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ÍNDICE
CAPÍTULO I....................................................................................................................................... 4
DIGNIDAD Y SENTIDO SOCIAL DE LA PROFESIÓN DOCENTE ..................................... 4
1. INTODUCCIÓN................................................................................................................ 4
2. SIGNIFICADO DE LA DOCENCIA EN EL CONTEXTO HISTÓRICO SOCIAL
ACTUAL .................................................................................................................................... 4
3. ¿QUÉ SON LA PEDAGOGÍA SOCIAL Y LA EDUCACIÓN SOCIAL? .................. 5
3.1. La educación como fenómeno social ......................................................................................... 7
3.2. La educación: una obra eminentemente huamana .................................................................. 8
3.3. Educación y compromiso social ................................................................................................. 9
3.4. Compromiso social y formación docente ................................................................................ 12
3.5. El educador social ..................................................................................................................... 14
4. FORMACIÓN DOCENTE............................................................................................. 15
5. CONCLUSIONES ........................................................................................................... 19
CAPÍTULO II ................................................................................................................................... 20
LA VOCACIÓN Y DESEMPEÑO PROFESIONAL DEL DOCENTE .................................. 20
1. INTRODUCCIÓN........................................................................................................... 20
2. LA VOCACIÓN EN LA ACTIVIDAD DOCENTE .................................................... 21
3. LA ACTIVIDAD DOCENTE COMO PROFESIÓN .................................................. 23
4. LA MATRIZ RELIGIOSA ............................................................................................ 26
5. EL PROYECTO EDUCATIVO NACIONAL .............................................................. 27
5.1. Siete razones para una renovación profunda de la práctica profesional de los
docentes. .......................................................................................................................................... 28
5.1.1. La cultura. ........................................................................................................ 28
5.1.2. El conocimiento. .............................................................................................. 28
5.1.3. La economía. .................................................................................................... 29
5.1.4. La docencia.. .................................................................................................... 30
5.1.5. Los sistemas educativos................................................................................... 30
5.1.6. La heterogeneidad humana.. .......................................................................... 31
5.1.7. Los nuevos aprendizajes.. ............................................................................... 31
6. ¿DECIDIR, CONSULTAR O CONCERTAR? LA IMPORTANCIA DE
PONERNOS DE ACUERDO EN CÓMO RECONOCER EL BUEN DESEMPEÑO
DOCENTE ............................................................................................................................... 32
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CAPÍTULO I
DIGNIDAD Y SENTIDO SOCIAL DE LA PROFESIÓN DOCENTE
1. INTODUCCIÓN
La educación tiene -según lo expresa Hanna Arendt (1993)- la misión de mediar entre el
niño y el mundo, de manera de permitir que el primero se integre en el segundo
minimizando el riesgo de rechazo que existe naturalmente entre ambos. Esta
integración, que pasa también por formar parte de los grupos de personas que ya son
parte del mundo -es decir, los adultos- implica para el educador hacerse responsable del
uno y del otro, en cuanto a que su tarea como mediador entre ambos (niño y mundo) va
a determinar la manera cómo éstos se relacionan y sus expectativas de sostenimiento. El
educador es entonces un ser privilegiado en la construcción no sólo de la cultura, sino,
como consecuencia de ella, de la sociedad, de la manera cómo sus alumnos ven al
mundo, de la distintas perspectivas con que interpretan a este mundo, a la sociedad y a
su existencia social e individual que otorgan un orden a su convivencia naturalmente
gregaria.
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Edgar Faure citando a John Dewey, destaca que “la esencia de toda filosofía es la
filosofía de la educación” y es en este sentido que puede afirmarse que la educación
que se plantea la sociedad hunde sus raíces en la propia sociedad y este hecho no es
novedoso, sino que se remonta a la Antigüedad en donde se establecía las necesidades
educativas. Baste recordar la esencia de la paideia griega, u otras culturas como la
egipcia, la azteca, la china y la maya, donde la educación se apoyaba en un concepto
cósmico que situaba al hombre como parte de ese universo resultando fundamental
conocer el contexto donde se desarrollaba su existencia.
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Por lo que respecta a los objetivos de la Educación Social, ésta se propone alcanzar una
serie de metas muy ambiciosas, que podrían sintetizarse en una: llevar al individuo a
obrar correctamente en el campo de lo social, con el fin de que éste se integre en la
sociedad del mejor modo posible, y sea capaz de mejorarla y transformarla.
