la asamblea de accionistas.

Consideremos ahora el sobrio relato bíblico:

Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y
señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal
que se arrastra sobre la tierra.
Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó (Gn 1:26-
27).
5
Aquí vemos que el hombre está en relación íntima con Dios. No un ser ajeno, propio de la tierra, de
la naturaleza, sino que tiene una semejanza con el Creador. Se corresponde con él. La tradición
teológica siempre ha entendido que la imagen de Dios es como un reflejo de Dios en una especie de
espejo. “El Dios que se hace representar en la tierra por su imagen se manifiesta también en esta, que
se convierte así en una revelación directa de su ser divino en forma terrena”12.
Como bien dice el profesor Jesús Fernández González: “En la cabecera de la antropología de la
Biblia figura la denominación más repetida y fundamental de todo el pensamiento cristiano sobre el
hombre que es una verdadera revolución cultural que se traslada desde la razón a la civilización
occidental, a la sociedad, a la ética, a la convivencia social, al derecho, a la economía. Por eso decimos
que todo trasfondo de la cultura es humanista, porque tiene al hombre como principio y fin de la
construcción racional. Es esta afirmación y convicción descansa toda la teoría de la supremacía de la
persona, de la dignidad del individuo, de la inviolabilidad de la vida y de los derechos humanos, del
valor supremo de la libertad, del sentido de la humanidad y fraternidad universal. Todo descansa y
deriva de esta primera afirmación radical y profunda que ha trascendido los horizontes religiosos y se
ha convertido en arquitectura de la civilización occidental”13.
Frente a la versión pagana y politeísta, el hombre es sólo un medio al servicio de una élite: Asamblea
Divina, Junta de Accionistas, Grupo Inversor, qué más da, en la relevación bíblica el hombre aparece
como la corona de la creación, no como un medio para un fin, sino como un fin en sí mismo. En el
mundo ajeno a la revelación divina, todo es aprovechar la productividad de muchos en beneficio de
unos pocos. Para Dios el hombre es un fin en sí mismo, por eso el relato de la creación no hace
referencia al trabajo del hombre a favor de la divinidad, ni siquiera a la creación del hombre como ser
destinado a glorificar a Dios en la tierra —su misma existencia ya glorifica a Dios en cuanto imagen y
semejanza de su divino Creador—: el hombre no sirve a Dios como un medio para aumentar su gloria.
Dios tiene una comunicación eterna y plena en su seno en cuanto Comunidad de Personas: Padre, Hijo
y Espíritu Santo, la creación del hombre es un acto de pura gracia. Como decían los antiguos, la gloria
de Dios es el hombre vivo.

Señor de la naturaleza creada. Tan grande es el concepto de la criatura-hombre que aparece como
un reflejo de Dios en la tierra, “creado a imagen y semejanza de Dios”14.
La teología moderna ha mediato rigurosamente sobre el tema, y su resultado no puede ser más
concluyente. No hay más valioso sobre la tierra que el ser humano, hombre y mujer. Utilizarlo como
medio, como instrumento, atenta contra su dignidad más propia.
Si al concepto judío de imagen y semejanza de Dios, se une el concepto cristiano de recreación a
imagen y semejanza del Hijo (Ro. 8:29), entonces la imagen del hombre adquiere su máximo esplendor
y dignidad. Una vez que Dios se ha encarnado, ya no se puede hablar de Dios sin hablar del hombre,
ni del hombre sin hablar de Dios, dice Pannenberg15. Karl Barth sacaba las conclusiones prácticas,
uniendo en una sola sentencia lo mejor de la religiosidad hebrea y del pensamiento griego: “Desde el
momento que Dios se hizo hombre, el hombre es la medida de todas las cosas, y quien atenta contra el
hombre atenta contra Dios”.

12 J. Moltmann, Dios en la creación, p. 234. Sígueme, Salamanca 1987.


13 Jesús Fernández González, Historia de la antropología cristiana, p. 34. CLIE, Barcelona
14 “Para la tradición judío-cristiana, decir «creación» es más que decir naturaleza, porque tiene que ver con un proyecto del amor de Dios

donde cada criatura tiene un valor y un significado. La naturaleza suele entenderse como un sistema que se analiza, comprende y gestiona,
pero la creación sólo puede ser entendida como un don que surge de la mano abierta del Padre de todos, como una realidad iluminada por
el amor que nos convoca a una comunión universal”. Francisco, Laudato Si´, n. 75.
15 W. Pannenberg El hombre como problema. Hacia una antropología teológica (Herder, Barcelona 1976); Antropología en perspectiva

teológica (Sígueme, Salamanca 1993); Teología sistemática II (UPCO, Madrid 1996).

