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El Viento Oscuro William Darkgates

El Viento Oscuro

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El Viento Oscuro William Darkgates

Capitulo I

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El Viento Oscuro William Darkgates

El amigo caído

El hedor de la taberna lo abofeteó con fuerza, y Argowan no pudo evitar pensar que aquel era el
último lugar donde imaginaría que el Gran Cuth D´dulack, el montaraz más temible que Nordmaar había dado
al mundo, se hallaría inmerso en su autocompasión y lamento. Con sumo cuidado Argowan se movió entre las
mesas, evitando mancharse con algo, y a la vez salvándose de molestarle la velada a alguno de aquellos
clientes frecuentes de aquel tugurio.

No pudo hacer nada más que sorprenderse cuando se percató del estado de ebriedad e inmundicia
deplorable al cual se estaban rendidos muchos hombres, y eso que apenas habían pasado tres horas desde que
el sol había despuntado.

-¡Bendito sea El Fénix azul!- masculló, alarmado mientras mantenía su ritmo entre aquella selva de
alcohólicos, su meta final el fondo de aquella sala.

La mesa era circular y se hallaba en el rincón más alejado de la estancia, envuelta entre sombras,
sobre ella se hallaba una pequeña vela ahora apagada, y un tarro de cerveza a medio llenar. Argowan tomó
una silla y miró durante un rato a su viejo amigo; Mientras un sin fin de emociones se encontraban y luchaban
entre sí. Sentía pena, pero a la vez se sentía invadido por una ira asesina, luego resurgía la lastima cual ángel
aullando desde el fondo de aquellos sentimientos, en aquel momento Argowan se percató que no había
sentido nunca tantas emociones encontradas, ni cuando descubrió, por boca de su padre que los dioses alguna
vez habían existido y que después por razones extrañas y ajenas se habían ido dejando a sus hijos
desamparados; Ni tampoco sintió tantas emociones en conflicto cuando a sus treinta años observó como los
dioses regresaban de nuevo.

Allí ante él, se hallaba una copia burda e inmunda de quien fuese su mejor amigo, hacía cinco
años, ¿tal vez? Cuth D´dulack y Argowan, en compañía de un Montañés llamado Sorbin, un extraño elfo del
las selvas del norte de nombre Tentail, y la hermosa guerrera Vespalia, habían viajado por todo Nordmaar
liberando la tierra de monstruos, salteadores de caminos, y, además, frenando los ímpetus de Morhlex el
dragón negro que se había apoderado de La Gran Marisma e intentaba volverse el amo y señor de todo
Nordmaar. Aquellos habían sido días felices de gran camaradería y constantes enfrentamientos, alegrías y
pesares que trajeron buenas consecuencias a la región, pero solo devinieron en pesar para el heterogéneo
grupo.

-¡Vaya manera de honrar su memoria!

-Vete, hoy no narró cuentos

-Así, que a eso se dedica un antiguo aventurero-Al escuchar aquella respuesta Cuth levantó la vista y
pestañeó varias veces, luego se estrujó sus sucios y legañosos ojos.

-¿Argo?-preguntó dubitativo, ante su persona se hallaba un hombre de unos treinta y un años de


edad, de marfileña piel y una abundante melena rubia platinada. Argowan debía tener algún antepasado elfo
pues su piel apenas mostraba arrugas y sus ojos eran ligeramente almendrados, y de un azul tan limpio como
el del mismo cielo.

-El mismo- respondió, sin poder evitar sentirse orgulloso de la fama que lo secundaba. Cuth ante
aquella alegre respuesta bajó la vista, se sentía la mar de apenado.

-Pues me alegra- respondió y le dio un gran trago al resto de su cerveza mientras que hacia una seña
hacia la barra para que les trajesen una cerveza a él y su amigo.

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-No creo que te alegre- respondió cortante.- ya veo en que te has vuelto.

-En lo que el dolor me ha vuelto- le corrigió.

-El dolor no transforma el destino del hombre; es este el que decide su andar.

-¡Bah! Paparruchas- respondió Cuth a viva voz, dejando que su fétido aliento azotará el rostro del
otro montaraz.

-Ya veo- respondió Argowan mientras observaba las dos jarras de cerveza descender sobre la mesa,
miró con recelo la suya y trató de probarla. Aquello era el peor caldo que había probado, ni los aghar serían
capaces de tragar ese brebaje, y aun así Cuth lo bebía con avidez.

-¿has venido a ver en lo que me transforme ó vienes a decirme algo?- inquirió Cuth después de haber
dado un gran trago a su bebida, su tono era ácido y despectivo, y el arrastrar de su lengua le indicó a Argowan
que su amigo estaba comenzando a caer bajo los efectos del alcohol.

-¡Vaya, por los recién regresados antiguos dioses! ¡Si eres de lo que se envalentonan con cuatro palos
encima!- comento Argowan dejando de lado aquel asqueroso brebaje- ¡cómo has cambiado!

-Habla- le ordenó con fuerza, Argowan comenzó a sentir como el corazón se le partía.

-Su muerte no fue culpa de nadie- respondió- y lo que haces no la honra.

-El dolor...

-El dolor- le imprecó Argowan-¿acaso crees que eres el único que sufre? Yo también sufro, Tentail
y Sorbin sufrieron también, pero ninguno dejó que el dolor les cortara el devenir de sus vidas... Vespalia no lo
habría querido de otro modo.- Cuth le lanzó al montaraz una mirada asesina.

-¿Qué sabe un montañés de las Khalkist sobre el amor? ¿Qué sabe un joven elfo manchado de las
selvas del norte? ¿Qué sabe un mimado de la alta clase de Nordmaar, descendiente de los grandes hombres de
la llanura? Pues la respuesta es clara... NADA- gritó con furia. Esta misma invadió al joven quien tuvo que
hacer un gran acopio de voluntad para no matar a su amigo allí mismo. Rápidamente se mordió la lengua y
sacó un pergamino de entre sus pertenencias.

-Aquí está una proclama del señor de North Keep, con ella viene tu redención- hizo una pausa.-
ofrecen cinco mil piezas de acero a aquellos hombres que descubran y traigan pruebas, de por qué hay tanta
actividad de monstruos en algunas zonas y en las demás han desaparecido.

-¿Qué? ¿Los nobles temen que halla una guerra?- respondió-¿acaso les importa el mundo mas allá de
sus narices?

-No sé, solo estoy al tanto que esto es trabajo para mí, y una oportunidad única para volver a
reunirnos.

-Eso nunca- dijo desdeñoso.- yo no vuelvo al camino-agregó- vete solo, yo tengo una vida hecha-
señaló la bebida que Argowan dejó de lado y sin mediar más palabras la tomó con avidez, para luego lanzar
un sonoro eructo.

Ante aquella demostración de inmundicia Argowan perdió sus esperanzas, había venido a
Faulkenord, tras una leyenda y rumores. Había escuchado, por boca de varios aventureros, sobre la situación

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del Gran Cuth D´dulack, pero no había creído en ellas, no era posible había pensado más de una vez; y así que
tomó aquella proclama como la propicia excusa para comprobar si aquellas habladurías eran ciertas. Había
llegado a aquella ciudad, lleno de esperanza y ávido del deseo de redimir a Cuth, pero el estropajo de humano
que se encontró envió al traste a todas sus ilusiones.

-Bien- dijo mientras se puso de pie- si deseas ir en esta aventura, estaré en una arboleda en las
afueras de la ciudad, hasta la Alborada de mañana, después partiré- dijo cortante- es tu ultima oportunidad.-
acto seguido abandonó aquel tugurio dejando detrás de su persona un sin fin de medias verdades muy bien
cimentadas y un sin fin de esperanzas e ilusiones hechas añicos.

-¡Vaya es una excelente pieza!- dijo el experto mientras observaba con cuidado aquel medallón de
cristal con unas extrañas gemas incrustadas- pero falta una.

-En efecto- respondió la profunda y ronca voz de su cliente- quien nos la ofreció dijo que la halló en
las tierras de Nordmaar- agregó.

-Bueno, no había visto una gema así, ¿tal vez el hombre se equivocó?

-No, lo dudo- respondió otro enano, su voz era más suave, casi femenina- ningún mortal se equivoca
o miente cuando tiene un hacha apuntando a su gaznate.- el tendero tragó grueso ante aquel comentario.

-Bueno, yo desconozco la existencia de minas de gemas en Nordmaar, tal vez en las montañas
Khalkist, en las cercanías de Teyr- agregó.

-El hombre aseguró que provenían de aquí- agregó el enano tozudo.- dijo que lo obtuvo de un
nordmardiano... un tal Cuth.

-¿Cuth D´dulack?

-El mismo, ¿lo conoce?- inquirió el enano de voz suave.

-Oiga amigo...

-Amiga- le atajó- y solo en el caso de que lo fuéramos.

-Perdón- dijo sinceramente el tendero- los de su raza escasean, por lo menos acá en Faulkenord.- la
enana asintió.- a quien nombran ustedes fue uno de los aventureros más grandes que esta tierra dio.
Tristemente, solo los dioses sabrán por que, Cuth D´dulack después de un altercado con el Gran negro, cayó
en el alcoholismo.- los enanos asintieron y el tendero continuó.- si el hombre que les vendió este objeto dijo
que lo obtuvo de Cuth, este debe saber de donde lo sacó.

-¿Dónde le hallamos?

-¿A Cuth?

- ¿A quien más?- respondió la enana.

-Bueno si tienen suerte lo hallaran en la taberna llamada- hizo una pausa mientras trataba de recordar
el esquivo nombre- es un tugurio de mala muerte- acotó antes de seguir- se llama... se llama... La Espita-
respondió dubitativo- o eso creo.

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-Muy bien, iremos a ella.-respondió el enano.

-Queda en los barrios bajos- agregó el Tendero- una vez allí la hallaran rápidamente no hay perdida-
agregó alegremente y se dispuso a lidiar con otros deberes.

“Con mucho dolor el hombre se arrastraba por el húmedo, frió y pestilente piso. La
hojarasca estaba medio descompuesta, y podía sentir como un sin fin de bichos se metían entre los pliegues
de su ropas. Las heridas ante aquel contacto le ardieron más, y comenzaron a sangrar con profusión, sentía
que con aquel acto su vida se estaba escapando, pero aquello no le importaba; ya no tenia razones para
vivir, ¿o sí?

Todo estaba oscuro, y comenzó a sentir como su plasma caliente salía entre las comisuras
de sus labios, realmente se estaba muriendo. Dentro de poco le rendiría cuentas a las deidades. ¿Cuáles
deidades? Todas se habían marchado y en cambio un sin fin de dragones muy desarrollados se habían hecho
amos y señores indiscutibles de todo Ansalon. De seguro su alma caería en una oscuridad y de allí seria
obliterada por el eterno devenir del tiempo.

Un sin fin de ideas estúpidas surcaban su mente, mientras centímetro a centímetro recorría
el suelo de aquel lugar.- con tantas tonterías en la cabeza de seguro no muero- se dijo más de una vez
cuando se percató de aquel acto. El viaje a través del suelo se le hizo eterno, a medida que sangraba con
profusión, pero sin duda alcanzó lo que estaba buscando, era hermoso, era único y en aquel momento,
mientras las puertas de la muerte se abrían de par en para recibirlo, pensó que era su salvación.

Allí en medio de la nada, en aquel bosquecillo putrefacto dentro de aquella colina se encontraba un
pequeño altar de piedra negra, su aspecto era extraño, su forma irregular, de él emanaba una fuerza
desconocida, una fuerza que lo llamaba.

El moribundo hizo uso de toda su voluntad, de toda su fuerza interna y se aproximó a aquel altar. El
hombre sonrió al verlo, dejando al descubierto una boca a la cual le faltaba una ingente cantidad de
dientes.- Un altar-dijo-El objeto más valioso dentro de todos los tesoros de la colina. Se acercó y lo tocó.

Generalmente cualquier ser humano habría sido castigado al cometer semejante profanación, pero
aquel hombre no era un mortal cualquiera. Era un ser desesperado, en una situación desesperada y con un
asombroso deseo de seguir viviendo. El altar vibró con fuerza como si estuviese vivo, como si se alegrase de
la situación de aquel hombre.

-Acepto-replicó este, acto seguido el altar brilló con fuerza.

-Maldito sueño- masculló Cuth, seguía teniendo esas pesadillas a pesar que bebía como un loco, aun
no se iban al igual que los recuerdos de la pérdida de Vespalia.- ¿será que el Alcohol no es la solución?- se
preguntó mientras observaba su jarra vacía-¿qué va?- se dijo- es lo único que me queda.- agregó e hizo una
seña para que la mesera le trajera más. Esta sin dudarlo trajo otra jarra.

Era una mujer entrada en carnes y tal vez en años. Sus pechos eran grandes aunque algo caídos, a
pesar de que con el corselete se le veían mucho más cuantiosos y apetecibles; pero aquello era una simple
ilusión que solo atraía la atención de los extranjeros, los parroquianos ya sabían que había detrás de aquella
ilusión; además, era una bella ilusión que duraba muy poco, duraba hasta que la mujer abría su boca y
pronunciaba frase alguna. Su voz era estridente y molesta, nadie podía escucharla más de cinco minutos,

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amén faltarle algunas piezas. Aun así la mesera Cathy se llevaba a algún ingenuo a su catre con frecuencia y,
además, lograba que le pagasen.

Últimamente no había tenido suerte, pero aquello se había resuelto cuando al “Famoso” Cuth D
´dulack lo habían echado de la taberna rival conocida como “la Sábana de Seda”, al llegar el hombre a la
Espita, Cathy había convencido al dueño para que contratara al otrora famoso Cuth como sacaborrachos.
Aquello había sido la decisión más cara que había tomado, pero en cierta medida era las más rentables,
muchos hombres de la tierra de Nordmaar y otras partes de continentes venían a ver al aventurero, algunos
para retarlos y otros para burlarse de su estado actual. Aun así había sido una decisión que solo benefició al
catre de Cathy, pues el alcoholizado hombre no dudaba en ir a su cama a cambio de todo el licor que pudiese
tomar.

-La última de hoy o esta noche no vas a servir ni para trapeador- le espetó la mujer.

-Vete de aquí puta- le imprecó- nadie me dice que hacer o cuando dejar de beber

-Vamos Cuth, no te hagas de rogar- agregó- hazlo ó no bebe más- la expresión dura y grosera del
aventurero cambió y en sus ojos el brillo del entendimiento le hizo ceder.

-Esta bien.- agregó mientras bruscamente le quitaba la jarra y de un gran trago se tomaba la bebida,
luego eructó con fuerza, tomó a Cathy por la cintura-ahora tengo ganas, vamos arriba- ordenó y sin prestarle
atención a sus quejas la arrastró hasta las habitaciones superiores- te voy a enseñar quien es un maldito
guiñapo de hombre.

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Capitulo II

... Entre el Hacha y la Pared...

Faulkenord era una de las pocas ciudades amuralladas existentes en Nordmaar, estaba ubicada
sobre una serie de pequeñas colinas, rodeada por villas y tierras de cultivos, y entre estas intercaladas se
hallaban una ingente cantidad de puestos de defensa; la ciudad estaba a mitad de camino entre Northkeep, y
las tierras de Teyr colindando un poco con las Khalkist a poca distancia de Wulfgar, este sitio era un gran
ejemplo de la influencia extranjera, en especial solamnica sobre esta región de Ansalon. La población de
Faulkenord era una mezcla de montañeses y de nativos de la nación habituados a vivir a la intemperie y en
tribus seminómadas. Aun así esta ciudad era próspera. Un punto importante para el comercio por tierra que
venía del sur y de la zona de Kalaman. Pero a pesar de todo esto Faulkenord poseía en sus inmediaciones un
pequeño bosquecillo, una arboleda insignificante y allí Argowan esperaba la aparición de Cuth.

Hacía dos horas había reventado la alborada, y él llevaba más de cuatro despierto. Como buen
hombre montaraz se levantaba antes de que el sol despuntara e iniciaba sus ejercicios para calentar y entrar en
comunión con la naturaleza. Había practicado con su arco y algunos movimientos con su espada corta. Ahora
había preparado un austero desayuno y esperaba con calma a su amigo. Sabía lo que le había dicho; pero aún
así no podía evitar tener esperanzas de hallarse con Cuth.

Aun no había clareado, la boca le sabía a una mezcla entre cobre y heces; miró a su derecha y se
halló con la cabeza de Cathy descansando sobre su hombro. Miro hacia abajo y la mujer estaba desnuda.
Recordaba haberse acostado con ella en la tarde, pero si la memoria no le fallaba, cosa que podía pasar, no
había desnudado a la mesera cuando la poseyó con furia. ¿Entonces quiere decir que la había poseído otra
vez? Con cuidado y sin ganas de escuchar su molesta voz, sacó su brazo y trató de ponerse en pie. Cuando lo
hizo las piernas le fallaron y se fue directo al piso; escuchaba sonoros pitidos en sus oídos y sentía como las
sienes le latían ferozmente, como si le estuviesen apuñalando en aquella zona de su cabeza.

-Madre mía, ¡qué dolor de cabeza!- se dijo mientras verificaba que la mesera no se despertara. Al
mirarla medio desnuda, con varios moretones y mordiscos; al observar sus carnes y estrías, sus pechos, otrora
firme, no pudo evitar preguntarse ¿por qué mantenía relaciones carnales con esa mujer? Por el licor, se dijo al
cabo de un rato, ¿por qué otra cosa? Pues estaba muy lejos de amar a una mujer como esa.

