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Interpretación y aplicación
Muchos interpretan, pero pocos aplican: Los jueces. Clases de interpretación en el ámbito
jurídico:
a) Interpretación auténtica: Es la que lleva a cabo el mismo autor del texto normativo objeto de
interpretación. Cuando un legislador aprueba una ley e incluye su interpretación en una ley
posterior esa ley es denominada “ley interpretativa”.
b) Interpretación oficial: Es la que realizan algunos órganos del Estado en el ejercicio de sus
funciones. Por ejemplo: Tribunal Constitucional interpretando Constitución.
El fallo de una sentencia debe estar basado de forma argumentada en las normas jurídicas
aplicables y en una descripción adecuada de los hechos relevantes.
Una resolución judicial está justificada jurídicamente si y sólo si lo está interna y externamente.
Justificación Interna
Un determinado argumento jurídico está internamente justificado si y sólo si la conclusión (fallo)
se deriva lógicamente de las premisas normativas y fácticas. Hay que fijarse únicamente en la
validez lógica.
3. Siempre que haya dudas sobre la subsunción (adecuar una norma a un caso), debe aducirse
una regla que decida la cuestión.
4. Derivación de conclusión a partir de las premisas con tantos pasos como sea necesario para
formular las expresiones cuya aplicación al caso ya no sea discutible.
Justificación externa
Para su justificación exige despejar dos tipos de incógnitas, los problemas de prueba (lo que
realmente ocurrió) y los llamados problemas de calificación (dificultad de establecer criterios
para calificar la conducta S por ejemplo como “robo”) sería como el problema de poder adecuar
el caso individual al genérico, que sería la subsunción.
Problemas de prueba: Ni toda manera de alcanzar la verdad está justificada, ni está claro que
ésta pueda llegar a conocerse a través del proceso, para esto :
Límites normativos: La determinación de los hechos depende en gran medida del Derecho, la
prueba judicial se halla sujeta a una estricta regulación legal en distintos aspectos:
a) Las normas de un determinado sistema jurídico establecen cuales son los hechos relevantes.
Aquellos a los que se aplica la norma empleada como criterio de decisión.
Límites epistémicos: Los jueces como saben la verdad si no estuvieron? Sólo tienen notica a
través de las pruebas aportadas por las partes. No puede afirmarse que ellas se basen en una
teoría explícita y sólida que suministre criterios generales de prueba. Existen dos concepciones
distintas de prueba judicial, la deductivista (puede ser válido o inválido, o bien las premisas
apoyan realmente la conclusión, de manera concluyente y definitiva, o no ofrecen ese apoyo) y
el inductivista (No pretende que sus premisas sean fundamentos para la verdad de su
conclusión, sino que solamente que sus premisas proporcionen cierto apoyo a su conclusión,
estos son FUERTES o DÉBILES). Cada tipo de argumento supone la afirmación de que sus
premisas proporcionan razones o fundamentos para establecer la verdad de su conclusión, pero
sólo un argumento deductivo tiene la pretensión de que sus premisas proporcionan un
fundamento concluyente para su conclusión. Puede suceder que una prueba documental pese
mas que un computo global (muchos testigos contra un documento que indique donde se
encontraba la persona). Normalmente se utiliza una mezcla de inductivos y deductivos. Con
frecuencia utilizamos razonamientos inductivos como premisas para los deductivos, el producto
final es comúnmente una mezcla de ambos razonamientos. La solidez de este producto en las
controversias jurídicas va a determinar el éxito o el fracaso. La cuestión central radica, en la
caracterización del peso de la evidencia necesario para considerar que algo está probado. En
general, se estima que el peso de la prueba que se aplica depende del tipo de caso y de las
circunstancias que le rodean. Puede pasar que alguien es penado por el derecho civil pero no
por el penal porque normalmente se necesita un mayor grado de valoración de prueba para ser
condenado en el derecho penal. Si después de todo el procedimiento descrito quedan dudas
sobre si ha sucedido un determinado evento, nos encontramos frente a una laguna de
conocimiento (casos individuales de lo que no se sabe si pertenecen o no a un caso genérico por
falta de conocimiento de las propiedades del caso individual.
Problema de calificación
Llegados a la determinación real de una conducta todavía debe establecerse si puede ser
calificada de robo o no. Vaguedad y textura abierta de los conceptos de clase o generales. Suele
suceder que la verdad dependerá de lo que se dispone en la norma constitutiva donde se
establece por ejemplo lo que es robo. Se pueden dar lagunas de reconocimiento.
Una norma jurídica N es aplicable a un caso C en relación con un sistema jurídico S si, y sólo si,
hay otra norma jurídica N 0, que pertenece a S, y prescribe o autoriza a un órgano jurídico O
determinado a resolver C basándose en N. Las propiedades de pertenencia y aplicabilidad de
una norma no coinciden.