6
En el plano socioenómico, Pannenberg deduce con toda lógica que frente al criterio moderno que
tienen a valorar a las personas por sus logros, el valor de una persona viene dado no por lo que hace,
sino por lo es, respecto a su naturaleza más íntima y auténtica.
El valor supremo del hombre creado a imagen y semejanza de Dios se manifiesta en la continuación
del relato genesiaco, cuando después de que Caín matara a Abel, Dios pregunta al homicida: “¿Dónde
está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?” (Gn 4:9).
Aunque Caín quiera ocultar su responsabilidad para con su hermano, la respuesta es clarísima. Sí,
él, Caín, es guardián de su hermano, porque aunque él pueda deshacerse de su hermano, tiene un
guardián en los cielos ante el cual clama toda la sangre inocente derramada a lo largo de los siglos. “La
voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra”. Esta es la respuesta de Dios a la injusticia
humana, a la codicia y al problema de la acumulación de riquezas injustas. Como podemos leer en
Isaías:
¡Ay de los que juntan casa a casa, y añaden heredad a heredad hasta ocuparlo todo! ¿Habitaréis
vosotros solos en medio de la tierra? (Is 5:8).
Quienes así actúan olvidan su responsabilidad para con su hermano. Creen que no tiene que dar
cuentas a nadie de lo que hace, pero el caso es que todos somos responsables ante Dios y nuestros
hermanos.
Sifgnificativamente, Amitai Etzioni, uno de los sociólogos más importantes de nuestro tiempo, que
ha mostrado su excelencia como investigador y pensador social en el mercado tan competitivo que es
el norteamericano, ha desarrollado toda una socio-economía basada en el concepto de “guardián del
hermano”. Para ello han creado toda una red de instituciones para llevar a cabo ese cambio. En 1968
creó el Center for Policy Research en la Universidad de Columbia; y en 1989. The Society for the
Advancement of Socieconomics, que agrupa a más de 2000 académicos de más de 40 países. Etzioni
ha sabido poner la sociología al servicio de la gente y no de sí misma. La óptica de Etzioni es
decididamente moral y no por ello menos científica que la perspectiva utilizada por ejemplo por
perspectivas tan en boga como las del behaviorismo económico o la teoría de la elección racional en
defensa del credo neoliberal. La alternativa de una economía comunitarista se defiende no solo en base
a las incoherencias y faltas de verificación de las viejas propuestas neoclásicas, sino también y sobre
todo, en base a su poca talla moral16.
La influencia de Etzioni es grande dentro de la sociología y lo es también de modo creciente en los
foros de debate y reflexión de ideas y praxis política. En el mundo hispanohablante esa influencia se
nota en la Asociación Iberoamericana de Comunitarismo (http://www.comunitarismo.info) y en la
demanda que sus ideas y planteamientos reciben desde las diversas plataformas políticas de casi todos
los países hispanos.

La economía no puede actuar como si no hubiese una instancia superior, pensando solo en términos
de competitividad y producción; el hombre es esa instancia superior, y cada cual debe actuar con su
prójimo con el máximo respeto, sabiendo que él es responsable de las acciones que pueden infligir
daño a su hermano. Independientemente de la teología, el hombre es la pieza clave de la economía.
“La economía no es un fin en sí misma, es un medio hacia la praxis humana determinada
democráticamente. La economía debería servir a la comunidad democrática, que a su vez sirva a la
creación de condiciones para que el ser humano encuentre su vocación”17.

16 Amitai Etzioni, La sociedad activa: una teoría de los procesos societales y políticos (Aguilar, Madrid 1968); La Nueva Regla de Oro (Paidós,
Buenos Aires 1999); La tercera vía hacia una buena sociedad: propuestas desde el comunitarismo (Trotta, Madrid 2001); El guardián de mi
hermano; autobiografía y mensaje (Palabra, Madrid 2006); La dimensión moral: hacia una nueva economía (Palabra, Madrid 2007).
17 M. Douglas Meeks, God the Economist : The Doctrine of God and Political Economy, p. 182. Fortress Press, Minneapolis 1989.

7
El futuro de la economía política dependerá del lugar que se dé a la dignidad humana y a la
conciencia comunitaria. Todo el actuar divino y las consiguiente leyes de Israel está orientado hacia
ese fin.

Economía de la salvación y salvación de la economía

La concepción cristiana tradicional de la salvación parece suponer que la finalidad de la acción


