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Los estoicos: características principales

Escrito por Pablo 12 comentarios

El fundador del estoicismo fue Zenón de Citio, que en el 301 a.C. comenzó a impartir sus
enseñanzas en la stóa, pórtico del que la escuela estoica toma su nombre.

Como el resto de escuelas filosóficas de la antigüedad, su principal objetivo era alcanzar la


tranquilidad de ánimo, para lo cual preconizaba una serie de preceptos que conformaban toda
una filosofía como forma de vida.

Entre los estoicos más célebres están Epicteto, Séneca, o el Emperador romano Marco Aurelio.

A continuación explicaremos qué es el estoicismo a través de la física y la ética estoicas. Aunque


en este texto, para una mayor claridad expositiva, separemos la exposición en dos epígrafes,
hemos de entender que ambas estaban interrelacionadas y que los antiguos las entendían de
manera global y como partes de un mismo esfuerzo: la consecución de la tranquilidad y de la vida
feliz.

La vida feliz significa para los estoicos “vida digna de ser vivida”, y por ello, como veremos, se
trata de una vida que no puede ser entendida sin la preocupación por los demás, y tampoco sin la
acción y la participación activa en la vida política de la sociedad.

Física estoica

La física es importante porque permite al individuo conocer el mundo en el que vive y, por tanto,
saber aquello que depende de él y aquello que no depende de él, diferenciación capital porque de
aquí derivará toda la ética del estoico.

Por otro lado, la física permite situarse en el punto de vista del Todo. Para el estoico, el individuo
es una parte del todo, y debe comportarse como tal. Como escribe Pierre Hadot en ¿Qué es la
filosofía antigua?:
En la perspectiva de la física, la voluntad de coherencia con uno mismo, que es la base de la
elección estoica, surge en el seno de la realidad material como ley fundamental, interior a todo ser
y al conjunto de los seres. De entrada, desde el primer instante de su existencia, el ser vivo
concuerda instintivamente consigo mismo: tiende a conservarse él mismo y a amar su propia
existencia y todo lo que puede conservarla. Pero el mundo mismo es un solo ser vivo, que,
también él, concuerda consigo mismo, es coherente consigo mismo, en el cual, como en una
unidad sistemática y orgánica, todo se relaciona con todo, todo está en todo, todo necesita de
todo.
Como individuos somos un todo que forma parte de un Todo mayor, cuyas partes están en
constante interrelación: todo necesita de todo. El estoicismo exige y postula a la vez que este
Universo sea regido por la Razón (en griego antiguo: Logos), es decir, el Universo se rige según
leyes racionales y, en concreto, según la ley de la causalidad: todo sucede por una causa. Aquí
los estoicos siguen a Heráclito de Éfeso:

Una sola cosa es la sabiduría: conocer con juicio verdadero cómo todas las cosas son gobernadas
a través de todas las cosas.
Y también:

Este cosmos no lo hizo ningún dios ni ningún hombre, sino que siempre fue, es y será fuego
eterno, que se enciende según medida y se extingue según medida.
En el encadenamiento causal de los hechos, por tanto, todo sucede de manera determinada y,
como tal, no existe la libertad. La única elección de la que disponemos es cómo recibimos
nosotros cada uno de los acontecimientos. Nuevamente, podemos ver que esta máxima tendrá
importantes consecuencias éticas, y por tanto afectará a la manera de vivir y a la elección
existencial de los estoicos.

