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M A S C U LIN IH A D E S
PODER, DESARROLLO, POLÍTICAS PÚBLICAS Y CIUDADANÍA
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UNIVERSIDAD NACIONAL
AUTÓNOMA DE MÉXICO
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r.JuanRamóndelaFuente
Rector
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ie. Enriqued elV alB lan
co
Secretario General
D
ra. Mari Carm enS erraPuche
Coordinadora de Humanidades
PROGRAMA UNIVERSITARIO
DE ESTUDIOS DE GÉNERO
D
ra. MaríaIsabel BelausteguigoitiaRius
Directora
Mtra. A
n aB uquetC orleto
Secretaria Académica
Mtra. PatriciaPiñones
Secretaria Técnica
L
ie. OlgaC orreaInostroza
Jefa de Publicaciones
F o to g ra fía s de p o rta d a :
José Manuel Rodríguez Calleja, Denis Aloha,
Cristina Vázquez, Ojo de vidrio, Schani,
Rufino Uribe, Amish Steve,
Gunnar Wrobel, Eneko Astigarraga.
DEBATES SOBRE MASCULINIDADES
PODER, DESARROLLO, POLÍTICAS PÚBLICAS
Y C IU D A D A N ÍA
DEBATES S O B R E M A S C U L IN ID A D E S
PODER, DESARROLLO, POLÍTICAS PÚBLICAS
Y CIUDADANÍA
M I'.X IC O , 2()06
Este libro es resultado del proyecto "Análisis Conceptual y Estrategias Prácticas
para el Abordaje de la Masculinidad en M éxico”, el cual fue financiado por la
Fundación MacArthur.
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ISBN 970-32-3065-2
Introducción
R e f l e x io n e s so br e m a s c u l in id a d ,
ID E N T ID A D Y SEXU A LID A D
C o n s id e r a c io n e s t e ó r ic o -m e t o d o l ó g ic a s
La m a s c u l in id a d e n l a g l o b a l iz a c ió n
P o l ít ic a s p ú b l ic a s y m a s c u l in id a d
C iu d a d a n ía y m a s c u l in id a d
Gloria Careaga'
Salvador Cruz Sierra^
I Psicóloga social. Secretaria A cadém ica del PUEGde 1992 a 2003 y coordinadora general
del proyecto que im pulsó los seminarios base del presente volum en.
- Psicólogo social. Especialista en estudios de la masculinidad y coordinador conjunto de
los seminarios señalados antes.
/
10 D rl* ^ T tS S08«!E M A S a a iN lO A D E S
La pro pu esta
plantea que los hombres necesitan darse el tiempo y el espacio para explo
rar las formas heredadas de la masculinidad, que den cuenta de las dife
rencias de las distintas masculinidades. Particularmente con las condicio
nes actuales de la vida moderna y del uso de las tecnologías se requiere
analizar las nuevas imágenes con las cuales los hombres jóvenes están
aprendiendo a identificarse.
Por su parte, Daniel Cazés analiza los diversos pensamientos en que
el sistema de género, ante el dominio masculino y la opresión de las muje
res, impone una visión masculina en la vida cotidiana, en el ámbito labo
ral, en los cuerpos, en las concepciones del mundo, en las normas y len
guajes, en los discursos e instituciones, así como en las opciones de vida.
Para Cazés, el tiempo adquiere sentidos, valores y usos diferenciados para
hombres y mujeres en nuestra sociedad patriarcal, resultando de mayor
relevancia y más preciado el que se confiere a los hombres.
El apartado Reflexiones sobre masculinidad, identidad y sexualidad
presenta los trabajos teóricos y empíricos que concretizan en recursos y
sujetos específicos las implicaciones de la ideología y estructura de domi
nación masculina. A través de las experiencias de hombres con prácticas
bisexuales en Brasil, Fernando Seffner muestra cómo hay un ejercicio de
poder que se articula por medio del estigma, la discriminación y la violen
cia estructural que reprimen y limitan la expresión y prácticas de una sexua
lidad y de una identidad bisexual. Cargada de sentimientos de culpa y
vergüenza, los hombres “bisexuales” dan cuenta de una diversidad y rique
za de fantasías, de relaciones afectivas y sexuales, de modalidades de vi
vencia, de deseos que se expresan en las valoraciones que otorgan a los
vínculos que establecen con otros hombres y con mujeres, de forma que
no agota una categoría fija y delimitada, que finalmente no da cuenta de
esa diversidad de experiencias. Las relaciones de poder determinadas por
la clase social, la raza, el género, la franja etaria, entre otras, influye en la
generación de la llamada violencia estructural, misma que es ilustrada a
través de los testimonios de los hombres bisexuales.
Por su parte, José Olavarría explora algunos de los factores que posibi
litan la invisibilización y naturalización del poder que ejercen los hombres
sobre las mujeres, la reproducción de los mandatos de una masculinidad
dominante que posibilita en gran medida que los hombres accedan a re
cursos de poder y marquen una distancia, no solamente entre hombres y
mujeres, sino también entre las diferentes masculinidades, situación que
implica el reconocimiento de una masculinidad hegemónica o modelo re
ferente y otras masculinidades subordinadas. Son cinco los ámbitos que
Olavarría considera le permiten a los varones acceder a recursos cualitati
vamente superiores respecto de las mujeres: la autonomía personal, el cuer-
22 D ebates sobke mascu linídaues
B ib l io g r a f ía
' La reflexión que aquí presento forma parte de la investigación “M asculinidad y violen
cia dom éstica’’, la cual recibió financiamiento del PRODIH III de la Fundación Carlos
C^iagas. También ha contado con apoyo financiero de la Universidad de Guadalajara.
32 D fR A TFS SORRF M A SCU IIN ID A D FS
relación?, ¿por qué unas relaciones devienen violentas y otras no? La dis
cusión teórica sobre la violencia masculina también ha sido importante,
pero su desarrollo es todavía limitado. A diferencia de los importantes apor
tes al conocimiento de la violencia doméstica masculina en contra de la
pareja, desde la perspectiva de las mujeres sujetas a estas relaciones, el
punto de vista de los varones inmersos en tales relaciones no ha sido sufi
cientemente estudiado, podría incluso decirse que es todavía incipiente.
En este sentido, plantea retos tanto para el desarrollo de estudios de corte
empírico, como en la discusión teórica.
A fin de contribuir en la comprensión de la violencia doméstica mas
culina contra sus parejas (de aquí en adelante VDM CP),^ me planteé un
estudio sobre este tema en un sector popular de la zona metropolitana de
Guadalajara, el cual ha requerido de la discusión de diversos aspectos con
ceptuales que, desde mi punto de vista, son claves. En este artículo no
haré referencia a mi trabajo etnográfico, sino que me limitaré a discutir
algunos aspectos teóricos. Particularmente quiero referirme al acercamiento
teórico de la masculinidad y a algunos de los planteamientos relacionados
con el poder que en esa discusión se han hecho.
M a s c u l in id a d : ¿y eso ?
1. Una perspectiva tiene que ver con la condición natural o biológica del
hombre, de la cual emanan todas sus posibles expresiones sociales.
2. Otra perspectiva es de carácter positivista, ya que alude a “lo que hace”
el hombre. Es una descripción de sus acciones, se observa y verifica un
comportamiento, esto materializa la idea de lo que es la masculinidad.
3. También es posible identificar la masculinidad como “el deber ser”, que
nos sitúa en un plano normativo. La expectativa que se tiene de los
hombres en cuanto a sus acciones se deriva de supuestos, más o menos
consensuados, sobre “lo que debe ser un hombre” en una sociedad espe
cífica. Se espera que los hombres actúen en una dirección y no en otra.
2 Me refiero específicam ente a la violencia que los varones ejercen contra sus parejas
mujeres, Con ello quiero señalar que no desconozco la existencia de la violencia que
varones ejercen contra sus parejas varones, en el caso de relaciones homosexuales, lo
i|ue rcc|iiicrc también de estudios particulares.
¿Y ESO ÜE LA MASCULINIDAD?: APUNTES PARA UNA DISCUSIÓN 33
3 El fem inismo presenta una diversidad de posturas tanto en el plano teórico com o en la
acción política. Es importante considerarlo porque se puede pensar, equivocadam ente,
que hablar de fem inism o es aludir a una perspectiva teórica y política única y homogénea,
Al respecto, puede consultarse a Lengermann y Niebrugge-Brantley (1997), quienes iden
tifican tres grandes vertientes: las teorías de la diferencia, las teorías de la desigualdad y
las teorías de la opresión.
■’ A mediados de la década de los setenta, en Estados U nidos, como parte de la búsqueda
del fem inism o por sintetizar los planteamientos del fem inism o radical y el fem inism o
socialista, Einseinstein (1980) formuló el concepto de patriarcado capitalista, dentro del
cual reconocía la idea aportada por el fem inism o radical sobre patriarcado, definido “como
un sistem a sexual de poder en el cual el hombre posee un poder superior y un privilegio
económ ico. El patriarcado es la organización jerárquica masculina de la sociedad y, aun
que su base legal institucional aparecía de manera m ucho más explícita en el pasado, las
relaciones básicas de poder han permanecido intactas hasta nuestros días. El sistem a
patriarcal se m antiene, a través del matrimonio y la famiba, m ediante la división sexual del
trabajo y de la sociedad. El patriarcado tiene sus raíces en la biología, más que en la econo
mía y la historia. M anifiestas a través de la fuerza y el control m asculinos, las raíces del
patriarcado se encuentran ya en los propios y o e s reproductivos de las mujeres. La posición
de la mujer en esta jerarquía de poder no se define en térm inos de la estructura econ ó
mica de clase, sino en térm inos de la organización patriarcal de la sociedad” (pp. 28-29).
34 DbBAIES bOBKL MASCULINIDADLS
Los yoes femeninos pensados desde una mirada masculina adoptada por las mujeres, tal
cual lo plantea Einseinstein (1980), pero sin llegarlo a desarrollar.
;Y ESO DE LA MASCULINIUAU?; AI’U M IS l ’AKA UNA UISCUSIÙN 35
'’ Esta misma idea fue expuesta por M. Mead (1961) en sus estudios entre los arapesh,
mundugumor y ichambuli, habitantes de las islas de los mares del sur, en los años veinte
y Ireitila.
36 D ebates sobre m ascu linidaües
^AI respecto, resulta ilustrativo el libro de Gilmore (1994), Hacerse hombre. Concepcio
nes culturales de la masculinidad. En él se muestra cómo la homosexualidad se institu
cionaliza en determinadas sociedades y adquiere carácter de ritual de paso hacia la
masculinidad: dejar de ser niño, femenino y adquirir un rango diferente.
jY ESO DE l A MASCUIINIDAD?: APUNTES PARA UNA DISCUSIÓN 37
* Hay que considerar que la idea de poder ha sido utilizada de forma recurrente en el
debate feminista y del género. Se han propuesto distintas opciones teóricas y metodológi
cas. El énfasis se ha puesto en las relaciones de producción, en la apropiación del cuerpo,
en la jerarquía y organización de la familia, el parentesco y el matrimonio, y desde luego en
una propuesta que trata de ubicar los procesos específicos como ejemplos o variantes de
estructuras de prestigio, como lo plantearon Ortner y Whitehead (1991).
Entre los elementos que Foucault identifica para ir construyendo lo que denomina
como “una nueva economía de las relaciones de poder” está la resistencia que se ante
pone a los distintos tipos de poder. El punto de partida no es su racionalidad interna
(visión weberiana), sino el enfrentamiento de las estrategias de las relaciones de po-
38 D fbatfs sobrf MAsniiiNinAnFS
mismo. No sería impropio decir, entonces, que hablar de género sin en
tender que implica poder, es no hablar de género.'® Además, hablar de
poder en relación con el género es una posibilidad abierta en términos
de direccionalidad. Tanto hombres como mujeres no solamente están en
posibilidad de ejercer el poder, sino que de hecho lo ejercen. También hay
que reconocer que no se puede partir de la existencia de una simetría en el
ejercicio del poder entre los géneros; de hecho, Scott insiste precisamente
en la historicidad, en el cambio en las representaciones sobre los géneros
que está dado por posicionamientos cambiantes fundados en el ejercicio
del propio poder, en los significados que se atribuyen a las prácticas socia
les de hombres y mujeres y entre sí.
De esta forma, el género es un elemento que, junto con otras catego
rías, como la de clase y raza, trata de evidenciar los procesos por los que ha
transcurrido la opresión y la dominación de ciertos grupos de población
sobre otros, en este caso particular entre hombres y mujeres."
der. Las resistencias al poder son luchas que se oponen a la dominación, la explota
ción y contra lo que ata al individuo a sí mismo. Las luchas son contra la autoridad y
tienen varios aspectos en común: 1) son luchas transversales, porque no están limita
das a una sociedad particular, sino que tienen un carácter universal, sin ser homogé
neas, porque en ciertos lugares se desarrollan más fácilmente que en otros; 2) son
luchas inmediatas. No se busca al enemigo principal, sino al inmediato, se podrían
ver como luchas anárquicas; 3) son luchas que cuestionan el estatus del individuo
porque van contra el gobierno (entendido como guía) de la individualización (Foucault,
1988).
10 Al menos en una de sus perspectivas. El planteamiento de roles de género no contempla
el "poder” como elemento analítico, porque no existe como premisa la asimetría, sino las
diferencias y como consecuencia las complementariedades.
" La producción empírica sobre el género ha sido amplia. Se ha incursionado tanto en
temáticas como en campos disciplinares múltiples. Una muestra de ello es lo que
Conway et al. (1997) han clasificado en los siguientes rubros como producción en
ciencias sociales: 1) la política que trata la cuestión de la cultura política de inclu
sión-exclusión; las mujeres como grupo sin derechos; la igualdad; 2) la antropología
que discute las relaciones hombres/mujeres; la relatividad cultural; los rituales de
paso; 3) la psicología ha aportado diversos aspectos de la conformación de la identi
dad sexual desde distintas escuelas psicológicas; 4) la economía, sobre las diferen
cias salariales; la producción y uso de tecnología; las dinámicas de los mercados de
trabajos; 5) la ciencia, que discute fundamentos epistemológicos; 6) el simbolismo
religioso. En el campo de las ciencias de la salud se ha privilegiado; 1) la salud
reproductiva (Vlll-SIDA; enfermedades de transmisión sexual, la anticoncepción, eu
genesia, aborto, etcétera); 2) la educación para la salud; 3) la epidemiología de enfer
medades crónicas; 4) los sistemas de servicios de salud, entre otros (Gómez, 1993;
Pérez Gil, 1995; Feminist Perspectives on Technology, Work -(■ Ecology, Conference
Proceedings, 1994).
¿Y ESO DE LA MASCULINIDAD?: APUNTES PARA UNA DISCUSIÓN 39
'2 Hearn y Collinson señalan cómo los autores clásicos en ciencias sociales asumen en
sus textos la referencia a los hombres sin aludir a ellos explícitamente, porque las
mujeres ni siquiera son consideradas como agentes sociales. Esta confusión es toda
vía mayor en determinadas lenguas en que el término “género" es polisémico, como en
el castellano.
40 DfRATES SOBRE MASCULINIDADES
Perlongher (1999) muestra la diversidad del mundo gay en Sao Paulo. La prostitución
masculina tiene connotaciones muy heterogéneas que para un observador externo es
difícil distinguir y, por tanto, no logra identificar las variantes de las prácticas que en
primera instancia se denominarían como “gay". Sólo en la medida de una inmersión
en la actividad cotidiana es posible no sólo conocer sino exponer la variedad de
matices y apreciaciones sobre la cultura de la expresión homosexual en Sao Paulo.
Núñez muestra el proceso por el que ha pasado la expresión erótica entre varones
en una sociedad norteña de México. La coptación de los espacios socioculturales por
una visión heterosexual y homófoba que reprueba y reprime cualquier opción sexual
alterna a la hegemónica.
fi ESO DE LA MASCLJLINIDAD?: APUNTES PARA UNA DISCUSIÓN 41
La hegemonía
hace necesaria una discusión mayor que precise el uso del concepto “he
gemonía” aplicado a la masculinidad. Tercero, la hegemonía es subordina
ción de todo un gradiente opuesto al polo denominado como masculinidad
hegemónica, empezando por las mujeres, seguido de los niños, los homo
sexuales y los que no llegan a representar a cabalidad la masculinidad
hegemónica, pero que gozan de ciertos beneficios de la misma. Cuarto,
una permanente acción desde la posición hegemónica de cuestionar todo
lo que no reúna los criterios de lo aceptado como hegemónico. Quinto, la
hegemonía es relacional y, por tanto, dinámica, en permanente reconfigu
ración, negociable en tanto persuasiva. Sexto, impone una distribución
sexuada de tareas sociales (trabajos para hombres, para mujeres y para
ambos) y emplea recursos ideológicos para asegurarse de que sea de una
forma y no de otra.
Desde esta acepción (hegemónica) de masculinidad es difícil estable
cer un criterio sobre lo que es masculino, ya que, dependiendo del contex
to, se enfatizarán atributos particulares (Cornwall y Lindisfarne, 1994).
Goffman, al discutir el problema social del estigma, plantea como un ejem
plo la idea de lo que puede ser considerado como un “hombre” en la socie
dad estadounidense.
Esta idea de la masculinidad deja claro que existe una otredad mascu
lina, que se constituye en “mayoría”, puesto que sólo algunos pueden cum
plir con todos los criterios enumerados. Para la inmensa mayoría significa
sólo un anhelo prácticamente imposible de alcanzar. Lo hegemónico no
implica, entonces, que se viva como el prototipo de masculinidad, sino que
se tienda a vivir como tal, se aparente esa manera de vida, tornándose así
en cómplice, lo cual permite gozar del privilegio sin necesariamente “ser lo
hegemónico”, pero sí representarlo.
En otro contexto diferente, entre los baruya, en Nueva Guinea, el
proceso de masculinización de los varones es lento y prolongado, doloro
so y complejo. Demanda desarrollo de destrezas físicas, adquisición de
;Y ESO DE LA MASCULINIÍMD?: AI’ l.iNTES TARA l^NA DISCUSIÓN 43
Esta descripción minuciosa que hace Godelier de la sociedad baruya muestra con toda
claridad la importancia de los contextos socioculturales, sin los cuales los elementos
simbólicos carecen de sentido. La papa, que es un tubérculo de la dieta cotidiana de
esta sociedad, es significada de formas múltiples. Sólo quien ha comido ese tipo de papa
y tiene registrado en su memoria su sabor, textura, color, aroma, forma, uso, proceso de
preparación, ritos asociados al consumo, etcétera, tiene el contexto que permite darle
una interpretación acorde. No es posible disociar el universo simbólico del contexto del
cual se desprende, el que dio lugar a dichas interpretaciones.
' Tengo muy presente muchas actitudes y conductas de uno de mis hijos (de 9 años), que
me causaban incomodidad, no sé si angustia. De repente, jugando, corría moviendo sus
brazos de una forma suave. En cierta ocasión, al principio, cuando noté lo que hacía, le
llamé la atención diciéndole que no jugara así, aunque siguió jugando de la misma for
ma, No le llegué a explicar en esa ocasión el porqué no debía hacerlo. Después, en los
44 D fBATFS SOBRF MASCULiNIDADES
días siguientes ha continuado haciendo ese juego y otros más. A partir de mi llamada de
atención, he reflexionado sobre mi actitud misógina y homófoba. Me explico: cuando lo
veía mover sus brazos y correr, sentía que si lo veían otras personas, particularmente sus
compañeros de juego y de escuela, se iban a burlar de él y finalmente lo tacharían de
afeminado. Esto traía como consecuencia que me cuestionara mi papel de buen padre.
Traté de entender por qué él jugaba y juega así, y qué es lo que lo lleva a mover los
brazos de esa forma. No sé si es el movimiento, el viento, la flexibilidad que experimen
ta, no lo sé. De lo que me he percatado es de su extraordinaria sensibilidad y sensuali
dad. Me he dado cuenta de que se da la libertad de usary jugar con aquello que lo atrae,
por ejemplo, de repente con un juego de té (¿“para niñas”?), que se esperaría que no le
gustara. A una estufa, a una cocina, les da usos insospechados. Vive en un mundo lúdico
donde usa lo que considera útil para su actividad recreativa. No obstante, hay otros
ámbitos donde marca con toda claridad su identidad varonil y establece la diferencia
con sus compañeras, con sus amigas.
También puede ocurrir que la demarcación impuesta sea cuestionada, entonces puede
reprimirse la resistencia o eventualmente dar lugar a un replanteamiento del límite en
cuestión. Estos eventos no se presentan como hechos aislados, sino que forman parte
de un conjunto de prácticas que se refuerzan una a la otra en forma multidireccional.
Pensemos por un momento en las diferencias que se presentan entre hombres y mujeres
respecto a la forma de sentarse y agacharse a recoger algo que está en el suelo; cómo se
da desde la niñez hasta alcanzar la madurez. El movimiento y posición del cuerpo, que
es un elemento psicomotriz, se educa y se conduce bajo ciertos criterios normados,
consensuados sncialmente.
¿Y ESO DE LA MASCULINIDAD?: APUNTES PARA UNA DISCUSIÓN 45
Mientras que existen sociedades donde estos momentos son claramente establecidos, por
ejemplo, la separación del hijo del cuidado materno (Gilmore, 1994; Godelier, 1986), en
otras es un proceso menos claro y quizá más confuso, e incluso quizá debatible, cuestio
nado a través de ciertas prácticas, que parecenan transformar de fondo las relaciones
sociales de género y desde luego la masculinidad.
46 D ebates sobre mascijünidades
Cuando Connell hace esta form ulación, piensa en los países centrales. De ahí que
son muy significativas las instituciones de violencia (militares, prisiones y policía); los
trabajadores de los grandes complejos industriales (petróleo, acero); la burocracia de
los Estados socialistas (el libro lo escribió antes de la caída del M uro de Berlín); y la
clase trabajadora que desarrolla una fuerza física paralela a la maquinaria industrial que
utiliza.
El trabajo de Núñez (1999), para el caso mexicano, se inscribe dentro de la propuesta
de la sexiialidarl como una próclica social.
48 D ebates sobre masculinidades
como hostiles. En las relaciones que podrían catalogarse como más cerca
nas, tanto en las de pareja como en las relaciones dentro de la familia,
están presentes estas formas ambiguas de relación.
Estas formas estructurales de relación social son, para Connell, las
que van configurando las masculinidades que, desde luego, dan lugar a la
diversidad. Por ejemplo, las relaciones de producción es todavía un aspec
to debatido por las feministas y por los estudios de género; esto no resulta
extraño, si se piensa que uno de los elementos que caracterizan la identi
dad masculina, hablando en términos generales, es la figura de “provee
dor”, derivado de su participación en el trabajo. El proceso que ha vivido la
economía mundial y, en particular, la latinoamericana (con sus efectos en
periodos de auge y de recesión), ha evidenciado la falta de seguridad en el
trabajo, la pérdida del empleo o el subempleo como elementos que contri
buyen a cuestionar la identidad masculina,^^ especialmente en sectores
populares (Katzman, 1991). Al parecer, las especulaciones sobre las modi
ficaciones en las identidades masculinas en contextos de desempleo y mar-
ginación muestran que los recursos identitarios no dependen en exclusiva
del hecho de ser proveedor de la familia, si bien esta característica tiene
un peso significativo importante. Por ejemplo, los hombres jóvenes de San
tiago de Chile recurren a sus redes sociales de apoyo, buscan alternativas
a los empleos fijos y de largo plazo, negocian con la pareja el empleo de
esta última, etcétera (Olavarría et al, 1998).
El cuidado infantil que, incluso se especuló, fuera el fundamento de
la división sexual del trabajo, tiene relación con los estudios de paterni
dad. Gutmann (1996, 1998) encuentra que la percepción del cuidado in
fantil por parte de los hombres en la ciudad de México es muy variable. En
hombres de sectores populares puede resultar muy normal, parte de la
vida cotidiana de un hombre; mientras para otros es resultado de una ne
gociación explícita con la pareja, el denominado “Kramer” para los secto
res medios. Pero para un sector alto, es impensable, porque de ello no son
responsables ni la madre ni el padre, sino personal de servicio. Esto mues
tra una gran variedad en la configuración de las identidades masculinas en
relación con el cuidado infantil. Alatorre (1999), en un estudio sobre pa-
En el caso de los que han sido designados para ocupar las posiciones domi
nantes, también es indispensable la mediación de los habitus, que disponen
al heredero a aceptar su herencia (de hombre, hijo mayor o noble), es decir,
su destino social. Contrariamente a la ilusión del sentido común, las disposi
ciones que llevan a reivindicar o a ejercer tal o cual forma de dominio, como
la libido dominandi masculina en una sociedad falocéntrica, no son algo que
se da por sentado, sino que deben ser construidas mediante un arduo trabajo
El concepto de dominación fue discutido ampliamente por Weber ( 1992) como una
forma acotada de la categoría “poder”. La dominación opera con racionalidades; de acuer
do con Weber, un tipo de dominación se estructura de acuerdo con fines y otra con
arreglo a valores. Estas no son excluyentes, y sería algo muy extraordinario que presen
taran una expresión pura. El elemento valorativo, que es en sí mismo subjetivo, es reco
nocido por Weber, pero no desarrollado. En cambio, Bourdieu toma el elemento subje
tivo como uno de los elementos centrales para entender la dominación.
¿Y ESO DE lA MA5CULINIDAD?: APUNTES PARA U’NA DISCUSIÓN 51
27 Desde luego que otras perspectivas se contraponen a este planteamiento, por ejemplo,
la perspectiva mitopoética de la masculinidad, se sustenta en otras premisas teóricas,
recurren a los arquetipos jungeanos que definirían desde un lugar del inconsciente co
lectivo lo que se considera masculino como un carácter universal. En tal sentido, puede
consultarse a Moore y (ullettc (199.?) y Thompson (1993).
