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Gloria en Lugar de Ceniza Parte II – El viaje de la Esposa – George H.

Warnock

EL VIAJE DE LA ESPOSA
George H. Warnock


Porque celoso estoy de vosotros con celo de Dios; pues os desposé a un
esposo para presentaros como virgen pura a Cristo. Pero temo que, así como
la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestras mentes sean desviadas de
la sencillez y pureza de la devoción a Cristo” (2ª Cor. 11:2,3).

Contenidos

Prefacio
Capítulo 1 – Una hora de preparación
Capítulo 2 – La carga del Siervo de Abraham
Capítulo 3 – La elección soberana de la esposa por parte de Dios
Capítulo 4 – El viaje de la esposa
Capítulo 5 – Una esposa para el Primer Adán
Capitulo 6 – Una esposa para el Último Adán
Capítulo 7 – Interacción de lo Celestial con lo Terrenal
Serie Gloria en Lugar de Ceniza Parte II El Viaje de la Esposa –George H. Warnock

Prefacio

Este escrito se refiere a la Esposa de Cristo y a su viaje hasta el corazón de Dios.


Génesis 24 forma la base de lo que hemos de contar: la historia de Isaac y Rebeca, y
el viaje de ésta hasta la tierra de Canaán, bajo el cuidado exclusivo del siervo fiel de
Abraham.

Pero también ponemos un gran énfasis al papel del siervo, que recibió el encargo de
hacer el viaje hasta Mesopotamia, para adquirir esta novia virgen para Isaac. Sabemos
que el Espíritu Santo es la persona fiel que prepara y enriquece a la Esposa de Cristo.
Pero Él habita en Su pueblo sobre la tierra, así que en un sentido muy real, todos
somos responsables de ocupar nuestro lugar como siervos ministradores a la Esposa
de Cristo. Puesto que como Eva fue la Esposa de Adán, y al mismo tiempo, “de su
hueso y de su carne”, así nosotros somos la Esposa de Cristo, unidos a Él en un
cuerpo. Y el Cuerpo de Cristo ha de “edificarse a sí mismo”... mientras cada miembro
toma su lugar como siervo ministrador de Cristo. Reconocemos por supuesto que hay
siervos especiales que ministran y que Dios ha puesto en el Cuerpo, cuya
responsabilidad es ministrar la Palabra de Dios fielmente como “administradores de los
misterios de Dios”.

Que los modales y la conducta de este fiel siervo no nombrado, sean un desafío a
todos nuestros corazones, para cumplir fielmente el encargo que nos ha sido dado de
ministrar la vida de Cristo al pueblo de Dios. Porque como miembros de Su Cuerpo,
todos estamos involucrados y todos somos llamados a ser siervos unos de los otros,
mientras que al mismo tiempo somos parte de un conjunto colectivo.

George H. Warnock (Febrero , 1989)


Gloria en Lugar de Ceniza Parte II – EL Viaje de la Esposa – George H. Warnock

CAPÍTULO 1 – UNA HORA DE PREPARACIÓN

Si estás escuchando lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias en esta hora, estoy
seguro de que estaremos escuchando más que ninguna otra palabra, la palabra
“PREPARAOS”. Esta es una hora de preparación. Dios siempre prepara a Su pueblo
cuando Él va a hacer algo nuevo... “una cosa nueva es lo que Él está haciendo en la
tierra en este momento.

No nos alarmemos con el pensamiento de que Dios esté haciendo una cosa nueva. No
pensemos que Dios ha agotado sus recursos, como algunos quieren que creamos,
cuando nos dicen que Dios nunca hace nada nuevo. Siempre ha estado haciendo
cosas nuevas. Desde el momento en que puso al hombre en la tierra hasta este día,
ha estado sacando desde Su corazón de sabiduría, de conocimiento y de verdad, y ha
estado produciendo cosas nuevas. Por que “cosas que ojo no vio ni oído oyó, ni han
entrado al corazón del hombre, son las cosas que Dios ha preparado para los que Le
aman. Pero Dios nos las reveló por medio del Espíritu.” (1ª Cor. 2;9,10). ¿Ha gastado
Dios todos los tesoros de Su sabiduría y de Su conocimiento en Su pueblo, de forma
que en esta última hora no tiene nada que decir ni que hacer, sino sólo sacar de lo
antiguo? Apreciamos como Dios ha obrado antaño, pero el verdadero administrador de
los misterios de Dios seguirá sacando de sus tesoros, “cosas nuevas y viejas”..Porque
Dios es un Dios que reserva todo lo mejor para el final, y nos anima a que compremos
de Él “colirio, para ungir los ojos y poder ver”—para que podamos ver y observar las
nuevas obras, los nuevos despliegues de Sus propósitos, nuevas visiones de Sus
caminos, nuevos vistazos de Su gloria y de Su presencia.

“He aquí, las cosas anteriores se han cumplido, y yo anuncio cosas nuevas; antes que
sucedan, os las anuncio.” (Isaías 42:9).

“He aquí, hago algo nuevo, ahora acontece; ¿no lo percibís? Aun en los desiertos
haré camino y ríos en el yermo.” (Is.43:19).

Hay un viejo adagio, “Si es nuevo, no es verdadero... si es verdad, no es nuevo”...

Pero no seas tan necio como para aplicar eso al “mundo espiritual” y a las cosas que
pertenecen al Reino de los Cielos; porque Dios seguirá haciendo cosas nuevas en Su
pueblo hasta que pueda “descansar en Su amor” y hallar un deleite total y satisfacción
en el pueblo que Él creó para Su propia gloria.

Cuando hablamos de cosas nuevas, por supuesto, nos referimos a que son nuevas al
pueblo de Dios en la tierra. Cada nueva operación de Dios en la tierra es ciertamente
una repetición de muchas cosas que Él ha hecho antes. Porque Dios querrá
constantemente llevarnos a los viejos senderos, al “primer amor”, a la Palabra, a lo
que Él dijo en Sus tratos con generaciones antiguas. Porque Su propósito es llevar a
Su pueblo a la plenitud del deseo de Su corazón, y no meramente llevarnos a esa
medida de logros y satisfacciones que nuestros padres conocieron en su generación.
El pueblo de Dios siempre está inclinado a quedarse corto. La carga de Dios siempre
es que “avancemos” desde donde otros abandonaron. Y al hacer “cosas nuevas”, Él
prepara a Su pueblo de nuevo para avanzar grandemente en el Reino de Dios hasta
que lleguen a la medida completa, a la madurez y a la perfección, al estándar que no
es otra cosa que la “medida de Cristo” (Ef. 4:13). Entonces, ¿Qué es lo que Dios está
haciendo con Su pueblo? Dios usa muchas clases distintas de ilustraciones para
describir lo que está haciendo en los Suyos, y en breve, nombraremos algunas de
ellas. Está preparando un Cuerpo, en el que Él será glorificado como la Cabeza, y
cada miembro, unido uno a otro, “miembros en particular”, aunque un “solo Cuerpo”.

Está edificando un Templo no hecho de manos, una habitación para Él mismo por el
Espíritu.

Ha plantado un Huerto, y Él, como el cuidador, espera pacientemente “el precioso fruto
de la tierra.”

Está movilizando un ejército que estará revestido de toda la armadura de Dios y que
saldrá en el día del Señor, en un triunfo y en una victoria totales.

Está preparando vasos de oro y de plata para la Casa de Dios, refinados y preciosos a
Sus ojos, para llevar el incienso y el aceite y el perfume de Su presencia al mundo que
nos rodea.

Está perfeccionando Hijos, a Su propia imagen y semejanza, para que ellos, como su
Hermano mayor, puedan ser un deleite para Su corazón, y la expresión de Su propia
gloria en la tierra.

Y continuará limpiando, purgando y adornando a una Novia Santa para Su Hijo, para
que pueda compartir la unión y la relación íntima con Él, que anhela Su corazón.

Ahora bien, todas las cosas que hemos mencionado son realmente una cosa—pero
cada una a su propia manera describe y muestra su propio reflejo peculiar de la gloria
de Dios, que es multiforme y variado en su plenitud compuesta.

Una cosa he deseado

Como humanos, somos criaturas muy curiosas.. Nos gustaría hacer tantas cosas. Y es
por nuestra búsqueda del conocimiento que la Iglesia ha llegado a cargarse con
doctrinas, teorías e ideas sobre los planes de Dios y Sus propósitos. Pero si en verdad
estamos buscando ciertamente la Verdad Viva, tarde o temprano tendremos que
darnos cuenta de que “una cosa es necesaria”, y es que podamos sentarnos a los pies
del Señor Jesús y oír Su Palabra, y después caminar a Su lado. Señor, tráenos a “una
cosa” para que con David, podamos decir,

“Una cosa he pedido al SEÑOR, y ésa buscaré: que habite yo en la casa del SEÑOR
todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del SEÑOR, y para meditar
en su templo.” (Salmos 27:4).

Porque estas cosas no son en realidad tres, sino UNA en tres dimensiones: morar en
la Casa de Dios—porque es ahí dónde veremos Su hermosura y es ahí donde
podremos consultar con Él con respecto a Sus caminos.

Hablamos en vano de la Casa de Dios y del Templo de Dios, si la hermosura de Su


presencia no está presente. Pero si Él va a estar ahí realmente, nuestra consulta no
tendrá nada que ver con curiosidad sobre cosas irrelevantes; pero nuestra consulta se
centrará completamente en Él y en Sus caminos, y el deseo de Su corazón para Su
pueblo. Dios, oramos, que trates de tal forma con nosotros en esta hora, que podamos
estar preocupados como María de Betania, o como David el pastor de Israel, con “una
sola cosa”, porque “una cosa es necesaria”, y es que podamos sentarnos a los pies de
Jesús y oír lo que Él tiene que decir a nuestros corazones curiosos.
¿Cuándo regresa nuestro Señor?

Que Dios quite de nuestros corazones el deleite carnal por fechas calculadas,
programas y horarios que Dios se ha reservado en Su propio corazón... y nos haga ser
un pueblo que esté observando, esperando y buscándole. ¿Estamos buscando la
“segunda venida”... o estamos esperándole y buscándole a Él?

Dios nos dice específicamente todo lo suficiente respecto de cuando viene el Señor, y
si oyéramos lo que Él está diciendo, estaríamos listos y preparados para recibirle
cuando Él venga. Él no viene sólo porque el tiempo se acabe. Vendrá cuando el
propósito de Su ministerio celestial haya sido cumplido, y cuando el pueblo por cuya
causa Él ministra, esté preparado y adornado para recibirle.

Viene para ser “glorificado en los santos”.. en un Cuerpo que esté perfectamente unido
y tejido, y que haya llegado a “la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Ef.
4:13).

Viene para habitar un Templo, no un templo hecho de manos, un templo que ha sido
“edificado para morada de Dios en el Espíritu” (Ef. 2:22). Viene como fuego purificador
y como jabón de lavadores... para purgar a los hijos de Leví, como se purgan el oro y
la plata... para que puedan ser vasos santos en la Casa de Dios, “para que puedan
ofrecer al SEÑOR una ofrenda en justicia” (Mal. 3:3).

Viene a por una Esposa santa... una Esposa digna del Esposo, una Esposa que sea
Su propio complemento, Su contrapartida, Su plenitud, Su consumación. Pero fíjate en
esto: ¡Va a estar preparada! ¡Va a estar preparada! No va a ser raptada tal y como
está, inconsciente de lo que está sucediendo. “Porque han llegado las bodas del
Cordero, y su Esposa SE HA PREPARADO” (Apoc. 19:7).

Por tanto, al venir Él a por esta clase de gente, Él está enviando ahora esta clase de
Palabra de preparación para esta clase de gente. Los siervos de Dios que están
escuchando lo que el Espíritu está diciendo, están declarando una Palabra viva en la
tierra; y es esta Palabra viva lo que está preparando a Su pueblo para recibirle. ¡Su
Palabra, Su Palabra viva, es lo que nos prepara!

Por eso habla tan explícitamente a los corazones de Su pueblo en el día y en la hora
en la que Él se levante en la tierra para hacer una cosa nueva. No es una cosa que
Sus siervos hayan imaginado de sus propios corazones. Es algo que se origina en el
corazón de Dios. Es Su intención y Su deseo darlo a luz, y por tanto, Él lo declara. El
lo proclama. Sabe que Su Palabra es creativa en su operación y que nada de lo que Él
diga puede dejar de pasar, y por ello lo proclama. “Porque no hay nada imposible para
Dios” (Lucas 1:37). Esto es lo que el ángel dijo a María respecto del nacimiento del
Hijo-algo que para ella era completamente imposible de comprender. De este modo,
le dijo, y creo que esto es una traducción más literal, “Ninguna Palabra de Dios será
vacía de poder.

El Poder del Nuevo Pacto

Reafirmemos aquí mismo de nuevo que la Palabra viva del Nuevo Pacto no es en
ningún sentido una mera expresión de lo que a Dios le gustaría que Su pueblo hiciera.
Ese es el Antiguo Pacto; pero el Nuevo Pacto es una Palabra viva enviada desde Su
corazón para crear, para dar a luz, el deseo de Su corazón. Ciertamente si lo
reconocemos, ante esta luz deberíamos poner nuestros corazones y nuestros mentes
a reposar, en todo lo que concierne a la operación de la Palabra. No estamos
reiterando alguna ley antigua revestida de terminología del Nuevo Pacto. Si estamos
de cierto hablando palabras que “enseña el Espíritu Santo”, entonces se trata de una
palabra viva y creativa que “procede de la boca del Señor”, y que se cumplirá
simplemente porque el Señor la ha hablado a corazones obedientes. No es nuestra
idea, nuestro concepto de doctrina, nuestra opinión... si es eso, entonces ninguna otra
cosa más saldrá de ello. Pero si los siervos de Dios están ciertamente hablando una
Palabra viva que oyen desde el trono, entonces esa Palabra dará a luz lo que Dios ha
declarado. Los que creemos en Dios, aparentemente no tenemos ninguna dificultad en
creer que cuando Dios habló con su voz creativa en el principio, la cosa que Él habló
brotó y fue dada a luz. Al declarar Dios simplemente “sea la luz”, la luz resplandeció en
la oscuridad, porque en la Palabra que Él habló había poder creativo detrás de lo que
Él había dicho. ¿Es que no podemos creer que ese mismo Dios que habló en el
pasado está ahora hablando en el Nuevo Pacto, un nuevo poder creativo... para
producir de nuevo la manifestación y la expresión de la luz y de la gloria que es
inherente a Él mismo?

“Pues Dios, que dijo que de las tinieblas resplandecerá la luz, es el que ha
resplandecido en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria
de Dios en la faz de Cristo.” (2ª Cor. 4:6).

¡Cómo podemos fallar en ver la verdadera naturaleza del Nuevo Pacto cuando
meditamos sobre este principio de verdad! No es una exhortación a tratar de vivir
como Jesús, a tratar de entrar en Su gloria, a tratar de brillar. Es una Palabra viva y
creativa que nos HACE resplandecer con la luz de Su gloria, porque Él ha hablado. No
es una Palabra viva cuando yo la enseño o la cito de las Escrituras. Sólo es una
palabra creativa cuando el mismo Dios que la habó en tiempos pasados, la vuelve a
hablar ahora por Su Espíritu, a nuestras almas ignorantes. Sólo será una Palabra viva
cuando los siervos de Dios oyen lo que el Espíritu está diciendo y lo proclaman con
“palabras que el Espíritu Santo enseña”.

El Camino predeterminado del Señor

Dios quiere asegurarnos que Él ha ordenado nuestro camino delante de nosotros.


Debemos saber esto si es hemos de encontrar paz en los viajes por el desierto de la
vida. Al llegar a saber esto, encontramos una seguridad en el hecho de que Él ha
andado por esto antes que nosotros, y que Él conoce el camino por que el que Él ha
determinado que nosotros caminemos. Ese el significado simple de esa palabra
temible, “predestinación”. Significa simplemente que Él ha marcado nuestro camino
para nosotros por adelantado... y su intención fue una buena intención: “Porque a los
que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen
de su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos” (Rom. 8:29). La
doctrina sólo se vuelve”temible” cuando se vuelve teológica. El corazón creyente y
confiado sabe de cierto que todo lo que Dios haga estará bien. Cuando decimos en
nuestros corazones, “Dios no puede hacer eso, porque eso no estaría bien”, estamos
colocando nuestro propio concepto de justicia por encima del conocimiento y de la
sabiduría de Dios. Dios en esta declaración dice simplemente a todos los que le aman
que Él ha pasado por ahí antes, y ha marcado el sendero por el que Él quiere que
nosotros caminemos... ¡Y que Su intención al dirigirnos no es otra que “conformarnos”
a la imagen de Su hijo! ¿Es que no es posible que nos gocemos en esto y que
abandonemos los argumentos a los teólogos? ¿O es que tendremos que argumentar
los pros y los contras de una doctrina muy controversial, en un vano intento de
satisfacer nuestras mentes carnales con un concepto doctrinal, mientras que a la par,
nuestras almas se quedan secas y nuestros corazones y mentes confusos?
Dios conoce nuestro camino porque Él lo ha predeterminado. Cuando el camino se
vuelve inquietante y turbulento, el hombre de fe y de paciencia encontrará fortaleza y
coraje en saber que Dios está en medio de todo ello, obrando todas las cosas para
nuestro bien y para su propia gloria. Al saber que Él sabe, el hombre en medio de la
prueba comienza a sacar cosas de ello, como Job hizo. En su prueba, Job buscó
desesperadamente a Dios por todas partes y en todas direcciones, aunque no parece
que pudiera hallarle.

“He aquí, me adelanto, y El no está allí, retrocedo, pero no le puedo percibir;


cuando se manifiesta a la izquierda, no le distingo, se vuelve a la derecha, y no le
veo.” (Job 23:8,9).

¿Cuántos no caminan por los tediosos caminos de la exploración, esperando hallar a


Dios? Dando valerosos pasos hacia nuevos desafíos de fe, pero sin hallar a Dios. O
volviendo a los viejos caminos, que fueron buenos en su momento... y cuando Dios
estaba bendiciendo diciendo, “¿He perdido a Dios, quizás, por no quedarme donde
estaba?” O, “Dios parece estar trabajando realmente ahí... iré allí para encontrarle.”
Ciertamente le hallaré si voy donde Él esta obrando. Pero voy allí y no Le hallo. No
está ni a mi mano izquierda ni a mi derecha. ¿Dónde, entonces, Le hallaré? Ahí
mismo, dónde Job Le encontró. En el lugar de la prueba y del test. Ahí, sobre la pila de
cenizas sobre las que se sentaba y lloraba por su situación. Pero fue precisamente ahí
en esta difícil situación donde halló la gracia y el coraje para decir...

“Pero Él sabe el camino que tomo; cuando me haya probado, saldré como el oro.”(Job
23:10).

Todavía debe sufrir muchas pruebas y mucha confusión en cuanto a los caminos del
Señor. Pero al menos estaba comenzando a ver lo que Dios estaba haciendo.
Entendió que la intención de Dios era buena: ¡ÉL QUIERE PRODUCIR EL ORO! ¡Y
ESTA ES LA FORMA DE CONSEGUIRLO!

Ahora bien, en este escrito en particular, estamos tratando con la Esposa de Cristo y
su preparación y viaje hasta el corazón de Dios. La base de nuestros comentarios
estará en Génesis 24 al considerar la historia de Isaac y de Rebeca y lo
hermosamente que ilustra a Cristo, y a la preparación de Su Esposa. Pero vamos a
poner un gran énfasis en la parte del siervo de Abraham, y veremos como
precisamente él obedeció a su maestro; y entonces, como Dios de una forma tan
hermosa ata todas las cosas conforme a Su propio plan y propósito; cuando el siervo
hizo lo que se suponía que tenía que hacer... ni más ni menos.
Gloria en Lugar de Cenizas Parte II El viaje de la Esposa – George H. Warnock

CAPÍTULO 2 -- LA CARGA DEL SIERVO DE ABRAHAM

“Abraham dijo a su siervo, el más viejo de su casa, que era mayordomo de todo lo que
poseía: Te ruego que pongas tu mano debajo de mi muslo, y te haré jurar por el
SEÑOR, Dios de los cielos y Dios de la tierra, que no tomarás mujer para mi hijo de las
hijas de los cananeos, entre los cuales yo habito; sino que irás a mi tierra y a mis
parientes, y tomarás mujer para mi hijo Isaac.” (Génesis 24:2-4)

El siervo más viejo de su casa era el administrador de Abraham; tenía a su cuidado


todas las posesiones de Abraham. Los administradores de Dios son simplemente
aquellos a quienes el Señor les ha confiado los tesoros de Su sabiduría y
conocimiento para la instrucción y la madurez del pueblo de Dios, para prepararles a
caminar en Sus caminos. Los verdaderos siervos-administradores son los que sacan
de sus tesoros “cosas nuevas y viejas”. Cosas que Dios les ha dado y revelado por Su
Espíritu. No son enviados por Él para desenredar las filosofías de Platón y de
Sócrates, o los misterios secretos del reino oculto. Son nombrados para dar a conocer
al pueblo de Dios los secretos de Dios que nadie puede conocer ni recibir a menos
que sean iluminados por el Espíritu Santo. El siervo de Abraham no tenía nada propio;
pero tenía todas las posesiones de Abraham bajo su cuidado. Jesús dijo, “Ya no os
llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado
amigos, porque os he dado a conocer todo lo que he oído de mi Padre.” (Juan 15:15).
Los verdaderos siervos de Dios no son “esclavos” por llamamiento, como implica la
palabra “doulos”. Son los amigos de Dios. Sin embargo, son “amigos” los que caminan
en tal relación de amor con Él, que se convierten, a sus propios ojos y a su propio
juicio, en “esclavos” por amor y verdad. Hasta que no lleguen a este grado de entrega,
no conocerán absolutamente nada de la verdadera libertad, y mucho menos de
encargarse de la Casa de Dios o de Sus tesoros. La verdadera autoridad en la Casa
de Dios no brota de la autoridad del ministerio que alguien pueda tener. Brota de una
Verdadera relación de amor con el Padre, como esclavos. Si esta relación no se
encuentra ahí, la autoridad será “autoritaria” por naturaleza, en lugar de una
ministración de amor y de verdad que produce disciplina y el orden de la Ley del
Espíritu para la manifestación de una expresión significativa y amorosa en la Casa de
Dios.

Ahora bien, creo que es evidente que en el sentido más alto, el siervo de Abraham
representa al Espíritu Santo, cuya misión es preparar una Esposa para Cristo. Pero lo
que con frecuencia olvidamos es el hecho de que el Espíritu Santo mora en los siervos
de Dios, haciéndoles ser siervos verdaderos y fieles de Dios, para que Él pueda vivir
en ellos, hablar por medio de ellos, y obrar por ellos. Los siervos de Dios, por tanto, se
convierten en los instrumentos invisibles y responsables en la tierra, que darán
cuentas ante Dios de hablar fielmente Sus palabras en la tierra, para adquirir a esta
Esposa Santa para Cristo. Sin esta fiel ministración de Sus siervos en la tierra, esta
Esposa Santa no puede ser preparada. Y así, Pablo decía a la iglesia de los Corintos:


Porque celoso estoy de vosotros con celo de Dios; pues os desposé a un esposo para
presentaros como virgen pura a Cristo.” (2ª Cor. 11:2).

Fíjate que Él dijo, “Mi celo por vosotros es el mismo celo de Dios...Os desposé a un
Esposo.... Quiero presentaros como virgen pura a Cristo”. Los que son fuertes en su
idea de gobierno sobre el pueblo utilizan una frase común, “el ministerio del esposo”,
referente a los apóstoles, profetas y maestros en la Iglesia. Esto es totalmente
erróneo. El verdadero ministerio jamás se meterá en la relación íntima y personal de
cada uno con el Señor; pero con el celo y el fervor de Dios ministrarán de tal forma a
Cristo que la relación de amor del creyente con Él se hará cada vez más pronunciada.
Al crecer esta relación y ser fortalecida, así igualmente comenzarán a quebrarse las
cuerdas que una vez parecían atar al hijo inmaduro de Dios con algún ministerio
destacado. Dios nunca pretendió que esas cuerdas del ministerio fueran otra cosa que
las cuerdas del respeto y del amor por causa de la ayuda que reciben; y estas cuerdas
deben ser cambiadas, en la plenitud de la operación de Dios en nuestras vidas, con
las cuerdas que todo lo rodean del verdadero amor que ata a nuestros corazones a
Aquel que nos amó, y a todo el pueblo de Dios que es amado por Él. El hijo destetado
debe convertirse en un hijo o en una hija en la casa del Padre, y crecer hasta la
madurez bajo la dirección de padres y madres espirituales, hasta que un día puedan
alimentar y nutrir a otros. Los verdaderos padres en la Casa de Dios esperarán el día
en que los hijos hayan alcanzado la madurez y se hayan convertido en iguales con
ellos en su comprensión de la Verdad y en su relación personal con el Padre de lo alto.
El verdadero siervo no ordena el sometimiento ni el respeto del pueblo de Dios por
causa del oficio que pueda tener o en virtud de ese oficio. Ese respeto y sometimiento
han de estar presentes si los inmaduros desean verdaderamente crecer en los
caminos del Señor. Pero ese siervo del Señor que los alimenta y que pretende nutrirlos
en los caminos del Señor, estará feliz y será grandemente bendecido cuando aquel a
quien él alimenta con la Verdad, se levante en la estatura del Señor y comience a
alimentar a otros. Incluso ese anciano pastor o anciano maestro o anciano profeta o
apóstol, se encontrará sentado a los pies de aquel a quién él mismo instruyó en los
caminos del Señor, para recibir instrucción de él, y gozarse en la madurez que él ve
comenzando a desarrollarse en alguien mucho más joven que él mismo.