Se pueden dar casos en que una norma no pertenezca a un determinado sistema jurídico, pero
que en cambio sea aplicable en relación con ese mismo sistema. Por ejemplo cuando se aplica
la norma mas favorable al reo entonces tendrían que aplicar normas derogadas, es decir, que
no pertenecen a dicho sistema jurídico. Puede pasar también en el derecho internacional
privado donde puede pasar que se vean obligados a aplicar normas de otro país, es decir, otro
sistema jurídico. Cuando ocurre una laguna normativa (ojo).
Los jueces poseen una amplia discrecionalidad, originada, entre otras razones:
b) Contradicciones normativas.
Esta discrecionalidad tiene el problema de caer en la arbitrariedad, si las decisiones que toman
los jueces no están debidamente fundadas en las premisas normativas y fácticas
correspondientes y si éstas no se apoyan en razonamientos mas o menos compartidos. Los
jueces no son, ciertamente, máquinas que se dediquen a aplicar de forma mecánica a casos
individuales las normas generales dictadas por el legislador, tras ellos se halla inevitablemente
su personalidad. Los jueces prestan mucha atención a su función social, tomando decisiones que
sienten como correctas, de acuerdo con la propia tradición jurídica y cultural a la que pertenecen
(conciencia jurídica material), respeto a la ley (conciencia jurídica formal). Puede suceder que la
material y la formal entren en conflicto. El juez comprende e interpreta los textos normativos a
partir de su conciencia jurídica material, esperando que su decisión sea tomada por la sociedad
como “justa” o, al menos, como socialmente deseable.
“El juez indaga primero en los hechos, luego en el derecho y por último escudriña su alma. Si las
tres pesquitas apuntan en la misma dirección, su tarea será fácil, pero si divergen, no podrá ir
muy lejos” (Ross) Combinación de elementos cognoscitivos y valorativos.
Relación del derecho con la moral, debate entre iusnaturalistas y iuspositivistas. Entenderemos
por moral, la denominada moral crítica, es decir el conjunto de criterios o estándares objetivos
aptos para evaluar la corrección de las acciones o instituciones humanas y no la moral positiva,
es decir, el conjunto de criterios o estándares que los miembros de una determinada sociedad
creen que son los correctos para evaluar los comportamientos e instituciones humanas.
En tercer lugar, Las normas positivas pueden proceder del Derecho Natural de dos modos: a)
Bien por derivación lógica de los principios del Derecho Natural, per modum conclusiones, b)
Por medio de una especificación de dichos principios, per modum determinationis.
La existencia del Derecho positivo tiene necesariamente algún valor moral, no es posible regular
los comportamientos humanos sin instanciar algunos valores morales. Hay un modo diverso de
comprender esta tesis: Dado que la existencia del Derecho, de cualquier Derecho, tiene algún
valor moral, entonces la existencia del Derecho merece por parte de sus destinatarios algún
respeto, un deber prima facie de obediencia.
Hay tres modos de comprender dicha tesis: Interpretando no depende como “no puede
depender”, “no necesita depender” y “no debe depender”.
“La existencia del Derecho es una cosa, su mérito o demérito, otra”. Dicha tesis puede ser
establecida del siguiente modo: La existencia y el contenido del Derecho en una sociedad
dependen de un conjunto de hechos sociales, es decir, de un conjunto de acciones de los
miembros de dicha sociedad. Los ordenamientos jurídicos tienen una existencia institucional,
con institucional se está haciendo referencia a que su existencia no es independiente de los
humanos, es establecido, es creado. La existencia y el contenido del Derecho en una sociedad
dependen de un conjunto de hechos sociales complejos. Las concepciones iusnaturalistas exigen
para la validez jurídica de las normas, no sólo su origen en algunos hechos sociales sin también
su adecuación a la moral.
En que medida las normas jurídicas constituyen razones para la acción capaces de desplazar
otras pautas normativas. Se nos presentan diversas razones que orientan nuestra decisión y que
son susceptibles de entrar en conflicto entre sí. Para resolver estos conflictos se debe recurrir a
la ponderación, es decir, que algunas consideraciones pesen mas que otras. Existen razones de
primer orden (precio) y de segundo orden (consejo). Estas razones son referidas a las razones
prudenciales. A menudo tomamos decisiones que afectan a los intereses de terceras personas
y, en estos casos, las razones prudenciales no tienen siempre la fuerza justificatoria. Hay otras
razones en juego y estas suelen denominarse razones morales. Cuando las razones prudenciales
entran en conflicto con las razones morales, estas últimas desplazan a las razones prudenciales.
Aunque según ciertos autores esto no es siempre así. Si las normas jurídicas son razones
morales, entonces el Derecho es, desde el punto de vista de su relevancia práctica, superfluo,
porque su normatividad es una normatividad derivada de las razones morales. Éste es, en pocas
palabras, el dilema de la normatividad del Derecho.
