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Si un niño o un adolescente está diagnosticado de TDAH, tiene una mayor facilidad para
presentar problemas de conducta, con lo que su educación requiere de un buen conocimiento
de sus características personales.
Sabemos que los niños o adolescentes con TDAH manifiestan síntomas englobados en dos
grupos principales, que pueden presentarse unidos o separados: la falta de atención y la
hiperactividad-impulsividad.
Los que presentan sólo falta de atención tienen menos probabilidades de mostrar un problema
de conducta hacia su entorno, incluso es frecuente que ocurra justo lo contrario, por no saber
expresar siempre bien sus emociones y reservar hacia su vida interior lo que otro niño
manifestaría hacia su entorno.
Los niños y adolescentes TDAH en los que se observa sintomatología hiperactiva-impulsiva son
más propensos a presentar trastornos de conducta.2
¿Por qué injusta? Porque no se comportan mal voluntariamente, sino que no pueden
controlarse, su baja madurez neurológica se lo impide. En muchos casos estos niños y
adolescentes tienen un “techo” neurológico que les impide dar las respuestas oportunas. No
olvidemos que el córtex prefrontal del cerebro con TDAH presenta en muchos casos y en estos
aspectos un retraso madurativo superior a los dos años.
Estos aspectos explicados con mayor detalle y para cada edad los encontrarán en la App
“PsicoGUIA” en la AppStore.
Hasta ahora hemos hablado de los problemas de conducta de un niño o adolescente TDAH,
pero puede haber otros problemas asociados de mayor relevancia y que pueden manifestarse
conjuntamente con el TDAH, con lo que los problemas de conducta comentados, se complican.
Hoy conocemos que aproximadamente un 40% de los niños y adolescentes con TDAH pueden
presentar un Trastorno Negativista Desafiante y en menor medida un Trastorno de Conducta
Disocial.3
Estos niños y adolescentes desafían a sus padres y maestros, no aceptan su autoridad y en
algunos casos llegan a transgredir las normas sociales, recurriendo a la violencia y a las
mentiras ante cualquier frustración.
Los padres deben dar respuestas educativas claras y priorizar las normas, no todo es
importante.
También y en todo momento, deben mostrar aceptación por su hijo, es decir, nunca
hacer críticas personales de las que se interprete rechazo, y también y en lo posible,
los padres y maestros deben de contener sus emociones, en especial si su hijo o su
alumno les “sabe sacar de sus casillas”.
También hay que saber poner límites y por qué no, hay que saber castigar: castigos
breves, inmediatos a la falta y que no se perdonan (son siempre útiles y necesarios).
El tema educativo es básico, pero sólo no funciona, necesita ir acompañado en estos casos del
tratamiento psicológico (psicoterapia cognitiva-conductual) y psicofarmacológico oportuno. Si
ponemos un ejemplo es fácil de comprender: imaginemos que nuestro hijo es un Ferrari con
un buen motor pero con un bajo nivel en líquido de frenos, por mas buen piloto que sea y por
mas que le enseñemos a conducir (educación de los padres y ayuda psicoterapéutica), al llegar
a las curvas con alta velocidad va a derrapar (momentos de frustración). Hace falta corregir los
niveles (medicación), y poco a poco aprenderá muy bien a conducir.
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Todos los niños en algún momento o periodo se portan mal, esto es algo normal y forma
parte de su desarrollo normal. Sin embargo, algunos niños tienen como patrón habitual
un conjunto de malas conductas que por su gravedad y persistencia pueden ser entendidas
como un trastorno de conducta. Los trastornos de conducta infantil, son un problema
que puede tener graves consecuencias y es importante llevar tratamientos adecuados.
Los métodos de modificación de la conducta suelen ser los más efectivos para los
niños con trastorno de la conducta. Se trata de métodos que consiguen suprimir la
conducta no deseada y favorecer otra conducta. Algunos de estos métodos son:
economía de fichas, contratos conductuales, modelado, etc.