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Tras realizar una serie de arriesgados viajes y dedicarse a los más diversos
menesteres en distintos lugares del mundo (soldador, contrabandista,
decorador de televisión...), a los veinte años decide dedicarse al cine fundando
su propia productora (Werner Herzog Filmproduktion) y rueda dos cortos
(Herakles, 1962-1965; y Spiel im sand, 1964). Será en 1967 cuando ruede su
primera película, Signos de vida (Lebenszeichen), cuyo argumento (un soldado
que se encuentra confinado junto a un grupo de compañeros en el fuerte de una
isla de Grecia enloquece cuando cree ver un millar de molinos de viento en los
campos del lugar) y condiciones de rodaje (el equipo tuvo que soportar, tal y
como les ocurre a los personajes del film, un calor abrasador), prefiguran las
constantes que marcarán la obra herzogiana: la imaginación visionaria, la
tentación del absurdo, las epopeyas-límite individuales o colectivas, las
referencias a la tradición del romanticismo alemán, y la influencia del
expresionismo.
Los personajes que transitan los films de Herzog se caracterizan por su
anormalidad: a él le interesan los seres marginales, solitarios, extraños, locos,
impedidos, grotescos, distorsionados, deformados o megalómanos cuyo destino
final es el fracaso, la autodestrucción ante la imposibilidad que supone su
desafío a la propia existencia. Tales personajes marcan dos etapas en su obra:
Como síntesis de unos y otros, Werner Herzog afirmará que "las figuras de mis
películas sobrepasan sus propios límites y acaban fracasando en su desafío
descomunal contra los elementos. Con frecuencia se me califica como alguien
que sólo presenta locos o mutilados, y eso no es cierto: un Kaspar Hauser es
alguien que vive radicalmente su dignidad humana. La sociedad proba y
burguesa es la excéntrica. Yo tendría mucho cuidado al decir que la locura, la
aberración, son necesarias para alcanzar la dignidad humana. Pero entiendo que
es necesario ver en el cine la exageración de aquello que somos como hombres".
Además de las citadas, otras obras del cine de Herzog son Woyzeck (1978),
Donde sueñan las verdes hormigas (Wo die grünen Ameisen träumen, 1983), y
magníficos documentales -muy coherentes todos ellos con el espíritu de sus
películas de ficción- como El gran éxtasis del escultor Steiner (Die grosse
Ekstase des Bildschnitzers Steiner, 1974), How much wood would a woodchuck
chuck (1975-76), La Soufriere (1976), Glaube und Währung (1980) o Ballade
von kleinen Soldaten (1984).