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Facultad de Psicología
Alumnos:
Anahí Alcocer Martínez
Sugeyri Gómez Guerrero
Eglantina Sánchez Arriaga
Juan Francisco Vázquez Juárez
Grupo: 9°
Monterrey NL 27/Noviembre/09
II.- Introducción.
Muchos son los autores y vasta también es la literatura sobre el tema; tantas
concepciones desde los distintos enfoques psicológicos, forenses,
criminológicos, artísticos y toda producción humana que ante la perversión o el
acto perverso no encuentran más que fascinación y horror, esa perturbación
del estado de las cosas de las que nos hablaba el famoso diccionario. El
interés de este ensayo se vuelca hacia algunos cuestionamientos que a
manera de Virgilio nos llevaran de la mano por las profundidades infernales y
las alturas celestiales características de esta estructura: ¿Cómo se produce
esta desmentida de la castración presente en la estructura perversa?, ¿Cuál es
el funcionamiento del fantasma perverso y su diferencia ante el fantasma
neurótico?, ¿Cómo relaciona la ley y el goce según la economía de la
perversión? Estas y otras preguntas son las que trataremos de contestar
acompañados de Erzbeth Bathory “La condesa sangrienta” y su búsqueda de la
muerte para llegar a la vida en un ambiente lleno de supersticiones en donde
los más horrorosos actos sádicos conviven con los ideales de la belleza
perfecta e incorrupta.
¿Cómo podemos expresar en pocas palabras la vida tan notable de tan único
personaje? Podemos decir lo siguiente: Erzbeth Bathory, la condesa sangrienta
que se bañaba en la sangre de vírgenes doncellas para mantener la belleza
alejada de los suplicios de la edad y que vivió durante el oscurantismo
medieval en Transilvania; un tiempo y un espacio que la tradición marca con el
sello de la superstición y el horror. Pero bueno, antes de poder comenzar con el
análisis de la vida de la mejor conocida como la Doncella Sangrienta, tenemos
que responder una pregunta: ¿Quién es Erzbeth Bathory?
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Nació el 7 de agosto de 1560 en Nyírbátor, Hungría., a los 4 ó 5 años de edad
la pequeña Erzbeth sufrió de violentos ataques (epilepsia), sin embargo su
niñez transcurrió de una manera normal.
A los once años fue prometida al Conde Ferenc Nádasdy, quien le doblaba la
edad. A los trece años se quedó embarazada de uno de sus sirvientes, este fue
castrado y arrojado a los perros, e Isabel enviada a otro remoto castillo familiar
para que pariera. Naturalmente, se hizo desaparecer al bastardo bebé.
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Cometió el error que acabaría con ella; utilizando sus contactos, comenzó a
tomar a niñas y adolescentes de buena familia para educarlas. Algunas de ellas
comenzaron a morirse pronto por las mismas "causas misteriosas y
desconocidas”. La bruja Darvulia le habría prevenido que nunca tomara nobles,
pero esta anciana había fallecido algún tiempo atrás.
Es por esta época que empiezan a escucharse rumores de que algo muy
siniestro ocurre en el castillo de Čachtice. A través de un pastor protestante
local, llegan historias de que la condesa practica la brujería y para ello utiliza la
sangre de muchachas jóvenes que era una típica acusación muy popular en la
época. Según la investigación del conde Thurzó, hallaron en el castillo
numerosas muchachas torturadas en distintos estados de desangrado, y un
montón de cadáveres por los alrededores. En 1612 se inició un juicio en Bitcse.
La ley impedía que Erzsébet, una noble, fuese procesada. Fue encerrada en su
castillo. Tras introducirla en su mazmorra, los albañiles sellaron puertas y
ventanas, dejando tan sólo un pequeño orificio para pasar la comida.
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Muy bien; aunque sabemos que ya desde la infancia Bathory era testigo de los
castigos comunes en la época hacia la servidumbre; que durante los largos
periodos de ausencia de su esposo se volcaba en prácticas lésbicas y ya
comenzaba a mostrar ese sadismo que tanto la termino por caracterizar,
podemos decir que todo empezó a raíz de la muerte de su marido y la aparición
de Darvulia, la bruja del bosque. Su mayor temor era la vejez, por lo que se
bañaba en vida, en sangre. ¿No tenemos aquí el caso de una triangulación
edípica? Recordemos un poco los tres tiempos del Edipo lacaniano que nos
presenta en el seminario del 22 de enero de 1958 de una manera resumida:
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perfecta del espejo que ella misma diseño y construyo y en el que solía pasar
días completos, atrapada en ese yo ideal que es reflejado. Con la mirada que
recibe del otro del espejo y en cuya mirada ella queda identificada. Porque
mientras que el ojo está del lado del sujeto, la mirada está del lado del Otro.
La sangre será aquello que se presta al fetiche. Freud, ya en sus trabajos sobre
el fetiche, dice que lo que hace el fetiche es sustituir (yo diría instituir) el pene
de la madre. El pene que se cree ver en un primero momento bajo las faldas de
la madre. Ya desde entonces sabemos que lo que busca el perverso es negar
la falta del Otro, de abogar por su completud, el es el máximo defensor de la fe,
como Lacan nos lo dice en su seminario XVI.
