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UNIDAD 3

PRIMER DIA
CONCIENCIA DE LA INSPIRACIÓN EN LA BIBLIA
Antes de explicar que la Sagrada Escritura es Palabra de Dios, en cuanto escrita por
inspiración del Espíritu Santo (DV 9), es necesario precisar bien el concepto de
inspiración.
Desde la antigüedad, se ha dicho que la inspiración es el movimiento que arrastra a los
poetas, músicos, pintores y hasta a los jefes políticos. Generalmente se decía que quien
iniciaba tal movimiento en dichos personajes para realizar sus obras era algún dios.
En el caso de la Sagrada Escritura, los escritores sagrados son hombres movidos, llevados
y conducidos por el Espíritu Santo (2 Pe 1,20-21):
Pero, ante todo, tengan presente que ninguna profecía de la Escritura puede
interpretarse por cuenta propia; porque nunca profecía alguna ha venido por voluntad
humana, sino que hombres, movidos por el Espíritu Santo, han hablado de parte de Dios.
En este sentido, la inspiración en la Biblia es la acción del Espíritu Santo sobre los
escritores sagrados para que puedan poner por escrito todos los acontecimientos en los
que Dios ha intervenido. Es decir, que la inspiración bíblica es el resultado de la acción
carismática de Dios (autor principal) en el escritor sagrado (autor instrumental), el cual
usando todas sus facultades y talentos, y obrando Dios en él y por él, pone por escrito
todo y solo lo que Dios quiere.1
En la misma Biblia se verifica la conciencia de que la escritura es Palabra de Dios y de
que está escrita por inspiración del Espíritu Santo; y en el proceso de análisis de esta
conciencia hemos de aceptar la existencia de tres elementos que explican y condicionan
la producción de una Sagrada Escritura:
a) La existencia de una comunidad llamada a la salvación.
b) La experiencia histórica de esta comunidad en la que se registran los signos del
plan de Dios.
c) La llamada particular recibida por ciertos hombres a desempeñar un papel
importante en el acontecimiento histórico de la salvación de Dios.
Israel consideró siempre sus escritos como palabra de Dios porque la Ley fue entregada
a Moisés por Yahvé (Ex 20,1ss; Ex 24,3-7; Ex 34, 27-28; Neh 8,1-15; 9,33-36; 10,1-30).
También en el salmo 119, el salmista dialoga con Dios y profesa que la Ley escrita es
palabra de Dios. Los profetas son los que manifiestan de manera totalmente explícita esta
conciencia de la Palabra de Dios con las expresiones: Me vino la palabra del Señor; Así
dice el Señor; Oráculo del Señor; Palabra de Dios dirigida a (Os 1,1; Jer 1,1; Miq 1,1;
Joel 1,1; Sof 1,1).
Con la fijación escrita del oráculo profético, la potencia de la Palabra divina es apresada
y hecha eficaz para los hombres de todos los tiempos (Is 30,8).

