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Bitácora de un NICARAGÜENSE

LECCIONES de la guerra del


PUEBLO ESPAÑOL (1936-1939)
1940

José Díaz
EDITORES

NG & Pedro José Madrigal Reyes


Bitácora de un NICARAGÜENSE

BIBLIOTECA del Soldado Rojo

La presente edición, sin ánimo de lucro, no tiene más que un objetivo,


promover la comprensión de los fundamentos elementales del
marxismo-leninismo como fuente de las más avanzadas teorías de
emancipación proletaria:

¡Proletarios de todos los países UNÍOS!


«Los COMUNISTAS consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos.
Proclaman abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados
derrocando por la violencia todo el orden social existente. Que las
clases dominantes tiemblen ante una REVOLUCIÓN COMUNISTA. Los
proletarios no tienen nada que perder en ella más que sus cadenas.
Tienen, en cambio, un mundo que ganar». (Karl Marx y Friedrich Engels;
«Manifiesto del Partido Comunista», 1848)
Contenido

Introducción del «Equipo de B. N.»---------------------------------------------pág.01

Lecciones de la guerra del pueblo español (1936-1939)-----------------------pág.10

La revuelta militar y la lucha armada del pueblo español en defensa de la


libertad y la independencia-----------------------------------------------pág.10

La actitud de los Estados «democráticos», ante la lucha del pueblo


español----------------------------------------------------------------------pág.12

¿Cuál fue la situación de España?---------------------------------------pág.14

El Partido Comunista de España en la guerra por la libertad y la


independencia-------------------------------------------------------------pág.20

Anotaciones del «Equipo de B. N.»---------------------------------------------pág.25


Bitácora de un NICARAGÜENSE

Introducción del «Equipo de B. N.»

Este breve texto, escrito en 1940, tan solo un año después del fin de la guerra
civil española, recoge las impresiones del Secretariado General del Partido
Comunista de España, José Díaz, del porqué se perdió la guerra ante el bando
fascista.

La obra analiza las lecciones a extraer para los comunistas españoles y para
cualquier comunista del mundo de este glorioso periodo de lucha, pero como se
dice en el título, sólo se analiza de 1936 a 1939, es decir, los años en que se
sucedieron la contienda del alzamiento fascista en 1936, la resistencia del
pueblo español, y su derrota en 1939, por lo que si el lector buscar un análisis
más profundo de la política antifascista del Partido Comunista de España,
deberá revisar otras obras anteriores de José Díaz ya publicadas: como su
informe en el VIIº Congreso de la Komintern: «Las luchas del proletariado
español y las tareas del Partido Comunista de España» de 1935 ó «El alcance del
triunfo popular del 16 de febrero» de 1936.

Para quién no esté informado de la historia del Partido Comunista de España,


hay que decir que este partido, cuando se produce el golpe de Estado fascista de
julio de 1936 venía de una recomposición de su línea política. Es decir, el
partido en 1932 se había deshecho de la cúpula de su dirigencia izquierdista-
sectaria de José Bullejos que entre otros graves fallos, no había comprendido el
suceder de los acontecimientos, la etapa, y las reivindicaciones que necesitaba el
partido comunista por entonces:

«En 1926, más que un partido comunista había en España unos cuantos
grupos diseminados, sin ninguna cohesión entre sí, con una dirección que
marchaba sin perspectivas y sin tener en cuenta la ayuda de la Komintern,
una dirección impregnada de todas las características anarquistas y sectarias.
En 1929, en España, comienza a desencadenarse una serie de luchas
económicas y políticas, y, como consecuencia de estas luchas de los obreros y
campesinos y de las fuerzas democráticas, en 1930 se hunde la dictadura de
Primo de Rivera, y, en 1931, es derrumbada la monarquía e instaurada la
República. Los cambios operados en la correlación de fuerzas en España no
fueron comprendidos por la dirección del partido. No alcanzó a ver que las
masas que se lanzaron a la calle veían en la República la mejora de su
situación económica y de libertad, y que este era un momento precioso para
que el Partido Comunista en España se ligase a las masas y que planteara la
forma de conquistar sus mejoras de carácter económico y político que el
momento exigía, como la toma de la tierra, aumento de los salarios, etc., el
armamento de los obreros y de los campesinos, la cuestión nacional, acabar
con el poderío de la Iglesia, etcétera, etcétera. Pero los dirigentes de entonces,
Bullejos, Adame y compañía, no comprendieron nada respecto a lo que había
cambiado la situación. En lugar de plantearse estas consignas propias del
momento, se pronuncian contra la República, en la cual los obreros y las
masas populares habían puesto toda su ilusión, dando la consigna de: «¡Abajo
la República burguesa!», «¡Vivan los soviets y la dictadura del proletariado!».
Los obreros, que buscaban a los comunistas al implantarse la República para
que les orientaran en las luchas por las conquistas democráticas, cuando los

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comunistas les hablaban contra la República eran señalados como aliados de


los monárquicos y, en algunos sitios –como Sevilla o Madrid–, las masas
buscaban a nuestros camaradas para lincharlos». (José Díaz; Las luchas del
proletariado español y las tareas del Partido Comunista de España; Informe
en el VIIº Congreso de la Komintern, 1935)

Un ejemplo de cómo veía la Komintern este error en concreto:

«Como verdaderos revolucionarios, los comunistas españoles deben buscar y


poner al descubierto las razones del retraso del partido y los errores que ha
cometido, y deben tomar enérgicas medidas para eliminarlos rápida y
completamente. La razón básica de los errores del partido, su incapacidad
para comprender el carácter de la revolución, la función y las tareas del
proletariado como potencia hegemónica en la actual revolución democrática,
su incapacidad para comprender el papel del partido comunista, para
avanzar correctamente y al tiempo con consignas políticas oportunas para la
acción de masas y para que estas consignas fueran tomadas por las masas, los
errores reflejados en la pasividad relativamente marcada en el partido; son
las razones básicas que el partido estaba, y por desgracia, sigue estando
atado, por el sectarismo y las tradiciones anarquistas. El partido en su
conjunto y sus líderes, en particular, carecían, y por desgracia aún carece, de
una actitud política correcta y completa; su valoración del carácter y
peculiaridades de las contradicciones de clase, de la revolución en España, era
falsa; los juicios erróneos fueron y están siendo dados por factores políticos
concretos. Los dirigentes del Partido Comunista Español no han comprendido
la inmensa significación política de las supervivencias económicas, sociales y
políticas del feudalismo en España, y así no vieron que la revolución
democrática fue madurando sobre esa base; no prepararon al proletariado
para la revolución. El partido no comprendió a tiempo que, precisamente la
burguesía se va a jugar un papel contrarrevolucionario en la revolución
democrático-burguesa, se estaba llegando a un punto, en que el proletariado,
como única clase revolucionaria verdaderamente coherente, podría y debería
conducir la revolución. Dado que el partido comunista subestimó el papel del
proletariado, se aisló, perdió el contacto con la clase obrera, ignoró al
campesinado, perdiendo el contacto con las grandes masas, no midiendo el
pulso de las masas o midiendo sus sentimientos, subestimado sus demandas y
su militancia. Y cuando los acontecimientos llegaron a un punto crítico,
cuando se proclamó la república en el 1931 bajo el tremendo asalto de las
masas que marchan en las calles, el partido puso consignas erróneas que eran
incomprensibles para las masas». (Komintern; Una carta desde el Buró del
Oeste Europeo de la Komintern al Partido Comunista de España, 15 de enero
de 1932)

Esto, como era de esperar, condenó al partido, en directas consecuencias como


ganarse un merecido y atroz aislacionismo entre las masas trabajadoras:

«¿Sabéis con qué querían hacer la revolución proletaria? Con un total


de ochocientos comunistas en el país y con el escándalo que hacían en los
mítines Bullejos y Adame. Ya en aquel momento, la Komintern sometió a la
crítica esta línea para ver si era posible enderezar los errores cometidos por el
partido, los cuales le impedían ligarse a las masas. En lugar de tener en cuenta

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la ayuda tan formidable que representa la Komintern para sus secciones y,


sobre todo, para las direcciones débiles, estos señores intensificaron su
resistencia y sabotaje a la línea trazada por la Komintern, y desde ese
momento no cesó un instante la lucha de dichos señores contra la línea
marxista-leninista de la Komintern. (...) El primer trabajo serio que realiza
nuestro partido es conseguir solucionar la «gran hazaña» de una dirección
que llevaba siete años como tal y sin arrastrar ni a un solo militante. Pero en
esta tarea, este grupo, con sus métodos sectarios y de mando, había dejado su
lastre. La nueva dirección del partido abre en todas sus organizaciones una
discusión sobre los problemas políticos, los métodos de trabajo y sobre lo que
representa la Komintern. El espíritu sano y revolucionario de la base del
partido, fue un factor decisivo para la comprensión de la justeza de la
expulsión del grupo de renegados y de la línea política de la Komintern. El
partido comienza su desarrollo. Los cuadros se amplían y se elevan
políticamente. De ochocientos afiliados o poco más que habían cuando el
advenimiento de la República, en el año 1931, hoy, en el VIIº Congreso de la
Komintern, traemos 19.200 afiliados, de los cuales están en las cárceles, en los
presidios y perseguidos, 2.100». (José Díaz; Las luchas del proletariado
español y las tareas del Partido Comunista de España; Informe en el VIIº
Congreso de la Komintern, 1935)

Existían así mismos otros errores que pueden ser vislumbrados en esa carta
como la no comprensión de la cuestión nacional en España, el tema de los
sindicatos, la lucha contra el anarquismo y el trotskismo, los soviets como
órganos de consolidación del poder obrero y campesino, etc., que la Komintern
reclamaba a la dirección de José Bullejos de por entonces por su mala
comprensión y sus desviaciones anarquistas. A partir de que José Díaz
recompone el partido en ese año 1932, el partido empieza a tener relevancia en
el panorama político español, cuando el grado de fascistización en España iba,
más si cabe, en aumento:

«A la burguesía y a los terratenientes ya no les es posible mantener su odiosa


dominación cubriéndola con el manto de la «democracia». Hoy, este ropaje les
estorba y se desprenden descaradamente de él, dando rienda suelta a las
formas brutales de esclavización de las masas trabajadoras de la ciudad y del
campo. El bloque dominante y su actual equipo gubernamental inspiran su
política y sus métodos de represión, enfilándolos hacia la instauración de la
dictadura sangrienta y terrorista del fascismo, buscando así el medio de
ahogar en sangre y exterminio la creciente potencia de la revolución». (José
Díaz; Pleno del Comité Central del Partido Comunista de España, 11 de
septiembre de 1934)

Comentaría sobre los sucesos previos a octubre de 1934:

«El desconcierto en el campo de la burguesía era enorme. La situación objetiva


estaba madura para el asalto al poder, pero el factor subjetivo adolecía de
grandes debilidades. Por una parte, las fuerzas obreras estaban muy
divididas. El frente único sólo estaba iniciado. Nuestro partido, que todavía no
es un partido que pueda decidir por sí mismo la situación, hacía esfuerzos
enormes para que el frente único se realizara prácticamente lo más pronto
posible, porque veíamos los grandes combates que se aproximaban en el país,

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donde la burguesía se orientaba hacia un gobierno de mano duro con el


propósito de cortar el desarrollo del movimiento revolucionario y acercarse a
la instauración de formas fascistas de gobierno». (José Díaz; Las luchas del
proletariado español y las tareas del Partido Comunista de España; Informe
en el VIIº Congreso de la Komintern, 1935)

Explicaba así la participación del partido comunista en la revuelta de octubre de


1934 –provocada por el ala izquierda del Partido Socialista Obrero Español ante
la posibilidad de que la Confederación Española de Derechas Autónomas
formara gobierno con el Partido Radical–:

«¿Fue justo haber ido al movimiento en estas condiciones? Nosotros


aseguramos que sí, a pesar de no desconocer la falta de organización del
movimiento y los propósitos de la socialdemocracia y de la situación de
nuestro partido. Participamos en la lucha, dispuestos a corregir todas las
faltas iniciales con que se producía el movimiento en el propio curso de la
batalla, cosa que conseguimos allí donde nuestras fuerzas nos lo permitieron –
como en Asturias–. (...) Nosotros hemos participado en la lucha de octubre a la
cabeza del movimiento en todos los sitios donde se han empuñado las armas,
haciendo grandes esfuerzos para eliminar todos los defectos en la preparación
del mismo y bajo la dirección de los comunistas poderlo convertir en una
insurrección amplia, popular, victoriosa. Esto lo conseguimos en Asturias,
donde teníamos igualdad de fuerzas con los socialistas y nuestra mejor
organización de partido. Pero en los sitios donde no fue posible conquistar el
poder, y donde nuestro partido estaba en minoría, los comunistas han luchado
en vanguardia, con heroísmo, como corresponde a los verdaderos
bolcheviques». (José Díaz; Las luchas del proletariado español y las tareas del
Partido Comunista de España; Informe en el VIIº Congreso de la Komintern,
1935)