La finalidad de la misma es, en resumen, contribuir a lograr la armonía, la integración,
el equilibrio y la formación de la persona en todos los ámbitos para así colaborar a su
desarrollo. Desde una perspectiva global, se puede indicar que la Educación Social tiene
como finalidad:
• Lograr la madurez social.
• Promover las relaciones humanas.
• Preparar al individuo para vivir en sociedad.
La profesionalización de la Educación Social no tendría lugar si los educadores sociales
no fueran convocados por quienes demandan su intervención, aunque este
reconocimiento público no tenga todavía la fuerza suficiente o no se pueda comparar
con el alcanzado por otras profesiones.
aunque la Educación Social se encuentra en un punto álgido, aún queda mucho camino
por recorrer. Se ha producido un avance espectacular en la diversificación de las
actuaciones y una importante mejora en la formación de los educadores sociales,
aunque la inserción profesional de los mismos no se ha incrementado al ritmo que se
esperaba. En este sentido, se plantean algunas cuestiones relacionadas con el futuro y es
necesario abordarlas. Tal es el caso de la formación permanente de los profesionales en
activo y, por ello, es necesario: impulsar la formación en los mismos centros de trabajo;
promover encuentros entre equipos –pues la reflexión colectiva es util para la
formación–; engarzar teoría y práctica; atender a la formación personal y a las
necesidades personales de los educadores, mediante el diseño de itinerarios formativos;
incluir temas específicos y de actualidad que respondan a necesidades actuales, y no
únicamente cuestiones generales; dedicar periódicamente cierto tiempo a la formación
permanente, etc.
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Pues bien, la educación emerge como un fenómeno social no sólo por sus fines
(integrar al niño al mundo-sociedad), sino también porque aporta con su
ejercicio a la conformación de la realidad social y cultural de los distintos
grupos humanos.
Fernando Savater (1996) dice, citando a Graham Greene, que "ser humano es
también un deber". Es decir, "nacemos humanos, pero eso no basta. Además
tenemos que llegar a serlo"; y la posibilidad de ser humano sólo se realiza
efectivamente por medio de los demás, de los semejantes, es decir, "de aquellos
a los que el niño hará todo los posible por parecerse". Y "si, -continua Savater-
como dice Jean Rostand, la cultura es lo que el hombre añade al hombre, la
educación es el acuñamiento de lo humano allí donde sólo existe como
posibilidad. Lo propio del hombre no es tanto el mero aprender como el
aprender de otros hombres, ser enseñado por ellos". Entonces entendemos el
porqué de la necesidad de la educación como acción organizada de humanos
sobre humanos. Debemos estar de acuerdo en que el aprendizaje humano, lejos
de ser idéntico al aprendizaje animal, es un proceso complejo, cargado de un
sinnúmero de variables que lo determinan y lo diferencian en el caso de cada
persona. Más aún si entendemos a la formación desde la perspectiva del sujeto,
pues dice Moya (2002:23) que ésta "concibe el formarse parte de la historia de
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producción al mismo tiempo que producen" (p. 69); y el segundo, de que esta
reproducción no es automática, sino compleja y puede acoger distintas formas
de resistencia, las que este autor -ahora siguiendo a Apple- llama contradicción:
es decir, la posibilidad de que en "la organización escolar, los trabajadores
creen ciertas condiciones autónomas para ejercer el control de su trabajo, que se
configura en un especie de contraorganización con relaciones informales que
desafían a la norma, ya que se valen de ingenio y creatividad cultural para
tomar distancia de la determinación" (Becerril 1999:78)
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Un docente debe llevar a cabo una labor social orientada a los alumnos,
preocuparse por conocer e identificar los sucesos que orientan su actuar en el
grupo y, ante todo, trascender hacia la comunidad. Debe ser un educador social
en todo el sentido de la palabra, puesto que como agente social, que desempeña
su labor cara a cara con los alumnos, está expuesto cotidianamente a las
condiciones de vida, características culturales y problemas económicos,
familiares y sociales de los sujetos con quienes labora.