Ante un dilema o bien se acepta o bien se rechaza. Se puede aceptar una de las dos partes del
dilema o se puede decir que existe una alternativa, lo que nos lleva a tres tipos de respuestas:
a) El derecho sólo ofrece razones prudenciales para la acción, fundadas en el deseo de los seres
humanos de evitar sanciones que el Derecho coactivamente impone, b) el Derecho no ofrece
por si mismo razones para actuar de carácter autónomo, sino únicamente razones que junto con
las razones morales dominantes pueden convertirse en razones derivadas y c) el Derecho ofrece
genuinas razones para la acción, porque en el universo de las razones para actuar no sólo hay
razones prudenciales y razones morales.
El modelo de la coacción
Según este modelo las normas jurídicas son sólo razones prudenciales para nuestras acciones,
calculamos la probabilidad de ser sancionados por dicha conducta. Nunca, para estos autores,
las normas jurídicas son razones morales para la acción. Lo extraño de esta concepción reside
en que comporta que cuando nosotros obedecemos algunas normas jurídicas, lo hacemos
únicamente por la razón de evitar la sanción que el Derecho establece para el incumplimiento
de estas reglas.
Según un modelo de deliberación práctica ampliamente aceptado, las razones morales son
siempre predominantes, son aquellas que permiten justificar nuestras decisiones después de
considerar todos los factores relevantes. Existen dos tipos de razones que pueden integrar
nuestras deliberaciones prácticas: las razones operativas (normas que figuran como premisa de
nuestros razonamientos normativos y que permiten obtener una conclusión también normativa)
y las razones auxiliares (proposiciones de hecho que nos indican las condiciones o medios que
hay que cumplir para satisfacer las razones operativas. Las normas jurídicas nunca pueden
constituir razones operativas para nuestras acciones, pero si pueden constituir razones
auxiliares para la acción. Sólo las razones morales son las razones últimas en nuestras
deliberaciones prácticas. El positivismo jurídico es compatible con esta posición acerca de la
moralidad. La diferencia entre los iusnaturalistas y los iuspositivistas (en este punto) es que
mientras las primeras presuponen que hay un conjunto de pautas morales objetivas, las
segundas no tienen tal presupuesto, aunque son compatibles con él. Este argumento arroja
como resultado que el Derecho carece de fuerza normativa en un sentido fuerte, esto es, las
normas jurídicas nunca constituyen razones autónomas para la acción.
Las razones jurídicas pueden desplazar a cualquier otro tipo de razones y devenir razones
operativas para actuar: Tres concepciones al respecto:
a) Positivismo ideológico: Posición con arreglo a la cual hay el deber moral de obedecer las
normas jurídico-positivas. Esto es altamente implausible. Porque no se explica de donde deviene
ese deber moral.
c) Las normas jurídicas son razones protegidas (Raz), esto es, razones de primero orden que
prescriben comportarse como la norma establece y, a la vez, razones de segundo orden de
carácter excluyente que desplazan cualquier tipo de otras razones de primer orden. Dicha
concepción va unida a una concepción de la autoridad como servicio, según la cual las normas
de las autoridades legítimas sirven como mediadoras entre nuestras razones subyacentes para
actuar (nuestras razones morales) y aquello que debemos hacer.
Es posible realizar algunas matizaciones que aclaran el verdadero sentido de esta tesis:
1)En primer lugar, una cosa es que las autoridades jurídicas pretendan autoridad y otra que la
posean. En su concepción (Raz), la pretensión de autoridad es un rasgo definitorio de las
autoridades jurídicas y por ende de la naturaleza del Derecho. 2) En segundo lugar, los dos
argumentos que según Raz subyacen de la autoridad y a la relevancia práctica de las órdenes
dotadas de autoridad son las siguientes: a) El argumento de la coordinación y b) El argumento
de la pericia.
Argumento de la pericia: Las razones de la autoridad son razones que, en general, no permiten
cumplir de manera más adecuada con nuestras razones morales subyacentes, se impone sobre
nuestras razones. Hay que tener en cuenta dos consideraciones: Ser claro que las razones
operativas en este caso no sean también y precisamente las razones morales subyacentes y en
segundo lugar debemos seguir las razones de la autoridad aunque sean erróneas.
Si aceptamos que no hay buenos argumentos para defender que las normas jurídicas nos
ofrecen sólo razones prudenciales y que, por si solas, las normas jurídicas no pueden
suministrarnos razones morales, y aceptamos que en el universo de las razones sólo hay razones
prudenciales y razones morales, entonces la conclusión parece ser que las normas de las
autoridades nunca constituyen razones operativas para actuar, aunque a menudo contribuyen
a determinar las circunstancias en que dichas razones se actualizan y constituyen solamente
razones auxiliares.