eclesial y del mensaje evangélico es la salvación sobrenatural, futura e individual del hombre. Se olvida
que salvación es un concepto muy amplio que afecta al hombre en su ser y en sus relaciones. En su ser
respecto a su pecado y su reconciliación con Dios; en sus relaciones con sus hermanos y con economía.
“Reino de Dios significa en la Biblia la transformación de este mundo también en su dimensión
económica. Esto no quiere decir que se prescinda del individuo y del más allá, sino simplemente que
Dios, con una pasión verdaderamente divina, quiere imponer su soberanía en esta época y en esta
sociedad”18.
La liberación de Egipto constituye el auténtico acontecimiento fundacional de Israel.
¿Qué es lo que solicitó Moisés de Faraón? ¿Más salario, mejor trato? Simplemente: “Jehová el Dios
de Israel dice así: Deja ir a mi pueblo a celebrarme fiesta en el desierto” (Ex. 5:1). No es un
reivindicación política, es una sencilla petición religiosa, y además bien modesta: “Ofrecer sacrificios
a Jehová nuestro Dios” (v. 3).
¿Cómo reaccionó el Faraón, considerado la encarnación de Dios en la tierra? Reaccionó igual
hubiera reaccionado Marduk o el Divino Mercado: ¡Qué fiestas ni qué sacrificios a Dios! ¿Acaso no
estaban ya construyendo un monumento en memoria del gran Faraón, el único dios con derechos sobre
la vida y muerte de sus ciudadanos?
¿Qué es lo dijo?
“Aquel mismo día mandó Faraón a los cuadrilleros del pueblo que lo tenían a su cargo, y a sus
capataces, diciendo: De aquí en adelante no daréis paja al pueblo para hacer ladrillo, como hasta ahora;
vayan ellos y recojan por sí mismos la paja.
Y les impondréis la misma tarea de ladrillo que hacían antes, y no les disminuiréis nada; porque
están ociosos, por eso levantan la voz diciendo: Vamos y ofrezcamos sacrificios a nuestro Dios.
Agrávese la servidumbre sobre ellos, para que se ocupen en ella, y no atiendan a palabras mentirosas”
(v. 5-8).
¡Qué gran político y buen economista era el Faraón! La gente reclama derechos porque está ociosa
y no quiere trabajar, y se buscan excusas mentirosas para no contribuir en la gran construcción de la
Pirámide del Mercado. ¿Os quejáis que estáis oprimidos? ¡Ahora veréis lo que es opresión! Un tipo
listo.
Los capataces o representantes sindicales de los hijos de Israel vinieron a Faraón y se quejaron a él,
diciendo respetuosamente: ¿Por qué lo haces así con tus siervos? El Faraón, que desconfiaba de todo
sindicalista alborotador, respondió: “Estáis ociosos, sí, ociosos, y por eso decís: Vamos y ofrezcamos
sacrificios a Jehová. Id pues, ahora, y trabajad. No se os dará paja, y habéis de entregar la misma tarea
de ladrillo” (vv. 15-18). Así aprenderían a quejarse y poner exigencias que iban contra las Leyes
inviolables del Mercado.
A partir de aquí vemos cómo Dios está de parte del pueblo oprimido, toma partido por él e interviene

18 Norbert Lohfink. “Reino de Dios y economía en la Biblia”, Communio, año 8; marzo/abril II/1986, pp. 112-124.
http://www.mercaba.org/FICHAS/ceiboysur/reino_de_dios_y_economia.htm

8
en su liberación. Ahí están las plagas, el cruce del mar Rojo… No podía ser de otra manera, el hombre
es corona de la creación divina, y así como Dios demanda la sangre derramada del hombre, demanda
también todas las agresiones y actos de violencia cometidos contra el hombre. Ya lo hemos dicho: “la
gloria de Dios es el hombre vivo” (Ireneo de Lyon). Y atentar contra el hombre es atentar contra Dios.
El «Exodo» se conviertió en el contenido del credo de Israel:

Entonces hablarás y dirás delante de Jehová tu Dios: Un arameo a punto de perecer fue mi padre,
el cual descendió a Egipto y habitó allí con pocos hombres, y allí creció y llegó a ser una nación
grande, fuerte y numerosa; y los egipcios nos maltrataron y nos afligieron, y pusieron sobre nosotros
dura servidumbre. Y clamamos a Jehová el Dios de nuestros padres; y Jehová oyó nuestra voz, y vio
nuestra aflicción, nuestro trabajo y nuestra opresión; y Jehová nos sacó de Egipto con mano fuerte,
con brazo extendido, con grande espanto, y con señales y con milagros; nos trajo a este lugar, y nos
dio esta tierra, tierra que fluye leche y miel (Dt. 26:5-9).

De aquí aprendemos que la pobreza, con todo lo que conlleva de miseria, sufrimiento y humillación,
no está en armonía con la voluntad de Dios, o dicho de otra manera, la pobreza no es de Dios, y menos
aún la explotación laboral. Dios condujo a su pueblo al bienestar, formulado bíblicamente: a una tierra
que mana leche y miel. Hay, pues, implicaciones económicas en la liberación de Israel de la esclavitud
de Egipto. Como hay implicaciones económicas en los diferentes momentos de la historia de la
salvación.

Mercado libre, economía responsable

Uno de los dogmas intocables del capitalismo financiero es el libre mercado, la no injerencia de la
política o la religión en el mismo. El mercado se regula a sí mismo y es la mejor garantía para la
creación de riqueza.
En el reino de Dios, tal como se manifestó en el antiguo Israel, las cosas no funcionan así. El
gobierno interviene en la economía mediante leyes que, en última instancia, se atribuyen a Dios.
Por ejemplo, la ley del rebusco, tanto de la mies como de la vid.