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4. FORMACIÓN DOCENTE
Definición:
Necesidad de
Potencialidades para el
preparación de
cambio educativo
los docentes
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Planificación
Comunicación Evaluación
Redacción
Comunicación en
Académica para
el Aula 1
Docentes
Recursos de Temas de
aprendizaje contexto
Planificación
Comunicación Evaluación
Power Point
Prezi
Básico
Recursos de Temas de
aprendizaje contexto
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Dinámica metarreflexiva
Ética transparente
Vivencial modelizadora
Vinculante aplicativa
Clima psicosocial empático
Ubicada en la ZDP de cada profesor
La
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5. CONCLUSIONES
“Todo acto de enseñanza es intrínsecamente ético”, por tanto cada acto o
discurso del docente debe procurar el beneficio de sus alumnos.
Indagar no se encuentra ajeno a la labor docente, sólo que muy pocos conocemos
que fuera de la escuela se encuentran realidades que permanecerán en silencio en
la medida que lo permitamos.
CAPÍTULO II
1. INTRODUCCIÓN
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sacerdocio, las dos más grandes energías educadoras de la vida presente (GINER
DE LOS RÍOS 1887: 19): “El maestro como el sacerdocio –con el que tantos puntos
de contacto tiene, sobre todo en los pueblos modernos, donde a veces comparte con
él, a veces casi por completo ha absorbido el ministerio de la enseñanza pública–
exige en primer término hombres bien equilibrados, de temperamento ideal, de amor
a todas las cosas grandes, de inteligencia desarrollada, de gustos sencillos y nobles,
de costumbres puras, sanos de espíritu y de cuerpo, y dignos en pensamiento,
palabra, obra y hasta maneras, de servir a la sagrada causa cuya prosecución se les
confía”.
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En lo que se refiere a la actividad docente como profesión diremos que hay quien
pone en duda que lo sea, en todo caso sólo tendría la consideración de
semiprofesión (BOURDONCLE, 1991). De hecho, los docentes no pudieron
adscribirse ni a los gremios ni a las profesiones liberales, aunque sí participaran de
aspectos de ambas organizaciones pertenecientes ya a tiempos pasados. El orden
gremial desapareció hace años y las mismas profesiones liberales han visto reducido
el ejercicio individual en beneficio de las organizaciones (COBO SUERO, 2001:
23). La propia evolución de la sociedad ha hecho coincidir, con grandes matices, el
ejercicio profesional de los docentes y el de los liberales en el marco de las
organizaciones institucionales y empresariales. Con el desarrollo de la sociedad el
ejercicio liberal de la profesión se reduce y se amplía la profesión docente, que
participa más en la producción de bienes y servicios. Esta integración o
acercamiento diferenciado es mayor en la sociedad del conocimiento, donde las
organizaciones cobran un mayor protagonismo.
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los contextos donde se desarrolla, los fines que persigue y los medios empleados. A
Gervilla Castillo (1998: 84) le parece lógico y justificado que se sustituya el término
vocación por el de profesión, pero se pregunta si este cambio obedece a criterios
educativos y es beneficioso para la educación, y explica las razones del cambio de
vocación a profesión:
En esta línea, Rivas Flores (2000: 145) apunta que “entender la actividad del
docente como trabajo nos remite a las condiciones laborales y de producción en que
tiene lugar y se aleja, por tanto, de la tradicional comprensión de la actividad
docente como un servicio, una actitud de entrega”. Hablar de trabajo es hablar de los
procesos sociales que intervienen en la actividad laboral, un intercambio entre una
actividad que desempeña una persona cualificada y un salario con las condiciones
que exige el que contrata. Pero comportarse como profesional docente en la
sociedad del conocimiento supone también mantener un compromiso permanente
con el aprendizaje. Igualmente, en el siglo XXI, la participación en el propio
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Otro punto de vista interesante es el que nos presenta Cortina. Para esta autora, las
morales que sólo se han preocupado del altruismo olvidándose de las necesidades de
autoestima que tienen las personas han procedido en contra de la naturaleza de las
personas. Incluso afirma que sin autoestima es imposible estimar al otro (CORTINA
ORTS, 1993: 179). Ciertamente, la educación tiene mucho que ver con la
facilitación de autoestima. Pere Darder (2009: 194) considera que “cuando más se
consolida la autoestima, más capaz soy de acercarme y acoger al otro”.
