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Dar una visión de los estudios de antropología física realizados en la zona Noreste del país no es
fácil, ya que como dice Arturo Romano:
Los estudios de materiales óseos de origen mesoamericano son mucho más numerosos que los que
se refieren a restos del norte de México, región que espera aún atención antropológica, no-solo
en el campo de la osteología prehispánica, sino en muchos otros aspectos de la investigación
antropológica de nuestras disciplinas”.
Así esta revisión general esta estructurada por estado y temática de investigación, considerando
los trabajos realizados por mexicanos y extranjeros en cada región,
COAHUILA.
Posterior al informe del padre Morfi no se encuentran registros hasta 1838 donde un tal Juan
Flores “… dueño de la hacienda de San Juan de Casta, descubrió a treinta leguas al oriente de la
misma un depósito como de mil cadáveres en una caverna abierta… Informó el descubridor de los
cadáveres que la mayoría bien conservados estaban en posición sedente con las manos bajo las
rodillas y que sus vestimentas consistían en tilnas de lechuguilla…”.
Después, esta misma cueva fue encontrada por Edward Palmer en 1880, quien sólo recupera seis
momias, pues la cueva había sido saqueada. Existe una segunda cueva visitada por el doctor
Palmer, de donde extrajo sólo huesos.
Las siguientes noticias son hacia 1881 cuando Frederick Ward Putnam, hizo un reporte de curador
donde recibe informes de cuevas mortuorias en Coahuila. Posteriormente, hace una relación de
las nuevas adiciones al museo Peabody en Harvard donde dice que tiene seis bultos mortuorios de
momias secas, además, de un esqueleto, adornos y herramientas. Para el mismo museo en 1886
William F. Whitney realiza un artículo, donde proporciona los resultados de patologías y
anomalías encontrados en los cráneos que recuperó Palmer.
En 1897, Elías Amador relata, en su Diario Histórico de México en 1938, la noticia previa de Don
Carlos Maria Bustamante sobre una cueva en la sierra Mojada, a unas cien leguas de Durango en
el Bolsón de Mapimi, en la cual Don José Ramírez “encontró colocados simétricamente cerca de
mil cadáveres envueltos en tilnas y fajados con bandas”. Se comenta que como estos tenían
largos y chicos, a la mejor representaban familias de indios tobosos.
El siguiente reporte del área es hasta el año de 1925, donde un grupo de personas localiza en la
sierra de San Lorenzo, la cueva del Buen Abrigo, que previamente había sido saqueada. Hacia
1937 aparece un artículo anónimo sobre el hallazgo de un Mamut cerca de Parras. Además, se
encuentran huesos de caballo y de un ostión gigante. No se encontró asociación humana. Hacia
finales de los cuarenta, varios investigadores norteamericanos realizan exploraciones en la zona y
reportan gran cantidad de cuevas, en las cuales realizan excavaciones.
Ya en la década de los cincuenta, un grupo de expertos de la Universidad de California
efectuaron un reconocimiento arqueológico en la región lagunera y reportaron una cueva en la
Sierra de Paila. Los investigadores del departamento de prehistoria del INAH, encabezados por
Martínez del Rio, visitaron y rescataron los materiales óseos y culturales de la cueva de la
Candelaria, la cual encontraron muy saqueada.
Martínez del Rió en su primer informe de 1953 dice, con respecto al material óseo que fue
estudiado por Faulhaber, que: “…había once cráneos masculinos (9 dolicocéfalos[2] y 2
mesocéfalos[3] ), y 10 cráneos femeninos (5 dolicocéfalos y 5 mesocéfalos), que no presentaban
deformación”.
De los huesos largos se infirió una estatura promedio masculina, de 1.67m y femenina de 1.57m.
Una cantidad importante de huesos mostraba lesiones óseas e inclusive varios cráneos tenían
lesiones supuestamente causadas por padecimiento de sífilis. En general, los dientes también
estaban muy desgastados. La Sra. Faulhaber concluyó que esta gente, y los que recuperó Palmer,
pertenecían a la misma población:
Por similitudes encontradas en los hallazgos arqueológicos, Martínez del Rió dice que el
tratamiento previo a la inhumación es el mismo en la región de la laguna y de las cuevas, al
grupo que él denomina como Irritila.”
El Grupo Irritila es el nombre genérico con que se ha denominado a varios grupos que habitaban
en los derramaderos de los ríos Nazas y Aguanaval, en Parras, en la laguna de San Pedro o de
Mayrán, en Hornos y en la laguna de Biseca y que por habitar en zonas lacustres se les conoce
como laguneros. Estos grupos son considerados como cazadores, recolectores y nómadas.