Cuando siegues la mies de tu tierra, no segarás hasta el último rincón de ella, ni espigarás tu tierra
segada.
Y no rebuscarás tu viña, ni recogerás el fruto caído de tu viña; para el pobre y para el extranjero
lo dejarás. Yo Jehová vuestro Dios (Lv 19:9-10; cf. Dt. 24:19-22; Lv. 23:22; Rut 2).

El propietario de los trigales o viñedos no era dueño absoluto de ellos, tenía una responsabilidad
ética y social con los miembros menos afortunados de la comunidad. Estaba obligado a ejercer su
función de guardián del hermano, sea este un pobre miserable o un emigrante extranjero. No podía
exigir a sus jornaleros sacar todo el rendimiento posible a la mies o la vid, cosechando hasta la última
espiga de la mies o el último racimo de la vid. Tenía que dejar un resto para ser rebuscado por los
necesitados, de tal modo que pudieran alimentarse y sobrellevar su miseria.
La institución del diezmo tenía un propósito similar. No sólo era un impuesto destinado a sostener
el clero, es decir, a los sacerdotes y levitas. También cumplía el cometido de proveer bienes para los
necesitados.

Al fin de cada tres años sacarás todo el diezmo de tus productos de aquel año, y lo guardarás en
9
tus ciudades. Y vendrá el levita, que no tiene parte ni heredad contigo, y el extranjero, el huérfano y
la viuda que estén en tus poblaciones, y comerán y serán saciados; para que Jehová tu Dios te bendiga
en toda obra que tus manos hagan (Dt. 14:28-29; cf. 26:12; 16:13-15).

A estas leyes de carácter económico hay que añadir la institución del Año del Jubileo (Lv 25),
enmarcado en una economía agrícola. Debido a las malas cosechas o a acontecimientos familiares de
diversa índole, los agricultores podían fácilmente contraer una elevada deuda. La consecuencia
inmediata era la necesidad de vender bienes raíces, reduciéndose así la auténtica base de la producción,
además -dado que existía el derecho de retención cuando se prestaba dinero- el deudor podía verse
obligado a ponerse a servir para, mediante su trabajo, ir amortizando la deuda. Esto podía significar no
sólo la liquidación de la base económica de una familia, sino también la desaparición de la propia
familia como institución dentro la comunidad civil y cultual. Evidentemente, el legislador considera
esto como una pérdida para Israel y trata de evitarlo poniendo diques que frenen la crecida de la
desgracia económica y regulando el desarrollo de los acontecimientos de suerte que, al final, las aguas
vuelvan siempre a su cauce, la propiedad a su propietario original. Cada 50 años, el terreno vendido
pasaba de nuevo a manos de su antiguo dueño. De este modo se evitaba la acumulación de propiedades
en manos de unos pocos. Mediante el año jubilar la ley de santidad restablece a Israel, en cierto modo
periódicamente, en su esplendor original: en todas sus familias, y cada una de ellas con su patrimonio.

También hay que tener en cuenta el descanso sabático y las múltiples fiestas que jalonaban el año
judío, donde estaba terminantemente prohibido realizar cualquier tipo de actividad laboral y comercial,
por parte de ninguna persona ni animal.

En consecuencia, estas leyes impedían que el mercado y la economía ocuparan el lugar del estado,
de la religión, e incluso de la familia. Ciertamente bajo el régimen del Capital, Dios se vuelve
innecesario, basta con el Mercado, pero desde una perspectiva ética, Dios se convierte en el regulador
por excelencia de los desmanes del mercado y su codicia.

El mismo Adam Smith, considerado el padre de la economía moderna y autor de la teoriá de la


mano invisible, defendió al mismo tiempo el juicio ético del comportamiento económico. En la época
de Adam Smith las reglas del laissez faire o libre mercado, tenían por meta limitar la intromisión de
los aristócratas que, en la defensa de sus privilegios, impedían la libertad de empresa. Smith, que era
profesor de ética y moral, identificaba el crecimiento de la riqueza de las naciones con el crecimiento
de la producción de bienes, de forma que a mayor producción, mayor riqueza para todos, hasta
conseguir una igualdad relativa19. Y aquí interviene la ética social. Es un dato evidente que los países
con mejor calidad de vida son aquellos que promueven la justicia social, pues evitar la inequidad y la
desigualdad limita la violencia y el enfrentamiento.