Como parte del Todo, el individuo también debe ser regido por la razón. Vivir según la razón no es
otra cosa que vivir según la Naturaleza (Naturaleza, Todo y Razón son aquí términos
intercambiables). Vivir en contra de la Naturleza nos aísla, nos frustra y, simplemente, hace la vida
más difícil de lo que ya es. Por tanto, la vida estoica implica decir sí a los acontecimientos del
universo tal y como se producen:

Así pues, en todo momento, al enfrentar cada acontecimiento, estoy en relación con todo el
desarrollo pasado y futuro del universo. Y la elección de vida estoica consiste precisamente en
decir “sí” al Universo en su totalidad, luego a desear que lo que sucede suceda como sucede.
Marco Aurelio dice al universo: “¡Amo contigo!”. Ahora bien, es la física la que hace comprender
que todo está en todo y que, como decía Crisipo, una sola gota de vino puede mezclarse con todo
el mar y extenderse al mundo entero. El consentimiento al destino y al Universo, renovado con
motivo de cada acontecimiento, es pues la física practicada y vivida. Este ejercicio consiste en
poner la razón individual en armonía con la Naturaleza, que es la Razón universal, es decir, en
igualarse con el Todo, en sumergirse en el Todo, en ya no ser “hombre”, sino “Naturaleza”.

Pierre Hadot, ¿Qué es la filosofía antigua?


Esta última frase es muy importante. Comprender este cambio de punto de vista desde lo humano
a lo físico nos ayudará a entender bien la actitud estoica. En muchas ocasiones, por ejemplo
cuando habla de la “indiferencia” como base para la ética, el estoico habla desde un punto de vista
del Todo, trata de sustraerse a su ego y a su visión particular para elevarse a una más universal y
que albergue todo cuanto existe.
La conclusión final de la física es que todo aquello que está regido por la Razón Universal, es
decir, todo aquello que sucede en el mundo, no depende del individuo. Por tanto, solo queda
aceptarlo de buen grado, decir sí al modo en el que suceden las cosas, y declararlo, desde un
punto de vista ético, indiferente. Los reveses de la Fortuna, la mala suerte, las pérdidas de seres
queridos, la fama, la belleza o la fealdad… Todas estas cosas que, a menudo, tanto nos
preocupan, no dependen de nosotros y para la ética son indiferentes. Este es el significado
profundo de la expresión común “aguantar estoicamente”.

Lo que sí depende de nosotros conforma el mundo ético, y aquí es donde nace la elección
existencial y lo que conforma el modo de vida estoico. Podemos elegir no aceptar el mundo como
es y entonces vivir en contra de la Naturaleza, en contra de la Razón, y ser infelices. O podemos
vivir a favor de la corriente del mundo, según la Razón, y vivir una vida feliz. Veremos más
adelante que esta aceptación no constituye necesariamente una rendición ante las injusticias de la
vida.

Para finalizar esta sección recurro de nuevo al maestro Hadot, que sitúa perfectamente la
importancia de la física dentro de la doctrina estoica:

La disciplina del asentimiento se nos aparece finalmente como un esfuerzo constante por eliminar
todos los juicios de valor que podemos emitir sobre lo que no depende de nosotros, sobre todo lo
que no tiene valor moral. Despojados de todos los predicados que los hombres, cegados por su
antropomorfismo, les asignan, tales como “aterrador”, “temible”, “peligroso”, “repugnante”,
“repulsivo”, los fenómenos de la naturaleza, los acontecimientos del mundo, aparecen en su
desnudez y, como veremos, en su belleza salvaje. Toda realidad se percibe desde la perspectiva
de la Naturaleza universal, en el torrente de la eterna metamorfosis, del que nuestra vida y nuestra
muerte individuales son solo una ola ínfima. Sin embargo, en el acto por medio del cual
transformamos la mirada que dirigíamos hacia las cosas, tomamos consciencia también de que
podemos transformar esa mirada, así, y de que tenemos el poder interior de ver las cosas
(entendamos siempre aquí por “cosas” el valor de las cosas) tal y como queremos verlas. Dicho de
otro modo, gracias a la disciplina del asentimiento, la transformación d la consciencia del mundo
implica una transformación de la consciencia del yo. Y la física estoica, como repetiremos, hace
que los acontecimientos aparezcan tejidos inexorablemente por el Destino: el yo toma consciencia
de sí mismo como un islote de libertad en el seno de la inmensa necesidad, y esta toma de
consciencia consistirá en delimitar nuestro verdadero yo por oposición a lo que creíamos que era
nuestro yo. Será la condición propia de la paz del alma: nada podrá ya alcanzarme si descubro
que el yo que creía ser no es el yo que soy.