Cuando Dios ordenó echar a suertes para el ministerio del canto en la Casa del Señor,
Él no hizo distinción entre el “pequeño y el grande”, o entre el “maestro o el alumno”.
Así armoniza Dios la expresión del Cristo viviente en la Casa de Dios. Él, el Músico
principal, sabe como golpear las cuerdas de muchos corazones al reunirse para mirar
la hermosura del Señor. Y a cada golpe de cuerda en los corazones que están en
sintonía con Él ... sean “grandes o pequeños”, sean “maestros o alumnos”... se oye UN
SONIDO en la congregación del Señor, como sucedía en los primeros días del
ministerio del canto en el Templo de Salomón (lee 2ª Cron. 5:13). Las tensiones
armoniosas del Señor encontrarán una respuesta en los corazones del pueblo de Dios,
no importa qué instrumento se use; y muchas voces se mezclarán en una sola,
orquestadas por el Espíritu Santo para magnificar y glorificar al Señor Jesús en medio
de nosotros.

Nuestros músicos modernos en la Iglesia son maestros en esto, en lo que se refiere


fundamentalmente a su talento musical. Pero no estamos hablando de eso. Porque los
instrumentos musicales en el Templo eran tipos del pueblo de Dios, que están
sintonizados por el Espíritu Santo, y que se hacen muy sensibles a los dedos de Dios
al tocar Él las cuerdas de sus corazones, y hacerles manifestar en la congregación del
Señor, algún aspecto de la gloria de Cristo por la que el Espíritu les ha sintonizado
conforme a Su propio corazón, y les ha puesto en el Cuerpo como “miembros en
particular”.

Ojalá que el pueblo de Dios tuviera la misma diligencia en sintonizar con Dios y con Su
verdad, al tener que entonar sus instrumentos musicales a los oídos sensibles de los
músicos. Entonces tendríamos una expresión vital del Cuerpo de Cristo en la tierra,
manifestando las alabanzas del Señor. Sin esa expresión de Cristo en medio de
nosotros, nuestras interpretaciones artísticas se convierten en mero entretenimiento, y
sirven sólo para aliviar los corazones del pueblo de Dios, en lugar de perforarlos con la
Espada del Espíritu. Sin esa expresión de Cristo en medio de nosotros, la música
bonita debe sonar como “címbalo que retiñe” o como “metal que resuena” en los oídos
del Señor. Y el corazón que es aliviado por la hermosa música del trovador, pronto
caerá dormido en lugar de ser despertado para escuchar la clara y pura Palabra del
Señor. Me temo que esto sucede en nuestras iglesias, como sucedió en los días del
profeta:

“Y he aquí, tú eres para ellos como la canción de amor de uno que tiene una voz
hermosa y toca bien un instrumento; oyen tus palabras, pero no las ponen en
práctica.” Ezequiel 33:32

Estamos hablando de la carga que Abraham puso sobre su siervo. Abraham sabía lo
que quería y sabía lo que Dios quería; y podemos estar seguros que fue Dios quien
puso en su corazón el poner en marcha un plan que daría a luz el deseo de Su propio
corazón. Abraham no tendría que hacer ese largo y arduo viaje personalmente hasta
Mesopotamia. Su fiel siervo podía hacer el trabajo tan bien como él; porque su siervo
había estado todos estos años con Abraham, y había llegado a conocer el corazón de
Abraham, así como el corazón del Dios de Abraham. Éste era un asunto de vital
importancia. Por medio de Abraham y de Isaac, “todas las naciones serían
bendecidas”... y la esposa de Isaac debía ser “elegida conforme a la presciencia de
Dios.”

A lo largo de toda la historia, el siervo permanece como un siervo sin un nombre


propio. Algunos asumen que era Eliezer; pero no lo sabemos. Para cuando llegamos a
Génesis 24, al menos han pasado 54 años desde el último momento en que Eliezer es
mencionado. Por ello, le llamaremos simplemente “el siervo” o “el hombre”, como le
llama la Biblia. No hemos de dar reverencia a su nombre, como tampoco a los
nombres de los siervos de Dios hoy día. Su misión es honrar el nombre de Abraham y
de Isaac y adquirir una esposa digna para su maestro. No había de obtener ninguna
gloria de todo esto, excepto la gloria que uno tiene cuando, por medio del ministerio
del Espíritu, alguien recibe la capacitación para impartir la gloria de Dios a los demás,
y por medio de ello, glorificar y exaltar el Nombre del Señor Jesús. Pablo decía de los
Tesalonicenses, “Pues vosotros sois nuestra gloria y nuestro gozo.” (1ª Tes. 2:20) ¿Por
qué? Porque al ministrarles Cristo a ellos, era Cristo quien era honrado y glorificado, y
ese era el propósito total de su ministerio. “¿Qué es, pues, Apolos? Y ¿qué es Pablo?
Servidores mediante los cuales vosotros habéis creído, según el Señor dio
oportunidad a cada uno.” (1ª Cor. 3:5).Sin embargo, incluso al “rebajarse” a sí mismo
como lo hizo, no dudó en decir que él era un “servidor” en la Casa de Dios.

Administradores de Los Misterios

“Que todo hombre nos considere de esta manera: como servidores de Cristo y
administradores de los misterios de Dios.” (1ª Cor. 4:1). Los misterios de Dios son los
secretos de Dios y a Pablo se le confiaron muchos de ellos. Como fariseo, conocía
bien las Escrituras, pero no había conocido los secretos de Dios. Ciertamente honraba
las Escrituras como la Palabra de Dios; pero dejó muy claro que jamás alcanzó un
entendimiento de los secretos de Dios por medio de una búsqueda intelectual de la
verdad, sino por medio de la “revelación” del Espíritu. (Lee 1ª Cor. 2:12-14; Gál. 1:12).
Todo estaba ahí, en el Antiguo Testamento, al menos en forma de semilla; pero no
podía verlo hasta que Dios le reveló Sus secretos. Lo que él recibió no era ajeno a las
Escrituras, pero estaba escondido en la letra de la Palabra de forma que ningún
hombre podía verlo a menos que Dios se lo revelara. Por ejemplo, ¿Quién habría
considerado que una interpretación válida de las Escrituras era que la “semilla de
Abraham” en realidad era Cristo mismo? Sólo el Espíritu Santo podía revelar algo así;
e incluso nuestros maestros cristianos más fundamentales son lentos en aceptarlo:
QUE LAS PROMESAS A ABRAHAM ERAN A LA SIMIENTE, QUE ES CRISTO, Y NO
A LOS ISREALITAS NO REGENERADOS (Lee Gál. 3:16). Y de nuevo dice por el
Espíritu Santo que Leví pagaba diezmos a Melquisedec... porque Abraham, el
bisabuelo de Leví, lo había hecho antes. ¿Qué clase de lógica es ésa? Es la lógica del
Espíritu de Dios (Lee Hebreos 7:9,10). Sólo Él puede revelar secretos como éste que
están escondidos en la letra de la Palabra. Sólo Él puede romper la cáscara y sacar el
grano. Sólo Él puede revestir la Palabra con vida, para convertirse en el pan de vida al
corazón hambriento. La Palabra viva está ahí... escondida dentro de la cáscara.. pero
sólo el Espíritu Santo puede hacer que sea pan para el hambriento y agua refrescante
al que está seco y sediento.

Ahora bien, si profesamos ser participantes de “los secretos de Dios”, estemos


seguros de que solo podremos ministrar esos secretos por el Espíritu Santo; y si Él no
rompe la cáscara y nos la muestra a nosotros... no ministrarán vida a nuestros
corazones, o a los corazones de las personas con quienes pretendamos compartirlos.
Por esta razón, se requiere de una gran disciplina en las vidas de aquellos que son
“administradores de los misterios de Dios:” Dios no nos pone bajo un juramento, como
hizo Abraham con su siervo... y podemos estarle agradecidos por ello; porque sólo Él
sabe muy bien que en un momento u otro caeríamos bajo la culpa del perjurio. Pero
tenemos que estar seguros de esto:

Si Dios revela Sus secretos eternos a nosotros, nuestra obligación de compartir


fielmente las palabras de Dios a Su pueblo es igualmente tan exigente, y quizás aún
más, que si fuéramos llamados a jurar por Dios o por Su trono, que haríamos lo que Él
dijera.

En este escrito estamos poniendo un gran énfasis sobre el ministerio del siervo porque
es evidente que ellos son los culpables de la falta de verdadera vida espiritual en el
pueblo de Dios. Creo que en esta hora Dios está buscando para Si mismo un
ministerio de siervos probados y de confianza, que ministren fielmente la verdad a Su
pueblo; porque Dios es muy celoso por causa de Su propio Nombre de que Él ha de
tener una Esposa como Él mismo, verdaderamente digna de Él, verdaderamente
compatible con Él. Que el asombro del juramento de Dios que Abraham usó sobre su
siervo golpee a todos nuestros corazones con el sentido de responsabilidad delante de
Dios y de Su pueblo en esta hora asombrosa. Hay una Esposa Santa ahí fuera que
Dios está arreglando para Su Hijo. Y hay una Palabra fresca que sale del corazón de
Dios que preparará y adquirirá a esta Esposa Santa para Cristo. Mucho ha tardado la
iglesia en descubrir que el Espíritu Santo será fiel en presentar a esta virgen pura a
Cristo. Pero qué poco hemos reconocido que Él envía esta Palabra limpiadora y
purificadora por medio de los labios de vasos purgados, limpiados, tratados y de
confianza en la Casa de Dios.

Yo creo que Dios está produciendo un nuevo ministerio en la Iglesia para producir esta
corriente fresca y limpiadora desde la Casa de Dios. No me refiero a una nueva clase
de clero. Me refiero a un verdadero ministerio colectivo que se está levantado en el
Cuerpo de Cristo, que será uno con el pueblo de Dios... y juntos, uno con el Espíritu
Santo. Dios nunca pretendió que los ministerios especiales de apóstoles, profetas,
evangelistas, pastores y maestros se elevaran a un plano superior, sobre la gente. El
sistema del laicado-clero en la Iglesia debe desaparecer. Dios nunca dio estos
ministerios a la Iglesia para crear una sistema de clases en la Iglesia. Tan cierto como
los cinco panes y los dos peces fueron tomados por las manos del Maestro, rotos...y
después distribuidos a los discípulos y después de ahí a las muchedumbres
famélicas... de la misma manera el ministerio y el pueblo deben romperse juntos en las
manos de Cristo si ha de haber pan roto para una Iglesia y para un mundo
necesitados. En toda la enseñanza que abunda en la Iglesia hoy día en referencia al
Cuerpo de Cristo, vemos muy poco más allá de ese sistema de clases.... un tipo de
clero de ministración a un pueblo que se contenta con sentarse y escuchar. Con
frecuencia, el pueblo exaltará y hará un ídolo del que está delante de ellos, pensando
escasamente que se supone que han de ser parte de la ministración del Espíritu... que
han de participar de Cristo por ellos mismos, para poder convertirse en una expresión
viva del Cristo en Su Cuerpo colectivo. Ahora bien, la Palabra deja de muy claro para
lo que son los ministerios especiales... si es que podemos utilizar la palabra “especial”.
“Para el perfeccionamiento de los santos, para la obra del ministerio, para la
edificación del cuerpo de Cristo.” (Efe. 4:12). Léelo lentamente: Es para perfeccionar y
equipar al pueblo de Dios para que ellos a su vez puedan ministrar y edificar el Cuerpo
de Cristo. El ministerio “de cinco aspectos” tiene como propósito por parte del Señor,
producir esta Palabra viva para que cada miembro, “como miembro en particular”,
pueda convertirse en una expresión vital de Cristo en medio de nosotros. No es sólo
para preparar a unos pocos ancianos y diáconos para ministrar bajo la autoridad de un
pastor, sino para impartir a Cristo al Cuerpo de forma que cada miembro tenga su
propia ministración vital del Espíritu para compartirla con el resto del Cuerpo.

Pero fíjate en esto: es la falta de esta clase de expresión en el Cuerpo lo que provoca
los cismas que existen, y que son cada vez más frecuentes en la Iglesia:

Mas así formó Dios el cuerpo, dando mayor honra a la parte que carecía de ella, a fin
de que en el cuerpo no haya división, sino que los miembros tengan el mismo cuidado
unos por otros.”(1ª Cor. 12:24-25).

¿Escuchaste que lo que Dios dice está causando cismas en el Cuerpo? ¿Ese miembro
indisciplinado? ¿Ese anciano ambicioso? Estos problemas pueden existir; pero Dios
dice que es porque hay miembros que se sientan en la congregación, a los que les
falta ese abundante honor que Dios pondría sobre ellos... para que pudieran ser
capacitados para ministrar a Cristo, “como un miembro en particular”. No estamos
hablando de ministrar en un sentido eclesiástico; sino de un pueblo tan honrado por el
Señor con el “honor” que Él coloca sobre ellos, para que desde sus vidas brote un
reflejo del Cristo viviente en medio de Su pueblo. Les hace ejercer un “cuidado” sobre
el rebaño de Dios... un cuidado que quita los cismas, y que trae sanidad al Cuerpo de
Cristo. Podría manifestarse en muchas, muchas maneras: en oraciones, intercesiones,
en exhortaciones, en ministraciones de misericordia, en sanidades físicas y
espirituales, en ayudas de una y otra clase. Dios dice que es este “abundante honor”
de parte de Cristo lo que quitará los cismas y sanará al Cuerpo. Hasta que esto
suceda, no importa cuantos maravillosos profetas, apóstoles y maestros pueda haber
en la Iglesia estableciendo el “orden” de la iglesia y levantando “Iglesias del Nuevo
Testamento”. Si no hay esa ministración del Espíritu que nutre a los santos de Dios y
los hacen ser un “miembro en particular” vital, no veremos esta clase de sanidad en el
Cuerpo de Cristo que Dios pretende. Por supuesto, no podemos fabricar esta clase de
ministración en los miembros del Cuerpo de Cristo. Dios debe hacerlo por Su Espíritu.
Pero los verdaderos siervos del Señor anhelarán esta visión y buscarán al Señor
intensamente para que el “honor” que sólo Él puede conceder, venga sobre toda la
congregación al completo, para que “no haya desavenencias en el Cuerpo.. y que los
miembros se preocupen igualmente unos por otros.”

La Naturaleza del Juramento

Como bien sabemos, un “juramento” pretende añadir un gran significado e importancia


a un pacto, para que no sea tomado a la ligera. Este asunto de ministrar la Verdad no
es cosa ligera a la vista de Dios. Dios no pide a Sus siervos que hagan un juramento
en el ministerio, porque eso sólo les traería mayor condenación en tiempos de fracaso.
No obstante, Él da testimonio de todo lo que decimos y hacemos, y no se agrada de
este tipo de ministerio profesional en la Iglesia que funciona de forma no muy distinta a
como funcionan nuestros partidos políticos en el mundo... levantando a uno y echando
por tierra a otro, conforme al deseo popular de la gente. Este sistema democrático de
gobierno no tiene lugar en la Casa de Dios. Dios siempre ha sido fiel en dar liderazgo
conforme a Su propia voluntad, si al pueblo le preocupa verdaderamente ir por Su
camino. Pero cuando llega el tiempo en que la voluntad de Dios ya no es considerada
de extrema importancia, Él simplemente se aparta de todo ello y permite que el
hombre vaya por su camino. Oh, que Él siguiera bendiciendo a Su pueblo, como hizo
bajo Saúl; pero este no es Su camino, y a su debido momento debe resquebrajarse.
Su bendición en medio de una estructura de iglesia orientada políticamente no es en
ningún sentido un testimonio de Su deleite en lo que ellos hacen. Es simplemente otro
ejemplo de Su gracia y de Su misericordia a un pueblo desobediente. Durante
cuarenta largos años Dios bendijo a Su pueblo en el desierto... pero cuando todo
acabó, Dios mismo testificó que Él estaba “entristecido” con esa generación que
“erraba en su corazón”y que nunca llegó a conocer sus caminos. (Salmos 95:10).

El siervo de Abraham tomó el juramente pero no sin recelos. ¿Qué pasaría si la


persona que encontrara para Isaac no estuviera dispuesta a hacer el viaje? ¿Recibiría
permiso para llevar a Isaac a esa tierra, para recibir a su esposa? La respuesta era,
“No”... no debía hacer eso. Pero con esa respuesta, Abraham, confiado en Dios, podía
asegurar al siervo que si era fiel en seguir las instrucciones que le estaba dando,
entonces Dios sería fiel en encontrar una esposa que estuviera dispuesta a hacer el
viaje.

La consagración de un siervo fiel en ministrar la Verdad explícitamente conforme a la


voluntad de Dios, es la seguridad del siervo de que Dios será fiel en velar sobre esa
palabra, y en hacer que se cumpla.

Dios nos ayude en este asunto de la consagración. No es cosa ligera decir, “Señor, te
seguiré... Iré por tu camino.” Porque de cierto que cuando somos enganchados por
Dios con un gran deseo de hacer Su voluntad, la seguridad de que estamos
caminando en Su voluntad se hace cada vez más pronunciada en todo lo que
hacemos. ¿Hay, en primer lugar, un deseo ferviente y genuino de hacer como Él dice?
¿O hay esa mezcla persistente de deseos egoístas? “Te seguiré Señor, pero
PRIMERO quiero hacer esto... o eso...” (Lee Lucas 9:59-61). ¿Cuántas condiciones
añadimos a nuestra consagración, consciente o inconscientemente? Siempre que
estas condiciones estén ahí, no vamos a descubrir la seguridad positiva que debemos
tener en nuestro caminar con Él, al buscar caminar bajo los cielos sin nubarrones de
Su favor y de Su presencia. Pero cuando nuestra entrega sea purgada de todas esas
condiciones y nuestros deseos sean purificados de toda búsqueda egoísta,
descubriremos más y más Su fidelidad en hacer que hagamos juicios justos, y que
caminemos en los caminos perfectos del Señor.

Jesús podía decir, “Yo no puedo hacer nada por iniciativa mía; como oigo, juzgo, y mi
juicio es justo porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.” (Juan
5:30). Su consagración a la voluntad de dios agarró de tal forma a Su ser más interior
que Él tenía una seguridad positiva de que lo que Él decía era correcto... lo que Él
juzgaba era correcto. Oraba y sabía que el Padre Le escucharía siempre. Hablaba y
sabía que era el Padre hablando. Obraba, y sabía que era el Padre quien estaba allí
para obrar lo que el Padre tenía en mente. Fíjate en esto: No afirmaba estar en lo
correcto y juzgar correctamente por ser un apóstol, o un profeta, por causa de ser el
Mesías, SINO PORQUE DESEABA INTENSAMENTE HACER LA VOLUNTAD DEL
PADRE EN LUGAR DE LA SUYA. “Porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del
que me envió”.

De esta forma sucedió que el siervo de Abraham salió a un largo viaje bajo juramento
para hacer lo que Abraham había dicho... nada más y nada menos. Tenía la certeza de
su maestro, “Haz lo que yo te estoy juramentando que hagas, y Dios te mostrará favor
y hará lo que tú no puedes hacer. Te guiará por el camino correcto; Te guiará al lugar
correcto, y tendrás la certeza de que la que Dios ha escogido para Isaac será la
correcta... una esposa compatible y digna de mi hijo y dispuesta a seguirte en el
camino de vuelta a casa.”

Capítulo 3 – La Elección soberana de la Esposa por parte de Dios


Gloria en Lugar de Ceniza Parte II – El Viaje de la Esposa – George H. Warnock

CAPÍTULO 3 – LA ELECCIÓN SOBERANA DE LA ESPOSA POR PARTE DE


DIOS

Cuando los siervos de Dios se mueven en el ámbito de la voluntad de Dios, siempre


hay una interacción de lo celestial con lo terrenal. Esto es lo que marca la diferencia
entre lo secular y la historia bíblica, y esto es lo que siempre ha cautivado las mentes y
corazones del pueblo de Dios en cualquier era. No es simplemente que los hombres
vivieran correctamente y orasen bien y que de ese modo, Dios tuviera que intervenir.
En su lugar, en todos y a través de todos los tratos de Dios con los hombres, Sus
propósitos se hallan intrincados en el tejido de la historia bíblica para revelar a
nosotros y al reino celestial, la hermosura de Sus eternos propósitos. Los hombres de
fe que movieron la mano de Dios eran simplemente aquellos siervos que sabían y
reconocían que Dios tenía un plan y un propósito, y su entrega y dedicación a Él era
tal que descubrieron lo que era ese plan y se movieron conforme a Su dirección. Por la
fe ellos golpearon el reino invisible, escucharon lo que Dios dijo, supieron lo que quería
y actuaron consecuentemente. Sus oraciones no cambiaron el plan de Dios; pero
habiendo oído de Dios y conociendo un poco de Su plan... aprendieron a orar
conforme a Su voluntad. No determinaron o cambiaron su propio destino, pero al
acercarse a Dios, y al llegar a conocer Su voluntad, aprendieron a caminar por un
camino que cumpliría el destino de Dios para sus vidas.

Al hallarnos a nosotros mismos moviéndonos en esta clase de esquema, llegamos a


entender que Dios obra en ambos extremos de la situación, así como a lo largo de y
en medio de toda ella. Somos propensos a manipular situaciones para hacer que
funcionen; pero el siervo que es enviado por el Padre no hará eso. Puede que intente
hacerlo a veces, pero pronto descubre que cuando quiera que intente hacerlo
funcionar, entonces fracasa miserablemente. La experiencia le ha enseñado que si
Dios está en ello, Dios mismo estará ahí... en ese extremo así como al otro extremo
del camino; porque Él es el “Alfa y la Omega, el comienzo y el fin, el primero y el
último”. Si es a Éste a quien nosotros estamos sirviendo, entonces Él debe ser el
primero y el último en todo lo que deseamos, y el primero y el último en todo lo que
hacemos. Quizás nos gustaría tener las cosas más bajo nuestro control. Nos gustaría
salir con un mayor sentido de conocimiento para trata con las contingencias que
puedan levantarse a lo largo del camino. O fluir en el Río de la Verdad... o flotar en las
alas del viento... esto puede ser muy inquietante a nuestras mentes calculadoras.
¿Qué pasa si no funciona? ¿Qué pasa si no sucede? Estas y otras preguntas similares
no se irán de nuestros espíritus. Pero el hombre del Espíritu debe aprender los
caminos del Señor tan perfectamente que puede salir a la orden de Dios, ser dirigido
por el Espíritu, en formas que puede no conocer ni entender. No sale a la aventura en
lo que el hombre llama “fe” para involucrarse en programas y estructuras que piensa
que pueden glorificar a Dios. Si Dios no dirige... Si Dios no está dando una Palabra
certera... entonces no tiene nada que ver con Fe, sino con mera presunción. Cuando
Dios nos da a conocer Su voluntad, sólo entonces podemos movernos en el reino de
la fe, y estar seguros de Su dirección a lo largo de todo el camino. Él nos da fe
conforme a la medida de nuestra obediencia... obediencia a Su voluntad. No coges la
fe por salir con valentía a hacer alguna obra digna para el Señor... sino en lugar de
esto, cuando has aprendido, como Jesús lo aprendió, que “Nada puedo hacer por Mi
mismo.” Cuando tu propia fortaleza ha sido debilitada, entonces podrás escuchar lo
que Dios tiene que decir. No tienes que ver el cuadro completo claramente. Pero al
moverte en fe, al darte Él Su Palabra para que te muevas, entonces podrás salir en la
confianza de que Él te dará a conocer el cuadro completo cuando llegues al final del
camino. No necesitas el conocimiento ni el entendimiento o la fe hasta el otro extremo,
hasta que llegues ahí. Pero si has sido cogido con un gran anhelo y un gran deseo de
hacer la voluntad de Dios, caminarás con Él hoy, y mañana, y pasado mañana,
“fortalecidos con todo poder por Su Espíritu en el hombre interior”, conociendo cada
día la fe que necesitas para ese día, y para esa situación. De esta forma, llegas de
nuevo al cruce de caminos...pero habiendo aprendido un poco más de Sus caminos,
ya no conoces el pánico. Simplemente estás junto al pozo, como el siervo de
Abraham, y miras al Señor para dar el paso siguiente.