Es allí, que pese a partir de una situación de desventaja en cuanto a influencia


frente a otras organizaciones antifascistas, el partido muestra su grado de
madurez que le diferencia del ala izquierda de los socialistas o de los
anarquistas, y se coloca a la cabeza de las grandes luchas de varios de aquellos
épicos eventos; sabiendo dar mejores muestras de organización, determinación
y valentía que otros partidos y sindicatos no comunistas:

«El movimiento ha representado, a pesar de su derrota momentánea, que el


fascismo no se haya podido consolidar aún en España y que la moral y el
espíritu de lucha de los trabajadores se encuentren hoy en las mismas
condiciones que antes del movimiento de octubre». (José Díaz; Las luchas del
proletariado español y las tareas del Partido Comunista de España; Informe
en el VIIº Congreso de la Komintern, 1935)

Ello hará que dicho partido comunista acabe cosechando grandes simpatías
entre las masas trabajadoras, pues demostraba ser el único partido antifascista
capaz de oponer una resistencia seria y probada:

«Nuestros camaradas movilizaron todas las fuerzas del partido y de la


juventud y se incorporaron a los comités revolucionarios. Con todas las
debilidades y vacilaciones que se produjeron en algunos camaradas de la

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dirección que en algunos momentos se dejaron arrastrar por los socialistas –


tal fue el caso del primer comité provincial revolucionario, en el que tenían la
mayoría los socialistas y en el que nuestros compañeros consintieron en
aceptar la orden de retirada–, podemos asegurar que si en Asturias pudo
ondear victoriosa la bandera de los soviets durante quince días, fue gracias a
la iniciativa, al valor, a la decisión y al heroísmo de nuestros camaradas que,
ocupando las primeras filas de la batalla, conquistaron y merecieron la
confianza de los heroicos hijos del trabajo en las cuencas mineras asturianas.
(Aplausos)». (José Díaz; Las luchas del proletariado español y las tareas del
Partido Comunista de España; Informe en el VIIº Congreso de la Komintern,
1935)

En base a la experiencia de colaboración con otras organizaciones antifascistas


durante las jornadas de 1934, nacerá el frente popular impulsado por los
comunistas, tal era el programa comunista propuesto para formar el frente
popular:

«1º Confiscación de la tierra de los latifundistas, de la Iglesia y del Estado, sin


ninguna indemnización para entregarla inmediata y gratuitamente a los
campesinos pobres y a los obreros agrícolas. (...) 2º Liberación de los pueblos
oprimidos por el imperialismo español. Que se conceda el derecho de
autodeterminación a Catalunya, a Euskadi, a Galicia y a cuantas
nacionalidades se sientan oprimidas. (...) 3º Mejoramiento general de las
condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera –aumento de los salarios,
respeto a los contratos de trabajo, reconocimiento de los sindicatos de lucha
de clases, amplia libertad de opinión, de reunión, manifestación y prensa para
los obreros, etc–. (...) 4° Libertad para todos los presos revolucionarios.
Amnistía total para los presos y perseguidos de carácter político-social».
(José Díaz; La lucha por la unidad en plena reacción; discurso pronunciado en
el «Monumental Cinema» de Madrid, el 2 de junio de 1935)

Estas reivindicaciones plasmadas por José Díaz, eran el programa que la


Komintern había llevado insistiendo a los comunistas españoles desde la época
de la nefasta dirección de José Bullejos-Manuel Adame, los cuales no fueron
capaces de rectificar su errada línea:

«La condición esencial para completar la revolución democrática-burguesa y


de su transformación en una revolución proletaria es la existencia de un
partido comunista de masas, claramente consciente de las cuestiones básicas
de la revolución y conocedor de cómo organizar al proletariado para que sea
capaz de alcanzar la hegemonía en la revolución. El proletariado de manera
más consistente y enérgica, liderada por el partido comunista y en alianza con
el campesinado, se compromete, bajo la dictadura democrático-revolucionaria
del proletariado y el campesinado, a la liquidación radical de todas las
supervivencias feudales, a través de la revolución agraria, y la lucha por los
salarios la ampliando el marco de la revolución democrático-burguesa, dando
mayores posibilidades a la rápida transformación para el proletariado, a la
revolución socialista. La tarea inmediata del partido comunista es la de
preparar, organizar y conducir las luchas de masas revolucionarias del
proletariado, para poner en marcha y dirigir la revolución agraria. Esto
requiere la consolidación de la organización del partido comunista y de las

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Bitácora de un NICARAGÜENSE

organizaciones de la clase revolucionaria del proletariado. El vínculo práctico


del que debe aprovecharse si se va a realizar esto es la lucha de huelgas, con el
movimiento de trabajadores desocupados. Al mismo tiempo, debe hacerse todo
lo posible para organizar la lucha campesina contra los ataques de los
terratenientes, para dar a las parciales acciones dispersas el carácter de
masas de una revolución agraria. El partido será capaz de lograr esta
tremenda tarea si en su próximo congreso se realiza un congreso para la
organización del partido, un congreso para su transformación en un partido
de masas genuinamente bolchevique». (Komintern; Una carta desde el Buró
del Oeste Europeo de la Komintern al Partido Comunista de España, 15 de
enero de 1932)

Bajo la visión de los marxista-leninistas españoles comandados por José Díaz, el


frente popular pretende ser una plataforma que como tareas primordiales se
proponga frenar al fascismo y resolver las tareas de la etapa demócrata-
burguesa de una vez, para poder lidiarlas luego con las de la próxima revolución
proletaria que establezca la sociedad socialista, como había también indicado la
Komintern:

«El cumplimiento íntegro y rápido del programa que ha servido de plataforma


electoral para el frente popular, el castigo de los responsables inspiradores y
ejecutores de la feroz represión del movimiento revolucionario de octubre; la
indemnización a sus víctimas, la entrega de la tierra a quienes la trabajan, la
anulación de las leyes reaccionarias votadas por las cortes reaccionarias
también y por el gobierno cedista-radical durante su usurpación del poder en
el último bienio. El triunfo electoral del día 16 de febrero crea grandes
condiciones para el desarrollo rápido y el crecimiento del movimiento obrero y
revolucionario antifascista; abre amplios cauces para el desarrollo ulterior de
la revolución democrático-burguesa y su transformación en revolución
socialista». (José Díaz; El alcance del triunfo popular del 16 de febrero, 1936)

Una plataforma que no que tendrá su fuerza basada solamente en el elenco


parlamentario, sino principalmente en la movilización de las masas a pie de
calle como garantía del cumplimiento del programa de gobierno del frente
popular:

«Sólo el Partido Comunista de España ha mantenido una posición justa y


firme en esta cuestión, propugnando porque el frente popular sea un frente de
lucha no sólo en las elecciones y en el parlamento, sino principalmente en la
calle, un frente que organice y agrupe a todas las masas trabajadoras y que
sirva como garantía para el cumplimiento por parte del gobierno del pacto
electoral y para llevar adelante el cumplimiento y la solución de todos los
problemas vitales de los obreros, campesinos y masas trabajadoras de
España. El Partido Comunista de España ha luchado por dar al frente popular
este carácter y lo ha conseguido en parte, si no en el terreno nacional, por lo
menos en muchas provincias y localidades». (José Díaz; El alcance del triunfo
popular del 16 de febrero, 1936)

En las elecciones de febrero de 1936 la coalición del frente popular ganaría las
elecciones, aunque el partido comunista no estaría contento con la plataforma
de programa del gobierno del frente popular que no admitió todas las demandas

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Bitácora de un NICARAGÜENSE

comunistas y pues no resolvía las tareas de la etapa demócrata-burgués. Por ello


arenga a las masas a una movilización por el cumplimiento del programa e insta
por reivindicaciones más profundas que puedan dar pie a un próximo gobierno
obrero-campesino comandado por los comunistas:

«Hemos triunfado el día 16 de febrero. Con este triunfo, hemos infligido un


duro golpe a la reacción y al peligro fascista en España. La reacción y el
fascismo han sufrido una derrota, pero aún no están vencidos. Para vencerlos,
tenemos que liquidar sus bases materiales: confiscar la tierra de los grandes
terratenientes, nacionalizar los bancos, confiscar las tierras y propiedades de
la Iglesia y de las órdenes religiosas, disolver las organizaciones reaccionarias
y fascistas y desarmar sus bandas, depurar el ejército de los mandos
reaccionarios y fascistas, etc. Pero esto sólo podrá hacerlo un gobierno
revolucionario de frente popular, bajo la dirección del proletariado. El
gobierno actual de Azaña es, un gobierno republicano de izquierda. El pacto
que ha servido de plataforma electoral para el frente popular es insuficiente.
Descontando la amnistía y la readmisión de los represaliados, ya realizadas
en su mayor parte, dicho pacto no contiene ninguna solución real y definitiva
de los problemas fundamentales de la revolución democrática. Pero el
cumplimiento de dicho pacto puede aliviar momentáneamente la difícil
situación de la clase obrera y de los campesinos y crear las condiciones para la
formación de un gobierno revolucionario dispuesto y capaz de dar soluciones
definitivas a los problemas que la revolución democrática tiene planteados.
Por eso, la misión de los obreros revolucionarios consiste en apoyar al
gobierno actual en la medida en que éste cumpla el pacto, y obligarle, por
todos los medios posibles, a que su cumplimiento se lleve a cabo con toda
rapidez, de acuerdo con las exigencias del momento y las necesidades de las
masas». (José Díaz; El alcance del triunfo popular del 16 de febrero, 1936)

Añadiría además:

«Nuestro partido que ha sido el artífice, el forjador del Bloque Popular, que ha
mantenido con entusiasmo su programa y que no cejará hasta conseguir su
realización, ha dicho antes de las elecciones y durante ellas y repite ahora –
para que lo oigan todos los que no quieren la instauración del fascismo– que,
sin desmontar la base material de la contrarrevolución, sin expropiar sin
indemnización a la nobleza, a los grandes terratenientes, sin depurar el
ejército y la administración de los elementos reaccionarios y fascistas, sin
liquidar los privilegios de la Iglesia, sin desarmar y disolver las
organizaciones monárquicas y fascistas; en una palabra, sin establecer un
gobierno popular revolucionario, que dará pan y tierra, paz y libertad al
pueblo trabajador, no será posible evitar el resurgimiento de las fuerzas
enemigas. Y por eso, camaradas, hoy como ayer, decimos a las masas
trabajadoras: no os hagáis ilusiones acerca de vuestras fuerzas, cread órganos
de lucha, seguid de cerca la actividad del gobierno nacido del Bloque Popular
para que realice el programa que se ha comprometido a realizar, y seguid
avanzando sin deteneros hacia la consecución de vuestros objetivos». (José
Díaz; ¡En pie y vigilantes!; Discurso pronunciado en el Teatro Barbieri, de
Madrid, en una asamblea de militantes comunistas del Radio de Madrid, el 23
de febrero de 1936)

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Bitácora de un NICARAGÜENSE

Cuando el gobierno del frente popular no prestaba atención a las advertencias


de los comunistas de estar atentos a posibles intentonas golpistas tras el triunfo
del frente popular:

«Esto dice bien claro que todo lo que se tome como bandera –España, la
Patria, la Iglesia, el Ejército– no es más, que una campaña conducente a que
los elementos de derecha puedan seguir desarrollando su trabajo de desviar la
cuestión –naturalmente que el pueblo está vigilante– de la preparación de las
provocaciones y del golpe de Estado. Yo creo que el gobierno no debe tomar a
broma lo del golpe de Estado ni todas esas provocaciones, porque algunas de
las intervenciones producidas aquí esta tarde –naturalmente que no se dice
con claridad– son reveladoras de la preparación del golpe de Estado. Las
amenazas contenidas en los discursos de los señores Gil Robles y Calvo Sotelo
no quieren decir otra cosa: o el gobierno tiene en cuenta las peticiones y los
intereses de la clase que representan, o ellos quedarán libres para crear
dificultades de todo orden y esperar el momento de poder derrumbar la
República por la fuerza». (José Díaz; Las maniobras de la reacción no logran
romper el Bloque Popular; Discurso pronunciado en la sesión de Cortes
celebrada el 15 de abril de 1936)

Es en este periodo cuando estalla precisamente el alzamiento fascista en julio de


1936, para entonces el partido ha logrado sin duda grandes avances entre las
masas, pero como el autor comenta, no ha podido evitar fenómenos como que
existan centrales sindicales divididas, que el proletariado en sí esté dividido en
varios partidos de diversas tendencias, o que el nacionalismo burgués haya
manipulado a gran parte de las masas trabajadoras. El Partido Comunista de
España, pese a haberse cansado de advertir el incipiente grado de fascistización
se encuentra con un nuevo alzamiento militar no muy diferente del frustrado en
1932 de la mano del General Sanjurjo. Pese a tener más experiencia y fortaleza
que en 1932, el Partido Comunista de España, deberá afrontar unas colosales
tareas que en muchas ocasiones le superan, y no por falta de razón en su línea
política, sino por falta de influencia de su organización entre las masas. Si bien
el partido comunista acabaría siendo la fuerza antifascista de más relevancia
dentro del frente popular antifascista al concluir la guerra en 1939, no es menos
cierto, que la posición inicial durante el alzamiento fascista de desventaja frente
a otras organizaciones antifascistas, hará que en ocasiones no pueda imponer su
visión de lo que se debe hacer en el momento preciso, y el aumento paulatino de
su influencia en las masas, así como el giro de los acontecimientos
internacionales y derrotas militares internas, hará que tanto anarquistas,
socialdemócratas, republicanos de izquierda, etc., empiecen a recelar del grado
de influencia del Partido Comunista de España, llegando al punto de
traicionarlo en el famoso golpe de Casado del 5 de marzo de 1939: prefiriendo
esta amalgama de antifascistas anti-Partido Comunista de España, rendir la
impenetrable Madrid antifascista al General sublevado Franco, que seguir la
defensa de la capital española en colaboración con los comunistas.