Al ver aquel cuerpo desnudo, las nieblas del pasado se despejaron y recordó haber bajado después
de haberla poseído y dejado exhausta. Había pedido licor y el tabernero se lo había negado. Solo le daría licor
si Cathy lo vigilaba y consentía; pues el no había hecho nada para ganarse su sueldo y mucho menos para
ganarse lo que bebía, le había dicho que se sentase y se viera bonito, y tuviese esperanzas de que alguien
viniera a verlo. En aquel momento sintió una furia ciega, deseo tener un arma para rebanarle el gaznate a
aquel hombre, pero al cabo de unos segundos una de las meseras interrumpió y le comunicó que alguien
quería verlo; Luego de eso no recordaba nada más.

Bajó con cuidado las escaleras, masajeándose lentamente las sienes y tratando de evitar que la luz
le diera en los ojos, sentían como si estuviesen pasando una aguja al rojo vivo a través de su glóbulo ocular.

-Te buscan de nuevo- dijo tajante el tabernero.

-¿Quién?-inquirió.

-Nosotros-respondió una voz fuerte y retumbante. Cuth lanzó la vista hacia el origen de la voz y las
piernas le fallaron; ante su persona había dos enanos, o ¿eran ilusiones por el exceso de alcohol? ¿Sería
verdad lo que le dijo aquel brujo-sanador, Que el licor fundía la mente?

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-¿Quién diablos eres tu, ilusión?- el enano al oír aquella respuesta frunció el ceño. Aquel gesto
intimidatorio se perdió pues a Cuth no le importaba nada.

-Mi nombre es Vargas Forjahacha y esta es mi amada esposa Zafiro Pedernal- Cuth observó a los dos
enanos, el llamado Vargas tenía una cabellera negra como la noche y una barba de un color similar; su rostro
era como el de todos los enanos, de rasgos gruesos y fuertes. Vestía como un consumado guerrero y parecía
portar al cinto una hachuela. No podía ver con mucho detalle por que la escasa luz le molestaba. El otro enano
parecía un muchacho, para nada parecía una hembra, pero Cuth había visto pocos enanos, salvo que no poseía
una barba y tenía el cabezo color miel aquella enana no distaba mucho del otro enano. Vestía hasta igual.

-Bien, es un placer y, ¿qué desean de mí?- inquirió, dubitativo mientras sufría por aquel latido en sus
sienes

-Partir de una vez- respondió la enana de forma cortante

-¿Ya está listo?-

-¿Partir a donde? ¿Listo para qué?- inquirió consternado, el dolor aumentaba y algo le atenazaba la
boca del estomago.

-Para llevarnos a las ruinas al nordeste de aquí, donde usted dice que se hallan las gemas que le faltan
al collar.- respondió Vargas sin titubeo alguno.

-¿Cuál collar? ¿Cuál gema? ¿Cuál ruina?-inquirió sin dejar de masajearse las sienes, el dolor
aumentaba y con él venía la confusión aullando cual demonio montado.

-¡Oye! ¿Acaso te quieres hacer el tonto?- le imprecó el enano a todo pulmón, sin temer despertar a
alguien.

-Creo que no recuerda nada, mi señor-intervino el tabernero; este comenzaba temer lo peor, pero
deseaba ver a Cuth fuera de su taberna.

-Ayer hiciste un pacto con nosotros, te comprometiste a llevarnos a unas ruinas, a un día ó dos de
aquí, para hallar unas gemas- le dijo el enano, su tono de voz se incrementó a medida que le recordaba el
pacto al humano, Cuth sentía un miedo incalculable, una confusión que no se alejaba y el latido en sus ojos
que era constante y al parecer no contemplaba el hecho de detenerse.

-¿Yo?-inquirió confundido, lleno de temor, especialmente por que en el rostro de aquellos dos seres
se podía percibir el odio, el orgullo y la furia que se siente cuando una persona es engañada.

-Si, vuestra persona- le atajó- además, aceptaste un pago por adelantado.

-Yo no he prometido nada, y no haré ningún viaje.- respondió resuelto mientras que su mente
comenzaba jugarle una mala pasada, pues no recordaba nada de lo acaecido la noche anterior.

-Entonces devuélveme el pago.

-¿Cuál pago?

-Se quiere hacer el gracioso, Vargas- dijo Zafiro mientras en su mano aparecía un mazo pesado. La
expresión de la mujer era más fiera que la del enano macho, y Cuth no pudo quitar la vista del mazo, el dolor

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de cabeza se fue volando en cuestión de segundos, pero el pánico comenzó a paralizar sus miembros ¿qué
pasaba aquí?

-Calma mi vida- le dijo el enano- si no deseas ir devuélveme el dinero.

-No sé, de que hablas no te recuerdo... ¿creo que estaba borracho? Sí, habéis pactado con un ebrio-
agregó.- mi pacto no vale.- dijo de forma resuelta, lentamente comenzó a sentir de nuevo el dolor de cabeza y
a través de este la seguridad de que se había salido con la suya. ¿Quién en su sano juicio se iba a fiar de la
palabra de un beodo?

-Entonces dame el dinero- repitió el enano- sabes, ya me estoy cansando de esto. ¿Qué hiciste con el
dinero?- gritó Vargas hecho una furia, comenzaba a cansarse ya de este juego, aquella discusión se le hacia
molesta y aburrida; la sangre comenzaba hervirle y la idea de ser engañado lo insultaba y mortificaba aun
más.

-Se lo bebió- respondió el tabernero, la idea de ver correr sangre comenzó a satisfacerlo, odiaba con
toda su alma a Cuth, a quien solo soportaba por que deseaba que Cathy se quedara en el local. - y yo no
pienso devolverlo pues este maldito vago me debía mucho dinero; Aun me debe dinero.

¿Cómo?-pensó Cuth, ¿qué había pasado anoche?- se volvió a preguntar mientras observaba al
furibundo enano caminar hacia su persona, sintió como el miedo lo consumía, escuchó como el tabernero les
decía que hiciesen con su persona lo que deseasen y también observó como los enanos se aprestaban a darle
una paliza.

-Alto- gritó Cuth, el dolor volvió a alejarse como un tablón flotando en el mar a la deriva, sentía
pánico y no podía pensar, pero lo único que le quedaba era fanfarronear de esa forma.- no sé que pasó, pero
les daré el dinero.

-No tienes, imbecil- le espetó el tabernero, mientras la idea de ver como la maza destrozaba las
manos y piernas del maldito inquilino- o vas a la cárcel con muchos huesos rotos ó le cumples, montaraz.

-Pero si no soy un montaraz- le imprecó, en aquel momento se hizo la luz en aquel embotado
cerebro- pero conozco uno que os podrá ayudar. ¿Si les consigo a alguien que os acompañe me dejaran en
paz?

-Pero no habrá resto del pago- le espetó la enana, aquella idea le gusto más a Zafiro, aquel humano
era de piel moteada, cabellos crespos otrora castaños y ahora oscuros y grasosos; Poseía una barba que le
sentaba bien, pero estaba más grasosa y peor cuidada que su cabellera, un aghar tendría mejor aspecto. Debió
en otros tiempos de haber sido un fiero guerrero fornido y valiente, pero ahora solo era un guiñapo de
hombre; Además, apestaba y sus ropajes de seguro estaban manchados con vómitos y otras cosas, de verdad
la perspectiva de estar con él le aterrorizaba.

-No importa, mientras tenga libertad- dijo, tomando la primera opción que se le aparecía.

-Nada de eso-le impreco Vargas- ¿no? ¡O cumples o te mato! A mi nadie me engaña- le gritó hecho
una furia. Miedo; como ninguno sintió Cuth, no había sentido tanto miedo desde la ultima vez que vio al gran
dragón, aquel había sido un hecho verdaderamente terrorífico, y este resultaba ser un momento similar, nunca
había pensado que un ser tan pequeño podría ser tan temible. Sencillamente no podía decir o hacer nada, en
realidad no existía explicación alguna que pudiese echar para atrás el argumento del enano. Debía salvar su
vida, debía hacerlo ahora mismo.

-Muy bien- dijo- espérenme aquí, mientras voy por mis armas y demás cosas.

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-Nada-le imprecó el enano.-querida ve con él, de seguro este maldito trata de poner pies en
polvorosa, ¿acaso crees que nací ayer, humano?-agregó sin dejar de bajar su arma. Sinceramente aquella idea
no pasó por la mente de Cuth, pero que el enano se adelantara a él le había indicado que estaba perdido.

Argowan observó con una ligera alegría como Cuth se acercaba por el camino, a pesar de todo el
guerrero había decidido seguirlo; su aspecto dejaba mucho que desear, pero el joven montaraz sabia que este
provenía de los años de haberse entregado de lleno a la bebida. Y, ¡vaya! Que fueron años; había perdido
mucho de fortaleza física y masa muscular, su postura al andar rebelaba que la cota de malla le molestaba, y
había perdido el paso sutil del guerrero, pues su espada golpeteaba con fuerza contra su cadera. Había perdido
la sutileza al caminar; realmente como guerrero dejaba mucho que desear, un novato lo superaría con creces,
pero a pesar de todas las conjeturas contradictorias Argowan tenía la esperanza de que su amigo se recuperara
dentro de poco.

La muerte de Vespalia les había afectado a todo de un modo u otro. Tentail había vuelto a su
tierra, con su tribu en las densas selvas al norte de Northkeep; la muerte de un ser tan querido y cercano lo
había desconcertado. Sorbin volvió a las montañas, la pena lo hizo sentirse más furioso y destrozó sus
esperanzas de liberar a Nordmaar de la presencia de Morhlex, pero no se permitió las esperanzas de que su
tierra fuera libre y segura para las generaciones futuras, así que partió a las montañas, con su tribu y familia a
dedicarse a limpiar a estas tierras de Ogros y de grupos interesados en la zona como son los caballeros
oscuros y las fuerzas del Dragón Sable. Por su lado él, Argowan había viajado por todo Nordmaad, lleno de
pena y furia, sediento de sangre pero consciente de que si remontaba sus pasos hallaría su muerte; se volvió
hacia el oeste y se internó en Solamnia, allí conoció a un grupo de personas que cambiaron su vida y su forma
de pensar. Ante aquellos recuerdos no pudo evitar llevarse las manos a un saquillo que colgaba en su
talabarte.

Para cuando Cuth D´dulack estuvo cerca Argowan se percató de las dos figuras que le seguían,
uno era un enano, vestido como todo un guerrero y con un rostro tan crispado por la rabia que parecía un
demonio surgido del abismo. Su andar le comunicaba al mundo que era un experto guerrero, seguro de sí
mismo y su cualidad, su sola apostura intimidaba a los carentes de voluntad. A su lado caminaba una enana,
esta era reconocible debido a la ausencia de barba, pero la existencia de sus patillas indicaba que era una
fémina. Solo esto revelaba la naturaleza de su sexualidad, pues de paso como caminaba y se vestía no la
hacían diferente ni a los ojos expertos de un verdadero montaraz.

Ambos enanos caminaban detrás de él, no parecían portar armas algunas, pero por la expresión
cabizbaja de Cuth, esto lo estaban obligando a algo, ¿pero a qué? Durante unos segundos temió lo peor; pero
luego recordó el ser en que se había vuelto su amigo y considero que de seguro lo que le ocurría era culpa de
su gran vicio. Cuth alzo la vista y con una sonrisa, que parecía hipócrita y desesperada, saludó a Argowan,
por alguna extraña razón, el chico supo que aquello le acarrearía problemas mayores.

-¿Qué tu qué?- gritó Argowan

-Pacté con ellos y parece que me bebí el adelanto que me dieron.-respondió casi llorando

-Yo no tengo ni una moneda de cobre con la cual pagarles- le mintió Argowan.

-Si, lo supuse.- agregó Cuth en un tono lloroso.- lo que deseo es que me asistas con este par.

-¿Cómo te asistiré?-inquirió lleno de curiosidad.

-Llévalos a unas ruinas que están en una colina a tres días de aquí.- respondió-. Convéncelos de que
no me necesitas.

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-¡Ni soñando!- le respondió- tú, cobras y disfrutas el salario y yo trabajo por ti; ni pensarlo.

-Pero...

-Es tu problema- le imprecó-resuélvelo tú.

-Ayúdame- le rogó- se que viajarás por el descampado, de seguro al ir a ese sitio encuentras pistas.

-De ninguna manera.

-Escúchenme piernas largas- dijo el enano mientras se acercaba.- nos van a llevar de una vez, ó ¿no?
Por que estamos desperdiciando la mañana.

-Mi señor- respondió Argowan en un perfecto enano, sin acento de ningún tipo. Vargas se sorprendió
cuando le habló como si fuera un enano, en una versión perfecta y muy bien modulada de su lengua natal- mi
amigo aquí presente dice que le debe dinero a usted, amén de una promesa.

-En efecto-respondió Vargas en la misma lengua.

-Le comento que no pagaré su deuda, aunque de igual manera pensaba pasar por ese sitio-agregó-
si desea seguirme no me molestaré, y no le cobraré. Lo único que exijo es que sea cauteloso y se cuide a
usted mismo.

-Eso siempre lo he hecho- le respondió-¿pero qué hacemos con este?

-Es vuestra decisión, mi señor.- respondió Vargas y rápidamente se volvió hacia donde se hallaban
sus cosas, al lado de esta se hallaba la enana que se había mantenido al margen de toda aquella discusión.
Tomó sus posesiones sin mediar palabras comenzó a remontar el camino. Zafiro buscó a su esposo con la
mirada pidiéndole consejo, este con un leve movimiento de cabeza le dijo que siguiera al hombre. Y
rápidamente él se puso en marcha.

-¡Que bien, me dejan aquí!- exclamó con alegría Cuth.

-No, tu vienes con nosotros ó peleas conmigo aquí ya.- le respondió- tú amigo te puso en mis
manos.- Cuth se quedó en silencio.

-De nuevo estoy entre la espada y la pared-masculló por lo bajo.

-No-respondió Vargas mientras lo empujaba-Estás entre el hacha y la pared, camina de una vez.

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Capitulo III

...al inmundo, inmundicia...

Entre todas las tierras que conformaba el continente de Ansalon, Nordmaar era la más peculiar; su
clima la hacia única y su origen más singular aun. Había surgido desde el fondo del océano durante el primer
cataclismo. Su suelo, no mancillado, resultó ser un suelo próspero y fértil, y, además, la zona climática donde
se ubicaba hacía más propicia la siembra, en especial de algunas especias exóticas muy caras en algunos
mercados de Ansalon; como son la canela, el clavo de olor, la pimienta y la caña de azúcar entre otras.

Pero no solo los productos que daba su tierra, ni su clima casi constante, sus selvas y bosques
lluviosos, sus zonas montañosas y fértiles hacían de este sitio un lugar singular; Al contrario, lo que hacia
único a Nordmaar era su gente. En esta tierra se mezclaban nativos, algunos descendientes de la antigua Istar.
Hombres pequeños y fieros versados en el arte de montar caballos, con los gigantescos hombres que
provenían de las distintas tribus montañesas de las Khalkist. Hombres fuertes e indómitos con mujeres tan
fuertes y más indómitas aún, estas eran del gusto de los caciques nativos por que era mujeres indomables y de
una constitución tan fuerte que podían dar a luz más de una vez. Así mientras los nativos se mezclaron con los
montañeses surgió un tercer grupo conformados por mestizos de tamaño medio y de rasgos mezclados,
aquellos eran los verdaderos Nordmadianos.

Así que debido a tantas mezclas, muy pocos en Nordmaad prestaba atención a elementos
superfluos como el color de piel, todo humano que viniese a Nordmaar con ganas de prosperar y de vivir en
paz era bien recibido. Al contrario aquellos que viniesen con ansias de guerras y deseo de someter a aquel
pueblo de hombres y mujeres fieras, solo encontraría solaz en la muerte, pues no había en Nordmaar bien más
preciado que la libertad; y eso fue lo que descubrieron las fuerzas de Ariakas durante la Guerra de la lanza, y
luego las fuerzas de su hijo durante la guerra del caos. Nordmaar era una tierra donde sus habitantes no se
tocaban el corazón a la hora de decidir entre vivir libre ó sometidos.

Aquella sangre indómita corría por las venas de Argowan y de Cuth, pero en aquel momento su
sangre indómita se le había acabado. Nordmaar cruzaba ahora por su periodo de lluvias, los escolásticos de
Ansalon habían determinado que el extraño clima de esta tierra poseía dos estaciones: una lluviosa y una seca;
otros por su lado decían claramente que dentro de estas dos estaciones se podía ver una leve manifestación de
las cuatro estaciones que gobernaban algunas partes del continente. Decían que dentro de la época de lluvias
se hallaba un periodo similar al otoño y al invierno, y que en la sequía se podían ver vestigio de la primavera
y el verano. Lo cierto era que a veces la tierra de Nordmaar resultaba ser muy húmeda y calurosa; y aquel
calor y humedad hacían que Cuth estuviera quejándose la mayor parte del tiempo.