En pie junto al pozo

“Entonces el siervo tomó diez camellos de entre los camellos de su señor, y partió con
toda clase de bienes de su señor en su mano; y se levantó y fue a Mesopotamia, a la
ciudad de Nacor. E hizo arrodillar a los camellos fuera de la ciudad junto al pozo de
agua, al atardecer, a la hora en que las mujeres salen por agua, y dijo: Oh SEÑOR,
Dios de mi señor Abraham, te ruego que me des éxito hoy, y que tengas misericordia
de mi señor Abraham. He aquí, estoy de pie junto a la fuente de agua, y las hijas de
los hombres de la ciudad salen para sacar agua. Que sea la joven a quien yo diga:
"Por favor, baja tu cántaro para que yo beba", y que responda: "Bebe, y también daré
de beber a tus camellos", la que tú has designado para tu siervo Isaac; y por ello sabré
que has mostrado misericordia a mi señor.” (Gén. 24:10-14)

El siervo había salido en obediencia a la voluntad de su maestro, y había llegado al


lugar correcto en el momento correcto. ¿Y ahora qué? ¿Adónde va desde aquí? Tiene
que encontrar la esposa para el hijo de su maestro. ¿Qué hará ahora? ¿Ir llamando a
las puertas? ¿Hacer un reconocimiento? ¿Preguntar a la gente por la calle sobre el
paradero de los familiares de Abraham?

Hemos enfatizado que Dios tiene un plan y un propósito para nuestras vidas y que
debemos saber eso si vamos a hallar reposo y quietud en medio de las tormentas de
la vida. No necesitamos tener entendimiento en cuanto a lo que es ese propósito y ese
plan de Dios; PERO PARA VER EL DESPLIEGUE DE ESTAS COSAS EN NUESTRAS
VIDAS, TENEMOS QUE CONOCER SU VOLUNTAD Y ANDAR EN ELLA. No
debemos tratar de cumplir el plan, porque nuestro entendimiento del mismo es muy
defectuoso... y si ponemos nuestra mirada en su cumplimiento, terminaremos en
frustración. El secreto consiste en regresar al camino de Su voluntad, y comenzar de
nuevo a caminar en ello. Cierto, puede ser que el camino por el que Él nos está
guiando no nos oriente respecto del plan en absoluto; pero cuando descubrimos Sus
caminos un poquito, comprendemos que este es el camino que se supone que es;
porque nuestros pensamientos no son Sus pensamientos, ni los caminos del hombre
los caminos de Dios. Esto es lo que normalmente nos preocupa: sentimos que
tenemos un poco de visión de Su plan, y tratamos de volvernos en esa dirección... en
lugar de hacer simplemente lo que Dios quiere que hagamos hoy... y mañana... y
pasado mañana. Nuestros objetivos pueden estar en receso, y nos inclinamos a sentir
que estamos alejándonos cada vez más de lo que Dios tenía en mente para nuestras
vidas. Quizás sea por causa de alguna profecía que hayamos tenido... algún sueño...
alguna visión... y el camino por el que vamos parece que nos esté guiando cada vez
más lejos de eso. Pero no dejes que esto te preocupe. Siempre ha parecido así a los
hombres y mujeres de fe. Continuemos buscándole, conociendo Su voluntad para hoy,
y andando en ello. En algún lugar del Camino nos daremos cuenta de que sólo
haciendo Su voluntad y caminando por el camino de la obediencia, nuestro camino
convergirá con el plan y los propósitos de Dios.

Es aquí donde fallamos con tanta frecuencia. Tenemos dirección para ir hasta un lugar,
después viene un tiempo de crisis, y entonces tenemos tendencia a tomar los asuntos
en nuestras propias manos. Y los consejeros con frecuencia nos fallan diciéndonos
que hagamos nuestra parte y entonces Dios hará la Suya. La sabiduría humana y el
entendimiento son siempre nocivos para un caminar de fe. Tenemos una mente sana,
y muchos consejeros, y parece como si fuera lo suficientemente fácil escoger el
siguiente curso de acción.

Pero el verdadero siervo siempre es consciente de dos cosas: su propia incapacidad y


la carga del juramento que lleva. Tiene que tener dirección divina o de otro modo, sabe
que podría echar a perder todo el cuadro. Una vez que estamos seguros de que Dios
está de hecho pintando un hermoso cuadro en nuestras vidas para Su propia gloria, y
para la revelación de Su sabiduría a las huestes celestiales... entonces nos hallamos a
nosotros mismos más y más bajo la tensión del Espíritu de pisar con cautela, no sea
que estropeemos el cuadro con nuestra propia intervención y locura. Lo que Dios está
haciendo es una cosa gloriosa y maravillosa... y no es para nuestro deleite, sino para
el Suyo. Él está a punto de revelar y de producir una Esposa para Su Hijo, y todo el
Cielo está centrado en lo que Dios está haciendo en la tierra. Pedro nos dice que los
“ángeles anhelan mirar a estas cosas”... estas cosas que pertenecen a nuestra
redención (Lee 1ª Ped. 1:12). Pablo dice que somos hechos un “espectáculo”, o que
somos “manifiestos tanto delante de los ángeles como de los hombres.” (1ª Cor. 4:9).
Nos dice en otra ocasión que es “por medio de la Iglesia” que Dios dará a conocer al
reino celestial, la “multiforme sabiduría de Dios” (Ef. 3:10). ¡Cómo podemos atrevernos
a estropear el hermoso cuadro que Dios está creando, tomando las cosas en nuestras
propias manos! En lugar de esto, parémonos junto al “pozo de aguas” y pidamos
consejo del Altísimo, antes de seguir adelante. Siempre es mejor “esperar” que
apresurarse. La escritura, “lo que vas a hacer, hazlo más pronto”, no fue dada a un
verdadero siervo del Señor, sino al traidor. Para ti y para mí, Él nos dice, “Paraos junto
al pozo de las aguas, y pedid consejo a Mi boca.”

Descubrió repentinamente que aquí, junto al pozo, Dios completaría el cuadro.


Simplemente se quedaría quieto y así vería el plan y el propósito de Dios
desplegándose. Podemos hacer eso si estamos caminando verdaderamente por la fe;
porque la fe no es de origen humano. Se origina en Dios; es la “fe de Dios” por la que
vivimos; y se origina en Dios para que los hombres que hayan aprendido la obediencia
a Dios, puedan participar de ella y caminar en ella. Y cuando camina en ella, se
encuentra a sí mismo fluyendo en el plan y en el propósito de Dios. El concepto de la
fe que enfatiza la capacidad de obtener, de obtener y de obtener, es una característica
muy baja de la fe, especialmente cuando significa obtener cosas materiales. La fe de
la Escritura procede de Dios, del Dios cuyo plan para nuestras vidas es que “seamos
conformados a la imagen de Su Hijo.” Es fe principalmente para LLEGAR A SER y no
fe para OBTENER, o fe para HACER.

Los propósitos finales de Dios estaban todos escondidos en esta elección que hizo el
siervo, y él era consciente de la importancia de obtener dirección divina. Una vez más
se arroja a las misericordias del Dios de Abraham. Quizás, aunque fuera desconocido
por el siervo, pero conocido por nosotros, el hecho es que Dios estaba en este
momento juntando los vasos, que en la consumación del tiempo, serían los
instrumentos de la providencia divina para la encarnación del Señor Jesús, el Cristo
mismo. Los propósitos supremos de Dios convergían todos en este punto del tiempo,
en este lugar en la historia, cuando el siervo permanecía junto al pozo de aguas.
Puede que no supiera mucho sobre las revelaciones de los propósitos de Dios; ni
tampoco necesitaba saber. Era suficiente que él amara a su maestro tan
intensamente, y que le sirviera con un amor y una obediencia tan grandes, que sabía
que tenía que conocer la voz de Dios en este momento de lo más crítico.

De este modo el siervo fue movido a pedir a Dios que contestara esta difícil oración:
“Que sea la joven a quien yo diga: ‘Por favor, baja tu cántaro para que yo beba’, y que
responda: ‘Bebe, y también daré de beber a tus camellos’" ¡Una tarea bien difícil! Me
han dicho que un camello sediento puede beber hasta 22 galones de agua de una sola
vez... y él llevaba diez camellos sedientos! La verdadera fe no busca la salida fácil. El
plan y el propósito de Dios es muy específico... y hemos de tener la fe de Dios, que de
igual manera será muy específica. Así que mientras el siervo observaba asombrado,
Rebeca llegó al pozo y comenzó a cumplir la oración del siervo en cada detalle. Le dio
a beber a él, y después, con un suspiro de descanso, la oyó decir : “Sacaré también
para tus camellos hasta que hayan terminado de beber.” (v. 19).

Tenemos muchos ejemplos en las Escrituras en cuanto a la forma en que los


propósitos de Dios convergen en un cierto momento, en un cierto lugar y bajo ciertas
circunstancias... pero teniendo todos estos ejemplos unas implicaciones de largo
alcance en el plan de Dios, que el siervo desconocía por completo. Sin embargo,
observa como reaccionaron en el tiempo de la crisis... ni siquiera siendo consciente de
que era un tiempo de crisis. Simplemente estaban cumpliendo las labores rutinarias
serviles, y ahí mismo, la obra de las ruedas de los propósitos de Dios comenzaron a
moverse juntas, y el verdadero siervo de Dios se halló repentinamente atrapado en los
movimientos de Dios. Mira a José, cruelmente atrapado por sus hermanos... pero en
realidad siendo atrapado por Dios y vendido como esclavo. Pero por ser fiel y
verdadero, los movimientos de Dios finalmente le llevaron a un lugar de poder y a un
lugar de fruto. Mira a Moisés, cuidando las ovejas, y repentinamente atrapado por Dios
para convertirse en un poderoso libertador.

¿Qué hemos de aprender de todo esto? Que no es en las aulas del aprendizaje donde
conocemos a Dios. Que no es en palacios de reyes donde somos preparados para
ocupar un lugar en el trono. Que no es en el ámbito de la política donde aprendemos
los caminos del gobierno y de la autoridad espiritual. Que no es conforme a la
estrategia de la lucha natural que aprendemos los secretos del combate espiritual. En
lugar de esto, ES EN LA BÚSQUEDA ORDINARIA DE LA VIDA DIARIA, CONFORME
AL PLAN Y AL PROPÓSITO DE DIOS... AHÍ MISMO EN LA TAREA REALIZADA
FIELMENTE PARA NUESTRO MAESTRO, COMO PARA EL SEÑOR, QUE
SEREMOS CONTADOS POR FIELES PARA SER HEREDEROS DEL REINO
CELESTIAL.

¡Poco sabía o entendía Rebeca que al decir desde la gentileza de su corazón, “sacaré
también para tus camellos”, que ella estaba allí y en ese instante, junto al pozo,
aprobándose a sí misma para convertirse en la esposa de la semilla escogida por
medio de la cual, todas las naciones hasta el fin de los tiempos, serían benditas!
Aprobó un examen que ni siquiera sabía que estaba haciendo, porque al vivir de la
forma correcta todos los días, había participado de esas cualidades del amor, la
misericordia y la ternura que la harían ser una esposa fiel y compatible para el que
había de heredar todas las naciones.

Un anillo de compromiso de Isaac

“Y aconteció que cuando los camellos habían terminado de beber, el hombre tomó un
anillo de oro que pesaba medio siclo, y dos brazaletes que pesaban diez siclos de oro,
y dijo: ¿De quién eres hija? Dime, te ruego...” (Gén. 24:22-23)

Oro para sus orejas y oro para sus manos... lo que significa que había de tener oídos
para oír la voz de su maestro, y manos para cumplir sus órdenes. Y cuando corrió a
casa para contarlo a su madre y a su hermano, el hombre bajó su cabeza y adoró al
Señor... por Su gran fidelidad y misericordia en guiarle por el camino correcto.

Cuando el siervo de Dios está comprometido a hacer la voluntad de Dios en el camino


de Dios, en el tiempo de Dios (porque todos estos elementos son esenciales en este
asunto de hacer la voluntad de Dios)... entonces Él no puede fallar dejando de
aparecer en el lugar correcto, en el momento correcto, y ver la gloria de Dios
desvelada en eso que Él precisamente ha ordenado. Porque en esta clase de entrega
él no anda errante de un lugar para otro en la tierra, buscando un lugar para descansar
y pensando en hallarlo en las obras de sus manos. En lugar de esto, comienza a
comprender que él está encerrado en los propósitos de Dios y que se mueve en las
corrientes de estos propósitos. Rehúsa entregarse a la presión de los tiempos, la
presión del mundo a su alrededor, o la presión de gente bien intencionada en la
Iglesia; y halla una nueva certeza y confianza en desear ardientemente hacer la
voluntad de Dios. Agradar a Dios se convierte en su máximo deseo...quizás
debiéramos decir, su único deseo. Cuando es tentado a tomar el pincel en sus manos
para ver si de alguna forma puede rellenar las áreas vacías en el lienzo... duda y se
aparta, no sea que en su ignorancia eche a perder la obra de arte del Maestro. En
lugar de ello escoge echarse atrás y ver como se revela el cuadro.

El Siervo cuenta toda la historia

“Entonces dijo: Soy siervo de Abraham. Y el SEÑOR ha bendecido en gran manera a


mi señor, que se ha enriquecido, y le ha dado ovejas y vacas, plata y oro, siervos y
siervas, camellos y asnos. Y Sara, la mujer de mi señor, le dio a luz un hijo a mi señor
en su vejez; y mi señor le ha dado a él todo lo que posee. Mi señor me hizo jurar,
diciendo: "No tomarás mujer para mi hijo de entre las hijas de los cananeos, en cuya
tierra habito; sino que irás a la casa de mi padre y a mis parientes, y tomarás mujer
para mi hijo." (Gén. 24:34-38).

Con su misión cumplida hasta este punto, el siervo le cuenta toda la historia al
hermano de Rebeca y a su madre, y simplemente espera su decisión. “He hecho
fielmente lo que Abraham me pidió que hiciera... Dios ha sido fiel en hacer lo que no
había forma de conseguir y trajo a Rebeca al cuadro... ahora, ¿Cuál es tu respuesta?”
Y la respuesta simplemente fue, “Esta cosa procede del SEÑOR... tómala y vete.”

Estamos enfatizando grandemente la fidelidad del siervo de Abraham y lo celoso que


fue en hacer única y simplemente lo que su maestro le había dicho que hiciera... nada
más, y nada menos. Estoy convencido que Dios no va a tolerar la infidelidad que
vemos por todas partes en la Iglesia de esta hora, en aquellos que sienten que tienen
el derecho, por causa de su llamamiento y ministerio, de salir “por fe” e involucrarse en
toda clase de proyectos valiosos que Dios nunca les autorizó para los desarrollaran. Al
hacer eso, de hecho están distorsionando y echando a perder la hermosa obra que
Dios tiene en mente. Sabemos que el plan de Dios no se va a frustrar, por lo que no
caemos en una inquietud extrema en cuanto a todo esto; porque Dios sabe como y
cuando arrugar la vasija terrenal en sus manos y “volver a hacer de ella otra vasija,
según le parezca mejor al alfarero hacerla.” (Jer. 18:4).

La parte de Dios y la nuestra

Entendamos claramente lo que es “nuestra parte” en todo este asunto de servir al


Señor. Nuestra parte es descubrir la voluntad de Dios y después hacerla... por Su
unción y dirección. Nuestra parte no es hacer la vasija. Sino entregarnos a nosotros
mismos a Él para que podamos ser un instrumento que Dios pueda usar. Todo lo más
que podremos hacer es echar a perder la vasija. Y cuando esto suceda no podemos
esperar que el Alfarero venga e intervenga donde nosotros nos quedamos para
arreglarlo un poquito. El no pone unos bonitos parches para enmendar las vestimentas
raídas de nuestra propia justicia. Tampoco trata de enmendar las grietas de las viejas
barricas de vino. En su lugar, ¡ÉL HACE UNA COMPLETAMENTE NUEVA!
Comprendamos el mensaje de la vasija echada a perder... el mensaje de las viejas
vestiduras, el mensaje de los odres viejos. Si lo entendemos, en lugar de
desanimarnos por causa de la devastación que Él nos traerá, podremos encontrar el
ánimo para levantarnos de nuevo, buscar la voluntad de Dios otra vez, y aprender a
hacer Su voluntad más efectivamente.

Jesús, el verdadero Siervo, dijo, “Yo no puedo hacer nada por iniciativa mía; como
oigo, juzgo, y mi juicio es justo porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que
me envió.” (Juan 5:30). Es extraño que los hombres puedan hacer cosas maravillosas
por su gran talento y habilidades... ¡Y sin embargo Jesús no podía hacer NADA! ¿Por
qué? Porque en Su entrega en hacer la voluntad del Padre, fue de tal forma cogido por
el Padre que no quedaba lugar para que Sus propios deseos se introdujeran en el
cuadro. Anduvo por este camino para que tu y yo, que podemos hacer cosas tan
maravillosas, podamos regocijarnos cuando Él anule todas las cosas y comience a
formarnos conforme a Su propia voluntad. Cuándo comenzarán los siervos de Dios a
comprender que al hablar por ellos mismos, desde su propio conocimiento y su propio
entendimiento, y que al hacer su propia cosa, en realidad están buscando gloria para
ellos mismos:

El que habla de sí mismo busca su propia gloria; pero el que busca la gloria del que le
envió, éste es verdadero y no hay injusticia en El.” (Juan 7:18).

El siervo de Abraham hizo explícitamente lo que su maestro le dijo que hiciera; y


entonces Dios fue fiel en entrelazar su acto de obediencia con la hermosa vestidura de
Sus propios propósitos. Sólo Dios puede hacer eso. Escuchamos mucho sobre la
parte de Dios y la nuestra; y a menudo se presenta como si Dios comenzara Su obra y
luego la entregara para que Sus siervos hicieran su parte. Pero no es exactamente
así. Mi parte es hacer solamente lo que Dios pone en mí para hacer... y sólo lo puedo
hacer cuando Él lo hace a través de mi. Sólo me pide que lleve la carga que yo
encuentro cuando me uno a Él y estoy bajo Su yugo.

Él es el Alfarero; nosotros somos el barro al que Él daría forma para Su gloria. Ser la
clase buena de barro es todo lo que Él pide... convertirnos en dóciles y flexibles en
Sus manos para ser moldeados como Él vea apropiado.

Él es el Artista Maestro; nosotros somos el lienzo... para entregarnos en Sus manos y


recibir el color que salga de su pincel.

Él es el escultor; nosotros somos la roca... quizás dura e impenetrable.. pero que cede
al golpe del martillo y del cincel, encontrando que vamos surgiendo a Su propia
imagen y semejanza.

Él es el Arquitecto y Constructor; nosotros somos el edificio que Él levantaría—viga


con viga, piedra con piedra, para ser edificados juntos para “morada para Dios en el
Espíritu”.

Él es el Labrador; nosotros somos el huerto. Somos sólo la tierra. Él sólo desea que
nos convirtamos en la “buena tierra” que Él está buscando... cuando dejamos que Él
haga el cultivo, la siembra de la buena semilla de verdad en nosotros.. y después el
riego, el escardado, y la poda, como Él considere apropiado.

La parte del siervo no era de ningún modo nada adicional a la parte de Abraham... en
realidad es una y la misma cosa. Jesús dijo, “Mi Padre trabaja y Yo trabajo...” (Juan
5:17). Sólo al ver al Padre trabajando, Él podía entonces trabajar. Sólo al oír hablar al
Padre, Él hablaba; porque sólo entonces serían las Palabras del Padre y no las Suyas.
De otro modo, Él habría estado buscando Su propia gloria.

El Siervo, Un verdadero Adorador

“Y sucedió que cuando el siervo de Abraham escuchó sus palabras, se postró en tierra
delante del SEÑOR.”(Gén. 24:52).

La adoración se ha convertido en algo que se hace en la iglesia. Pero la verdadera


adoración no es algo que hagas en la iglesia más que en cualquier otro lugar. Si la
adoración es genuina, es algo que se convierte en tu estilo de vida al completo.

“Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre
en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren.
Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad.” (Juan
4:23-24).

El hombre ciego de nacimiento que Jesús sanó era considerado bastante ignorante
por los judíos, pero sin embargo, les enseñó algo maravilloso sobre la adoración:

“Sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguien teme a Dios y hace su
voluntad, a éste oye.” (Juan 9:31)

Dios desea intensamente “verdaderos adoradores”... no meramente una congregación


de personas que “saben como hacerlo”. El siervo de Abraham no aprendió como
hacerlo, sino que aprendió estricta obediencia a su maestro, Abraham, y participó de
algunas de sus cualidades, convirtiéndose él mismo en un “verdadero adorador”.
Había observado la adoración en la vida de Abraham. Sabía como Su maestro había
adorado al Señor todos sus días, al moverse en completa obediencia a Dios, y como
había levantado un altar para el Señor, dondequiera que fuera. Y con certeza sabía del
altar en el monte Moriah, donde Abraham, en un acto supremo de adoración, había
puesto a Isaac en el altar... y como Dios se encontró con él en ese gran acto de
obediencia a la voluntad de Dios. (Lee Gén. 22:5) Sabía que la adoración se había
convertido en una forma de vida para Abraham, fuera en Betel, en el Neguev, en
Hebrón o en Moriah. No era un arte o un método... era una forma de vida. Se había
convertido en un “adorador”.

Y de la misma manera había sucedido con Job. Cuando las cosas iban bien y
prosperaba, adoraba a Dios. Cuando le golpeó la calamidad, y Dios tomó todo lo que
tenía en solo un golpe devastador, Job rasgó sus vestiduras no en ira contra Dios o el
hombre, sino en “adoración”. Extraña forma de adorar a Dios, ¿No? No realmente
cuando entiendes lo que es la adoración. Es un acto de absoluto sometimiento a la
voluntad de Dios... una negación total de cualquier derecho por nuestra parte de
resistir lo que Dios está haciendo. Es dar a Dios la gloria y un humilde homenaje en
todos nuestros caminos... porque sabemos que Él siempre está en lo correcto, y que
Él es siempre digno.

“Entonces Job se levantó, rasgó su manto, se rasuró la cabeza, y postrándose en


tierra, adoró.” (Job 1:20)

Nuestra forma de vida al completo, nuestras reuniones en las congregaciones de


iglesias, van a cambiar drásticamente cuando el pueblo de Dios se convierta en
“adoradores”. Porque no podemos “adorar al Padre en espíritu y en verdad” hasta que
nos convirtamos en adoradores, hasta que comencemos a caminar en verdad y en el
Espíritu.
Dios nos haga ser “verdaderos adoradores”... un pueblo tan completamente entregado
a Dios, tan completamente atrapado por el deseo de hacer Su voluntad, que adoramos
al Padre en Espíritu y en Verdad, mañana, tarde y noche... día a día, cada día.. ¡En
todo lo que decimos, en todo lo que hacemos, en todo lo que somos!

Dones para Rebeca y para Su familia



Y el siervo sacó objetos de plata, objetos de oro y vestidos, y se los dio a Rebeca; dio
también cosas preciosas a su hermano y a su madre.” (Gén.24:53).

Dios tiene dones especiales para Su esposa... dones de oro, plata y vestiduras.

Joyas de Plata. La Plata habla de nuestra redención porque fuimos “comprados por
precio”. Pero el precio no es la plata y el oro de este mundo. No es nada menos que la
preciosa sangre del Señor Jesús. No somos propiedad privada de nosotros mismos...
Somos suyos, al altísimo precio de Su sangre (1ª Ped. 1:19).

Ahora bien, si esto es así, ¿Por qué damos por hecho con tanta frecuencia que
podemos escoger nuestro propio camino? No es una opción nuestra ir aquí o allí..
predicar o no predicar—construir o no construir... expandirnos o no. No somos
nuestros. Pertenecemos a Otro.

Asumimos muchas cosas como siervos del Señor. La razón, con frecuencia, es por
nuestra ignorancia de los caminos de Dios. Simplemente asumimos que Dios siempre
quiere crecimiento... que Él siempre quiere incremento... que Él siempre quiere
expansión. Y la razón por la que pensamos de esta forma es porque nuestros
pensamientos son tan distintos de los de Dios y nuestros caminos de los suyos.

Ciertamente nuestro Dios hace grandes y maravillosas cosas, y hay expansión y fruto.
Pero cuando Jesurún se “engorda”, como hizo Israel y como ha hecho la Iglesia, es
tiempo de nuevo de que Dios intervenga y reúna a un “pequeño rebaño”, a un
pequeño remanente, un ejército de cojos... para llevarlos de nuevo a la simplicidad de
la vida y práctica de iglesia, y para aún hacer otra “cosa nueva” en la tierra.
¡Ciertamente hemos llegado a esa hora! Ciertamente, otra vez es el tiempo de
favorecer a Sión, “pues ha llegado la hora.” (Salmos 102:13).

Joyas de Oro. El oro habla de la naturaleza y el carácter divino. Pero para producir el
oro, Dios tiene que guiarnos a la prueba y al examen. Tiene que llevarnos por
senderos en el desierto. Tiene que encerrarnos en lugares de confinamiento, en
cárceles de Su disciplina. El oro está ahí si Le amas realmente y deseas hacer Su
voluntad. Pero Él quiere quitar la escoria, todos los elementos humanos, todas las
ambiciones humanas y el celo humano, el deseo de éxito y de logros. Si tu y yo
caminamos realmente por Sus caminos, vamos a caernos dentro del fuego. Al menos
nos puede parecer que accidentalmente hemos caído dentro. Pero si lo aceptamos
como de parte de Él, saldremos de todo ello de nuevo, como un “vaso para honra,
santificado y apto para el uso del Maestro y preparado para toda buena obra” (2ª Tim.
2:21).