1
Para profundizar este tema ver P. BENOIT, Exégesis y teología, I; P. GRELOT, La
Biblia, Palabra de Dios; L. ALONSO SCHÖKEL, La Palabra inspirada;
A. IZQUIERDO, La Palabra de Dios, I.
También la Sabiduría de Israel, que ha comenzado a desarrollarse con el advenimiento de
la monarquía, se interioriza y espiritualiza durante el exilio del pueblo en Babilonia, y se
une estrechamente a la fe en Yahvé. Gracias a esta relación, la sabiduría no es otra cosa
que Sabiduría de Dios (Sir 24,22-31; Sab 9,17; Pr 1,20-23)
Por otra parte, Jesús y la Iglesia primitiva adoptan la conciencia que el judaísmo tenía de
los libros sagrados y usando la fórmula: para que se cumpliese la escritura (Jn 19,28;
Hech 1,16) ratifican que los libros del AT son una identidad irrefutable que goza de
autoridad divina.
La comunidad cristiana primitiva, también tiene conciencia de que Jesús es la revelación
última y definitiva de Dios, que se sitúa por encima del AT y que su autoridad está incluso
por encima de la ley mosaica, del templo, de Jonás y Salomón (Mt 12, 6.41-42; 5, 21-48).
Cuando la iglesia primitiva ve en Jesús el sí de todas las promesas de Dios (2Co 1,20) o
la última y definitiva Palabra de Dios a los hombres (Heb 1,1-2), o más aún la Palabra de
Dios hecha carne (Jn 1,14) no hace otra cosa que formular lo que existía ya en la
conciencia de Jesús y que Él había abiertamente manifestado.
Los apóstoles, después de Pentecostés, comienzan a predicar con valor y libertad la
salvación, el evangelio traído por Cristo, conscientes de que Jesús es la Palabra definitiva
de Dios. Ellos predican la Palabra de Dios (Hech 4,29-31) y por eso san Pablo puede
expresar (1 Te 2,13):
De aquí que también por nuestra parte no cesamos de dar gracias a Dios porque
al recibir la Palabra de Dios que les predicamos, la acogieron, no como palabra de
hombre, sino cual es en verdad, como Palabra de Dios, que permanece operante en
ustedes los creyentes.
Ahora, la causa eficiente de que la Biblia sea Palabra de Dios radica en la inspiración.
Dos son los textos clásicos en los que se habla explícitamente de la acción del Espíritu
Santo en la Sagrada Escritura: 2 Pe 1,16-21 y 2 Tim 3,14-17.

SEGUNDO DIA
DOCTRINA TEOLÓGICA SOBRE LA INSPIRACIÓN
Para comprender mejor la inspiración bíblica es necesario relacionarla con la revelación
de Dios que hemos visto en la primera unidad. Los libros sagrados no fueron puestos por
escrito debido a la experiencia religiosa de hombres extraordinarios o genios religiosos
que inventaron algo. Los autores sagrados, en su gran mayoría, fueron hombres normales
de su pueblo, sin una calificación humana particular, que cumplieron la misión profética
a la que Dios les había llamado.
Tampoco se debe considerar a la inspiración como un modo mecánico de comunicación,
es decir, un dictado palabra por palabra en que el autor se convierte en una especie de
secretario.
En la inspiración intervienen inseparablemente tres factores:
- El Espíritu Santo que inspira
- El hombre que recibe la inspiración
- El texto sagrado donde queda escrito lo que Dios ha inspirado
La inspiración es iniciativa entera del Espíritu Santo, pero sin la mediación humana, el
texto inspirado es imposible. Es necesaria la intervención del hombre para que haya texto
inspirado y llegue a sus destinatarios, que son la humanidad entera y de todos los
tiempos.2 La iniciativa divina actúa sobre el texto sagrado como revelación de Dios solo
y exclusivamente por medio de hombres inspirados. Dios no puede ser considerado autor
literario de la Biblia en el sentido de que la redacta o dicta, pero si en cuanto que actúa
sobre las facultades de los autores humanos para que escriban todo y solo aquello que Él
quiere revelar los hombres.
En la inspiración bíblica es imposible separar la parte de Dios y la parte del hombre. Todo
el texto inspirado es obra de Dios y del escritor sagrado ya que, el texto sagrado en cuanto
es y contiene la revelación tiene a Dios como autor, pero en cuanto texto literario,
mediador de la acción del Espíritu, es obra del hombre.
La Iglesia, a fin de defender la integridad y la verdadera naturaleza de la inspiración, la
ha definido dogmáticamente y la ha precisado conceptualmente, rechazando posiciones e
interpretaciones equivocadas. A continuación se presentan las aclaraciones de la Iglesia:
a) El mismo Dios, el mismo Espíritu Santo es el autor tanto del Antiguo Testamento
como del Nuevo Testamento.
b) Todos y cada uno de los libros de la Biblia son inspirados, tanto los canónicos
como los llamados deuterocanónicos.
c) Los libros de la Biblia no son libros compuestos por virtud de la industria ni del
arte humano, sino que al ser inspirados por Dios, la Iglesia los reconoce como
canónicos.
d) Se considera inadmisible el pensar la inspiración como una asistencia negativa de
Dios al autor humano, a fin de que el escritor sagrado no cometa error u omisión
alguna de lo que Dios quiere que se diga.
e) Contra los modernistas, la Iglesia se vio obligada a defender la inspiración total e
íntegra de la Sagrada Escritura.3
No resulta fácil resumir la amplia enseñanza del Magisterio de la Iglesia sobre el origen
divino de la Biblia, pero entre los principales documentos que podemos revisar para
profundizar el tema de la inspiración destacan las tres grandes encíclicas bíblicas:
Providentissimus Deus (Papa León XIII), Spiritus Paraclitus (Papa Benedicto XV) y
Divino afflante Spiritu (Papa Pio XII), además de la constitución dogmática Dei Verbum,
del Concilio Vaticano II, cuya autoridad es máxima.