-¡Qué calor hace!-exclamó la primera vez, a no más de una hora de haber partido y aun
manteniéndose en la calzada.-lo bichos pican, y está muy húmedo.-agregó más de una vez- Tengo sed-repitió

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El Viento Oscuro William Darkgates

de nuevo. Nadie se dignó a responderle, así que no le quedó otra opción que mantener el paso y quedarse
callado hasta que volvió a sentirse incómodo. Muy por el contrario a su situación, los dos enanos que no eran
nativos se sentían en cierta medida a gusto.

Estuvieron en la calzada durante un buen rato, observando el paso de otros viajeros y el devenir
de las nubes, hacía algo de calor y el viento apenas soplaba. Argowan mantuvo el paso sin decir nada solo
oteando alrededor como esperando ver a un depredador saltar desde cualquier lugar a atacarlo.

Dejar el camino para Cuth fue muy duro. Su tierra natal era una tierra de contrastes, poseía
colinas y montañas donde nevaba y hacia mucho frío, selvas lluviosas, terrenos de extremo calor cerca de las
costas, y unas llanuras internas donde la hierba alcanza alrededor de un metro de altura; caminar entre ella
requería un cuidado particular, nunca se sabía si se podía encontrar con un depredador agazapado ó con una
serpiente, además, para aquel que no estaba acostumbrado, las hierbas picaban más que una legión de pulgas,
garrapatas y piojos juntos. Pero para la suerte del trío Argowan iba con ellos abriendo la marcha y caminando
por los lugares más seguros. Lo único que molestó a Vargas fue que no sacó un objeto para cortar la hierba;
estar inmerso en tanto verdor y demás cosas que le picaban no era de su gusto, aunque no osaba quejarse,
pues su amada Zafiro no lo hacía, es más su mujer parecía disfrutarlo.

-Oye tú, Cuth- dijo Vargas tratando de iniciar una conversación y a la vez de acallar los quejidos de
aquel hombre molesto- ¿cómo es la colina a la cual nos dirigimos?

-¿Colina?... eh... eh.

-Es una colina alta como cualquiera, deshabitada y en ella hay rastros de una antigua construcción tal
vez un pequeño fortín ó una buena mansión. En la punta de la misma solo que da un muro alto que mira hacia
al oeste-respondió Argowan sin mirar atrás.

-¿Entonces tú también sabes de ese lugar?- inquirió Vargas

-Lo he visto, para pasar al Noroeste e internarse en los pantanos para llegar a la tierra de Kalaman,
hay que pasar frente a esa construcción- respondió el montaraz aun sin dignarse a volver la mirada.

-Bien, esperemos que allí hallemos lo que me prometiste- amenazó el enano a Cuth.

-Será mejor que mantengan el ritmo y guarden silencio.- agregó Argowan tajante para evitar que
Cuth respondiera, sinceramente no sabía que estaría pensando su antiguo amigo cuando prometió a los enanos
que hallarían gemas en aquellas ruinas, hasta donde le era sabido, allí no existían minas algunas, y mucho
menos había una tumba.- tendré que hablar esta noche, a solas, con Cuth, y luego con el enano-se dijo.

La cabeza le dolía, todo zumbaba a su alrededor, la vista le escocía y sentía como el equilibrio
dejaba su cuerpo y una molesta nausea surgía desde las profundidades de su estomago con la intención de
salir al mundo exterior. Dolor sentía a raudales, le dolía el fondo de la garganta y sentía una sed mortificante.
El calor y la humedad lo recorrían por todos lados. Calzones, botas, camisas no había nada absolutamente
seco. Los enanos y Argowan estaban hablando muy alegremente, ¿estarán confabulando contra mí?- se
pregunto más de una vez, realmente estaba molesto con el montaraz por que no lo había escudado de aquel
mal.

-Malditos enanos- masculló para sí, mientras caminaba de formaba tambaleante- maldito viento,
maldito sol- continuó en sus imprecaciones. Sentía como le pesaba el cuerpo y como la sed comenzaba a
aumentar, el calor se hacía más concentrado y picante ¿tendré fiebre?- se preguntó más de una vez mientras
seguía en pos de “sus amigos” lentamente comenzó a arrastrar los pies; las fuerzas le escaseaban- ¡Ah como
deseo una buena y fría cerveza!- se dijo más de una vez, mientras en su mente recordaba el sabor, sus dolores
no hacían nada más que aumentar y con ellos su carácter a oscurecerse. Lentamente en su mente la idea de

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El Viento Oscuro William Darkgates

asesinar a esos traidores comenzó a formarse, pero luego dejó de tomar cuerpo ante la idea de matar a cierta
ramera y a cierto tabernero, del cual no sabia el nombre.-maldito el día en que me revolqué con esa vieja
inmunda- se dijo y sin darse cuenta dio un traspié. Calor, dolor, pena y sed lo jalaron al piso como si se tratara
de una mano insustancial surgida desde el abismo y en un tris sin darse cuenta, lo estaba besando y su mente
era devorada por la inconciencia.

-Dime una cosa, enano ¿qué hace uno de tu pueblo tan lejos de su terruño?- inquirió Argowan en un
perfecto enano

-Vargas, Vargas Forjahacha-respondió secamente el enano, quien aun estaba asombrado del porque
un humano hablaba su lengua con tanta facilidad.-y, ¿cómo es que habláis nuestra lengua de forma tan
fluida?

-Un pajarito me enseño, cuando estuve en las Garnet- respondió

-¿Has dejado estas tierras?-inquirió-hasta donde yo sabia los Nordmadianos no son muy viajeros.

-Pues a raíz de unas cuantas situaciones tuve que dejar esta tierra.- respondió

-Dejaste a alguna jovenzuela embarazada, ¿no?- respondió alegremente- eso siempre suele pasar
entre los humanos, ¡ah montaraz!

-Argowan-respondió este- y, no fue un embarazo.- hizo una pausa y agregó- fue una muerte-
respondió.- y esta enana ¿es tu hermana?

-Mi mujer-respondió alegremente y lleno de orgullo- y se llama...

-Zafiro Pedernal- respondió a pesar de que se había mantenido al margen de aquella situación.

-Bien, me alegra saber su nombre- agregó divertido, realmente el carácter de los enanos le gustaba,
pocas criaturas en Krynn eran tan sinceras y abiertas como ellos- pero hay algo que me parece raro y es
¿cómo un enano de las colinas y una enana de las montañas se casaron y de paso en vez de formar un hogar
salen de aventura? ¿Acaso es lo que llaman luna de miel, ó como dicen los pocos kender no afectados, están
ustedes de turismo de aventura?

-¿Cómo supisteis que somos dos clases de enanos diferentes?-respondió Vargas, en su rostro se
expresaba claramente la consternación, el terror y la sorpresa. Vargas conocía pocos humanos, sabía que estos
eran unos metiches, pero no sabía que su capacidad fuese tan grande.

-Los apellidos, el color de piel y la forma de actuar, y supongo que este matrimonio es la razón de
por que este en esta lejana tierra.- respondió alegre, luego sin dudar y con gran suficiencia agregó- cuestión
de lógica.

Zafiro iba responder algo cuando de repente un golpe sordo los hizo volver la vista; se limitaron a
observar como Cuth caía al piso como si fuese un árbol talado.

De nuevo le dolía la cabeza y la luz lastimaba sus ojos, con cuidado trató de ponerse de pie; le
dolía todo el cuerpo y sentía una nausea tenaz, durante unos segundos pensó en no pararse, ¿para qué?- se
preguntó. Ya habían pasado tres años desde la muerte de Vespalia y aun mantenía ese estilo de vida, pero
¿por qué? ¿Acaso la vida tenía algún sentido? Beber no era una verdadera razón, además, realmente no
hacía nada, no trabajaba solo bebía y se regodeaba en su dolor; Ni siquiera revolcarse con Cathy valía la

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El Viento Oscuro William Darkgates

pena, realmente odiaba aquella vida, pero no tenia fuerzas, ni deseos para cambiarla. Carecía de razones
para vivir y había pensado, más de una vez, que morir sería la solución; pero carecía de valor para quitarse
la vida; la única solución que tenía era vivir aquel suplicio y esperar que la muerte lo atrajera a su seno
tarde ó temprano.

Haciendo acopio de toda su voluntad se puso de pie. Tenía la vista algo nublada y sentía dolores
y escozores por varias partes, pero aun así se mantuvo de pie, requisó con la vista su pieza y se percató de lo
pequeña e inmunda que era.-pero aun así es mi hogar- se consoló-peor habría sido vivir en la calle
mendigando.-agregó y se puso en marcha. Con cautela bajo escalón por escalón, los oídos le pitaban y
estaba conciente de que perdería el equilibrio en cualquier momento; entrar en la sala mayor rodando no
era su idea de hacer una buena entrada.

Con tardanza, pero seguro llegó a la sala, y para su sorpresa la halló vacía. Las mesas
circulares estaban allí con los taburetes y sillas en el suelo, pero las ventanas y las puertas estaban cerradas,
la cocina y la barra limpia. Caminó hacia la mesa central y halló en ella un pedazo de pan y una jarra, sin
pensarlo se llevó esta a los labios, esperanzado en hallar algo de cerveza, para su tristeza solo halló unas
gotas; Y el pan estaba rancio.

De repente escuchó un ruido y trato de revisar, lo primero que observó fue el piso, se percató que
en el había restos de comida, frutas y demás cosas podridas. Lentamente comenzó a escuchar más ruidos,
como personas moviéndose. Se acercó a la puerta y esta y todas las paredes se vinieron abajo. Aterrorizado
dio unos pasos atrás aullando como un poseso.

-Yo no lo hice- gritó-yo no lo voy a pagar- gritaba mientras las paredes caían dejando a la vista una
serie de barrotes, fuera de esto se hallaba un montón de personas: mujeres, niños, hombres, elfos, kenders,
enanos y demás lo observaban con alegría y deje de burla. Y frente a ellos se hallaba un hombre. Cuth
parpadeó varias veces y lo pudo detallar, aquel era el tabernero sin nombre, vestido con una capa negra y un
extraño sombrero de punta cilíndrica esta tenía un bastón y señalaba a Cuth

-Por una pieza de latón- dijo- venid todos observar al Gran Cuth D´dulack, el gran héroe de
Nordmaar, el gran defensor, el gran simio y pelafustán- decía. Cuth se percató de que la gente lo miraba con
alegría lo señalaba y se burlaban de él.- mirad como se regodea en su autocompasión, en sus vómitos y sus
propias inmundicias, como solo los cerdos hacen-agregó.

En aquel momento se percató, de una extraña manera, de su peste y que su camisa otrora blanca
estaba extremadamente manchada, vómito, alcohol, comida y quien sabe que formaba un verdadero collage
de manchas en su ropa. En ese instante se sintió más sucio y miserable que un aghar. Trató de huir de aquel
espectáculo, pero no pudo pues la escalera que daba a la segunda planta había desaparecido.

-¡Mirad a Cuth el simio!- grito el tabernero y de repente Cuth se sintió desamparado, cuando volvió
a mirarse se percató de que estaba totalmente desnudo, se halló con un cuerpo flácido, nada comparado con
aquel cuerpo esbelto y musculoso que había poseído hacia unos años.

-Mirad a la desidia humana, mirad los pecados de este hombre-agregó el odioso tabernero, luego
realizó una extraña danza, mientras él trataba de ocultarse debajo de cada mesa, de cada silla ó cualquier
cosa. Pero cada lugar que le podía proporcionar cobertura desaparecía, en cuestión de segundos no había
nada más que un sin fin de desperdicios en el piso y un hombre desnudo en una jaula. La gente se reía a todo
pulmón, le gritaba obscenidades y burlas. Cuth solo sentía pena, dolor, rabia frustración, pero... no podía
hacer nada más que trata de cubrir su honor y llorar.

-Castigad la desidia humana- gritó el tabernero y su voz sonó aterradora, Cuth sintió un pánico
mortal. La gente había cambiado, sus rostros ya no era humanos, sus ojos eran cuencas blancas y vacías, sus

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El Viento Oscuro William Darkgates

rostros muecas puras de maldad y sus bocas grandes boquetes llenos de dientes afilados y babeantes. La
gente señalaba y rápidamente la multitud comenzó a arrojarle todo lo que tenían a mano.

-Tomad- le decían- al inmundo, inmundicia- gritaban mientras le arrojaban frutas y legumbres


podridas, después pasaron a arrojarles huevos, rocas, escupitajos e improperios. Pena, miedo, lastima es
todo lo que sintió Cuth hasta que no pudo más y tratando de correr y escapar de las burlas, se resbaló y fue
de bocas contra el piso...

La luz se hizo ante sus ojos y se halló frente a frente con Zafiro, el pánico lo atenazó y deseó
ponerse de pie para huir, con fuerza arrojó a un lado a la enana y sin ver a ninguna dirección salió corriendo a
toda velocidad, pero no llegó muy lejos, pues a unos cuantos pasos se dio de frente con un árbol, cayendo de
culo en el piso. Argowan y Vargas pensaron que se desmayaría de nuevo, pero solo alcanzó a ponerse de pie y
comenzó a vomitar con fuerza.

-¿Qué le ocurre?- le preguntó al enano.

-Creo que no le gustan las enanas.- respondió Vargas.

-Loado sea Reorx- exclamó Argowan; solo Zafiro estaba molesta y a la vez consternada. Su rostro
estaba lleno de dudas y pesar.

Minutos después de haber expulsado lo poco que había en su estomago, Cuth se quedo
observando la reunión de árboles en la que se hallaban. Los llanos de Nordmaar eran extensos y cubiertos de
alta hierbas, de vez en cuando en esta se podían encontrar uno que otro árbol solitario; y aun más infrecuente
era hallar una serie de árboles en conjunto. En aquel momento se hallaba en uno de ellos; eran árboles de no
más de dos metros de formas ligeramente retorcidas, pero con una gran cantidad de brazos llenos de hojas que
proporcionaban una refrescante sombra. Con calma recuperó la compostura y tranquilidad de espíritu, aquel
sueño le había llenado de preocupaciones y dolor, -¿acaso esa era la verdad de mi vida?- se dijo mas de una
vez, durante un buen rato estuvo encerrado en sí mismo meditando aquellas penas, ni siquiera prestó atención
a aquello que Zafiro le dio para comer. Su mente solo alcanzaba a pensar una cosa, ¿era él un ser inmundo?
¿Verdaderamente el rumbo que llevaba su vida era el correcto? ¿Por qué se había dejado llevar por ese
camino? Aquellas y muchas otras dudas lo asaltaron, pero aun así no pudo darle respuestas en aquel
momento.

-Veo que ya estas mejor- le dijo Argowan mientras se acercaba a Cuth y lo observaba a la cara,
nunca había visto a su amigo con ese color de piel.- ¿cómo te sientes? ¿Bien?

Cuth se limitó a asentir, realmente no tenía ni fuerzas, ni para hablar ó hacer cualquier cosa, pero
la mirada de Argowan realmente le daba un mensaje, sabía a ciencia cierta que ya se pondrían en marcha.

-La tarde está menguando- le dijo con un tono de voz ronca, se sorprendió al percatarse de que su
voz sonaba así.- ¿por qué no quedarse aquí?

-Un amigo mío tiene una granja cerca, allí me recibirán bien y cenaremos algo caliente- le respondió
con una sonrisa mientras lo palmeaba en el brazo.- vamos levántate.-agregó, por primera vez desde aquel
viaje sentía que tal vez Cuth podría cambiar.

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El Viento Oscuro William Darkgates

Capitulo IV

La Granja.

Después de haber devuelto su estomago, a Cuth el viaje se le hizo extremadamente cansado,


realmente se sentía débil mental y físicamente. El sudor había comenzado a enfriarse y ya no sentía calor sino
un frío ligero que le hacia estremecer su columna; el sol comenzó a menguar y eran visibles en el cielo los
tonos pasteles y ocres del ocaso.

A medida que la tarde comenzaba a caer como preludio a la noche, el grupo apretó el paso; los
ruidos de los animales comenzaron a escucharse, algunos agradables, otros un poco más siniestros y algunos
totalmente desconocidos para el par de enanos, mientras que para el montaraz aquello lo obligó a prestar
mucha más atención a su entorno y demás elementos circundantes. Nordmaar era una tierra hermosa, más que
las demás del continente, pero al igual que el resto de Ansalon en ella no escaseaban los riesgos mortales y
peligros. Existían riesgos naturales. Tales como los jaguares, pumas y onzas; algunos lobos y jabalís.

Sus ríos escondían peligros también de calibre, gigantescas sanguijuelas y los aún más temibles
“Caribes”, estos eran peces voraces y carnívoros, algunos especulaban que estas bestias eran hasta malignas.
Pero aquí no terminaban los peligros de Nordmaar habían charcas de un lodo denso que succionaban todo lo
que osaba entrar en ella, lluvias frecuentes y torrenciales, insectos y un sin fin de alimañas venenosas; para
completar también existían criaturas que eran producto del caos que fue desatado al inicio de los tiempos.

Osos lechuzas, Leucrottas, Basilíscos, y un sin fin de monstruos más hacían la vida difícil a
aquellos que osaban alejarse mucho de las ciudades ó establecer su tribu en el lugar menos indicado. Pero a
pesar de todo Argowan y compañía no se hallaban en uno de esos aprietos, si bien la sabana y el terreno libre
en el que se hallaban eran peligrosos, no había nada alrededor que pudiese lastimarlos.