Y vestiduras. Rebeca recibió el anillo del compromiso en el pozo, y podemos estar


seguros de que ella se alentó con esto. Pero hay mucho más en una boda que un
anillo de compromiso. Hay vestiduras hermosas que Dios quiere que nos pongamos.
Estas vestiduras nos las trae el Siervo, de la Casa del Padre. Porque quiere que
vivamos la vida del reino celestial aquí abajo:
“Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque estáis muertos y
vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.” (Col. 3:2,3).

Estas vestiduras no son tejidas por nuestras manos, sino por la Suya. Tenemos que
saber que lo que Dios nos demanda, también nos lo provee. Él es quien hace nuestras
vestiduras. Por supuesto, al tejer los hilos de Su voluntad en nuestras vidas, tenemos
que dejar lugar para ello. Pero la gracia es Suya y la humildad es Suya y la gentileza y
la mansedumbre y la paciencia... todo esto es de Él. Y cuando empieza a tejer estas
virtudes en el tejido de nuestras vidas, se convierten, como las vestiduras de los
sacerdotes en Israel—“vestiduras para gloria y hermosura”.

“Vestios pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia,


de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia, soportándoos unos a
otros y perdonándoos unos a otros.” (Col. 3:12-14). Y después, Él dice, atad todo ello
con amor, “Y sobre todas estas cosas vestios de amor, que es el vínculo perfecto.”
(Col. 3:12-14).

Nuestras viejas vestiduras son el viejo hombre... y así, Pablo nos dice, “habéis
desechado al viejo hombre con sus malos hábitos, y os habéis vestido del nuevo
hombre, el cual se va renovando hacia un verdadero conocimiento, conforme a la
imagen de aquel que lo creó” . (Col. 3:9,10). Por lo tanto, es su obra creativa en
nuestras vidas lo que trae estas hermosas vestiduras de Su justicia.

Ha sido la incesable lucha del pueblo de Dios descubrir de alguna forma el secreto de
desechar al viejo hombre y revestirse del nuevo. Comprender la forma de Dios de
hacer esto. Pienso que está lo suficientemente claro en las Escrituras. Tenemos que
considerar al viejo hombre muerto al pecado... porque eso es lo que Dios hizo con el
viejo hombre en la Cruz. Fue crucificado con Cristo en la Cruz. Pero cómo “reconocer”
como muerto al viejo hombre y que actúe como muerto, ha sido la lucha incesante en
los corazones del pueblo de Dios. Estoy convencido de que el problema va mucho
más allá de intentar saber cómo, teológicamente, y comprender lo que Jesús consiguió
en la Cruz. Pero el Espíritu Santo es el que ministra de forma efectiva a nuestras
vidas, todo lo que Jesús logró en Su gran obra de Redención. Por tanto, el secreto
está en tener la presencia permanente del Espíritu Santo en nuestras vidas, y en
nuestras asambleas en Su Nombre. Estoy convencido de que este es el verdadero
problema. Él quiere ser el Señor en nuestras vidas y en medio de nosotros cuando nos
reunimos; pero Él no está recibiendo Su Señorío. Es Él quien da testimonio constante
de la limpieza por la sangre, y de la limpieza de nuestra conciencia. Es Él quien aplica
la sangre de Cristo, por “el lavamiento del agua por la Palabra”. Como la paloma que
voló del arca de Noé, que no podía hallar lugar donde reposar sus patas para
descansar, y tuvo que regresar al arca hasta que las aguas cedieron. Pablo habla de la
tristeza del Espíritu Santo. Es fácilmente entristecido... y no puede habitar por mucho
tiempo donde hay carnalidad, voluntad propia y rebelión. Con gran anhelo y clamor por
Su presencia, tenemos que invitarle a regresar, preparando para Él un camino de
humildad y arrepentimiento. La parte triste de todo ello es que por toda la tierra, la
preciosa presencia permanente de la paloma de Dios se ha ido de nuestras iglesias...
¡Y en la mayoría de los casos ni siquiera se han enterado de que se ha ido!

Estos dones preciosos que el siervo de Abraham trajo, glorificaron a su maestro, no a


él mismo; porque fueron llevados a la novia desde la casa de Abraham. ¡Ojalá el
pueblo de Dios y especialmente los siervos ministerios, pudieran ver esto! No es
nuestra opción ni nuestra elección, nuestra forma de glorificar al Señor Jesús. El Señor
Jesús sólo es verdaderamente glorificado al ser capacitados por el Espíritu Santo para
traer los tesoros del corazón de Dios y para tejer las hermosas vestiduras de Su
justicia en las vidas de Su pueblo. Ojalá pudiera enfatizar esto más:

“El me glorificará: PORQUE TOMARÁ DE LO MÍO Y OS LO DARÁ A CONOCER...”

El Señor Jesús es solamente glorificado si es ALGO QUE PROCEDE DE LOS


TESOROS DE DIOS.

Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que El toma de lo mío y os lo hará
saber (Juan 16:15). Las cosas bonitas que podemos decir y hacer.... el entretenimiento
que podemos ofrecer... los sermones elocuentes que podamos preparar... debemos
sinceramente profesar que lo estamos haciendo todo para glorificar al Señor; pero
Dios dice que solo glorificamos al Señor cuando tomamos de Sus tesoros y los damos
a Su pueblo.

“Entonces llamaron a Rebeca y le dijeron: ¿Te irás con este hombre? Y ella dijo: Me
iré.” (Gén. 24:58).

Dios había obrado soberanamente todos los detalles involucrados en este asunto de la
elección de una esposa para Isaac. El celo del Siervo por el bienestar de su maestro
produjo desde su corazón una profunda y sincera oración de dirección y guía. Dios
honró su oración y su fidelidad y trajo a Rebeca a su camino. Inconscientemente, ella
fue aprobada para convertirse en la digna esposa no simplemente por tener las
palabras correctas para el siervo, sino porque había desarrollado estas cualidades a lo
largo de los años de entrenamiento y crianza: cualidades de gracia, de amabilidad, de
generosidad y de preocupación por los demás. Su madre y su hermano fueron
igualmente impresionados profundamente con las palabras y el porte del siervo de
Abraham, y tenían que admitirlo; “El Señor está en todo esto”.

Pero había una tentación de retrasar los procedimientos: “Permite que se quede la
joven con nosotros unos días, quizá diez; después se irá.” EL número “diez” es
reconocido en las Escrituras como un número de prueba y de test. Ésta fue la prueba:
“¿No podría retrasarse este viaje durante unos pocos días?”.

Seamos claros en nuestro corazón con respecto a este asunto de la “espera”.


Enfatizamos mucho este asunto de la espera en Dios. Pero el verdadero siervo que
tiene un corazón para esperar, es rápido en responder al deseo de su Maestro.
Esperar en Dios no es un caso de pereza, falta de preocupación, indiferencia o
negligencia. Esperamos dirección, consejo, guía... y a veces tenemos que esperar
mucho y sufrir mucho. Pero cuando Él habla tenemos que ser rápidos en responder. El
corazón que espera es rápido en responder. El corazón que espera está fielmente
haciendo la voluntad de Dios, y espera pacientemente en Él. El corazón impaciente es
lento en llegar a un verdadero espíritu de espera, y por tanto, es lento en comprender
de qué va la voz de Dios. Los hermanos de Jesús, que le animaron a la acción,
“siempre estaban preparados” para hacer cosas. Pero para Jesús, lo que le
preocupaba era si Dios estaba o no listo: “Vuestro tiempo siempre está presto, pero Mi
tiempo no es todavía”. Cuando llegó Su tiempo, fue rápido en responder, rápido en
cumplir la orden del Padre. Ser rápidos en actuar por propia iniciativa, puede producir
resultados rápidos, pero no produce un verdadero despliegue de la obra de Dios en
nuestras vidas, o en las vidas de aquellos a quienes pretendemos ayudar.

Debemos enfatizar el asunto de esperar en Dios para que se desvelen Sus tiempos...
porque sólo en el camino de la perfecta voluntad de Dios vamos a poder ver los cielos
abiertos y responder a las necesidades y al clamor de la tierra. Los que nos animan a
una rápida acción y rechazan el pensamiento de esperar en Dios, no se encuentran a
ellos mismos atrapados por Dios en el día en que Sus propósitos soberanos
comiencen a coincidir con los hombres de la fe y de la paciencia. La coincidencia de lo
celestial con lo terrenal es lo que domina el registro bíblico de los héroes de la fe tanto
en el Antiguo Testamento como en el Nuevo. No es una cosa cualquiera que podamos
manipular. Sucede cuando hombres y mujeres andan en los caminos del Señor...
buscándole, esperando en Él, y persiguiendo una vida de sometimiento y obediencia
total a la voluntad de Dios. No fallan a Dios. No pueden fallar a Dios. Porque al andar
en Su camino, Dios ha determinado un lugar de encuentro con ellos en ese preciso
camino por el que Él los dirige. Ahí es dónde Él los espera, para poder visitarles... en
una cueva, en una celda de prisión, en un barco golpeado por el océano, en una era,
en un lagar, o en una zarza ardiente. Si supiéramos dónde se va a encontrar con
nosotros, tomaríamos un atajo y correríamos hacia allí enseguida... pero no Le
encontraríamos, porque llegaríamos allí antes que Él. Sólo después de haber hecho la
voluntad de Dios y después de haber aprendido la paciencia, podemos esperar y
anticipar la apertura de los cielos y el resplandor de Su presencia.

El siervo de Abraham contestó: “No me detengáis, puesto que el SEÑOR ha dado


éxito a mi viaje; enviadme para que vaya a mi señor. Y ellos dijeron: Llamaremos a la
joven y le preguntaremos cuáles son sus deseos. Entonces llamaron a Rebeca y le
dijeron: ¿Te irás con este hombre? Y ella dijo: Me iré.” (Gén. 24:56-58). El corazón que
espera es un corazón preparado... y es rápido en responder a la voluntad de Dios. El
hombre dice, y generalmente la iglesia está de acuerdo con ello, que para ser efectivo
y tener éxito, uno tiene que ser energético, ambicioso, innovador, celoso, poderoso, y
tener toda la riqueza detrás de sí para hacer que todo ello funcione. Pero Dios dice, si
quieres llevar fruto en Su Reino, tienes que ser como una semilla que cae en tierra y
muere...

Capítulo 4 – El viaje de la Esposa


Gloria en Lugar de Ceniza Parte III – El Viaje de la Esposa – George H. Warnock

CAPÍTULO 4 – EL VIAJE DE LA ESPOSA

Hay tantos que enseñan que el encuentro de Cristo con su Esposa ha de ser el
episodio del rapto más misterioso en la historia; que repentinamente, sin advertencia
alguna, el pueblo de Dios va a ser raptado de sus labores rutinarias de cada día de la
vida, y llevado para ser la Esposa de Cristo... arrebatado apresuradamente para
disfrutar una vida de reposo mientras que el mundo es sometido a los tormentos y las
agonías del sufrimiento bajo la ira de Dios. No me malinterpretéis... hemos de ser
“arrebatados para encontrarnos con el Señor en el aire”...pero esto no es presentado
en las Escrituras como algo que toma por sorpresa al corazón que espera; deja muy
claro que sucederá al toque de la “última trompeta” (1ª Cor. 15:52, 1ª Tes. 4:16).

El viaje de la Esposa de Cristo es un viaje al corazón de Dios y debe comenzar ahora.


Cuando Le veamos finalmente (“a quien, sin haberle visto, Le amamos”), es porque a
lo largo del viaje nuestros ojos se han quedado fijos en Él. En cada doblez del camino,
estamos esperando ver que es Él quien se acerca; porque Él también anticipa este
gran encuentro y viene para encontrarse con nosotros. Hay aspectos de su venida que
permanecerán oscuros a nosotros... hasta que suceda. Dios ve apropiado dejarlo de
esta forma. Si el siervo hubiera de decir a Rebeca, “Creo que verás a tu maestro en el
día diecisiete de Chislev,” sería algo que habría salido de su propio corazón, algo
enteramente irrelevante al viaje. Rebeca dijo en efecto, “Iré con el hombre... e Iré
AHORA.” Su preparación no estaba de ninguna manera determinada por un
conocimiento interno que uno de los siervos hubiera podido tener, de que la esposa de
Isaac estaría en casa en tal y tal día.

La gran preocupación de Pablo fue, “así como la serpiente con su astucia engañó a
Eva, vuestras mentes sean desviadas de la sencillez y pureza de la devoción a Cristo.”
(2ª Cor. 11:3). La palabra “sencillez” habla de unidad de corazón y de mente, alguien
sin disimulo y sin aprovechamiento inmoral. La serpiente siempre pretendía corromper,
cambiar lo que Dios había dicho, ajustar la Palabra un poquito allí y otro poquito aquí
para hacerla agradable a los ojos, algo que tuviera muy buen aspecto para comerlo,
algo que le diera a uno un sentir de “sabiduría.” El deseo de sabiduría y de
conocimiento ha capturado las mentes de muchos; y desde el principio de la Iglesia,
los hombres han sido vencidos por la tentación de conocer los tiempos y las
estaciones (que Dios se ha reservado en Su propio corazón) y han salido con fechas
que piensan haber descubierto cuando ciertos hechos se supone que han de suceder.

Pero la Esposa de Cristo, que tiene unidad de corazón, se contenta de “ir con el
Hombre”... y desde ese día, continúa mirando para ver Su manifestación. Cada paso
del viaje en camello, nos acerca más y más a Él. A lo largo del viaje, el Hombre nos
contará muchas cosas sobre el maestro que deleitarán a nuestros corazones y
aumentarán nuestro deseo de Él. Pero puesto que el siervo ha recibido un encargo,
tendrá un gran cuidado en no proyectar nada en la conversación que pudiera distraerla
de su único objetivo, el de conocerle y verle.

Y si esto fue así con el siervo de Abraham y con Rebeca, podemos estar seguros de
que Dios no será menos selectivo al escoger a Sus Siervos para ministrar a la Esposa
de Su Hijo.

“Bendijeron a Rebeca y le dijeron: Que tú, hermana nuestra, te conviertas en millares


de miríadas, y posean tus descendientes la puerta de los que los aborrecen.” (Gén.
24:60).En este versículo no hemos de leer números específicos referidos a la semilla
de Isaac y Rebeca. Otra traducción dice simplemente, diez miles... La palabra usada
como “miríadas” se refiere a un gran número... la misma palabra que es usada para la
victoria de David sobre los filisteos: “David mató a sus diez miles”. Consciente o
inconscientemente, el hermano de Rebeca y su madre estaban profetizando algo que
Dios ya le había prometido a Abraham: “Y en tu simiente serán bendecidas todas las
naciones de la tierra, porque tú has obedecido mi voz.” (Gén. 22:18). Dentro de la
promesa había un misterio que no se había revelado todavía, que la Simiente era
Cristo, que vendría de la línea de Isaac... por medio del cual fluiría la redención hasta
los confines de la tierra. Inherente en esta bendición, se hallaba la promesa del
Espíritu Santo, “para que recibiéramos la promesa del Espíritu mediante la fe.” (Gál.
3:14). Pedro nos dice que la bendición de Abraham era para que los hombres se
volvieran de sus iniquidades (Hechos 3:26). Y Pablo nos recuerda que Abraham
recibió el pacto de la circuncisión después de que Abraham hubiera recibido la
promesa y no antes... para que Abraham pudiera convertirse en el Padre de los
gentiles no circuncidados, así como el padre de los israelitas circuncisos. En cualquier
caso, la fe se convirtió en el fundamento de su inclusión en la familia de Abraham (lee
Rom. 4:10-12).De esta forma, Abraham se haría literalmente el “HEREDERO DEL
MUNDO”... y no sólo heredero de una diminuta porción de tierra que pertenecía a las
doce tribus de Israel. Es extraño que algunos judíos mesiánicos llenos de celo sientan
que estamos intentando robarles su herencia en la tierra de Canaán. Si pudieran creer
solo lo que el apóstol estaba diciendo: ¡Dios tiene el MUNDO entero para vosotros, si
tenéis la fe de Abraham! Porque la verdadera fe de Abraham (incluso Cristo) ha
heredado todas las cosas... no sólo en los cielos, sino también en la tierra. Porque el
Padre os ha dado a Su Hijo, “Todo lo que tenía.” (Rom. 4:13).

“Y tu descendencia poseerá la puerta de sus enemigos” (Gén. 22:17, 24:60).

Pero antes de que la nación Israel, o el Israel espiritual, la Iglesia, comiencen a hacer
guerra contra sus enemigos, necesitan una revelación mayor de Dios en cuanto a
quienes son sus enemigos. Qué revelación tan grande supone al corazón humano
descubrir que nuestros enemigos no están ahí fuera en el mundo... hombres de otras
naciones, u hombres de nuestro propio país que abusan de nosotros o nos utilizan. Ni
tampoco son las personas en la Iglesia que puedan despreciarnos o hacer cosas
contrarias a nuestros temerosos corazones. Una vez que descubrimos que nuestros
enemigos reales son las siete naciones abominables en nuestros propios corazones
que se levantarían y estorbarían nuestro viaje al corazón de Dios, entonces habremos
descubierto la clave a la libertad. Entonces podremos jactarnos: ¡Oh, corazón mío!
¿Quién podrá dañarte, si eres un seguidor de lo que es bueno...? Descubriremos que
el enemigo está por dentro, y que tenemos que aprender a “vencer el mal con el bien.”
Descubriremos que todo método ingenioso que podamos usar para vencer el mal,
fracasará, pero que “el amor nunca falla”. Qué aspecto tan distinto tendremos cuando
nos hallamos “en Cristo.”

El esclavo descubre repentinamente que es un hombre libre; y el propietario del


esclavo descubre que se halla bajo lazo, como esclavo de Cristo.

El rico descubre lo pobre que es en realidad; y el pobre descubre que es rico, con las
riquezas de los Cielos.

El sabio descubre lo necio que ha sido; y el necio descubre la verdadera sabiduría de


la Cruz, la sabiduría que procede de lo alto.

El poderoso descubre su debilidad; y el débil puede jactarse, “Soy fuerte en el Señor.”

El orgulloso se humilla hasta el polvo; y el humilde es enaltecido con Cristo para


sentarse en “lugares celestiales”.
Y entonces, todos juntos, se regocijan en la victoria a la que han entrado al someterse
a Él, como prisioneros de Su amor y de Su gracia. Porque Él confinó a todos ellos,
para poder tener misericordia de todos ellos. Y en su derrota, descubrir la victoria que
Jacob descubrió en las aguas de Jaboc, cuando vio el rostro de Dios y quedó cojo y
derrotado para poder caminar en la fortaleza del Señor, como príncipe de Dios.
¡Vencedor al fin! ¡Porque fue vencido por el poderoso toque de Dios!

Hemos estado hablando de nuestros “enemigos”, que nos estorbarán y atormentarán


desde dentro. Pero, ¿Qué hay de nuestros enemigos de fuera? Sobre ellos no
debemos estar indebidamente preocupados. “Mía es la venganza”, dice el Señor.
Tratará con ellos a Su propio modo y a Su propio tiempo; porque todos Sus enemigos
han de ser sometidos bajo Sus pies. Mientras tanto, Dios ha visto apropiado dejar a
estos enemigos en el mundo; porque no suponen una amenaza al Reino de Dios. De
hecho, la historia de la iglesia ha mostrado que cuando esos enemigos son los más
fuertes y violentos ahí fuera, entonces es cuando los más ilustres de sus guerreros
resplandecen triunfo y victoria. Entonces es cuando la Iglesia de Cristo avanza hacia
delante a grandes pasos, y hace huir a los enemigos del Señor... revestidos de toda la
armadura de Dios.

Llegan los Camellos

“Y por la tarde Isaac salió a meditar al campo; y alzó los ojos y miró, y he aquí, venían
unos camellos. Rebeca alzó los ojos, y cuando vio a Isaac, bajó del camello,
y dijo al siervo: ¿Quién es ese hombre que camina por el campo a nuestro encuentro?
Y el siervo dijo: Es mi señor. Y ella tomó el velo y se cubrió.” (Gén. 24:63-65)

La palabra “camello” tiene el significado de “llevar cargas”; pero también implica el


significado de “tratar bien a alguien” o de “ofrecer un beneficio” a alguien.

Bienaventurada es la persona que llega a ese punto en su caminar con el Señor en el


que puede decir verdaderamente, “El Señor conoce el camino que tomo... cuando sea
probado saldré como oro.” En la prueba somos muy conscientes de la carga y menos
conscientes del beneficio que Dios ha prometido que saldría de todo ello. Todo esto es
parte del viaje al corazón de Dios. Antes de la prueba puede haber un cierto
conocimiento de Dios; pero Job lo describe como un conocimiento “de oídas”. “He
sabido de ti sólo de oídas, pero ahora mis ojos te ven. Por eso me retracto, y me
arrepiento en polvo y ceniza.” (Job 42:5,6). ¿Arrepentirse de qué, si era un hombre
justo y bueno incluso a los ojos de Dios? Arrepentirse de cómo había podido culpar a
Dios por la forma en que Dios le había guiado, en lugar de comprender la intención de
Dios de hacerle bien, al menos al final de todo el asunto.

Dios ha provisto nuestros medios de transporte a Su propio corazón, y no es nada que


escojamos nosotros mismos, sino Él. El Siervo está a cargo del viaje, y conoce el
camino que hemos de tomar; porque él mismo ha salido del corazón de Dios para
llevarnos de vuelta al corazón de Dios. Una vez que nos encontremos a nosotros
mismos atrapados o enganchados por los caminos de Dios, hay al mismo tiempo un
sentir de gran impotencia, y a pesar de eso, de gran confianza. ¿Adónde me lleva este
camino? ¿Qué hay por delante? No puedo comenzar a calcular y a planificar más, con
todo lo que yo sienta que me gustaría hacer. Pero entonces comprendemos que al
seguir por nuestros caminos en el pasado, siempre terminábamos errantes en caminos
que no llevaban a ninguna parte. Recordamos como el camino agradable que se
apartaba un poco del camino del peregrino, llevaba al castillo de la duda y a los golpes
del Gigante Desesperación, con su porra de manzano silvestre. Y habiendo
descubierto por medio de la experiencia que este Camino Suyo es el mejor,
regresamos a Su reposo y estamos más satisfechos de saber que estamos siendo
llevados a nuestro destino sobre las espaldas de este fiel portador de cargas, y que el
Siervo conoce el camino hasta casa.

El camello solía llamarse el “barco del desierto”. Recuerdo como alguien describía la
sensación que tuvo al montarse en un camello; sentía como si estuviera en un barco,
golpeado de un lugar a otro por las olas. Pero puedes estar seguro... los camellos de
la provisión de Dios están preparados para los viajes por el desierto de la vida. El
destino es certero porque el Siervo está al cargo. Su ojo está fijo; y debemos siempre
dejar que esté al cargo. Él será fiel. No retrasará nuestra salida de casa ni siquiera
diez días... Y no perderá tiempo por el camino. Ni dejará que seamos probados y
examinados más allá de lo que podamos soportar. A veces tendrá que parar para
darnos tiempos de descanso y refrigerio. Cuando lo haga, no nos condenemos a
nosotros mismos con el pensamiento de que “no estamos yendo a ninguna parte...
estamos simplemente parados, de pie”. Y cuando viajemos, no nos quejemos: “No
creo que pueda aguantar esta clase de camino por más tiempo... Parece que estoy
siendo arrojado de un lugar a otro por las olas.” Él nos lleva todo el tiempo, y con todo
lo inquietos que podamos sentirnos, comprendamos que Él también está inquieto
hasta haber cumplido Su misión, y habernos dado un viaje seguro hasta nuestro Isaac
en Canaán. Porque Dios ha declarado:” Por amor de Sión no callaré, y por amor de
Jerusalén no me estaré quieto, hasta que salga su justicia como resplandor, y su
salvación se encienda como antorcha.” (Isaías 62:1). Su celo por una Esposa santa es
muy grande. Se dice de Israel que Dios los llevó sobre “alas de águilas”, al sacarlos de
la esclavitud de Egipto. Sin embargo, para ellos fue un viaje muy penoso y lleno de
hambre, de sed y de otras muchas pruebas. Pero su verdadero problema no era Dios
ni Sus caminos; era sus propios corazones rebeldes y tercos lo que les hizo temer y
murmurar en lugar de confiar y obedecer.