Pierre Hador, La ciudadela interior


Principios físicos del estoicismo

Así pues, los principales conceptos de la física estoica pueden resumirse en:

 El Todo se rige por la Razón Universal. El individuo, como parte de este Todo, también
se rige por la razón.
 La causalidad gobierna los acontecimientos del mundo físico, por tanto no existe la
libertad. Lo que sí entra en la elección del individuo es el modo en el que recibe estos
acontecimientos, si vive a favor de la Naturaleza o en contra de ella.
 “Lo que depende de nosotros” versus “Lo que no depende de nosotros” circunscribe lo
que interesa a la ética y lo que no.
 Aceptar el Todo y vivir según la Razón es la gran elección de la filosofía de vida
estoica.

Por último, para cerrar el epígrafe de la física, hay que precisar que los antiguos no entendían la
física a la manera moderna, en el sentido de que lo principal sería obtener una representación lo
más acertada posible de la realidad. Por el contrario, los estoicos se contentaban con una
propuesta racional que proporcionara ciertas respuestas acerca del mundo que nos rodea, pero
siempre orientadas a la elaboración de un modo de vida, y no tanto para comprender sin más la
realidad física.

Ética estoica

Tenemos, pues, como una de las principales conclusiones de la física la idea de que una vida feliz
significa vivir conforme a la Naturaleza o, dicho de otro modo, la vida feliz pasa por aceptar el
destino propio:

Es posible definir de otra manera la oposición entre el ámbito de lo “moral” y el de lo “indiferente”.


Entonces será moral, es decir bueno o malo, lo que dependa de nosotros; será indiferente lo que
no dependa de nosotros. Lo único que depende de nosotros es en efecto nuestra intención moral,
el sentido que damos a los acontecimientos. Lo que no depende de nosotros corresponde al
eslabonamiento necesario de las causas y de los efectos, es decir, al destino, al curso de la
naturaleza, a las acciones de los demás hombres. Son entonces indiferentes la vida y la muerte, la
salud y la enfermedad, el placer y el sufrimiento, la belleza y la fealdad, la fuerza y la debilidad, la
riqueza y la pobreza, la nobleza y la baja condición, las carreras políticas, porque todo esto no
depende de nosotros, y debe, en principio, sernos indiferente, es decir, no debemos introducir a
ello diferencias, sino aceptar lo que sucede como deseado por el destino: “No procures que lo que
sucede suceda como lo quieres, sino quiere que lo que sucede suceda como sucede, y serás feliz”
(Epicteto).

Aquí hay un total trastocamiento de la manera de ver las cosas. Se pasa de una visión “humana”
de la realidad, visión en la que nuestros juicios de valor dependen de las convenciones sociales o
de nuestras pasiones, a una visión “natural”, “física”, de las cosas, que vuelve a situar cada
acontecimiento en la perspectiva de la naturaleza y de la Razón universal. (…) Para el estoico
también hay una sola cosa que no es indiferente, pero es la Intención moral, que se plantea ella
misma como buena y que compromete al hombre a modificarse él mismo y su actitud en relación
con el mundo. Y la indiferencia consiste en no hacer diferencias, sino en aceptar, hasta en amar,
de igual manera, todo lo que es deseado por el destino.

Pierre Hadot, ¿Qué es la filosofía antigua?


Esta es la gran enseñanza ética del estoicismo. Es la toma de responsabilidadde la vida de cada
uno. El estoico separa fríamente, con el escalpelo de la razón, aquello sobre lo que podemos
actuar y aquello sobre lo que no podemos actuar. Y dictamina con la misma frialdad que solo
podemos actuar sobre nosotros mismos: la manera en la que reaccionamos a lo que nos sucede,
nuestra intención moral, lo es todo.

