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respuesta a idéntico problema: el de la posibilidad de un sistema revolucionario burgués; entre la revolución y la reacción

burguesas, entre el burguesismo capitalista y el antiburguesismo artístico median apenas unos años, los suficientes para que
la burguesía instaurase su poder y éste entrase en crisis. Entre la crisis romántica y la posromántica existe, con todo, una
gran diferencia: la reacció característica de la Europa de la segunda mitad del siglo. El rechazo de estas nuevas generaciones
a las formas culturales y políticas de su momento desembocaron en una radical oposición al sistema que las generaba y a
la clase social que lo sustentaba, la burguesía. Podemos ahora detectar claramente la «traición de clase» que los
intelectuales venían gestando desde finales del XVIII, cuando comenzaron a tomar posiciones en su asalto al poder; si en la
mayoría existían tomas de postura inequívocas ante la sociedad que los rodeaba, este grupo de autores las llevó n del artista
frente al conservadurismo restaurador. La respuesta de los artistas no fue unívoca, fáciles y menos comprometidos del
Romanticismo—, evidentemente, menos creativa; y otra forma más original, crítica y novedosa —adelanto de la literatura
de nuestro siglo— que intentaba seguir con mayor fidelidad el primitivo espíritu romántico de rebeldía y libertad. Unos
autores se procuraban un éxito fácil pero clamoroso con la monótona y ya cansina repetición de los temas y formas del
Romanticismo, aplaudidos una y otra vez por la crítica y el público (como le sucedió, por ejemplo, a buena parte de los
poetas ingleses); otros, por el contrario, más jóvenes (el movimiento se inició con la llamada Jeune France, la «Joven
Francia»), apostaron por el desarrollo de las posibilidades del idealismo artístico y por la experimentación hasta sus
últimas consecuencias: nacen de este modo una literatura y un arte radicales que brindan nuevas posibilidades creativas;
nacen, también, el arte y el artista de nuestro siglo.
Estas nuevas generaciones de artistas e intelectuales venían formándose culturalmente en el idealismo romántico,
que de hecho funcionaba aún como perspectiva de pensamiento inexcusable; y lo mismo que no todos los países adoptaron
idénticas formulaciones del Posromanticismo; en general, podemos decir que éste adoptó dos formas diferenciadas: la de la
conservación de las formas culturales burguesas heredadas —esto es, la de una insistencia en los arquetipos más debían
sufrir, no obstante, a una sociedad burguesa —de la cual ellos mismos formaban parte— que se defendía de los excesos
revolucionarios recurriendo a la Restauración hasta sus últimas consecuencias, atacando los cimientos mismos de su
propia clase en su consideración de que el ambiente de la Restauración en sus respectivos países era insulso y huero, cuando
no sórdido y mezquino.
El «burgués», fundamento y eje del sistema intentaba seguir con mayor fidelidad el primitivo espíritu romántico
de rebeldía y libertad. Unos autores se procura Estas nuevas generaciones de artistas e intelectuales venían formándose
culturalmente en el idealismo romántico, que de hecho funcionaba aún como perspectiva de pensamiento inexcusable; y lo
mismo que no todos los países adoptaron idénticas formulaciones ban un éxito fácil pero clamoroso con la monótona y ya
cansina repetición de los temas y formas del Romanticismo, aplaudidos una y otra vez por la crítica y el público (como le
sucedió, por ejemplo, a buena parte de los poetas ingleses); otros, por el contrario, más jóvenes (el movimiento instaurase su
poder y éste entrase en crisis. Entre la crisis romántica y la posromántica existe, con todo, una gran diferencia: la reacció
característica de la Europa de la segunda mitad del siglo. El rechazo de estas nuevas generaciones a las formas culturales y
políticas de su momento desembocaron en una radical oposición al sistema que las generaba y a la clase social que lo
sustentaba, la burguesía. Podemos ahora detectar claramente la «traición de clase» que los intelectuales venían gestando
desde finales del XVIII, cuando comenzaron a tomar posiciones en su asalto al poder; si en la mayoría existían tomas de
postura inequívocas ante la sociedad que los rodeaba, este grupo de autores las llevó n del artista frente al conservadurismo
restaurador. La respuesta de los artistas no fue unívoca, fáciles y menos comprometidos del Romanticismo—, evidentemente,
menos creativa; y otra forma más original, crítica y novedosa —adelanto de la literatura de nuestro siglo— que intentaba
seguir con mayor fidelidad el primitivo espíritu romántico de rebeldía y libertad. Unos autores se procuraban un éxito fácil
pero

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