La retórica del libre mercado y su secuela de males es simplemente eso, retórica interesada, y hasta

19 Jesús Conill, Horizontes de economía ética: Aristóteles, Adam Smith, Amartya Sen. Tecnos, Madrid 2013.

10
peligrosa20. Según Michael Perelman, profesor de Economía en la Universidad Estatal de California,
la mayoría de los líderes políticos y empresarios reconocidos raramente creen en su propia retórica. Su
palabrería obligatoria acerca de la magina del mercado no es sino un intengo hipócrita por ampliar sus
propios intereses. “En su fuero interno los líderes políticos y económicos son totalmente conscientes
de que las fuerzas del mercado, sin ningún tipo de guía externa, pueden producir y a menudo producirán
resultados catastróficos”21.

Más allá de la Empresa: Creando comunidad

Hay un relato bíblico que nos ilustra de un modo cabal la preocupación del autor inspirado por el
bienestar general de la comunidad israelita.
Tiene que ver con el judaísmo que regresa del exilio a su patria en ruinas. Después de muchos años
y de amonestaciones por parte de sacerdotes y profetas, las murallas de la ciudad son reconstruidas
finalmente. El libro de Nehemías narra con todo lujo de detalles la reconstrucción de la muralla, en
cuya obra intervienen las grandes familias de Judá. Cada cual restauró su tramo (Neh cap. 3), y sus
nombres quedan registradas en el texto sagrado para memoria de sus hechos. Todos estaban contentos
con este logro, y seguro que se felicitaban unos a otros. Pero, en medio de la alegría general, se oyen
unas voces de queja:

Entonces hubo gran clamor del pueblo y de sus mujeres contra sus hermanos judíos.
Había quien decía: Nosotros, nuestros hijos y nuestras hijas, somos muchos; por tanto, hemos
pedido prestado grano para comer y vivir.
Y había quienes decían: Hemos empeñado nuestras tierras, nuestras viñas y nuestras casas, para
comprar grano, a causa del hambre.
Y había quienes decían: Hemos tomado prestado dinero para el tributo del rey, sobre nuestras
tierras y viñas.
Ahora bien, nuestra carne es como la carne de nuestros hermanos, nuestros hijos como sus hijos;
y he aquí que nosotros dimos nuestros hijos y nuestras hijas a servidumbre, y algunas de nuestras hijas
lo están ya, y no tenemos posibilidad de rescatarlas, porque nuestras tierras y nuestras viñas son de
otros.
Y me enojé en gran manera cuando oí su clamor y estas palabras.
Entonces lo medité, y reprendí a los nobles y a los oficiales, y les dije: ¿Exigís interés cada uno a
vuestros hermanos? Y convoqué contra ellos una gran asamblea,
y les dije: Nosotros según nuestras posibilidades rescatamos a nuestros hermanos judíos que habían
sido vendidos a las naciones; ¿y vosotros vendéis aun a vuestros hermanos, y serán vendidos a
nosotros? Y callaron, pues no tuvieron qué responder.
Y dije: No es bueno lo que hacéis. ¿No andaréis en el temor de nuestro Dios, para no ser oprobio

20 “En las ú ltimas dé cadas los neoliberales se ha intentado imponer radicalmente la completa desregulació n del mercado, exaltando por
encima de cualquier otro objetivo la obtenció n de beneficios a costa de una estimulació n desenfrenada del consumo y una producció n má s y
má s barata, sin ninguna consideració n moral sobre los procedimientos empleados, el resultado ha sido, como puede comprobarse, un
aparente desarrollo, crecimiento o prosperidad, a corto plazo, que en unos pocos añ os ha llevado a la mayor y peor crisis de todos los tiempos,
es decir, a una etapa de ineficiencia extrema, donde la mayor parte de los recursos está n ociosos y se explotan otros hasta niveles peligrosos
para la propia sostenibilidad de la vida sobre la Tierra”. Fé lix García Moriyó n y Teresa Sanz García, “Adam Smith, moral y economía”,
Encuentros multidisciplinares, vol. 18, nº 52, 2016.
https://repositorio.uam.es/bitstream/handle/10486/677824/EM_52_11.pdf?sequence=1&isAllowed=y
21 Michael Perelman, El fin de la economía, p. XIII. Ariel, Barcelona 1997.

11
de las naciones enemigas nuestras?
También yo y mis hermanos y mis criados les hemos prestado dinero y grano; quitémosles ahora
este gravamen.
Os ruego que les devolváis hoy sus tierras, sus viñas, sus olivares y sus casas, y la centésima parte
del dinero, del grano, del vino y del aceite, que demandáis de ellos como interés.
Y dijeron: Lo devolveremos, y nada les demandaremos; haremos así como tú dices. Entonces
convoqué a los sacerdotes, y les hice jurar que harían conforme a esto.
Además sacudí mi vestido, y dije: Así sacuda Dios de su casa y de su trabajo a todo hombre que no
cumpliere esto, y así sea sacudido y vacío. Y respondió toda la congregación: ¡Amén! y alabaron a
Jehová. Y el pueblo hizo conforme a esto (Neh 5:1-13).