Se cree que estos grupos tenían creencias particulares sobre la muerte ya que los bultos
encontrados contenían objetos de uso personal y ritual. Desdichadamente la gran mayoría de las
cuevas se encontraron saqueadas.
Hasta el Momento, el trabajo más completo es el llevado a cabo en la cueva de la Candelaria por
Arturo Romano Pacheco, donde estudio 81 individuos de los cuales 44 eran masculinos y 37
femeninos. La mayoría eran adultos jóvenes de entre 25 y 35 años, aunque cabe aclarar que los
hombres son los que tienen el mayor promedio de edad.
Además, Romano nos dice que por los resultados de la craneometría son del tipo dolicocráneos,
por lo que los relaciona con los primeros pobladores de México. Su estatura promedio era 1.65m
para el sexo masculino y de 1.56 para el femenino. Los dientes se encontraban muy gastados y
varios cráneos presentaban osteoporosis que “bien pudo deberse a descalcificación de tipo
nutricional”. Otros huesos tienen también indicadores de una vida difícil.
Estos datos apoyan la idea de que las condiciones de vida de estos pobladores eran muy precarias
y es probable que las mujeres murieran a edades tempranas a causa del desgaste físico que se
desarrollaba en estas sociedades errantes.
En la cueva de Paila solo existen datos de hombres, los cuales coinciden con los de la Candelaria,
en cuanto a que los cráneos son de tipo dolicocéfalo. Dávalos Hurtado, menciona la presencia de
traumatismos en nueve cráneos, fracturas mal consolidadas que provocaron que los huesos
afectados no fusionaran correctamente. Encontró, también, una alta incidencia de patologías,
indicios de enfermedades, de muy diversa índole pero con predominio de las provocadas por
infecciones.
Además, de las patologías son interesantes las lesiones sifilicas o de treponematosis encontradas
en La Candelaria, muy estudiadas por investigadores en México y fuera del país, como Goff,
Romano, Jaén, Mansilla y Pijoan, entre otros.
Existen otros trabajos como el de Goldstein en 1942, quien realizó una investigación con cráneos
del cementerio de Saltillo, que correspondían a 60 sujetos de sexo masculino y 75 del femenino,
pertenecientes a mestizos que fallecieron entre los años 1922 y 1932. Este Investigador consideró
que estos 135 individuos eran representativos de la población mestiza de la región. Realizó
mediciones del cráneo y comparó los resultados con otro estudio similar en 132 cráneos de
Guanajuato.
Encontró en ambas series un cráneo de tipo mesocéfalo. En la serie de Saltillo halló mayor
incidencia de dolicocráneos y braquicráneos[4]. Sugirió que ambas series guardan una relación
muy estrecha.
TAMAULIPAS
Los estudios de Antropología Física en Tamaulipas se han realizado, casi completamente, a
expensas de los estudios arqueológicos. Tal es el caso del análisis llevado a cabo, bajo los
criterios de Ales Hrdlicka, por Javier Romero en 1937 a un cráneo recuperado tras la inspección
arqueológica a la Sierra Azul.
Otro ejemplo, es el estudio de Arturo Romano, en el que fue auxiliado por Stresser-Pean en 1977,
para ubicar en el tiempo los restos humanos procedentes del ejido de Torrecilla de la Sierra de
Tamaulipas. En dicho estudio Romano concluyó, que de acuerdo a la biomorfologia de los huesos
se podía afirmar que se trataba de gente de áridoamerica, con cultura cazadora-recolectora,
aunque con gran influencia biocultural mesoamericana. Otro estudio, es el de los enterramientos
encontrados en la Huasteca entre 1978 y 1982.
En 1990, en Balcón de Montezuma, se realizaron diversos análisis de los restos ahí encontrados. El
primero fue hecho por el Dr. Sergio López Alonso y el antropólogo físico Mario Ceja, quienes por
instrucciones del Prof. Roberto García Moll, director en ese entonces del INAH, realizaron una
visita al este sitio ubicado en el municipio de Victoria a unos 26 Km. de la capital del estado. El
trabajo consistió, principalmente, en realizar un reconocimiento del área y brindar apoyo técnico
para la debida excavación, catalogación, registro y conservación de los entierros. En su informe
técnico, López Alonso da un panorama general de la excavación y el inventario de los entierros.