¿Y ESO o : LA MASCUIINIDAD?: APUNTES PARA UNA DISCUSIÓN 53
¿Y ENTONCES?
B ib l io g r a f ía
Victor Seidler
N o m b r a r
¿Pueden cambiar los hombres? ¿Por qué les ha costado tanto tiempo res
ponder a los cuestionamientos que el feminismo ha planteado respecto de
relaciones más equitativas y amorosas? El feminismo tradicionalmente exi
gió igualdad de derechos, igualdad de oportunidades al competir por ca
rreras, empleos y profesiones; además de igualdad de representación en la
esfera política, de la cual las mujeres se encontraban excluidas. No se
trataba de cuestionar los términos masculinistas de la esfera pública que
se presentaron dentro de la modernidad, definida como el reino de la ra
zón y que sólo la misma masculinidad dominante podía dar por sentado.
Las mujeres se encontraron en una posición en la que siempre debían
probar que eran racionales, pues se consideraba que su destino estaba
cerca de lo natural y se encontraban mucho más influenciadas por sus
emociones, sentimientos y deseos. El feminismo liberal afirmó que las
mujeres poseían la misma racionalidad que los hombres y, por lo tanto,
debía permitírseles competir en las mismas condiciones.
Sin embargo, con el feminismo de los años sesenta, en el mundo de
habla inglesa se dio una aseveración central, según la cual “lo personal era
político”; con ello se quería decir que el poder debía reconocerse dentro de
la esfera personal de las relaciones íntimas, pero también dentro de la
esfera pública de la política. Ya no se podía pensar que la esfera pública era
el espacio de la razón y el poder, mientras que la esfera privada era un
espacio exclusivo para el amor, las emociones y la intimidad. Con ello
resultó que si las mujeres iban a tener la libertad de competir para obtener
empleos y seguir sus profesiones, entonces los hombres debían reconside
rar los términos masculinistas que se daban por sentado y que incluían
hasta las formas mismas, según las cuales se organizaban tradicionalmen
te los lugares de trabajo. Las mujeres querían la posibilidad de competir
bajo sus propios términos y no verse obligadas a negar las responsabilida
des relacionadas con el cuidado infantil y el trabajo doméstico, responsa
bilidades que seguían siendo suyas.
|'.7I
58 DtBAlLS SUBKt MASCULINlUAÜtS
PO D ER
literalmente “con el/la bebé en brazos” cuando siempre habían vivido rela
ciones de género más equitativas, según las cuales ambas partes trabajaban
y eran responsables del cuidado del espacio doméstico. De alguna forma,
la igualdad estructurada con base en el género, que parecía funcionar muy
bien cuando ambos trabajaban, no podía incluir a los hijos/as. Muchas ve
ces la solución era contratar a mujeres más pobres que cuidaran a los/as
hijos/as y, así, pasar a alguien más la carga de trabajo; en general, las ma
dres no se sintieron bien con esta solución. Los primeros meses se con
vierten así en periodos de sobrevivencia durante los cuales las parejas no
pueden enfrentarse a los nuevos problemas que surgen; dieciséis meses
después, cuando las cosas relacionadas con el cuidado del/la bebé son
más fáciles, el resultado es el divorcio.
Al intensificarse el trabajo, es difícil que los padres y las madres ten
gan el tiempo que sus hijos/as quisieran para estar con ellos/as. Algunas
veces, las mujeres se sienten tan aliviadas como los hombres cuando se
van a trabajar y pueden escapar de las infinitas exigencias y el caos emo
cional de la vida íntima. Podemos decir que en el mundo de habla inglesa
la presión sobre las mujeres para ajustarse a una identidad de género
neutral es considerable; en realidad, lo que esto significa es ajustarse a
los términos masculinistas. Una vez que se les había aceptado en el lugar
de trabajo, se esperaba que “aguantaran la presión como los demás”. In
vestigaciones recientes muestran cómo algunas mujeres que trabajan se
sienten agraviadas frente a mujeres con hijos/as, ya que piensan que “aban
donaron” la nave y exigieron demandas especiales que no debían haber
pedido.
L a / s d if e r e n c ia / s
L a s t e c n o l o g ía s
Access,^ escribió: “si un niño o una niña crece rodeado/a de juegos de video
y computadoras y se acostumbra a que se le premie instantáneamente,
¿deberíamos sorprendemos de que su capacidad de concentración sea poca?
Si aceleramos el ritmo, el resultado será que aumentaremos la impacien
cia de una generación" {The Guardian, 26 de mayo de 2001, p. 22). Rifkin
se pregunta si este tipo de cultura hiperacelerada no nos está volviendo a
todos/as menos pacientes y si estos nuevos patrones de estrés, relaciona
dos con la “furia en el camino” o la “violencia doméstica”, no muestran la
forma en la cual más personas viven su tensión como explosiones de
violencia.
Rifkin plantea una cuestión muy significativa cuando dice que “si esta
revolución de la nueva tecnología únicamente se relaciona con la veloci
dad y la hipereficiencia, entonces podríamos estar perdiendo algo mucho
más valioso que el tiempo; nuestro sentido de lo que significa ser alguien
que se preocupa por los demás” (p. 22). Esto se da tanto en el caso de los
hombres como en el de las mujeres, y de diferentes formas, al ayudar a
plantearnos las maneras en las cuales nos culpamos de no ser capaces de
“mantenernos al nivel” de los nuevos patrones; por ejemplo, cuando inten
tamos reducir la cantidad de sueño que necesitamos. Sin embargo, en
lugar de juzgarnos según estos nuevos estándares, debemos reconocer que
lo único importante no es la manera en que integramos nuestras vidas a la
revolución de las nuevas tecnologías, ni cómo nos ajustamos a la globaliza-
ción que los políticos normalmente califican como inevitable cuando re
chazan cuestionar los intereses del poder corporativo en una economía
globalizada. Necesitamos planteamos preguntas más profundas sobre cómo
creamos una visión social que utilice las tecnologías sin permitir que éstas
se apoderen de nuestras vidas.
A menudo, sólo cuando los hombres enferman se detienen a pensar
sobre cuestiones tan importantes como éstas. Normalmente se enojarán
con el cuerpo que los ha defraudado al enfermarse. Muchas veces, las
presiones relacionadas con el intento de sostener las masculinidades tra
dicionales son responsables de que los hombres enfermen, ya que para
ellos es difícil escuchar a sus propios cuerpos, considerados por la moder
nidad como máquinas que se pueden utilizar. Para muchos hombres es
difícil encontrar apoyo cuando están enfermos, por ejemplo, de cáncer de
próstata. Prefieren no hablar del asunto y esperan que si el cáncer surgió
de la nada, entonces también desaparezca fácilmente. Se niegan a reflexio-
2Jeremy Rifkin, The Age o f Access: The N ew o f Hypercapitalism, Where A ll o f Life isaP aid
for Experience, Niieva York, J. P. larcher & Putman, 2000.
T ransfo rm ar las m a s o u l in iu a u l s 65
Una v is ió n in t r o d u c t o r ia (c o n e s t a d ís t ic a s ) '
diez horas diarias a sus labores, ninguna mujer lo hacía menos de doce
horas, y buen número de ellas alcanzaba hasta quince. Los señores busca
ban ajustar sus cálculos y formulaban explicaciones y justificaciones. Cuan
do se dieron cuenta de que el mismo problema se había presentado en
todos los grupos y lo discutieron ante todos y todas, entre enojos y bromas
acabaron por aceptar que acarrear varias veces al día dos baldes con quin
ce litros de agua cada uno a una distancia de varios kilómetros requiere, al
menos, tanto esfuerzo físico como trabajar con el arado; los más lúcidos
concluyeron que algo tenían que hacer para transformar la situación. Pero,
no obstante las desavenencias conyugales que la investigación produjo y
los compromisos por el cambio negociados al final del taller, en aquella
comunidad todo seguía más o menos igual cuando el PNUD publicó su
informe previo a la Conferencia de Pekín.
Para este informe, se examinó una muestra del uso del tiempo en ca
torce países industrializados, nueve países en desarrollo y ocho de Europa
del este, elegidos por la disponibilidad y la confiabilidad de la información.
El tiempo se midió en promedios semanales y mensuales de las horas y
minutos diarios, y se dividió, por un lado, en el dedicado a las llamadas
actividades no económicas y económicas productivas, y por otra, en el
dedicado a las actividades productivas destinadas al mercado (que se com
putan en el Sistema de Cuentas Nacionales, SCN, de la O N U ).
Sin entrar en todos los detalles,^ resumo algunas de las conclusiones
pertinentes para este trabajo;
fl) En los países en desarrollo, las mujeres realizan 53 por ciento del
tiempo total dedicado a todas las actividades económicas, y los hom
bres 47 por ciento.
b) De ese tiempo económico femenino, sólo 34 por ciento se registra
en el SCN, mientras que del correspondiente masculino se registra 7 6
por ciento (66 por ciento del trabajo de las mujeres y 24 por ciento
del masculino son invisibles).^
c) En los países industrializados, el tiempo total dedicado por las mu
jeres a las actividades económicas alcanza 51 por ciento, y por los
a} En las zonas urbanas de los países en desarrollo, por cada 100 ho
ras de trabajo masculino, las mujeres trabajan: en Kenya 103; en
Nepal 105; en Venezuela 106; en Indonesia 109 y en Colombia
112.
h) En las zonas rurales, los tiempos de trabajo registrados por cada
100 horas de trabajo masculino son en Bangladesh 110; en Guate
mala y en Nepal 118, en Filipinas 121 y en Kenya 135.
c) La distribución del tiempo de trabajo femenino se registró así en
los países industrializados: en Finlandia 105, en Estados Unidos
106, en Noruega 108, en los Países Bajos 109, en Francia 111 y en
Italia 123.
Por otra parte, el mismo informe del PNUD^ permite ver que en la
conducción del mundo los hombres ocupan 94 por ciento de los puestos
ministeriales, 90 por ciento de los escaños parlamentarios y 86 por ciento
de los puestos administrativos y ejecutivos. Además, 62 por ciento de la
llamada población activa la integran los hombres, quienes abarcan 54 por
ciento de la matrícula escolar en sus tres niveles.**
Hasta aquí este panorama cuantitativo que sustenta la definición del
tiempo masculino como tiempo patriarcal.
^Pp. 55 y 68-70.
®Estos porcentajes difundidos en 1995 se toman aquí como indicativos aún válidos. Hay
variaciones en los promedios anuales. En el informe 2000 — con datos de 1998— (Méxi
co, Mundi Prensa), se constata que mientras las tasas brutas de la matricula masculi
na tienden a igualarse y en algunos países a disminuir en relación con la femenina, y
que aunque la tasa de alfabetización de adultos tiende a equilibrarse — aunque en
varios países más hombres están alfabetizados y en ningún país sucede lo contrario— ,
el porcentaje mínimo de escaños parlamentarios ocupados por hombres es menor de
65 por ciento, que en la mayoría de los países con fuerte presencia femenina rebasa 75
por ciento, en la mayoría se ubica alrededor del 80 por ciento y en un buen número
está por encima del 90 por ciento. En 2001 — con datos de 1999— (México, Mundi
Prensa) se vuelven a hallar tasas de alfabetización masculina mayores que las femeni
nas, y las de matrícula femenina combinada ligeramente superiores; pero los porcen
tajes de escaños parlamentarios y puestos ejectitivos son prácticamente idénticos.
70 D:UATns SORRC MASCULINIDADrS
T ie m p o d e p a t r ia r c a d o ’
El t ie m p o e n m a s c u l in o
las decisiones sobre las vidas propias y ajenas, las instituciones y su mane
jo, la comunicación con las deidades y la conducción de los rituales en que
se crean y recrean comunidades e identidades; la definición de ideales y
proyectos colectivos.
Como quiera que se distribuya en lo concreto el tiempo vital de cada
hombre, en el de todos se halla la perspectiva de las puertas abiertas a la
posesión de los recursos para la vida. Su tiempo es el de los padres-patriar-
cas, de los superiores, de los prestigiados, de quienes tienen al menos un
espacio de hegemonía, el de los triunfadores y exitosos, el de los ejecutores
que controlan y dominan; el de los protagonistas de sus propias vidas y de
la vida humana con H mayúscula.
Los hombres tienen movilidad en el tiempo y en el espacio; si viven
tiempos cíclicos, no son los de la reproducción, privados y domésticos,
sino los tiempos épicos y públicos determinados por las instituciones, por
los ciclos históricos y políticos, los del enfrentamiento y la configuración
del destino y los destinos; el tiempo de las mujeres es la espera de futuros
con características siempre inciertas,'^ mientras que los tiempos masculi
nos siempre tocan el presente, el tiempo vertiginoso en que viven los suje
tos de la historia.
La situación y el tiempo específicos de cada hombre conjugan su asig
nación genérica con las determinaciones de su edad, sus habilidades y sus
condiciones de clase, sus posesiones, los poderes que ejerce y padece en
la práctica; sus afiliaciones étnica, nacional, religiosa y política; los mo
mentos concretos de su época de vida y las relaciones realmente vividas
con otros hombres y con las mujeres. De esta compleja conjugación sur
gen las masculinidades y los tiempos vividos en el orden patriarcal.
Obviamente, no todos los hombres son plenamente dueños y señores
de su tiempo, de sus vidas, de sus mundos, del mundo. Todo depende de
cómo les haya rendido el tiempo al ocupar y alcanzar posiciones públicas
de dominio. Prácticamente todos tienen acceso al dominio en la dimen
sión doméstica y privada, aunque aun ahí a la mayoría le resulta muy difí-
su La vuelta al día en ochenta mundos, México, Siglo XXI, 1978, acerca de las caracterís
ticas masculinas de la lectura (que poseen quienes hacen de cada obra literaria un
mundo propio, autónomo del propuesto por el autor o la autora), y las femeninas (las del
“lector hembra” que sólo reproduce lo postulado en el texto). Me parece pertinente
recordar que Andrei Tarkovsky definió su arte como el de Esculpir el tiempo (libro de
1986, publicado en español en 1993 por la UNAM, México).
Véase mi contribución “La espera, el tiempo de los oprimidos”, presentada en el congre
so II tempo e il sacro, Florencia, 1986, publicado el año siguiente en la revista A ltes de
hoy 1: 27-40, México.
El Tir.MPO TN M A sn niN O 75
En M anhood in the M aking, David D. Gilmore presentó en 1990 (New Haven, Yale
University Press) las características requeridas a estas categorías en 80 culturas de todo
el mundo.
De mi trabajo citado en la nota 1, página 372.
' '* La producción de grandes hombres. Poder y dom inación m asculina entre los banya de N u e
va G uinea, Madrid. Akal, 1986 (el original francés se publicó en París, Fayard, 1982).
76 DriiATÍ S SOBRr MASCUI INIDAnCS
T i e m p o d e e n a j e n a c i ó n ^'
Ihidem, p. 8.
2* Véase el término enajenación en el capítulo “Nociones y definiciones básicas de la pers
pectiva de género”, en La perspectiva de género. G uía para diseñar, poner en marcha, dar
seguimiento y evaluar proyectos de investigación y acciones públicas y civiles, que coordiné
asesorado por Marcela Lagarde y con la colaboración de Bernardo Lagarde, México,
Conapo/Comisión Nacional de la Mujer, 2()()().
El tiem po :n m a s c u l in o 77
22 Como las que ha enumerado Harry Christian en The M aking o f Antisexist M en, Lon
dres, Routledge, 1994, p. 12, y que, como ahora, he parafraseado de diversas maneras,
por ejemplo, en "Metodología de género en los estudios de hombres, de masculinidad o
de masculinidades". La ventana, 10, Universidad de Guadalajara, agosto de 1999, "El
feminismo y los hombres”, Revista de la Universidad de México, mayo de 2000, y en "¿Y
los hombres qué?", Meridiam, 21 y 22, Sevilla, 2001.
El t ie m p o en m a s c u l in o 79
T ie m p o d e a l t e r n a t iv a s y d e t r a n s f o r m a c i ó n ^^
Poulain publicó tres obras (en 1673, 1674y 1675)’’ que se enmarcaron
en la llamada querelle desfemmes, en que intervinieron, entre otros, Perrault
y Molière. Poulain, cartesiano militante, a diferencia de su maestro y en el
contexto de “la lucha contra el prejuicio y [por] la articulación del nuevo
método de conocimiento para la fundamentación de la ciencia” se propu
so “llevar la racionalidad en la ‘configuración de las relaciones vitales’ nada
menos que a la relación entre los sexos, ámbito por excelencia de la irra
cionalidad y la obstinación ancestral del prejuicio”.^^
El título del segundo de sus libros indica, como lo señala Celia Amorós,
el propósito de derivar hacia los derechos de las mujeres, las implicaciones
de la crítica cartesiana del prejuicio, la tradición y el argumento de autori
dad, así como del dualismo mente-cuerpo. Esta obra se dirige a las muje
res, “aunque (sus consejos, dice Poulain) no sean menos útiles para los
hombres por la misma razón de que las obras dirigidas a los hombres sir
ven igualmente para las mujeres...” En las Conversaciones de 1674, Poulain
expone su ideario en las palabras de dos mujeres, Sofía, quien lleva “el
nombre de la sabiduría misma”, y Eulalia, “que habla bien” y de dos hom
bres, Timandro, “hombre honesto que se rinde a la razón y al buen senti
do”, y Estasímaco, “pacífico [...], enemigo de las controversias (y) de la
pedantería”. Para él, siempre conforme a lo dicho por Celia y Ana Amorós,
la relación orgánica entre igualdad y libertad incluye a las mujeres en los
discursos filosófico y político, hasta entonces exclusividad masculina, y se
anticipa en más de un siglo a Condorcet (Sobre la admisión de las mujeres
al derecho a la ciudadanía) y a Olympe de Goujes, quienes, en 1790 y
1791, respectivamente, plantearon la igualdad en la educación y la exten
sión de los derechos del hombre y del ciudadano a las mujeres.
La primera es Discours physique et morale de ¡’é galité de deux sexes, où l'on voit l'importance
de se défaire des préjugés (Discurso físico y moral de la igualdad de los sexos, e n el que se
advierte la im portancia de deshacerse de los prejuicios, reeditada en 1984 en Paris, Fayard,
cuya traducción al español está en proceso de edición en el CEIICH-UNAM); la segunda
se intitula D e l ’éducation des dames p our la conduite de l ’esprit dans les sciences et dans les
moeurs. E ntretiens. (D e la educación de las m ujeres para dirigir el espíritu en las ciencias
y en las costum bres. Conversaciones, traducción y notas de Ana Amorós, con un estudio
introductorio de Celia Amorós , Madrid, Cátedra, 1993), y la tercera. D e l ’excellence des
hom m es contre l ’é galité des sexes (D e la excelencia de los hombres contra la igualdad de los
sexos, de la que hay un ejemplar en la Biblioteca del Congreso en Washington).
Esta cita y las siguientes provienen de la presentación y anotaciones de Celia y Ana
Amorós en la edición castellana del segundo libro mencionado. En mi artículo “Algunos
hombres de E l segundo sexo", en E l siglo de las m ujeres, Ana Mana Portugal y Carmen
Torres (eds.), Santiago de Chile, Isis Internacional, 1999, resumí las tesis expuestas por
ambos filósofos.
82 D ebates sobre m a s q j l in id a d e s
Agrega Poulain:
que de aquellos que han abrazado por el motivo de las razones que les han
parecido las más convenientes y las m ás fuertes”. D e modo que, “com o se
juzga que los hombres no hacen nada más que por la razón, la mayoría no
puede imaginarse que no ha sido consultada para introducir unas prácticas
[...] implantadas con tal universalidad que se imagina que son la razón y la
prudencia las que las han creado.
Así pues, en sus obras, Poulain trata “no ya de demostrar more deduc
tivo la igualdad entre los sexos como idea verdadera, sino de potenciarla
como sentimiento moral con virtualidades en orden a la transformación de
las costumbres.”
En sus términos, las mujeres están tan convencidas de su desigualdad
e incapacidad que hacen virtud no sólo de soportar la dependencia, sino
de creer que está fundada en la diferencia que la naturaleza ha establecido
entre ellas y los hombres. Poulain adelantó así una cuestión fundamental
para El segundo sexo,^^ y planteó que la diferencia no es fundamento de la
desigualdad. Ambas concepciones resultan imprescindibles en el recono
cimiento de las mujeres como sujetas y para su construcción como tales. Y
en la toma de posición tanto como en la espontaneidad de las actitudes de
los hombres en su relación entre ellos y con las mujeres. Vale decir, en el
proceso masculino de desenajenación, transformación del tiempo y parti
cipación real en la edificación de la equidad y la libertad.
La visión de Poulain acerca de los orígenes de la desigualdad y de lo
que es posible designar como la especificidad masculina del tiempo, se
resume así:
En la primera edad del m undo [...] todos [los seres humanos] eran iguales,
justos y sinceros y solam ente tenían por regla y por ley el buen sentido. Su
moderación y su sobriedad eran la causa de su justicia [ ...] Pero a partir del
m om ento en que a algunos hombres, abusando de sus fuerzas y de su ocio, se
les ocurrió querer som eter a los dem ás, la edad de oro y de libertad se trocó
2** Simone de Beauvoir la subraya cuando, en los epígrafes del tomo 2, contrapone a Kier
kegaard, uno de los iniciadores del existencialismo, con Sartre, el existencialista más cer
cano a la autora. Dice el primero: “¡Qué desgracia ser mujer! Y cuando se es mujer, sin
embargo, en el fondo la peor desgracia es no comprender que es una desgracia”, y respon
de el segundo: “Semivíctimas, semicómplices, como todo el mundo”. Él sabía bien de lo
que hablaba y es muy probable que relacionara ese aforismo con la forma en que compar
tió su vida y su obra con Simone de Beauvoir; ella, tras su legendaria derrota intelectual de
1929 en el jardín parisino del Luxemburgo, resolvió que sólo podría ser primera, después
de Sartre. De invaluable valor también a osle respecto es la obra de Toril Moi, Simone de
Heauvnir. The Making o f an Inlelleclual Woman, Oxfortl, Basil Blackwell, 1994.
84 D lbatls sobrc mascu linidadc s
Salvo las dos obras que se indican, todas las ha editado Routledge, en Londres, 1989:
Rediscovering M asculinity y Reason, Language an Sexuality; 1991 : Recreating Sexual Poli
tics, M en, Feminism and Politics, The Moral Lim its o f Modernity, Londres; Macmillan,
The Achilles'H eel Reader.— M en, Sexual Politics and Socialism, 1992: M en, Sex and
Relationship, 1994: Unreasonable M en: M asculinity and Social Theory (traducción al
español en México, UNAM, 2000, 1995: Recovering the Self-Morality and Social Theory,
1997: M an Enough. Embodying M asculinities, Londres, Sage.
1987. Beyond Patriarchy, Oxford, Toronto; 1989: Fiombres poder y cambio, Santo Domin
go, CIPAF, 1993: Cracking the Armor. Power ~ and the Lives o f M en, Toronto, Viking.
1987. Changing Men, Newsbury Park, Sage, 1991: Mens Lives; Londres, Macmillan, 1992:
Against the Tide. Pro-Feminist M en in the United States, 1776-1990. Documentary History
(con T. Mosmiller), Boston, Beacon.
1987: Gender and Power 1996; M asculinities, ambas en Cambridge, Polity.
1988: Le viol m asculin, Paris, Harmattan, 1991; Les hommes vilents, París, Coté femmes,
1993: Les hommes à la conquête domwatique (con J. P. Filiod), Le Jour, Paris-Montreal;
1998: Violence et m asculinité (con D. Jackson), Scrupules, Montpellier.
El TIFMPn FN MASrUÜNO 85
E p íl o g o s o b r e e l t ie m p o a c a d é m ic o
34 Fue éste un judío holandés particularmente osado, entre cuyas aportaciones origina
les está la de haber sido el primer artista plástico que se autorretrató, con una expresión
cercana a la picardía, acompañado de su esposa. Aunque no concuerdo con ninguna
de sus apreciaciones morales, debo mucho a la lectura de A d s u m m u m caeli. Univer
sidad de Salamanca, 1986, libro en el que Luis Cortés Vázquez describe la escalera e
interpreta lo que considera su “programa humanístico” .
Carlos Payán diría que asesinó al eros laboral necesario para la creación y los placeres
que proporciona.
86 D fBATES sobre MASCUIINIDADFS
Femando Seffner
P r e s e n t a c ió n
El presente texto busca construir una reflexión sobre la cuestión del ejer
cicio del poder, articulando tres categorías relacionadas: estigma, discri
minación y violencia, tomada esta última como una modalidad específica
de violencia estructural, y considerada la categoría más importante del
análisis, desde el campo del género y la masculinidad. Además, se presta
especial atención a la construcción identitaria de una determinada forma
de sexualidad masculina, la bisexualidad. En algunos espacios del texto se
relatan situaciones de estigma, discriminación y violencia que se vinculan
con la epidemia del sida, hecho que se denomina vulnerabilidad social al
sida. Además de buscar una comprensión, aunque parcial, de la compleja
articulación entre estas categorías y niveles, presentamos un instrumento
que nos permitió entrar en contacto con hombres bisexuales, la Red Bis-
Brasil, fruto de un proyecto de investigación e intervención financiado por
la Fundación MacArthur.
En resumen, haremos una breve exposición de la cuestión del ejerci
cio del poder, abordando relatos de vida de hombres bisexuales, los cuales
involucran a la sexualidad y la violencia, ambas como expresiones particu
lares del ejercicio del poder. No queremos entablar una discusión sobre el
poder desde el discurso filosófico ni desde la ciencia política, más bien
trabajaremos con lo que dicen estos aspectos respecto del ejercicio del
poder, tomando en cuenta la materialidad de sus manifestaciones.