Los edificadores de los muros, hicieron ciudad, pero no comunidad. Al fallar en comunidad, su gran
trabajo de reconstrucción se redujo a nada. Nehemías rectificó el error, dando así una lección práctica
de la economía del Reino de Dios en el Antiguo Testamento; de paso nos reafirma en la convicción de
que Reino de Dios en la Biblia significa la transformación de este mundo también en su dimensión
económica.

El Nuevo Testamento y la economía

Desde tiempo antiguo los teólogos, e incluso los exégetas, asumieron que el Nuevo Testamento se
diferencia del Antiguo en que suprime el carácter secular de éste y entiende el reino de Dios como una
realidad nueva que afecta sólo al alma individual y que ha de esperarse únicamente tras la segunda y
definitiva venida de Cristo.

Pero el caso es que la aparición pública de Jesús en la sinagoga de Nazaret tiene un cariz que en
nada se aleja de las expectativas judías del Reino de Dios venidero y su economía de liberación. ¿No
es significativo que la lectura que hizo hace referencia al año de gracia22, que es el año jubilar, donde
se restaura el orden divino?

Le entregaron el libro del profeta Isaías23. Él desenrolló el volumen y encontró el lugar donde
estaba escrito:
El Espíritu del Señor está sobre mí,
Por lo cual me ungió para predicar el evangelio a los pobres.
Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;

22 Esta expresión alude al “año jubilar” de Moisés (Lv 25:10) y se expresa con ella todo el período de bendiciones que se inaugura con Cristo.
“Una traducción literal debería decir: «el año aceptable del Señor» (eniauton kyriou dekton), lo mismo que en Is 61,2a, según la versión de
los LXX, menos el cambio del imperativo original en un infinitivo (véase la «nota» exegética al precedente v. 18). La frase de Isaías que
describe un período de gracia que ha de traer la liberación de Sión se usa aquí para proclamar y presentar el «tiempo de Jesús» y la nueva
forma de salvación que comporta este tiempo. Ésta es la formulación lucana del kerigma en la narración evangélica, en contraste con la
presentación que hace Marcos en Me l,14b-15. El texto de Lucas omite la segunda parte de Is 61,2: «el día del desquite de nuestro Dios»,
porque esa idea no cuadra con el panorama salvífico que en este momento ve su inauguración. También en la literatura de Qumrán ese texto
de Isaías sufre unos retoques semejantes para acomodarse a la función de Melquisedec y a la de «los santos de Dios» (HQMelq 9)”. J. Fitzmyer,
El Evangelio según san Lucas: Jesús en Nazaret, tomo II, pp. 423-449. Cristiandad, Madrid 1987.
23 “Las palabras son de Isaías 61,1s. Sólo se ha cambiado una línea. «A poner en libertad a los oprimidos» (Is 58,6) está en lugar de «para

sanar a los de corazón quebrantado». Con esta modificación queda muy bien articulado todo el pasaje. La primera y la segunda línea hablan
de dotación con el Espíritu y de encargo recibido de Dios; las otras cuatro líneas hablan de la obra del portador de la salvación. La primera y
la última línea y las dos del medio se corresponden; la primera y la última hablan del anuncio y del mensaje, las del medio, de la actividad
salvífica del Señor. El portador de salvación actúa de palabra y de obra, es salvador y mensajero de victoria”. A. Stöger, El Nuevo Testamento
y su mensaje. Comentario para la lectura espiritual, tomo I, pp. 135-143. Herder, Barcelona 1979.

12
A proclamar liberación a los cautivos,
Y recuperación de la vista a los ciegos;
A poner en libertad a los oprimidos,
A proclamar un año favorable del Señor (Lc 4:17-19).