No en vano escribe Séneca: “Cada cual es tan desgraciado como imagina serlo” o “«Todos mis
bienes están conmigo»: justicia, valor, prudencia, la misma disposición a no considerar como un
bien nada que se nos pueda arrebatar.”

Así pues, para la ética estoica lo único que verdaderamente importa es la intención moral. Dicho
de otro modo, la acción del individuo ocupa un lugar capital en este modo de vida filosófico.

Por eso muchos de los ejercicios y máximas de la moral estoica tienen la intención de fortalecer al
individuo: soportar el dolor, el hambre, las privaciones, las jugadas del destino de manera
“estoica”, pues refuerzan el modo de vida estoico según el cual solo importa la acción y la
intención moral.

Vivir estoicamente

Después de analizar la física y la ética, llegamos a la puesta en práctica del modo de vida de los
estoicos. Hasta ahora, hemos visto que, sumergidos en la vorágine del universo, nuestra vida
moral es lo único sobre lo que podemos aún ejercer un control. Es la única manera que tenemos
de hacer el bien:

La experiencia estoica consiste en una aguda toma de conciencia de la situación trágica del
hombre condicionado por el destino. Al parecer, no somos libres de nada, pues no depende en lo
absoluto de nosotros ser bellos, fuertes, saludables, ricos, experimentar placer o evitar el
sufrimiento. Todo eso obedece a causas externas a nosotros. Una necesidad inexorable,
indiferente a nuestro interés individual, disipa aspiraciones y esperanzas; estamos librados sin
defensa a los accidentes de la vida, a los reveses de la suerte, a la enfermedad, a la muerte. Todo
en nuestra vida se nos va de las manos. De ello resulta que los hombres se encuentran en la
desdicha porque intentan con pasión adquirir bienes que no pueden obtener, y huir de los males
que sin embargo les son inevitables. Pero existe algo, una sola cosa, que depende de nosotros y
que nada puede arrancarnos: la voluntad de hacer el bien, la voluntad de actuar conforme a la
razón. Habrá pues una oposición radical entre lo que depende de nosotros, lo que por
consiguiente puede ser bueno o malo, porque es objeto de nuestra decisión, y lo que no depende
de nosotros, sino de causas externas, del destino y que es pues indiferente. La voluntad de hacer
el bien es la ciudadela interior inexpugnable, que cada quien puede edificar en sí mismo. Es ahí en
donde encontrará la libertad, la independencia, la invulnerabilidad, y, valor eminentemente estoico,
la coherencia consigo mismo.

Pierre Hadot, ¿Qué es la filosofía antigua?


La coherencia consigo mismo es lo que le queda al estoico. Y es cierto que, cuando uno es
coherente consigo mismo, cuando pensamiento y acción concuerdan completamente, la
tranquilidad de espíritu llega. Por eso encontramos exhortaciones a pensar y vivir de modo que no
tengamos nada que esconder tanto en Marco Aurelio como en Séneca.
Hay dos ejercicios básicos para un modo de vida estoico: la concentración en el presente y la
elevación por encima de las cosas.

Concentración en el presente

La única parcela temporal sobre la que la persona puede actuar es el presente: tanto el pasado
como el futuro se encuentran fuera de nuestro rango de acción y, por tanto, nos deben ser
indiferentes. La concentración en el momento presente es un ejercicio que el sabio estoico
practica constantemente y que es la base de la vida feliz. ¿Por qué? Una de las razones es la
muerte. La muerte da valor al momento presente, en el sentido de que uno debe sentirse
agradecido del simple hecho de existir ahora. Tal vez este sea nuestro último instante en este
mundo, nuestra última hora, nuestro último día. Reflexionar constantemente sobre este hecho
resalta el valor del presente, la necesidad de vivirlo tal cual es, libres e independientes de
angustias y pasiones que nos atenazan. La reflexión sobre el presente y sobre la muerte van de la
mano.