Dios nos guía por un camino que no conocemos; pero los camellos lo conocen. Han
venido desde el Maestro, y regresan al Maestro... pero con la Esposa con ellos. No
miremos a los camellos como un instrumento en las manos de Dios para hacer de
nuestro viaje, un viaje penoso, cansado y muy duro... sino como la Palabra del Padre
obrando en nuestras vidas... Una Palabra que no regresará a Dios vacía ni hueca.
Porque esta Palabra llevará de vuelta al corazón de Dios a Su esposa escogida. Los
camellos no se perderán ni trotaran errantes por un camino desértico que nunca
termina. Están preparados para el viaje, para asegurar que se mantengan en el
camino que lleva a casa. Los camellos son “ceñidos” con un arnés que les hace ir por
el camino recto. Dios ha prometido que no nos dejaría ser tentados más allá de lo que
podamos soportar. Los camellos son “ceñidos” o sujetos con restricción para que se
mantengan en el camino señalado de Dios. Así igualmente, el pueblo de Dios que
tiene sus lomos “ceñidos con la verdad” (Efe. 6:14). El cinto de la verdad es parte de
nuestra armadura, parte de nuestro arnés, para sujetarnos, no sea que comencemos a
errar por caminos que no sean relevantes para el viaje, y para evitar que hagamos
como bien nos parezca. El sacerdote del Antiguo Testamento era igualmente ceñido
con el “curioso cinto del efod”. La Palabra de Dios en nuestras vidas nos guardará de
salir disparados por algún extraño camino en un momento de inquietud y de prueba.
Él nos refrena constantemente por Su mano; y al hacerlo, puede que tengamos un
poco de temor bajo su restricción, y anhelemos ser liberados. Pero cuando llegamos a
conocerle un poco mejor, le damos gracias por esa restricción y comenzamos a darnos
cuenta de que lo que parecían ser ataduras, era de hecho el método de Dios para
hacer que caminásemos en libertad. Ese espíritu atemorizado en los corazones de los
hombres que les hace andar errantes de un lado para otro en la tierra buscando
alguna clase de satisfacción espiritual, no es de Dios. Si Dios está dirigiéndonos por
nuevos caminos, como hizo con Abraham... y como lo hace con todos aquellos cuyos
corazones claman por la Ciudad de Dios... ciertamente Él es fiel en darnos reposo y
certeza a lo largo del camino. Sabemos que Él dirige, pero no sabemos el camino.
Pero cada paso en el viaje traerá a nuestro interior la seguridad de que “hoy” estoy en
la voluntad de Dios, si estamos ceñidos con la verdad. Muchos de entre el pueblo de
Dios han fracasado en tener “los lomos ceñidos con la verdad” y están esperando
encontrar finalmente algún lugar geográfico en la tierra donde puedan establecerse y
hallar algún sentido de satisfacción. Pero esto no vendrá hasta que primero estemos
localizados en la voluntad de Dios, y que tengamos puesto el “arnés” de la Verdad. El
arnés de la Verdad te hará ser firme, constante, fiel, justo, paciente. Puede que tu
trabajo no sea de tu agrado... y todos experimentamos eso. Pero hemos de estar
agradecidos por cualquier labor que Dios nos dé para hacer, y ser fieles en eso.
¿Quién sabe? Dios puede tener a alguien en mente para el futuro que sea más
apropiado y más adecuado a tus habilidades.

Sólo al mantenernos ceñidos con el cinto de la verdad, sabremos lo que significa


andar en la libertad del Señor. Sin ello, podemos sentir que somos libres durante un
tiempo... pero la vieja atadura volverá. Sólo al venir bajo la restricción del Señor,
conoceremos y experimentaremos la verdadera libertad. Los camellos de nuestro viaje
tienen el arnés y están sujetos a viajar por el camino de Dios. La libertad para ir por
nuestro propio camino no es libertad, sino esclavitud al pecado y al yo, y Dios no
pretende que el esclavo permanezca por siempre en su templo. “Pero el hijo
permanece para siempre.” (Juan 8:35). “Si el Hijo os libertare, series verdaderamente
libres” (Juan 8:36). Pero somos sólo “libres de hecho” y sólo hallamos verdadero
descanso cuando venimos bajo Su yugo.

Los camellos son la provisión de Dios para sacarnos de la tierra vieja a la nueva. Es la
verdad lo que nos hace libres, pero sólo cuando caminamos en el Camino del Señor. Y
es un camino por el desierto porque nuestras naturalezas carnales son esos desiertos;
Y Dios tiene que guiarnos lejos de la vieja vida antes de que podamos entrar al
reposo de Su propio corazón. Nuestros corazones y nuestras mentes son ese
desierto, y el viaje a través de todo ello, con todo lo penoso que pueda parecer, está
en el propósito de Dios para darnos descanso y para llevarnos a casa. La tierra de
nuestra “natividad” no es nuestro verdadero hogar. Nacemos en una tierra rara y
extranjera, pero Dios quiere llevarnos a casa. Por estar nuestros corazones
enajenados de Él, el camino parece ser un camino muy penoso. Jesús se deleitó en
hacer la voluntad del Padre porque amaba tanto a Dios que sabía que el camino de
Dios era lo mejor. Pablo podía decir, “Me glorío en las tribulaciones” porque sabía que
el resultado final de la tribulación era paciencia, y prueba, y esperanza... y que esta
continua operación de Dios en su vida traería una completa expresión del Amor de
Dios fluyendo a través de Él. Por naturaleza estamos separados de Dios y lejos de Su
corazón; y el camino a casa es un camino largo. No quiero decir que lleve mucho
tiempo. Si aprendiéramos sus caminos con rapidez, el viaje sería mucho más corto.
Pero es un viaje espiritual y es largo y penoso por causa de las áreas enredadas del
desierto de nuestras naturalezas carnales, que pretenden estorbar el proceso de
cultivo de Dios en nuestras vidas que Dios pretende para escardar, arar, y sembrar de
Su Palabra y Verdad. Dios quiere hacer que el desierto de nuestras vidas y que el
lugar solitario, se goce y “florezca como la rosa”. Y en todo esto Él nos guía. Él nos
lleva sobre “alas de águilas”, pero por causa de nuestros corazones temerosos, y por
nuestra ignorancia, pensamos que Él nos está llevando hacia setos espinosos. Pero
no, Él está queriendo quitar de nosotros la tierra de nuestro nacimiento, que es regada
por los ríos de la vieja naturaleza... hacia una tierra nueva... que fluye con corrientes
frescas, y con leche y miel, aceite y vino nuevo.

El lugar de nacimiento de Rebeca era Mesopotamia, que significa “entre dos ríos”: La
tierra de nuestro nacimiento está regada por las corrientes de la vieja vida; y Dios
quiere quitarnos de ahí para morar en una nueva tierra, la tierra de Canaán, para ser
regados por el Río de la Vida... cuyas corrientes proceden del trono de Dios y del
Cordero.

“¿Cuánto falta para la tierra de Canaán?” nos preguntamos todo el tiempo a lo largo
del camino, como niños pequeños que comienzan un largo viaje hacia otra ciudad. Y
Él responde, “Sigue mirando, Sigue buscándole... Le conocerás cuando Le veas en los
campos, que se acerca para encontrarse con nosotros.” Porque Él está mucho más
ansioso de recibirnos en unión con Él, que nosotros de recibirle. Su deseo es para
nosotros; y Él nos escoge no por causa de nosotros solamente, sino por causa de Él.
Sólo nos deleitamos en Él porque Él primero se deleitó en nosotros. Hemos sido
llamados y escogidos “conforme al beneplácito de Su voluntad”; Y el propósito es
que”podamos ser para alabanza de la gloria de Su gracia, por la cual nos hizo aceptos
en el Amado.” (Efe. 1:6).

“El siervo contó a Isaac todo lo que había hecho. Entonces Isaac la trajo a la tienda de
su madre Sara, y tomó a Rebeca y ella fue su mujer, y la amó...” (Gén. 24:66,67)

“Y a ella le fue concedido vestirse de lino fino, resplandeciente y limpio, porque las
acciones justas de los santos son el lino fino. El ángel me dijo: Escribe:
‘Bienaventurados los que están invitados a la cena de las bodas del Cordero.’ ” (Apoc.
19:8,9)

¿Qué Hombre es éste?

“¿Qué hombre es éste?”, Había preguntado Rebeca al siervo. Parece que lo había
visto antes de que lo hubiera visto el siervo. Ella estaba “buscándole” y cuando llegó el
momento de Su aparición, ella Le vio. Ella no fue cogida de improvisto; ni la esposa de
Cristo será cogida de improvisto. “Porque no estáis en tinieblas para que día os
sorprenda como a ladrón.” Es la esperanza de Su manifestación lo que nos purifica, y
nos prepara y nos da un sentido de conciencia de que Él está a la puerta.

“Y ella tomó el velo y se cubrió.” Fue un acto de humildad en la presencia de Su


maestro, también un acto de respeto y de honor. No pertenecía a la muchedumbre
feminista... para robar a Isaac de su autoridad como cabeza. Y aún así, en unión con
él, se convertiría repentinamente en la heredera de todas las cosas que Isaac tenía. La
rebelión es aprovechada; e indica claramente una negación a someterse bajo sujeción
a cualquier cosa o a cualquier persona. En el orden de Dios TODO EL MUNDO viene
bajo sujeción de alguien. Y esto es lo que produce paz y contentamiento en el hogar,
en la sociedad o en el reino celestial. Los hijos se sujetan a los padres; las esposas a
los esposos; los esposos a Cristo; y Cristo a Dios. Incluso en el Cielo, los serafines,
unos de los más altos y exaltados del orden celestial , se cubren el rostro en modestia
con sus alas, al estar delante del Trono. Las criaturas con más dones y más
bendecidas son generalmente las que son más afligidas con el pecado de rebelión; y
brota del orgullo. Se miran a sí mismas y ven la gloria y la grandeza a la que han
llegado, y la tentación surge para comenzar a pensar en sus corazones, “Mira qué
grande soy... Mira lo que he hecho...” ¿Cómo puede ese sentimiento surgir en una
criatura que depende completamente de Dios para cualquier clase de hermosura, de
grandeza, de virtud, de autoridad, que pueda tener? Simple y solamente porque por un
momento se ve a sí mismo no dependiendo completamente de Él, ni como estando
sujeto a Aquel que le sostiene. Se ve a si mismo como alguien grande en su propio yo
independiente, distinto y separado. Lucifer, uno de los más exaltados de las huestes
celestiales, el “hijo de la mañana”, mirándose a sí mismo y a la gloria que tenía, dijo,
“Seré como el Altísimo”. Coré y Datán, y Abiram, tenían un lugar exaltado en Israel al
servicio del Tabernáculo... pero se miraron a sí mismos y a su importancia, y se
apartaron de la autoridad de Moisés y de Aarón porque querían estar en la cumbre.
Adonías era príncipe en Israel pero quería ser el rey. Absalón también era un príncipe,
y uno muy hermoso y señorial... pero no le gustaba la idea de ser un poco menos que
nadie. Hay ancianos en el rebaño de Dios que en su papel como líderes, se suponen
que han de ministrar verdad, amor y justicia. Cuando hacen eso, los santos de Dios se
regocijan en estar sujetos a ellos. Y el verdadero ministerio-siervo, como el siervo de
Abraham, esperará el día en que Rebeca bajará del camello a los brazos de su Isaac.
Ese es su único propósito en el ministerio, llevarla a un lugar donde esté
completamente entregada a su Maestro. Pero cuando el siervo comience a gobernar
de manera egoísta, y se vuelva celoso por su propia autoridad y gloria, entonces habrá
confusión. El gobierno en la casa de Dios sólo es efectivo, verdadero y liberador,
cuando los siervos de Dios llegan a un sometimiento completo a Cristo. Cuando el
siervo demanda respeto por que siente que tiene un oficio más alto que los demás, ahí
y entonces, en lugar de fortalecer, debilita, sea cual sea la autoridad que pueda tener
para la edificación del Cuerpo de Cristo. El gobierno en la Casa de Dios solo es
efectivo y liberador cuando cada individuo, conforme a su llamamiento en Cristo, llega
a una sujeción total al Señor que está en medio de ellos.

El sometimiento es el camino de Dios para Su pueblo... hacer un camino para el fluir


de Su unción y poder desde el Trono. No pretende ser una jerarquía en la Iglesia...
sino un canal para el fluir de la gracia desde el Trono. En un sentido más amplio, el
“sometimiento” es algo que todos hemos de practicar: “Sometiéndonos unos a otros en
el temor de Dios” (Ef. 5:21). Si deseamos realmente estar bajo Cristo, y tener oídos
que oyen, oiremos esa palabra de amonestación que nos viene del Señor... no importa
que insignificante esa vasija pueda ser en lo natural. Pero más específicamente, Dios
establece un cierto orden en la familia y en la Iglesia porque hay grados distintos de
madurez que requieren la supervisión de vasijas más fuertes... no para dominar a las
más débiles, sino para fortalecerlas en la fe y en el amor a Dios. “Las mujeres estén
sometidas a sus propios maridos como al Señor. Porque el marido es cabeza de la
mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, siendo Él mismo el Salvador del
cuerpo.” (Efe. 5:22,23).Pero el énfasis es en la autoridad del Amor que fluye de esta
relación, “Maridos, amad a vuestras esposas como Cristo amó a la iglesia y se entregó
a Sí mismo por ella:” (v. 25). El orden de Dios es hermoso y funciona...y es dador de
vida y efectivo. Hijos en sometimiento a los padres, la esposa en sujeción al marido, el
marido en sujeción a Cristo, y Cristo en sujeción a Dios. Y notareis que en el orden de
Dios, Él no inserta “ancianos” u otros ministerios en este orden del “sometimiento”. “La
cabeza de todo hombre es Cristo, y la cabeza de la mujer es el hombre, y la cabeza de
Cristo es Dios.” (1ª Cor. 11:3). Estos ministerios están contraviniendo el orden de Dios
cuando asumen lo que ha sido llamado un “Ministerio marido”, sobre la Iglesia, y se
han entrometido en la relación de alguien con el Señor. Su verdadero ministerio, como
el del apóstol Pablo, será simple y solamente ministrar de tal forma a Cristo que
puedan presentar al pueblo de Dios como una “virgen pura a Cristo”... y no para sí
mismos primero, y después para Cristo. Esta clase de interferencia ha producido
muchos hogares rotos y ha devastado muchas vidas.

Es bastante obvio que hay un horrible quebrantamiento del orden de Dios en la


Iglesia... y en el hogar. ¿Cómo podemos separar estas cosas, siendo la Iglesia una
congregación compuesta de muchos hogares? El orden de Dios ha sido violado, y
todo brota de un espíritu de rebelión que caracteriza a esta era. Los hijos buscan la
“liberación” de los padres; la esposa del marido y el marido de Cristo. Pero Dios lo
llama rebelión. Gracias a Dios por el Hijo que mantiene lealtad total al Padre, incluso
ahora, mientras reina con todo el poder en el Cielo y en la Tierra a Su disposición. El
todavía permanece en sometimiento fiel al Padre celestial. Él todavía se deleita en
hacer la voluntad del Padre y no la Suya (lee 1ª Cor. 15:27). Y mientras permanece en
este hermoso reino de ministerio sacerdotal, continua intercediendo por Su pueblo...
para que Dios pueda ser glorificado en ellos y para que el amor del Padre que está en
Él, puede ser también manifiesto en Su pueblo (Juan 17:26). Pero no es nuestra
intención añadir a los muchos escritos que han circulado, por medio de dar consejo a
vidas devastadas; además, es evidente que muchos Cristianos no están preparados
para ir por el camino de Dios si ello implica algún tipo de sufrimiento. Pero queremos
animar al pueblo de Dios que ha conocido la devastación en sus vidas por causa de un
hogar roto, o de una comunión de iglesia rota. Dios tiene una respuesta que traerá paz
a cada corazón inquieto, si estás de hecho comprometido con Dios para ir por Su
camino, no importa el sufrimiento que ello pueda acarrear. Pero no podremos esperar
encontrar la respuesta de Dios mientras nos aferremos en nuestros corazones a
ciertas reservas respecto de la voluntad de Dios: tal y como, “Quiero Tu voluntad,
Señor... pero no si no me dejas hacer lo que Yo quiero...” No, no diríamos eso a Dios
descaradamente, pero estemos seguros de que Él lee lo que dice nuestro corazón,
tanto si lo hablas como si no. La búsqueda de la felicidad se considera el sueño
americano. Pero cuando llegamos a las cosas de Dios, comprendamos lo que Dios
considera como verdadera felicidad. Es esa seguridad y la moción del corazón que
viene cuando estamos totalmente consagrados a ir por el camino de Dios. La suprema
felicidad del Señor Jesús estaba en hacer la voluntad de Padre.

La voluntad de ego y la rebelión es la señal de esta era, y es evidente tanto en el


mundo como en la Iglesia, que nos acercamos rápidamente a un estado de anarquía
total. Tenemos “gobierno” y “autoridad” por todas partes... pero cuánto de ello conlleva
genuina autoridad dada por Dios. Muchos de entre el pueblo de Dios están
enganchados en telas de confusión y de ataduras de las que no parece haber
liberación posible; el mundo y la iglesia están igualmente llenos de hogares rotos, más
y más divisiones de iglesia y más y más servicios de consejería para tratar con todo
esto. PERO A PESAR DE TODO ESTO, NUESTROS PROBLEMAS CONTINUAN
CRECIENDO E INUNDANDO A LA IGLESIA DE DIOS. Dios tiene un “consejo” muy
bueno para esa era Laodicea... pero mientras pensemos que podemos tratar con todo
esto por nosotros mismos, Dios nos dejará avanzar y multiplicar nuestros servicios de
consejería en la Iglesia, en lugar de prestar atención al “consejo” que Él ofrece.
Grandes serán los juicios y la devastación que Dios traerá, al tratar con el espíritu de
rebelión que hay en el mundo y en la Iglesia; pero de todo ello Dios va a sacar a un
pueblo dispuesto para el Día de Su poder. Él va a tener un pueblo que funcionará en
sus hogares y en la Iglesia conforme a una nueva Ley. “La ley del Espíritu de Vida en
Cristo Jesús”. Y para esto, tenemos que creer, orar, tener esperanza y esperar...

El Siervo lo contó todo

“Y el siervo contó a Isaac todas las cosas que había hecho...”

Abraham había contado a su siervo explícitamente lo que había de hacer. El verdadero


siervo de Dios sabrá explícitamente lo que ha de hacer si realmente está caminando
en obediencia... si está pretendiendo caminar por el camino de Dios en serio. Habrá
momentos de incertidumbre pero estos tiempos nos guiarán a un examen de corazón
cada vez mayor, y a una búsqueda de Dios. Porque Dios se ha comprometido a
enseñarnos Su camino si estamos totalmente comprometidos a caminar por el mismo.
Pero un corazón dividido en esto nos dejará en confusión. Que lo asombroso del papel
del siervo de Abraham golpee a cada corazón con temor piadoso. Cuando volvió a la
casa de su maestro en Canaán, le dijo todo lo que había hecho. Ten por cierto que
llegará el tiempo en que contemos todo... exactamente como es... exactamente como
Dios lo ve.

Sabiendo esto, que el temor de Dios se haga más y más pronunciado en nuestras
vidas para que en esta hora tardía, mientras haya oportunidad, podamos buscar a
Dios muy en serio para que nos revele “los pensamientos y las intenciones del
corazón”. Porque si no son revelados y traídos a la luz ahora mediante la Palabra viva
de Dios, tengamos por cierto que serán llevadas a la luz cuando estemos delante de Él
para contarlo todo. Toda nuestra búsqueda egoísta... todo ese deseo de honra y de
aprobación de hombres... Todas esas obras muertas, todos esos logros que han traído
alabanza y gloria a nuestros corazones egoístas... Todas esas cosas traicioneras que
han tenido lugar en el ministerio y entre el pueblo mediante el robo, la desmoralización
y la violación de la Esposa de Cristo... Toda la devastación que el pueblo de Dios ha
conocido y experimentado bajo el gobierno de pastores infieles que se alimentan a sí
mismos y desprecian el altar de Dios y el rebaño de Dios...

Todas estas cosas serán contadas por el siervo que las hizo-al permanecer ante el
tribunal de Cristo. Contémoslo todo ahora, al buscarle en serio. Que haya un clamor
desde nuestros corazones...

“Examíname, O Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos y


ve si hay en mi camino de perversidad. Y guíame por el camino eterno.” (Salmos
139:23,24)

Capítulo 5 – Una esposa para el Primer Adán


Gloria en Lugar de Ceniza Parte III – El Viaje de la Esposa – George H. Warnock

CAPÍTULO 5 – UNA ESPOSA PARA EL PRIMER ADÁN

Como bien sabemos, el libro de Génesis es el libro de los comienzos. Pero incluso en
la creación original, tenemos muchos tipos y sombras de cosas mayores por venir en
la Nueva Creación. El primer Adán era él mismo una “figura del que había de venir”
(Rom. 5:14). No era la intención completa de un hombre a Su imagen y semejanza.
Era la intención de Dios en el último Adán producir un Hombre perteneciente a un
orden mucho más alto que el hombre del primer orden. De esta forma, en la redención
no sólo tenemos recuperación... tenemos algo que va mucho más allá de una mera
recuperación. Tenemos algo de un orden enteramente nuevo. Necesitamos aprender
este principio en este día en el que la “restauración” parece ser el tema y el pueblo
tiene el pensamiento de que regresar al estado original de la Iglesia es todo lo que
Dios tiene en su pensamiento. Pero Dios tiene mucho más en mente que eso. Es
ciertamente un regreso a principios fundacionales de la Verdad, pero debe haber una
partida desde ese punto, hacia la plenitud de la intención de Dios. Y así, hay dos
órdenes de hombres, el viejo y el nuevo; y el nuevo pertenece a un orden mucho más
alto...

“El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre es del cielo.


Como es el terrenal, así son también los que son terrenales; y como es el celestial, así
son también los que son celestiales. Y tal como hemos traído la imagen del terrenal,
traeremos también la imagen del celestial.” (1ª Cor. 15:47-49).

Es extraño que aceptemos el hecho de que somos como Adán porque nacemos en
Adán y crecemos en Adán... NO EN EL PRÓXIMO MUNDO SINO EN ÉSTE... pero
que sin embargo sea tan difícil comprender que somos igualmente nacidos en el
Último Adán, y que crecemos también en el Último Adán, NO EN EL PRÓXIMO
MUNDO, SINO EN ESTE. Nuestro problema surge, por supuesto, al no darnos cuenta
de que el primer Adán se convirtió en el campo de semillas para la siembra de la
semilla que produciría el Último Adán. Consecuentemente, la religión en general ha
intentado producir una reconstrucción del viejo Adán para hacerle conformarse a la
naturaleza del Nuevo. Pero todo lo contrario, Dios ha tratado inexorablemente con el
viejo Adán crucificándole en la Cruz; y sucedió cuando Cristo fue “hecho pecado por
nosotros, el que no conoció pecado”.Fue en la Cruz donde Dios “condenó al pecado
en la carne” para que la nueva vida del Espíritu pudiera ser liberada y convertirse en la
nueva naturaleza, y la vida de poder del nuevo hombre en Cristo.

El hombre Adán fue la obra coronada de la creación de Dios. Fue creado a “la imagen
de Dios”... un hombre que representaría a Dios mismo en la Tierra. Fu revestido de
gran sabiduría y entendimiento en virtud del hecho de que tenía la propia imagen de
Dios estampada sobre él. Tenía vida del alma, cierto... como el mismo mundo animal a
su alrededor tenía también vida del alma. Pero la suya era de un orden más alto. Era
el aliento de Dios que vino sobre él. Era la imagen de Dios y su semejanza lo que
llevaba.

Sobre este hombre, Dios puso una gran autoridad y poder para gobernar sobre la
tierra. Pero también puso una restricción: “De todo árbol del huerto podrás comer,
pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él
comas, ciertamente morirás.” (Gén.2:17). El hombre apenas sería digno de ser alguien
hecho a “la imagen de Dios” si no pudiera resistir una prueba... y Dios lo sujetó a una
muy simple, para probar si era digno de llevar esa imagen así como el poder que le
había sido dado. Dios nos ayude a entender que Él nos está probando y seguirá
probándonos en un grado u otro; y que no es para destruirnos, sino para probarnos y
para examinarnos, para que podamos ser contados por dignos de ser llamados hijos
de Dios.

Una Ayuda, una contrapartida para Adán

Esto es lo siguiente en la provisión de Dios. “El SEÑOR Dios dijo: No es bueno que el
hombre esté solo; le haré una ayuda idónea” (Gén. 2:18). O “una ayuda... adecuada
para él”. Seria a su semejanza, pero diferente: su contrapartida, su complemento,
alguien que sería su gloria, que lo completaría.

Pero antes de que Dios proceda con esto, Él dice algo que parece ser irrelevante a lo
que Dios tenía en mente: “el SEÑOR Dios formó de la tierra todo animal del campo y
toda ave del cielo, y los trajo al hombre para ver cómo los llamaría; y como el hombre
llamó a cada ser viviente, ése fue su nombre. Y el hombre puso nombre a todo ganado
y a las aves del cielo y a toda bestia del campo, mas para Adán no se encontró una
ayuda que fuera idónea para él.” (Gén.2:19,20).

En el contexto de lo que está escrito subyace este pensamiento: Adán, al nombrar a


las varias criaturas que se presentaron ante él, era evidentemente consciente del
hecho de que él estaba “solo”... No había nadie semejante a él, su contrapartida. Las
otras criaturas no estaban solas, cada una tenía a su compañero; pero en todo lo que
observó en la creación a su alrededor, no había nadie adecuado para él, nadie de su
clase, a su semejanza su contrapartida.

Algunos hacen caso omiso de este asunto de Adán, dando nombre a varias criaturas...
¿Quién, en definitiva, no podría dar nombre a un animal? Pero tenemos que entender
que los nombres en la Biblia tienen significado; y si se trata de gente, o cosas, o
lugares, o ciudades, se nombran así por causa de la naturaleza de estas cosas o por
causa de algo que sucedería en relación con estas cosas o con estos individuos. Adán
tenía esta sabiduría inherente y percepción para saber y comprender el significado o el
propósito por el cual Dios había creado todas estas cosas, y les puso nombre
consecuentemente; pero no descubrió en toda su asociación con la creación nada que
pudiera darle ese sentido de plenitud y de satisfacción. “Pero para Adán no se
encontró ayuda”... Adán estaba solo...