Para desarrollar estos objetivos, el texto está estructurado en cuatro
partes interrelacionadas. En la primera, presentaremos y analizaremos una
serie de aspectos sobre la problemática del ejercicio del poder, privilegian
do el tema de la violencia estructural, especialmente en sus intersecciones
con el terreno de los derechos humanos, con la problemática de la vulne
rabilidad al sida, con los procesos de globalización y con las categorías
conceptuales de estigma y discriminación. En la segunda parte, abordare
mos el proceso de construcción de la Red Bis-Brasil, para hombres bi
sexuales en Brasil, éste es el principal producto de un proyecto de investi-
| M - ) |
90 D fbatfs sorrf m a s g il in id a d e s
El e j e r c ic io d e l p o d e r y l a c o n s t r u c c ió n d e IDENTIDADES:
V IO LE N C IA ESTRUCTURAL V S. ID E N T ID A D DE PROYECTO
M is com pañeros siem pre están hablando de mujeres, todo el tiem po. Y apro
vechan cualquier oportunidad para llamar a alguno de los jefes “m aricón”,
jo to ’, ‘de la m ano caída’, refiriéndose al h ech o de que los jefes balancean las
hojas de requisición en la m ano y nos llam an para atender a los clien tes. Lo
peor de todo es que todo el día cu en tan alguna anécdota de la vida privada de
algún jefe, no sé cóm o se enteran, siem pre son cosas relacionadas con sexo y
m ujeres, y tam bién casos de sexo entre un jefe y algún otro em pleado, uno de
lim pieza o alguno de los de seguridad. Ya m e propusieron ser subjefe y m e dio
m iedo aceptar, dije que estaba estudiando, q ue no tenía tiem po de quedarme
m ás tarde en el taller, pero la verdad es q ue p en sé que alguien podría d esc u
brirme cuando salgo con otros. M ientras siga siendo un m ecánico igual que
ellos, m e quedo callado en m i rincón y no se m eten en mi vida. Si m e volviera
jefe, de seguro empezarían a hurgar en m i vida. Y la cosa se pondría fea.
que no necesito esconder algo muy importante sobre mi vida. Ése fue un
factor de atracción y también de preocupación de innumerables hombres
que se acercaron a la Red Bis-Brasil. Dispuestos a encontrar un lugar para
hablar sin tapujos sobre sus preferencias, temían que la red no fuera un
ambiente “confiable”, según nos revela esta carta de Mauro, de 35 años,
comerciante, residente de una ciudad de la región metropolitana de Porto
Alegre y soltero:
una cuestión fundam ental es que la pobreza está al m enos parcialm ente lim i
tada com o categoría unicausal de análisis de la vulnerabilidad al VIH sida. D e
acuerdo con la bibliografía sociológica y antropológica [ ...], en casi todas las
circunstancias la pobreza funciona en conjunto con otros factores sociales y
culturales en la articulación de formas variadas de vulnerabilidad al VIH sida.
El énfasis está en la interacción entre factores estructurales diversos; la si
nergia causada por su contacto [...] aborda la pobreza en relación con su
desplazam iento espacial, su poder asociado al género, la violencia y la discri
m inación sexuales, la desertificación urbana y la desintegración social oca
sionada por el tráfico de drogas, y así sucesivam ente. Las tendencias amplias
com o la pauperización, la fem inización o la interiorización son innegables,
pero su uso a veces sim plista puede enmascarar la complejidad social de los
procesos de vulnerabilidad (Parker y Camargo Jr., 2000: 9).
R e d B is -B r a s il ; m o d a l id a d de c o n s t r u c c ió n
D E P O D E R DE REPR ESENTA R
La R e d B i s -B r a s il f r e n t e a l a v io l e n c ia e s t r u c t u r a l
una regla, pero sin duda es una opinión que reúne a cerca de la mitad
del universo investigado. En determinado momento, pusimos a votación
entre los participantes de la red si deberíamos aceptar o no la presencia de
homosexuales como asociados. Se generó un debate intenso, con opinio
nes en contra y a favor. Después de un plebiscito, se impuso por una pe
queña diferencia la posición de que los homosexuales podrían participar
en la red. Sin embargo, hubo vigorosas manifestaciones de que, si bien se
admitiría a los homosexuales, se prefería a quienes no fueran afeminados.
Podemos pensar que son mínimas las diferencias entre bisexuales y homo
sexuales, pues ambos se encuentran en una situación de marginación frente
a la masculinidad hegemónica. Incluso podríamos pensar que entre estos
dos grupos debería existir alguna solidaridad, puesto que sus miembros en
frentan numerosas situaciones parecidas en cuanto a discriminación y
miedo a ser descubiertos.
Para los hombres bisexuales, esta pequeña diferencia parece consti
tuir un problema mayor que las grandes diferencias que pueden llegar a
existir entre ellos y los hombres exclusivamente heterosexuales. La aproxi
mación a la homosexualidad, especialmente en su faceta de hombre afe
minado, amanerado, es rechazada de manera tajante, lo cual se expresa de
manera muy clara en los anuncios, donde son frecuentes las referencias
del tipo “absténganse mariquitas afeminadas, vestidas, desviados amane
rados y otros que se sientan mujeres”. Esta “violencia de las mínimas dife
rencias” tiene varias raíces:
los anuncios de los periódicos y en nuestro propio boletín Frente & Verso,
encontramos que los hombres buscan compañeros afeminados, claramente
femeninos. Todo esto pone de manifiesto la complejidad de una construc
ción de identidad localizada en la frontera o en tránsito entre la visibilidad
y la invisibilidad, lo claro y lo oscuro, el lazo conyugal y el encuentro fortui
to, entre hombres y mujeres. Se vuelve una maniobra exigente mantener
una identidad en medio de tantos flujos y tránsitos, pues en medio de uno
de esos desplazamientos podemos “perder” algo; “no son las diferencias lo
que da origen a la violencia y al caos, sino su pérdida”. Sin embargo, preci
samente la amenaza de pérdida de las diferencias menores que constitu
yen o simbolizan la identidad es lo que desencadena la violencia para de
fenderlas. A final de cuentas, la violencia no es la única estrategia posible
para lo que podríamos llamar “administración” de las diferencias, que en
ocasiones persisten por siglos, como sucede con los ingleses y los escoce
ses, sin caer en la violencia” (Burke, 2000: 16).
No cabe duda de que los determinantes de raza y etnia son causantes
de situaciones de violencia estructural, lo cual se percibe en la siguiente
carta, donde también se mezclan cuestiones de pertenencia a un grupo
religioso. El informante es negro, de 31 años, vive con su familia en una
ciudad mediana en el interior de Río Grande do Sul, trabaja y estudia, y
convive de manera muy intensa en el medio religioso:
C om o saben, yo soy. Soy bisexual pero b ien definido. A ctivo sólo con las
m ujeres, y pasivo cien por cien to con los hom bres. Ahora no ten go m ucho
con tacto debido al co n cep to que se tien e en la región n oreste. E s m uy difícil
q u e las m ujeres a cep ten a un bisexual pasivo. Pongo tam bién otro problem a,
un detalle sexual, m ás com ú n en m ujeres. Soy sexualm en te h istérico, grito
m u ch o durante el acto sexual cu ando p o seo a una mujer o soy poseíd o por
otro hom bre. Pero si con sigo dism inuir [ ...] M e gustaría en ten d er m ás sobre
ese tipo de placer, a pesar de q ue no m e considero un d em en te, he pensado
en visitar a un sexólogo o psicólogo. A dem ás d e la tim idez, no ten go co n d icio
n es financieras para que m e atienda u n esp ecialista. Otra cosa, no consigo
abatir com p leta m en te el placer de realizarlo con un hom bre y con una mujer.
R equiero ten er la p resen cia d e los dos ju n tos al m ism o tiem po, sólo así m e
realizo p len am en te, p u es cuando estoy solo con una mujer, o con un hom bre,
m e sien to in satisfech o, in com pleto. Tam bién siento la n ecesid ad de ver a los
dos relacionán d ose, cosa que tam bién m e excita y m e h ace gritar com o h isté
rico. Espero una respuesta, requiero de su ayuda para en ten d er mejor todo
esto. U n abrazo para am bos.
C o n s id e r a c io n e s f in a l e s
B ib l io g r a f ía
]osé Olavanía^
H o m b r e s , id e n t id a d d e g é n e r o y m a s c u l in id a d / e s
' Este documento se ha elaborado en el contexto del proyecto no. 1010041 del Fondo de
Investigación Científica y Tecnológica del CONICy T. Para la redacción de este artículo
se ha utilizado parte del informe “Identidad/es masculina/s, violencia de género y cultu
ra de la paz. Antecedentes para el debate en América Latina”, realizado a petición de la
UNESCO.
2 Sociólogo, doctorando en Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires.
3 En el transcurso de la Reunión de Tepalehui, Morelos, debatimos ampliamente sobre el
concepto de masculinidad hegemónica, en la acepción que le ha dado Robert Connell
en M asculinities, y su utilización en algunas de las investigaciones recientes en la re
gión; fue un diálogo muy esclarecedor para todos/as los/as que participamos; merecería
un escrito especial.
II'
116 D uATtS SUUKL MASCULINIUAULS
de que tuvieron conciencia ellos mismos se han visto como hombres, nun
ca lo pusieron en duda; inicialmente como niños, luego como adolescen
tes y adultos. Perciben que el ser hombres, de la manera en la que han sido
socializados, es parte de su naturaleza. “Los hombres nacen así y así será
por siempre”. En general, no es una cuestión incierta o dudosa que les
cause problemas. Basta tener pene. Pero además de tenerlo (que es lo que
hace la diferencia corporal visible), .reconocen en ellos mismos una forma
de ser que es propia, que los distingue de las mujeres, y ése ya no es un
aspecto corporal, sino una forma de sentir, de comportarse, de hablar, que
los hace diferentes. Esto, al igual que el pene, sería también permanente.
Les tocó ser hombres, fue algo de la naturaleza, venía “de adentro”.
Las construcciones socioculturales en torno a la diferencia corporal,
que distinguen a “los” que tienen pene de “las” que no lo tienen, habrían
sido internalizadas como parte constitutiva de esa diferencia corporal. La
forma de “ser” varones les viene “de adentro”. En torno a los cuerpos cons
truyeron la diferencia y ésta pasó a ser parte de sus identidades de género.
Así adquirieron sentido las diferencias que posibilitan las inequidades, no
como recursos otorgados injustamente, sino como dones otorgados por la
naturaleza. Por tanto, haber nacido hombre fue un regalo, una gracia divi
na. No cualquiera nace hombre, hay que agradecérselo al Señor.
Esta forma de masculinidad sería, por tanto, inmutable, y su corpo
reidad determinaría la forma de ser de los hombres. En el campo de la
sexualidad, los varones que no son heterosexuales serían considerados no
plenamente “masculinos”, una “desviación biológica”, enfermos.
Este modelo de masculinidad invisibilizado y transformado en natura
leza, con sus atributos y mandatos sociales, posibilita, en gran medida, que
los hombres accedan a recursos de poder significativamente mayores
que las mujeres, y que ciertos hombres posean poder en proporciones ma
yores a otros. Con esta posibilidad, los varones serían impulsados a buscar
poder y a ejercerlo sobre las mujeres y sobre aquellos hombres que están
en posiciones jerárquicas menores, a quienes pueden dominar. Los lleva
ría a establecer relaciones de subordinación, no sólo de la mujer con res
pecto al hombre, sino también entre los propios varones, permitiendo la
existencia de masculinidades hegemónicas y subordinadas. No hay que
olvidar —o mejor dicho hay que tener siempre presente— que los hom
bres son herederos del patriarcado histórico, les permite gozar de su divi
dendo (Connell, 2000), lo cual le da legitimación y sentido al modelo refe
rente actual.
Existen, por lo menos, cinco ámbitos en los que los varones tienen
acceso a recursos cualitativamente superiores, en comparación con las
mujeres, para la construcción de sus identidades y relaciones de género:
118 DrBATES SOBRE MASrUI INIOADES
“R e s p o n s a b il id a d e s ” m a s c u l in a s
Una de las expresiones del uso de recursos de poder por parte de los varo
nes es el sentido que adquiere la responsabilidad. Este sería uno de los
ámbitos donde se expresaría aquello que se ha caracterizado como la frag
mentación de las identidades y subjetividades de los hombres, y sería, a la
vez, uno de los mecanismos que les permite el uso de poder. El modelo
referente de masculinidad permite a los varones que prácticas contradic
torias sean justificadas como “responsables”, liberándolos subjetivamente
de las obligaciones que tienen en las consecuencias de dichas prácticas.
En nombre de la responsabilidad, los varones pueden justificar comporta
mientos contradictorios, pero que adquieren sentido subjetivo “honora
ble” en la construcción de sus propias biografías.
En las distintas etapas de la vida de los varones, tienen que adoptar
comportamientos que contradicen los mandatos de este súper yo de la
masculinidad, especialmente cuando deben/pueden elegir, conscientemen
te o no, entre opciones que lo enfrentan con mandatos de la “propia”
masculinidad, muchas de las cuales se contradicen con valoraciones mo-
rales/religiosas que representan para él pautas de conducta aceptable.
La adolescencia es quizá una de las etapas de la vida de los varones en
la que las encrucijadas se presentan con más fuerza, porque es el periodo
de las pruebas iniciáticas que les permiten el paso a la adultez. Los man
datos de la masculinidad dominante/hegemónica comienzan a encarnar
conscientemente y los impelen a probarse frente a ellos mismos y frente a
los otros/as.
Esta es una de las etapas de la vida de los varones en la que se justifica
una serie de comportamientos violentos como prácticas responsables. Una
de las “responsabilidades” del varón es demostrar/demostrarse que es he-
H o m BR[S [ IDrNTIQAD D[ GtNCRO 125
'' En Chile es posible comprobar, según datos de Instituto Nacional de Estadística, para
1999, que 83.2 por ciento de los hijos nacidos vivos eran de madres adolescentes solte
ras, y que una gran proporción de los padres de los hijos de madres adolescentes solteras
tenía una edad no mayor a un rango de cinco años en relación con la madre. Es así que
70 por ciento de los padres de niños/as nacidos vivos, de madres solteras menores de 15
años, no tenía más de 20 años de edad. El 84 por ciento de los padres de los nacidos de
madres solteras entre 15 y 19 años no había cumplido 25 años, y un cuarto de ellos no
llegaba a los 20 años (INE, 2001).
^ En Chile, desde 1999, entró en vigencia una nueva legislación sobre filiación que obliga
a un examen de ADN en los casos en que haya disputas sobre el particular. Ojalá quienes
administran justicia la apliquen.
H omrrfs f inFNTinAD df génfro 127
que la pareja, madre de sus hijos, sí puede hacerlo, porque así lo ha visto
con otras mujeres, incluso con la propia madre.
Algunos varones, jóvenes y adultos, entienden la delincuencia como
una forma de responder a los mandatos de la masculinidad dominante.
Los hombres deben ser los proveedores de sus familias, deben aportar el
dinero para satisfacer sus necesidades en el nivel considerado adecuado
por ese grupo. Pero, especialmente en las últimas dos décadas, las condi
ciones socioeconómicas (originadas por las políticas de ajuste fiscal, por
las necesidades de las empresas por reducir costos, especialmente en la
mano de obra y trabajo, y las crisis periódicas, entre otras) han provocado
que una proporción creciente de varones jefes de hogar, o que desean
establecer su propia familia, no encuentren trabajo en el sector productivo
o de servicios. El dilema entre delinquir y no cumplir con sus obligaciones
de “hombre” de la casa, llevaría a algunos a optar por lo primero. Delinquir
sería un comportamiento “responsable”, en caso contrario no cumpliría su
“rol”, perderían su autoridad frente los miembros de su familia y frente a
otras personas.
Estos comportamientos “responsables”, que permiten a los varones
una gran maleabilidad en sus vidas, llevaría al observador externo a consi
derarlos hombres con identidades fragmentadas, o, si se generaliza, a con
siderar las identidades de los hombres como necesariamente fragmenta
das en sí. Pero, curiosamente, en la subjetividad de muchos varones estas
contradicciones se perciben como algo normal, natural. Esta situación la
ha permitido el referente de masculinidad que señala mandatos sobre
comportamientos “responsables” a partir de relaciones inequitativas en
tre hombres y mujeres. Lo que “debe” salvar el varón, en última instancia,
según el referente, son sus recursos de poder para mantener dicha condición
y reproducirla. Esta forma de razonar permite a los varones dar sentido
subjetivo a prácticas contradictorias para mantener el control; es posible
que analizando estas prácticas se encuentren explicaciones de la violencia
de género.
La inequidad en la asignación de recursos de poder y la justificación
de comportamientos contradictorios como prácticas “responsables” en
los varones, son el origen de múltiples comportamientos violentos, le
gitimados socialmente y, sólo en los últimos años, considerados (algunos)
como delitos (por ejemplo, la violencia doméstica ejercida por el varón
en contra de su mujer e hijos). Pero existe un conjunto de mecanismos de
legitimación del modelo de masculinidad dominante que genera dicha si
tuación. Por un lado, está la invisibilidad de las construcciones sociales
en torno a él, que le permiten transformarlo en parte de la naturaleza, en
“biológico”. Pero también hay interpretaciones que incentivan el carácter
128 D ebatfs sobre masculinidadfs
P a r a f in a l iz a r
B ib l io g r a f ía
Gabriela Rodríguez
C a m b io s g e n e r a l e s e n e l c o r t e j o
inii
132 D eiíau s sübkc m asc u ü n id ad es
jóvenes de uno y otro sexo. Estos vínculos permiten relaciones menos ver
ticales y espacios privilegiados para compartir sentimientos y problemas
familiares.
En la actualidad, la declaración de amor sigue marcando el inicio del
noviazgo. La frase constante de las mujeres “él me habló”, y la afirmación
de los varones “le hablé de amores”, señalan, sin confusión, al sujeto mas
culino, a quien corresponde expresar activamente el deseo, así como el
valor de la conversación entre novios. Sin embargo, tomar la iniciativa para
comenzar un noviazgo es una práctica incipiente entre las mujeres jóve
nes, pues cada vez son más frecuentes los relatos de muchachas que de
claran su amor a los varones “como si ellas fueran el hombre” —dijo José,
de 17 años—. Además, hablar sobre el amor o referirse al noviazgo como
una pasión amorosa no forma parte de las experiencias de los abuelos; en
cambio, sí es el contenido sustancial de los relatos de quienes fueron no
vios en las décadas subsiguientes.
Los actos sexuales entre novios, sin fines matrimoniales, se están rea
lizando, pese al riesgo para las mujeres de perder el prestigio y la posibili
dad de encontrar un buen marido. Sin embargo, en este contexto existe la
idea del “amor limpio”, concepto que circula todavía entre los jóvenes; y
que se refiere a la entrega total por amor, acto sexual que está justificado
por el triunfo de la pasión sobre la voluntad.
En términos de los estilos masculino y femenino, por encima de las
diferencias individuales, se impone una concepción única del ser hombre
y del ser mujer. Hay una definición “natural” heterosexual del varón como
ser activo, que debe dirigir los acercamientos hacia las mujeres, que tiene
presencia pública; ese hombre que debe prepararse para cumplir una fun
ción de proveedor a toda costa y que puede desplazarse por las noches.
Mientras, la mujer debe ser recatada, aprender a echar las tortillas desde
niña, dominar el fogón del hogar y la crianza de los menores, estar sujeta al
control de los hombres (padres, hermanos, novio, esposo) sobre su cuer
po, pero también, exigirá respeto en su juventud y, más tarde, renunciará a
todo para sacar adelante a sus hijos.
La adscripción de identidad de género se reduce a las dos opciones
señaladas, a pesar de que las muchachas estén mostrando desplantes acti
vos frente al cortejo y la sexualidad, y los varones estén sufriendo por tener
que demostrar constantemente actos viriles que la cultura les exige.
En este contexto, la idea de relaciones homosexuales no tiene una
significación de vida en pareja, tal como existe en otras regiones. Las prác
ticas genitales entre personas del mismo sexo son referidas como inicia
ción masculina (cercana a las prácticas zoofílicas, de las cuales sólo tuvi
mos una referencia puntual), o como costumbres que contradicen “la
Entre ia u ia s de o r o : g énero y m ig r a c t ó n entre c a m p e s in o s 133
L a m ig r a c ió n a E s t a d o s U n id o s
No como otros amigos de acá, que ya tenían que casarse porque tenían rela
ciones. Al tener relaciones ya están como obligados a casarse. Yen realidad
ni se aman, sino que solamente fue como una obligación. Yo conozco tres
o cuatro casos que así se casaron. Aquí el casamiento es... si la mujer se casa
con el hombre hacen de cuenta que la mujer se vendía con el hombre y que
la mujer es una esclava. Sí. Eso es absolutamente erróneo y “acsurdo”, y
eso, yo no lo aprendí allá. Yo desde aquí, yo nunca estuve de acuerdo, para mí
la mujer..., yo sé que es un ser humano. Siempre tenemos que ser iguales.
Hay una diferencia, —¿me entiendes?— y es que yo la miro. Pero en dere
chos, pues en derechos, tanto como el mismo derecho tiene la mujer, el hom
bre también los tiene, y la mujer tiene el mismo derecho. Nunca se puede
poner a la mujer a un lado por el machismo, que no, que los mexicanos, como
tú sabes, tenemos. Pero esto —te diré—, es un orgullo —¿cómo te diré?
equivocado.
pués del parto, él se irá allá y le enviará los dólares para “mandarla traer”,
el costo de la pasada está subiendo sostenidamente.
Ella explica que los hom bres ayudan m ás allá porque trabajan m en o s q ue los
hom bres del cam po, allá sólo sus och o horas, así que cu an do regresan p ued en
ayudar, no q u e aquí nun ca se le s acaba el trabajo. Otra de las d iferencias
im portantes es que aquí hay m u ch o m achism o.
Ya llegan do allá, au nq ue vaya u n o de un rancho, verdad, aq uí ¡que tien e
unas costum bres! Allá llegas y uno tien e que adaptarse a las co stu m b res allá.
138 D fBATFS SOBRF M A S r U L IN ID A O F S
A quí el hombre ¡es muy machista!, ajá, ve que aquí, por ejem plo, un
hombre que nunca ha salido de su, de su pueblo tiene diferentes costum bres
al, a uno que ya ha salido a otro lugar, porque un hombre que nunca ha salido
de aquí, yo he mirado, yo, yo en los cinco años que yo viví con, con mi primer
marido, a él no le gustaba que yo usara pantalones, ni que m e pintara porque
esa es la costum bre de aquí y, y yo lo respetaba porque dije “bueno, si es mi
marido tengo que respetarlo”, pero porque uno tam bién está cerrada de ojos,
com o que dicen “¡haz esto y uno lo hace! y ya.
C on los que se han ido para allá tienen diferentes p ensam ientos a los de
aquí, porque allá; por ejem plo uno p uede andar en “chor”, puras playeras
de esco te, nom ás con puro tirante, porque allá cuando vien e la calor no
puede uno andar con ropa de esta caliente, debe de andar con pura ropa
¡bien sencilla! por el calor y ahí tu esposo, él tam bién sabe que así debe uno
de andar porque es por ¡el clim a, por el tiem po, no, no es que uno quiera
andar así, tien e uno que andar así por el clim a, ajá, o que ande uno de “chor”
bien cortito!
Otra diferencia es que un hombre tam bién que nunca ha salido de su,
de su tierra, de su rancho, ¡se emborracha que llegan pegándoles, maltratán
dolas, ellas nunca dicen nada!
Allá se emborracha, pero nunca llegan maltratando a uno.
Porque si se llegan y se emborracha maltratando a una, está la polecía, y
allá a uno sí defien de la polecía, sea tu am ante quien sea.
Sí yo le pago a la polecía y lo m eten a la cárcel los días que yo quiera.
N o si uno agarra las ideas de allá, las costum bres.
Y él tam bién sabe, que si m e pone una m ano encim a yo no m e voy a
dejar, yo no m e voy a dejar que m e e s té ... ’ora sí que m e ponga la m ano
encim a, pero cuando yo le busque! en algún problema o algo que yo tenga la
culpa sí, pero no nomás porque venga borracho, no. Y aquí no, aquí, aquí
tengas la culpa o no la tengas aquí te dan, y luego se emborrachan, no te dan
el gasto, que se van co n los amigos, com o que son más despreocupados,
hasta en los niños.
A quí pus todo el tiem po ¡que la mamá y que la mamá y que la mamá está
con ellos! y ellos no, con ellos no todo el tiem po con la mamá y q ue sales por
aquí ¡cárgatelo tú! que el marido por un lado y tú por el otro.
Allá no, porque allá si sale a, si te invitan a una fiesta sale uno los dos y
todo el tiem p o ... tien e uno q ue compartir entre los dos d e n och e y de día,
aunque uno trabaje, los dos se cansan.
Ahora Esperanza está saliendo con otro muchacho y desde que anda
con él se está olvidando de Carmelo, esta nueva relación la vive como
venganza.
La verdá él m e engañaba con otra, así q u e ahora nos toca a nosotras d esq u i
tarnos de todo lo q ue nos han h ech o . El andaba con la M ón ica, y yo los
en con tré un día platicando. Ahora yo voy a tratar a e ste chavo y si C arm elo
m e habla, le voy a decir q ue si m e quiere q ue venga por m í. A lm a m e a co n se
jó que ya no tuviera relaciones hasta q ue m e vaya con él o co n otro y hasta
que entre a su casa. Voy a tratar de aguantarm e a ver si puedo.
Esperanza sueña con irse a vivir a Los Ángeles. Lleva un buen rato
queriendo convencer a sus papás, pero no lo logra.'