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4. LA MATRIZ RELIGIOSA
En la medida en que la vocación se ha atribuido histórica y exclusivamente, como
certeza y absoluto, a una minoría selecta de ocupaciones, por otra parte muy
vinculadas a la misión de la Iglesia, y antes de que los Estados asumieran su
responsabilidad en determinados campos, se ha producido una sinonimia al definir
estas seleccionadas profesiones desde el prerrequisito de “vocacionales”, como el
destino que Dios elige para esas personas o como respuesta personal a una llamada
(vocare) divina. María Zambrano, discípula de Ortega, habla de vocación como
«llamada oída y seguida». Para quienes así piensan, Dios no intervendría, por
ejemplo, para llamar a las labores del campo. El profesor abnegado interpretado por
Cantinflas en El profe, de 1971, mantiene el siguiente diálogo:
—¿Sigue usted siendo soltero, Sócrates? No olvide que usted dice que la enseñanza
es un sacerdocio.
—Lo digo y lo sostengo. Por eso acepto, porque para comodidades hubiera yo
estudiado para manicurista y nunca hubiera yo salido de la zona rosa.
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El papa Pío XII, dirigiéndose a maestros españoles en 1957, les expresó este
convencimiento: “Vuestra vocación puede decirse que va más allá de lo puramente
humano y terrenal, haciéndoos colaboradores del sacerdote y de la misma Iglesia
de Cristo en esa edificación de las almas”. Esta matriz religiosa del término
vocación es rechazada por quienes entienden la docencia como un oficio o profesión
más, necesaria para el sustento, pero no como conexión con los espacios espirituales
del ser humano. E. Morín afirma que en “el ámbito educativo, donde no existe amor
no hay más que problemas de carrera, de dinero para el profesor, de fastidio para
el alumno”. Siendo esta la situación, no podemos extrañarnos de haber pasado “de
héroes a villanos”. La tarea educativa es un proceso vivo de dedicación amorosa del
educador a sus alumnos. Esta donación personal no es posible sin unas determinadas
dosis de vocación.
Al hablar de vocación, más que hacer referencia al sentido etimológico del término
y a su relación con el concepto de profesiones, oficios y tareas, hemos de intentar
analizarlo y definirlo desde la experiencia personal intensa, satisfactoria y vivida
con verdadera pasión. Expresar nuestra dedicación a la educación porque creemos
en ella y porque estamos convencidos de que de esta manera contribuimos
eficazmente a un mundo mejor y más humano; es decir, la docencia la vivimos
como un compromiso personal y una experiencia subjetiva. Ortega distingue entre
lo que uno “es”, lo que “debe ser” y lo que “tiene que ser”. Para él, esto último es
la “vocación”. “Misión”, en cambio, significa lo que el ser humano “tiene que
hacer” en su vida. Para Gasset, ni la vocación ni la misión son impuestas, sino
propuestas. Por lo tanto, en nuestras manos está el realizarlas como experiencia vital
y pasional o no. Este filósofo, para ejemplificar, presenta a Don Quijote como el
paradigma de hombre con vocación y con una misión que cumplir.
Vivir la vocación es sacar de dentro lo mejor de nosotros mismos y dar vida a eso
que cada uno “tiene que ser”. La vocación así comprendida no es un destino, sino
un punto de partida. Desde este inicio se construye toda una experiencia de vida
dedicada a la docencia. Es lo mismo que decir que “maestro no se nace, sino que se
hace”. Solo cuando somos capaces de imprimir a nuestro quehacer la singularidad
que le es propia, podemos hablar de auténticos educadores. Si nos preguntamos
cuáles son los componentes de la experiencia vocacional docente, podremos
descubrir siete dimensiones en nuestra propia experiencia: Desde autores como
Derrida y Foucault, la vocación es una búsqueda, que admite las posibilidades de
explorar y de crear. Sobre la docencia como vocación, puesto que creemos en ella,
hemos de seguir reflexionando seriamente y, desde luego, escribiendo nuestro
pensamiento desde la experiencia personal y volviendo a reconsiderar su sentido en
nuestra profesión. Si la idea de vocación a algunos colegas docentes les parece
obsoleta, les tendremos que recordar que las demandas sociales permanecen
inalterables en esta exigencia.