Otro estudio del mismo sitio fue realizado por la antropóloga física Rosa Maria Peña Gómez en
diciembre de 1990. Ella hizo un análisis osteométrico de 47 entierros, de los cuales 23 eran de
adultos (8 masculinos, 5 femeninos y 8 más, en los que el sexo no se pudo determinar por el
estado del material), 23 infantiles y uno de adolescente, además de fragmentos aislados de
huesos. Más allá de un inventario detallado de los entierros, la determinación de edad y de sexo
no sé profundiza más en el informe. Existen otros trabajos aunque son muy pocos. En general el
estado de Tamaulipas ha sido poco estudiado.
NUEVO LEON
En el estado de Nuevo León los trabajos de antropología física que se han hecho son estudios
sobre osteología, que han sido resultado indirecto de las excavaciones arqueológicas realizadas
en la zona. Los primeros reportes sobre los antiguos habitantes de Nuevo León son los de Alonso
de León de 1649, que nos da una descripción completa de las costumbres indígenas de la zona,
así como, una descripción detallada de los ritos funerarios de estos antiguos habitantes:
En esta gente de este reino es tan usado, que así del enemigo como del amigo la coman; con esta
diferencia: que la del amigo comen en fiestas y bailes, a fin de emparentar con el difunto; la
carne hecha en barbacoa y huesos bebidos y molido el polvo, en el diabólico brebaje de su peyote
con que se emborrachan …más la del enemigo la comen por vía de venganza…; como gente
habituada a comer cuantas carnes e inmundicias hay, y medio cruda”
Estos datos sirven como base para la interpretación de los entierros de la zona.
El primer trabajo que se puede encontrar donde se habla de la osteología de Nuevo León es el
hecho por Burney B. McClurkan quien excavó en 1966, junto con Epstein, en La Cueva de la Zona
de Derrumbes. McClurkan en su tesis da una explicación de los hallazgos realizados en dicho
abrigo, donde encuentra 6 entierros, todos con un patrón muy particular: hacían un agujero en el
piso del abrigo, lo cubrían de lajas de piedra y posteriormente lechuguilla.
Actualmente, se han hecho estudios de osteología en el sur de Nuevo León para el Proyecto
arqueológico de Cañada de Alardin en General Zaragoza, donde en Noviembre de 1999 un grupo
de estudiantes fue invitado a participar en las excavaciones por la arqueóloga Araceli Rivera del
Centro INAH N.L. Para dicho proyecto se excavaron 3 entierros en el sitio Barrancos Caídos 2, a
cargo del antropólogo físico Tonatiuh Osornio, quien realizo el informe de las actividades.
Posteriormente los estudiantes de antropología física, Raúl Rojas, Guadalupe Martínez y Jorge N.
Archer, realizaron el análisis de laboratorio e informe de los entierros:
Se analizaron 3 entierros procedentes del sitio Barrancos Caídos 2, los cuales se encontraban en
un regular estado de conservación, los tres entierros eran secundarios e indirectos por la
disposición de los entierros, los cuales se encontraron desarticulados y sin posición anatómica , y
cada uno en un „nicho‟ en el suelo del abrigo sobre de lajas de piedra , y al parecer al momento
de ser depositados en el „nicho‟ se las pusieron varias capas de lechuguilla”
Estos entierros guardan gran similitud con los encontrados por McClurkan. El informe fue llevado
como ponencia en el 2000 al Congreso Binacional de arqueología del Noreste de México y Sureste
de Estados Unidos, realizado en Reynosa, Tamaulipas en Noviembre del 2000.
Existen otros trabajos realizados por el arqueólogo Moisés Valadez sobre los entierros
encontrados en Mina, NL., pero, no han sido publicados aun. Fuera de estos estudios no existen
otros realizados por antropólogos físicos.
CONCLUSIONES.
El Noreste de México es uno de los territorios olvidados por la Antropología mexicana en general.
Sólo a finales de años noventas del siglo pasado comenzaron a tomar mayor auge los estudios
arqueológicos y por lo tanto osteológicos para poder determinar a que grupo pertenecían los
antiguos habitantes del Noreste de México. Además faltan estudios de otras áreas de la
antropología física, para comprender la población actual y pasada de esta región de México.
BIBLIOGRAFÍA.
[1] Por la extensión del texto, su publicación se dividió en dos partes. Ésta es la primera, y se
publicó el 23 de octubre.
[5] Esta es la segunda y última parte del post publicado el pasado 30 de octubre.