Hasta que Dios hizo algo muy inusual, algo muy diferente a lo que Él había hecho
hasta entonces. “Entonces el SEÑOR Dios hizo caer un sueño profundo sobre el
hombre, y éste se durmió; y Dios tomó una de sus costillas, y cerró la carne en ese
lugar. Y de la costilla que el SEÑOR Dios había tomado del hombre, formó una mujer y
la trajo al hombre.”(Gén. 2:21,22).

Adán dormía mientras sucedía todo esto, pero al despertarse, vio por primera vez a
una criatura que no había visto mientras nombraba a todas las criaturas de la obra
original de Dios. De nuevo, supo intuitivamente lo que Dios había hecho, y entendió
que esto era realmente parte de él mismo, alguien semejante a él, uno con él:

“Esta es ahora hueso de mis huesos, y carne de mi carne; ella será llamada mujer,
porque del hombre fue tomada.” (Gén. 2:23).

Pero entiendo que la palabra “ahora” tiene este pensamiento: “Ahora, por fin...”. Como
si dijera, “Sabía que estaba solo... Vi la hermosura de la creación de Dios... pero en
todo esto y a través de todo esto, yo me quedé distante... no había nada que yo viera
que fuera verdaderamente completo para mí...AHORA POR FIN, ésta sí es.”
Sabía instintivamente que había salido de su costado. Sabía que había salido de Él
para unirse de nuevo a Él. Sabía que en esta unión mística Dios estaba estableciendo
un patrón para la raza que sería creada. Sabía que surgirían familias de esta unión,
que su naturaleza se perpetuaría en la tierra. “Por tanto el hombre dejará a su padre y
a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.” (Gén 2:24). Ahora bien,
cuando Dios los creó, el “les dio por nombre Adán”. Pero era Adán el que pondría
nombre a las otras criaturas: y conociendo instintivamente lo que Dios había hecho,
llamó a su esposa “Mujer”, porque fue “sacada del hombre”. Y aún más
específicamente, la llamó “Eva”... “porque sería la madre de todos los vivientes.” (Gén.
3:20).

Como bien sabemos, esta historia de nuestros comienzos al principio, se ha convertido


en el fundamento de las relaciones de familia, y del orden del hogar; y se reconoce
como tal por el Señor Jesús y por los apóstoles. Cuando surgió el asunto del divorcio,
Jesús contestó que “al principio no fue así”, y por tanto, no era correcto. Dios sólo lo
permitió por causa de la “dureza de vuestros corazones” (lee Mateo 19:8, Marcos 10:5-
9). Siempre tenemos que regresar a los comienzos para descubrir el plan de Dios. Lo
que Él hizo al principio era bueno. Tenemos que crecer y desarrollarnos desde ahí, de
la misma manera que la semilla germina, crece y se desarrolla en la tierra. Y así, el
apóstol Pablo traza el plan de Dios para el hogar, basado en lo que Dios hizo al
principio. “Sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo. Las mujeres estén
sometidas a sus propios maridos como al Señor. Porque el marido es cabeza de la
mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, siendo El mismo el Salvador del
cuerpo. Pero así como la iglesia está sujeta a Cristo, también las mujeres deben
estarlo a sus maridos en todo.” (Efe. 5:21-24).

Sólo un espíritu rebelde puede considerar a éste planteamiento como un


planteamiento doloroso; y en esta generación rebelde no es en absoluto sorprendente
que las leyes y las constituciones, en la Iglesia y en el mundo, estén siendo cambiadas
para ajustarse a esta rebelión. Con ello se ha dado a luz a un quebrantamiento tal del
hogar y de la familia que ni el gobierno, ni la sociedad, ni la Iglesia han podido surgir
con soluciones. Todo esto comenzó con la rebelión contra Dios, y con el rechazo en
reconocer que Dios era el Autor y el Creador de este orden divino; y en su lugar se
enseña que la autoridad como cabeza del hombre sobre la mujer evolucionó de la
caverna y de una ignorancia primitiva. No fue la ley de Moisés lo que comenzó el
orden en la familia; fue la ley de la creación, la ley de la vida. “Pero al principio no fue
así”, porque la creación no evolucionó a partir de una masa sin significado de barro y
de materia... surgió directamente de la mano de Dios. Habría un desarrollo y un
despliegue mayor de los propósitos de Dios, mientras la semilla brotaba y crecía en la
tierra; pero todo ello está inherente en la semilla.

Así, incluso con el primer hombre y la primera mujer, tenemos un cuadro de lo que
Dios tendrá en el orden de la Nueva Creación. Ha comenzado ahora... y podemos
comenzar a buscar el despliegue del orden de Dios en nuestras vidas mientras Dios
continué sacándonos del viejo orden y llevándonos al nuevo, saliendo del viejo Adán,
hacia el Nuevo. Es un tiempo de transición... un tiempo de cambio. El viejo orden fue
maldito por la Caída... pero Dios produce lo Nuevo de lo viejo, por la obra de la gracia
redentora.

Capítulo 6 – Una esposa para el Último Adán


Gloria en Lugar de Ceniza Parte III – El Viaje de la Esposa – George H. Warnock

CAPÍTULO 6 – UNA ESPOSA PARA EL ÚLTIMO ADÁN

El apóstol Pablo deja claro que en la amonestación que él hace respecto del hogar y
de la relación matrimonial, está haciéndolo así mediante la presentación de un cuadro
del Último Adán, y la Esposa del Último Adán.

Grande es este misterio, pero hablo con referencia a Cristo y a la iglesia.” (Efe. 5:32).
Pero no se para aquí. No dice, “Lo que he dicho respecto del hombre y de la mujer en
el hogar está ahora anticuado.” Al contrario, añade, “En todo caso, cada uno de
vosotros ame también a su mujer como a sí mismo, y que la mujer respete a su
marido.” (Ef. 5:33).

Él no está diciendo que el orden de Génesis ya no sea aplicable, porque reconoce que
los elementos de la creación original están todavía ahí, en esta vida presente, en este
tiempo de transición. Todavía no hemos llegado a la completa expresión de la Nueva
Creación en lo que respecta a lo que se dice de que el hombre “no se casará” ni la
mujer será “dada en casamiento”. Esto pertenece a una nueva era, y al día de la
resurrección... y a los que participen de ella. (Lee Mateo 22:30).

Ahora mismo es un tiempo de transición, cuando Dios nos saca de lo viejo para
meternos en lo nuevo. Hay cambios teniendo lugar. Algunos cambios maravillosos
están sucediendo. Pero mientras dure la relación hombre mujer en la tierra, continuará
habiendo matrimonios; y hogares, e hijos... y el ejercicio de ciertas responsabilidades
del uno al otro, tal y como Dios lo ordenó en el principio y como Pablo lo estableció en
su carta a los Efesios.

Algunos tienen prisa en citar Gálatas 3:28 “No hay judío ni griego; no hay esclavo ni
libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús” . Pero fíjate que
es el mismo apóstol que escribió Gálatas quien también escribió Efesios; y que cuando
escribió a los Efesios, estaba escribiendo a un pueblo que estaba “EN CRISTO” (Efe.
1:1).Y es a ellos que les dijo, “El marido es la cabeza de la esposa, así como Cristo es
la cabeza de la Iglesia” (Efe. 5:23). No hay discrepancia en lo que Pablo dijo a los
Gálatas, y en lo que dijo a los Efesios. Estamos “en Cristo” ahora... pero sigue
habiendo una relación hombre-mujer; porque estamos en un estado de transición del
viejo ámbito de Adán, al nuevo del Último Adán; y es una relación de un orden mucho
mayor. Fíjate que Pablo dijo, “Porque el hombre no procede de la mujer, sino la mujer
del hombre; Sin embargo, EN EL SEÑOR, ni la mujer es independiente del hombre, ni
el hombre independiente de la mujer.” (1ª Cor. 11:8,11). Esta relación continúa incluso
para los hombres y mujeres de esta era que están EN CRISTO; pero hay una relación
mucho más elevada porque sus espíritus son vivificados en Cristo. Hay una igualdad
aquí, en cuanto a lo que se refiere a la comunión y participación con el Señor; pero
cuando la mujer busca igualdad con el hombre en asuntos de cabeza y gobierno, está
abandonando los medios de la gracia que Dios le dio, en lugar de aumentarlos. Pedro
anima al “sometimiento a vuestros maridos” (y fíjate que dijo esto en el contexto de
una mujer que tenía un marido incrédulo)... porque en su papel de sometimiento
silencioso, podrá ganar a su marido (Y por supuesto, no estamos sugiriendo que
pueda ganarlo “pecando”, sino que mediante una andadura de humildad y
mansedumbre, ella pueda ganarlo). Igualmente, los maridos, al estar en Cristo, tienen
una mucho más alta responsabilidad y son amonestados a dar “honor a la esposa
como a vaso más frágil, y como siendo herederas de la gracia de la vida.” Pero fíjate lo
que sigue: “para que vuestras oraciones no tengan estorbo” (Lee 1ª Ped. 3:1-7). Me
pregunto cuantas oraciones quedan sin contestar por causa de un espíritu de rebelión
en la esposa y en el esposo.
Los apóstoles no eran varones chauvinistas. Estaban dando buen consejo por el
Espíritu a hombres y mujeres que estaban en Cristo.. Consejo que si se escuchaba,
dejaría sin trabajo a muchos consejeros en la Iglesia y en el mundo. En Cristo,
nuestros privilegios y responsabilidades son de un orden mucho más alto que al
principio de la raza humana. Y pienso que la razón por la que las mujeres cristianas se
sienten atadas con frecuencia se debe a que el hombre se ha quedado tan corto en el
cumplimiento de su responsabilidad.

”Maridos, amad a vuestras esposas COMO CRISTO AMÓ A LA IGLESIA Y SE DIO A


SÍ MISMO POR ELLA” (Ef. 5:25).

“En Cristo” hay una nueva clase de relación entre el hombre y la mujer. La mujer
aprende sometimiento y al hacerlo, participa de una mayor medida de gracia, de
mansedumbre y de quietud. El hombre debe llegar a la calidad del amor demostrado
por Cristo:”Como Cristo amó a la Iglesia...” “En Cristo”... no hay “siervo ni libre... varón
ni mujer”. ¿Exhorta así el apóstol a los esclavos a huir y a ejercer su nueva hallada
libertad en rebelión? ¡No! Por el contrario, es de esta manera: En el Señor eres LIBRE,
por lo que has de servir a tu maestro como un hombre libre, y ya no más como un
esclavo. “Siervos, obedeced a vuestros amos en la tierra, con temor y temblor, con la
sinceridad de vuestro corazón, como a Cristo” (Efesios 6:5). Ahora bien, porque está
“en Cristo” ahora tiene una nueva relación con su amo, aunque siga siendo un
esclavo. Ahora, su verdadero amo no ese señor cruel y desconsiderado que ha
conocido en el pasado. El amo puede no haber cambiado, pero el siervo SÍ. Su
verdadero amo ahora es el Señor Jesús; porque ahora él, el esclavo es un hombre
libre en Cristo. Debe ser más diligente que nunca, porque ahora sirve al Señor
Jesucristo. Ahora puede sufrir la vergüenza y la ignonimia de un amo con mano de
hierro porque su verdadero amo y Señor sufrió la misma vergüenza e ignonimia, y
porque al estar ahora en Cristo, él ha de seguir las pisadas de Su Maestro. Al hacerlo,
participará de Su naturaleza y de Su carácter, y como esclavo, será aprobado para ser
un heredero del Reino en el cual Cristo ha sido exaltado con un “Nombre que es sobre
todo nombre.” Y al seguir a su Señor y escuchar Su Palabra, descubre que su Señor
fue exaltado al trono más alto del universo por medio del hecho de haber descendido
para ocupar el lugar más bajo de la tierra, como esclavo, como aquel que se hizo
“obediente hasta la muerte y muerte de Cruz”.

“¡Huye, Onésimo... eres un hombre libre en Cristo!” ¿Fue éste el consejo de Pablo a
Onésimo? ¡Oh, No! Todo lo contrario. Y precisamente la carta de Pablo a Filemón iba
de esto. “Tu esclavo te ha dañado, Filemón. Te debe una deuda por haberte robado y
huido a Roma. Pero no olvides, Filemón, que tú también tienes una gran deuda
conmigo. Me debes a ti mismo, porque fui yo quién te trajo el mensaje de liberación.
Porque tú también fuiste esclavo una vez, y Cristo te ha hecho libre. Ahora, tú, como
siervo libre, estás bajo el lazo de Cristo. Ahora que estás en Cristo, debes actuar como
Cristo. Debes recibir a Onésimo en perdón total, como Cristo te ha recibido. Ahora ya
no es por más tiempo simplemente un esclavo... ahora es tu hermano y el mío.”

Al venir a Cristo, ¡Qué alturas alcanza cada uno en su relación con Dios y con los
demás! Pablo nunca instigó un movimiento de liberación en la Iglesia para liberar a los
esclavos. Esta no es la responsabilidad de la Iglesia. Nuestra responsabilidad es
ministrar la Verdad para que hombres y mujeres vengan a Cristo, donde son realmente
LIBRES. La venganza pertenece al Señor. Tratará con gobiernos opresores y
gobernadores opresores en la Iglesia y en el mundo... a Su propio modo y a Su propio
tiempo. Él sabe como tratar con los faraones, y con los Nabucodonosores, y los
Herodes y los Césares. Nuestra responsabilidad es predicar a Cristo de tal forma que
hombres y mujeres sean llevados a Cristo, donde hay una libertad completa.
Qué orden tal alto y excelso Dios ha producido en la Iglesia, al llevar a un pueblo a
Cristo, e incluso ahora mismo, capacitándoles para caminar ante Él en vida de Nueva
Creación. Cuando los hombres y mujeres intentan cambiar ese orden, no es liberación
lo que encuentran, sino esclavitud y de una naturaleza mucho peor de la que
conocieron anteriormente. Se rompen hogares, y hombres y mujeres van por su
camino con una apariencia de “liberación”, pero se trata en realidad de una esclavitud
de un grado muchísimo mayor. Los niños son dispersados a lo largo y a lo ancho,
colocados en instituciones de beneficencia, y convertidos en una carga para la
sociedad. Los hogares rotos producen cada vez más esposas, más esposos y más
niños devastados, todo ello resultado de un espíritu de rebelión al orden de Dios.
Consecuentemente, ni la sociedad ni la Iglesia han podido lidiar con todos los
problemas que están siendo creados.

Ciertos, muchos de éstos llegan a la Iglesia, y ¿Por qué no? Dios quería que la Iglesia
trajera sanidad a los quebrantados de corazón. Pero me parece que la Iglesia está
abombando sus costuras con hogares rotos, hogares devastados, hombres
devastados y mujeres devastadas, sin sanar la brecha. Si dejamos el grifo abierto, y
contratamos más y más consejeros para pasar la fregona por el suelo, ¿Qué sucede
realmente? Primero tenemos que cerrar el grifo... y después buscar a Dios para
obtener sanidad, que es lo que Él anhela traer. Como nuestras instituciones mentales,
y nuestras instituciones penales, de la misma forma la Iglesia está involucrada con
programas de edificación masivos para cuidar a multitudes de personas que están
espiritual y moralmente enfermas... y estos edificios masivos, al estar siendo llenados
con personas, las congregaciones crecen y crecen, pero... ¿Dónde está la sanidad?
¿Te habías dado cuenta de esto alguna vez? ¿Que cuánto más crece la iglesia y se
expande en riquezas y edificios y en número, igualmente crece el índice de divorcios?
Y en medio de toda esta expansión, ¿Qué es lo que está sucediendo realmente? El
índice de divorcio se dispara, en la Iglesia y fuera de ella, y no se hace nada para
cerrar los grifos. Hay una situación real única, pero es poco probable que la Iglesia
admita su condición, y vaya por el Camino de Dios. Dios mira desde lo alto en el Cielo
e indica el problema:

'Porque dices: "Soy rico, me he enriquecido y de nada tengo necesidad"; y no sabes


que eres un miserable y digno de lástima, y pobre, ciego y desnudo, te aconsejo que
de mí compres oro refinado por fuego para que te hagas rico, y vestiduras blancas
para que te vistas y no se manifieste la vergüenza de tu desnudez, y colirio para ungir
tus ojos para que puedas ver.’ (Apocalipsis 3:17,18).

¿Escucharemos? Puedo predecir que la Iglesia preferirá agrandar sus servicios de


consejería en la Iglesia en lugar de tomar el consejo de Dios. Entonces, ¿Qué? Sus
juicios caerán del Cielo, y será grandes y asombrosas las desolaciones de esa hora:

“Voz de gemido de pastores, porque su esplendor está arruinado; voz del rugido de
leoncillos, porque derribada está la gloria del Jordán.” (Zac. 11:3).

Los cantos del palacio se convertirán en gemido en aquel día--declara el Señor DIOS.
Muchos serán los cadáveres; en todo lugar los echarán fuera en silencio.” (Amós 8:3).

“Y curan a la ligera el quebranto de mi pueblo, diciendo: "Paz, paz", pero no hay paz.”
(Jer. 6:14).

Jesús dijo que al abundar la iniquidad, el amor de muchos se enfriaría. Creo que ese
es nuestro verdadero problema. Nos hemos entrelazado de forma tan intrincada con
los caminos del mundo, que el hogar roto se considera un asunto normal de la
corriente general, y no una razón para alarmarse. La rebelión en el mundo ha barrido a
la Iglesia... y muchos hogares están siendo devastados. Por favor, entiende que no
estamos juzgando de ninguna manera a las víctimas inocentes que están
involucradas; porque hay muchos que han sido atrapados en esta red de devastación,
y no hay nada que puedan hacer al respecto. Si esta es tu situación, ten por seguro
que nada de lo que ha sucedido podrá estorbarte para que llegues a ser un vaso de
honra y gloria, si es que estás realmente consagrado en ir por el Camino de Dios, no
importa el sufrimiento que pueda suponer.

Ahora bien, el Enemigo sabe que si puede romper el hogar cristiano, ha conquistado la
Iglesia; porque la Iglesia es una congregación de muchos hogares. La tragedia es que
el pueblo de Dios no reconoce esto... mientras que a todo lo ancho la Iglesia continúa
jactándose de fortaleza, poder y crecimiento, ignorando por completo el hecho de que
los fundamentos del hogar Cristiano están rompiéndose por todas partes. Dios quiere
sanar esta situación y nos mostrará la causa de nuestros problemas, porque no es
nada menos que ésto: El hombre, con toda su ingeniería humana ha expulsado
completamente a Cristo de Su Templo, y la Gloria de Dios que Él quería que fuera
nuestra defensa y nuestra protección, ya ha dejado de estar ahí. El dosel de Su gloria
es nuestra única defensa en el tiempo de la tormenta (Isaías 4:6). Sólo cuando el
pueblo de Dios se humille y acepte Su “consejo” de comprar de Él las verdaderas
riquezas, y el colirio que Él provee, podremos ver la sanidad que Él quiere traer.

Gloria en Lugar de Cenizas

Ahora bien, el entorno de la Esposa de Cristo se caracteriza por la devastación y las


cenizas. La Esposa Santa, esta “virgen pura” en su estado natural, está totalmente
corrupta y Dios tiene que volver a crearla desde las cenizas de su depravación. Es
todo, menos casta, todo, menos pura, todo, menos santa. No obstante, ha sido
atrapada por el Espíritu Santo para convertirse en la Novia virgen, pura y casta de
Cristo. Veamos la valoración de Dios de ésta a quién Él ha escogido para ser Suya
propia.

“En cuanto a tu nacimiento, el día que naciste no fue cortado tu cordón umbilical, ni
fuiste lavada con agua para limpiarte; no fuiste frotada con sal, ni envuelta en pañales.
Ningún ojo se apiadó de ti para hacer por ti alguna de estas cosas, para
compadecerse de ti; sino que fuiste echada al campo abierto, porque fuiste aborrecida
el día en que naciste. Yo pasé junto a ti y te vi revolcándote en tu sangre. Mientras
estabas en tu sangre, te dije: "¡Vive!" Sí, te dije, mientras estabas en tu sangre: "¡Vive!"
Te hice tan numerosa como la hierba del campo. Y creciste, te hiciste grande y llegaste
a la plenitud de tu hermosura; se formaron tus pechos y creció tu pelo, pero estabas
desnuda y descubierta. Entonces pasé junto a ti y te vi, y he aquí, tu tiempo era tiempo
de amores; extendí mi manto sobre ti y cubrí tu desnudez. Te hice juramento y entré
en pacto contigo--declara el Señor DIOS--y fuiste mía. Te lavé con agua, te limpié la
sangre y te ungí con aceite. Te vestí con tela bordada y puse en tus pies sandalias de
piel de marsopa; te envolví con lino fino y te cubrí con seda. Te engalané con adornos,
puse brazaletes en tus manos y un collar a tu cuello.
Puse un anillo en tu nariz, pendientes en tus orejas y una hermosa corona en tu
cabeza.”(Ez. 16:4-12).

¡Qué cuadro de la gracia de Dios! Qué amor y misericordia ha salido del Padre sobre
los hijos caídos de Adán, para que podamos llegar a ser la Novia de Cristo, santa y sin
tacha... puro favor inmerecido. Todo es así. Pero la gracia de Dios va mucho, mucho,
más allá de ese bendito estado del perdón, por el que Dios mira a Su pueblo como si
nunca hubiera pecado. Esto nos habría hecho como Adán antes de que cayera...
inocentes, pero no “justificados”. Porque en la justificación Dios nos ve tan
completamente revestidos con la justicia de Dios, que somos justos y santos con Su
propia justicia. El perdón trata con el pasado... y lo limpia. Pero en la “justificación”
toda la justicia de Dios es puesta sobre nosotros para que seamos hechos la “justicia
de Dios en Cristo”.

Ahora bien, los santos en Corinto fueron aquellos de quienes Pablo dijo: “Os he
desposado como a una virgen pura a Cristo”. ¿Y cual era su “natividad”? Pablo hace
una lista de todos sus horribles pecados... y no para condenarlos, sino para mostrarles
las maravillas de la gracia de Dios. Él lo menciona todo... “fornicadores, idólatras,
adúlteros, afeminados, homosexuales, ladrones, avaros, borrachos, difamadores,
estafadores...” y después añade. “Y esto erais algunos de vosotros; pero fuisteis
lavados, pero fuisteis santificados, pero fuisteis justificados en el nombre del Señor
Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios.” (1ª Cor. 6:9-11).

A sus propios ojos y a los ojos de los que les conocían, eran los ex-pecadores, ex-
ladrones, ex-delincuentes, ex-borrachos, ex-homosexuales...Pero no así a los ojos de
Dios. Porque la limpieza de la sangre de Cristo es tan eficaz que los pecados, una vez
perdonados y limpiados, no pueden manchar el corazón, la mente, el carácter y la
conciencia de aquel que ha sido rescatado como un ascua del fuego, y que ha sido re-
creado a la imagen de Dios. A juicio de Dios, se han convertido en una “virgen pura a
Cristo”.. Tan casta y tan pura como Eva cuando fue tomada del costado de Adán,
traída a Él de nuevo, y unida a él en un cuerpo. Cuando quería una Esposa santa e
incorrupta, no miró a los rangos de los ángeles y arcángeles, de entre aquellos que
nunca habían pecado. Quería algo mucho mejor que estos, alguien más digno de Él.
¿Dónde miró? Miró a la tierra y descubrió la niña de Su ojo, le habló vida, mientras
yacía revolcándose en su propia sangre:

“Yo pasé junto a ti y te vi revolcándote en tu sangre. Mientras estabas en tu sangre, te


dije: ‘¡Vive!’ Sí, te dije, mientras estabas en tu sangre: ‘¡Vive!’ “

Pero dijo mucho más que eso, e hizo mucho más que eso. Le dio nueva vida y eso es
maravilloso. Pero la deseó como a Su propia Esposa. Su plan sería hacerla
extremadamente hermosa. La preparación de la Esposa incluye mucho más que
simplemente tener nueva vida. El tierno cuidado de Dios sobre ella debe continuar
hasta que ella madure completamente, sea adornada y embellecida con Su propia
presencia y Su gloria. Su “pelo ha crecido”... porque su pelo es su gloria y habla de la
cobertura de su amo. Está lavada, con el “lavamiento del agua por la Palabra.” Sus
vestiduras son de obra bordada y “lino fino”...porque “el lino fino son las obras justas
de los santos”. Está cubierta de seda y arreglada con adornos: “pulseras” en sus
manos, para poder servir a Su amo y Maestro en verdad y en sinceridad, “una cadena
sobre su cuello”... no sea que se vuelva altiva y rebelde, una “joya” preciosa sobre su
frente para que pueda participar de la mente de Cristo; “pendientes” sobre sus orejas
para que pueda escuchar claramente la voz de su Amado; adornada con “oro y plata”
porque la gloria que ella manifiesta no ha de ser su propio yo carnal, sino los adornos
de un “espíritu manso y humilde”... el oro de la propia naturaleza de Él, y la plata de la
redención de Él sobre su vida. Ella participa de la “harina, miel y aceite”... los
ingredientes del pan de Dios mezclados con el aceite santo de Su unción, para que
pueda convertirse en “un paz, una hogaza” para un mundo hambriento alrededor de
ella. En las palabras de Dios, ella se convierte en “extremadamente hermosa” y
“prosperada para ser un Reino”.. Un Reino de verdad y de justicia.