Entre los varones que no han migrado circulan historias y anécdotas
acerca de la gran apertura sexual que hay allá, en el otro lado. Se habla de
que allá es lícito tener relaciones prematrimoniales y del acceso a lugares
donde se paga por sexo. Dicen que allá los migrantes viven hacinados en
un departamento para compartir gastos y que contratan a alguna prostitu
ta “que se mete con todos”.
' Un año después de concluido el trabajo de campo, en enero de 1998, llamamos por
teléfono sólo para saludar a los informantes, Mariana, su madre nos informó que Espe
ranza ya se había ido para Los Ángeles, se escapó con otro joven migrante que vino de
visita. Ella ahora ya tiene un hijo.
Entre jaulas or o r o : c; í n [ ro y m ig r a c ió n entre campesinos 141
Allá van m ucho más. Allá en v eces uno va buscando tuerca y se encuentra
uno tornillo, no que si no ¡pus por ahí no! O sea, al verlas se ven bien, a s í...
mujeres bonitas, de buen cuerpo, pero ya n o ... no m e acuerdo com o les
llam a. Q u e ahorita o sea prim ero m e toca a m í y ya, d esp u é s ahora voy
y o ... así, pues uno nos contó que así le pasó. N o, no aceptó. ¡Patagonia, a
correr!
C o m e n t a r io s c o n c l u s iv o s
sus vidas. Las mujeres de los migrantes consideran que cuando están
“allá” sus maridos son más permisivos con ellas, se preocupan más por sus
hijos, beben menos y no las pueden maltratar porque “la polecía las de
fiende”. Estas ideas se comparten, circulan en la comunidad y se han ins
crito en las representaciones de las mujeres y hombres, aun entre quienes
nunca han migrado.
B ib l io g r a f ía
BUSTAMANTE, Jorge et al. 1994. “Los flujos migratorios de M éxico a Estados U ni
dos”, Demos, Carta Demográfica sobre M éxico 7, p. 23.
G o n z á l ez , Soledad. 1996. “Novias pedidas, novias robadas, polígamos y madres
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Paz López (com p.). Hogares, familias: desigualdad, conflicto, redes solidarias y
parentales. M éxico, El Colegio de M éxico.
M u m m e r t , Gail. 1994. “Cam bios en la estructura y organización familiares en
un contexto de emigración m asculina y trabajo asalariado fem enino: estudio
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V e r d e z c o , Gustavo. 1998. “Los factores de la migración internacional”. Demos,
Carta Demográfica sobre M éxico 11, PP- 15 y 16.
ZÚÑIGA, Víctor. 1996. “C om posición familiar y migración interna e internacional
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L.”, en María de la Paz López (com p.). Hogares, familias: desigualdad, conflic
to, redes solidarias y parentales. M éxico, El Colegio de M éxico.
C o n s i d e r a c i o n e s t e ó r i c o -m e t o d o l ó g i c a s
M ASCUUNIDADES, H EG EM O N IA
Y V ID A E M O C IO N A L
Victor Seidler
E l p o d e r y e l c o n t r o l
I47|
148 DcüArrs soBRr MAScuiiNinAnrs
leras que separan a las clases. Las mujeres ya no conservan sus relaciones
por el bien de los niños si sienten que sus propias necesidades emociona
les no se cumplen. El matrimonio no es ya un fin sino el marco en el cual
los individuos deben realizarse. Cuando una mujer siente que se le ignora
en una relación o que su compañero no se abre emocionalmente, insistirá en
que las cosas cambien. Se ha dado un cambio tan radical que no se
piensa que el hombre sea un buen esposo sólo cuando proporciona el
dinero para la familia. Las mujeres esperan obtener más emocionalmente
de sus relaciones.
La economía del tiempo es diferente y las mujeres esperan que los
hombres se hagan más presentes en la relación. Anteriormente, cuando
trabajaban horas extras para que la familia sobreviviera no había gran pro
blema, pero el presente es distinto y las mujeres se muestran insatisfechas
con la ausencia de su pareja. Esperan que esté con ellas y las/los hijas/
hijos. Sin embargo, los hombres pueden sentirse incómodos en el espacio
doméstico, como si no pertenecieran a él. Como se sienten mejor con sus
amigos en el trabajo, aceptan gustosos las horas extras; el espacio domés
tico les es extraño. Pareciera que la familia se ha organizado sin ellos y
entonces no encuentran un lugar en ella.
Cuando los padres esperaban que se les respetara como las figuras de
autoridad tradicionales en la familia, su posición estaba perfectamente
definida. Las madres los buscarían para que ejercieran disciplina y auto
ridad —‘Ya verás cuando llegue tu papá”—. Al hablar con algunas jóvenes
de familias de Bangladesh, emigrantes en Londres, me quedó claro que
surgían diferentes patrones. Cuando no existía la presencia de los abuelos
o abuelas, las nuevas parejas podían establecerse con facilidad, especial
mente si la mujer trabajaba fuera de la casa. Algunas jóvenes menciona
ban lo silenciosas que eran sus madres y cómo no eran capaces de interpo
nerse para defender a sus hijas. Otras hablaban de que se habían establecido
relaciones más equitativas. Normalmente, la madre se ocupaba de educar
a los hijos e hijas, y era ella la que los/las disciplinaba cuando se portaban
mal. Los niños tenían la libertad de salir y llegar tarde a casa, mientras que
las jóvenes no gozaban de ese privilegio porque ellas cargaban con el honor
de la familia.
Son sorprendentes las semejanzas y diferencias que se observan al
analizar la diversidad de las masculinidades culturales; por ejemplo, las
diferentes formas en que los hombres sostienen su poder y control, y
las diferentes sensibilidades que los caracterizan son asombrosas. Sólo
cuando tomamos conciencia de cómo los patriarcados se han sostenido
en las diferentes tradiciones religiosas y espirituales, comenzamos a en
tender la naturaleza de las relaciones dependientes del género. A menudo
MASCULINlüAUtS, H tüLM üN ÍA Y VIDA EMOCIONAL 149
V o l v e r a p e n s a r l a h e g e m o n ía
^Victor Seidler, Recovering the Self: M orality and Social Theory, Routledge, Londres, 1994.
^Antonio Gramsci, Cartas de la cárcel, México, Era, 1981.
152 D ebates sobre m ascu linidadc s
L a h e g e m o n ía y l a v id a e m o c io n a l
Aunque Butler aplica esta frase a todos aquellos que hemos sido “generi-
zados” (Butler, 1998), podemos aventurarnos a usarla también para quie
nes trabajamos, investigamos o teorizamos sobre cuestiones de género. El
problema del esencialismo no se reduce al enfoque biologicista, sino que
puede permear, sin que sea la intención de sus autores, muchas represen
taciones del género, entre las cuales están las premisas de las que parti
mos para nuestro trabajo, ya sea en políticas públicas, en modelos educa
tivos e incluso en las diversas aproximaciones teóricas.
En particular la literatura sobre hombres y masculinidad(es) parece
estar en riesgo de representar al género —a la masculinidad en concreto—
como si fuera una-cosa-en-sí-misma,^ aunque la intención de deconstruir
lo aparezca explícita. El presente trabajo pretende poner a discusión algu
nas de las vertientes de este riesgo.^
Este artículo está escrito desde mi experiencia como investigadora
sobre temas de género y sexualidad con hombres y mujeres. Pero también
■ Una versión breve de este artículo apareció publicada en La Ventana, núm. 14, Universi
dad de Guadalajara, diciembre de 2001, bajo el título “La navaja de dos filos; Una re
flexión sobre el trabajo y la investigación sobre hombres y masculinidades en México”.
Las discusiones suscitadas en la reunión Masculinidad y poder, organizada por el PUEC:
en febrero de 2002, nutrieron la reflexión aquí presentada.
2 Parafraseo aquí a Caplan (1987) cuando habla de que la sexualidad se ha convertido en
una cosa-en-sí-misma en el contexto de la modernidad cultural. Me parece que algo
similar podría suceder con “la masculinidad” en este momento.
^ Agradezco la colaboración de Roberto Garda, Yuriria Rodríguez y Elizabeth García en la
realización del trabajo de campo de la investigación en la que se basa este artículo y
algunos comentarios del material producido, así como la generosidad de Benno De Kjeizer,
Juan Guillermo Figueroa, José Aguilar y Eduardo Liendre, quienes han compartido con
migo su visión del trabajo con hombres en México. Asimismo, conté con la fortuna de
colaborar temporalmente con Delia Villalobos en su trabajo de promoción de la salud y
la equidad de género en comunidades rurales de Michoacán.
160 D ebates sobre masculinidades
Para revisar la influencia de esta visión del conocimiento en los métodos cualitativos de
investigación en ciencias sociales, véase Martínez, 1996 y Ciuba y Lincoln, 1994.
¿ M a s c u l in id a d ( ls)?; los kilsg us u l u n a l a il o o r ía ln c o n s t r u c c ió n 161
La in v e s t ig a c ió n
Este artículo nace del proyecto —en proceso todavía— “El significado de
la reproducción para los hombres: salud, poder y género”,’ cuya motiva
ción inicial fue conocer algunos de los procesos que intervienen en las
prácticas de salud reproductiva de los hombres, especialmente a partir de
los significados que atribuyen a la sexualidad y la reproducción.
La investigación consiste en un estudio exploratorio sobre los signifi
cados que los hombres atribuyen a su cuerpo, su sexualidad, su reproduc
ción y su salud, atendiendo a sus condiciones materiales de vida y a las
relaciones de género en las que están insertos. Se ha buscado conocer
cuáles son los malestares, dolores, pérdidas y desventajas de ciertas formas
de masculinidad, así como los beneficios que pensarían recibir si cambia
ra la construcción cultural del género que ellos viven. Se trata de conocer,
a nivel de las emociones, los significados y la intimidad; el efecto de los
discursos que constituyen cierta subjetividad masculina, de modo que se
haga efectiva aquella máxima de que “lo personal es político”, en el senti
do de estudiar la dimensión de poder y sujeción que el género implica.
Tomé esta decisión debido a que Roberto Garda formaba parte del grupo
de hombres que íbamos a entrevistar en CORIAC y porque me parecía im
portante detectar el tipo de relación que los hombres entablaban con mu
jeres entrevistadoras. Al final, no sólo el sexo del entrevistador, sino sus
características raciales, culturales y de clase producirían efectos impor
tantes en la información.
Realizamos en total tres sesiones de entrevistas autobiográficas narra
tivas (Lindón, 1999) con ocho hombres de Michoacán y siete de la ciudad de
México. La guía de entrevista fue uniforme y consistía en estímulos abiertos
para que los participantes relataran historias sobre diferentes aspectos de
su vida, como su infancia, sus amores, su sexualidad y su paternidad. Esta
gran cantidad de material de campo está en proceso de análisis e interpre
tación, pero de una primera lectura se desprende una de las inquietudes
que deseo plantear; la dificultad —o error— de utilizar una categoría de
masculinidad como entidad discreta e identificable en cada relato de vida.
Como puede apreciarse, los acontecimientos personales referidos ten
drían efectos directos en mi aproximación al problema, los sujetos y las
posibilidades de interpretación de la investigación. Aunque no es impres
cindible, pasar por la experiencia de la reproducción (biológica y social) y
los ajustes, negociaciones y conflictos que implica, me permitió incorpo
rar en el trabajo información subjetiva que resultó importante para com
prender la experiencia de hombres y mujeres.
Por ejemplo, gracias a largas conversaciones con mi compañero y pa
dre de mi hijo, pude comprender la dificultad que viven muchos hombres
para vincularse amorosamente con su primer hijo recién nacido, en virtud
de su escaso —o nulo— “entrenamiento” práctico y emocional frente al
suceso. Pude también entender la responsabilidad y confusión que signifi
ca la asignación esencialista de un saber maternal a las mujeres por el solo
hecho de haber gestado y parido, al mismo tiempo que la relativa posición
de poder que nos puede otorgar el mismo hecho.
^Cazés (1998) afirma que “estos estudios no comenzaron hace tan poco tiempo, pues
los trabajos de incontables investigadores del pasado se ocupan de los hombres, la
virilidad y la masculinidad, y gran parte de las obras de las feministas, al menos desde
164 D cBATCS sobre MASCliLINIDADCS
1949 — cuando apareció E l segundo sexo— se refieren a esos temas que para las bús
quedas libertarias de las mujeres son imprescindibles” (Cazés, 1998: 105). Lo que yo
considero es que, a pesar de que sociólogos y teóricas feministas trabajan sobre las
relaciones de género o incluso sobre hombres, la masculinidad como un objeto de estu
dio discreto y válido por sí mismo, generó un campo vasto y específico de producción de
conocimiento apenas recientemente.
> M A sniiiN iD A n(F s)?: in s rifsgos or u n a c a t f c o r ìa fn ro N S T R u m ó N 165
9 Para información sobre la vigilancia ciudadana de los acuerdos internacionales, ver Foro
Nacional de Mujeres y Políticas de Población, organización civil dedicada al seguimien
to de su implementación.
Como la Reunión Nacional sobre Hombres y Salud Reproductiva, organizada en 1999
por un conjunto de organizaciones, entre ellas, AVSC International, MBXF’AM y CORIAC.
*' Este fue el caso de la convocatoria para las Becas de Liderazgo del Programa de Pobla
ción de la Fundación MacArthur en México en 1997.
¿ M a s c u l in id a d ( es)?; los riesgos de u n a c a te g o r ía en c o n s t r u c c ió n 167
P o l ít ic a s p ú b l ic a s
'2 Salud y G énero y el C olectivo de Hom bres por R elaciones Igualitarias (CORIAC) son dos
de las organizaciones que llevan a cabo trabajo con hombres en M éxico.
168 D ebates sobre MAsruiiNinAOFs
El a c t iv is m o
Me parece percibir otro tipo de riesgos en la difusión del trabajo con hom
bres entre algunas de las organizaciones de la sociedad civil. Un ejemplo
de ello es la discusión que se dio en la Primera Reunión Nacional de Orga
nizaciones Civiles que Trabajan con Hombres, en la cual algunas mujeres
académicas y activistas fuimos invitadas a una mesa sobre Mujeres que
Trabajan con Hombres.
La composición de esta reunión fue sumamente heterogénea, no sólo
desde el punto de vista regional, sino también en cuanto a los objetivos de
los grupos representados: estaban presentes desde grupos gay altamente
politizados, hasta pequeñas organizaciones de hombres que iniciaban el
trabajo con agresores desde una perspectiva de género. En opinión de sus
organizadores,''' el encuentro fue sumamente rico, pues permitió el inter
cambio y la convivencia de hombres heterosexuales y homosexuales re
flexionando sobre su condición de hombres, desde los diferentes lugares
sociales que ocupan.
Durante la discusión con las mujeres surgieron algunos comentarios
que me hicieron pensar que existen diversas interpretaciones sobre las
metas de este trabajo, no todas atentas a la dimensión de poder que impli
can las relaciones de género. Por ejemplo, una buena parte de las interven
ciones hacía comparaciones entre el feminismo y lo que algún participan
te llamó el “movimiento masculinista”. Esta interpretación sugiere que el
trabajo con hombres en México es un movimiento social y que debería
seguir un camino que las feministas habrían abierto ya. En mi opinión,
ninguna de las dos ideas es del todo exacta, pues no me parece que este
trabajo sea un “movimiento”, en el sentido de convocar a grupos oprimidos
a luchar contra las fuerzas que los someten. Como bien dice Gutmann
Delia Villalobos, Ana María Hernández, Pilar Muriedas, Cristina Galante, Patricia Nava
y yo.
Eduardo Liendre y Roberto Garda, com unicación personal.
¿MASnillNIDADÍEs)?: IOS R irscos DE UNA CATEGORÍA EN tONSIKUCUÓN 169
La t e o r ía
Tenía 16 años, en to n ces iban puros señores ¿no?, realm ente era el único
ad olescen te que iba [a A capulco]. E n tonces pus m e quedo así ¿no? [gesto de
incredulidad], cuando entram os al cabaret ése m e quedo im pactado. Ya d e s
pués de la tercera ch ica que pasa ya com o que la agarro con m ás calm a, más
tranquilo y em piezo a tener e se con tacto con el am biente de [ ...] de hablar
¿MASaiüNIDAD(cs)?: LOS RIKGOS DL UNA CATEGORÍA EN CONSIKUCUÜN 171
entre hom bres ¿no?, de a ver q uién tien e a la m ujer y q uién toma m ás y q uién
paga y cosas de esas, se m e queda m u ch o e se aprendizaje.
aunque mantiene, junto con muchos otros autores, que la categoría “mas-
culinidad ”puede reflejar una organización más o menos coherente de sig
nificados, prácticas y normas. De hecho, en su artículo de 1998, Connell
se lanza en busca de lo que llama "masculinidades globalizadas”, entre
las cuales se encuentra la “masculinidad transnacional de los negocios”,
marcada por “un gran egocentrismo, lealtades condicionadas y un sentido
decreciente de la responsabilidad hacia otros” (Connell, 1998: 16).* Lla
ma la atención, sin embargo, la advertencia que hace en el uso de este
hallazgo:
D eb em os, sin embargo, recordar dos con clu sion es im portantes del m om ento
etnográfico en la investigación sobre m asculinidad: que d iferentes formas
de m asculinidad co ex isten y q ue la h egem on ía es su scep tib le de ser d esa
fiada. E stas p o sib ilid a d es tam b ién se p resen tan en la escen a global. La
m asculinidad transnacional de los n egocios no es co m p letam en te h o m o g é
nea; variaciones de ésta están im buidas en d iferentes partes del sistem a
m undial, las cu ales p u ed en n o ser com p letam en te com p atib les (C on n ell,
1998: 17).*
>8 Uso este concepto como lo define Foucault (1988), en el sentido de construirse a uno
mismo como sujeto de alguna distinción social o identidad, en este caso de género.
176 D cbatcs sobrc m a s c u lin id a d e s
Y en ton ces de repente m e d ice uno de ellos “no, pus qué bien que nos viniste
a reforzar” [en el partido de fútbol], dice, “es más, esco g e la chica que tú
quieras, te la vam os a pagar”. E n tonces yo [risa] m e lleno de pánico, m e da
pánico y es em pezar a aparentar ser hom bre, ¿no?, em pezar a aparentar. E n
tonces ya así con la mirada decidida y castigadora em piezo a buscar [risa]. Yo
así m e sentía, ¿no?, o era lo que quería aparentar a lo mejor. E n ton ces ya, la
más chiquita, ¿no? [risa], la m ás cercana a mi edad. Y sí, ya digo; “con ella,
m e gusta ella”, d ice, “nosotros te pagamos, tú ve. Trátalo b ien [a la ch ica]”. Ya
subim os a unos cuartos horribles, con unos catres ah í tirados y pegados unos
con otros y “pus la verdad no se m e erecta ¿no? Y la ch ica m e em pieza a
presionar, ‘ándale’”. Ya co m en cé a ... se m e [carraspea]... acabé, eyaculé y
todo [risa] m uy horrible. Pero fue una experiencia m uy dolorosa, m uy fea, la
experiencia con la chica esta, ¿no?, m uy presionado y todo. Pero al salir de
esa puertita de los cuartos otra vez com o q ue p onte la máscara ¿no? o sea,
“¿qué pasó? [le preguntaban]”, “no, pus a todo dar” [risa ]. A sí com o tener que
quedar bien con los dem ás h o m b res... “¿quieres otra?”, “no, pus sí, esp éren
m e tantito, ahorita” [risa], pero por dentro así com o que yo m e quedé muy
traumado [risa] porque de ahí no volví a tener experiencias con prostitutas
hasta la fech a ¿no?
B ib l io g r a f ía
R.W. Connell
L a in v e s t ig a c ió n s o b r e l a m a s c u l in id a d
Y L A C U E S T IÓ N D E L D E S A R R O LLO
|ltv,|
186 D cBATES sobre MASCULINIDADE5
L a s o c ie d a d g l o b a l c o m o e l c o n t e x t o
D E LA S V ID A S D E LO S H O M B R E S
que la política de género de los países ricos entre en contacto con la de los
países menos desarrollados. Así, surgen problemas muy complejos depen
dientes de la igualdad de género, especialmente alrededor de los intentos
recientes de extender el alcance de los programas de “mujeres y desarro
llo” y de hacer que los hombres participen de modo más explícito en las
cuestiones de género (White, 2000).
Los modelos de género que resultan de estas interacciones pueden
considerarse como el primer nivel del orden de género global. Se trata de
modelos locales, aunque en ellos puede verse el sello de las fuerzas que
forman a la sociedad global. Un ejemplo muy impresionante aparece en
el análisis que Morrell (2001b) hizo de la situación de los hombres en la
Sudáfrica contemporánea. La transición desde el a p a r ih e id —que es en
sí mismo un intento violento, predestinado al fracaso, para perpetuar las
relaciones raciales coloniales— creó un paisaje social extraordinario. En un
contexto de reintegración a la economía y política globales, de desempleo
creciente, violencia sostenida y de una epidemia de VIH sida que avanza,
se ven intentos por volver a constituir patriarcados rivales en los diferentes
grupos étnicos. Dichos intentos se enfrentan a agendas que incluyen a la
modernización de la masculinidad, al feminismo sudafricano y al discurso
sobre “derechos humanos” del nuevo gobierno. A su vez, algunas de estas
ideas son cuestionadas por argumentos sobre la “filosofía africana” y por
políticas basadas en las tradiciones comunales indígenas, que supuesta
mente diluirían el énfasis puesto en las divisiones de género.
El segundo tipo de relaciones que constituyen el orden de género mun
dial es la creación de otros ámbitos que trasciendan los países y las regio
nes individuales. Al parecer, los nuevos ámbitos más importantes son•
L a p r o d u c c ió n d e m a s c u l in id a d e s
E N E L C O L O N IA L IS M O Y E L D E S A R R O L L O
de la masculinidad. Las exigencias, cada vez más fuertes, de que los hom
bres se involucren activamente en la crianza infantil se oponen a la cre
ciente autonomía de las mujeres y pueden detenerse debido a la disloca
ción económica que resulta de las presiones de la economía global. En
estos casos, las contradicciones pueden ser muy dolorosas a nivel indivi
dual y suelen resolverse de diversas formas: afirmando los “derechos de los
padres”, enfatizando el carácter dependiente del género en la relación de
pareja o luchando por igualdad económica.
Sin embargo, existe otra dimensión del orden colonial y poscolonial
que es importante. Desde el inicio, el poder imperial se enfrentó a cierta
resistencia. Las luchas anticoloniales siguen presentes; se trata de lo
que, generalmente, los poderes coloniales y neocoloniales clasifican como
“terrorismo”. La discusión teórica sobre la relación entre las masculinida-
des y la resistencia es aún escasa, aunque, en cierto sentido, la discusión
siempre ha estado sobre la mesa. Veamos, por ejemplo, la exigencia de
cambio que Fanón hace en The Wretched ofthe Earth:
La r e c o n f o r m a c ió n d e la s m a s c u l in id a d e s
LOCALES EN LA GLOBALIZACIÓN
Debido a la presión ejercida por los mercados globales y los medios, así
como por el deseo activo de participar en la economía y la cultura globales,
las exigencias para el cambio se inscriben en el espacio de los órdenes de
género locales. El resultado suele ser la reconstrucción de las masculinida
des, tema que exploraré a continuación.
La reconstrucción no sólo está en manos de los hombres. Como Fon-
seca (2001) y otros han enfatizado, las mujeres también tienen un papel
activo en la conformación de las masculinidades. También es muy proba
ble que la reconstrucción sea desigual. Los estudios de caso de Taga (2001)
en hombres jóvenes japoneses de clase media lo muestran muy claramen
te. No todos los hombres reaccionan de la misma forma frente a la presión
cultural ejercida por las mujeres para que se aparten de la masculinidad
patriarcal japonesa “tradicional”. Es más, Taga identifica cuatro modelos
contrastantes de respuesta, que van desde el rechazo al cambio hasta la
transformación de la identidad.
Una razón importante por la cual el cambio es desigual es la comple
jidad interna de las relaciones de género. Es posible identificar por lo
menos cuatro subestructuras (Connell, 2002). Examinaré la recons
trucción de las masculinidades en relación con cada una de estas sub
estructuras.
La división del trabajo. La modernidad se caracteriza por considerar
que el mundo “laboral” se define culturalmente como un espacio de hom
bres. En la mayor parte del mundo, el porcentaje de participación de los
hombres en la fuerza laboral es mucho mayor que el de las mujeres (las
principales excepciones son África occidental y los países que antes eran
repúblicas soviéticas). Fuller (2001), al entrevistar a hombres peruanos
de tres ciudades, encontró que la reputación y la autoestima masculinas de
los adultos dependen principalmente del trabajo. Se considera que un hom
bre incapaz de mantener un trabajo regular no ha conseguido la masculi
nidad adulta plena. En este sentido, las ideas articuladas por los entrevis
tados peruanos pueden percibirse en muchas partes del mundo.