2
En la comprensión católica de la inspiración, el hombre de Dios, como puente entre la
iniciativa del Espíritu y el texto sagrado, es un ser que actúa con todas sus facultades y
talentos. (Constitución Dogmática Dei Verbum 11)
3
El modernismo considera que la Biblia no es Palabra de Dios, sino un libro de literatura
más como cualquier otro.
TERCER DIA
LOS LIBROS SAGRADOS DE OTRAS RELIGIONES
Ya que el diálogo con otras religiones no cristianas es importante para la Iglesia, debemos
preguntarnos si los escritos de dichas religiones son escritos inspirados.
Algunos autores, que no están de acuerdo con lo que enseña la Iglesia Católica, han
respondido positivamente a esta pregunta por medio de los siguientes argumentos:
a) Dios quiere que todos los hombres se salven, deseo que incluye a los miembros
de otras religiones, no solo en lo secreto de su corazón, sino en y por medio de
sus religiones, de manera que estas pueden ser llamadas caminos de salvación.
Las escrituras de estas religiones no están exentas de la limitación humana, sin
embargo tales limitaciones no vician radicalmente la auto manifestación de Dios.
Si las escrituras de otras religiones son real y auténticamente palabra de Dios, auto
manifestación de Dios, es signo de que están inspiradas.
b) Las escrituras de las diversas religiones son complementarias. En efecto, no se
puede identificar la Iglesia con el Reino, la acción histórica de Cristo y la actividad
del Espíritu Santo. El misterio del Reino y la actividad del Espíritu sobrepasan la
realidad histórica de Cristo y de la Iglesia.
c) También la Biblia no es propiamente hablando la exhaustiva y completa
revelación de Dios en el mundo, sino que esta es la persona de Jesucristo. Sin
embargo, el acontecimiento Jesucristo que se nos narra en el NT no puede
identificarse con el misterio, con el plan de Dios en el mundo. Por tanto, no ha de
negarse que el logos eterno pueda manifestarse y revelar el misterio a otros
pueblos por medio de otros símbolos.4
d) Las escrituras de otras religiones se refieren al mismo misterio de Dios, pero
revelan diferentes aspectos del mismo. Por tanto, esas escrituras están inspiradas
y contienen un mensaje que no es una repetición ni una versión inicial de la
revelación divina.

Por otra parte, la postura de la Iglesia Católica, que nosotros estamos llamados a defender,
señala los siguientes puntos esenciales:
a) No hay que confundir entre libro religioso y libro inspirado. Los libros religiosos
son obra del hombre y solo del hombre, pues no es Dios quien habla. Los libros
sagrados de las religiones no cristianas son libros religiosos pero no inspirados.5
b) También se debe subrayar la diferencia entre revelación natural y revelación
sobrenatural. La revelación natural es la manifestación de Dios a través de las
cosas creadas y de los acontecimientos de la historia humana, que el hombre puede
captar con las solas fuerzas de la inteligencia. La revelación sobrenatural es la
manifestación gratuita que Dios hace de sí mismo y de su misterio, totalmente

