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Para que se abra un proceso es necesario que exista una acusación. En ese sentido, se
entiende por principio acusatorio aquel que asegura que el que acusa, no debe juzgar. Esta
regla considera que la persona que realiza las averiguaciones no decida después la
inocencia o la culpabilidad del imputado. Este principio impide la parcialidad del Juez,
ya que es el Ministerio Público el que realiza las actividades de investigación y de
acusación. Este Ministerio es un organismo público autónomo, separado de la función
judicial y regida por su propia normatividad. De otro lado, el mismo principio suprime la
posición del acusado como un mero objeto y si como un sujeto del derecho procesal
penal, asegurando un verdadero equilibrio entre las contrapartes.
El tratadista José María Asencio Mellado (cita) señala que el Principio Acusatorio tiene
cuatro notas esenciales:
Según este raciocinio al desarrollarse el proceso penal con las garantías de oralidad,
publicidad e igualdad de las partes, debe existir una dicotomía entre el ente acusador
(Ministerio Público) y el jurisdiccional, que es el encargado del juzgamiento a los
procesados. La aplicación del principio acusatorio cobra importancia pues garantiza una
equidad procesal entre las partes contrapuestas, acusador (Ministerio Público) y
acusado (Inculpado). Ambos ostentan las mismas facultades en el
derecho procesal moderno, encargando la potestad de sentenciar en el proceso a un
órgano imparcial e independiente que es el Poder Judicial.
Sin embargo, las reglas de la carga de la prueba no pueden funcionar de igual manera que
en los procesos dispositivos y en el proceso penal, en razón de los diferentes intereses
tutelados, ya que en los primeros se manejan intereses personales, en el proceso penal y
con mayor razón en el acusatorio, en el que el valor tutelado es de interés público y cuyo
fundamento es esclarecer los hechos, la satisfacción de esas premisas exige a las partes
acusadoras probar la responsabilidad del imputado más allá de toda duda razonable,
pues la falta de hechos exculpatorios, la falta de prueba de lo alegado e incluso la
falsedad manifiesta en determinadas pruebas, no exime al Ministerio Público de probar la
existencia del delito y la responsabilidad del procesado; más aún, por virtud del principio
de contradicción, la función de la prueba tiene dos aspectos relevantes, uno positivo que
se refiere a la comprobación de la certeza de los hechos alegados por cada parte o por la
contraparte y un aspecto negativo, que consiste en la refutación de los hechos alegados,
como fundamento de la libertad probatoria; la imparcialidad del juicio se asocia
principalmente con la existencia de un juez ecuánime, con la radicación de la carga de la
prueba en el titular del ejercicio de la acción penal, con la prohibición de obtener pruebas
mediante la violación de derechos y garantías constitucionales y con la posibilidad de
ejercer el derecho de contradicción en condiciones equivalentes a las del ente acusador.