Esta obra, nos enseña pues, lo peligroso que es que un partido comunista se
retrasarse en su proceso de bolchevización, es decir de librarse de sus
tendencias premarxistas, anarquistas, reformistas, luxemburgistas,
revisionistas, trotskistas, que pudiera arrastrar: la experiencia española nos
muestra que pese a que la línea política correcta del partido a partir de 1932, y

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Bitácora de un NICARAGÜENSE

librarse de su nefasta política izquierdista-sectaria, la posición inicial de


debilidad del partido al inicio del alzamiento fascista, hizo que ese crecimiento
de influencia entre las masas de 1932 a 1936 consecuencia de su buena y
correcta línea política, no fuera suficiente para vanguardizar desde un inicio de
la guerra antifascista, teniendo que colaborar, delegar en ocasiones, y depender
pues, de la inestabilidad de aliados políticos vacilantes: como anarquistas,
socialdemócratas, republicanos de izquierda, nacionalistas burgueses
progresistas, y demás, quienes como se demostró en España, y como se había
demostrado, y se demostraría, en otros países, no pueden hegemonizar un
movimiento antifascista. La conclusión es pues, que si un partido comunista se
encuentra en una posición de baja o media influencia entre las masas
trabajadoras, cuando se produzcan acontecimientos objetivos que estimulen y
precipiten los acontecimiento bien para revolución proletaria, bien para una
revolución democrática-burguesa o bien para una contrarrevolución, el partido
comunista, aunque disponga de una línea política correcta para tal
acontecimiento, al partido le será enormemente difícil, movilizar e imponer tal
línea entre las masas si no ha cumplido con sus tareas con las masas
previamente. Por el contrario, si el partido previamente ha cumplido
sobradamente con las tareas que le corresponden con las masas trabajadoras,
será vanguardia en cualquiera de tales situaciones –revolución anticolonial,
revolución antiimperialista, invasión imperialista, revolución socialista o
contrarrevolución fascista, etc.–, e incluso puede darse el caso que no necesite
de la alianza de otras fuerzas políticas a la hora de enfrentarse a la burguesía y a
toda la reacción en citadas ocasiones, pues bien seguro, el afianzamiento de los
comunistas entre las masas trabajadoras, habrá debilitado en exceso hasta
neutralizar de raíz a tales fuerzas políticas como el reformismo, anarquismo, u
otro tipo de doctrinas con influencia en las masas trabajadoras que se expresan
en organizaciones y que pudieran ser posibles aliados temporales en estas
luchas –sobre todo en acontecimientos donde los partidos comunistas estén en
situaciones de resolver problemas antiimperialistas, antifascistas y demás–.

Claro es que a día de hoy, los marxista-leninistas y los pretendidos marxista-


leninistas» no se han desprendidos de los mitos fascistas, anarquistas,
socialdemócratas y trotskistas sobre el Partido Comunista de España, el frente
popular o la guerra civil. La posterior invención de los «errores de Stalin y la
Komintern sobre el frente popular» propagadas por el revisionismo chino o la
distorsión de la figura de José Díaz hasta presentarlo como un «demócrata»
defensor del capitalismo y su sistema como hizo el revisionismo eurocomunista,
ayudaron a revivir los mitos trotskistas sobre la guerra civil sobre desviaciones
de derecha o izquierda de los marxista-leninistas españoles, pero ninguna de
estas falsedades prevalecen durante mucho tiempo si se usan las herramientas
de estudio adecuadas, por ello con estas publicaciones se irán desbrozando estas
calumnias.

Hemos añadido unas anotaciones finales, para enriquecer como siempre la


información del documento.

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Bitácora de un NICARAGÜENSE

Lecciones de la guerra del pueblo español (1936-1939)

Durante tres años aproximadamente el pueblo español estuvo empeñado en una


lucha sangrienta, peleando con las armas en la mano por defender la
independencia de su país y los derechos sociales que tan arduamente había
logrado conquistar. Durante casi tres años el pueblo español combatió
heroicamente y soportó grandes sacrificios. Pero fue derrotado. Sin embargo, la
derrota no es sino temporal. A pesar del terror sangriento reinante, la dictadura
de la burguesía y de los terratenientes reaccionarios que ahora gobierna a
España, no puede hacer desaparecer las causas que llevaron a la lucha al pueblo
español; no puede apaciguar el odio que siente el pueblo español por este
régimen opresor y reaccionario. La clase obrera, el campesinado y los
trabajadores españoles en general, así como los pueblos oprimidos de Cataluña
y Euskadi, han vivido días más felices; ya saben lo que es vivir sin grandes
capitalistas y terratenientes. El pueblo español está librando una batalla bajo
nuevas condiciones; está juntando y reuniendo sus fuerzas, se está preparando
para emprender nuevas batallas, una vez vencidas las dificultades de la
situación actual.

La guerra justa del pueblo español [1] constituyó uno de los más importantes y
sobresalientes sucesos dentro del movimiento internacional por la
emancipación de las masas trabajadoras desde los tiempos de la revolución
socialista victoriosa en Rusia en octubre de 1917. Ha enriquecido a la clase
obrera y a los pueblos oprimidos de los países capitalistas y las colonias con
valiosas experiencias para la lucha contra la reacción interna y externa, en
contra de la coerción, la opresión y la explotación.

La revuelta militar y la lucha armada del pueblo español en defensa


de la libertad y la independencia

Después de la victoria del pueblo en las urnas electorales el 16 de febrero de


1936, los partidos políticos pequeño burgueses y el Partido Socialista Obrero
Español no tuvieron ni el valor ni la habilidad necesaria para emprender la
ofensiva contra las fuerzas de la reacción. La contrarrevolución se aprovechó en
todo lo que pudo de las vacilaciones, la debilidad y la cobardía de estos partidos
y alzó su cabeza facciosa, buscando evitar que se extendiera el movimiento
revolucionario a todo el país.

El 18 de julio estalló un motín provocado por una sección de la camarilla militar


que representaba los intereses de la reacción semifeudal, de los grandes
terratenientes, de la jerarquía eclesiástica, la oligarquía financiera y la reacción
extranjera. Su objetivo era claro: querían obtener lo que los reaccionarios no
habían podido lograr en la revuelta del general Sanjurjo en 1932, la abolición de
la República española, la supresión de las libertades nacionales de los catalanes
y los vascos, la anulación de las conquistas políticas, económicas y culturales de
la población trabajadora, la restauración completa del poder y los privilegios de
los terratenientes, de la jerarquía eclesiástica y de los grandes capitalistas, y por

10
Bitácora de un NICARAGÜENSE

último, el establecimiento de un régimen reaccionario y una dictadura


terrorista.

Las masas trabajadoras, el pueblo español, se lanzaron al campo de la


resistencia armada. Esta guerra civil, como se la llamó, pronto se transformó en
una guerra por la defensa de la independencia nacional y los derechos políticos
de los pueblos de España, en una guerra por la protección y extensión de las
conquistas sociales y culturales del pueblo trabajador.

En el proceso de esta lucha el pueblo español sufrió un cambio profundo, así


como también la vida económica y política del país, que había comenzado a
andar por la ruta del progreso.

En los campos de España se efectuó una verdadera revolución allí donde los
campesinos gemían a causa de la servidumbre a la que los tenían sometidos los
señores semifeudales. Más de cuatro millones de hectáreas de tierra fueron
confiscadas a los terratenientes, a la Iglesia y los monasterios, y entregadas
gratuitamente a los campesinos. Las deudas de los campesinos fueron anuladas
y se les proporcionó crédito, semillas y maquinaria agrícola [2].

La clase obrera obtuvo considerables aumentos de salario; fueron aprobadas


leyes de protección al trabajo. Los obreros tomaron parte en la administración
de las fábricas y las ramas más importantes de la economía nacional.

La clase obrera se convirtió en la más fuerte potencia del país y garantizó la


reconstrucción de la vida económica nacional, que había estado al borde de la
ruina a causa de la revuelta contrarrevolucionaria.

Durante la guerra los pueblos de Cataluña y Euskadi consolidaron y


desarrollaron sus libertades nacionales [3]. En lugar del antiguo ejército, que no
había sido sino un instrumento de la reacción, se formó un verdadero ejército
del pueblo para proteger los intereses populares [4]. Las mujeres adquirieron
iguales derechos que los hombres y empezaron a tomar participación activa en
la vida política y económica del país.

La juventud conquistó oportunidades de educación y de ejercitarse para un


futuro en un país libre e independiente. La cultura dejó de ser un privilegio de
clase. Las escuelas y las universidades abrieron sus puertas al pueblo.

Todo el trabajo constructivo de la España Republicana y todas las conquistas


sociales que se obtuvieron durante el período de la guerra descansaron
principalmente en la alianza de la clase obrera con el campesinado y la pequeña
burguesía urbana; unidos bajo la bandera del frente popular.

El frente popular, que se creó como un resultado de la experiencia obtenida en


la lucha armada de octubre de 1934, aumentó la conciencia del pueblo español
en su propia fuerza, elevó el nivel político de las masas hasta una altura nunca
alcanzada e indujo a nuevas capas, de la población a unirse a la guerra nacional-
revolucionaria por la defensa de la República. La creciente complejidad de la
situación interna y externa durante este período confirmó la correcta política del
frente popular, la política de unidad nacional para la lucha del pueblo en

11
Bitácora de un NICARAGÜENSE

defensa de su independencia y su libertad en contra de las fuerzas de la


reacción.

El frente popular constituyó una forma adecuada del desarrollo de la revolución


durante este período. España, que en los comienzos de la lucha era una
república de tipo democrático-burgués, se desarrolló en el curso de la guerra
hasta convertirse en una república popular, una república donde no existían
grandes capitalistas, terratenientes y reaccionarios, una república apoyada por
las masas populares y por un ejército regular del pueblo [5].

España se convirtió en una república dentro de la cual las masas tuvieron la


oportunidad y el derecho de tomar participación en la orientación de la vida
económica y política del país, en una república dentro de la cual, a pesar de que
se mantenía la propiedad privada de los medios de producción, las grandes
industrias, los bancos, y el sistema de transportes fueron nacionalizados, la
tierra de los grandes terratenientes fue confiscada, y se crearon empresas
cooperativas y colectivas sobre bases voluntarias, en una república dentro de la
cual la ayuda fundamental era proporcionada a los obreros y campesinos por el
Estado.

A la vez que defendían sus propias libertades e intereses, los trabajadores


españoles también defendían los intereses y las libertades de todas las naciones
en contra de la reacción mundial.

La lucha de la España revolucionaria se convirtió en la causa vital de las masas


laboriosas de todos los países [6]. Despertó fuerzas considerables entre la clase
obrera y sus aliados y estaba dirigida en contra de la reacción burguesa, en
contra de la agresión capitalista y de la guerra imperialista.

La lucha armada del pueblo español constituyó un importante factor en el


reagrupamiento de las fuerzas de la clase obrera y de los trabajadores en
general, también en otros países, ayudando a desenmascarar el verdadero
significado de la «democracia» burguesa. Hizo ver quiénes eran los amigos y
quiénes los enemigos del pueblo, aumentó la confianza de las masas en su
propia fuerza y agrupó al pueblo alrededor del Partido Comunista de España, el
único defensor consecuente de la España revolucionaria.