Aquí Jesús se revela como el que cumple las esperanzas del Antiguo Testamento, se presenta como
el principio de un mundo nuevo, condensado en la liberación de los cautivos24 y la plenitud de vida
para los pobres.
“Jesús actúa de palabra y de obra, enseñando y sanando. El tiempo de gracia ha alboreado para los
pobres, los cautivos y los oprimidos. Precisamente el Jesús del Evangelio de san Lucas es el salvador
de estos oprimidos. El gran presente que hace Jesús es la libertad: liberación de la ceguera del cuerpo
y del espíritu, liberación de la pobreza y de la servidumbre, liberación del pecado”25.
Aunque Jesús no ofrece aquí un programa radical de reforma social, tampoco es posible ver su
ministerio como exclusivamente espiritual. Al afirmar que esa Escritura se ha cumplido hoy, Jesús
asumiendo las palabras de Isaías como palabras suyas, dándoles un sentido pleno y definitivo, en
cumplimiento de la profecía. Cirilo de Alejandría, no duda en afirmar que “Cristo, a fin de restaurar
el mundo y reconducir a Dios Padre todos los habitantes de la tierra, mejorándolo todo y renovando,
como quien dice, la faz de la tierra, asumió la condición de siervo —no obstante ser el Señor del
universo— y trajo la buena noticia a los pobres, afirmando que precisamente para eso había sido
enviado”26.
Para los autores del Nuevo Testamento el tiempo de la espera ha terminado, ahora comienza lo que
hasta ahora era esperado al final de los tiempos; el fin de los tiempos ya está aquí, ya ha comenzado.
Ha sido inaugurado con la venida de Cristo y avanza hacia su consumación final, plena y gloriosa.
Jesús no comparte equívoco apocalíptico de un derrumbamiento exterior del edificio del mundo y
de una espectacular destrucción de todo lo que es contrario a Dios, para él el reino de Dios es como
levadura, como sal, como una luz en la colina, según expone en sus parábolas.
Sus comidas, ya como invitado ya como anfitrión, son signo de la presencia del reino de Dios.
Forman parte de lo que podemos llamar su “teología de la celebración”. Ya los profetas anunciaban el
tiempo mesiánico bajo la imagen de un banquete de bodas, donde abunda la comida y la bebida (Is
25:6-8)27.
La primera comunidad cristiana de Jerusalén no entendió el mensaje de Jesús sobre el reino de Dios
de un modo individualista y espiritualista, ultraterreno. Compartieron vida y bienes de tal manera que
entre ellos no había ningún necesitado (Hch. 4:34). El texto alude a la ley deuteronómica en la que se
dice que no deben existir pobres en el seno de la comunidad (Dt. 15:4). “Ciertamente como a menudo
se dice el texto de Lucas no parece suponer una comunidad de bienes. Evidentemente no se suprime la
propiedad privada. Pero estos discípulos se comportan de una forma radicalmente nueva: lo nuevo es
la comprensión de la comunidad como nueva sociedad de Dios y signo de nuevas posibilidades sociales
propiciadas por Dios”28.
El ímpetu igualitario del reino de Dios está contra toda forma de pobreza y dominio de unos sobre
otros. La economía de Dios en Israel y en la Iglesia de Cristo comienza con los pobres y oprimidos

24 “En relación con el ministerio de Jesús, esta frase puede entenderse como una referencia a los prisioneros de sus deudas; es decir, la libertad

sería una condonación. En el texto de Melquisedec procedente de la gruta 11 de Qumrán, el texto de Is 61,1 se usa en conexión con Lv 25,10-
13 y Dt 15,2, que se refieren a la «condonación de las deudas» con motivo del año del jubileo”. J. Fitzmyer, El Evangelio según san Lucas: Jesús
en Nazaret, tomo II, pp. 423-449. Cristiandad, Madrid 1987.
25 A. Stöger, El Nuevo Testamento y su mensaje. Comentario para la lectura espiritual, tomo I, pp. 135-143. Herder, Barcelona 1979.
26 Cirilio de Alejandría, Comentario sobre el libro del profeta Isaías Lib. 5, t. 5: PG 70, 1351-1358.
27 Rafael Aguirre, La mesa compartida. Estudios del Nuevo Testamento desde las ciencias sociales. Sal Terrae, Santander 1994.
28 Norbert Lohfink. “Reino de Dios y economía en la Biblia”, Communio, año 8; marzo/abril II/1986, pp. 112-124.

13
porque son los más amenazados por la muerte y la injusticia, precisamente aquello que Cristo ha venido
a destruir en orden a construir un nuevo hogar para todas las criaturas29.

Economía del bien común

Cualquier sistema económico que sea indiferente a la desgracia ajena, que permita la muerte por
hambre de millones de personas, es un sistema totalmente opuesto a la voluntad de Dios. La economía
de Dios es fundamentalmente una lucha contra la muerte y la exclusión.
Hasta los años 80, los años de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, en principio la política
económica estaba orientada a la calidad de la vida de los ciudadanos y el alivio de la pobreza. “La
economía —dice John Kenneth Galbraith— conservaba su dominio sobre las actitudes sociales
debido a una compasiva atención al problema del desempleo y de las desventajas raciales”30. Todo esto
pertenece al pasado. Hoy domina una capitalismo financiero, especulador, cuyo objetivo no es crear
riquezas y bienes, sino acumular capital. Es la sublimación del dinero como poder, no como medio
crear una sociedad justa, equitativa.
Afortunadamente, en los últimos años se están levantando voces relevantes en pro de una nueva
economía, que responde al nombre de economía del bien común, término acuñado por el profesor de
economía austríaco Christian Felber, cuya obra se ha convertido en un best-seller en Alemania,
Austria y España. Con ella denuncia los excesos del libre comercio y defiende que hay superar la actual
democracia representativa para poder avanzar hacia un sistema social y económico más justo. Felber
propone impulsar una economía ética que no mida únicamente el beneficio empresarial, sino el de la
comunidad, y que permita entre otras cosas, el reparto del trabajo y reducir la desigualdad. Este nuevo
orden económico tendría que venir acompañado de una regeneración del sistema político para lograr
"una democracia realmente soberana"31.
Felber no hace otra cosa que llamar la atención de los políticos para que cumplan lo que dice la
constitución de cada país, pues las diferentes constituciones de los países democráticos establecen que
el capital es un medio y que el fin de la actividad económica debe ser el bien común, el bien de la
comunidad. “La democracia está rota, no funciona. El poder está concentrado en los parlamentos y en
los gobiernos y éstos a su vez están instrumentalizados por los poderes económicos. Esa es la debilidad
de la democracia actual. El único derecho que ahora tiene el cuerpo soberano, el pueblo, es elegir unos
representantes cada cuatro años que luego hacen lo que les da la gana sin dar muchas explicaciones”32.
Desde Italia, Stefano Zamagni, profesor de Economía Política en la Universidad de Bolonia y en
la John Hopkins University, aporta un granito más a la economía del bien común y su intento de
“humanizar la economía”33. Su propuesta es recuperar la relacionalidad en economía, dando
protagonismo a principios como la reciprocidad, abandonado en la fase capitalista de la economía de
mercado.
El año pasado se publicó en español un voluminoso trabajo del economista francés Jean Tirole34,
un reconocido economista y profesor en la Universidad de Toulouse. Con esta obra, los detractores de
la Economía del Bien Común, sobre todo los procedentes del campo del neoliberalismo, lo tienen ahora
más difícil. No se trata de un idealista utópico, sino de todo un premio Nobel de Economía de 2014.