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El Proyecto Educativo Nacional plantea la urgente necesidad del país de contar con
maestros bien preparados que puedan ejercer profesionalmente la docencia. Para
lograrlo, señala la importancia de contar con criterios claros que permitan reconocer
la buena docencia, así como de mejorar y reestructurar los sistemas de formación
inicial y continua de los maestros. Enfatiza a la vez la necesidad de contar con
instituciones educativas acogedoras e integradoras que enseñen bien y lo hagan con
éxito, es decir, que permitan que todos los estudiantes, no importa su origen ni
condición, logren aprender de manera efectiva en un clima de convivencia grata,
libre de discriminación e imposición cultural.
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No a todos les resulta obvio que una política pública que afecta directamente los
roles habituales de un sector laboral, en especial tan numeroso como el magisterio,
necesita basarse en acuerdos con los interesados, si acaso lo que busca es que no se
quede en el papel. En varios países se ha tomado esta opción pues, a pesar de su
complejidad, los resultados de una concertación social benefician ampliamente la
gobernabilidad y, por lo tanto, la efectividad de la política docente.
Ahora bien, siendo que la función docente tiene que ver con la formación misma de
las jóvenes generaciones como ciudadanos de un mismo país, los interesados son
también los propios estudiantes, sus familias y la ciudadanía en general, incluyendo
en primera línea a los formadores de maestros, por evidentes razones. Lo que quiere
decir que una estrategia de diálogo y concertación para la formulación de un marco
común de buen desempeño docente debería ser aún más inclusiva.
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La propia inteligencia humana se define hoy en día como acción, como capacidad
para modificar circunstancias haciendo uso adecuado de conocimientos y
habilidades personales, así como de recursos y oportunidades disponibles en el
contexto de la acción. Si esto es así, no hay manera entonces de valorar de manera
suficiente y justa los méritos de un docente competente fuera de la acción. En esto
existe, felizmente, un amplio consenso internacional.
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escuela de otra manera. En primer lugar, nos exige vincularnos con cada uno y
saber elegir la manera más eficaz para comunicarnos con ellos, lo que supone
ciertamente conocerlos mejor. En segundo lugar, nos exige saber cómo
relacionarnos con distintos temperamentos, lo que supone a su vez en nosotros
una mayor flexibilidad y habilidad social. En tercer lugar, nos exige saber
escuchar, aceptar y respetar los lenguajes propios de los niños y adolescentes,
comprendiendo su lógica y su valor, sabiendo hacerse entender por ellos en su
propio idioma generacional, más aún si provienen de diferentes matrices
culturales. En cuarto lugar, nos exige saber conectarnos con sus emociones,
distinguiendo y respetando los distintos grados de sensibilidad a que tienen
derecho, pero infundiendo también la necesaria confianza que les permita salir
de sí mismos y ejercer su rol en el aula del modo más auténtico posible.
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Que buena parte de los maestros peruanos pueda trascender una manera de ejercer la
docencia todavía anclada a etapas pretéritas del desarrollo de la profesión y de los
sistemas educativos, así como a su sentido común, no depende de una orden o una ley
sino de varios factores.
8.1. El maestro. En primer lugar, depende del compromiso personal de cada maestro
con su desarrollo profesional y sus desafíos de cambio. No se trata de preferencias
individuales ni de modas pasajeras. Se trata de trascender los límites de una
tradición pedagógica pensada para otra época, que hace mucho quedó huérfana de
respuestas frente a los retos de hoy. Se trata de evolucionar y madurar nuestra
concepción del rol docente, de alinearla con los cambios que han operado en el
mundo, en las ciencias humanas, naturales y sociales, así como en la propia
pedagogía, que se nutre de ellas. En consecuencia, se trata de asumir la necesidad
del cambio con una actitud abierta, en la certeza de estar dando un paso adelante
en su estatuto profesional.
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8.3. La gestión. En tercer lugar, depende de la demanda que pueda generarse desde las
propias escuelas de un cambio sustantivo en la gestión educativa local. Si el mismo
celo que se pone en el cuidado de los procedimientos y requerimientos
administrativos, se trasladase a los procesos de cambio de las prácticas docentes y de
la gestión pedagógica de los directores, así como de los aprendizajes de los
estudiantes, otra sería la realidad de las escuelas.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
CULLEN, Carlos. Crítica de las razones de educar, Buenos Aires: Ed. Paidós,
1997.
BOURDIEU, Pierre (2003) Capital cultural, escuela y espacio social. Bs. Aires,
Argentina. Siglo veintiuno editores.
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