D eSARROI LO, GLOBAIIZACIÓN Y MASCULINIDAOES 199
Si bien las mujeres trabajan tanto como los hombres, para el género,
lo importante es el tipo de trabajo que se hace y el contexto en el cual se
desarrolla. De acuerdo con Holter (1997), la distinción estructural entre
el trabajo doméstico, que no se paga, y la economía basada en el salario,
determina el sistema de género moderno. En consecuencia, las configu
raciones del trabajo asalariado son los fundamentos económicos de las
masculinidades en la economía capitalista. El ejemplo más famoso es la
constitución del “hombre asalariado” en el desarrollo económico japonés
de principios del siglo XX (Kinmonth, 1981). Se trataba de un modelo de
masculinidad de clase media adaptado a la estructura de poder corporati
va, que exigía adaptación y lealtad a cambio de seguridad y retribuciones
posteriores muy altas. Sin embargo, si el proceso de desarrollo cambió las
masculinidades al vincular la identidad dependiente del género con el tra
bajo asalariado, el mismo proceso hizo que las nuevas masculinidades fue
ran vulnerables. La economía mundial es turbulenta y está marcada por
giros económicos que incluyen ascensos y depresiones, declives y creci
mientos regionales. El desempleo de las masas debilita paulatinamente a
las masculinidades que se identifican con el “trabajo”. En la actualidad,
esta situación es muy común, tanto el resultado del declive de viejas áreas
industriales, por ejemplo, en el norte de Inglaterra, como la migración
rural y urbana que resulta en el aumento explosivo de las fuerzas laborales
subempleadas en ciudades como Nueva Delhi, Sao Paulo o la ciudad de
México. El gran número de mujeres que ahora están empleadas también
debilita a las masculinidades que dependen del “trabajo”. Este movimien
to se desarrolla en todo el mundo y resulta de la emancipación de las
mujeres, de su educación y de la necesidad económica de familias que no
pueden depender sólo del salario de un hombre.
Investigaciones realizadas en varios países han documentado los cues-
tionamientos a las masculinidades de la clase laboral que resultan de esta
situación: Gorman et al. (1993) en Canadá, Gutmann (1996) en México,
O’Donnell y Sharpe (2000) en Gran Bretaña. Podemos considerar que se
trata de una de las dinámicas principales del cambio en las masculinida
des contemporáneas: hasta el “hombre asalariado” es vulnerable. Debido a
que la seguridad que el mundo corporativo japonés proporcionaba dismi
nuyó en los noventa, este modelo de masculinidad se ha visto rodeado de
sátira y ansiedad. En las discusiones de los medios de comunicación japo
neses ha aparecido una nueva imagen del “hombre asalariado que escapa”
(Dasgupta, 2000).
Relaciones de 'poder. El mundo colonial y poscolonial, con el pretexto
de la modernización y los derechos de las mujeres, tiende a acabar con los
sistemas de patriarcado purdah, basados en la subordinación y aislamiento
200 D ebates sobre m a s c u l in id a d e s
extremos de las mujeres (Kandiyoti, 1994). Los hombres, con algunas ex
cepciones (por ejemplo, Arabia Saudita y Afganistán bajo el régimen tali-
bán), se han ajustado al cambio y la mayoría de ellos acepta la presencia
de las mujeres en el espacio público (el voto, el derecho a trabajar, la auto
nomía legal). Una amplia investigación realizada por Zulehner y Volz (1998)
muestra que el rechazo a los modelos patriarcales de las relaciones depen
dientes del género es particularmente fuerte entre las generaciones jóvenes
de hombres alemanes, situación que también se da en otros países.
En casi todas las sociedades poscoloniales, el proceso de desarrollo
dio forma a un espacio público ocupado por grandes organizaciones. Los
hombres siguen teniendo puestos más importantes en organizaciones como
los gobiernos, corporaciones, juzgados, ejércitos, iglesias, partidos políticos
y asociaciones profesionales (Connell, 2002). En las instituciones estata
les, los movimientos de mujeres que exigen igualdad de oportunidades de
empleo, mayores servicios para el cuidado infantil, leyes que eviten la dis
criminación, entre otros, han expuesto cuestionamientos importantes a
este dominio, aunque en el neoliberalismo, las instituciones del Estado
tienden a disminuir, y el poder se desplaza hacia el mercado y las corpora
ciones. En este ultimo ámbito, el poder de los hombres permanece, lo que
sí cambia (como mostramos anteriormente) es la configuración de la mas-
culinidad gerencial.
El colonialismo, la descolonización y la globalización propiciaron mu
chas situaciones en las cuales el poder no se establece con firmeza, e im
peran el conflicto y el desorden. Por ejemplo, las luchas relacionadas con
el apariheid en Sudáfrica produjeron una sociedad militarizada y armada,
en la cual la posesión de armas y la violencia ligada a éstas se relacionan
con la masculinidad (Cock, 2001). Waetjen y Maré (2001) muestran cómo
el movimiento neoconservador Inkatha utiliza la violencia real (el asesi
nato y los golpes a los contrarios) y el simbolismo de la violencia (atracción
hacia las tradiciones guerreras) para crear una identidad étnica y nacional
para los hombres zulúes.
Relaciones emocionales. Los modelos de vínculos emocionales, que a
menudo se consideran como los más íntimos de todas las relaciones socia
les, también se reconstruyen debido a las fuerzas sociales de gran escala.
Bajo el colonialismo, los misioneros cristianos solían intervenir en contra
de las costumbres sexuales indígenas que se oponían a su religión, espe
cialmente contra las prácticas homosexuales y de cambio de género, y a las
relaciones heterosexuales premaritales, indígenas. Por ejemplo, los misio
neros, con el apoyo de las autoridades coloniales españolas, intentaron
terminar con la tradición del bardaje, un tercer género, en América del
Norte (Williams, 1986).
D fsarroilo , g io b a iiz a c ió n y m asculinidades 201
La p o l ít ic a d e l a m a s c u l in id a d e n desar ro llo
El orden de género mundial privilegia mucho más a los hombres que a las
mujeres. Aunque podemos mencionar numerosas excepciones locales, es
fácil identificar el “dividendo patriarcal” que los hombres obtienen de ma
nera colectiva y que proviene de percibir ingresos más elevados, tener ma
yor participación en la fuerza laboral, poseer más propiedades y acceso al
poder institucional, sin incluir los privilegios culturales y sexuales. La in
vestigación internacional sobre la situación de las mujeres (Valdés y Go-
máriz, 1995) lo documenta ampliamente, aunque las consecuencias que
todo esto tiene en los hombres han sido ignoradas.
Tales dividendos no son equitativos para todos los hombres: algunos
obtienen mucho y otros poco o nada. La dinámica del desarrollo constan
temente modifica la escala de los beneficios dependientes del género, los
costos que deben pagar (por ejemplo, ser blanco de la violencia) y las agru
paciones dependientes del género de los hombres. Ellos se ven tan afecta
dos como las mujeres (aunque de maneras distintas) por la turbulencia del
orden de género global. Las desigualdades de las relaciones dependientes
del género producen resistencia y la principal presión para introducir cam
bios en este tipo de relaciones proviene de un movimiento feminista inter
nacional (Bulbeck, 1998) que ha influido en los hombres de todo el mundo.
Los hombres responden mediante distintos mecanismos, uno de ellos
es la reafirmación de las jerarquías locales dependientes del género, por
ejemplo, en la política dependiente del género es común encontrar un
modelo de “fundamentalismo” masculino, como en Sudáfrica (Swart, 2001)
o Estados Unidos (Gibson, 1994). Otro mecanismo de respuesta está dado
por un cambio en las actitudes populares frente a la igualdad de género, lo
cual puede verse en la creciente aceptación de los hombres de la clase
trabajadora respecto de las mujeres en el lugar de trabajo; también se ob
serva en la aceptación expresa que la gente joven da a la idea de la igual
dad de derechos para las mujeres.
Aun así, el cambio de actitudes no necesariamente conlleva un cam
bio de prácticas. Fuller subraya que, a pesar de los cambios de opinión
entre los hombres peruanos, los espacios en los que las redes de solidari
dad masculina se construyen y que garantizan el acceso a las redes de
influencia, alianzas y apoyo, se reproducen a través de la cultura masculi
na de los deportes, el consumo de alcohol, la visita a burdeles o los relatos
204 DrBATrs soRRr MAsniiiNinADrs
la clase trabajadora. Parte del problema radica en que los debates acerca
de la política de masculinidad se han centrado principalmente en lo que
diferencia a los hombres de las mujeres. Hasta un crítico tan inteligente
como White (2000), en una discusión reciente sobre la inclusión de los
hombres y las masculinidades en los programas de “género y desarrollo”,
se preocupa por la amenaza de la política de igualdad de género feminista
y del peligro de hacer que la energía de otras luchas se enfoque en el
desarrollo capitalista. De esta manera, el debate tiende a ignorar los inte
reses que comfarten los hombres y las mujeres de una comunidad deter
minada. Los intereses de la clase trabajadora en los procesos de desarrollo
son básicamente intereses colectivos: por ejemplo, lograr al máximo la re
partición del trabajo en los ingresos nacionales, invertir en la industria
laboral intensiva (en lugar de la que reemplaza el trabajo), promover que la
educación y la salud públicas atiendan a más personas e invertir en infra
estructura urbana (habitación, agua y otros). Es difícil formular una agen
da como ésta en un lenguaje que sólo alude a la diferencia entre los hom
bres y las mujeres. Por su parte, para la investigación sobre la masculinidad
y para los movimientos de reforma de la masculinidad ha resultado com
plicado centrarse en cuestiones de desarrollo.
El problema sólo puede resolverse con una aproximación a las relacio
nes dependientes del género (Connell, 2000) que muestre cómo las muje
res y los hombres participan de maneras distintas (y como consecuencia
de las estructuras de género) en los procesos sociales, que de todas formas
redundan en intereses comunes. Estos procesos incluyen la reproducción
y el cuidado infantil, el trabajo social, la administración de la vida comu
nitaria y la interacción entre las comunidades y su medio ambiente. El
activismo en estas cuestiones debe considerar las diferentes posiciones
que ocupan los hombres y las mujeres en el trabajo, en la crianza infantil,
en la vida de la comunidad; asimismo debe reconocer los ámbitos donde
se producen los conflictos enraizados profundamente en el género, por
ejemplo, la violencia doméstica, el acceso a la propiedad, la homofobia y el
control de la sexualidad.
Detectar las cuestiones de los hombres y la masculinidad no resolverá
por arte de magia los problemas del desarrollo. A corto plazo, hará que
estos problemas parezcan más complejos. Sin embargo, ya que las cuestio
nes de desarrollo se relacionan con la estructura de la sociedad global, lo
que discutimos en este trabajo no podrá evitarse. Cuando reconozcamos
el significado que tienen las relaciones de género en la formación de
identidades sociales y la conformación de las comunidades, las cuestio
nes relacionadas con las masculinidades se volverán relevantes para las
fuerzas involucradas en la política de desarrollo regional y local, incluyen-
206 D n B A T tS SOBRC M A S C LILIN ID A D C S
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La D E P O R T m Z A C IÓ N GLOBALIZADA DE LA SOCIEDAD
2 Jean-Marie Brohm, Sociología política del deporte. México. Fondo de Cultura Económi
ca, 1982. Retomo esta categoría que desarrolla el autor a lo largo de su libro, y que me
permite comprender y analizar el proceso de deportivización social de los géneros y los
cuerpos.
La dcport/wzaqón del cuerpo 215
cual implica una rentabilidad y exigencia cada vez mayor del proceso de
producción deportivo, una sofisticada articulación de lo micro y lo macro,
de lo local y lo global, que agudiza los niveles de pobreza, explotación,
discriminación de las y los deportistas en los países integrantes de estos
organismos.
Las políticas económicas y deportivas de las instituciones internacio
nales (FIFA y COI, entre otras), se inscriben en la organización del mundo
neoliberal y globalizador de las finanzas. Los hombres que dirigen estas
instituciones encarnan las masculinidades transnacionales^ de los negocios,
las empresas, la administración y los consorcios que forman parte de la
configuración de las identidades genéricas de los deportistas y de su con
cepción del deporte: hombres de plenitud y pulcritud corpóreas, con men
talidad productiva de éxito y triunfo.
Muchos hombres deportistas de clases altas, medias y bajas han asu
mido e incorporado el modelo de las masculinidades transnacionales en su
forma de vida y en la práctica del deporte, expresado en su vestimenta y en
su gusto por ciertos lugares a los que acuden a socializar sus conocimien
tos sobre el juego. Esto es, si el neoliberalismo ha debilitado el Estado de
bienestar, también ha contribuido a una individualización del sujeto, en
cuyos atributos de hombre de finanzas encarna el bienestar de una empre
sa que trabaja en equipo (como en el deporte).
El proceso globalizador de deportivización de la sociedad ha tenido en
los medios de comunicación uno de los puntales para su modernización y
expansión en el mundo. Este fenómeno ha llevado a una interdependen
cia de los países,'’ en cuanto a organización del deporte, cuyos capitales
han sido invertidos en comunicación y tecnología telemática y multimedia
(Internet, televisión abierta y por cable y radio), las cuales permiten trans
misiones simultáneas a todas partes del planeta desde el lugar del evento.
Así, la gente presencia las proezas de las y los actores deportivos sociales,
cuyas biografías compactadas puede conocer en cuestión de segundos, en
el mismo contexto social en el que efectúan las actividades. La revolución
telemática concreta la tendencia a la instantaneidad, multiplicidad, pro-
La d e p o r t iv iz a c ió n g l o b a l iz a d o r a d e g é n er o o De cómo
^ Retomo lo planteado por Marta Lamas sobre el cuerpo en “Cuerpo e identidad”, en Luz
Gabriela Arango, Magdalena León y Mara Viveros (comps.), Género e identidad. Ensayos
sohre lo fem enino y lo masculino, Santa Fe de Bogotá, Tercer Mundo Ediciones/Ediciones
Unidas/Facultad de Ciencias Humanas, 1995.
^Todo lo referente a la organización genérica de la sociedad, el significado de los cuerpos
y el poderío de los hombres, está basado en los planteamientos de Marcela Lagarde, “La
La DFPORTM7.AaÓND n CUERPO 219
regulación social del género: el género como filtro de poder”, en A ntología de la sextrnli-
dad hum a n a , México, Cionsejo Nacional de Población, t. I, 1995.
220 D fratfs sobrf M A sa iiiN inA O F s
A las mujeres les son asignados los espacios privados, y aunque desa
rrollen las mismas actividades que los varones (en los mismos lugares que
los hombres), por su condición de género son devaluadas, descalificadas,
invisibilizadas y reducidas a los dos papeles genéricos considerados funda
mentales en su vida: los de madre y esposa. Esto implica que pasan a
formar parte de los pactos masculinos, en tanto que su reconocimiento es
dado por ellos como representantes de lo humano.
Este ámbito práctico-simbólico masculino es denominado como el es
pacio de los iguales y los pares, mientras que el ámbito que cubre lo femeni
no se define como el espacio de las idénticas^
El discurso patriarcal genérico ha hecho de la identidad una forma
clasificatoria de los grupos sociales y de las personas que los integran, dilu
yendo la complejidad de la diversidad sociocultural e histórica en la que
viven. De esta manera, las mujeres son consideradas como las idénticas,
seres impares que habitan espacios no diferenciados entre sí ni respecto
del de los varones: los pactos de ellas no atentan contra el de los hombres,
sino que los refuerzan y brindan las condiciones para su libre acción.
El discurso de la igualdad ubica a los hombres en una relación de ho
mologación, en un mismo rango de cualidades de sujetos, que son diferen
tes y perfectamente discernibles, con lo que la igualdad patriarcal adquiere
dimensiones de equipolencia, equivalencia y equifonía para los hombres.
El deporte, en tanto institución social y práctica cultural, es el espacio
público de los iguales y los pares, donde se simbolizan y ritualizan los
cuerpos masculinos, se firman y reafirman los pactos varoniles, expropian
do y señalando como inferiores a los femeninos. Esta filosofía política del
deporte lo convierte en expresión de:'“
^ Las categorías de espacios de los iguales y el de las idénticas, así como su argumenta
ción, lo retomo de Celia Amorós, “Igualdad e Identidad”, en Amelia Valcárcel (comp.).
E l concepto de igualdad, Madrid, Pablo Iglesias, 1994, pp. 29-48.
Consideración hecha de acuerdo a Pierre Bourdieu, en Sociología y cultura, México,
Crijalbo-CNCA, 1990.
L\ DrroRT/w7Aoó.\' n ri cucri’ o 221
' I Con base en ios argumentos de José Ignacio Barbero González, sobre el deporte, como
controlador de los cuerpos y los mecanismo de sanidad de éstos, que hace en la Intro
ducción de Materialen de sociología del deporte, Madrid, La Piqueta, 1993.
Retomo la propuesta metodológica de Maurice Godelier en La producción de los grandes
hoinhres. Madrid, Akal, 1986.
222 D eBATCS SüliRt MASCUL1NIDADC5
La d e p o r t iv iz a c ió n d e l c u e r p o o d e c ó m o l o s s e n t id o s
C O M P IT E N Y S E E S P E C IA L IZ A N E N L A T R A N S M IS IÓ N T E L E M Á T IC A
D E L A IN F O R M A C IÓ N
A través del deporte, hombres y mujeres representan sus cuerpos con esti
los propios y compartidos del saber jugar; con ellos modelan y maquillan
las tallas, formas y tamaños de sus cuerpos, los preparan para los comba
tes, donde los sentidos se especializan y jerarquizan en la competencia.
En el deporte, los cuerpos femeninos y masculinos son representados
como formas de conocimiento de las cosas, como un eco del grupo social
al que pertenecen, como una reconstrucción mental de lo real, como una
manifestación del estatus, como un todo estilizado de integración social de
los grupos e individuos.'’
El desarrollo, expansión y consolidación del deporte capitalista mo
derno deben entenderse como;'*
Andrea Rodó, “El cuerpo ausente”, D ebate F em inista, año 5, vol. 10, septiembre de
1994, pp. 81-94.
Retomo lo planteado por Jean-Marie Brohm, “20 tesis sobre el deporte", en M ateriales
de sociología de¡ (¡eporle, Madrid, La Piqueta, 1994.
226 D fbates SOBRF MASCUü NIDADES
Marcela Lagarde, Identidad genérica y fem inism o, Costa Rica, Instituto de Estudios de
la Mujer, 1997.
** Martha Patricia Castañeda Salgado, "Modernización e identidad femenina. El caso de
San Francisco Tepeyanco, Tlaxcala”, México, Universidad Iberoamericana Santa Fe,
tesis de maestría en Antropología, 2001.
La dcportivizagón del cuerpo in
L o s P A N T S SÍ HACEN AL DEPORTISTA
O D e Có m o e l f i s i c o c u l t u r i s m o d is c ip l in a
que realizan en sus casas, los gimnasios, las calles y los parques; mante
niendo una serie de dietas, flexibles o rigurosas, que permiten la construc
ción, real y simbólica, de un cuerpo resistente.
El diseño, el modelaje y la escultura de los cuerpos femenino y mas
culino se apoyan en el deporte y la disciplina para reforzar las diferencias
sociales, clasistas, genéricas, etarias, étnicas, sexuales, escolares que ubi
can a las mujeres y los hombres en la riqueza y la pobreza, según las
condiciones y situaciones económicas particulares y colectivas de cada
quien. Esta preparación del cuerpo es parte del proceso de producción
deportiva, en la que las acciones y actividades de las mujeres y los hom
bres funcionan en la lógica económica de la producción, y en donde el
trabajo es una de las principales razones de ser de la mayoría de las per
sonas, las sociedades y las culturas. La organización capitalista de pro
ducción basa su concepción del trabajo en el rendimiento, el esfuerzo, la
resistencia y el éxito.
Bajo estos principios, mujeres y hombres preparan sus cuerpos para
vivir las intensas jornadas laborales, resistir la adversidad de las presiones
y condiciones de trabajo, el agobio de la incertidumbre social, de la pro
longada austeridad económica que se traduce en pobreza social y cultural;
así como el acoso y destrucción de la violencia de género cotidiana. A esto
lo he denominado el proceso de fisicoculturismo genérico de los cuerpos, el
cual se caracteriza por la forma como mujeres y hombres son instruidos,
adiestrados, capacitados, preparados y disciplinados para vivir desde el
rendimiento, el esfuerzo, la resistencia y el éxito la deportivización de la
sociedad.
El proceso de fisicoculturismo genérico de los cuerpos es la demostra
ción de las desigualdades genéricas: cómo hombres y mujeres experimentan
la configuración y simbolización muscular de sus cuerpos. El fisicocultu
rismo es vivido por hombres y mujeres de forma consciente e inconsciente,
aceptada y rechazada, es parte de su imaginario social; es el mantenimiento
del cuerpo en las mejores condiciones para que resista el paso de los años
y se conserve en la eterna juventud; confirma la construcción genérica de
la masculinidad hegemónica, en la que se resaltan los atributos de poder,
fortaleza, virilidad, sexualidad, valentía, inteligencia, habilidad, capacidad,
vigor y potencia que caracterizan al hombre verdadero.
El fisicocultuismo genérico de los cuerpos es la práctica social que ase
gura el control del desbordamiento de las emociones; la exhibición y ocul-
tamiento de sus miembros, la especialización y jerarquización de sus par
tes. Es la codificación muscular que vigila y castiga al cuerpo, el cual “está
íntimamente inmerso en un campo político; las relaciones de poder ope
ran sobre él lo hacen una presa inmediata; lo cercan, lo marcan, lo doman,
La dfportivización del cejerpo 231
H a c ia e l f in a l d e l a p r im e r a e t a p a d e l a c o m p e t e n c ia
|2$7|
238 D cbatcs sobre M Asrui inidahes
D e l a d e s ig u a l d a d a l a j u s t ic ia : d e f in ic ió n
D E L PR O BLEM A C O M O U N A C UE STIÓ N DE D IS TR IB U C IÓ N
1La propuesta que se desarrolla en estas páginas no es tomarlos en términos com parati
vos, sino relaciónales, lo que implica que las meras normas de justicia distributiva no
resuelven el problema, sino que se requiere forzar cambios de carácter estructural.
¿En q ué consistf i a m a s c u iin id a d ? 239
que las mujeres y los hombres sean tratados igual en cuanto a las oportu
nidades, sino que la igualdad se manifieste en los resultados. La justicia
tiene un papel corrector de las desigualdades que se producen en la esfera
privada, sea la familiar o la mercantil. El debate sobre qué es lo que se
concibe como “buena vida” se desplaza al ámbito privado, cada persona
decide a qué quiere dedicar su vida, como cada empresario decide a qué
quiere dedicar sus activos.
Ahora bien, ninguna de las dos concepciones anteriores de la justicia
pone en cuestión las entidades “mujer” y “hombre”, sino el tratamiento
que ambos reciben. En la práctica, la desigualdad puede quedar definida
en términos de pobreza relativa.
Por el contrario, cuando tomamos a las mujeres y a los hombres, no
como entidades a priori sino como productos del sexismo, la lucha contra
éste no es meramente una cuestión de justicia distributiva, en cualquiera
de las dos versiones que acabo de mencionar. Se orienta a la transforma
ción del sistema de relaciones que hace de la mujer y del hombre catego
rías significativas, que construye a ambos y hace de ellos lo que son. Des
de esta perspectiva, la condición de existencia de la categoría mujer es la
existencia de la categoría hombre. Por tanto, resulta una imposibilidad
lógica que los derechos y condiciones materiales de que disfrutan los hom
bres sean a su vez disfrutados por las mujeres, porque la posición de los
hombres es dependiente de la posición de las mujeres, y viceversa. Lo que
hace posible que los hombres disfruten ciertos derechos es que las muje
res accedan a ellos.
En el caso europeo, lo que permite a los hombres tener acceso a em
pleos e ingresos como los que disfrutan, se debe a que el hombre aporta al
ejercicio de su profesión la disponibilidad de una infraestructura logística
que le descarga de las tareas de atención y cuidado de la propia persona, y
de atención y cuidado de las personas dependientes, sean niños, viejos o
enfermos. Junto a esas dotaciones logísticas, que redundan positivamente
en su desarrollo profesional, se añade el tipo de disposición ante el trabajo
remunerado que realiza aquella persona, cabeza de familia, cuya función
es financiar las necesidades de las personas que forman parte de su fami
lia, a las cuales considera su patrimonio. En el caso del varón adulto, pa
triarca, su familia, su patrimonio, es a) fuente de recursos que le sitúan
ventajosamente para obtener un empleo remunerado, o para participar en
la vida política, científica y cultural; en tanto que representante del con
junto en la esfera pública; h) móvil para sus acciones, ya que el poder
patriarcal incorpora no sólo derechos sobre el patrimonio, sino también
deberes: ha de financiar las necesidades del resto de miembros de la fami
lia, totalmente o, cuando menos, en su mayor parte.
240 D cBATCS SOBRr MASCUllNinADES
Hay que tener presente que para el caso español, los salarios de las
mujeres que tienen un empleo remunerado son 30 por ciento inferiores a
los de los hombres, y únicamente 33 por ciento de las mujeres mayores de
16 años tiene un empleo remunerado. En cuanto a los jóvenes —hombres
y mujeres—, sólo 20 por ciento de los que se encuentran entre los 16 y los
19 años, y 37 por ciento de los jóvenes entre 16 y 24 años, tiene un empleo
remunerado.^
Fuente; elaboración propia, con datos tomados de la página web del Instituí d’Esta-
dística de Catalunya.
M u je r e s H o m b re s
M a d re s S o lte ra s
S it u a c ió n la b o r a l T o ta l Esposas s o lte ra s s in h ijo s T o ta l M a r id o s S o lte ro s
Nótese la diferencia numérica entre las mujeres y los hombres, particularmente en el caso de
las esposas y los esposos. Interpretamos que indica el número de mujeres que son amas de casa
y, por tanto, carecen de ingresos propios. Datos de la ENEU (Encuesta nacional de empleo
urbano del IN C G l) para el periodo 1987-1993. Las cifras absolutas se refieren al total de entre
vistados, considerando todas las cohortes sometidas a la entrevista por Cunningham (elabora
ción propia).
T ip o d e e s tr u c tu r a f a m i l i a r N % c o lu m n a
D e l a j u s t ic ia a l a p o l ít ic a ; d e f in ic ió n d e l p r o b l e m a
C O M O e x p l o t a c ió n y d o m in a c ió n
miento que defiendo en estas páginas es que uno u otra son epifenoméni-
cos. Sin embargo, el resultado de medidas políticas, como las que señalo,
tendría como impacto en la subjetividad la disolución de la masculinidad y
la feminidad, favoreciendo que cada persona desarrollara de un modo pro
pio las distintas potencialidades.
