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Literatura moderna

Literatura moderna y literatura contemporánea son expresiones que la bibliografía1 utiliza


para referirse a la literatura de la Edad Contemporánea definida habitualmente como el
periodo iniciado con la Revolución francesa (1789) hasta el presente; y no a la literatura de
la Edad Moderna (siglos XV-XVIII). Son conceptos definidos con criterios estéticos y no tanto
cronológicos, caracterizándose por los valores de originalidad y ruptura frente a los de
tradición y continuidad; de un modo similar a como se definen los conceptos de arte
moderno y arte contemporáneo.
El romanticismo fue un movimiento de tipo cultural y político, que surgió en Europa a partir
del prerromanticismo de finales del siglo XVIII. Los románticos consideraban la libertad
como causa suprema, tanto en el arte como en la política y la vida personal. En
contraposición al neoclasicismo, el romanticismo se caracterizó por el rechazo de la razón
como principio, anteponiendo el sentimiento y la fantasía en el arte.

Entre los rasgos de la literatura romántica se encuentran:

el predominio del "yo" (subjetivismo);


la evasión de la realidad (temas medievales —medievalismo—, místicos, leyendas y el
exotismo oriental);
el nacionalismo (interés en el arte popular y las costumbres locales -folclorismo,
particularmente los Hermanos Grimm en Alemania-);
la libertad formal (mezcla de prosa y verso, ruptura de las unidades aristotélicas en teatro)
frente al academicismo neoclásico;
la búsqueda de la belleza fuera de la armonía y el equilibrio (lo sublime en lo terrible, lo
sobrenatural, lo macabro, inicios de la novela gótica —Mary Wollstonecraft Shelley,
Frankenstein o el moderno Prometeo, 1818—).
Entre los escritores románticos se encuentran Goethe, Friedrich Hölderlin, E.T.A. Hoffmann
y Heinrich Heine en Alemania; Madame de Staël, Chateaubriand, Alphonse de Lamartine y
Victor Hugo en Francia; Walter Scott, Lord Byron, Percy Shelley y John Keats en Inglaterra;
Washington Irving y Edgar Allan Poe en Estados Unidos; Manzoni y Leopardi en Italia, el
duque de Rivas, José de Espronceda y José Zorrilla en España; Guillermo Prieto y Ignacio
Manuel Altamirano en México, José Hernández en Argentina, etc.
Parnasianismo, simbolismo y decadentismo
Entre los autores del parnasianismo defendía una doctrina inspirada en el ideal clásico "el
arte por el arte". Destacan los fundadores del movimiento: Théophile Gautier (1811-1872)
y Leconte de Lisle (1818-1894).

El simbolismo tuvo un "manifiesto literario" publicado en 1886 por Jean Moréas en el que
se define como "Enemigo de la enseñanza, la declamación, la falsa sensibilidad, la
descripción objetiva". Sus precursores literarios fueron el norteamericano Edgar Allan Poe
y los franceses Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud y Paul Verlaine (llamados "poetas
malditos"). Autores simbolistas fueron Stéphane Mallarmé (1842-1898), Auguste Villiers de
l'Isle-Adam (1838-1889), Prosper Mérimée (1803-1870), Maurice Maeterlinck (1862-1949,
creó el teatro simbolista), Stuart Merrill (1863-1915), Albert Mockel (1866-1945), Jean
Moréas (1856-1910), Henri de Régnier (1864-1936), Adolphe Retté (1863-1930), Émile
Verhaeren (1855-1916), Fiódor Sologub entre otros.

El decadentismo tuvo influencia de Baudelarie y Rimbaud, pero Verlaine ("yo soy el imperio
al fin de la decadencia") fue quien estuvo a la cabeza del movimiento, especialmente
después de la publicación de Los poetas malditos (1884). Otro de sus principales exponentes
fue Joris-Karl Huysmans, quien publicaría la que posteriormente fue considerada biblia del
decadentismo: A contrapelo.

Lírica postromántica española


Dos poetas generacionalmente posteriores a la época romántica son las verdaderas
cumbres de la lírica española del XIX: Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro (ésta, en
lengua gallega).

Realismo y naturalismo
A mediados del siglo XIX hubo un cambio en los gustos literarios hacia el rechazo de los
"excesos del romanticismo". Se consideraron de mal gusto el sentimentalismo, la anarquía
formal y los temas fantásticos, pero se conservó el costumbrismo romántico, que fue
llevado a sus últimas consecuencias.

Las características propias de la literatura realista son la documentación y las descripciones


puntuales y minuciosas. En la mayor parte de los casos, expresa posiciones políticas
progresistas o radicales, en el entorno de las revoluciones liberales (revolución de 1830 y
revolución de 1848) y un cierto anticlericalismo o un cuestionamiento de las posiciones
religiosas oficiales, que a veces es resultado de una espiritualidad muy profunda.

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