29 Meeks, ob. cit., p 24.


30 J. K. Galbraith, Economía y subversión, p. 15. Plaza & Janés, Barcelona
31 Christian Felber, La economía del bien común. Deusto, Bilbao 2010.
32 Público, Entrevista a Christian Felber.

http://www.publico.es/economia/christian-felber-democracia-rota-todavia-no-sentimos-carne-hueso-no-funciona-sola.html
33 Stefano Zamagni, Por una economía del bien común. Ciudad Nueva, Madrid / Buenos Aires 2013
34 Jean Tirole, La economía del bien común. Taurus, Barcelona 2017.

14
En su tratado económico, que precisamente lleva el título de Economía del bien común, el economista
francés da respuesta a los grandes retos actuales de la economía basándose en los principios y valores
del modelo formulado por Felber. Supone, sin ninguna duda, una gran aportación teórica desde el
campo académico a este nuevo enfoque económico y social y da sustento a la gran mayoría de los
planteamientos que Felber define en su libro de 2010.
¿Cómo resumir en pocas palabras el contenido de la economía del bien común?
En palabras del abogado argentino Adalberto Damianovich, se puede decir que corresponde al
bien común todo lo que propende al desarrollo del ser humano en forma integral. “En esa línea, en
nuestro país, el Preámbulo de la Constitución Argentina, enuncia objetos claros que constituyen el bien
común cuya realización propugna la Carta Magna: unión nacional, justicia, paz interior, defensa
común, bienestar general, libertad35. No ofrece demasiadas dificultades, identificar el bien común en
abstracto o como ideal a alcanzar. El problema está en los medios o herramientas para alcanzar ese
bien común. Aquí ya entramos en el terreno de la política36.
De política, y de espiritualidad, añadimos nosotros. Aquí es donde entra la teología y el ser cristiano.
Javier Goikoetxea, coordinador de Economía del Bien Común en Euskadi, dice que la Economía
del Bien Común empieza por un cambio persona a persona. La Economía del Bien Común es un
modelo económico alternativo que busca sustituir las premisas del afán de lucro y la competencia por
la contribución al bien común y la cooperación37. Sobra decir que todo el mensaje del Evangelio tiende
a ello, y esto no solo desde el deseo, sino desde el nuevo ser en Cristo. Hombres nuevos, mujeres
nuevas para el Reino de Dios, el cual no está desligado de la economía.
Para terminar con una frase de carácter teológico: “La esencia de la economía de Dios se encuentra
en la auto-donación de Dios, que produce abundancia de vida. Así la Iglesia, aunque pueda ser un
escándalo increíble para el mundo, puede decir con Pablo: El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino
que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? (Ro 8:32)”38.

35 La Constitución Española (1978) señala en su Preámbulo que la Nación española, desea establecer la justicia, la libertad y la seguridad y
promover el bien de cuantos la integran; y en el ámbito económico, el artículo 128.1 declara que toda la riqueza del país en sus distintas
formas y sea cual sea su titularidad está subordinada al interés general.
36 ttp://www.labibliotecadelabogado.com/biblioteca_ver/53/3/39/politica-y-economia/la-doctrina-social-de-la-iglesia-y-el-bien-comun/
37 http://www.spri.eus/euskadinnova/es/innovacion-social/entrevistas/economia-bien-comun-empieza-cambio-persona-

persona/657.aspx
38 M. Douglas Meeks, God the Economist, p. 175.

15

You might also like