No tiene por qué participar del mismo significado para toda persona el hecho de tener
testículos u ovarios. La vivencia de la diferencia anatómica es un hecho íntimo, siempre
y cuando no se tome como base para dividir la sociedad y el trabajo.
246 D fbates sorrf m a s c im in id a d e s
De lo contrario se consideraría que las mujeres adultas que carecen de un empleo re
munerado se consideran desempleadas, en lugar de clasificarlas como amas de casa.
¿En q u é consiste la m a s c u l in id a d ? 249
La relación es antagónica
” Algo parecido ocurre cuando se utiliza la expresión “España va bien”, se supone una
unidad de destino, y se define las subjetividades por su relación con la misma, españo
les, de donde a los españoles sólo les puede ir bien si España va bien.
¿En qué consiste la m a s c u lin id a o ? 251
I“* La noción de la importancia del amor como condición de posibilidad de la vida en co
mún, está presente en el mandato cristiano del amor a Dios por encima de todas las
cosas, donde Dios se puede tomar como imaginario del todo: seres humanos y naturale
za incluidos para todo lugar y todo momento de la historia, y derivado inevitable de este
mandato primero, el amor al prójimo incluso cuando éste sea nuestro enemigo.
Concepción a la que Kant se refiere con el término amor práctico.
¿En q u l consistc l a m a s c u l in id a d ? 253
“Análisis de los estereotipos de rol de género. Validación transcultural del inventario del
rol sexual”, Universidad Pontificia de Comillas, tesis doctoral, 1997.
¿En q ué r o N S iS T F ia m a s c u i in id a d ? 255
Género
Mujeres 20 30 31 19
Varones 32 20 25 33
Génerolsexo
Baja 18 14 36 33 12 0 64 34
Media 45 42 45 45 57 47 24 43
Alta 37 44 19 22 31 53 12 23
Chicas Chicos
Número Número
Perfil de personalidad de casos Porcentaje de casos Porcentaje
De l a s o l id a r id a d c o n f u n d a m e n t o e c o n ó m ic o
La división social del trabajo sujeta, crea, una solidaridad forzada, basada
en una organización en cascada de la dependencia y de la subordinación:
de los niños, viejos y enfermos respecto de la mujer; de ella respecto del
liombre, del hombre ganador de pan respecto del empresario. Se trata de una
solidaridad forzada, porque no se dispone de vías alternativas para la coo
peración o, si se prefiere, los costes en los que se incurre cuando se toman
vías alternativas son tan altos que se acaba disciplinando la conducta.
258 D ebato sobre masculinidades
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La n o c ió n d e l a p o l ít ic a p ú b l ic a
El p r e s u p u e s t o y l a p o l ít ic a p ú b l ic a
I2 6 :i|
264 D fbatfs sobrf m a s c h i in io a d fs
El p r e s u p u e s t o y l o s f in e s d e l a p o l ít ic a p ú b l ic a
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El r.FNFRO FN LA POIÍTICA PÚBI IfA Y SU viN O JIO CON FL PRFSUPUFSTO 265
El pr o c eso d e p r e s u p u e s t a c ió n
La s u p u e s t a n e u t r a l id a d d e l p r e s u p u e s t o
La r e l e v a n c ia d e g énero en l a s p o l ít ic a s p ú b l ic a s
L ín e a s d e in v e s t ig a c ió n e n l o s a n á l is is d e l p r e s u p u e s t o
1. Tipo de proyecto:
a) Productivo
b) Desarrollo de la comunidad
c) Desarrollo de capacidades humanas
2. ¿El programa contiene un enunciado respecto del “enfoque de género”?
3. ¿Se estipula el porcentaje de mujeres beneficiarias?
El género en la p o lític a PÚRLICA y SLI v ín c u l o c o n El PRESUPUESTO 271
Info rm e d e l a n á l i s i s p r e s u p u e s t a r io
M e t o d o l o g ía
C uadro i
F Función
SF Subfusión
PS Programa sectorial
PE Programa especial
AI Actividad institucional
PY Proyecto
UR Unidad responsable
l'uente: SIICP. C uenta Pública, Ejercicio programático económ ico del gasto devenga
do del gobierno federal y Ejercicio programático del gasto devengado del gobierno
Icderal, 200().
274 DfRMFS SOBRF MASO IIINIDADES
VOS por los cuales variaron los gastos destinados directa e indirectamente a
las mujeres. Durante esta revisión, se encontró que en los análisis progra
máticos de algunos ramos administrativos se mencionaban acciones diri
gidas directa e indirectamente a las mujeres, que no aparecían en las cate
gorías referentes a los ejercicios programáticos consultados; en la mayoría
de éstas no se especificaba el monto, muy pocas presentaban este dato, así
como el número de beneficiarías, por lo que no se pudo analizar el monto
por cada una.
No obstante estas limitaciones, se consideró que la sistematización de
la información por género era importante porque expresaba, de alguna
manera, cómo el gasto público se concretaba en acciones tendientes a
mejorar la situación de las mujeres o a impulsar la equidad entre hombres
y mujeres; este último propósito mediante acciones positivas. Para alcan
zar tal fin, las acciones se clasificaron en tres categorías:
L im it a c io n e s e n l o s a l c a n c e s d e l a in v e s t ig a c ió n
El v o t o y l o s p r o g r a m a s d ir ig id o s a l a s m u j e r e s
José Ayala señala que “el político enfrenta disyuntivas en sus elecciones y
decisiones y sabe que no todos los electores votaron por un único proyecto
de presupuesto público [...] sino que en el mejor de los casos ganó por
mayoría, y a veces muy divida. Así que políticos y burócratas deberán to
mar decisiones que consideren la situación económica y política general,
más allá de las relacionadas con el presupuesto público” (Ayala, 2000:
297). Hoy en día, los partidos políticos no pueden ignorar el voto femeni
no, y es de suponer que en números crecientes, las mujeres mexicanas
ya no votan automáticamente siguiendo la decisión de sus maridos; esta
situación los lleva a considerar la satisfacción de las “necesidades especí
ficas” de las mujeres, si desean contar con su voto.
Una “femócrata” australiana proporciona el ejemplo concreto de una
iniciativa para la obtención de votos. Con base en una encuesta sobre la
fuerza de trabajo en su estado, observó un incremento grande de mujeres
que trabajan tiempo parcial y una severa escasez de apoyos para el cuidado
de los niños. Se diseñó un programa de horarios prolongados para las es
cuelas, que beneficiaría a 4 100 niños y niñas, con un costo de menos de
un millón de dólares.
“Cuando traducimos esto en votos, cosa que hago a menudo con el
secretario, le digo: ‘Tenemos 4 000 niños, entonces, potencialmente son
12 000 votantes si consideramos al padre, a la madre y a otra persona de
la familia que vea el beneficio de la medida, y gastando sólo un millón
de dólares.’ Ningún otro programa les puede rendir el beneficio de vo
tos dólar que éste logra” (entrevista con Sherry, citado por Eisenstein,
1996: 49).
278 DcBATrs soBRr M A s ru iiN in A n rs
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MASCULINIDAD, INTIMIDAD Y POLITICAS PUBLICAS.
LA INVESTIGACIÓN SOCIAL: SUS APORTES, LÍMITES
Y DESAFÍOS
I n t r o d u c c ió n
|2HI|
2 8 2 D e BATLS s o b r e M A S C U L IN ID A D E S
Se les dice a los y las adolescentes: “el sexo sólo sirve para tres cosas, para tener hijos,
para quitar el estrés y para alcanzar la sublimación. Ustedes no van a tener hijos, no
están estresados y tampoco saben qué es la sublimación, así que nada de sexo, eso es
algo grotesco. ¡Aprendan a usar su energía sexual que se va al cerebro, en lugar de
tirarla!” (La Jomada, 23 de octubre de 2002, p. 49).
M A SrU I INIDAD, I N T I M I D A n Y P O l Í T I f A S PÚRIirAS. La INVFSTIGAnÓN S O f l A I 283
’’ Como existe una abundante bibliografía que aborda el tema de la masculinidad o de los
hombres sin el compromiso político derivado de la equidad de género, sólo me refiero a
los estudios orientados a este objetivo.
'’ Vale la pena anotar que Alatorre, M inello y Romero (2000) realizan también una revi
sión de investigaciones, programas y acciones sobre la incorporación de los hombres en
las acciones de salud sexual y reproductiva, que incluye tanto las acciones estatales,
como las de las organizaciones civiles. De hecho, este escrito se ha nutrido de ese traba
jo, sin embargo, se consideró necesario hacer una síntesis propia a fin de incorporar
mhros e investigaciones no contempladas y tomando como eje no la salud, sino la esfera
de la intimidad.
284 D cbai ls sühkl mascuunidadcs
L as p r á c t ic a s y d is c u r s o s e n e l á m b i t o
DE LA SEXUALIDAD ERÓTICA
El a m o r y l a s r e l a c io n e s d e p a r e ja e n l o s v a r o n e s
Los ámbitos del amor, la intimidad y los afectos han sido considerados
como espacios propios de las mujeres, por ello, la vida emocional de los
hombres es uno de los terrenos menos explorados desde las ciencias socia
les. No obstante, sería falso afirmar que no contamos con información
sobre el tema; cierta parte de la producción filosófica, sociológica y litera
ria ha abordado el tema del amor, pero presuponiendo siempre que se
trata de un terreno neutral, vivido por igual por hombres y mujeres. Así,
encontramos importantes lagunas en estudios que utilizan como prisma
los modelos culturales de la masculinidad y las identidades genéricas en el
análisis de la experiencia amorosa de los varones. Con todo, en los últimos
años algo se ha avanzado, y desde diversas vertientes ya se empiezan a
explorar la forma en que los hombres experimentan su vida afectiva.
M a SCUI INIDAD, INTIMinAD Y POI ¡TICAS PÚBIICAS. L a INVFSTIC,ACIÓN SOCIAI 287
supone un mayor riesgo para su vida y su salud. Además, los estudios mues
tran el importante papel que desempeña el cuerpo de las mujeres para
ampliar o restringir los márgenes de negociación ante la decisión del abor
to. También se detectó que el tipo de apoyo que brindan los hombres
depende de si mantienen una relación formal u ocasional y del grado de
compromiso emocional establecido con su compañera. Aunque son los
varones quienes deciden qué se negocia y qué no entra en la negociación,
son ellos quienes deciden en qué apoyan y en qué no (Guevara, 1998).
Estas contradicciones son muy evidentes cuando se analiza la expe
riencia emocional de los varones ante el aborto, pues contra la idea gene
ralizada de que ellos viven este proceso como una experiencia ajena, en
este estudio se reveló que la mayoría de ellos lo viven con una profunda
carga emocional (de incertidumbre, impotencia, miedo, angustia o cora
je), pero sus sentimientos no facilitan necesariamente la solidaridad ni
implican mayor cercanía con su compañera, sino que forman parte de un
proceso emocional. Este proceso es el que les permite orientar moralmen
te su acción; en él cumple un papel determinante el tipo de vínculo que
establecen con las mujeres con quienes tienen vida sexual, y los impulsa a
brindar apoyo o a eludir las responsabilidades que tienen con sus compa
ñeras (Guevara, 2001b).
Finalmente, otro estudio con adolescentes escolarizados en la ciudad
de México muestra las enormes contradicciones que supone para las nue
vas generaciones conciliar el discurso de los derechos reproductivos con la
moral católica que condena la práctica del aborto. De los 148 varones
entrevistados, en su mayoría católicos, más de la mitad afirmó no conocer
sus derechos reproductivos (53 por ciento) ni los de su pareja (55 por
ciento), pero el 93 por ciento señaló que las mujeres tienen derecho a
decidir sobre su propio cuerpo; sin embargo, el aborto no es considerado
dentro de estas prerrogativas, ya que sólo 5 por ciento piensa que las mu
jeres que abortan ejercen un derecho. Con todo, 92 por ciento consideró
que la decisión ante un embarazo no deseado la debe tomar la pareja o la
mujer, y 38 por ciento practicaría un aborto si su compañera lo deseara o si
no tuvieran otro remedio (Guevara, 2001a).
Los estudios sobre la participación del varón en el proceso de embarazo
y parto apuntan algunos cambios en las zonas urbanas, pero muy pocos en
las zonas rurales. Castro y Miranda (1998) y Vázquez y Flores (1999),
en estudios realizados en población rural, muestran que la capacidad de
decidir de los hombres en el proceso de embarazo y parto es determinante.
Son los hombres quienes deciden si se recurre a los métodos tradicionales
de control de fecundidad, son ellos quienes deciden tener o no relacio
nes en los días fértiles, ellos deciden en qué momento una mujer embara
MASniLiNIDAO, INTIMIDAD Y POIÍTICAS PÚRLICAS. L a INVESTIGACIÓN SOCIAL 291
zada puede ver al médico, y son ellos quienes reciben la información del
personal de salud. Sin embargo, en jóvenes universitarios y solteros de la
ciudad de México, se encuentra que ellos tienen una perspectiva más go
zosa de su futura paternidad y consideran que participar en el proceso de
embarazo y parto de sus compañeras sería una experiencia agradable y una
forma de compartir un proceso que vislumbran con expectativas muy ven
turosas (Guevara, 2002).
Y su e x p e r ie n c ia d e l a p a t e r n id a d
La m a s c u l in id a d c o m o p o s ic ió n s o c ia l ,
IN TIM ID A D Y POLÍTICAS PÚBLIC A S.
A M ANERA D E C O N C L U S IÓ N
' En otro texto (“La masculinidad como posición social. Un análisis desde la perspectiva
de género”, Revista O M N IA , 2001-2002, año 17-18, núm. 41:103-109) desarrollo más
ampliamente esta tesis.
M a SCUUNIDAD, in t im id a d V l'OÜTICAS l’ÚliLICAS. La in v l s iid a c iü n s o c ia l 297
^ Un científico social, como Ricardo Pozas H., hacía notar (en el “Coloquio de doctorantes”
de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, 2 0 0 2 ) que había una ten
dencia reciente por parte de los hombres a colocar a sus hijas en el lugar de la esposa en
espacios públicos, y señalaba que, por ejemplo, es cada vez es más frecuente ver a las
hijas jóvenes viajar en el auto junto al padre, en el asiento del copiloto, mientras que la
madre viaja en al asiento de atrás.
298 D ebates sobre masculinidadcs
reconocer al “otro” como parte de la propia vida, de manera que sea posi
ble distinguir las relaciones en que los hombres viven la solidaridad, el
amor o la compasión, a diferencia de las relaciones que se sustentan en
sentimientos asociados al prestigio, como el honor o el respeto. Además,
permitiría hacer un análisis más fino sobre la forma en que funcionan los
sentimientos para legitimar distintas formas de dominación encubiertas
o legitimadas, bajo el discurso del amor o la protección, y no sólo en el caso
de los hombres sobre las mujeres o a la inversa, sino de los padres res
pecto de los hijos/as, e incluso de las instituciones respecto de los indivi
duos. Finalmente, permitiría acceder al análisis político de los factores
que fortalecen o fragmentan las redes sociales, y debatir sobre la forma
en que la lógica del mercado está debilitando instituciones como la familia y
socavando los principios de solidaridad social.
Uno de los mayores obstáculos que enfrentan quienes están interesa-
dos/as en promover una política pública con enfoque de género, es la opo
sición de los grupos más conservadores que señalan como única alternati
va el regreso a las posturas más tradicionales, pues, se dice, las demandas
de equidad sólo han contribuido a la disolución familiar. En realidad, como
muestran distintos análisis sociológicos y desde la economía política, son
los cambios estructurales generados por el nuevo orden económico mun
dial los que han propiciado una creciente fragmentación social y se han
convertido en una amenaza para la familia. Es precisamente el triunfo
del capitalismo, y no su fracaso, lo que ha llevado a quebrantar las insti
tuciones al romper los núcleos que sostienen el tejido social y al volver
incompatibles las actividades remuneradas con el tiempo dedicado a la
familia. Las nuevas formas de organización social que ceden al mercado
los poderes que antes detentó el Estado, han creado condiciones tan
adversas para las relaciones entre hombres y mujeres, que hacen cada vez
más inviable la familia, la convivencia en pareja, y vuelven cada vez más
complicado el ejercicio de la maternidad y la paternidad. En países como
el nuestro, incluso derechos fundamentales de los niños y las niñas, como el
derecho a la salud, a la alimentación o a la educación, han sido trastocados
por el desempleo, la desregulación laboral, la eliminación de subsidios y la
reducción progresiva del gasto social, de manera que se han convertido en
importantes factores de disolución social. Un Estado que renuncia a sus
responsabilidades sociales, deja a las familias en la más absoluta despro
tección y despoja a poblaciones enteras de sus posibilidades de un futuro
digno. Por ello, sería importante señalar a quienes se preocupan por la
“crisis de la familia”, que la equidad de género es un enorme dique para
detener los procesos de fragmentación social que se gestan en todo el
mundo, y que las posibilidades de supervivencia de individuos, familias y
M a SCULINIDAD, INIIMIUAD Y HULÍÍILAS PÚBLICAS. L a INVLSIICAUÓN SOCIAL 299
B ib l io g r a f ía
co , C on ap o.
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300 DrRATTS .SOBR[ M A S n .'L lN ID A D rS
IN E Q U ID A D E IN JU S T IC IA S O C IA L F U N D A D A
E N LAS D ISTANC IAS DE G ÉNERO
UO.II
304 D ebates sobre masculinidades
M a s c u l in id a d
D i s e ñ o d e p o l í t i c a s d ir e c t a s y g l o b a l e s
Las políticas públicas son los criterios que guían las acciones de las ins
tituciones públicas para dar cumplimiento a la misión que tiene cada
institución. Sin embargo, la política pública no es solamente un hecho
administrativo establecido por el Estado, sino el resultado de diversos pro
cesos cuyo origen se halla en las demandas sociales, dentro de un contexto
cultural, económico y político específico (Silveira, 2000). Por lo cual, el
diseño de políticas cuyo eje estratégico es la transformación de la posición
de dominación, control y privilegios derivados de la construcción del suje
to masculino, deben responder a las demandas de equidad y justicia que
permitan el desarrollo y bienestar social.
¿A quién le interesan las políticas que tomen en cuenta la masculini
dad? A las mujeres que enfrentan obstáculos para acceder al mercado de
trabajo, que experimentan el acoso sexual en el ámbito laboral, que reci
ben menor paga por trabajo de igual valor. También, a las niñas y mujeres
que sufren violencia doméstica, a las mujeres que tienen que ceder ante la
imposición de los deseos del compañero en el terreno sexual, a las mujeres
que tienen que responsabilizarse del cuidado reproductivo si no quieren
más embarazos o infecciones de transmisión sexual, a las mujeres que
tienen que hacerse cargo de los cuidados y manutención de los hijos e
hijas cuando el hombre no colabora, a las niñas y adolescentes que enfren
tan restricciones del padre para continuar su educación. Es decir, a todas
y todos los que están fuera de la lógica masculina.
Las políticas críticas de la masculinidad enfrentarán, como las otras
políticas de equidad de género, resistencias al cuestionamiento de las es
tructuras de poder y a la organización tradicional de las relaciones socia
M ascuunidad y las políticas públicas 309
les. Tal vez habrá más resistencia, pues no sólo se busca el cambio en las
oportunidades de las mujeres, sino el cambio en las relaciones de muchos
hombres.
En este artículo examino y reflexiono sobre las políticas y la masculi-
nidad desde el enfoque de equidad de género. Las políticas públicas en
relación con el género han evolucionado desde el enfoque asistencialista
en los años cincuenta, dando prioridad al papel reproductivo de las muje
res; entre los años sesenta y setenta se reconoció el rezago social de las
mujeres y se comenzaron a revisar las relaciones dentro del hogar y el
aporte de las mujeres al desarrollo; en los años ochenta, se partió de la
eficiencia, del em^oderamiento y de la autonomía (Silveira, 2000); en los
noventa se abordó la perspectiva de género y la noción de derechos. En
el siglo XXI se reflexiona sobre la pertinencia de incluir el análisis de la
masculinidad para lograr la equidad de género, profundizando la visión
de derechos humanos y contemplando la posibilidad de la colaboración de
mujeres y hombres en el impulso de acciones por la equidad y desarrollo
humanos.
El diseño de políticas que reconozcan los mecanismos de construc
ción de la masculinidad tendría por lo menos dos vertientes: la primera se
refiere a las políticas que socavan las normas, las prácticas, las codificacio
nes culturales que elaboran simbólica y estructuralmente las característi
cas biológicas del macho de la especie, y facilita que ciertos individuos se
coloquen en una posición de control, dominio y privilegio sobre otras(os).
Por ejemplo, las políticas que buscan eliminar la discriminación laboral,
pago igual a trabajo igual, erradicación del hostigamiento sexual en el tra
bajo, entre otros.
La segunda se refiere a las políticas que contribuyan a la incorpo
ración de los hombres en prácticas de las que han sido excluidos, como
el cuidado y crianza infantiles; a las políticas que transformen las repre
sentaciones culturales que legitiman y modelan la posición masculina
desde la autoridad, la violencia, el control y los privilegios sobre otras/os,
y ofrezcan nuevas formas de relación democrática y bajo un enfoque de
derechos.
Al reflexionar sobre el diseño de políticas públicas con una orienta
ción crítica a la dominación masculina, es importante contemplar diferen
tes ámbitos de la vida social, pues es necesario que en todos se diseñen
políticas pertinentes. Por ejemplo, los ámbitos laboral, educativo, de la
salud, de la sexualidad, de la paternidad, de la participación política, entre
otros, ya que se corre el riesgo de mantener la mirada exclusivamente so
bre la salud reproductiva y la violencia, muy importantes y en los que se
puso gran énfasis en las conferencias internacionales de los años noventa.
310 D ebates sobre masculinidades
T omadores d e d e c i s io n e s y p o l í t i c a s d e g é n e r o
C o m p l e j id a d d e l a s p o l ít ic a s
D iv e r s id a d
C o n c l u s io n e s
B ib l io g r a f ía
C arlos G u id a
I n t r o d u c c ió n
G énero e n l a s p o l ít ic a s p ú b l ic a s .
El e s t a d o d e l a c u e s t ió n e n U ruguay
|3 1 5 |
316 D fRATFS SOBRF MASriMINIDAnFS
Cuando l a s r e s is t e n c ia s d e s n u d a n l a c o n f i g u r a c i ó n
2 En el marco del Curso Niveles de Atención en Salud. Área de Salud, Facultad de Psico
logía de la Universidad de la República, 2001.
^ En el marco del Seminario “Adolescentes y sector salud” y del Seminario “Género, salud
y participación comunitaria”, Carlos Güida (coord.). Area de Salud. Facultad de Psico
logía de la Universidad de la República.
Eq u id a d dc género y políticas en U ruguay 319
ciento admitió la imposición de los criterios del varón. Los varones son
identificados por las mujeres como los principales partícipes en la elec
ción del método (48 por ciento). Sin embargo, sólo 32 por ciento de las
encuestadas identificó a su pareja como la persona con quien habla sobre
asuntos relacionados con su sexualidad.
Esto parece confirmar que las situaciones de dominio/subordina-
ción de género son más complejas de lo que algunos profesionales de la
salud definen como una interacción entre el varón fobre-ausente-horra-
cho-gol-peador y la mujer pobre-nunca suficientemente buena madre.
En esta investigación, las entrevistas a directores y técnicos permitie
ron aproximarse a las ideas y percepciones sobre los varones en calidad de
parejas de las mujeres usuarias, así como a las acciones dirigidas a la salud
reproductiva de los varones. El análisis de las entrevistas permite afirmar que
este campo no ha sido considerado por los servicios de atención primaria.
Esta invisibilidad del papel de los servicios en relación con la salud y los
derechos reproductivos de los varones, se contrasta con una visión de la
salud reproductiva y la anticoncepción como campos asociados exclusiva
mente a la salud de la mujer. Esto se hace evidente en las entrevistas, a
través de los testimonios de directores de centros de salud; “En cuanto al
varón, es una población que no existe para nosotros. No sabemos dónde
está. Es todo un tema”, afirma uno de ellos, mientras otro sostiene: “la
mujer tiene más conciencia de su salud reproductiva, el hombre no le da
importancia. Adolescente, joven o adulto [...] Acá vos ves que la mujer
tiene el gancho de lo obstétrico, del hijo, de la pediatría. El varón creo que
no tiene gancho, ¿no?”. Un ginecólogo plantea: “son muy pocos los hom
bres que acompañan a la mujer [...] y menos aún los que entran a la con
sulta. No sé si habrá mucha timidez en eso, porque hay hombres que
acompañan a las mujeres pero no entran jamás. No se los invita [...] no sé
muy bien, porque yo estoy sentado detrás de un escritorio y es la partera la
que sale a llamar, ¿no? Hay hombres que piden para entrar, pero son los
menos”. Algunos técnicos y directores describen las relaciones de dominio
de los varones sobre sus parejas, evidentes tanto en la imposición de tener
hijos propios, como en la prohibición del uso de métodos anticonceptivos.
Como lo afirma una partera de Centro de Salud: “incluso tengo pacien
tes que me dicen: ‘yo no voy a tomar anticonceptivos, porque mi marido no
quiere’. Y con el DIU también pasa muchísimo”.
De aquí se desprende la necesidad de profundizar en el imaginario de los
varones en cuanto a los significados de la paternidad, la constitución del nú
cleo afectivo familiar y su autoimagen en la vida pública y en la vida privada.