4
M. AMALADOS, «Other Scriptures and the Christian», Indian Theological Studies,
22, 62-78.
5
El Corán, libro sagrado de los musulmanes, tampoco sería considerado como inspirado
pues no tiene el proceso propio de la inspiración como hemos visto en los encuentros
anteriores. Éste libro ha sido prácticamente dictado a Mahoma por el arcángel Gabriel.
inaccesible a la mente humana. En este sentido, mediante la revelación natural
Dios se comunica a todos los pueblos, pero con la revelación sobrenatural Dios se
comunica al pueblo elegido de Israel y a la Iglesia. Así, en los libros sagrados de
las religiones no cristianas solo hay, propiamente hablando, revelación natural; y
no son palabra de Dios en el sentido de la revelación sobrenatural.6
c) Jesucristo, Palabra de Dios hecha carne (Jn 1,14) es la revelación última,
definitiva, completa y única de Dios. Por tanto, si las escrituras de otras religiones
se refieren al mismo misterio de Dios, pero revelan diversos aspectos del mismo,
se sustrae a Jesucristo el carácter de único revelador, mediador y salvador.

Tal vez la respuesta más completa la encontramos en estos párrafos:


Ya desde la antigüedad y hasta nuestros días se encuentra en los diversos pueblos
una cierta percepción de aquella fuerza misteriosa que se halla presente en la marcha de
las cosas y en los acontecimientos de la vida humana y a veces también el reconocimiento
de la Suma Divinidad e incluso del Padre. Esta percepción y conocimiento penetra toda
su vida con íntimo sentido religioso. Las religiones a tomar contacto con el progreso de
la cultura, se esfuerzan por responder a dichos problemas con nociones más precisas y
con un lenguaje más elaborado. Así, en el Hinduismo los hombres investigan el misterio
divino y lo expresan mediante la inagotable fecundidad de los mitos y con los penetrantes
esfuerzos de la filosofía, y buscan la liberación de las angustias de nuestra condición
mediante las modalidades de la vida ascética, a través de profunda meditación, o bien
buscando refugio en Dios con amor y confianza. En el Budismo, según sus varias formas,
se reconoce la insuficiencia radical de este mundo mudable y se enseña el camino por el
que los hombres, con espíritu devoto y confiado pueden adquirir el estado de perfecta
liberación o la suprema iluminación, por sus propios esfuerzos apoyados con el auxilio
superior. Así también los demás religiones que se encuentran en el mundo, es esfuerzan
por responder de varias maneras a la inquietud del corazón humano, proponiendo
caminos, es decir, doctrinas, normas de vida y ritos sagrados.
La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero.
Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas
que, por más que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces
reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres. Anuncia y tiene
la obligación de anunciar constantemente a Cristo, que es "el Camino, la Verdad y la
Vida" (Jn 14,6), en quien los hombres encuentran la plenitud de la vida religiosa y en
quien Dios reconcilió consigo todas las cosas.
Por consiguiente, exhorta a sus hijos a que, con prudencia y caridad, mediante el diálogo
y colaboración con los adeptos de otras religiones, dando testimonio de fe y vida cristiana,
reconozcan, guarden y promuevan aquellos bienes espirituales y morales, así como los
valores socio-culturales que en ellos existen.7

6
A. IZQUIERDO, Palabra de Dios, 115.
7
CONCILIO VATICANO II, Declaración Nostra Aetate sobre las relaiones de la Iglesia
con las religiones no cristianas, 2.
Como conclusión, los libros sagrados de otras religiones son válidos para conducir al
encuentro con la divinidad, pero no son inspirados.