La actitud de los Estados «democráticos», ante la lucha del pueblo


español

Toda la política de los gobiernos «democráticos» de la Francia y la Inglaterra


imperialistas estuvo inspirada por la determinación de evitar la victoria del
pueblo español. Una España revolucionaria hubiera imprimido un poderoso
ímpetu a la lucha de la población trabajadora por la emancipación del yugo
capitalista. Según la opinión de los imperialistas británicos y franceses, esto
tenía que ser evitado a toda costa. La política de la «no intervención», que fue
trazada con ese propósito, alcanzó su cima en la conspiración de Múnich de
1938. Bajo el pretexto de la «neutralidad» y de localizar el conflicto, los
traficantes de guerra europeos llegaron hasta el establecimiento de un bloqueo

12
Bitácora de un NICARAGÜENSE

completo del territorio republicano, y por último, hasta la intervención militar


directa a fin de aplastar la resistencia de la República Popular.

Fue con este propósito que a los voluntarios que peleaban en las brigadas
internacionales se les ordenó que salieran de España y que se organizaran los
ataques por parte de la marina británica en connivencia con Francia para
obligar al baluarte republicano de Menorca a rendirse. Fue con el mismo
propósito que miles de luchadores republicanos que cruzaron las fronteras de
Francia y esperaban la oportunidad de regresar a la zona central de guerra en
España, fueron desarmados por el gobierno francés y confinados en campos de
concentración. Pero esto no era suficiente para los imperialistas ingleses y
franceses. A fin de aplastar completamente a la República los imperialistas
fabricaron la conspiración de la Junta Casado-Miaja de 1939, que debía
arrebatar las armas de las manos del pueblo español para lanzarlo bajo el yugo
sangriento de una dictadura de burgueses y terratenientes.

De no haber sido por la efectiva ayuda que recibió Franco de los reaccionarios
británicos y franceses y de los dirigentes socialdemócratas, la España
revolucionaría no hubiera sido nunca derrotada [7].

Todo desarrollo histórico, así como los sucesos de los tiempos recientes,
confirman lo que el camarada Stalin decía en 1927:

«El capitalismo británico fue, es y siempre será el más rabioso estrangulador


de las revoluciones populares. Desde la gran revolución francesa de fines del
siglo XVIII hasta la actual revolución en China, la burguesía británica
siempre estuvo y todavía está colocada en la vanguardia para aplastar los
movimientos de emancipación de la humanidad». (Iósif Vissariónovich
Dzhugashvili, Stalin; Notas sobre temas de actualidad, 1927)

Contrastando con la política de esos países «democráticos», Inglaterra y


Francia, política que deleitaba a los enemigos de nuestra causa, la gran tierra del
socialismo proporcionó ayuda moral y política al pueblo español en su guerra
desde el principio hasta el fin. Día tras día la poderosa voz del pueblo soviético
pedía ayuda para el pueblo español. Este contraste ha ayudado a hacer todavía
más clara la verdadera naturaleza de la «democracia» burguesa.

Los partidos comunistas, leales al internacionalismo proletario, acudieron a las


masas para pedirles que defendieran al pueblo español. Formaron brigadas
internacionales que hicieron gala de un valor magnífico, de solidaridad y
abnegación en la defensa de los intereses de la clase obrera.

Pero la clase obrera de los países capitalistas no pudo prestar una ayuda
adecuada. Fueron los líderes traidores de la II Internacional quienes evitaron
que así se hiciera. A fin de aplastar el frente de la reacción en contra de la
España revolucionaria, se requería una acción conjunta, enérgica y consistente,
de las organizaciones internacionales de la clase obrera. Pero los dirigentes de la
II Internacional no deseaban la derrota de las fuerzas de la reacción. Fue así
como rechazaron todas las proposiciones de la Komintern –Internacional
Comunista– para concertar una acción conjunta de la clase obrera.

13
Bitácora de un NICARAGÜENSE

La clase obrera de los países capitalistas sacó sus conclusiones de estos hechos.
Vio que mientras los socialdemócratas en los gobiernos de Francia, Bélgica,
Suecia, Noruega y Dinamarca defendían los intereses de los capitalistas, los
comunistas y los pueblos de la Unión Soviética marchaban codo con codo junto
con la República Popular Española y con la población trabajadora.

El proletariado tuvo una oportunidad más para convencerse de que los


comunistas y la Komintern, el gran partido mundial de Lenin y Stalin, defendían
la causa de los trabajadores y la seguirán defendiendo consecuentemente hasta
el fin.

¿Cuál fue la situación de España?

Hasta 1936 la clase obrera de España se encontraba dividida en un grado


extraordinario y aislada del campesinado y la pequeña burguesía urbana.

La victoria obtenida en las elecciones del 16 de febrero de 1936 creó la


oportunidad para una acción unida del proletariado, el campesinado y las clases
medias urbanas que, inspiradas por el deseo común de derrocar el poder de la
reacción, unieron todas sus fuerzas. Mediante esta unidad fue posible movilizar
las masas para una lucha enérgica en contra del putsch militar. Las masas, que
no poseían ninguna organización militar, ni armas, obtuvieron grandes victorias
en varios centros importantes del país y organizaron la resistencia para
combatir las fuerzas de la reacción. El resultado de esta unidad de lucha, en la
cual el partido comunista constituyó la fuerza propulsora, fue el frente popular.
Pero la base de esta unidad de lucha no era suficientemente firme; su médula, la
clase obrera, estaba dividida.

El Partido Comunista de España fue el único, partido que se dio cuenta de la


importancia de asegurar la unidad de la clase obrera. Es por esto por lo que el
partido comunista: se esforzó tan empecinadamente por la creación de una
central sindical única. Pero los dirigentes «socialistas» y anarquistas trabajaron
continuamente para que no se alcanzara esta finalidad, pues sabían que el efecto
que tal unidad tendría sería el de fortalecer la influencia de los comunistas en
los sindicatos y que conduciría a la victoria sobra las fuerzas de la reacción.

Los comunistas redoblaron sus esfuerzos por crear un partido único de la clase
obrera basado en los principios del marxismo-leninismo. Pero los dirigentes
«socialistas» se opusieron continuamente a la formación de tal partido, que
hubiera asegurado la hegemonía del proletariado en el frente popular y en el
gobierno.

Debido a la falta de unidad en el movimiento de la clase obrera española


pudieron los partidos políticos de la pequeña burguesía jugar un papel que
estaba fuera de toda proporción con respecto a su influencia y fuerza reales [8].
Fue esto lo que debilitó la eficiencia combativa del ejército republicano, impidió
la adopción de una determinada política económica y la expansión de la
industria de municiones tan absolutamente esenciales en tiempos de guerra,
dejando manos libres a todos los enemigos del frente popular. Fue la falta de

14
Bitácora de un NICARAGÜENSE

unidad entre el proletariado lo que impidió la formación de un gobierno popular


fuerte, capaz de conducir la guerra nacional-revolucionaria con la firmeza
necesaria.

La cabal impracticabilidad de la «teoría» y táctica de los anarquistas llegó a


hacerse evidente durante esta guerra. Todo el curso de la revolución popular
reveló cuan indefendibles, falsos y contrarrevolucionarios fueron ellos [9]. Los
experimentos «anarco-comunistas» de los anarquistas consistieron en la
formación forzada de granjas colectivas y en la expropiación, el robo y hasta el
asesinato de campesinos y artesanos. Los anarquistas abandonaron el frente y
abrieron el paso al enemigo. Se convirtieron en una fuerza armada de la
camarilla Casado-Besteiro-Miaja. La actividad de ciertos dirigentes anarco-
sindicalistas se redujo por completo a salvar a los falangistas. Los trotskistas,
esos bandidos, pusieron todas sus actividades a disposición de los reaccionarios
y de los servicios de espionaje extranjeros. Entregaron secretos militares al
enemigo, le franquearon la entrada y de acuerdo con los provocadores
anarquistas y en conspiración con Franco, lanzaron el putsch
contrarrevolucionario de Barcelona en Mayo de 1937.

En este trabajo de desorganización y desmoralización tomaron parte los


partidarios sin principios del dirigente «socialista» Largo Caballero, que se
apoyaban en los provocadores anarquistas y en los aventureros, poniendo en
juego los «argumentos» trotskistas. Los partidarios de Largo Caballero trataron
de dividir la central sindical: la Unión General de Trabajadores, y la Juventud
Socialista Unificada. Hicieron todo lo que les fue posible por forzar a los
republicanos a capitular, y tras la traidora deserción de Besteiro-Casado-Miaja,
en Madrid, estaban sus asquerosas manos.

Los líderes de las diversas «tendencias» en el Partido Socialista Obrero Español


y en los otros partidos de la II Internacional, continuaban su política
oportunista y antiproletaria. Sin tomar en cuenta las diferencias de opinión que
prevalecían entre ellos, se encontraban unidos por su odio al comunismo. Los
dirigentes socialistas españoles no tenían fe en la fuerza de la clase obrera y
negaban su papel dirigente en la lucha, trayendo esto como resultado que tomó
el camino de la capitulación y la traición, en lo cual fueron estimulados por sus
colegas de la II Internacional. El Partido Socialista Obrero Español perdonó
todos los delitos y crímenes contra la clase obrera. Faltaba por completo el
control. Todos los ministros socialistas en el gobierno hacían lo que les venía en
gana. No hubo una línea política clara, no hubo disciplina de partido, ni
responsabilidad personal. Este partido tenía hombres como Indalecio Prieto,
que demandaba la hegemonía de la burguesía en la lucha revolucionaria del
pueblo español; a Julián Besteiro, que se rebeló en Madrid durante 1939 contra
el gobierno de Negrín, que representaba a la mayoría socialista; y a Largo
Caballero, que andaba constantemente mezclado en actividades subversivas y
en acciones provocadoras contra el Partido Comunista de España y el Ejército
Popular.

Durante la guerra el pueblo español llegó a conocer muy bien a estos traidores.
No es sin razón que hace responsables de su derrota, principalmente a los
dirigentes del Partido Socialista Obrero Español. El Partido Republicano
siempre había vacilado. Su miedo por la emancipación del pueblo y el desarrollo

15
Bitácora de un NICARAGÜENSE

de una revolución popular había tendido siempre a llevarlo por el camino de la


reacción escudado tras el lema: «La república debe ser guiada por
republicanos». Estaba ansioso de desplazar a la clase obrera, de sus posiciones
dirigentes, obstruccionaba en todos los sentidos las actividades del gobierno del
frente popular, que ya eran bastante inadecuadas, y donde quiera que podía
impedía la adopción de medidas estrictas en contra del enemigo.

Influenciados muchos de los representantes del Partido Republicano por los


gobiernos de Francia e Inglaterra, se convirtieron en portaestandartes de la
capitulación. Habiendo adoptado esta conducta, algunos de ellos desertaron de
sus puestos en los momentos cruciales, mientras que otros se unían a las fuerzas
de la camarilla militar de Casado-Besteiro-Miaja.

***

Los diversos gobiernos de la república española reflejaron ampliamente las


tendencias de estos partidos y de estos individuos. Una política firme, que
respondiera a las necesidades de la guerra nacional revolucionaria, era
absolutamente esencial para la victoria de la república popular española. En la
industria, en la agricultura, en los transportes, en el abastecimiento, en la
organización militar, en el adiestramiento militar de toda la población, en la
política exterior, en las finanzas y en el orden público, por donde, quiera se
requería una política implacable contra los intrigantes y los capituladores.

Pero tal política hubiera necesitado un nuevo aparato de gobierno que


correspondiera al carácter popular de la república. No obstante esto, el antiguo
aparato del gobierno no fue completamente destruido; continuó existiendo, en
parte, aun durante la guerra y en los momentos decisivos actuó contra los
intereses del pueblo. Sólo un gobierno capaz de enfrentarse a las dificultades sin
vacilación, hubiera podido dominar esta complicada situación, tomar el timón
firmemente en sus manos y seguir la política exigida por las circunstancias. Los
comunistas sabían que la forma ideal de tal gobierno era la dictadura del
proletariado. Pero ya que se trataba de una guerra por la liberación nacional, ya
que era necesario unir los amplios sectores del pueblo, no sólo en territorio
republicano, sino también en el territorio dominado por Franco, puesto que era
necesario atraer a la clase media de Cataluña y del país vasco, ganar la victoria
militar sobre el enemigo y asegurar el apoyo para la España republicana, no sólo
por parte del proletariado internacional, sino por parte también de las capas no
proletarias, él establecimiento de la dictadura del proletariado bajo tales
circunstancias resultaba imposible. El haber intentado establecer la dictadura
del proletariado hubiera significado saltar una etapa necesaria del desarrollo;
hubiera disminuido la base social de la lucha del pueblo español y hubiera
facilitado más a la reacción internacional la destrucción del movimiento
revolucionario en España.

Por eso es por lo que los comunistas españoles no hicieron un llamamiento para
el establecimiento de una dictadura del proletariado, sino para que se formara
un gobierno popular combativo capaz de unir en la lucha a todas las fuerzas del

16
Bitácora de un NICARAGÜENSE

pueblo español bajo la dirección de la clase obrera. Pero no se formó un


gobierno semejante, aunque existían todas las posibilidades de formarlo.