Lentamente la colina comenzó a perfilarse, y sobre ella había una casita de dos pisos y un
granero, la base del cerro se hallaba rodeada por una cerca y dentro de ella se podían ver los cultivos.
Algunos campesinos habían puesto sus granjas en las inmediaciones y cercanía de la ciudad de Faulkenord,
pero para tristeza de los mismos no eran los dueños de esas granjas, eran vasallos de grandes señores que
fungían como latifundistas, algunos propios de Faulkenord otros provenientes de otras ciudades y villas de la
región de Nordmaar.

A la familia que venían a visitar, eran de aquellos pocos campesinos que podían decir a viva voz
que su granja era propia; claro está para lograr aquello habían tenido que dejar de lado la cercanía a la ciudad
y el deseo de obtener ganancias, de la tierra, más allá de la simple subsistencia. A esta clase de gente es a la
que Argowan protegía frecuentemente, por ese tipo de personas era que él había decidido, hacia varios años,

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El Viento Oscuro William Darkgates

dedicarse a vagar por Nordmaar a impartir justicia junto a Cuth y compañía; luego por esas mismas razones
había optado por viajar a través del continente y unirse a “Ellos”

-¡Vaya, que es bonita!- dijo Zafiro en común, rompiendo el hielo y el reinante silencio. A medida
que se acercaban comenzaron a percatarse de que no era tan bella como ellos creían o esperaban. Al inicio se
percataron que no había luz en la casa, cosa extraña puesto que a estas horas las familias comenzaban tomar
su cena, y no había nada que indicara que la familia estaba cenando; además, no había movimiento alguno
dentro de ella.

Un aro de silencio comenzó a aparecer alrededor de la colina, y mientras se acercaban podían


percibir más y más elementos que indicaban que algo malo había pasado en la granja; habían ventanas rotas y
la puerta principal parecía haber sido arrancada de cuajo. Sin pensarlo Argowan salió corriendo a toda
velocidad hacia la casa, su corazón latía con fuerza y se temía lo peor.

El caos revelaba un ataque, el hedor de la muerte lo inundaba todo y podía ver salpicones de
sangre y otras sustancias desconocidas. Allí había ocurrido un ataque, pero un ataque selectivo; distaba mucho
de haber sido el asalto de algunas criaturas humanoide, como goblins, ogros y demás miembros de aquella
estirpe. Generalmente estos seres trataban de llevarse bienes materiales, y en la casa se podía encontrar aun la
mayoría de las pertenencias más valiosas; así que todo indicaba la ofensiva de una criatura salvaje, ¿pero que
tipo de criatura atacaba de esa forma? Puesto que había señas de violencias con saña, sin duda había sido un
monstruo. A aquella conclusión llegaron todos los miembros del grupo.

Zafiro había subido al segundo piso, observó algunas camas volteadas y demás cosas, al parecer
alguien había subido hasta acá escapando del ser que los ataco. No tardó en darse cuenta de los chispazos de
sangre, señales de garras y más muestra de aquella sustancia oscura, viscosa y pestilente. Ante todo aquello la
enana comenzó a sentir como una creciente ira le invadía; emociones encontradas, furia, pena, lastima e
impotencia la embargaron y la enana no pudo contenerse más. Así que aullando de furia volcó todo los
muebles que quedaban y con su maza destrozó todo lo que había alrededor con la esperanza de que si aquello
dejaba de existir podía compensar aquellas emociones y sentimientos de culpabilidad que la embargaban, a
pesar de que no era culpable, ni responsable de lo que allí había ocurrido.

Vargas rodeó la casa buscando pista que le indicara que pasó, a diferencia de Zafiro y de
Argowan no sentía ninguna furia asesina, ni culpabilidad alguna; solo miraba aquello desde un punto de vista
frío y lógico, un punto en el cual se encumbraba y evitaba que las emociones le alcanzaran. Halló rastros en el
suelo de que la criatura había arrastrado algunos cuerpos para devorarlos con más calma ó eso parecía; halló
marcas de cuartos traseros que parecían pies de lobos, mientras que encontró cerca de esto marcas de lo que
parecían ser las manos de un goblin, ¿pero como era posible aquello? Por su lado él no conocía a ningún ser
que fuese mitad lobo, mitad goblin y que resúmase un icor tan pestilente ¿qué pasaba allí no lo sabía?

La sed se fue. El dolor de cabeza se fue. El dolor en los huesos se fue. La pena en el corazón se
alejó. El miedo y desasosiego lo abandonó, el temor al enano y la enana desapareció, solo existía el solaz del
vino, a pesar de que era el vino de mesa, para acompañar comida, y que no tenia nada que ver el vino de las
tabernas y el que bebía con frecuencia, pero aun así tenia efecto. Dos botellas le costó entrar en tono y una
tercera lo lanzó hacia el abismo del placer y la tranquilidad, sin saberlo estaba feliz y ebrio.

Vargas continúo su búsqueda y no tardó en hallarse con varios vellos en una tabla en la parte de
atrás de la casa. Eran unas hebras gruesas y de color azulado y de un olor particular. También se percató que
en ciertas partes del jardín había senderos donde la vida vegetal había muerto y se hallaba en un evidente y
avanzado estado de putrefacción, entonces se dio cuenta de que era aquel icor que había sido esparcido por
casi todo los rincones de la casa.

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El Viento Oscuro William Darkgates

-Parecen pelos de lobos- dijo Argowan en un tono frío, que reflejaba su sentir- pero no es vellosidad
de lobo-agregó- Es obvio no solo por el color, si no por aquella extraña sustancia.

-Hay muchas señas que indican que fue un lobo-respondió Vargas.-Un lobo... con manos y que
además su mera presencia daña el entorno ¿Cómo puede criatura alguna cazar de esa forma?-agregó, ante
aquellos el montaraz se limitó a asentir; Vargas se sorprendió al no observar en su rostro algo de incredulidad.

-Hallé las mismas señas en otras partes de la casa.-dijo mirando hacia el sitio-al parecer llegó a la
casa cuando estaban cenando y los mato a todos. Pero no hay rastros de los cadáveres.

-Se los comería- respondió el enano, a pesar de que estaba conciente de que ningún lobo devoraba
completamente a una presa.

-Existen muchos seres capaces de hacer eso-respondió el montaraz.- pero la mayoría son demasiado
grandes para entrar con tanta facilidad a la casa y no sembrar más destrucción en los alrededores.

-Descartamos al dragón-dijo Vargas.

-En efecto- Comentó- y a los tiburones y demás bichos.

-¿Entonces que fue?- volvió a preguntar el enano confundido.

-Solo conozco una criatura capaz de hacer algo así-respondió Argowan- pero no es de este mundo.-
aquello no le gusto a Vargas, quien pensó que Argowan le tomaba el pelo, y lo habría considerado así si no
hubiese sido por que el montaraz no cambio su expresión de ninguna manera.

-¿Cuál criatura fue?

-Un Barghest-respondió secamente. Vargas se sobresaltó, sabia de la existencia de aquellos seres,


pero para él eran leyenda, cuentos que contaban las madres y abuelas para que los pequeños enanos no
salieran de las casas y dejaran las colinas al anochecer. Según el cuento el barghest era un demonio, mitad
lobo y mitad algo más que rondaba al pie de las colinas durante las noches en las cuales Solinari y Lunitari se
hallaban en fases menguantes ó oscuras en su totalidad, devoraba a los errabundos y noctámbulos y a los
enanos que se portaban mal.

-¿Debes estar bromeando?-preguntó lleno escepticismo.-eso es un cuento de viejas.

-Un cuento de viejas muy real-agregó.

-Pero un cuento de vieja que pareciera no calzar con los eventos ocurridos aquí.

Las luces se percibían diferentes cuando se estaba a tono, todo se veía nebuloso y espectral, se
podía disfrutar si uno se dejaba llevar, y eso fue lo que Cuth D´dulack hizo. Sin dudarlo se internó en aquel
paraje nebuloso guiado por una serie de leves sonidos, sentía un sin fin de emociones, pero la mejor era la
de bienestar que estaba adjuntada a la de la curiosidad. Picado por el deseo de conocer el origen de aquel
sonido, el antiguo aventurero se internó en las nieblas, sin importarle los peligros más allá de ella.

Peligro fue lo que menos halló, en realidad nada allí era peligroso ó eso creía él. Como locos
una inmensa cantidad de monos vestido con trajes de extraños colores y sombreros cónicos, saltaban de aquí
para allá, algunos portaban tambores que tocaban con fuerza, otros trompetas y platillos; algunos hacían
equilibrios sobre espadas y balones, un grupo hacia malabares con botellas y dagas. Todo era festivo y
alegre, lentamente frente a su persona una mesa rectangular apareció, era de más o menos unos cinco

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El Viento Oscuro William Darkgates

metros de largo, comenzó a caminar al lado de ella; su madera era de color marrón y perfectamente lisa, no
poseía silla alguna ó platos de alimentos, caminó hasta un extremo y se quedó allí.

Observó como los monos salían y entraban en la niebla haciendo sus juegos de malabares y
cantando alegremente. De repente el escenario se alegró más observó a unas mujeres, no mayores de un
metro cincuenta, de nívea piel y orejas mas largas que la de los elfos, que corrían semidesnudas por aquí y
por allá. Siendo perseguidas por criaturas mitad hombres y mitad cabras. Cuth había oído cuentos de
aquellas criaturas, eran la leyenda bucólica más grande la historia: Sátiros y ninfas.

Una flauta se oyó a lo lejos y Cuth se deleitó en ella, no pudo dejar de reír y aplaudir a pesar de
que no observaba a nadie con claridad. De repente sintió una presencia a su espalda y sin dudarlo se volteó,
para su sorpresa halló a alguien que lo observaba.

Era un viejo, calvo y barbudo, decrepito. Vestido con un chaleco de cuero y un taparrabo,
sonería alegremente mientras hacia equilibrio sobre una gran esfera de muchos colores, en su frente estaba
tatuado un disco naranja rodeado por lagrimas amarillas que se hallaban curvadas y posicionadas en forma
contraria a las agujas del reloj.

-Invitados, tenemos invitados- gritó, pero nadie pareció prestarle atención, balanceó con cuidado
sus pies y se acercó un poco al aventurero.- ¡Oooooooooh! Habéis venido- agregó sobresaltado.

-Tu, ¿quién eres?- preguntó Cuth algo sobresaltado.

-Sileno-respondió alegremente- Señor del plano de la risa, Guardián del plano del placer, el plano
de la luz, la energía positiva, Senescal en vigésimo octavo grado del desaparecido Tlacoalt; Portero del
Domo de la Creación y Consejero de su Real Majestad, Nalinal, el primero; Señor de Gladheim y Arcadia.

-¡Vayan títulos!- dijo Cuth asombrado, luego sin dudarlo el preguntó si tenia algo para beber, con
rapidez aparecieron en la mesa un sin fin de bebidas y copas de todos tipos y clases; Desde los más modestos
hasta los más excéntricos.- ¿en qué lugar nos hallamos?- decidió preguntar, esta vez se sentía más confiado.

-En ningún lugar y todos a la vez- respondió tranquilamente Sileno.

-¿Cómo?

-Estamos en un sitio en el cual se entrecruzan el plano de la risa-realizo una seña y Cuth observó
como aparecían los simios malabaristas y otras criaturas mucho más cómicas.- El Zhan que se encuentra en
el Valle escondido-agregó y de repente las nieblas cedieron y Cuth se percato que estaba rodeado de la
vegetación más variada que había visto en toda su vida.- y el plano del placer.- señalo el otro extremo de la
mesa y vio a varios Sátiros que estaba disfrutando de un casual encuentro carnal con las Ninfas. Luego
observó a varias mujeres semidesnudas con alas membranosas que bajaban de los cielos para hacer
compañía a los sátiros solitarios y a un grupo de hermosos mancebos que poseían las misma cualidades que
ellas.

-Este si es un lugar que merece la pena habitar-dijo Cuth alegremente.

-Pero no estarás en él por mucho tiempo, maldito- le respondió Sileno con una voz femenina, pero a
la vez fuerte y muy cargada de voluntad e ira.- ¿acaso no respetas las posesiones de los demás?-aúllo
aquella voz, y las dulces imágenes de la bacanal en la cual se hallaban se dispersaron dando paso al
furibundo rostro de una enana y a la triste realidad.

Si existía en Krynn una encarnación de la furia, aquella era Zafiro Pedernal. Ella era una enana de
las Garnet de una familia de comerciantes pudientes, hija menor de un rico enano de carácter afable que

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durante su infancia había tenido pocas posesiones materiales y un sin fin de carencias más; llevado por
aquella situación nunca les negó nada a sus dos hijos y siempre trató de que tuviesen lo que él nunca tuvo.

Así tanto Zafiro como su hermano crecieron en una casa con mucho cariño, algo malcriados y
protegido de la dureza del mundo; por esa razón Zafiro se sentía desdichada, nunca en su vida había
presenciado semejante destrucción, había estudiado historia más allá de la de su pueblo, había leído sobre
guerras y el poder de los dragones que regían en la superficie, pero nunca se había dado de frente con algo
como lo que había pasado en la granja; y como consumada guerrera que era, se sentía en extremo frustrada,
no dejaba de pensar que tal vez si hubieses apurado el paso habrían llegado antes, y aquella familia ahora
estaría viva.

Como la culpa no la dejaba en paz, y como deseaba deshacerse de ella y no podía convencerse de
que aquello iba a pasar, y de que su persona no podía remediar todos los males del mundo; Zafiro descargó su
ira contra todo el inmobiliario. Su furia siguió un ritmo hasta que se cansó, una vez que estuvo en paz consigo
misma bajo a la segunda planta, por una escalera que daba a la puerta trasera de la cocina, y lo que halló allí la
enfureció aún más; El humano causante de todo aquel mal se hallaba en la sala tirado en el piso delirando ó
durmiendo la mona que se había provocado al tomarse todo el vino que halló en la cocina.

De nuevo sintió como la ira, ante aquel ultraje, volvía rauda y veloz; sintió una ira descomunal y
no pudo contenerse comenzó a gritarle y lo despertó a bofetadas.

Argowan y Vargas escucharon los gritos, y sin dudarlo y temiendo que fuese la criatura de nuevo
corrieron hacia el interior de la vivienda; se guiaron por los gritos y no tardaron en hallarse en la cocina, allí
estaba Zafiro imprecándole a Cuth por su falta de pundonor y respeto para con los muertos y sus posesiones.
Por su lado el antiguo aventurero se había puesto de pie, su cara era una mezcla de emociones, se podía
percibir decepción, frustración y hasta ira; le gritaba a Zafiro y le imprecaba el hecho de haberlo traído a
aquella realidad; llamaba a los cuatro vientos a un tal Sileno mientras Zafiro le pegaba.

Argowan no sabia que hacer, sentía muchas ganas de reír de aquella escena, pero también sentía
una furia naciente, del hecho de ver en lo que se había convertido Cuth. Cuando lo trajó a la aventura pensó
que su amigo tal vez tendría una oportunidad, que al estar alejado de las tabernas, las bebidas y las prostitutas,
cambiaria, pero ahora sabía que no; Cuth no había perdido el tiempo cuando llegó a la vivienda, había ido por
su vicio y se quedaba allí con él; lo que le pasaba en adición por hacerle frente a Zafiro era culpa de su
persona.

Por su lado Vargas estaba disfrutando de aquello con gran placer, nada le alegraba más el corazón
que ver a su mujer dándole problema a otro; así que mantuvo la calma cuando un enfurecido Cuth la empujó,
tomo una botella y la partió, tomando el pico la amenazó y sin dudarlo embistió contra ella. Argowan se
sobresaltó temió tener que hallarse en medio de una trifulca con Vargas por defender a Cuth, pero lo menos
que ocurrió fue eso.

Con la destreza propia de un gato, Zafiro se hizo a un lado eludiendo la embestida del ebrio, para
acto seguido hacerle una zancadilla que lo hizo rodar por la cocina y lo dejó tirado tan largo como era;
rápidamente se dirigió a rematar a su victima, pero una imperiosa orden de parte de Vargas la detuvo en seco.

-¡Ya basta Zafiro!- dijo divertido el enano- el humano ha aprendido su lección de moral y civismo.-la
mujer aun molesta miró al enano, pero luego de unos segundos que a Argowan le parecieron eternos decidió
aceptar el designio de su marido.

-Partiremos mañana antes de que rompa el alba-dijo Argowan- el ser que hizo esto no lleva más de
medio día de ventaja, pero creo que aun así podremos dar con él.-miró a Vargas esperando respuesta de su
persona.

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-¿Dónde acamparemos?-inquirió

-A riesgo de que ella nos mate- señaló a Zafiro- aquí en la sala contigua, a no ser que deseen arrastrar
a Cuth hasta el descampado.

-Eso me daría mucha alegría, pero estoy extenuada- dijo Zafiro y como alma que llevan los diablos
salió de aquella habitación.

-Cuéntale a tu mujer lo que pasó aquí- ordenó Argowan a Vargas mientras comenzaba a requisar la
cocina para hallar algo con que preparar una cena.

Vargas se limitó a asentir y a pensar en lo peligrosa que era esta aventura y su mujer.

La noche pasó sin novedad, Argowan había hecho la primera guardia y los enanos las demás. Sus
sueños habían sido erráticos y plagado de visiones de criaturas devoradoras de gentes, demonios Barghest y
demás seres; realmente para él no fue una buena noche, el granjero y su familia habían sido buenos amigos y
muy generosos con él, eran gente inocente y buena, como la inmensa mayoría de personas que habitaban
Krynn.