En otro programa al que hacíamos referencia. Maternidad Voluntaria
e Informada, del Programa de Atención Integral a la Mujer (PAIM), el énfa-
Eq u id a d dc c ín f r o y políticas cn U rugliay 323
En nuestro país, el desarrollo de los estu d ios d e género con stitu ye una m a te
ria p en d ien te de la Universidad de la R epública. A iniciativa de algunos/as
d ocen tes, se han integrado — en algunos servicios— aportes c o n ce p tu a les y
m etodológicos en instancias curriculares, en otros se han desarrollado in s
tancias a ca d ém ic a s e s p e c ífic a s q u e fo ca liza n e s te ca m p o , y en otros se
con statan vacíos. S e observan in iciativas q u e llevan a d elan te p royectos o
326 DtBATtS SOBRl. MASLULINlüAUtS
El pr o c eso d e in s t it u c io n a l iz a c ió n de género
Compromiso político
Gomensoro, Güida, Corsino, Lutz, "La nueva condición del varón ¿renacimiento o
reciclaje?”, Fin de Siglo, 1995 (reeditado en 1998 como Servarán en el 2000: La crisis
del modelo tradicional de masculinidad y sus repercusiones, edición de los autores con
apoyo de t'NUAP).
Eq u id a d d f g én er o y p o i ¡tic a s fn U ruguay 329
Política y planifícación
Recursos asignados
sentante sindical en el acto de clausura del piloto, “hubo que patear mu
chas piedras para que el programa se desarrollara”, apuntando luego que
“si el programa existe es a pesar de que no se lo ayudó”/
Ubicación de responsabilidad
M a s c u l in id a d e s y p o l ít ic a s p ú b l ic a s
*^Thera Van Osch cita a ja n M ichiel (1997), quien afirma que para una buena gobernabi
lidad es necesario un manejo eficaz, responsable y transparente por parte del gobierno,
una política macroeconómica orientada al mercado libre y un Estado democrático que
respete los derechos humanos. Citado en G énero y gobem ahilidad. U n acercam iento a la
realidad centroam ericana, Guatemala, COOERSA/Embajada de los Países Bajos, 1998.
334 DcBATrS SOBRE MASCUUNIDADE 5
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“El Estado uruguayo y las m ujeres”. Uruguay, M onitoreo de políticas públicas.
Equidad d£ cíncro y políticas cn U ruguay 335
Gerardo Ayala
I n t r o d u c c ió n
■ Salud y Género, A.C., es una institución de la sociedad civil con más de diez años de
experiencia en el campo de la salud; ha centrado su trabajo en promover procesos edu
cativos amplios tendentes a construir la equidad entre los géneros, trabajando con gru
pos de mujeres, de hombres y grupos mixtos de diversos sectores sociales del país.
2“El núcleo esencial de la definición se basa en la conexión integral de dos proposicio
nes: 1) el género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basado en las
diferencias percibidas entre los sexos; 2) el género es una forma primera de significar
las relaciones de poder” (Joan Scott, Género. Una categoría ú til para el análisis históri
co, 1988).
1.3,871
338 D f RATFS s o b r e M ASrUIINIDADFS
I deas c e n t r a l e s d e u n p r o c e s o e d u c a t iv o
A l g u n o s r e s u l t a d o s
Por otra parte, y en relación directa con el trabajo educativo que reali
zamos, hemos encontrado que la mayoría de los participantes en nuestros
talleres (mil personas por año), o en el diplomado (25 por generación),
reporta cambios en lo personal; otros tantos aplican o multiplican lo apren
dido diseñando y desarrollando programas en las instituciones u organiza
ciones donde trabajan, además de actuar socialmente. Por tanto, requerimos
evaluar ahora con más precisión los procesos de cambio y resistencia que
se dan.’’
Otro nivel de incidencia se presenta cuando trabajamos en la capaci
tación de funcionarios y funcionarias de diferentes instituciones de go-
Actividades
P ro d u cto s
^ ¿Cómo veo a m i 'papá? Por una paternidad más padre, M emoria de la campaña. Instituto
Nacional de las Mujeres, México, Inmujeres/UNICEF, agosto de 2001.
**“Quehacer parlamentario”, suplemento de La Jornada, 27 de junio de 2000.
‘^¿Cómo veo a m i papá?...
344 DrBATES SORRF MASCIIIINIDADFS
Actividades
Productos
C o n t e x t o s o c ia l e n M é x ic o y s it u a c ió n d e s a l u d
•o Instituto Promundo, ECCOS, Salud y Género A.C. y PAPAI, serie de cinco manuales y un
video; “Trabajando con hombres jóvenes: salud, sexualidad, género y prevención de la
violencia”, memoria del Seminario Latinoamericano, Querétaro, 2000.
11 Rodríguez Yuriria, “Trabajando con hombres jóvenes; salud, sexualidad, género y pre
vención de la violencia”, en M emoria del Seminario Latinoamericano, Querétaro, 2000.
12 ¡hid.
111 Gisela Sánchez, Olivia Dorantes y Gerardo Ayala, "Documento interno para proyecto de
Salud y Género, A.C.”, Querétaro y Xalapa, octubre de 2002.
D f I.A FDlirAnÓN a i a p o i í t i c a p ú b i ica 345
i'* Martha Gloria Morales, “La participación ciudadana en las nuevas administraciones
municipales” (Análisis de caso de gestiones panistas y priístas de Querétaro, Guanajuato
y Aguascalientes) Serie Sociales. Universidad Autónoma de Querétaro, julio de 2000.
Estudios y diagnósticos sociodemográficos sobre los jóvenes en México, IV Informe
Avances del Programa Nacional de Población 1995-2000, México, Conapo, 1999.
'* Idem.
Tanto el Foro nacional de políticas de población y desarrollo, como Milenio Feminista,
han documentado bien esto.
346 D eBATFS SOBRF MASniLINIDADFS
La s a l u d d e las m u je r e s jó v e n e s
tud, 2000). En cuanto al abuso sexual, 90 por ciento de las víctimas son
mujeres y 87 por ciento de los agresores son hombres, 50.12 por ciento
son menores de 17 años (Saucedo, 1995). Estudios comparativos sobre
la violencia sexual y la violencia de género muestran que éstas son más
comunes donde las mujeres son vistas como propiedad masculina, donde
el control de recursos está en manos de los hombres y donde el ser hom
bre se relaciona con la dominación y necesidad de proteger el honor. Así,
la violencia se desencadena ante la percepción masculina de pérdida de
poder.
A pesar de que las Infecciones de Transmisión Sexual ( I T S ) ocupan
uno de los cinco primeros lugares de demanda de consulta en el primer
nivel de atención médica y se ubican entre las diez primeras causas de
morbilidad general en el grupo de 15 a 44 años de edad {Norma técnica
de ITS, prevención y control de las ITS, mayo de 2001), la incidencia de
virus de papiloma humano tiene una tasa de 10.44 por cada cien mil
habitantes. La forma de transmisión de V I H sida para las mujeres es la
relación heterosexual ( S S A , Conasida, 2000).
En un estudio sobre las percepciones de las mujeres, la experiencia de
todas es haber sido usuaria, en algún momento, de los programas de plani
ficación familiar y poco o nunca de los programas de prevención de I T S o
V I H sida. En este estudio se encontró que la vulnerabilidad de las mujeres
L a s a l u d d e l o s h o m b r e s j ó v e n e s
21 Milenio Feminista, "La salud sexual y reproductiva desde la mirada de las mujeres”,
México, 1999.
348 D fbatfs sobrf m a s o ii in id a r e s
reportó que las tasas de mortalidad para hombres y mujeres son más o
menos iguales hasta los 14 años. A partir de ese momento, la mortalidad
masculina empieza a aumentar y es el doble para los varones jóvenes de 15
a 24 años de edad. Las tres causas principales de mortalidad entre los
muchachos en México son accidentes, homicidio y cirrosis, y se relacio
nan con las normas sociales sobre la masculinidad (asociadas a atributos
como temeridad, fuerza que deriva en violencia, resistencia extrema, entre
otras).
En el caso de la salud sexual, relacionada con la prevención de las
ITS, sabemos que los jóvenes tienden a usar cada vez más el condón. Sin
embargo, la edad de contagio de V IH sida se desplaza también hacia los
jóvenes, especialmente los varones, pues ocho de cada diez personas in
fectadas con el virus son hombres.
La salud mental da la posibilidad a los seres humanos de realizar sus
proyectos de vida. Los suicidios son el punto de quiebre para la vida y se
relacionan, entre otros factores, con un proceso gradual en detrimento de
la salud mental. En Querétaro, la mayor parte de los suicidios fueron
entre hombres jóvenes.
La experiencia de trabajo de Salud y Género muestra que la paterni
dad se vive de muchas formas. Sin embargo, hay por lo menos dos caracte
rísticas negativas asociadas a la paternidad: ausencia emocional —ligada
principalmente al atributo del hombre de proveedor y al atributo de cuida
do exclusivo de la madre— y violeneia verbal y física —asociada al atribu
to de autoridad del varón— . Estos atributos tienen altos costos para el
desarrollo emocional y colectivo de las personas. En el caso de la violen
cia, sabemos que una de cada cinco personas padece o fue testigo de un
acto de violencia dentro de la familia. Las mujeres son las más agredidas y,
en los varones, en ocho de cada diez casos, son quienes violentan.
C o n c l u s io n e s
E l P r o y e c t o H: u n a i n i c i a t i v a e d u c a t iv a
CON m ir a s a c o n v e r t ir s e e n p o l í t i c a p ú b l i c a
22 ¿Q ué ocurre con los muchachos? Una revisión bibliográfica sobre la salud y el desarrollo
de los muchachos adolescentes, Lausana, Organización Mundial de la Salud, 2000.
350 D fBATES SORRF MASrUMNIDADFS
ción Save the Children; en Brasil con las organizaciones BENFAM y PAPAI;
en Perú con la organización IMPARES; en Colombia con la organización
PROFAMILIA; en México con la organización MEXFAM; en Jamaica con la
organización Youth Now,
B ib l io g r a f ía
Diane Alméras
I.l'i.l]
354 D ebatfs sorrf M Asn ii inidao fs
2 En gran medida, Durand funda su concepción del simbolismo imaginario sobre dos
intuiciones de Bachelard: la imaginación es un dinamismo organizador, y este dinamis
mo organizador es un factor de homogeneidad en la representación. Así, lejos de ser una
facultad de “formar” imágenes, la imaginación sería una potencia dinámica que “defor
ma” las copias pragmáticas de la realidad que entrega la percepción, mientras este dina
mismo reformador se vuelve el fundamento de la vida psíquica en su conjunto. Aceptan
do el postulado que “las leyes de la representación son homogéneas”, y sobre la base
de que la representación es metafórica, se entiende que “a nivel de la representación,
todas las metáforas se igualan”, pero esta coherencia entre sentido y símbolo no signifi
ca confusión por el hecho de nacer de una dialéctica. La unidad del pensamiento y de
sus expresiones simbólicas se presenta como una constante corrección, un perpetuo
afinamiento.
^Ver Habermas (1987).
PoiÍTIfAS PÚBIIfAS PARA IMPUISAR RrPRrSrNTACIONfS rQUITATI\íAS 355
cosas sobre la base del significado que las cosas tienen para ellos. La se
gunda premisa es que el significado de tales cosas se deriva, o surge, de la
interacción social que cada individuo tiene con sus semejantes. La tercera
premisa es que los significados son adquiridos y modificados a través de
un proceso de interpretación que es empleado por la persona cuando tiene
que habérselas con las cosas que ella encuentra” (Blumer, 1969, en Atria,
1998). Así, el significado emerge del proceso de acción e interacción des
crito por Durkheim, volviéndose producto social, creación colectiva.
Por su parte, la sociología del conocimiento aporta a la construcción
teórica del concepto de imaginario social su interés en la influencia que
los valores e intereses culturales presentes en el inconsciente colectivo
ejercen sobre los movimientos históricos, considerando que “en último
análisis una sociedad es posible porque los individuos que la integran se
han formado determinada imagen mental de esa sociedad”.'' Al respecto,
Berger y Luckmann (1968) plantean la pregunta, “¿cómo es posible que
los significados subjetivos se vuelvan hechos objetivos?”, haciendo de este
cuestionamiento el punto central de la teoría sociológica, la cual incluye
en el mundo de las cosas a los universos simbólicos, es decir, los procesos
de significación que se refieren a realidades que no son las de la experien
cia cotidiana. Para ellos, el universo simbólico se concibe como la matriz
de todos los significados objetivados socialmente y subjetivamente reales,
mientras toda la sociedad histórica y la biografía de un individuo se ven
como hechos que ocurren dentro de ese universo. Tiene particular impor
tancia que las situaciones marginales de la vida del individuo (marginales
porque no se incluyen en la realidad de la existencia cotidiana de la socie
dad) también entran en el universo simbólico. Son productos sociales que
tienen una historia, y para entender su significado “es preciso entender la
historia de su producción”.
Asimismo, los universos simbólicos hacen aportaciones al orden insti
tucional porque las experiencias que corresponden a las diferentes esferas
de la realidad —desde la experiencia biográfica hasta las instituciones so
ciales— se integran al mismo universo de significados que se extiende
sobre ellas. En este marco, el problema de la transmisión de toda tradición
se acentúa si algunos grupos sociales llegan a compartir versiones diver
gentes del universo simbólico, como es el caso, hoy en día, de las mascu-
linidades alternativas en relación con la masculinidad hegemónica. En esta
situación, “la versión que se desvía queda estereotipada en una realidad
por derecho propio, la cual, por existir en la sociedad, desafía el estatus de
■’ En una imagen digna de la separación del feminismo del magma de significados del
imaginario social de origen, Parrini (2002) afirma que los estudios de masculinidad se
“pueden metaforizar como réplicas del terremoto cultural que significó y significa el
feminismo en los ordenamientos genéricos de nuestras sociedades”.
Cabe señalar también que, quizá aún más que en el caso de las mujeres, las interseccio
nes con las situaciones de clase, etnia y raza son fundamentales para enfocar la comple
jidad de los imaginarios vinculados con la masculinidad, donde se enfrentan distintos
patrones de dominación social y se encuentran los miedos de los unos a la violencia de
los otros (Hoch, 1979; Connell, 1997). Asimismo, estudios de campo han demostrado
que ciertas ideas y prácticas relacionadas con los roles masculinos pueden estar más
asociad.'is con ciertas clases que con otras {Gutmann, 1997, 1998),
358 DrRATFS SOBRE MASnil lNIDADES
La d iv is ió n se x u a l d e l tr a b a jo
• Población que está de acuerdo con que el hombre debe ser el único
responsable de mantener el hogar, según diversas características
por sexo (41.7 por ciento de los hombres, 22.9 de las mujeres).*
**Idem .
P o l Í T I f A S PURI i r AS PARA IM P IIIS A R RFPRrSFN TAC IO NES EQUITATIVAS 361
Castoriadis habla más bien de las instituciones del legein y del teu k h e in , pero he tratado
aquí de usar los conceptos para insistir en su función, que es la que nos interesa en el
contexto de este trabajo.
364 D fratfs soRRr M A sruiiN iD A nfs
P o l ít ic a s p ú b l ic a s e im a g in a r io s o c ia l
humanos actúan sobre la base del significado que las cosas tienen para
ellos; 2) el significado de tales cosas surge de la interacción social que cada
individuo tiene con sus semejantes y 3) los significados son adquiridos y
modificados a través de los procesos de inter-pretación de las personas.
Obviamente, no se trata aquí de diseñar un programa exhaustivo, sino de
apuntar algunas acciones en los ámbitos de la vida social donde las actua
les representaciones de género son reconocidas como las más influyentes
en el actual orden masculino-femenino: la identidad masculina, la salud
sexual y reproductiva, la paternidad, la división sexual del trabajo, las rela
ciones íntimas entre hombres y mujeres, y la violencia de género.'“
Es importante destacar también que las categorizaciones que se ha
cen aquí tienen un propósito estrictamente conceptual, y que en la prácti
ca cada una de las políticas sugeridas afectan al conjunto de la red de
significaciones del imaginario.
• Identidad masculina
Apoyar en los colegios la formación de grupos de discusión con adoles
centes, que les ofrezca la oportunidad de pensar críticamente y com
partir sus ideas sobre los temas de género e identidad masculina hege-
• Paternidad
Organizar campañas en los medios de comunicación para construir en
los hombres el deseo de ser padres, en lugar de que la paternidad sea
vivida como una respuesta a un hecho de la naturaleza, ajeno a ellos. Es
importante que la paternidad se viva como una decisión propia, como
un acto de libertad, de igual modo que la contracepción lo es para la
res es la base del proceso de cambio, y cada avance en el ámbito legal es una
contribución al fomento de relaciones sociales equitativas, esenciales para
la emergencia de significados más equitativos en el imaginario. Se reco
mienda plantear acciones más específicas en el ámbito local, para llegar a
la comunidad a través de los programas de las municipalidades, los con
sultorios de salud y las escuelas primarias y secundarias.
• Identidad masculina
Organizar programas de capacitación para maestros, con el fin de sen
sibilizarlos en los problemas particulares que enfrentan los niños y ado
lescentes varones en la definición de su identidad de género.
Desarrollar programas que fortalezcan las capacidades de los niños
y los hombres para evitar las acciones violentas y formarlos en técnicas
de paz (UNESCO, 1997).
• Paternidad
Ampliar el número de países que ofrecen una licencia paterna posparto
y licencias médicas para que los padres cuiden de los niños enfermos,
así como desarrollar campañas públicas que inciten a su uso.
'2 Agradezco las reflexiones compartidas por Flavia Marco de la Unidad Mujer y Desarro
llo de la CKPAL.
Así, por ejemplo, a pesar de la importante baja en la fecundidad, muchos países aún
muestran una tasa de fecundidad no deseada que oscila entre 20 y 50 por ciento. Vale
subrayar que la tasa de fecundidad no deseada puede ser vista como indicador sintético
de la falta de autonomía de las mujeres para decidir libremente de su cuerpo y de su vida.
P o líticas públicas para im pulsar r lpr e s e n ia u ü n ls lq uilativas 369
B ib l io g r a f ía
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C i u d a d a n í a y m a s c u l i n id a d
LOS ESTUDIOS DE LAS M A S C U L IN ID A D E S
Y LA C U LTU R A P O LÍTIC A EN M É X IC O
In m em oriam ,
D a n iel N u g e n t, m i profesor.
I n t r o d u c c ió n
U n c o n c e p t o d e c u l t u r a p o l ít ic a
|;i7 7 |
378 D fBATFS SOBRF MASnilINIOADFS
La p r o d u c c ió n d e l a f o r m a c ió n d e l E stado
Y LAS M A S C U LIN ID A D E S
Otra pregunta que me parece sugerente es; ¿cómo el interés por el estudio
de las masculinidades puede contribuir a una comprensión antropológica de
las relaciones de los sujetos con los procesos de formación del Estado? Lfn
planteamiento teórico interesante en este sentido, es el que entiende la
relación entre los procesos de formación del Estado y los sujetos como
Los ESTUDIOS DF lAS MASrUMNIDADFS Y lA OIITURA POllTICA FN MÉXICO 383
salvaje, rico y pobre, poderoso y dominado, así como entre los cuerpos, yos,
espacios, categorías y dominios que son aprehendidos como penetrados y
penetrantes. La masculinidad es un signo de poder, independencia, autono
mía, cierre, control sobre los límites corporales, así como de la capacidad de
penetrar cuerpos, yos y espacios de los otros (Alonso, 1995: 74).
B ib l io g r a f ía
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Rea.
EL EJERCICIO DEL PODER EN EL PARLAMENTO
COSTARRICENSE. POLÍTICA TRADICIONAL
Y M ASCULINIDAD
I n t r o d u c c ió n
Realizar uir análisis del poder político en un órgano de poder formal, como
el Parlamento costarricense, es una manera de analizar una de las formas a
través de las cuales se ha estructurado el ejercicio de la masculinidad.
A pesar de la inserción de las mujeres en el Parlamento de la Repúbli
ca, desde hace cincuenta años (en 1953), las formas del ejercicio del po
der, en cuanto a toma de decisiones, participación en los diferentes órga
nos —comisiones, jefaturas de fracción, directorios legislativos— y en las
carreras políticas en general, siguen bajo el predominio masculino, no sólo
cuantitativo, sino en las modalidades del ejercicio de ese poder.
En el periodo constitucional 2000-2004, se ha dado un paso cuantita
tivo como resultado de las elecciones de febrero de 2002, ya que 35 por
ciento del total de los puestos del Parlamento está compuesto por muje
res, lo cual es producto de una importante reforma electoral que, a través
de las cuotas, obliga a los partidos políticos a colocar 40 por ciento de
mujeres en puestos de elección popular. Un partido nuevo, el Partido
Acción Ciudadana, llegó con una propuesta novedosa de representación
en el Parlamento: 50 por ciento de los puestos son ocupados por mujeres,
lo cual ha hecho que alcance 25 por ciento del total de los votos. Los
partidos tradicionales. Liberación Nacional y Unidad Social Cristiana, no
cumplen a cabalidad la cifra de 40 por ciento; el primero tiene 35 por
ciento de mujeres y el segundo escasamente 26 por ciento. El Movimiento
Libertario, partido conservador de derecha, pese a ser su segundo periodo
y a que alcanza 10 por ciento de los escaños, no tiene ninguna represen
tante mujer. Sin embargo, el aporte sustantivo del Partido Acción Ciuda
dana, con su propuesta de paridad, hace que, finalmente, Costa Rica se
coloque a la vanguardia mundial de los países que tienen más mujeres en
sus parlamentos.
Esta diferencia sustantiva en el número de mujeres en la Asamblea
Legislativa, que pasó de 11 a 57 en 1998, a 20 de 57 en 2002, si bien es
parte de un largo proceso de transformación, no ha modificado sustantiva-
394 DrBATrS sobri: MASrULINIDAPCS
mente el ejercicio tradicional del poder y el acceso de las mujeres en los dife
rentes puestos tradicionalmente ocupados por los hombres.
Hay que subrayar, sin embargo, que en los inicios del siglo XXI se mar
ca una nueva era, en la que se cuestionan las formas tradicionales de
hacer política y, por lo tanto, de ejercer el poder. Este cuestionamiento
debe interpretarse también como una forma de ver la masculinidad tradi
cional en la política.
Las elecciones de 2002 en Costa Rica tuvieron resultados sorpren
dentes debido al cansancio ciudadano de la tradicional manera de ejercer
la política, que beneficia a unos pocos, que inmoviliza al Estado y sus
acciones por una baja productividad; y por una falta de ética y de compro
miso con evidentes manifestaciones en la corrupción creciente, por lo que
se generó una gran expectativa de cambio, la cual generó una composición
del Parlamento totalmente atipica.
Este ensayo es una crítica a esa forma tradicional de ejercer el poder
en la política, de las tradiciones que generan beneficios injustificados,
de los premios y castigos en las fracciones políticas y en los partidos, de
la separación arbitraria entre lo que es “público” y lo que es "privado” en la
política y en los políticos (el masculino es internacional), y de cómo se
ejercen los poderes formales e informales. Es importante destacar que
este ensayo no pretende ser totalmente “objetivo”, pues parte del análisis,
la reflexión y el estudio de una de las participantes políticas que hoy están
activas en la Asamblea Legislativa costarricense. Por lo tanto, implica tam
bién una toma de posición y una visión particular de ver, asumir y actuar
en la política.
L as f o r m a s t r a d i c i o n a l e s d e l e j e r c ic io d e l p o d e r p o l í t i c o :
EJERCICIO DE LA MASCULINIDAD
E l p o d e r m a s c u l in o e n e l á m b it o l e g is l a t iv o
P o d e r f o r m a l : u n P a r l a m e n t o c o n 3 5 p o r c ie n t o
D E m u j e r e s
tura mayor en el Partido Liberación Nacional para que las mujeres puedan
asumir “subjefaturas de fracción”; apertura considerada como la “gran opor
tunidad” para las mujeres.
Es evidente que no basta con leyes de cuotas ni con una participación
cada vez mayor de las mujeres. Deben garantizarse los puestos de poder
formal para las mujeres en las fracciones políticas, como las jefaturas.
Es una lucha necesaria que las mujeres deben seguir dando dentro de
sus partidos políticos y en sus fracciones, como lo han hecho en diversos
temas.
También ha estado, y seguirá estando, prácticamente prohibida la pre
sidencia para las mujeres en la Asamblea Legislativa, pues en la historia
sólo dos han llegado a ese puesto; Rosmary Karpinsky en 1986 y Rina
Contreras 2002-2001. La Primera Secretaría del Directorio únicamente
en dos oportunidades ha sido ocupada por mujeres: Vanesa Castro y Glo
ria Valerín; justamente porque desde ese puesto se toma la mayoría de las
decisiones administrativas de la Asamblea Legislativa.
El manejo de los puestos formales de poder sigue siendo una lucha
permanente para las mujeres que se encuentran en los espacios políticos,
porque desde la perspectiva de la masculinidad imperante en nuestras
sociedades, para los hombres “no basta con tener el poder, sino que es
necesario aparentarlo”. Para las mujeres es imprescindible también parti
cipar en los espacios de toma de decisiones y romper obstáculos que les
impiden llegar a los puestos formales.
La participación activa en la Asamblea Legislativa de Costa Rica no
solamente representa un esfuerzo personal y político, también es una ta
rea histórica, todavía hoy, construir un camino que permita equidad e igual
dad en el futuro.
AM O D O D E C O N C L U S IÓ N
I n t r o d u c c ió n
' Texto integrado para discutir en la reunión de trabajo sobre “Masculinidad, participación
y acción ciudadana", organizada por el PUE(;,UNAN4. Tapalehui, Morelos, febrero de 20().t.
Este material fue publicado previamente en la revista de estudios de género L a V e n ta n a
(Universidad de Guadalajara), núm, 12, México, 2000, pp. 43-72, y en la R e v is ta D e s a c a
(Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social), núm. 6,
to s
14 0 . 3 1
404 D l Ií ATES SO liR C M A S C U L IN in A I5 tS
deberes que los individuos tienen frente a frente, uno con el otro y con el
propio orden político” (Avila, 1999; 66).