¡Oh! ¿Cómo podremos glorificarle suficiente por Su gracia y misericordia maravillosas?


¿Cómo podremos hacerlo con nuestras lenguas mortales? Lo intentamos, y es bueno,
pero nunca glorificaremos al Señor verdaderamente por Su maravillosa obra de
redención hasta que nos ofrezcamos completamente a Él, y seamos conscientes con
cada aliento que respiremos, que “Yo no soy de mi propiedad... He sido comprado por
precio.”

Y cuando lleguemos a esto, descubriremos repentinamente: No soy mío, de forma que


tenga que deberle algo. Soy Su propia posesión... y todo lo que tengo, todo lo que
soy... no es mío, ¡Es de Él!

Los que han sido escogidos por Él para ser su Novia sin mancha, son un pueblo
lavado tan limpio, santificado tan completamente, perfeccionado tan perfectamente
con la perfección de Cristo, que Dios mira hacia abajo y dice: “Tu eres Mi Novia
virgen”. Y los ángeles y los arcángeles a quienes Dios no escogería para un
llamamiento tan alto, alrededor del trono de Dios, claman unos a otros:

“Regocijémonos y alegrémonos, y démosle a Él la gloria, porque las bodas del


Cordero han llegado y su esposa se ha preparado.” (Apoc. 19:7).

Ni una murmuración por parte de nadie: “Recuerdo tu pasado... Sé dónde estuviste


una vez... ¿Cómo podría el Dios el Todopoderoso haberte escogido para ser Su santa
Esposa?”. Se nos ha dicho que los ángeles “anhelan mirar” en los misterios de nuestra
redención, y no sé cuánto puedan entender al respecto. Pero en ese día, tienen que
ver y entender, al menos en parte, el poder que obra milagros de la sangre de Jesús
en las vidas de la humanidad caída. Ni uno sólo en el cielo puede pronunciar una
palabra de protesta. No creo que hubiera necesidad de que los arcángeles hicieran
este desafío:

“Ahora bien, si alguien aquí presente puede dar una razón legal para que este Hombre
no tome a esta Mujer por esposa, hable ahora o calle para siempre...”

Pero incluso si lo hicieran, nadie podría pronunciar una palabra de protesta. Ningún
ángel podría salir delante y decir, “Debes saber, Oh Señor, lo que hizo... Debes saber
que era una mentirosa, pervertida, asesina, criminal de la clase más baja. ¿Cómo
podríamos regocijarnos y alegrarnos por Tu Esposa? Tu eres digno pero ¿Cómo
podríamos regocijarnos en Tu Esposa?

Pero completamente al contrario, todo el Cielo se regocija con el Cordero porque la


Esposa que Él ha encontrado es la que Él creó para Él mismo de las cenizas de la
humanidad depravada. Ningún espíritu inmundo podrá levantarse y acusar como le
hubiera gustado hacer. Porque ésta es limpia y santa, y no hay lugar para que el
Acusador encuentre falta. ¡Qué maravilloso cuando todos lleguemos al Cielo y nos
unamos en esta gloriosa unión con nuestro Amado! ¿Es esto en lo que tú estás
pensando?

“Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y blanco; porque el lino fino
son las acciones justas de los santos” (Apoc. 19:8).

Sus vestiduras de boda son sus “obras justas”... las vestiduras en las que camina
delante de los hombres, y no sólo esas vestiduras ocultas de justicia que recibe en la
justificación. Como el Sumo Sacerdote del Tabernáculo, lleva “vestiduras para gloria y
hermosura”, al ministrar ella verdad y justicia en la tierra.

¿Por qué tenemos el sentir de que nada completamente limpio y puro pueda caminar
en esta tierra corrompida? ¿No lo hizo Jesús? ¿Y no murió Él para que “como Él es”,
así fuéramos nosotros en este mundo malo? Y si consideramos que morirse de cáncer
o de tuberculosis, o de enfermedad cardiaca... si consideramos que éstos son los
instrumentos de nuestra perfección... ¿No estaremos dando más gloria y honor a las
enfermedades del pecado y de la maldición de Adán, que a la preciosa sangre de
nuestro Señor Jesucristo? ¿Será cierto de hecho que el pecado y la muerte de Adán,
al perseguirnos y vencernos, ha de obrar a favor de nosotros lo que la muerte y la
resurrección del Señor Jesús no puede conseguir?

¿Debe Dios raptarnos en cuanto nos acerquemos a la perfección, porque un hombre


santo y perfecto no debe andar en un planeta corrompido? Algunos enseñan que esa
es la razón por la que Dios se llevó a Enoc. Finalmente llegó a la perfección y Dios
tuvo que llevárselo. Amados, Enoc caminó con Dios en la tierra durante 300 años
antes de que Dios considerara apropiado llevárselo; porque mientras estaba en la
tierra él tuvo testimonio de “haber agradado a Dios.” Y Dios lo tomó conforme a Su
beneplácito cuando el tiempo llegó... y Enoc oyó y supo lo que Dios iba a hacer ¡Y
halló FE para ser arrebatado! (Lee Heb. 11:5).

De hecho parecía extraño que el Señor Jesús, el Nuevo Adán, hubiera vivido en este
viejo mundo meramente 33 años—un escaso minuto en el marco temporal de la
existencia humana. Pero pensamos así por nuestra mala interpretación del plan y del
propósito de Dios. Porque durante ese corto período de tiempo de 33 años, nuestro
Señor Jesús logró TODO LO QUE NECESITABA CONSEGUIR para producir una
nueva raza de seres en la tierra, un nuevo orden Adámico conforme a Su propia
naturaleza. Terminó la obra que el Padre le había encomendado a hacer en la tierra y
después regresó al Padre para comenzar... y para completar... una ministración mayor
en los cielos. Porque es ahí, desde el trono, que Él envía Su Palabra y Su Espíritu
para crear una nueva raza de gente en la tierra—un pueblo que se convertiría
conforme a Su propia naturaleza en la tierra.

EL NO REGRESA A LA TIERRA PARA HACER ESO, SE MARCHÓ PRECISAMENTE


PARA HACER ESO.

Su obra de redimir, limpiar y purgar al viejo Adán de su pecado se logró en la Cruz. Y


ahora, desde el Cielo, Él ministra LA PALABRA respecto de este gran logro en la tierra,
por el ESPÍRITU que Él ha puesto en nuestros corazones. El propósito de Dios no era
erradicar a la vieja creación, sino producir una nueva a partir de la vieja. No, sin
embargo, renovando y re-haciendo a la antigua creación, sino crucificándola y
matándola en la Cruz, para desde las cenizas del Calvario, un Nuevo Hombre pudiera
nacer. El fundamento de nuestra redención fue puesto en la tierra y esa obra “fue
acabada”. Pero la super-estructura de la Nueva Creación se levanta en la tierra por
causa de la ministración del Sumo Sacerdote en el trono de la gloria, que ministra
desde el “santuario celestial”. Habló cosas maravillosas “en la tierra”. Pero ahora Él
habla “desde el Cielo”. Su Palabra es tan efectiva hoy como lo era entonces. Su
Palabra es tan pura, tan creativa ahora, como lo era entonces. Porque Su Espíritu es
la Verdad; y la unción que Él ha dado a los hombres es la Verdad.

Pero la Esposa ha caído, tan ciertamente como Eva fue “engañada” de la “sencillez”
de la verdad que había recibido. Tenemos que seguir enfatizando la “sencillez” o la
“unicidad” de nuestra devoción a Cristo. El engaño que alcanzó a Eva es muy fuerte
en la Iglesia hoy. Ella vio algo que era:

Bueno para comer


Agradable a los ojos
Deseable de hacer
Este fue su engaño; simplemente no permanecer en su papel de sujeción a Adán, y
junto con él, en sujeción al Dios que los había creado. Hay muchos escritos en estos
días sobre el engaño; y generalmente se refieren a la falsa doctrina, una u otra. Y no
me malinterpretes... Dios quiere que nuestras doctrinas sean verdaderas y sanas.
Pero el engaño en el que Eva cayó no es mencionado en la mayoría de estos escritos;
y de hecho hay mucho engaño que ver en esta búsqueda del entendimiento de la
buena y de la falsa doctrina, bajo la apariencia de estar en pie a favor de la verdad.
Juan nos dice que el antídoto a la seducción es permanecer en la unción, por que
“unción es... verdad” (1ª Juan 2:26,27). Mucho me temo que este festejo por el
conocimiento que los hombres están desenterrando de los libros, en realidad no es
otra cosa que comer “del árbol del conocimiento del bien y del mal”. Ahora bien, Dios
quiere que nosotros “discernamos lo bueno y lo malo”, pero sólo podemos hacer esto
cuando crecemos en Cristo y llegamos a la madurez, cuando comemos del “árbol de la
vida”. Comer del árbol del conocimiento no nos librará del mal, pero sí comer del árbol
de la VIDA: cuando andamos en la luz, como Él es la luz... cuando Le amamos a Él,
que es la Verdad... al andar en la Unción... que es la Verdad. Entonces la Palabra se
hace viva y es luz a nuestro camino. Comer del otro árbol sólo puede enaltecer el
corazón y trastornar la mente.

La caída de la Esposa siempre puede atribuirse al orgullo y a una falsa confianza en


su posición. “Confiaste en Tu hermosura” (Eze. 16:15). La redención de la Esposa
siembre debe atribuirse a las operaciones soberanas de Dios y a Su propio deseo de
una Esposa que sea Su contrapartida en la tierra, alguien que resplandece Su
semejanza y gloria en la tierra.

La historia de Israel como nación, y la historia de la Iglesia, cuentan la misma cosa:


una historia de caídas y de nuevos comienzos. Podemos preguntarnos por qué no
podría haber existido un caminar progresivo del pueblo de Dios a lo largo de su larga
historia. Pero cada generación es responsable de oír y de prestar atención a la voz de
Dios por ellos mismos. No pueden heredar el Reino de Dios de sus padres... aunque
sin embargo, haya un depósito de una generación a otra, y en algún lugar en
generaciones sucesivas, ese depósito de verdad comience a germinar y a brotar y a
producir el fruto que Dios quiere.

“Porque El estableció un testimonio en Jacob, y puso una ley en Israel, la cual ordenó
nuestros padres que enseñaran a sus hijos; para que la generación venidera lo
supiera, aun los hijos que habían de nacer; y éstos se levantaran y lo contaran a sus
hijos” (Salmos 78:5-7).

Con nuestra vista distorsionada, nos inclinamos a verlo de esta forma:

Primero lo que es bueno y después lo malo.


Primero lo hermoso, y después el caos.
Primero el brillo del Día, y después la Oscuridad.
Primero lo real, y después la sombra.
Primero un hombre inocente, después la rebelión.

Pero con una visión y esperanza renovadas, lo vemos ante una luz muy distinta:

Vemos el mal y el caos, y de ellos Dios produce el orden y la hermosura.


Vemos la oscuridad primero y después Dios habla y hay Luz.
Vemos la sombra primero y después la sustancia.
Vemos a Adán primero, y entonces al Último Adán
Vemos un Viejo Pacto primero, y después el Nuevo.
Podríamos proseguir todo el tiempo con esto. Porque si pudiéramos ver con ojos
enfocados en Cristo y Su gloria, y Sus propósitos, y no cruzados por nuestra
naturaleza carnal... sabríamos y entenderíamos QUE LA HORA DEL FRACASO
HUMANO, TAN DEVASTADORA COMO PUEDA HABER SIDO A OPERACIONES
ANTERIORES DE DIOS, ES NO OBSTANTE EL CAMPO DE SEMILLAS EN EL QUE
DIOS PLANTARÁ LAS SEMILLAS DE LA VIDA DE LA NUEVA CREACIÓN, PARA
UNA NUEVA OPERACIÓN DE DIOS, UNA NUEVA EXPRESIÓN DE SU GLORIA, UNA
NUEVA REVELACIÓN DE LOS TESOROS QUE NO SE HAN VISTO Y QUE AÚN
ESTÁN ESCONDIDOS EN SU CORAZÓN Y PREPARADOS PARA LOS QUE LE
AMAN Y PARA LOS QUE ESPERAN EN ÉL.

Al decir esto no estamos de ninguna manera minimizando los efectos drásticos del
fracaso humano, o deduciendo que su fracaso en realidad fue una buena cosa.
Meramente damos honra y gloria a Aquel que a pesar de todos los fracasos de la
familia humana, y todas las maquinaciones de Satanás intentando derrotar los
propósitos de Dios... Dios ha reservado en Su corazón una poderosa operación de Su
sabiduría y de Su poder que será revelada a su debido tiempo para cancelar las
maquinaciones del maligno, de aquel que busca destronar a Dios y devastar la gloria y
la hermosura de Su obra personal.

Es una sabiduría pervertida la que dice, “Es bueno que Dios hiciera malos a los
hombres... o a los espíritus malos... porque mira de qué forma tan maravillosa Dios
manifiesta Su gloria en todo ello.” Dios los halla culpables y los juzgará. Estas son
áreas que no entendemos como meros mortales. La respuesta de Dios es
simplemente:

“Al contrario, ¿quién eres tú, oh hombre, que le contestas a Dios? ¿Dirá acaso el
objeto modelado al que lo modela: Por qué me hiciste así? ¿O no tiene el alfarero
derecho sobre el barro de hacer de la misma masa un vaso para uso honroso y otro
para uso deshonroso? ¿Y qué, si Dios, aunque dispuesto a demostrar su ira y hacer
notorio su poder, soportó con mucha paciencia a los vasos de ira preparados para
destrucción?” (Rom. 9:20-22).

Estemos seguros de esto: SI ALGUNA VEZ TU O YO CUESTIONÁRAMOS EL


CARÁCTER JUSTO DE DIOS, O SU SABIDURÍA, SERÍA PORQUE NO LE
CONOCERÍAMOS BIEN.

La Esposa ha caído, tan ciertamente como cayó Eva. Y todo comenzó cuando apartó
la vista de su amado, y confió en su propia excelencia y logros. “Pero confiaste en tu
hermosura...

¿Qué hermosura era ésa? Nada menos que la que ella había recibido como un regalo
departe de su Señor: “...por tu hermosura, que era perfecta, gracias al esplendor que
yo puse en ti.” (Ezequiel 16:14,15).

Dios, haz que Tu pueblo vea la locura que ha cometido al hacerse para ellos mismos
“imágenes de hombres”.. Y al poner el aceite y el incienso delante de ellos, como hizo
Israel. Dios, haz que sepamos y comprendamos que no hay verdadera gloria o
hermosura en nosotros mismos, en ningún hombre o ministerio... excepto lo que Tú,
Señor, hayas concedido por Tu propia obra personal de gracia. Porque no es de
nosotros sino de Ti; y sólo Tu has de ser glorificado en la hermosa obra de Tus propias
manos. ¿Miraremos Tu hermosa obra de arte y exaltaremos el lienzo sobre el que es
pintado? ¿Admiraremos la piedra de la que el escultor esculpió su obra de arte? ¿O
pensaremos que el hermoso piano o violín ha de ser alabado por la música que sale
de su caja de madera, en lugar de alabar al artista que hizo el instrumento? ¿Y
especialmente al músico maestro que compone la música? ¡Qué ignorantes somos!
¡Que deshonrosos somos para Dios al llegar a pensar de alguna manera que : ¡Que
grande es nuestro predicador! ¡Qué grande es nuestra iglesia! ¡Qué grande es nuestra
música y nuestro talento! En lugar de adorar al Señor, y decir desde lo más profundo
de nuestro ser, “Oh Señor, ¡Que grande eres!”

¡Y así ha caído la esposa de Cristo! En cada generación de la Iglesia, Dios obtendría a


Su Esposa santa, e inevitablemente caería, y siempre por la misma causa: comenzar a
confiar en su propia hermosura, dejando de darse cuenta y de entender que no tiene
belleza en ella misma a excepción de la que ha recibido del Señor.

¡Pero recordemos el orden de Dios! El Día de Dios comienza por la tarde, y finaliza
con la Mañana! Porque cuando “tinieblas cubran la tierra, y terrible oscuridad al
pueblo”, entonces es cuando Dios promete:

“El Señor se levantará sobre ti y Su gloria será vista sobre ti”.

Este es el orden de Dios que observamos por todos lados en las Escrituras. Hay un
Nuevo Día para cada noche de oscuridad que ha inundado al pueblo de Dios. Si, la
Esposa de Dios cayó de su hermosura y de su gloria, pero ese no es el fin. Dios
prometió juicios: “Te juzgaré como son juzgadas las adúlteras y las que derraman
sangre, y traeré sobre ti sangre de furor y de celos.” (Ezequiel 16:38). Sus juicios
tienen un alcance muy largo, y son de temer. Pero lo que Dios está haciendo es para
Su propia gloria... y hay restauración.

“Yo recordaré sin embargo mi pacto contigo en los días de tu juventud, y estableceré
para ti un pacto eterno..... Estableceré mi pacto contigo; y sabrás que yo soy el
SEÑOR.” (Eze. 16:60-62).

Dios siempre termina Su obra con justicia, Vida y Gloria.

La Esposa, la plenitud de Cristo

Este es el deseo de Cristo. Tan cierto como Adán miró a su alrededor y vio la hermosa
obra de Dios aunque no encontró a nadie que fuera realmente compatible con él... así
nuestro Señor, ni siquiera en los reinos celestiales pudo hallar a alguien de quien
pudiera decir, “Esta es la que quiero como Esposa, para la eterna satisfacción de Mi
propio corazón”. Y la razón por la que no pudo hallar a alguien semejante es porque
en esos reinos Dios nunca había creado a nadie a Su imagen y semejanza. No había
ángel, ni arcángel, ni querubín, ni serafín... que fuera realmente compatible a Su
propia naturaleza y semejanza.

Si Dios fuera sólo un Dios de fortaleza, de poder y majestad... entonces podría haber
hallado cierta compatibilidad con esas bellas y poderosas criaturas. Pero Dios es
mucho más que eso. Él es manso, bajo, y humilde, y misericordioso, y amable, y
paciente y resignado, y amable... porque Él es AMOR. Así, en Su gran sabiduría y
conocimiento, Él escogió a una criatura débil, al hombre del polvo, a través del cual Él
podría manifestar la plenitud de Su naturaleza y de Su carácter. Este hombre se
convirtió al mismo tiempo “más bajo que los ángeles”, pero aún así, el más alto del
orden creado. Porque sólo este Hombre podría expresarse a Sí mismo como Él es
realmente, y mostrar la plenitud de Su gloria.

Ese Hombre vino a la tierra y Su nombre fue Jesús. Pero este Hombre en la tierra se
halló solo, de la misma manera que Dios estaba SOLO en el reino celestial. Dios en el
Cielo tenía criaturas maravillosas a su alrededor, pero aún así, ÉL estaba SOLO.
Jesús tuvo en la tierra a unos pocos discípulos, que a su tiempo se hicieron Sus
amigos... pero estaba SOLO. Y tendría que permanecer sólo, como Él mismo dijo,
para ser fiel como Semilla, para caer en la tierra y morir.

Y así, fue el Padre quien preparó para Su Hijo el sueño de la muerte. Y mientras
dormía en la tierra, ahí y entonces Dios estaba comenzando a formar para Sí mismo y
para Su Hijo, a Aquel que sería Su cuerpo en la tierra, como expresión de Su propia
vida y gloria.

“Te alabaré, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho; maravillosas son


tus obras, y mi alma lo sabe muy bien. No estaba oculto de ti mi cuerpo, cuando en
secreto fui formado, y entretejido en las profundidades de la tierra. Tus ojos vieron mi
embrión, y en tu libro se escribieron todos los días que me fueron dados, cuando no
existía ni uno solo de ellos. (Salmos 139:14-16).”

“Asombrosa y maravillosamente he sido hecho...” Así es la Esposa de Cristo. Así es el


Cuerpo de Cristo. Porque somos el Cuerpo de Cristo, de Su carne, y de Sus huesos;
como Adán dijo de Eva, “Ésta es hueso de mi hueso y carne de mi carne... será
llamada “Mujer” porque fue sacada del “Hombre”. Fue sacada del hombre para unirla
de nuevo a él... para que individualmente fuera “Eva”, pero con Adán, llevara su
nombre, “Y Dios llamó SU NOMBRE Adán.”

Ciertamente esto debería dejar nuestras mentes en reposo cuando hablamos de


nuestra unión con Cristo. Sólo al estar unidos a Él en esta unión mística, Dios dice que
somos el Cuerpo de Cristo. Es Su Nombre el que tomamos, por causa de nuestra
unión con Él. “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros,... así
también es Cristo.” (1ª Cor. 12:12). Nosotros no somos otro Jesús, otro Cristo, de la
misma manera que Eva no era otro Adán. Sólo mediante una unión con él, ella
comparte su mismo nombre, “Adán”. En unión con Cristo, compartimos Su misma
unción, porque “Cristo” significa “el Ungido”. Su nombre es invocado sobre nosotros.

Ahora bien, la palabra “plenitud” tal y como la usa el apóstol Pablo, significa
“consumación”... y esto es lo que Eva era para Adán: su complemento, su
consumación... la que quitaba la “soledad” de Adán, porque ella era muy parecida a él
y de su misma naturaleza.

De esta misma manera, se dice que la iglesia es la plenitud, la consumación de Cristo:


“la cual es su cuerpo, la plenitud de aquel que lo llena todo en todo.” (Efe. 1:23). Eva
salió de Adán y fue creada para Adán, para ser su gloria. Una nueva personalidad
había sido dada a luz, teniendo las mismas virtudes que Adán, el mismo corazón, las
mismas esperanzas, los mismos anhelos, el mismo potencial para conocer a Dios y
caminar con Él. Pero había de ser dependiente de Adán y sujeta a él, y junto con él, en
sujeción a Dios, que los creó. Dios se había proyectado a Sí mismo en la tierra de una
nueva forma, en un hombre creado a Su imagen. Ahora se proyectaría aún más, a
través de una esposa... que sería la “gloria del hombre”, de la misma forma que el
“hombre era la gloria de Dios.” Dios ya no estaba solo. Adán ya no estaba solo. Él era
como él, su consumación, su plenitud. Como él, y aún así distinto... pero era esta
diferencia lo que daba un significado mayor a su propia vida y hacía posible la
expresión de esas cualidades con las que había sido dotado por el Creador: para
amar, para tener comunión, para comunicar y para compartir su propia vida con otro.
¿Podremos entender esto un poquito? ¿Podremos entender que Dios nos quería, que
nos necesitaba, para proveer una salida y un canal para la satisfacción y el deleite de
Su propio corazón, y para una comunión llena de significado con un pueblo hecho a
Su propia semejanza?
Oramos, “Señor, haznos canales... sólo canales de bendición para otros...” Y esto es
bueno: pero Dios busca realmente mucho más que eso. Él desea dotarnos de Su
propia vida, naturaleza y carácter, para que seamos como Él, aunque distintos. No
para convertirnos en otro Jesús, o en otro Dios. Sino que siendo como Él,
dependamos completamente de Él. Tanto como Él que somos “hueso de Su hueso, y
carne de Su carne.” No simplemente una marioneta manipulada para hacer SU
voluntad. No simplemente un conducto por el que fluyan Sus bendiciones. Otra
persona, otra personalidad... caminando en tal unión con el Cristo que la misma ley de
vida que funcionaba en la Cabeza, funcione igualmente en el Cuerpo: es decir,”la ley
del Espíritu de vida en Cristo Jesús” (Rom. 8:2). Como hable el Espíritu, así hablamos
nosotros. Como el Espíritu obre, así obramos nosotros. Él piensa de esa manera, y así
nosotros pensamos de la misma manera. El apóstol dijo, “Porque pareció bien al
Espíritu Santo y a nosotros” (Hechos 15:28). Por tanto, ¿Es presuntuoso decir que
“pareció bien a Dios y también nos pareció bien a nosotros...? ¿Es que no es
suficiente que pareciera bien tan sólo a Dios?¿Y quedarnos nosotros fuera del
cuadro? No, no en absoluto; porque Dios quiere que su pueblo tenga Su mente, que
piense como Él piensa, que obre como Él obra, que hable como Él habla. “El Espíritu y
la Esposa dicen, Ven...” (Apoc. 22:17). ¿No es suficiente que sólo el Espíritu diga,
“Ven”? No realmente, porque a Su Espíritu no lo conocen los hombres... y a menos
que la Esposa hable en unión con el Espíritu, los hombres no van a escuchar. Mientras
la “Esposa” en su estado carnal, apóstata y en su corrupta forma de vida, envíe a las
naciones el mensaje, “¡VEN, VEN!”, continuará habiendo afrenta y escarnio
acumulados sobre el pueblo de Dios. ¡Pero espera a que el Espíritu tenga una Esposa
en unión con Él mismo, y que hablen juntos! El impacto sobre las naciones será
tremendo cuando el Espíritu y la Esposa digan, “VEN” (Apoc. 22:17). Esta clase de
invitación, esta clase de operación, es poderosa porque los corazones de los hombres
se mueven por la Voz. El vaso no se ve simplemente como el medio por el cual Dios
puede obrar, sino que se ve como UNO CON EL ESPÍRITU, motivado por el Espíritu y
potenciado por el Espíritu—de un corazón y de una mente con el Espíritu. Este gran
espectáculo ecuménico de unidad es totalmente inútil. Pero cuando el hombre se haga
UNO CON EL ESPÍRITU, grande, terrible y maravillosa será la Voz que escucharán las
naciones.