Gente a la que él había jurado ayudar hacía tiempo; Sabía que aquella decisión había sido
correcta, pero ¿por qué no dejaba de sentirse incomodo por haberla tomado? No había traicionado a su
pueblo, había aprendido de otros pueblos; había aprendido otras formas de lucha, otras formas de pensar, otras
formas de sentir y había conocido a gente que estaba dispuesta colaborar con los demás para mejorar la
calidad de vida de su prójimo a través del sacrificio; pero ¿Y, si no era así? ¿Y, si ellos lo que deseaban, era
hacerse con el control de la política de la zona? ¿Entonces el seria nada más y nada menos que la punta de un
gran iceberg? Sinceramente no sabía que pensar, tendría que esperar a que los acontecimientos fluyeran.

Llevado por estos pensamientos, y temeroso de más profanadores, Argowan no dudó en tomar lo
necesario de la granja y acto seguido le prendió fuego, sin mediar palabra comenzó su recorrido, Zafiro
ansiosa de descargar su furia se puso en marcha junto a él y Vargas obligó a Cuth a seguirlos. Por un
momento Argowan pensó que a los enanos ya no les importaba la gema, o ¿tal vez sí?

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Capitulo V

...Lo ineludible...

El viaje a través de la llanura había sido forzado. Argowan había caminado al doble de su
capacidad para poder recorrer la mayor cantidad de terreno en el menor tiempo posible; de verdad deseaba dar
con el engendro asesino, especialmente por que este había dejado un rastro que hasta Cuth en un estado
avanzado de ebriedad habría seguido con facilidad. Aquel había sido un viaje difícil, pero de nuevo nadie,
más allá de Cuth, se quejó por aquella tortura. Realmente todos deseaban ajustar cuentas con aquel ser, en el
fondo algo los impulsaba a actuar de esta manera, ¿seria la compasión? ¿Ética? ¿El sentido de lo justo? O ¿un
simple deseo de derramar sangre?

Después de tanto caminar se dieron de frente con una fronda, una serie de árboles juntos que
según los cálculos de Argowan rodeaba en forma de aro a un terreno llano. Realmente ya lo había visto más
de una vez durante sus correrías por la nación, lo que le sorprendía era que hubiese crecido tanto; también se
asombró al percatarse de que el paso del monstruo no había causado muchos estragos en aquella zona, de
repente se le ocurrió la idea de que el ente se había desviado y que el rastro no era tan sencillo de seguir- allí
descansaremos un rato- se dijo, estaba realmente conciente que estaba poniendo a prueba las cualidades de
los demás y los estaba forzando injustamente.

Se acercaron a la fronda con calma, aun se sentían apremiados pero el cansancio era algo difícil
de vencer, así que no importaba, de verdad deseaban comer y beber algo. Con diferentes ideas en la mente, el
sin par grupo se acercó a la fronda; todos deseaban dar buena cuenta del lobo, pero sabían que si no
descansaban, a la hora de enfrentarse a aquel demonio no valdrían ni pelo de aghar. Cuando de repente una
figura salió corriendo a gran velocidad desde las profundidades del bosquecillo. Era un hombre, de eso no
había duda, corría con fuerza y en su cuerpo se veían señas de haber estado librando una batalla muy difícil.
El grupo se detuvo en seco y comenzaron a preguntarse ¿qué lo había atacado? No tardaron mucho en
conocer la identidad de su atacante. Algunos árboles en los alrededores dejaron de ser verdes y frondosos y
rápidamente sufrieron los efectos del paso del tiempo en sus seres; marchitos y carcomidos por una
putrefacción mística, caían como soldados de papel frente a un gran vendaval.

Aullando de una forma aterradora, salió del mismo sitio, un lobo gigantesco. Era la bestia más
grande que habían visto, de pelaje ligeramente azul y un aspecto amenazador, sin duda seria un ser aterrador,
pero aquel ente no inspiraba terror, sino un asco muy fuerte. Su piel estaba cubierta por una especie de barro

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viscoso que recordaba a la mezcla de la sangre, las heces y el barro; aquella sustancia parecía moverse de
acuerdo con la voluntad de lobo, cubriéndolo y descubriéndolo de forma errática. La bestia parecía sufrir en
agonía, pero no estaba seguro.

El hombre perseguido se alejó de allí a toda velocidad y el lobo trato de perseguirlo Argowan lo
impidió. Una flecha con plumas rojas se hincó en un costado de ser, haciéndole aullar con fuerza,
demostrando obviamente que sentía dolor. El lobo o Barghest volteó hacia su agresor. Sus ojos rojos brillaban
con una fuerza nacida del odio y el dolor.

El lodo, que caía de sus costados, al tocar el suelo descomponía y marchitaba el verdor a sus pies,
aquel ente realmente era la destrucción y la profanación en persona.

-Eviten en gran medida ser tocado por el lodo que resuma-les comunicó Argowan a sus compañeros
de aventuras y desventuras, quienes rápidamente habían tomado sus armas y avanzaron contra el monstruo.

Para Zafiro y Vargas aquel debía ser un momento cumbre, se enfrentaban a un cuento de hadas
hecho realidad; Aquello les fascinaba y a la vez los atemorizaba, por su mente corrían un sin fin de dudas
entre ellas las más temibles eran ¿Qué tal si otras cosas son ciertas? ¿Qué tal si todo lo que pensamos era una
farsa? Durante unos segundos se consumieron por la duda, pero la voz de Argowan los sacó de aquel estado
forzándolos a combatir contra aquel ser.

Sin dudarlo ambos enanos avanzaron con rapidez, Zafiro iba con su escudo presto y su maza en
alto y su amado con el hacha lista. Al verlos el Barghest se detuvo en seco; una malvada mueca similar a una
sonrisa apareció en su horrendo rostro, y lo forzó a tomar una estrategia diferente. Detenido en seco comenzó
a contorsionarse y a convulsionar hasta ponerse de pie, aquello parecía ser un ser híbrido entre un goblin y un
lobo. Con los rasgos humanoide del goblin y las garras y dientes lupinos. Aquel cambio no asustó a los dos
enanos quienes avanzaron en línea recta hacia la bestia para luego cada uno tomar hacia un flanco diferente,
dejando el centro libre para el cruel arco del montaraz.

Aullando como posesos los dos enanos cargaron contra el monstruo, este al ver aquella arriesgada
acción comenzó a reír como un demente mientras asentaba los pies y levantaba sus garras para asestar un
golpe mortal; pero aquella acción fue detenida en seco por una lluvia de flechas que se impactaron en su
pecho y rostro. El desconcierto fue patente para los enanos quienes, con más ahínco mantuvieron las cargas
con las armas prestas.

El barghest al sentir las heridas infligidas por Argowan había perdido el equilibrio, así que no pudo
resistir el encontronazo con dos furiosos enanos, quienes lograron elevarlo un poco y luego asestar sendos
golpes con sus armas. La bestia aulló de dolor, pero Vargas gritó un poco más puesto que él no usaba escudo.
Algo de viscoso líquido le cayó en la cara y manos.

El dolor era inconcebible, así que no dudó ni un segundo en soltar el arma y en salir corriendo,
cualquier humano habría corrido hacia la fuente más cercana de agua o en su defecto, presa del pánico habría
corrido hacia cualquier otro lugar, pero Vargas pertenecía al pueblo elegido de Reorx y lo que hizo fue
lanzarse a tierra y con sus manos tomar parte del suelo y restregársela en aquel liquido viscoso para
removerlas. Cualquiera, y en especial Argowan, especularía que aquella estrategia carecía de sentido y que
no tendría efecto, pero se había llevado a cabo con tanta rapidez que fue realmente efectiva.

Zafiro al ver al su esposo corriendo desesperado trató de dejar su posición, pero el imperioso no de
Argowan la detuvo en seco y le obligó a prestarle atención. Mal herido, en el cuerpo y el orgullo, el barghest
había vuelto a su posición original, rompiendo con aquel acto varias de las flechas que tenia hincadas en su
pecho. El líquido viscoso y pestilente se movía en su cuerpo con una velocidad asombrosa, tratando de sellar
las heridas causadas por las armas.

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Argowan observo como la bestia estudiaba a la enana y se agazapaba, como una serpiente,
retrocediendo un poco para tomar impulso hacia delante y darle un mordisco que resultaría letal. –Eres
predecible – pensó el montaraz a la vez que prepara sus flechas.

Como había esperado Zafiro, el monstruo retrocedió un poco para tomar impulso y lograr morderle
el cuello, ella provocándolo soltó su escudo mientras lentamente levantaba su maza. La provocación tuvo
efecto y el lobo arremetió, la enana con unos reflejos envidiables levantó la maza y su otro brazo, el cual tenía
como fin sostener el mazo para usar con las dos manos y así imprimirle más fuerza al golpe. Una flecha se
hinco en la base del cuello y la otra en un ojo mientras que la maza de Zafiro descendió con fuerza
rompiéndole el cráneo y clavándolo en la tierra. La sangre y el liquido negro salpico en todas las direcciones,
pero la enana fue muy hábil al eludirlos.

-Lo matamos-dijo complacida a la par, con una sonrisa en los labios volteaba a ver al humano.
Argowan sonreía también, estaba sumamente alegre frente aquella proeza.

-No es así-dijo Vargas, quien se acercaba con hacha en manos hacia ellos-mirad-les índico. Zafiro
retrocedió un poco mientras observaba como el cadáver convulsionaba y el barro pestilentes que había
formado un charco, lo cubría completamente aumentando varias veces sus tamaño, en cuestión de segundos
aquel ser parecía un gigantesco ovalo con dos puntos rojos al frente.

-¡Por Reorx! ¿Qué es eso?-imprecó Zafiro quien retrocedía a toda velocidad bajo la cobertura de una
nueva ráfaga de flechas que Argowan, sin considerar si era de utilidad o no, disparaba contra el ente. Ochos
patas salieron de los costados del ser y el olor a descompuesto y la corrupción debajo de él aumento. El
montaraz y la pareja de enanos debieron hacer un gran esfuerzo para contener lo poco que había en sus
estómagos.

El nuevo ser, llevado por el dolor dio un salto hacia atrás y sin dudarlo dos veces y a una velocidad
de pasmo salió corriendo de allí. Sin duda tenía miedo y estaba consciente de que su vida peligraba.

-¿Se ha ido, lo seguimos?-preguntó Zafiro.

-No-replicó Vargas quien se dejó caer al piso, su rostro estaba ceniciento y lleno de sudor, donde el
barro lo había alcanzado se podían ver cardenales y la piel algo levantadas como cuando una persona se
quema severamente.

-Si, yo también deseo descansar-dijo-Estamos agotados será mejor descansar un poco y luego
reanudar la correría, de todas formas el monstruo deja un rastro muy claro. Zafiro asintió y luego dijo.

-Bueno veamos si podemos cocinar algo, inútil-dijo mirando alrededor y percatándose por primera
vez, y forzando también al resto del grupo, a darse cuenta de que Cuth no estaba por allí.

-Esto se esta poniendo de mal en peor.-replicó Argowan sin ánimos.

Las zonas agrestes eran realmente hermosas, pero a la vez en extremo peligroso; quien no supiera
donde caminar podría terminar metiendo la pierna entera en un gigantesco hormiguero, o dando de frente
contra algún animal salvaje ó peor tal vez un monstruo. Aquello era lo que le ocurría a Cuth, se había
internado en la zona agreste, molesto y llevado por deseos que absorbieron toda su atención; Ya se veía a si
mismo de vuelta en la ciudad sentado en su confortable silla, bebiendo cerveza a raudales, y luego cuando la
noche alcanzara su cenit, fornicando con Cathy hasta las horas cercanas a la alborada. Aquella era la vida que

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desea, la vida que le enceguecía, la vida que no le permitió ver por donde caminaba, ni le permitió percatarse
del puma que le seguía, hasta que fue demasiado tarde.

El felino era de unos tonos tierras con blanco, su cabeza era triangular y el sonido que producía
era desconocido para el antiguo aventurero; Lo cierto es que cuando vio a la criatura sintió un miedo
incontenible, una parte de su ser le confirmó de forma inequívoca, que él seria la cena de aquel felino.
Llevado por el miedo corrió como loco, gritando, pidiendo ayuda. El gato no dudó en seguir al hombre corrió
tras él lo más rápido que pudo acosándolo, llevándolo a una pequeña elevación del terreno, una elevación que
cualquiera tendría en cuenta, pero aquel hombre de tan mal olor, solo estaba concentrado en escapar de él.

Cuth casi no sentía el suelo bajo sus botas, solo sentía el aire al correr, las ramas que le golpeaban
y el temor que le decía que si se detenía, caía ó disminuía su velocidad el puma saltaría sobre él. Llevado por
aquellas ideas no se percató de que el suelo se sentía diferente, hasta que fue demasiado tarde, cuando bajo su
vista y vio que se hallaba dando un paso hacia el vacío, precipitándose en una barranco de unos tres metros de
profundidad.

El felino se detuvo en seco observando desde lo alto presto para agredir al hombre que estaba en
el fondo, un sonido lejano o tal vez la presencia de otro ser o animal lo hizo dimitir de aquella decisión, el
felino se alejo de allí raudo. De todas formas algo en el fondo de su ser le había advertido de que aquel
hombre no valía la pena.

Un gran bosque se extendía ante su persona, era un terreno fértil verde y hermoso, en el se podía
respirar paz. No había preocupación mortal, ni dolor, ni pena, ni pesar, ni duda, ni sueño ni exaltación
alguna que pudiese dar al traste con la calma que se podía percibir en el aire. La calma era tangible, tanto
que Cuth llegó a pensar que si en aquel momento la calma se manifestaba como un ser consiente, no se
sorprendería.

Vagó por un rato más entre la niebla y los árboles hasta que se halló con una figura, durante
unos segundos deseó que fuese Sileno, pero para su tristeza se halló con una esfera que se sostenía en
cuatros patas parecidas a las de las arañas. Aquella esfera estaba hecha de un material parecido al
alabastro ó el mármol, pero no se veía como tal. Con calma y curiosidad el hombre la rodeó hasta que de
repente de entre ella surgió una cara.

Más que una cara aquello era una máscara, parecía ser una máscara de cerámica, como la que
había visto en el teatro ó en los festivales. La cara comenzó a seguirlo a medida que Cuth rodeaba al ser.

-Al fin has llegado Cuth D´dulack.-le dijo en tono solemne, pero sin mover la boca, la voz parecía ir
directo a su mente, y a la vez salir de todas las direcciones posibles.

-¿Cómo sabes mi nombre?

-Un pajarito me lo dijo-respondió, pero esta vez la máscara se hundió y salió otra con unos pómulos
sobresalientes y coloreados con rubor rojo, Cuth que había visto una que otra representación de teatro sabía
que esa careta representaba al visir y al eunuco.

-¿Qué pajarito?

-Uno que conoces muy bien- dijo, la voz esta vez sonó aflautada y afeminada, tal y como sonaba la
voz de los eunucos.

-Seguro que fue Sileno, ¿eres como él?

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-No me compares con ese inútil-respondió la máscara, de nuevo la careta se hundió y surgió de la
nada la máscara que representaba a un demonio. Su voz cambio, ahora era gruesa y agresiva, furiosa.- ese
no es digno de llamarse Senescal, yo si soy digno.

-¿Dónde nos hallamos?

-En el Zhan-gritó la máscara, para luego cambiar de nuevo y salir la misma careta que apareció al
principio.- este es el reino de la deidad Vatecatl, y mi superior el dios Zivilyn.

-¡Vaya, eso lo explica todo!-exclamó Cuth,-y ¿qué se supone que estoy haciendo aquí?- la máscara
del anciano vibró durante unos segundos, para luego hundirse y resurgir como la máscara de un niño.

-Se te ha dado una oportunidad para redimirte-le dijo- iremos y veremos las distintas épocas de tu
vida para ver en que fallaste.

-Yo no deseo ver lo que he hecho ó haré-dijo Cuth ligeramente aterrorizado, temiendo ver
situaciones que le traerían a la mente, dolores que el deseaba dejar de lado.

-Pero, para que puedas entender-dijo el niño-deberás ver que ha pasado, revisar aquellos que has
hecho y allí hallaras las verdaderas razones de tu fallo.

Cuth se limitó a observar y asentir, de repente el cielo se oscureció, todo se volvió negro como
cuando se cierran las cortinas, ó se coloca una gruesa sábana sobre la cabeza; en cuestión de segundos,
todo a su alrededor estaba oculto por las sombras, solo el senescal y él eran visibles. Cuth comenzó a temer
lo peor, sintió como el estomago le saltaba, el corazón le latía con tal rapidez que no podía escuchar nada
más allá del él y le costaba sin duda respirar. Se sintió desfallecer y no pudo evitar pensar si aquello era la
muerte.

Argowan rápidamente buscó un sitio donde sus compañeros pudiesen descansar y recuperarse
tanto de sus heridas físicas como morales; haber luchado tanto y no haberle dado muerte al Barghest había
dejado una huella indeleble en el alma de todos. Pero especialmente en el alma de Zafiro. La enana se sentía
como la más mísera de las cucarachas; se había prometido a sí misma hacerle justicia a la familia de la granja.
Pero para su pesar no había podido hacer nada, sentía sobre sus hombros el peso de todo el mundo; en aquel
momento sentía que todo se burlaba de ella y su fracaso, aun los árboles. Por su lado Vargas no tenía duda ó
pesar en su corazón, solo sentía el dolor que aquel barro le había causado.