Otro aspecto importante que distingue Ávila, hace referencia, por una
parte, a los componentes de los derechos reproductivos y, por otra, a las
condiciones vinculadas con dichos componentes. Es importante subrayar
esta diferencia, para evitar que el concepto como tal abarque todos los
eventos de la esfera reproductiva y de sus posibles conexiones, así como
para evitar fragmentaciones en las prácticas sociales vinculadas a la repro
ducción y a la sexualidad.
El significado de los derechos, anclado en el concepto de ciudadanía
tiene un sentido sociológico en cuanto código, normas, beneficios y acción
política que ganan sentido en la relación con el Estado, pero, al mismo
tiempo, cuando se refiere o se fundamenta en el concepto de derechos
humanos gana una densidad filosófica que corresponde a una forma de ser
y estar en el mundo con seguridad y libertad; asimismo, adquiere un sen
tido moral y ético. En opinión de Ávila (1999), el concepto medular de los
derechos reproductivos es el derecho individual a la elección, pero es
necesario, además, que las personas estén dotadas de los medios y las
garantías para llevarlas a la práctica. Por lo mismo, se requieren modifica
ciones en las formas de organizar la existencia de las personas, lo cual
afecta las relaciones entre hombres y mujeres, cuestionando, especial
mente, el orden impuesto por los mismos hombres, o bien por un sistema
patriarcal. Otra condición necesaria es la dimensión de la justicia social
como garantía de los derechos sociales por parte del Estado; esto cuestiona
los modelos del Estado y de desarrollo, y evita caer en una libertad como
mera selección entre varias opciones para pasar a la capacidad de autode
terminación para pensar, querer, sentir y actuar (ver Dussel, 1973).
En este sentido, vale la pena destacar nuestra coincidencia con Ávila
(99), en términos de que los derechos reproductivos deben ser compren
didos en una dinámica histórica del feminismo y no al margen de estos
planteamientos. Esta autora reconoce la importancia de los derechos
reproductivos en lo cotidiano, al garantizar las condiciones legales y mate
riales para las mujeres y para los hombres en sus elecciones reproductivas,
para lo cual enfatiza que se requiere una reestructuración de las relaciones
sociales y de cambios simbólicos importantes en las mismas. En opinión
de esta autora, las personas deben tener responsabilidades iguales y divi
dir entre sí las tareas reproductivas y productivas de una manera solidaria.
Para ello reconoce que se requieren nuevas referencias éticas y morales
para abordar los conflictos que permanentemente se producen a partir del
ejercicio ciudadano, tanto de varones como de mujeres. Por ello, señala
que, una vez asegurados los derechos reproductivos, la vida de las perso-
¿Y SI MAULAMOS Mt ü tK tU IÜ S HUMANOS LN LA KLI'KOUUCCIÓN? 409
varones conocieran más de su cuerpo, así como del de sus posibles parejas
sexuales (varones o mujeres), además de la legitimación del cuidado del
cuerpo, no como una debilidad, sino como una responsabilidad básica de
la persona, en la medida en que dicho cuerpo no es algo que simplemente
se posee y que se puede usar, sino que es una parte integral de lo que se es
como persona, con múltiples posibilidades en el ámbito de lo sexual y lo
reproductivo.
En cuanto al principio de respeto a la diversidad, una de sus principales
posibilidades de aplicación en el ámbito de los derechos, es el reconoci
miento de que no existe una única interpretación moral de la vivencia de
los procesos sexuales y reproductivos de las personas, y mucho menos que
esta interpretación se origina o se legitima en mayor medida por la posi
ción jerárquica que se ocupa en la sociedad o por la pertenencia a algún
grupo determinado. Al contrario, es obligado negociarla con otras perso
nas a quienes se les reconoce como tales, por ser autoridades morales en la
vivencia de la realidad, por tener capacidad de defender su integridad cor
poral y, a final de cuentas (como lo propone De Keijzer [en prensa], porque
se negocia entre iguales, reconociendo a la otra persona desde el mismo
parámetro con el que uno se reconoce a sí mismo.
En esta vertiente de la ética feminista es muy interesante, también,
recuperar la justificación jurídica que Cook (1995) hace de los derechos
reproductivos, interpretados como derechos humanos a la autodetermina
ción reproductiva. Si bien ella lo presenta explícitamente con una reflexión
jurídica y utilizando la expresión “derechos humanos", llega a importantes
coincidencias con lo señalado por Correa y Petchesky, cuando hablan de
derechos sexuales y reproductivos desde la ética feminista. Cook (1995)
también alude a derechos humanos básicos, como la dignidad, la integri
dad personal, la tolerancia y, en particular, la libertad de las personas y el
acceso a las condiciones para desarrollarse humanamente.
Esta autora trata de darle especificidad a lo que a veces se identifica
como “el discurso abstracto de los derechos humanos”. Para ello distingue
las metodologías feministas con perspectiva de género, con el fin de re
pensar las diferencias sexuales y de documentar lo que interpreta como “la
pregunta de las mujeres”. Así, hace evidente algunos abusos contra los
derechos humanos, que al ser documentados pueden darles mayor especi
ficidad; no únicamente se trata de intromisiones o de violentar ciertos
espacios, sino de omisión, término muy interesante, que se refiere a la
inexistencia de condiciones para el ejercicio de los derechos humanos, o
bien a la negligencia respecto de las responsabilidades que le corresponden a
los diferentes actores sociales. En esta vertiente puede haber interesantes
analogías entre los significados de los derechos y de las responsabilida
Y SI HABI A M O S DF nFREO FO S H U M A N O S FN I A REPRODUmÓN? 411
Alg u no s in t e n t o s d e d e f in ic ió n d e l o s d e r e c h o s
cho que les permita vincularse de otra manera con el espacio de la repro
ducción. Asimismo, estimularía su capacidad de reflexión para cuestionar
la violencia sexual, para rehusarse a probar su hombría (como criterio de
justificación de su masculinidad) y para rechazar la homofobia como acti
tud ante las relaciones entre personas homosexuales.
En un grupo de trabajo sobre varones y salud reproductiva, dentro del
marco del IV Congreso de Ciencias Sociales y Medicina, celebrado en
Brasil en 1995, se propuso otro tipo de referentes analíticos para construir
la noción de derechos reproductivos de los varones: el acceso a un apren
dizaje social que les permitiera identificar sus necesidades en términos de
salud, sexualidad y reproducción; así como conocer, descubrir y cuidar de su
propio cuerpo, no como un instrumento que se usa, sino como parte de
la propia persona. Otro referente analítico sería el desarrollo de nuevos
lenguajes que legitimen las experiencias reproductivas de los varones. Para
ello es necesario legitimar socialmente la referencia a los varones como seres
que se reproducen, y no únicamente como acompañantes de las histo
rias reproductivas de sus parejas (Figueroa, 1996c).
En un texto preparado por Díaz y Gómez (1998) se propone identifi
car y visualizar las necesidades específicas de los varones en el ámbito
sexual y reproductivo y, posteriormente, a partir de la inferencia de los
principios éticos de los derechos sexuales y reproductivos, plantear los de
rechos y responsabilidades de los varones en estos ámbitos. Es interesante
señalar que, a pesar de haber planteado el propósito, una de las conclusio
nes a las que se llega es que construir los derechos sexuales y reproducti
vos de los varones es jurídicamente imposible; por ende, se requiere de
desarrollos legislativos consecuentes con las luchas sociales de las mujeres
en torno al logro de las condiciones de equidad entre los sexos y, ade
más, coherentes con las necesidades del desarrollo armónico entre los
seres humanos.
Según los autores, la teoría general de los derechos humanos trata de
equilibrar las formas jerárquicas de asociación humana. En sus orígenes,
buscó proteger al individuo frente al poder del Estado y controlar tal po
der. Además, los derechos humanos se fundamentan en la concepción de
la persona como un ser digno, y a ello podríamos añadir que la dignidad
puede ser interpretada como reconocimiento de su carácter de sujeto mo
ral. Posteriormente, se ha añadido la perspectiva de género para poner
al descubierto algunas de las causas estructurales de las injusticias.
Según Díaz y Gómez (1998), los derechos reproductivos abarcan cier
tos derechos humanos ya reconocidos en documentos nacionales e inter
nacionales, entre ellos el derecho básico de todas las parejas e individuos
a decidir libre y responsablemente el número y espaciamiento de los hijos,
¿Y SI I lABLAMOS DE DEREO IOS I lUMANOS EN EA REPRODUCCIÓN? 417
A lgunos r e f e r e n t e s a n a l ít ic o s pa r a r e p e n s a r
LO S D E R E C H O S R EPR O D U C TIV O S
ducción, seguramente tendría más sentido pensar que los actores que par
ticipan en ella pueden tener diferentes expectativas y necesidades, por lo
que a partir de ello pueden negociarse los encuentros sexuales y reproduc
tivos y, por ende, resolver democráticamente los desfases y las situaciones
conflictivas que se viven en la reproducción. Por lo mismo, hemos sugeri
do que los derechos deben construirse y definirse para hombres y mujeres,
pero incorporando la especificidad de sus experiencias y de sus intercam
bios (Figueroa, 1998b).
Un componente importante de esta propuesta lo constituye la identi
ficación de situaciones críticas en diferentes momentos del proceso repro
ductivo, la identificación de los actores involucrados en las mismas, la
sistematización de las normas institucionales y sociales que legitiman
la resolución (a veces inequitativa) de dichos dilemas y, a partir de esto, la
identificación de la forma en que actores sociales específicos pueden par
ticipar en la transformación de las condiciones que dificultan el ejercicio
de los derechos reproductivos, como parte de un proceso más amplio (Fi
gueroa, 1998b).
Esta lectura está alimentada por los resultados de un proyecto de in
vestigación a nivel internacional en el que se buscaba identificar de qué
forma las mujeres construyen y se apoderan de la noción de derechos re
productivos (Petchesky y Judd, 1998). A través de la utilización de las
categorías de resistencia, adaptación, acomodación y trasgresión, se en
contró que muchas mujeres desarrollan dicha noción, inicialmente, a par
tir de la experiencia de situaciones injustas, tristes, desagradables o vio
lentas en el ámbito de la reproducción y, posteriormente, a través de la
socialización de dichas experiencias, de la identificación con otras perso
nas que también las han vivido y (de alguna manera) de la percepción de
sentirse acompañadas a través de la pertenencia a algiín grupo en don
de se puede hablar, puede dialogar y donde se puedan identificar estrate
gias para contrarrestar las situaciones negativas en cuestión (ver Ortiz
Ortega, 1999).
Una vertiente de interpretación de derechos reproductivos de los va
rones sería identificar las situaciones que les desagradan e incomodan, o
bien que les parecen injustas, violentas o tristes en el espacio de los proce
sos reproductivos y de qué manera ellos pueden contrarrestarlas. Existe
un trabajo sobre “La soledad en la paternidad”, en el que, más que victimizar
a algunos varones, se trata de explorar las dimensiones de la paternidad
que a veces no son vividas dentro del modelo hegemónico de ésta, preci
samente por el intento de cumplir con los estereotipos masculinos en el
ámbito de lo laboral, de lo sexual y de la competencia con otros varones
(Figueroa, 1998c). Con esta base, identificamos los aspectos favorables de
422 D ebates sobre m asc h i inioaofs
Alg unas p r o p u e s t a s a n a l ít ic a s
^Ver Ávila (1999) para una reflexión sobre la relación entre feminismo y ciudadanía, y
Díaz y Gómez (1998) para el caso específico de los derechos reproductivos de los
424 D ebatfs sobre m a s g im n id a d e s
B ib l io g r a f ía
Matthew C. Gutmann
' De manera sorprendente, las elecciones han sido poco estudiados en la antropología.
Lintre las excepciones notables, véanse Abélés 1988, 1997, Martínez-Alier y Boito Ju
nior 1 9 7 7 ; Sloicke 1 9 8 8 .
|429|
430 DlBAIhS SüliKL MASLULINIUAÜLS
-E l presente ensayo forma parte de un estudio más amplio; véase Gutmann, 2006.
El CFNFRO DF lA POLÍTICA POPULAR FN Fl M fXICO CONTLMPORÁNFO 431
E l g é n e r o e n l a s p o l ít ic a s p o p u l a r e s
1 9 8 8 Y DESPUÉS
^ Para una historia sobre la esfera pública en México, véase Lomnitz, 1995. Para una
teoría original sobre “matriotismo” en la región infame de conservadurismo y catolicis-
rno en México, véase González, 1987.
436 D ebates sobke m asculinidauls
^ Véanse los comentarios sobre cuestiones de rebelión y cambio de G ledhill {1993, 1997).
438 D ebates sobre MAsriuiNioADEs
He participado con ellos porque siento, pues, que está más apegado a nues
tra idiosincrasia, pues; yo quisiera que se respetara el voto ciudadano más
que nada. Para que haya una auténtica democracia yo pienso que se respete
el voto porque si el PRI quiere seguir en el gobierno, ya no... ya no está por
voluntad del pueblo, está nada más por una elite, está nada más por los pode
rosos, porque protegen ciertos intereses. Pero en sí el pueblo ya no los
protege, aunque diga Zedillo que son elecciones limpias es mentira, porque
uno ve el manifuleo que se hace.
¿Cómo te diré? Hay de todo. Hay priistas, hay panistas, hay ecologistas,
perredistas. Pero sí te voy a decir que de esas diez casillas que yo vigilaba,
como en cinco o seis íbamos contando la votación y luego en una empató el
PAN con el PRI, en otra ganó el PAN. Creo que en una casilla o dos ganó el PRI.
Y en otros lugares se lo llevó el PAN, o sea que aquí, prácticamente, la
mayoría es de oposición y no te diré que perredista. No, no, no. Casi la mayo
ría. No quieren que gane el PRI.
Pues, yo creo que a lo mejor las armas no resuelven nada. Pero eso es produc
to de la desesperación, de que estos cuates agarran un rifle y una ametralla
dora para pelear. No estoy muy adentrado en eso porque, pues, yo sé que
como en todas las cosas a lo mejor tienen algo oculto, o sencillamente pue
den ser gente del pueblo y levantarse en armas ¿no? Como sucedió en la
Revolución, y puede que sea cierto, pero nada más que como aquí toda la
información se manipula, entonces te van metiendo que esos ¿no? qué son
unos mentirosos, revoltosos, que quieren causarle mal al país. Pero que a lo
mejor luchan por una causa justa, aunque no se justifique la violencia, pero
son orillados por el sistema de gobierno.
El r.fNERO DF (A POliTICA POPULAR FN Fl MÉXICO CONTEMPORÁNFO 439
El papel y la importancia política del voto para doña Pili y para Marcelo
son similares, pero al mismo tiempo son distintos. Pili representa a las
mujeres militantes, para quienes el voto existe como un medio de partici
pación política al alcance de los de abajo. Para Marcelo, en cambio, y para
muchos de los hombres en la calle Huehuetzin en Santo Domingo, hablar
de la política es fácil. Sin embargo, la política para ellos se reduce, en
épocas de votación, al voto, y tienden más a olvidarse de otros métodos.
O P C IO N E S : D EP E N D E N C IA Y A U T O N O M ÍA
Los hombres y las mujeres que han trasformado los pedregales volcánicos
del sur de la ciudad de México siempre han dependido de sí mismos: en
las colonias que habitan, por ejemplo, han construido calles con dinami
ta, robando luz de otras colonias, y al mismo tiempo han aceptado depender
de los de fuera para el trabajo, la comida y las actividades comerciales.
Si el corazón y el alma de la democracia se concentran en la viabilidad
de verdaderas opciones y alternativas políticas, el hecho de que estas op
ciones políticas parezcan restringidas para tanta gente en Santo Domingo,
debe causarnos una angustia profunda. Igual que los trabajadores de la
etnografía de Verena Stolcke y Armando Boito Júnior en Brasil en los se
tenta, en los últimos años del sexenio de Zedillo, creció el escepticismo en
el país, como resultado de la falta de opciones genuinas para el cambio
político. Cada vez más, durante la década de los noventa, mis vecinos y
amigos en Santo Domingo me decían que habían llegado a una conclu
sión, semejante a la de los brasileños hace veinte años: “Lo que predomina
es un escepticismo profundo en la eficacia del voto” (véase Martínez-Alier
y Boito Júnior, 1977: 156; Stolcke, 1988: 196-200).^ Indudablemente, este
mismo sentimiento existe en muchas partes de América Latina en la épo
ca moderna.
A fines de la década de los noventa, existía el sentimiento en algunas
partes de México de que sólo en ambientes locales había sido posible lo
grar un cambio político. Entre más reducido es el entorno, me han dicho
mis vecinos en Santo Domingo, es más posible que haya un impacto polí
tico. Este punto de vista coincide con los resultados de estudios sobre la
“democracia regional” en Juchitán, en el Istmo de Tehuantepec (véase
Rubin, 1997). Hay un sentimiento generalizado de que las opciones polí
ticas, pueden existir localmente, pero no en toda la nación. En Santo Do-
mingo también se cree que unir a la comunidad para luchar por objetivos
enfocados a la localidad puede resultar positivo, pero que no vale la pena
esforzarse tanto para tratar de cambiar la sociedad nacional, ni por medio
del voto ni por otro medio.
Claro que los analistas deben ser cuidadosos y no convertir en fetiches
la autonomía, el localismo ni la democracia regional que pudieran promo
ver un antifederalismo o una actitud antiorganización ingenuos (véase
Hellman, 1992, 1994). Sin embargo, como me hace recordar Santo Do
mingo, “si no podemos confiar en nosotros mismos, ¿en quién, entonces?”
Dicha actitud refleja también la idea de Roger Bartra (1981) con respecto
a la legitimación del funcionamiento de la democracia representativa for
mal en las redes de poder político en México. Como con las libertades
civiles formales, la historia del sufragio universal en el mundo es muy re
ciente. La forma en que diversas poblaciones ejercen el derecho al voto
depende de muchos factores, entre ellas, y muy importante, están las rela
ciones de género, el feminismo popular, la dependencia y la autonomía
políticas. El hecho de que en Santo Domingo los hombres, más que las
mujeres, expresen confianza (a veces ciega) en las elecciones, como un
medio para el cambio social, no es sorprendente, ni tampoco demuestra
mayor formación política por parte de los varones. No debemos exagerar la
participación de las mujeres en los movimientos sociales, ni tampoco exa
gerar el significado de las actividades electorales de los varones.
Aunque no siempre, la participación más comprometida por parte de
los hombres en las elecciones, refleja que las mujeres mexicanas ganaron
el derecho al sufragio apenas después de 1953. Sería un error atribuir a la
fecha de adquisición del derecho al voto el mayor o menor grado de interés
y fe de las mujeres y de los hombres en las elecciones formales. Solamente
las abuelitas han vivido personalmente la imposibilidad de votar. La pre
gunta se queda: ¿existe en México un carácter genérico del voto? Y si es
así, ¿por qué? Seguramente no indica menor interés de las mujeres en la
política nacional o local.
De hecho, como Elizabeth Jelin (1990) nos ha mostrado, en América
Latina, en general, las mujeres muchas veces están más involucradas en
asuntos de sobrevivencia, como es el consumo familiar. Por necesidad,
frecuentemente aprenden más que los varones sobre las políticas públicas
en general. De cierta manera, el secreto a voces que dice que las mujeres
militan en la política por todo el continente evoca lo que Michael Herzfeld
(1997) llama “las poéticas sociales”. Para Herzfeld, las poéticas sociales
se refieren a la manera cómo se utilizan los estereotipos —en este caso,
los relacionados con las actividades políticas de las mujeres— con propó
sitos múltiples de intercambios sociales diversos.
El GÉNERO DF lA POI.ÍTICA POPUl AR EN El M É XIfO CONTEMPORÁNEO 441
Esto quiere decir que las mujeres en Santo Domingo, que encarnan
los estereotipos propuestos para las mujeres mexicanas, aunque son inva
riablemente sumisas y abnegadas, intentan modificar las condiciones de
vida miserables. Y lo hacen por encarnar abiertamente el estereotipo, oscu
reciendo así las políticas de la democracia y la autonomía política en México.
Es obvio que no todas las mujeres en Santo Domingo son militantes todo
el tiempo. Pero en la historia de los últimos 30 años, un buen número de
ellas ha sido militante, de tal modo que “las mujeres” de la colonia suelen
considerarse, en la comunidad, como una fuerza política (y politizante)
seria.
Es posible entender este fenómeno en Santo Domingo desde el mo
mento en que se organizan las faenas para los fines de semana, cuando los
vecinos se juntan para reparar el asfalto de las calles, reconstruir altares, o
distribuir silbatos entre las amas de casa para usarlos cuando vean gente
desconocida por el barrio. Con respecto a las acciones colectivas de muje
res en la ciudad de México, Alejandra Massolo (1992: 73-74) ha mostrado
que en las últimas décadas, “son las mujeres las principales fuerzas impul
soras de los programas de participación comunitaria”.
Dentro de los hogares es evidente el estilo “juguetón” de las mujeres al
ajustar los estereotipos a las características nacionales. Antes de morir en
noviembre de 1996, mi querida amiga Ángela se divertía burlándose del
antropólogo itinerante de la colonia: “Cuando llegó Mateo a México la
primera vez”, según la versión de Ángela, “pensaba que todas las mujeres
mexicanas eran abnegadas. Entonces me pidió que le presentara a esas
mujeres sumisas, porque decía él que fue más difícil encontrarlas de lo
que había esperado”. Cuando contaba su versión de la historia, Ángela me
miró para provocarme; “¿no es cierto, Mateo?” Entonces, las demás muje
res se reían del gringo ingenuo, al mostrar el significado de la ¡democracia
en la ciudad y en la casa!
No es mi propósito proponer que en Santo Domingo todos los varones
optan por expresarse políticamente por medio de los comicios, mientras
las mujeres buscan otras maneras de resolver las inequidades y problemas
sociales. Sobre el EZLN, por ejemplo, Ángela nunca tenía nada favorable
que decir. Sin embargo, para Ángela y otras mujeres de Santo Domingo,
en los años setenta, ochenta y noventa, la democracia significó mucho
más que el voto. Las opciones políticas no se limitaban a las elecciones.
Aunque temerosa de los levantamientos armados, como el de Chiapas,
Ángela desdeñaba la autoridad gubernamental, a los que no creía capaz de
cambiar la sociedad de verdad. “Los zapatistas no obedecen las reglas so
ciales", dijo una vez a Gabriel. Gabi contestó: “Pues las reglas están escri
tas solamente para los beneficios de los poderosos”. Ángela estuvo de acuer-
442 D ebates sübke m asc u lin iu aü ls
do; no pudo contradecir a Gabriel porque para ella era muy claro que las
reglas fueron manipuladas en contra de la gente humilde.
Por esos días le pregunté a mi vecina Blanca si en la colonia había un
verdadero apoyo para los zapatistas. Me contestó con un dibujo que le
gustaba: en él aparecen dos personas, una es Ramona, una líder zapatista
bien conocida, y la otra, un representante del PRI. El cuerpo de Ramona es
pequeño; el del priista es grande. Sin embargo, las sombras de ambos
tienen dimensiones opuestas: la de Ramona se proyecta muy lejos, mien
tras la del priista es cortita. De la misma manera, me decía Blanca, se dice
que el apoyo para el PRI en el campo —el voto verde— parece profundo,
pero en realidad es superficial.
Por mucho tiempo se ha debatido cómo y cuándo la gente de la capi
tal, y del país en general, se ha salido de los cauces gubernamentales para
intentar cambiar la sociedad, en pequeña o en gran escala. Muchas muje
res se basan en sus experiencias en el ámbito económico para entender
mejor las oportunidades políticas emergentes. Mercedes González de la
Rocha (1994:263) ubica las respuestas de las mujeres sin recursos en el
México urbano en una serie de crisis sin fin:
Los pobres de las zonas urbanas crean y manejan recursos de los que no
pueden apropiarse el estado y el capital. Los recursos de la pobreza [...] de
ningún modo son mensurables y no pueden aparecer en las estadísticas na
cionales. Pertenecen al mundo de los asuntos y acontecimientos privados
que se producen en el ámbito doméstico (1994: 263).
C o n c l u s io n e s : ¡ V iv a M é x ic o , h ij o d e l c a o s !
7Véase La Jornada, 6 VI 94, 15 III 98. También se puede consultar Aguayo (1998) para
documentación de los archivos de 1968.
El GCNfRO DC LA POLÍTICA POPULAR CN CL MCXICÜ CONTEMPORÁNEO 445
P o s d a t a a l o s c o m ic io s d e 2 0 0 0
“¡Qué tal, Mateo!”, me saludó Pedro en agosto de 2000, casi un mes des
pués de las elecciones presidenciales. “¿Sabes qué? ¡Ahora tenemos de
mocracia en México también! ¡Tuvimos la oportunidad de votar por mu
chos imbéciles!” Las frutas de la política neoliberal evidentemente se estaban
pudriendo. Lograr “la democracia de verdad” en México ha sido definida
por muchos años, y aún más después de las elecciones de 1988, la meta
central. Tener partidos con diversos candidatos, y poder elegir entre ellos,
es la esencia de la democracia, nos han dicho los comentaristas, politólogos
y políticos nacionales y extranjeros. Pero, de alguna manera, con tres can
didatos viables en 2000 —o quizá dos y medio— mis conocidos en la
colonia Santo Domingo mostraron una falta de entusiasmo uniforme. Me
comentaron en el verano de 2000 que habíamos llegado de nuevo a la
política del dinosaurio, con la diferencia de que algunas pocas especies
habían ganado entrada al Parque Jurásico.
446 D cuatcs sobre masculinidadcs
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