Asimismo, el presente es el único lugar donde la acción es posible. Es en el presente donde


podemos hacer algo, donde podemos actuar según nuestra intención moral y llevar a cabo nuestra
vida. Por eso, el estoico es una persona de acción:

Hay que comprender bien este ejercicio de la concentración en el presente y no imaginar que el
estoico no se acuerda de nada y jamás piensa en el futuro. Lo que rechaza no es el pensamiento
acerca del futuro y del pasado, sino las pasiones que puede ocasionar, las vanas esperanzas, los
vanos pesares. El estoico desea ser hombre de acción, y, para vivir, para actuar, es necesario
hacer proyectos y tomar en cuenta el pasado para prever sus acciones. Pero, precisamente, ya
que no hay acción sino en el presente, sólo en función de esta acción, en la medida en que este
pensamiento puede tener alguna utilidad para la acción, hay que pensar en el pasado y en el
porvenir. Es pues la elección, la decisión, la acción misma la que delimita el espesor del presente.

Pierre Hadot, ¿Qué es la filosofía antigua?


Dicho de otro modo: para el estoico siempre llega el momento de actuar. Un estoico siempre se
implica por los demás, siempre trata de hacer algo. Y este es un momento de lo más interesante,
porque nos encontramos justo en la frontera de lo que hablábamos al principio: “lo que no
depende de nosotros” versus “lo que depende de nosotros”. Cuando actúa, el estoico entra con su
acción (que depende de él) en el mundo (que no depende de él), con lo se produce una cierta
paradoja, una pequeña contradicción:

Lo que caracteriza la “acción apropiada” es que en parte depende de nosotros, pues es una
acción que supone una elección moral, y que en parte no depende de nosotros, ya que su éxito
obedece no sólo a nuestra voluntad, sino a los demás hombres o a las circunstancias, a los
acontecimientos externos, por último, al destino. Esta teoría de los deberes o acciones apropiadas
permite al filósofo orientarse en la incertidumbre de la vida cotidiana al proponer elecciones
verosímiles, que nuestra razón puede aprobar sin jamás tener la certeza de actuar bien. En efecto,
lo que cuenta no es el resultado, siempre incierto, no es la eficacia, sino la intención de actuar
bien. El estoico siempre actúa “con reserva”, diciéndose: “Deseo hacer esto, si el destino lo
permite”. Si el destino no lo autoriza, intentará lograrlo de otra manera, o aceptará el destino,
“aceptando lo que sucede”.
El estoico siempre actúa “con reserva”, pero actúa, participa en la vida social y política.
Pierre Hadot, ¿Qué es la filosofía antigua?
“El estoico siempre actúa con reserva, pero actúa, participa en la vida social y política”. Desde la
conciencia del presente, el estoico nunca renuncia a experimentar, a poner en práctica aquello
que piensa. Así se entiende que algunos estoicos, tradicionalmente, hayan sido hombres de
política, como Séneca o Marco Aurelio.

La elevación por encima de las cosas

Otro de los ejercicios que permite tomarse la vida estoicamente es el de la elevación sobre las
cosas, o contemplación del mundo desde el punto de vista del Todo. El estoico sabe que forma
parte del Todo, y es necesario tomar un punto de vista “físico”, como decíamos antes, para poder
comprender qué es indiferente y qué no. Esta técnica ayuda a elevarse sobre las pequeñas
disputas de los hombres y a actuar con perspectiva.

Situarse en este punto de vista, además, ayuda a obtener la tranquilidad. Desde el punto de vista
del Universo, no dejamos de ser pequeños granos de arena, “una gota de vino en el mar”, una
chispa que apenas dura en la eternidad del cosmos. Así, nuestros dolores, problemas y victorias
parecen definitivamente menos importantes. Perdonar, ceder o sonreír ante la afrenta del enemigo
es, sin duda, más fácil desde esta perspectiva.