-¿Y, el montaraz?-preguntó Vargas a Zafiro mientras se rascaba con fuerza los brazos y partes de la
cara donde el liquido lo había alcanzado

-Déjate las heridas-le ordenó imperiosamente Zafiro quien lo había llevado hasta un matorral donde
se dedicaba a atender sus heridas y a buscar entre sus pertenencias algo para comer.

-¡Dioses, Duele y pica un mundo!-exclamó el enano quien trataba de rascarse y de frustrar el intento
de Zafiro de no dejar que se aliviara del escozor.

-No notaras un alivio- le dijo Zafiro.-Si sigues rascándote.

-Es que me enloquece-dijo-Dame algo que me distraiga

-Bien algo de comida y de nuestra cerveza te animara-agregó alegremente, por una extraña razón
comenzaba a sentirse mejor, sin duda el amor es la panacea más grande del mundo.

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Argowan tomó como excusa buscar un sitio, pero en realidad iba a ver donde se hallaba Cuth.
Durante el combate se había percatado, ligeramente, de que su “amigo” se había alejado; había pensado en
hacer algo para traerlo de vuelta, pero la batalla con el engendro estaba requiriendo de su atención así que lo
ignoró por completo, al fin y al cabo ¿qué tan lejos podía llegar alguien que sufría de aquel mal que aquejaba
al antiguo aventurero? Pero grande fue su pesar cuando se percató que Cuth se había alejado mucho, seguir
sus huellas no había sido difícil, pero si había sido sorprendente ver la velocidad con la cual se había alejado.
¿Qué estaría pensado Cuth durante aquella fuga? Se llegó a preguntar más de una vez, ¿acaso no recordaba
que las zonas agrestes de Nordmaar eran sitios muy peligrosos? Sin duda el deseo de beber lo estaba
enloqueciendo.

Durante un rato más el montaraz estuvo en aquel aburrido recorrido, rastreando los evidentes
pasos de Cuth. No sintió temor por los enanos, realmente se compadecía de cualquier bicho que los atacase,
tampoco sintió preocupación hasta que las vio, eran unas huellas únicas, revelaban unas pisadas de un animal
ligero de unos cuantos kilos, de pies acolchados y tal vez uñas rectráctiles, sin duda alguna aquellas huellas
eran símbolos inequívocos de un depredador había seguido a Cuth. Argowan se llenó de pánico ante aquella
idea, pues sin duda un puma ó una onza estaban siguiendo el rastro dejado por su “amigo”.

Capitulo VI

Recuerdos

“Los hombres lagartos no se percataron de que iban a morir, hasta momentos después de haber
escuchado ese extraño rugido que surgió entre ello. De la nada, como salido del suelo apareció un extraño
ser, un elfo de piel broncínea pero cubierto con una sin fin de rayas. Aquel elfo poseía unos ojos felinos,
garras de león y como era obvio colmillos, muy, pero muy afilados colmillos. Solo le tomó segundos a aquel
extraño ser, desgarrar sus vientres y cuellos, para acto seguido dirigirse a otro grupo de guerreros.

Cuth D´dulack observaba complacido como aquel elfo ponía en práctica tan extraña clase de
hechicería. Lleno de alegría por combatir junto a sus camaradas Cuth no pudo hacer nada más que sonreír
mientras se defendía del ataque de aquellos seres. Al poco rato se percató de que llovían flechas de forma
continuas y supo que Argowan se hallaba a una distancia prudencial otorgándole la muerte selectiva a sus
rivales. Un rugido le rebeló la localización del temible Sorbin, quien con su rústico mazo de madera estaba
aplastando cráneo de reptiles con la misma facilidad con la cual se cascan nueces.

En lo que a él se refería, se hallaba muy a gusto combatiendo al lado de su gran amor: Vespalia.
Quien con su sable daba muerte a sus rivales con una sutileza y un estilo único. La muerte no podía dejar de
parecer más bella y sencilla. Ella hacia que todo pareciese más fácil de sobrellevar, más sencillo de realizar.
En aquel momento la luz del sol incidía en sus áureos cabellos, arrojando destellos sobre hermosura sobre
aquel campo de muerte. ¡Qué incongruencia ó contraste más grande!, La muerte y la belleza llevada de la
mano.

Todo parecía perfecto, como si hubiesen sido bendecidos por los ausentes dioses de sus
antepasados; o así lo creía Cuth, y lo creyó hasta el momento en que aquella atronadora voz se escuchó,
aquel pestilente hedor fue percibido y las nubes ocultaron al sol, como si tratasen de cuidarlo ó apartarlo de
un mal que fácilmente daría cuenta de él. Todas aquellas eran inequívocas señas de que Morhlex estaba allí.
El gran dragón había venido a bajarle los ánimos a la banda de Cuth D´dulack, venia a poner fin a una
posible leyenda que alentaría a los demás a seguir su ejemplo.

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El Viento Oscuro William Darkgates

-No deseo ver eso- gritó Cuth, mientras enfurecido se volteaba hacia el Senescal de Zyvilin.

-¿Qué no deseas ver?-inquirió este, bajo la máscara de un anciano.

-Eso- gritó Cuth mientras señalaba la escena que se desplegaba frente a su ser.

-Sé más especifico- le rogó de nuevo el senescal, aun bajo la máscara de un anciano.- ¿acaso con eso
te refieres a su muerte?

-Si- masculló Cuth

-¿Por qué te duele tanto su muerte?-inquirió de nuevo el Senescal, salvo que esta vez había cambiado
de máscara. Ahora era la carátula de un niño, curioso e insensible.

-Por que... por que la amaba- respondió Cuth dubitativo.

-Eso no es cierto-respondió el Senescal-Cuth no amabas a Vespalia.- el guerrero estuvo tentado a


responderle, a gritarle que si, pero algo lo detuvo.

-Y, ¿Cuál es la verdad?- le inquirió molesto.

-¿Qué sentía Cuth por Vespalia? No sé-respondió- Si sé que Cuth se culpa de su muerte, pero no se
culpa por amor, o por la perdida del mismo. Cuth se culpa por que falló como líder, Cuth piensa que la culpa
es suya, de haberle negado su compañía Vespalia no habría luchado y no habría muerto ¿verdad?

Cuth no respondió.

Las máscaras que se hallaban en el centro de la esfera surgieron todas de una vez y comenzaron a
girar alrededor de aquel voluminoso cuerpo, a una velocidad pasmosa, para luego detenerse en una sola en la
máscara que representaba a la mujer.

-¿De verdad crees que fue culpa tuya?-le inquirió- ¿De verdad te consideras tan importante para los
planes de aquellos que se hallan sobre ti? De cierto os digo que no.-respondió la voz de la mujer comenzó a
elevarse demostrando una ira que crecía cada vez con más fuerza.- ¿Quién eres tu para negarle a un mortal lo
que ni los dioses le han negado?

-No entiendo-grito Cuth interrumpiendo al ser-me confundes, muéstrate tal como eres.

Las máscaras giraron más y más rápidos, se hundan y surgían una y otra vez; pero al final solo
surgió una, una máscara de un hombre. Pero no era un hombre cualquiera, a Cuth le tomó un tiempo
reconocer su propio rostro, era la faz de su juventud, la que se hallaba frente a él.

-No entiendes lo que no deseas entender, Cuth D´dulack-le dijo.-El destino de un hombre es forjado
por sus acciones, todo lo que hacemos traerá consecuencias que se deben afrontar. De la solución y las formas
que las afrontemos demostraremos nuestra madurez, pero ¿en qué se basan nuestras decisiones? Ó mejor
dicho ¿qué nos permite decidir? ¿Por qué aquellos que se sientan en tronos de oro y plata, en trono de
obsidiana y gemas nos han permitido decidir sobre nuestro destino? ¿Cuál es ese don? ¿Será un don ó una
maldición?

-¿De qué demonios me hablas?-preguntó Cuth desconcertado.

-Del albedrío, el libre albedrío-grito el ser,- el derecho a elegir tu propio camino. Fue decisión de
Vespalia aplicar su criterio, fue su albedrío el que le otorgó aquel fin. Fue ella quien decidió su destino. Si

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El Viento Oscuro William Darkgates

Cuth asume esa muerte como su culpa deshonra su memoria, niega su derecho, niega su esencia, y si los
dioses no les niegan a los hombres eso ¿por qué Cuth de D´dulack habría de hacer y ser más que los dioses?

-Pero aun así...

-Aun así te culpas, y te has dejado llevar por esa culpa. Has escogido la senda de la autodestrucción y
por eso después que ya has recorrido más de la mitad, cuando tu fin esta cerca he que hemos venido a darte
una oportunidad para volver atrás.

-¿Cómo he de darle marcha atrás a todo esto?-inquirió enfurecido mientras se señalaba a si mismo.

-Perdonando.

-¿A quien?-inquirió Cuth.- ¿A los dioses, a Vespalia?

- A ti mismo.-respondió el Senescal

-¿O si no?-inquirió.

-Pasara esto-respondió el Ser, todo su alrededor volvió a ser negro y el senescal desapareció. Solo un
cono de luz caía desde las alturas. Lentamente una calle adoquinada se fue formando bajo sus pies; casas se
elevaron a su alrededor, y en cuestión de segundos se halló en un callejón. Un oscuro, sucio e infecto callejón;
las ratas corrían por doquier, y una figura, envuelta en una manta se hallaba en una esquina. Cuth sintió una
curiosidad sobrenatural, un impulso que le evitó pensar y que lo empujó con todas sus fuerzas hacia el ser
cubierto.

Con calma realizó el recorrido y se acercó aquel ser; titubeó para tocarlo, pero luego acto seguido
no dudó en levantar la capucha. Y allí debajo de una gran cantidad de pelo, con una olor repugnante se
hallaba un Cuth mucho mayor ó mejor dicho un posible Cuth, tal vez muerto y en un avanzado estado de
descomposición. Sin duda era él y...

-Estoy muerto-alcanzó a mascullar.

-Si, muerto y solo.-respondió la voz del senescal con mucha melancolía.

Argowan no tardó en dar con el barranco y observó con calma como su antiguo compañero se había
caído por aquel agujero y la posición en la cual se hallaba tirado dentro del lugar. Su cuerpo tenía mal
aspecto, según como juzgó el montaraz, quien luego consideró que la altura y tal vez el ocaso le jugaba una
mala pasada.

Con calma observó en todas las direcciones hasta que halló un sendero por el cual pudo bajar con
cuidado, mientras llevaba a cabo aquella labor comenzó a considerar ¿Si realmente valía la pena tanto
sacrificio? ¿Si realmente el antiguo héroe seria de utilidad para la legión? De nuevo a su mente vino el tema
de la legión.

La Legión de Acero. Aquella era la espina que Argowan tenia clavada en su corazón; Nordmaar
siempre había sido aliada de los Caballeros de Solamnia, estos siempre habían influido en el comportamiento,
honor, personalidad y patriotismo de la gente de esta tierra; durante alrededor de cincuenta y ocho años, desde
el fin de la Guerra de la lanza ambas naciones habían estrechado lazos.

Los nativos tuvieron ejemplos a seguir e inspiración. Hasta que inicio la Guerra del Caos, donde
muchos héroes cayeron y surgió una organización: La Legión de Acero. Un grupo de aventureros ó otros
agentes que se dedican a resolver problemas, ayudar al desamparado y a darle donde le duele a los caballeros

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El Viento Oscuro William Darkgates

de Neraka. Pero debido a su forma de actual los roces con los Solamnicos se maximizaron, y por esa razón
estos en Nordmaar siempre comentaron a vox populi que la Legión era tan mal grupo como los antiguos
seguidores de Xictlantecuhtli.

Por esa razón, Argowan se sintió un traidor a su tierra cuando se unió a aquel grupo mucho
después de la muerte de Vespalia. Cuth había caído en los brazos del alcohol, él había caído en los brazos de
un agente extranjero y de lo más aborrecible del mundo: la traición a su pueblo.

De nuevo escuchó el ruido de las ratas, caminando entre los desperdicios; pudo percibir el olor
dulce de la putrefacción, y luego el penetrante hedor de una descomposición mayor. Pudo sentir el calor y
los vapores que trae consigo la descomposición; la peste se maximizó y todo el mundo pareció moverse hacia
él. Los muros se acercaban, la basura con ellos y luego una oscura pared en la cual estaba de nuevo aquel
bulto. Cuth sabia muy bien que era ese bulto; aquel era su inminente futuro. Como vago desahuciado;
muerto solo, pudriéndose; sin una tumba digna y sin ninguna alma caritativa que llorase su muerte. Él no
deseaba acercarse a aquella figura, ya la había visto una vez y había bastado para hacerle cambiar de
parecer; pero ahora una fuerza mayor ¿tal vez aquel ser? Lo empujaba de nuevo hacia aquella visión,
¿acaso aquel era el castigo que merecía por volverse contra aquel que le había dado una nueva
oportunidad? A ciencia cierta no lo sabía. El mundo se detuvo y el bulto comenzó a revolverse, lentamente la
figura se puso de pie, y con dificultad mantuvo su equilibrio hasta que tuvo la confianza de camina. Su paso
era bamboleante y lento, a Cuth todo aquello se le antojo eterno, hasta que la figura se acercó hacia él.
Pensó en escapar más de una vez, pero el miedo lo atenazó y no pudo hacer nada más.

La figura se acercó tanto que el olor a podrido inundó sus fosas nasales. Sintió el deseo de
vomitar, pero no pudo; el miedo lo había dominado a cabalidad. De nuevo con movimientos lentos y torpes
la figura se quito la capucha, dejando a la vista un rostro medianamente descompuestos, con jirones carnes y
gusanos saliendo por todas partes.

-Cuth, no prestes atención- le dijo la criatura con una voz cascada- no me desampares, sigue aquel
camino que elegiste hace años. No desaparezcas, permíteme llegar a mi fin, permíteme ser, permíteme que
me realice-agregó para acto seguido desvanecerse ante sus ojos.

El mundo volvió a ser el mismo de nuevo; todo había desaparecido y volvía a ver el bosque, este
estaba modificado por la escasa luz del ocaso y una figura descendía por una lado del sendero ¿Sería un
bandido? ¿Un asesino o el cazador que envió al puma? Ya no había inmundicia, peste o descomposición, ya el
miedo remitía; y con eso de nuevo su cuerpo recuperaba sus funciones. Y con esta recuperación vino el
vomito, aquel que el miedo había detenido, decidió salir sin importarle nada.

Cuth trató de acomodarse hasta que logro ponerse de rodillas y comenzó a vomitar con todas sus
fuerzas, vomitó y vomitó... vomitaba sus pecados.

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El Viento Oscuro William Darkgates

Capitulo VII

Aproximación

La colina se erguía sola como un último soldado que siguiese al pie de la letra la ultima orden dada
por un superior demasiado carismático. Allí en medio de la sabana de Nordmaar con el pantano al noreste y al
este las selvas norteñas de aquella tierras. A aquel gigante de roca lo rodeaba un pequeño bosquecillo, en
otros tiempos fue un lugar hermoso y frondoso, donde se podía ir a degustar de los frutos de las naturaleza,
allí muchos miembros de las tribus de los Huitzil habían llevado a cabo cacerías exitosas de venados y se
habían resguardado durante los meses fríos; ahora aquel bosque era un simple mofa a lo que otrora había sido.

Varias columnillas de un humo oscuro, y seguramente tóxico, surgían por los costados de la colina,
parecían agujas o uñas negras e infectas tratando de arañar y herir al cielo. Estas chimeneas eran boquetes
creados por los siervos de la fuerza que se escondía en el centro de aquella colina. Si alguien tuviese el don de
ver a través de los materiales de la creación, y posase sus ojos sobre la colina habría visto que entre esta y un
termitero no había diferencia alguna. La colina había sido horadada creando una serie de túneles irregulares
que confluían en un gran poso central.

Una figura se había introducido por aquellos túneles, su cuerpo era ovalado y poseía cuatro patas,
una mirada más cercana revela que era un jabalí, una bestia grande, peligrosa y honorable. Pero hay algo en
su ser que no esta bien, caminaba como si fuese un ser sin animo, se interna en las cuevas con un paso en el
cual no se puede deducir que clase de emoción le embarga, claro está ¿Si es que los animales pueden sentir
emociones? Algún druida que viese a aquella criatura se habría dado de cuenta que aquel jabalí no era más
que un siervo, un ente corrupto.

El jabalí recorrió un túnel que lo llevó a otro y esté a una galería, y desde allí llegó al poso central. El
jabalí estaba herido o algo así, su cuerpo se encontraba cubierto con un légamo marrón que al parecer tenía

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El Viento Oscuro William Darkgates

vida por que se movía sobre él como si tuviese voluntad. La bestia lanzó un chillido, el mismo que lanzaban
estas bestias cuando un hombre, armado con una lanza y montado en un fiero corcel lograba herirles de
gravedad. Levantó su vista para encontrarse con un techo lleno de estalagmitas, y con cientos de nichos en las
paredes que seguro serian los boquetes de otros túneles como aquel que dejaba atrás. La bestia bajo su vista y
lanzo otro chillido mientras el fango se movía con furia a su alrededor.