CUARTO DIA
EL CANON EN LA SAGRADA ESCRITURA
Para desarrollar este tema conviene definir el significado de los siguientes términos:
Canon, Canónico y Canonicidad: Etimológicamente la palabra canon parece provenir del
término griego kanon que significa caña de medir, plomada o regla usada en la
construcción.8 San Pablo utiliza este término con el significado de norma del cristianismo
auténtico (Gal 6,16; 2Co 10,13-16).
También, la necesidad de distinguir lo cristiano de lo no cristiano llevó a un empleo cada
vez más frecuente de este término. En el siglo II d.C, se usa el término como norma y
criterio de fe. Ya en el siglo IV d.C es cuando al término kanon comienza a dársele el
significado de Elenco normativo de los libros inspirados. De este modo, San Atanasio
dice que el libro Pastor de Hermas no forma parte del canon y Anfiloquio de Iconio, en
los últimos años del siglo IV d.C, termina el catálogo de los libros sagrados con estas
palabras: Este sería el canon verdadero de las Escrituras inspiradas por Dios.
De canon se deriva el término canónico, término que se utiliza por primera vez en el
concilio de Laodicea de Frigia (363-364 d.C): En la asamblea no se deben recitar salmos
privados o libros no canónicos, sino solamente los libros canónicos del Nuevo y antiguo
Testamento. Libros canónicos serían el conjunto de libros que norman la fe de la Iglesia.
La canonicidad, por otra parte, sería aquella cualidad de la Sagrada Escritura por la que
esta se constituye como norma y regla de fe.
En conclusión los libros canónicos o canon de la Biblia son la lista o colección de libros
del AT y NT recogidos por la Iglesia.
Proto y Deutero-canónicos: Los libros proto-canónicos corresponden a aquellos que han
sido aceptados como canónicos desde siempre y sin distinción por toda la Iglesia;
mientras que los Deutero-canónicos son aquellos sobre cuya canonicidad se ha discutido
alguna vez. Los libros Deutero-canónicos del AT son: Tobías, Judit, Baruc, Sabiduría,
Sirácide, 1 y 2 Macabeos. Los del NT serían: Hebreos, Santiago, Judas, 2 Pedro, 2 y 3
Juan y Apocalipsis.
Desde el punto de vista dogmático, los libros Deutero-canónicos no son menos canónicos
que los proto-canónicos ya que la Biblia es norma, canon de la Iglesia y a su vez es ésta
quien en último término nos garantiza y asegura el canon de la Escritura. El canon judío
excluye los Deutero-canónicos del AT; los reformadores protestantes optaron por el
canon judío respecto a los libros del AT y rechazaron como proto-canónicos los siete ya
indicados del NT a causa de los avatares por los que pasaron durante los primeros siglos
de la Iglesia.

8
También puede ser que este término tenga relación con la raíz hebrea qanáh que
significa caña.
Apócrifos y Pseudoepígrafos: Etimológicamente el término significa cosa escondida y en
principio a aquellos libros que se destinaban al uso privado de los adeptos a una secta.
Después vino a significar libro de origen dudoso, cuya autenticidad se impugnaba. La
Iglesia por su parte ha llamado apócrifos a aquellos libros que han sido rechazados y
considerados no canónicos. Estos libros son denominados por los protestantes como
pseudoepígrafos
Por otra parte, la fijación del canon bíblico constituyó una necesidad para la joven Iglesia.
En primer lugar era necesario hacerlo por la universalidad de la única Iglesia, pues para
mantener una misma regla de fe en todas las iglesias esparcidas por la tierra era
indispensable disponer de un mismo canon.
Frente al judaísmo, con quien el cristianismo no pocas veces entró en polémica, la Iglesia
tuvo que realizar dos operaciones diversas:
a) Establecer el canon cristiano del AT. Dado que la Biblia griega de los Setenta
(LXX)9 fue preferida por los cristianos tanto en el uso litúrgico como pastoral y
apologético, el número de los libros canónicos se tomó de este texto, mientras que
los judíos quizá por reacción eligieron la Biblia palestinense más breve.

b) Fijar las escrituras cristianas, no en concurrencia con la Escritura judía, sino como
plenitud de la misma. La existencia misma de unas escrituras cristianas denota la
conciencia luminosa que tenía la Iglesia primitiva, de ser Jesús el Mesías enviado,
prefigurado y profetizado en la biblia hebrea, de ser Jesús la plenitud de la
revelación de Dios. Con el tiempo, esta conciencia llevaría a la Iglesia a la
distinción entre Antiguo Testamento y Nuevo Testamento.