Por ello, elevarse por encima de las cosas es un ejercicio esencial para llevar una vida moral.

La combinación de estos dos ejercicios, por un lado la máxima cocentración en el presente, y por
otro la expansión hasta el punto de vista del Universo, conforman los dos extremos de la vida
estoica.

Los dogmas básicos del estoicismo

Encontramos una síntesis de los principios del estoicismo, nuevamente en Pierre Hadot (las
numeraciones entre paréntesis, indican pasajes de las Meditaciones de Marco Aurelio):

Del principio primero según el cual no hay otro bien que el bien moral ni otro mal que el mal moral
(II, 1, 3), resulta que ni el dolor ni el placer son males (IV, 3, 6; XII, 8), que la única vergüenza es el
mal moral (II, 1, 3), y que la falta que se comete contra nosotros no nos afecta (II, 1, 3; XII, 26),
porque aquel que cometeuna falta no se hace daño más que a sí mismo (IV, 26, 3) y no se
encuentra en otro lugar más que en él (VII, 29, 7; XII, 26). De ello resulta también que no podemos
soportar ningún daño del prójimo (II, 1, 3; VII, 22, 2).

Algunos principios generales: solo lo que depende de nosotros puede estar bien o mal, y nuestro
juicio y nuestro asentimiento dependen de nosotros (XII, 22); en consecuencia, no puede haber
otro mal y turbación para nosotros que en nuestro propio juicio, es decir, en la manera en que nos
representamos las cosas (IV, 3, 10; XI, 18, 11); el hombre es el autor de su propia turbación (IV, 3,
6). Todo es, pues, cosa del juicio (XII, 8; XII, 22; XII, 26). El intelecto es independiente del cuerpo
(IV, 3, 6) y las cosas no nos vienen para turbarnos (IV, 3, 10). Si todo depende del propio juicio,
toda falta es, de hecho, un falso juicio y procede de la ignorancia (II, 1, 2; IV, 3,4; XI, 18, 4-5).
Pierre Hadot, La ciudadela interior.
Resumen: ¿qué podemos aprender del estoicismo?

En los últimos años el estoicismo ha disfrutado de una gran popularidad en ámbitos muy
diferentes. Las razones de este auge son diversas, pero la principal es que esta filosofía guarda
una serie de técnicas y aprendizajes que son útiles para mejorar nuestra vida:

 Es una filosofía de la responsabilidad. Una vez que se acepta que hay cientos de
cosas que no dependen de nosotros, nos concentramos en todo lo que sí depende de
nosotros.
 Por tanto, es una filosofía de la acción: con reserva, lanzamos al mundo, como
pequeños experimentos, nuestras acciones.
 Es una filosofía de la fortaleza: el individuo trabaja para hacerse efectivamente
indiferente a todo cuanto no depende de sí mismo: se prepara contra el hambre, el
dolor, la pobreza… Es decir, el estoicismo te entrena para la independencia, palabra
que aquí quiere decir sobre todo imperturbabilidad ante todo cuanto nos suceda.

Creo que esta tríada de conceptos es un buen arsenal para afrontar la vida actual, llena de
cambios, vaivenes y problemas: responsabilidad, acción e independencia.

Por otro lado, la búsqueda de la tranquilidad, o las técnicas de la concentración en el presente y la


expansión por encima de las cosas son ejercicios que nos ayudarán en la correcta toma de
decisiones. Un arte que cada vez necesitamos perfeccionar más, debido a la velocidad de los
cambios tanto en el ámbito laboral como en el personal; y al estrés producido por nuestro estilo de
vida, parece que decidir es más difícil que nunca. El estoicismo y sus enseñanzas pueden ser
buenas herramientas en este contexto.

Es normal que el estoicismo triunfe: es útil y eficaz para aprender a vivir.

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