El fango como si fuese un ser vivo comenzó a caer al piso y de allí, como impulsado por una fuerza o
interés superior descendió por el precipicio. A medida que el légamo dejaba atrás el cuerpo del jabalí, la masa
de la criatura se veía disminuida y el sufrimiento aumentaba, en cuestiones de segundos el jabalí era una
sombra de lo que había sido, y después de unos segundos más era un triste cadáver.

Por su lado el légamo descendió y se unió a un gran lago de la misma sustancia, el cual bullía como
si hirviera y se movía más que un niño en medio de unas terribles pesadillas. Aquella sustancia parecía tener
vida.

En un boquete a nivel del lago apareció una figura, caminaba erguida y poseía dos extremidades
superiores y dos inferiores, vestías harapos, en fin parecía un indigente humano, pero hacía tiempo que había
dejado a la humanidad atrás. Las partes descubiertas de su cuerpo revelaba una piel roja, parecía esta un
costra densa que evocaba las armaduras de los insectos, su cabeza, donde otrora hubiese una masa de cabello
negro y enmarañado, estaba descubierta y casi podrida, se podía ver el hueso con tranquilidad. Su rostro lleno
de carne y con una expresión de locura, era ahora una sonrisa eterna, la sonrisa eterna de la calavera apenas
decorada con jirones de carne putrefacta.

La figura avanzó hacia el lodo y se miró en él. Sus ojos, que aun se podían mover revelaron unas
emociones cercanas a la alegría. Hace más o menos un mes atrás, había sufrido mucho al ver su rostro así,
ahora sabía que era un ser afortunado.

-Estas bendito y lo sabes-le dijo al reflejo que percibió en el pozo de aquel viscoso, bullente y
pestilente légamo. El ente metió la mano en la sustancia y recordó.

Una figura, que había sido él, estaba acompañada por otra, un hombre que decía haber escondido allí
un tesoro, un hombre que decir ser el mismo Cuth D´dulack. Ambos se internaron en aquella colina y en una
cueva en la cual se encontraron con un verdadero tesoro, pero también había tres monstruos. Uno de ellos era
el demonio que anidaba dentro de su ser y dentro de Cuth, un demonio llamado ambición; el otro era el
demonio del alcoholismo que azotaba a Cuth y la locura que le acompañaba al hombre que había sido. El otro
era un ente que los atacó.

-Bendito el día que vi al siervo de “Aquel que habla en susurros”-dijo el hombre mientras que con
sus manos esqueléticas formaba una especie de cuenco y se llevaba el légamo a la boca. Sorbió con fuerza el
espeso líquido y luego hizo aquel sonido que hacen los niños pequeños cuando consumen algún líquido que
verdaderamente sacia su sed. Las imágenes volvieron a su persona y se halló en aquella cueva solo y mal
herido; Cuth en un alarde de cobardía le había robado unas que otra cosa y se había ido.-Bendita tu cobardía
Cuth de D´dulack, por que gracias a tu corrupción conocí al siervo del Señor de la Podredumbre-repitió la
figura como si se tratase de una plegaria.

Después de degustar varias veces el líquido la figura se alejó del pozo, en su mente se encontraba de
nuevo el desagradable encuentro con el enviado de su señor, y la aun patente traición del inmundo Cuth.
Durante unos segundos dejó de ser la criatura enteramente dedicada al “Viento Oscuro”, para volverse en un
hombre joven y dedicado a la senda del latrocinio. Cuando volvió a ser aquel individuo deseo hallarse de
nuevo con Cuth y hacerle pagar con creces por su perfidia. Durante aquellos segundos, mientras se desplazaba
por el túnel se dejo llevar por la furia y lanzo un grito, un alarido de furia que dentro de poco seria de alegría
por que se enteraría de que tendría visitas, agradables visitas dentro de poco.

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El Viento Oscuro William Darkgates

Ya era muy tarde cuando el grupo de Argowan inició la marcha de nuevo siguiendo los rastros
dejados por el lobo infectado. Seguirlo no había sido difícil aunque las huellas de las corrupción casi habían
desaparecido como devoradas por el ambiente. De repente en la mente del montaraz apareció una idea que lo
lleno de terror, y era ¿Qué pasaría con aquel suelo si hubiese devorado el líquido contaminante? Se preguntó
más de una vez y solo obtuvo una respuesta: aquella se volvería una mala tierra.

***

Habían llegado bien entrada la noche, eso recordaba Cuth, los enanos los recibieron en el
campamento con algo de alegría, bueno en realidad solo Argowan había sentido el “Calor de la camaradería”
a él lo habían tratado como se trataba a los cobardes. Cuth lo aceptó sin rechistar, estaba consiente de que lo
que ocurría en cierta medida era su culpa; quejarse no tendría sentido, solo aceptar, acatar y procurar mejorar,
realmente no deseaba terminar como le había profetizado el senescal.

Aquella noche no hubo sueño alguno, ni las noches que seguirán; aquello que lo había estado
torturando lo dejo en paz durante la travesía. Durante el día el viaje era igual de molesto que antes, pero por
alguna extraña razón no tenia ánimos o sentía el deseo de quejarse, como se quejó al inició de la gesta. Algo
se había roto en Cuth y en el fondo estaba dispuesto a repararlo.

***
-¿Aquella es la colina?-preguntó Vargas a Cuth, no había animosidad alguna en el enano. El humano
asintió y luego miró a Argowan.

-¿En este país las colinas humean así?-inquirió Zafiro -¿Hay enanos en estas tierras?

-No-respondió categóricamente Argowan-En Nordmaar los únicos enanos son extranjeros. Una
cantidad de enanos tan grande no pasaría desapercibida.- le dijo.

-¿Será alguna tribu de este país?-preguntó Vargas.

-Ese humo me da mala espina-replicó Cuth.

-A mi también-agregó el montaraz- será mejor continuar nuestra andanza.

Los miembros del grupo asintieron y caminaron hacia la colina, todos ellos estaban llenos de
incertidumbre con respecto a lo que aquí ocurría. Cuth no recordaba aquellas chimeneas, y Argowan que
conocía al país, y que aun tenía sus nociones muy frescas sabía que Nordmaar no era una tierra donde los
volcanes proliferaran, es más no sabia de ninguno. También tenia claro que las tribus que medraban por estas
tierras no eran capaces de crear sendas hogueras, entonces ¿Qué estaba causando el humo? ¿Serian monstruos
o un incendio? Estas interrogantes lo atormentaba, lo que sin duda estaba claro es que todo esto tenia que ver
con el monstruo contra el cual habían combatido.

El rastro del lobo había sido sencillo de seguir, hasta Cuth en un avanzado estado de ebriedad habría
podido hacerlo. La sangre del lobo dejo todo manchado a su paso, la putrefacción era obvia a medida que se
acercaban a los bosquecillos que medraban al pie de la colina.

-Viene hacia mi-dijo la deformada figura mientras observaba con detenimiento una imagen en el
infecto pozo que se hallaba en el centro de la colina. Allí podía observar con detenimiento todo lo que se
encontraba en sus dominios, y por lo tanto vio a Argowan y compañía en medio del bosque.- ¿Por donde

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El Viento Oscuro William Darkgates

subirán hasta aquí?-se preguntó mientras se sobaba el mentón. -¿Debería abrirle un camino para que vengan
hasta acá de una vez, o que se pierdan entre los senderos del reino de mi señor?-se preguntó de nuevo
mientras observaba a los aventurero desplazarse. Sonrió un poco, si es que en su rostro había cabida para tal
gesto.- Has venido a enfrentar a tus demonios Cuth – le dijo al pozo y se acercó más a la imagen-Creo que
enviaré a un buen amigo o varios a hacerle frente.

La ladera por la cual estaban subiendo había resultado ser muy empinada, y el bosque que dejaron
atrás los había decepcionado al no presentar reto alguno. Argowan, de cierta forma estaba muy feliz por eso,
no le quedaban muchas flechas y no sabia como estaba la salud de los enanos después del combate; tampoco
como reaccionaria su compañero frente a un nuevo reto. Sentía con claridad que había algo aquí que excedía
los poderes que ellos poseían, algo poderoso que había llamado la atención de sus superiores y que solo
tendrían que ver.

Cuando el recibió esta encomienda, su intención había sido reclutar a Cuth y junto a su mejor amigo
del pasado cumplir con una misión rutinaria, luego volver a descansar y dejar a Nordmaar atrás para ir a
comunicar la información que habían conseguido; sinceramente no esperaba que todo se hubiese complicado
de tan mala manera.

-¡Oigan!-dijo Zafiro- allí hay un boquete, creo que es una cueva

-Seguro que esta maldita colina esta horadada, ¿Seguro que este país no hay gente de mi raza?

-Te repito que enanos nativos, no hay-replicó Argowan

-Esta muy bien-respondió el enano, quien junto a su amada se pusieron en marcha hacia el boquete.

El agujero resultó ser un pasillo lo suficientemente alto para que Argowan y Cuth caminasen
erguidos, y lo sobradamente ancho para que dos hombres como ellos pudiesen caminar hombro con hombro.
Observaron este con detenimiento y se percataron que se extendía mucho más allá.

-Creo que desde aquí ustedes son los guías-dijo el montaraz.

-Ebrio, ¿Recuerdas estos túneles?

-¡¿Eh?! ¡¿Yo?!-dijo este titubeante; Cuth miro alrededor, cerró sus ojos y se sobó las sienes, de
repente se dio cuenta de que tenía algo de dolor de cabeza y Sed.- Una jarra de cerveza seria excelente
ahora-se dijo y de repente se halló salivando por ella.- No, no recuerdo estos túneles.

-Era de esperarse-replicó Vargas en un tono cortante. –Cielo, yo iré adelante, Argowan ira detrás de
mi, luego el Ebrio y cerrando la marcha tú. ¿Te parece?-Zafiro asintió y acató sin rechistar.

El pasillo resulto ser más largo de lo que el cuarteto esperaba, pero también fue mucho más
tranquilo, con la poca la luz que había los dos humanos tenían que confiar en los instintos de los enanos.
Argowan llevaba consigo varias antorchas, pero prefería ir más lentos y con calma sin ellas, las usaría cuando
fuese necesario.

Al poco rato de andar el túnel se bifurcó y los aventureros se hallaron en una situación desesperada.

-Creo que ahora si necesitaremos tus flechas, mi buen Argowan-dijo Vargas; el montaraz al igual que
la enana obedeció sin rechistar en poco tiempo tenían luz suficiente.

-¿A dónde debemos ir?-preguntó el enano a Cuth-¿Dónde esta la sala del tesoro?

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El Viento Oscuro William Darkgates

-Realmente, no sé-replicó este lleno de temor.

-¡Maldita sea!-grito este-Escoge un camino maldito humano.

-¡Oye! No tienes derecho a hablarme así.

-Te pague, ¿recuerdas? te hablo como me venga en gana

-¡Argo!

-No es mi problema -replicó el montaraz. Acto seguido tomó la delantera y observó si había algún
viento que moviera la antorcha.-Vamos a la derecha-dijo. Vargas se encaminó a esa dirección y de repente
Cuth agregó.

-En dirección contraria.

-En esa dirección apesta-replico Zafiro.

-Aja-dijo Cuth-Allí debe haber algo, tal vez otros aventurero como nosotros murieron allí o un
animal, tal vez hay una cueva y allí esta el tesoro-agregó de repente se puso en camino. ¿Tal vez no recuerdo
mucho por que un monstruos me espanto?-dijo mientras se ponía en camino en esa dirección.- Síganme, tiene
que ser por allí-agregó y no presto atención a las réplicas y súplicas de sus pares.- Espero que haya un
monstruo aquí y mate a ese maldito enano, los saqueare y luego saldré corriendo y volveré a Faulkenord a
poner mi vida en orden-se dijo mientras apresuraba el paso.

La sala era magnifica había montones de piezas de oro y otras cosas, para Vargas aquel sitio era el
paraíso, no importaba nada más; ni siquiera las pilas de metal que yacían derretidos en una esquina, los gritos
de advertencia de los demás, y los dos boquetes que había al fondo de la cueva. El olor a carroña disparó los
sentidos del montaraz quien en segundos montó una saeta y sin dudarlo disparo.

La flecha que paso volando sobre su cabeza, hizo que Vargas reaccionará, ahora si se percataba del
hedor, el metal derretido y los dos gusanotes que se acercaban a su persona. Rápidamente sacó su hacha y dio
unos cuantos pasos.

-Son gusanos carroñeros-gritó Zafiro-Eres un reverendo tonto Vargas

-El oro nubló mi juicio.- replicó él.

-Reorx te reprenda, bobalicón-agregó ella mientras que con arma en mano se preparaba para
acercarse.

-No- le ordenó Vargas-Quédate atrás, evita que él escape.- agregó mientras que lanzaba varios golpes
para tratar de sesgar los temibles tentáculos de aquellos gusanos.

Dos flechas silbaron con fuerzas y se hincaron en uno de los gusanos haciéndolo retroceder. Vargas
al ver aquello arremetió con rapidez contra el que tenía al frente. Este trato de recular pero el hacha del enano
fue mucho más veloz y logró cercenar uno de sus tentáculos. Su cáustica sangre salpicó en todas direcciones,
pero Vargas se movió con suma rapidez a su derecha evitando que alguna gota lo alcanzase.

-Se nota que has combatido contra estos bichos antes-dijo Argowan.

-No soy tan joven como parezco.

37
El Viento Oscuro William Darkgates

-Entonces ¿eres un enano viejo?

-Viejos son los cerros y aún reverdecen-replicó el enano con una carcajada, mientras arremetía contra
el gusano carroñero, que cedía terreno cada vez más rápido. Dos saetas silbaron de nueva y por el rabillo del
ojo Vargas se percató que el otro gusano caía al suelo y no se movía más. De repente sintió un pánico
asombroso frente a la idea de enfrentarse a Argowan. El muchacho había sido preciso con sus disparos,
apenas cuatros dardos había necesitado para dejar a aquel engendro en su lugar, mientras que él estaba
jugando de más con el gusano. ¿De verdad se estaría volviendo viejo?-se preguntó durante unos segundos,
luego centro su atención en el monstruos, un expedito golpe y la bestia carecía de tentáculos y hacia lo
posible para huir, pero él, con una rapidez prodigiosa, logro golpear la cabeza de criatura partiéndola en dos.

-Esta hecho- dijo con sobrada alegría.

Los aplausos resonaron con fuerza en la habitación, Argowan y Vargas voltearon. Menuda fue su
sorpresa al ver Zafiro con su arma presta para atacar, Cuth en el suelo asustado y balbuceando incoherencias
y una figura alta, embutida en una capa negra con caperuza la cual se retiró con calma y dejó que todos
observaran su rostro descompuesto.

-Veo que algo en ti que me reconoce, mi apreciado Cuth- dijo la figura mientras se acercaba a la
enana-Querida, baja ese palo; es por tu bien.

-Nada de eso- le replicó la enana que rápidamente arremetió contra él como si fuese un espíritu de la
venganza. Con un simple movimiento de su capa el hombre eludió el golpe de la enana quien llena de furia
arremetió una y otra vez sin ser certera. De repente llevó su mano a la cintura con la intención de
desenvainar una espada o una daga.

Una flecha silbó con fuerza hacia su cabeza y la figura se agachó.- Veo que juegan muy rudo-dijo
mientras extendía su mano hacia la enana y levantaba una plegaria.- en nombre de Ehecitz, el señor del
Viento Oscuro te reprendo.- acto seguido la enana fue arrojada por los aires.- Que la sagrada voluntad de
Ehecitz me proteja, agrego mientras se ponía de pie y un aura púrpura lo cubría.

-Es un maldito brujo-Grito Vargas

-Un sacerdote del “Viento Oscuro”- replicó Argowan. Vargas notó que en su voz había algo de
temor.

-¡Nah! –Exclamó con fuerza mientras que con hacha en mano arremetió contra él.

-Tus amigos son tercos mi buen Cuth-dijo mientras que con rapidez desenvainaba una espada y
plantando bien los pies detenía el hachazo de Vargas. El choque del metal contra el metal resonó en todo la
cueva, a Argowan le pareció que en realidad se podría oír de una esquina de Nordmaar a otra.

-Para ser un sacerdote de un dios extraño-dijo Vargas-Tienes madera de combatiente.

-Más de lo que crees-agregó- Que la sangre de Ehecitz supuré.

Un nativo de Nordmaar, en especial un anciano que hubiese vivido antes del segundo cataclismo al
escuchar esta frase, se abría puesto blanco y hubiese llevado a cabo un sin fin de gestos rituales para repeler
las blasfemas frases que el cadáver andante había proferido. Pero Vargas era del otro lado del continente y no
le asombro en nada aquella frase.- “son solo palabras”- se dijo a si mismo, pero luego observó con asombro
como su aquella espada comenzaba a expeler, lentamente, un liquido negro y maloliente.

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El Viento Oscuro William Darkgates

Con una rapidez asombrosa el enano se alejó de su oponente que ejecutó en el aire un arco que
salpico aquella sustancia. Menuda fue su sorpresa al ver que la misma piedra gemía cuando entraba en
contacto con aquel maldito icor.