Este es el camino del hombre espiritual. Es un ideal alto y santo. Pero no podemos
alterarlo por causa de eso. Ni debemos intentar hacer que funcione. La Ley del
Espíritu de Vida en Cristo lo hará funcionar. Debemos seguir acercándonos más a Él y
Él seguirá acercándose más a nosotros. Y cuando nos encontremos, la Ley del
Espíritu de Vida en Cristo Jesús, comenzará a funcionar en nuestras vidas de una
manera que jamás imaginamos y que ni siquiera supimos que fuera posible.

Tú anhelas este tipo de vida. Tu corazón es atraído hacia esta clase de unión con Él.
Ten por cierto: Dios te anhela mucho más de lo que tú Le anhelas a Él; y la única
razón por la que Le anhelamos es porque en primer lugar, Él nos atrajo y nos hizo que
Le anheláramos. Hay una profundidad en el corazón de Dios que “invoca a lo
profundo” en los corazones de Su pueblo. Dios sabe que “no es bueno que el Hombre
esté solo.” Él busca una Esposa para Su Hijo. Una vez, Dios estuvo “solo”... por lo que
sabe muy bien lo que es eso. Y cuando hizo al Hombre a Su imagen, sabía muy bien
que este Hombre experimentaría la soledad; porque este hombre llevaba el sello y la
imagen de Su Creador. Así, Dios comenzó a construir y a formar la que sería la amada
del hombre, su contrapartida, en la tierra, mientras él dormía y a partir de su costado.
Sacada de él para que pudiera convertirse en una Nueva Creación, y unida a Él de
nuevo en una unión mística... una unión que sólo Él y Su Esposa pueden comprender
y disfrutar.
Esto que hablamos no es una cosa egoísta y centrada en el ego. Este es el camino de
Dios para que Su pueblo lleve fruto en la tierra. Es el único camino de Dios. El
“trabajo” del que habla la Iglesia, consiste en hacerse más grandes y más complejos,
más masivos con cada año que pasa, con cada década que pasa. Y ese “trabajo”
nunca será conseguido por medio de una Esposa anémica y enferma... revolcándose
en su propia sangre... miserable y desgraciada, pobre, ciega y desnuda. Hasta que no
sea limpiada y hecha santa, y adornada con los hermosos adornos de Su justicia, y
hasta que no se una a su Señor, ella no podrá decir, “¡Ven!”, de forma que produzca
una respuesta significativa. Dios tiene un celo extremo en que esto suceda. Y por
tanto, la esposa tiene un celo extremo en que esto suceda:

“Por amor de Sión no callaré, y por amor de Jerusalén no me estaré quieto, hasta que
salga su justicia como resplandor, y su salvación se encienda como antorcha. Nunca
más se dirá de ti: Abandonada, ni de tu tierra se dirá jamás: Desolada; sino que se te
llamará: Mi deleite está en ella, y a tu tierra: Desposada; porque en ti se deleita el
SEÑOR, y tu tierra será desposada. Porque como el joven se desposa con la
doncella, te desposarán tus hijos; y como se regocija el novio por la novia, tu Dios se
regocijará por ti.” (Is. 62:1,4-5).

No profeso conocer el orden de eventos que se revelará en el tiempo de la venida del


Señor; y lo siento por los que piensan que sí lo conocen. Tenemos que estar
preparados para dejar los espacios en blanco en nuestro entendimiento hasta que
Dios considere apropiado rellenar todos ellos. Porque el apóstol nos dice que
“conocemos en parte, y profetizamos en parte”. La parte que conocemos es lo que a Él
le ha parecido bien revelar; y siempre es suficiente a nuestro caminar con Él, y para
nuestro crecimiento en Sus caminos. Es mucho mejor que dejemos los espacios en
blanco abiertos en nuestro cuadro de los eventos de los últimos tiempos, en lugar de
tratar de rellenarlos para intentar borrarlos más tarde. Pero queremos hacer la
siguiente observación. Cuando la cena de bodas del Cordero tenga lugar, no todo
sucede en ese momento: “Bienaventurados los que sean invitados a la cena de bodas
del Cordero.” (Apoc. 19:9).

Ahora bien, es justo después de eso que tiene lugar la Guerra en la que la Esposa de
Cristo se halla involucrada: “Y vi el cielo abierto, y he aquí, un caballo blanco; el que lo
montaba se llama Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y hace la guerra. Sus ojos son
una llama de fuego, y sobre su cabeza hay muchas diademas, y tiene un nombre
escrito que nadie conoce sino El. Y está vestido de un manto empapado en sangre, y
su nombre es: EL VERBO DE DIOS. Y los ejércitos que están en los cielos, vestidos
de lino fino, blanco y limpio, le seguían sobre caballos blancos. De su boca sale una
espada afilada para herir con ella a las naciones, y las regirá con vara de hierro; y El
pisa el lagar del vino del furor de la ira de Dios Todopoderoso. Y en su manto y en su
muslo tiene un nombre escrito: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES. (Apo.
19:11-16).

Él es el Último Adán; pero unido a Él está el que lleva Su Nombre, Su ministerio, Su


autoridad. Él es el Fiel y el Verdadero, y sus seguidores son fieles y verdaderos por
causa de Él. Su Nombre es el VERBO DE DIOS... y los ejércitos que Le siguen
administran esa misma Palabra poderosa y viva; porque ellos también han sido
revestidos con “lino fino... blanco y limpio”, el atuendo de la Esposa. La palabra de sus
bocas es “más aguda que toda espada de dos filos” (Heb. 4:12), porque son vestidos
con “toda la armadura de Dios” (Efesios 6:13). Ellos también golpearán a la tierra con
“vara de hierro”... porque se mueven en Su fuerza y no en la propia de ellos. Están en
Su yugo; son uno con Él, y están vestidos con Su armadura (Apoc. 12:5).
Con otras palabras, no es el Último Adán el que hace una cosa y Su Esposa otra
distinta. No es el Espíritu diciendo una cosa, y la Esposa diciendo otra distinta. No es
el Señor Jesús luchando Su guerra en los lugares celestiales y Su pueblo luchando la
suya propia en la tierra. Generalmente todo esto lo vemos de esta manera en la tierra
hoy día. Pero será muy distinto en el día en que el Rey del monte Sión haya creado
para Sí, un pueblo “dispuesto”, y que se una con Él en un cuerpo.

Y la Ley del Espíritu de Vida reina....

Y “el Espíritu y la Esposa dicen, Ven....”

Y los ejércitos del Cielo siguen a Su Capitán a la batalla, revestido con Su armadura...

¡Y la Batalla no es nuestra sino del SEÑOR!

Capítulo 7 -- Interacción de lo celestial con lo terrenal


Gloria en Lugar de Cenizas – Parte III – El Viaje de la Esposa – George H. Warnock

CAPÍTULO 7 – INTERACCIÓN DE LO CELESTIAL CON LO TERRENAL

De nuevo tenemos que decir mucho a favor del énfasis dado en las Escrituras en
cuanto a la interacción de lo celestial con lo terrenal, y como lo terrenal es preparado
por Dios para esta clase de coincidencia divina. Sólo entonces, es una coincidencia
por arreglo divino, en lugar de una coincidencia accidental. Si pudiéramos darnos
cuenta de que en medio de todo nuestro celo y ánimo de acción, Dios está deseando
domesticar nuestros espíritus para que Le esperemos a Él y que Él pueda encontrarse
con nosotros en el camino de Emaús de nuestras enredadas vidas, para caminar con
nosotros el resto del Camino. Las memorias de las andaduras errantes del desierto, de
todos los esfuerzos inútiles y de todos nuestros sueños frustrados; todos estos se
disuelven en un momento, cuando el extraño se une a nosotros en el Camino y nos da
palabras de certeza: “es necesario que todo esto sucediera... si la Palabra ha de
cumplirse... si la Gloria de Dios ha de ser revelada”. Y entonces, al mirar atrás
podemos encontrar la misma seguridad que José daría a sus hermanos cuando se
reveló a sí mismo a ellos en su momento de enorme inquietud y perplejidad: “No os
enojéis por haber causado esta gran desolación... fue Dios quien lo preparó para Sus
propios propósitos, para producir una gran liberación en el tiempo del hambre.”

Cuando estamos comprometidos a caminar por los caminos del Señor, podemos estar
seguros de que habrá esa convergencia de lo celestial con lo terrenal, en algún punto
del camino. Al caminar por Su camino, ha de ser una andadura de fe... creyendo
donde no podemos ver; y debemos esperar confiadamente que Él hará lo que
sabemos que sólo Él puede hacer, para traer orden y fruto desde una aparente
esterilidad y futilidad. Es la historia de Abraham, de José, de Noemí, de David, y de
Sus santos en todos los tiempos, cuyas vidas contaron para Dios y redundaron para
Su gloria. Anduvieron por el camino de Dios... con frecuencia en medio de gran
perplejidad... con frecuencia no estando positivamente seguros de que fuera el camino
del Señor; pero por amor y devoción a Él continuaron... esperando, anhelando,
esperando en Él. Y nunca se decepcionaron; nunca fueron puestos en vergüenza. En
algún momento concreto en el camino, Dios se presentaría y les aseguraría que había
estado con ellos todo el tiempo... que Su propósito al esconder Su rostro no era
dejarlos en desolación, sino que pudieran aprender de Él y ser una vasija probada en
el fuego.

Abraham aprendió a lo largo de años de experiencia que era Dios quien había estado
tejiendo fielmente la vestidura de Sus propios propósitos en su vida, y se le aseguró
que Él sería fiel en cumplir y llevar esos propósitos a su consumación. No hallaría
necesario comenzar este arduo viaje a Mesopotamia; pero tuvo fe para dejar el asunto
en las manos de su fiel siervo. Este siervo verdadero sintió enseguida el gran
privilegio, así como lo impresionante que era la responsabilidad que se le había
encomendado... y buscó intensamente la dirección de Dios.

Al otro extremo del cuadro, en una tierra lejana, vemos como Dios había estaba
preparando a este esposa escogida, desde su nacimiento, y había estado cultivando
en su vida esas cualidades que debía tener para su papel como la madre de muchas
naciones, y para convertirse en una de las personas más grandes de entre todos los
antepasados del Señor Jesús. En aquellos días del principio no tenía necesidad de
saber cual había de ser su papel. Tampoco nosotros tenemos que saber mucho sobre
el papel distintivo que Dios tiene para cada uno de nosotros. Es suficiente que
aprendamos a amar los caminos de Dios, y a caminar en obediencia, en confianza, en
honor, en verdad, en amor y en paciencia. Entonces estaremos caminando por el
camino correcto, y Dios estará esperándonos en el camino, en su tiempo de visitarnos
con una mayor medida de Su presencia, cuando los tiempos estén maduros, para
producir Su propia obra personal creativa.

“Por que somos hechura suya”

En tiempos de inquietud y de presión, somos tentados a tomar diferentes asuntos en


nuestras propias manos. Pero al hacer eso, nos hacemos muy aptos para echar a
perder el cuadro hermoso que Dios está pintando con Sus dedos artísticos. Que
podamos hallar gracia para dejarlo todo en Sus manos. Entonces nos hacemos parte
del cuadro, en lugar de convertirnos en artistas amateurs. Estemos seguros de que
esto: esta hermosa obra personal del Maestro no es perfeccionada por lo que
hacemos para Dios, sino por lo que Él está haciendo en nosotros: “Porque somos
hechura (“obra de arte”, “obra personal”) suya, creados en Cristo Jesús para buenas
obras, las cuales Dios preparó de antemano, para que anduviésemos en ellas.” (Efe.
2:10). ¿Escuchamos lo que Él está diciendo? Las “buenas obras” que se consiguen
para Él son las obras que Él preparó para que nosotros las hiciésemos. POR TANTO,
NUESTRA RESPONSABILIDAD ES CAMINAR CON ÉL PARA QUE CONOZCAMOS
SU VOLUNTAD, Y PARA QUE HAGAMOS LO QUE ÉL DICE, Y NO
INVOLUCRARNOS CON SU PLAN Y CON SU PROPÓSITO. Sólo entonces tú y yo
llegamos a un punto el que desarrollamos un oído que oye, y un corazón fiel, para que
Sus propósitos eternos se cumplan. Pero una vez que asumimos que es nuestro deber
y nuestra responsabilidad dar a luz el propósito de Dios, inmediatamente frustramos
ese propósito... al caminar en nuestros propios caminos ingeniosos, esperando en
vano que el plan de Dios emerja de todo ello. Dios tiene un hermoso plan para
satisfacer las necesidades de los hombres, y al enviar una luz que alcance a todas las
naciones. Nos dice un poco al respecto... suficiente para darnos visión y esperanza:
por ejemplo, Su oración al Padre solo antes de Su muerte y resurrección: “Que sean
uno; como Tu oh Padre en Mi y YO en ti, que ellos sean UNO EN NOSOTROS, para
que el mundo crea que Tu Me enviaste.” (Juan 17:21). Es tan maravilloso saber eso.
Pero qué locura pensar que Él estaba intentando animarte a ti y a mí a producir esta
unidad en el Cuerpo de Cristo. Sólo Él puede hacer eso. Sí, tenemos una
responsabilidad... pero no consiste en intentar cumplir el plan de Dios. CONSISTE EN
CAMINAR CON ÉL EN OBEDIENCIA Y EN FIDELIDAD PARA QUE EN ESTE
CAMINO DE DIOS, ÉL PUEDA MANIFESTARSE Y UNIRNOS A OTROS QUE ESTÁN
CAMINANDO EN ESTE MISMO CAMINO DE OBEDIENCIA Y DE VERDAD. Si
pudiéramos abandonar esas ideas nuestras que tratan de unir al Cuerpo de Dios, y
pudiéramos APRENDER OBEDIENCIA A SU VOLUNTAD EN NUESTRAS VIDAS,
veríamos muy rápidamente esta convergencia Divina, esta coincidencia Divina... de un
pueblo en la tierra atrapado por los poderes del Reino del Cielo. No hacemos otra cosa
que echar a perder el cuadro, cuando pensamos que nuestra parte es coger el pincel y
aplicar el pigmento sobre el lienzo... y de alguna forma, tratar de completar el cuadro
que sabemos que Dios quiere producir en las vidas de Su pueblo.

Nada que Dios haya hecho antes... nada que Él haga.. puede compararse a la obra de
arte que Él esta produciendo en Su Iglesia, Su Esposa santa. Todas las demás cosas
fueron creadas por la Palabra de Su boca; pero esta obra de arte de Él, ha costado a
Dios todo lo que Él tiene... todo lo que Él es. Porque Se derramó a Sí mismo en la
tierra, derramó Su sangre... para que nosotros, criaturas pobres, desvalidas, débiles y
pecadoras, pudiéramos ser transformadas por el genio de Su amor y de Su sabiduría y
de Su poder creativo, en la obra de arte coronada de SU creación; y revelar en
nosotros y por medio de nosotros al mundo y a los lugares celestiales, la grandeza de
Su gloria no sólo en este siglo, sino en el venidero:” a fin de que la infinita sabiduría de
Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades
en los lugares celestiales” (Efe. 3:10).
“A fin de poder mostrar en los siglos venideros las sobreabundantes riquezas de su
gracia por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.” (Efe. 2:7).

Primero el Desposorio, Después Jezreel

“Te desposaré conmigo para siempre; sí, te desposaré conmigo en justicia y en


derecho, en misericordia y en compasión; te desposaré conmigo en fidelidad, y tú
conocerás al SEÑOR. Y sucederá que en aquel día yo responderé--declara el SEÑOR-
responderé a los cielos, y ellos responderán a la tierra, y la tierra responderá al trigo, al
mosto y al aceite, y ellos responderán a Jezreel. La sembraré para mí en la tierra.”
(Oseas 2:19-23)

Ahora bien, Jezreel significa “Dios sembrará”. ¿Y qué es lo que Él va a sembrar en la


tierra? ¡La Esposa! “Y la sembraré para Mí en la tierra...” Por eso la creó... para ser
sembrada en la tierra. ¿Para ser raptada en Su presencia, y para estar para siempre
con el Señor? ¡Si! Y anhelamos ese Día glorioso con todas nuestras fuerzas... y
permanecer con Él para siempre en Su gloria eterna.—Pero el propósito de Dios es
primero de todo, SEMBRARLA EN LA TIERRA, porque Él continuará reproduciéndola
en su especia en la tierra para el deleite y la satisfacción de Su propio corazón. La
promesa que fue dada a Rebeca era que sería la “madre de miles de millones” o más
literalmente, “la madre de miles y diez miles” (Gén. 24:60). Pero todo esto comienza
con un desposorio para el Señor, y con un pueblo que caminaría en “fidelidad” a su
Marido. Comienza en los cielos, y hay una interacción en la tierra con aquellos que
oyen Su voz y fielmente reaccionan a lo que Él está diciendo. La interacción del Cielo
y la tierra prosigue y prosigue, cuando los cielos escuchan a la tierra y la tierra clama a
los cielos. Entonces, el maíz y el vino y el aceite claman a la tierra pidiendo fruto... y la
Esposa en la tierra clama por su esterilidad al Señor para que quite su reproche, y la
haga fructífera. Entonces Dios la “siembra en la tierra” para que lleve fruto. Hay una
poderosa reacción en cadena que se pone en marcha entre los cielos y la tierra y entre
los vasos terrenales que claman a Él. Y la obra prosigue y prosigue... hasta que toda la
tierra es saturada con el Evangelio del Reino de los Cielos.

¡Qué apagada se ha vuelto la invitación de los habitantes de la tierra cuando una


Esposa anémica, carnal y enfermiza clama a las naciones, “Ven... Ven... Ven...”

Pero todo esto cambiará cuando la Esposa sea sembrada en la tierra; y cuando ésta,
una vez limpiada y escogida, clame “¡VEN!”, y vivifique los oídos de los oyentes.

Y entonces, “El que oiga” dirá, “¡VEN!”. Y la Palabra vivificadora se extenderá de la


Esposa al oyente... y del oyente al hambriento y al sediento en la tierra:

“Y el que tenga sed, VENGA...” (Apoc. 22:17).

¿Qué estamos diciendo? El así llamado “evangelio” ha salido sin el impacto dinámico
de la Palabra vivificadora. Un millón de personas puede oírlo por las ondas... y no digo
que no se esté consiguiendo nada... pero acaba ahí. Y con cada sucesiva generación
de Cristianos, hay cada vez MENOS y MENOS impacto hecho en las naciones de la
tierra. La respuesta de Dios no está en multiplicar estas palabras estériles que salen
de evangelistas y predicadores por todo el mundo, sino en PROVOCAR UNA
REACCIÓN EN CADENA EN EL ESPÍRITU. Esto hará que la Esposa de Cristo active
la Palabra en los oyentes. Y esta Palabra será cada vez más activada en los
corazones de los hambrientos y de los sedientos de la tierra. Dios va a hacer esto al
dar a luz a esta Esposa santa, que andará con Él “en justicia, en juicio, en amabilidad
y en misericordias”, y ella “conoce al Señor”, y ella es “sembrada en la tierra.”
Si podemos dar vueltas en el viaje de la vida sin mirar constantemente hacia el cielo
en busca de la respuesta celestial a lo que estamos diciendo y haciendo, es evidente
que la historia que estamos haciendo se desvanecerá como la neblina al amanecer del
día. Pero a cada paso del camino nos encontramos mirando hacia el cielo buscando la
aprobación o la desaprobación de Dios en lo que estamos haciendo, arrepintiéndonos
cuando nos encontramos desviándonos del camino y regresando de nuevo a Él... el
único en quien podemos encontrar reposo; entonces, a lo largo de todo el camino,
nuestros corazones se animan al ver ese entretejido divino de Su plan y Su propósito
en nuestras vidas y en las vidas de Su pueblo. Porque en todo esto, el Autor y el
Consumador de nuestra fe, el Alfa y la Omega, el Constructor y el Arquitecto, está
creando y formando para Sí mismo una nueva Creación que resplandecerá no solo en
la tierra sino por todo el reino celestial, en alabanza, honor y gloria a Aquel que es el
cerebro detrás de todo esto. Vemos la gloria de un Dios que obra todas las cosas para
nuestro bien y para Su propia gloria. Comenzamos con Dios, y tenemos que terminar
con Dios; y debemos ver a Dios obrando todas las cosas en medio de todo esto, si de
hecho la historia de nuestras vidas has de ser una vida digna de reconocimiento en los
reinos celestiales. Porque el Cielo está muy interesado en lo que Dios está haciendo
en la tierra. El cielo sabe que Dios el Altísimo descendió en nuestra naturaleza, no en
la de ellos. Y saben porqué. Saben que es porque la revelación de la Nueva Creación
está centrada en el hombre y no en ellos. Por tanto, cuando los siervos de Dios
hablan, prestan mucha atención. Desean “Mirar a estas cosas...” y se gozan cuando
los siervos de Dios les hablan de cosas gloriosas que Dios está haciendo en la tierra.
De la misma forma, se entristecen, desmayan y quedan perplejos cuando escuchan
las malas noticias de nuestra apostasía.

Moisés dijo, “Oíd, oh cielos, y dejadme hablar; y escuche la tierra las palabras de mi
boca.”(Deut. 32:1). Porque si el Cielo no respondiera a lo que estamos diciendo,
posiblemente nosotros tampoco estaríamos diciendo nada.

Isaías también tuvo palabras que quería que los cielos escucharan. “Oíd, cielos, y
escucha, tierra, porque el SEÑOR habla: Hijos crié y los hice crecer, mas ellos se han
rebelado contra mí.” (Isaías 1:2).

De la misma manera, Jeremías, que tenía un gran dolor por causa del desvarío del
pueblo de Dios, “Espantaos, oh cielos, por esto, y temblad, quedad en extremo
desolados--declara el SEÑOR.” (Jer. 2:12). ¿Miedo? ¿Por qué? “Porque dos males ha
hecho mi pueblo: me han abandonado a mí, fuente de aguas vivas, y han cavado para
sí cisternas, cisternas agrietadas que no retienen el agua.” (V.13).¡Los ángeles temen
al ver esa clase de apostasía! ¿Por qué? Porque saben que los propósitos de Dios
están entretejidos en un pueblo en la tierra, y temen lo que Dios podría hacer a un
pueblo desobediente y rebelde. De la misma forma, cuando los verdaderos siervos de
Dios ministran en el Espíritu, ellos responden... y están listos para ministrar a favor de
ellos; y se regocijan cuando el pueblo de Dios se arrepiente y se vuelve a Dios, y son
movidos a la acción a favor de ellos.

¿Entendemos esto? EL CIELO ESTÁ CENTRADO EN LA TIERRA PORQUE SABE


QUE LOS PROPÓSITOS DE DIOS HAN DE CUMPLIRSE EN UN PUEBLO QUE
CAMINA EN LA TIERRA EN OBEDIENCIA A LA VOLUNTAD DE DIOS. Y DIOS
QUIERE QUE SU PUEBLO TENGA SU MENTE PUESTA EN EL CIELO PORQUE
SÓLO AL ENCONTRAR NUESTRA CIUDADANÍA, NUESTROS RECURSOS,
NUESTRAS RIQUEZAS Y NUESTRO CAMINO, ALLÍ, PODRÁ ESTE PUEBLO
MINISTRAR EL REINO DE LOS CIELOS A LOS HABITANTES DE LA TIERRA. Y
SÓLO CUANDO NUESTRA MENTE ESTÁ PUESTA EN EL CIELO, PODREMOS
ESPERAR QUE EL CIELO MINISTRE A LAS NECESIDADES DE LOS HOMBRES.
Los cielos están atónitos ante los caminos carnales, rebeldes y apóstatas de la Iglesia.
Y cómo se gozan cuando ven a un pueblo guiado al arrepentimiento y cuando ese
pueblo comienza a temer al Señor y a buscarle y a caminar por Sus caminos.

El espíritu del mundo ha inundado y cautivado a la Iglesia tremendamente. Tanto que


se da por hecho que si los caminos del éxito probados en el mundo, se aplican a la
Iglesia, entonces nosotros podemos también tener éxito. Y así, se asume que si
hemos de tener éxito en el crecimiento de la Iglesia y en la expansión misionera,
tenemos que volvernos muy activos, ambiciosos, celosos, energéticos, prósperos,
innovadores y saber como sacar los recursos del pueblo de Dios para agrandar
nuestras instalaciones para el evangelismo y así, alcanzar los corazones de los
hombres.

PERO EL SEÑOR JESUS NOS DIJO QUE SI DESEAMOS LLEVAR FRUTO PARA EL
REINO DE DIOS, DEBEMOS ESTAR DISPUESTOS A CONVERTIRNOS EN UN
GRANO DE TRIGO... QUE CAE EN LA TIERRA... ¡Y MUERE! 

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