Los capituladores, los intrigantes y los reaccionarios permanecieron ocupando


los puestos principales en el aparato gubernamental de la república española, y
sus gobiernos no fueron verdaderos gobiernos populares revolucionarios de
tiempo de guerra.

El primer gobierno, integrado por representantes de los partidos republicanos,


ni siquiera intentó enfrentarse a problema como los de la organización del
ejército, el mantenimiento del orden público en la retaguardia, la producción y
otros. El hecho de que el gobierno careciera de una orientación apropiada y una
política firme y de que no fuera suficientemente enérgico no era un secreto para
el enemigo, que se aprovechó de ese hecho para conquistar un cierto número de
provincias españolas.

El segundo gobierno, encabezado por Largo Caballero, no estaba en condiciones


de dominar completamente esa complicada situación. Largo Caballero era
enconadamente hostil a la unidad revolucionaría de la clase obrera. Como
enemigo que era del comunismo y de la Unión Soviética, despreciaba a las
masas y a sus iniciativas y depositó completa confianza en incompetentes
expertos militares que no la merecían. Manteniendo obstinadamente esta
opinión, Caballero impidió la formación de un poderoso ejército republicano e
hizo cuanto pudo para contrarrestar los esfuerzos que en este sentido hacía el
Partido Comunista de España, que bajo la forma del Vº Regimiento había
creado las bases, firmes que se necesitaban para una organización militar. Todas
las actividades de Caballero corrían en dirección contraria a todo lo que
demandaban los intereses de la victoria sobre los reaccionarios. Su trayectoria
fue de constantes compromisos y capitulación. Caballero fue derrocado por las
iras del pueblo.

Luego vino el Gobierno de Negrín-Prieto. La conducción de los asuntos


militares estaba por completo en las manos de Prieto. Empezó por introducir el
principio de «representación proporcionar» en el Estado Mayor del ejército y
colocó a toda una sería de incompetentes y cobardes a la cabeza de los grupos
militares. Al negarse a realizar una purga del comando militar y al colocar a
sospechosos individuos en puestos de responsabilidad protegió a los derrotistas
y al enemigo. El odio de Indalecio Prieto a los heroicos comunistas, que habrían
salvaguardado la existencia del departamento de comisarios de guerra en los
momentos más difíciles, condujo al colapso de éste y a su transformación en una
institución burocrática. Estos valerosos comisarios que habían sido sometidos a
la prueba de fuego, fueron reemplazados por una horda de incompetentes sin
firmeza, fe, ni entusiasmo revolucionario. Indalecio Prieto llegó hasta el punto
de prohibir la distribución de propaganda entre las fuerzas del enemigo.

El Partido Comunista de España fue el único partido que desarrolló actividades


entre las tropas del enemigo y en su retaguardia; fue el único que
sistemáticamente se enfrentó y venció las dificultades causadas por el gobierno
a la república y al ejército. La victoria de Teruel, que fue una de las derrotas más
severas que experimentó el enemigo, no se pudo aprovechar debido a que no se
había hecho nada para crear reservas, y a causa de la insensata y criminal orden

17
Bitácora de un NICARAGÜENSE

de que se retiraran nuestras fuerzas, la fortaleza se perdió. La política de Prieto,


además condujo al desmoronamiento de todo el frente oriental y a la escisión de
la zona republicana en dos partes. Sus ruinosas actividades podían ser
observadas también en la forma en que rendía los partes militares, en los cuales
frecuentemente anunciaban pérdida de terreno, poblaciones y posiciones antes
de que realmente hubieran sido capturadas por el enemigo, dislocando así la
verdadera correlación de fuerzas en favor del enemigo. El pueblo y los hombres
movilizados en el frente, que se daban cuenta del grave peligro que amenazaba
al país y que conocían el hecho de que el gobierno se estaba desmembrando a
causa de las actividades capitulacionistas de Prieto, demandaron la formación
de un nuevo gobierno para salvar la situación. En respuesta a los deseos
expresados por el pueblo y los hombres que habían sido movilizados al frente,
Juan Negrín destituyó a Indalecio Prieto, del Ministerio de Defensa Nacional y
formó un gobierno de unidad nacional guardando para sí Negrín las funciones
de Ministro de Guerra y recibiendo por lo tanto la herencia de la desastrosa
política de Caballero y Prieto.

El nuevo gobierno hizo enérgicos llamados al pueblo y el ejército para combatir


la capitulación y pelear en defensa del país. Formuló los interesantes trece
puntos como basé para la unidad de todo el pueblo en la lucha por la
independencia. Estos puntos incluían la salvaguardia de la independencia de
España; la expulsión de las fuerzas de intervención; formación al finalizarla
guerra de la república popular democrática mediante la libre expresión, de la
voluntad del pueblo, es decir, mediante un plebiscito; respeto a los derechos
nacionales, y a las libertades de los pueblos que habitan España; inviolabilidad
de las personas y libertad y conciencia; garantía para los pequeños propietarios;
una radical reforma agraria incluyendo la abolición de las grandes propiedades
y entregando la tierra a los que la cultivan; legislación social progresista;
formación de un ejército popular.

El nuevo gobierno Negrín restauró el quebrantado frente oriental y mejoró la


organización del ejército, que pocos meses antes; había peleado tan
heroicamente en el Ebro.

Juan Negrín siguió una política de resistencia, pero no lo hizo firmemente; hizo
concesiones a los enemigos de esta política. No, llevó a cabo la completa
depuración del ejército, de la armada y del aparato de gobierno, en lo cual
insistían los comunistas. Toleraba la atmósfera de impunidad, creada por sus
predecesores; y no tomó medidas para combatir el sabotaje a la concentración
de reservas y a los trabajos de fortificación.

Los resultados de esta política contradictoria no se hicieron esperar. El Ejército


Republicano, que bajo el mando de abnegados y leales oficiales, había hecho
maravillas de madurez y de eficiencia militares en el Ebro –para no mencionar
la fusión efectuada bajó el mando de los comunistas–; estuvo incapacitado
pocos meses después para asestar un serio golpe al enemigo y rechazar sus
ataques, lo que condujo a la pérdida de Cataluña.

Pero aún la pérdida de Cataluña no significaba todavía el fin de la resistencia de


la república popular española, ya que los comunistas, con pleno sentido de su
responsabilidad, sostenían el pueblo y el ejército. Los hombres que habían sido

18
Bitácora de un NICARAGÜENSE

forzados a retirarse de Cataluña a territorio francés luchaban por todos los


medios para volver a la zona central de España. No obstante el hecho de que el
gobierno francés reaccionario impidiera a los combatientes regresar a España,
no obstante la fatiga de la guerra y las graves dificultades, la determinación del
pueblo español en el centro y en el sur, de continuar la defensa, estaba intacta.
La resistencia era posible; y la resistencia hubiera influido en la situación
internacional y la hubiera modificado a favor de la república, como había
sucedido antes en tales casos. Era posible oponer resistencia al enemigo y, en el
peor de los casos, obtener una paz que hubiera salvado la independencia de la
república española y la libertad del pueblo español, y no hubiera venido a parar
en el asesinato de muchos de sus mejores hijos. Este era, en efecto, el propósito
de los tres puntos propuestos por el gobierno y aprobados por las Cortés –
parlamento– en Figueras, –la independencia de España, garantía del derecho
del pueblo a la libre autodeterminación por medio de un plebiscito, y no
represalias–, que fueron concebidas para asegurar una terminación
incondicional de la lucha.

***

La traición ya habla empezado a trabajar mucho antes de los acontecimientos de


marzo de 1939. Durante las operaciones de tas tropas republicanas en el Ebro ya
no había duda de que la mano de la traición se estaba moviendo, y esto se hizo
más claro aun durante el ataque del enemigo sobre Cataluña, los traidores
estaban atrincherados en los cuarteles generales de los ejércitos del centro y del
sur. Esta fue también la razón de las subterráneas actividades saboteadoras que
acompañaron a las operaciones emprendidas para socorrer a Cataluña, tanto
durante la lucha en el Ebro, como durante el ataque a la misma Cataluña.

Los saboteadores se atrincheraban no solamente en los cuarteles generales del


ejército en la zona central, sino también en el cuartel general del Estado Mayor
General.

Estrechamente ligados a ellos trabajaban los capituladores y los traidores que


habían llegado a posiciones estratégicas en el gobierno y en el ejército –los
trotskistas, los caballeristas y los provocadores de la FAI anarquista–.
Emprendieron una campaña derrotista e hicieron cuanto pudieron para
desacreditar al gobierno, sobre el cual hacían recaer toda la culpa de las derrotas
militares. Provocaron inquietud en el pueblo, diseminaron rumores para
confundir las mentes de las masas, trataron de romper la unidad del ejército,
apoyaron las actividades subversivas de los espías y traidores de la quinta
columna en territorio republicano, y atacaron salvajemente a los comunistas.

Cuando, bajo la presión del Partido Comunista de España, Negrín por fin –tres
días antes de la revuelta de Casado– se dispuso a tomar ciertas medidas contra
los instigadores de la traición, los traidores apresuraron la hora de la rebelión.
La bandera de la monarquía fue enarbolada en Cartagena.

Fueron eliminados varios miles de hombres del Ejército Republicano,


incluyendo dirigentes comunistas. Pero la flota se dio a la huida después de que

19
Bitácora de un NICARAGÜENSE

los marinos comunistas habían sido arrestados; y la pandilla de Casado-Besteiro


consumó el golpe traicionero en Madrid y empezó a ejercer salvajes represalias
contra los comunistas. Estos opusieron una firme resistencia, y hubieran podido
sofocar la rebelión si el enemigo, en complicidad con los traidores, no hubiera
atacado el sector del frente que estaba al mando de los comunistas.

En otros frentes los traidores amenazaban con dar paso al enemigo si los
comunistas procedían frente a la pandilla Casado-Besteiro-Miaja. Veintitrés
días después esta pandilla rindió el frente al enemigo y abandonó al pueblo a la
«benigna» merced de Franco.

El Partido Comunista de España en la guerra por la libertad y la


independencia

Durante toda la guerra los comunistas pelearon abnegadamente por los


intereses del pueblo trabajador. La participación de los comunistas en el
gobierno tuvo los más positivos resultados. El Ministerio de Agricultura, que
estaba a cargo de un comunista, realizó las esperanzas de los campesinos:
confiscó las propiedades de los grandes terratenientes y las entregó a los
trabajadores agrícolas y campesinos pobres. Dio ayuda a los campesinos por
medio de créditos, de semilla y de maquinaria agrícola. El ministerio de
Educación, del que también era titular un comunista, hizo todo lo posible por
poner la cultura al alcance del pueblo. Miles de nuevas escuelas, kindergartens y
sanatorios para niños fueron abiertos. Fueron creados «Departamentos
Culturales de Milicia» para enseñar a leer y escribir a los hombres en las
trincheras. Se abrieron escuelas superiores para la juventud obrera. Los
comunistas del ejército –comandantes, comisarios y soldados–, dieron ejemplo
de valor y disciplina. En las fábricas, en las factorías, en los talleres y en el
campo, por donde quiera los comunistas eran los elementos dirigentes de la
producción, y por donde quiera daban ejemplo de denodada voluntad y
entusiasmo.

El partido comunista fue el único partido que estuvo activo en todas las fuerzas
relacionadas de algún modo con la guerra. Fuertemente unido por una voluntad
única, siguió, una línea política uniforme que fue aprobada y apoyada por todos
sus miembros y simpatizantes. Fue el único partido en el que existía entre sus
miembros y la dirección una genuina unidad y una firme coherencia, así como
entre el partido y las masas. Esto era posible porque fue el único partido que se
apoyaba en la teoría revolucionaria del marxismo-leninismo y que educaba a sus
miembros en el espíritu stalinista de la lucha implacable contra el enemigo de
clase, en el espíritu del internacionalismo proletario y de la lealtad a los
intereses de las masas trabajadoras. Las actividades del Partido Comunista de
España, especialmente durante la guerra, le ganaron el amor y la confianza de
las masas, y el resultado se tradujo en un considerable aumento del número de
sus miembros –de 100.000 miembros en toda España antes de la guerra a
300.000 en el territorio republicano sólo durante la guerra–.

Pero el partido comunista tenía sus puntos débiles. En su esfuerzo para


mantener unido al frente popular no previno a tiempo al pueblo que los

20
Bitácora de un NICARAGÜENSE

representantes de otros partidos y organizaciones estaban usando el frente


popular como una careta para sus traidoras actividades. Preocupado
principalmente de la situación del frente en vista del inevitable ataque del
enemigo, descuidó de movilizar a las masas contra los traidores y no aplastó la
rebelión traicionera, aunque, tenía a su disposición las fuerzas necesarias. Pero
en cambio de todas estas deficiencias, el partido cumplió sin vacilación y
abnegadamente su deber para con el pueblo español y el proletariado
internacional.