QUINTO DIA
CRITERIOS DE CANONICIDAD
La formación del canon ha mostrado que la fijación y reconocimiento definitivo del
mismo por parte de la Iglesia no ha sido una tarea fácil y simple.
El proceso para reconocer la canonicidad de los libros sagrados ha sido lento, tortuoso,
complejo en los factores que intervinieron, pero seguro porque ha sido guiado por la
asistencia del Espíritu Santo. La formación del canon refleja sin duda la historicidad de
la Iglesia, pero no es la Iglesia quien crea y constituye el canon, como parecen insinuar
los protestantes, sino que al canon se puede aplicar los mismos términos que a la
revelación y a la inspiración.
En este sentido, la tradición de la Iglesia no puede considerarse criterio para el
reconocimiento del canon, sino el medio por el cual se reconoce y confiesa el canon
bíblico.10
Ahora, la Iglesia ha usado diversos criterios en la formación del canon bíblico. Dentro de
ellos hay algunos de mayor importancia como: el uso litúrgico, la ortodoxia y el origen

9
La Biblia de los setenta (LXX) es la más antigua traducción griega del texto hebreo del
Antiguo Testamento.
10
CONCILIO VATICANO II, Constitución Dogmática Dei Verbum, 8.
mosaico o apostólico. Puesto que el canon es típicamente cristiano, vamos a separar los
criterios aplicados por la Iglesia al AT y luego al NT.
Antiguo Testamento:
a) La Biblia de los Setenta (LXX)
La escritura judía utilizada por los primeros cristianos fue el texto griego de los Setenta.
Aunque en los libros del NT se encuentran citaciones provenientes directamente de la
Biblia hebrea, la mayoría procede de la Biblia griega. El texto griego se leía en el culto y
en la argumentación apologética o teológica. En la Biblia de los Setenta están incluidos
tanto los libros proto-canónicos como los Deutero-canónicos del AT. El uso oficial y
público del texto griego dirigió a la Iglesia en el discernimiento del canon
veterotestamentario.
b) El uso litúrgico
Parece ser que en la liturgia sinagogal se leían cíclicamente, cada tres años, los libros de
la Toráh y de los Profetas. Con el tiempo, se extendió también a los Otros Escritos. El
uso cúltico de un libro significa un reconocimiento, al menos implícito, de su carácter
sagrado. La Iglesia primitiva utilizó en su propio culto dominical el modo de lectura
sinagogal de la liturgia judía pero con el texto griego de los Setenta.
c) El uso en los escritos del NT
Es verdad que no todos los libros del AT están citados en el NT, pero eso no significa que
éstos hayan sido usados y tenidos en cuenta en la redacción neotestamentaria. Con todo,
el uso de los libros del AT por parte de los apóstoles, quienes constituían el canon
viviente, en cuanto que transmitían el acontecimiento y misterio de Jesucristo, debió
contar notablemente y con mucho peso en el discernimiento del canon
veterotestamentario.
Nuevo Testamento:
a) Origen apostólico
Al inicio de la vida eclesial no existían las Escrituras cristianas. Los apóstoles eran
considerados los depositarios de la revelación histórica de Jesús, y Pablo con ellos en
cuanto testigo de la resurrección, eran el canon vivo, intérpretes autorizados del mensaje
y del acontecimiento de Jesús. También, las iglesias destinatarias de algún escrito
apostólico lo conservaban celosamente y lo fueron difundiendo e intercambiando con
escritos apostólicos de otras iglesias. Para que un escrito pudiera ser tenido como
auténtico debía ser de origen apostólico.
b) Uso litúrgico
Siendo Jesús el canon vivo por excelencia del NT, seguramente los primeros libros que
comenzaron a usase oficialmente en la liturgia fueron los evangelios o más bien los textos
que contenían las narraciones de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, que luego
sirvieron de base a los evangelios canónicos.
c) Uso del libro en las comunidades cristianas
La mayoría de los escritos del NT fueron dirigidos a comunidades concretas. En esas
comunidades no solo se conservó y preservó el texto apostólico, sino que fue normativo
de su vida y de su talante cristiano. Así parece ser que a la iglesia de Siria fueron
destinados el evangelio de Mateo y las cartas de Santiago y Judas. Las iglesias de Grecia
y Asia Menor han recibido los escritos paulinos y joánicos, y quizás también las obras de
Lucas. La iglesia de Roma preservó Marcos, Romanos, y tal vez Hebreos. El uso de un
libro, considerado sagrado, en una comunidad cristiana, garantizaba la canonicidad del
mismo.

El canon de la Biblia que ahora tenemos fue fijado por la Iglesia en el Concilio de Trento
(1545-1563) y declarado dogma: 46 libros para el AT y 27

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