La sangre. De eso se trata. Erzbeth es una mujer que hace sangre y que está
constantemente bañada en sangre. Si lo vemos de este modo, la sangre es un
símbolo cargado de femineidad, mas femenino no puede ser, tiene que ver con
los fluidos del cuerpo, de su interior, relacionado con los procesos de
nacimiento y muerte. Funciona dentro de su fantasía perversa como un
elemento de vitalidad y tiene que ser fundamentalmente sangre de mujeres
jóvenes, muchachas vírgenes, no de cualquiera. Tal vez sea casualidad (no lo
creemos) que las que busca tienen la misma edad en la que se acostumbraba
a comprometer a los jovencitas, suerte que ella también compartió. Codrescu,
uno de los autores que trabajan la biografía de Bathory, explica la fascinación
de la misma como parte de su imaginario cultural: ella creció escuchando
historias sobre los poderes restaurativos de la sangre. La cultura húngara se
encuentra llena de sangre. Sangre y belleza abundan en los cuentos de hadas,
en la voz popular y en la sabiduría convencional. Su obsesión en tomar baños
de sangre estaban basados en la premisa de mantenerla joven y bella para
evitar el vacio de la nada. Como dice Braunstein: “Habita con todos los
derechos del propietario del castillo fortificado que es el yo. Y tiene horror al
hueco.” Creemos que no es necesario decir nada más.
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Así, ella se hace sangre; sangrienta, en aras de desmentir la castración que
supone la caída de la Belleza, esa voluntad que esta mas allá, el ideal que la
convierte en instrumento del goce que no atraviesa los linderos del deseo. Esto
es confirmado en palabras de Lacan en su seminario XI: “A decir verdad, la
perversión es un efecto invertido del fantasma. El sujeto se determina a sí
mismo como objeto, es un encuentro con la división de la subjetividad (...) el
sádico ocupa el mismo el lugar del objeto, pero sin saberlo, en provecho del
otro, y ejerce su acción de perverso sádico en aras del goce de ese otro (…)”.
Mi acto es en nombre del Otro, del cual no soy más que un instrumento de sus
designios. En este caso, la Belleza. Puedo causarles daño en tanto que no soy
responsable de lo que hago, solo respondo a la Voluntad de ese Otro que me
ordena. Para la condesa era inexplicable que fuera visto como un delito que
ella dispusiera de la vida de sus súbditos. El acto está en si mismo justificado.
¿Cómo funciona este fantasma perverso del que tanto hemos hablado? En
“Kant con Sade”, Lacan propone dos esquemas que traducen la fantasía
sadeana, este el primero de ellos:
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“verdad” que ella torturo y asesino a cientos de mujeres jóvenes. Gozaba con
la tortura, con el grito del otro con la posibilidad de hacer sufrir al otro, hasta
matarlo, tenía una gran pasión por la sangre, agregado a esto que pensaba
que esta sangre de vírgenes podía rejuvenecerla y alejarla de la muerte. Con
este modo de gozar, por medio de causar sufrimiento en las doncellas, es como
se autentifica. Pero no nos dejemos engañar por este nivel. Debajo de esa
Voluntad de Gozar se encuentra su verdad constitutiva, ella elude la castración
convirtiéndose en herramienta al servicio de ese Otro que es la Vida y la
Belleza. Actúa en nombre de esos ideales como su heraldo buscando la
división del otro, que sufra a través del corte en la piel y en la subjetividad, pues
su goce esta directamente proporcional en tanto produce división en el otro.
Por eso el partenaire del sujeto perverso no es otro perverso, si hay un
consentimiento la satisfacción perversa se restringe. El neurótico, el dividido,
será su pareja predestinada e ideal compañero. Cuando el otro consiente, la
perversión se esfuma.
Pero Lacan no se detiene ahí, se percata que esta fantasía tiene su lugar
dentro de otro marco que la determinaba. Este marco ve la luz al rotar 90° el
primer esquema:
Ese es el sitio “real” del sujeto que sueña con la fantasía sádica: un objeto-
victima a merced de la Voluntad “sádica” del Otro que salta a la “coerción
moral”. Lo ejemplifica con el mismo Sade, en cuyo caso esa coerción tomo la
forma de la presión ejercida sobre el por el ambiente que una y otra vez
lograba su encarcelamiento. Sade era en realidad la victima de un acoso
incesante, un objeto sobre el que se encarnizaba con su sadismo moralista los
organismos del estado. Su resultado es S barrado, el sujeto tachado que habría
que interpretar como una borradura, como su cancelación de la trama de la
tradición simbólica (la expulsión de Sade de la historia literaria oficial). S, el
sujeto del sufrimiento patológico, aparece en este caso como la comunidad de
quienes estuvieron con él durante todas las penurias, y quienes ahora están
fascinados por su obra. El esquema gana coherencia si lo interpretamos junto
con los elementos de los cuatro discursos: podemos toma la S como un S
subíndice 2 (el saber universitario), en ese sentido a es lo que quedo de la obra
de Sade, el objeto producto por medio del cual Sade provocaba la reacción
moralista del Amo. Así, el sádico mediante un giro queda en posición de
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víctima: la trasgresión que al principio parecía subvertir la Ley resulta ser propia
de la Ley: La Ley es en si la perversión fundamental.
III.- Conclusiones
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IV.- Bibliografía.
Zizek, S. Todo lo que usted siempre quiso saber sobre Lacan y nunca se
atrevió a preguntarle a Hitchcock. (2008). Manantial, Buenos Aires.
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