***

¿Cuáles son las lecciones que hay que sacar de la guerra de independencia del
pueblo español? La experiencia de esta guerra y de las actividades del Partido
Comunista de España demuestra que la fuerza de la clase obrera se centuplica
cuando está dirigida por un partido revolucionario unido, monolítico y por una
organización sindical unida conducida por ese partido.

La guerra del pueblo español demostró que en las condiciones difíciles y


peligrosas en que se decidía la lucha, todos los partidos y organizaciones,
excepto el partido comunista, capitularon y desorganizaron a las masas con su
política y sus actividades.

La garantía fundamental de una alianza de la clase obrera con el campesinado y


la clase media es la unidad revolucionaria del proletariado, dirigido por el
partido comunista.

La firme solidaridad del partido comunista hasta su célula más modesta, su


iniciativa, sus firmes lazos con las masas, y, en particular, su actividad
independiente, son condiciones esenciales para reducir al mínimo las
vacilaciones de sus aliados y para descartar las posibilidades de traición.

Para derrotar al enemigo exterior, es necesario destruir al enemigo interior.

Para infligir la derrota al enemigo en una revolución popular, el antiguo aparato


de gobierno, que sirve a los intereses de la reacción, debe, ser destruido y
reemplazado por un nuevo aparato de gobierno que sirva a los intereses de la
clase obrera.

Para obtener la victoria en una lucha similar a la sostenida por el pueblo español
es esencial contar con un gobierno firme y, con un movimiento inspirado por
una voluntad común, que sean capaces de vencer todos los obstáculos y de
agrupar a todo el país en el único objetivo de destrozar al enemigo.

Desde la terminación de la guerra en España la lucha de la clase obrera española


y de todo el pueblo español se ha estado desarrollando en condiciones
enteramente nuevas en el interior y en el exterior, en medio de la segunda
guerra imperialista.

21
Bitácora de un NICARAGÜENSE

El país está en un estado de ruina y de dislocación. La guerra ha causado grave


daño a muchas de las carreteras, a los puertos más importantes –Barcelona,
Valencia, Cartagena, Alicante, Almería–, a los ferrocarriles y a los servicios de
transporte, a la flota mercante, al sistema de transporte automovilístico, a las
fábricas, a las factorías, etc. El costo de la reparación del daño causado por la
guerra se estima aproximadamente en 20.000.000.000 de pesetas. Un gran
número de establecimientos industriales que han permanecido intactos están
sufriendo una profunda crisis, debida en parte a la falta de materias primas y en
parte a la dislocación económica.

La agricultura está atravesando también por graves dificultades. Los


reaccionarios españoles están tratando de escapar del resquebrajamiento y de la
dislocación económica por medio de la persecución brutal a la clase obrera, al
campesinado y a las amplias masas de la población trabajadora. Todos los
beneficios obtenidos por los obreros y los campesinos a través del frente popular
se han nulificado. Todos los derechos y las libertades del pueblo han sido
abolidos. Los derechos nacionales y las libertades de los vascos y de los
catalanes han sido anulados. Los consejos de guerra están procesando, por
término medio, cuatrocientos hombres y mujeres diariamente, un 70% de los
cuales es sentenciado a morir fusilado. Se cree que alrededor de 100.000
prisioneros, entre ellos 8.000 mujeres, están pereciendo en los campos de
concentración y en las prisiones de Madrid. Tan grande es el número de
personas arrestadas que los reaccionarios están convirtiendo los monasterios y
los circos de toros en prisiones. Unas 20.000 personas han sido fusiladas en
Levante y 30.000 en Cataluña. Solamente en Madrid ha habido más de 50.000
fusilados. No es menor el número de los que han sido arrestados y fusilados en
Bilbao y en Galicia. Y las sangrientas represalias siguen todavía.

Una gran parte del ejército republicano ha sido convertido en batallones de


trabajo forzado que están obligados a trabajar sin paga. Simultáneamente, los
reaccionarios han emprendido una «purga» de las fabricas, factorías, bancos,
casas comerciales, y servicios del gobierno, como resultado de lo cual miles de
hombres y mujeres han sido lanzados a la calle, dejándolos morir de hambre.
Los contratos de salarios han sido anulados. Han sido introducidas escalas de
salarios correspondientes a los que prevalecían antes de julio de 1936. Los
impuestos han sido aumentados desmedidamente. Ha sido aprobada una ley
que establece que «la indiferencia y la negligencia» en el trabajo es un delito
punible. En una palabra, además de las represalias ha sido establecido un
régimen brutal de explotación y de robo de los trabajadores.

No menos severo es el régimen en el campo. La tierra ha sido quitada a los


campesinos y devuelta a los terratenientes. Los dueños están cobrando el pago
de renta correspondiente a los tres años de guerra, así como la renta
anteriormente atrasada. El hambre y la necesidad andan desenfrenadas entre la
población trabajadora. Pero las masas, sobre todo la clase obrera, no se están
resignando dócilmente a este estado de cosas. El descontento se extiende y
asume enormes proporciones. Lejos de disminuir, el odio al régimen de Franco
crece de día en día. Hasta Franco y sus ministros se han visto obligados a
admitir abierta y públicamente que el país está dividido en dos campos
mortalmente hostiles como antes. La resistencia del proletariado y de las masas

22
Bitácora de un NICARAGÜENSE

al régimen reaccionario y a la explotación está tomando las más variadas


formas.

Una de las formas de resistencia es la simpatía y la ayuda que se da a los presos


políticos. La campaña por la amnistía y la libertad de estos se está convirtiendo
en uno de los factores políticos y organizativos más importantes en el
movimiento de los pobres, de la clase obrera, de los campesinos y de la juventud
obrera contra la reacción. Se está sosteniendo una lucha contra los «precios
fijos» y otras formas de robo, del campesinado. La lucha contra el lucro es
creciente. La clase obrera está comenzando a resistir –aunque todavía no en una
forma suficientemente organizada y en masa–, a la reducción de salarios y a las
esclavizantes condiciones de trabajo, incluso comienza a luchar por un mínimo
de derechos y libertades. En el campo se está emprendiendo una lucha –aunque
no todavía con suficiente decisión y organización–, contra los contratos
esclavizadores, contra los altos impuestos y contra los usureros y terratenientes.
Los pueblos oprimidos de Cataluña, de Euskadi y de Galicia continúan
resistiendo a sus verdugos que les han robado todos sus derechos y privilegios.

La ruina económica, la insatisfacción y la indignación de las masas, junto con el


desempleo, el hambre, la usura y la terrible explotación; el odio de las masas
hacia sus verdugos y hacia todo el sistema de represión sangrienta y de tiranía;
la incapacidad de la pandilla dominante para dar frente a las crecientes
dificultades, todo esto está agravando e intensificando los antagonismos de
clase hasta el extremo. Y esto, a su vez tiende a agravar e intensificar los
antagonismos que se producen en el campo de los mismos reaccionarios.

La nueva situación internacional creada por la segunda guerra imperialista ha


agravado aún más e intensificado los antagonismos en España. Las fuerzas
negras de la reacción en España y las potencias imperialistas –Inglaterra,
Francia, Italia, etc.– están trabajando febrilmente para arrojar al país a las
llamas de la guerra. Los círculos dirigentes españoles, que han proclamado
verbalmente su neutralidad, están en realidad negociando con las potencias
imperialistas con el objeto de vender al pueblo español al grupo imperialista que
pague mejor precio. Pero el proletariado y el pueblo de España no tienen la
menor intención de pelear y derramar su sangre en defensa de los intereses de
los imperialistas británicos, franceses, italianos, o de cualesquiera otros. El
pueblo, español ha aprendido de la amarga experiencia que todavía está fresca
en su conciencia, cuál es la verdadera naturaleza y el verdadero significado de la
política exterior de las potencias imperialistas, y resistirá por lo tanto todos los
intentos de la pandilla dominante por enredar a España en la guerra
imperialista.

Un examen de la situación en España desde la derrota de la república nos


conduce a las siguientes conclusiones: la victoria de la reacción no está de
ningún modo asegurada; el régimen de Franco no tiene base firme en el país y
su inestabilidad crece de día en día; el descontento se está extendiendo entre el
pueblo y la resistencia de las masas está ganando fuerza.

Tal es la situación dentro del país, y dentro de esta situación el Partido


Comunista de España está llevando a cabo su trabajo. El Partida Comunista de
España, que en la acción, en el curso de tres años, ha probado ser la fuerza

23
Bitácora de un NICARAGÜENSE

organizativa y dirigente más efectiva de la heroica lucha del pueblo español por
la libertad y la independencia, continúa, a despecho de todas las represiones
sangrientas, trabajando infatigablemente por la reorganización y consolidación
de sus filas, por el agrupamiento y la fusión de las fuerzas del pueblo para llevar
adelante la lucha contra la reacción interior y exterior. Organizando y dirigiendo
la lucha de los obreros y de los campesinos por sus reivindicaciones concretas
inmediatas, empleando las más diversas formas de lucha del pueblo trabajador
contra los explotadores y los reaccionarios y descubriendo a los traidores de
todos los matices, el partido comunista está capacitando a las masas para pasar
a una fase superior de la lucha.

Armado de rica experiencia, y guiado por las enseñanzas de Marx, Engels, Lenin
y Stalin, el Partido Comunista de España, ganando la confianza de masas cada
vez más amplias, está conduciendo al proletariado español y a todo el pueblo de
España a emanciparse de la reacción y del capitalismo.

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Bitácora de un NICARAGÜENSE

Anotaciones del «Equipo de B. N.»

[1] En el caso de la contienda sucedida en España desde 1936 a 1939, los


marxista-leninistas caracterizaban así el carácter de la lucha de los comunistas
en esta guerra:

«En los primeros momentos, la lucha pudo tener solamente el carácter de una
lucha entre la democracia y el fascismo, entre la reacción y el progreso, entre
el pasado y el porvenir; pero ya ha roto sus marcos, para transformarse en
una guerra santa, en una guerra nacional, en una guerra de defensa de un
pueblo que se siente traicionado, herido en sus más caros sentimientos; que ve
a su patria, su hogar, el hogar donde reposan sus mayores, en peligro de ser
desgarrado, arrasado y vendido al extranjero, la independencia nacional en
peligro y, como en las jornadas gloriosas de pasadas luchas, defiende la
integridad del país. Toda la España que siente, que piensa, que trabaja, la
España de la ciencia, de la cultura, de las artes, del trabajo, las mujeres, los
niños, los viejos, los jóvenes, los hombres, impulsados por el mismo anhelo, por
el mismo afán, gritan su encendida protesta, empuñan las armas con coraje y
se disponen a defender, vendiendo caras sus vidas, el suelo que les vio nacer y
que no consentirán sea hollado por la pezuña sangrienta de los traidores a su
patria ni por la de los ladrones extranjeros». (Partido Comunista de España;
Manifiesto del Comité Central del Partido Comunista de España, 18 de agosto
de 1936)

José Díaz, como buen marxista-leninista, hace una diferenciación entre las
guerras –aprovechando así, para desmontar el falso pacifismo burgués–:

«La clase obrera y el marxismo en general, es necesario advertirlo, no tienen


nada de común con ese falso pacifismo. El marxismo ha afirmado siempre que
hay guerras justas y guerras injustas; que existen situaciones en que el pueblo
debe tomar las armas para luchar en defensa de sus libertades y de su propia
existencia. Sobretodo y por encima de todo, cuando se trata de la guerra
sagrada, legítima y progresiva en defensa de la independencia nacional».
(José Díaz; Lo que España enseña a Europa y América; Conferencia
pronunciada en Barcelona, en la tribuna de la Unión Iberoamericana,
noviembre de 1938)

[2] En lo referente al tema agrario: durante la guerra nacional revolucionaria de


1936-1939 fue el único momento en el cual las masas trabajadoras del campo
vieron correspondidas realmente sus reclamos más básicos, como venían
clamando los comunistas desde antes de la contienda:

«El más importante aliado que el partido comunista debía atraer junto al
proletariado eran las grandes masas de campesinos. Desde el primer día de la
revolución democrático-burguesa, el partido luchó por solucionar el problema
agrario; al mismo tiempo, por la liquidación de los remanentes feudales que
estaban muy extendidos y profundamente arraigados en el país, para de este
modo poder establecer una firme alianza entre la clase obrera y los millones de
campesinos. Nuestro partido fue el único partido político que en España
comprendió la necesidad vital de esta alianza. Fue el único partido que levantó