Una flecha silbó de nuevo, y de nuevo fue repelida por el aura que cubría al extraño ente quien se
mantenía de pie allí en aquella sala, sonriendo hacia Cuth.- ¿Has visto el favor que me hiciste?-le preguntó.

-¿Quién eres?

-¡Uyyy! Si has olvidado, bueno ¿Qué se puede esperar de un traidor y cobarde?

-¿Cómo?-inquirió este

-¡¡¡Se conocen!!!-gritó con fuerza Vargas quien aun estaba de pie y tenia los ojos fijos en su
oponente. -¿Acaso fue esto una trampa?

-En efecto-replicó el extraño ser.

-No- gritó Cuth

-Por el Viento Oscuro, que si ha sido una trampa mi apreciado medio metro-replicó el sacerdote.

-¿Quién es el viento Oscuro?-inquirió Vargas-Deja de jugar por un dios que no conozco.

-Es el dios de la putrefacción y la corrupción en tu tierra es conocido como: Morgax…

-¡¡El señor de la Herrumbre!!-finalizó Zafiro la frase de Argowan.

-¿Estas aliado con un dios oscuro?-pregunto Vargas a Cuth

-Lo dudo-replicó Argowan- Cuth será un ebrio pero no un insensato.- Hizo una pausa y miro a su
antiguo compañero que se hallaba en el piso, esperaba que en el fondo no estuviese errado. –Los sacerdotes
oscuros son unos mentirosos, todo.

-Para ser preciso si nos conocimos, montaraz.- dijo la figura- antes fui un vulgar y común ladrón que
convenció al grandiosos Cuth D´dulack de venir a aquí a saquear las tumba de un cacique huitzil, menuda fue
nuestra sorpresa cuando dimos con esta sala-dijo mientras señalaba la pared del fondo.-Cuth estaba ebrio y
ambos discutimos sobre ¿Qué hacer con lo que aquí había? Tal fue el ruido que hicimos que despertamos a un
siervo de Ehecitz. Nuestro amigo aquí presente hizo lo que cualquier cobarde y ebrio consciente, salió
corriendo. Yo en cambio no pude escapar y fui captura por el ente, pero en el fondo no fue tan malo.

-¿Así que vino aquí ebrio?-dijo Zafiro

-Era de esperarse-agregó Vargas-Por eso no recordaba bien el trayecto.

-Eres asqueroso y ruin-agregó la enana.

Con calma Argowan escuchó como los dos enanos insultaban a su amigo, durante unos segundos
estuvo tentando a replicarles; pero la cara de Cuth lo prevenía, al parecer aquellos insultos le resbalaban.
Nada, al parecer, ya le importaba. Su amigo no tenía nada que perder. Se había vuelto un ser patético y vació.
En aquel momento Argowan no pudo hacer nada más que sentir lastima; se curase o no del mal que lo
aquejaba, Cuth D´dulack ya estaba muerto pero ¿Cuánto tiempo llevaba vació su amigo? ¿Cuándo murió Cuth
de verdad?

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El Viento Oscuro William Darkgates

-¡Esto es hermoso! –Replicó la figura-El odio es una enfermedad hermosa, se expande con rapidez,
mina el alma y el cuerpo, y nadie es invulnerable frente a él. ¡Vez mi querido Cuth eres una enfermedad! Eres
una peste, eres una consecuencia impía, una carga para la sociedad un lastre para sus amigos; eres muchas
cosas y no eres nada a la vez, eres una obra maestra-finalizo y de repente emitió un quejido de dolor, el ente
bajó la vista y observó como el asta de una flecha salía por una de sus costillas, acto seguido dos más lo
impactaban en cuestión de segundos.

Levantó la vista siguiendo la trayectoria trazada por los proyectiles y al final se hallaba Argowan con
varias flechas más en su arco listo y con la furia en sus ojos.

-Es hora de que te cierres tu inmunda boca -dijo-Tú y vuestro impío dios serán expulsados de esta
tierra, tal como temíamos los legionario vuestro infecto culto ha vuelto, pero ¿sabéis que? Esta vez no
echareis raíces.- finalizó y luego disparó tres saetas de un golpe, las cuales impactaron de lleno en su pecho,
salvo por una que alcanzo un ojo.

Cuth escuchó todo con calma, lleno de terror, nauseas, indignación y un leve odio que comenzaba a
crecer con presteza, comenzó a ceder frente a las palabras que el sacerdote había proferido. Durante un buen
rato creyó todo lo que le había dicho, es más en el fondo de su ser lo había confirmado, el ente no se había
equivocado en nada. Él era un lastre para él mundo, y tal vez lo seguiría siendo, pero se le había dado una
segunda oportunidad y él la había elegido, sin dudarlo su naturaleza había transmutado. Convencido hasta los
tuétanos de sus huesos de que era un hombre diferente, Cuth se puso de pie y aprovechó, que el ente estaba
distraído tratando de sacarse la flecha del ojo y aullando como uno niño pequeño, para desenvainar su tizo y
arremeter con una estocada directamente en el pecho del ente.

La espada le pesaba, era claro que tenia mucho tiempo sin tocar un arma. El golpe no fue tan fácil
como él lo había esperado. Pensaba que tal vez su arma cortaría el pecho del monstruo como un cuchillo
caliente cortaba la margarina o el pan fresco. Pero no fue así. El pecho del ente era como una piedra, y hacer
que la tizona penetrase aquel cuerpo requirió de un acopio de toda su fuerza y su voluntad. Si incrustar el
arma fue una hazaña dificil tratar de extraerla del cuerpo del sacerdote fue toda una proeza, realmente no
podría hacerlo y de eso se dio cuenta. Pero la suerte en aquel momento estuvo con él.

Vargas vio en la arremetida de Cuth la oportunidad de su vida, y sin dudarlo atacó con su hacha
directo a la cadera. Su golpe si fue certero, fuerte y preciso. Los huesos de este fueron aplastados y cuando
extrajo su arma, lista para llevar a cabo otro impacto observó como salía de este un chorro de aquel líquido
cáustico que había estado supurando la espada del sacerdote de Morgax.

El sacerdote retrocedió unos cuantos paso y se llevó consigo el arma de Cuth, a la par que a este
último lo desequilibraba y arrojaba al suelo. Con un solo movimiento retiró la flecha de su cavidad ocular y la
espada de su pecho. La arrojó al suelo al lado del ebrio. Mientras que trazaba con la otra un arco en dirección
al enano esperando que su arma salpicara.

En efecto el arma, que sangraba, lanzó una gran cantidad de icor al aire. Icor que fue directo al rostro
de Vargas. El enano observó como aquella inmensa cantidad de líquido se dirigía hacia él, pero apenas pudo
reaccionar a tiempo. El líquido le impactó de lleno en la cara y lo arrojó de espaldas al suelo.

-No-aulló con fuerza Zafiro quien rápidamente corría hacia su amado esposo. Argowan disparó
rápidamente dos saetas más y estas impactaron en el ente quien comenzó a sangrar más y más y luego cayó al
piso.

El oscuro y pestilente icor había consumido, en cuestión de segundos, el rostro de su amado. Pero a
Zafiro le tomó unos cuantos minutos darse cuenta de que Vargas había muerto.

40
El Viento Oscuro William Darkgates

Solo había silencio para ella en aquella sala, solo había muerte. Ya nada tenia valor y sentido, todo
aquello que mantenía su maquinaria andando, se había acabado. Su sol, su universo, su todo había sido segado
en un segundo, con un simple gesto de la mano, por el mero capricho de un hombre, Zafiro perdió al amor de
su vida.

Por su lado el ente aullaba en el piso mientras se desangraba. Argowan observó como convulsionaba
y daba sus últimos alaridos de dolor, para luego rendirse de nuevo ante la muerte y observar como el charco
de aquel plasma pestilente se expandía exponencialmente. Dejó de prestarle atención. Ahora lo único que
importaba es que un camarada había caído.

Capitulo VIII

El Viento Oscuro

Argowan y Zafiro estaba pendiente del cadáver de Vargas; Cuth apenas podía ponerse de pie, por lo
tanto no observó como el cadáver se disolvía en el icor y luego volvía a recomponerse como una masa negra.
Nada los pudo prevenir salvo el aullido de la piedra al ser consumida por la tóxica presencia del ente.

-¡Que rayos!-exclamó Cuth

-Soy el final y el principio de todo-respondió una incorpórea voz desde el fondo de aquella esfera
negra y pestilente. –Tú montaraz, nunca podrás detenerme por que soy el viento de la noche, aquellos jirones
de nube que traen las tormenta-replicó la esfera, para luego girar sobre su propio eje y lanzar hacia ellos un
chorro de ácido que lo propulsó a través del pasillo. El montaraz empujó a la enana alejándola de la
trayectoria de tan letal ataque, y con la habilidad obtenida a través de los años de ejercicios y combates logró
ponerse de pie con una pirueta y eludir también tan feroz ataque; solo el cadáver de Vargas pagó el precio.

-Debemos seguirlo-dijo Cuth poniéndose de pie.

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-No-le replicó Argowan-Quédate aquí con la enana

-¿Para que me de muerte?-preguntó-De ninguna manera, yo voy tras él-replicó con fuerza y Argowan
creyó ver durante unos segundo una chispa del viejo Cuth.

-Bien vamos

-Esto es culpa mía-dijo-Yo lo resolveré, será mejor que seas tú quien se quede con la mujer.

-Ella estará bien-dijo mientras que desenvainaba una espada corta que llevaba y se la facilitaba a
Cuth-Es hora de enmendar entuertos.

Argowan no pudo evitar lanzar un silbido de asombro al percatarse de la magnitud de la situación.


Observó con detenimiento aquella piscina de lodo y a la esfera que una vez dentro de ella se hacia cada vez
más grande. Estaba consciente de que sus armas serian ineficaces. Cuth no dijo nada.

Cuando el engendro supo que ellos estaban a las orillas de su alberca lanzo sendos chorros de ácidos
que ellos eludieron con facilidad. Al percatarse de que Cuth los eludió con facilidad Argowan supo que el
ente estaba jugando con ellos.

-Veis como no pueden hacer nada contra mi, ni tú, ni todos los malditos legionarios.- replico una voz
que parecía venir de todos lados.- Este es el Viento Oscuro que volverá a soplar por todo Nordmaar. Yo soy el
Avatar de Ehecitz. –acto seguido de la esfera salieron unos tentáculos que comenzaron a romper el techo de la
colina, en cuestión de segundo había un gran boquete en el techo y siento de cantos caían por todos lados.
Tanto el montaraz como el antiguo guerrero nada pudieron hacer. Aquel demonio se salía con la suya.

De la nada salió volando un mazo e impactó en la esfera, pero este fue consumido con voracidad por
el mismo.- Ilusa mujer-dijo-me atacas con mis armas, tu alma esta enferma, estas tocada por mi dios he
cumplido con mi cometido – agregó y de nuevo lanzó sendos tentáculos contra ellos.

Luego se escuchó un atronador rugido y debajo de aquella esfera surgieron un sin fin de chorros de
ácidos que propulsaron al ente por los aires y lo sacaron de la colina, a la par que salpicaban todo con su
lluvia mortífera.

Aquellas personas que se hallaban a cierta distancia de la colina, si hubiesen detallado o fijado su
vista en la misma se habrían percatado de cómo una gigantesca esfera salía del centro de la misma como un
escupitajo de flema y una vez que alcanzaba una altura asombrosa ponía rumbo al este. El ente se había
escapado y estaba regando a todo el mundo con su lluvia cáustica.

-Se ha salido con la suya-dijo Argowan mientras observaba como el resto del techo cedía por los
remanentes del ácido.

-Todo a sido culpa mía-replicó Cuth

-Nadie pudo prever esto-dijo Argowan.

-¿Qué haremos entonces?-preguntó el guerrero

-Yo no se ustedes, pero yo deseo venganza-replicó Zafiro y los dos hombre voltearon a ver a la
enana, la cual tenia sus ojos hinchado y rojos. A Argowan se le partió el corazón durante unos segundos, pero
al ver el fuego en su alma su espíritu fue templado y no pudo evitar decir nada en contra de su propuesta.

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El Viento Oscuro William Darkgates

-Entonces partamos ya, por que tú serás vengada-dijo y con paso decidido se alejó de aquel lugar.

En el nuevo abismo, en una torre de bronce al borde del mismo, una oscura figura encapuchada
observaba con detenimiento como se desarrollaban los eventos. Los planos inferiores pasaban un mal
momento; Sargonnas en un acto de fuerza, había tomado sus fuerzas y arremetía contra los dominios sin ley
de Takhisis; por su lado su hija, la Reina de los Mares y Chemosh jugaban sus cartas en aquel mismo lugar
mientras que una extraña criatura defendía los últimos bastiones de su diosa en un acto de lealtad desmedida
y estupidez.

Mientras que, tanto en el abismo, como en el plano físico todo los dioses combatían, solo una figura
se mantenía alejada encerrada en sus pensamiento y tejiendo sus planes. Aquella figura era Morgion, señor de
la Podredumbre y la corrupción, conocido entre los enanos como Morgax y entre los Nordmaadianos como
Ehecitz. Observaba la deidad con supina paciencia, como su esbirro se escapaba y se dirigía hacia los
pantanos, allí encontraría la siguiente fase de su plan y podría llevar a cabo algo que muy poco dioses, salvo
Takhisis habían logrado con éxito.

Él se crearía un cuerpo y con este caminaría y combatiría en el mundo, llevaría su viento oscuro y
pudriría todos los bosques y todo aquello que viviese haciendo de eso una vil copia de su grandeza. Morgion
caminaría dentro de poco por la tierra sembrando la putrefacción, mientras que las demás deidades estarían en
su duelo de poder él, se haría con el mundo, y cuando ellos voltease atrás ya no habría nada que hacer, por
que Ehecitz, seria el nuevo Señor del mal y los abismos.

La suerte estaba echada… y todo pintaba bien para él.

Fin
Apéndices

(Aprovechando un material extraído del foro de la encrucijada coloco aquí un pequeño apéndice
para explicar ciertos nombres utilizados durante el escrito. Este material es sobre los dioses y son de autoria
exclusiva de Sean MacDonald)

Vatecatl: Es el nombre con el cual es conocida la diosa Chislev en la región de Nordmaar.


Chabacuictli: Este es el nombre cono el cual es conocido Habbakuk en Nordmaar, los nativos lo
consideran como el guardián de la naturaleza y descendiente de Vatecatl
Fankatso: es como se conoce en esta región a Kiri-Jolith; quien es el siempre vigilante y es el
hermano mayor de Chabacuitli. Generalmente es representado como un ser humano de seis brazos portando
una espada en cada uno y con tres rostros. Posee a su vez dos pare de ojos los cuales comparte entre los tres
rostros.
Tlacoatl: nombre dado a Paladine, los nativos lo ven como una gran serpiente plateada que se
enfrenta a su opuesto, esta deidad es vista como un espiritu de luz y coraje
Xictlantecuhtli: es el opuesto de Tlacoatl, una serpiente de muchos colores que se enfrenta su
opuesto en un interminable circulo de bien y mal.
Mixactli: Es una deidad maternal, diosa de la sanación y protección. Generalmente en Nordmaar
esta deidad es adorada en las comunidades y la mayoría de sus sacerdotisas son mujeres.
Ehecitz: En una tierra como Nordmaar uno de los mayores peligros son las enfermedades, cuenta la
leyenda que esta deidad se halla en lo profundo de los pantanos, experimentando con enfermedades y

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venenos. Ehecitz, es el señor de los Otyugh y otros monstruos más. Viaja por las noches enviado vientos
oscuros
Nalinal: bajo este nombre es conocido en Nordmaar a dios Branchala, el cual es visto como un
espíritu libre y artístico, también es visto como un ebrio y flojo, dado a meterse en líos de los cuales es
salvado por su hermano mayor Chabacuitli. También esta dedicado a la preservación oral del conocimiento
de la tribu.
Gocozcas: Solinari, Lunitari y Nuitari son colectivamente conocidos como Gocozcas, termino que
en común significa: “Los Vigilantes”. La gente de Nordmaar cree que las lunas son tres grandes ojos que
siempre los están vigilando. El vigilante blanco, cubre la noche con su luz plateada para revelar la verdad. El
Vigilante rojo juega truco a los ojos de los mortales, y el Vigilante negro, prefiere cubrir todo de oscuridad
para poder llevar a cabo acto siniestros. Cuando las lunas desaparecieron yt fueron remplazadas por una sola
luna durante la Era de los mortales, la gente de Nordmaar estuvo muy aterrorizadas. Tuvieron que pasar
varios años y tormento para acostumbrarse a ella.
Chuitlicue: Al ser también un pueblo marinero mucho antes del cataclismo, y poseyendo un buen
puerto actualmente la deidad Chuitlicue es conocida, temida y respetada. En otras partes de Ansalon se le
conoce como Zemboim.
Yohtecuhtli: Es el nombre que recibe Chemosh, también conocido como la muerte caminante.
Xoninitl: El furioso, así es como se le conoce en Nordmaar a Sargonnas.
Khlohtzin: Este es el nombre con el cual se conoce a Sirrion.

Las otras deidades restantes son desconocidas por el pueblo nordmaadianos, son totalmente ajenas a
su pueblo, pero debido a la influencia de los solamnicos han ganado terreno lentamente, pero no fuerza. Así
pues deidades como Gilean, Majere y Zyvilin son desconocidas para los nativos.

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