25
Bitácora de un NICARAGÜENSE

la consigna de la confiscación de las grandes propiedades de la Iglesia y del


Estado, sin indemnización, así como la consigna de la libre distribución de esta
tierra entre los campesinos y los agricultores pobres. Solamente en el curso de
la guerra le fue posible al partido dar una solución a este problema principal
de la revolución democrático-burguesa de un modo revolucionario; para eso
se basó en la determinación revolucionaria de las masas campesinas de
apoderarse de la tierra. El Decreto dictado por el Ministerio comunista de
Agricultura, el 7 de octubre de 1936, solucionaba fundamentalmente el
problema agrario de la zona republicana libre de las leyes de Franco. Unas
4.860.386 hectáreas junto con los necesarios aparejos de trabajo pasaron a
manos de los campesinos pobres y de los obreros agrícolas. Además,
concediendo créditos y semillas, así como con una ayuda de medios técnicos, el
Ministro de Agricultura les proporcionó una intensa ayuda material. El
Partido Comunista de España, esforzándose por mantener una estrecha
alianza con los campesinos, tuvo en cuenta que la gran mayoría de estos no
estaba todavía preparada para cultivar la tierra colectivamente. Fue entonces
necesario sostener una obstinada y tenaz lucha contra los anarquistas, así
como también contra los anarco-socialistas que propagaban la política
aventurera de la sindicalización y colectivización forzada de la tierra. Gracias
a esta política consistente y trabajo práctico del partido comunista, estos
enemigos del campesinado que tanto daño hicieron al principio de la guerra,
no pudieron llevar a cabo sus fines. La alianza entre la clase obrera y los
campesinos se fortaleció y aseguró». (José Díaz; Las enseñanzas de Stalin,
guía luminoso para los comunistas españoles, 1940)

[3] Para entender mejor la política histórica del Partido Comunista de España
respecto a la cuestión nacional, recomendamos ver la obra del catalán Joan
Comorera: «José Díaz y el problema nacional» de 1942, obra que escribiría para
el obituario de sevillano agradeciéndole su ayuda en la consolidación del Partido
Socialista Unificado de Cataluña y la resolución de la cuestión nacional en
Cataluña y otros lugares de la geografía hispana:

«Si hemos llegado donde estamos, si se nos ha hecho el honor de reconocernos


Sección de la Komintern, es indiscutible que, en gran medida, se lo debemos al
camarada José Díaz, y a su partido, el Partido Comunista de España. La gran
deuda de gratitud que nosotros tenemos con el camarada José Díaz, por sus
trabajos incalculables en el proceso de formación, desarrollo y consolidación
del PSUC, y, precisamente, con él y no con otros líderes del movimiento político
obrero que estaban representados en Cataluña antes de la fusión, no es hecho
casual ni fortuito, tenía que ser así y no de otra manera. Porque de todos los
jefes políticos del movimiento obrero, José Díaz, al frente del Partido
Comunista de España fue el único luchador consecuente por la unidad política
y sindical de la clase obrera española, él y su partido que estudiaron y
asimilaron la teoría leninista-stalinista sobre el problema nacional, él y su
partido que se esforzaron por aplicar la teoría a la realidad de España». (Joan
Comorera; José Díaz y el problema nacional, 1942)

No nos cansamos igualmente, de repetir esta cita del autor catalán, que resume
en breves palabras la línea de los marxista-leninistas de entonces:

26
Bitácora de un NICARAGÜENSE

«La clase obrera, claro, tiene una concepción propia de la cuestión nacional,
una concepción opuesta, inconciliable a la del reaccionario nacionalismo
burgués. Nosotros profesamos la teoría nacional staliniana, los principios
básicos son: el problema nacional es inseparable de la lucha por el
aniquilamiento de la explotación capitalista; el derecho de autodeterminación
de los pueblos es inalienable; la nación, en ejercicio democrático de su derecho,
puede constituirse en Estado separado, puede unirse a uno u otro Estado,
puede federarse con el Estado al que históricamente pertenece, y el respeto de
esta voluntad nacional libremente expresada es obligatorio; todos los pueblos
son iguales en derechos y los pueblos más avanzados tienen el deber de ayudar
a los más atrasados a elevarse al mismo nivel; la unión libre de los pueblos
iguales en derechos elimina toda posibilidad de opresión nacional, pone la
nación al servicio de la humanidad y asegura la convivencia fraternal de los
pueblos, la construcción de una vida pacífica, de bienestar progresivo y de
libertad verdadera». (Joan Comorera; Carta abierta a Reyes Bertal, 1948)

[4] El Partido Comunista de España también fue líder no sólo en las


reivindicaciones y acciones agrarias, sino en la creación del nuevo Ejército
Popular, después de desertar gran parte del Ejército Republicano tras el
alzamiento militar del 18 de julio de 1936, esta labor la realizó desde los
primeros días, inspirándose en las milicias populares reunidas en el Vº
Regimiento, quién a posteriori serían la médula del Ejército Popular:

«Desde los primeros días de la rebelión, el Partido Comunista de España


comprendió que era necesario tener una fuerza bien armada, un ejército para
la lucha contra un enemigo tan poderoso como el nuestro. Este convencimiento
estaba reforzado por las experiencias de la guerra civil en la Unión Soviética y
por la intervención extranjera. (...) El Vº Regimiento, formado por el Partido
Comunista de España, fue la base para la realización de nuestra línea
encaminada a dar al pueblo una formación política firme y un entrenamiento
militar. La composición social del Vº Regimiento, su organización, su
disciplina, su capacidad de lucha y heroísmo, fueron los mejores argumentos
para convencer a las amplias masas, cuya hostilidad hacia los militares estaba
fuertemente arraigada en el odio al antiguo ejército, de que la creación de una
fuerte organización militar era indispensable, pues sin ella la posibilidad de
una lucha victoriosa contra la reacción interna y extranjera era
completamente inconcebible. A base de sus diarias experiencias, el Vº
Regimiento pudo deshacer las «teorías» de los socialdemócratas y
anarquistas, quienes por su incapacidad para comprender la tarea de la
transformación de nuestra guerra civil en una guerra nacional
revolucionaria, se resistían obstinadamente a la creación de un ejército,
«basándose» en que España era un país de guerrilleros y no de soldados y que
sus ejércitos siempre habían actuado contra los intereses del pueblo. Un fuerte
golpe recibieron los planes de los dirigentes de los partidos republicanos y los
militares que querían simplemente unir los remanentes del viejo ejército. El
Partido Comunista de España sabía cómo vencer la resistencia de todos éstos y
asegurar la creación de un ejército regular popular. La creación de un ejército
regular popular siguió a la disolución del Vº Regimiento. Los 70.000
luchadores del Vº Regimiento fueron el núcleo y el alma de este nuevo ejército.
Miles de los mejores comandantes y comisarios del ejército del pueblo salieron

27
Bitácora de un NICARAGÜENSE

del Vº Regimiento». (José Díaz; Las enseñanzas de Stalin, guía luminoso para
los comunistas españoles, 1940)

Reclamaría en cuanto al carácter, fidelidad y objetivos del nuevo ejército


regular:

«Nosotros queremos que el ejército del pueblo sepa por qué y para qué lucha,
que comprenda la necesidad de obedecer al mando único, a sus mandos más
próximos, que sepa que en esta lucha que estamos librando contra el fascismo
nacional e internacional no luchamos por los privilegios de los grandes
capitalistas, de los grandes terratenientes y de los grandes banqueros, que
eran quienes tenían el ejército anterior, que se ha marchado y que estoy seguro
de que no volverá más». (José Díaz; El Partido Comunista quiere un ejército
regular para ganar la guerra y predica con el ejemplo; Discurso pronunciado
en el Cinema Goya, de Madrid, , en el acto de disolución del V° Regimiento, 27
de enero de 1937)

En cuanto a las teorías sobre el apoliticismo del Ejército:

«Algunas consideraciones para contestar a apreciaciones erróneas sobre lo


que debe ser el Ejército regular. Hay quien pretende –y hasta parece que
existen dos documentos en este sentido– hacer de nuestro ejército, del ejército
que cuenta en sus filas y en puestos de responsabilidad y de mando a los
mejores elementos de los partidos políticos y de las organizaciones sindicales,
un ejército apolítico. Conviene dejar bien sentado, ante todo, que no existe
ningún ejército apolítico. Todo ejército sirve a una política, El ejército que
tenía la República antes del 19 de julio era político también.
Desgraciadamente, hizo una política favorable a la reacción y al fascismo. Por
eso se sublevó, en su inmensa mayoría, contra la República. El Ejército fue
utilizado para la política fascista. Es que puede ser apolítico un Ejército que se
ha formado voluntariamente para luchar contra el fascismo, expresión de la
política más detestable y brutal que conoce la historia? Nuestro ejército es un
ejército político, al servicio de la política del frente popular, al servicio del
pueblo. Es el defensor, con las armas en la mano, de la política del frente
popular que triunfó en las urnas el 16 de febrero, triunfo que consolidó la
República democrática, que los políticos reaccionarios y fascistas han querido
destruir con la ayuda del fascismo internacional. Con las armas en la mano,
nuestro ejército defiende la política del frente popular, que representa la
independencia de nuestra patria, tierra y libertad para nuestro pueblo, pan,
trabajo y paz para todos los pueblos, para todos los que aman una vida de
progreso y de civilización. Sólo puede defenderse con tesón y entusiasmo una
causa cuando se está convencido de la belleza y de la justicia de la misma.
Nuestro ejército, el ejército del pueblo, debe ser educado en el amor al pueblo y
a sus derechos, en el anhelo de una vida mejor y más libre, de una vida de
trabajo y de bienestar. Todos los ejércitos nacidos de las entrañas del pueblo
han sido los instauradores materiales de una política de contenido popular.
Eso fue el ejército de la Revolución francesa. Eso fue y es el Ejército Popular de
la Unión Soviética; eso fue y es el Ejército que lucha por la independencia de
China. ¿Quién está, pues, interesado en que nuestro ejército sea apolítico? Los
Franco, los Queipo de Llano, toda la canalla fascista y sus agentes directos o
indirectos que, por desgracia, pueden quedar y quedan aún en nuestras filas y

28
Bitácora de un NICARAGÜENSE

en las de nuestro Ejército. (Grandes aplausos)». (José Díaz; Por la unidad,


hacia la victoria; Informe pronunciado en el Pleno del Comité Central del
Partido Comunista de España celebrado en Valencia, 5 y 8 de marzo de 1937)

[5] La práctica económica llevada a cabo en la España Republicana y antifascista


durante 1936-1939, tiene gran relación con las particularidades dadas en otras
experiencias a posteriori: si analizamos la primera etapa de las llamadas
democracias populares de Europa del Este, es decir, las medidas económicas
que resolvían las tareas antifeudales, antimonopólicas, antiimperialistas,
antifascistas, y que abrían paso para la posterior revolución socialista, tienen
estrecha relación con lo sucedido en la España Republicana que liquidó a gran
parte de las clases explotadoras en su territorio gracias a la guerra antifascista:

«En la España republicana ya no hay terratenientes, ni grandes capitalistas».


(José Díaz; Lo que España enseña a Europa y América; Conferencia
pronunciada en Barcelona, en la tribuna de la Unión Iberoamericana,
noviembre de 1938)

Por ello, como punto siguiente a la victoria en la guerra, se consolidaría por el


momento una República con un carácter antifascista muy parecido al de los
países de Europa del Este tras la Segunda Guerra Mundial:

«Una república que no es al modo de las repúblicas anquilosadas que


conocemos de otros países, sino una república de nuevo tipo, erigida sobre la
base de liquidar lo que ha sido liquidado ya en nuestro territorio: los grandes
terratenientes, los grandes capitalistas, los banqueros y los fascistas. Lo que
hace falta es consolidar estas conquistas de carácter democrático, y lo primero
que necesitamos para consolidar esta situación es ganar la guerra». (José
Díaz; Lo que España enseña a Europa y América; Conferencia pronunciada en
Barcelona, en la tribuna de la Unión Iberoamericana, noviembre de 1938)

Por todo ello se diría:

«Nuestro pueblo ha vivido sin terratenientes, sin grandes capitalistas, y sabe


lo que esto vale». (José Díaz; Las enseñanzas de Stalin, guía luminoso para los
comunistas españoles, 1940)

[6] Todos los grandes marxista-leninistas entendieron la significación


internacional del fallido golpe de Estado del 18 de julio de 1936 que
desembocaría en la guerra civil española; al intento de la reacción española de
establecer una abierta dictadura terrorista, es decir, de una dominación de tipo
fascista, y la relevancia de la resistencia de las masas trabajadoras:

«Al ayudar en lo posible a las masas revolucionarias de España, los


trabajadores de la Unión Soviética no hacen más que cumplir con su deber. Se
dan cuenta de que el liberar a España de la opresión de los reaccionarios
fascistas no es asunto privativo de los españoles, sino la causa común de toda
la humanidad avanzada y progresista». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili,
Stalin; Carta al Comité Central del Partido Comunista de España, 15 de
octubre de 1936)

29
Bitácora de un NICARAGÜENSE

Georgi Dimitrov, plasmaría igualmente:

«No debemos olvidar que, para acelerar y facilitar la victoria del pueblo
español –que a costa de su sangre, defiende, no sólo su libertad y su
independencia, sino también las libertades democráticas de los otros pueblos,
así como la causa de la paz– es necesario reforzar aún más las acciones de
solidaridad del proletariado internacional y de todas las fuerzas
democráticas». (Georgi Dimitrov; En el umbral de un nuevo año, diciembre,
1936)

Otro ejemplo de la relevancia en la historia lucha de clases:

«Durante todo un año ahora el pueblo español, en la primera línea de la lucha


contra la reacción y el fascismo mundial, han estado defendiendo
valientemente su libertad e independencia y salvaguardando así los intereses
de la democracia, la cultura y la paz contra los bárbaros fascistas y belicistas.
Puede afirmarse sin exageración que después de la gran Revolución de
Octubre de 1917 esta heroica lucha es uno de los eventos más importantes de la
historia política de la posguerra de Europa». (Georgi Dimitrov; Un año de
heroica lucha del Pueblo Español, julio de 1937)

[7] El imborrable José Díaz, sería uno de los marxista-leninistas que mejor y
más finamente desmontarían ante las masas trabajadoras nacionales e
internacionales la falsedad de la política de «paz», «solidaridad» y
«antifascismo» de los gobiernos de las repúblicas burguesas occidentales;
siendo la guerra civil española su «talón de Aquiles» en su propaganda, pues
evidenció que su postura no conducía a otro final que no fuera la victoria del
fascismo debido a: (1) hacer el juego a las teorías fascistas sobre el carácter de la
guerra española:

«La agresión de la Italia fascista y de la Alemania hitleriana contra la


República española ha podido desarrollarse hasta hoy gracias al apoyo del
gobierno conservador y de la burguesía reaccionaria de Inglaterra. También
la burguesía fascista de Francia apoya a Franco y quiere la victoria de los
facciosos. Los fascistas franceses son traidores a su patria y agentes
descarados de los enemigos de su país. Los conservadores ingleses, si bien no
se les puede hoy considerar como verdaderos fascistas, de hecho coinciden con
la posición y con la política del fascismo. Animados por la defensa de sus
intereses egoístas de clase, de casta, e incitados también, posiblemente, por el
deseo de debilitar a Francia, aceptan el sofisma fascista de que en España la
lucha es entre el fascismo y el bolchevismo. Su ceguera les impide ver que en
España se lucha hoy por defender las que son reivindicaciones y conquistas
fundamentales de la revolución democrático-burguesa: la libertad, la
independencia nacional, la fraternidad entre los pueblos, el respeto a la moral
y al derecho internacional. La lucha que se desarrolla en España es una parte
del combate mundial entre la democracia y el fascismo que quiere destruirla.
Bajo la máscara de la lucha contra el bolchevismo, se reúnen en un bloque de
guerra los bandidos que quieren incendiar a todo el mundo. Esto, y no otra
cosa, es el eje Berlín-Roma-Tokio, y se engaña profundamente la burguesía
reaccionaria de Inglaterra si cree que, apoyando a Franco y a los agresores
fascistas, puede evitar la guerra mundial. No se evita la guerra incitando,
30
Bitácora de un NICARAGÜENSE

favoreciendo a los que la preparan y la están haciendo. La política


reaccionaria de Inglaterra no evita, sino que acelera la preparación de una
guerra, en la que los bandidos fascistas se lanzarán a, la destrucción de las
libertades de todas las naciones europeas». (José Díaz; Para aplastar a
Franco, más unidos que nunca dentro del frente popular; Informe
pronunciado en el Pleno del Comité Central del Partido Comunista de España,
celebrado en Valencia, del 13 al 16 de noviembre de 1937)

(2) Su política de que para parar al fascismo, hay que hacerle concesiones:

«La agresión fascista contra España fue y es favorecida por la falsa política de
los demás países democráticos y de las fuerzas de la democracia europea en
general. Como en Alemania, como en Asturias, en el período en que el fascismo
se organizaba y luchaba por tener en sus manos todo el poder, la democracia
pequeño burguesa vacila, cae, una vez más, con los ojos cerrados, en el error
fatal que consiste en creer que se puede parar al fascismo cediéndole una
posición tras otra. De capitulación en capitulación, los jefes socialdemócratas
de Alemania y de Austria han terminado su carrera política en el campo de
concentración, y los obreros, que ellos han desarmado, sufren hoy los horrores
de la dictadura fascista. De capitulación en capitulación, los jefes demócratas
y socialdemócratas de Francia, Inglaterra, Checoslovaquia y de los demás
países democráticos, amenazan con arrojar a toda Europa en el abismo de
una guerra mundial». (José Díaz; Para aplastar a Franco, más unidos que
nunca dentro del frente popular; Informe pronunciado en el Pleno del Comité
Central del Partido Comunista de España, celebrado en Valencia, del 13 al 16
de noviembre de 1937)

(3) El abierto sabotaje de ciertas facciones socialdemócratas contrarias al frente


único con los comunistas, contrarios también a las actitudes y resoluciones de
su propia militancia e Internacional sobre la cuestión española:

«La ayuda activa del proletariado internacional aún no ha podido ser lo


bastante amplia y enérgica, por falta de unidad y como consecuencia de la
falsa política de algunos jefes de la socialdemocracia, que están ya más cerca
de la burguesía imperialista y reaccionaria que del proletariado. Sabemos que
la Internacional Obrera Socialista ha aprobado muchas resoluciones sobre la
ayuda a España, exponiendo posiciones justas. Sabemos que la IOS y la
Federación Sindical Internacional nos han dado alguna ayuda práctica de
importancia: voluntarios y oficiales socialistas que luchan en las Brigadas
Internacionales, codo a codo con comunistas y republicanos. Pero sabemos
también que hay gobiernos, dirigidos por socialistas, que practican, en
relación con España, una política diferente de la que exponen las resoluciones
de la Internacional Obrera Socialista. Hemos comprobado que los acuerdos de
Annemasse, que el pueblo español saludó con entusiasmo, como el comienzo de
una acción unida y decisiva de todas las organizaciones del proletariado
internacional, no fueron seguidos por la acción que todos esperábamos, y esto
no por culpa de la Internacional Obrera Socialista, sino por la oposición de
una parte de los jefes de la socialdemocracia, en particular de los ingleses, que
llegaron a amenazar con la escisión de la Segunda Internacional, si ésta se
hubiera decidido a marchar junto con la Komintern –Internacional
Comunista– en la defensa de España». (José Díaz; Para aplastar a Franco,

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Bitácora de un NICARAGÜENSE

más unidos que nunca dentro del frente popular; Informe pronunciado en el
Pleno del Comité Central del Partido Comunista de España, celebrado en
Valencia, del 13 al 16 de noviembre de 1937)

[8] Como había dicho José Díaz en 1934, el Partido Comunista de España aun
no era un partido que pudiera «decidir las situaciones por sí solo», así que al
igual que en octubre de 1934, cuando en julio de 1936 el alzamiento fascista
explotó, tampoco podía hacer frente inicialmente a la acometida sin la ayuda de
otros movimientos antifascistas, he aquí cómo se explica:

«El requisito decisivo para que la clase obrera llevara a cabo su papel
dirigente era la unidad revolucionaria del proletariado. El proletariado
español estaba dividido. Además de esto, el Partido Comunista de España
entró en el campo de batalla cuando ya otros partidos, por ejemplo los
socialdemócratas y los anarquistas, habían alcanzado gran influencia entre
las masas obreras. En algunas provincias, como en el País Vasco y Galicia,
una parte considerable de los trabajadores estaban bajo la influencia de los
partidos burgueses nacionalistas. La mayoría de la clase obrera estaba
organizada en dos grandes centrales sindicales: la Unión General de
Trabajadores –UGT– y la Confederación Nacional del Trabajo –CNT–, que
habían tenido un profundo arraigo en el movimiento obrero español durante
largo tiempo. Pero estas dos centrales sindicales marchaban separadamente,
cada cual por su camino y en no pocas ocasiones tuvieron fuertes luchas entre
sí. Todo esto nos prueba que el problema de realizar la unidad del proletariado
en España era diferente de como lo fue, por ejemplo, en la Rusia pre
revolucionaria. Allí, como el camarada Stalin señala, el partido político de la
clase obrera nació antes que los sindicatos. Allí, el partido político dirigía
directamente las luchas del proletariado en todas las esferas, incluyendo las
luchas económicas. La situación era diferente en los países capitalistas de la
Europa Occidental y en España, donde los sindicatos nacieron mucho antes
que los partidos obreros. Esta particularidad de los movimientos obreros del
Occidente tenía una expresión más aguda en España que en los otros países.
Sobre todo desde que el anarquismo, que había penetrado profundamente en el
movimiento obrero, realizaba una lucha sistemática contra la participación de
los obreros en la política y había hecho todo lo que estaba en su mano para
evitar que las masas proletarias comprendieran el papel decisivo de un
partido revolucionario en el movimiento obrero. Los bolcheviques que, bajo la
brillante dirección de Lenin y de Stalin, han creado un partido revolucionario
de nuevo tipo, fueron capaces desde el comienzo del movimiento obrero de
evitar, por su lucha irreconciliable contra los mencheviques, que éstos
tomaran arraigo en las secciones decisivas del movimiento obrero y de este
modo pudieron asegurar la unidad revolucionaria de la clase obrera bajo la
dirección del Partido Bolchevique. En España la situación era diferente. El
Partido Comunista de España tuvo que forjar esta unidad durante la guerra.
Tuvo que compensar por todo cuanto había sido descuidado mucho antes y fue
necesario, por lo tanto, tener en cuenta el poderoso papel que los sindicatos
tradicionalmente jugaban en el movimiento obrero, y después del
levantamiento militar, en la vida de todo el país. El partido comunista
consiguió éxitos parciales en el camino de la unidad de la clase trabajadora –
unidad de acción entre la UGT y la CNT– pero no consiguió su fin principal y
en primer lugar porque las camarillas de políticos, reformistas y anarquistas,

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Bitácora de un NICARAGÜENSE

profundamente metidos en los aparatos de estas dos organizaciones sindicales,


no se identificaban con los intereses de la clase obrera sino que ellos no
querían llevar la lucha a un fin victorioso; por el contrario, intentaban llevarla
a la capitulación. La falta de unidad sindical debilitaba la unidad de la clase
obrera y evitaba que el proletariado jugase el papel decisivo en la revolución
democrático-burguesa y en la lucha por la independencia nacional». (José
Díaz; Las enseñanzas de Stalin, guía luminoso para los comunistas españoles,
1940)

Ello demuestra, como ya hemos dicho, que pese a las condiciones objetivas, si el
partido comunista no ha cumplido con las tareas de las condiciones subjetivas,
el voluntarismo y el idealismo no podrán sustituir la falta de condiciones
objetivas, por lo tanto todo intento de jugar a la toma de poder se quedará en
eso, en intentos estériles, derrotas sucesivas del proletariado, y en un paulatino
descrédito del buen nombre del comunismo que han usado estos aventureros.

[9] Joan Comorera comentaba años después de la derrota en la guerra civil, la


influencia histórica que había alcanzado el anarquismo en las masas
trabajadoras y en especial en la clase obrera:

«La clase obrera, desorientada por las prédicas antipolíticas y apolíticas,


antiestatales y antiautoritarias, deslumbrada a menudo por fantasmagorías
sentimentales que exaltaban su instinto revolucionario y la conducían a
explosiones aventureras y sin salida, no comprendió que ella, como clase
independiente, debía tener una teoría revolucionaria propia, debía forjar su
propio partido político revolucionario. El anarquismo le había vendado los
ojos y la entregó indefensa a las maniobras y a todas las trampas de la
burguesía. Y así es como no captó que el antipoliticismo y el apoliticismo son la
política de la reacción; que el apoliticismo la condujo a votar al lerrouxismo,
antes, y a la pequeña burguesía nacionalista catalana, después. Así es como
tampoco captó que el antiestatismo y el antiautoritarismo consolidan el
monopolio burgués del Estado y de la autoridad y condenan a la clase obrera
a la explotación despiadada, a las represiones brutales, a la desesperanza y a
la impotencia. (…) Pues bien, queridos compañeros, la vida ha demostrado
sobradamente que el anarquismo es una filosofía reaccionaria, ajena a la clase
obrera, una prolongación de la burguesía hacia el campo obrero. La vida nos
ha demostrado sobradamente que los grupos específicos, herederos del
bakuninismo y los anarquistas individualistas, han sido un instrumento de la
burguesía en el movimiento obrero, fuerza de choque aventurera y amoral de
los inconciliables enemigos de la clase obrera y del pueblo». (Joan Comorera;
La revolución plantea a la clase obrera el problema del poder político; Carta
abierta a un grupo de obreros cenetistas de Barcelona, enero de 1949)

FIN

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Editado el 02 de noviembre del 2014
Equipo de B. N.
Bitácora de un NICARAGÜENSE
PML(c)N

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